Las experiencias múltiples de ser lesbiana en Nicaragua
Una activista feminista ha narrado las fatales experiencias sufridas por la mayoría de mujeres lesbianas en Nicaragua, basándose en testimonios en primera persona.
“Cuando decidí escribir estas líneas sobre lo que significa ser lesbiana en Nicaragua, pensé que yo estaba en una posición “privilegiada” para hacerlo”. Así comienza el relato, más bien el resumen de relatos, de una activista residente en Nicaragua sobre lo que significa ser lesbiana en el país. Ella ha recopilado diversos testimonios de mujeres que han narrado sus particulares calvarios. Mujeres que, por desgracia, no han tenido esa posición “privilegiada” de la que presume la activista. Para ella, salir del armario fue un sencillo trámite que todo su entorno aceptó con normalidad, pero no sucedió lo mismo con las protagonistas de su relato.
Según cuenta, muchas lesbianas no tienen un trabajo fijo, padecen o han padecido discriminación en los centros de salud e incluso han llegado a casarse y tener hijos para aparentar “normalidad” y huir del infierno que significa ser lesbiana en ese país, un infierno que se traduce en insultos, amenazas, palizas, violaciones correctivas y un largo etcétera. Hay mujeres que cuentan haber sufrido palizas de sus propios padres, que les han dicho que prefieren tener en la familia una puta antes que una “cochona”. Hay mujeres que pasaron toda su vida negando a sus parejas, refiriéndose a ellas como amigas o primas. Hay mujeres que nunca se han podido vestir como les gusta por miedo a “que se note” que son lesbianas.
“Quién es el hombre en esa relación” es la pregunta recurrente que tienen que soportar o paradójicos piropos del tipo “cómo es que eres tan bonita y eres lesbiana”. Muchas mujeres no pueden compartir con sus familias eventos importantes, porque en esos eventos vendrán cientos de preguntas inquisidoras como “para cuándo te nos casas”, “para cuándo un nieto”, “cuándo nos presentas a tu novio”, “cómo me dijiste que se llama tu novio”, y otras por el estilo.
Fuera de sus familias, el machismo en su entorno es tal que su día a día se compone de comentarios tipo “te voy a hacer sentir mujer otra vez” o “lo que le hace falta es un buen hombre que la componga”. Comentarios que en realidad son una amenaza de violación, una amenaza que, en el peor de los casos, se ejecuta. “Aún hoy en pleno siglo XXI, hay muchas mujeres que quisieran dinamitar los clósets y estar seguras que al hacerlo no estarán poniendo en riesgo su propia integridad” dice la activista.
Todos estos testimonios son según ella “una muestra del daño que hace la discriminación a la vida de miles de mujeres y de lo lejos que estamos de tener una sociedad respetuosa de las diferencias”.
Cristina Arévalo Contreras
Activista feminista, integrante del programa feminista La Corriente y del grupo de teatro Las Hijas del Maíz.
Fuente Nuevo Diario
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