Sentir el latido de Dios en la entraña
Magdalena Bennásar Oliver
Mallorca.
ECLESALIA, 15/02/16.- En invierno nos cubrimos de ropa para protegernos del frío, viento, humedad… gracias a estas ropas nos protegemos de posibles enfermedades. La ropa también cubre nuestra intimidad pudiendo esconder enfermedades, deformaciones y belleza, mucha belleza.
Estableciendo un sencillo paralelo con nuestra vida interior y como nos protegemos, nos cubrimos no sólo para no enfriarnos sino para no exponernos. Es normal, pero la pregunta sigue siendo en muchos casos ¿es respeto a la intimidad, privacidad o es escondimiento detrás de las máscaras, que por inseguridad, ignorancia… mantenemos cubierto, enterrado, sumergido?
Para sentir el latido hace falta tocar, a no ser que la persona sufra una taquicardia o haya hecho un esfuerzo importante. No es lo normal sentir nuestros latidos, para llegar a sentirlos es necesario tocar, acercarse suavemente y buscar, palpando, ese pulso.
Tremenda escuela de oración en el propio cuerpo. Para sentir el latido de Dios tengo que tocar su cuerpo, su humanidad, la humanidad y sentirla dentro, así, sin ropas de invierno encubridoras.
¿Acaso no nos resulta más fácil atender las necesidades de los otros antes que a las nuestras?
Me arriesgo a decir que nos han hablado de una caridad en clave patriarcal, lo que ha provocado que millones de mujeres se hayan inmolado en el altar del olvido, del tomarlas por supuesto, del no valorarse porque no las valoran, ni las llaman por su nombre, ni les prestan atención más que para pedirles que hagan, sirvan, cumplan…
Tal vez los pilares de la cuaresma se podrían interpretar también con otro lenguaje:
Ayuna de miradas y palabras negativas, propias primero y también ajenas. Ayuna de esconderte y encubrir todo lo bello y bueno que tienes y eres. Ayuna de seguir cargando cargas ajenas, suéltalas. Tú no tienes la culpa de los males de los otros, tú no tienes que tragar la negatividad de los otros. Tú no tienes que lavar pies todo el rato. Tus pies también son de hija de Dios. A ver quién te los lava.
Abstente de acercarte a los que te miran como “carne” o/y “mano de obra barata”. Abstente de dejarte abusar, de dejarte acallar y mandonear por los gallitos de siempre. Se trata de alejar de ti la negatividad de las personas que no te valoran por ser quien realmente eres para que puedas descubrir el trato de Dios contigo, sin pasarlo por los mediadores que no reflejan el trato de Dios, sino el propio. No comer carne significa no alimentarte de todo aquello que te hace daño.
Da en limosna lo mejor de ti, tu belleza interior, tus talentos escondidos, tu capacidad de risa y de contar historias cuando te sientes segura y aceptada. Valora lo que eres y regálate tu plato favorito. Tal vez es un ayuno diferente, tal vez comas chocolate o te tomes un pintxo, de lo que se trata es de que salgamos del desierto en el que nos han metido para descubrir el desierto al que nos quiere conducir la Ruah. Porque todo esto no es por reivindicar, por hacer ruido, es por dar con la paz interior y colaborar así con la paz del mundo.
Ora con el Dios de Jesús, liberador, tranquilizador, amante, que dialoga con todas y no se amedrenta con las “menos cubiertas de ropajes”. Jesús pacifica, apacigua a todo el que lo necesita, menos a los que se apropian de la paz de los demás con la calumnia, abuso, explotación, falta de respeto, incluso invisibilización.
¡Feliz Cuaresma!
(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).
Comentarios recientes