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Ayuno, oración, limosna.

Viernes, 16 de febrero de 2024
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IMG_3082MIÉRCOLES DE CENIZA, pero que vale para toda la Cuaresma

Mt 6,1-18

Desde tiempo inmemorial las religiones han ayudado a los seres humanos a superar infinidad de traumas, pero, mal entendidas, han desplegado otros muchos de los que nos tenemos que librar. Llevamos siglos intentándolo, pero se nos está haciendo muy difícil conseguirlo. Hoy estamos en un punto crucial. Ha cambiado nuestra manera de comprender el mundo. Conocemos los entresijos del corazón humano. Vamos tomando conciencia de que Dios no puede ser lo que pensábamos. Todo ello nos coloca ante un desafío desconcertante y único.

Dejar a Dios ser Dios sería el primer paso. Salir de la presunción de que sabemos lo que es Dios y lo que espera de nosotros sería el segundo. Dios es parte de mí y no alguien que se coloca en frente y, mucho menos, contra mí. Solo descubriéndole dentro de mí podré acercarme a Él. Nunca me impondrá nada desde fuera. Él es el fundamento de mi ser y ahí debe descubrir lo que soy en profundidad. Para ser realmente lo que soy debo desplegar mis relaciones con mi verdadero ser, con mi falso yo, con el resto de los seres humanos y con la naturaleza.

Debemos dar un cambio radical a la manera de afrontar la cuaresma. El Dios que está encantado de vernos sufrir tiene que ser superado. El Dios que exige vasallaje y está siempre controlando nuestras acciones no es el Dios de Jesús. El Dios que nos castiga con el infierno por no ayunar es un tirano. No nos damos cuenta del ridículo de un Dios que está pendiente de lo que como o dejo de comer. La necesidad de esfuerzo personal para no destrozarnos debemos buscarlo en otra parte. No se trata de una exigencia de un ‘Dios’ externo sino de nuestro propio ser.

Los tres temas clásicos de la cuaresma son en resumen formidable de todas las relaciones posibles del ser humano. Ayuno no significa solo ayunar, sino toda privación voluntaria en orden a superar la trampa del hedonismo. Oración no significa ponerse frente a un Dios que está fuera de nosotros, sino bajar a lo hondo de nuestro ser y descubrir allí lo que realmente somos. Limosna no significa dar a un pobre unas monedas o la ropa que íbamos a tirar a la basura, sino el ser capaces de salir de nosotros mismos e ir al otro para ayudarle a ser él mismo.

La motivación de nuestras actitudes no está en Dios ni en sus mandatos sino en la naturaleza de nuestra psicología. Los instintos grabados en nuestro ADN son los que pueden impedir nuestra auténtica realización humana. Pero no son exactamente los instintos; ellos son siempre buenos porque se han desarrollado para garantizar nuestra biología. Es la razón que puede tergiversarlos al pretender como bueno solo el placer o huir del dolor que su despliegue causa. La racionalidad me llevará siempre a buscar la potenciación de mi falso ser, no tiene idea de lo que soy.

El placer y el dolor son formidables medios que la evolución ha descubierto para garantizar la vida biológica. Nuestra razón puede tergiversarlos convirtiéndolos en fines y buscándolos por sí mismos. Aquí encontramos la clave de toda conversión. Buscar el placer o huir del dolor como único objetivo personal es la garantía de fracaso. Una vez que nos hemos sumergido en el desorden, es muy difícil recuperar la armonía perdida. Por eso es preciso el entrenamiento para restaurar el equilibrio.

Esto solo se puede conseguir a base de actos contrarios a los hábitos adquiridos. Si comiendo solo por placer he deteriorado mi salud, tengo que abstenerme de comer cuando no supone ningún desorden y así crear un hábito contrario al contraído. Pero incluso cuando no haya contraído ningún hábito pernicioso es conveniente privarse de algo para mantener el control y superar mi tendencia al hedonismo. En la vida espiritual también es imprescindible el esfuerzo personal para triunfar.

Si mis relaciones con Dios, conmigo mismo y con los demás no son las adecuadas será imposible desplegar mi verdadera humanidad. Tomar conciencia de esta realidad y no hacer sacrificios o penitencia es la verdadera finalidad de la cuaresma. Recordemos que metanoia no es penitencia sino cambio de manera de pensar para superar los errores que pueden hacer fracasar mi propia vida. El objetivo de la cuaresma debe ser aclararme y tener mejor conocimiento de mis posibilidades.

1 rescoldo

No eres solo ceniza
Busca el rescoldo ardiente que ella esconde.
Avívalo, que se convierta en fuego.
La ceniza lo ha mantenido vivo,
fuego vivo que me mantiene vivo
y a partir de ella lo seguiré cuidando 

2 Dios ágape

Dar el paso del dios fabricado al Dios de Jesús.
No es un dios que premia y castiga.
Ni siquiera es un dios que ama,
Es el amor. El amor es su esencia.
Ágape, que nos identifica con Él.
Los discursos no sirven para nada.
No se puede aprehender, hay que vivirlo. 

3 lucha

Pongo en marcha estrategias concretas
Y me preparo para una lucha a muerte.
Dos fuerzas dentro de mí se contraponen.
Entrenarme para alcanzar la meta
sin ninguna obsesión por ser primero.
Luchar contra las apariencias que me arrastran.
Austeridad, Meditación y entrega.
Ayuno, oración y limosna. 

4 eres ola, eres mar

Descubro lo que soy en lo más hondo.
No me inquietan mis fallos y fracasos.
Dios sigue siendo el mismo para mí,
pero de nada me sirve si lo ignoro
Ser consciente de lo que soy en Él,
para poder vivirlo.
Descubro lo falso de mi ego y lo abandono 

5 lo eterno y lo efímero

Que lo oculto de Dios se vuelva transparente.
Que tu ego deje de ser el centro.
Centrarme en Él y aprovechar su hondura.
No dejarme llevar por lo instintivo.
Despliega las posibilidades de infinito,
no te dejes atrapar por lo caduco.
Libérate del yugo de lo efímero 

6 paz

Sentirme en armonía si ninguna zozobra,
centrado en lo esencial nada puede inquietarme,
no me afecta lo que pueda pasar fuera de mí.
Afrontaré la adversidad con calma
En cualquier circunstancia estaré en paz,
nada podré alterar mi ser profundo. 

Eres ceniza que esconde un gran rescoldo.

¡¡¡Avívalo!!!

Fray Marcos

Fe Adulta

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Mendigo

Miércoles, 2 de junio de 2021
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Iba yo paseando por el camino. Un mendigo, un viejo harapiento, me detuvo. Tenía los ojos inflamados, llenos de lágrimas, los labios de color violeta, la ropa a jirones y mostraba unas llagas repugnantes. ¡Oh, cómo había maltratado la miseria a aquel ser infeliz! Me tendió una mano roja, hinchada, sucia. Con un gesto me pidió que le socorriera. Me hurgué en todos los bolsillos. No llevaba ni el monedero, ni el reloj, ni siquiera el pañuelo, no llevaba justamente nada encima.

El mendigo seguía allí, esperando. Tendía la mano y le sacudía un leve temblor. Turbado, confuso, cogí vigorosamente aquella mano sucia y temblorosa: «Tenga paciencia, hermano, no llevo nada». El mendigo me miró con sus ojos inflamados; sus labios de color violeta se entreabrieron y sonrieron, y me estrechó a su vez los helados dedos. «¡No tiene importancia, hermano!», murmuró, «gracias de todos modos. También esto es una limosna». Comprendí que también yo había recibido una limosna de aquel hermano.

*

I. Turgheniev,
Le poesie in prosa,
Lanciano 1923

***

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Lo que puede dar de sí un cepillo de iglesia

Sábado, 10 de agosto de 2019
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sistema-tradicional-de-donativos-en-las-iglesias-pixabay-1Juan de Burgos Román
Madrid.

ECLESALIA, 19/07/19.- No hace mucho, entré en una iglesia con mi amigo Iván, que es persona crítica por demás. Allí nos llamó la atención un cepillo, de los de recoger limosnas; en su parte superior habían escrito: San Benito, Ánimas y Ánimas del Purgatorio, curiosa mezcla con la que, supusimos, se quería orientar sobre cuáles eran los fines de la tal alcancía.

Al salir, Iván me habló de aquel cepillo. Suponía él que los dineros que allí se depositasen irían destinados a los cultos y rezos (misas, novenas, rosarios, etc.) concernientes a cada uno de los tres encabezamientos, ya que para otros fines, como acciones caritativas, mantenimiento de culto y clero, etc. había allí otros cepillos ad hoc. Y añadía él: si resulta que las misas y novenas requieren de dineros, los que vayan a parar este cepillo también lo habrán de ser para culto y clero.

Por lo que se refería a San Benito, las misas serian, supuso Iván, para buscar la intercesión del santo. Y, aunque dijo que la cosa de las intercesiones se le escapaba, se mostró extrañado de lo retorcido de una tal mediación, puesto que, con esas misas, se estaría pidiéndole a Dios, decía él, que empujase a san Benito a que influyera sobre Él, sobre el mismo Dios, en favor de las peticiones de los donantes. Todo aquello le pareció enormemente tortuoso, por lo que, supuso que, en lugar de misas, debería tratarse de otras devociones, quizá novenas, o algo así, en las que las peticiones fuera derechita al santo (para que él interceda ante Dios, claro), sin necesidad de aquella extraña intermediación previa de Dios hacia san Benito.

Así que dio él en suponer que debería colocarse, en el cepillo, el calendario de las celebraciones de las correspondientes novenas, o misa, si fuera el caso, ya que, razonablemente, cabría esperar que los oferentes querrían asistir a ellas. Aunque, bien pudiera ser que estos se limiten a echar unas monedas al cepillo, pensando que con eso ya es suficiente, pues el cura se encargara del resto, que para eso es cura, que todo hace suponer que Dios hace más caso cuando hay curas de por medio y, aún es más, ellos, los curas, parecen ser imprescindibles como mediadores (de nuevo nos topamos con las mediaciones), entre el personal y Dios; a este respecto, señalaba Iván que los curas se hacen llamar sacerdotes y, por ello, es seguro que se consideran los intermediarios, necesarios, entre los hombres y la divinidad.

Lo de suponer que, para implorar un beneficio, con echar unas monedas en el cepillo es suficiente, sin que sea cosa necesaria elevar los correspondientes rezos, esto, dijo Iván, no era una ocurrencia suya, ya que en un lampadario, que acabamos de ver en aquella misma iglesia, figuraba una leyenda en la que se venía a decir que, tras dejar allí tu donativo, puedes marcharte tranquilo a tus quehaceres, que tu dádiva rezará por ti.

Inopinadamente, Iván me espetó que san Benito debió ser una persona muy cercana y amable, de las que inspiran gran confianza, tanta como para que la gente, en lugar de acudir directamente a Dios, que es amor sin medida, prefieran ir a san Benito, para que él, a su vez, vaya a transmitirle nuestros ruegos a Dios. Parece como si Dios nos infundiera gran respeto, incluso temor; algo así como si se tratase de un jefe peligroso y no de un padre amantísimo. Bueno, dijo él, la verdad es que lo que ocurre con san Benito también ocurre con todos los santos y con algunos que no han llegado a serlo, que, esto, lo de buscar intermediario, está ampliamente generalizado (no solo entre gentes de a pie, sino también entre eclesiásticos de altos vuelos), que es que se buscan hasta debajo de las piedras. Parece como que no nos atreviéramos a estar con Dios a solas; debe ser, aventuró Iván, que eso de ser todopoderoso intimida cantidad.

Bueno, dijo Iván, también pudiera ser que, en el fondo del pensar de muchos, se venga a suponer que Dios tiene predilección por aquellos con mejor comportamiento en su vivir, por lo que hará más caso a lo que le pida alguno de estos, como san Benito, pongamos por caso, que debió ser hombre de muy santos comportamientos, que no a los ruegos de un simple mindundi, por él que Dios no habría de tener especial inclinación. Y, consecuentemente, iremos detrás de ganarnos a un san Benito, o a algún otro santo, cuanto más justo y virtuoso mejor, de los que le caen bien a Dios, para que sea él el que acuda a Dios con nuestro encargo, que a él ha de atenderle mejor que a nosotros, de seguro.

En el caso de las Ánimas del Purgatorio, Iván estimó que la situación era muy distinta, pues las tales ánimas jugaban aquí el papel de destinatarias de los beneficios que se esperaban de los rezos, por lo que lo de las novenas no era del caso, que carece de sentido pedirle a las animas que ellas pidan a Dios, de nuestra parte, que las libre, a ellas, de sufrimientos. Así que dio en suponer que los dineros se destinarían ahora a misas, misas para que Dios se apiade de ellas, de las ánimas en pena, y las saque del Purgatorio cuanto antes.

Y, sin entrar en el asunto del modo de funcionar la cosa esa del paso del personal por el Purgatorio, que es tema delicado, en él que Iván no quiso adentrarse, lo que sí me dijo él fue que esas misas las consideraba un contradios, pues suponen que nosotros somos más caritativos que el propio Dios, ya que, si nosotros no terciamos en favor de ellas, de las ánimas, a Dios ni se le ocurre echarlas una manita para evitarlas padecimientos. Al percibir, entonces, un gesto de extrañeza que yo hice, se apresuró a señalar que, al parecer de la Iglesia, lo de evitar sufrimientos está en sus manos, en las de Dios, pues, en caso contrario, no se habría dicho ni una sola misa por las Ánimas del Purgatorio, siendo así que se ha dicho una enormidad de ellas.

Y, luego, va Iván y me dice que vaya un Dios que nos traemos que, pudiendo Él aliviar los sufrimientos de las almas purgantes, no lo hace, de oficio, que debería ser lo suyo, dijo, sino que se queda quietecito esperando a que vaya a pedírselo alguien. Así las cosas, parece que viene a acontecer, señaló Iván, que, si alguna de ellas, de las tales ánimas, no tiene valedores por aquí abajo, pues que no va a salir de allí hasta que “madure”, que por la parte de allá arriba no se haría más que estar a la espera de que se cumplan los plazos.

Y finalmente, decía, están las limosnas concernientes al concepto Ánimas (se supone que se trata de otras ánimas, de aquellas que no andan enredadas en el Purgatorio), de las que solo habrá que considerar las que ya disfrutan en los Cielos, pues estimó que no tenían cabida aquí aquellas que pudieran estar en los Infiernos, que, dicen,  puede haberlas (santa Teresa llegó a ver como iban a parar allí en grandes cantidades; caían como las hojas en otoño, dijo); a estas animas no se las puede ya ayudar y no están, obviamente, en situación de ponerse, ellas, a ayudar a nadie.

En este último caso, en él de las ánimas celestiales, digamos, es de aplicación todo cuanto se dijo antes al hablar del caso concreto de san Benito. Iván opinó que dirigirse a las tales ánimas le parecía cosa mucho más aconsejable, por eficaz, que dirigirse solo a san Benito, que muchas debían ser las animas del Cielo (más que las del Infierno, supuso Iván, contrariamente al parecer de san Leonardo, entre otros), cuando san Benito es uno solo y, puestos a interceder, aquellas seguro que terminan consiguiendo muchas más concesiones por parte de Dios.

Como le señalase yo a Iván que me parecía que no se estaba tomando las cosas muy en serio, me dijo que le resultaba francamente difícil no acabar cayendo es esa tentación, cuando ocurría que en el fondo de todo este asunto está lo de la intercesión ante Dios, para conseguir que Dios nos conceda algo que, inicialmente, Él no estaba dispuesto a concedernos. Y esto le parecía, a Iván, totalmente descabellado, salvo que nuestro Dios fuese una especie de fantoche, títere o marioneta, influenciable y caprichoso, que está dispuesto a cambiar de opinión, pasando de aplicar implacablemente leyes rigurosas, leyes que Él mismo dictó, a actuar con gran benevolencia, aunque solo  en el caso de que alguien de su agrado se lo solicite.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Eco-cuaresma

Lunes, 19 de febrero de 2018
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eco-cuaresma

Del blog del Monasterio de las Monjas Trinitarias de Suesa:

ECO-CUARESMA

Hemos querido encaminar así la cuaresma de este año, volviendo a lo más justo de nuestra vida, lo más sostenible, lo más limpio.

Desde hace tiempo se habla mucho de conversión ecológica, procurando que nuestra mirada se dirija más hacia el cuidado de la casa común, como nos recordaba Francisco en su encíclica Laudato Si.

Os animamos a vivir una eco-cuaresma, una cuaresma en clave de conversión, ecológica, y de cualquier otro aspecto que necesite un giro de tuerca.

No es necesario realizar grandes aspavientos para vivir una cuaresma convertida, o conversa. La historia ha teñido la cuaresma de un morado doloroso, cuando no es así su origen. Este tiempo previo a la Pascua es eso, un tiempo de preparativos, y para eso no es preciso flagelarse o abusar de la palabra sacrificio como si esta significara “dolor o pérdida” cuando en realidad expresa “hacer algo sagrado” (una aclaración importante).

Así  pues vivamos una eco-cuaresma, haciendo cada cosa de manera sagrada. Procurando no tener asuntos pendientes.

La tradición, que suele acertar (no siempre, es cierto), propone tres claves que podemos aprovechar para realizar esa nueva versión del corazón.

Limosna: Compartir aquello que tenemos con lleva a ser conscientes de lo afortunados que somos. ¿Qué es lo que tienes? No es necesario que sea únicamente dinero, comparte lo que posees. Si haces una lista de tus posesiones es probable que te encuentres con otras propiedades: ropa, tiempo, alegría, capacidad de servir, posibilidades de hacer gestos de bondad y de cariño,… y dinero, sí, también eso.

En esta eco-cuaresma la limosna la relacionamos con la abundancia de la naturaleza, que da de manera generosa, desbordándose, que de una semilla salen varios frutos y de ellos cientos de docenas de semillas, en un gesto multiplicador.

Ayuno: todas las tradiciones religiosas conceden una gran importancia al ayuno, no solo porque beneficia al cuerpo, que también, sino porque ayuda a tener la mente y el espíritu más despierto, más atento a lo que sucede. Podemos relacionar el ayuno con la contención de la voracidad de nuestros deseos más cotidianos: la inmediatez de los resultados, la prisa, la ausencia de autocrítica, la fe ciega en nuestras opiniones,…

En esta eco-cuaresma el ayuno nos recuerda que también podemos modificar nuestros hábitos de consumo injusto y degradante. Quizás a partir de ahora puedas cambiar tus infusiones habituales de un comercio convencional sencillamente por unas de comercio justo. ¿Se resentirá en exceso tu presupuesto?, pero a lo mejor mejora tu autoestima humana, además de colaborar con un mundo más de Dios.

Oración: esto es lo que más nos cuesta, porque no se ve, porque no se obtienen resultados inmediatos. Es lo que tiene amar, que suele ser gratis.  Orar es adquirir un hábito saludable, por eso te animamos a proponerte un tiempo de oración, pero con realismo, algo que verdaderamente puedas llevar a cabo (mira que no usamos la palabra “cumplir”); proponerse metas ambiciosas que no son realistas genera frustración y abandono de proyecto, y… el proyecto no es otro que aumentar la relación con Dios.

Probablemente tengas cerca una iglesia a la que poder acudir algún rato a lo largo de la semana, o una comunidad con la que compartir alguna celebración, o un ratito en tu habitación, respirando y agradeciendo, respirando y agradeciendo.

A quienes estáis cerca de nuestro monasterio os proponemos compartir con nosotras la oración de la tarde de los sábados, que es la que da comienzo al domingo. Os esperamos a las 19:30 h.

Y en clave de eco-cuaresma la oración nos ayuda a mirar la creación como la mira Dios, con ternura, cuidado y mimo. Creación es todo: tú, el resto de la humanidad, los seres vivos, las montañas, el aire, la nieve, el agua, el cosmos,… Siéntela tuya, como lo más preciado. Y actúa.

Mira este “Decálogo verde”.

Acabamos con algunas líneas de la canción “Asuntos pendientes”.

Miré dentro y pensé que algo debe cambiar,
no puedo caminar con rencor en la piel y en los ojos la sal.
Confiar otra vez en la humanidad,
disfrutar de tus besos, oler en tus manos toda tu bondad.
Encontrar la razón de las horas perdidas,
entender el perdón como un gesto de amor para toda la vida.
Aceptar que hoy es hoy y que ayer fue pasado,
que aprender a vivir es saber descubrir que el futuro está actuando.
Olvidar el dolor de palabras hirientes
y cambiar la razón ojos que no te ven corazón que te siente.
Entregarme a la luz cuando llegue el momento
y buscarte en mi alma, encontrarte, saber y sentir que no tengo asuntos pendientes.
Asuntos pendientes…

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Sentir el latido de Dios en la entraña

Sábado, 27 de febrero de 2016
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a_5Magdalena Bennásar Oliver
Mallorca.

ECLESALIA, 15/02/16.- En invierno nos cubrimos de ropa para protegernos del frío, viento, humedad… gracias a estas ropas nos protegemos de posibles enfermedades. La ropa también cubre nuestra intimidad pudiendo esconder enfermedades, deformaciones y belleza, mucha belleza.

Estableciendo un sencillo paralelo con nuestra vida interior y como nos protegemos, nos cubrimos no sólo para no enfriarnos sino para no exponernos. Es normal, pero la pregunta sigue siendo en muchos casos ¿es respeto a la intimidad, privacidad o es escondimiento detrás de las máscaras, que por inseguridad, ignorancia… mantenemos cubierto, enterrado, sumergido?

Para sentir el latido hace falta tocar, a no ser que la persona sufra una taquicardia o haya hecho un esfuerzo importante. No es lo normal sentir nuestros latidos, para llegar a sentirlos es necesario tocar, acercarse suavemente y buscar, palpando, ese pulso.

Tremenda escuela de oración en el propio cuerpo. Para sentir el latido de Dios tengo que tocar su cuerpo, su humanidad, la humanidad y sentirla dentro, así, sin ropas de invierno encubridoras.

¿Acaso no nos resulta más fácil atender las necesidades de los otros antes que a las nuestras?

Me arriesgo a decir que nos han hablado de una caridad en clave patriarcal, lo que ha provocado que millones de mujeres se hayan inmolado en el altar del olvido, del tomarlas por supuesto, del no valorarse porque no las valoran, ni las llaman por su nombre, ni les prestan atención más que para pedirles que hagan, sirvan, cumplan…

Tal vez los pilares de la cuaresma se podrían interpretar también con otro lenguaje:

Ayuna de miradas y palabras negativas, propias primero y también ajenas. Ayuna de esconderte y encubrir todo lo bello y bueno que tienes y eres. Ayuna de seguir cargando cargas ajenas, suéltalas. Tú no tienes la culpa de los males de los otros, tú no tienes que tragar la negatividad de los otros. Tú no tienes que lavar pies todo el rato. Tus pies también son de hija de Dios. A ver quién te los lava.

Abstente de acercarte a los que te miran como “carne” o/y “mano de obra barata”. Abstente de dejarte abusar, de dejarte acallar y mandonear por los gallitos de siempre. Se trata de alejar de ti la negatividad de las personas que no te valoran por ser quien realmente eres para que puedas descubrir el trato de Dios contigo, sin pasarlo por los mediadores que no reflejan el trato de Dios, sino el propio. No comer carne significa no alimentarte de todo aquello que te hace daño.

Da en limosna lo mejor de ti, tu belleza interior, tus talentos escondidos, tu capacidad de risa y de contar historias cuando te sientes segura y aceptada. Valora lo que eres y regálate tu plato favorito. Tal vez es un ayuno diferente, tal vez comas chocolate o te tomes un pintxo, de lo que se trata es de que salgamos del desierto en el que nos han metido para descubrir el desierto al que nos quiere conducir la Ruah. Porque todo esto no es por reivindicar, por hacer ruido, es por dar con la paz interior y colaborar así con la paz del mundo.

Ora con el Dios de Jesús, liberador, tranquilizador, amante, que dialoga con todas y no se amedrenta con las “menos cubiertas de ropajes”. Jesús pacifica, apacigua a todo el que lo necesita, menos a los que se apropian de la paz de los demás con la calumnia, abuso, explotación, falta de respeto, incluso invisibilización.

¡Feliz Cuaresma!

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Limosna”, por Ferran Busquets

Sábado, 25 de julio de 2015
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lisboa_09_05_16_81Este artículo es de octubre de 2014, pero no ha perdido actualidad:

Voces. Ferran Busquets. [Blog personal] Recientemente han aparecido dos noticias sobre las personas que piden limosna. En Girona se recomienda a la ciudadanía no dar, y a los que piden se les multa. En Italia se multa a quien da y también a quien pide. Pero tampoco es nada nuevo ya que pasa en otras ciudades donde en lugar de multar por pedir se disfraza de ocupación indebida del espacio público, por ejemplo.

Aprovechando que me han preguntado la opinión sobre si se debe dar o no, quisiera exponer unos puntos por si ayuda al debate:

1. El abanico de personas que piden en la calle es muy amplio. Personas que tienen un piso, gente que vive en la calle, grupos organizados, etc. La visión reduccionista que pretende poner a todos en un mismo saco o buscar soluciones basadas sólo en grupos organizados no es acertada. Hay que mirar caso a caso y no proponer soluciones genéricas para todos. Si vamos al médico ya todos nos dan la misma pastilla, en algunos casos funcionará por casualidad pero en otros hará más daño que bien.

2. Los organismos públicos, normalmente, son conscientes de la diversidad y dificultades de las personas que piden, pero el ciudadanos no tanto. Las cosas como son, muchas veces las acciones de multar se dan debido a las quejas y presiones de los vecinos. Ejercer esta presión no es justificable. Ceder a esta presión tampoco.

3. ¿Una cuestión de seguridad? Si estas medidas se establecen desde las áreas de seguridad algo chirría, ya que estamos hablando de una problemática social. La mayoría de personas piden porque necesitan algo, y si necesitan algo lo tendrán que conseguir de una manera u otra. Si multar a una persona evitara (que no lo hace) que la persona deje de pedir, seguro que habrá otras maneras de conseguirlo como, por ejemplo, el hurto. Por tanto, desde el punto de vista de la seguridad mejor que pidan.

4. No se puede pedir a la ciudadanía que mire hacia otro lado cuando alguien pide en la calle. Se debería pedir todo lo contrario, que se tome conciencia de las problemáticas que hay, que se informen, que se pregunte tanto los servicios sociales como a las entidades. La responsabilidad de que haya gente pidiendo es de todos y nadie puede pedir a alguien que deje de ser solidario.

5. Multar a una persona por pedir no es disuasorio. Si estamos hablando de un grupo organizado, seguro que saben cómo evitar pagar. Si estamos hablando de alguien que tiene dificultades, tampoco podrá pagar ya que para ello pide y, además, le estamos añadiendo un problema más porque cuando esta persona comience a salir adelante tendrá que hacer frente a requerimientos, embargos, etc.

A partir de ahí, comentar algunos de los tópicos:

1. ¿Y si se lo gasta en alcohol? Si es una persona que vive en la calle, probablemente, se alcoholizará tarde o temprano: la vida en la calle es muy, muy dura y el alcohol, desgraciadamente, es una herramienta para hacerlo todo más ligero. A partir de ahí, si estás alcoholizado, en algunos momentos es una necesidad tomar alcohol.

2. No quieren ir a los servicios sociales. También podríamos decir que los servicios sociales no se adaptan a las necesidades de las personas. Los modelos sociales que hacen participar a las personas funcionan mejor que los modelos en que la persona es un sujeto pasivo.

3. Hay gente que abusa de pedir y de los servicios sociales. Así es. Hay quien engaña, manipula y abusa. Pero es preferible dar ayuda a diez personas que no lo necesitan que dejar a una persona que lo necesita sin ayuda.

4. Es pan para hoy y hambre para mañana. Totalmente de acuerdo. Dar dinero a alguien que pide puede solucionarle un problema puntual pero seguramente no solucionará el problema de fondo. Si damos dinero a alguien cada día que lo vemos, rumiemos el porqué lo hacemos y qué queremos conseguir con ello. Dar dinero también puede ayudar a establecer una conversación o preguntar qué necesita.

Una persona que ha estado muchos años en la calle me dijo: “No sabes lo que significa que alguien te dé un euro cuando lo necesitas, cuando estás desesperado”. También vale la pena escuchar el testimonio de Ana María cuando habla de los “¡20 euros!”.

Hay quien no suele dar dinero a personas que piden porque cuando lo hace no se siente cómodo. Hay a quien le pasa justo lo contrario. No existe un manual ni una solución universal. Que cada uno haga lo que considere conveniente pero, sea lo que sea, que lo haga pensando en lo mejor para la persona. Esto implicará informarse, preguntar, dudar, equivocarse, aprender, exigir que los servicios públicos den respuesta. Si nos importa y centramos la acción en la persona que tenemos delante, seguro que valdrá la pena hagamos lo que hagamos.

Espiritualidad, General

Disciplinas espirituales

Domingo, 29 de marzo de 2015
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Paulo Trollo

Imagen: Paulo Trollo

ECLESALIA, 20/03/15.- En el evangelio que abría el tiempo de Cuaresma, Jesús nos invita a practicar de corazón las disciplinas espirituales de la oración, el ayuno y la limosna. Suena un poco raro hablar de disciplinas en pleno siglo XXI, como si el tema fuera medieval. No falta quien se ríe de todo esto, incluso entre creyentes, pero son un camino presente en todas las tradiciones religiosas y necesario para el crecimiento integral del cristiano.

La palabra “disciplina” viene de la misma raíz que “discípulo”. En su sentido más etimológico podríamos definirla como una práctica sistemática propuesta por un maestro a un discípulo para alcanzar la perfección en algún aspecto de su vida. Hay disciplinas deportivas, artísticas, científicas… Desde la óptica cristiana, ser discípulo de Cristo es seguirle, escucharle, amarle y practicar las disciplinas que nos propone.

El problema es que las disciplinas clásicas están muy denostadas debido a que fueron convertidas en la Edad Media por la Iglesia en leyes y obligaciones impuestas a los fieles (¡y a los infieles!) a la fuerza. Disfrazadas como penitencias, se presentaban como imprescindibles para obtener el perdón de Dios. Pero podemos redescubrirlas desde la libertad y el amor. Así veremos que son un regalo para nosotros, no para ganarnos el amor de Dios (que nos ama incondicionalmente), sino para celebrar el amor de Dios. Para agradecer su amor, quiero ser más libre, más justo, más amoroso.

En esta perspectiva, las tres disciplinas espirituales de la Cuaresma, oración, ayuno y limosna, encuentran su relación con las tres dimensiones del amor: a Dios, al prójimo y a uno mismo.

La oración nos ayuda a amar a Dios. La práctica de la oración y de todas las disciplinas asociadas a ella, como el silencio, la soledad, la reflexión, la “consciencia plena”, la meditación bíblica, la escritura de un diario personal, la participación en la liturgia de la comunidad, la lectura de un libro teológico,… me preparan y me ayudan a ponerme a tiro de la acción de Dios en lo profundo de mi ser. Cuando oro, conozco y amo más a Dios, intuyo su paso en mi día a día, alimento mi vida interior, soy menos superficial, me fijo más en lo que se me regala, doy gracias por estar rodeado de belleza aún en medio de la más terrible situación, empatizo con los que sufren, recargo mis pilas para ayudarles, soy consciente de mi debilidad y pequeñez a la vez que de mi maravillosa dignidad de hijo o hija de Dios.

La limosna nos ayuda a crecer en el amor al prójimo. Esta no es simplemente rascarse el bolsillo para dar unas monedas al pobre que está a la puerta del supermercado. Dar limosna es hacer todo aquello que me lleva a salir al encuentro del otro en sus necesidades: ser más consciente de la injusticia y la violencia, servir a otros, visitar al enfermo, restañar heridas afectivas, encontrar tiempo para hablar con nuestra familia de algún asunto que venimos postergando, fijarme más en lo bueno que hay en los demás, regalar piropos y alabanzas, ser miembro o voluntario de una oenegé… Es decir, no quedarme con dar, sino dar-me.

Finalmente, el ayuno nos lleva a amarnos más a nosotros mismos. Hay muchos tipos de ayuno, desde el que busca fines terapéuticos hasta políticos (Gandhi) o solidarios (Manos Unidas). El reto del ayuno espiritual es que, para ser efectivo, necesitamos encontrar de qué tenemos que ayunar o abstenernos. Para muchos, el ayuno clásico de la comida seguirá siendo un gran medio, pero para otros el ayuno difícil y preciso será, por ejemplo, dejar de ver tanto la televisión, apagar algunos días el móvil, librarse de una adicción o afecto desordenado, controlar la lengua y no hablar mal de otros, recuperar tiempos de silencio… En definitiva, el ayuno y la abstinencia nos llevan al autocontrol y la autoestima y son sinónimos de desengancharse, desintoxicarse, desconectar, desapegarse, desprenderse… Es decir, hacer todo lo que me lleve a ser una persona más equilibrada, autónoma y libre… que tiene más tiempo para amar a Dios y al prójimo.

¿Quién dice que todo esto está trasnochado? Justo al contrario: donde desaparecen la fe y la espiritualidad, brotan miles de escuelas de autoayuda que siguen ofreciendo las mismas soluciones antiguas disfrazadas o maquilladas como novedades. Véase en cualquier librería cuánto ocupa hoy la sección de Religión y cuánto la de Autoayuda o “Nueva Era”

No se trata de estar mirándonos al ombligo. Justo lo contrario: si queremos cambiar las estructuras injustas, si queremos enfrentarnos al mal sistémico, si creemos que otro mundo es posible, tenemos que empezar por nosotros mismos. Ayunar, dar limosna y orar…, tres sencillas propuestas para ser mejores. Si, además, se practican sin darnos importancia, mejor. No es preciso ir publicando en Facebook o el WhatsApp cada pequeño paso adelante. De hecho, nos dice Jesús: “Vuestro padre, que ve en lo secreto, os recompensará…”

JUAN YZUEL SANZ, juan@ciberiglesia.net
ZARAGOZA.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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