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“Lo suyo no es cristianismo”, por Carlos Osma.

Sábado, 15 de junio de 2024
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IMG_5201De su blog Homoprotestantes:

Sigue sorprendiéndome que, incluso personas que se definen como progresistas, cuando se habla de inclusión de las personas queer dentro de las comunidades cristianas, continúan poniendo el foco en nosotras, en las personas queer: ¿deben ser expulsadas de la comunidad?, ¿les dejamos quedarse si se mantienen célibes?, ¿mejor que no digan nada y pasen desapercibidas?, ¿demostramos nuestro amor cisheteronormativo -al que llamamos evangelio- permitiéndoles que vivan en pareja para que no sean promiscuas?, ¿las casamos porque somos buenos?, ¿les dejamos que sean pastoras porque somos progres? Debates, enfrentamientos, que son solo una muestra de queerfobia, por un lado, e incapacidad de dejar de imponer el obligo cisheteronormativo como centro del evangelio.

Tengo que decir que muchas veces, en esta falacia de reflexión cristiana, encontramos también a personas queer que no se han dado cuenta de que lo único que están haciendo es vender su primogenitura por un plato de lentejas -que en nuestra sociedad sería hoy algo así como aceptación, dinero, un cargo, o algún tipo de reconocimiento-. Pero bueno, vivir durante años encerrado en un armario, más que anhelo de libertad y justicia, a algunes les ha llevado a desear meterse en un tubo de ensayo para que pseudoteólogos, o teólogos con todas las letras y reconocimiento, vayan haciendo pruebas con elles para saber hasta qué punto están dispuestas a rebajarse, a vender su dignidad, a aguantar lo que les echen en nombre de Dios. Del sadocristianismo ya he hablado en otras ocasiones, así que -en este punto- no me voy a repetir.

Y mientras se habla y se habla de nosotres, de nuestros cuerpos deformes, nuestros deseos aberrantes, nuestras familias disfuncionales, nuestro amor defectuoso; las comunidades cristianas se van llenando de personas cada vez más intolerantes, ignorantes -y no me refiero al no saber, sino a esa imposición del no saber al resto como palabra de Dios- incapaces de una mínima empatía, y mucho menos de autocrítica. Personas que se esconden en comunidades cristianas para tratar de escapar de un mundo que no entienden -y que no tienen intención de tratar de entender-, y autodefiniéndose como marginadas por una sociedad que cada vez es más crítica con el odio que ocultan tras su Dios. Y se esconden detrás del cristianismo como lo hacen detrás de Vox, o de cualquier partido ultra que les dé seguridad. Aunque tengan un color de piel, un género, un origen, una clase social, o incluso una orientación sexual, que esos partidos insultan todos los días. Al final sí, no sé cómo lo he hecho, me he repetido con lo del sadocristianismo, que evidentemente no es monopolio queer, nosotres somos simples aprendices.

Con nuestros polvos, con la manera en la que miramos a la vecina de enfrente por la ventana del baño mientras nos hacemos una trenza, con la forma en la que nos vestimos, o incluso con cómo nos nombramos seguimos haciendo ricas a muchas cristianas. Mueve tanto dinero en el amoroso mundo evangélico la transfobia, la lesbofobia, o los mensajes de odio hacia nuestras familias. ¡Se forran con nosotras! ¿Quién en su sano juicio se comería a la gallina de los huevos de oro? Hay que montar entidades para defender a nuestros hijos, a las familias heteronormativas, a quien haga falta. Hay que defender el evangelio del euro, del dólar, de la libra. Lo que da hoy dinero dentro del cristianismo es la queerfobia, mucho más que la justicia, mañana ya veremos.

El verdadero problema de las comunidades cristianas no somos nosotres, sino sus teologías que no han sido capaces de reformular, de mantener con vida.  Y no lo han hecho por muchas razones, pero sin duda una de ellas es que se han creído tan escogidos, tan elegidos, tan elevados respecto al común de los mortales, que han acabado por no ser de este mundo. El problema es que el mundo paralelo que se han montado, y en el que su teología es incapaz de ser puesta en entredicho porque en realidad es más bien loroteología, es decir, repetir y repetir lo que me han dicho, que alguien dijo, que le dijeron… no es un mundo mejor, no es un mundo evangélico -en el sentido bíblico- sino un mundo donde se puede odiar a quien es diferente a mí porque pone en entredicho lo que  yo creo. Y si ese odio que cada día voy introduciendo en otras personas, les hace abandonar la comunidad cristiana, o incluso lanzarse un día por un barranco, pues que le vaya bien, yo no me voy a replantear nada de nada.

No somos tan importantes, no somos a las primeras que les ocurre lo mismo -aunque esto no haga menos dolorosa la situación-, han puesto en el centro del debate nuestros afectos, nuestra manera de entendernos, o nuestras prácticas sexuales, porque son incapaces, no les conviene, o simplemente no les apetece, replantearse cómo es posible que su odio se sienta tan confortable y justificado dentro de sus teologías. Y en este punto deberíamos ser inflexibles, no dejando que se nos ponga en un lugar que no nos corresponde, en ningún caso. Y diciendo bien claro que lo que predican nada tiene que ver con el evangelio, que no hay pacto posible entre el odio y el seguimiento de Jesús. Que lo suyo no es cristianismo literalista, fundamentalista, o conservador. Porque, y esto hay que decirlo clarito: lo suyo no es cristianismo.

Carlos Osma

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“Manipulaciones literalistas de la Biblia”, por Carlos Osma

Lunes, 14 de junio de 2021
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Two men sitting on a bench with bibles and praying in a garden under sunlight with a blurry background

Si me dieran un euro cada vez que alguien me dijera que la Primera Epístola a los Corintios explicita que los homosexuales no heredarán el reino de dios, sería rico. De hecho, pensaba que este era el versículo más leído de la Biblia hasta que me dijeron que no, que el más leído era: «No temas, porque yo estoy contigo; no desmayes, porque yo soy tu dios que te esfuerzo; siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia» (Is 41,10). Tampoco me extrañaría que el éxito del versículo del profeta se debiese a que los cristianos LGTBIQ del mundo, para salvaguardar su salud mental, hubiesen decidido leer dos veces a Isaías cada vez que alguien les recordase el de la Primera Epístola a los Corintios. Pero si no es esta la razón, aprovecho para recomendarles que lo hagan.

El literalismo bíblico es una estupidez, cruel y asesina, pero una estupidez. Y la verdad es que es incomprensible que se haya convertido en la manera oficial con la que las iglesias evangelicales leen la Biblia. Uno de sus puntos de partida es creer que existen los textos originales, es decir, que en algún lugar del mundo está el libro del Génesis que supuestamente escribió Moisés, o el Evangelio de Mateo que supuestamente escribió Mateo. Pero esto es falso, no tenemos los manuscritos originales de ninguno de los libros que forman la Biblia, de ninguno, ni siquiera un pequeño fragmento. No tenemos acceso a ellos, ni a las palabras textuales que contenían. Los manuscritos más antiguos que se conservan, fueron escritos cientos de años después de los originales. Los códices de Alepo y de Leningrado, del siglo noveno y décimo d.C. respectivamente, son los manuscritos más antiguos del Primer Testamento en hebreo, y los códices Vaticano y Sinaítico, ambos del siglo cuarto d.C., son los más antiguos en griego. Y respecto al Nuevo Testamento hay miles de manuscritos de diferentes partes, el más antiguo un fragmento del Evangelio de Juan datado en el año 125 d.C., aunque la mayoría son muy posteriores, a partir del siglo décimo.

Para salvar este problema, se suele decir que las personas que copiaban los textos de un códice a otro, lo hacían guiadas por el Espíritu Santo, de tal manera que no cometían errores, que las copias eran siempre exactas, por lo que se han mantenido al pie de la letra (que es lo importante) los textos originales. Y quienes lo dicen, lo hacen repitiendo lo que les han dicho, sin comprobar que la realidad es bien diferente. En una ocasión tuve que comparar diez códices hebreos de Joel 2,28-32, y todos tenían alguna diferencia respecto a los demás, habían añadido alguna letra, la habían eliminado, habían cambiado un tiempo verbal, o alguna palabra… Y esto era aún más exagerado si lo comparaba con códices griegos del mismo texto, si en el Códice de Leningrado decía «mi espíritu», en el Targum Jonathan se ampliaba a «mi espíritu de santidad». O si en el Targum de Jonathan o la traducción Siríaca-Peixita se decía «sirvientes» y «sirvientas», en los códices Vaticanus y Sinaíticus de los LXX aparecía «esclavos» y «esclavas», por poner dos ejemplos. Este mismo texto de Joel, aparece citado en Hechos de los Apóstoles 2,17-21, puesto en boca de Pedro, y las diferencias son aún más grandes, en los Códices del Nuevo Testamento se añaden palabras como «arriba», se intercambian otras como «columnas» por «vapor»… Pude comprobar que algunos manuscritos tenían más de diez diferencias respecto a otro, ¡solo en cinco versículos! Si el Espíritu guiaba a quienes hacían las copias, hay que decir que es un Espíritu que apuesta claramente por la diversidad.

Otra cosa evidente de la que no se percatan los literalistas es que, a menos que sepan hebreo y griego, están leyendo una interpretación de los manuscritos anteriores (que ya hemos visto que no son los originales), porque una traducción es una interpretación, mejor o peor, pero una interpretación al fin y al cabo. Y toda interpretación se hace bajo unos presupuestos y con una cosmovisión que en el caso que nos ocupa es profundamente homófoba. Y digo que es evidente, porque solo con coger dos Biblias diferentes, ambas en castellano por ejemplo, es suficiente para ver que cada una traduce de manera distinta. El mensaje de fondo puede ser el mismo (salvando las traducciones/interpretaciones interesadas y sesgadas), pero los textos no coinciden. Si en la versión Reina Valera 95 dice Job 9,7 «Él ordena al sol que no salga y a las estrellas que no brillen», en la versión de la Biblia de Jerusalén encontraremos: «A su veto el sol no se levanta, y pone un sello a las estrellas». Aunque, bueno, siempre queda la posibilidad de pensar que el Espíritu ha guiado mejor a quienes tradujeron la Biblia que más me gusta y peor al resto.

Ver que las traducciones de la Biblia tienen un sesgo profundamente homófobo es fácil, y lo mostraré con un ejemplo. Si cogemos la Reina Valera 95, y vamos a Jn 13,23, leeremos: «Y uno de sus discípulos, al cual Jesús amaba, estaba recostado al lado de Jesús», y en la Biblia de Jerusalén: «Uno de sus discípulos, el que Jesús amaba, estaba a la mesa al lado de Jesús». Pero si vamos a los códices en griego de donde han traducido ambas versiones, el discípulo amado no estaba «al lado de Jesús», sino «ἐν τῷ κόλπῳ τοῦ Ἰησοῦ», es decir, en el seno o regazo de Jesús. Supongo que para los homófobos traductores de estas traducciones, muchos de ellos paradójicamente literalistas, era algo comprometida esta muestra de amor entre dos hombres, sobre todo si uno era Jesús.

Dicho todo esto, a nadie debería sorprender que en muchas traducciones al castellano de 1ª Co 6,9 se diga que los homosexuales no heredarán el reino de los cielos. La palabra exacta de los manuscritos griegos es ἀρσενοκοῖται, y es imposible que Pablo pudiera referirse a una identidad que nació dieciocho siglos después. De hecho, ni siquiera hace treinta años la identidad homosexual se entendía exactamente de la misma forma que se hace hoy. Introducir esta palabra en la traducción es una manipulación del texto bíblico con la finalidad de producir la exclusión de millones de personas. Exclusión que promueven los literalistas que dicen divinizar y respetar el texto bíblico, cuando en realidad aceptan una manipulación para defender sus posicionamientos homófobos. El respeto a la Biblia pasa por abandonar la interpretación literalista que no se sostiene por ningún lado, y por dejar de introducir en las traducciones/interpretaciones las ideologías excluyentes, como la homofobia, de los traductores y las instituciones que los tienen a sueldo.

Carlos Osma

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“No es la homofobia sino el literalismo bíblico”, por Carlos Osma

Viernes, 27 de enero de 2017
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literalismohomofobiaDe su blog Homoprotestantes:

Después de haber hablado con muchas personas LGTBI que procedían de iglesias evangélicas, me he dado cuenta de que ninguna de ellas tenía interés por conocer los argumentos con los que rebatir la homofobia que padecían dentro sus familias o comunidades. Nunca nadie me ha preguntado: ¿Qué puedo decirles para que se den cuenta de que la homofobia es un pecado? Puede parecer sorprendente, pero aunque mayoritariamente hemos arrastrado sentimientos de culpabilidad, la verdad es que nunca he conocido a un evangélico LGTBI, por muy conservador o fundamentalista que fuese el entorno del que procedía, que no tuviese claro que era objeto de un odio y discriminación que Jesús hubiese rechazado.

Sin embargo, también es cierto que por muy variadas que hayan sido las conversaciones, siempre ha habido un momento en el que ha hecho acto de presencia la pregunta sobre la manera en la que se pueden justificar los cuatro o cinco versículos que tradicionalmente la homofobia evangelical ha utilizado para hacer divino su odio. Siempre, y digo siempre, tarde o temprano alguien lanza al aire alguna pregunta similar a éstas: ¿Qué quieren decir en realidad esos versículos? ¿Qué otros versículos podemos citar para que sepan que no es pecado lo que sentimos? Es evidente pues, que la marca con la que la bestia ha querido sellar nuestros deseos, tiene en principio más que ver con el literalismo bíblico que con la homofobia.

Si bien es cierto que en principio fue la homofobia y que más tarde el literalismo vino por añadidura, al menos si nos lo planteamos en un plano temporal, no creo que hoy en día la homofobia sea la razón principal por la que las iglesias evangélicas muestran una reacción tan alérgica y tan poco evangélica con las personas LGTBI. En realidad creo que sólo es una muleta a la que se agarra con fuerza el literalismo para seguir dando pasos hacia delante. Lo que nos abrasa a las personas LGTBI evangélicas es sin lugar a dudas el fuego de la homotransfobia, pero ese fuego está ahí porque el literalismo bíblico es un combustible altamente inflamable.

No estoy diciendo que la Biblia no refleje lo que nosotros hoy en día identificamos como homofobia. Respeto mucho el trabajo de las personas que intentan hacernos ver que la Biblia está libre de ella, y aunque en muchos casos nos han ayudado a descubrir que algunos de los textos a los que se aferra el literalismo para atacarnos en realidad no tienen ningún contenido homófobo, soy de los que piensa que la Biblia fue escrita por seres humanos que dejaron en ella la huella de su manera de ver a Dios, el mundo y el ser humano. Y sin lugar a dudas la homofobia es una de esas huellas. Aún así también creo que la Biblia muestra principios y valores que hacen incompatible la homofobia con el seguimiento de Jesús. Sin ir más lejos el mandamiento evangélico de amar al prójimo como a uno mismo, invalidaría directamente cualquier acción que promoviese la discriminación y la exclusión de una persona por su manera de ser, sentir, o por su manera de amar. Y sin embargo, las iglesias evangélicas son uno de los actores principales que se oponen a nuestros derechos. ¿Por qué?

Si tenemos en cuenta que hoy en día las comunidades cristianas más homófobas son también las fundamentalistas y literalistas, es fácil deducir lo que ya antes he indicado: que la homofobia es sólo un arma en manos del verdadero culpable, que es el literalismo. Los fundamentalistas cristianos tienen pánico a un mundo que sea más complicado del que se han construido a base de leer al pie de la letra los textos bíblicos. No les importa que ni siquiera Jesús lo hiciese, que su maestro les enseñase que la Biblia ha de interpretarse a partir del ser humano y no de la letra. Y que el temor a la realidad no se vence con legalismo, maldiciones y fuego eterno, sino que se acompaña y transforma con amor. No les importa el daño que puedan producir a las personas LGTBI, tampoco a otros colectivos a los que estigmatizan, lo importante es que puedan sentirse seguros con las respuestas que encuentran en una lectura literal y superficial de la Biblia. Por eso es evidente que esta ideología tan simplista como cruel no tiene nada que ver con el evangelio, porque se basa en anestesiar el miedo y manipular la realidad y no en liberar a los seres humanos de la opresión.

Cada vez veo más inútiles los debates sobre la inclusividad dentro de las comunidades cristianas, y pienso que más bien se debería empezar por denunciar el literalismo como una ideología que amenaza al cristianismo y ante el que la mayoría de comunidades evangélicas de nuestro país se han rendido. Los fundamentalistas literalistas no siguen el evangelio de Jesús, eso lo sabemos bien quienes hemos padecido su odio. Pero no es sólo misión nuestra denunciarlo, lo es de todas aquellas personas cristianas que son conscientes de los daños que esta ideología produce. El centro del problema no son las demandas de justicia de las personas LGTBI, sino el literalismo que genera odio y discriminación alrededor de todas las personas cristianas que lo han divinizado. Creer que se puede leer al pie de la letra unos textos escritos hace miles de años y trasladarlos acríticamente a la realidad que nos rodea, independientemente de la violencia y de las víctimas que produzcan, es un ataque a la Palabra de Dios, una utilización demoníaca de la Biblia; y quienes como evangélicos decimos que ha sido inspirada por un Dios de amor, no podemos permanecer callados ante quienes con ella predican a un Dios cruel que excluye y margina.

Carlos Osma

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“¿Por qué es homófoba Protestante Digital?”, por Carlos Osma.

Jueves, 21 de agosto de 2014
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Pedro TarquisDel blog Homoprotestantes:

En el editorial de la revista Protestante Digital: “De (homo)filias y (cristiano)fobias”, que bien podría haber escrito uno de mis alumnos de primero de ESO, vemos un pequeño avance en cuanto a la manera en la que los cristianos homófobos justifican su odio. Hasta hace muy poco sus posiciones eran apoyadas por la mayoría de la población, por eso les bastaba lanzar sus condenas contra las personas LGTB y esperar sentadas en su trono heteronormativo las respuestas de quienes se atrevían a contradecirles. Pero ahora la cosa ha cambiado, se han dado cuenta de que forman parte de una minoría que es percibida como extremista o incluso peligrosa por el resto, y por eso, son ellos ahora quienes tienen que justificarse. Son ellos quienes tienen que intentar sacarse la etiqueta con la que el resto les define: Homófobos.

Si nos saltamos las primeras absurdas preguntas del editorial, que seguro que quedará para la posteridad como documento de estudio, y con el que muchos cristianos y cristianas del futuro se reirán pensando lo ignorantes que éramos las cristianas y cristianos de principios del siglo XXI, llegamos a la pregunta: “¿por qué si entiendo como cristiano que la Biblia contempla el matrimonio como sólo entre un hombre y una mujer, y no entre dos personas del mismo sexo, soy homófobo?  Para quienes se estén riendo en este momento, tengo que decir que la pregunta está así mismo formulada en el editorial, y que incluso la negrita de cristiano no es un añadido mío.

Si empezamos por la negrita, tenemos que felicitarnos que tengan que aclarar lo de que son cristianos no sólo utilizando la palabra, como hasta ahora, sino que tengan que ponerla en negrita… supongo que para dar a entender que también hay otros cristianos que no son en negrita. ¿Es ésta la bienvenida a las personas LGTB al hecho de ser cristianos en Protestante Digital? ¿Somos por fin cristianos y cristianas aunque menos gordos y gordas y mucho menos importantes que los cristianos en negrita? Podría ser, que detalle más bonito, aunque que poco nos importa. A nosotros la bienvenida a la familia cristiana que compartimos con ellos y ellas nos la dio Jesucristo en el momento en el que decidimos seguirle. Y nos dio el nombre de cristianos y cristianas sin negrita, sin letra gorda y que resalte… nos dio ese nombre, igual que a ellos y ellas, para seguirle y anunciar un mensaje de liberación para todas las personas independientemente de nuestros prejuicios e ignorancias.

Pero ahora volvamos atrás, y centrémonos en el primer verbo de la pregunta: “entiendo”. Para quienes “entendemos” es un bonito detalle el esfuerzo por utilizar un lenguaje que podamos “entender”. Pero el avance no está aquí, los heterosexuales o personas que dicen ser heterosexuales de Protestante Digital, no “entienden”. El avance está en que hace sólo unos años no hubiese habido ningún verbo al empezar la pregunta, sería una cosa como: “la Biblia contempla el matrimonio sólo entre un hombre y una mujer….”. Tenemos que felicitarnos todas y todos los que trabajamos por la justicia y la inclusión, los homófobos de Protestante Digital ya empiezan a “entender” que su lectura de la Biblia no es la única posible, y que la suya es sólo una manera de “entenderla”. Ahora sólo nos hace falta saber donde han estudiado teología, o donde no lo han hecho, para saber porque la “entienden” así. Sólo hay que saber cuales son los principios que rigen las facultades donde han estudiado para comprender su homofobia. Sólo hace falta ver cómo son calificados esos centros educativos por las universidades más importantes de teología del mundo, y saber si alguno de los muchachotes o señoritas de Protestante Digital han estudiado allí.

Nos centramos ahora en otro engaño, en ese que dice que la Biblia sólo contempla el matrimonio entre un hombre y una mujer. Un engaño bastante cutre, porque cualquiera que haya hecho dos clases de escuela dominical cuando era pequeño sabrá que en la Biblia hay otros modelos familiares distintos de los que nacieron tras la revolución industrial (me refiero al de la familia nuclear: un hombre que trabaja fuera de casa, una mujer que lo hace dentro, y unos cuantos hijos e hijas). Por mucho que se quiera divinizar este modelo, es un error de base decir que la Biblia sólo contempla éste. Otra cosa, y esta imagino que difícil de entender para nuestras hermanas y hermanos de Protestante Digital, es si los modelos que la Biblia muestra son sólo el reflejo de unas circunstancias determinadas, o son de obligado cumplimiento. Para quienes tienen como maestros a los fariseos que aparecen en los evangelios, la pregunta sé que es absurda. Pero este artículo también lo leen otras personas…. Sólo añadir una cosa: El modelo de familia con el que los primeros cristianos intentaron entender la relación de Jesús con Dios, me refiero al modelo Padre-Hijo, no necesitó en ningún momento la figura de una mujer para dar por hecho que se está hablando de una familia. Es decir, las cristianas y cristianos de principios de nuestra era, fueron más flexibles a la hora de entender que es y que no es una familia.

Y me dejo para el final el principal engaño de la pregunta. En ella se nos dice que las mujeres y hombres de Protestante Digital no están a favor del matrimonio gay (se olvidan de que su homofobia no se reduce a este punto, les importa un bledo el sufrimiento que generan en miles de personas que nacen dentro de las familias a las que adoctrinan en la homofobia, o sus presiones políticas para que las personas LGTB no tengan ningún derecho). Y dicen que no están a favor del matrimonio gay porque es lo que entienden que dice la Biblia. ¡Mentira!, niego la mayor. Los muchachotes y señoritas de Protestante Digital no son gente abierta y tolerante, amante del diálogo y de la comunión con la diferencia, que un día abrieron la Biblia y se dieron cuenta de que ésta no les permitía posicionarse al lado de las personas LGTB, que tenían que oponerse a sus derechos y a que fueran felices. El camino siempre ha sido el contrario. Las personas que forman parte de Protestante Digital han mamado la homofobia desde que nacieron, les repugna la idea de ver a dos mujeres besándose o a dos hombres acariciándose… no soportan a un hombre subido en unos tacones o a una mujer con barba, no pueden entender a una familia de dos mujeres o dos hombres con o sin hijos. Y esta homofobia aprendida, después la reflejan en sus lecturas bíblicas, en su interpretación de la Biblia. Su homofobia es previa a la Biblia, lo único que hacen es intentar apoderarse de la Biblia, y de Dios, para justificar su homofobia y decir que es Dios mismo quien les obliga o anima a tenerla. Es lo de siempre… no es nuevo, no he descubierto nada que no se haya hecho ya. Ni siquiera en esto son originales. Pero claro, la homofobia no tiene nada de original, aunque el cristianismo si debería tenerlo para construir una sociedad más igualitaria para todos.

Sí, Protestante Digital es homófoba, al igual que las personas que siguen y apoyan sus planteamientos. Por eso como cristianas y cristianos, como hermanas y hermanos debemos llamarles al arrepentimiento. A que vuelvan al camino de fraternidad y amor al que nos llamó Jesús, y no al de odio, ruptura y separación en el que se han metido. Una persona cristiana si es homófoba se aleja del evangelio, y de Jesús. Él nos enseñó a caminar junto a hombres y mujeres diferentes a nosotros y con quienes jamás hubiésemos caminado si no es por la llamada de Jesús. Una llamada que sólo él hace a quien quiere y como quiere y que necesita del abandono de nuestros prejuicios e ignorancias para poder ser respondida.

La política que Protestante Digital está teniendo hacia las personas LGTB y las comunidades cristianas que les acompañan deja mucho que desear, y dista mucho de ser cristiana. Sólo hay que leer algunos de sus artículos para entender que la homofobia puede más que su fe en Jesús. Que la homofobia les está llevando a escribir una triste historia de tensión y enfrentamientos dentro de la familia protestante-evangélica del Estado Español. Es difícil saber en que Biblia o en que facultad teológica han aprendido que su comportamiento está siendo fiel al evangelio. Lo que sí es evidente es que cada día su homofobia les separa más de la práctica de Jesús. Sólo el arrepentimiento de su pecado puede ayudarles. Dios ama al homófobo, pero quiere terminar con su homofobia.

Carlos Osma

Homofobia/ Transfobia., Iglesias Evangélicas , , , ,

“El fantasma del fundamentalismo”, por Carlos Osma.

Viernes, 11 de abril de 2014
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bancada-evangelica-e-a-cura-gayDel blog Homoprotestantes:

Cada vez es más preocupante la identificación que se hace entre religión y fundamentalismo. Un proceso que en algunos lugares como en nuestro país, o más aún en nuestras iglesias evangélicas, parece ya imparable. Tanto es así, que las personas que no comparten los principios fundamentalistas, son vistos como creyentes que se han dejado arrastrar por las ideas y las formas de vivir de su entorno, o directamente como falsos cristianos.

En el libro Cristianismo y Liberación [1], Juan Martín Velasco nos recuerda que el fundamentalismo es sólo una forma determinada de cristianismo, que aparece como resistencia a la modernidad y a las consecuencias que esta trae consigo. Y es que a finales del siglo XIX ocurren una serie de cambios, en el conocimiento humano y en la sociedad, que producen un fuerte impacto en la visión que tradicionalmente había tenido el cristianismo: aparece una nueva forma de ver la realidad, la historia y la moral gracias a los descubrimientos científicos, la primacía de la razón, el evolucionismo, la secularización de la sociedad…

Algunos cristianos ante esta nueva situación, apostaron por dialogar con la modernidad e inculturar su fe a las circunstancias que les tocó vivir. Pero otros, los fundamentalistas, cerraron filas ante lo que denominaron “recta doctrina”. Si los primeros creyeron necesario responder a las nuevas preguntas y los nuevos retos para que el cristianismo siguiese diciendo algo a la sociedad en la que vivían, los segundos tuvieron miedo de perder la identidad y actuaron a la defensiva. Se replegaron y se dedicaron a afirmar verdades absolutas que les permitiesen vivir más tranquilos.

Es en estas circunstancias que en julio de 1920, el periódico neoyorkino The Watchman-Examiner, pone por primera vez nombre a este movimiento que cree vivir en un mundo hostil, que se siente amenazado y que necesita por tanto, definir su identidad con toda precisión: “Proponemos aquí y ahora que se adopte un nuevo nombre para designar a las personas que entre nosotros insisten en que no sean cambiados los puntos de referencia…que sean llamados Fundamentalistas…cuando utilice este término lo entenderé como un elogio y no como un insulto”.

Si nos aproximamos a este movimiento observaremos que no es monolítico, que en realidad deberíamos hablar de fundamentalismos, ya que en él encontramos desde grupos que han decidido alejarse de la sociedad, con el proselitismo como único medio de relación con el entorno, a las corrientes selectivamente tradicionales y selectivamente modernas. Estas últimas, en mi opinión son las que están más presentes en nuestro país. No rechazan todo lo producido por la modernidad, sino que escogen aquellos elementos que les pueden permitir alcanzar la influencia sociopolítica que desean.

Las características de los fundamentalismos son muchas, pero me gustaría resaltar tres de ellas por la significación y la relevancia que han adquirido en nuestro país.

La primera, apuntada anteriormente, es el intento de presentar a los creyentes que no comparten sus puntos de vista como cristianos no auténticos. Una división entre cristianos verdaderos, que son únicamente los que afirman sus principios, y aparentes, contaminados por el liberalismo, el modernismo o el relativismo. Para saber si un cristiano es verdadero debe, por un lado, afirmar lo que el fundamentalismo ha establecido como “recta doctrina”, y por otro, tener un nuevo nacimiento que lo separe completamente de los que no lo han hecho. La búsqueda de una experiencia en que basar su fe, que no deje lugar a la duda.

La segunda, la lectura literal de la Biblia, que es inerrable no sólo en cuestiones teológicas, sino también históricas y científicas. Absolutizarla hasta ponerla en lugar de Dios mismo, confundiéndola con él. Una especie de idolatría bíblica en la que el lector fundamentalista aparece como un adorador neutro sin ningún tipo de condicionante. Algo paradójico si tenemos en cuenta que los distintos grupos fundamentalistas hacen lecturas diferentes, e incluso contradictorias, de los mismos textos. Unas diferencias que se presentan como no esenciales: “En ciertas cosas podemos interpretar distinto, pero en las fundamentales tenemos que coincidir”. Evidentemente ellos nos explican cuales son estos puntos fundamentales y como deben ser creídos y afirmados. En el fondo, creo que no deja de ser una utilización de la Biblia para defender los propios puntos de vista, presentándolos como divinos.

Y por último, estos grupos se presentan como portadores y defensores de la verdad. Una verdad sin condicionante alguno, una verdad absoluta que se deriva de la revelación que ellos encuentran en la Biblia. Ya no hay fe, no hay confianza del creyente, no existe el riesgo de creer: ahora hay seguridades, verdades. Ya no es necesario buscar, no hay lugar para la duda. La verdad que ofrece el fundamentalismo es una anestesia para los que se sienten incapaces de dar respuesta al complejo mundo donde vivimos. El cristianismo entendido como un conjunto de personas, al que unos cuantos van guiando y controlando con la verdad que poseen.

Ante todos estos movimientos, que parecen tener claras todas las cosas, que nos muestran a un Dios tan humano, que nos hacen preguntarnos si no están hablando de ellos mismos, creo que deberíamos hacer hincapié en el Dios trascendente y en el ser humano real. Explicar que aunque son necesarias las imágenes que nos hacemos de Dios, es absurdo presentar cualquier imagen de Dios como definitiva y verdadera. Afirmar todas las veces que sea necesario que el Dios que nos reveló Jesús, respeta la vida y la realidad del ser humano. Una vida y una realidad que no quiere someter sino liberar. Y por último advertir que la consecuencia del fundamentalismo, es la opresión del ser humano por parte de un ídolo que el hombre mismo ha construido a su imagen y semejanza.

Carlos Osma

Publicado en Lupa Protestante en Marzo de 2007

[1] Tamayo J.J. Cristianismo y liberación. Homenaje a Casiano Floristán. (Madrid; Editorial Trotta, 1996), pp. 271-293.

Biblia, Budismo, Cristianismo (Iglesias), General, Homofobia/ Transfobia., Islam, Judaísmo , , , , , , , ,

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