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¿Se ha quedado nuestra Iglesia sin vino para amar a los diferentes?

Lunes, 20 de enero de 2025

IMG_9581La reflexión de hoy es del padre Paul Morrissey, D. Min., un sacerdote fraile agustino que fue uno de los pioneros del ministerio gay en la Iglesia Católica de los Estados Unidos. Es autor de numerosos artículos para revistas y de tres libros, incluido el próximo Why I Remain a Gay Catholic: A Spiritual-Sexual Journey (Paulist Press, junio de 2025). Su página web, TouchedbyGod.nettiene la intención de fomentar un diálogo sobre el don de la sexualidad.

Paul será el facilitador del próximo retiro de New Ways Ministry para sacerdotes, hermanos y diáconos gays, del 24 al 27 de marzo de 2025, cerca de Hartford, Connecticut. Para obtener más información, haga clic aquí.

Las lecturas litúrgicas del Domingo de la segunda semana del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

En la película “Jesús de Nazaret”, hay una escena en la que se muestra a Jesús bailando en un círculo alegre con sus discípulos. Es una fiesta de bodas. Esta escena siempre ha sido una de mis imágenes favoritas de Jesús. En el Evangelio de hoy, nos encontramos con Jesús en una de esas bodas. Su madre también está allí.

Durante la celebración, María nota algo que podría ser embarazoso para los anfitriones de la fiesta. Hace un gesto hacia su hijo y dice: “Se ha acabado el vino”. Jesús responde un poco bruscamente: “Mujer, ¿cómo me afecta tu preocupación?” En otras palabras: “Estoy pasando un buen rato con mis amigos. No me molestes”. Aún más directamente, la llama “mujer”. Es como si fuera una dama más entre la multitud. Luego dice: “Mi hora aún no ha llegado”.

¿Qué significa o a qué se refiere “mi hora”? El Evangelio de San Juan a menudo se refiere a la “hora” de Jesús en el momento clave de su pasión en la cruz por nuestra salvación. En la fiesta de bodas, una etapa temprana de su vida pública, Jesús se muestra consciente de adónde lo llevará su llamado, tal vez resistiéndose a él, o tal vez no estando de acuerdo sobre el momento preciso de su comienzo. Es como si quisiera un poco más de tiempo para relajarse con sus amigos antes de que comience su pasión. O tal vez tenía otro comienzo en mente. Pero María simplemente ordena a los camareros: “Haced lo que Él os diga”.

IMG_9582¿Podemos confiar en que María sabe lo que se siente al “faltar algo” (como el vino)? ¿No tenía marido cuando quedó embarazada? ¿Creemos que sabe que “faltar algo” puede crear vergüenza y bochorno e incluso peligro debido a las reacciones de otras personas? ¿Y podemos confiar en que fue precisamente la sensibilidad de María en este asunto lo que la hizo señalar esta necesidad a su hijo, Jesús?

Jesús, incluso si siente que “no es su momento”, escucha la compasión de su madre y comienza su vida pública. Esta respuesta generosa puede dar un ejemplo a la Iglesia mientras aprende a vivir con las personas LGBTQ en su medio. Tal vez nosotros u otros hemos tenido la experiencia de un embarazo no deseado, como una sorpresa y hasta una vergüenza. “¿Cómo sucedió esto?”, nos hemos preguntado, imitando la respuesta de María en la Anunciación. Sin embargo, con el tiempo también hemos dicho en oración: “Hágase en mí según tu palabra”.

Esta imagen del matrimonio/nacimiento está presente en todas las palabras de las Escrituras de hoy. En la lectura de Isaías, leemos: “No me callaré… ¡No me quedaré callado!” (por amor a Sión). También, “Ya no te llamarán “abandonada” y “desolada”, sino “mi delicia”. Finalmente, “Como un joven se desposa con una virgen, tu Creador se desposará contigo, y como un esposo se regocija con su esposa, así se regocijará contigo tu Dios”.

Estas imágenes matrimoniales se refieren a Israel, y también incluyen a quienes seguimos el linaje espiritual de Israel, la Iglesia. Que el mundo sepa, proclama Isaías, que ya no estás abandonada ni desolada porque YHWH te ha tomado como su esposa. Se ha casado contigo. ¡Qué cambio! Qué mensaje para este domingo en el que celebramos una fiesta de bodas con la presencia de Jesús y María. Que nosotros y la Iglesia nos llenemos de alegría al despertar al abrazo matrimonial del amor de Dios por nosotros después de nuestro exilio.

Como personas LGBTQ, ¿podemos escuchar este mensaje para nosotros hoy? Tú también eres esta novia de Dios, ya no abandonada ni desolada, sino su deleite.

Y como iglesia, ¿podemos escuchar el mensaje de que si se puede hablar de Dios como “casándose” con su amada (Sión), entonces ¿por qué la jerarquía es tan incapaz de aceptar las relaciones homosexuales como signos del amor de Dios? Como iglesia, ¿somos tacaños? ¿Dudamos de la amplitud del amor de Dios? Tal vez estas carencias por parte de la iglesia sean una forma de interpretar lo que se quiere decir cuando escuchamos a María gritarle a Jesús: “Se han quedado sin vino”.

El salmo responsorial nos insta a seguir adelante y a salir al exterior con el mensaje: “Proclamad las maravillas de Dios a todas las naciones”. Sí, Dios nos ha desposado, a cada uno de nosotros como individuos y a toda la comunidad de la Iglesia. Con una alegría indescriptible –como en una fiesta de bodas donde de repente aparecen 120 galones de buen vino– entremos con él en su tienda nupcial mientras el jefe de camareros exclama: “Has guardado el mejor vino para el final”. Entonces, que comience el baile.

En la segunda lectura, San Pablo escribe a los corintios: “Hay diversidad de dones espirituales… pero uno y el mismo Espíritu que los produce”. Este es un mensaje maravilloso sobre la diferencia y los carismas que fluyen de esta realidad en la creación.

¿No es precisamente la conciencia de las personas LGBTQ de nuestra diferencia lo que es un carisma que traemos a la Iglesia? Después de muchas luchas y dolores de parto, hemos experimentado el amor del Creador por la diferencia. ¿No es esto algo para proclamar, aunque la Iglesia a menudo le tenga miedo? Por nuestra propia fidelidad y creencia en la presencia de Dios en nosotros, proclamamos a las iglesias cómo nuestros diferentes dones trabajan juntos para el bien de todo el Cuerpo a través del único Espíritu.

Por último, si como muchas personas hoy en día a veces sentimos que nos hemos “quedado sin vino” (es decir, sin alegría de vivir y sin confianza en nuestro amor “diferente”), ¿podemos creer que Jesús puede convertir el “agua” de nuestras vidas a veces insulsas en “vino”, el espíritu de fiesta, celebración y alegría que está en los corazones y las almas de las personas LGBTQ como uno de los dones espirituales de Dios para nosotros? La Iglesia necesita que este “espíritu nupcial” burbujee como el buen vino y lo envíe a la nueva aventura sinodal de esperanza, como nos ruega el Papa Francisco en su último y maravilloso período como nuestro Papa.

Rev. Paul Morrissey, OSA, 19 de enero de 2025

Fuente New Ways Ministry

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“Alegría y amor”, 2º Tiempo ordinario – C (Juan 2,1-11)

Domingo, 19 de enero de 2025

02-TO-CSegún el evangelista Juan, Jesús fue realizando signos para dar a conocer el misterio encerrado en su persona y para invitar a la gente a acoger la fuerza salvadora que traía consigo. ¿Cuál fue el primer signo?, ¿qué es lo primero que hemos de encontrar en Jesús?

El evangelista habla de una boda en Caná de Galilea, una pequeña aldea de montaña, a quince kilómetros de Nazaret. Sin embargo, la escena tiene un carácter claramente simbólico. Ni la esposa ni el esposo tienen rostro: no hablan ni actúan. El único importante es un «invitado» que se llama Jesús.

Las bodas eran en Galilea la fiesta más esperada y querida entre las gentes del campo. Durante varios días, familiares y amigos acompañaban a los novios comiendo y bebiendo con ellos, bailando danzas de boda y cantando canciones de amor. De pronto, la madre de Jesús le hace notar algo terrible: «no les queda vino». ¿Cómo van a seguir cantando y bailando?

El vino es indispensable en una boda. Para aquellas gentes, el vino era, además, el símbolo más expresivo del amor y la alegría. Lo decía la tradición: «El vino alegra el corazón». Lo cantaba la novia a su amado en un precioso canto de amor: «Tus amores son mejores que el vino». ¿Qué puede ser una boda sin alegría y sin amor?, ¿qué se puede celebrar con el corazón triste y vacío de amor?

En el patio de la casa hay «seis tinajas de piedra». Son enormes. Están «colocadas allí», de manera fija. En ellas se guarda el «agua» para las purificaciones. Representan la piedad religiosa de aquellos campesinos que tratan de vivir «puros» ante Dios. Jesús transforma el agua en vino. Su intervención va a introducir amor y alegría en aquella religión. Esta es su primera aportación.

¿Cómo podemos pretender seguir a Jesús sin cuidar más entre nosotros la alegría y el amor?, ¿qué puede haber más importante que esto en la Iglesia y en el mundo?, ¿hasta cuándo podremos conservar en «tinajas de piedra» una fe triste y aburrida?, ¿para qué sirven todos nuestros esfuerzos, si no somos capaces de introducir amor en nuestra religión? Nada puede ser más triste que decir de una comunidad cristiana: «No les queda vino».

José Antonio Pagola

Grupos de Jesús

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“En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos”. Domingo 19 de enero de 2025. 2º domingo del Tiempo Ordinario.

Domingo, 19 de enero de 2025

10-ordinario2 (C) cerezoDe Koinonia:

Isaías 62, 1-5: La alegría que encuentra el esposo con su esposa.
Salmo responsorial: 95: Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
1Corintios 12, 4-11: El mismo y único Espíritu reparte a cada uno como a él le parece.
Juan 2, 1-11: En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos.

La vida de Jesús se desarrolló dentro de la normalidad propia del ambiente cultural y la religiosidad de un judío del primer siglo de nuestra era. Los discípulos descubren a Jesús como un hombre normal, en un ambiente normal y sin ningún tipo de manifestaciones espectaculares o extraordinarias. Esta realidad de una vida normal en Jesús, hace que entre los discípulos y él no haya ningún tipo de distanciamiento, antes por el contrario, una vida verdaderamente humana como la de Jesús, hace que su experiencia del Dios sea más creíble y mucho más accesible a la conciencia y a la vida de los que le escuchan y le siguen. La actitud de Jesús, sin ningún tipo de pretensión, va revelando una nueva imagen y un nuevo concepto de Dios. Dios ha dejado de ser ese ser extraño y lejano, que atemoriza al ser humano, y toma la característica del Dios original de Israel, el Dios que camina con su pueblo.

Para la lógica del Evangelio de Juan, el Banquete es un tema fundamental en la teología del evangelio de Juan. La teología del banquete se abre con la misión de Jesús en Caná de Galilea, y se cierra con la última Cena, fundamento de la Eucaristía. El Banquete es por tanto un signo mesiánico, donde se anuncia la llegada del Reino y se presenta a Jesús, Soberano del Reino. Es un símbolo fundamental que explica en la cotidianidad la presencia del Reino en medio de la historia.

Las bodas de Caná están en el imaginario de los primeros cristianos y de todo la Iglesia a lo largo de la historia, por ese hecho inolvidable: en lo mejor de la boda, el vino se acaba. ¿Cómo es posible que no se haya previsto esta parte en la fiesta? La acción de Jesús de Nazaret frente a la falta de vino, hará que este relato de las bodas de Caná, quede inmortalizado en la simbología cristiana.

El milagro de las bodas en Caná de Galilea, no es simplemente por la falta de vino. El asunto es otro: el relato tiene que ser entendido en perspectiva de Reino, en dinámica de tiempo mesiánico. El texto indica, que había allí en un lugar de la casa, unas tinajas de piedra vacías, seis en total. El texto hace énfasis en que están vacías. Son tinajas destinadas para contener el agua de la purificación ritual de los creyentes judíos. Pero están secas. Este símbolo, indica la sequedad en que se encuentra el modelo religioso judío. En la visión de los cristianos primeros, que acabaron separándose del judaísmo, la ley judía, antes que ayudar, terminó dificultando la relación de Dios con su pueblo. Les resultaba una ley vacía, sin sentido, que sólo generaba cargas y no posibilitaba la libertad y la alegría. Las tinajas, destinadas a la purificación, eran un símbolo que dominaba la ley antigua. Ese modelo de ley creaba con Dios una relación difícil y frágil, mediatizada por ritos fríos y carentes de sentidos.

No se dice sin embargo que las tinajas estuvieran con agua. Son llenadas cuando Jesús lo ordena. Al estar llenas, las tinajas que no prestaban ya ningún servicio, más bien estorbaban en la vida normal de la gente, permiten una nueva manifestación del proyecto de Jesús: el agua está convertida en vino. ¿Qué nos indica ese signo? La ritualidad, el legalismo, la norma fría y vacía, es trasformada en vino, símbolo de la alegría, del gozo mesiánico, de la fiesta de la llegada del tiempo nuevo del Reino de Dios. Tenemos que acabar en nuestra vida y en la vida comunitaria, con los sistemas religiosos deshumanizantes, para lograr entrar en la dinámica liberadora, incluyente y festiva que Jesús inauguró.

¿Complicada esta interpretación? Efectivamente, es complicada, con la complicación que brota de un texto sofisticado, muy elaborado, con toda una trastienda de alusiones veladas y crípticos mensajes. Leer, proclamar, comentar el evangelio de Juan como si se tratara de una simple y llana historieta de unas bodas, en las que además Jesús funda el sacramento del matrimonio, sin más complicaciones… resultaría una lectura fácil y cómoda, pero sería profundamente carente de veracidad. Aunque sea más laborioso y menos grato, es mejor tratar a nuestros oyentes como adultos, y no ahorrarles la complejidad de unos textos que interpretados directamente a la letra nos llevarían solamente por caminos de fundamentalismo. Leer más…

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19.1.25. Bodas de Caná. Celebración de la vida (Jn 2, 1-12, Dom 2 TO)

Domingo, 19 de enero de 2025

canc3a1Del blog de Xabier Pikaza:

Las bodas siguen siendo campo discutido en la iglesia:

(a) Si son sólo de hombre-mujer, o de dos seres humanos, varones o mujeres. Si hay sólo bodas o también divorcio.

(b) ¿Qué significa invitar  que se hagan bodas por amor de Jesús, en oración, en un tiempo como éste, año 2025, cuando muchos viven en pareja sin casarse por la iglesia, llamando como testigo a Jesús o a la Virgen.

El tema es serio y así lo ha sentido el cuarto evangelio. Por eso, tras hablar de Juan Bautista (Jn 1), es decir, de los temas penitenciales y del agua del bautismo pasa a las bodas, un tema importante para este tiempo en que la gente sigue viviendo en pareja, pero quizá sin boda de Iglesia, esto es, sin invitar a Jesús. ¿Qué sentido tiene invitar  o no invitar a Jesús ? ¿Qué sentido tiene la oración de bodas.

No puedo responder a las preguntas anteriores  sino comentar el texto de Jn 2, 1-12, evocando la celebración de unas  bodas de buena Biblia, con la madre de Jesús presente como iniciadora y la transformación del agua de la Ley en vino del Reino, pasando así de las purificaciones legales a la experiencia Mesiánica del Reino de Dios que es buenas bodas (cf. Ap 20‒21).

Los temas de fondo son éstos:

La gente se casa y descasa, pero falta vino de vida y  de fiesta en las bodas humanas

La Virgen y Jesús parecen más aguafiestas de mala ley que portadores de fiesta, impulsores de amor en libertad y en gozo de vino

La mayoría de los cristianos de antiguas iglesias no llaman a Jesús ni  su madre a las bodas.

¿Tiene algo que decir sobre ese tema el Evangelio?  Siga quien quiera plantear quizá mejor el tema

1A los tres días había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. 2Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.3Faltó el vino, y la madre de Jesús le dice: «No tienen vino». 4Jesús le dice: «Mujer, ¿qué tengo yo que ver contigo? Todavía no ha llegado mi hora». 5Su madre dice a los sirvientes: «Haced lo que él os diga». 

6Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. 7Jesús les dice: «Llenad las tinajas de agua». Y las llenaron hasta arriba. 8Entonces les dice: «Sacad ahora y llevadlo al mayordomo». Ellos se lo llevaron.

9El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llama al esposo 10y le dice: Todo el mundo pone primero el vino bueno y, cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora (Jn 2, 1-10).

No tienen vino

Había una boda en Caná de Galileay la Madre de Jesús se hallaba allí (Jn 2,1). Esta anotación causa cierta sorpresa. Podía parecer en el principio que, según el evangelio de Juan Jesús carecía de padres de la tierra, pues había provenido como Palabra de Dios (Jn 1, 1-18). Después se nos ha dicho casi de pasada que era el hijo de José de Nazaret, en afirmación cuyo sentido no quedaba claro (1, 45; cf. 6, 42). Pero el texto añade: La madre de Jesús estaba allí.

La Madre es importante, se la conoce por su título (cf. Jn 19, 25-27). Ella pertenece al espacio y tiempo de las bodas. No era necesario invitarla: ¡Estaba allí! Las bodas eran para ella un espacio normal (natural), forman parte de su preocupación y de su historia. No está fuera, como invitada, en actitud pasiva; está muy dentro, actuando como supervisora, atenta a lo que pasa y diciendo a Jesús: “No tienen vino·.

Jesús, en cambio, empieza siendo un invitado, viene de fuera, no pertenece al espacio de bodas antiguas: Él y sus discípulos son de un mundo aparte, están como de paso. Lógicamente, no se preocupan de los temas de organización, al menos en un primer momento. Esta es la paradoja de la escena: Jesús viene como por casualidad, pero luego actúa como guía y autor (proveedor) de vino de bodas.

Y faltando el vino le dijo la madre de Jesús: ¡No tienen vino! (2,3). Situemos los rasgos de esta frase. Lo primero es la carencia:¡faltando el vino! Todas las explicaciones puramente historicistas de ese dato quedan cortas: los novios serían pobres, se habrían descuidado en la hora del aprovisionamiento, habrían llegado (con los discípulos de Jesús) demasiados invitados, diestros bebedores… El mensaje y conjunto de la escena es demasiado importante como para contarlo a ese nivel. El tema es que hay bodas de y que falta vino.

Esa carencia es un elemento constitutivo de la escena en aquella situación de bodas. Hombres y mujeres se casan, celebran bodas, tienen hijos… Pero la madre de Jesús sabe que falta vino, gozo de fiesta, celebración, abundancia feliz. Hombres y mujeres se casan, forman casas, se relacionan, pero no son felices, de manera que pasan por la vida sin saberlo, sin saberse (saborearse), conocerse y comunicarse de un modo radical, como ha mostrado la parte anterior de este libro al tratar de la eucaristía de Jesús y del vino de las fiestas de la vida humana

 Como si supera que su hijo es especialista en vida humana (eucaristía, comunión), la madre dice a Jesús “no tienen vino”, falta vida de evangelio. Esto es lo que sabe y dice la madre. Si Jesús no hubiera esta allí, si no hubiera sido invitado, no se hubiera notado a falta: ¡Por siglos y siglos los hombres se habían arreglado sin (buen) vino! Sólo ahora, cuando llega Jesús, se nota la carencia, la ruptura entre lo antiguo (bodas sin vino) y lo nuevo (vino de Cristo).

Daba la impresión de que nadie había descubierto esa carencia. Jesús está de incógnito. Rueda normalmente la vida y, al no tener más referencia, los esposos (y todos los invitados) se contentan con poco. Sólo la madre (estando Jesús allí) nota la falta, en gesto de vidente o profetisa, en una línea que se puede comparar con la de Juan Bautista. María pertenece al mundo antiguo, de bodas sin vino, pero sabe que su hijo forma parte de un mundo distinto con vino de boda en las bodas.

En esa línea, ella se puede comparar con Juan Bautista, que había descubierto y destacado la carencia de perdón a la vera del Jordán (río de purificaciones), para decir a todos que la respuesta era Jesús: ¡Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo! (Jn 1, 29). Avanzando en esa línea, la Madre de Jesús ha descubierto que en las bodas falta vino (2, 3). Pero ella no ha empezado diciendo eso a los hombres; se lo dice a Cristo en palabra de riquísima advertencia, oración iluminación y velada petición (queriendo que Jesús remedie la carencia).

Para decir ¡no tienen vino! ha de estar (¡y está!) en las fronteras de la vida, en el lugar donde se pasa del día sexto de la creación antigua (bodas sin vino) al séptimo de la plenitud, del día segundo de la muerte al tercero de la resurrección. Por un lado, la Madre de Jesús es mujer del mundo antiguo, de las bodas sin vino, pero ella conoce y comparte los problemas y preocupaciones de aquellos que no logran gozar el verdadero matrimonio de la vida, el lugar donde debiera desplegarse el vino de las bodas. Ella sabe lo que falta y no lo puede conceder por sí misma, pero sabe que su hijo puede y le dice “no tienen vino.

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Siendo mujer del mundo antiguo, ella es, al mismo tiempo, mujer del mundo nuevo: pues sabe que hay un vino distinto de bodas y sabe quién puede concederlo y así se lo dice. La impaciencia del Reino de Dios late en su vida y tiene que expresarla, diciendo a Jesús reverente: ¡no tienen vino! Esas palabras de oración condensan todas las formas de necesidad humana (incluyendo las que vio y destacó Buda en la India unos siglos antes: Hombres y mujeres enferman, envejecen y mueren sufriendo. ¿Cómo responder? ¿Hacerse monjes, casarse por un tiempo?). Buda se hizo monje y siguió caminando hasta la higuera de Benarés (junto al Ganges). Jesús ha ido a las bodas de Caná, donde está su madre, que sabe que en la sala del banquete hay seis vasijas de piedra para el agua de las purificaciones, pero que no hay vino [1].

Haced lo que él os diga (Jn 2, 5)La Madre conoce el problema, pero no puede resolverlo, no puede conceder por sí misma lo que Dios había querido conceder a los hombres, ahora que culmina el día séptimo de la creación!). Ella sabe que su hijo ha venido a traer plenitud al mundo y por eso le confía reverente ¡no tienen vino! (el vino de la Pascua del día 3º, cf. Jn 15: Yo soy la vid). Recordemos que Jesús no es novio, en contra de una perspectiva que muy pronto (cf. Ef 5) se hará común en el conjunto de la iglesia. Su Madre tampoco es esposa, es sólo iniciadora mesiánica del Cristo. Los esposos son dos desconocidos cuyo nombre no interesa recordar, dos cualquiera, todos los humanos, judíos y gentiles, que al buscarse y al casarse (para vivir) están buscando plenitud, felicidad, sobre la tierra.

Iniciadora mesiánica. Ella ha vivido, ha sufrido, conoce, Dios le ha confiado el encargo de educar al Hijo eterno en la vida de los hombres, y esa educación culmina precisamente ahora: desde su misma madurez, en el momento primero y más solemne de su iniciación, en el centro de la crisis y pecado (carencia) de la historia, tiene que enseñar y enseña al Cristo, su Hijo, aquello que los hombres necesitan (vino de bodas), algo que Jesús no pudo aprender en el templo (cf. Lc 2, 41-52).

María enseña a Jesús y parece que Jesús empieza protestando (no necesita que nadie le enseñe, ni su madre ni la mujer siro-fenicia de Mc 7), de manera que parece distanciarse de ella: ¿Qué hay entre yo y tú, mujer? ¡Aún no ha llegado mi Hora! (Jn 2, 4): ¡Qué nos importa a ti y a mí! ¿Qué tenemos en común nosotros?… Es normal que en una situación como ésta Jesús se distancie de su madre a quien llama, de forma significativa, mujer. Parece distanciarse, pero en realidad escucha, aprende y cumple lo que ella le pide:

 – Se distancia de ella para marcar su propia su autonomía mesiánica: ¡El Hijo de Dios no depende de una madre de la tierra! Él tiene su propio tiempo y verdad, como aparece en el texto convergente de la sirofenicia (Mc 7, 27; cf. también Mc 3, 31-35). En un determinado nivel, la madre pertenece aún al pueblo israelita y Jesús tiene que romper con ella y superarla para ser auténtico mesías.

Jesús la llama ¡Mujer! en palabra que, aludiendo al principio de la creación (Gén 1-3), ilumina y encuadra el sentido de la escena. La madre de Jesús es la verdadera Mujer/Eva de este día séptimo de la creación pascual; por eso, ella no puede apoderarse de la voluntad de Dios, ni encauzar la vida de su Hijo, pero su Hijo tiene que es escucharse, si es Hijo del Dios que escucha las peticiones de los hombres, como he puesto de relieve en la parte anterior de este libro, al centrarme en ese tema (oraciones de petición).

 La alusión queda velada y debe interpretarse (recrearse) desde el fondo de lo que sigue. Estamos, sin duda, en un momento de suspense. El lector normal no habría esperado esta respuesta de Jesús; es más, la encuentra escandalosa. Pues bien, sólo penetrando en ese escándalo (que en perspectiva teológica resulta necesario)se entiende lo que sigue.

He situado este pasaje en el trasfondo de Mc 7, 24-30 donde Jesús y la madre pagana dialogan y aprenden (van cambiando) uno del otro, en diálogo también escandaloso: Jesús rechaza primer a la mujer, para escuchar y realizar después, en un nivel más alto, lo que ella le pedía, como Dios que escucha las peticiones de los hombres.

– Parece que Jesús rechaza aquello que su madre le ha pedido, marcando su propia independencia mesiánica, distanciándose de ella con palabras que parecen marcadas de dureza: ¿Qué tenemos que ver nosotros? (2,4)

La madre a quien Jesús llama ¡mujer! acepta su respuesta y cambia de actitud. No puede exigir nada, no argumenta ni polemiza, pero tiene a su lado a los servidores, diáconos de las bodas, y como primera de todos los ministros de la iglesia les dice: ¡Haced lo que él os diga! (2, 5).

Por su parte, Jesús, que parecía haberse distanciado de su madre, cumple luego, de modo distinto, por su propia voluntad, que lo que ella le pedía: ¡Ofrece vino abundante y muy bueno a los invitados de bodas! Así realiza y desborda el deseo más profundo de María (2, 6-10)

 De manera paradójica, desde el mutuo movimiento de gestos y palabras, debe interpretarse la escena, como descubrimiento y más honda apertura de María. Precisamente allí donde pudiera parecer que la madre quiere dominar al Hijo (¡no tienen vino!) ella viene a presentarse como servidora de ese Hijo, pidiendo a los servidores de la boda que escuchen a Jesús y cumplan su voluntad (como en el Padre-Nuestro: Hágase tu voluntad).La palabra de María (¡haced lo que él os diga!) nos sitúa dentro de la teología de la alianza, conforme a la cual los antiguos judíos se comprometían a cumplir la voluntad de Dios (¡haremos todo lo que manda el Señor!: Ex 24, 3). Leer más…

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Tres lectores para una boda. Domingo 2º del Tiempo Ordinario. Ciclo C.

Domingo, 19 de enero de 2025

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Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 Para la mayoría de los católicos, sólo hay una fiesta de Epifanía, la del 6 de enero: la manifestación de Jesús a los paganos, representados por los magos de oriente. Sin embargo, desde antiguo se celebran otras dos: la manifestación de Jesús en el bautismo (que recordamos el domingo pasado) y su manifestación en las bodas de Caná.

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino.” Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.” Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él diga.”

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua.” Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: “Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.” Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes si lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.”

Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

 

Imaginemos tres posibles lectores de este relato.

            El cristiano sencillo y benévolo

            El relato no le plantea problemas, le gusta. Le gusta que lo primero que hace Jesús en su vida pública no sea irse al desierto a ser tentado por Satanás (como cuentan Mateo, Marcos y Lucas) sino asistir a una boda, con los cinco discípulos que ya le acompañan. Le gusta que esté presente su madre y le divierte la pelea entre madre e hijo, porque él, por mucho que proteste, termina haciendo lo que ella quiere. Aunque hay que reconocer que exagera, porque seiscientos litros de vino son demasiados litros; además, de excelente calidad, como afirma asombrado el mayordomo. El lector sencillo está de acuerdo en que este milagro revela la gloria de Jesús y comprende que los discípulos creyesen en él. Lo único que no le gusta del todo es que al final no vuelva a mencionar a la madre de Jesús, que es, en realidad, quien lo obligó a hacer el milagro.

            El creyente crítico

            Está básicamente de acuerdo con el cristiano sencillo, pero le gustaría que el evangelista hubiera tratado con más detalle algunas cuestiones. ¿Por qué no llama a María por su nombre y se limita a hablar de “la madre de Jesús? ¿Quiénes son los que se casan y por qué han invitado a la boda a ella, a Jesús y a sus amigos? Caná está muy cerca de Nazaret, a doce kilómetros, pero los de Caná dicen que “de Nazaret no puede salir nada bueno”. Debe de ser una familia especial, en buenas relaciones con los nazarenos, al menos con la familia de Jesús; y ser muy rica, porque en la casa hay seis tinajas de unos cien litros cada una (¿para qué querrán tanta agua?) y en la boda cuenta con un mayordomo y sirvientes. En cuanto a la falta de vino, le extraña que sea María quien se da cuenta, no el mayordomo; y que ella quiera que la gente siga bebiendo y fuerce a Jesús a resolver el problema. Una mujer sensata preferiría que bebiesen agua. Lo de la conversión del agua en vino prefiere no pensarlo demasiado. Algunos químicos dicen que eso es imposible, a pesar de que muchas bodegas los hacen continuamente. ¿Y cómo se enteran los discípulos de que Jesús ha hecho el milagro? ¿Lo ha contado el mayordomo? El evangelio termina diciendo que sus discípulos creyeron en él, pero no dice nada del mayordomo, ni del novio (la novia no tiene voz ni voto) ni de los invitados, que se bebieron el vino. ¿También ellos creyeron en Jesús? Al final, el creyente crítico se lía la manta a la cabeza, acepta el milagro y le pide a Dios que aumente su fe en Jesús, como hizo con los discípulos.

            El conocedor del Antiguo Testamento

            Comparte la fe del cristiano sencillo y comprende las preguntas del creyente crítico, a las que intenta ofrecer alguna respuesta.

            Empezando por el principio, los evangelios no son biografía de Jesús, no pretenden contar con detalle todo lo que hizo y dijo. Lo que consideran secundario lo omiten tranquilamente. ¿Qué más da que el novio se llamase Isaac o Zacarías, fuera sobrino de María o amigo de José, que ya habría muerto porque no asiste a la boda?

            A María no la llama por su nombre, sino por su título de “madre de Jesús”, igual que “la madre del rey” era el mayor título de una mujer en el reino de Judá. Y destaca, con cierto humor, su papel fundamental en este primer milagro de Jesús. A su petición, él responde mala manera, poniendo una excusa de tipo teológico: “todavía no ha llegado mi hora”. Pero a María le traen sin cuidado los planes de Dios y la hora de Jesús cuando está en juego que unas personas lo pasen mal. Y está tan convencida de que Jesús terminará haciendo lo que ella quiere que así se lo dice a los criados.

           Juan es el único evangelista que pone a María al pie de la cruz, el único que menciona las palabras de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu madre”. De ese modo, abre y cierra la vida pública de Jesús con la figura de María. Cuando pensamos en lo que hace en la boda de Caná, debemos reconocer que Jesús nos dejó en buenas manos.

Pero es también muy importante el simbolismo de la boda y del vino.

Para los autores bíblicos, el matrimonio es la mejor imagen para simbolizar la relación de Dios con su pueblo. Precisamente porque no es perfecto, porque se pasa del entusiasmo al cansancio, se dan momentos buenos y malos, entrega total y mentiras, el matrimonio refleja muy bien la relación de Dios con Israel. Una relación tan plagada de traiciones por parte del pueblo que terminó con el divorcio y el repudio por parte de Dios (simbolizado por la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia). Pero el Dios del Antiguo Testamento podía permitirse el lujo, en contra de su propia ley, de volver a casarse con la repudiada. Es lo que promete en un texto de Isaías:

“El que te hizo te tomará por esposa:

su nombre es Señor de los ejércitos.

Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;

como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios–.

            La primera lectura de hoy, tomada también del libro de Isaías, recoge este tema en la segunda parte.


Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha. Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi favorita», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.

            Para el evangelista, la presencia de Jesús en una boda simboliza la boda definitiva entre Dios e Israel, la que abre una nueva etapa de amor y fidelidad inquebrantables.

En cuanto al simbolismo del vino, otro texto del libro de Isaías habría venido como anillo al dedo:

“El Señor de los ejércitos prepara para todos los pueblos en este monte

un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

manjares enjundiosos, vinos generosos”.

        Este es el vino bueno que trae Jesús, mucho mejor que el antiguo. Además, este banquete no se celebra en un pueblecito de Galilea, con pocos invitados. Es un banquete para todos los pueblos. Con ello se amplía la visión. Boda y banquete simbolizan lo que Jesús viene a traer e Israel y a la humanidad: una nueva relación con Dios, marcada por la alegría y la felicidad.

Tercera epifanía

El final del evangelio justifica por qué se habla de una tercera manifestación de Jesús. “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.” Ahora no es la estrella, ni la voz del cielo, sino Jesús mismo, quien manifiesta su gloria y hace que los discípulos crean en él. Al final del cuarto evangelio se dice: “Todo esto ha sido escrito para que creáis que Jesús es el Hijo de Dios y creyendo en él tengáis la vida eterna”. En la boda de Caná se pone la primera piedra de esa fe que nos salva.

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19 de Enero. Domingo II. Tiempo Ordinario

Domingo, 19 de enero de 2025

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Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: -Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.”

(Jn 2, 1-12)

¿No había ningún fariseo en aquella boda?, para que se indignara y le dijera a la gente algo parecido a lo del episodio de la mujer encorvada (“seis días tenéis para venir a curaros…”). Algo así como: -“Otros recipientes tenéis para llenarlos de vino, dejad las tinajas de las purificaciones”.

Desde luego, si en esa casa había seis tinajas para las purificaciones, parece indicar que la gente que vivía allí era religiosa y cumplidora de la Ley. Pero nadie se queja, bueno, Jesús un poco, le dice a su madre que no ha llegado su hora. Todos los demás se callan. Solo abren la boca para beber vino.

Con todo, el gesto de Jesús es osado, casi escandaloso. En lugar de decirles a los siervos que traigan las jarras vacías del vino y las llenen de agua les hace llenar las tinajas de las purificaciones.

Bien pensado poco podría decirnos a nosotros que Jesús convirtió 600 litros de agua en vino, a regañadientes, en una boda. El sentido de ese gesto tiene un algo más. Y creo que los tiros tampoco van por el piadoso empeño de ver aquí el papel de intercesora de María.

El gesto de Jesús

El gesto de Jesús es mucho más subversivo pero se nos pasa desapercibido con tanto vino. Jesús convierte el agua de las purificaciones, de la Ley, en vino de fiesta. Y no para una fiesta religiosa sino para una fiesta “mundana”, humana. En una boda se celebra el amor humano, el inicio de una nueva familia.

Y es ahí donde Jesús transforma el agua de la Ley en vino de boda. El Dios de Antiguo Testamento que se ha cansado de repetir que el Templo se le queda pequeño, se escapa ahora también de la Ley y se mete en nuestras fiestas.

La novedad de Jesús no es que Dios venga a habitar en medio de su pueblo, eso ya era una realidad para el pueblo de Israel. Yahvé tenía su morada en medio de Israel. Israel tenía el Templo y la Ley. La novedad es que Dios en Jesús dice que Él es mucho más que el Templo y la Ley. Que a Dios no le podemos poner unos límites. Él ocupa TODO nuestro espacio, todos nuestros espacios.

Es más, nos está diciendo que Él quiere ser la alegría de nuestras fiestas. El vino abundante, desbordante, esplendido. Dios no quiere que se acabe nuestra fiesta.

Oración

Danos, Trinidad Santa, de ese vino para que nos embriaguemos de la alegría que viene de ti. Que sepamos entrar en la fiesta sin fin de tu Reino. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

***

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El agua-Ley se convierte en vino-Vida.

Domingo, 19 de enero de 2025

693d39cd99e5ab83560037a6d04e605aDOMINGO 2º (Boda de Caná) (C)

Jn 2,1-12

Celebramos la tercera de las manifestaciones de Jesús que durante siglos se celebraban el día de Epifanía. El evangelio que hemos leído, entendido literalmente, no tiene ni pies ni cabeza. Es absurdo que Jesús saque de la chistera un regalo para los novios. No, como todos los “milagros” narrados por este evangelista Juan, se trata de un signo que nos llevan a realidades profundas y decisivas para nuestra verdadera trasformación interior.

Es impensable que el mayordomo no hubiera previsto el vino suficiente, cuando era su principal cometido. Es difícil de entender que fuera una invitada la que se diera cuenta y se preocupara por solucionar el problema. Tampoco es lógico que sea Jesús el que solucione el problema. No es normal que en una casa particular hubiera seis tinajas de  cien litros, dedicadas a las purificaciones. No tiene sentido que el maestresalas increpe al novio por haber dado el vino malo al principio. Era él, quien ordenaba qué vino se servía.

El relato no es una crónica de lo sucedido. Es fruto de una minuciosa y larga elaboración. No nos dice ni quiénes eran los novios ni qué relación tienen con Jesús. Lo que normalmente llamamos “el milagro” pasa casi desapercibido. Ni siquiera nos dice cuándo se convierte el agua en vino. Sería imposible separar lo que pudo suceder realmente de los símbolos que envuelven el relato. Lo que hoy nos cuenta este evangelio es teología. La clave para entenderlo es el trasfondo, la “hora” de la glorificación de Jesús en la cruz.

La boda era, desde Oseas, el signo más empleado por los profetas para designar la alianza de Dios con su pueblo. La idea de Dios novio y el pueblo novia se repite una y otra vez en el AT. La boda lleva inseparablemente unida la idea de banquete; símbolo de tiempos mesiánicos. El vino era un elemento inseparable del banquete. En el AT, era signo del amor de Dios a su pueblo. La abundancia de vino era la mejor señal del favor de Dios.

La Mujer es un misterio en este relato. Nos aporta un poco de luz la segunda carta del Tarot: la Sacerdotisa. Un mujer madura, pero en plenas facultades, que simboliza lo nuevo, la sabiduría. María no le llama hijo, ni Jesús le llama Madre. María, símbolo de la Alianza que está ya caducada. Jesús y los discípulos son el nuevo pueblo, que están allí de paso. Es completamente inverosímil que María pidiera a Jesús un milagro y menos aún que adelantara la hora de hacerlo. La hora para Juan es siempre la hora de la muerte de Jesús.

El vino es símbolo del amor entre el esposo y la esposa. En la boda, (Antigua Alianza) no existe relación de amor entre Dios y el pueblo. La Madre, por pertenecer a la boda se da cuenta de la falta. María representa al Israel fiel que espera en el Mesías. Jesús nace del verdadero Israel y va a dar cumplimiento a las promesas. El primer paso es mostrarle la carencia: “No tienen vino“. No se dirige al presidente, ni al novio. Se dirige a Jesús, que para Juan es el único que puede aportar la salvación que Israel necesita y espera.

Jesús invita a su madre a desenten­derse del problema. No les toca a ellos intervenir en la alianza caducada. Está indicando la necesidad de romper con el pasado. Ella espera que el Mesías arregle lo ya existente, pero Jesús le hacer ver que aquella realidad no se puede rehabilitar. Jesús aporta una novedad radical. Juan está haciendo referencia a la “hora” (la cruz). Jesús invita a la esperanza, pero la realización no va a ser inmediata. El vino nuevo depende de aquella hora. Anunciar la hora significa que la salvación está cerca.

Haced lo que él os diga. Solo en el contexto de la Alianza, la frase puede cargarse de sentido. El pueblo en el Sinaí había pronunciado la misma frase: “Haremos todo lo que dice el Señor“. También el Faraón dice a los servidores: haced lo que él (José) os diga. Se ve con claridad que el trasfondo del relato y lo que quiere significar. Como en el AT, el secreto de las relaciones con Dios está en descubrir su voluntad y cumplirla.

Las tinajas estaban allí colocadas, inmóviles. Se ve el carácter simbólico que van a tener en el relato. El número 6 es signo de lo incompleto. El número de la perfección era el 7. Es el número de las fiestas que relata este evangelio. La séptima será la Pascua. Eran de piedra, como las tablas de la ley. La ley es inmisericorde, sin amor. La ley (imposible de cumplir) es la causa del pecado (falta de amor-vino). Jesús les hace tomar conciencia de que están vacías; es decir que el sistema de purificación en que confiaban era ineficaz.

Jesús ofrece la verdadera salvación, pero ésta no va a depender de ninguna ley, (tinajas). El agua se convertirá en vino fuera de ellas. “Habían sacado el agua“. La nueva purificación no se hará con agua que limpia el exterior, sino con vino que penetra dentro y transforma el interior del hombre. Solo después de beberlo se da cuenta el mayordomo de lo bueno que es. Esta presencia de Dios dentro de uno es la oferta original de Jesús.

Lo que sacan los criados de las tinajas es agua. El mayordomo (clase dirigente) no se enteró de la falta de vino. Significa que los jefes se despreocupan de la situación del pueblo. Les parece normal que no se experimente el amor de Dios, porque esa es la base de su poder. No conoce el don mesiánico, los sirvientes sí. El vino-amor como don del Espíritu, es el que, de verdad, purifica, lo único que puede salvar definitivamente.

El vino es de calidad. “Kalos” indica siempre excelencia. El maestresala reconoce que el vino nuevo es superior al que tenían antes. Pero le parece irracional que lo nuevo sea mejor que lo antiguo. Por ello protesta. Lo antiguo debe ser siempre lo mejor. Esta actitud es la que impidió a los jefes religiosos aceptar el mensaje de Jesús. Para ellos la situación pasada era ya definitiva. Toda novedad debe ser integrada en el pasado o aniquilada.

El último versículo es la clave para la interpretación de todo el relato. Nos habla del “primer signo” de una serie que se va a desarrollar durante todo el evangelio. Además, como signo, va a servir de prototi­po y pauta de interpretación para los que seguirán. El objetivo de todos los signos es siempre el mismo: manifestar “su gloria”. Ya sabemos que la única gloria que Jesús admite es el amor de Dios manifestado en él. La gloria de Dios consiste en la nueva relación con el hombre, haciéndole hijo, capaz de amar como Él ama.

Dios se manifiesta en todos los acontecimientos que nos invitan a vivir. Dios no quiere que renunciemos a nada de lo que es verdaderamente humano. Dios quiere que vivamos lo divino en lo que es cotidiano y normal. La idea del sufrimiento y la renuncia como exigencia divina es antievangélica. El mensaje para nosotros hoy es muy simple, pero demoledor. Ni ritos ni abluciones pueden purificar al ser humano. Solo cuando saboree el vino-amor, quedará todo él limpio y purificado. Cuando descubramos a Dios dentro de nosotros, seremos capaces de vivir la inmensa alegría que nace de la unidad-amor. Que nadie te engañe. El mejor vino está sin escanciar, está escondido en el centro de ti.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Te doy gracias, Padre…

Domingo, 19 de enero de 2025

2-TOC-evJn 2, 1-12

«Haced lo que os dijere…»

Cuando se escribe el evangelio de Juan —a finales del siglo primero— hace ya mucho tiempo que los sinópticos están circulando por las comunidades cristianas, lo que significa que los hechos y dichos de Jesús son ya sobradamente conocidos por los fieles. Quizá por esta razón el cuarto evangelio se plantea como un gran tratado teológico y su estilo es tan distinto del resto de evangelios.

Juan –su comunidad– organiza el evangelio en torno a siete hechos milagrosos –siete signos– sobre los que desarrolla siete mensajes con una carga teológica tal, que resulta imposible reconstruir lo que realmente sucedió. Además no tiene ningún reparo en poner sus palabras (las palabras de Juan o sus seguidores) en boca de Jesús, lo que significa que no sabemos hasta qué punto sus textos tienen algo que ver con lo que en algún momento dijo Jesús, y sólo podemos conjeturarlo.

Lo que sí sabemos es que su evangelio cambia el estilo de Jesús; que se permite corregirle al sustituir su mensaje salvador, potente y sencillo, ofrecido a todos a través de sus parábolas, por unos conceptos elevadísimos para consumo de entendidos.

Lamentablemente los primeros teólogos de la iglesia también olvidaron su estilo, quisieron hacer del cristianismo algo más culto, más acorde con las tendencias de la época, y lo dotaron de una base conceptual basada en la filosofía griega y de unas leyes que tomaron del derecho romano. Olvidaron a Jesús, y el resultado fue que ya nunca se volvió a hablar de Abbá (sino de la primera persona de la santísima trinidad) y que la buena Noticia se convirtió en mala (el fuego del infierno).

Y esta tentación de apartarse de Jesús; de preferir nuestra sabiduría (u otras sabidurías) a la suya, siempre ha estado presente en la Iglesia, y siempre ha acabado mal. Las comunidades joaneas murieron víctimas del docetismo y el gnosticismo que se apoderaron de ellas, y el conjunto de la Iglesia dejó de ser fértil, adoptó los modos imperiales y pasó de perseguida a perseguidora.

La sabiduría de Jesús es la sabiduría de vivir. Nuestra sabiduría es entender la vida como él la entendió; es fiarse de él y jugarse la vida a sus criterios por encima de los nuestros; es sentirse necesitados de ellos. Un rasgo sobresaliente de su mensaje es que el Reino no está reservado a los cultos e iniciados, sino al alcance de todos, y principalmente de los más sencillos. Cualquier persona, por inculta que sea, se convierte en sabia siguiendo a Jesús.

«En aquella hora se llenó de alegría en el Espíritu Santo y exclamó: “Te doy gracias, Padre, porque has ocultado estas cosas a los sabios y las has revelado a la gente sencilla”»…

La sabiduría de Jesús no resplandece en las alturas de la sabiduría humana. La sabiduría de Jesús resplandece en los más sencillos de la Iglesia, y Jesús da gracias por ello.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Caná ¿Una boda o una catequesis con símbolos?

Domingo, 19 de enero de 2025

03Jn 2, 1-11

Caná era una aldea de Galilea. El evangelio de Juan la nombra varias veces; por ejemplo, después de expulsar a los mercaderes del templo o tras el encuentro con la samaritana.

La boda era uno de los acontecimientos más importantes de la vida social de Israel. Era una ocasión para hacer alianzas entre familias. Tras largas negociaciones, la boda marcaba el final feliz de un proceso. Otras veces se casaban personas con lazos de sangre, para que la herencia no saliera de la propia familia.

A veces, los padres de familia comprometían a sus hijos/as cuando todavía eran pequeños y esperaban a que tuvieran entre 13 años y 18 años para celebrar el matrimonio. Al casarse y tener hijos, la pareja engrandecía al pueblo y era cauce de la bendición de Dios.

La celebración podía durar una semana. Se reunían las familias, en un sentido muy amplio, las amistades y el pueblo.  Los invitados solían aportar víveres para contribuir al gasto de comer y beber en abundancia durante esos días, en los que se suspendían los ayunos religiosos habituales.

El vino era imprescindible como bebida habitual, ante la dificultad de encontrar agua potable en los manantiales. En los viajes se solía llevar el cuerno de un animal lleno de vino, como si fuera una cantimplora (pensemos en texto del buen samaritano). Salvo que la pobreza lo impidiera, cada familia tenía en casa algunas cántaras de vino para su propio consumo.

Si tenemos en cuenta estas costumbres de la época, el texto presenta bastantes incoherencias:

a) Era impensable que en una boda en la que había mayordomo y sirvientes se acabara el vino. Era un honor endeudarse para celebrarla por encima de sus posibilidades.

b) En el caso de que se hubiera acabado el vino ¿tuvo que solucionar el problema una mujer invitada a la boda?

c) Las tinajas para guardar el agua solían ser de barro (como nuestros botijos), pero el barro podía guardar impurezas, por eso había también grandes tinajas de piedra que se consideraban más puras y apropiadas para conservar el agua que se utilizaba en las ceremonias de purificación ritual. ¿En una casa de una aldea había 6 tinajas, con 100 litros de capacidad cada una, para purificarse?

d) Nos presentan a una familia rica, con mayordomo y sirvientes. Si fuera un hecho histórico, ¿tendría sentido que el novio guardara el vino bueno para el final y el mayordomo no lo supiera?

e) ¿Por qué los invitados a la boda no cayeron rendidos a los pies de Jesús, tras hacer un milagro tan grande? ¿Por qué no hay ningún dato, fuera de este evangelio, teniendo en cuenta que 600 litros de agua convertida en vino no hubieran pasado desapercibidos? ¿Por qué los otros tres evangelistas ni siquiera nombran la boda de Caná?

Si nos acercamos al texto con las claves que utiliza Juan, a lo largo de su evangelio, descubrimos la riqueza que nos ofrece una lectura teológica y catequética.

El evangelio de Juan, entre los capítulos 2,1 y 12,50, presenta siete signos (traducidos como milagros), que forman un bloque llamado Libro de los signos. El evangelista nos anuncia que se está produciendo algo nuevo, una nueva creación, Y esta novedad es una Buena Noticia, mucho más importante y profunda que cambiar el agua en vino. Cada uno de los signos va acompañado de una explicación teológica, para que comprendamos mejor su sentido, y no nos quedemos en la superficialidad del relato.

Por ejemplo, el vino era uno de los signos que expresaba que había llegado el tiempo mesiánico, tras unos siete siglos de espera. La presencia de Jesús, María y los discípulos son símbolo de la comunidad cristiana. Es decir, Juan nos anuncia un signo, en medio de la comunidad, en un contexto de celebración, de fiesta.

María ya no es sólo la madre de Jesús, tiene otra consideración, es un prototipo, es la madre universal. Es la mujer.

Para Juan “la hora” no se refiere al tiempo cronológico, sino a la hora de Dios, al momento apropiado (se utiliza el término kairós). Ni siquiera su madre puede marcar a Jesús esa hora, en la que tendrá que entregar su vida plenamente.

En la teología de Juan ya no tiene sentido el agua para purificarse, porque la purificación ritual ha dado paso a la celebración de la comunidad.

El versículo 11 nos da las claves teológicas para recuperar la Buena Noticia que encierra este texto: Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria y creció la fe de los discípulos en él.

Hoy es preciso probar el vino nuevo, saborearlo. A lo largo de la Historia, muchos hombre y mujeres místicos describen la experiencia de bajar a lo más profundo de su ser, a una bodega en la que saborean un vino añejo y experimentan una comunión profunda con el Dios que les habita. Y nos invitan a tener esa experiencia.

En consonancia con otros textos del evangelio de Juan, vemos que ya no hay que ir al pozo a buscar el agua (diálogo con la samaritana). Ya no hay que llenar tinajas para la purificación, porque en nuestras propias entrañas hay un río de agua vivaque conduce a la vida eterna. Si quitamos el envoltorio de las costumbres, este texto nos ofrece claves para vivir el discipulado.

Marifé Ramos González

 Fuente Fe Adulta

 

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Novedad, Frescor, Vida.

Domingo, 19 de enero de 2025

Sin título1Domingo II del Tiempo Ordinario

19 enero 2025

Parece probable que el llamado “relato de las bodas de Caná” hubiera sido, en su origen, una parábola con un objetivo claro: mostrar la persona y el mensaje de Jesús como novedad, fuente de vida y de alegría (a eso apunta la metáfora del «vino bueno»), frente a una religión ritualista y rutinaria, víctima de su propia normativa (simbolizada en el «agua de las purificaciones»).

Se trata de un proceso que se repite una y otra vez, y que puede resumirse en una palabra: esclerotización. Todo lo humano, incluso lo que parecía más vivo y novedoso en su momento, tiende a esclerotizarse, a medida que se institucionaliza y desconecta de la intuición original. El frescor primero se agosta en un proceso de rutinarización.

Si eso tiende a ocurrir con todo lo humano -en cualquier ámbito de nuestra existencia-, solo cabe un antídoto: mantener, de manera consciente, el contacto o la conexión con el Fondo o la Fuente que nos hace ser y que, lejos de cualquier idea de separación, constituye nada menos que nuestra identidad.

Todo lo recibido de fuera y, más en general, todo lo aprendido, antes o después, quedará convertido en “doctrina”, letra muerta incapaz de dar vida. Olvidada o incluso negada la intuición original, quedarán únicamente “mapas” que quisieron ser orientativos y creencias que prometieron lo que no podían dar.

La vida -con su sabor a novedad, frescor y alegría- no viene de la mano de mapas ni de creencias, sino de la conexión consciente con la propia Vida, el Fondo y la Fuente que nos renueva de manera incesante, en la experiencia sentida de que justamente eso es lo que somos en profundidad.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Boda Caná: las relaciones de Dios con su pueblo son de amor, no de piedra.

Domingo, 19 de enero de 2025

6D89C307-307F-4177-80AC-03ECA3F1BEB7bodascana-asombro400Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Algunas notas previas.

  • El Evangelio y la tradición de San Juan data de finales del siglo I, pasado el año 90. Es, por tanto, una escuela tardía y despliega una teología, una cristología muy desarrollada y delicada.
  • Si ningún evangelio es una biografía (vida) de Jesús, el de Juan lo es menos. Naturalmente que tiene elementos históricos, pero están elaborados como una sinfonía en la que se combinan diversos elementos para componer un “todo” espléndido.
  • Quizás hemos perdido la sensibilidad literaria (simbólica y poética), por lo que nos cuesta mucho trabajo adentrarnos en relatos como el que hemos escuchado hoy: las bodas de Caná.
  • Los signos en este evangelio de Juan no son golpes de magia o trucos escénicos. Los milagros son signos que tienen un sentido sacramental simbólico. Los signos son relatos que desentrañan su significado cristológico.

El ciego nos habla de Cristo como luz; la samaritana nos habla de Cristo como agua de vida eterna. La resucitación de Lázaro le sirve al evangelista para presentarnos a Cristo como resurrección y vida, etc.

  • Los significados simbólicos de Juan son polifónicos, de una gran riqueza. Cuando se toca un tema, resuenan muchos acordes, sonidos y evocaciones.

02.- Una boda.

        Una boda es de los momentos más intensos y felices de la vida. Los que os habéis casado tenéis experiencia de ello: La boda es encuentro, amor, alegría, fiesta, ilusión, proyectos, esperanzas…

        Quizás por esto la boda es figura de los tiempos mesiánicos. El banquete de bodas es un signo muy utilizado por Jesús: el Reino de Dios es como un banquete de bodas al que estamos invitados todos. (Mt 22,1-14).

El amor humano es el mejor símbolo que encontramos para expresar lo que Dios siente por nosotros, un Dios que nos quiere, un Dios Padre que nos mira siempre con ternura.

Y por esta razón las relaciones entre Dios y el pueblo (la humanidad) se expresan en la Biblia como unas relaciones de amor, de encuentro. En la mentalidad biblia se llama Alianza. Dios hace una alianza, un pacto y un encuentro de amor con su pueblo, con la humanidad.

Había, hay, pues una boda, Dios amaba y ama a su pueblo, a “su gente” tanto en Caná como en toda la historia de la humanidad.

03.- Vino.

        Quizás porque Israel y Jesús eran mediterráneos, vieron en el vino (y en el trigo) un signo de abundancia y alegría. Esto está muy presente en la Biblia y también en la vida cotidiana.

El vino es un símbolo muy empleado en la Biblia y también por  Jesús para hablar de la nueva situación del Reino: a vino nuevo, odres nuevos, (Mt 9,17). Esta es mi sangre…

La vida de Jesús transcurrirá entre comidas y encuentros, banquetes y bodas, multiplicación de los panes, la fiesta por la vuelta del hijo pródigo, etc.

El vino significa el espíritu de Jesús, su propia sangre entregada por nosotros.

Sin forzar las cosas podemos apreciar cómo San Juan prácticamente comienza su evangelio con el símbolo del amor, del vino y es el único evangelista que dice que en la cruz del costado brotó agua y sangre de redención.

        No es muy complicado entender que el cristianismo es alimento, vida y alegría en todos los sentidos de la palabra.

04.- Una boda sin vino.

        El relato que hemos escuchado es una boda en la que se han quedado sin vino. Es decir, se ha terminado la alegría y el amor y se han quedado en el más puro legalismo, nosotros diríamos que se han quedado solamente con los “papeles”, con el certificado jurídico… pero sin amor.

        Los “papeles” en el evangelio de hoy (bodas de Caná) son las tinajas de piedra, que evocan las piedras de la ley del Sinaí.

        Israel sustituyó el amor por las leyes.

        Dios se había hecho ilusiones con su pueblo, con la humanidad, pero perdimos el amor y nos quedamos con los “papeles” en la mano, como tantos matrimonios. La religión se ha convertido en papel mojado: en piedra, en tinajas de piedra de agua para los ritos…

        Y solamente tienen seis tinajas de piedra y agua.

  • Seis: número que significa imperfección (frente al 7 que es la plenitud. / El anticristo de es el 666).
  • Tinajas de piedra: que son una alusión a la ley de piedra del Sinaí.
  • Agua es el puro rito vacío, sin contenido.

            ¿No nos habrá pasado algo de esto también a nosotros en la Iglesia? ¿Nuestro cristianismo no se habrá quedado también exhausto, sin vida? Tenemos ritos, liturgias esclerotizadas, pero sin amor, sin espíritu.

        Ya casi, como el maestresala, ni sabemos de dónde nos viene la alegría y la serenidad.

La alegría y viveza del cristianismo (y de la Iglesia) no vendrá por la mayor rigidez o permisividad de la ley, sino que la evangelización vendrá por el amor y el servicio.

¿No será el momento de volver al amor inicial?

05.- Nuevo vino. (Nueva Alianza): el maestresala y los sirvientes.

        El segundo vino es mejor. La Alianza de JesuCristo es plenitud y Evangelio. El Sinaí y el Derecho Canónico dejan paso al Evangelio de JesuCristo.

        Pero el maestre-sala (el sistema religioso) no sabía (¿No sabe?) de dónde viene la bondad, la alegría, el vino bueno… (S Juan suele emplear la ironía con frecuencia).

        ¿No tenemos siempre la tendencia judaizante, legalista -en el fondo miedosa- de volver una y otra vez al cumplimiento de la ley.

06.- La madre del Señor, la mujer, la iglesia y la hora

El evangelista S Juan nos ofrece un mosaico de luces que resultan de gran hondura e iluminación cristiana.

La madre

Resulta llamativo cómo el evangelio de Juan solamente menciona en dos ocasiones a la madre del Señor (sin decir nunca que se llamaba María) [1]. Las dos ocasiones son:

  • En las bodas de Caná
  • El Calvario: la cruz, (Jn 19,25)

Mujer

En los dos momentos Jesús llama a su madre (¿un tanto fríamente?): “mujer”:

  • Mujer, no ha llegado mi hora.
  • Mujer, ahí tienes a tu hijo, (Jn 19,26).

        Es evidente la alusión al Génesis, a Eva: su nombre será mujer por ser la  madre de los vivientes, (Gn 2,23). La madre de Jesús es la madre de la iglesia naciente y de los cristianos.

Agua y sangre

Otro universo simbólico es que en los dos momentos hay agua y vino-sangre: vida y espíritu. En Caná surge una nueva alianza, un nuevo vino. Del costado de Cristo en la cruz mana agua y sangre.

La hora

Finalmente, en Caná Jesús dice: todavía no ha llegado mi hora. Poco antes de llegar a la cruz: Jesús, sabiendo que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, (Jn 13,1).

La hora  en San Juan es una dinámica que cruza todo su evangelio, aparece más de veinte veces en este evangelio y en un movimiento ascendente y un tanto dramático,

2.4: Todavía no ha llegado mi hora.

4,21: Se acerca la hora en que no daréis culto al Padre aquí o allá.

4,23: Se acerca la hora, o mejor dicho, está aquí.

5,25: Se acerca la hora, o mejor ya ha llegado, en que los muertos escucharán su voz.

5,28; Se acerca la hora en la que escucharán su voz los que están en el sepulcro.

7,30: El arresto de Jesús fracasa, porque todavía no había llegado su hora.

8,20: Nuevamente fracasa el arresto de Jesús porque no ha llegado su hora 12,23: Ha llegado la hora en que el Hilo del hombre sea glorificado.

12,27: No te pido que me libres de esta hora.

13,1: Sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre,

16,21: La mujer cuando da a luz.,. ha llegado su hora.

16,32: Se acerca la hora, o ya ha llegado, de que os disperséis.

17,1: Padre, ha llegado la hora, muestra la gloria de tu Hij0.

19,27: Desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

Los símbolos tienen valor por lo que apuntan, no por lo que son. El estilo del evangelio de Juan es un universo simbólico.

        Los símbolos no son históricos, son reflejo de la verdad.

Sintámonos discípulos amados y desde ese momento en que nos sintamos queridos como el Discípulo amado.

Hagamos lo que él nos diga y

Desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa.

[1] Si únicamente tuviésemos la versión de San Juan, no sabríamos que la madre de Jesús se llamaba María

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“En Caná, comienzan los signos del reino rebosando de abundancia”, por Consuelo Vélez

Domingo, 19 de enero de 2025

Cana-comienzan-signos-rebosando-abundancia_2740835909_17494505_660x371De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del II Domingo del TO 19-01-2025

Las bodas de Caná servirá para hablar de los “signos” que realiza Jesús, a partir de los cuales quien le escucha creerá en él o no creerá

El evangelio de hoy nos invita a ponernos en camino de discipulado, reconociendo los signos de Dios en nuestra vida, en la historia que vivimos

Muchas realidades presentes de injusticia y dolor nos hacen difícil ver los signos del reino, pero al mismo tiempo, precisamente allí, donde hay tanta dificultad, no deja de brotar la esperanza, la solidaridad, la misericordia, haciendo real la presencia de Jesús en medio de su pueblo

Tres días después se celebraba una boda en Caná de Galilea; allí estaba la madre de Jesús.  También Jesús y sus discípulos estaban invitados a la boda. Se acabó el vino, y la madre de Jesús le dice:

–No tienen vino. 

Jesús le responde:

–¿Qué quieres de mí, mujer? Aún no ha llegado mi hora.

La madre dice a los que servían:

–Hagan lo que él les diga. 

Había allí seis tinajas de piedra destinadas a los ritos de purificación de los judíos, con una capacidad de setenta a cien litros cada una.

Jesús les dice:

–Llenen de agua las tinajas. Las llenaron hasta el borde.

Les dice:

–Ahora saquen un poco y llévenle al encargado del banquete para que lo pruebe.

Se lo llevaron. Cuando el encargado del banquete probó el agua convertida en vino, sin saber de dónde procedía, aunque los servidores que habían sacado el agua lo sabían, se dirige al novio y le dice:

–Todo el mundo sirve primero el mejor vino, y cuando los convidados están algo bebidos, saca el peor. Tú, en cambio has guardado hasta ahora el vino mejor.

En Caná de Galilea hizo Jesús esta primera señal, manifestó su gloria y creyeron en él los discípulos.

(Jn 2, 1-11)

El evangelio de Juan solamente tiene el texto que consideramos el domingo pasado sobre “el verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”, para hacer alguna mención de los orígenes de Jesús. Inmediatamente entra a considerar su ministerio. Después de llamar a los primeros discípulos, nos encontramos con este texto de las bodas de Caná que servirá para hablar de los “signos” que realiza Jesús, a partir de los cuales quien le escucha creerá en él -o no creerá- y de “su hora” que en este texto queda claro que aún no ha llegado, pero que llegará en Jn 12, 23 cuando está terminando su ministerio público y comience su persecución.

Por tanto, este relato de unas bodas sirve para mostrar los “signos” realizados por Jesús. En este caso, la que provoca que se realice este primer signo es María. Notemos el trato que tiene Jesús con su madre: la llama “mujer, dando a entender que la relación que se manifiesta en este texto con ella, es la de discípula, antes que de madre. Lo que María constata es la carencia de vino que están teniendo en la boda y las palabras que dirige a los que servían de hacer lo que Él les diga” muestra la confianza absoluta de ella como discípula frente a Jesús, al cual ha reconocido como Mesías.

Este primer signo nos habla de los tiempos mesiánicos que llegan con Jesús y la abundancia que ellos significan. De ahí, las tinajas “llenas hasta el borde y el vino mejor guardado para el final de la fiesta. El hecho de ser una boda también nos remite al signo del banquete mesiánico, signo de los tiempos definitivos. El texto termina afirmando que los discípulos reconocieron la gloria manifestada en Jesús y creyeron en él. La segunda parte del evangelio de Juan ya no hablará tanto de signos sino de Jesús mismo hecho signo, con la entrega de su vida, gesto en el que sus discípulos podrán reconocer la manifestación de Dios en Jesús.

Por tanto, el evangelio de hoy nos invita a ponernos en camino de discipulado, reconociendo los signos de Dios en nuestra vida, en la historia que vivimos, y creyendo en Jesús y en su predicación como la buena noticia de los tiempos de abundancia que Él nos trae. Es verdad que muchas realidades presentes de injusticia y dolor nos hacen difícil ver los signos del reino, pero al mismo tiempo, precisamente allí, donde hay tanta dificultad, no deja de brotar la esperanza, la solidaridad, la misericordia, haciendo real la presencia de Jesús en medio de su pueblo. Nuestro discipulado se concreta en reconocer en esos signos la presencia actuante de Dios en la historia y con nuestra fidelidad hacer posible que la gracia sea abundante y muchas tinajas de agua se conviertan en vino y, no cualquier vino, sino el mejor: el de la gracia de Dios hecha historia entre nosotros.

Para ver el comentario en video: Comentario al evangelio del II Domingo TO 19 01 2025

(Foto tomada de: https://boosco.org/www/2021/05/23/juan-2-1-11-y-la-madre-de-jesus-estaba-alli/)

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“Las Bodas en Caná de Galilea: un esbozo contemplativo de mariología”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF.

Domingo, 19 de enero de 2025

IMG_9460El relato está lleno de misterio, basta pensar en su comienzo: “El tercer día“, que tiene una profunda resonancia en el Nuevo Testamento. El tercer día es, en efecto, el día de la Resurrección, de la plena manifestación de la gloria. En este caso es también el tercer día de una gran semana, la de la primera manifestación de Jesús.

Hubo una boda“. El hecho, así destacado, debe hacernos reflexionar. Es bueno señalar cómo todo el Evangelio es una invitación de boda: “El Reino de los cielos es como un rey que anuncia una gran fiesta para las bodas de su Hijo” (Mt 22, 2).

La encarnación misma es celebrada por la Iglesia como el banquete de bodas de Dios con toda la naturaleza. Y para Israel las mismas relaciones con Yahvé fueron cantadas por el pueblo como el matrimonio más elevado, la síntesis de todo otro amor humano. Incluso la escatología del mundo es narrada por Cristo en forma de congreso nupcial… El novio es el mismo Jesús; y toda la Iglesia, por tanto, esposa que espera a su amado en el camino de regreso.

Estas imágenes nos hacen comprender qué evocaciones suscita el lenguaje misterioso de Juan al situar una boda como primer episodio, haciendo emerger así el misterio de Cristo en esta realidad tan humana.

«Y estaba allí la madre de Jesús». El centro de la historia es María. Incluso Jesús y sus discípulos aparecen bajo una luz más matizada: “Jesús también fue invitado a la boda“. Para el evangelista la figura de la madre es sin duda central y es desde ella que la atención se proyectará luego sobre Jesús. El milagro, la manifestación de la gloria de Cristo, pasa por la madre.

El significado y la profundidad de los símbolos que contiene el relato impiden, en cierto sentido, expresarlo en palabras. Es un relato para ser disfrutado en la contemplación, dejándoos conmover interiormente por la fuerza del Espíritu. Contempla estos tres aspectos: María ve el todo en su conjunto; María siente empatía; María es intrépida.

1.- María ve el todo en su conjunto

En la historia del Evangelio, todos tienen algo que hacer, algunos en la cocina, otros en el servicio,… Sólo María ve el todo en su conjunto, tiene una visión general y comprende lo esencial que está sucediendo y lo esencial que falta. Éste es el espíritu contemplativo de María, su don de síntesis, la capacidad de atender a las cosas particulares. Ciertamente también ella debía tener algún compromiso… pero, sin embargo, presta atención a las cosas individuales y con una mirada atenta, contemplativa, profunda… capta la situación.

El don de la síntesis es típicamente femenino: saber ver el punto focal con la inteligencia del corazón, no mediante el razonamiento ni el análisis inmediato y preciso de todos los elementos.

María percibe el gemido inexpresado del mundo y lo expresa hasta con simplicidad: “Ya no tienen vino“. Ella es la única que dice esta palabra. Es probable que los demás lo hayan notado pero como en un sueño: ven que algo falla y al no saber qué hacer prefieren seguir fingiendo que no pasa nada.

La gracia de la fe cristiana es precisamente la de cultivar, incluso en las mil y una tareas, una visión de conjunto de las situaciones de la comunidad, de los grupos, de la Iglesia, de la sociedad, para poder captar con amor las dificultades , momentos delicados y darle voz, atenderlas con discreción y eficacia.

La fe cristiana tiene en sí misma este maravilloso don contemplativo: no es la pericia, la destreza para hacer esto o aquello, la especialización de las capacidades humanas, sino una percepción global, que sabe preservar el sentido de todo. Quizás sea difícil de expresar, pero es importante, incluso necesario, para la vida de la Iglesia.

En ese don está, de hecho, el don de gobierno, de eficacia, de planificación cuidadosa. El don contemplativo es algo más sutil, indefinible, que da unidad, gusto, sabor, consistencia. Es un don de María y, si faltara, la Iglesia correría el riesgo de convertirse en una sociedad de expertos, de personas competentes, de especialistas, donde cada uno lleva adelante su visión particular, quizás discutiendo con los demás y precisamente en nombre de su propia visión, capacidad, pericia…

El carisma de María es la mirada consoladora, que la hace estar atenta a todos los puntos dolorosos y dispuesta a expresarlos, a ayudar alertando a los responsables, pidiendo a los demás que intervengan. En Caná, de hecho, María no atiende directamente la necesidad del vino, sino que lo resalta, lo realza y lo confía a su Hijo.

Por eso pedimos a la Virgen que mire nuestros banquetes, el banquete que son nuestras comunidades, nuestras iglesias locales, nuestra Iglesia universal; y también mirar este banquete que es nuestra sociedad y prestar atención a lo que falta, poner en nosotros la mirada contemplativa benévola y sincera con la que Ella miró el banquete de bodas de Caná. 

Pidamos a María que no permita que nuestros corazones se entristezcan por las pequeñas mezquindades privadas, sino que nos haga vibrar al unísono con el gran banquete de la humanidad, captando e interpretando la situación de todos aquellos que no tienen vino, pan, alegría, que no están involucrados en el banquete.

Cada uno de vosotros puede entonces preguntarse: ¿estoy tan preocupado por mi papel personal, por mi trabajo, que ya no tengo gusto por toda la vida de la comunidad, de la Iglesia, de la sociedad? ¿Soy tan tenaz e insistente en la realización de mi tarea particular que ya no comprendo cómo debe encajar en el conjunto de una mesa bien puesta en la que todos participan con amor y alegría? ¿Soy tan poco contemplativo que miro el árbol y me olvido del bosque? 

2.- María empatiza 

María, una vez completado su gesto contemplativo, pudo quedar satisfecha. Sin embargo, si lo hubiera hecho, no habría expresado su identificación con la situación. Habría hecho un análisis sociológico, estadístico,…, sin entrar en el problema. María, en cambio, entró en ello hasta casi merecer una reprimenda de Jesús.

«¿Qué tengo yo que ver contigo, mujer?». Ciertamente no es una expresión alentadora, sea cual sea el significado que se le intente dar. María la acoge porque se ha identificado con la situación como si fuera suya: “No tienen más vino” significa que no tenemos más vino. Significa hacerse uno con esos pobres cuyos nombres ni siquiera conocemos y de los que el relato evangélico no dice nada más.

En última instancia, el hecho de que a un banquete le falte vino no es tan sustancial. La gente podría haberse ido a casa igualmente satisfecha. La carencia que María nota, por tanto, no es esencial, no es una cuestión de vida o muerte: es una falta de bienestar, ese “no sé qué” que hace que las cosas vayan bien, y es precisamente lo que más a menudo nos falta. Muchas veces nos falta ese “no sé qué” de alegría, entusiasmo,…, que se necesitan para que las cosas vayan por el buen camino. ¡Cuántas veces echamos de menos este vino! La esencia de nuestra vida, los compromisos se desempeñan con atención y seriedad, los trabajos se realizan con eficacia,… ¡Sin embargo, falta “eso no sé qué” representado por el vino!

Descubrirlo es una gracia que debemos pedir a María porque no surge solo de los análisis sociológicos que realizamos. María puede ayudarnos a descubrir lo que falta, no para acusar ni recriminar, sino para sufrir y amar. Y ante todo puede ayudarnos a descubrir lo que nos falta, que no sabemos qué es: tal vez sean pequeñas cosas que extrañamos; pequeños perdones, pequeños sacrificios que vivir, pequeñas tensiones que tapar o pequeñas palabras que contener. Quizás nos falta un poco… para que el buen vino se manifieste.

El evangelista repite tres veces el adjetivo “bueno“: «Cada uno sirve el buen vino desde el principio… el menos bueno… el buen vino lo has guardado hasta ahora».

Puede haber un vino genuino y no bueno, tanto por la calidad de la uva como por la ingenuidad de quien lo elaboró. Jesús quiere el bueno, hecho de la riqueza que proviene de todo el complejo de la uva, del sol, del calor, de la tierra, de la preparación, del trasiego. Lo quiere tanto para nuestra vida, como para la plenitud de nuestra Iglesia, y para la alegría de nuestra sociedad.

El buen vino que Jesús quiere es sin medida, abundante: “Seis tinajas de piedra… cada una con dos o tres toneles” llenas hasta el borde. Nuestra vida espiritual, marcada quizás por la aridez o el cansancio, en su interior debe ser vino espumoso, sobreabundancia de Espíritu que nos nutre día y noche, sin abandonarnos jamás: no puede ser el fondo de un vaso que apenas sirve para saciar la sed.

3.- María es intrépida

Jesús no dice que Él proveerá, pero María dice a los sirvientes: “Haced lo que él os diga“. Sus palabras tienen, por así decirlo, un sentido bíblico probado desde hace mucho tiempo. Son, en efecto, las pronunciadas por el Faraón durante la hambruna en Egipto, cuando el pueblo carecía de todo: “Ve a José y haz lo que él te diga. El hambre dominó toda la tierra. Entonces José abrió todos los almacenes donde había grano” (Gen 41,55-56).

La figura de María se sitúa a la luz del hombre que sacia el hambre de un país entero: María es aquella a través de quien el poder de Jesús se manifiesta en la tierra para toda la humanidad. Está segura de su hijo porque es el Hijo de Dios.

Esta es quizás la certeza que más fácilmente no logramos mantener. Quizás notamos la falta de vino, quizás nos identificamos un poco tristemente con la sequedad de nuestras vidas, de nuestra comunidad, de nuestras iglesias locales… Sin embargo, al no cruzar el “vado de la fe“, nos detenemos en una amarga consideración de la situación o buscamos soluciones inadecuadas.

¡Cuántas veces tenemos la impresión, escuchando ciertos análisis y valoraciones, por ejemplo de la falta de vocaciones,…, de que los remedios se proponen sin convicción! Se necesitan remedios, es necesario planificar, hay que hacer algo y, sin embargo, no tenemos esa certeza que es la única que da fuerza a todas nuestras acciones: la certeza en Jesús. No creemos lo suficiente, nos falta ese salto de calidad que no consiste en buscar la llave del tesoro escondido sino en la seguridad en Jesús incluso en las cosas más simples, incluso en las expresiones más inmediatas de la vida.

Este esbozo para una mariología no quiere pasar por alto sino dar espacio a la contemplación. Podemos acercarnos a María a través de la lectura orante de la Palabra de Dios, la lectura de la Escritura en el Espíritu Santo.

No basta con aprender teóricamente esta lectura: es necesario desarrollarla. Aprenderla cordialmente significa practicar resaltando algunos aspectos o palabras del pasaje del Evangelio. Pero luego hay que releer las palabras, comparándolas entre sí, como hizo María, que “guardaba todas estas palabras en su corazón” (cf. Lc 2, 19.51). María es modelo de identificación e intrepidez porque es modelo de contemplación. Aquí reside uno de los secretos de la fe: ser fuente contemplativa.

P. Joseba Kamiruaga Mieza CMF

De su blog Beste aldera joan zen Jesus / Jesús se fue a la otra orilla

(Remitido por el autor)

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Problemas de lenguaje

Viernes, 22 de diciembre de 2023
Comentarios desactivados en Problemas de lenguaje

IMG_1969Vosotros, en cambio, no os dejéis llamar «Rabbí», pues vuestro maestro es uno solo y vosotros todos sois hermanos; y no os llamaréis «padre» unos a otros en la tierra, pues vuestro Padre es uno solo, el del cielo; tampoco dejaréis que os llamen «directores», porque vuestro director es uno solo, el Mesías. El más grande de vosotros será servidor vuestro”.

Un pasaje fenomenal que hubiese sido ideal para acabar el Sínodo.

¿Cómo seguir llamando al papa “sumo Pontífice”, con todos los atuendos, PODER, MONTAJE, títulos, dignidad, ropaje…?

Estamos en la Iglesia con títulos y cargos de cardenales, obispos, canónigos, párrocos. El poder no reside en la comunidad sino que unos pocos administran, deciden y organizan. Monseñor, mi señor…

A mí me han llegado cartas dirigidas al “rvdo, sr. cura párroco” (cuatro albardas para un burro). Y somos los párrocos los que organizamos, decidimos, hacemos la vida de la comunidad sin que los fieles decidan, elijan, organicen o planteen.

El texto citado me invita a contar con los cristianos desde la base. Es deseable que las personas ancianas de los pueblos y de la capital puedan decir sus opiniones y dar un paso para entender una fe adulta.

Entiendo que la inmensa parte (80%) de los fieles son eso, fieles, pero sin tener otra participación en la comunidad salvo cantar, rezar, seguir las posturas y unos pocos, leer, hacer la colecta y echar el óbolo.

Los mensajes nos vienen de los párrocos u obispos.

Sí que existen los consejos pastorales. Y en parroquias mayores, se hace la elección por representantes de los distintos ministerios. Pero ¿y los restantes cristianos?

Yo no veo ningún hecho concreto de sinodalidad. Se repite hasta la infinitud la palabra y la filosofía, pero no veo ningún cambio, ninguna alternativa en el funcionamiento. Veo que los grandes teólogos, que presentan teología de la buena, están lejos de las parroquias… no se les conoce y mucho menos animan a las comunidades cristianas. Seguimos con los rituales de los sacramentos realizados por los técnicos desde Roma. Y a lo sumo vienen nuevos decretos, pero el pueblo seguimos con el catecismo del P. Astete, las novenas el siglo XIX y las celebraciones según el ritual.

A VER SI EL ADVIENTO NOS LLEVA A RENOVARNOS y a descubrir a Jesús en su mensaje y su práctica. Y ensayamos un poco la sinodalidad, que ya se nos va olvidando.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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En lenguaje popular.

Sábado, 17 de diciembre de 2022
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jesus-resucitadoMe fijo en las palabras centrales del Mensaje de Jesús. Es su Persona. Y de Él se nos dice “El Verbo se hizo carne y habitó entre nosotros”. “Tanto amó Dios al mundo que le dio a su Hijo Primogénito”. “Jesús vino, no para condenar al mundo sino para salvarlo”. “Dios nos ha hecho hijos suyos”.

Es un Mensaje alegre, salvador. Me resulta difícil buscar la oportunidad y la ocasión en que decir estas palabras a las personas y que les cale.

Sí que me resulta más fácil actuar conforme a ese mensaje y tratarme así a mí y a las demás personas. Organizar la vida según esta Noticia.

¿Cómo puedo anunciar y transmitir a las gentes esa PALABRA DE DIOS? Por supuesto puedo aprovechar la predicación para anunciarlo clara y contundentemente. En la administración de los sacramentos y de los funerales. Muchas veces lo que predico da vueltas a ese Mensaje, pero sin anunciarlo claramente.

Una forma muy fácil es releer el evangelio e irlo saboreando y comentando. Hay textos claves que Jesús nos transmite y es preciso hacernos eco de ellos. Creo que ese debe ser el eje de la predicación y de la acción pastoral.

Resulta que hemos pasado y calcado esas palabras del evangelio, reduciéndolo a credos y afirmaciones difíciles y abstractas. Hablarlas en castellano claro y afirmativo. Me gustaría, en lugar de recitar el credo, repetir en voz alta esas frases de mismo texto del evangelio y recalcarlas. Incluso dejar tiempo para pensarlas y saborearlas. Podrían ser treinta expresiones del evangelio capitales.

Los evangelios están llenos de frases impregnadas de sentido y de mensaje. Podemos repetirlas, pensarlas, comentarlas. Propongo que sustituyan en la celebración al credo oficial, que me resulta muy dogmático y doctrinal. Menos popular.

Me encanta leer el evangelio sin más. Se entiende todo. Y como hay muchos géneros literarios (que llaman) tratar de explicarlos, comprenderlos, ponerlos en lenguaje popular. Ahí está la Teología Popular.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Vino bueno”, 2º Tiempo ordinario – C (Juan 2,1-11)

Domingo, 16 de enero de 2022
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02-TO-CJesús ha sido conocido siempre como el fundador del cristianismo. Hoy, sin embargo, comienza a abrirse paso otra actitud: Jesús es de todos, no solo de los cristianos. Su vida y su mensaje son patrimonio de la humanidad.

Nadie en Occidente ha tenido un poder tan grande sobre los corazones. Nadie ha expresado mejor que él las inquietudes e interrogantes del ser humano. Nadie ha despertado tanta esperanza. Nadie ha comunicado una experiencia tan sana de Dios sin proyectar sobre él ambiciones, miedos y fantasmas. Nadie se ha acercado al dolor humano de manera tan honda y entrañable. Nadie ha abierto una esperanza tan firme ante el misterio de la muerte y la finitud humana.

Dos mil años nos separan de Jesús, pero su persona y su mensaje siguen atrayendo a muchos. Es verdad que interesa poco en algunos ambientes, pero también es cierto que el paso del tiempo no ha borrado su fuerza seductora ni amortiguado el eco de su palabra.

Hoy, cuando las ideologías y religiones experimentan una crisis profunda, la figura de Jesús escapa de toda doctrina y trasciende toda religión, para invitar directamente a los hombres y mujeres de hoy a una vida más digna, dichosa y esperanzada.

Los primeros cristianos experimentaron a Jesús como fuente de vida nueva. De él recibían un aliento diferente para vivir. Sin él, todo se les volvía de nuevo seco, estéril, apagado. El evangelista Juan redacta el episodio de la boda de Caná para presentar simbólicamente a Jesús como portador de un «vino bueno», capaz de reavivar el espíritu.

Jesús puede ser hoy fermento de nueva humanidad. Su vida, su mensaje y su persona invitan a inventar formas nuevas de vida sana. Él puede inspirar caminos más humanos en una sociedad que busca el bienestar ahogando el espíritu y matando la compasión. Él puede despertar el gusto por una vida más humana en personas vacías de interioridad, pobres de amor y necesitadas de esperanza.

José Antonio Pagola

Grupos de Jesús

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“En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos”. Domingo 16 de enero de 2022. 2º domingo del Tiempo Ordinario.

Domingo, 16 de enero de 2022
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10-ordinario2 (C) cerezoDe Koinonia:

Isaías 62, 1-5:La alegría que encuentra el esposo con su esposa.
Salmo responsorial: 95. Contad las maravillas del Señor a todas las naciones.
1Corintios 12, 4-11: El mismo y único Espíritu reparte a cada uno como a él le parece.
Juan 2, 1-11: En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos.

La vida de Jesús se desarrolló dentro de la normalidad propia del ambiente cultural y la religiosidad de un judío del primer siglo de nuestra era. Los discípulos descubren a Jesús como un hombre normal, en un ambiente normal y sin ningún tipo de manifestaciones espectaculares o extraordinarias. Esta realidad de una vida normal en Jesús, hace que entre los discípulos y él no haya ningún tipo de distanciamiento, antes por el contrario, una vida verdaderamente humana como la de Jesús, hace que su experiencia del Dios sea más creíble y mucho más accesible a la conciencia y a la vida de los que le escuchan y le siguen. La actitud de Jesús, sin ningún tipo de pretensión, va revelando una nueva imagen y un nuevo concepto de Dios. Dios ha dejado de ser ese ser extraño y lejano, que atemoriza al ser humano, y toma la característica del Dios original de Israel, el Dios que camina con su pueblo.

Para la lógica del Evangelio de Juan, el Banquete es un tema fundamental en la teología del evangelio de Juan. La teología del banquete se abre con la misión de Jesús en Caná de Galilea, y se cierra con la última Cena, fundamento de la Eucaristía. El Banquete es por tanto un signo mesiánico, donde se anuncia la llegada del Reino y se presenta a Jesús, Soberano del Reino. Es un símbolo fundamental que explica en la cotidianidad la presencia del Reino en medio de la historia.

Las bodas de Caná están en el imaginario de los primeros cristianos y de todo la Iglesia a lo largo de la historia, por ese hecho inolvidable: en lo mejor de la boda, el vino se acaba. ¿Cómo es posible que no se haya previsto esta parte en la fiesta? La acción de Jesús de Nazaret frente a la falta de vino, hará que este relato de las bodas de Caná, quede inmortalizado en la simbología cristiana.

El milagro de las bodas en Caná de Galilea, no es simplemente por la falta de vino. El asunto es otro: el relato tiene que ser entendido en perspectiva de Reino, en dinámica de tiempo mesiánico. El texto indica, que había allí en un lugar de la casa, unas tinajas de piedra vacías, seis en total. El texto hace énfasis en que están vacías. Son tinajas destinadas para contener el agua de la purificación ritual de los creyentes judíos. Pero están secas. Este símbolo, indica la sequedad en que se encuentra el modelo religioso judío. En la visión de los cristianos primeros, que acabaron separándose del judaísmo, la ley judía, antes que ayudar, terminó dificultando la relación de Dios con su pueblo. Les resultaba una ley vacía, sin sentido, que sólo generaba cargas y no posibilitaba la libertad y la alegría. Las tinajas, destinadas a la purificación, eran un símbolo que dominaba la ley antigua. Ese modelo de ley creaba con Dios una relación difícil y frágil, mediatizada por ritos fríos y carentes de sentidos.

No se dice sin embargo que las tinajas estuvieran con agua. Son llenadas cuando Jesús lo ordena. Al estar llenas, las tinajas que no prestaban ya ningún servicio, más bien estorbaban en la vida normal de la gente, permiten una nueva manifestación del proyecto de Jesús: el agua está convertida en vino. ¿Qué nos indica ese signo? La ritualidad, el legalismo, la norma fría y vacía, es trasformada en vino, símbolo de la alegría, del gozo mesiánico, de la fiesta de la llegada del tiempo nuevo del Reino de Dios. Tenemos que acabar en nuestra vida y en la vida comunitaria, con los sistemas religiosos deshumanizantes, para lograr entrar en la dinámica liberadora, incluyente y festiva que Jesús inauguró.

¿Complicada esta interpretación? Efectivamente, es complicada, con la complicación que brota de un texto sofisticado, muy elaborado, con toda una trastienda de alusiones veladas y crípticos mensajes. Leer, proclamar, comentar el evangelio de Juan como si se tratara de una simple y llana historieta de unas bodas, en las que además Jesús funda el sacramento del matrimonio, sin más complicaciones… resultaría una lectura fácil y cómoda, pero sería profundamente carente de veracidad. Aunque sea más laborioso y menos grato, es mejor tratar a nuestros oyentes como adultos, y no ahorrarles la complejidad de unos textos que interpretados directamente a la letra nos llevarían solamente por caminos de fundamentalismo. Leer más…

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16.1.22. Bodas de Caná (Jn 2, 1-11) ¿Qué hace Jesús en las bodas? ¿Qué hace la iglesia?

Domingo, 16 de enero de 2022
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Del blog de Xabier Pikaza:

Tres son los signos de la “epifanía” o manifestación de Jesús. (a) La estrella de los “magos” (día de Reyes). (b) Bautismo, nueva creación (dom. 1º). (c) Bodas: “Consagración” del amor (dom 2º)

Hoy me centro en las bodas de Caná, el primero de los signos de Jesús según el evangelio de Juan. En contra de una religión penitencial (con seis hidrias de piedra para el agua) y de otra “espiritualista” (gnóstica, que condenan las bodas humanas), el evangelio de Juan empieza consagrando las bodas como fiesta de encuentro humano de amor con buen vino.            

| X.Pikaza

Introducción y texto evangélico

Las bodas son actualmente campo de disputa en la iglesia: (a) Si son sólo de hombre-mujer, o si son de dos seres humanos, sean varones o mujeres. (b) Si se admiten sólo bodas, o si hay también posibilidades de divorcio. (a) ¿Qué significa invitar a Jesús, es decir, que se hagan bodas por la iglesia de Jesús, en un tiempo como éste, año 2022, donde parece que en España sólo se casan por la iglesia una cuarta parte de los que viven en pareja

            El tema es serio y así lo ha sentido evangelio de Juan. Y por eso, después de hablar de Juan Bautista (Jn 1), es decir, de los temas penitenciales y del agua del bautismo (tema del domingo pasado), pasa a las bodas. La gente, en general, tiende a vivir en pareja, esto es, casarse (crear una familia), pero quizá sin boda formal, y menos con boda por la Iglesia.

 ¿Qué sentido tiene invitar o no invitar a Jesús para las bodas? ¿Para qué tipo de bodas,para todas, incluso para las de amigos del mismo sexo? ¿Qué sentido tiene decir que Jesús aporta el vino? ¿Tiene algo que ver la iglesia con esto?

La mayoría de los lectores de mi blog tendrán ya una respuesta. Yo sólo puedo ofrecerles un planteamiento bíblico, no para resolver los temas de fondo, sino para entenderlos mejor. El tema es pues éste: ¿Puede la iglesia decir algo sobre las bodas? ¿Podemos invitar a un cura para casarnos?

Esta escena de las “bodas” “religiosas”, con la madre de Jesús presente como iniciadora y la transformación del agua de la Ley en vino del Reino, ofrece un signo privilegiado de la Iglesia (el primero, según el evangelio de Juan), y puede (debe) aplicarse muy bien a la “transformación de la vida cristiana”, entendida como experiencia fuerte de evangelio, como signo intenso de una iglesia que ha pasado de las purificaciones legales de un judaísmo de ley a la experiencia de las Bodas Mesiánicas del Reino, con la Nueva Humanidad como Novia del Cordero (cf. Ap 20‒21)[1].

Juan 2, 1-11

En Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos. En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda.

Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino.”Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.”Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él diga.”

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua.”Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: “Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.”

Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes sí lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.” A sí, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

COMENTARIO

 Al tercer día había una boda en Caná de Galilea (Jn 2, 1) [2].

Había una boda en Caná… Viene al mundo la Palabra de Dios, que es Jesús, y se ha introducido en el contexto de la misión de Juan Bautista y sus discípulos, que se mantenía todavía en un plano de agua, es decir, de purificaciones, en línea de ley (Jn 1). Pero después, cumplido el rito de Juan Bautista, la Palabra de Dios se introduce el escenario concreto de la vida de los hombres y mujeres, en el momento clave de su despliegue, de ley de vida, que una boda, todas las bodas de la historia humana.

La vida humana está hecha de bodas, esto es, de vinculaciones concretas de amor y generación, de atracción mutua y de ley, de hombres y mujeres que se casan, hace “hacen casa”, para vivir, para engendrar, para esperar, para morir… Las bodas revelan y realizan lo más grande (son una especie de centro y latido de la historia humana). Pero ellas pueden terminar y muchas veces terminan siendo lo más triste o pequeño (no logran realizar el amor pleno, no hay en ellas vino de existencia renovada, de fiesta que se abre para siempre a la eucaristía del vino de la vida eterna). Las bodas son lo más grande de la vida humana; pero tal como se celebran en Caná de Galilea son bodas de purificación, de agua de limpieza por los pecados, más que de vida de amor[3].

Y la Madre de Jesús estaba allí (Jn 2, 1)

1611887B-259B-43CC-9B60-28ECC41ADAE7 Esta anotación nos causa sorpresa. Según el evangelio de Juan, podía parecer  que Jesús carecía de padres de la tierra, pues había provenido como pura Palabra de Dios, de la altura de los cielos (Jn 1, 1-18). Después se nos decía casi de pasada que era el hijo de José de Nazaret, en afirmación cuyo sentido concreto no quedaba claro en el texto (Jn 1, 45; cf. 6, 42). Pues bien, de pronto, como indicando algo que es obvio y significativo, el texto alude a la Madre de Jesús y añade que estaba allí (2, 1). Todo nos permite pensar que ella es “signo de Israel”, de la familia judía de Jesús.

Parece claro que esa Madre de Jesús es importante, pues se la conoce por su título (es la Madre, sin más) y no por su nombre (igual que en Jn 19, 26-27, ante la Cruz). Sin duda alguna, ella pertenece al espacio y tiempo de las bodas de la humanidad. No era necesario invitarla, porque las bodas son el paso de una humanidad anterior a la nueva humanidad a la que alude el mismo Adán, en el principio de la creación (Gen 2, 23‒24). Por eso se dice sin más que la madre ¡estaba allí!

Las bodas para para la madre un espacio normal (natural), forman parte de su preocupación y de su historia. No está fuera, como invitada, en actitud pasiva; está muy dentro y, actuando como supervisora, ha de mostrarse atenta a todo lo que pasa; forma parte de la organización, es responsable de todo lo que pasa. Significativamente, José no está, quizá porque ha muerto; quizá porque el Evangelio de Juan no quiere introducir simbólicamente su figura, en un mundo presidido por la madre.

Jesús, en cambio, empieza siendo sólo un invitado, viene de fuera, no pertenece por sí mismo al espacio de bodas: él y sus discípulos parecen formar un mundo aparte, están como de paso. Lógicamente, no se preocupan de los temas de organización, al menos en un primer momento. Esta es la paradoja de la escena: Jesús viene como por casualidad y, sin embargo, luego actúa como responsable verdadero de las viejas y las nuevas bodas de la tierra. En este contexto se vuelven centrales las relaciones entre la madre (que es signo de la humanidad anterior, es decir, del judaísmo de ley, de la esperanza mesiánica) y Jesús (que será el iniciador de las nuevas bodas del Vino del Reino).

La madre es la mujer  que introduce la nueva pascua de Jesús. Ella marca la diferencia entre las antiguas y las nuevas bodas, el paso del agua al vino. Es la mujer de dos mundos, de dos épocas, de dos bodas. Por eso puede ver lo que falta en la boda anterior y decírselo a Jesús.

Y faltando vino la madre de Jesús le dijo: ¡no tienen vino! (2,3).

             Cuidadosamente debemos situar y comentar cada uno de los rasgos de esta frase, pues en ella se contiene como en germen todo lo que sigue: la carencia humana, la atención cuidadosa de la Madre, el gesto creador de Jesús, las nuevas bodas de la Iglesia, tal como pueden y deben ser actualizadas en la vida religiosa.

Lo primero es la carencia:¡faltando el vino! Todas las explicaciones puramente historicistas de ese dato quedan cortas: los novios serían pobres, se habrían descuidado en la hora del aprovisionamiento, habrían llegado (con los discípulos de Jesús) demasiados invitados, diestros bebedores… El mensaje y conjunto de la escena es demasiado importante como para cortarlo a ese nivel[4].

Anticipando un poco lo que sigue, podemos afirmar que la carencia de vino es un elemento constitutivo de la escena. Si Jesús no estuviera allí quizá no se hubiera notado esa falta: ¡Por siglos y siglos los hombres se habían arreglado sin (buen) vino, viviendo a pan y agua, como se decía en Castilla! Sólo ahora, cuando llega Jesús, se nota la carencia y se establece una especie de fuerte desnivel entre lo antiguo (bodas sin vino) y lo nuevo (el posible regalo del Cristo, vivir de pan y vino, como en una Eucaristía perpetua). Se puede sospechar ya desde aquí que los novios antiguos son el agua (en amor de purificación, que nunca limpia ni ama de verdad), y que ellos mismos deben convertirse en vino.

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En vez de ayuno, banquete de bodas. Domingo 2º del Tiempo Ordinario. Ciclo C. Domingo, 16 de enero de 2022

Domingo, 16 de enero de 2022
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canc3a1Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

 El domingo pasado leímos el relato del bautismo de Jesús. Si hubiéramos seguido el orden del evangelio de Lucas (base de este ciclo C), hoy deberíamos leer el ayuno de Jesús en el desierto y las tentaciones. Sin embargo, con un salto imprevisible, la liturgia cambia de evangelio y nos traslada a Caná. ¿Por qué?

Las tres epifanías (o “manifestaciones”)

            Para la mayoría de los católicos, solo hay una fiesta de Epifanía, la del 6 de enero: la manifestación de Jesús a los paganos, representados por los magos de oriente. Sin embargo, desde antiguo se celebran otras dos: la manifestación de Jesús en el bautismo (que recordamos el domingo pasado) y su manifestación en las bodas de Caná.

Un comienzo sorprendente

Si recordamos lo que ha contado hasta ahora el cuarto evangelio, el relato de la boda de Caná resulta sorprendente. Juan ha comenzado con un Prólogo solemne, misterioso, sobre la Palabra hecha carne. Sin decir nada sobre el nacimiento y la infancia de Jesús, lo sitúa junto a Juan Bautista, donde consigue sus primeros discípulos. ¿Qué hará entonces? No se va al desierto a ser tentado por Satanás, como dicen los otros evangelistas. Tampoco marcha a Galilea a predicar la buena noticia. Lo primero que hace Jesús en su vida pública es aceptar la invitación a una boda.

¿Qué pretende Juan con este comienzo sorprendente? Quiere que nos preguntemos desde el primer momento a qué ha venido Jesús. ¿A curar unos cuantos enfermos? ¿A enseñar una doctrina sublime? ¿A morir por nosotros, como un héroe que se sacrifica por su pueblo? Jesús vino a todo eso y a mucho más. Con él comienza la boda definitiva de Dios y su pueblo, que se celebra con un vino nuevo, maravilloso, superior a cualquier otro.

En aquel tiempo, había una boda en Caná de Galilea, y la madre de Jesús estaba allí. Jesús y sus discípulos estaban también invitados a la boda. Faltó el vino, y la madre de Jesús le dijo: “No les queda vino.” Jesús le contestó: “Mujer, déjame, todavía no ha llegado mi hora.” Su madre dijo a los sirvientes: “Haced lo que él diga.”

Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: “Llenad las tinajas de agua.” Y las llenaron hasta arriba. Entonces les mandó: “Sacad ahora y llevádselo al mayordomo.” Ellos se lo llevaron. El mayordomo probó el agua convertida en vino sin saber de dónde venía (los sirvientes si lo sabían, pues habían sacado el agua), y entonces llamó al novio y le dijo: “Todo el mundo pone primero el vino bueno y cuando ya están bebidos, el peor; tú, en cambio, has guardado el vino bueno hasta ahora.”

Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.

El simbolismo de la boda: 1ª lectura (Is 62,1-5)

           Para los autores bíblicos, el matrimonio es la mejor imagen para simbolizar la relación de Dios con su pueblo. Precisamente porque no es perfecto, porque se pasa del entusiasmo al cansancio, porque se dan momentos buenos y malos, entrega total y mentiras, el matrimonio refleja muy bien la relación de Dios con Israel. Una relación tan plagada de traiciones por parte del pueblo que terminó con el divorcio y el repudio por parte de Dios (simbolizado por la destrucción de Jerusalén y la deportación a Babilonia).

            Pero el Dios del Antiguo Testamento no conocía el Código de Derecho Canónico y podía permitirse el lujo de volver a casarse con la repudiada. Es lo que promete en un texto de Isaías:

“El que te hizo te tomará por esposa:

su nombre es Señor de los ejércitos.

Como a mujer abandonada y abatida te vuelve a llamar el Señor;

como a esposa de juventud, repudiada –dice tu Dios–.

            La primera lectura de hoy, tomada también del libro de Isaías, recoge este tema en la segunda parte.


Por amor de Sión no callaré, por amor de Jerusalén no descansaré, hasta que rompa la aurora de su justicia, y su salvación llamee como antorcha. Los pueblos verán tu justicia, y los reyes tu gloria; te pondrán un nombre nuevo, pronunciado por la boca del Señor. Serás corona fúlgida en la mano del Señor y diadema real en la palma de tu Dios.

Ya no te llamarán «Abandonada», ni a tu tierra «Devastada»; a ti te llamarán «Mi favorita», y a tu tierra «Desposada», porque el Señor te prefiere a ti, y tu tierra tendrá marido. Como un joven se casa con su novia, así te desposa el que te construyó; la alegría que encuentra el marido con su esposa, la encontrará tu Dios contigo.

            Para el evangelista, la presencia de Jesús en una boda simboliza la boda definitiva entre Dios e Israel, la que abre una nueva etapa de amor y fidelidad inquebrantables.

El simbolismo del vino

            En el libro de Isaías hay un texto que habría venido como anillo al dedo de primera lectura:

“El Señor de los ejércitos prepara para todos los pueblos en este monte

un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

manjares enjundiosos, vinos generosos”.

            Este es el vino bueno que trae Jesús, mucho mejor que el antiguo. Además, este banquete no se celebra en un pueblecito de Galilea, con pocos invitados. Es un banquete para todos los pueblos. Con ello se amplía la visión. Boda y banquete simbolizan lo que Jesús viene a traer e Israel y a la humanidad: una nueva relación con Dios, marcada por la alegría y la felicidad.

El primer signo de Jesús, gracias a María   

A Juan no le gustan los milagros. No le agrada la gente como Tomás, que exige pruebas para creer. Por eso cuenta muy pocos milagros, y los llama “signos”, para subrayar su aspecto simbólico: Jesús trae la alegría de la nueva relación con Dios (boda de Caná), es el pan de vida (multiplicación de los panes), la luz del mundo (ciego de nacimiento), la resurrección y la vida (Lázaro).

            Pero lo importante de este primer signo es que Jesús lo realiza a disgusto, poniendo excusas de tipo teológico (“todavía no ha llegado mi hora”). Si lo hace es porque lo fuerza su madre, a la que le traen sin cuidado los planes de Dios y la hora de Jesús cuando está en juego que unas personas lo pasen mal. Jesús dijo que “el hombre no está hecho para observar el sábado”; María parece decirle que él no ha venido para observar estrictamente su hora. En realidad no le dice nada. Está convencida de que terminará haciendo lo que ella quiere.

            Juan es el único evangelista que pone a María al pie de la cruz, el único que menciona las palabras de Jesús: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”, “Ahí tienes a tu madre”. De ese modo, Juan abre y cierra la vida pública de Jesús con la figura de María. Cuando pensamos en lo que hace en la boda de Caná, debemos reconocer que Jesús nos dejó en buenas manos.

La tercera Epifanía

El final del evangelio justifica por qué se habla de una tercera manifestación de Jesús. “Así, en Caná de Galilea Jesús comenzó sus signos, manifestó su gloria, y creció la fe de sus discípulos en él.” Ahora no es la estrella, ni la voz del cielo, sino Jesús mismo, quien manifiesta su gloria. Debemos pedir a Dios que tenga en nosotros el mismo efecto que en los discípulos: un aumento de fe en él.

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16 de Enero. Domingo II. Tiempo Ordinario

Domingo, 16 de enero de 2022
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“Había allí colocadas seis tinajas de piedra, para las purificaciones de los judíos, de unos cien litros cada una. Jesús les dijo: -Llenad las tinajas de agua. Y las llenaron hasta arriba.”

(Jn 2, 1-12)

¿No había ningún fariseo en aquella boda?, para que se indignara y le dijera a la gente algo parecido a lo del episodio de la mujer encorvada (“seis días tenéis para venir a curaros…”). Algo así como: -“Otros recipientes tenéis para llenarlos de vino, dejad las tinajas de las purificaciones”.

Desde luego, si en esa casa había seis tinajas para las purificaciones, parece indicar que la gente que vivía allí era religiosa y cumplidora de la Ley. Pero nadie se queja, bueno, Jesús un poco, le dice a su madre que no ha llegado su hora. Todos los demás se callan. Solo abren la boca para beber vino.

Con todo, el gesto de Jesús es osado, casi escandaloso. En lugar de decirles a los siervos que traigan las jarras vacías del vino y las llenen de agua les hace llenar las tinajas de las purificaciones.

Bien pensado poco podría decirnos a nosotros que Jesús convirtió 600 litros de agua en vino, a regañadientes, en una boda. El sentido de ese gesto tiene un algo más. Y creo que los tiros tampoco van por el piadoso empeño de ver aquí el papel de intercesora de María.

El gesto de Jesús

El gesto de Jesús es mucho más subversivo pero se nos pasa desapercibido con tanto vino. Jesús convierte el agua de las purificaciones, de la Ley, en vino de fiesta. Y no para una fiesta religiosa sino para una fiesta “mundana”, humana. En una boda se celebra el amor humano, el inicio de una nueva familia.

Y es ahí donde Jesús transforma el agua de la Ley en vino de boda. El Dios de Antiguo Testamento que se ha cansado de repetir que el Templo se le queda pequeño, se escapa ahora también de la Ley y se mete en nuestras fiestas.

La novedad de Jesús no es que Dios venga a habitar en medio de su pueblo, eso ya era una realidad para el pueblo de Israel. Yahvé tenía su morada en medio de Israel. Israel tenía el Templo y la Ley. La novedad es que Dios en Jesús dice que Él es mucho más que el Templo y la Ley. Que a Dios no le podemos poner unos límites. Él ocupa TODO nuestro espacio, todos nuestros espacios.

Es más, nos está diciendo que Él quiere ser la alegría de nuestras fiestas. El vino abundante, desbordante, esplendido. Dios no quiere que se acabe nuestra fiesta.

Oración

Danos, Trinidad Santa, de ese vino para que nos embriaguemos de la alegría que viene de ti. Que sepamos entrar en la fiesta sin fin de tu Reino. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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