La transfobia no dejan tregua ni en Navidad. Y medios como el nuestro tienen que estar ahí para contar este tipo de sucesos que no suelen aparacer en los grandes medios de comunicación. En Ohio se ha suicidado una adolescente transgénero de una forma horrible, colocándose delante de un remolque de un tractor. El motivo, la incompresión que sufrió esta adolescente que se sentía niña desde los cuatro años aunque nació con cuerpo de niño. Leelah Alcorn, de tan solo 17 años, escribió una conmovedora carta en la que explicaba los motivos por los que había decidido quitarse la vida. En esta carta, la joven acusa directamente a sus padres y a la religión que esta horrible decisión.
La desgarradora historia del suicido de Leelah Alcorn, una adolescente de 17 años, ha conmocionado a la comunidad LGTB. Leelah no pudo soportar más la incomprensión de su familia y su entorno hacia su condición de mujer transexual, reiterada y cruelmente negada por sus padres. Miembros de una comunidad fuertemente religiosa, y amparándose en la idea de que “Dios no se puede equivocar”, las únicas respuestas que ofrecieron a los evidentes cuadros depresivos de su hija fueron el castigo y sesiones de terapias reparadoras por parte de un miembro de su confesión. Leelah dejó una estremecedora nota de suicidio, con la idea de que su muerte “tiene que significar algo”. En sus palabras: “solo descansaré en paz el día en que las personas transexuales no sean tratadas como me han tratado a mí, cuando sean tratadas como seres humanos, con sentimientos válidos y derechos humanos”.
Leelah Alcorn, una chica trans de 17 años de edad se suicidó el 28 de diciembre. Originaria de Kings Mill, Ohio, Alcorn dejó una nota programada en Tumblr para que se publique después de su muerte. Leelah Alcorn era una adolescente que vivía en una pequeña localidad del estado de Ohio, en los Estados Unidos. El pasado domingo 28 de diciembre, una nota apareció en su cuenta de la red social Tumblr. La publicación de la nota había sido programada por ella misma, para que apareciera después de llevar a cabo lo que amargamente había decidido. Leelah falleció tras ser atropellada por un camión, en lo que los investigadores que llevan el caso consideran un suicidio. En su nota, Leelah ha querido contar al mundo el proceso que le ha conducido a tomar tan trágica decisión, esperando que su historia sea conocida por todos y puedan tomarse medidas para que las personas transexuales no deban enfrentarse a lo mismo que ha tenido que sufrir ella. La reproducimos en su totalidad:
Si estás leyendo esto, significa que me he suicidado y, obviamente, no he eliminado el comentario de mi cola de publicación.
Por favor, no estés triste, es para mejor. La vida que viviría no es digna de vivirse… porque soy transexual. Podía entrar en detalles para explicar por qué me siento así, pero esta nota probablemente ya va a ser lo bastante larga tal como es. En pocas palabras, me siento como una chica atrapada en el cuerpo de un chico, y me he sentido así desde que tenía 4 años. Nunca supe que había una palabra para este sentimiento, ni que era posible que un chico se convirtiera en una chica, así que nunca se lo dije a nadie y seguí haciendo lo que tradicionalmente son cosas “de chicos” para tratar de encajar.
Cuando tenía 14 años, supe lo que significaba transexual y lloré de felicidad. Después de diez años de confusión, al fin comprendía quién era. Inmediatamente se lo dije a mi madre, y ella reaccionó muy negativamente, diciéndome que era una fase, que yo nunca iba a ser una chica de verdad, que Dios no comete errores, que yo estaba equivocada. Si estáis leyendo esto, padres, por favor, no digáis eso a vuestros hijos. Incluso si sois cristianos o estáis en contra de las personas transexuales, eso no se le dice nunca a nadie, especialmente a vuestro hijo. Eso lo único que va a hacer es que se odie a sí mismo. Eso es exactamente lo que me hizo a mí.
Mi madre empezó a llevarme a un terapeuta, pero solo me llevaba a terapeutas cristianos, (que eran todos muy sesgados), así que en realidad nunca tuve la terapia que necesitaba para curarme de mi depresión. Solo tenía a más cristianos que me decían que era egoísta y estaba equivocada y que debía buscar ayuda en Dios.
Al cumplir los 16 años me di cuenta de que mis padres nunca cambiarían, y que tendría que esperar hasta tener 18 años para empezar cualquier tipo de tratamiento de transición, y eso me rompió completamente el corazón. Cuanto más esperara, más difícil sería la transición. Sentí que no tenía esperanza, que lo único que iba a parecer era un hombre vestido de mujer para el resto de mi vida. En mi 16 cumpleaños, cuando no recibí el consentimiento de mis padres para iniciar la transición, lloré hasta quedarme dormida.
Tomé una especie de una actitud de “vete a la mierda” con mis padres, y salí del armario como gay en el instituto, pensando que a lo mejor cuando saliese del armario como transexual sería menos chocante. Aunque la reacción de mis amigos fue positiva, mis padres se enfadaron. Se sentían como si yo estuviera atacando su imagen, y que yo era una vergüenza para ellos. Ellos querían que yo fuera su perfecto niñito cristiano heterosexual, y eso no es, obviamente, lo que yo quería.
Así que me sacaron del instituto, me quitaron el ordenador portátil y el teléfono, y me prohibieron que accediera a cualquier tipo de red social, aislándome completamente de mis amigos. Esa ha sido probablemente la parte de mi vida en la que he estado más deprimida, y me sorprende que no me quitase la vida entonces. Estuve completamente sola durante cinco meses. Sin amigos, sin apoyo, sin afecto. Solo la decepción de mis padres y la crueldad de la soledad.
Al acabar el curso escolar, mis padres al fin cambiaron de opinión y me dieron el teléfono y me dejaron que volviera a usar las redes sociales. Yo estaba emocionada, al fin tenía a mis amigos de vuelta. Estaban muy emocionados de verme y hablar conmigo, pero solo al principio. Con el tiempo se dieron cuenta de que en realidad yo les importa una mierda, y me sentí más sola que nunca. A los únicos amigos que pensé que tenía solo les gustaba cuando me veían cinco veces a la semana.
Después de un verano de no tener casi ningún amigo, más el peso de tener que pensar en la universidad, ahorrar dinero para mudarme, mantener mis buenas notas, ir a la iglesia cada semana y sentirme como una mierda porque todo el mundo allí estaba en contra de todo por lo que vivo, decidí que ya bastaba. Nunca voy a pasar mi transición con éxito, incluso aunque me mude. Nunca voy a ser feliz con mi aspecto o mi voz. Nunca voy a tener suficientes amigos. Nunca voy a tener el suficiente amor. Nunca voy a encontrar a un hombre que me quiera. Nunca voy a ser feliz. Viviré el resto de mi vida como un hombre solitario que desearía ser una mujer o viviré como una mujer solitaria que se odia a sí misma. No hay ganadores. No hay manera de salir de esto. Ya estoy lo suficientemente triste, no necesito que mi vida empeore. La gente dice “la cosa mejora”, pero eso no es cierto en mi caso. Cada vez empeora más. Cada día me pongo peor.
Esto es en esencia por lo que tengo ganas de suicidarme. Lo siento si no es una razón suficiente para vosotros, pero sí es suficiente para mí. En cuanto a mi voluntad, quiero que el 100% de las cosas de las que soy dueña legalmente sean vendidas y el dinero (además de mi dinero en el banco) se done a los movimientos de derechos civiles de las personas transexuales y a los grupos que les apoyan, no me importa a cuál. Solo descansaré en paz el día en que las personas transexuales no sean tratadas como me han tratado a mí, cuando sean tratadas como seres humanos, con sentimientos válidos y derechos humanos. Las cuestiones de género deben enseñarse en las escuelas, cuanto antes mejor. Mi muerte tiene que significar algo. Mi muerte deber añadirse al número de personas transexuales que se han suicidado en este año. Quiero que alguien mire ese número y diga “es una mierda” y lo arregle. Que se arregle la sociedad. Por favor.
Adiós.
Leelah Josh Alcorn
Conmoción e indignación en la comunidad LGTB
La historia de Leelah se ha difundido inmediatamente por todas las redes sociales y los medios LGTB. Desde algunos grupos se está pidiendo que esta trágica muerte sirva al menos para concienciar sobre la insoportable tasa de suicidios entre las personas transexuales durante su adolescencia y las infames terapias reparadoras a las que muchas de ellas se ven sometidas. Una petición en change.org para que una ley prohíba estas prácticas ya ha recibido más de 100.000 apoyos.
Allison Woolbert, directora ejecutiva de Transgender Human Rights Institute afirma que la historia de Leelah “no es la única”, aunque a través de ella la gente puede ver “a una joven de 17 años de edad, que ha luchado durante varios años tratando desesperadamente de ser ella misma. Están viendo un ejemplo de la vida real de lo que supone esto para una adolescente”. Según un informe del Williams Institute of Los Angeles, alrededor del 40 % de las personas transexuales han intentado suicidarse alguna vez a lo largo de su vida.
Para David W. Bond, vicepresidente del programa para la prevención del suicidio The Trevor Project, “los intentos de suicidio son más altos entre los jóvenes transexuales porque se enfrentan a altos índices de discriminación, rechazo, temor y odio por parte de otros jóvenes. Estos jóvenes están tratando de entender y construir su identidad en un mundo que les dice que están equivocados por ser lo que son”.
Dan Savage, activista y fundador de la campaña de prevención del suicidio en adolescentes LGTB It Gets Better, declaraba a través de su cuenta de Twitter: “sabemos que la hostilidad y el rechazo de los padres cuadruplica el riesgo de suicido en los niños LGTB. Rechazar a tu hijo LGTB es abuso”. Savage aboga además por medidas contundentes, pues estima que “los padres de Leelah la empujaron contra el camión. Deberían avergonzarse, pero primero tienen que ser condenados. Si el compañero de habitación de Tyler Clementi podía ser procesado, y lo fue, entonces los padres de Leelah pueden y deben serlo”.
Savage establecía la comparación con el caso de Tyler Clementi, un joven homosexual que se quitó la vida en septiembre de 2010 después de que Dharun Ravi, su compañero de cuarto en la universidad, lo espiara a través de una webcam y difundiera sus encuentros sexuales a través de internet. Ravi fue encontrado culpable de hasta 15 cargos y condenado a 30 días de prisión y 300 de servicios a la comunidad. Para Savage, los padres de Leelah son tan culpables de empujar al suicidio a su hija como lo fue Ravi respecto a Tyler Clementi.
Reacción de la familia
Desde change.org también se ha pedido a la familia de Leelah que respete su identidad de género real tras su fallecimiento, y que en su lápida consta el nombre que ella elegió: Leelah.
Sin embargo, su madre dejaba el siguiente mensaje en la cuenta de Facebook de la familia el mismo día de su suicidio, en el que insiste en referirse a Leelah por su nombre legal y su identidad masculina: “Mi dulce hijo de 16 años, Joshua Ryan Alcorn, se ha ido a su hogar en el cielo esta mañana. Cuando daba un paseo por la mañana fue atropellado por un camión. Gracias por los mensajes y la amabilidad y preocupación que nos habéis hecho llegar. Por favor, continuad manteniéndonos en vuestras oraciones”.
El párroco de la Iglesia de Cristo del Noreste, a la que pertenece la familia de Leelah y donde se le sometió a “tratamiento”, no ha querido hacer declaraciones respecto a la muerte de la adolescente, limitándose a comentar que “nuestro objetivo ahora es ayudar a sanar a una familia rota por una tragedia que la aflige”.
Por nuestra parte, deseamos que esté próximo el día en que se haga realidad el deseo de Leelah de que sean respetados los derechos de todas las personas transexuales. Ojalá que Leelah pueda descansar en paz pronto.
Ella escribió que se sentía como una chica atrapada en el cuerpo de un chico desde que ella tenía cuatro años de edad. En su misiva, la joven explica que hasta los 14 años nos supo lo que era ser una persona transgénero, y que tras diez años de confusión, comprendió lo que le pasaba y lo que quería ser en la vida. “Cuando tuve 14 años aprendí lo que era ser transgénero y lloré de felicidad. Después de 10 años supe quien era yo realmente”, se lee en el post. La decisión fatal de esta joven se vio influenciada cuando sus padres se negaron a aceptar la realidad, le negaron el permiso de iniciar su transición cuando cumplió los 16 años e incluso decidieron someterla a teparias de curación con cristianos.
Unas terapias que evidentemente no curaron la depresión en la que estaba sumida y que lo único que hicieron fue aumentar la actitud de rebeldía ante sus padres y ante su entorno en general. No contentos con someterla a terapia, sus padres le quitaron el ordenador, le prohibieron que utilizara cualquier red social y la sacaron del colegio, en el que por suerte había encontrado el apoyo de sus compañeros.
Presionada por la situación, Leelah decide acabar con su vida teniendo claro que nunca va a ser feliz, que nunca tendrá suficientes amigos, ni que nunca encontrará el amor. Una carta llena de desesperanza que no deja indiferente a nadie, y que demuestra cuanto queda por hacer todavía en el campo de la igualdad para evitar que casos así vuelvan a producirse.
En la carta de despedida también pide que su muerte sea contada como una de las transgéneros que se suicidó este año. “Quiero que alguien mire ese numero y diga ‘que carajos’ y pueda arreglar la sociedad, por favor”.
Recomendó a los padres de otras chicas o chicos trans que no crean que esto es una ‘fase’ o que ‘Dios no comete errores’ y que por eso ellos están equivocados.
“Si tú estás leyendo esto, padre de familia, por favor no le digas esas cosas a tus hijos. No vas a hacer más que hacer que tus hijos se odien a si mismos, como me pasó a mi”
En su nota de despedida, Alcorn también pide que el 100% de las cosas que legalmente le pertenezcan sean vendidas y que el dinero vaya directamente a alguna organización trans: “Moriré en paz si algún día los trans somos tratados como humanos”.
Aquí puedes leer la nota completa de despedida.
Fuente Sin etiquetas y Dosmanzanas
Homofobia/ Transfobia.
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