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“La Iglesia en la historia de España (y II)”, por Saturnino Rodríguez.

Viernes, 27 de abril de 2018
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hiszpanski1Un resumen hecho sobre un libro escrito por una persona de ideología conservadora por lo que hay que leer entre líneas…

Del siglo XVII al presente.

La Cuarta Parte, correspondiente a la España de la Ilustración, abarca un siglo, el XVIII, en el que seguimos la acción de la Iglesia desde el comienzo mismo; desde su actitud en la Guerra de Sucesión, que dividió a los españoles en austracistas y borbónicos, y que hizo que el nuncio Antonio Félix Zondadori, partidario del archiduque Carlos, fuera expulsado por Felipe V en 1709.

Era el primer conflicto con la Santa Sede del Reinado de Felipe V que se produjo en plena Guerra de Sucesión Española cuando el papa Clemente XI el 15 de enero de 1709 reconoció como rey al otro pretendiente a la Corona el Archiduque Carlos, presionado por el ejército imperial que había sitiado Roma tras derrotar al ejército borbónico francés en el norte de Italia.

En España, la Ilustración coincidió con los reinados de Fernando VI (1746-1759) y Carlos III (1759-1788. Pese a la decadencia profunda del país, el auge de algunas zonas geográficas y la actitud, desde el poder político, aunque tímida, facilitó la aparición de un buen grupo de ilustrados como Cadalso, Campomanes, Feijoo, Jovellanos o Mutis (nacido en Cádiz y enterrado en la Universidad del Rosario de Bogotá). Hecho condicionado por la preponderancia del pensamiento teológico tradicional, aunque había excepciones como el caso del monje benedictino Benito Jerónimo Feijoo (1676-1764), ensayista y polígrafo que llegaría a ser general de su Órden en España y Arzobispo de Otranto (Reino de Nápoles).

El reformista Campomanes, nombrado fiscal del Consejo de Castilla, trató de demostrar que los verdaderos inductores del motín de Esquilache habían sido los jesuitas, por lo que se decretó en 1717 su expulsión y sus dominios confiscados, pese a la oposición de sectores de la nobleza y las órdenes religiosas.

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sí, si el regalismo de los Austrias aparece como fruto de una concepción providencialista en la que los monarcas se autoconsideran brazo armado de la Iglesia, el borbónico, sobre todo desde Carlos III, fue un regalismo en cierto modo laicista y secularizado, que ya no se presenta como intromisión real en materias eclesiásticas, sino como un derecho inherente a la corona. En este clima, alentado por los reformistas ilustrados, se estudian las difíciles relaciones Iglesia-Estado, con un Concordato, el de 1737 genérico y difuso, y otro, el de 1753, entre Benedicto XIV y Fernando VI, más importante y preciso, que, entre otras cosas, reconoció a los reyes el derecho universal de “patronato”.

En este clima, regalista e ilustrado, fue objeto de críticas el número y el nivel cultural del bajo clero, que entonces sobrepasaba la cifra de sesenta mil miembros, al cuidado de unas dieciocho mil parroquias, pero ese nivel mejoró en la segunda mitad del siglo al aplicarse el Concordato de 1753, con la creación de seminarios y la reforma beneficial.

Con Carlos III, habrá que registrar en la Iglesia española una serie de conflictos, desde el mayor, que condujo a la expulsión de los jesuitas en 1767, que suprimiría definitivamente Clemente XIV en 1773, a otros provocados por cuestiones menores que incluso se iniciaron fuera de España, según fue el caso del Monitorio de Parma o del Catecismo de Messenguy, publicado aquí por una Inquisición excepcionalmente antirregalista y que concluyó con el triunfo del poder civil y la claudicación del Santo Oficio. Los jesuitas serían expulsados en otras dos ocasiones, 1835 y 1932.

La provisión de obispos, a su vez, se vio al principio condicionada por las circunstancias políticas (su posicionamiento en la Guerra de Sucesión y la consiguiente lealtad a Felipe V), y luego por la expulsión de los jesuitas, que marginó a quienes les eran afectos. En cuanto a los regulares, una consulta del Consejo de Castilla de 1769 preconizó la revisión de su excesivo número y de la corta edad con que profesaban, iniciándose así un expediente para la reducción de sus miembros que, entre otros, afectó a trinitarios, mercedarios, franciscanos, carmelitas y agustinos.

En la España del XVIII se estudia, en fin, la aportación de la Iglesia a la nueva cultura ilustrada, y el rumbo peculiar de una Inquisición convertida en tribunal de censura de libros que intenta contener la propaganda de la Revolución Francesa. Y en cuanto a esa Iglesia, que había acumulado propiedades como consecuencia del régimen señorial, pero que se veía objeto de exageradas críticas por parte de los ilustrados, el libro ofrece un estudio de su efectiva situación económica, es decir, de sus bienes, ingresos y rentas. Esta cuarta parte finaliza con la consiguiente referencia a la Iglesia española y América, y en concreto al Regio Vicariato Indiano.

La 5ª parte – El Siglo XIX

La Quinta Parte, dedicada al siglo XIX, ofrece de entrada un panorama cronológico de la historia de la Iglesia en las cuatro etapas principales de esa centuria: –Guerra de la Independencia y reinado de Fernando VII –Estado liberal entre 1833 y 1868 – Período revolucionario y Primera República y – Restauración desde 1874. Tras ese panorama y sus alternativas, se entra en un estudio pormenorizado de las principales reformas que afectaron a la Iglesia española y de la trama de las relaciones Iglesia-Estado.

Se consideran como grandes reformas eclesiásticas de esta época la abolición de la Inquisición, la desamortización y la exclaustración del clero regular. La primera de ellas tuvo lugar en las Cortes de Cádiz, a raíz de un monumental debate que concluye con un decreto de 1813 suprimiendo la Inquisición por inconstitucional. Restaurada luego y vuelta a suprimir en los siguientes períodos absolutistas y liberal, será definitivamente abolida en 1834. Según se advierte, si Roma se solidarizó con el Santo Oficio en la coyuntura de Cádiz, dejó de hacerlo después – por considerarla un instrumento en manos del Estado – cuando fue de nuevo suprimida al iniciarse el Trienio liberal en ese año 1834. Leer más…

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“La Iglesia en la historia de España (I)”, por Saturnino Rodríguez.

Martes, 24 de abril de 2018
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DEL SIGLO I AL SIGLO XVII

Esta presentación pretende hacer una síntesis de la presencia de la Iglesia en la historia de España, desde los orígenes, es decir, desde la predicación del Cristianismo (s. I), a nuestros días.

Hemos seguido los pasos de la magnífica obra -casi enciclopédica- del director-coordinador de la misma José Antonio Escudero titulada “Iglesia en la Historia de España”. El título ya dice claramente que no se trata de una historia de la Iglesia sino de su actuación, papel e implicación en la historia de España a lo largo de 21 siglos.

El director-coordinador de “La Iglesia en la historia de España” es José Antonio Escudero López, (Barbastro, Huesca, 1936), doctor en Derecho, catedrático y jurista e historiador-investigador. Ha repartido su intensa actividad entre la docencia universitaria como catedrático en la Universidad española y profesor en varios países europeos y americanos y en la política como eurodiputado, desde el año 1987 hasta el 1999. Fue también senador por Huesca en la primera legislatura democrática de la Transición.

Actualmente es el Presidente de la Real Academia de Jurisprudencia y Legislación, y es miembro también de la Real Academia de Historia y del Consejo de Estado. Las dos dimensiones académica y política unidas a la de investigador le convierten en una referencia obligada tanto para gobernantes como para la sociedad.

 

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La religión en la península ibérica antes del cristianismo

Los pueblos preromanos en la península ibérica

La 1ª parte de “La Iglesia en la historia de España”, correspondiente a la España antigua, estudia las dos etapas romana y visigoda, arrancando de una cuestión previa e importante: ¿En qué creían los pueblos primitivos de la Península Ibérica cuando llegó el mensaje cristiano? ¿Cuáles eran las religiones prerromanas? Abundan los trabajos que resumimos en pocas palabras.

Los investigadores aprecian una diferencia religiosa y cultural entre celtíberos y vacceos. Los antiguos vascones, en el área de Navarra, veneraban dos divinidades principales: Losa o Loxa, con cuatro dedicatorias y Larrahi con dos.

En el territorio lusitano-galaico que comprendía la región limitada al sur por el Tajo, al este por al actual frontera entre España y Portugal y al norte por la Sierra de la Estrella, recibían culto cuatro dioses que sobrepasaron el ámbito local: Bandua, Quangeius, Arentius y Reve, y otros cuatro posibles teónimos.

El panteón hispano presenta muy próximas afinidades al celta extrahispano, aunque hay algunas diferencias notables. Una síntesis de la religiosidad de los pueblos indoeuropeos hispanos, la compara continuamente con la de la deidad céltica Bandua, protectora de núcleos urbanos.

El dios indígena Bandua se asimiló en determinados casos con el Genio romano. Los Genios y los Lares romanos eran como las almas de los familiares difuntos que podrían tener esta misma característica.

Bandua es reconocido como un dios de la Vexillum y socio de Marte. Se trata de una posible divinidad indígena prerromana tartésica (s.IV aC), y la más antigua que se puede fechar. Los accitanos (de Acci, antiguo nombre de Guadix) veneraban a una deidad indígena de carácter solar asimilada a Marte con el Neito, palabra celtibérica.

1 – Romana y Visigoda

Los comienzos apostólicos

En aquellos primeros tiempos, a los que remiten las antiguas tradiciones todo es inaugural y primario: la predicación del apóstol Santiago, a quien según la tradición se aparece la Virgen (del Pilar) para alentarle en su tarea apostólica; el proyectado viaje de san Pablo en su carta a los Romanos, escrita desde Corinto (Carta a los Romanos 15,28) hacia el año 56 d.C. en donde dice “Saldré para España, pasando por vuestra ciudad (Roma), y sé que mi ida ahí cuenta con la plena bendición de Cristo”. Y también los “siete varones apostólicos”, tradición ésta que resumimos brevemente… Leer más…

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