Del blog de Xabier Pikaza:
Este jueves celebra la Iglesia la cena de despedida de Jesús, vinculada a la eucaristía y al amor fraterno.
Se trata de una cena enigmática y luminosa, cena de la traición y de la gran invitación de Jesús, que se despide de los suyos prometiéndoles que la próxima copa la beberá con ellos en el Reino de los Cielos.
Éstos son los aspectos que voy a desarrollar este Jueves central de la Semana de Jesús. Tiene esta fiera otros aspectos importantes:
— la Eucaristía en sí misma, el don de Dios, hecho pan y vino compartido, la fiesta de la vida;
— el lavatorio de pies, no hay amor sin servicio mutuo, sin acogida a los distintos, extraños, extranjeros;
— el mandato del amor fraterno; es el mandamiento originario de Dios, que Jesús presenta como mandamiento nuevo, experiencia de amistad;
— la invitación a repetir sus gestos los gestos de Jesús; la liturgia cristiana es una re-presentación, una renovación del camino de Cristo, como puse ayer de relieve, en la postal sobre el Retablo de Salamanca
— la “fundación” del ministerio universal de la Iglesia, un ministerio de todos los cristianos
Cada uno de esos rasgos nos podría servir de meditación, en la línea de la historia de Jesús y de la Iglesia cristiana, pero hoy quiero destacar la despedida de Jesús y su invitación al Reino de Dios, con la próxima copa en la Jerusalén del Reino.
Para la Iglesia de Jesús, todo el año es Jueves Santo, día del amor fraterno… y todos los cristianos son testigos y ministros de ese amor originario y final de Jesús , mientras preparamos esperamos la Gloriosa Venida de su Reino, la Nueva Jerusalén.
En la imagen 1 (de M. Cerezo), todos son celebrantes y ministros de la Eucaristía, igual hombres que mujeres, sobre todo, las mujeres (una de ellas parece estar presidiendo…, aunque quien preside es el mismo Amor de Dios, encarnado en Jesús, un Jueves Danto).
Imagen 2. A cien metros del lugar donde vive y trabaja M. Cerezo está la imagen de la Última Cena del Retablo de la Catedral Vieja de Salamanca. De las 53 tablas del “re-tablo” he tratado estos días. Aquí presento en formato pequeño la de la Eucaristía, de mediados del siglo XV.
Buen día de Jueves Santo a todos, amigos cercanos, conocidos, todos, en la Iglesia de Jesús y fuera de la Iglesia, pues todos este día estamos invitados a la copa del amor, sabiendo que la próxima será en Jerusalén.
1. CENA DE DESPEDIDA Y RUPTURA.
Los exegetas han querido y quieren saber si la Última Cena fue o no Cena de Pascua judía. No lo sabemos. Lo que sabemos es que fue cena de despedida de Jesús y de traición de los discípulos.
1. Deseo de los Doce: que sea Pascua.
Significativamente, la celebración de la Cena de Pascua es una propuesta de los Doce (cf. Mc 14, 12. 17), que quieren sacrificar el cordero, al modo judío, es decir, formando con Jesús una comunidad limpia, de puros observantes varones (que, según Marcos) no han entendido la novedad mesiánica.
Ellos, los Doce (representantes de la esperanza nacional israelita), proponen a Jesús la celebración de la cena pascual y Jesús acepta, pero no para aclamar con ellos la gloria de la identidad ritual, de los judíos puros, sino para mostrarles, en el mismo centro de su comida, que ellos van a rechazarle (cf. Mc 14, 18-21.27-31), mostrando así que la pascua “pura” (de limpios cumplidores nacionales) ha perdido el sentido, dentro de su movimiento de Jesús. Sólo superando ese nivel de pascua (vinculado a la negación de los discípulos) podrá entenderse la afirmación de Jesús, que, a pesar de eso, abriendo un espacio nuevo de esperanzas, les invita al nuevo vino del Reino (cf. Mc 14, 25).
2. El gran contraste: Traición de los discípulos.
El evangelio de Marcos quiere mostrar la novedad de Jesús frente a las instituciones anteriores y por eso presenta esta “cena de pascua”, que los discípulos proponen a Jesús, como momento de traición y negaciones, en el que culmina y pierde su sentido el mesianismo oficial y la función intra-judía de aquellos Doce (a quienes Jesús había elegido para “ser-con-él” y proclamar el reino; cf. Mc 3, 13-19). Por eso, la misma cena de afirmación de Jesús (que mantiene y culmina su propuesta de Reino, como veremos en el apartado siguiente) viene a presentarse como reunión de ruptura mesiánica y entrega de sus discípulos. Así lo recuerda de forma dramática el texto de Pablo, el más antiguo de todos los que conservamos sobre el tema: “El Señor Jesús, en la noche en que fue entregado…” (1 Cor 15, 23).
Allí donde sus discípulos le entregan y venden, Jesús les regala su vida (eucaristía). En la misma cena de pascua que ellos quieren ofrecerle (o compartir con él en Jerusalén) los Doce en cuanto tales (discípulos varones/oficiales) rechazan a Jesús, se desmarcan de su movimiento.
3. Ruptura del movimiento de Jesús.
Los discípulos no han sido un elemento secundario, sino parte esencial de su mensaje y camino. Ellos están vinculados de un modo esencial al proyecto de Jesús y así los hemos ido viendo, a lo largo de este libro (especialmente desde cap. 16). Pues bien, ahora descubrimos que son un “proyecto fracasado”. Jesús les invita al Reino (¡la próxima copa…! Mc 14, 25) y ellos le abandonan.
Jesús les entrega su “cuerpo” (Mc 14, 22-24) y ellos le entregan a él para la muerte. En el fondo de estos signos de contraste hay un recuerdo histórico: la unidad de la trama mesiánica de Jesús, vinculada a los Doce, se ha roto precisamente en la reunión de despedida (donde Jesús quería ratificarla). Por eso, su movimiento continuará, pero de otra manera, porque él les seguirá esperando en Galilea (Mc 14, 28; 16, 7-8), para empezar otra vez desde su entrega personal (su muerte) y no en la pascua nacional judía que sus discípulos buscaban (pues ellos mismos le entregan a la muerte, le traicionan). En esa línea, la Iglesia posterior recordará que la historia de Jesús empezó otra vez a partir de unas mujeres, que permanecerán con él ante la Cruz (cf. Mc 14, 40-41 par).
Esa entrega/negación de los discípulos, que rechazan a Jesús en la misma Cena que él les ofrece, tiene en los textos del evangelio tanta importancia como la institución eucarística. En sentido redaccional (y teológico e incluso histórico) la Cena de Judas, de Pedro y los Doce culmina en la huída de Getsemaní (Mc 14, 50 par) y en las negaciones finales de Pedo (Mc 14, 66-72 par).
4. Las mujeres.
En el contexto anterior ha de entenderse la presencia y/o ausencia de las mujeres. Si aparecen con Jesús en la cruz (el día siguiente), es lógico que hayan estado la víspera a su mesa. Éste es un tema importante para algunos teólogos, porque de la presencia o ausencia histórica de las mujeres en la cena de la institución (de la que hablaremos después) deducen la posibilidad de que ellas puedan ser o no ser “ordenadas”.
Para el evangelio, el problema no está en que esas mujeres hayan estado o no en la Cena (¡puede suponerse que sí!), sino en que los varones oficiales (podríamos decir, los “ordenados”, que serían los Doce) han rechazado la pretendida ordenación, negando a Jesús y abandonándoles la muerte, de manera que la nueva historia mesiánica empezará de otra manera, desde las mujeres.
Pienso que ellas “tuvieron que estar” en la cena, pero no como los Doce, pues en todo el relato esos Doce aparecen como aquellos que van a entregar y negar a Jesús, mientras él les invita a culminar su obra (cf. Mc 14, 17-21. 25-31 par).
5. Jesús mantuvo hasta el final su proyecto,
incluso en contra de los suyos, y los suyos le abandonaron, no por simple miedo (¡cosa que sería muy respetable!), sino porque tenían otros propósitos de reino, en la línea tradicional del mesianismo nacional judío. Parece que cenaron con él, pero tuvieron que “discutir” y enfrentarse y, al final, se fueron (al final de la Cena o en Getsemaní). Ni Jesús, enviado mesiánico, pudo evitar la ruptura. Él les invitó a su Reino, de la manera más honda posible (como veremos en el próximo apartado): Leer más…
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