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“Cuando caen las creencias: ¿Vacío o liberación? (IV)”, por Enrique Martínez Lozano

Martes, 2 de agosto de 2016
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confianza24. ¿Cómo salir del hechizo mental?

La realidad no es lo que parece. Y tampoco tenemos acceso a ella de un modo inmediato. Por lo que no es exagerado decir que “el cerebro nos engaña”, como indica el título de uno de los libros del profesor Francisco José Rubia. (En una entrevista, publicada hoy mismo (17.07.2016) por El Diario Vasco, el reconocido físico cuántico Juan Ignacio Cirac –premio Príncipe de Asturias de investigación científica, director del Instituto Max Planck de Óptica Cuántica y una de las figuras más importantes de la computación cuántica en todo el mundo– afirma que “la naturaleza es más distinta de lo que imaginamos, que lo que está más allá de nosotros tiene unas propiedades muy extrañas… Somos las sombras ⌈en alusión al mito de la caverna, de Platón⌉ y no la realidad. Vemos algo que no es directamente lo que existe”).

El engaño de la mente es doble: por un lado, porque lo que vemos no es la realidad en sí misma, sino la interpretación que de ella hacen nuestros órganos neurobiológicos; por otro, porque las formas que llegan a través de nuestros sentidos corresponden únicamente aun solo nivel o dimensión de lo real.

Lo real no es “algo” que estuviera “ahí fuera”, que nosotros pudiéramos observar desde el “otro lado”. Nosotros mismos formamos parte de esa misma y única realidad –por más que la mente se empeñe en hacernos creer lo contrario-, a la que solo percibimos –no puede ser de otro modo- a través de la mediación de nuestros sentidos y de nuestro cerebro que, sin advertirlo, la están “creando” en la forma en que llega hasta nosotros.

Si las neurociencias nos hacen ver hasta qué punto el cerebro nos engaña, la física cuántica nos lleva a reconocer el carácter multidimensional de lo real. Es decir, no solo distorsionamos la realidad que somos capaces de percibir, sino que eso que nuestra mente llama “realidad” es solo una “apariencia”, en el sentido de que se trata únicamente del nivel aparente o más superficial.

Por debajo del mismo existe el nivel cuántico de las partículas elementales y de las corrientes electromagnéticas, donde la materia se revela a sí misma como pura energía: esta es la “sustancia” del universo. Para la física moderna es claro que aquello que nos parece sólido, no lo es en absoluto.

Y son cada vez más los científicos que, desde diferentes ámbitos del saber –mecánica cuántica, astrofísica, biología–, empiezan a hablar de un “tercer nivel” de profundidad, al que nombran como “punto cero” o “campo unificado de conciencia”, que sería pura información o consciencia, como “código de instrucciones” de donde estaría brotando en permanencia, tanto el nivel cuántico como el aparente.

Para David Bohm, uno de los padres de la física cuántica, el universo es un sistema unificado de la naturaleza, en el que existen niveles más sutiles de realidad, que son los que dan origen a nuestro mundo físico. En su reconocida e influyente obra La totalidad y el orden implicado, habla de “dos niveles” de realidad: el implicado y el desplegado; este segundo sería “lo aparente”; el primero constituye la dimensión profunda y originante.

Ese nivel profundo constituiría el fondo común de todo lo real, la “sustancia última” de la realidad, la verdadera identidad de todo lo que es. Y resulta profundamente significativo que tal hipótesis científica converja con lo que, desde siempre, han afirmado sabios y místicos: lo verdaderamente real se halla más allá de la materia y de la mente, en un “vacío” o “nada” originarios, que sustenta lo que se muestra ante nuestros sentidos como realidad aparente.

En cualquier caso, lo que resulta claro, hoy también para la ciencia más rigurosa, es que las cosas no son lo que parecen. Por ello es necesario aprender a ver más allá de la mente, no porque reneguemos de ella, sino porque comprendemos que somos más que ella; es decir, no por irracionalidad, sino por una exigencia de trans-racionalidad.

Ahora bien, para superar el hechizo mental –que conduce a absolutizar lo que la mente puede percibir-, necesitamos salir del primer engaño, que condiciona todos los demás. Se trata, nada menos, que de la creencia acerca del yo. En efecto, la creencia (mental) sobre mí va a condicionar absolutamente mi modo de ver la realidad completa, a la que estaré contemplando desde una perspectiva errónea: no es extraño que todo lo que ocurra a partir de ahí lleve la marca de lo parcial y, en último término, sea engañoso.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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“Cuando caen las creencias: ¿Vacío o liberación? (III)”, por Enrique Martínez Lozano

Sábado, 30 de julio de 2016
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confianza23. Salir del relativismo… y del absolutismo

El destino de las creencias no parece que pueda ser otro que el de su disolución. O, al menos, la comprensión de que únicamente son válidas en el nivel mental. Pero, dado que la mente no puede atrapar sino aquello que es objeto, las creencias –construidas por ella- nunca podrán contener la verdad de lo que es. Esta simple comprensión permite reconocer cualquier creencia como lo que, en realidad, es: una construcción mental que, en el mejor de los casos, “apunta” hacia la verdad que no puede ser pensada.

Al caer las creencias, se hace presente la crisis. Y entonces, cuando se vive la sensación de que peligra la propia seguridad –que se había apoyado en las creencias-, suelen aparecer diferentes mecanismos de defensa, que se activan ante cualquier sensación de peligro, y que van desde el integrismo hasta el cinismo.

En algunos casos, al ver cuestionadas sus creencias, la persona puede adoptar una actitud integrista, atrincherándose en sus propios puntos de vista y rechazando del modo más radical todo aquello que sea fuente de cuestionamiento. En el extremo opuesto, puede haber quien, al descubrir el carácter relativo de aquellas creencias a las que había atribuido un valor absoluto, decepcionado y frustrado, opte por el escepticismo o el cinismo más amargo.

La psicología, apoyada en investigaciones neurocientíficas recientes, sabe que nuestra mente es reacia al cambio. La llamada disonancia cognitiva –que se dispara cuando una nueva idea pone en cuestión alguna creencia previamente arraigada- produce un estado de malestar, marcado por la ansiedad, que hace que la persona tienda espontáneamente a descartar todo aquello que ponga en cuestión su sistema de creencias.

Sin embargo, entre el integrismo y el cinismo, entre el absolutismo dogmático y el relativismo, cabe otra actitud más adecuada, porque parece que hace más justicia a lo real. Me refiero a la relatividad.

El relativismo niega toda posibilidad de acceso a la verdad. Más aún, sostiene que, en rigor, todo depende de la perspectiva que se adopte. Su consecuencia no puede ser otra que el vacío, el sinsentido y el nihilismo más radical. Su error de base: el supuesto apriorístico que niega la verdad y la posibilidad de acceso a la misma.

Por su parte, el absolutismo dogmático identifica la verdad con su propia creencia. Su consecuencia no es menos nefasta que la anterior: absolutiza lo relativo y condena a quien discrepa. La actitud absolutista o dogmática suele esconder inseguridad, por lo que le resulta difícil convivir con la discrepancia. Por esa razón, lleva mal el pluralismo, al que, con frecuencia erróneamente denunciará como “relativista”. Su error de base: el empobrecimiento que supone reducir la verdad a una construcción mental.

Entre ambos extremos, parece abrirse paso la comprensión de que todo conocimiento humano es situado –dentro de las coordenadas espaciotemporales- y, por ello mismo, relativo, es decir, relacional: dice relación a un tiempo y a un espacio. Dicho más brevemente: entre el relativismo (nihilismo) y el absolutismo dogmático, que tanta confusión y sufrimiento han generado y siguen generando, parece innegable que la relatividad es el modo humano de conocer.

Tal reconocimiento hace posible el más genuino pluralismo –en el que el pensamiento dogmático se siente profundamente incómodo-, a la vez que no niega la verdad profunda de todo lo que es. Nos advierte solo de algo elemental, que me atrevería a formular en estas proposiciones:

todo pensamiento es condicionado (situado, relativo);

la mente no puede contener la verdad;

la mente solo puede operar con objetos (materiales o mentales);

hay más realidad que aquella que la mente puede atrapar (la misma ciencia nos advierte hoy que apenas percibimos el 4% de la realidad);

la verdad es una con la realidad, no algo “añadido” desde la mente;

tenemos acceso a la verdad, en la medida en que acallamos la mente y nos descubrimos uno con lo que es (eso es la meditación o el silencio contemplativo);

todas las creencias son solo construcciones mentales, con valor únicamente en el estadio o nivel mental;

las creencias absolutizadas constituyen el mayor obstáculo para abrirse a la verdad: el “creer” –cualquiera que sea la creencia- no nos deja “ver”;

gracias al silencio del pensamiento, experimentamos que la mente no puede contener la verdad y que, sin embargo, la somos;

dado que nuestro fondo es el mismo fondo de lo Real, todos podemos decir como Jesús de Nazaret: “Yo soy la verdad”;

sin negar el valor de la mente –ni de la razón crítica-, necesitamos trascenderla para acceder a la verdad de lo que es, de lo que somos: se asume plenamente la racionalidad, pero se la trasciende.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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“Cuando caen las creencias: ¿Vacío o liberación? (II)”, por Enrique Martínez Lozano

Viernes, 29 de julio de 2016
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confianza22. Las creencias: su aportación, sus riesgos y su inconsistencia

Las creencias se presentan como fuente de seguridad personal y de cohesión del grupo (no es casualidad que la crisis de las creencias haya venido de la mano del pluralismo: cuando el dosel común se convierte en un simple paraguas). Habitualmente, la persona pone su seguridad en sus propias creencias que, compartidas, explican y refuerzan la unidad del grupo. Se entiende, desde aquí, que el grupo “persiga” a quienes las cuestionan.

En el caso de las creencias religiosas, estas son consideradas como apoyos “absolutos”, por cuanto dicen provenir nada menos que del propio Absoluto o Dios. Se presentan, por tanto, como dadoras absolutas de sentido para la vida y para la muerte.

Es significativo que el considerado primer estudio de sociología moderna –me refiero a El suicidio, del pionero Émile Durhkeim, en 1897– subrayara el hecho de que la “anomia” –ausencia de normas, carencia de referencias comunes– constituye un factor decisivo para generar una sensación de sinsentido, que podía desembocar en el suicidio.

Las creencias parecen aportar seguridad porque, nacidas en el nivel de consciencia mítico –y mantenidas en el mental–, se toman como “la verdad”, sin más. Es sabido que en el estadio mítico, la verdad se identifica con la propia creencia que, recibida de los antepasados, se cree provenir de la misma divinidad. Al fundamentarse a sí misma de este modo, la creencia otorga al creyente la sensación confortable de estar en la verdad.

Sin embargo, esa oferta de seguridad tiene un precio elevado. Entre los riesgos que encierran las creencias habría que señalar los siguientes: dogmatismo, fundamentalismo, fanatismo, intolerancia, eliminación del otro diferente… Quien se cree portador de la verdad absoluta resulta siempre peligroso. Su propia sensación de “superioridad” se reflejará inevitablemente en un comportamiento extraño que puede ir desde el paternalismo hasta el proselitismo o la imposición. Todo ello, como es obvio, se acentúa hasta el extremo cuando se alcanza una situación de poder.

Pero esos no son los únicos riesgos. Parece también innegable que la identificación con las creencias constituye el mayor obstáculo para abrirse a la verdad, por cuanto delimita un marco que impide ver más allá de lo que esté incluido en él. Por más que quiera mantener una actitud de apertura, la persona creyente no podrá evitar que su mirada se encuentre condicionada por sus propias creencias, que actuarán inevitablemente de “marco” dentro del cual mirar, y de “filtro” a través del cual ver.

Si tenemos en cuenta que se partía del supuesto previo que identificaba la creencia con la verdad, será realmente difícilmente sortear esa trampa. Y es entonces cuando se verificará en toda su hondura la verdad de la afirmación anterior: la identificación con las creencias constituye el mayor obstáculo para abrirse a la verdad.

Con todo, las creencias, en su propio modo de funcionar, muestran su inconsistencia. Basta tomar un mínimo de distancia para apreciar que únicamente se mantienen mientras existe la fe en ellas; es decir, retirada la fe o la adhesión, las creencias caen.

¿Qué valor real pueden tener y qué apoyo seguro podrían ofrecer unas creencias que, para mantenerse, necesitan la adhesión de quienes las aceptan? Ese simple cuestionamiento muestra a las claras que las creencias no se autofundamentan. Son solo construcciones mentales sin otra base real que la que cada persona quiera imaginar.

Por decirlo brevemente, el talón de Aquiles de las creencias no es otro que su incapacidad de contener la verdad. En realidad, son solo “objetos mentales”, construcciones realizadas por la mente, a las que, más tarde, la propia mente absolutiza de diversos modos (presentándolas como “reveladas por Dios”, o heredadas de los ancestros).

Sin excepción, todos los sistemas de creencias son producto de la mente. Por lo mismo, son verdad para los que creen en ellos, pero ninguno es real. Porque lo real está más allá de la mente y del lenguaje. La mente jamás podrá atraparlo ni entenderlo.

La verdad no puede ser pensada; no puede, por tanto, ser objeto de una creencia. La verdad –una con la Realidad– únicamente puede ser sida y, solo cuando se la es, se la conoce.

Afirmar que la creencia en ningún caso puede contener la verdad no significa abogar por un relativismo vulgar, en el que todo vale. Pero entre el dogmatismo y el relativismo existe una actitud que orienta adecuadamente. Sobre ella volveremos en la próxima entrega.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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“Cuando caen las creencias: ¿Vacío o liberación? (I)”, por Enrique Martínez Lozano

Jueves, 28 de julio de 2016
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confianza21. Ante la encrucijada religiosa

El término “encrucijada” evoca la apertura de varios caminos o posibilidades, y remite a la necesidad de tomar una decisión, que puede suponer acierto o error.

En principio, la encrucijada suele ponernos en estado de alerta y, con frecuencia, viene acompañada de un cierto temor.

No es extraño: su propia etimología –de “cruz”– pone de manifiesto su componente doloroso, incluso traumático en ocasiones.

Así entendida, encrucijada es sinónimo de crisis. Y puede presentarse en cualquier ámbito de la existencia humana.

Ahora bien, lo decisivo no es tanto la crisis –la encrucijada-, cuanto el modo de vivirla. Cuando este es adecuado, aquella se convierte siempre en oportunidad de vida. Y se experimenta que es condición prácticamente indispensable para el crecimiento. Porque, como dijera Carl Jung, “no es posible despertar a la consciencia sin dolor”.

La pregunta, por tanto, que resulta decisiva parece ser la siguiente: ¿Cómo o desde dónde vivir las encrucijadas?

Podría decirse que, genéricamente, solo hay dos posibilidades: desde el yo (ego) o desde la sabiduría.

Vivirlas desde el yo significa afrontarlas desde el miedo, la necesidad, el gusto, el apego, la norma o la rutina… Es sabido que el ego funciona por el mecanismo del apego (a lo que le agrada) y la aversión (hacia lo que le desagrada). Y que se mueve desde el gusto, la norma o la costumbre. Por ello, ante una encrucijada, pone en marcha aquellos modos de funcionar a los que está acostumbrado, y con los que trata, antes que nada, de fortalecerse, protegerse o defenderse. Con tales actitudes, no parece que sea este el camino para que la crisis pueda mostrarse como oportunidad de crecimiento.

Sin embargo, las encrucijadas pueden afrontarse también desde la sabiduría. Ahora bien, la sabiduría no es algo “añadido”, sino nuestra verdadera identidad. Ella sabe cómo vivirlas; pero requiere que estemos conectados a ella.

Porque la sabiduría no es una cualidad que pudiéramos tener o no tener, sino nuestro centro más íntimo; la consciencia, fuente de donde todo brota; la Inteligencia creativa: eso es lo que somos. Y solo desde ahí la encrucijada se resuelve adecuadamente.

Aunque, en rigor, no “tenemos que” resolverla; ella misma se “desenvolverá” del modo ajustado. Solo requiere que “bajemos” del estado mental (yo) al estado de presencia (consciencia), permitiendo que la Vida fluya a través nuestro.

En esta serie de textos breves, me voy a referir a la cuestión de la “encrucijada religiosa” que nos ha correspondido vivir. ¿Qué ocurre con las creencias y, en particular, las creencias religiosas, cuando empiezan a tambalearse? ¿Cómo afrontar sabiamente esa encrucijada que, en mi opinión, constituye una característica de nuestro momento histórico? ¿Cómo afrontar la crisis de las creencias que tal vez en algún momento creímos que nos otorgaban plena seguridad?

En entregas sucesivas, trataré de desarrollar la respuesta en varios puntos:

· Creencias: su aportación, sus riesgos y su inconsistencia.

· Salir del absolutismo y del relativismo

· ¿Qué son en realidad las creencias?

· ¿Cómo salir del hechizo mental?

· Cuando caen las creencias, ¿qué queda? Los mapas y el territorio.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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“Llevar el agua moviendo las caderas”, por Carlos Osma

Sábado, 18 de junio de 2016
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yanis-marshall-1De su blog Homoprotestantes:

No siempre podemos vivir en una zona de confort, predicando a quienes nos aplauden digamos lo que digamos, hay veces que las circunstancias nos empujan a llevar hasta las últimas consecuencias aquello por lo que decimos luchar. Es cierto que podemos resistirnos a ese empuje, o más aún, hemos de reconocer que en más de una ocasión lo hemos hecho. Pero es que se vive tan cómodo siendo un predicador de mensajes que no hacen daño a nadie, que cuesta tirar por la borda nuestra imagen de cristianos progresistas que en el fondo sólo trabajan por mantener el status quo.

Jesús en sus últimos días de vida, se dirigió de Galilea a Jerusalén, de un lugar en el que era percibido como un soñador o un charlatán incómodo, a otro en el que su mensaje chocaba directamente con el poder religioso. Decidió jugársela conscientemente, enfrentarse a quienes de verdad estaban en contra de la justicia y del Reino. Y lo hizo entrando en el Templo, volcando las mesas de los vendedores y gritando que aquella casa de oración la habían convertido en una cueva de ladrones [1]. Una acción que a la postre le llevaría a la cruz.

Salvando todas las distancias, los cristianos lgtbi sabemos muy bien lo que significa que unos ladrones se hayan apoderado de nuestros templos, de la teología e incluso del nombre de Dios. Desde esos lugares de poder venden seguridad, consuelo y sensación de pertenencia, a cambio de dignidad, libertad o dinero. La mayoría accede al chantaje, al fin y al cabo no es a Dios a quien buscan en el templo, sino la satisfacción de su necesidad de aceptación. Y quienes se atreven a denunciar estas prácticas “sagradas”, o afirmar que la casa de Dios es para todas las naciones y no sólo para quienes están al servició del dios heterosexual que diviniza a sus adoradores, son directamente condenados a muerte. Una muerte que en nuestro contexto cristiano occidental se traduce en la negación o el vacío más absoluto. Sin embargo, quienes como Jesús están decididos a no perder su vida en manos de los usurpadores de la verdad absoluta, salen lo antes posible de sus templos buscando un lugar seguro.

Para Jesús ese lugar fue la casa de Simón el leproso en Betania, una casa de inmundicia. Sorprende que el maestro no se acercase hasta allí para curar a quien los sacerdotes habían declarado impuro, sino para sentarse a su mesa. No se comportó como quienes huyen de un apestado al que los dioses caprichosos han decidido marcar como peligroso para el resto de la comunidad. La casa de Simón el leproso, formaba parte de la comunidad alternativa de Jesús, un lugar donde se podía ver de forma incipiente la irrupción del Reino de Dios, y donde los considerados últimos eran los primeros. Y justo en aquel lugar, una mujer se atrevió a derramar un perfume sobre la cabeza de Jesús mientras el resto de invitados se indignaba porque el frasco de perfume era muy caro, y podía haberse vendido para entregar el dinero a los pobres [2]. O al menos esa fue la excusa que dieron los puritanos de la casa impura para mostrar su indignación por la libertad con la que una mujer se atrevió a expresar su amor por Jesús y anunciar su muerte.

Nuestras comunidades inclusivas son también lugares de inmundicia alejados del poder de los hombres y las mujeres de bien. Lugares a los que los justos no se acercan por miedo a ser marcados como impuros, pero donde Jesús se refugia del peligro que representan los grandes defensores de la voluntad de Dios. Jesús sólo tiene posibilidad de vivir sentándose a la mesa de los excluidos, de los defectuosos a ojos de quienes se consideran perfectos. Y allí, las últimas, anuncian la necesidad de pasar por la cruz, de crucificar nuestros mesías, para entender exactamente que significa eso del Reino. Y justo cuando ese anuncio se hace presente, en las comunidades donde se predica la inclusividad total, hay impuros que quieren seguir viviendo atados a las teologías del Templo. La libertad que ofrece ser rechazado y excluido, pone nerviosos a quienes no han podido desprenderse todavía de una mentalidad opresiva que tratan de imponer a los demás. La inclusividad es imposible cuando se tiene el alma aferrada al dios del Templo, cuando se está preocupado por el precio que tiene cada uno de nuestros comportamientos. En las nuevas comunidades inclusivas, en las casas donde los impuros se sientan con Jesús a la mesa, sobran los tenderetes donde vender frascos de perfumes para sacar algunas monedas que nos hagan parecer buenos a ojos de los demás. Desde el Templo jamás nos verán como puros, porque no lo somos. ¿Para que gastar energías en intentar satisfacerles? ¿Para qué seguir pagando el precio de parecer decentes y aceptables? En la casa de Simón el leproso, no hay personas ejemplares, sólo seres humanos que han encontrado en el mensaje de Jesús una manera liberadora para entenderse a si mismos, entender al prójimo y acercarse a Dios.

Antes de que finalmente Jesús fuese apresado, torturado y asesinado; quiso cenar con sus discípulos en Jerusalén para celebrar la Pascua. Jesús, que por seguridad seguía fuera de la ciudad, envió a dos de sus discípulos para que preparasen una cena que, a la postre, se convertiría para los cristianos en el símbolo del sacrificio de Jesús. Para que sus enviados encontrasen el lugar donde se tenía que celebrar la cena, les dijo: “Id a la ciudad, y os saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo, y donde entre decid al señor de la casa: -El maestro dice:¿Dónde está el aposento donde he de comer la Pascua con mis discípulos? Entonces él os mostrará un gran aposento alto ya dispuesto. Haced allí los preparativos para nosotros [3]”. Llama la atención que la persona que llevó a los discípulos hasta el lugar donde debía celebrarse la última cena fuese un hombre que transportaba un cántaro de agua, una actividad que hacían las mujeres de aquel tiempo.

En su libro “Cuerpos abyectos [4]el teólogo Manuel Villalobos nos cuenta la historia de Nachito el Machito, un niño delicado y refinado que vivía en una tierra de “machos”. En aquel lugar las mujeres eran las encargadas de llevar el cántaro hasta la fuente para conseguir agua, y cuando por cualquier razón eran ellos quienes tenían que hacerlo, unían dos botes a un trozo de madera. Jamás con un cántaro como las mujeres. Pero Nachito el Machito descubrió que le gustaba ir hasta la fuente con el cántaro en su cabeza mientras se contoneaba “como una mujer”. Hasta que su tío se enteró, y muy ofendido por el comportamiento de Nachito, fue hasta dónde éste estaba, le golpeó y rompió su cántaro mientras le gritaba que no toleraba esas mariconerías.

La comunidad de Mateo, como el tío de Nachito, tampoco toleraba mariconerías. Quizás fue por eso que al contar la historia del envío de los discípulos de Jesús para preparar la cena de Pascua, el intermediario que les llevó hasta la casa ya no transportaba un cántaro, y además se había convertido en el dueño de la casa. Los intermediarios hasta la Cena del Señor deben parecer aceptables, nada maricones, y tienen que ejercer el rol de poseer, no de poder ser poseídos. Es verdad que la comunidad de Mateo no excluye al maricón del cántaro totalmente, el trato para poder permanecer en ella es comportarse como “un hombre”, pagar el precio de ser aceptable.

Supongo que quienes quieren ser dueños de algo, o no ser excluidos de comunidades tolerantes que dicen ser inclusivas, están dispuestos a venderse y esconder sus mariconerías. Seguro que con los beneficios obtenidos podrán después ayudar a los pobres. Pero existen comunidades inclusivas como las del evangelio de Marcos que entienden que la única manera de acercarse a la mesa del Señor junto al resto de leprosos y leprosas, es seguir a un maricón con un cántaro que se niega a ser domesticado por teologías pseudoprogresistas. ¿Para qué salimos huyendo del Templo donde querían acabar con nosotros? ¿Para formar parte de comunidades donde todas y todos somos reducidos a lo tolerable? ¿O para vivir desde la realidad de quienes somos el evangelio de la gracia? El evangelio de Marcos nos da una pista importante: no se trata de imitar a quienes cumplen roles aceptables, sino de guiar moviendo nuestras caderas, soltando todas nuestras plumas, al resto de discípulos y discípulas hasta la mesa del Señor donde sólo quienes se saben indignos e indignas pueden sentarse. No nos confundamos con mensajes más o menos progresistas que vienen desde las iglesias en las que nos “perdonan la vida” porque son “buenos cristianos”. No nos vendamos por unas monedas. Somos nosotras y nosotros, junto a otras muchas personas excluidas, quienes en este momento mostramos el camino al resto de discípulos hacia una comunidad de hermanos y hermanas donde Jesús es verdaderamente el centro.

Carlos Osma

NOTAS:
[1] Mc 11, 15-19

[2] Mc 14, 3-9

[3] Mc 14,13-15

[4] Villalobos, M. “Cuerpos Abyectos en el evangelio de Marcos”. (Ediciones el Almendro. Córdoba 2015).

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Relación de Comunión

Domingo, 22 de mayo de 2016
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Maurice Zundel escribió páginas emocionantes sobre el corazón humano, este espacio donde la conciencia que se despierta accede en el sentido de su dignidad de su inviolabilidad, y que se revela, detrás del mí prefabricado y condicionado que lo recubre, como un espacio de pura acogida del otro, el espacio que no puede ser violado por principios autoritarios, ni siquiera divinos, sino que vive de la apertura y de la comunión con el Otro, a la imagen del Dios de Pobreza que  se desposee de él mismo perpetuamente en la relación de ofrenda que mantienen entre ellas las tres Personas de la Trinidad.

” (…) La Trinidad es la liberación de una pesadilla en la que la humanidad se debate cuando se sitúa frente a una divinidad de la que depende y a la que es sometida: ¿Por qué Él bastante más que yo? ¿ Por qué soy la criatura, y Él el Creador? ¿ Por qué, si es mi creador, me puso en esta situación de saber que yo soy su esclavo? ¿ Por qué me dio justo bastante inteligencia para comprender que dependo de Él? ¡ Hay una rebelión sorda e implacable qué sube del corazón del hombre en esta confrontación de su espíritu con esta especie de Dios que aparece en él como la apisonadora del espíritu!

En la apertura del Corazón de Dios a través del Corazón del Cristo, hay justamente esta manifestación increíble y maravillosa que Dios es Dios porque se comunica, que es Dios porque se da todo, porque el es la desapropiación infinita y eterna, porque tiene la transparencia de un niño, la transparencia en la que toda especie de apropiación es imposible, donde la mirada siempre es dirigida hacia “El Otro”, donde la personalidad, donde el yo, es sólo un altruismo puro e infinito. ¡ Allí está la gran confidencia qué resplandece en el Evangelio de Cristo! ¡ La perla del reino, es para que Dios sea este Dios!

¡Jesús, revelándonos la Trinidad, nos libró de Dios! Nos libró de este Dios pesadilla, exterior a nosotros, límite y amenaza para nosotros: ¡ nos libró de aquel Dios! Nos libró de nosotros mismos que necesariamente estábamos, y sordamente, aunque no nos atrevíamos a reconocerlo, en rebelión contra este Dios.

Con la Trinidad, entramos en el mundo de la relación. (…)

Subsistir en forma de don, subsistir como una relación con los demás otro, subsistir en una respiración pura de amor, tenemos ahí el Dios que se transparenta y se revela personalmente en Jesucristo. (…)

Lo que justamente es tan patético, y lo que nos hace sensible la diferencia entre el Antiguo y el Nuevo Testamento, y el paso que trasciende que hay que obrar del uno al otro, es que, mientras que en el Antiguo Testamento el pecado supremo, el pecado original, es querer ser como Dios, en el Nuevo,  es esto mismo lo único que es necesario. (…)

¡ Se trata de ser como Dios! Y, en el fondo, esta intuición nietzscheana, esta voluntad de ser Dios, de no sostener a ningún Dios aparte de sí mísmo, es el bosquejo de una vocación auténtica. ¡ Pero atención! ¡ Sí, ser como Dios, pero después de haber reconocido en Dios justamente  la desapropiación infinita, la pobreza suprema, el despojo translúcido!

Si Dios es aquel Dios, si hay en nuestro corazón una espera infinita, ser como Dios, ahora esto quiere decir desapropiarnos fundamentalmente de nosotros mismos para que nuestra vida se cumpla como la suya en un don sin reserva.”

*

Maurice Zundel, “Le Problème que nous sommes“, Le Sarment, Fayard, 2000, pp 39-42

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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Muchas cosas me quedan por deciros, pero no podéis cargar con ellas por ahora; cuando venga él, el Espíritu de la verdad, os guiará hasta la verdad plena. Pues lo que hable no será suyo: hablará de lo que oye y os comunicará lo que está por venir.

Él me glorificará, porque recibirá de mí lo que os irá comunicando.

Todo lo que tiene el Padre es mío. Por eso os he dicho que tomará de lo mío y os lo anunciará.”

*

Juan 16, 12-15

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Caminar con Jesús hacia la liberación – Parte 3

Lunes, 2 de mayo de 2016
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ETAPA6*

Seguimos caminando durante el tiempo pascual con un artículo de José A. Pagola que nos ofrece pautas sobre el seguimiento de Jesús como impulsor de un proceso de liberación individual y social. Se ofrece en tres partes.

Amigo liberador de la mujer

Jesús pone fin al privilegio machista de los varones judíos, que podían repudiar a sus esposas expulsándolas del hogar, y defiende el proyecto original de Dios sobre el matrimonio. Dios «los ha creado varón y mujer» a su imagen. No ha creado al varón con poder sobre la mujer. No ha creado a la mujer sometida al varón. Con esta posición, Jesús está destruyendo de raíz el fundamento del patriarcado bajo todas sus formas de control, sometimiento e imposición del varón sobre la mujer.

Dios no bendice ninguna estructura que genere dominación del varón y sumisión de la mujer. En el reino de Dios tendrán que desaparecer. Por eso, acoge Jesús en su seguimiento no solo a varones, también a mujeres. Todos son hermanos y hermanas, con igual dignidad. Desaparece la autoridad patriarcal. No llamarán a nadie Padre, solo al del cielo (Mateo 23,9). La nueva familia que se va formando en torno a Jesús es un espacio sin dominación masculina.

La verdad de Jesús nos hará libres

Hay un rasgo básico que define la libertad profética de Jesús: su voluntad de vivir en la verdad de Dios. Jesús no solo dice la verdad, sino que busca la verdad y solo la verdad de Dios que quiere un mundo más humano para todos sus hijos e hijas. Habla con autoridad porque habla desde esa verdad. No habla como los fanáticos que tratan de imponer su verdad, ni como los funcionarios que la defienden por obligación. No se siente guardián de la verdad, sino testigo.

Jesús es libre para gritar la verdad del Dios del reino. Su promesa es clara: «Si os mantenéis en mi Palabra, seréis mis discípulos, y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres» (Juan 8,31-32). Si nos mantenemos en la Palabra de Jesús, conoceremos la verdad que nos hará libres:

  • Nos liberaremos de miedos que ahogan la alegría y la creatividad en la Iglesia, nos impiden buscar con sinceridad la verdad del evangelio y nos paralizan para abrir caminos al reino de Dios.
  • Romperemos silencios. Se despertará en la Iglesia la libertad profética. Se escuchará la palabra del pueblo de Dios, enmudecida durante siglos. Los creyentes sencillos pronunciarán en voz alta palabras buenas, curadoras, consoladoras. Se escuchará no solo la palabra de quienes hablan en nombre de la institución, sino también la de quienes viven animados por el evangelio.
  • Despertaremos la esperanza. Siguiendo a Jesús, «seremos voz de los sin voz, y voz contra los que tienen demasiada voz» (Jon Sobrino). Esta voz humilde, pero libre y fuerte es más necesaria que nunca en el interior de la comunidad mundial y en el seno de la Iglesia. Esta voz puede reavivar la esperanza en la liberación final, cuando «Dios enjugará las lágrimas de nuestros ojos, y no habrá ya muerte ni habrá llanto, ni gritos ni fatigas, porque el mundo viejo habrá pasado» (Apocalipsis 21,4).

José Antonio Pagola

Fuente Grupos de Jesús

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Caminar con Jesús hacia la liberación – Parte 2

Lunes, 25 de abril de 2016
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ETAPA6*

Seguimos caminando durante el tiempo pascual con un artículo de José A. Pagola que nos ofrece pautas sobre el seguimiento de Jesús como impulsor de un proceso de liberación individual y social. Se ofrece en tres partes.

Libertad para liberar la vida

Jesús es libre, pero no para vivir cultivando obsesivamente su propia autonomía. Es libre, pero no para reclamar y ejercitar egoístamente sus propios derechos. Es libre, pero no para realizarse a sí mismo, al margen de los que sufren. La libertad de Jesús es una libertad para hacer el bien y construir un mundo más humano. Una libertad que nace de su experiencia de un Dios liberador y se orienta siempre a liberar la vida de todo lo que puede deshumanizarla y destruirla. La libertad de Jesús es una Buena Noticia para todos.

Jesús es libre para denunciar el pecado y para sentarse a comer amistosamente con los pecadores. Libre para bendecir y para maldecir, para defender a los oprimidos y para hospedarse en casa del poderoso Zaqueo. Libre para acudir en sábado a la sinagoga y para violar allí mismo la ley del descanso para curar a un enfermo. La libertad de Jesús es una libertad sumamente libre, que solo se deja guiar por el proyecto liberador del Padre, y es capaz de entregar su vida por hacerlo realidad para todos. «Nadie me quita la vida; yo la doy voluntariamente» (Juan 10,18).

Impulsor de un proceso de liberación individual y social

Cuando Jesús se acerca a los enfermos, no busca solo resolver un problema físico, sino liberar su vida sanándola desde sus raíces. Al contacto con Jesús, el enfermo recupera la confianza en el Dios, amigo de la vida; se libera de la culpa y del miedo; se reafirma en su dignidad; se siente reconciliado con la vida; liberado de la exclusión y de la mendicidad; devuelto de nuevo a la convivencia con sus seres queridos.

Al mismo tiempo, Jesús pone en marcha un proceso de curación social para caminar hacia una convivencia más sana y liberada. Pensemos en sus esfuerzos por crear unas relaciones más humanas entre personas que se respeten más, se comprendan mejor y se perdonen sin condiciones (Mateo 5,21-26; 7,15; 18,21-22). Sus llamadas a una vida liberada de la esclavitud del dinero y la obsesión por las cosas (Mateo 6,21; 6,24). Su empeño en liberar a todos del miedo para vivir desde la confianza absoluta en el Padre (Mateo 10,30-31; 6,25-34). Su ofrecimiento del perdón a personas hundidas en el fracaso moral y la ruptura interior (Marcos 2,1-12; Lucas 7,36-50; Juan 8,1-11).

Hemos de destacar el esfuerzo de Jesús por curar la religión liberándola de tantos comportamientos patológicos de raíz religiosa (legalismo, hipocresía, rigorismo, culto vacío de justicia y de amor). Jesús fue un gran curador de la religión: libera de miedos religiosos, no los introduce; hace crecer la libertad, no las servidumbres; atrae hacia el amor de Dios, no hacia la ley; despierta la compasión, no el resentimiento.

José Antonio Pagola

Fuente Grupos de Jesús

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“Mejores son tus amores que el vino”, por Carlos Osma

Jueves, 21 de abril de 2016
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FUERTECOMOLAMUERTEESELAMORDe su blog Homoprotestantes:

El libro del Cantar de los Cantares es una joya incómoda dentro de la Biblia, su inclusión dentro del Canon generó más discusiones y enfrentamientos que el actual debate sobre la inclusión de las personas LGTBI dentro de la Iglesia. Quizás sea por eso que nos encanta, que le tenemos cariño, que lo consideramos uno de los libros “más nuestros”, más Queer, y por tanto más frescos y transgresores. “Mi amado es mío y yo soy suyo”, y por mucho que se les atragante a algunas y algunos, abrimos bien la boca para decir: “A su sombra deseada me siento y su fruto me es dulce al paladar”.

Intentos de domesticar y adecentar el Cantar ha habido siempre, quizás el más burdo e infantil lo encontramos todavía en algunas traducciones como la Reina-Valera 1995 donde a los amantes se les etiqueta como esposo y esposa. Y es que no es decente eso de que una joven Sulamita se lleve al amado a la habitaciones de su madre, y le invite a comer lo frutos exquisitos de su jardín sin antes haber pasado por el altar. El precio que tuvo que pagar el cantar para ser aceptado como un libro tan inspirado como los demás, fue el de la obligatoriedad de ser interpretado alegóricamente. Y de interpretaciones alegóricas y absurdas sobre nuestros deseos y afectos sabemos mucho las personas LGTBI. Tras relaciones que nuestro entorno etiquetaba como “amigos como hermanos”, “solteronas que comparten piso”, “compañeros de seminario” o “primas inseparables”; se escondían dulces caricias, besos que saben a miel, ropas que caían al suelo, y pasión en lugares inconfesables. Por eso el Cantar es  nuestro, porque habla de nuestra experiencia, de cómo nuestros deseos tan fuertes y reales como los del resto, fueron desdibujados o directamente borrados para que pudiésemos seguir formando parte de los entornos donde nacimos.

Si los defensores del conservadurismo heteropatriarcal más recalcitrante imponen lecturas literales y homófobas de la Biblia, en el Cantar de los Cantares se rinden a los encantos de la alegoría. Una muestra más de que son unos reprimidos sexuales en toda regla, incapaces de entender el sexo y el placer como un verdadero regalo divino. Y es que el Cantar nos habla de eso, de dos personas que quieren estar juntas,  que se buscan para disfrutar de todos los placeres posibles sin la necesidad de que la religión, la ley, la procreación, o la sociedad les dé su visto bueno. Dos personas libres y adultas que quieren disfrutan del sexo y del amor plenamente, y que saben, como todas aquellas personas que han decidido dejarse abrasar por el deseo, que la pasión es insaciable como el abismo y que ni las aguas más caudalosas pueden apagar el amor.

“Bésame con esos besos tuyos, son mejores que el vino tus caricias” le dice la Sulamita a su amado. Y nos encanta escucharle decir eso, porque el resto de mujeres que aparecen en la Biblia no dicen cosas así. La Sulamita es una de las nuestras, no es la mujer virtuosa que claudica a los roles de género que le imponen en su sociedad. No está al servicio de la procreación, de la generación de mano de obra para que la economía familiar prospere. No se somete al varón, ella es libre y habla con su amado tratándole de tú a tú; su amor se da entre iguales. Y si él no quiere pasar la noche entre sus pechos, quizás ella decida irse tras los rebaños de sus compañeros, porque es como una yegua en medio de los sementales que tiran del carro del Faraón.

Jamás he leído o escuchado a nadie insinuar que el Cantar fuera escrito por una mujer, la autoría masculina es la posición unánimemente aceptada. Pero cuando se habla de autoría se está pensando siempre en el redactor del Cantar, en la persona que recogió los distintos poemas procedentes de contextos, épocas y lugares distintos e intento componer con ellos una obra con cierta coherencia. ¿Hay en esos poemas anteriores rastros de voces que no encontramos en otros libros de la Biblia? ¿Hay huellas de deseos no normativos? ¿Podremos escuchar tras la Sulamita la voz de quienes no tienen voz en la Biblia?

La respuesta a todas esas preguntas entran en el campo de la teología-ficción, la misma teología-ficción con la que algunos respetables rabinos, y posteriormente teólogos, dijeron ver tras los enamorados al pueblo de Israel y a Yahvé, a la Iglesia y a Dios, a Cristo y la Iglesia, a Cristo y el alma, a Dios y María… Una lista inacabable de identificaciones que no se resentirá si le añadimos una más, una que esté basada en nuestra experiencia como personas LGTBI en busca de liberación. Porque hay veces que uno casi sin proponérselo, cree ver tras la amada la experiencia de muchas mujeres que vivieron oprimidas hace miles de años, mujeres a las que se intentó silenciar pero que supieron abrirse paso en un mundo patriarcal para decir que querían ser libres, que deseaban tener relaciones en pie de igualdad con el hombre al que amaban, y que no querían ser simples objetos a merced de los deseos y necesidades de su amo. Pero hay otras veces, en la que tras los versos del Cantar escuchamos la experiencia de mujeres que amaban a otras mujeres pero no pudieron nombrar lo que deseaban y fueron obligadas a vivir mintiendo bajo una máscara heterosexual para no levantar sospechas. Mujeres que con su manera descarada y atrevida de dirigirse a los hombres, se revelaron para decir que ellas no seguían la norma, que a pesar de todo, no se sometían completamente al poder heteropatriarcal.

Me resisto a ver tras la Sulamita sólo una proyección de los deseos de hombres heterosexuales, y es por eso que quizás ingenuamente intento encontrar también la voz de hombres que se pusieron en el lugar de las mujeres que habían amado para entender que sentían y cuales eran sus deseos. Hombres que se enamoraron de mujeres libres que les decían lo que pensaban, lo que les gustaba y lo que no, lo que les hacía gozar y lo que les aburría. Me niego a creer que tras los versos del Cantar no se almacena alguna de estas experiencias. Pero me parece evidente también, que hace miles de años los hombres que se enamoraban de otros hombres podían escribir versos como: “Ven, amor mío, corramos al campo a pasar la noche bajo los mirtos”. Y para poder expresar sentimientos como estos algunos tuvieron que pagar el precio de negar su identidad. Hombres que buscaron subterfugios para dejar constancia de lo que sentían, de la pasión que albergaban. Hombres que buscaron caminos de liberación y se preguntaron cómo era posible “despreciar a quien da por amor cuanto tiene”. Que buscaron por las noches en sus camas al amor de su vida, y por el día se hicieron pasar por hermanos para poder besarse y abrazarse sin que los culparan. Hombres que pidieron a sus amados que les pusieran como un sello sobre su corazón, y que reconocieron que su pasión era tan insaciable como el fuego divino.

Leer el Cantar de los Cantares es abrirse al deseo de liberación que muchos seres humanos tienen y han tenido a lo largo de la historia. El pueblo judío lee este libro en público durante la fiesta de Pésaj que recuerda su salida de Egipto, su liberación de la esclavitud por parte de Yahvé. Y para las personas LGTBI el libro del Cantar puede ser también un lugar de liberación que nos invita a expresar nuestros deseos libremente y dejar atrás los tabús para vivir y disfrutar con las personas que amamos. Porque aunque los guardias que patrullan nuestras iglesias y teologías no quieran decirnos donde está nuestro amado, aunque se atrevan a agredirnos por no seguir sus normas y leyes, el Cantar nos anima a levantarnos y gritar a quienes nos escuchan, que si encuentran a nuestro amado le digan: que estamos enfermos de amor.

Carlos Osma

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Caminar con Jesús hacia la liberación – Parte 1

Martes, 19 de abril de 2016
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ETAPA6*

Seguimos caminando durante el tiempo pascual con un artículo de José A. Pagola que nos ofrece pautas sobre el seguimiento de Jesús como impulsor de un proceso de liberación individual y social. Se ofrece en tres partes.

Jesús profeta libre y liberador

Dios no se ha encarnado en un sacerdote del templo, ocupado en cuidar la religión. Tampoco en un maestro de la ley, dedicado a defender el orden legal de Israel. Ha tomado carne en un profeta, entregado enteramente a liberar la vida. Los campesinos de Galilea ven en los gestos liberadores de Jesús y en sus palabras de fuego un hombre movido por el espíritu profético: «Un gran profeta ha surgido entre nosotros» (Marcos 1,27).

Jesús es un profeta libre. No forma parte de la estructura imperial de Roma. No pertenece a la institución religiosa del templo del templo de Jerusalén. No es ordenado ni ungido por nadie. Su autoridad no le viene de ninguna institución. No se basa en ninguna tradición. Solo obedece al Padre. Solo busca abrir caminos a un Dios que quiere un mundo nuevo, liberado de todo mal.

Jesús es un profeta liberador. Dos gritos nos descubren su proyecto liberador.

  • El primero se dirige al imperio de Roma: «Los jefes de las naciones (los romanos) las dominan como señores absolutos, y los grandes las oprimen con su poder. No ha de ser así entre vosotros»” (Mateo 20,25-26). Dios está contra todo poder opresor.
  • El segundo está dirigido a Jerusalén: «En la cátedra de Moisés se han sentado los escribas y fariseos… Atan cargas pesadas y las echan a la espalda de la gente, pero ellos ni con un dedo quieren moverlas» (Mateo 23,2-4). No ha de ser así. Dios está contra toda religión opresora.

La experiencia de un Dios libre

Jesús vive su actividad profética desde la experiencia de un Dios que es libre para abrir caminos a su proyecto de liberar el mundo de la esclavitud, la opresión y los abusos contra sus hijos e hijas. No tiene por qué seguir los caminos que le señalan los dirigentes religiosos que se cierran a toda novedad, considerándola una amenaza para el orden establecido. No tiene por qué ajustarse a las ambiciones de los poderosos que explotan sin piedad a sus pobres.

Por eso, mientras los dirigentes religiosos vinculan a Dios con su sistema religioso, y se preocupan de asegurar el culto del templo, el cumplimiento de las leyes o la observancia del sábado, Jesús pone a Dios al servicio de una vida liberada. Lo primero es el proyecto liberador del reino, no la religión; la curación de los enfermos, no el sábado; la reconciliación social, no las ofrendas que lleva cada uno hacia el altar.

Y, por eso también, Jesús pone a Dios, no al servicio de los poderosos y privilegiados, sino a favor de los pobres: los excluidos por el imperio y los olvidados por el templo. Dios no es propiedad de nadie. No pertenece a los buenos: «hace salir su sol sobre buenos y malos, y manda la lluvia sobre justos e injustos» (Mateo 5,45). No está atado a ningún templo ni lugar sagrado. No es de los sacerdotes de Jerusalén ni de los maestros de la ley. Desde cualquier lugar, todo ser humano puede elevar los ojos al cielo e invocarlo como Padre.

José Antonio Pagola

Fuente Grupos de Jesús

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Frei Betto: “El cristianismo como proyecto civilizatorio”

Viernes, 8 de abril de 2016
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cristo-cerezo-720_560x280“Jesús predicó que el ser supremo para el ser humano es el ser humano”

“El abrazo a paradigmas cartesianos no justifica que rompamos su flauta”

“En las barracas de los esclavos predicaban a Jesús crucificado para que se resignaran a sufrir”

(Frei Betto).- El Brasil es un país de matriz cristiana. Pregúntenle a un hombre o mujer del pueblo cuál es su visión del mundo y de seguro que oirá una respuesta teñida de categorías religiosas.

El cristianismo, en su versión católica, llegó a nuestro país del brazo con el proyecto colonizador portugués. Integrarse a la civilización, tal como lo entendía la península, era hacerse cristiano. Ésta fue la obsesión misionera de Anchieta: anular las convicciones religiosas de los pueblos originarios de la tierra brasilis, consideradas idólatras, para introducir el cristianismo según la teología europea occidental, en clara agresión a la cultura indígena.

Los colonizadores trajeron a los africanos como esclavos. Éstos tenían que someterse al bautismo para entrar en el infierno aquí en la Tierra, con la promesa de que, si eran dóciles a la voluntad y a los perversos caprichos de los blancos, habrían de merecer el paraíso celestial como recompensa. En las barracas de los esclavos se predicaba a Jesús crucificado para que se resignaran a los sufrimientos atroces, y en las casas-hacienda al Sagrado Corazón para que abrieran sus cofres a las obras de la Iglesia.

La flauta y la hostia consagrada

A comienzos del siglo 20 un sacerdote destinado a catequizar una aldea del Xingu quedó indignado al constatar que el ritual religioso se centraba en una flauta tocada por el chamán y cuya música establecía la conexión con el Transcendente. Encerrados en sus cuartos, las mujeres y los niños tenían prohibido asistir a la ceremonia.

Escoltado por soldados, el misionero trajo la flauta al centro de la aldea, hizo venir a las mujeres y a los niños y, ante todos, rompió el instrumento musical, rechazado como idolátrico, y predicó sobre la presencia de Dios en la hostia consagrada. Ahora bien, ¿qué impide que un grupo indígena ingrese en el templo de Candelaria, abra el sagrario, rompa las hostias consagradas y las tire al suelo? Sólo la falta de una escuela suficientemente dotada.

Fe y política

Nosotros, los occidentales, desacralizamos el mundo o, como prefiere Max Weber, lo desencantamos. Hasta el punto de decretar “la muerte de Dios”. Si abrazamos paradigmas tan cartesianos, felizmente en crisis, eso no es motivo para “romper la flauta” de los pueblos que toman en serio sus raíces religiosas.

Hoy se equivoca el Oriente por ignorar la conquista moderna de la laicidad de la política y de la autonomía recíproca entre religión y Estado. Y yerra el Occidente por “sacralizar” la economía capitalista, endiosar la “mano invisible” del mercado y desdeñar las tradiciones religiosas, pretendiendo confinarlas a los templos y a la vida privada.

Los orientales se equivocan por confesionalizar la política, como si las personas se dividiesen entre creyentes y no creyentes (o adeptos a mi fe y los demás). Cuando la línea divisoria de la población mundial es la injusticia que margina a 4 mil de los 7 mil millones de habitantes.

A su vez los occidentales caen en el grave error de pretender imponer a todos los pueblos, por la fuerza y por el dinero, su paradigma civilizatorio fundado en la acumulación de la riqueza, en el consumismo y en la propiedad privada por encima de los derechos humanos.

Un cristianismo a imagen y semejanza del capitalismo

Muchos de nosotros, presentes en esta sala de la Academia Brasileña de Letras, somos hijos e hijas del siglo 20 y nacimos en familias católicas. Fuimos bautizados y crismados, hicimos la primera comunión, aprendimos a rezar y a tenerles devoción a los santos y santas.

Ese cristianismo casaba perfectamente con la moral burguesa que divorciaba lo personal de lo social, lo privado de lo público. Era pecado el masturbarse pero no el pagar un salario injusto a la empleada doméstica recluida en la casa en un cuartucho irrespirable, desprovista de derechos laborales y obligada a desempeñar múltiples tareas. Era pecado faltar a misa los domingos, pero no el impedir a una niña negra el asistir al colegio religioso de los blancos. Era pecado tener malos pensamientos, pero no el gastar en licor en una noche lo que el mesero que servía no ganaba en tres meses de trabajo.

Como señaló Max Weber, el cristianismo dotó de espíritu al capitalismo. Hay que tener fe en la mano invisible del mercado, así como se cree en el Dios que no se ve. Hay que estar convencido de que todo depende de méritos personales, y que la pobreza es resultado de pecados capitales como la pereza y la lujuria. Hay que tener presente que son muchos los llamados pero pocos los elegidos para disfrutar, ya en la Tierra, las alegrías que el Señor promete a los escogidos en las mansiones celestiales…

No fue el cristianismo quien convirtió al imperio romano en la época de Constantino. Fueron los romanos quienes convirtieron a la Iglesia en potencia imperial. De igual modo, no fue el cristianismo quien evangelizó a Occidente sino que fue el capitalismo occidental quien lo impregnó del espíritu de usura, de individualismo, de competitividad. ¿Y qué es lo que la historia exhibe como resultado?

Todas las naciones esclavistas de la modernidad eran cristianas. Eran cristianas las naciones que promovieron el genocidio indígena en América Latina. Es cristiano el país que cometió el mayor atentado terrorista de la historia al calcinar a miles de personas con las bombas atómicas de Hiroshima y Nagasaki. Eran cristianos los gobiernos que desencadenaron las dos grandes guerras del siglo 20. Ostentaban el título de cristianas las dictaduras que, en el siglo pasado, proliferaron en América Latina, patrocinadas por la CIA. Cristianos son los países que más devastaron el medioambiente. Como son cristianos los que producen más pornografía y abastecen el narcotráfico. Y son cristianas muchas naciones, como el Brasil, en las que se torna insultante la desigualdad social.

¿De qué diablos de cristianismo estamos hablando? Ciertamente no del que reflejaría en la práctica los valores proclamados por Jesucristo.

¿Jesús vino a fundar una religión?

Fuimos educados en la idea de que Jesús vino a fundar una religión o una Iglesia. Eso no concuerda con lo que dicen los evangelios de Mateo, Marcos, Lucas y Juan, principales fuentes sobre la persona de Jesús.

En todos esos evangelios la palabra Iglesia (ecclesia, en griego) sólo aparece dos veces, y sólo en el evangelista Mateo. Y esos evangelios constatan que Jesús fue crítico severo de la religión vigente en la Palestina de su tiempo, para lo cual basta con leer el capítulo 23 de Mateo.

La expresión Reino de Dios (o reino de los cielos en Mateo) aparece más de cien veces en boca de Jesús. El teólogo Alfred Loisy decía que Jesús predicó el Reino, pero lo que llegó fue la Iglesia…

Jesús vivió, murió y resucitó en el reino de César, título dado a los primeros once emperadores romanos. Desde el año 63 antes de nuestra era Palestina estaba sometida al dominio del imperio romano. Era una simple provincia fuertemente controlada política, económica y militarmente desde Roma. Toda la actuación de Jesús se dio bajo el reinado del emperador Tiberio Claudio Nero César, que permaneció en el poder desde el año 14 al 37. La Palestina en la que vivió Jesús estaba gobernada por autoridades nombradas por Tiberio, como el gobernador Poncio Pilatos (que, curiosamente, quedó inmortalizado en el Credo cristiano) y la familia del rey Herodes. Predominaba allí una sociedad tributaria dirigida por un poder central mantenido por los impuestos cobrados al pueblo, tanto el de las comunidades rurales como el de las ciudades. Leer más…

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“La Iglesia está enferma de homofobia: necesita una terapia de conversión”. Entrevista a Krzysztof Charamsa

Jueves, 25 de febrero de 2016
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SWR_0336Entrevista realizada por Carlos Osma en su blog Homoprotestantes:

Hace algo más de cuatro meses que “salió del armario” y en tan poco espacio de tiempo ha perdido su trabajo como profesor de teología en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma, ha sido apartado de sus funciones como secretario adjunto de la Comisión Teológica Internacional y de oficial de la Congregación para la Doctrina de la Fe, ha llenado portadas de periódicos, acudido a programas de televisión y radio, e incluso se ha venido a vivir a Barcelona. ¿Cómo se siente en este momento? ¿Cómo valora lo que le ha ocurrido a niver personal?

Me siento cristianamente liberado y realizado. Yo creo que éste fue el verdadero buen “pasaje” (metanoia) de mi vida espiritual – una verdadera pascua de mi resurrección. Para mí fue también el cumplimento de mi misión como sacerdote. Paradójicamente, cuando las instituciones católicas me han impuesto la prohibición de ejercer el ministerio, en conciencia siento que justamente ahora he madurado la verdadera fidelidad a mi vocación como persona homosexual llamada por Dios a ser pastor. Es el momento de la liberación cristiana, de transparencia de mi buena y natural identidad que he ofrecido a Dios para ser sacerdote y que no puede continuar siendo negada y ofendida por mi Iglesia. Es también la liberación de las mentiras promovidas por la institución de la Iglesia sobre las minorías sexuales. Antes de mi salida del armario, en mi trabajo en el Vaticano fui obligado a decir estas mentiras, como en una dictadura irracional.

¿Cree que ha conseguido sacudir la conciencia de la Iglesia católica con su “salida del armario”? ¿O simplemente ha dado la razón a quienes ya eran conversos de la inclusividad dentro y fuera de la Iglesia?

Sobre todo he recibido muchísimos mensajes de apoyo y también de gratitud por mi “salida del armario”. Creo que la conciencia de la Iglesia y de los creyentes en el mundo necesitan estas señales. La comunidad necesita las “salidas” que mueven la conciencia. En este sentido mi coming out es algo que quiere tocar la conciencia de la Iglesia, aunque está claro que los efectos no se pueden ver de inmediato. La Iglesia católica quiere sólo eliminar el “problema” de un alto funcionario vaticano que dice una verdad incómoda. La primera reacción católica y de los ambientes homofóbicos (y no sólo católicos) fue una campaña para desacreditar y neutralizar a la persona que se libera y exige la reflexión sobre la situación de las minorías sexuales. Para tener dormida la conciencia de la Iglesia, su gente debe estigmatizar y desacreditar un gesto como el mío, concentrándose, por ejemplo, en el celibato, que en este caso es una cuestión del todo secundaria y conectada profundamente con la paranoica negación de la sana orientación sexual (el celibato está pensado en la Iglesia católica como el “armario” para los gays, y el “armario” va contra la dignidad personal, no puede ser un lugar de serenidad y de paz. A esta Iglesia le digo: primero debemos limpiar nuestra conciencia de ofensas contra los homosexuales y después hablaremos de celibato, que debe basarse en una serena aceptación de la propia identidad sexual).

El Coming out de un sacerdote es la manera de despertar la conciencia eclesial sobre el tema de la dignidad y de los derechos humanos y cristianos de las personas homosexuales, como yo, que en la Iglesia son discriminadas y odiadas. Cristianamente, el misterio y el respeto de la persona van antes de disciplinas que no son esenciales para  el servicio a la Iglesia. Pero no es así en la Iglesia católica. La Iglesia católica en este momento está paralizada por las emociones negativas de miedo anti-gay, que son emociones que bloquean el uso sereno de la razón. En esta dirección se mueve la jerarquía, el Vaticano, y una buena parte de fieles que son promovidos por el clero y gritan bastante fuerte (piensa solo en Manif pour tous o en las recientes manifestaciones católicas de Roma y en la promoción del odio contra las minorías sexuales y del desprecio a las personas LGBTIQ). Esos gritos exasperados, manipulados por la jerarquía, esconden que en realidad hay muchísimos católicos (silenciosos) que quieren la reflexión, el respeto, la inclusividad y, sobre todo, el conocimiento y la comprensión de los demás, en este caso de las personas LGBTIQ. Parece que el Papa mismo ha cerrado esta discusión, que al principio de su pontificado parecía que iba a abrir. Así, ahora en la Iglesia católica sólo pueden gritar los homófobos, que ofrecen y mantienen la imagen de la Iglesia. Al católico que no es homofobo se le acusa de ser infiel a la doctrina actual de la Iglesia, a la cual los católicos deben obedecer. Esta doctrina es en la actualidad profundamente homofóbica y prohíbe cualquier coming out a los católicos LGBTIQ, los considera personas incapaces de amar que solamente buscan sexo, establece discriminaciones precisas de homosexuales y juzga que discriminar gays en el trabajo y en la sociedad es justo; compara a las personas homosexuales con  enfermos mentales. Para darse cuenta de la realidad de la homofobia católica impuesta a todos los fieles, es muy importante leer los documentos de la Iglesia en esta materia, que ofenden la dignidad humana de las personas LGBTIQ.

Pienso que cada vez que se produce un coming out dentro la Iglesia, ésta en realidad se despierta, se inquieta, aunque los buenos frutos no se puedan ver de inmediato. El odio homofóbico en la Iglesia es demasiado fuerte y está gobernado por las oficinas vaticanas más importantes.

Leer la entrevista completa pinchando aquí

***

 

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El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido… Para dar libertad a los oprimidos

Domingo, 24 de enero de 2016
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Una llamada a la entrega, al compromiso de seguirle sólo a Él:

*
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Preguntas para subir y bajar el monte Carmelo

(A Gustavo Gutiérrez,
maestro espiritual
en los altiplanos de la Liberación,
por su itinerario latinoamericano
Beber en su propio pozo).

«Por aquí ya no hay camino».
¿Hasta dónde no lo habrá?
Si no tenemos su vino
¿la chicha no servirá?

¿Llegarán a ver el día
cuantos con nosotros van?
¿Cómo haremos compañía
si no tenemos ni pan?

¿Por dónde iréis hasta el cielo
si por la tierra no vais?
¿Para quién vais al Carmelo,
si subís y no bajáis?

¿Sanarán viejas heridas
las alcuzas de la ley?
¿Son banderas o son vidas
las batallas de este Rey?

¿Es la curia o es la calle
donde grana la misión?
Si dejáis que el Viento calle
¿qué oiréis en la oración?

Si no oís la voz del Viento
¿qué palabra llevaréis?
¿Que daréis por sacramento
si no os dais en lo que deis?

Si cedéis ante el Imperio
la Esperanza y la Verdad
¿quién proclamará el misterio
de la entera Libertad?

Si el Señor es Pan y Vino
y el Camino por do andáis,
si al andar se hace camino
¿qué caminos esperáis?

(Desde la Amazonia brasileña,
en tiempos de probación
y de invencible esperanza criolla).

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera. Sal terrae, 1986

***

En aquel tiempo, Jesús volvió a Galilea con la fuerza del Espíritu; y su fama se extendio por toda la comarca. Enseñaba en las sinagogas y todos lo alababan.

Fue a Nazaret, donde se había criado, entró en la sinagoga, como era su costumbre los sábados, y se puso en pie para hacer la lectura. Le entregaron el libro del profeta Isaías y, desenrollándolo, encontró el pasaje donde estaba escrito:

“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque él me ha ungido.

Me ha enviado para anunciar el Evangelio a los pobres, para anunciar a los cautivos la libertad, y a los ciegos la vista.

Para dar libertad a los oprimidos; para anunciar el año de gracia del Señor.”

Y, enrollando el libro, lo devolvió al que le ayudaba y se sentó. Toda la sinagoga tenía los ojos fijos en él. Y él se puso a decirles:

–  “Hoy se cumple esta Escritura que acabáis de oir.”

*

Lucas 1, 1-4; 4, 14-21

***

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“Otra lectura de Efesios 2,1-10”, por Carlos Osma

Jueves, 3 de diciembre de 2015
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fe-en-accionLeído en su blog Homoprotestantes:

Todo el texto de Efesios 2,1-10 queda sintetizado en poco más de un versículo, concretamente en las frases: “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”. Donde destacan cuatro palabras sobre las que parece pivotar toda la reflexión: gracia, salvación, fe y obras. Las interpretaciones que se hacen de este texto son diversas ya que cada una de ellas nace de una pregunta distinta, y por tanto, da prioridad a una de estas palabras sobre las otras tres.

Si nos acercamos a la experiencia de la comunidad del silgo I donde nació el texto que estamos leyendo, la pregunta que parece decisiva para el autor es: ¿Quién se salva? Si los judeocristianos afirmaban que además de la fe en Jesús era necesario formar parte del pueblo de Dios, del judaísmo, y que había que cumplir la Ley; los seguidores de Pablo, como el autor de este libro, afirmaban que Jesucristo había roto la barrera que separaba al pueblo de Israel del resto de la humanidad. Dios, mediante Jesucristo, había reconciliado al mundo con Él, por eso no hacia falta que los paganos tuvieran que hacerse judíos y cumplir todas sus leyes. En resumidas cuentas: todo el mundo podía salvarse por medio de Jesucristo.

En el siglo IV Agustín, que había rechazado en principio el cristianismo con el que su madre le había educado, había pasado gran parte de su vida dejándose llevar por sus pasiones y buscando un sentido para su existencia. En esta situación se hace la pregunta: ¿Cómo puedo salvarme? Una pregunta que en aquel momento el Pelagianismo responde diciendo que depende de lo que él haga, y el Maniqueísmo diciendo que no hace falta que haga nada que todo depende de la voluntad divina. Ante esa tesitura Agustín acaba encontrando la respuesta a su pregunta afirmando que hay un camino intermedio: Aunque el ser humano es libre, el pecado original lo limita y le impide hacer el bien, por eso es necesaria la gracia de Dios que le permite recuperar el dominio perdido sobre él mismo.

En el siglo XVI Lutero, un joven al que le acompañaba el temor a un Dios castigador buscaba también la salvación, para ello era capaz de autoflagelarse buscando la reconciliación con Dios. Las propuestas que le ofrecía su entorno para encontrar la salvación era el sufrimiento o el pago de las indulgencias que le evitarían una eternidad en el purgatorio o el infierno. Ante esta experiencia Lutero también se pregunta: ¿De qué he de salvarme? Y lo tiene muy claro, tiene que salvarse del infierno que lo atormenta, de la imposición caprichosa de la iglesia, del poder de un papa inquisitorial.

Dietrich Bonhoeffer en el siglo XX vivió en un momento en el que el nazismo se apoderó de la sociedad alemana. La iglesia evangélica alemana, a la que pertenecía, simpatizó con el nazismo y él, junto a otros cristianos y cristianas se separan y crean la Iglesia Confesante. En este contexto Bonhoeffer se pregunta: ¿Para que sirve la salvación? Y su respuesta es clara: la salvación necesita concretarse en obras que se opongan al nazismo y sean capaces de abrir espacios donde todas y todos puedan vivir, también quienes no son como yo.

Cuando una persona es capaz de leer este texto desde su experiencia, el texto puede recobrar vida. Cuando somos capaces de leer desde nuestra situación, nuestras preguntas, miedos o alegrías, el texto bíblico puede convertirse en un lugar de revelación. Es desde esta convicción que me pregunto, y os animo a preguntaros: ¿Cómo puedo relacionar en mi experiencia conceptos como gracia, salvación, fe y obras?

Salvación

¿De qué hemos de salvarnos? Si una persona jamás ha tenido necesidad de salvarse de algo, es evidente que este texto sólo lo podrá leer a nivel teórico, pero no entenderá nunca lo que se está diciendo en él.

Si la respuesta que damos parte de una experiencia personal, imagino que la mayoría de nosotros puede dar una o varias respuestas claras a esta pregunta, sólo hace falta que pensemos en los momentos en los que nos hemos sentido oprimidos, en los que nos faltaba el aire, la vida. Después, podemos analizar cuales eran las razones, los mecanismos, que producían esta situación opresiva. La salvación siempre es concreta, no teórica. La mayoría de personas LGTBI podemos decir por ejemplo que la heteronormatividad ha sido el poder que nos ha producido, y sigue produciendo, opresión y angustia, y que es sobre ella sobre la que necesitamos salvarnos.

Pero la salvación no tiene únicamente una dimensión individual, de hecho la salvación debe ser colectiva para ser real. No nos libraremos de la homofobia solos, auque se necesita de nuestra determinación, acabar con la homofobia es una tarea de todas y de todos. Y esto no ocurre sólo con la homofobia sino con cualquier opresión. Nuestra sociedad entiende a menudo la salvación como una lucha de unos contra otros, mi salvación es la opresión de otros seres humanos, mi salvación es negación de otras salvaciones. Pero cuando en el cristianismo hablamos de salvación, hablamos de la salvación de todas y de todos, para todos y para todas.

¿Para qué hemos de salvarnos? Esta es otra de las posibles preguntas. Si no queremos vivir, si estamos bien tal y como estamos ahora, cualquier mensaje sobre salvación no dejará de ser un discurso falso. Quien no es consciente de que necesita ser liberado, no busca la salvación. Muchas personas LGTBI buscan amor, aceptación, comprensión… pero no buscan salvación. Están dispuestas a aceptar la discriminación que existe en sus familias, su trabajo, su iglesia, mientras no se las rechace de una manera directa. Aceptan la homofobia porque no son capaces de creer que merecen ser salvados, merecen ser libres, merecen ser tratados como cualquier otro ser humano. Queremos la salvación para vivir con dignidad.

Gracia

La gracia es un acto de amor de Dios hacia nosotros que muestra su inequívoca voluntad de salvarnos. No son nuestros méritos, buenos o malos, los que justifican la voluntad divina de salvarnos. La gracia muestra el trato misericordioso de Dios hacia nosotros no por lo que valemos o por lo que hacemos, sino por el amor incondicional de Dios hacia nosotros.

Los evangelios hablan de esta gracia de Dios manifestada en Jesucristo. Cuando la gente que necesitaba salvación se acercaba a Jesús para pedírsela, él les liberaba, les daba vida. Nunca era una acción legal que valoraba los méritos de la persona oprimida. Era por misericordia, por pura gracia.

La gracia nos habla de un Dios que no quiere nuestro sufrimiento. No tienen sentido las teologías que predican el sufrimiento, tampoco el aceptar resignadamente la opresión. Quienes nos piden en nombre de Dios que entendamos la homofobia, que aceptemos la homofobia de baja intensidad, no nos está hablando del Dios de la gracia. La gracia nos muestra a un Dios que sufre con nosotros y que está decidido a liberarnos. Nuestra fe, para ser fe cristiana, no puede estar puesta en un Dios castigador o defensor de la opresión, sino en un Dios que tiene la firme voluntad de liberarnos y de salvarnos.

Nuestra esperanza es vivir plenamente, y para eso hemos de denunciar y no aceptar todo aquello que nos resta, que nos limita. Quien nos pida aceptar la opresión, cualquier opresión, en nombre de Dios, no nos está hablando del Dios de la gracia.

Fe y obras

Muchas veces se ha percibido estas dos palabras como antagónicas: ¿Nos salvamos por fe o por obras? El autor de Efesios no está hablando con esta lógica, cuando hablaba de obras se refería a la Ley que los judíos seguían. Eran el pueblo escogido y tenían que ser fieles a la voluntad divina que se reflejaba en la Ley que Dios les había dado. Por esta razón cuando los paganos se convertían al cristianismo (todavía dentro del judaísmo), hubo una tensión. ¿Tenían que cumplir la Ley o no? Pablo y sus discípulos pensaban que no, y esa es la reflexión que encontramos en el libro de Efesios. Aquí no se está negando la importancia de la Ley, pero se está diciendo que lo que rompe cualquier barrera entre judíos y paganos es la fe en Jesucristo.

Hay muchas leyes buenas, tenemos criterios útiles para distinguir lo que es bueno y lo que no lo es, muchas veces criterios basados en el texto bíblico, otras en lo que nuestra sociedad ha ido aprendiendo a lo largo de su historia. Pero por encima de todo eso está la fe en aquel que quiere nuestra salvación. Una fe que no se basa en la creencia o afirmación de unas teologías determinadas, o unos planteamientos políticos o sociales, sino en poner la esperanza en un Dios que quiere salvarnos a todos. Y para eso tenemos que trabajar, tenemos que movernos y arriesgar, como todo el mundo que de verdad quería ser liberado ha hecho a lo largo de la historia.

En la Biblia la fe no es algo intelectual, es una forma de vida, una manera de moverse por ella. Recordad que “gracias a la fe Abraham obedeció y se fue hacia el país que tenía que recibir en herencia… gracias a la fe Moisés abandonó el país de Egipto sin temor a la indignación del rey… gracias a la fe, Rahab la prostituta, que acogió en paz a los exploradores, no murió con los que se negaron a creer…”

Cada uno ha de buscar formas y caminos que le permitan liberarse y liberar a los demás. Como comunidad cristiana también lo hemos de hacer. Es nuestra responsabilidad, lo que se espera de nosotros. No hay soluciones fáciles ni mágicas.

A modo de conclusión

No todas las salvaciones que esperamos llegaran pronto, pero la gracia de Dios nos acompaña, su voluntad de liberarnos. Si tenemos fe, si nos movemos no por la ley, o la tradición, o la verdad, sino con la determinación de acabar con todo aquello que nos oprime a nosotros, y también a los que están a nuestro lado; entonces podremos sentir en nuestra vida que tiene sentido el texto que hemos leído: “porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no es de vosotros, pues es don de Dios. No por obras, para que nadie se gloríe”. La salvación definitiva de Dios se puede ver, se percibe cada día a nuestro alrededor, por la fe de las personas que han decidido no dejarse vencer por la opresión. Sea esta del tipo que sea.

Carlos Osma

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Sea sólo Adviento

Domingo, 29 de noviembre de 2015
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flores

Adviento,
otra vez Adviento,
sea siempre Adviento,
sea sólo Adviento
el Tiempo. 

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera. Sal Terrae, 1986

***

Pregón de Adviento

Os anuncio que comienza Adviento.
Alzad la vista,
Restregaos los ojos,
Otead el horizonte,
Daos cuenta del momento.
Aguzad el oído.
Captad los gritos y susurros,
El viento,
La vida…

Estad alerta y escuchad.
Lleno de esperanza grita Isaías:
“Caminemos a la luz del Señor”.
Con esperanza pregona Juan Bautista:
“Convertíos, porque ya llega el reino de Dios”.
Con la esperanza de todos los pobres de Israel,
De todos los pobres del mundo,
Susurra María su palabra de acogida:
“Hágase en mí según tu palabra”.

Alegraos,
Saltad de júbilo.
Poneos vuestro mejor traje.
Perfumaos con perfumes caros.
¡Que se note!
Viene Dios.
Avivad alegría, paz y esperanza.
Preparad el camino.
Ya llega nuestro Salvador.
Viene Dios…
Y está a la puerta.
¡Despertad a la vida!

*

F. Ulibarri

***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.

Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.”

*

Lucas 21, 25-28. 34-36

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“Estad siempre despiertos”. 1 Adviento – C (Lucas 21,25-28.34-36)

Domingo, 29 de noviembre de 2015
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01_adviento_CLos discursos apocalípticos recogidos en los evangelios reflejan los miedos y la incertidumbre de aquellas primeras comunidades cristianas, frágiles y vulnerables, que vivían en medio del vasto Imperio romano, entre conflictos y persecuciones, con un futuro incierto, sin saber cuándo llegaría Jesús, su amado Señor.

También las exhortaciones de esos discursos representan, en buena parte, las exhortaciones que se hacían unos a otros, aquellos cristianos, recordando el mensaje de Jesús. Esa llamada a vivir despiertos cuidando la oración y la confianza es un rasgo original y característico de su Evangelio y de su oración.

Por eso, las palabras que escuchamos hoy, después de muchos siglos, no están dirigidas a otros destinatarios. Son llamadas que hemos de escuchar los que vivimos ahora en la Iglesia de Jesús, en medio de las dificultades e incertidumbres de estos tiempos.

La Iglesia actual marcha a veces como una anciana «encorvada» por el peso de los siglos, las luchas y trabajos del pasado. «Con la cabeza baja», consciente de sus errores y pecados, sin poder mostrar con orgullo la gloria y el poder de otros tiempos.

Es el momento de escuchar la llamada que Jesús nos hace a todos.

«Levantaos», animaos unos a otros. «Alzad la cabeza» con confianza. No miréis al futuro solo desde vuestros cálculos y previsiones. «Se acerca vuestra liberación». Un día ya no viviréis encorvados, oprimidos ni tentados por el desaliento. Jesucristo es vuestro Liberador.

Pero hay maneras de vivir que impiden a muchos caminar con la cabeza levantada confiando en esa liberación definitiva. Por eso, «tened cuidado de que no se os embote la mente». No os acostumbréis a vivir con un corazón insensible y endurecido, buscando llenar vuestra vida de bienestar y placer, de espaldas al Padre del Cielo y a sus hijos que sufren en la tierra. Ese estilo de vida os hará cada vez menos humanos.

«Estad siempre despiertos». Despertad la fe en vuestras comunidades. Estad más atentos a mi Evangelio. Cuidad mejor mi presencia en medio de vosotros. No seáis comunidades dormidas. Vivid «pidiendo fuerza». ¿Cómo seguiremos los pasos de Jesús si el Padre no nos sostiene? ¿Cómo podremos «mantenernos en pie ante el Hijo del Hombre»?

José Antonio Pagola

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“Se acerca vuestra liberación”. Domingo 29 de noviembre de 2015. Primer Domingo de Adviento (Comienza el ciclo C)

Domingo, 29 de noviembre de 2015
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01-advientoC1Leído en Koinonia:

Jeremías 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo.
Salmo responsorial: 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14: A ti, Señor, levanto mi alma.
1Tesalonicenses 3, 12-4, 2: Que el Señor os fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva.
Lucas 21, 25-28. 34-36: Se acerca vuestra liberación.

Este primer domingo de adviento sirve de puente entre el tiempo ordinario y el tiempo de adviento. El tiempo ordinario termina reflexionando sobre la segunda venida de Jesús, sobre los acontecimientos del fin de los tiempos. En esta medida el primer domingo del adviento se inaugura con el tema del final de los tiempos, y nos va a introducir en el tiempo de la espera y de la esperanza, el tiempo de adviento.

La lectura del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. El pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su situación. Jeremías dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se construirán de nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a pastar. Es esos días el Señor hará brotar en rey justo, no como los reyes que los llevaron al destierro, el cual será llamado «Dios es nuestra justicia». Vendrá un rey justo a restaurar al pueblo de Israel.

El salmo responsorial expresará que esa esperanza que leemos en la primera lectura, no quedará defraudada, pues quien espera y quien es fiel al Señor no queda defraudado. Yahvé siempre lleva al cumplimiento su palabra. Por esta razón el salmo enfatiza la idea de Jeremías, el rey de justicia que esperamos sí llegará. Ese rey esperado es para nosotros los cristianos, Jesús el señor.

El Segundo Testamento a partir de la novedad de Jesús nos introducirá en otro tipo de espera y esperanza. Supone claramente que el rey esperado del Primer Testamento es Jesús, pero abre la puerta a una espera en el esperado, hacia el final de los tiempos. Jesús vino en humildad, como el campesino de Nazaret que fue obediente al Padre, y que por esa obediencia fue muerto y resucitado. Pero al final de los tiempos, él regresará a manifestar su gloria. Por eso en la carta de los Tesalonicenses, Pablo exhorta a la comunidad a mantenerse fieles a Jesús y prepararse para esa segunda venida. El evangelio de Lucas describe de manera metafórica, los acontecimientos que precederían a esa segunda venida de Jesús. Por este acontecimiento final es que Lucas invita a los hermanos y hermanas a mantenerse fieles y vigilantes para mantenerse en pie (fieles) ante el Hijo del Hombre.

El texto del evangelio de hoy es un texto difícil: la liberación llega. En los versículos anteriores Lucas nos hablaba del asedio a Jerusalén (21,20-23). Ahora, alude a la segunda venida de Jesús: es decir a lo que llamamos la parusía. El discurso de Jesús es apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo (apocalipsis no significa catástrofe, como tendemos a pensar, sino revelación), y nosotros tenemos que releer esas señales del mundo natural en el mundo de la historia, que es el lugar en que el Espíritu se manifiesta. La segunda venida del Señor revelará la historia a sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. Todos llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).

En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración… de tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso -del amor de Dios y su justicia- en el corazón del ser humano.

El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia. La actitud de vigilancia a que nos lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz.

Por eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los vicios y de los ídolos de la vida (la conversión), para hacernos dóciles al Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno. Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con una Esperanza viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos precarios que hoy envuelven esas promesas. La esperanza es una memoria que tiende a olvidarse, se nutre con la oración, nos adhiere a las promesas de la fe y nos inspira, cada día, la búsqueda de sus huellas en las señales del tiempo. La Esperanza cristiana se hace por nuestra entrega a trabajar para que las promesas se verifiquen en nuestras vidas.

El adviento es tiempo de preparación de espera. Jesús cumplió las promesas del Antiguo Testamento con su vida y predicación. No esperamos su nuevo nacimiento. Esperamos que él vuelva a juzgar la creación. Es ese momento el que esperamos, y para ese momento en que creemos que la justicia, que la igualdad, que la solidaridad se impondrán.

El evangelio de este domingo no está dramatizado en la serie radiofónica «Un tal Jesús».

La serie «Otro Dios es posible» contiene dos «entrevistas a Jesús de Nazaret, en su segunda venida a la Tierra», en las que comenta estas páginas apocalípticas de los evangelios: las entrevistas nº 88 y 89. Se puede escuchar o recoger el audio, leer o recoger el guión y unos sustanciosos comentarios complementarios en radialistas.net [http://radialistas.net/category/otro-dios-es-posible/?page=6]

Para la revisión de vida

Dos esperas han marcado la historia de nuestra fe desde nuestro padre Abraham hasta nuestros días. La primera espera, la espera del AT, es la espera del Mesías, del rey que restauraría el esplendor del pueblo de Israel, una vez destruido por Asiria y Babilonia. Para que este Mesías apareciera era necesario una vida transparente, el cumplimiento de la alianza del pueblo con Yahvé, fidelidad a Dios, en último término. Esa espera llegó a su cumplimiento en Jesús de Nazaret.

La segunda espera, la espera del NT, es la espera de la parusía, del retorno del señor en gloria para reinar sobre su pueblo, cuando el sea todo en todos y en todo. Esta Parusía esta asociada a la idea del juicio universal de las naciones: El Señor vendrá a juzgar. Esa escatología inminente fue lo que en la Iglesia primitiva dio pie para enfatizar en la preparación moral para ese momento.

Nosotros hoy continuamos expectantes esperanzados esperando la Parusía. Seguimos de camino. Preguntémoslos:

En las situaciones de muerte que vive el mundo (guerras, epidemias, hambre, injusticia, crisis económica que descarga su crueldad sobre quienes no provocaron la crisis) ¿nos preguntamos por el sentido de la vida y de nuestra existencia?

¿Qué interpretación hacemos de estas tragedias como signos apocalípticos o como situaciones de injusticia que merecen ser rechazadas?
En mi vida personal, en medio de la situación de crisis del mundo actual, ¿cuál es el ideal que me anima a continuar luchando hacia el futuro?

Para la reunión de grupo

– ¿Qué signos de esperanza y de desesperanza da esta sociedad actual “realista”, sin utopías, desencantada, anestesiada por la proclamación del “final de la historia”…?

– Se dice que, “con la caída del muro de Berlín, lo que se produjo en la sociedad fue el abandono de la concepción utópico-histórica de la política”; en la sociedad post-moderna ya no se toma la historia como un camino hacia la «transformación de la sociedad», ya no hay lugar para los mesianismos ni para las utopías… La sociedad se hizo “pragmática”, “realista”. La mística utópica y la esperanza apasionada de una renovación del mundo parecen cosas de otros tiempos… ¿Qué papel tendríamos los cristianos en esta época sin esperanzas mesiánicas ni liberadoras? ¿Qué sería la esperanza en un contexto sociocultural como éste? ¿Somos testigos de esperanza?

– Qué pueden significar los signos apocalípticos que utiliza el evangelio (señales en el sol, la luna y los astros, rugido del mar, amenaza de la llegada imprevista…)

– ¿En qué sentido el fin del mundo (y/o de nuestra propia vida) es la “venida del Señor Jesús”?

Para la oración de los fieles

– Para que las comunidades cristianas vivan intensamente el adviento como preparación a la navidad y como tiempo dedicado más intensamente a alimentar la esperanza del mundo y la propia nuestra, roguemos al Señor….

– Por todos los que lloran y se desesperan ante la muerte, para que encuentren sus vidas el coraje de la esperanza…

– Por todas las personas que por edad, enfermedad o cualquier otra circunstancia sienten la proximidad de su final; para que comprendan esa situación como una gracia, un don, una oportunidad para alcanzar la plenitud de sus vidas…

– Por todas las otras personas, especialmente jóvenes, que viven de espaldas a la realidad de la muerte y de la finitud de nuestras vidas; para que abandonen toda enajenación y vivan todos los días conscientes de las dimensiones reales de la vida humana…

– Por la esperanza de los pobres, los dos tercios del mundo, los mil millones de personas que viven con un dólar diario, los 2.600 millones de personas (el 40% de la humanidad) sin empleo (datos del Informe del PNUD 2007-2008, cap. 1); el 20% más pobre de la población mundial recibe el 1’4% del producto mundial; para que por nuestro compromiso decidido por la transformación del mundo seamos adviento, esperanza, buena noticia para estos hermanos y hermanas nuestros…

– Para que los teólogos cristianos reelaboren y reformulen las verdades eternas y la fe en el más allá de la muerte con un lenguaje más adecuado al hombre y la mujer de hoy…

Oración comunitaria

Oh Dios, Madre y Padre, Fuerza y Origen, Fundamento misterioso del Ser, que llamas a la existencia y siembras los impulsos y los brotes, e suscitas siempre la creatividad gratuita. Al comenzar este nuevo Adviento acoge nuestras limitaciones y temores, y libera toda tu energía en nosotros, para que renazcamos a una esperanza nueva. Tú que vives y haces vivir, por los siglos de los siglos. Amén.

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Dom 29.11.15 . Ante el gran terror, alzad vuestra cabeza (Dom 1 Adviento)

Domingo, 29 de noviembre de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Lucas 21, 25-28. 34-36. Adviento es advenimiento del Hombre: Como Rayo de esperanza en un mundo que parece irremisiblemente condenado, viene Dios, el hombre nuevo

Así dice el evangelio: En estos tiempos malos (los que ahora están aconteciendo), los creyentes “verán al Hijo del hombre que viene en la nube”, esto es, que “sale” de la nube de la historia, para iluminar la oscuridad de nuestro tiempo.

El mismo evangelio añade: “cuando empiecen a suceder estas cosas (los males del fin de los tiempos), levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación”.

Ésta es la palabra clave: Levantad la cabeza pues nace (nacerá) el Hombre (varón y/o mujer), el Hijo de Dios. Nadie ni nada podrá impedir su llegada.

Esta palabra proclama nuestra esperanza de Adviento: Nacerá el “ser humano”, que es principio y camino de vida, al margen de esta sociedad dominadora, no para destruirla, sino para cambiarla por dentro, ofreciendo esperanza de vida.

Por eso, en medio de grandes desastres, bajo la amenaza de bombas turcas o rusas, de ISIS o Francia (¡todas tan iguales, tan distintas!) podemos levantar nuestras cabezas, porque Dios quiere nacer como Emmanuel entre/con nosotros” (cf. Is 7, 14)…

Texto. Lucas 21, 25-28. 34-36

1. En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. 2. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

2. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.

3. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

4. Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

5. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.”

Introducción:

Éste es un texto de larguísima historia en la esperanza de la humanidad, en las profecías de Israel, en el mensaje de Jesús y, de un modo más preciso, en la historia de la Iglesia primitiva.

— Un texto antiguo, pero extrañamente actual: Como si lo hubiéramos escrito hace unas horas, conmocionados por los asesinatos de ISIS en París, que han despertado todos nuestros miedos… Conmocionados porque sabemos que estamos envenenando el agua limpia de la tierra y el aire del cielo…, lo sabemos y no podemos volvernos atrás, porque queremos seguir manchando todo, para ganar más y más, por ganar todo…

(a) Hay rasgos de miedo universal (¡todos los pueblos han sufrido terrores ante el cosmos!), vinculados a la experiencia y esperanza de los profetas de Israel y de los apocalípticos judíos.

Éste es un texto mundial de miedo y de esperanza, muy apto para nuestro tiempo, cargado también de miedos sociales, económicos, humanos. ¿Podremos escuchar en medio de ellos la voz que dice: Levantad vuestra cabeza…?

(b) Este pasaje recoge la experiencia de Jesús y de las primeras comunidades cristianas, especialmente aquella que se ha expresado en el evangelio de Mc 13 (capítulo del que Lucas toma los temas principales de su texto). Sus palabras nos sitúan en la raíz de la esperanza del principio del cristianismo.

(c) El texto proviene de la comunidad de Lucas, con la propia inspiración del evangelista. Para entenderlo bien hay que leerlo y comprenderlo desde el conjunto del Evangelio de Lucas, a cabello entre el judaísmo y la cultura griega, en un momento de cambios muy fuertes, de tipo social y cultural.

(d) El texto ha sido recortado y pegado por la liturgia católica, que toma unos pasajes y deja otros (de Lc 21, 25-36) para recomponerlos de un modo convencional, creando un collage apropiado para el comienzo del adviento católico, pasandol del fin de la historia a su comienzo, iniciando el Adviento.

(e) Éste debe ser un texto mío, un texto nuestro… Cada uno de nosotros debemos elaborarlo, situándolo dentro de nuestras esperanzas, miedos y alegrías. No puedo recoger esa historia, me limito a comentar del modo más sencillo las palabras del texto actual, conforme a mi visión particular, de creyente y lector de la Biblia, que quiero compartir con vosotros.

Primera escena: Un contexto de miedo

a. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas;
b. y en la tierra la angustia se apoderará de los pueblos,
c. asustados por el estruendo del mar y de sus olas

Dividimos el texto en tres partes que leemos desde los extremos, pasando del a y del c al b, como ahora diremos.

(a) Nos hallamos ante un desquiciamiento cósmico, que se expresa en la tríada celeste cósmica: cielo, tierra, mar. En el cielo están los grandes (sol, luna, estrellas) que empiezan a dar señales falsas, ya no alumbra; lo que era principio de estabilidad suprema aparece como expresión de locura.

(c) Por su parte, el mar destruye sus “amarras”, se elevan las olas y tienden a inundar toda la tierra. Según Gen 1, Dios había construido el mundo “domando” los mares, colocando las aguas en sus límites y cauces, permitiendo que surgiera la tierra.

— Ahora se rompen los límites: sube el agua de los mares en una especie de diluvio invertido, un inmenso tsunami que llega a cubrir los montes más altos, rompiendo todos los límites.

— Ahora esos límites los estamos rompiendo nosotros, creando un tsunami mucho más violento, la polución del agua de las fuentes y los mares, un calentamiento atmosférico que nos puede llevar a la muerte (muerte a la que estamos llamando nosotros, como nos ha dicho el Papa Francisco).

(b) En medio queda la angustia: los hombres parecen estar hechos de un miedo que se va extendiendo como cáncer, y les va dominando desde fuera (y desde dentro) , como un sida que les inunda desde el cielo loco, desde el mar desmadrado.

Segunda escena. Superar el miedo: llega el Hombre

(a) Los hombres se morirán de miedo, al ver esa conmoción del universo;
(b) pues las potencias del cielo quedarán violentamente sacudidas
(c) Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria.

Dividimos también el texto en tres partes, que ahora leemos seguidas, destacando aquellos rasgos que pueden resultar más significativos en nuestro tiempo.

(a) Vuelve el miedo, un miedo de muerte, terror apocalíptico ante la conmoción del cosmos, la gran sacudida de las “potencias” del cielo. Morir es aquí “salir de sí”, perder la “psyche”, el alma, el aliento. De pronto, al descubrir la fragilidad de los elementos, los hombres pierden el alma, el valor, las ganas de la vida.

(b) Esta muerte por terror (¡puro terror cósmico, más que guerra y peste, más que sida…!) tiene un fundamento: La sacudida de las “potencias”, que en griego se llaman “dynameis”, principios rectores del cosmos, los ángeles astrales, leyes matemáticas que rigen el movimiento de los astros… todo.

Pues bien, ese mundo superior de equilibrio en el que estamos sustentados se sacuda y quiebra y las potencias del mal las hemos creado nosotros, son nuestra sombra destructora, como cáncer que los aniquila todo.

Crecen las grietas del gran cosmos, morimos de miedo, de miedo a nuestro propio satán, que somos nosotros mismos. Ésta es la más horrorosa de todas las muertes de la humanidad: morir de miedo al descubrir nuestra nada, la nada del cosmos, como sombra de nuestra propia maldad.

(c) Entonces “verán al Hijo del Hombre…”. No se dice que verán a Dios, ni siquiera al Cristo, ni a los ángeles del cielo: Verán al Hijo del Hombre, es decir, a la humanidad verdadera (que para los cristianos está centrada en Cristo).
Cristo aparece así como arco iris tras la tormenta del diluvio (Gen 9, 13-16), arco iris, el signo de la paz de Dios, del amor de Dios, Puede morir todo, pero el hombre no acabará… Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán… (Lc 21, 33). Pues bien, las palabras de Dios se concretan en el Hombre que viene, la nueva humanidad, que nace de arriba, del trono de Dios, con poder y gloria… Éste es el misterio del nacimiento.

Tercera escena. Levantad la cabeza

(a) Cuando empiecen a suceder estas cosas,
(b) cobrad ánimo y levantad la cabeza,
(c) porque se acerca vuestra liberación

He dividido también esta estrofa en tres versos sencillos, que comentaré de un modo más breve. Ellos marcan el centro del pasaje, en forma de “llamada.

(a) Estas cosas han empezado a suceder… Los hombres y mujeres vivimos en medio del gran miedo. En la antigüedad era miedo de tipo cósmico, miedo al destino.
— En el comienzo de la Edad Moderna ha sido miedo a la destrucción social, a la peste, a la locura colectiva de las grandes violencias armadas, a las inquisiciones y autoridades perversas.
— Ahora, en estos últimos años, es miedo a la bomba y al sida, y, todavía más, es miedo al gran derrumbamiento económico, que puede llevarnos no sólo a la falta de trabajo, sino a la falta de comida…
— Es, más y más, miedo a la bomba de ISIS, que ha sacudido las calles de París y puede sacudir las nuestras, porque el ISIS lo llevamos dentro, aunque digamos que estamos limpios y los malos son los de fuera. Es miedo al terrorismo sin alma, miedo, miedo, miedo.
–Es más todavía miedo miedo a la destrucción del cosmos que no viene de fuera, sino de nosotros mismos, que estamos envenenando el agua y el aire, como nos decía Francisco en Laudati Sí.

(b) Pues bien, desde el fondo de un terror que parece aumentar, se nos dice que recobremos el ánimo, que no dejemos que se nos vaya o pierda el “alma”, que no nos abajemos y arrastremos. El hombre (hombre-mujer) es un ser que eleva la cabeza y vive de esperanza. Esto es lo que nos dice el texto, que elevemos los ojos y queramos vivir… Se trata de iniciar una vez más el camino de la esperanza, sabiendo lo que somos, reconociendo nuestra limitación, pero sin dejarnos dominar por ella. Vivir “a cuerpo”, es decir, en humanidad, sin llenarnos de puras pastillas, sin andar de mano en mano, de psiquiatra en psiquiatra… Creer en Dios significa elevar la cabeza.

c) Porque se acerca la liberación… Antes se decía que se acerca el “Hijo del Hombre”… Ahora se dice que se acerca la liberación, la “apolytrôsis”: una liberación que se nos ofrece como regalo de Dios (¡don de la vida!), pero que, al mismo tiempo, es regalo de nuestros amigos, es trasformación social (¡justicia!), es plenitud interna… No tener miedo, vivir en el gozo de sabernos Hijos de Dios, llamados a la vida, al nacimiento. Se acerca… ésta es la palabra. Se acerca y nos acercamos.

Cuarta escena: Parénesis o advertencia

(a) Procurad que vuestros corazones no se emboten
por el exceso de comida, la embriaguez y las preocupaciones de la vida,
(b) porque entonces ese día caerá de improviso sobre vosotros.
(c) Ese día será como una trampa en la que caerán atrapados todos los habitantes de la tierra.

He dividido también esta escena en tr3s partes, aunque la primera (a) podría dividirse a su vez en otras dos. Después de la gran esperanza de las estrofas anteriores (segunda y tercera) viene esta estrofa sobria, de advertencia.

(a) Que vuestros corazones no se “emboten” (no se hagan pesados, no se cierren). El tema es el corazón más que la cabeza: Mantener el corazón abierto, tenso hacia la vida, fresco al amor, dispuesto a la ternura. Éste es el lugar del adviento, el principio de la vida, el signo de Dios: ¡Mantener los corazones limpios, capaces de sentir, de mirar de esperar¡ Vivir en dimensión de corazón. Los corazones se embotan por tres cosas, que han de tomarse de un modo simbólico.

(1) La comida: querer tenerlo todo, devorarlo todo, a cosa de los demás, mientras sigue extendiéndose el hambre sobre el mundo.

(2) La embriaguez: perder la conciencia en el vino o la droga y, sobre todo, en el frenesí de una vida hecha de olvidos; vivimos de medicinas y drogas, de excitaciones rápidas, como si quisiéramos huir de nosotros mismos.

(3) Las preocupaciones de la vida…: el deseo de tener, la búsqueda de seguridad absoluta… El mundo se nos ha hecho un gran mercado y querernos atesorarlo todo, para que nada pueda sorprendernos…

(b) Pero llegara “ese día”… el día de la plena transparencia, el día del hombres verdadero. Vendrá ese día y corremos el riesgo de no saber acogerlo: estamos perdidos y cuando llegue el momento no sabemos acogerlo. Corremos el peligro de quedar en los elementos externos del miedo, sin “ver al hombre” que viene. Así sucedió en Belén: vino Jesús y sólo unos pastores, fuera del orden social dominante, lograron verle y recibirle. Nosotros, hombres y mujeres del gran mundo occidental: ¿podremos acoger al Hombre que viene? Quizá no. Pero habrá otros, en el margen de nuestro mundo, que sabrán acogerlo, para dejar así que Dios construya (que ellos construyan con Dios) la nueva humanidad.

(c) Porque ese día será como una trampa… Ésta no es la trampa que pone Dios, sino la que nos ponemos nosotros mismos. Nuestros abuelos ponían trampas a los animales del bosque. Los grandes jefes actuales ponen trampas por doquier, bombas y sensores para dominar al mundo de la humanidad. No se dan cuenta (¡no nos damos cuenta!) de que se ponen trampas a sí mismos… Vivimos inmersos en una gran trampa. Por eso nos dice el evangelio: ¡tened cuidado, no se emboten vuestros corazones!

Quinta escena: Conclusión. Estad en vela

(a) Velad, pues, y orad en todo tiempo,
(b) para que os libréis de todo lo que ha de venir
(c) y podáis presentaros sin temor ante el Hijo del hombre.

El tema concluye de forma solemne y sencilla, invitando a vivir en “vela”, es decir, a mantener la humanidad. Antes he dicho que se trata de “vivir a cuerpo”, de un modo directo, sin armaduras de miedo y engaño. Ahora podría decir: ¡Vivid a corazón abierto” (¡que vuestros corazones no se emboten…!

(a) Vivir a corazón abierto es “velad”, mantener el corazón en vela de amor con todos y la mente en diálogo de verdad con el Dios de la vida… Velad significa simplemente ser personas, en esperanza, en confianza, por encima de los miedos cósmicos y las violencias sociales.

(b) Sólo así podremos “liberarnos” de los terrores que vienen. Ciertamente, hay terrores y violencias; no hace falta recordarlos, los terrores de fuera (las bombas, las luchas sociales…), los terrores de dentro (la angustia y locura, la falta de amor…). Hay terrores, pero podemos liberarnos de ellos viviendo en vela de amor, en acogida gozosa y confiada de la vida.

(c) Sabiendo que lo que viene (¡el que viene!) es el verdadero ser humano. Por ahora no sabemos cómo vendrá, pero sabemos que será hombre de amor. Será el Jesús de la Navidad (el niño para ser amado); será la Novia del Apocalipsis, será el Novio Cordero del mismo Apocalipsis… Pero dejemos el tema así. Ya es suficiente, en este primer domingo del Adviento.

Conclusión: Dios a la vista, hombre a la vista…

La llegada de Dios se identifica con la llegada del “hombre”, es decir, de la nueva humanidad. Preparar la llegada del hombre nuevo, eso es Adviento.

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Justicia, paz y liberación. Domingo 1 de Adviento. Ciclo C

Domingo, 29 de noviembre de 2015
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jesus_les_envoieDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Comenzamos un nuevo año litúrgico, preparándonos, como siempre, para celebrar la Navidad. La primera lectura promete la venida de un descendiente de David que reinará practicando el derecho y la justicia y traerá para Judá una época de paz y seguridad. El evangelio anuncia la vuelta de Jesús con pleno poder y gloria, el momento de nuestra liberación. ¿Cómo se explica la unión de estas dos venidas tan distintas? Lo intentaré con la siguiente historia.

La esposa del astronauta y la Iglesia

            Un día la NASA decidió una misión espacial fuera de los límites de nuestro sistema solar. Una empresa arriesgada y larga que encomendaron al comandante más experimentado que poseía. Cuando se despidió de su mujer y sus hijos, la familia pasó horas ante el televisor viendo como la nave se alejaba de la tierra.

            Los niños, pequeños todos ellos, preguntaban continuamente: “¿Cuándo vuelve papá?” Y la madre les respondía: “Vuelve pronto, no os preocupéis”. Al cabo de unos meses, cansada de escuchar siempre la misma pregunta, decidió organizar una fiesta para celebrar la vuelta de papá. Fue la fiesta más grande que los niños recordaban. Tanto que la repitieron con frecuencia. La llamaban “la fiesta de la vuelta de papá”. Pero la inconsciencia de los niños creaba una sensación de angustia en la madre. ¿Cuándo volvería su marido? ¿El mes próximo? ¿Dentro de un año? “La fiesta de papá”, que podía celebrarse en cualquier día del mes y en cualquier mes del año, se le convirtió en una tortura. Hasta que se le ocurrió una idea: “En vez de celebrar la vuelta de papá ‒dijo a los niños‒ vamos a celebrar su cumpleaños. Sabéis perfectamente qué día nació, así que no me preguntéis más cuándo vamos a celebrar su fiesta.

            A la iglesia le ocurrió algo parecido. Al principio hablaba era de la pronta vuelta de Jesús, la que menciona el evangelio de este domingo. Pero esa esperanza no se cumplía, y la iglesia pasó de celebrar su última venida a celebrar la primera, el nacimiento. Sin embargo, no ha querido olvidar la estrecha relación entre ambas venidas, y así se explica que encontremos textos tan distintos.

Justicia, paz y seguridad: Jeremías 33, 14-16

Mirad que días vienen ‒oráculo de Yahveh‒ en que confirmaré la buena palabra que dije a la casa de Israel y a la casa de Judá. En aquellos días y en aquella sazón haré brotar para David un Germen justo, y practicará el derecho y la justicia en la tierra. En aquellos días estará a salvo Judá, y Jerusalén vivirá en seguro. Y así se la llamará: “Yahveh, justicia nuestra.”

Se discute cuando fue pronunciada esta promesa. Caben dos hipótesis:

  1. a) La formuló Jeremías, criticando al último rey de Judá, Sedecías, que propiamente se llamaba Matanías. Cuando el rey babilonio Nabucodonosor conquistó Jerusalén y deportó al monarca vigente (año 598 a.C.), lo nombró rey cambiándole el nombre por el de Sedecías, que significa ”Yahvé es mi justicia”. Jeremías anuncia un rey futuro que tendrá por nombre “Yahvé es nuestra justicia”. Un monarca cuyo mismo nombre expresa la estrecha relación de Dios con todo el pueblo, y que salvará a Judá y Jerusalén mediante un gobierno justo.
  2. b) La formuló un profeta posterior, durante el destierro de Babilonia o incluso algún siglo más tarde. Judá lleva un largo período sin rey. La promesa hecha por Dios a David de que siempre tendría un heredero en el trono, parece no cumplirse. En este contexto, el profeta anuncia que esa promesa se cumplirá, y que el futuro monarca descendiente de David será un rey maravilloso para el pueblo.

En cualquiera de las dos hipótesis, lo fundamental es la idea de un monarca que procura el bienestar del pueblo. El Mesías esperado no se desentiende de los graves problemas políticos y sociales de Israel y de toda la humanidad.

El amor como preparación a la Navidad: 1 Tesalonicenses 3, 12- 4,2

Lectura brevísima, pero muy importante: indica con qué espíritu debemos vivir siempre la vida cristiana, en especial estas semanas del Adviento.

En cuanto a vosotros, que el Señor os haga progresar y sobreabundar en el amor de unos con otros, y en el amor para con todos, como es nuestro amor para con vosotros. Sabéis, en efecto las instrucciones que os dimos de parte del Señor Jesús.

Esperar y preparar nuestra liberación: Lucas 21, 25-28. 34-36.

Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas; y en la tierra, angustias de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y de las olas, muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas. Y entonces verán venir al Hijo del hombre en una nube con gran poder y gloria. Cuando empiecen a suceder estas cosas, cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación.

El evangelio comienza con las señales típicas de la literatura apocalíptica a propósito del fin del mundo (portentos en el sol, la luna y las estrellas) que provocan en las gentes angustia, terror y ansiedad. Pero el evangelio sustituye el fin del mundo con algo muy distinto: la venida de Jesús con gran poder y gloria; y esto no debe suscitar en nosotros una reacción de miedo, sino todo lo contrario: “cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”.

A continuación nos dice el evangelio cómo debemos esperar esta venida de Jesús. Negativamente, no permitiendo que nos dominen el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida. Positivamente, con una actitud de vigilancia y oración.

Guardaos de que no se hagan pesados vuestros corazones por el libertinaje, por la embriaguez y por la preocupaciones de la vida, y venga aquel Día de improvisto sobre vosotros, como un lazo; porque vendrá sobre todos los que habitan toda la faz de la tierra. Estad en vela, pues, orando en todo tiempo para que tengáis fuerza y escapéis a todo lo que está para venir, y podáis estar en pie delante del Hijo del hombre.

Cena de Gala de Fin de Año

            Camino de la Universidad de Sevilla para un congreso sobre “Adivinación y profecía en el Antiguo Oriente”, pasé por delante del Hotel Alfonso XIII. Me detuve a leer el anuncio de las fiestas que anunciaban para Navidad. Y me llamó la atención el precio de la Cena de Fin de Año: 365€ por persona. Un matrimonio gastará en pocas horas la mitad de lo que ganan la mayoría de los españoles en un mes. Me recordó lo que dice el evangelio de la embriaguez y el libertinaje.

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Liberación

Lunes, 9 de noviembre de 2015
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dv12

  “Yo, yo mismo, te doy ánimo.
¿A quién tienes miedo?
¿A los hombres?
¿A los hombres mortales,
que no son más que hierba?

  ¿Vas a olvidarte del Señor, tu creador,
que extendió el cielo y afirmó la tierra?
¿Vas a temblar continuamente, a todas horas,
por la furia de los opresores
que están listos para destruirte?
Pero, ¿dónde está esa furia?

El que sufría la opresión,
pronto quedará libre;
no morirá en la fosa
ni le faltará su pan.

 Yo soy el Señor tu Dios,
mi nombre es Yahveh  Sebaot;
yo agité el mar
y rugieron las olas,

extendí el cielo
y afirmé la tierra.
Yo puse en tu boca mis palabras
y te protegí al amparo de mi mano.
Yo dije a Sión:
‘Tú eres mi pueblo.’ ”

*

(Isaías 51:12-16)

***

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