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“María y la liberación de los pobres”, por Segundo Galilea.

Jueves, 12 de diciembre de 2024

191213_4084586_Reaparece_imagen_de_la_Virgen_de_Guadalupe_bCon los planes de expulsión salvaje de inmigrantes de Trump, podremos verla así…

El tema de María en la liberación cristiana e integral de los pobres y oprimidos va a surgir como el resultado del encuentro entre la devoción popular mariana (que es la propia de esos pobres) y la aspiración y movilización de esos mismos pobres en busca de su dignidad, de sus derechos y de su libertad violados por sistemas socialmente injustos y muchas veces políticamente opresivos.

La cuestión puede plantearse así: ¿de qué manera influye la piedad y espiritualidad popular mariana en las aspiraciones y tareas de liberación de los pobres? ¿Tiene María un lugar en una sana teología espiritual de la liberación de los pobres? La respuesta eclesial es afirmativa. Puede ser articulada teológicamente e integrarse en la tradición mariológica de la iglesia. Ello es posible debido a que el tercer mundo católico ha ido tomando conciencia, casi simultáneamente: a) de los caminos de su liberación, b) de la naturaleza colectiva que ésta tiene en los pobres, c) de las potencialidades liberadoras de su catolicismo popular y de su piedad mariana.

Por eso, la relativamente reciente reflexión cristiana sobre la liberación ha dado un lugar a María desde el inicio, al lado del lugar central de Jesucristo. Esta mariología liberadora se ha ido enriqueciendo en los últimos años, no sólo con la experiencia espiritual de las comunidades cristianas y con la elaboración de los teólogos, sino muy decisivamente con intervenciones del magisterio de la iglesia. Los enfoques de Juan Pablo II sobre María y la liberación, la dignidad de los pobres y la justicia, expresados sobre todo en sus viajes a América Latina, son abundantes al respecto.

No se trata de extrapolar los evangelios a nuestra situación actual, ni de forzar las fuentes de la revelación, haciendo de María una militante de la liberación y de la justicia, en los términos y maneras que hoy lo entendemos. Ello sería tan errado como innecesario. Si María tiene un lugar en la liberación y justicia de los pobres, es por su actitud y por su capacidad de inspiración evangélica y humanizadora, y no tanto como modelo de acción militante. Así como María es también modelo de acción misionera e inspiración y criterio para los misioneros, aunque ella nunca haya sido misionera en el sentido que hoy lo entendemos. No; de cara a la misión o a la liberación, María no fue una militante, ni hay que buscar en ella modelos de militancia según los términos actuales.

El lugar de María en la liberación es mucho más profundo: ella nos revela por el testimonio de su vida las grandes actitudes cristianas que deben acompañar a los militantes de la liberación; por la función maternal que ejerce en los hijos de Dios ella inspira y nutre las motivaciones de los cristianos que luchan por la liberación y la justicia; ella es un signo que alimenta la esperanza cristiana en la liberación total de los pobres y sufrientes. María es necesaria para que los pobres y oprimidos tengan presentes las actitudes y criterios que se requieren para hacer de su liberación un camino auténtico de libertad de toda forma de servidumbre humana. María les testimonia, por su pobreza y humildad, que la verdadera liberación y libertad no es hacerse rico, ni actuar insolidariamente, ni buscar poder para abusar de otros más débiles, ni acceder al desarrollo para caer en servidumbres nuevas de hedonismo y materialismo.

La contribución de María a una espiritualidad de solidaridad liberadora con los pobres puede resumirse así:

1. La Predilección de María por los pobres y oprimidos.

María formó parte del pueblo llano de su tiempo, compartió su vida ardua y anónima. (El grado sociológico de la pobreza de María —o de Jesús, para el caso— no tiene importancia aquí.) Por ello se identifica con los sencillos y modestos de la tierra. Al compartir su suerte les revela su dignidad: la madre de Dios y de los hombres es una mujer como ellos. Esta solidaridad de María con la pobreza y los pobres es ya un factor en su liberación, pues la liberación comienza y se alimenta con el descubrimiento de la dignidad de los pobres y de su mutua solidaridad.

Esta opción preferencial por los pobres en María no es sólo un hecho evangélico: en la condición ardua y pobre del nacimiento de Jesús, en la inseguridad de la persecución de Herodes, que la llevó a exiliarse en Egipto con su familia, en la vida opaca y modesta de Nazaret como una mujer más del pueblo, etc. Es también un aspecto de la devoción popular mariana. El pueblo sencillo y pobre siente a María cercana, una de ellos. Las tradiciones sólidas de apariciones marianas (Guadalupe, Lourdes, Fátima como ejemplos bien conocidos) se dan en lugares pobres y a gente sencilla, a menudo niños y niñas. Los grandes lugares de veneración mariana son visitados sobre todo por los más pobres, necesitados, sufrientes y oprimidos, aun sociopolíticamente. Todo esto encierra un gran mensaje mariano sobre la dignidad de los pobres y una llamada a la solidaridad por su liberación humana.

2. María arroja una nueva luz en la liberación de inspiración cristiana.

Ésta se afirma esencialmente en la dignidad de los pobres y en los derechos que esta dignidad reclama. La liberación es la plenitud de la dignidad humana. La liberación tiene también por base la solidaridad fraterna de todos los hombres, creados todos a semejanza de Dios e hijos de Dios por gracia. La liberación debe conducir no sólo a sistemas más justos, sino sobre todo a la convivencia fraterna, debe transitar por los caminos de la solidaridad y no por las vías del odio, de la violencia y la lucha ciega y sistemática. Los logros puramente materiales de la liberación son relativos y aun ambiguos si no conducen a crecer en dignidad y en fraternidad de lo cual María fue modelo y es inspiración.

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3. María era consciente y solidaria con las miserias y servidumbres del pueblo de Israel.

Participaba en el anhelo de liberación de ese pueblo; integró ese anhelo en la promesa de Dios y en la obra de Cristo como redentor del pecado y como salvador de toda servidumbre humana. María dio a los anhelos de liberación de su pueblo un horizonte de esperanza en la venida del reino de Dios, que haría nuevas todas las cosas.

Esta actitud de María está condensada en su Magnificat (Lc 1,46-55). En el tercer mundo creyente se reza el Magníficat teniendo presente esta actitud. En algunos lugares se ha convertido en un texto clave para entender la actitud de María en la liberación de su pueblo. El propio magisterio de la iglesia ha hecho uso de él en este sentido (cf Puebla 297; instrucción sobre “Libertad cristiana y liberación”, Cong. de la Fe, n. 48; encíclica de Juan Pablo II sobre la “Bienaventurada Virgen María en la vida de la iglesia peregrina” (Redemptoris Mater, n. 37). El tema ha sido reiterado por el propio papa Juan Pablo II, particularmente en sus viajes a Iberoamérica, comenzando por su homilía en Zapopán, México (AAS LXXI, p. 230). En todo esto no hay abuso sociológico o ideológico con respecto al Magníficat; sólo la constatación de que las promesas de Dios, que se han comenzado a realizar con la venida de Cristo, por las que María da gracias al haber sido elegido como humilde instrumento, incluyen la realización de un reino de justicia entre los hombres. Un reino que enaltece a los humildes y derriba a los poderosos, que colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1,51-53). Esta promesa forma parte para siempre de la esperanza de los pobres, de la que María es un testigo privilegiado.

El mordiente liberador de la piedad mariana, ¿es sólo una hermosa teoría o responde a experiencias y hechos? ¿Ha habido momentos en la historia de esos pueblos en que María haya simbolizado e inspirado la causa de la justicia y la libertad? Hechos pasados y recientes responden que sí. Aunque en esto las motivaciones del pueblo o de los líderes sean complejas y se dé siempre la tentación de utilizar política o ideológicamente la devoción religiosa con las ambigüedades consiguientes, existe siempre el hecho de que en momentos de crisis, cuando está en juego la libertad, la intuición religiosa popular vio en María una protección y un símbolo de Dios que hace suya la justa causa de los pobres. Todo país en que la devoción mariana tiene una envergadura popular podría contribuir con ejemplos. Ya recordamos más atrás el caso, entre otros, del lugar de María en las gestas de emancipación de los países de Iberoamérica. Ejemplos contemporáneos tampoco faltan, desde los campesinos mexicoamericanos que en California luchan por sus reivindicaciones bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe hasta el pueblo filipino, que en 1986 cambió su sistema de gobierno no con armas ni puras consignas políticas, sino con manifestaciones pacíficas presididas por imágenes de María y rezando el rosario.

Segundo Galilea

Diccionario de Mariología

Fuente Reflexión y Liberación

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Adviento: Tiempo de liberación y esperanza para las mujeres

Jueves, 5 de diciembre de 2024

IMG_8919Del blog Tras las huellas de Sophia:

Adviento: Tiempo de Liberación y Esperanza para las Mujeres

1.⁠ ⁠Introducción: Tiempo de Adviento, Tiempo de Esperanza Feminista

Hoy comenzamos un nuevo año, no solo litúrgico, sino también un tiempo para renovar nuestra lucha por la justicia, la igualdad y la liberación de todas las mujeres. El Adviento, que significa “llegada”, ya no anuncia al emperador victorioso ni a los opresores de los pueblos. En nuestro horizonte de fe feminista, esta es la llegada de la Ruah, la fuerza liberadora de Dios que nos acompaña y nos llama a la acción. Este tiempo nos invita a revisar nuestra vida, nuestra historia y nuestro compromiso por construir un mundo donde la dignidad de todas las personas sea reconocida y respetada.

El Adviento no es solo preparación espiritual; es un llamado urgente a mantener despierta nuestra conciencia, a reconocer las cadenas que nos atan y a soñar con la llegada de la liberación, no como un acto pasivo, sino como una construcción colectiva, tejida en las luchas de cada día.

2.⁠ ⁠Las señales de los tiempos: Escuchar el clamor de la creación y de las mujeres

El evangelio nos habla de un cosmos estremecido, de un mundo que parece derrumbarse. Hoy, esta imagen resuena en las injusticias que vivimos: el grito de las mujeres silenciadas, la violencia que nos acecha, y los sistemas que perpetúan la opresión. Pero estas señales no son motivo de miedo; son un llamado a la acción.

Así como el Adviento nos invita a revisar nuestra historia, nosotras leemos estos signos desde la perspectiva feminista y teológica: ¿qué estructuras debemos derribar para construir “cielos nuevos y tierras nuevas”? ¿Cómo podemos sanar este mundo herido, no desde el poder, sino desde la sororidad, el cuidado mutuo y la justicia?

3.⁠ ⁠La liberación está cerca: Levantemos la cabeza

Levanten la cabeza porque se acerca la hora de su liberación.” Estas palabras resuenan como un grito de esperanza para todas las mujeres que han sido oprimidas, invisibilizadas y relegadas. Este Adviento no es solo la espera de un acontecimiento; es el anuncio de que la liberación es posible y está en camino.

En la perspectiva feminista de la fe, levantar la cabeza es un acto de rebeldía y dignidad. Es reafirmar nuestra lucha diaria, sabiendo que Dios, como Ruah, camina con nosotras. Es reconocer que el mundo puede parecer caótico y lleno de adversidades, pero también está lleno de mujeres valientes que se levantan, que luchan, que transforman. Este Adviento nos dice: “Otra realidad es posible, y tú eres parte de ella.”

4.⁠ ⁠Velen y oren: Actuar desde la fe y la sororidad

El Adviento nos llama a estar alertas, a no adormecernos frente a las injusticias ni caer en la desesperanza. Este tiempo es una invitación a pasar del lamento a la acción. La oración no es pasiva; es un acto de comunión con todas las mujeres que han resistido antes que nosotras, que siguen luchando hoy y que lucharán mañana.

La Navidad nos recuerda que Dios no se quedó en los templos ni en las jerarquías patriarcales; se hizo Emmanuel, Dios-con-nosotras, Dios que habita en la vida cotidiana, en nuestras alegrías y dolores, en nuestras luchas y sueños. Desde esta certeza, asumimos nuestra historia con valentía, sabiendo que no estamos solas.

5.⁠ ⁠Reflexión final: Un Adviento de justicia y esperanza

En un mundo lleno de desigualdades, violencia y polarización, el Adviento feminista nos impulsa a levantar la cabeza y encontrar fuerza en nuestras comunidades. Nos invita a formar parte de esa “gente buena” que organiza, que sueña, que resiste. Pero también nos desafía: ¿cómo puedo colaborar activamente en la construcción de un mundo más justo? ¿Qué pasos concretos voy a dar en este tiempo para tejer redes de solidaridad, justicia y amor?

Adviento es la espera activa de un Dios que se hace presente en cada acto de liberación. Es tiempo de creer que la liberación está cerca porque la construimos juntas. Es tiempo de soñar con una tierra nueva y un cielo nuevo donde todas podamos vivir en libertad y dignidad. Es tiempo de esperanza. ¡Es tiempo de Adviento!

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En busca de la esperanza de Adviento en un mundo de sol oscurecido

Lunes, 2 de diciembre de 2024

IMG_8861Nichole M. Flores

Las reflexiones bíblicas anuales de Adviento de Bondings 2.0 comienzan hoy. Este año, presentamos reflexiones de cuatro teólogos y líderes pastorales católicos aliados y LGBTQ+ hispanos.

La reflexión de hoy es de Nichole M. Flores, profesora asociada de estudios religiosos en la Universidad de Virginia, donde también es directora de la Iniciativa de Estudios Católicos y codirectora del Foro sobre Religión y Democracia. Es autora de The Aesthetics of Solidarity: Our Lady of Guadalupe and American Democracy.

Las lecturas del primer domingo de Adviento, ciclo C. Las lecturas litúrgicas de hoy del Primer Domingo de Adviento están disponibles aquí.

Este año, el Adviento trae consigo la sensación de que vivimos en un final de era violento e implacable. Encendemos velas en la oscuridad, rezando para que nos den suficiente luz para encontrar nuestro camino en estos tiempos sombríos e inciertos.

La lectura del evangelio de hoy de Lucas 21 pinta un cuadro igualmente sombrío del mundo que enfrentan los discípulos de Jesús. Anteriormente en este capítulo del evangelio, tenemos una idea de los inquietantes “signos de los tiempos” que anunciarían que el fin se acercaba: la destrucción del templo (v. 5-6), guerras e insurrecciones (v. 9-11), la destrucción de Jerusalén (v. 20-24).

Las escenas angustiosas de la primera parte de este capítulo culminan en la visión apocalíptica que se presenta en la lectura del Evangelio de hoy. La lucha y el miedo permanecen; incluso el sol, la luna y las estrellas se convierten en signos de los tiempos turbulentos: “La gente desfallecerá por el temor y la expectación de lo que vendrá sobre el mundo, porque las potencias de los cielos serán sacudidas”. (v. 26)

IMG_8865Este pronunciamiento nos suena disonante en nuestros tiempos, especialmente en tiempos en los que vivimos en los que la vida y la dignidad de las personas LGBTQ+ están bajo constante amenaza. Las guerras y los rumores de guerras contra la vida queer perturban las mentes y los corazones de todos los que creen en la promesa de Dios de dignidad, justicia y prosperidad para todos. Las amenazas contra la vida LGBTQ+ y contra quienes son vulnerables parecen justificadamente cataclísmicas en nuestros tiempos. El pronunciamiento apocalíptico de Jesús reconoce los temores de sus discípulos: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra las naciones estarán consternadas, perplejas por el rugido del mar y de las olas” (v. 25)

Pero la invocación que hace Jesús del sol, la luna y las estrellas nos ofrece indicios de la promesa de liberación contenida incluso en estas señales inquietantes. Los estudiosos bíblicos Richard A. Henshaw y Marvin Sweeny explican que esta dramática imagen apocalíptica se entrelaza tanto en las escrituras hebreas como en las cristianas: “La imagen está asociada con el Hamsin (árabe) o Sharav (hebreo), el viento seco del desierto… que llena el cielo de polvo y marca las transiciones entre las estaciones secas de verano y las lluviosas de invierno tanto en el Israel antiguo como en el moderno”. De hecho, los vientos cálidos oscurecen el sol y enrojecen la luna en estos tiempos: es aterrador. Pero la sangre, el fuego y las columnas de humo también recuerdan el éxodo, signos de la guía de Dios en tiempos difíciles, hacia un desierto desconocido que, no obstante, promete liberación.

Al encender la primera vela del Adviento, sabemos que no estamos solos en nuestra incertidumbre y temor. Pero al recordarnos los signos del sol, la luna y las estrellas, Jesús nos guía hacia la promesa de liberación que reside incluso en tiempos como estos. Dejemos que ese recordatorio nos guíe en esta temporada de anticipación de su nacimiento.

—Nichole M. Flores, 1 de diciembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Sea sólo Adviento

Domingo, 1 de diciembre de 2024

flores

Adviento,
otra vez Adviento,
sea siempre Adviento,
sea sólo Adviento
el Tiempo. 

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera.
Sal Terrae, 1986

***

Pregón de Adviento

Os anuncio que comienza Adviento.
Alzad la vista,
Restregaos los ojos,
Otead el horizonte,
Daos cuenta del momento.
Aguzad el oído.
Captad los gritos y susurros,
El viento,
La vida…

Estad alerta y escuchad.
Lleno de esperanza grita Isaías:
“Caminemos a la luz del Señor”.
Con esperanza pregona Juan Bautista:
“Convertíos, porque ya llega el reino de Dios”.
Con la esperanza de todos los pobres de Israel,
De todos los pobres del mundo,
Susurra María su palabra de acogida:
“Hágase en mí según tu palabra”.

Alegraos,
Saltad de júbilo.
Poneos vuestro mejor traje.
Perfumaos con perfumes caros.
¡Que se note!
Viene Dios.
Avivad alegría, paz y esperanza.
Preparad el camino.
Ya llega nuestro Salvador.
Viene Dios…
Y está a la puerta.
¡Despertad a la vida!

*

F. Ulibarri

***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.

Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.”

*

Lucas 21, 25-28. 34-36

***

Tendrá lugar entonces, sin duda, la Parusía sobre una Creación llevada al paroxismo de sus aptitudes para la unión. Revelándose al cabo la acción única de asimilación y de síntesis que se proseguía desde el origen de los tiempos, el Cristo universal brotará como un rayo en el seno de las nubes del Mundo lentamente consagrado.

Las trompetas angélicas no son más que un débil símbolo. Agitadas por la más poderosa atracción orgánica que pueda conocebirse (¡la fuerza misma de cohesión del universo!), las mónadas se precipitarán al lugar en que la maduración total de las cosas y la implacable irreversibilidad de la Historia entera del Mundo las destinarán irrevocablemente; las unas, materia espiritualizada, en el perfeccionamiento sin límites de una eterna comunión; las otras, espíritu materializado, en las ansias conscientes de una interminable descomposición.

De este modo se hallará constituido el complejo orgánico: Dios y Mundo, el Pleroma, realidad misteriosa que no podemos decir sea más bella que Dios solo, puesto que Dios podía prescindir del Mundo, pero que tampoco podemos pensar como absolutamente accesoria sin hacer con ello incomprensible la Creación, absurda la Pasión de Cristo y falto de interés nuestro esfuerzo.

Entonces será el final.

Como una marea inmensa, el Ser habrá dominado el temblor de los seres. En el seno de un Océano tranquilizado, pero que en cada gota tendrá conciencia de seguir siendo ella misma, terminará la extraordinaria aventura del mundo. El sueño de toda mística habrá hallado su manifestación plena y legítima. Dios será todo en todos.

*

Pierre Teilhard de Chardin,
El porvenir del hombre,
Madrid 1965, 378- 379.

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***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , ,

“Sin matar la esperanza”. 1 Adviento – C (Lucas 21, 25-28.34-36)

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8775Jesús fue un creador incansable de esperanza. Toda su existencia consistió en contagiar a los demás la esperanza que él mismo vivía desde lo más hondo de su ser. Hoy escuchamos su grito de alerta: «Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Pero tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero».

Las palabras de Jesús no han perdido actualidad, pues también hoy seguimos matando la esperanza y estropeando la vida de muchas maneras. No pensemos en los que, al margen de toda fe, viven según aquello de «comamos y bebamos, que mañana moriremos», sino en quienes, llamándonos cristianos, podemos caer en una actitud no muy diferente: «Comamos y bebamos, que mañana vendrá el Mesías».

Cuando en una sociedad se tiene como objetivo casi único de la vida la satisfacción ciega de las apetencias y se encierra cada uno en su propio disfrute, allí muere la esperanza.

Los satisfechos no buscan nada realmente nuevo. No trabajan por cambiar el mundo. No les interesa un futuro mejor. No se rebelan frente a las injusticias, sufrimientos y absurdos del mundo presente. En realidad, este mundo es para ellos «el cielo» al que se apuntarían para siempre. Pueden permitirse el lujo de no esperar nada mejor.

Qué tentador resulta siempre adaptarnos a la situación, instalarnos confortablemente en nuestro pequeño mundo y vivir tranquilos, sin mayores aspiraciones. Casi inconscientemente anida en nosotros la ilusión de poder conseguir la propia felicidad sin cambiar para nada el mundo. Pero no lo olvidemos: «Solamente aquellos que cierran sus ojos y sus oídos, solamente aquellos que se han insensibilizado, pueden sentirse a gusto en un mundo como este» (R. A. Alves).

Quien ama de verdad la vida y se siente solidario de todos los seres humanos sufre al ver que todavía una inmensa mayoría no puede vivir de manera digna. Este sufrimiento es signo de que aún seguimos vivos y somos conscientes de que algo va mal. Hemos de seguir buscando el reino de Dios y su justicia.

José Antonio Pagola

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“Se acerca vuestra liberación”. Domingo 01 de Diciembre de 2024. Primer Domingo de Adviento (Comienza el ciclo C)

Domingo, 1 de diciembre de 2024

01-advientoC1Leído en Koinonia:

Jeremías 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo.
Salmo responsorial: 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14: A ti, Señor, levanto mi alma.
1Tesalonicenses 3, 12-4, 2: Que el Señor os fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva.
Lucas 21, 25-28. 34-36: Se acerca vuestra liberación.

Este primer domingo de adviento sirve de puente entre el tiempo ordinario y el tiempo de adviento. El tiempo ordinario termina reflexionando sobre la segunda venida de Jesús, sobre los acontecimientos del fin de los tiempos. En esta medida el primer domingo del adviento se inaugura con el tema del final de los tiempos, y nos va a introducir en el tiempo de la espera y de la esperanza, el tiempo de adviento.

La lectura del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. El pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su situación. Jeremías dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se construirán de nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a pastar. Es esos días el Señor hará brotar en rey justo, no como los reyes que los llevaron al destierro, el cual será llamado «Dios es nuestra justicia». Vendrá un rey justo a restaurar al pueblo de Israel.

El salmo responsorial expresará que esa esperanza que leemos en la primera lectura, no quedará defraudada, pues quien espera y quien es fiel al Señor no queda defraudado. Yahvé siempre lleva al cumplimiento su palabra. Por esta razón el salmo enfatiza la idea de Jeremías, el rey de justicia que esperamos sí llegará. Ese rey esperado es para nosotros los cristianos, Jesús el señor.

El Segundo Testamento a partir de la novedad de Jesús nos introducirá en otro tipo de espera y esperanza. Supone claramente que el rey esperado del Primer Testamento es Jesús, pero abre la puerta a una espera en el esperado, hacia el final de los tiempos. Jesús vino en humildad, como el campesino de Nazaret que fue obediente al Padre, y que por esa obediencia fue muerto y resucitado. Pero al final de los tiempos, él regresará a manifestar su gloria. Por eso en la carta de los Tesalonicenses, Pablo exhorta a la comunidad a mantenerse fieles a Jesús y prepararse para esa segunda venida. El evangelio de Lucas describe de manera metafórica, los acontecimientos que precederían a esa segunda venida de Jesús. Por este acontecimiento final es que Lucas invita a los hermanos y hermanas a mantenerse fieles y vigilantes para mantenerse en pie (fieles) ante el Hijo del Hombre.

El texto del evangelio de hoy es un texto difícil: la liberación llega. En los versículos anteriores Lucas nos hablaba del asedio a Jerusalén (21,20-23). Ahora, alude a la segunda venida de Jesús: es decir a lo que llamamos la parusía. El discurso de Jesús es apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo (apocalipsis no significa catástrofe, como tendemos a pensar, sino revelación), y nosotros tenemos que releer esas señales del mundo natural en el mundo de la historia, que es el lugar en que el Espíritu se manifiesta. La segunda venida del Señor revelará la historia a sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. Todos llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).

En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración… de tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso -del amor de Dios y su justicia- en el corazón del ser humano.

El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia. La actitud de vigilancia a que nos lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz.

Por eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los vicios y de los ídolos de la vida (la conversión), para hacernos dóciles al Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno. Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con una Esperanza viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos precarios que hoy envuelven esas promesas. La esperanza es una memoria que tiende a olvidarse, se nutre con la oración, nos adhiere a las promesas de la fe y nos inspira, cada día, la búsqueda de sus huellas en las señales del tiempo. La Esperanza cristiana se hace por nuestra entrega a trabajar para que las promesas se verifiquen en nuestras vidas.

El adviento es tiempo de preparación de espera. Jesús cumplió las promesas del Antiguo Testamento con su vida y predicación. No esperamos su nuevo nacimiento. Esperamos que él vuelva a juzgar la creación. Es ese momento el que esperamos, y para ese momento en que creemos que la justicia, que la igualdad, que la solidaridad se impondrán. Leer más…

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1.12.24 Dom 1º Adviento: Verán al Hijo del Hombre.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8848Del blog de Xabier Pikaza:

Lucas 21, 25-28. 34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.”

| Xabier Pikaza

Éste es un texto de larguísima historia. Básicamente es un texto del Evangelio de San Lucas, que nos ofrece su propia visión de la historia de los hombres, marcada para siempre por el nacimiento de Jesús. Pero en ese texto y en esa historia del texto  hay menos cuatro o cinco estratos:

(a) En el fondo del texto pueden verse rasgos de miedo universal (¡todos los pueblos han sufrido terrores ante el cosmos!), vinculados a la exigencia y esperanza de los profetas de Israel y de los apocalípticos judíos. Se trata de un texto universal de miedo y de esperanza, muy propio de nuestro momento (año 2024/2025), marcado por grandes crisis políticas y económicas, y en especial por la “pandemia” y la gran amenaza ecológica (calentamiento global, polución del agua y del aire). Llevamos meses de guerra en Ucrania y Palestina/Israel,  con miedo de bombas

(b) Este pasaje recoge también la experiencia de Jesús y de las primeras comunidades cristianas, especialmente aquella que se ha expresado en el  libro del Apocalipsis, en algunos pasajes de la tradición de Pablo (1 y 2 Corintios) y en el evangelio de Marcos (Mc 13, capítulo del que Lucas toma los temas principales de su texto). Es un texto que nos sitúa en el principio del cristianismo. Hubo entonces inmensas esperanzas, pero también miedos de guerra con Roma, de Guerra en todo el Oriente

(c) El texto recoge igualmente, los rasgos de la comunidad de Lucas, con la propia inspiración del evangelista. Para entenderlo bien hay que leerlo y comprenderlo desde el conjunto de au Evangelio de Lucas y de su comunidad creyente, a caballo entre el judaísmo y la cultura griega, en un momento de cambios muy fuertes, de tipo social y cultural. Ayudan en esta línea los comentarios de J. L. Sicre, y también los de J. A. Fytzmyer (Fitzmyer, J. A., El evangelio según san Lucas, I-4. Cristiandad, Madrid 1986/7 y 2004) y F. Bovon (F. El evangelio según san Lucas. I-IV, Sígueme,

(d) El texto ha sido recortado y pegado por la liturgia católica, que toma pasajes de aquí y de allí (de Lc 21, 25-36) para recomponerlos de un modo más o menos convencional, creando así un pasaje nuevo, apropiado para el comienzo del adviento católico. En ese sentido, es un texto de la Iglesia, que nos sirve para pasar del fin de la historia a su comienzo, de Cristo Rey al Adviento. Por eso, comento el texto litúrgico, paso a paso, no el texto de fondo Lucas, que ofrece otros rasgos y motivos que aquí se han omitido. Una vez más, la liturgia nos pone ante el gran amino de Jesús, unido al camino del mundo

(e) Éste es un texto que debo hacer  mío, un texto nuestro… Cada uno de nosotros tenemos que elaborarlo, situándolo dentro de nuestras esperanzas, miedos y alegrías. No puedo recoger toda la historia y teología de Adviento de Jesús, de la iglesia primitiva y de Lucas. Por eso, me limito a comentar del modo más sencillo las palabras del texto actual, conforme a mi visión particular, de creyente y lector de la Biblia, que quiero compartir con vosotros. Para ello divido el texto, de un modo un poco convencional en cuatro escenas (que puede dividirse cada una en tres partes):

Primera escena: Un contexto de miedo

  •  a. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas;
  • b. y en la tierra la angustia se apoderará de los pueblos,
  • c. asustados por el estruendo del mar y de sus olas

Dividido el texto en tres partes que leemos desde los extremos, pasando del a y del c al b, como ahora diremos.

(a) Nos hallamos ante un desquiciamiento cósmico, que se expresa en la tríada celeste : cielo, tierra, mar (falta el infierno, las partes inferiores, vinculadas con la condena). En el cielo están los grandes (sol, luna, estrellas) que empiezan a dar señales falsas, ya no alumbra; lo que era principio de estabilidad suprema aparece como expresión de locura.

(c) Por su parte, el mar destruye sus “amarras”, se elevan las olas y tienden a inundar toda la tierra. Según Gen 1, Dios había construido el mundo “domando” los mares, colocando las aguas en sus límites y cauces, permitiendo que surgiera la tierra. Ahora se rompen los límites: sube el agua de los mares en una especie de diluvio invertido, un inmenso tsunami que llega a cubrir los montes más altos.,, Es como si viniera la Dana de Valencia, multiplicadas por miles y miles de torrentes bajando de las nubes, sin pausa, en diluvio universal.

(b) En medio queda la angustia: los hombres están hechos de miedo. El miedo es como un cáncer que se va extendiendo y les va dominando desde fuera, como un sida que les inunda desde el cielo loco, desde el mar desmadrado.

Segunda escena. Superar el miedo: llega el Hombre

  • (a) Los hombres se morirán de miedo, al ver esa conmoción del universo;
  • (b) pues las potencias del cielo quedarán violentamente sacudidas.
  • (c) Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria.

 Dividido también el texto en tres partes, pero ahora las leemos seguidas, destacando aquellos rasgos que pueden resultar más significativos en nuestro tiempo.

(a) Vuelve el miedo, un miedo de muerte, terror apocalíptico ante la conmoción del cosmos, la gran sacudida de las “potencias” del cielo. Morir es aquí “salir de sí”, perder la “psyche”, el alma, el aliento. De pronto, al descubrir la fragilidad de los elementos, los hombres pierden el alma, el valor, las ganas de la vida.

(b) Esta muerte por terror (¡puro terror cósmico, más que guerra y peste, más que sida…!) tiene un fundamento cósmico: la sacudida de las “potencias”, que en griego se llaman “dynameis”. Potencias son en lenguaje bíblico los principios rectores del cosmos, los ángeles astrales, los principios matemáticos que rigen el movimiento de los astros…. Este mundo tiene una fecha de caducidad; cielos y tierra pasarán, dice el AT y el evangelio. En un sentido, todo ese mundo superior de equilibrio en el que estamos sustentados se sacuda y quiebra. Crecen las grietas del gran cosmos, morimos de miedo. Ésta es la más horrorosa de todas las muertes de la humanidad: morir de miedo al descubrir nuestra nada, la nada del cosmos. Muchos temen literalmente la llegada de un fin del cosmos… Normalmente pasarán miles y miles de milenios antes de que el mundo termine, pero estamos en riesgo, siempre en riesgo, pues al ritmo de vida en que vivimos  podemos destruir la vida de este planeta tierra en unas pocas generaciones.

(c) Entonces “verán al Hijo del Hombre…”. No se dice que verán a Dios, ni siquiera al Cristo, ni a los ángeles del cielo: Verán al Hijo del Hombre, es decir, la humanidad verdadera. Éste es el arco iris tras la tormenta del diluvio (Gen 9, 13-16), el arco iris de la paz de Dios, del amor de Dios, Puede morir todo, pero el hombre no acabará… Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán… (Lc 21, 33). Pues bien, las palabras de Dios se concretan en el Hombre que viene, la nueva humanidad, que nace de arriba, del trono de Dios, con poder y gloria… Éste es el misterio del nacimiento.

Tercera escena. Levantad la cabeza

  • (a) Cuando empiecen a suceder estas cosas,
  • (b) cobrad ánimo y levantad la cabeza,
  • (c) porque se acerca vuestra liberación.

IMG_8850 He dividido también esta estrofa en tres versos sencillos, que comentaré de un modo más breve. Ellos marcan el centro del pasaje, en forma de “llamada.

(a) Estas cosas han empezado a suceder… Los hombres y mujeres vivimos en medio del gran miedo. En la antigüedad era miedo de tipo cósmico, miedo al destino. En el comienzo de la Edad Moderna ha sido miedo a la destrucción social, a la peste, a la locura colectiva de las grandes violencias armadas, a las inquisiciones y autoridades perversas. Ahora, en estos últimos años, es miedo a la bomba y al sida, a la guerra mundial y al terrorismo, a la pandemia y a la ruptura ecológica.

(b) Pues bien, en medio del gran miedo se nos dice que recobremos el ánimo, que no demos que se nos valla el “alma”, que no nos abajemos y arrastremos. El hombre (hombre-mujer) es un ser que eleva la cabeza y vive de esperanza. Esto es lo que nos dice el texto, que elevemos los ojos y queramos vivir… Se trata de vivir de esperanza, sabiendo lo que somos, reconociendo nuestra limitación, pero sin dejarnos dominar por ella. Vivir “a cuerpo”, es decir, en humanidad, sin llenarnos de puras pastillas, sin andar de mano en mano, de psiquiatra en psiquiatra… Creer en Dios significa elevar la cabeza.

c) Porque se acerca la liberación… Antes se decía que se acerca el “Hijo del Hombre” (el hombre nuevo, el hombre-mujer de Dios)… Ahora se dice que se acerca la liberación, la “apolytrôsis”: una liberación que se nos ofrece como regalo de Dios (¡don de la vida!), pero que, al mismo tiempo, es regalo de nuestros amigos, es trasformación social (¡justicia!), es plenitud interna… No tener miedo, vivir en el gozo de sabernos Hijos de Dios, llamados a la vida, al nacimiento. Se acerca… ésta es la palabra. Se acerca y nos acercamos.

Cuarta escena: Parénesis o advertencia

(a) Procurad que vuestros corazones no se emboten por el exceso de comida, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, (b) porque entonces ese día caerá de improviso sobre vosotros. (c) Ese día será como una trampa en la que caerán atrapados todos los habitantes de la tierra.

 He dividido también esta escena en tras partes, aunque la primera (a) podría dividirse a su vez en otras dos. Después de la gran esperanza de las estrofas anteriores (segunda y tercera) viene esta estrofa sobria, de advertencia.

(a) Que vuestros corazones no se “emboten” (no se hagan pesados, no se cierren). El tema es el corazón, mantener el corazón abierto, tenso hacia la vida, fresco al amor, dispuesto a la ternura. Éste es el lugar del adviento, el principio de la vida, el signo de Dios: ¡Mantener los corazones limpios, capaces de sentir, de mirar de esperar¡  Vivir en dimensión de corazón. Los corazones se embotan por tres cosas, que han de tomarse de un modo simbólico.

(1) La comida: querer tenerlo todo, devorarlo todo, a costa de los demás, mientras sigue extendiéndose el hambre sobre el mundo. Es el riesgo de divinizar un tipo de capital, un tipo de progreso propio (aparente) a costa de la vida de los otros.

(2) La embriaguez: perder la conciencia en el vino o la droga y, sobre todo, en el frenesí de una vida hecha de olvidos, de falsa propaganda, de ansiedades siempre insatisfechas; vivimos de medicinas y drogas, de excitaciones rápidas, de un tipo de sexo sin amor, viajando de parte a parte del mundo (los que pueden), sin salir de su egoísmo, , como si quisiéramos huir de nosotros mismos.

(3) Las preocupaciones de la vida…: el deseo de tener, la búsqueda de seguridad absoluta… El mundo se nos ha hecho un gran mercado y querernos atesorarlo todo, para que nada pueda sorprendernos…

(b) Pero llegará “ese día”…  el día de la plena transparencia, el día del hombres verdadero. Vendrá ese día y corremos el riesgo de no saber acogerlo: estamos perdidos y cuando llegue el momento no sabemos acogerlo. Corremos el peligro de quedar en los elementos externos del miedo, sin “ver al hombre” que viene. Así sucedió en Belén: vino Jesús y sólo unos pastores, fuera del orden social dominante, lograron verle y recibirle. Nosotros, hombres y mujeres del gran mundo occidental: ¿podremos acoger al Hombre que viene? Quizá no. Pero habrá otros, en el margen de nuestro mundo, que sabrán acogerlo, para dejar así que Dios construya (que ellos construyan con Dios) la nueva humanidad.

(c) Porque ese día será como una trampa… Ésta no es la trampa que no pone Dios, ni siquiera un diablo con cuernos y cola, sino la que nos ponemos nosotros mismos. Nuestros abuelos ponían trampas a los animales del bosque. Los grandes jefes actuales ponen trampas por doquier, bombas y sensores para dominar al mundo de la humanidad con vallas electrificadas, con cárceles, con controladores humanos. . No se dan cuenta (¡no nos damos cuenta!) de que se ponen trampas a sí mismos… Vivimos inmersos en una gran trampa. Por eso nos dice el evangelio: ¡tened cuidado, no se emboten vuestros corazones!

Quinta escena: Conclusión. Estad en vela

  • (a) Velad, pues, y orad en todo tiempo,
  • (b) para que os libréis de todo lo que ha de venir
  • (c) y podáis presentaros sin temor ante el Hijo del hombre.

IMG_8849El tema concluye de forma solemne y sencilla, invitando a vivir en “vela”, es decir, a mantener la humanidad, a cultivar el amor, a crear esperanza… a confiar en el Dios que es Vida por encima de la muerte, el Dios de Cristo, principio de resurrección . Antes he dicho que se trata de “vivir a cuerpo”, de un modo directo, sin armaduras de miedo y engaño. Ahora podría decir: ¡Vivid a corazón abierto” (¡que vuestros corazones no se emboten…!

(a) Vivir a corazón abierto es “velad”, mantener el corazón en vela de amor con todos y la mente en diálogo de verdad con el Dios de la vida… Velad significa simplemente ser personas, en esperanza, en confianza, por encima de los miedos cósmicos y las violencias sociales. (b) Sólo así podremos “liberarnos” de los terrores que vienen. Ciertamente, hay terrores y violencias; no hace falta recordarlos, los terrores de fuera (las bombas, las luchas sociales, la pandemia, la dictadura de un tipo de política, economía y cultura de o0presiòn…), los terrores de dentro (la angustia y locura, la falta de amor…). Hay terrores, pero podemos liberarnos de ellos viviendo en vela de amor, en acogida gozosa y confiada de la vida.

(c) Sabiendo que lo que viene (¡el que viene!) es el verdadero ser humano, porque Dios lo quiere así, porque somos de Dios y él ha creado el mundo para compartirlo con nosotros. Por ahora no sabemos cómo vendrá, pero sabemos que el hombre nuevo será hombre de amor (pues sin amor no habrá ser humana, sin amor nos destruiremos todos). Para nosotros, los cristianos, el “hijo de hombre que viene” será el Jesús de la Navidad (el niño para ser amado, para que aprendamos a amar); será la Novia del Apocalipsis, será el Novio Cordero del mismo Apocalipsis (Ap 21-22), para que aprendamos a querernos cara a cara, cuerpo a cuerpo, luz a luz, sobre un mundo transformado en Paraíso. … Pero dejemos el tema así. Ya es suficiente, en este primer domingo del Adviento.

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Justicia, amor, y vigilancia. Domingo 1 de Adviento. Ciclo CJusticia, paz y liberación. Domingo 1 de Adviento. Ciclo C

Domingo, 1 de diciembre de 2024

imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Comenzamos un nuevo año litúrgico, preparándonos, como siempre, para celebrar la Navidad, que recuerda el nacimiento de Jesús hace más de veinte siglos. Pero la segunda lectura y el evangelio hablan de su vuelta, no sabemos cuándo, con pleno poder y gloria. ¿Por qué une la liturgia dos acontecimientos separados por tantos siglos? Intentaré explicarlo con la siguiente historia.

La esposa del astronauta y la Iglesia

            Un día la NASA decidió una misión espacial fuera de los límites de nuestro sistema solar. Una empresa arriesgada y larga que encomendaron al comandante más experimentado que poseía. Cuando se despidió de su mujer y sus hijos, la familia pasó horas ante el televisor viendo como la nave se alejaba de la tierra.

            Los niños, pequeños todos ellos, preguntaban continuamente: “¿Cuándo vuelve papá?” Y la madre les respondía: “Vuelve pronto, no os preocupéis”. Al cabo de unos meses, cansada de escuchar siempre la misma pregunta, decidió organizar una fiesta para celebrar la vuelta de papá. Fue la fiesta más grande que los niños recordaban. Tanto que la repitieron con frecuencia. La llamaban “la fiesta de la vuelta de papá”. Pero la inconsciencia de los niños creaba una sensación de angustia en la madre. ¿Cuándo volvería su marido? ¿El mes próximo? ¿Dentro de un año? “La fiesta de papá”, que podía celebrarse en cualquier día del mes y en cualquier mes del año, se le convirtió en una tortura. Hasta que se le ocurrió una idea: “En vez de celebrar la vuelta de papá ‒dijo a los niños‒ vamos a celebrar su cumpleaños. Sabéis perfectamente qué día nació, así que no me preguntéis más cuándo vamos a celebrar su fiesta”.

            A la iglesia le ocurrió algo parecido. Al principio hablaba de la pronta vuelta de Jesús, la que menciona el evangelio de este domingo. Pero esa esperanza no se cumplía, y la iglesia pasó de celebrar su última venida a celebrar la primera, el nacimiento. Sin embargo, no ha querido olvidar la estrecha relación entre ambas venidas, y así se explica que encontremos textos tan distintos.

De reyes inútiles y canallas a un rey justo (Jeremías 33, 14-16)

YA llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa

que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

En aquellos días y en aquella hora,

suscitaré a David un vástago legítimo

que hará justicia y derecho en la tierra.

En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos,

y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”.

Las últimas décadas del reino de Judá son de trágica ironía. A un rey que muere luchando contra los egipcios (Josías), le sucede otro que es deportado a los tres meses de reinado (Joacaz), y otro famoso por sus terribles injusticias (Joaquín). Entonces Nabucodonosor, rey de Babilonia, nombra rey a Matanías, cambiándole el nombre por el de Sedecías, que significa “Yahvé es mi justicia. Este nombre parece una broma, un insulto. ¿De qué justicia habla Nabucodonosor, el monarca que acaba de destrozar a los judíos? ¿Qué se puede esperar de un fantoche impuesto por el babilonio? La gente se preguntaría: ¿de qué sirve la promesa hecha por Dios a David de una dinastía eterna? ¿Para qué queremos un descendiente de David, si todos los reyes son inútiles o sinvergüenzas?

En este contexto se entiende la promesa hecha por Dios a Jeremías de un rey que se llamará “Yahvé es nuestra justicia. Un monarca cuyo mismo nombre expresa la estrecha relación de Dios con todo el pueblo, y que salvará a Judá y Jerusalén mediante un gobierno justo. Frente a la angustia y la incertidumbre, implantará la tranquilidad.

Lo fundamental es la idea de un monarca que procura el bienestar del pueblo. En el contexto del Adviento, esta lectura nos recuerda que Dios no se desentiende de los graves problemas políticos y sociales de la humanidad. Aunque un volteriano le pediría a Dios que en vez de salvar a Judá y procurar la paz de Jerusalén, salve a los de Gaza y traiga la paz al Líbano.

El amor como preparación a la Navidad: 1 Tesalonicenses 3, 12- 4,2

Esta lectura indica con qué espíritu debemos vivir siempre la vida cristiana, en especial estas semanas del Adviento: amor mutuo y amor a todos, comportamiento que agrade a Dios. Parece algo muy etéreo; habría que leer los consejos que da la carta para concretar esas recomendaciones. Pero también es bueno que cada cual se examine sobre su amor a todos y si su comportamiento agrada a Dios.

         Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.

            Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguir adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús. 

Esperar y preparar nuestra liberación: Lucas 21, 25-28. 34-36.

El evangelio comienza con las señales típicas de la literatura apocalíptica a propósito del fin del mundo (portentos en el sol, la luna y las estrellas) que provocan en las gentes angustia, terror y ansiedad. Pero sustituye el fin del mundo con algo muy distinto: la venida de Jesús con gran poder y gloria; y esto no debe suscitar en nosotros una reacción de miedo, sino todo lo contrario: “cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

A continuación, nos dice el evangelio cómo debemos esperar esta venida de Jesús. Negativamente, no permitiendo que nos dominen el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida. Positivamente, con una actitud de vigilancia y oración.

Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

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Reflexión final: acción de Dios y colaboración nuestra

Lo que pide Pablo a los tesalonicenses no se consigue a base del propio esfuerzo. Es preciso que Dios nos colme y haga rebosar de ese amor. Pero nosotros debemos colaborar. Hay que comportarse de acuerdo con lo aprendido. O, como dice el evangelio, tener cuidado, estar despiertos, mantenerse en pie. Algo que no es muy frecuente en estos días de diciembre, cuando lo que más preocupa es la celebración de la fiesta y la elección de los regalos.

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01 de Diciembre de 2024. Primer Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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“Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.”

(Lc 21, 25-28.34-36)

 

¡Levantaos!”. Este tiempo de adviento irrumpe invitándonos no solo a la esperanza sino también al coraje. Porque hace falta ser valiente para “ponerse en pie y alzar la cabeza”, pues solo cuando estamos de pie es posible vivir el evangelio de verdad.

Quizá por eso Jesús se pasó buena parte de su “ministerio” (léase “servicio”) poniendo en pie a todas aquellas personas que encontraba postradas: paralíticas, poseídas, encorvadas, ciegas, muertas, incluso un recaudador de impuestos se puso en pie cuando descubrió lo que la presencia de Jesús significaba en su vida (Cfr. Lc 14, 1-9).

Pero, ¿por qué de pie? Porque solo quien se levanta se predispone a servir y solo desde el servicio descubrimos quién es el Dios de Jesús.

En la última cena, una vez más, Jesús, el que había dedicado tanto tiempo a “levantar” a otras y otros, “se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomo la toalla… y se dispuso a servir, se puso a lavarle los pies a sus discípulos, a esos mismos discípulos a los que unos días antes había invitado a esperar la liberación levantados y con la cabeza alzada.

Esperar”, en cristiano, es sinónimo de servicio, el Reino llega en forma de semilla, Dios viene al mundo en la fragilidad de un recién nacido y todos nosotros, que esperamos el gran acontecimiento de su venida, tenemos que vivir nuestra espera al estilo del Maestro. Es decir con la “toalla ceñida”.

Por eso no vale esperar de manos cruzadas, ni a medio gas. El seguimiento de Jesús requiere el 100% de disponibilidad, esperanza y servicio. ¿A qué esperas?

Oración

¡Levantaos!, de pie y con la cabeza bien alta.
¡Levantaos! con una sonrisa en el alma.
¡Levantaos! para derrochar un tierno servicio.
¡Feliz Adviento!


*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios siempre está ahí.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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DOMINGO 1º DE ADVIENTO (C)

Lc 21,25-36

Hoy primer domingo de Adviento, os propongo unos apuntes sobre cómo debemos entender las Escrituras, que son la base de toda liturgia. Es la ciencia la que nos obliga a salir de nuestra ceguera. A Galileo casi le cuesta la vida decir que la tierra se mueve. El argumento de la Iglesia era: la Biblia dice lo contrario. La Biblia no tenía razón, pero sí Galileo. Hoy el problema es más grave, porque atañe a la manera de interpretar la biblia. Ni una sola frase debemos entender literalmente. Toda ella es mítica, teología narrativa.

Es la ciencia la que nos obliga a dar el cambio. Los medios con que contamos hoy son increíbles. Podemos descubrir lo que hay varios metros por debajo de la tierra sin tocarla. Podemos datar con increíble precisión una mínima parte de materia orgánica o de roca. Muchas otras ciencias están al servicio de la arqueología. La sociología nos permite comprender las circunstancias en que vivían sociedades de las que no sabíamos nada. La historia es capaz de ir más allá de lo que podíamos imaginar hace solo unas décadas.

También el mejor conocimiento de las primeras lenguas escritas nos permite aquilatar el significado de los textos de manera mucho más precisa. La exégesis nos permite interpretar esos mismos textos más de acuerdo con la manera de pensar de cada época. Todos estos avances científicos nos obligan a repensar lo que hasta ahora creíamos de los textos bíblicos. El resultado es que los relatos que han llegado a nosotros no quieren decir lo que, durante mucho tiempo, estábamos convencidos que nos decían.

Lo primero que llama la atención es que todo el AT se escribió entre el s. VII y el IV antes de Cristo. En el siglo séptimo no podían tener ni idea de lo que pasó en tiempo de Noé. Los grandes patriarcas son personajes míticos y todo lo que se dice de ellos no son más que relatos fantásticos utilizando los mitos y leyendas que circulaban en las culturas del entorno. Haber metido a Dios en los relatos no significa que haya intervenido en la historia para dirigirla y condicionarla. Dios no pudo elegir a un pueblo y hacer maravillas en su favor, sobre todo, si, como pasa casi siempre, es en contra de los demás pueblos.

David no fundó ningún imperio. En la arqueología no hay ni rastros de ese poderío. Si existió realmente, no pasó de ser un jefe de bandoleros que se hizo con el mando de una tribu. Entonces Sión no era más que un pueblucho sin ninguna capacidad organizativa, menos aún como centro de un imperio. Es probable que Judea no llegara a los 2.000 habitantes; mal podía tener un ejército de 30.000. La fastuosidad de Salomón no fue más que una leyenda. Puede ser que construyera el primer templo, pero ahí acabaría todo.

Los análisis genéticos han demostrado que los judíos no son una raza especial, que llegaron de otra parte. Son de la misma estirpe que los demás habitantes de Palestina. Tampoco se ha encontrado rastro de una emigración del pueblo judío a Egipto. Los egipcios llevaban las anotaciones de los acontecimientos importantes. No hay ni rastro de una población judía en su territorio. En tiempos del Éxodo, los egipcios tenían vigiladas todas las fronteras con militares que les permitían controlar todo flujo de personas.

Es imposible que salieran de Egipto unos 600.000 varones sin que eso quedase reflejado como un peligro. Es imposible que un número tan descomunal de personas pasaran cuarenta años en el desierto sin dejar el más mínimo rastro. No hubo ninguna teofanía en el Sinaí ni Moisés recibió ninguna tabla con los mandamientos. No hubo ninguna conquista de las tierras de Canaán, porque los judíos siempre estuvieron allí. No pudieron derrumbarse las murallas de Jericó, porque no era más que una aldea insignificante.

Pero, entonces ¿por qué se escribieron todos esos relatos fantásticos que no hacen más que ponderar la intervención de Dios a favor de un pueblo, casi siempre, machacando a otros pueblos? Todos los relatos tuvieron un objetivo muy claro: intentar mantener la esperanza de un pueblo que se sentía zarandeado por todas partes y con muy pocas posibilidades de subsistir. A la vuelta del destierro, el pueblo judío quedó reducido a un puñado de personas de los más bajos estamentos sociales. Lo que consiguieron los escritores fue mantener la esperanza y la energía necesarias para superar las dificultades.

Esto nos tiene que hacer pensar y aceptar que hemos estado leyendo la Escritura de una manera demasiado simplista. Aunque lo que cuentan no concuerde con lo que pasó, sigue teniendo su valor, porque nos invita a buscar una salvación en Dios más allá de las que podemos encontrar por nuestra cuenta. Pero las dificultades que encontraron y cómo fueron capaces de superarlas, eso sí es un hecho histórico. Esto es lo que nos debía preparar a aceptar la lección que aquella actitud puede darnos hoy y buscar una salvación no venida de fuera, sino descubierta en profundo de todo ser humano.

Todo el año litúrgico es un montaje que hemos construido. Dios no está sometido a este artificio. Dios no tiene que venir de ninguna parte. Está siempre ahí esperando que lo descubramos. Nosotros sí necesitamos esos artificios para aprovechar el tiempo y el lugar oportunos para ese encuentro. Se trata de un intento de armonizar el presente con el pasado y el final. Empezamos el Adviento con lecturas apocalípticas con las que terminamos el año litúrgico. El pasado y el futuro debemos afrontarlos desde el presente.

El evangelio que hemos leído refleja el ambiente apocalíptico que se vivía en las primeras comunidades cristianas. Están escritos desde una visión mítica del mundo, del hombre y de Dios. Desde esa perspectiva, Dios había creado toda la realidad visible quedándose al margen de ella, pero gobernándola desde las alturas. El hombre había envenenado la creación con su conducta, pero no tenía capacidad de enderezarla. Dios perdonaría a los humanos y con el mismo poder que creó, recrearía el mundo malogrado eliminando el mal.

Nuestro universo conceptual es muy distinto. La creación no es un acto de la potencia de Dios que ‘hace’ algo fuera de Él, sino que todo lo que existe es la manifestación de lo divino que permanece escondido en lo hondo de toda realidad. Como reflejo de lo divino todo es esencialmente bueno. El maniqueísmo nos empuja a dividir la realidad en opuestos irreconciliables, pero para Dios todo está en una eterna armonía. Nuestra falta de perspectiva nos hace ver el mal que solo está en nuestra cabeza.

La gran noticia no es que Dios viene, sino que no tiene que venir porque siempre está en ti. Ni Jesús ni Dios tienen que hacer nada. Jesús, porque lo hizo todo durante su vida. Dios, porque lo está haciendo todo en cada instante. No tienes que esperar ninguna salvación venida de fuera. Todo lo que puedes llegar a ser ya lo eres. Tu tarea consiste en descubrir tu verdadero ser y simplemente serlo. Todas la ofertas venidas de fuera están encaminadas a satisfacer tu falso yo y por lo tanto son engañosas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Puede Dios fracasar?

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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Lc 21, 25-28

«…muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas»

No creemos que los textos evangélicos tengan ninguna pretensión profética, pero llama la atención el paralelismo del texto de los tres sinópticos, con lo que en este momento nos está anunciando la comunidad científica sobre el futuro que nos espera. Como muestra de este paralelismo podemos citar un informe del Panel de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) en el que se afirma lo siguiente:

«El deterioro irreversible de los ecosistemas marinos, y la dinámica creciente de pérdida de cosechas, provocará el colapso de la civilización debido a la escasez trágica de recursos esenciales para la vida. Se producirán migraciones masivas para acceder a estos recursos y conflictos generalizados por obtenerlos… »

Añade que se extenderán los fenómenos meteorológicos extremos y que muchas islas y litorales serán engullidas por el mar; que la humanidad padecerá pandemias frecuentes; que las enfermedades tropicales se extenderán a todo el planeta y muchas calamidades más… Algunos científicos del prestigio de Stephen Hawking van mucho más lejos y anuncian la extinción de la especie humana.

Si entendemos la historia como materialización del proyecto de Dios, podremos comprender dos aspectos cruciales para la vida de los seres humanos. La primera es que caminamos hacia la plenitud individual y colectiva, es decir, hacia un mundo libre por fin de las pasiones que nos deshumanizan. La segunda, que los protagonistas de esta última etapa del camino somos nosotros; que Dios ha confiado en nosotros, ha puesto en nuestras manos su proyecto y nos ha dotado de tal grado de inteligencia y de libertad, que ahora tenemos la capacidad de culminarlo… o malograrlo.

En un principio el ser humano apenas podía influir en el proyecto de Dios, pero merced al don de la inteligencia, se ha ido haciendo cada vez más poderoso, hasta el punto que hoy es capaz de dinamitarlo; bien sea borrando del mapa al género humano en pocos minutos, o bien, destruyendo su hábitat hasta hacerlo inhabitable.

Y esta capacidad que sin duda poseemos nos plantea preguntas inquietantes. Por ejemplo: ¿Supondría esto el fracaso de Dios? ¿Está Dios dispuesto a fracasar por mantener el don precioso de la libertad que nos ha dado? ¿Dios puede fracasar?…

No, Dios no fracasa, y esta convicción nos abre la puerta a la esperanza a pesar de las negros nubarrones que ensombrecen el horizonte. Eso sí, la situación que hoy vive la humanidad nos muestra que el camino hacia la plenitud (hacia la libertad) es mucho más largo de lo que nos gustaría, incluso más largo de lo que somos capaces imaginar; que la humanidad tendrá que vivir momentos de gran tribulación y superar crisis profundas, pero que al final llegará a su destino.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Despiertos en todo tiempo.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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Lc 21,25-28.34-36

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje”.  Es imposible leer el inicio del evangelio de hoy sin que vengan a nuestra mente las imágenes de todo lo sucedido en este último tiempo en algunas zonas de nuestro Levante español. Todos hemos contemplado perplejos las imágenes de ese oleaje que las aguas provocaron y que llevaron por delante cientos de casas y todo lo que encontraron a su paso. Miles de personas, por desgracia, lo vivieron de primera mano y hoy siguen sufriendo las terribles consecuencias de ello: pérdida de seres queridos, ruinas económicas, destrucción de sus hogares, de parte de su historia o de incluso toda su vida…

Se hace complejo proponer una interpretación de esta Palabra con tal recuerdo en la mente y en el corazón. ¿Cómo leer el texto en toda su hondura desde quienes hoy están sufriendo los desastres medioambientales? ¿Cómo podrán todas estas personas atravesar la realidad que les ha tocado y acoger las palabras que siguen: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”?

Una posible clave de lectura, en línea con lo que el Papa nos ha pedido a través de su encíclica Laudato Si’ y de su exhortación Laudate Deum, es la de descubrir en esta Palabra una invitación a interpretar los signos de este mundo y a asumir nuestra responsabilidad ante el cambio climático que padecemos. “Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con las juergas, borracheras y las inquietudes de la vida”… Estos sustantivos pueden ser cambiados hoy por “consumismo”, “contaminación”, “individualismo”, “concentración de gases”, etc. Sabemos que estos días están reunidos algunos líderes mundiales en la COP29 para dialogar y tomar decisiones que, ojalá, contribuyan al cuidado del medioambiente y de los países más afectados por las catástrofes naturales, pero nuestra tierra necesita del compromiso y el cuidado por parte de cada una de las personas que la habitamos. ¡Mantengámonos despiertos! ¡No dejemos de colaborar en la medida de nuestras posibilidades!

Sin embargo, esta interpretación no haría justicia al texto bíblico si nos quedáramos solo en ella. Porque, a través del simbolismo apocalíptico, de los signos de destrucción y muerte que se narran, lo que el autor desea es alentar la esperanza y avivar en cada persona la certeza de que el Señor no nos abandona, de que Él “viene”, “se acerca”, está presente en medio de estas realidades.

La Iglesia elige este evangelio en el inicio de un nuevo año litúrgico tras celebrar la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Con ello nos invita a alzar nuestras cabezas y mantenernos alerta, en vigilia, para despejar nuestra mirada de modo que ésta sea capaz de atravesar el dolor y el miedo y podamos descubrir al Señor que está en medio de su pueblo. Es este Rey quien se abre paso entre la destrucción y el caos para estar al lado de quien sufre, recordándonos que su poder y su gloria” vienen revestidos de servicio y consuelo, de acompañamiento y presencia, de abajamiento, amor y solidaridad.

¿Es posible que los más desfavorecidos, aquellos que son objeto directo de las devastaciones naturales, puedan recibir este mensaje de esperanza? Deseamos que sí. En esa nube, con gran poder y gloria han visto venir a miles de voluntarios que se han desplazado hasta allí para acompañar su sufrimiento; al alzar la cabeza han encontrado manos que les han levantado en medio de la dificultad, que les han sostenido arriesgando sus vidas, que han repartido alimentos, medicinas o ropa, o que se han agachado a recoger lodo y escombros junto a ellos. Dios se embarra en las situaciones de mayor dolor y angustia para sostener la esperanza y mantenernos de pie, pero necesita que nosotros estemos despiertos en todo tiempo para reconocerlo… y para testimoniarlo.

Inma Eibe, ccv

 Fuente Fe Adulta

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Más allá del miedo y de la ansiedad, confianza.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8659Domingo I de Adviento

01 diciembre 2024

Lc 21, 25-28.34-36

Escrito en clave apocalíptica -un género literario que a nosotros nos resulta muy extraño-, el texto que leemos hoy bien podría referirse al momento histórico que estamos viviendo. Son tiempos, los nuestros, de incertidumbre y preocupación que se extienden en diferentes ámbitos, desde las guerras a las relaciones internacionales, desde los populismos de todo tipo hasta el atropello de la verdad, desde la problemática ecológica hasta el futuro de la inteligencia artificial.

No es extraño que, en este contexto, afloren sentimientos de inseguridad, miedo y ansiedad. Y que la gente busque “refugio” en compensaciones de distinto tipo, tal como el propio texto señala.

Y, sin embargo, cuando parecen caer todas las certezas y darse todos los motivos para entrar en la desesperanza, se nos invita a alzar la cabeza y reconocer la liberación. Porque, en medio del “estruendo del mar y del oleaje” -signos apocalípticos de hundimiento del mundo conocido-, aparece con poder el “Hijo del Hombre”.

La expresión “Hijo del Hombre” es otra forma más de nombrar nuestra verdadera identidad. No se refiere a un ser que habría de venir de otro lugar para salvarnos de lo que nos atormenta. Es un modo de aludir a la Plenitud humana que, como Fondo siempre estable y permanente, nos constituye. Podemos referirnos a esa realidad con diferentes nombres, y así hablamos de Ser, Vida, Quietud, Presencia, Silencio, Consciencia… Pero, más allá de los nombres utilizados, siempre ineludiblemente inadecuados, se trata de experimentarla en uno mismo.

Cuando, acallando la mente, vamos más allá de nuestro cuerpo, de nuestra mente, de nuestro psiquismo e incluso de nuestro yo, aparece ante nosotros ese Fondo sin nombre en el que nos reconocemos y donde nos descubrimos en casa. Ahí radica la liberación y la confianza.

Y hace bien el texto en señalar la única condición para que tal vivencia sea posible: “estar despiertos”, es decir, salir de la ignorancia que nos reduce, al identificarnos con nuestra forma (yo o persona) y reconocernos como la Plenitud que somos. Atravesar el mundo de las formas -sin negarlas- para anclarnos en el Fondo, pasar de la consciencia de separatividad -fuente de toda confusión y sufrimiento- a la consciencia de unidad, donde nos vivimos Uno con todo lo que es.

 

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Hay! ¿Habrá miedo, y angustia,? ¡Hay!

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8776Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.-  Angustia en la vida

        Es importante intuir qué final nos aguarda; o de otro modo, es decisivo tratar de saber cuál pueda ser el sentido de nuestra vida.

El evangelio que hemos acogido hoy está redactado en un lenguaje escatológico-apocalíptico para hablarnos del final de la historia, de nuestro propio final. Es una forma de hablar “tremendista”: habrá signos en el sol, estruendo en el mar, los astros se tambalearán, habrá angustia, miedo y miedo en los seres humanos…

Sabemos que es un lenguaje fuerte, un modo de hablar simbólico y radical y también sabemos que las cosas no sucederán así

Pero creo que no solamente es un lenguaje, sino que la vida misma nos muestra su faz de miedo, angustia.

¿O quizás, hasta cierto punto, nuestro existir no está lleno de miedo y ansiedad? Nuestra propia vida a veces se ve embargada por la desazón y la angustia.

La enfermedad y la muerte generan gran desasosiego, miedo y angustia.

Hoy en día las guerras de Ucrania e Israel nos causan también una cierta angustia a la humanidad ante la realidad bélica ya existente y ante la posibilidad de una tercera guerra mundial

02.- ¿Qué es la angustia?

La angustia es la situación de ansiedad opresiva sin causa precisa. (Diccionario RAE). La angustia es un estado afectivo difuso y penoso que se caracteriza por aparecer como reacción ante un peligro desconocido.

El filósofo (luterano) danés, Sobren Kierkegaard (1813-1855), en su libro “El Concepto de la angustia” vincula la angustia con el pecado y con la libertad.

         Este problema lo tenemos los católicos muy dentro de nosotros mismos.

Una desorbitada insistencia en el pecado, en la condenación, en el infierno ha generado una profunda culpabilidad, escrúpulo y miedo en muchas personas y conciencias

Esta “martille ante” insistencia en la culpabilidad, en el miedo a Dios y al infierno, el escrúpulo han inyectado en el alma de muchos católicos, en un estilo de catolicismo una gran angustia, un pánico a la condenación. Dios es un ser temible al que “hay que tener a raya”. Una dura experiencia de Dios encauza la vida hacia la angustia.

La religión, “los sistemas religiosos” pueden agudizar los problemas más que resolverlos. Por desgracia esta experiencia negativa nosotros la hemos vivido en nuestros tiempos jóvenes, digamos que hasta el concilio Vaticano II. Hizo mucho daño aquella predicación moral, aquellos ejercicios y confesiones torturadoras.

+       Lo malo de aquella educación es que se grababa a fuego en la psicología humana y muchas personas no pueden salir de “aquel infierno”, de aquella angustia y miedo.

         Yo me temo que esta involución que estamos viviendo en la Iglesia pretende volver a aquel tipo de moral, de cristianismo ultra riguroso.

         El Concilio supuso para muchos de nosotros una liberación: levantaos, que está cerca vuestra liberación. El Éxodo supuso la liberación del pueblo, de las tribus hebreas de la esclavitud de Egipto. El Concilio fie también para nosotros un Éxodo, una liberación.

         Yo la a la esclavitud de Egipto, anterior al concilio, no vuelvo…

03.- Algunas consideraciones

+       La angustia es una encrucijada de dimensiones, en ocasiones problemas o conflictos, no asumidos, no resueltos o no “puestos” los caminos de solución, quizás porque “no se ven” tales caminos.

+       Una dura experiencia de “Dios” puede encauzar la vida hacia la angustia.

+       Las neurosis, adicciones, comportamientos compulsivos, fanatismos, escrúpulos, etc. probablemente son expresiones angustiosas de hondos sufrimientos de los que se quiere salir, pero no se hallan caminos.

+       Tres son los ríos principales por los que fluye la angustia:

la culpa-pecado, el absurdo-sin.sentido y la muerte.

03.- La nube.

Cuando veáis venir al Hijo del hombre sobre las nubes, se acerca vuestra liberación.

         Esto no va a ser un hecho histórico. El Hijo del hombre llegará cuando nosotros lleguemos a Él.

La nube no es “quedarse a lo tonto en las nubes”. La nube es el símbolo de la protección de Dios.

+       En su marcha por el desierto, Dios protegía al pueblo del rigor del sol con la nube.

+       En el bautismo de Jesús brotó una voz desde el cielo: este es mi hijo amado.

+       En la Transfiguración la nube les envolvía a los apóstoles allí presentes

+       En la Ascensión JesuCristo quedó tapado por la nube, que significa: Dios.

         Cuando venga el hijo del Hombre o nosotros lleguemos a Él, la nube, el ámbito de Dios nos acogerá, nos cubrirá. Estamos y terminaremos en Dios.

         Esta confianza despeja la angustia y nos confiere una gran serenidad en la vida. ¡Cuántas veces repitió Jesús: no tengáis miedo!

         La esperanza en el futuro es la serenidad y alegría del presente, porque se acerca nuestra liberación

04.- Se acerca vuestra liberación.

         En la situaciones de miedo y angustia, miremos al cielo, a la nube. “Siempre está Dios” que es nuestra liberación.

         Jesús, el cristianismo no hurga en el terror, más bien el cristianismo es todo lo contrario: sana la culpabilidad, la depresión y nuestras enfermedades más profundas, nos libera de la muerte.

+       La salida al problema de la libertad – culpa, no está en que se rebajen las leyes y sea más fácil la cosa, sino en no temer y confiar cuando hemos hecho mal uso de la libertad.

+       La solución al problema de la muerte, no está en la resurrección, sino en la confianza en Dios (Bonhoeffer).

+       La salida al absurdo, al vacío está en confiar en el ser.

+       No temáis, confiad.

05.- Ánimo

        Cada cual y todos comenzamos el Adviento como nos pilla la vida personal y comunitaria: Vivamos serán y esperanzadamente. Hemos de activar la esperanza precisamente cuando no tenemos muchos motivos ni ganas.

Se acerca vuestra liberación

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“Tengan ánimo, se acerca su liberación”, por Consuelo Vélez

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8792De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del I domingo de adviento 01-12-2024

Este primer domingo de adviento nos invita a la preparación efectiva, reconociendo que la fidelidad es inherente al seguimiento de Jesús

Cuando las situaciones se tornan difíciles es necesario mantenerse en pie, reconociendo la liberación que se acerca

Llega la palabra de esperanza y fortaleza: enderécense y levanten la cabeza, no se contenten con poco, sigan trabajando por los valores del reino

Habrá señales en el sol, la luna y las estrellas. En la tierra se angustiarán los pueblos, desconcertados por el estruendo del mar y del oleaje. Las personas desfallecerán de miedo, aguardando lo que le va a suceder al mundo; porque hasta las fuerzas del universo se tambalearán. Entonces verán al Hijo del Hombre que llega en una nube con gran poder y gloria. Cuando comience a suceder todo esto, enderécense y levanten la cabeza, porque ha llegado el día de su liberación. Presten atención, no se dejen aturdir con el vicio, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, para que aquel día no los sorprenda de repente, poque caerá como una trampa sobre todos los habitantes de la tierra. Estén despiertos y oren incesantemente, pidiendo poder escapar de cuánto va a suceder, así podrán presentarse seguros ante el Hijo del Hombre (Lc 21, 25-28.34-36)

Comenzamos el tiempo de adviento, es decir, de espera gozosa del Niño que viene, del Jesús que nacerá entre nosotros. Pero el texto que nos ofrece Lucas este domingo tiene un lenguaje apocalíptico que nos habla más de miedo y confrontación que de alegría y gozo. Ahora bien, la alegría cristiana no brota de algo casual o insignificante. Esta viene del triunfo de la vida sobre la muerte, de la alegría sobre la tristeza, del triunfo del Señor Jesús sobre todas las fuerzas del anti reino como celebrábamos la semana pasada en la conmemoración de Cristo Rey. Por tanto, aunque nos iremos acercando a la alegría que viene de reconocer en un pequeño niño al Hijo de Dios entre nosotros, hoy se nos invita a la preparación efectiva para ese momento, reconociendo que la fidelidad es inherente al seguimiento de Jesús y, por tanto, cuando las situaciones se tornan difíciles y pareciera que la buena noticia que trae Jesús no es escuchada por nadie, en ese momento, el mantenerse en pie, es el camino para reconocer la liberación que se acerca y llegar a ser destinatarios de la misma.

No es fácil mantener la fidelidad. Son muchos los esfuerzos que se hacen para vivir el amor y la verdad, la paz y la reconciliación, la solidaridad y le entrega y, cuando se mira a nuestra sociedad y a nuestra iglesia, pareciera que nada cambia e incluso, algunas veces, empeora. Las guerras de nuestro mundo, el hambre, la injusticia social nos hacen sentir que las fuerzas del universo se tambalean y que más vale vivir el momento presente sin trabajar por los cambios necesarios. Todo esto es la realidad que experimentamos muchas veces. Pero aquí viene la palabra de esperanza y fortaleza: enderécense y levanten la cabeza, no se contenten con poco, sigan trabajando por los valores del reino que la promesa del Señor no quedará defraudada y la liberación se hace real en muchas circunstancias y se seguirá concretando, una y otra vez, en la historia que tenemos por delante. Esa esperanza confiada a la que nos invita el texto se personifica en la figura del Hijo del Hombre que representa un personaje mesiánico que vendrá a realizar su juicio en el último día, donde quedará evidente la liberación que el Señor trae, venciendo todas las fuerzas del anti reino que no quieren que llegue.

Orar incesantemente, como dice el texto, no significa refugiarse en una capilla pidiendo que Dios intervenga mágicamente. Por el contrario, la oración que Dios quiere es aquella que se traduce en compromiso, en constancia, en insistencia, en fidelidad, como ya lo dijimos. Comencemos este tiempo de adviento renovando la esperanza, manteniendo la fe, practicando insistentemente el amor en todas nuestras palabras y obras.

(Foto tomada de: https://mividaenxto.com/oracion-en-familia-encender-la-primera-vela-de-la-corona-de-adviento/)

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Primer Domingo de Adviento (Lucas 21,25-28.34-36).

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8795Comentario a la lectura evangélica (Lucas 21,25-28.34-36) del I Domingo de Adviento. Por P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Comenzamos el Adviento y la liturgia nos propone un texto casi como una admonición, una invitación a comprender lo que nos propone hacer Dios.

Una re-creación, en cierto modo.

Porque es una Creación inversa la que describe Lucas al comienzo de este nuevo año litúrgico: el Génesis, en un lenguaje poético y parabólico, relata el paso del caos a la armonía; aquí, Lucas, en un lenguaje denso en imágenes y visiones, llamado apocalíptico, describe el paso de la armonía al caos.

Describe, de forma imaginativa, lo que vive su comunidad, frágil vasija de barro en medio de vasijas de hierro, aparentemente desbordada por los grandes acontecimientos del Imperio: guerras, luchas de poder, migraciones, hambrunas…

Lo que estamos viviendo ahora, en una letanía interminable de agravios, degradación, violencia e incomprensión crecientes, problemas globales sin resolver, desde el clima hasta el trabajo, en una época en la que las guerras han reaparecido y se cobran víctimas en diversos rincones de la Tierra, de un caos que ha puesto al descubierto todas nuestras ilusiones.

De la Creación al caos. Esto está ocurriendo, por supuesto.

O esto es lo que creemos que está ocurriendo.

Y ese hombre siempre ha pensado.

En cada época. En cada momento. En cada vida.

No es nada nuevo quejarse, esperar lo peor.

No es ahí donde radica la novedad del Evangelio. Tampoco nosotros, los cristianos, engrosamos las interminables filas de los quejosos profesionales. Al contrario.

Levantad la cabeza.

Lucas, provocador, entra en escena al principio de este adviento, dándonos la vuelta a la tortilla, tomándonos amablemente por las narices, burlándose de nuestra actitud de todos los días, seria y preocupada, que tanto nos gusta llevar.

Desacredita nuestro victimismo, desacredita nuestras ansiedades.

Nada de escenas de pánico, nada de grupos apiñados de fieles encerrados en sacristías esperando el fin del mundo, nada de sitios apocalípticos de devotos últimos defensores de la fe, de críticos embozados en despachos divinos, de ninguna manera.

Es normal que el mundo esté siempre en equilibrio.

Que nosotros también lo estemos. En equilibrio sobre un abismo, en equilibrio sobre el caos.

Después de todo, ¿no era eso exactamente lo que Dios pretendía cuando creó el Universo? ¿Dar orden al caos sin destruirlo? ¿Orientarlo? ¿Y no fue ésa la tarea que encomendó a ese ser humano hecho a su imagen? ¿La de seguir creando?

Así que, sin aspavientos, cuando se construye una casa es normal que falten los últimos retoques, que haya muchos ladrillos tirados, que ciertas cosas aún no se vean limpias y ordenadas.

El trabajo está en marcha, recordémoslo. El mundo no está completo.

Y ante todos estos acontecimientos, dice Jesús, no nos dejemos llevar por el pánico.

Levantemos la cabeza. Porque el tiempo juega a nuestro favor.

La historia es lo que es. Un conjunto de acontecimientos sombríos y de prodigios.

El tiempo es lo que es, temeroso y pendenciero.

El hombre es lo que es, una mezcla de barro y espíritu divino.

¿De qué nos sorprendemos? Veamos más allá de la apariencia. Es Dios quien viene.

Trabajo en curso…

Pero debemos actuar. No quedarnos de brazos cruzados.

Trabajar, y duro.

Jesús también nos dice lo que debemos hacer: mantengamos nuestro corazón ligero, no dejemos que se agobie en disipaciones, ansiedades y preocupaciones.

Evitemos cargar nuestras vidas, volemos alto, mantengamos nuestros pensamientos y nuestras almas por encima del caos.

No malgastemos el tiempo, las emociones, los pensamientos. Lo poco que tenemos, lo que llevamos en el corazón, no lo disipemos. Guardemos nuestros pensamientos, tengamos el volante de nuestras vidas firmemente en nuestras manos, sabiendo hacia dónde dirigir nuestro coche interior.

No nos aturdamos con ilusiones, con expectativas, con ruidos excesivos. No cedamos a las muchas sirenas que intentan vendernos la felicidad de todas las maneras. Permanezcamos lúcidos.

La vida trae consigo preocupaciones, inquietudes, cosas que hacer, problemas que resolver, por supuesto.

Pero no pueden ocupar todo nuestro espacio interior, no pueden envenenar todo lo que somos.

Y esto sólo podemos hacerlo mirando hacia arriba.

Volviendo a nosotros mismos. Dando espacio al alma que brilla en medio de la oscuridad.

Prepararnos para la Navidad, hacer sitio a Dios, sin jugar con emociones ñoñas pero conscientes de que Cristo pide continuamente entrar en nuestras vidas, nacer en nuestras opciones cotidianas.

Cabe, sí, y hoy podemos empezar de nuevo.

No nos escondamos detrás de la preocupación de un mundo que se desmorona. No pongamos excusas a nuestro evidente malhumor, no pongamos condiciones a la felicidad.

Conciencia, eso es lo que hace falta.

Jerusalén será rebautizada ‘Señor nuestra justicia’, es decir, el Señor ha conseguido inculcarnos la justicia. Así anima Jeremías a los que han vuelto del exilio y sólo han encontrado escombros y están desanimados, sabiendo que no podrán ver la reconstrucción de la ciudad y del templo.

Llevará tiempo, y mucho tiempo, ver Jerusalén reconstruida.

Harán falta siglos y la venida del Mesías.

Pero Jeremías nos señala una clave, un horizonte, un más allá.

No, el mundo no está cayendo en el caos, como dicen los agoreros, falsos profetas, sino en los brazos de Dios. Yo lo creo, lo vivo con dificultad, lucho por construir espacios de Reino en el caos, oportunidades de luz en la oscuridad, orden en mí y donde vivo.

Como el cantero que tallaba una piedra para la Catedral que nunca vería terminada, yo también hago mi parte viviendo con justicia y mirando hacia arriba.

Él viene, el Señor, no lo dudemos.

Que nos sepamos en buenas manos, es decir, amados en medio de tanta turbulencia.

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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“Come del fruto y sal del Edén”, por Carlos Osma.

Viernes, 15 de noviembre de 2024
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De su blog Homoprotestantes:

Los Dioses cisheteropatriarcales crean siempre al hombre, y después a la mujer, a su imagen y semejanza. Su soplo, con el que los trae a la vida, es un soplo limitado al binarismo que se presenta como complementariedad, pero que en realidad protege el privilegio de algunos hombres. Después les da un nombre: Adán y Eva, con el que los limita, predispone, obliga, y marca para siempre. Finalmente, los encierra en su jardín del Edén desnudos —pero ciegos para ver el color de su desnudez o la diversidad que alberga su cuerpo— y les arrebata el poder sobre su cuerpo y su deseo.

En el centro de todos y cada uno de los jardines que esos Dioses han creado hay plantados dos árboles al servicio de la protección del sistema cisheteropatriarcal: el árbol de la vida, y el árbol del conocimiento del bien y del mal. El primero es la promesa de lo imposible, la mentira de evitar la muerte. Es el anhelo por el que cualquier ser humano estaría dispuesto a todo, incluso a someterse al silencio, la negación, la doble vida, o una pseudoterapia reparativa. El segundo es una amenaza para las disidencias, para quienes necesitan conocer, para quienes se saben parte de un mundo donde el bien y el mal conviven sin saber a veces dónde termina uno y comienza el otro. Sin embargo, es también la puerta de salida de cada uno de los jardines del Edén a un lugar desconocido donde los dioses cisheteropatriarcales ya no son todopoderosos.

Es complicado liberarse de la amenaza del árbol de la vida, por eso les Noemí y las Jonathan que han sido colocados en esos jardines con un nombre que no es el suyo —Adán y Eva—, se afanan en alcanzar estos arquetipos totalmente inasumibles para elles. Y vagan y vagan por el jardín del Edén buscando su lugar, aprendiendo de serpientes silenciosas a arrastrarse sin ser descubiertas. Algunos creían que los Dioses cisheteropatriarcales luchaban por expulsarlas del Edén, pero no es cierto, necesitan a muchas Noemí y Jonathan sufrientes para —como el árbol de la vida— atemorizar a Adán y Eva. Necesitan redibujarlos, caricaturizarlos, hablar por elles, para que su Edén permanezca para siempre. Sin ese Edén, el Dios cisheteropatriarcal y sus adoradores, perderían todo sentido, por eso hay que protegerlo a toda costa.

No hay un único Edén, sino muchos, tantos como los Dioses cisheteropatriarcales necesitan, y cada uno de ellos se adapta para poder sobrevivir. Por eso hay Edenes en los que junto a Eva y Adán —o incluso prescindiendo de ellos— Noemí y Jonathan pasean tranquilas sonrientes. No hay expulsión, ni caricatura, sino selección de las Noemí y Jonathan que podrían pasar por Eva y Adán, reforzando así el estereotipo al que hay que adaptarse para que el Edén Rainbow no sea más que una copia del Edén de toda la vida. Y donde el árbol de la vida que está plantado en medio del jardín, a pesar de estar repleto de luces y banderas de colores, advierte de la muerte que les espera a las disidentes, a las que ya no quieren vivir en un lugar donde no son libres ni felices, donde no son elles mismes, sino caricaturas al servicio de algún Dios decadente.

También hay muchas Noemí, Jonathan, Alex, Fátima, invisibilizadas por los ventrílocuos de los Dioses patriarcales, porque van con todo el cuerpo, con su propio cuerpo tal y como elles lo viven y lo comprenden: tal como es. No se las quiere escuchar porque hablan con una voz propia y se explican son palabras que han creado ellas mismas porque no tenían otras a su disposición donde estuvieran incluides. Hay muches Isabella, Aimar, Cris, Noa, que quieren explicar su deseo, mostrar como aman, como sienten, pero ningún jardín del Edén se lo permite, porque no se someten, porque no refuerzan el poder de los Dioses cisheteropatriarcales. Hay también, incluso muchos Adán y Eva que están cansados de ser utilizados como el arquetipo de Adán y Eva, que no quieren ser ejemplos para nadie, sino vivir libremente con el resto, y que su identidad no sea utilizada contra la identidad de las demás.

Todes elles son una amenaza constante para el mantenimiento del jardín del Edén, y los Dioses cisheteropatriarcales están dispuestos a todo para silenciarlos. Pero jamás los expulsará, las prefieren controladas en el espacio que controlan. Como sabe cualquier El Padrino —cualquier Dios de la mafia— hay que mantener a los amigos cerca, pero a los enemigos aún más cerca. Parece que no hay escapatoria posible, que están condenades a vivir encerradas en esa llanura primigenia que jamás existió, pero cuya opresión es muy real. Y eso se debe a qué solo son capaces de pensar en los términos de la teología fundamentalista y cisheteropatriarcal. Pero para liberarse hay que repensarlo todo, mirarlo con ojos nuevos, atreviéndose a hacer lo que nunca antes habían hecho: atreverse a interpretar y habitar el mundo desde su necesidad de vida y liberación.

El gran enemigo del Dios cisheteropatriarcal es la serpiente, por eso ella es para las disidentes la voz del dios liberador. Solo hay una forma de salir del jardín del Edén, comiendo del fruto del árbol del conocimiento del bien y del mal. Del fruto de ese árbol que no engaña, que revela la finitud del ser humano y, por tanto, la importancia de vivir plenamente cada instante. Del fruto de ese árbol que dejará desnudes a todes y les mostrará la realidad de su vulnerabilidad, y de la vulnerabilidad de les demés. Del fruto del árbol que les libera de unas normas inamovibles, eternas y universales, para llamarlas a la responsabilidad de vivir discerniendo en cada momento, en cada circunstancia, en cada cuerpo y deseo, que es lo bueno, y que es lo malo. Que es lo humano, y que lo inhumano.

Eva es el origen del pecado en el mundo cisheteropatriarcal, pero para nosotras es el origen de la liberación de quienes no queremos vivir en ese jardín. Ella se atrevió a seguir el consejo del dios liberador y desobedeció al Dios cisheteropatriarcal, en su desobediencia abrió la puerta de salida del Edén que no había escogido y donde había sido encerrada, pero no solo lo abrió para ella, sino también para Adán, Fátima, Cris, Jonathan… para todas nosotras. Además de la salida de su Edén particular, visibilizó que es posible dejar atrás los miles y miles de Edenes en los que hemos sido encerrados junto al resto de la creación. Debemos coger del mismo fruto para escapar, nuestro encierro no es eterno, hay una escapatoria posible que nos lleva a lugares en los que tendremos que construir los espacios donde nuestra vida y la de las demás puede ser vivida sin coacción, en libertad. Come del fruto y sal del Edén.

Carlos Osma

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“El perdón te libera”, por Miguel Ángel Mesa

Viernes, 25 de octubre de 2024
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De su blog Otro mundo es posible:

«Perdonar es el valor de los valientes. Solamente aquel que es bastante fuerte para perdonar una ofensa, sabe amar»
(Gandhi).

Los medios de comunicación nos ofrecen constantemente situaciones de enfrentamientos que producen enemistades, odios: guerras, conflictos entre países o etnias, entre empresas…; de unas estrellas mediáticas, deportivas, famosas, contra las demás; de unos partidos políticos contra otros de signo adverso…

Algo que cada vez se está dando con más frecuencia es la condena a alguien, sin que se haya sentenciado judicialmente su culpabilidad, como es obligatorio en un Estado de Derecho. Simplemente por los indicios, por las primeras pruebas, por los comentarios que se realizan en los mass-media y las redes sociales creemos que es suficiente para condenar a una persona, organismo o asociación. Se está perdiendo poco a poco la presunción de inocencia.

Y, por otra parte, tanto en la ciudadanía, como en algunos partidos políticos y asociaciones de diverso género, se aboga porque los presos cumplan íntegras las penas, que se amplíen estas a cadena perpetua, sin rebajas, e incluso, en casos más extremos, a que se implante la pena de muerte. La rehabilitación y recuperación de las personas que han cometido un delito, parece que no se acepta ni se contempla en la realidad de nuestro sistema penitenciario y en la opinión pública.

Resolver muchos de estos conflictos no es fácil, si no hay buena voluntad por ambas partes. Y si, a través de algún tipo de mediación, se resuelven sobre el papel alguno de estos enfrentamientos, suele quedar en el hueco de la memoria el resentimiento, la indignación, el odio larvado. Lo que conlleva el que a la más mínima provocación se reabra la herida.

Como dice Gandhi en la frase que encabeza esta página, no es nada fácil perdonar.Y quizá sea aún más difícil pedir perdón a quien se ha ofendido. Pero no hay nada que libere más interiormente que solicitar el perdón o que otorgarlo. Nos humaniza, engrandece y restablece la armonía perdida, tanto entre las personas individuales como en las relaciones sociales.

Jesús experimentó en su propia vida y en la de los demás el valor terapéutico del perdón: a quienes le ofendían y acosaban sin parar; a las personas que se sentían esclavizadas por el sentimiento, cierto o inducido, de haber pecado; hasta llegar a ofrecer el perdón a quienes le condujeron a la cruz… Setenta veces siete había que perdonar, es decir, siempre.

Deberíamos tener pues siempre a mano para resolver cualquier problema y cerrar la herida, el bálsamo de la comprensión y la disculpa. Y que no nos despierte el amanecer de un nuevo día sin solucionar cualquier situación que nos haya enfrentado con otra persona. De cualquier circunstancia, positiva o negativa, podemos recibir una enseñanza. Pero no digamos: «yo perdono, pero no olvido», porque la semilla de la cizaña estará siempre acechando en nuestro interior, sin dejar que sanemos por completo.

Sabiendo, por otra parte, que no son incompatibles la proclamación de la verdad y la justicia, con la compasión y el perdón. Que quienes intentan incluir, rehabilitar, no acallar nada, olvidar, perdonar en definitiva, como la única forma de reconciliación y verdadera convivencia fraterna, llevarán la dicha a sus vidas. Quienes han descubierto el tesoro del perdón, no dejan de esparcir y sembrar las semillas de un mundo nuevo, reconciliado, justo y en paz.

«Felices quienes al llegar el atardecer del día se sienten bien, porque han enterrado en el olvido todos sus rencores».

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“San Juan de la Cruz: mística de la compasión”, por Juan José Tamayo.

Viernes, 2 de agosto de 2024
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Leído en su blog:

Prólogo de ‘San Juan de la Cruz. Clave para la liberación y la esperanza’ (Tirant)

“Antonio es un excelente conocedor de la vida, la obra y el pensamiento del más reconocible carmelita descalzo del siglo XVI y quizá de todos los tiempos, sobre el que ha escrito páginas de gran hondura mística y humanista”

“La obra está escrita desde una hermenéutica creativa de la personalidad de Juan de la Cruz con un enfoque que es difícil encontrar en otros estudios de especialistas sanjuanistas”

“Me parece de gran fuerza intelectual el diálogo que Mialdea establece entre el místico descalzo y algunas tendencias teológicas actuales. Me parece de gran originalidad la aproximación a su pensamiento a través de cuatro categorías: liberación, esperanza, compasión y a-teología”

“Me ha sorprendido gratamente la relación que establece entre Juan de la Cruz y la teología de la liberación”

Muchas veces oí decir a mi padre: “El agua y los consejos cuando te los pidan”. Yo aplico este refrán a los prólogos: “Los prólogos cuando te los pidan”. A decir verdad, no faltan peticiones de personas amigas que me piden prólogos para sus libros. Mi respuesta es siempre afirmativa, y no considero que con ella esté haciendo un favor. Todo lo contrario: para mí la petición en sí ya es un privilegio, porque me permite leer el libro, unas veces en temas en los que puedo aportar algo y otras en los que tengo mucho que aprender.

Cuando mi entrañable amigo y colega Antonio Mialdea me pidió con voz queda que escribiera el prólogo a su libro San Juan de la Cruz. Clave para la liberación y la esperanza (Tirant, Valencia, 2024) acepté desde el minuto uno. En primer lugar, porque me resultaba atractivo el tema o, mejor, la figura del carmelita descalzo Juan de la Cruz. Y junto a su figura, el tratamiento y el enfoque tan originales y creativos, de los que voy a dar cuenta a continuación. La tercera razón fue porque Antonio es un excelente conocedor de la vida, la obra y el pensamiento del más reconocible carmelita descalzo del siglo XVI y quizá de todos los tiempos, sobre el que ha escrito páginas de gran hondura mística y humanista. Con tan favorable predisposición me puse a leer el libro y no he quedado defraudado.

 La obra está escrita desde una hermenéutica creativa de la personalidad de Juan de la Cruz con un enfoque que es difícil encontrar en otros estudios de especialistas sanjuanistas. Su perfil humano, religioso y literario comienza con una primera experiencia que va a iluminar su vida posterior: “consigue la plenitud de su libertad de ser desde los primeros años de su vida”, afirma Mialdea. Pobreza como práctica evangélica -que la teología de la liberación traduce hoy como “opción por los pobres”-, inconformismo, heterodoxia, espíritu reformador y, como consecuencia, persecución religiosa son los rasgos de su personalidad y de su estilo de vida, que no dejan de sorprendernos en tiempos de fanatismo e intransigencia dentro de la teocracia entonces vigente, como era la época en la que vivió Juan de la  Cruz.

Este perfil coincide con el que traza Lola Josa, una de las mejores especialistas mundiales en la obra sanjuanista, en su edición del Cántico espiritual: “Qué incómodo tuvo que ser el místico para las fuerzas y la vigilancia oficiales, poco menos que un revolucionario que defendía la no necesidad de absolutamente nada de lo que pudiera ofrecer el orden implantado. Él, pobre de nacimiento, que cuidó a enfermos desahuciados, sabía que la bondad y la caridad, atributos de la voluntad del vacío, pueden más que cualquier gobierno”. Juan de la Cruz, persona compasiva con las personas más vulnerables, como desarrollaré más adelante.

Juan de la Cruz no necesitó nada de lo que ofrecía el poder, del que tan alejado estuvo. Me recuerda a otra figura poética, mística, pobre por opción, subversiva del desorden establecido y comprometida con la liberación de las personas y colectivos empobrecidos del siglo XX: Pedro Casaldáliga, que define su vida en pobreza en el poema “Pobreza evangélica” de esta guisa:

No tener nada.

No llevar nada.

No poder nada.

No pedir nada.

Y, de pasada, no matar nada;

no callar nada.

Solamente el Evangelio, como una faca afilada.

Y el llanto y la risa en la mirada.

Y la mano extendida y apretada.

Y la vida, a caballo dada.

Y este sol y estos ríos

y esta tierra comprada,

para testigos de la Revolución ya estallada.

¡Y “mais nada”!

Entrando ya en el contenido del pensamiento de Juan de la Cruz, me parece de gran fuerza intelectual el diálogo que Mialdea establece entre el místico descalzo y algunas tendencias teológicas actuales. Me parece de gran originalidad la aproximación a su pensamiento a través de cuatro categorías: liberación, esperanza, compasión y a-teología. Leyendo esta aproximación me ha recordado la afirmación del padre de la Iglesia Gregorio Nacianceno: “la Biblia crece con sus lectores. Efectivamente, con su nueva interpretación Mialdea ha dado actualidad, relevancia y resignificación al autor del Cántico espiritual.

Me ha sorprendido gratamente la relación que establece entre Juan de la Cruz y la teología de la liberación. No, no es fruto de alucinaciones mentales del autor, ni de una cercanía forzada y ajena a la realidad de los textos sanjuanistas, sino que ambos se encuentran en sintonía. Mialdea habla certeramente de la liberación de todas las esclavitudes, interiores y exteriores, en el carmelita descalzo, y vincula la libertad con la liberación, ambas inseparables: “la libertad solo se alcanza si hay un proceso de liberación previa”, afirma. Son los propios teólogos y teólogas de la liberación quienes confirman dicha sintonía al alimentar su teoría y praxis de liberación y su espiritualidad en las fuentes de la poesía y la experiencia sanjuanistas. Estos son algunos ejemplos: Gustavo Gutiérrez, Segundo Galilea, Camilo Maccise, Ernesto Cardenal, Pedro Casaldáliga, el papa Francisco, etc.

san-juanEn el caso de Casaldáliga la convergencia no solo es ideológica, sino literaria, ya que ambos hablan de la liberación poéticamente. La mejor forma de comprobarlo es la reciente publicación Antología poética, del obispo-profeta hispano brasileño de Mato Grosso (Monte Carmelo, Burgos, 2023), que inaugura un nuevo género literario en la teología de la liberación: la teo-poética de la liberación, junto con Ernesto Cardenal y Rubem Alves. He leído los poemas mayores de Juan de la Cruz y el libro de Casaldáliga y he podido comprobar la afinidad entre ambas concepciones de la liberación. El obispo poeta y místico dedica un poema a San Juan de la Cruz. Considero, por ello, magistrales y sólidamente argumentadas la páginas dedicadas a la relación entre el carmelita descalzo y la teología de la liberación. Las he leído con verdadera fruición.

Lúcido, extenso y creativo es el estudio de Mialdea sobre la centralidad de la esperanza en la obra sanjuanista, cuyo rastro sigue en detalle en cada uno de sus libros. Para Juan de la Cruz, la esperanza no es la huida hacia adelante, sino la posibilidad del ser humano de escapar de situaciones-límite extremadamente negativas y la apertura hacia la U-topía: “vuelo de esperanza hacia las cosas que no se poseen”, subraya el místico.

Especial interés me ha causado la conexión que establece Antonio entre Juan de la Cruz y algunos pensadores de los orígenes del cristianismo como Pablo de Tarso y de los actuales como el filósofo de la utopía Ernst Bloch, el teólogo de la esperanza Jürgen Moltmann y yo mismo. Le agradezco que me cite junto a los pensadores mayores en torno a la esperanza. De Bloch subraya la esperanza no solo como virtud, sino como Principio (Das Prinzip Hoffnung) y el Todavía-no-ser (Noch-Nicht-Sein). En mi caso retoma la definición que doy de la persona como ser-en-esperanza y su carácter proyectivo. De Moltmann cabe destacar la esperanza como anticipación del futuro y como virtud subversiva y desestabilizadora. Con Pablo de Tarso concuerda en la idea fontal de la esperanza contra toda esperanza cuya mejor demostración es que logra vencer incluso a la muerte. Así lo manifiesta en la petición que hizo al prior de la comunidad en su lecho de muerte de que le leyera el siguiente verso del Cantar de los cantares: “Fuerte como la muerte es el amor” (8,6).

Quizá la principal aportación del Mialdea a la categoría de la esperanza en Juan de la Cruz sea que implica el olvido del propio yo egoísta y lleva derechamente al reconocimiento de la alteridad, a la apertura a los otros. La identidad se convierte entonces en alter-identidad o inter-identidad, en consonancia con la antropología africana Ubuntu: “Yo solo soy si tú también eres.

La tercera categoría a la que recurre el autor para interpretar la obra y la vida de Juan de la Cruz es la compasión que, si bien aparece pocas veces en sus escritos, constituye el horizonte de su senti-pensar y relaciona con mi definición del ser humano como “ser compasivo”. Hoy la compasión es una palabra devaluada, incluso en los diccionarios, y se ha convertido en una virtud bajo sospecha porque se entiende y se vive como sentir pena y lástima ante el sufrimiento de las víctimas desde fuera y con cierto complejo de superioridad, sin asumir como propio el dolor de los otros. Antonio depura esa palabra de sus connotaciones negativas y la presenta como el fundamento de la ética, de los juicios morales y de los comportamientos humanos. La compasión no es misericordia, ni debilidad, sino, en palabras de Mialdea, “el único camino hacia la nueva Humanidad”. O dicho en otras palabras: la compasión es la que nos hace realmente humanos; su ausencia nos torna inhumanos.

Juan de la Cruz relaciona la compasión con la “Noche oscura”: “grande compasión -afirma- debe tener el alma que Dios pone en esta tempestuosa y horrenda Noche”, y vincula su crecimiento con la unión amorosa con Dios: “la compasión de los prójimos tanto más crece cuanto más el alma se junta con Dios por amor”. Experiencia religiosa, compasión y amor: he aquí los tres elementos que conforman la personalidad del místico descalzo y uno de los mejores legados que nos deja.

La cuarta categoría, de reciente creación, es a-teología. Mialdea establece una certera distinción entre ateísmo y a-teología y sitúa a Juan de la Cruz del lado de esta última o, si se prefiere, de la teología apofática, que, en la tradición cristiana, arranca del Peudo-Dionisio y tiene su culminación en las diferentes tradiciones místicas. Asimismo, pone en relación al místico descalzo con el Maestro Eckhart. Los dos hablan de la nada de Dios, Juan de la Cruz lo hace implícitamente en la primera estrofa del Cántico espiritual. Eckhart define a Dios como la Nada. Los dos coinciden en que Dios es Misterio, inescrutable, inmanipulable, innombrable.  Pero es Juan de la Cruz quien lo lleva hasta las últimas consecuencias al no nombrar a Dios en ninguno de sus grandes poemas.

Otro coincidencia entre Juan de la Cruz y Eckhart radica en que el vacío y la desnudez son las formas de acceder a Dios. Para encontrarlo y saborearlo hay que desnudarse, descalzarse y vaciarse. En su edición del Cántico espiritual Lola Josa afirma que la espiritualidad judía convirtió la desnudez del cuerpo humano en la mejor representación física del vacío y llega a aseverar que en el Cántico la desnudez es el mismo Dios.

Aquí termina mi función, que no es otra que la de pórtico para acceder al libro y ofrecer algunas claves de lectura para no perderse en tan maravilloso recorrido por la vida, la obra y pensamiento de San Juan de la Cruz. Ahora dejo a las lectoras y los lectores con el libro cara a cara, que les llevará a conocer mejor y reconocer la personalidad irrepetible de Juan de la Cruz, autor del Cántico espiritual, uno de los poemas mayores de la literatura universal y una de las cumbres de la poesía mística de todos los tiempos. Gracias, Antonio, por este regalo.

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“María y la liberación de los pobres”, por Segundo Galilea.

Martes, 12 de diciembre de 2023
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191213_4084586_Reaparece_imagen_de_la_Virgen_de_Guadalupe_bEl tema de María en la liberación cristiana e integral de los pobres y oprimidos va a surgir como el resultado del encuentro entre la devoción popular mariana (que es la propia de esos pobres) y la aspiración y movilización de esos mismos pobres en busca de su dignidad, de sus derechos y de su libertad violados por sistemas socialmente injustos y muchas veces políticamente opresivos.

La cuestión puede plantearse así: ¿de qué manera influye la piedad y espiritualidad popular mariana en las aspiraciones y tareas de liberación de los pobres? ¿Tiene María un lugar en una sana teología espiritual de la liberación de los pobres? La respuesta eclesial es afirmativa. Puede ser articulada teológicamente e integrarse en la tradición mariológica de la iglesia. Ello es posible debido a que el tercer mundo católico ha ido tomando conciencia, casi simultáneamente: a) de los caminos de su liberación, b) de la naturaleza colectiva que ésta tiene en los pobres, c) de las potencialidades liberadoras de su catolicismo popular y de su piedad mariana.

Por eso, la relativamente reciente reflexión cristiana sobre la liberación ha dado un lugar a María desde el inicio, al lado del lugar central de Jesucristo. Esta mariología liberadora se ha ido enriqueciendo en los últimos años, no sólo con la experiencia espiritual de las comunidades cristianas y con la elaboración de los teólogos, sino muy decisivamente con intervenciones del magisterio de la iglesia. Los enfoques de Juan Pablo II sobre María y la liberación, la dignidad de los pobres y la justicia, expresados sobre todo en sus viajes a América Latina, son abundantes al respecto.

No se trata de extrapolar los evangelios a nuestra situación actual, ni de forzar las fuentes de la revelación, haciendo de María una militante de la liberación y de la justicia, en los términos y maneras que hoy lo entendemos. Ello sería tan errado como innecesario. Si María tiene un lugar en la liberación y justicia de los pobres, es por su actitud y por su capacidad de inspiración evangélica y humanizadora, y no tanto como modelo de acción militante. Así como María es también modelo de acción misionera e inspiración y criterio para los misioneros, aunque ella nunca haya sido misionera en el sentido que hoy lo entendemos. No; de cara a la misión o a la liberación, María no fue una militante, ni hay que buscar en ella modelos de militancia según los términos actuales.

El lugar de María en la liberación es mucho más profundo: ella nos revela por el testimonio de su vida las grandes actitudes cristianas que deben acompañar a los militantes de la liberación; por la función maternal que ejerce en los hijos de Dios ella inspira y nutre las motivaciones de los cristianos que luchan por la liberación y la justicia; ella es un signo que alimenta la esperanza cristiana en la liberación total de los pobres y sufrientes. María es necesaria para que los pobres y oprimidos tengan presentes las actitudes y criterios que se requieren para hacer de su liberación un camino auténtico de libertad de toda forma de servidumbre humana. María les testimonia, por su pobreza y humildad, que la verdadera liberación y libertad no es hacerse rico, ni actuar insolidariamente, ni buscar poder para abusar de otros más débiles, ni acceder al desarrollo para caer en servidumbres nuevas de hedonismo y materialismo.

La contribución de María a una espiritualidad de solidaridad liberadora con los pobres puede resumirse así:

1. La Predilección de María por los pobres y oprimidos.

María formó parte del pueblo llano de su tiempo, compartió su vida ardua y anónima. (El grado sociológico de la pobreza de María —o de Jesús, para el caso— no tiene importancia aquí.) Por ello se identifica con los sencillos y modestos de la tierra. Al compartir su suerte les revela su dignidad: la madre de Dios y de los hombres es una mujer como ellos. Esta solidaridad de María con la pobreza y los pobres es ya un factor en su liberación, pues la liberación comienza y se alimenta con el descubrimiento de la dignidad de los pobres y de su mutua solidaridad.

Esta opción preferencial por los pobres en María no es sólo un hecho evangélico: en la condición ardua y pobre del nacimiento de Jesús, en la inseguridad de la persecución de Herodes, que la llevó a exiliarse en Egipto con su familia, en la vida opaca y modesta de Nazaret como una mujer más del pueblo, etc. Es también un aspecto de la devoción popular mariana. El pueblo sencillo y pobre siente a María cercana, una de ellos. Las tradiciones sólidas de apariciones marianas (Guadalupe, Lourdes, Fátima como ejemplos bien conocidos) se dan en lugares pobres y a gente sencilla, a menudo niños y niñas. Los grandes lugares de veneración mariana son visitados sobre todo por los más pobres, necesitados, sufrientes y oprimidos, aun sociopolíticamente. Todo esto encierra un gran mensaje mariano sobre la dignidad de los pobres y una llamada a la solidaridad por su liberación humana.

2. María arroja una nueva luz en la liberación de inspiración cristiana.

Ésta se afirma esencialmente en la dignidad de los pobres y en los derechos que esta dignidad reclama. La liberación es la plenitud de la dignidad humana. La liberación tiene también por base la solidaridad fraterna de todos los hombres, creados todos a semejanza de Dios e hijos de Dios por gracia. La liberación debe conducir no sólo a sistemas más justos, sino sobre todo a la convivencia fraterna, debe transitar por los caminos de la solidaridad y no por las vías del odio, de la violencia y la lucha ciega y sistemática. Los logros puramente materiales de la liberación son relativos y aun ambiguos si no conducen a crecer en dignidad y en fraternidad de lo cual María fue modelo y es inspiración.

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3. María era consciente y solidaria con las miserias y servidumbres del pueblo de Israel.

Participaba en el anhelo de liberación de ese pueblo; integró ese anhelo en la promesa de Dios y en la obra de Cristo como redentor del pecado y como salvador de toda servidumbre humana. María dio a los anhelos de liberación de su pueblo un horizonte de esperanza en la venida del reino de Dios, que haría nuevas todas las cosas.

Esta actitud de María está condensada en su Magnificat (Lc 1,46-55). En el tercer mundo creyente se reza el Magníficat teniendo presente esta actitud. En algunos lugares se ha convertido en un texto clave para entender la actitud de María en la liberación de su pueblo. El propio magisterio de la iglesia ha hecho uso de él en este sentido (cf Puebla 297; instrucción sobre “Libertad cristiana y liberación”, Cong. de la Fe, n. 48; encíclica de Juan Pablo II sobre la “Bienaventurada Virgen María en la vida de la iglesia peregrina” (Redemptoris Mater, n. 37). El tema ha sido reiterado por el propio papa Juan Pablo II, particularmente en sus viajes a Iberoamérica, comenzando por su homilía en Zapopán, México (AAS LXXI, p. 230). En todo esto no hay abuso sociológico o ideológico con respecto al Magníficat; sólo la constatación de que las promesas de Dios, que se han comenzado a realizar con la venida de Cristo, por las que María da gracias al haber sido elegido como humilde instrumento, incluyen la realización de un reino de justicia entre los hombres. Un reino que enaltece a los humildes y derriba a los poderosos, que colma de bienes a los hambrientos y despide vacíos a los ricos (Lc 1,51-53). Esta promesa forma parte para siempre de la esperanza de los pobres, de la que María es un testigo privilegiado.

El mordiente liberador de la piedad mariana, ¿es sólo una hermosa teoría o responde a experiencias y hechos? ¿Ha habido momentos en la historia de esos pueblos en que María haya simbolizado e inspirado la causa de la justicia y la libertad? Hechos pasados y recientes responden que sí. Aunque en esto las motivaciones del pueblo o de los líderes sean complejas y se dé siempre la tentación de utilizar política o ideológicamente la devoción religiosa con las ambigüedades consiguientes, existe siempre el hecho de que en momentos de crisis, cuando está en juego la libertad, la intuición religiosa popular vio en María una protección y un símbolo de Dios que hace suya la justa causa de los pobres. Todo país en que la devoción mariana tiene una envergadura popular podría contribuir con ejemplos. Ya recordamos más atrás el caso, entre otros, del lugar de María en las gestas de emancipación de los países de Iberoamérica. Ejemplos contemporáneos tampoco faltan, desde los campesinos mexicoamericanos que en California luchan por sus reivindicaciones bajo el estandarte de la Virgen de Guadalupe hasta el pueblo filipino, que en 1986 cambió su sistema de gobierno no con armas ni puras consignas políticas, sino con manifestaciones pacíficas presididas por imágenes de María y rezando el rosario.

Segundo Galilea

Diccionario de Mariología

Fuente Reflexión y Liberación

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