“Reemplazar el sacerdocio jerárquico por el sacerdocio de Jesús, que es el de todos”, por Benjamín Forcano, teólogo
Leído en la página web de Redes Cristianas
-Existen en la Iglesia estructuras que pueden condicionar el dinamismo evangelizador-
-La Iglesia vive en permanente reforma de sí por fidelidad a Jesucristo-.
(Papa Francisco, GE)
. Con empeño especial he sintetizado la primera parte del libro de Xabier Pikaza: “La Novedad de Jesús-Todos somos sacerdotes”. Desde siempre se nos ha hablado del sacerdocio común, como algo propio de todos los cristianos. Pero, ha servido de bien poco. Ese sacerdocio, que es el de Jesús, y que representa una mutación sustancial con respecto al sacerdocio del pueblo judío y de otras culturas del Antiguo Oriente, es el único existente en la Iglesia católica, pero ha pasado a ser exclusivo de los hoy llamados clérigos.
El sacerdocio de Jesús no necesita de templos, ritos y sacrificios , ni de especiales intermediarios entre Dios y los hombres; es distinto y se condensa en el amor que rige y mueve toda su vida, no en otro tipo de sacrificio externo, violento, oficiado por intermediarios sagrados.
Hay que volver al origen y retomar el Evangelio, porque nos hemos alejado de él, otorgando el título de sacerdotes, únicamente a una élite,- la clase clerical-, contrapuesta al laicado y erigida sobre él como una categoría superior, con poderes que la elevan sobre el resto de los fieles.
Admitir que la Iglesia se compone de dos categorías: una clerical y otra laical, con desigualdad entre ambas, es introducir algo contrario a la condición y dignidad sacerdotal de todo cristiano, fundada en el sacerdocio de Jesús. En el Vaticano II, aparecen aún dos eclesiologías, no armonizadas. Así, en LG 10 se dice: “El sacerdocio común de los fieles y el sacerdocio ministerial o jerárquico, aunque su diferencia es esencial, no sólo gradual, sin embargo se ordena el uno para el otro, porque ambos participan, del modo suyo propio, del único sacerdocio de Cristo”.
Es el único texto donde se señala que la diferencia es esencial, pero sin fundamentar en qué y por qué. El sacerdocio de Jesús se comunica y opera en todos según lo que es. Y así se caminó en la primitiva Iglesia. Asignar a un “grupo” -los hoy clérigos- una participación singular y específica de ese sacerdocio hasta el extremo de establecer una diferencia esencial, es un invento posterior. EL Vaticano II recalca en mil partes la posesión y comunión de todos en el sacerdocio de Jesús y en virtud de ella queda descartada toda desigualdad, discriminación o subordinación. El sacerdocio “jerárquico” no responde al sacerdocio de Jesús ni tiene sentido en la primitiva Iglesia. Será, a lo más, una de las tareas o servicios que producirá y designará la comunidad sacerdotal, pero nunca en el sentido de transferirle un valor o dimensión nueva que le de plenitud en el obispo y en menor grado en el presbítero. El sacerdocio de Jesús es laical en él y en consecuencia en todos, y creará en las comunidades cuantas funciones, tareas, carismas o servicios (ministerios) sean necesarios .
INTRODUCCION
La razón del tema es clara. Nos encontramos, tras dos mil años de historia, con que el tema del sacerdocio cristiano ha entrado en gravísima crisis: los llamados a continuar con la figura tradicional del sacerdocio no responden ni llegan y, al mismo tiempo, la escasez de los existentes y el envejecimiento de la mayor parte, ponen al descubierto una brecha que amenaza el modelo eclesiológico bipolar Clérigos / Laicos.
Puede que la ausencia de vocaciones sea un factor importante en este fenómeno. Pero, independientemente de él, se muestra otro aspecto que considero radical para esclarecer lo que está pasando y alumbrar un nuevo futuro: ¿Se trata simplemente de una crisis vocacional o más bien de un retomar el Evangelio y ver si el sacerdocio de Jesús , propio de todo cristiano, se ha mantenido en su recorrido histórico en lo que de verdad es o se lo ha reemplazado por otro, que lo trastueca profundamente?
Dada la preponderancia absoluta que la figura del sacerdote, tal como la conocemos hoy, ha adquirido por siglos en la cristiandad, a muchos les parece más que temerario cuestionar esta figura y suscitará -de ello no tengo duda- asombro, dudas y protestas inacabables.
No es mi tención entrar a describir la peculiar personalidad del clérigo , que le lleva a renunciar a la propia autonomía y libertad para cumplir incondicionalmente la norma del sistema clerical establecido, sino ver si la figura clerical dominante responde al nuevo sacerdocio de Jesús, con las consecuencias que esto conlleva para sus seguidores.
Esto supone, primero de todo , fijar el significado original del sacerdocio jesuánico y comprobar si , a lo largo de la historia, lo hemos sabido mantener o nos hemos apartado de él. Puedo adelantar que el estudio arroja luz en el sentido de que, a partir del siglo III, esa figura primordial fue adquiriendo rasgos y cualidades, que lo sustraían a la comunidad y se la reservaba a una minoría, como categoría superior al margen de la comunidad.
El inicio y el recorrido histórico nos traen hasta el mundo de hoy y entonces podemos confrontar si el retrato actual del sacerdote concuerda o no con el del comienzo.
EL SACERDOCIO DE JESUS
1.El sacerdocio como poder en el tiempo de Jesús
En las diversas culturas del Antiguo Oriente, existían los sacerdotes. Eran intermediarios entre Dios y los hombres (el mismo “patriarca” o rey del clan, que eran sacerdotes, estaban en simbiosis con Dios); suscitaban su poder y lo controlaban en lugares y fiestas determinadas ; eran creadores de santidad ritual y especialistas en sacrificios.
Dentro del pueblo judío, siglos antes de Jesús, aparecen también santuarios y grupos sacerdotales (levitas), especialistas en sacrificios. El Código Sacerdotal ( libros Levítico y Números ) hablan del Sumo Sacerdote como autoridad máxima , representante de Dios y delegado del Rey persa, quien una vez por año tiene que penetrar en el “Sancta Sanctorum” del templo para interceder por el pueblo.
Hasta la conquista romana (64 a. C) se mantiene esta situación y, a partir de ella, las funciones se dividen: un Gobernante romano con poder civil y un Sacerdote con autoridad religiosa.
2. Jesús fue un laico
Metido Jesús en su vida pública, se lo conoce y actúa como un laico, en la línea de los profetas y de los pretendientes mesiánicos, de los sanadores carismáticos y de los sabios populares. En el punto culminante de su vida, Jesús sube a Jerusalén y se enfrenta con los sacerdotes. Sube a Jerusalén, pero no para “legalizar” sus ritos y someterse a la autoridad de los Sumos Sacerdotes, sino para mostrar que el templo ya no tiene valor sagrado para el pueblo.
A muchos sacerdotes actuales, les sorprenderá que se diga de Jesús que fue un laico. Considero de gran utilidad sintetizar lo que el citado Xavier Pikaza desarrolla sobre este punto (Cfr. La novedad de Jesús: todos somos sacerdotes, pp. 13-31).
“ EL sacerdocio de Jesús coexiste en El desde su condición de laico. El Hijo del hombre, humano a cabalidad, no se atribuyó títulos de honor, pues títulos y honores los tenían otros (sacerdotes y rabinos, presbíteros, pontífices y obispos-inspectores), sino que actuó como un simple ser humano , sin tareas oficiales, ordenaciones jurídicas , ni documentaciones acreditativas. No se llamó sacerdote , ni recibió las sagradas órdenes, sino que fue un judío marginal, de origen galileo y de extracción campesina , obrero de la construcción (albañil o carpintero) sin tierras propias.
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