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Protestas internacionales logran la liberación de Marwan, el joven tunecino encarcelado por tener sexo gay

Lunes, 9 de noviembre de 2015
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10978566_341827759334210_8017027566200155124_nEl pasado jueves fue puesto en libertad bajo fianza de 500 dinares (230 euros) Marwan, un joven estudiante de 22 años de edad, condenado a un año de cárcel por haber mantenido, presuntamente, relaciones sexuales con otro hombre. Las presiones internacionales han servido para que un tribunal tunecino revoque la condena tras presentarse la apelación. Según el abogado del joven, Fadwa Braham, Marwan fue detenido para ser interrogado en la ciudad turística tunecina de Sousse el 6 de septiembre después de que la policía encontrara su número de teléfono en la ropa de una víctima de asesinato. Después de pasar seis días en los calabozos, Marwan confesó haber mantenido relaciones sexuales con el hombre.

Su abogado dijo que la policía le había amenazado y coaccionado con llevarle ante un tribunal con el cargo de asesinato en su contra si no podía explicar el tipo de relación que mantenía con la víctima. Tras comprobarse que no era sospechoso de asesinato, Marwan fue entonces investigado para comprobar si había mantenido relaciones sexuales con el hombre que fue asesinado y se vio obligado a someterse a un examen anal.

El Observatorio de Derechos Humanos, Human Rights Watch, denunció esta práctica como “intrusiva, invasiva y abusiva” y más de 80.000 personas firmaron una petición exigiendo la liberación de Marwan.

Diputados de Suecia, Alemania y Escocia también escribieron una carta al ministro de Justicia de Túnez, Mohamed Ali Ben Aissa, pidiendo la derogación de la prohibición de las relaciones sexuales homosexuales en el país.

“Mi problema es el artículo 230. Nada, ni nadie puede justificar la violación de mi vida privada”, explicó Marwan al ser liberado.

El artículo 230 del código penal de Túnez castiga “los actos homosexuales” con hasta tres años de prisión.

Los grupos de activistas lesbianas, gays, bisexuales, transgénero e intersexuales (LGBTI) de Túnez adoptaron en seguida el caso de Marwan. Este colectivo ha hecho oír cada vez más su voz en los últimos meses, animado por la creación de un nuevo gobierno de coalición más liberal este mismo año. He hecho campaña contra la penalización de las relaciones homosexuales mantenidas con consentimiento mutuo, poniendo de relieve que viola dos derechos clave garantizados por la nueva Constitución tunecina: el derecho a la vida privada y el derecho a no sufrir discriminación.

Fuente Ragap y Amnistía Internacional

General, Homofobia/ Transfobia. , , , , , ,

“Las transiciones de Jesús”, por Evaristo Villar

Martes, 22 de septiembre de 2015
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elizabethgonzalezgarLeído en la página web de Redes Cristianas

Ante los grandes desafíos de la historia

1. Mirando detenidamente a nuestro entorno es difícil resistirse a la evidencia de que nuestra sociedad está atravesando un cambio profundo tanto en el ámbito sociopolítico como en el cultural y religioso. Este fenómeno no es exclusivo de nuestro tiempo, pero sí lo es la rapidez con que frecuentemente nos sorprende el cambio de las cosas. En este sentido, muchas personas se desconciertan ante la transformación morfológica que está afectando a la experiencia cristiana en nuestros días. No es mi intención entrar directamente en este tema, simplemente me pregunto, al aire de este fenómeno, si Jesús mismo se sintió —y en qué medida— afectado por los cambios de su época. Su respuesta puede ser un buen referente para seguirlo en nuestros días.

Doy por supuesto que para acercarnos correctamente a lo que pudo ser el comportamiento de Jesús no podemos dejar de lado —conscientes del peso teológico que impregna todos los relatos de los evangelios— la humilde pero intencionada advertencia del evangelista Lucas: “Jesús iba creciendo en saber, en estatura y en favor de Dios y de los hombres” (Lc 2,52). Lo que significa que iba evolucionando física y moralmente al ritmo de la vida y los acontecimientos.

Sin embargo, para no banalizarlas, me parece a mí que las palabras cambio, transición, evolución, etc., aplicadas a Jesús, necesitan alguna aclaración. Porque sabemos por experiencia que el tiempo y la costumbre, como hace la corriente con las piedras del río, suelen acabar degradando nuestras mejores palabras hasta convertirlas en algo anodino y sin especial relieve. Yo tengo para mí que el cambio en Jesús fue tan profundo y radical, tan gradual, que afectó muy sustancialmente al sentido y orientación de su vida hasta llevarlo a la cruz. No estamos hablando, pues, de algo menor. El cambio en Jesús tiene que ver, más allá de las formas, con contenidos de conciencia y de sentido.

Como vecino de un pueblo, natural de un país, hijo de una cultura ancestral, Jesús se va abriendo, al ritmo de las circunstancias, a otros escenarios y espacios. Sin pretender hacer una biografía, los relatos evangélicos lo presentan en un proceso enormemente creativo entre la cuna y la cruz. Y abundan en imágenes bien expresivas de este proceso: como el fermento que hace evolucionar la masa, como la pequeña semilla de mostaza que crece hasta convertirse en árbol frondoso, o como el humilde grano de trigo que, desde el surco, llega a la floración y la espiga. La dinámica del cambio atraviesa toda la vida de Jesúsi.

2. Son verdaderamente emblemáticos los lugares del NT donde se deja ver una radical transición de Jesús, desde el lugar o contexto meramente judío en el que vive, al tiempo nuevo que crea la incipiente presencia del Reino de Dios. No me voy a detener en esas transiciones de Jesús, ya suficientemente conocidas: desde la Torá al evangelio, desde el templo y el sábado al ser humano. Para nuestro propósito solo quiero traer a colación, por la fuerte expresividad que refleja, el episodio de la sirofenicia (Mc 7, 24-31).

Recordemos brevemente la escena. Ante el rechazo creciente de los judíos, Jesús opta por refugiarse, de incógnito, en Tiro, fuera de las fronteras de Israel. Pero no puede evitar que una mujer griega, no judía, conocedora de su singular modo de actuar, se le acerque para pedirle la curación de su hija. Durante el tira y afloja que revela ese diálogo tenso entre ambos —quizás irónico por parte de Jesús— se va evidenciando que la liberación que Jesús deja traslucir es superior a la comprensión que él mismo tiene de la misma. La salvación-liberación que el mundo —bajo Roma — está necesitando no se reduce solo al ámbito judío, es también para los griegos, como defiende la mujer sirofenicia. Al final, Jesús acaba aceptando el planteamiento, profundamente humano y universalista, de esta mujer griega: Por eso que has dicho, le dice, puedes marcharte: el demonio ha salido de tu hija. No hay necesidad de forzar el texto para advertir la transición que hace Jesús desde el cerrado nacionalismo judío con el que entra en el diálogo hasta la apertura al universalismo con el que sale.

3. Pero las transiciones de Jesús donde adquieren un valor realmente emblemático es en el relato de las llamadas “tentaciones del desierto”. Como es voz común entre los exégetas, este episodio, al que se enfrenta Jesús inmediatamente después de ser bautizado por Juan en el Jordán, se entiende mejor considerado como simbólico y programático que como histórico. Las cosas no tienen por qué haber sucedido así como se cuentan; lo más probable es que se trata de una síntesis de los retos fundamentales a los que tuvo que enfrentarse Jesús en diferentes ocasiones de su vida. No obstante, de lo que nadie duda, es de que se trata de una de las páginas más brillantes de la literatura religiosa de todos los tiempos. En ella se presenta a Jesús enfrentado, y victorioso, a los tres grandes desafíos que ha encontrado siempre el ser humano en la conquista de su propia identidad.

Desde su exilio en el campo de prisioneros de Siberia, Fiodor Dostoievski se refiere a esta impresionante escena en El Gran Inquisidor, del siguiente modo: “Si hubo alguna vez en la tierra un milagro verdaderamente grande, fue aquel día, el día de esas tres tentaciones. Precisamente en el planteamiento de esas tres cuestiones se cifra el milagro. Si fuese posible idear, solo por ensayo y ejemplo, que esas tres preguntas del espíritu terrible se suprimiesen sin dejar rastro en los libros y fuese menester plantearlas de nuevo… ¿piensas tú que toda la sabiduría de la Tierra resumida podría discurrir algo semejante en fuerza y hondura a esas tres preguntas que, efectivamente, formuló entonces el poderoso e inteligente espíritu en el desierto?… Porque en esas tres preguntas parece compendiada en un todo y pronosticada toda la ulterior historia humana y manifestadas las tres imágenes en que se funden todas las insolubles antítesis históricas de la humana naturaleza en toda la historia”ii.

En la comprensión de Dostoievski parece determinante la figura de Satán, brillante y hasta simpática. De ser solo un símbolo rebelde y de contraste, Satán adquiere tal categoría que hasta llega a mostrarse dispuesto a echarle una mano a Jesús para expresar en tres rasgos esenciales el mensaje del Reino de Dios, al que Jesús se refiere siempre de forma simbólica y en parábolas. Desde el reverso y el contraste — parece pensar Satán, que representa el anti-reino— es más fácil que los frágiles seres humanos caigan en la cuenta de esa realidad explosiva que es el Reino. Hasta llega a aconsejarle a Jesús que entre en razón y, recurriendo al tráfico de influencias, utilice su privilegiada cercanía a Dios para conseguir, de golpe y con la adhesión de todos los humanos, un mundo como “Dios manda”.

Este es el brillante relato que hacen los evangelios de esta escena: “Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Pero él le contestó: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo puso en el alero del templo y le dijo: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: Todo esto te daré, si te postras y me adoras. Entonces le dijo Jesús: Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y se pusieron a servirle”. (Mt 4, 1-11; cf. Lc 4, 1-13).

“Existen tres fuerzas, solo tres fuerzas —le repetirá enfáticamente el Gran Inquisidor a Jesús, aherrojado en el calabozo de la Inquisición en Sevilla— capaces siempre de dominar y cautivar la conciencia del ser humano… y esas tres fuerzas son: milagro, misterio y autoridad. Y tú rechazaste la una y la otra y la tercera, y… pusiste los cimientos para la destrucción de tu propio imperio (p. 23):
El milagro porque “no hay nada más indiscutible que el pan” y tú lo rechazaste en nombre de la libertad, porque qué libertad es esa —pensaste— que se compra con pan” (pp. 21 y 18).

El misterio porque, al no tirarte desde el alero del templo, “rehusaste subyugar al hombre por el milagro y estabas ansioso de su fe libre” y “te hiciste la ilusión de que, al seguirte a ti, también el hombre se volvería dios y no habría menester del milagro” (p. 23).

Y La autoridad porque “si hubieras aceptado el mundo y la púrpura del César habrías fundado el imperio universal y dado la paz al mundo. Porque quién ha de dominar a las gentes sino aquellos que dominan sus conciencias y tienen en sus manos el pan” (p. 27).

En estas tres recriminaciones que Satán (el anti-reino) le hace a Jesús por medio del Gran Inquisidor, aparecen con nitidez las tres grandes transiciones que Jesús tuvo que realizar para ser la expresión diáfana del Reino de Dios en el mundo. Representan en conjunto los tres desafíos máximos a los que han tenido que enfrentarse, con mayor o menor éxito, sus seguidores a largo de la historia, es decir, el dinero (economía), el milagro(religión) y el poder (la política). Estos mismos representan en grado máximo nuestras propias transiciones hacia el Reino de Dios:

Cuando liberamos el pan de la equivocada especulación comercial (dinero, producción sin sentido, corrupción, etc.), estamos en disposición de entrar en la economía del reparto solidario al que apunta la alternativa de Jesús.

Cuando liberamos la experiencia religiosa de la espectacularidad y la magia (del mercantilismo y el sometimiento irracional), estamos entrando en la libertad de conciencia y la fe responsable que emerge en el proceso religioso de Jesús.

Cuando liberamos la autoridad de su idolatría y de los afanes imperialistas de la púrpura del César (que aliena y exige sumisión y servidumbre), estamos alcanzando la libertad suficiente como para convivir igualitaria y responsablemente, en servicio de amor mutuo, en un planeta y un cosmos que transita hacia su plenitud.

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/y 3. Me ha enviado para liberar a los extranjeros (con ocho propuestas)

Lunes, 7 de septiembre de 2015
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11960200_10204731372831082_1064876056101519438_nDel blog de xabier Pikaza:

He presentado estos días dos postales bíblicas sobre el tema (una de pecados capitales, otra que decía “mi padre era un arameo errante”).

Termino la serie insistiendo con Jesús (otra vez desde la Biblia) en la bendición de los emigrantes, que no son sólo un problema, sino, y sobre todo una gran oportunidad, pues no sólo podrán liberarse ellos, sino que nos enriquecerán y librarán a los nativos (que somos muchos de nosotros).

Escojo para ello dos textos centrales del Nuevo Testamento, que marcan y definen la identidad cristiana, pues son el “dogma” fundamental del evangelio:

(a) Uno es la profecía de liberación mesiánica, de Jesús que dice ¡he venido a liberar a oprimidos y extranjeros! (Lc 4, 18-18).

(b) Otro es una llamada de juicio y libertad, propia del Hijo de Hombre, que confesará al fin de los tiempos: Fui extranjero ¿me habéis acogido? (Mt 25, 31-46).

No es que nosotros, los buenos nativos, tengamos el poder de cerrar o abrir la puerta de los extranjeros. Ellos han entrado ya, queramos o no. Ellos, sólo ellos, podrán liberarse de verdad, y podrán librarnos a nosotros, si nos dejamos transformar, si hacemos un proyecto conjunto de hermandad y libertad.

El problema no son ellos, los “pobres” extranjeros. El problema somo también y ante todo nosotros, de modo que puede adaptarse una palabra de Jesús: Los extranjeros os liberarán, pues de lo contrario estáis (estamos) muertos. Buen día a todos, con una gran esperanza de libertad.

1. PROFECÍA MESIÁNICA. JESÚS EN NAZARET

El texto está al comienzo del evangelio a Lucas (Lc 4, 18-32). Jesús se presenta en Nazaret, donde sus compatriotas esperan su discurso, y él les dice que no viene a reforzar su identidad egoísta, sino que quiere hablarles en nombre de los extranjeros, y lo hace tomando como propias unas palabras del profeta Isaías, que ya hace siglos había planteado rectamente el tema:

El Espíritu del Señor esta sobre mi; por eso me ha ungido . para evangelizar a los pobres; por eso me ha enviado para ofrecer la libertad a los presos… para dejar en libertad a los oprimidos y extranjeros… (cf. Le 4, 16-21; texto tomado de Is 58 y 61).

Jesús se presenta como Cristo, Ungido de Dios no porque concede al mundo unos bienes puramente interiores, sino porque declara cumplidas, en su vida y persona, las promesas de la antigua profecía que se la liberación de los oprimidos, encarcelados extranjeros. Así dice básicamente:

1. Me ha ungido para anunciar la buena noticia a los pobres. Jesús aparece como Ungido por excelencia (=Mesías, Cristo): Dios le ha regalado su Espíritu para que exprese su don y presencia en el mundo, evangelizando a los pobres o necesitados, hambrientos de pan o carentes de otros bienes importantes. Evangelizar significa ofrecer vida, camino de esperanza. Esta es la afirmación general, el punto de partida del jubileo de Jesús. Los cuatro momentos posteriores expresan y expanden su sentido.

2. Me ha enviado para proclamar la libertad a los prisioneros (=cautivos, presos, extranjeros), es decir, a los hombres y mujeres a quienes la violencia de la historia esclaviza, oprime o expulsa; me ha enviado para acoger en primer lugar a los extraños y extranjeros, a los que no cuentan con derechos ni dinero para defenderse a sí mismos.

3. (Me ha enviado) para “enviar” en libertad a los oprimidos. Jesús ha venido para “enviar en libertad”, es decir, para lograr que los oprimidos puedan marchar en libertad, no para protegerles sin más como a simples e impedidos, sino para que sean ellos los que asuman su camina… que vayan, que sean, que liberen, nos liberen, creando un tipo de sociedad distinta. .

4. (Me ha enviado) para proclamar el año de gracia (=aceptable) del Señor. La plenitud humana que Jesús ha comenzado a realizar se expresa como fiesta jubilar: año de gracia, tiempo de gozo que, conforme a la tradición de Israel, se vuelve celebración de fraternidad, perdón de las deudas, liberación de los esclavos, reparto de las tierras.

Las buenas “tribus” de Nazaret esperan que Jesús refuerce su identidad y les proteja de los extranjeros. Pues bien, tomando como propias unas palabras de Isaías, y reinterpretando el mensaje de los dos mayores profetas antiguos (Elías y Eliseo), que ofrecieron su ayuda a enfermos extranjeros, Jesús asume la causa de los extranjeros y dice: ¡He venido a liberarles! (léase todo Lc 4, 18-32).

De manera lógica, su tribu de paisanos de Nazaret quiere lincharle: Se escandaliza, discute con él, decide asesinarle, conforme a una ley de un linchamiento colectivo, que se sigue practicando al pie de la letra en nuestros días. No pueden aceptar que Dios cure (acoja, ofrezca dignidad) por igual a nacionales y extraños: no quieren libertad para todos, ni evangelio para aquellos que, a su juicio, no lo merecen (oprimidos y extranjeros)

Leído así, el conjunto del pasaje (Lc 4, 18-32) cobra una inquietante y esperanzada actualidad. También a nosotros nos turba y extraña el universalismo, de Jesús, que no es de tipo abstracto (¡todos iguales, qué bien… y todo sigue igual!), sino que empieza acogiendo a los extranjeros, en concreto, apasionadamente. En general, las buenas tribus decimos queremos libertad, pero sólo para algunos, para los buenos paisanos de mi pueblo o mi grupo; queremos prosperidad, pero sólo para los que pertenecen al sistema occidental o americano (por poner unos ejemplos posibles), no queremos acoger a los extranjeros.

Lógicamente, conforme a su lógica de elección y ventaja propia, los nazarenos rechazan el mensaje de Jesús porque no quieren acoger a los extranjeros. Con sus mejores razones (económicas, políticas, religiosas…) los partidarios (privilegiados) del sistema (los que no quieren recibir a los extranjeros) condenan a Jesús y quieren matarle porque rompe su seguridad, ofreciendo la curación y libertad a todos los (incluidos los enemigos seculares de Israel: fenicios y sirios).

Los colectivos sociales, e incluso los religiosos, igual que los estados “legales”, necesitan defender su identidad y para ello tienen que expulsar a los extraños cerrando sus fronteras. Lógicamente, junto al “año de gracia” (que es bueno para ellos), necesitan un “día de venganza” (es decir, de rechazo de los enemigos y extranjeros).

Así ha sido y así será. Los defensores de un tipo de iglesia o nación impositiva, los partidarios de unas minorías rectoras empeñadas e defender su identidad, tendrán que seguir apelando a la policía o a la expulsión de los extranjeros. Desde ese fondo se entiende la conclusión del texto. Los nazarenos se llenan de rabia y pretenden matar a Jesús, pero no lo consiguen, porque Jesús conoce el terreno, se va de sus manos por el monte, y mientras va marchando para realizar su obra les dice aún:

«En verdad os digo: ningún profeta es bien recibido en su tierra. Muchas viudas había en Israel en los días de Elías… y a ninguna de ellas fue enviado Elías, sino a una viuda de Sarepta, en Sidón. Y muchos leprosos había en Israel en tiempos del profeta Eliseo, pero ninguno de ellos fue limpiado, sino Naamán el sirio».

Y todos en la sinagoga se llenaron de ira cuando oyeron estas cosas, y levantándose, le echaron fuera de la ciudad, y le llevaron hasta la cumbre del monte sobre el que estaba edificada su ciudad para despeñarle. Pero Jesús, pasando por en medio de ellos, se fue (Lc 4, 28-29).

Para defender su actitud, Jesús apela a dos venerables de Israel (Elías y Eliseo), que eligieron y ayudaron precisamente a los paganos, es decir, a los extranjeros. Siguiendo en esa línea, Jesús ha ofrecido acogida a los extranjeros (sin expulsarlos en modo algunos) Es normal que los nazarenos (representantes de los buenos israelitas) se sientan defraudados y quieran matarle (lincharle)

Esta escena de linchamiento inicial (iniciático) nos sitúa en el centro del evangelio de Lucas (y de todo el Nuevo Testamento). Los nazarenos no quieren matar a Jesús por asesino o violador, por adúltero o idólatra (como manda la ley israelita), sino por algo más profundo: porque pone en riesgo la distinción y seguridad legal del pueblo, ofreciendo el evangelio a los de fuera (a los antes rechazados), sin distinguir a nacionales y extranjeros, silenciando así la “venganza” de Dios contra estos últimos.

¿ Quién puede decir hoy las palabras de Jesús: ¿He venido a liberar a los extranjeros, he venido a deciros que ellos os liberarán?

‒ ¿Puede decirlas Obama, podrán decirlo las tribus nacionales de Merkel y Rajoy, de Mas y González?

‒ ¿Tendrá que decirlas de verdad el Papa de Roma, en vez de ocuparse de cuestiones secundarias como los detalles de un matrimonio oscuro?

‒ ¿Tendré que decirlas yo: he venido, estoy aquí para….?

2. MATEO 25. FUI EXTRANJERO Y ME ACOGISTEIS

Éste es el segundo tema clave en relación con los extranjeros. Sólo haciéndonos extranjeros podremos acogerles… Sólo por ser extranjeros podrán liberarnos ellos. Así dice el texto central de la Biblia cristiana, en forma de Parábola:

Cuando el Hijo del Hombre venga en su gloria… dirá a los de su Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo. Porque tuve hambre, y me disteis de comer; tuve sed, y me disteis de beber; fui extranjero y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis; enfermo y me visitasteis; en la cárcel, y vinisteis a mí… «En verdad os digo: cada vez que lo hicisteis a uno de estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis .

Así habla Jesús, en nombre de Dios, asumiendo la causa de los pobres y extranjeros. Así puede decir y dice: Fue extranjero…

El hambre física está al principio de todas las necesidades… pero después, inmediatamente después, vienen otras necesidades de tipo social, pues no sólo de pan (material) vive el hombre (cf Mt 4, 4; Dt 8, 3), sino también de patria, de acogida, de palabra…

Los extranjeros (lo mismo que los desnudos…)carecen de patria o grupo que les garantice un espacio de humanidad; han tenido que dejar su tierra, casi siempre por razones económicas, para vivir en condiciones culturales y sociales distintas, en medio de un ambiente casi siempre adverso; son pobres porque, careciendo en general de bienes económicos, carecen también de bienes sociales, culturales, afectivos: están doblemente desposeídos y humillados, en un entorno adverso. Para la Biblia (y para la cultura que está al fondo del Antiguo y Nuevo Testamento) desnudos son aquellos que, teniendo quizá ropa, visten y se portan humanamente de manera distinta o indigna: son aquellos que, por razón de su “hábito” o apariencia externa (material, social, cultural), son extraños para el grupo dominante, pues no tienen su dignidad, conocimientos o cultura.

En el fondo, exilados y desnudos se identifican. Unos y otros son personas marginales sin protección social, minorías étnico-religiosas no aceptadas (ni integradas) por el grupo dominante. Nuestra sociedad capitalista podría ofrecer comida a todos, si es que lo quisiera. Pero no lo hace y por eso los hambrientos van creciendo y crecen los exilados y extranjeros… que no encuentran acogida en las sociedades establecidas.

Vivimos en una sociedad despiadada donde los grupos dominantes se protegen expulsando a grandes minorías (a veces mayorías), condenándolas a vivir de un modo “asocial”, contrario a las leyes dominantes. Por eso es normal que parezcan peligrosas y que acaben siendo controladas (encerradas) en la cárcel.

1. Los emigrantes extranjeros han sido a veces poderosos. Han dejado su viejo lugar para triunfar y han triunfado en el nuevo (blancos en USA, hispanos en América Latina)…donde se han establecido: son conquistadores militares, emigrantes del dinero, que se imponen por la fuerza de las armas y la supremacía cultural o comercial, esclavizando o marginando a los anteriores habitantes de la tierra. Así han hecho (y siguen haciendo) los invasores más afortunados.

2. Pero en la actualidad la mayoría de los emigrantes no son conquistadores sino pobres en busca de comida: vienen huyendo del hambre, de la necesidad material y de la muerte. Salen de países de miseria (de África y Asia, de América del Sur, de las zonas de guerra de Siria, Irak, Afganistán…) y buscan comida entre los miembros de la sociedad más “avanzada” (en la gran ciudad, en los países capitalistas de occidente). Los países ricos tienden a cerrarles las puertas y controlarles, como vimos al hablar de los egipcios y los hebreos en la historia de moisés.

Es evidente que la iglesia no quiere sustituir la responsabilidad política de la sociedad… pero con la Biblia en la mano ella tiene algo que decir y ofrecer: Ella sabe con Jesús que la solución no está en cerrar fronteras sino en abrir espacios de colaboración económica y de fraternidad mundial: poner cultura y bienes al servicio de todos los pueblos, de manera que cada uno pueda vivir en su tierra y todos puedan comunicarse, sabiendo que los que más ofrecen no son los ricos a los pobres (las tribus nacionales a los extranjeros), sino al revés:: Ellos, los pobres y extranjeros nos evangelizan, no dan la buena noticia de la humanidad.

Para resolver el problema del exilio y/o desnudez debemos superar la actitud del conquistador y el egoísmo de aquellos que, creyéndose dueños de una tierra que sus antepasados invadieron quizá con violencia, cierran sus fronteras a las necesidades de los menos favorecidos del entorno.

3. OCHO PROPUESTAS

Están tomadas de reuniones y “papeles” sobre emigrantes, que he venido compartiendo desde hace algún tiempo. No son mías, son de muchos y muchos que vienen trabajando con ilusión y decisión sobre el tema, desde Karibu de Madrid hasta grupos solidarios de México (por poner dos ejemplos).

1. Objetivo: una ciudadanía universal.

Nuestra primera patria es el ser humano, es decir, la palabra, la comunicación. Nuestra patria es el hombre, empezando por los expulsados del sistema. El principio de todas las soluciones es una ciudadanía inclusiva. Por eso, Jesús se presenta como Hijo del Hombre, es decir, como un ser humano. Los estados, los sistemas económicos son secundarios y valen en la medida en que ayudan a todos los hombres y mujeres

2. La emigración es un derecho y una bendición, no un problema.

Es un derecho: La casa del hombre es la tierra… Es una bendición: Los extranjeros nos muestra el rostro fuerte de la vida, son como un fermento para cambiar toda la masa humana. Si no vinieran extranjeros terminaríamos cerrados en un hoyo de muerte, repitiendo siempre lo mismo, hasta acabar neurotizados. Estamos ante una gran posibilidad de redención, que viene de ellos, de los extranjeros que llegan a veces con hambre, a veces con resentimiento, pero con vida.

3. Hay que pasar de un tipo de caridad “intimista” (sin olvidarla) y de pequeñas obras sociales a una experiencia universal, creadora de humanidad

No somos nosotros, buenos cristianos, los que acogemos, ayudamos…, en gesto de paternalismo dictatorial. Los ellos, los extranjeros, los que pueden enriquecernos. Son ellos los que pueden y debe ofrecernos su fermento de humanidad… No se trata de dejar a los extranjeros en bolsas cerradas o guetos, sino de aprender unos de otros, de así enriquecernos…

4. Tenemos que cuestionar nuestra propias actitudes, modificando nuestra forma de vida, unos y otros, las tribus nativas y los que vienen

Cuando nos instalamos en lo que somos hemos muerto ya, aunque sigamos viviendo como cadáveres y oliendo…, seamos iglesias o estados… Sólo el agua que corre esta clara… el agua que puede mezclase con otras agua, de lo contrario se estanca y se pudre. No digo que los extranjeros sean “santos”, nada de eso, todos somos del mismo barro que ensucia el agua. Pero sin ellos nosotros nos morimos.

5. Cambiar la norma básica de vida, cambiar nuestro tipo de estados, en Europa y en el mundo

No puedo ofrecer normar jurídicas concretas, pero me atrevo que las cosas (y de un modo especial en el Estado Español, que conozco algo más) han de cambiar poderosamente… empezando por la Ley de Extranjería 4/2000, que es una vergüenza nacional, un desastre… y más en manos de políticos ciegos, sin sensibilidad humana ni visión de futuro. No se trata de echar todo por la borda (como a muchos de las pateras…), pues si no tenemos algo en casa no podemos acoger. Pero podemos y debemos aprender a vivir juntos, con nuestros recursos y los recursos humanos, culturales y sociales (con los sufrimientos) de los que vienen.

6. Abrir el armario, romper las vallas…

Sí, tenemos muchos muertos en nuestros armarios, muertos de las tribus nacionales (que viven/vivimos de puro egoísmo) y muertos/escondidos extranjeros. Se trata de abrir el armario, de mirar y ver que todos somos personas, responsables unos de los otros, capaces de enriquecernos, abriendo unos planes de ciudadanía inclusiva y creadora, en contra de normas y normas, vallas y vallas que impiden la vida de todos, de los de dentro y de los de fuera de la valla.

7. Planes ya concretos… No a las mafias, sí a un nuevo trabajo

Hay que organizar y legalizar los flujos migratorios, para que no estén en manos de mafias de la muerte…. Abrir de nuevo armario, con toda decisión. No dejar la iniciativa en manos de mafias que cobran a los pobres por venir, por morir… Las mafias surgen allí donde cesa la iniciativa pública de estados y poderes económicos… Se trata de legalizar caminos de comunicación, de ofrecer espacios de acogida, de integración… Decimos que no hay trabajo para todos, que no podemos acoger a más con seis millones de parados. ¡Eso es mentira! No hay trabajo en este sistema de producción, mercado y trabajo… Los emigrantes nos van a obligar a cambiar nuestras formas de entender el trabajo…

8. Necesitamos a todos, pero sobre todo a las mujeres y a los niños

No por caridad intimista, sino por humanidad. Somos un mundo que está quedando sin humanidad, sin hombres y mujeres que se aman y viven en felicidad… Estamos quedando sin niños. Tendremos que aprender unos de otros. Quizá no todo nos lo enseñarán los emigrantes, pero sin ellos estamos condenados a la muerte.

(Termino así este “triduo” de emigraciones. Volveré Dios mediante otro día, porque el tema no acaba aquí)…

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Vete de tu tierra y serás bendición”, por Carlos Osma

Jueves, 27 de agosto de 2015
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Vete de tu casaDel blog Homoprotestantes:

“Un día el Señor dijo a Abram: “Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré. Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición”. (Gn 12, 1-2).

Nuestra tierra, nuestra parentela, la casa de nuestro padre, el lugar del que procedemos cristianas y cristianos, está enfermo de homofobia. En el lugar donde nacimos, donde creamos nuestra identidad y se nos trasmitió la fe en un Dios de amor, se predica el odio y la discriminación hacia las personas LGTB. Puede hacerse de una forma descarada, utilizando la palabra de Dios contra el amor y la dignidad de quienes no son heterosexuales, o engañando con sermones inclusivos sobre el arcoíris que no se traducen jamás en nada real. No hay que darle más vueltas, el mundo del que nunca hubiésemos querido salir, donde viven nuestros seres más queridos, nos odia, y quiere que nosotras y nosotros nos odiemos también.

Algunas personas cristianas LGTB se engañan a sí mismas queriendo cambiar ese mundo para hacerlo realmente más evangélico y por tanto, más humano. Su vida se convierte en una batalla que pretende cambiar a quienes no tienen ninguna intención de hacerlo, a quienes se sienten a gusto con la homofobia porque la consideran divina. Es duro aceptar que tu hermano, que tu madre, que tu amiga de toda la vida te va a ver siempre como un enfermo, como una pecadora, como a alguien que arrastra una tara… o simplemente como alguien que tiene que aceptar y entender la discriminación que sufre. Es muy difícil vivir dentro de una comunidad cristiana donde en realidad no eres más que una prueba de su progresismo, o una muestra de su amor por los pecadores. Pero más difícil es abandonar ese mundo y quedarse sola o solo, sin nadie que de verdad te acompañe en el seguimiento de Jesús. Quizás sea esa la verdadera razón por la que estos cristianos y cristianas LGTB prefieren engañarse, porque no quieren salir de su mundo, el mundo del que proceden y al que siempre han pertenecido.

Pero no hay que engañarse, hay también otras razones, otras realidades que empujan a personas LGTB a permanecer dentro de comunidades y entornos familiares cristianos que predican la homofobia. Hay muchas personas LGTB que tienen responsabilidades, que son pastores, diaconas, que son directoras de alabanza, que llevan grupos de jóvenes.. hay cristianos y cristianas LGTB que viven de la iglesia, que su manutención y la de sus hijos e hijas dependen de los riesgos que estén dispuestos a correr. Hay muchas personas LGTB que son cómplices de la homofobia, y en su caso, doblemente culpables del sufrimiento de muchas personas. Demasiada gente que no quiere perder su estatus, o su dinero, o su poder… y que después dicen vivir atormentados por sus sentimientos. A todas ellas y a todos ellos, “más les valdría ser arrojados al fondo del mar con una piedra de molino atada al cuello” (Mt 18,6).

Las cristianas y cristianos LGTB que prefieren no autoengañarse, que son conscientes de que sus familias, sus iglesias, sus entornos, no les pueden ayudar en su deseo de tener una vida digna, pueden ver como el mandato que Dios dirigió a Abram se convierte en el único mandato posible que Dios les dirige hoy a ellas y ellos:“Vete de tu tierra, de tu parentela y de la casa de tu padre, a la tierra que te mostraré”. No es fácil dejar el lugar del que siempre se ha querido formar parte, pero el sistema patriarcal no es un lugar seguro para nosotros. El miedo a lo desconocido paraliza, pero la única posibilidad real que nos queda si no queremos estar toda la vida sometidos, es la que Dios pone delante nuestro: salir hacia otros mundos posibles, construirlos si es necesario, para poder ser libres. Libres para a mar a Dios, amarnos a nosotros mismos y a nuestros prójimos tal y como son. Cada día que retrasamos esa decisión es un día perdido para la vida, para nuestra vida.

La promesa que Dios le hizo a Abram es que ese lugar, esa tierra prometida, no era sólo un lugar donde refugiarse, un lugar donde huir y esconderse. La tierra prometida era un lugar con una promesa: “Haré de ti una nación grande, te bendeciré, engrandeceré tu nombre y serás bendición”. Nos movemos hacia espacios de inclusión para todas y todos, espacios que se harán reales en la medida que seamos capaces de construirlos. Podemos disfrutar de lo que otras personas han hecho, de su trabajo en momentos mucho más difíciles que el nuestro, pero no somos llamados a una tierra donde todo está hecho ya, vamos a una tierra “donde mana leche y miel”, pero tendremos que esforzarnos y ser valientes para hacerla nuestra. Así podremos ser bendición para los demás. Desde esos lugares, desde esas nuevas maneras de entendernos, de entender el mundo y a Dios, podremos ir transformando el resto del mundo para hacerlo más justo.

El reto puede dar vértigo, pero es la única posibilidad que nos queda y que realmente puede traernos vida. Salir del mundo en el que nacimos y que no nos quiere, para ir hacia otro mundo donde poder disfrutar de la dignidad que Dios nos ha dado como hijos e hijas suyos. Hay que ser muy valientes y enfrentarse a los miedos que nos atormentan cada día, pero Dios nos ofrece una promesa, él nos bendecirá, nos engrandecerá y nos permitirá ser de bendición para otras personas. El evangelio no se vive en la casa de nuestros padres, y eso lo sabemos muy bien, si queremos seguir la promesa de Dios tenemos que abandonarla. Si queremos vivir, hay que ponerse hoy mismo a caminar, con la esperanza puesta en la promesa de Dios. Quienes confiaron antes que nosotros en Dios, no han sido defraudados.

Carlos Osma

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La verdadera Buena Noticia

Jueves, 9 de abril de 2015
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

Camino del Calvario

“Se ha usado y abusado tanto del lenguaje del cristianismo que a veces se desconfía de él: no sabemos si detrás de la palabra ‘cruz’ se encuentra la experiencia de misericordia y salvación, o sólo la amenaza de castigo.

Si mis palabras significan algo para ti, puedo decir que he experimentado que la Cruz significa misericordia y no crueldad, verdad y no engaño, que la nueva de la verdad y el amor de Jesús es, en efecto, la verdadera buena noticia, pero en nuestro tiempo se proclama en lugares extraños.

Y tal vez se anuncie más en ti que en mí; lo digo sin sentir vergüenza ni culpa, porque he aprendido a alegrarme de que Jesús esté en el mundo en personas que no saben que Él está actuando en ellas cuando piensan que están lejos de él, y me alegra decirte que esperes, aunque pienses que para ti toda esperanza es imposible.

Espera, no porque pienses que puedes ser bueno, sino porque Dios nos ama independientemente de nuestros méritos y todo lo bueno que hay en nosotros viene de su amor, no de nuestras obras.

Espera, porque Jesús está con los pobres, marginados y quizá despreciados incluso por quienes deberían buscarlos y cuidar de ellos con el mayor amor, porque actúan en nombre de Dios.

Nadie en el mundo tiene motivos para desesperar de Jesús, porque Jesús ama al ser humano, lo ama en su pecado, y también nosotros debemos amar al ser humano en su pecado.”

*

THOMAS MERTON.
Carta incluída en “El Libro de Las Horas”. Sal Terrae

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“Crucificados con Jesús”, por Carlos Osma

Viernes, 3 de abril de 2015
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CrucificadoDe su blog Homoprotestantes:

La cruz es el lugar donde se evidenció que Jesús no era el Mesías, o al menos el Mesías que todos esperaban. Las expectativas de sus seguidores, que le habían aclamado a la entrada de Jerusalén pensando que traería un nuevo Reino de justicia, se vieron defraudadas por tan dramático final. La crucifixión fue una decepción, un desengaño, una confrontación con la terrible y dura realidad de siempre. Allí, en el Calvario, se evaporó la ingenuidad de quienes esperaban al Mesías oficial, al proclamado y anhelado desde hacia cientos de años. El Mesías de verdad no era ese, el que dios prometió enviar no podía avergonzar con el fracaso a quienes por tanto tiempo lo aguardaban.

El escándalo de la cruz tiene mucho que ver con nuestro propio escándalo, con el escándalo de las personas LGTBI que han tenido que lidiar con las expectativas que se han depositado sobre ellas. Es muy evidente que, como Jesús, no somos quien se esperaba que fuésemos. No somos los hijos e hijas heterosexuales del dios patriarcal, por mucho que durante años hayamos jugado al despiste. Nuestra manera de ser y sentir nos impide satisfacer los sueños que habían depositado sobre nosotros familiares, amistades e iglesias. No somos las mujeres y los hombres que ellas y ellos esperaban, no lo somos, y es por ello que la cruz siempre nos espera.

Se puede vivir toda la vida con miedo y escondido, es lo que intentaron hacer los discípulos de Jesús cuando a éste lo apresaron. La cobardía es natural, es parte de nuestro instinto de supervivencia. La huída es el primer impulso, el silencio y el ocultamiento vienen siempre después. El temor guía la vida de quienes juegan a ser el Mesías que los demás esperan. Se puede morir así toda la vida, no es una elección fácil enfrentarse a la realidad.

Pero sólo cuando crucificamos con Jesús lo que se nos obliga ser, y sentimos el rechazo y el insulto, descubrimos quienes somos en realidad. Sólo cuando colgados de los maderos que se levantan en las afueras de las casas y de los templos rompemos los sueños y esperanzas que se depositaron sobre nosotros desde que nacimos, podemos llegar a ser quien realmente somos. La cruz es la salida del armario de un Mesías no normativo, y por eso la cruz, el principal símbolo del cristianismo, es el lugar en el que muere de una vez para siempre todo aquello que no somos, todas las mentiras en las que nos hemos escondido, todos los deseos por estar a la altura de quienes dicen amarnos. En el Gólgota nuestra heterosexualidad impostada fue crucificada de una vez para siempre.

Justo en el momento en el que la ley de la sangre nos abandona, cuando empieza a salir a borbotones de nuestras manos, nuestros pies y nuestra frente, empezamos a ver que la cruz tiene un sentido salvífico para las personas LGTBI. Cuando nuestro costado deja de verter sangre y de él mana el agua de la vida, somos conscientes de que ya quedan pocos instantes para que todo lo que deberíamos haber sido, desaparezca para siempre. Ya no hay exigencias imposibles, negaciones estúpidas, odio interiorizado… Cuando por fin levantamos la voz al cielo y gritamos con fuerza al dios que nos atormenta: “dios mío, dios mío, ¿por qué me has abandonado?”, es entonces cuando sabemos que el antiguo yo heterosexual que nunca llegamos a ser, ha sido crucificado juntamente con Jesús. A partir de ahí, ya no vivirá él, sino Dios en nosotros.

Tras la crucifixión de quienes no somos, viene la resurrección de lo que Dios siempre quiso para nosotros. La resurrección de Jesús por parte de Dios, es la convicción en la que se basa la fe cristiana, pero también el anuncio de que es posible otra vida para las personas LGTBI que han decidido dejar atrás lo que no eran. En Cristo, lesbianas, gays, trans, bisexuales e intersexuales somos levantados de la muerte por Dios. En el hecho principal en el que se apoya el cristianismo, podemos ver el camino que Dios pone por delante nuestro. La vida de verdad viene después de la renuncia, de la perdida, de la cruz. La vida de verdad viene después de la muerte de lo que no somos, cuando hemos sido capaces de renunciar a lo que Dios no quería para nosotros.

Atrás quedan las expectativas que no pudimos satisfacer, las verdades a medias, el sentimiento de haber defraudado a personas queridas, el miedo al rechazo… Atrás, en la cruz queda el Mesías que los demás esperaban, pero que nosotros no éramos. Ahora viene por fin la vida, la capacidad de perdonar, de amarnos a nosotros mismos. Ahora viene por fin nuestro presente y nuestro futuro, que podemos compartir realmente con quienes tenemos a nuestro lado. Ahora llegan nuestros proyectos, ilusiones, esperanzas… Ahora, resucitados juntamente con Cristo, llega lo que no teníamos: la vida.

Carlos Osma

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Lo que deberá ser, será.

Viernes, 20 de marzo de 2015
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Libérate de la ansiedad,

piensa que lo que debe ser será.

Y sucederá naturalmente.

*

Facundo Cabral

(Del blog Lo que me gusta y no me gusta)

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“Dolor, deseo y liberación, en los brazos del ángel”, por Carlos Osma

Viernes, 20 de marzo de 2015
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jacobangelDel blog Homoprotestantes:

Al final se hizo de noche, y prefirió quedarse sólo. Ya no necesitaba familia ni amigos, se había alejado de ellos poco a poco, casi sin darse cuenta. La continua tensión con la que vivía empezaba a hacer mella en él, por eso buscó un lugar en la noche donde pasar desapercibido. Allí estaba, en medio de la nada, agudizando todos sus sentidos para no ser descubierto, y con la esperanza de encontrar algo de tranquilidad.

Prefirió quedarse sólo, esperando, mientras recordaba las mentiras, engaños, y astucias que le habían ayudado a construir su vida. Siempre había huido de todo, invadido por profundos miedos y desestabilizadores deseos; pero ahora presentía que no podía escapar más, y que muy pronto acabaría por enfrentarse a sus peores pesadillas. Su cuerpo se agarrotaba por esa mezcla de sentimientos, quizás por eso subió hasta aquel lugar inhóspito, donde la oscuridad de la noche impedía distinguir otros rostros.

El terror le atravesó el alma cuando sintió a su lado la presencia de otro hombre. Se giró con rapidez para ver a aquel demonio que se abalanzaba sobre él. Intentó mirarle a la cara, pero era tarde ya, lo tenía encima. Fue una lucha atroz, donde el deseo insaciable por la vida, le ayudó a no darse por vencido. Intentó escapar de los brazos de su enemigo con todas sus fuerzas: empujando, golpeando, incluso mordiendo, pero le fue imposible. Una fuerza sobrehumana que desconocía le empujaba una y otra vez hacia él. Nunca se había resistido tanto, pero jamás había sentido una atracción tan sobrehumana como aquella.

Durante toda la noche no pudo escapar de aquel cuerpo, sintió su fuerza, su piel y el calor que desprendía. Aquello le produjo un profundo dolor que no podía entender ni compartir con nadie, estaba sólo. En cada uno de los golpes que infringía a aquel ser demoniaco se concentraban todas las experiencias de rechazo, falsedad y dolor que le acompañaban desde niño. Toda la energía malgastada en su huída hacia ningún sitio, explotaba virulentamente para repeler aquel cuerpo codiciable. Una noche larga y oscura, con ansias de amor encendido, que no tuvo otra luz ni guía que un corazón ardiente(1).

Pero llegó el alba, y aquellos primeros rayos de luz le permitieron adivinar el rostro de con quién luchaba. No era un demonio, el hermoso cuerpo de aquel hombre pertenecía a un ser celestial. Cuentan los antiguos que fue en ese momento, mientras observaba maravillado, que golpeó a aquel ser divino dejándolo herido para siempre(2). Entonces, como si de un milagro se tratase, sus ojos vieron claramente al varón que yacía en el suelo herido por sus rebeliones, molido por sus pecados, y con una llaga en el costado(3). Aquel ser que había venido, no para luchar, sino para acompañarle en su liberación, le susurraba: “vete, déjame ya, que nace un nuevo día. Vete, yo no te condeno”.

Podía haberle dejado marchar en aquel momento, pero no pudo hacerlo. La experiencia lo había transformado para siempre, eso lo sabía, pero necesitaba mucho más. Por eso, con su deseo liberado, se aferró aún más a él, y lo abrazó con todas las fuerzas que le quedaban. “No, no te dejaré”, le decía una y otra vez, “ahora no; no te dejaré si no me bendices”. Mucho le había costado llegar hasta allí como para perder la oportunidad de llevar siempre consigo algo de la esencia divina. Prefería morir en los brazos de aquel ángel, que volver sólo a la vida que había llevado hasta entonces.

Y milagrosamente recibió lo que pedía, fue transformado, salió de la oscuridad de su vida anterior para entrar en otra nueva. Ya no tenía que escapar de nadie, Dios mismo estaría con él en cada momento de su vida para enfrentarse a sus temores. Su nombre, su falsa identidad, quién todo el mundo creía que era, fue borrado para siempre. Ahora era alguien nuevo, porque se atrevía a ser él mismo en todas las facetas de su vida. No necesitaba mentir, ni engañar, ni esconderse. La experiencia con aquel ser divino lo cambió para siempre, y entro a formar parte de un pueblo. Un pueblo en busca de vida, la que Dios mismo le había dado.

Que alegría recordar aquella noche oscura y dolorosa, que se convirtió en una noche más amable que el alborada, donde fuimos guiados, y transformados por el amado(4). Una noche donde cayeron los disfraces que tan dolorosamente llevábamos y en la que fuimos conducidos ante la verdad desnuda de quienes éramos. Allí vimos perfectamente las heridas que producía la negación de nuestra identidad en aquel que nos dio la vida. Y allí, abrazando al herido por nuestras rebeliones, lloramos por nuestra incredulidad, por nuestra ignorancia, y por todas aquellas veces que le habíamos golpeado pensando que era nuestro enemigo.

Carlos Osma

Notas:

(1) Referencia a “Noche oscura del Alma” de San Juan de la Cruz.
(2) Gerard von Rad sostiene que probablemente, en una forma mucho más antigua de esta saga, y antes de que el texto bíblico quedase fijado como hoy lo conocemos, fue Jacob quién hirió al ángel. “El libro del Génesis”. (Ediciones Sígueme. Salamanca, 1988), p.395.
(3) Referencia a Is 53,5
(4) Referencia a “Noche oscura del Alma” de San Juan de la Cruz.

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“Un Mesías saliendo del armario”, por Carlos Osma.

Lunes, 16 de marzo de 2015
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FB_IMG_1424896978274Leído en el blog Homoprotestantes:

Una lectura queer de Mr 1,1-3,19

  1. INTRODUCCIÓN
  • 1. Para empezar situémonos…. ¿Cuándo, quién, dónde, cómo y porqué?

El Evangelio de Marcos fue escrito alrededor del año setenta. Tradicionalmente se atribuía a Juan Marcos que lo habría escrito en Roma basándose en las enseñanzas del discípulo Pedro[1]. Los estudios actuales apuntan más bien a Siria como lugar aparición, y a un desconocido Marcos, que no tendría nada que ver con el anterior, como autor[2].

Marcos lo escribió utilizando un Relato de la Pasión, escrito en Jerusalén en la década 40/50, relatos orales o escritos de exorcismos y sanaciones con las que la gente envolvió desde el principio la figura de Jesús, y tradiciones apocalípticas[3]. Es importante tener en cuenta que el autor uniendo todos estos elementos creó el género literario llamado “evangelio” que después seria imitado y adaptado por otros autores.

Los primeros seguidores de Jesús provenían del judaísmo pero más tarde, sobre todo gracias a la predicación del apóstol Pablo, personas no judías aceptaron el mensaje de Jesús (importante tener en cuenta que en aquel momento los cristianos, aunque con peculiaridades y ciertas tensiones, formaban parte del judaísmo). La conversión de paganos al evangelio produjo una fuerte discusión dentro del cristianismo que reflejan las Cartas Paulinas. ¿Tenían éstos que circuncidarse y cumplir la Torah? El Concilio de Jerusalén, hacía el año 50, aborda este tema y decide que no era necesario, sólo se les pide “abstenerse de lo sacrificado a los ídolos, de la sangre, de lo ahogado y de la fornicación[4].

Pero han pasado 20 años desde el Concilio y la comunidad para la que Marcos escribe, con intención canónica y relativizando la Torah, está formada mayoritariamente por personas que proceden del paganismo. Aún así, era una comunidad que todavía estaba dentro del judaísmo, y eso le generaba dos tensiones muy fuertes. Por una parte era percibida socialmente como una amenaza tras las revueltas judías que pretendían liberarse del poder de Roma, y por otra, era vista como una amenaza por el judaísmo ya que cuestionaba pilares básicos como la observancia de la Ley y el monoteísmo.

Sin embargo el Evangelio de Marcos muestra como, a pesar de las circunstancias, la comunidad marcana no se dejó llevar simplemente por estas dos tensiones, sino que se atrevió a reflexionar su fe en Jesús desde sus propias categorías, desde su propia experiencia y necesidades. No sólo como una respuesta a las preguntas que les venían desde fuera, sino buscando respuestas a las preguntas que en ella misma se producían.

  • 2. Compartiendo experiencias

Hacer una identificación entre la experiencia de los cristianos y cristianas LGTBI y la de aquella comunidad para la que Marcos escribió sería absurdo. Pero es evidente que salvando muchas distancias puede haber puntos de contacto. Si la comunidad marcana entendió que aceptar a Jesús no implicaba la aceptación de la Ley y normas judías; las cristianas y cristianos LGTBI entienden cada vez de una manera más clara que el seguimiento del evangelio no implica la aceptación del sistema heteronormativo con el que ha sido envuelto. Es posible vivir la buena noticia de Jesús desde la propia experiencia, y preguntarse con honestidad si aún hoy tiene algo que decir. Enrocarse en justificarse ante unas comunidades que viven con mayor o menor controversia la diversidad sexual y de género, forma parte de un paradigma ya caduco en el que se mueve con facilidad el patriarcalismo y el fundamentalismo. Las nuevas comunidades inclusivas formadas mayoritariamente por personas LGTBI reflexionan el evangelio desde lo que son, tratando de abrirse con honestidad a lo que creen que Dios quiere decirles.

La lectura del Evangelio de Marcos que sigue a continuación pretende ser una de esas reflexiones.

  1. PREPARACIÓN DEL MINISTERIO DE JESÚS (1,1-13)
  • 1. Comienza el evangelio de Jesús

La palabra evangelio, como verbo, indica la proclamación de un cambio inminente en el poder; Dios reinará y liberará a su pueblo. Como sustantivo significa el nacimiento o entronización de un emperador. Alrededor del año 68 d.C. Vespasiano llega al poder, saca al Imperio de una profunda crisis y trae la paz y la estabilidad. Sin embargo Vespasiano no formaba parte de una dinastía legitimada por nacimiento, por eso, para legitimarlo se decía que había sido elegido por los dioses y se cuentan historias de curaciones milagrosas que había realizado[5].

Los cristianos que predicaban y esperaban la vuelta de su Mesías Jesús para liberarlos, se encuentran que quien había venido en realidad era Vespasiano, el Emperador romano. En ese momento Marcos escribe su evangelio, mejor dicho su anti-evangelio. El mensaje será claro a lo largo de su obra: para ser un actor de ese cambio inminente que cristianos y cristianas esperan, se necesita entrar en el discipulado del sufrimiento, renunciar a toda propiedad y afrontar la persecución. La liberación pasa siempre por la entrega y por asumir riesgos.

Uno de los poderes que hoy envuelve a cristianos y cristianas LGTBI y al que tienen que hacer frente es el patriarcalismo.  Si anhelan la liberación que promete el evangelio, se enfrentaran a la opresión de quienes dicen que no pueden ser, sentir, o actuar tal y como son. Que la naturaleza o los dioses no los han elegido a ellas y ellos, y que tienen que renunciar y someterse. El evangelio, la buena noticia, parecen predicarla quienes les oprimen, porque da la impresión de que sólo ellos pueden asegurar una vida plena y en paz. Pero el evangelio del que Marcos habla comienza proponiendo a las personas LGTBI ser sujetos del cambio y afrontar con valentía los riesgos con los que el patriarcalismo les amenaza: exclusión social, religiosa, bullying, negación de derechos, ocultamiento, patologización, etc. Leer más…

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Santa María de nuestra Liberación

Lunes, 8 de diciembre de 2014
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2006_the_nativity_story_0045María de Nazaret, esposa prematura de José el carpintero,
aldeana de una colonia siempre sospechosa,
campesina anónima de un valle del Pirineo,
rezadora sobresaltada de la Lituania prohibida, indiecita masacrado de El Quiché,
favelada de Río de Janeiro,
negra segregada en el Apartheid,
harijan de la India,
gitanilla del mundo;
obrera sin cualificación, madre soltera, monjita de clausura;
niña, novia, madre, viuda, mujer.

Cantadora de la Gracia que se ofrece a los pequeños,
porque sólo los pequeños saben acogerla;
profetisa de la Liberación que solamente los pobres conquistan,
porque sólo los pobres pueden ser libres:
queremos crecer como tú,
queremos orar contigo,
queremos cantar tu mismo Magníficat.

Enséñanos a leer la Biblia -leyendo a Dios-
como tu corazón la sabía leer,
más allá de la rutina de las sinagogas
y a pesar de la hipocresía de los fariseos.

Enséñanos a leer la Historia
-leyendo a Dios, leyendo al hombre-
como la intuía tu fe,
bajo el bochorno de Israel oprimido,
frente a los alardes del Imperio Romano.

Enséñanos a leer la Vida
-leyendo a Dios, leyéndonos-
como la iban descubriendo tus ojos, tus manos, tus dolores, tu esperanza.

Enséñanos aquel Jesús verdadero,
carne de tu vientre, raza de tu pueblo, Verbo de tu Dios;
más nuestro que tuyo, más del pueblo que de casa,
más del mundo que de Israel, más del Reino que de la Iglesia.
Aquel Jesús que, por el Reino del Padre, se arrancó de tus brazos de madre
y se entregó a la muchedumbre,
solo y compasivo, poderoso y servidor, amado y traicionado,
fiel ante los sueños del Pueblo,
fiel contra los intereses del Templo,
fiel bajo las lanzas del Pretorio,
fiel hasta la soledad de la muerte

Enséñanos a llevar ese Jesús verdadero
por los callados caminos del día a día,
en la montaña exultante de las celebraciones,
junto a la prima Isabel,
y a la faz de nuestros pueblos abatidos que, a pesar de todo, Lo esperan.

María nuestra del Magníficat,
queremos cantar contigo,
¡María de nuestra Liberación!

Contigo proclamamos la grandeza del Señor, que es el único grande,
y en ti nos alegramos contigo, porque, a pesar de todo, Él nos salva.

Contigo cantamos, María, exultantes de gratuidad,
porque Él se fija en los insignificantes;
porque su poder se derrama sobre nosotros en forma de amor;
porque Él es siempre fiel,
igual en nuestras diversidades,
único para nuestra comunión,
de siglo en siglo, de cultura en cultura, de persona en persona;
porque su brazo interviene históricamente
-por intermedio de nuestros brazos, inseguros pero libres-
y porque un día intervendrá, definitivamente Él;
porque es Él quien desbarata los proyectos de las transnacionales
y sostiene la fe de los pequeños
que se organizan para sobrevivir humanamente;
porque vacía de lucros los cofres de los capitalistas
y abre espacios comunitarios
para el plantío, la educación y la fiesta
en favor de los desheredados;
porque derriba de su trono a todos los dictadores
y sostiene la marcha de los oprimidos
que rompen estructuras en busca de la Liberación;
porque sabe personar a su sierva, la Iglesia,
siempre infiel creyéndose señora,
siempre amada escogida, sin embargo,
por causa de la Alianza que El hizo un día con la sangre de Jesús.

María de Nazaret, cantadora del Magníficat, servidora de Isabel:
¡quédate también con nosotros, que está por llegar el Reino!;
quédate con nosotros, María,
con la humildad de tu fe, capaz de acoger la Gracia;
quédate con nosotros,
con el Verbo que iba creciendo en ti,
humano y Salvador, judío y Mesías, Hijo de Dios e hijo tuyo,
nuestro Hermano,
Jesús.

*

Pedro Casaldáliga

Virgen de Guadalupe 58

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“Sepulcros Blanqueados”, por Carlos Osma

Jueves, 6 de noviembre de 2014
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SepulcrosParece que no ha pasado el tiempo desde que Carlos Osma escribió este artículo en Homoprotestantes:

Hay cosas que desesperan, que son tan crueles que te dejan sin palabras, porque no tienen explicación alguna, y aunque lo pretendas, no las puedes entender. Samuel, 17 años, asiste a una iglesia evangélica desde que nació, sus padres le explicaron aquello de que hay que amar al prójimo, pero cuando les dijo que era gay, descubrió que incluso para sus propios padres, él ya no entraba dentro de esa categoría. Loida, 45 años, era también miembro de una iglesia evangélica hasta que le confesó a su marido que se casó con él por miedo, y con la esperanza de que Dios la cambiara, que era lesbiana y que ya no quería seguir fingiendo, que la perdonara pero que ahora sabía que Dios la quiere tal como es. Su tortura no acabó aquí, sus dos hijos de 12 y 9 años tienen que escuchar a diario como su padre, tíos y abuelos evangélicos, les explican lo pecadora que es su madre y lo alejada que está de Dios. Tristemente tampoco tiene la posibilidad de encontrar el calor de una comunidad evangélica donde enseñar la fe a sus hijos y a su nueva pareja, Belén.

¿Dónde está la fe con la que nos educaron? ¿Era todo una mentira más? Probablemente. La fe evangélica tiene, hoy por hoy, muy poco que ver con la fe de Jesús. Por eso muchos homosexuales se preguntan: ¿dónde está la fe de nuestra madre que desde hace 5 años no quiere vernos? ¿dónde está la fe de nuestros hermanos y hermanas que no quieren estar con nosotros para no confundir a sus hijos? ¿dónde está la fe de aquellos amigos con los que crecimos dentro de la iglesia y que hoy nos dan la espalda? En ningún sitio, a la hora de la verdad. ¿Qué tienen que ver todas estas actitudes con el cristianismo? Esto no tiene justificación alguna, y el que no lo quiera ver, es porque está tan cegado por sus prejuicios que hace tiempo que olvidó el evangelio.

 Y tenemos que aguantar las manifestaciones de pastores, profetas de turno, Alianzas Evangélicas, Obispos, Consejos, Feredes, que no tienen ni remota idea de la vida real de todas estas personas, que ni siquiera les importan, y que sólo quieren defender su visión patriarcal de la sociedad, su lectura fundamentalista de la Biblia, y el resto de prejuicios e ignorancias que atesoran con tanta codicia. Sepulcros blanqueados, maestros que cargan a los demás con cargas insoportables que ellos no se atreven ni a tocar con un dedo. ¿Qué tiene todo esto que ver con el cristianismo? Nada de nada, fariseísmo en estado puro.

 También tenemos a los que quieren ser buenos, los que dicen que nos entienden pero piden que vayamos despacio. Díselo a Samuel, a los 17 años ya ha pensado que la vida no le vale la pena, y mucho menos el cristianismo. Puede ir despacio el que tiene todo el tiempo del mundo, el que no se juega nada, el que quiere ser bueno, pero no el que quiere vivir con dignidad, el que quiere ser feliz hoy mismo. La vida no puede esperar hasta mañana porque a algunos les pueda generar problemas institucionales, la vida es lo primero siempre, la institución está a su servicio.

Toda aquella persona, iglesia o institución cristiana que rechaza con amor a una persona por su orientación sexual, no es cristiana. Pero tampoco lo son las que, aunque dicen que no los rechazan, no se comprometen en su defensa. Los que no los acogen, los que no los respetan, los que no escuchan y aprenden de ellos, de sus experiencias, de su visión de Dios, de la Iglesia, del mundo. La lucha activa contra la homofobia y la fe cristiana van irremediablemente unidas. No hay vuelta de hoja, no hay juegos homófobos de palabras que valgan. Si rechazas a una lesbiana, o a un gay, a pesar del enorme amor con el que lo haces, recuerda que Dios te pedirá cuentas sobre la discriminación y la muerte que intentaste echar sobre ellos.

 No parece que haya otro mensaje para los homosexuales evangélicos de nuestro país, que decirles que se guarden de todos esos maestros de la ley que buscan los mejores asientos en las iglesias, y las mejores subvenciones estatales, pero que tienen miedo de ensuciar sus ropas blancas con ellos. ¡Sepulcros blanqueados! Que lejos están de Dios, que pronto olvidaron a sus prójimos. Sus discursos bíblicos son veneno que pretenden introducir en vuestra alma, no os dejéis engañar ni os resignéis, gritadles con fuerza: ¡sepulcros blanqueados! ¿qué tiene todo esto que ver con el evangelio? Vosotros os habéis apoderado de la llave de la salvación, y ni vosotros entráis, ni dejáis entrar a los que quieren hacerlo.

 O quizás si que hay un mensaje; no confundáis a Dios con todos estos, si lo hacéis os habrán vencido. Dejaos llevar por vuestra experiencia de Dios, sin comunidad sólo os queda esto, acordaos de cómo a pesar de todo siempre estuvisteis en sus manos. Y aunque a veces creáis que está lejos de vosotros, recordad que sus manos fueron traspasadas por los clavos en una cruz para salvaros. Estáis en sus manos, esas manos del que se arrodilló ante unos simples pescadores para limpiarles los pies, esas manos que se acercaron a los necesitados con amor, esas manos que se extendieron ante el dolor de sus hermanos. Son sólo esas manos las que os harán sentir seguros y alejarán vuestras dudas. En sus manos estáis vosotros y vuestras parejas, vuestros hijos, vuestro hogar, y todos aquellos que quieran compartir con vosotros esas manos abiertas y llenas de amor, que consuelan y dan vida. Los que no, están en otras manos.

 Carlos Osma

Cristianismo (Iglesias), Homofobia/ Transfobia., Iglesias Evangélicas , , , ,

¿Cómo leer la parábola del hijo pródigo desde una experiencia gay?

Martes, 16 de septiembre de 2014
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HIJO-PRODIGODel blog Homoprotestantes:

Esa fue la pregunta sobre la que estuve conversando hace unos días con un buen amigo… Su conclusión fue bastante contundente: “No le des más vueltas Carlos, muchos homosexuales se han alejado de Dios y viven una vida de excesos sexuales y sin sentido. La parábola es una invitación a volver a casa, a volver a Dios”. En aquel momento no pude darle una respuesta con demasiado sentido, sólo le dije que la suya no me satisfacía y que necesitaba pensarlo un poco más.

 Al llegar a casa volví a leer la parábola y a centrarme en el personaje del hijo pequeño, del hijo pródigo. Y quise dividir su experiencia en tres partes, para ver si veía conexiones con la experiencia de las personas gays o lesbianas que he conocido.

 Parte 1. “Un hombre tenía dos hijos, y el menor de ellos dijo a su padre: – Padre, dame la parte de la herencia que me corresponde- Y les repartió los bienes”. No muchos días después, juntándolo todo, el hijo menor se fue lejos a una provincia apartada…”[1].

 Si identificamos al padre que aparece en la parábola con la familia o el entorno más próximo de la persona lesbiana o gay, o si lo hacemos con Dios o el entorno religioso al que pertenece, creo que la parábola tiene poco que ver con la experiencia lésbico-gay mayoritaria. La identidad que dan los conceptos gay y lesbiana, el espacio que crean para la propia autocomprensión, y el mundo simbólico que generan para la vida de tantas y tantas personas; no han sido recibidos dentro del entorno familiar ni religioso. Las herencias maternas/paternas han sido diversas, y cada lesbiana o gay podría explicar lo que le tocó en el reparto, pero nunca he conocido a nadie a la que su familia o su experiencia religiosa le dejara en herencia una autocomprensión satisfactoria de su ser gay o lesbiana. Más bien esta identidad se ha construido en oposición, confrontación, o como mínimo en ausencia de ellas.

 Por otra parte, en la parábola se habla de un desplazamiento voluntario del hijo pródigo, una huída, una marcha en busca de experiencias nuevas. El hijo pródigo se siente autosuficiente y piensa que no necesita de su padre ni de su hermano. La herencia recibida basta para encarar la vida con completa libertad. De nuevo encuentro diferencias importantes con la experiencia mayoritaria de gays y lesbianas. Las personas homosexuales que he conocido viven mayoritariamente desplazadas de su entorno familiar y religioso inicial, pero no de forma voluntaria, sino obligada. En una parábola con un hijo pródigo gay o una hija pródiga lesbiana, el Padre o Madre les echaría de su casa desde el primer momento. La forma de estar en el mundo, para las personas homosexuales tiene más que ver con el desplazamiento forzado a un lugar no escogido voluntariamente, que con la marcha de un hijo inconsciente tras un espejismo de felicidad.

 Identificarse como gay o lesbiana, tener la herencia paterna en las manos, no significa hoy lo mismo que hace unos cuantos años: me refiero al ostracismo y la discriminación. Pero indudablemente la identificación sigue sacando a la mayoría de su casa paterna, del lugar que la familia y la religión tenían pensado para él o ella. Una experiencia que se aleja de la que encontramos en esta parábola pero que tiene mucho en común con la de los primeros seguidores y seguidoras de Jesús, que dejaron la casa del padre/madre en busca de una vida más plena.

 Parte 2. “El hijo menor se fue lejos a una provincia apartada, y allí desperdició su herencia viviendo perdidamente. Cuando todo lo hubo malgastado, vino una gran hambre en aquella provincia y comenzó a pasar necesidad. Entonces fue y se arrimó a uno de los ciudadanos de aquella tierra, el cual lo envió a su hacienda para que apacentara cerdos. Deseaba llenar su vientre de las algarrobas que comían los cerdos, pero nadie le daba. Volviendo en sí, dijo. -¡Cuantos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí perezco de hambre! Me levantaré e iré a buscar a mi padre-[2]”.

 Si pensamos en las personas que viven dentro del armario, el país construido para ellos y ellas por la heteronormatividad es un lugar de engaño, marginalidad, culpabilidad, y donde el otro u otra queda reducida a lo puramente corporal, a lo sexual, a un objeto de satisfacción temporal del deseo reprimido. Es posible que la hacienda de cerdos que apacentaba el hijo pródigo refleje esta experiencia. Un lugar creado para culpabilizar y oprimir a quienes no acaban de marchar de la casa del padre, de la heteronormatividad obligatoria, y simplemente juegan a escaparse a veces a una hacienda próxima. En esos campos de cerdos es fácil sentir que la única opción viable es resignarse y volver a la casa del padre, aun sabiendo que jamás se podrá formar parte de ella y que muy pronto la necesidad de volver a escapar se hará presente. Hay muchos jornaleros que tienen pan de sobra en la casa paterna, pero el pan que reciben no podrá nunca saciarnos. Podemos leer la parábola como una invitación a la resignación, pero en mi opinión la parábola no habla de resignación, sino de redescubrimiento del amor del Padre y su perdón ilimitado.

 El hijo pródigo se marchó lejos de allí, lejos de la casa del padre, algo que creo sí tiene mucho que ver con la experiencia lésbico-gay de la mayoría de personas que viven su diferencia sin esconderse, personas para las que su orientación sexual integra la faceta sexual, pero también muchas otras, como la afectiva, espiritual, familiar, laboral… Se alejan del mundo creado para ellos, el de la heteronormatividad o el de la homosexualidad armarizada, para construir otro mundo lejos del anterior. La homosexualidad por sí misma no crea mundos perfectos, así que es posible que como en cualquier otro, las personas que lo integran tengan que lidiar con miedos, incongruencias, errores, etc.  Pero identificar los espacios de vida construidos por las personas lesbianas y gays con un lugar de vida disoluta, creo que sólo puede hacerse desde la homofobia, sea esta heteronormativa o interiorizada.

 El mundo creado por las personas lesbianas y gays tras la marcha de la casa del padre es más bien un lugar de búsqueda de sentido y de comprensión de lo que uno mismo y una misma es más allá de la definición que se recibía en la casa paterna/materna. El desplazamiento ha sido forzado, pero algunas y algunos han hecho de este desplazamiento una oportunidad para construir una nueva casa materna/paterna donde poder vivir, con todas sus limitaciones, felices y en paz. No son casas perfectas, son espacios de vida, y por lo tanto están sometidos a imperfección, pero al menos ofrecen lo que la casa del padre no fue capaz: un lugar donde sentir que estás viva o vivo. Un lugar donde poder respirar, donde poderse perdonar, donde atreverse a ser uno mismo o una misma.

 Parte 3. “Entonces se levantó y fue a buscar a su padre…. El hijo le dijo: -Padre, he pecado contra el cielo y contra ti, ya no soy digno de ser llamado tu hijo[3]”.

 Seguro que como el hijo pródigo algunas lesbianas y gays desean volver a casa de su padre. Probablemente tras su lucha por el matrimonio igualitario, por tener hijos e hijas, o por construir nuevas comunidades inclusivas, había en algunas lesbianas y gays una petición inconsciente de perdón a la heteronormatividad. Es posible que en algunos casos sean acertadas las críticas de quienes piensan que las lesbianas y los gays han sucumbido al poder del patriarcado y que ya no ofrecen una propuesta alternativa creíble. Quizás es cierto que a veces se cae en la necesidad de ser un gay o una lesbiana ejemplar en la familia, el trabajo o la iglesia para pedir perdón por no estar a la altura de las expectativas. Tal vez haya personas que poniendo banderas rainbow de vez en cuando en sus iglesias, diciendo que Jesús nos ama a todas  y todos, o formando una familia respetable, crean que han construido una nueva casa materna/paterna; aunque la realidad sea que no se han atrevido a salir de aquella en la que viven oprimidas.

 Y aunque creo importante hacer una reflexión sobre todo esto, estoy convencido de que la mayoría de lesbianas y gays no han caído en ese error y que ni han vuelto, ni tienen intención de volver a la casa del padre sino que más bien han construido la suya propia. Es cierto que muchas parejas heterosexuales también intentan dejar atrás la carga del patriarcado, pero sin duda están en clara desventaja con las parejas formadas por personas del mismo sexo: los roles y expectativas son muy diferentes. Una pareja de personas del mismo sexo no repite el patrón patriarcal, en esencia es imposible. Estaban en lo cierto quienes decían que no se podía llamar matrimonio a dos personas del mismo sexo, porque defendían una visión del matrimonio basada en un reparto tradicional de roles y en la desigualdad de quienes forman la pareja. Pero se olvidaban que también tenían que llamar de otra forma a todas aquella parejas heterosexuales que, con un esfuerzo aún mayor, intentan escapar del modelo patriarcal en el que habían sido educadas.

 Las familias formadas por lesbianas y gays, con o sin hijos e hijas, no son una petición de perdón al padre, sino más bien una nueva casa materna/paterna donde se ha cambiado la esencia misma que le da sentido. De la ley de la sangre que daba cohesión a la familia patriarcal, se ha pasado a la ley del amor que constituye y da sentido a las familias de lesbianas y gays. Y del reparto tradicional de lo que cada miembro de la familia debe hacer y lo que se espera de él y ella, se ha pasado al valor de la diversidad y el respeto a la diferencia. Tienen suerte los niños y niñas que se educan en estas nuevas casas, puesto que evidentemente serán más libres del poder patriarcal. Son afortunados de vivir lejos de las últimas remodelaciones de la casa patriarcal, porque esas remodelaciones no cambian la esencia de lo que en realidad es: un lugar de poder masculino heterosexual.

 En cuanto a las nuevas comunidades inclusivas que nacen tras huir de las comunidades para heterosexuales creo que todavía es pronto para saber si son sólo una forma de pedir perdón y volver tras el poder del dios padre heterocentrado, o si por el contrario son espacios capaces de generar un nuevo lugar de libertad donde las personas lesbianas y gays viven su espiritualidad de forma plena y desde lo que ellas y ellos sienten, viven y son. Creo que es difícil sacarse de un plumazo el veneno recibido durante tanto tiempo, pero veo indicios claros de que se quieren construir comunidades realmente más evangélicas donde no sólo se aceptan a personas lesbianas y gays, sino que se entiende que las diferentes formas de ser lesbiana, gay, bisexual o heterosexual pueden aportar a la comunidad y pueden ayudar a ver el evangelio bajo otros matices y acentos. El Dios que transmiten quienes forman estas comunidades tiene todavía que desprenderse de muchos prejuicios con el que la heteronormatividad lo ha envuelto; no basta con anunciar a un Dios que nos ama como somos. Es necesario descubrir como ese Dios se manifiesta en la forma de amar, de ser y de sentir de gays y lesbianas. Y es importante también atreverse a mirar a Dios directamente desde lo que somos, y no a través de lo que nos han dicho que deberíamos ser. Sólo así las nuevas comunidades inclusivas serán nuevas casas maternas/paternas donde Dios se revele de forma más plena.

 Las cristianas lesbianas y los cristianos gays somos llamados a seguir el camino de Jesús. Un camino que le llevo de la casa patriarcal de José, María y sus hermanos y hermanas, a una nueva casa que construyó junto a sus discípulos y discípulas. Una nueva casa donde los valores patriarcales fueron sustituidos por los valores del Reino y donde el amor es la medida de todas las cosas.

 Carlos Osma

 [1] Lc 15, 11-13

[2] Lc 15, 13-18.

[3] Lc 15, 20a-21

Espiritualidad , , , , ,

“El evangelio para la comunidad LGTB”, por Carlos Osma

Lunes, 8 de septiembre de 2014
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cruzLeído en Homoprotestantes:

Y les dijo: Id y predicad el evangelio a toda criatura 

 Muchas personas LGTB que han salido del armario dejaron allí, en el armario, eso que conocían como evangelio. La buena noticia que el cristianismo venía a darles se traducía en abusos en su niñez, desprecios y humillaciones por su manera de comportarse, terapias reparativas, condenas, pérdida del entorno familiar, oposición a sus derechos básicos, culpabilización, exclusión de las comunidades… y podríamos seguir, y seguir añadiendo experiencias terribles que tuvieron su origen en el evangelio que se les anunciaba.

 La salida del armario ha sido para ellas lo más parecido a la propuesta que Jesús hizo al religioso Nicodemo, pero que este no quiso aceptar: “nacer de nuevo”. De lo que significa el doloroso paso de nacer de nuevo para ver y vivir en un mundo que te hace más feliz, saben mucho las personas LGTB. Y esa nueva vida ya no quiere tener nada que ver con la anterior, ni siquiera para pararse un momento como la mujer de Lot para echar la mirada atrás y ver su Sodoma en llamas. No vaya a ser que mirando desde lejos la ciudad que creó la religión para que vivieran humillados, vuelvan a convertirse en una estatua de sal incapaz de moverse para seguir al ángel que les lleva de la mano a un lugar seguro.

 No vamos a caer en el reduccionismo que algunos proponen cuando dicen que la comunidad LGTB sólo ofrece a sus miembros sexo, relaciones superficiales y una vida insatisfactoria, mientras que el cristianismo ofrece una vida con sentido. Decir eso en otros contextos puede levantar aplausos, pero dentro del colectivo LGTB sólo muestra una gran ignorancia. Sería imposible que el colectivo LGTB hubiera podido lograr muchas de sus reivindicaciones sin un compromiso claro y profundo por la justicia. Durante años ha existido una red de apoyo entre personas que sabían lo que significaba quedarse sin nada tras salir del armario, y ese quedarse sin nada podía ser sin familia, sin trabajo, sin dinero… En muchos momentos las personas LGTB han acompañado hasta la muerte a personas que las comunidades cristianas trataban como apestadas. La comunidad LGTB ha demostrado una capacidad de empatía y de trabajo por dar dignidad y felicidad a tantas personas, que es estúpido llegar ahora para poner al cristianismo como ejemplo de algo. ¿Qué significa entonces predicar la buena noticia dentro de nuestro colectivo?¿deberíamos hacerlo? Y si es así, ¿cómo?.

 Sobre si deberíamos anunciar el evangelio, la buena noticia, el mensaje liberador de Jesús, creo que no hay duda. Deberíamos estar avergonzados por como se ha venido llevando hasta ahora con las personas LGTB, pero la transmisión del evangelio es algo inherente al hecho de ser cristianos. No existe eso del cristianismo para la intimidad… el cristianismo es una propuesta de liberación que no va dirigida únicamente a uno mismo sino también a nuestro entorno. Si de verdad somos seguidores de Jesús, si de verdad nos hemos puesto en camino hacia el Reino que él anunciaba, debemos compartir las Buenas Noticias con las personas que tenemos más cerca, con las personas que, como nosotros, creen que es necesario seguir construyendo un mundo más justo. Un mundo que para cristianos y cristianas anticipa aquel que anhelamos y en el que todas y todos viviremos en paz y alcanzaremos la plenitud junto a Aquel que lo es todo en todas y todos.

 Predicar el evangelio a las personas LGTB no es proponerles una ideología determinada que sea atractiva, tampoco llamarles al arrepentimiento de lo que nosotras y nosotros consideramos inaceptable bajo nuestra moral particular. No deberíamos confundir nuestra visión del evangelio con el evangelio mismo. Para sacar del armario al Jesús que muchos y muchas dejaron atrás en su búsqueda de liberación, deberíamos dejarle expresarse tal y como es, y si tiene la misma fuerza que hace dos mil años, transformará a las personas. Por eso creo que debemos acercar el mensaje de Jesús a las personas LGTB, y que sean sus palabras, leídas en una Biblia o en la vida de cristianos y cristianas comprometidas con el evangelio, las que permitan valorar a quienes un día dejaron todo para tener una vida más digna y plena, si el seguimiento de Jesús, si el evangelio, les permite seguir liberándose de tantas y tantas opresiones que todas y todos llevamos dentro. No somos nosotros ni nosotras quienes debemos convencer, es el evangelio mismo quien debe y puede hacerlo.

 Nosotros no somos el evangelio, en eso se equivocan tantos y tantos fundamentalistas que se autoerigen en los defensores de un evangelio que identifican con su manera de entender el mundo. Las cristianas y cristianos somos transmisores imperfectos del evangelio con nuestra vida y con nuestras palabras. Y esa transmisión hacia las personas LGTB debería ser hecha desde la humildad de quienes saben por experiencia, que estas personas han sido injusta y atrozmente tratadas por el cristianismo. Además, se debería poner en valor la labor que han realizado y la presencia de Dios en su manera de apoyarse y sostenerse unas a otros cuando no había nadie que quería hacerlo. Y en ese ponerse al lado o detrás, y no delante o arriba, es como podemos liberar al evangelio de ese aire opresivo hacia las personas LGTB que lo ha envuelto durante tantos y tantos siglos.

 El evangelio de Jesús transforma a los seres humanos y ayuda a construir un mundo mejor. Es difícil decir eso cuando muchas personas han experimentado lo contrario, pero por muy difícil que sea debemos seguir anunciándolo con humildad pero con determinación. La salida del armario, la liberación que eso supuso, es sólo una muestra, un avance de la liberación total a la que nos invita el evangelio. Una liberación que no sólo es individual, sino que algún día transformará el mundo entero. Las personas LGTB tienen mucho que aportar al evangelio con sus experiencias, pero también el evangelio puede seguir aportándoles a ellas. Si pensamos que es así, no podemos más que anunciarlo, con humildad pero con determinación.

 Carlos Osma

[1] Mr 16,15

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“Iglesias post-heterosexuales”, por Carlos Osma

Jueves, 4 de septiembre de 2014
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gaymarriagemn.banner.apDel blog Homoprotestantes:

  Todavía hay miles de personas LGTB escondidas en un disfraz heterosexual dentro de las iglesias heterosexuales, todavía hay también personas LGTB que viven sin ese disfraz pero que no quieren salir de esas comunidades hechas para heterosexuales porque les da miedo cambiar, les da miedo tener que empezar de cero; les duele tener que dejar una iglesia que, aunque no los acepte, siempre ha sido como una familia para ellos y ellas. Por eso muchos se consuelan con la idea de que algún día las cosas cambiarán, que los pasos se van haciendo poco a poco, que es necesario dejarse discriminar, aunque sea un poco, a fin de que algún día podamos hacer de las iglesias que amamos tanto, unas comunidades más evangélicas. Pero en el fondo es sólo un autoengaño, y lo saben, las iglesias hechas sólo para heterosexuales que dicen ser inclusivas sólo lo hacen para mostrar que no son como las otras, las fundamentalistas. En el fondo siguen pensando que una persona LGTB tiene que aceptar ser discriminada en una iglesia que no la acepta por ser como es.

Pero también hay nuevos caminos, las iglesias post-heterosexuales o inclusivas, las iglesias formadas por personas que se han dado cuenta de que no hay nada que hacer en las iglesias heterosexuales. En nuestro país y también en muchas otros países van naciendo poco a poco comunidades inclusivas que intentan llevar el mensaje de salvación a todas las personas, con una especial dedicación a aquellas personas LGTB que no tienen comunidades que respeten e integren lo que son. Por una parte es una triste solución, una ruptura más dentro del cristianismo, lo mejor siempre hubiera sido la unidad… pero la realidad, como en ocasiones anteriores, es que algunas personas tienen que vivir el evangelio huyendo de los lugares que dicen estar predicándolo. Además, también podría verse como una solución positiva, las nuevas iglesias son comunidades que proponen otra forma de ser iglesia diferente a la iglesia tradicional: la iglesia heterosexual.

Sin embargo, a la hora de construir una nueva comunidad es importante recordar aquello de que “un día fuimos esclavos en Egipto” para poder construir unas iglesias donde la esclavitud, tenga ésta la forma que tenga, no exista. Haber tenido la experiencia de vivir en unas comunidades que hablan del amor de Dios a toda criatura y sentir el rechazo de ese Dios a las personas no heterosexuales, debe tener alguna consecuencia a la hora de construir una comunidad no heterosexual. Y es por eso que me atrevería a hacer unas cuantas observaciones.

Sobre la Interpretación de la Biblia. La Biblia ha sido el arma utilizada por la homofobia para hacernos daño. La Biblia leída fuera de contexto y utilizando unas técnicas de estudio y lectura ya desfasadas ha sido la piedra que nos lanzaba cada uno de los miembros de las iglesias heterosexuales. Las iglesias inclusivas no pueden seguir leyendo la Biblia de la misma forma, están obligadas a aproximarse a ella teniendo en cuenta los conocimientos teológicos actuales. Deben huir del fundamentalismo literalista. No se puede construir una iglesia inclusiva leyendo la Biblia al pie de la letra. Es necesaria la formación. Y es necesario entender que la Biblia no es un arma contra nadie, sino un lugar donde Dios nos habla para poder construir un mundo mejor donde todas y todos podamos ser felices. La Biblia puede convertirse en un lugar de encuentro y reconocimiento de la diversidad.

Sobre la diferencia. El cristianismo no es una máquina de hacer personas idénticas, las iglesias inclusivas no deberían tratar de construir una forma determinada de persona. Las personas somos distintas, y las comunidades inclusivas deben intentar mostrar esa diversidad y entender que eso es una riqueza de la que puede sacar un beneficio a favor del evangelio. Dios nos ha hecho diversos y diversas para que todas nuestras características puedan ser puestas a su servicio, para que podamos encontrar en la hermana y el hermano un lugar que me cuestiona sobre mi manera de ser y estar en el mundo. Y sobre todo, nos ha hecho diversos para reflejar mejor la diversidad divina y podamos conocer a Dios a través de la vida y experiencia de otras personas.

Sobre las estructuras religiosas. El ser humano está siempre por encima de la estructura religiosa. Nosotras y nosotros nos hemos encontrado muchas veces con alguien que nos decía que por el bien de la iglesia debíamos resignarnos a ser discriminados. Pero las iglesias inclusivas no deberían poner la comunidad por encima de las personas que la forman. La comunidad está al servicio de todos sus miembros, y son las personas con sus maneras de ser, amar, vivir, entender el mundo, los que van haciendo nueva la comunidad, las que van empujándola hacia donde el Espíritu las lleva. La comunidad no puede ser una camisa de fuerza, sino un lugar de vida que deja vivir a quienes forman parte de ella.

Sobre la humildad. No tenemos razón en todo, nuestras propuestas son siempre parciales y algún día serán superadas por otras que nos mostrarán cuales eran nuestros errores. No podemos ser defensores de una verdad atemporal y ahistórica, somos personas que nos movemos con la voluntad de ser fieles al evangelio y de ofrecer vida en abundancia a personas que, como nosotros y nosotras hace no tanto tiempo, viven atormentadas por la homofobia. Pero no debe faltar en nosotras y nosotros la humildad, real y no de pose, que entiende que somos personas falibles y contradictorias. No busquemos superhombres y supermujeres en nuestras comunidades, sino seres humanos de carne y hueso con todo lo que ello supone. La verdadera humildad nos debería impedir obligar a que otra persona tenga que aceptar un trato que nosotros no aceptariamos para nosotros mismos.

Sobre el mundo. Formamos parte del mundo, de la sociedad que nos rodea, y estamos a su servicio. Las personas que no forman parte de nuestra sociedad y no son cristianos y cristianas no son nuestros enemigos. Son personas que pueden enseñarnos muchas cosas, que pueden mostrarnos incluso la mejor manera de ser fieles al evangelio comprometiéndonos por los más necesitados. Son personas a las que también podemos acercarnos para, sin complejos, explicarles nuestra fe, nuestra manera de ver el mundo y de trabajar también por la justicia. Podemos y debemos entrar en diálogo con quienes tenemos más cerca, sin verlos como un trofeo a conseguir para Cristo, sino como personas que, como nosotros, intentan ser felices y hacer felices a quienes les rodean.

Sobre las otras iglesias. Denunciar la homofobia, el fundamentalismo, las actuaciones poco evangélicas que desgraciadamente tienen algunas iglesias, revistas, instituciones… del protestantismo que nos rodea hacia las personas LGTB, no significa que debamos negar que somos miembros del mismo cuerpo, de la misma Iglesia. Podemos sentirnos más cerca de algunas comunidades y afirmar que nos repelen algunos planteamientos y formas de actuar de otras, pero no se puede olvidar que si de verdad estamos por el evangelio, entonces estamos en el mismo barco. Aunque quieran lanzarnos por la borda… estamos en el mismo barco. Los cristianos y cristianas que forman parte de iglesias heterosexuales, son nuestros hermanos y hermanas, y eso no debemos perderlo nunca de vista, aunque en muchos momentos nos cueste aceptarlo. Dios nos hizo a todos miembros de la misma familia, hermanos y hermanas por Jesús.

Seguro que hay otros muchos puntos que debemos tener en cuenta a la hora de construir las nuevas comunidades cristianas inclusivas, pero pienso que al menos con estos podemos empezar a considerar que es lo que estamos construyendo, donde estamos, y hacia donde queremos ir. Volver a construir unas comunidades cristianas idénticas a aquellas de las que hemos salido, sería no haber aprendido nada de la experiencia vivida, y sobre todo, y más importante, sería crear una comunidad donde en algún momento otras personas pudieran sufrir la exclusión, la negación, y el daño psicólogico, físico y espiritual que algunos de nosotras y nosotros vivimos anteriormente.

Las iglesias inclusivas no deberían ser iglesias homosexuales, sino iglesias que intentan abrirse a la vida tal y como es, y a la posibilidad de que todas las maneras de ser, pensar y amar puedan hacerla más fuerte y más creíble a la hora de transmitir el evangelio.

Carlos Osma

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“Gaza, Dios esté contigo”, por Carlos Osma

Domingo, 27 de julio de 2014
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nino-muerto-en-gazaDel blog Homoprotestantes:

Creo que soy una más de las personas que está asistiendo con perplejidad e impotencia al asesinato de cientos de palestinos indefensos por parte del ejército Israelí. Según el periódico de hoy, antes de la ofensiva terrestre de ayer noche eran 460, entre ellos 75 niños. Pero a estas horas los asesinados serán seguramente muchos más, personas anónimas que han sido obligadas a vivir durante años en condiciones inhumanas ante el silencio de gran parte de la comunidad internacional. Ahora estas víctimas por fin tienen nombre; son los “daños colaterales”.

No me propongo hacer aquí un análisis sobre el conflicto palestino-israelí, no tengo elementos suficientes para ello. Pero en este momento me posiciono al lado de los palestinos. Evidentemente condeno el terrorismo de Hamas y deseo su desaparición, pero tengo la impresión de que Hamas le viene mejor al gobierno israelí que al palestino. Una Palestina debilitada, bombardeada y pobre, es menos peligrosa. Y no sólo eso, sino que la multitud de extremistas que surgirán dispuestos a vengar la muerte de sus seres queridos, permitirá seguir justificando la política terrorista de Israel.

¿Es un conflicto de religión como algunos nos quieren hacer creer? Yo diría que no, aunque me sorprende que desde algunos entornos cristianos, influenciados por las iglesias conservadoras norteamericanas, se justifique al gobierno israelí. Da vergüenza ver como cierran los ojos al sufrimiento de millones de personas, mayoritariamente musulmanas, apoyándose en supuestas promesas bíblicas de restauración del Israel bíblico. Un ejemplo más de cómo la teología puede estar al servicio de los intereses del más fuerte.

Yo no podría decir que Dios está de parte del pueblo palestino, y mucho menos del israelí. Pero si de algo estoy convencido es de que Dios no se encuentra en las bombas que han caído sobre Gaza. Tampoco en los discursos que han justificado este acto terrorista, o en las instituciones que no han tenido el coraje de condenarlo. Creo en el Dios que está con el padre que ha perdido a sus hijos, con la esposa que se ha quedado sin marido, o con los niños que han sido mutilados. También confío en el trabajo de los que están socorriendo a las víctimas o trabajan para que termine este terror.

Por ellos ruego, no puedo hacer nada más. Y me gustaría hacerlo con una oración que se encuentra en el libro de los Salmos, concretamente en el capítulo 121. Los israelitas la cantaban en las peregrinaciones que hacían hacia Jerusalén con ocasión de las fiestas de Pascua, Pentecostés o Tabernáculos. Era una oración que parecía no tener nada que ver con sus duras experiencias, pero reflejaba la esperanza que albergaban en el cuidado constante de Dios.

Desde entonces muchas otras personas lo han hecho suyo mostrando su confianza en Dios ante toda circunstancia. Que este Salmo de esperanza, a pesar de la injusticia que hoy están viviendo, se haga real para todos estos hermanos y hermanas en la fe de Abraham.

Levanto mis ojos a los montes;
¿de dónde vendrá mi socorro?
Mi socorro viene del Señor,
que hizo los cielos y la tierra.
No permitirá que resbale tu pie,
Ni se dormirá el que te guarda.
He aquí, el que guarda a Gaza
no se adormecerá ni dormirá.
El Señor es tu guardián
el Señor es tu sombra a tu diestra.
El sol no te hará daño de día,
ni la luna de noche.
El Señor te guardará de todo mal;
él guardará tu vida.
El Señor guardará tu salida y tu entrada,
desde ahora y para siempre.
Amén.

Carlos Osma

Este artículo fue publicado en la Revista Lupa Protestante en Enero de 2009. Tristemente cinco años después, la historia vuelve a repetirse.

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Relación de Comunión

Domingo, 15 de junio de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

relationdecommunion

Maurice Zundel escribió páginas emocionantes sobre el corazón humano, este espacio donde la conciencia que se despierta accede en el sentido de su dignidad de su inviolabilidad, y que se revela, detrás del mí prefabricado y condicionado que lo recubre, como un espacio de pura acogida del otro, el espacio que no puede ser violado por principios autoritarios, ni siquiera divinos, sino que vive de la apertura y de la comunión con el Otro, a la imagen del Dios de Pobreza que  se desposee de él mismo perpetuamente en la relación de ofrenda que mantienen entre ellas las tres Personas de la Trinidad.

” (…) La Trinidad es la liberación de una pesadilla en la que la humanidad se debate cuando se sitúa frente a una divinidad de la que depende y a la que es sometida: ¿Por qué Él bastante más que yo? ¿ Por qué soy la criatura, y Él el Creador? ¿ Por qué, si es mi creador, me puso en esta situación de saber que yo soy su esclavo? ¿ Por qué me dio justo bastante inteligencia para comprender que dependo de Él? ¡ Hay una rebelión sorda e implacable qué sube del corazón del hombre en esta confrontación de su espíritu con esta especie de Dios que aparece en él como la apisonadora del espíritu!

En la apertura del Corazón de Dios a través del Corazón del Cristo, hay justamente esta manifestación increíble y maravillosa que Dios es Dios porque se comunica, que es Dios porque se da todo, porque el es la desapropiación infinita y eterna, porque tiene la transparencia de un niño, la transparencia en la que toda especie de apropiación es imposible, donde la mirada siempre es dirigida hacia “El Otro”, donde la personalidad, donde el yo, es sólo un altruismo puro e infinito. ¡ Allí está la gran confidencia qué resplandece en el Evangelio de Cristo! ¡ La perla del reino, es para que Dios sea este Dios!

¡Jesús, revelándonos la Trinidad, nos libró de Dios! Nos libró de este Dios pesadilla, exterior a nosotros, límite y amenaza para nosotros: ¡ nos libró de aquel Dios! Nos libró de nosotros mismos que necesariamente estábamos, y sordamente, aunque no nos atrevíamos a reconocerlo, en rebelión contra este Dios.

Con la Trinidad, entramos en el mundo de la relación. (…)

Subsistir en forma de don, subsistir como una relación con los demás otro, subsistir en una respiración pura de amor, tenemos ahí el Dios que se transparenta y se revela personalmente en Jesucristo. (…)

Lo que justamente es tan patético, y lo que nos hace sensible la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y el paso que trasciende que hay que obrar del uno al otro, es que, mientras que en el Antiguo Testamento el pecado supremo, el pecado original, es querer ser como Dios, en el Nuevo,  es esto mismo lo único que es necesario. (…)

¡ Se trata de ser como Dios! Y, en el fondo, esta intuición nietzscheana, esta voluntad de ser Dios, de no sostener a ningún Dios aparte de sí mísmo, es el bosquejo de una vocación auténtica. ¡ Pero atención! ¡ Sí, ser como Dios, pero después de haber reconocido en Dios justamente  la desapropiación infinita, la pobreza suprema, el despojo translúcido!

Si Dios es aquel Dios, si hay en nuestro corazón una espera infinita, ser como Dios, ahora esto quiere decir desapropiarnos fundamentalmente de nosotros mismos para que nuestra vida se cumpla como la suya en un don sin reserva.”

*

Maurice Zundel, “Le Problème que nous sommes“, Le Sarment, Fayard, 2000, pp 39-42

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Jesús has venido…

Viernes, 11 de abril de 2014
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Del blog de la Communion Béthanie:

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Jesús, has venido para proclamar la verdad
Y para liberar a los hombres de todo lo que los hacía esclavos.
Si permanecemos en tu palabra,
Tu espíritu de la verdad nos hará saborear
Día tras día
La gratuidad del don de Dios.

*

Christine, hermana de la Comunión Béthanie.

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Abrir el espacio de su tienda.

Miércoles, 2 de abril de 2014
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Del blog À Corps… À Coeur:

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(Crédit Photos : François Rousseau)

Los otros son como nosotros. Están en camino, tienen que hacerse, completarse, superar sus límites,  liberarse como nosotros de su yo prefabricado y nostálgico. Y no podemos vivir sin amarles. ¿Cómo amarles en libertad, en la transparencia, sin hacernos daño con sus límites y sin dañarles por los nuestros? Una vez más, debemos vaciar nuestros centros , necesitamos instalarnos en la raíz de la vida de los demás, en la raíz de su personalidad, debemos instalarnos en el cenro de su inconsciente, en espíeiru, ahí donde su vida termina su fuente en sus ojos. Y cuando los reunimos en la luz infinita, cuando creamos un espacio ilimitado a su alrededor, entonces podemos amar incondicionalmente porque los amamos en su devenir, los amamos en su futuro, los amamos en el infinito para alcanzarlos un día, al igual que nosotros mismos, si ellos y nosotros somos fieles a nuestro propósito principal.

Es en la medida en que no nos ponemos límites y les ayudamos… que la comunión entre los hombres,  que las amistades y los amores humanos pueden anudarse y eternizarse.

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Maurice Zundel

zundel

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , , , , , , ,

“La Presentación del Señor: fe sencilla”. Domingo 2 de Febrero, 4º del tiempo ordinario. Ciclo A.

Domingo, 2 de febrero de 2014
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El relato del nacimiento de Jesús es desconcertante. Según Lucas, Jesús nace en un pueblo en el que no hay sitio para acogerlo. Los pastores lo han tenido que buscar por todo Belén hasta que lo han encontrado en un lugar apartado, recostado en un pesebre, sin más testigos que sus padres.

Al parecer, Lucas siente necesidad de construir un segundo relato en el que el niño sea rescatado del anonimato para ser presentado públicamente. ¿Qué lugar más apropiado que el Templo de Jerusalén para que Jesús sea acogido solemnemente como el Mesías enviado por Dios a su pueblo?

Pero, de nuevo, el relato de Lucas va a ser desconcertante. Cuando los padres se acercan al Templo con el niño, no salen a su encuentro los sumos sacerdotes ni los demás dirigentes religiosos. Dentro de unos años, ellos serán quienes lo entregarán para ser crucificado. Jesús no encuentra acogida en esa religión segura de sí misma y olvidada del sufrimiento de los pobres.

Tampoco vienen a recibirlo los maestros de la Ley que predican sus “tradiciones humanas” en los atrios de aquel Templo. Años más tarde, rechazarán a Jesús por curar enfermos rompiendo la ley del sábado. Jesús no encuentra acogida en doctrinas y tradiciones religiosas que no ayudan a vivir una vida más digna y más sana.

Quienes acogen a Jesús y lo reconocen como Enviado de Dios son dos ancianos de fe sencilla y corazón abierto que han vivido su larga vida esperando la salvación de Dios. Sus nombres parecen sugerir que son personajes simbólicos. El anciano se llama Simeón (“El Señor ha escuchado”), la anciana se llama Ana (“Regalo”). Ellos representan a tanta gente de fe sencilla que, en todos los pueblos de todas los tiempos, viven con su confianza puesta en Dios.

Los dos pertenecen a los ambientes más sanos de Israel. Son conocidos como el “Grupo de los Pobres de Yahvé”. Son gentes que no tienen nada, solo su fe en Dios. No piensan en su fortuna ni en su bienestar. Solo esperan de Dios la “consolación” que necesita su pueblo, la “liberación” que llevan buscando generación tras generación, la “luz” que ilumine las tinieblas en que viven los pueblos de la tierra. Ahora sienten que sus esperanzas se cumplen en Jesús.

Esta fe sencilla que espera de Dios la salvación definitiva es la fe de la mayoría. Una fe poco cultivada, que se concreta casi siempre en oraciones torpes y distraídas, que se formula en expresiones poco ortodoxas, que se despierta sobre todo en momentos difíciles de apuro. Una fe que Dios no tiene ningún problema en entender y acoger.

José Antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS
Difunde la acogida sencilla de Jesús como Salvador. Pásalo.

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