Cinco años después de ser detenido por vestir indumentaria leather en el Orgullo de San Diego, se quita la vida tras perder la batalla legal
Will Walters llevaba cinco años esperando la resolución de la demanda que interpuso contra la ciudad de San Diego por discriminación homófoba. Dos semanas después de conocer el veredicto desfavorable, Walters fue encontrado muerto el pasado 28 de diciembre en su apartamento, a la edad de 35 años. Todo apunta a que se quitó la vida, posiblemente como resultado de la precaria situación económica en la que quedaba tras perder la larga batalla jurídica.
Will Walters fue detenido por exhibicionismo durante el Orgullo LGTB de 2011 en San Diego (California), cuando tenía 29 años. Los agentes argumentaron entonces que su indumentaria, un disfraz de cuero estilo leather (ver imagen, a la derecha), infringía las normas de decencia pública, por lo que le pidieron que se cubriese. Walters se negó, y la policía lo llevó detenido a comisaría. Walters sostuvo que durante la detención recibió un trato discriminatorio, llegando a escuchar como se referían a él como “drama queen” (un término ofensivo equiparable a español “marica loca”).
Aunque posteriormente Walters recibió la disculpa del Departamento de Policía del Condado de San Diego, la ciudad se negó a reconocer la detención como ilegal. Convencido de su motivación homófoba, Walters acabó por interponer una demanda federal por violación de su derecho a una protección igualitaria, reconocida por la 14ª enmienda a la Constitución de los Estados Unidos. Al fin y al cabo, como bien argumentaba su abogado Chris Morris en un comentario sobre el caso publicado el julio, la vestimenta por la que fue detenido Walters no muestra más desnudez que la que muestran muchos trajes de baño de los que pueden verse todos los días en las playas de la misma San Diego.
Comenzó así una batalla legal que se ha prolongado durante cinco años. Durante este tiempo, Walters se convirtió en un activista por los derechos LGTB, pero sobre todo se movilizó para concienciar a la sociedad sobre la importancia y las dificultades que supone proteger los derechos por la vía judicial frente a las autoridades civiles.
Inicialmente, la justicia dio la razón a la ciudad de San Diego y desestimó la demanda con un juicio sumarísimo. Pero Walters recurrió, y la Corte de Apelaciones del 9º Circuito le dio la razón, forzando a que se celebrase un juicio con jurado. El 13 de diciembre se conocía por fin el veredicto: el jurado se negaba a reconocer que la detención de Walters fue un acto discriminatorio motivado por su orientación sexual. Dos semanas después, el 28 de diciembre, Walters era hallado muerto en su apartamento.
Todos los indicios apuntan a que se quitó la vida. Como hipótesis sobre el motivo del suicidio, los medios estadounidenses recogen la precaria situación económica en la que Walters quedaba, ya que según aseguran sus abogados se había gastado alrededor de un millón de dólares en costes judiciales durante estos cinco años.
Historias como la de Will Walters nos recuerdan no solo lo costoso que resulta para las personas LGTB conquistar derechos, también lo frágiles que estos son una vez conquistados. No deberíamos olvidarlo cada vez que salgamos a las calles para celebrar el Orgullo, como él hizo.
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