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¡Vamos de visita!

Jueves, 15 de agosto de 2024
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48038DCD-D54B-481C-AC6E-D3457ABFF7C0Ilustración: Maximino Cerezo Barredo, cmf

Lc 1, 39-56

Cuando era pequeña y escuchaba a mi abuela o mis tías decir: “Me llevo a la niña de visita”, a mí se me ponían los pelos de punta. El plan era un soberano aburrimiento para una niña que lo que quería era estar jugando en casa, o mejor aún, en la calle, pues en la ciudad donde vivía mi abuela, los niños todavía jugaban en la calle.

La lectura de Lc 1, 39-56 me ha llevado de viaje al pasado y, lo que antes me parecía un horror, se ha transformado en un valor.

“Y un día cualquiera, un poco antes de las primeras luces del amanecer, María cierra tras sí la puerta de su pequeña casa de Nazaret e inicia apresurada el camino hacia ‘la montaña, a un pueblo de Judá’, donde vivía Isabel. No había prisa pero el impulso de su corazón movía velozmente sus pies” (1). Este relato nos muestra lo que es visitar.

Visitar implica moverse, cerca o lejos, salir, ponerse en marcha; abandonar el espacio de confort (que decimos ahora); adentrarse en la realidad del otro, la persona que me abrirá la puerta de su espacio y, posiblemente, de lo que vive.

Visitar exige irremediablemente invertir tiempo… ¿quién tiene tiempo hoy para regalarlo desinteresadamente?

Vamos a dejarnos llevar por María y vayamos con ella de visita a casa de Isabel.

“Aquellas dos mujeres preñadas, creyentes e ilusionadas (…) envueltas en el silencio de la promesa de Dios, se encuentran y en el mismo instante del abrazo, la palabra se hace presente con la intensidad de la comprensión, la alegría y la intimidad compartida” (2).

La visita empieza a dar frutos desde el primer instante si hay una buena predisposición. La actitud de quien va y quien recibe es elemento primordial.

Ellas estaban felices. Isabel gritó de júbilo y “la criatura salto de alegría en su vientre”. Y María proclamó exultante la oración de alabanza y agradecimiento al Dios de la Vida. “El Magníficat recoge la plegaría del orante que se descubre, desde la humildad, fecundado por su Señor dentro de la Historia de Salvación” (3).

María permaneció en casa de Isabel “unos tres meses y volvió a casa”. Se movió, invirtió su tiempo y podemos imaginar qué maravillosos tres meses pasaron juntas, viendo como la vida crecía dentro de ellas, cuidándose, riendo, compartiendo…

En la sociedad que vivimos, cada vez más fragmentada e individualizada, donde las relaciones se va licuando, quedando en manifestaciones muy superficiales; reducidas a un mero contacto tecnológico a través de whatsapp (el correo electrónico dicen los jóvenes que eso es ya cosa de viejos), Twiter, Instagram, etc., me pregunto si tiene un significado el hecho de visitar, más allá de un contacto comercial, de captación de clientes, o del médico cuando el paciente no se puede mover de la cama.

Después de empaparnos del evangelio de este día hay que preguntarse a qué me mueve el “movimiento” de María visitando a Isabel. Y si realmente, el hecho de visitar, tiene un significado en mi vida.

Hay gente ahí fuera esperando una visita, de persona a persona.

Hay mucha necesidad de abrazos y de afecto, que no se solucionan con emoticonos y fotos con preciosos textos de buenas intenciones en el móvil.

Hay sed de escucha, en las alegrías y en las penas; para las primeras habrá un café o una cerveza y, para las segundas, además, un hombro y un pañuelo para enjugar lágrimas.

Hay enfermos crónicos que al inicio de la enfermedad seguro que tuvieron gente que les visitó, pero cuando la postración es larga, la soledad embarga.

Hay demasiados ancianos que viven demasiado solos, que su puerta nunca se abre para recibir porque nadie se acerca a ser recibido.

Hay muchas personas que han llegado traspasando fronteras, huyendo de sus lugares de origen que necesitan ser escuchados, recibidos, alentados, etc.

Recuerdo aquí lo que nos enseñaban en la catequesis sobre las Obras de Misericordia; dos de ellas se refieren al hecho de “visitar”: visitar a los enfermos y visitar a los presos.

El estado tiene una responsabilidad ineludible en la atención a las necesidades de quienes necesitan determinados servicios que ayuden a mejorar las condiciones de vida de quienes lo necesitan, por edad, enfermedad, etc. Eso es incuestionable. También las ONG’s, fundaciones, e instituciones benéficas tienen un papel importante en dicha atención.

Pero visitar… es otra cosa. Es una labor personal, individual. Es un estar atentos a detalles de la vida cercana, del entorno. Visitar no cuenta en las estadísticas. Es una acción muy silenciosa que no requiere estructuras organizativas, ni contractuales.

María fue. Podía no haber ido. Isabel, mayor y preñada, seguramente estaba bien atendida. Pero María fue. A estar. A escuchar. A compartir.

Mari Paz López Santos

  • (2) y (3) Del libro: ¿QUÉ QUIERE DIOS QUE YO QUIERA? Magnificat siglo XXI” Mari Paz López Santos

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María: una vida plena a la que se le anticipó el cielo

Martes, 15 de agosto de 2023
Comentarios desactivados en María: una vida plena a la que se le anticipó el cielo

133CE73F-AB23-4FBB-8CEF-7D798C4DF167Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:

“María no es una semidiosa ni alguien distinto a nosotros”

El dogma de la Asunción de María nos invita no a mirar al cielo sino a la tierra, no a mirar la vida de plenitud alcanzada por María sino la vida real que hizo posible tal realización definitiva

María nos impulsa al seguimiento de Jesús como discípulos y discípulas, porque ella es modelo de discipulado, no solo para las mujeres -como tantas veces se invoca- sino para todo el pueblo de Dios

Las fiestas marianas tradicionalmente han convocado a muchos creyentes porque a María se le reconoce como madre cercana y atenta a las necesidades de sus hijos e hijas. Pero nuestras sociedades han cambiado y aunque algunos grupos continúan cultivando ese amor mariano hoy se necesita releer la figura de María para que pueda ser significativa para las juventudes actuales, que no logran comprender una virgen y madre, más situada en los altares con coronas y atuendos recargados, que una mujer del día a día con sus luchas, dolores, logros y conquistas. (Cabe anotar que algunos de los nuevos grupos marianos están muy alejados del espíritu de Vaticano II, con lo cual, aunque aparentemente favorecen la devoción mariana, en realidad, la desfiguran).

Por eso la fiesta que celebramos el 15 de agosto -la Asunción de María– merece una reflexión para hacerla más comprensible. Esta festividad se celebra desde 1950 cuando el Papa Pío XII proclamó el dogma de la Asunción. Es decir, el pueblo de Dios reconoce que María ya goza de la vida definitiva. Ese es el significado de haber sido llevada “en cuerpo y alma”, o mejor, “con toda su persona”, al cielo.

¿Qué puede decir esta celebración para nuestro presente?Es necesario volver a mirar toda la trayectoria de María para poder entender el final de su vida. No son muchos los textos bíblicos referidos a ella. Además, la Biblia no ofrece datos históricos sino interpretaciones teológicas de la historia vivida. De María se dice que aceptó ser la madre de Jesús -no sin preguntar- ¿cómo será esto? (Lc 1, 34). Es decir, asumió conscientemente su participación en el plan divino de salvación. Además, Lucas pone en sus labios el canto del Magnificat, condensando en unos versos, la acción de Dios sobre su pueblo: “su misericordia llega de generación en generación, enaltece a los humildes y derriba a los poderosos, como lo había prometido a Abraham y a su descendencia” (Lc 1, 46-55). María canta con júbilo no por ser ella una persona extraordinaria sino porque anuncia la salvación que está llegando con Jesús a todo el pueblo de Israel.

Por su parte Juan nos habla de las bodas de Caná donde María pide a su Hijo que actúe en favor de los novios (2, 1-12) y nos la presenta, valiente y firme, al pie de la cruz en el momento final de la vida de Jesús (Jn 19, 25-27). Es decir, la María del evangelio de Juan es una mujer activa, protagonista, decidida, fuerte.

Los tres evangelistas nos narran otro pasaje que a primera vista resulta extraño. A Jesús le avisan que “su madre y sus hermanos lo buscan” y su respuesta es que su familia, son todos “los que escuchan la Palabra de Dios y la guardan” (Mt 12, 46-50; Mc 3, 31-35; Lc 8, 19-21) Este texto bíblico resulta muy iluminador para entender la manera como María se sitúa frente a la misión de su Hijo. Ella supo ser discípula, animando a la comunidad formada por aquellos que acogen el mensaje del reino e instauran esa familia amplia que no está unida por la carne ni la sangre sino por la fidelidad al proyecto de Dios sobre la humanidad.

Podríamos profundizar más en los pocos datos que sobre María nos ofrecen los evangelios, pero basta lo dicho aquí para comprender el significado de este dogma mariano. La que supo vivir en el día a día el seguimiento de Jesús, no puede menos que haber alcanzado ya, la plenitud de vida a la que todos estamos llamados. Ella supo identificarse con el mensaje del reino y por su fidelidad, coherencia y fortaleza debe ser ya depositaria de lo que todos esperamos alcanzar cuando llegue la plenitud de los tiempos.

En otras palabras, el dogma de la Asunción de María nos invita no a mirar al cielo sino a la tierra, no a mirar la vida de plenitud alcanzada por María sino la vida real que hizo posible tal realización definitiva. María nos impulsa al seguimiento de Jesús como discípulos y discípulas, porque ella es modelo de discipulado, no solo para las mujeres -como tantas veces se invoca- sino para todo el pueblo de Dios. Su grandeza radica en su fe a lo largo de su vida, incluso en el momento más duro de su existencia: la crucifixión de su Hijo. Allí toda la obra de Jesús mostraba su fracaso, pero ella supo permanecer de pie, sosteniendo la naciente Iglesia. De esa manera la presenta también el libro de los Hechos cuando dice que “todos perseveraban en la oración, con un mismo espíritu, en compañía de algunas mujeres, de María la madre de Jesús y de sus hermanos” (1, 14).

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Los dogmas marianos predicados como doctrinas que hay que creer casi sin entender, significan poco para las personas de hoy. Pero explicados a partir de la vida cotidiana de María, posiblemente pueden ayudar a ver su figura no tanto desde méritos extraordinarios -que ningún otro mortal tendría- sino desde su colaboración consciente y responsable con el plan divino de salvación: “Hágase en mí según tu palabra (Lc 1, 38), a lo que todos somos llamados.

La Asunción de María nos habla del cielo que a ella se le anticipó por su vida -de amor, servicio, fortaleza, fidelidad- vivida en su historia concreta. María no es una semidiosa ni alguien distinto a nosotros. Es una persona humana, creatura como todos, capaz de amar en toda circunstancia, Por supuesto su papel único como Madre de Jesús, no es insignificante. Y los dogmas marianos son primero que todo cristológicos que mariológicos, o sea, en función de Cristo, para afirmar su divinidad. Pero, en un segundo momento, nos confrontan con nuestra propia realidad al mostrarnos la posibilidad de vivir como lo hizo María desde su propia humanidad. En otras palabras, la Asunción nos invita a no detener el paso porque como ella y con ella, ¡podemos alcanzar el cielo!

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¡Vamos de visita!

Martes, 15 de agosto de 2023
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48038DCD-D54B-481C-AC6E-D3457ABFF7C0

Ilustración: Maximino Cerezo Barredo, cmf

Lc 1, 39-56

Cuando era pequeña y escuchaba a mi abuela o mis tías decir: “Me llevo a la niña de visita”, a mí se me ponían los pelos de punta. El plan era un soberano aburrimiento para una niña que lo que quería era estar jugando en casa, o mejor aún, en la calle, pues en la ciudad donde vivía mi abuela, los niños todavía jugaban en la calle.

La lectura de Lc 1, 39-56 me ha llevado de viaje al pasado y, lo que antes me parecía un horror, se ha transformado en un valor.

“Y un día cualquiera, un poco antes de las primeras luces del amanecer, María cierra tras sí la puerta de su pequeña casa de Nazaret e inicia apresurada el camino hacia ‘la montaña, a un pueblo de Judá’, donde vivía Isabel. No había prisa pero el impulso de su corazón movía velozmente sus pies” (1). Este relato nos muestra lo que es visitar.

Visitar implica moverse, cerca o lejos, salir, ponerse en marcha; abandonar el espacio de confort (que decimos ahora); adentrarse en la realidad del otro, la persona que me abrirá la puerta de su espacio y, posiblemente, de lo que vive.

Visitar exige irremediablemente invertir tiempo… ¿quién tiene tiempo hoy para regalarlo desinteresadamente?

Vamos a dejarnos llevar por María y vayamos con ella de visita a casa de Isabel.

“Aquellas dos mujeres preñadas, creyentes e ilusionadas (…) envueltas en el silencio de la promesa de Dios, se encuentran y en el mismo instante del abrazo, la palabra se hace presente con la intensidad de la comprensión, la alegría y la intimidad compartida” (2).

La visita empieza a dar frutos desde el primer instante si hay una buena predisposición. La actitud de quien va y quien recibe es elemento primordial.

Ellas estaban felices. Isabel gritó de júbilo y “la criatura salto de alegría en su vientre”. Y María proclamó exultante la oración de alabanza y agradecimiento al Dios de la Vida. “El Magníficat recoge la plegaría del orante que se descubre, desde la humildad, fecundado por su Señor dentro de la Historia de Salvación” (3).

María permaneció en casa de Isabel “unos tres meses y volvió a casa”. Se movió, invirtió su tiempo y podemos imaginar qué maravillosos tres meses pasaron juntas, viendo como la vida crecía dentro de ellas, cuidándose, riendo, compartiendo…

En la sociedad que vivimos, cada vez más fragmentada e individualizada, donde las relaciones se va licuando, quedando en manifestaciones muy superficiales; reducidas a un mero contacto tecnológico a través de whatsapp (el correo electrónico dicen los jóvenes que eso es ya cosa de viejos), Twiter, Instagram, etc., me pregunto si tiene un significado el hecho de visitar, más allá de un contacto comercial, de captación de clientes, o del médico cuando el paciente no se puede mover de la cama.

Después de empaparnos del evangelio de este día hay que preguntarse a qué me mueve el “movimiento” de María visitando a Isabel. Y si realmente, el hecho de visitar, tiene un significado en mi vida.

Hay gente ahí fuera esperando una visita, de persona a persona.

Hay mucha necesidad de abrazos y de afecto, que no se solucionan con emoticonos y fotos con preciosos textos de buenas intenciones en el móvil.

Hay sed de escucha, en las alegrías y en las penas; para las primeras habrá un café o una cerveza y, para las segundas, además, un hombro y un pañuelo para enjugar lágrimas.

Hay enfermos crónicos que al inicio de la enfermedad seguro que tuvieron gente que les visitó, pero cuando la postración es larga, la soledad embarga.

Hay demasiados ancianos que viven demasiado solos, que su puerta nunca se abre para recibir porque nadie se acerca a ser recibido.

Hay muchas personas que han llegado traspasando fronteras, huyendo de sus lugares de origen que necesitan ser escuchados, recibidos, alentados, etc.

Recuerdo aquí lo que nos enseñaban en la catequesis sobre las Obras de Misericordia; dos de ellas se refieren al hecho de “visitar”: visitar a los enfermos y visitar a los presos.

El estado tiene una responsabilidad ineludible en la atención a las necesidades de quienes necesitan determinados servicios que ayuden a mejorar las condiciones de vida de quienes lo necesitan, por edad, enfermedad, etc. Eso es incuestionable. También las ONG’s, fundaciones, e instituciones benéficas tienen un papel importante en dicha atención.

Pero visitar… es otra cosa. Es una labor personal, individual. Es un estar atentos a detalles de la vida cercana, del entorno. Visitar no cuenta en las estadísticas. Es una acción muy silenciosa que no requiere estructuras organizativas, ni contractuales.

María fue. Podía no haber ido. Isabel, mayor y preñada, seguramente estaba bien atendida. Pero María fue. A estar. A escuchar. A compartir.

Mari Paz López Santos

  • (2) y (3) Del libro: ¿QUÉ QUIERE DIOS QUE YO QUIERA? Magnificat siglo XXI” Mari Paz López Santos

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Con María, más libres y fuertes

Lunes, 15 de agosto de 2022
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133CE73F-AB23-4FBB-8CEF-7D798C4DF167Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:

La Virgen del Evangelio, “la gran misionera”

Una figura de María alejada de las preocupaciones del mundo o que no contribuya a fortalecer la nueva situación de la mujer en la sociedad y en la iglesia, no puede generar un compromiso misionero en el pueblo cristiano

Para el pueblo latinoamericano la figura de María es muy importante y significativa. Esto se muestra en las asiduas peregrinaciones a los santuarios marianos, en las fiestas religiosas que la recuerdan, en los grupos apostólicos reunidos en torno a su figura y, especialmente, en la confianza y cercanía con la que la gente acude para pedirle por sus necesidades, para confiarle sus preocupaciones y para agradecerle todos sus favores. Pero esta piedad popular y este amor filial seguirán siendo un instrumento invaluable de evangelización y de revitalización de nuestras comunidades cristianas siempre y cuando la figura de María sea significativa para las sensibilidades y expectativas actuales.

Una figura de María alejada de las preocupaciones del mundo o que no contribuya a fortalecer la nueva situación de la mujer en la sociedad y en la iglesia, no puede generar un compromiso misionero en el pueblo cristiano. Aunque aquí caben algunas reflexiones. Últimamente han surgido grupos que ponen en el centro a María y se dedican a “cautivar” a más personas para que se integren al grupo. Pero si se revisa su doctrina y su manera de acercarse a la gente, es fácil detectar que la doctrina tiene más de pre-vaticano que de Vaticano II y su misión es más proselitismo e “invasión de conciencias” –creando culpas y miedos– que el anuncio gozoso de la buena noticia, propia del evangelio del reino.

 En el Documento conclusivo de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en el Santuario Mariano de Aparecida (Brasil) en 2007, se presentó la imagen de María que “emerge del evangelio” como mujer “libre y fuerte”, como la discípula más perfecta del Señor, “interlocutora del Padre en el proyecto de encarnación del Hijo de Dios”, “primer miembro de la comunidad de creyentes” (266), “la gran misionera” (269), “quien crea comunión y educa en un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida al otro, especialmente al pobre o necesitado” (272) y “capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella –tal y como lo expresa en el canto del Magnificat– (451).

Todas estas afirmaciones no son para recordarlas simplemente. Conviene que revisemosnuestras prácticas marianas a la luz del dinamismo que ellas manifiestan. María no nos invita a la pasividad como a veces ciertas imágenes la evocan. O a permanecer en silencio con abnegada resignación. O creando miedo porque el mundo es pecador y debemos rezar muchos rosarios para redimirnos. Por el contrario, el rezo del rosario o cualquier peregrinación y advocación en su nombre, deben dejar en las personas que realizan esas prácticas la valentía y el coraje de quien se siente llamada a anunciar la buena nueva del Reino. Ser como María “discípula y seguidora” del Señor; “líder” en medio de la comunidad cristiana; con verdadera libertad y profetismo, empujando la iglesia hacia un modelo de iglesia más fraterno, incluyente y comprometido con la realidad en respuesta a los desafíos de cada tiempo presente.

Ojalá que fiestas como la que se aproxima –la asunción de María, el 15 de Agosto- ponga en contacto a cada cristiano con esa figura de María que invita al impulso misionero. Que como ella sientan la fuerza para anunciar el evangelio y permanezcan de pie en medio de las dificultades. Pero sobretodo que con fortaleza y amor sean profetas de un modelo eclesial más acorde con el querer de Jesús, menos poderoso y más servicial, menos excluyente y más acogedor de todos/as, menos poseedor de la verdad y más buscador de ella con otros y otras que también desean un mundo más justo y fraterno. Al estilo del actuar de María en las bodas de Caná (Jn 2, 1-11) que denuncien las necesidades y malestares que hoy se perciben en la iglesia e inviten a mirar a Jesús para hacer lo que “El nos dice” en lugar de lo que creemos saber y hemos practicado por siglos. El Reino es novedad y María supo abrirse siempre a ella. Y precisamente por todo eso, el pueblo reconoció su “asunción al cielo”, es decir, la plenitud de una vida que merecía desde ya la plenitud de la vida definitiva con Dios.

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María decidida y con prisa.

Lunes, 15 de agosto de 2022
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48038DCD-D54B-481C-AC6E-D3457ABFF7C0Ilustración: Maximino Cerezo Barredo, cmf

(Lc 1, 39-56)

Hay tiempo para alzar la vista con mirada lánguida al horizonte y que se tope en los edificios de doce pisos de la ciudad. Hay tiempo para deleitarse lanzando la mirada hacia el horizonte de un mar en calma. Y hay tiempo para levantarse a destiempo como le pasó a María, que se puso en marcha deprisa hacia la montaña, con la alegría que le crecía notablemente en el vientre.

Cuando la palabra no tiene capacidad de expresarse, el silencio se explica en las huellas del camino de quien ha comprendido que es hora de compartir.

Encontré en el Diario del hno. Christophe de Tibhirine (1), dentro del texto que escribió el 8 de febrero de 1995, una cita de George Bernanos (2), que me produjo primero impresión y luego serenidad:  “La oración es la única rebelión que se mantiene en pie”.

Rebelión de los libres. Rebelión de los que no pierden la esperanza. Rebelión de los rebeldes con causas. La única rebelión que se mantiene erguida ante el poder y la injusticia… y es silenciosa.

María se puso en pie como mujer libre que dio su palabra y que alimentó su vida con esa única rebelión que se mantiene en pie, según Bernanos, en un mundo que no sabe detectar este tipo de rebeldía silenciosa de rebeldes con causas.

Muchas horas de oración silenciosa tuvo que vivir María desde el momento de la aceptación de la misión hasta que se levantó aquel día decidida y con risa y corrió hacia la montaña.

En el encuentro de aquellas dos mujeres, María e Isabel, sólo cabía proclamar, que es mucho más que concretar, hacer un discurso o expresar un momento grato. Es un manifiesto que quedó proclamado en el Magníficat, oración para todos los tiempos, también el que vivimos ahora.

“MAGNIFICAT” para el SIGLO XXI (3)

Proclama mi alma la grandeza del Señor

Se alegra mi espíritu en Dios, mi Salvador,

mi Padre, mi Todo.

porque ha mirado la humildad y obediencia

de su hija, su criatura.

Desde que acepté su palabra,

me felicitan todas las generaciones

– antiguas y venideras-

porque he dejado que Él, que todo lo puede,

haga obras grandes a través de mí;

su nombre es santo

y su misericordia llega a los que le son fieles

y, a través de ellos, a los que no le conocen,

así, día tras día,

de generación en generación,

su amor se expande de corazón en corazón.

El Señor es fuerte:

confunde y desconcierta a los engreídos,

deja caer a los que ostentan el poder,

sostiene y pone como ejemplo a los humildes,

a los que tienen hambre de pan y amor los sacia

y a los que acaparan y no comparten

los despide vacíos.

Auxilia al mundo, su hijo pródigo,

porque no olvida la promesa de misericordia

hecha a Abraham, a los Apóstoles

y a las mujeres y hombres creyentes

de todos los tiempos.

María se quedó en casa de Isabel unos tres meses y volvió a su casa. Me gusta imaginar cómo lo pasarían las dos compartiendo vida y oración, alegres y expectantes y, quizás provocando muchas interrogaciones alrededor, pues hay veces que lo que se vive por dentro no tiene que ser necesariamente entendido por fuera.

Feadulta 15 agosto 2022

Mari Paz López Santos

(1) El soplo del don – Diario del hno.Christophe de Tibhirine, Ed. Monte Carmelo, pág.172

(2) George Bernanos (París, 20 de febrero de 1888 – Neuilly-sur-Seine, 5 de julio de 1948) fue un novelista, ensayista y dramaturgo francés. (Fuente: Wikipedia)

(3) “¿Qué quiere Dios que yo quiera?”,  Mari Paz López Santos, pág. 55-56

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Con María, más libres y fuertes

Jueves, 15 de agosto de 2019
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133CE73F-AB23-4FBB-8CEF-7D798C4DF167Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:

La Virgen del Evangelio, “la gran misionera”

Una figura de María alejada de las preocupaciones del mundo o que no contribuya a fortalecer la nueva situación de la mujer en la sociedad y en la iglesia, no puede generar un compromiso misionero en el pueblo cristiano

Para el pueblo latinoamericano la figura de María es muy importante y significativa. Esto se muestra en las asiduas peregrinaciones a los santuarios marianos, en las fiestas religiosas que la recuerdan, en los grupos apostólicos reunidos en torno a su figura y, especialmente, en la confianza y cercanía con la que la gente acude para pedirle por sus necesidades, para confiarle sus preocupaciones y para agradecerle todos sus favores. Pero esta piedad popular y este amor filial seguirán siendo un instrumento invaluable de evangelización y de revitalización de nuestras comunidades cristianas siempre y cuando la figura de María sea significativa para las sensibilidades y expectativas actuales.

Una figura de María alejada de las preocupaciones del mundo o que no contribuya a fortalecer la nueva situación de la mujer en la sociedad y en la iglesia, no puede generar un compromiso misionero en el pueblo cristiano. Aunque aquí caben algunas reflexiones. Últimamente han surgido grupos que ponen en el centro a María y se dedican a “cautivar” a más personas para que se integren al grupo. Pero si se revisa su doctrina y su manera de acercarse a la gente, es fácil detectar que la doctrina tiene más de pre-vaticano que de Vaticano II y su misión es más proselitismo e “invasión de conciencias” –creando culpas y miedos– que el anuncio gozoso de la buena noticia, propia del evangelio del reino.

En el Documento conclusivo de la V Conferencia del Episcopado Latinoamericano y del Caribe celebrada en el Santuario Mariano de Aparecida (Brasil) en 2007, se presentó la imagen de María que “emerge del evangelio” como mujer “libre y fuerte”, como la discípula más perfecta del Señor, “interlocutora del Padre en el proyecto de encarnación del Hijo de Dios”, “primer miembro de la comunidad de creyentes” (266), “la gran misionera” (269), “quien crea comunión y educa en un estilo de vida compartida y solidaria, en fraternidad, en atención y acogida al otro, especialmente al pobre o necesitado” (272) y “capaz de comprometerse con su realidad y de tener una voz profética ante ella –tal y como lo expresa en el canto del Magnificat– (451).

Todas estas afirmaciones no son para recordarlas simplemente. Conviene que revisemos nuestras prácticas marianas a la luz del dinamismo que ellas manifiestan. María no nos invita a la pasividad como a veces ciertas imágenes la evocan. O a permanecer en silencio con abnegada resignación. O creando miedo porque el mundo es pecador y debemos rezar muchos rosarios para redimirnos. Por el contrario, el rezo del rosario o cualquier peregrinación y advocación en su nombre, deben dejar en las personas que realizan esas prácticas la valentía y el coraje de quien se siente llamada a anunciar la buena nueva del Reino. Ser como María “discípula y seguidora” del Señor; “líder” en medio de la comunidad cristiana; con verdadera libertad y profetismo, empujando la iglesia hacia un modelo de iglesia más fraterno, incluyente y comprometido con la realidad en respuesta a los desafíos de cada tiempo presente.

Ojalá que fiestas como la que se aproxima –la asunción de María, el 15 de Agosto- ponga en contacto a cada cristiano con esa figura de María que invita al impulso misionero. Que como ella sientan la fuerza para anunciar el evangelio y permanezcan de pie en medio de las dificultades. Pero sobretodo que con fortaleza y amor sean profetas de un modelo eclesial más acorde con el querer de Jesús, menos poderoso y más servicial, menos excluyente y más acogedor de todos/as, menos poseedor de la verdad y más buscador de ella con otros y otras que también desean un mundo más justo y fraterno. Al estilo del actuar de María en las bodas de Caná (Jn 2, 1-11) que denuncien las necesidades y malestares que hoy se perciben en la iglesia e inviten a mirar a Jesús para hacer lo que “El nos dice” en lugar de lo que creemos saber y hemos practicado por siglos. El Reino es novedad y María supo abrirse siempre a ella. Y precisamente por todo eso, el pueblo reconoció su “asunción al cielo”, es decir, la plenitud de una vida que merecía desde ya la plenitud de la vida definitiva con Dios.

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15 VIII. La Asunción fiesta de España y de medio mundo católico: Santa María del Cuerpo

Sábado, 15 de agosto de 2015
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490px-Tizian_041Del blog de Xabier Pikaza:

Asunción, fiesta de la mitad de los pueblos de España y de de medio mundo católico. Es el día de la “Subida” de María en “cuerpo y alma” al “cielo”, el día de la plena humanidad corporal de Dios, simbolizada y celebrada en la madre de Jesús

El 15 de Agosto ha sido y sigue siendo la fiesta de la Asunción de María en “cuerpo y alma” al “cielo”, es decir, a la plena humanidad corporal de Dios . Es, pues, fiesta de Santa María del Cuerpo, porque el alma sola, en sentido abstracto y separado ni muere, ni sube, ni entra ni sale (o, quizá mejor, no existe).

Éste es la fiesta de María-Cuerpo en su sentido más hondo y personal, es decir, la fiesta del Cuerpo de Dios.

Así decimos que María, recorrido su camino, ha sido y es “asunta” al cielo como “cuerpo” (véase el cuadro de Tiziano), expresando el despliegue más hondo del hombre, ser humano, el ascenso/plenitud de todos a los que Dios ama y acoge en Cristo, como amó y acogió a María (de manera que podemos hablar, al mismo tiempo, de de la humanización de Dios.

Siendo fiesta de “ascenso”, no es principio de evasión u olvido, sino de encarnación intensa, de plena humanidad del Dios de Cristo, que es Dios se encarnación y pascua, es decir Trinidad:

— es “ascenso” del cuerpo humano de María que “resucita”, en comunión personal (cuerpo y alma) que la vincula con todos los creyentes;
— es “encarnación “(no quiero decir “descenso”, pues se entendería mal) del cuerpo divino de Dios, que se expande en la humanidad y que acoge en su Vida a María, a quien la Iglesia mira como signo de todos los creyentes.

( El “icono” de Oriente que cierra esta postal “dualiza” de algún modo este misterio, distinguiendo el cuerpo externo que es cadáver para tumba y el cuerpo interno/profundo acogido y culminado en Dios por Cristo).

No digo en esta fiesta ¡viva María!, sino de manera mucho más humilde ¡vive María!, en Dios en y en los amigos de Jesús, que la recordamos con cariño, haciendo cuerpo, haciendo humanidad (que es cuerpo y alma en el lenguaje del dogma antiguo).

1. Un preámbulo casi judío

El hombre es un ser que nace por misterio de Dios y de la Vida, y que parece morir por múltiples razones (condición biológica, experiencia biográfica, asesinato y violencia…). Sea como fuere, sólo el hombre muere, pues él es el único que nace.

Las restantes plantas y animales ni nacen ni mueren, sino que se transforman, pues forman parte de un continuo biológico, sin identidad personal. Cada hombre, en cambio, es auto-presencia, se identifica consigo mismo desde Dios, es único en el mundo y en la historia.

Por la muerte, por el miedo a la muerte empieza el conocimiento del Todo… Todo lo mortal vive en la angustia de la muerte; cada nuevo nacimiento aumenta en una las razones de la angustia, porque aumenta lo mortal.

Así comenzaba Rosenzweig judío su libro más inquietante y luminoso de antropología (La Estrella de la Redención).Pues bien, al celebrar la fiesta de la muerte/redención/ascensión de María podemos añadir:

La muerte puede entenderse también como expresión del amor de Dios, como momento culminante de una experiencia personal de encuentro con Dios y de apertura a los demás, como culminación del “cuerpo”.

Muchos filósofos y pensadores han querido engañar a los hombres con la mentira piadosa de que son inmortales por sí mismos, añadiendo que la muerte es una pura apariencia (pues todo se transforma, muere y revive de nuevo). Pues bien, ese consuelo no sirve. Ninguna respuesta compasiva puede aquietar a los hombres, que nacen y mueren de un modo distinto al de los animales (pues son individuos estrictos, personas), ninguna “teoría teórica” puede responder a la pregunta de su vida: ¿por qué he nacido, por qué muero?

11846785_727968660664828_621745402675485459_nAnte la muerte personal (la mía, la tuya, la nuestra, no la del género humano…) sólo existe la respuesta del Dios de la Vida, que se expresa por la entrega del hombre a los demás, en “cuerpo y alma” es decir, en el camino y el don de la muerte, no en contra de ella.

Sólo se puede superar el dolor de la muerte aceptándola con Alguien, es decir, con Aquel nos está dando su Vida en este cuerpo de muerte, para que seamos en él, como “dioses corporales”, es decir, terrenos.

— Ésta es la fe que los judíos creyentes siguen poniendo en manos del Dios en quien esperan…
— Ésta es la fe que los cristianos descubrimos y proclamamos en la resurrección de Jesús quien, al morir por los demás, ha desvelado y realizado por su pascua el don de la Vida de Dios en el “cuerpo” de la vida humana.

En esta línea se entiende el dogma de Asunción de María, que Pío XII definió en 1950, poniendo de relieve la vinculación de la Madre con su Hijo Jesucristo, diciendo: que «la Inmaculada Madre de Dios… cumplido el curso de su vida terrestre, fue asunta en cuerpo y alma a la gloria celestial» (Denzinger-Hünermann 3903).

La antropología helenista, dominante en la iglesia, ha venido afirmando que el alma de los justos sube al cielo tras la muerte (porque ella es inmortal), pero que el cuerpo tiene que esperar hasta la resurrección del fin de los tiempos.

En contra eso, situándose en otro camino de experiencia antropológica y culminación pascual, este dogma afirma que María ha culminado su vida en Dios, por medio de Jesús, en cuerpo y alma, es decir, como carne personal o, mejor dicho, como persona histórica.Por eso podemos llamarle Santa María del Cuerpo (de la Carne de Dios).

2. Un dogma católico: Asunción en cuerpo y alma.

Como he dicho ya, Pío XII definió este “dogma” el 1 del XI de 1950 “por la autoridad de nuestro Señor Jesucristo, de los bienaventurados Apóstoles Pedro y Pablo y por la nuestra…” (Denzinger-Hünermann 3903).

Estrictamente hablando, esto “dogma” no era necesario, pues católicos y ortodoxos lo aceptaban sin necesidad de definiciones ulteriores. Hoy (año 2015) no se habría proclamado, pues los “sentimientos e intereses” de la iglesia van por otro lado.

Pero es bueno que entonces (¡hace sólo 65 año, yo lo recuerdo!) se hubiera proclamado, para evocar así la culminación el misterio personal (cuerpo/carne) de la Madre del Señor, según la experiencia gozosa de muchos cristianos. Este dogma vincula, pues, a María con la Resurrección y Ascensión de Jesús en el cuerpo, y es una protesta en contra de todo espiritualismo descarnado de aquellos que separan la vida de Dios del camino de la historia.

Una tendencia helenista, dominante en la iglesia, había venido afirmando que el alma de los justos sube al cielo tras la muerte, pero que el cuerpo tiene que esperar hasta la resurrección final.

En contra de eso, este dogma afirma que María ha culminado su vida en Dios, por medio de Jesús, en cuerpo y alma, alcanzando de esa forma el cielo pleno. Según eso, el evangelio no es una experiencia de pura intimidad sino de transformación integral, en cuerpo y alma.De esa manera, los católicos afirmamos que la resurrección de Jesús se está expresando ya y cumpliendo en los hombres, como muestra el signo de María.

3. Primera cristiana. Un dogma abierto históricamente.

Conforme a la visión de millones de cristianos, María aparece como la primera salvada completa, pues la vemos en Jesús y por Jesús como primera de los resucitados. En su nivel de plenitud no existe posible separación de cuerpo y alma: ambos unidos forman la carne de María, su historia personal abierta a la resurrección o eternidad de Dios por Cristo.

El texto de la definición no dice cómo murió María (ni siquiera si murió) ni el modo externo de su ascensión-resurrección, de tal manera que se han dado y pueden darse en este campo varias hipótesis. Leer más…

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15.8.14 Asunción: Santa María del Cielo y de la Tierra

Viernes, 15 de agosto de 2014
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10599252_314849458692253_1971423621546325615_nDel blog de Xabier Pikaza:

He presentado en este blog docenas de postales sobre la historia y teología de María, Madre de Jesús, desde una perspectiva bíblica, histórica y creyente.

He escrito además tres o cuatro libros sobre el tema (según se cuenten, por páginas, formato e intenciones), y estoy ultimando otro titulado Santa María de la Carne (cf. Jn 1, 14).

Ofrezco aquí las primeras reflexiones de ese libro presentando a Santa María del Cielo (Asunción) como Santa María de la Tierra, una mujer fuerte, comprometida por la liberación de su pueblo, tal como aparece en los evangelios.

Aprovecho la ocasión para publicar dos imágenes de mi última visita al Santuario Mariano de Luján, en Argentina (el 20 del pasado Julio), con Osvaldo (Presidente) y Nélida (Directora Académica) del Instituto Raspanti de Morón, B.Aires. A los dos mi agradecimiento por llevarme a Luján y en especial a Nélida por las fotografías (en la última aparezco con Osvaldo).

Quise tocar la imagen de Santa María de Luján, como los peregrinos, pues ella forma parte de la “carne” de la salvación, como podrá seguir viendo quien lea el tema que sigue.

Buen día de la Asunción a todos.

Introducción.

Fue una mujer histórica, que vivió en Nazaret de Galilea, y después en Jerusalén, entre el 20 a.C. y el 50 d.C., dentro de un contexto cultural, social y familiar muy definido. No ha sido un puro signo sagrado, una idea general (eterno femenino), ni una diosa, sino una mujer, madre discutida y seguidora de Jesús, pretendiente mesiánico judío, crucificado el año 30 d.C. Hubo a su lado otras mujeres (en especial María Magdalena), pero sólo su recuerdo ha sido cultivado y recreado de un modo tan fuerte en la historia posterior del cristianismo. Los seguidores de Jesús no sólo la han recordado, sino que han agrandado su figura, con una intensidad única en la historia de occidente.

1. Datos esenciales

Ella tuvo una vida compleja, de manera que se relaciona no sólo con el judaísmo (en cuyo seno nace y vive), sino con la historia de Jesús (con quien se relaciona de forma materna y dramática) y con el principio de la Iglesia. No hay ningún otro personaje del Nuevo Testamento (ni siquiera Pedro, ni María Magdalena) que recoja en el arco de su vida tantos rasgos y aspectos como ella. Éstos son los datos principales de su historia:

1. Fue judía galilea, del Mediterráneo oriental, de comienzos de nuestra era, y, como otros miles de mujeres, vivió en unas condiciones de sometimiento femenino, bajo el cuidado y vigilancia de sus padres, y después de su marido. Fue creyente y encarnó su vida la tradición de las madres mesiánicas judías, que confiaron en el Dios de su pueblo y revivieron la esperanza de una salvación nacional, pero el canto de Lc 1, 47-56 la presenta vinculada con los pobres de todas las naciones. En esa línea se ha podido decir que ella ha expresado los rasgos primordiales de lo humano, en clave de mujer y de mujer judía . (1)

2. Fue esposa de José, un “descendiente de David”, nazoreo de Galilea, un hombre comprometido al servicio de la libertad nacional de su pueblo judío, en unas condiciones duras de sometimiento social y militar, bajo el dominio de los reyes herodianos, vasallos Roma. A Jesús, el hijo de José, le llamarán “el nazoreo”, pero no directamente por su madre, sino por José, su “padre”. Vivió en ese contexto de compromiso de liberación nacional.

3. Fue madre de Jesús, pretendiente mesiánico judío, de la línea “nazorea” de José, pero con rasgos propios y muy significativos, dentro de un ambiente de duro enfrentamiento cultural y social. Tuvo probablemente otros hijos de los que habla Mc 6, 1-6, que al parecer no estaban de acuerdo con la pretensión mesiánica de Jesús, lo que fue causa de duros enfrentamientos en la familia. Todo nos permite suponer que estaba viuda cuando Jesús inició su vida pública, de manera que debió que actuar como “gebîra” o mujer de autoridad sobre su familia. De manera sorprendente, Mc 6, 3 llama a Jesús “el hijo de María”.

4. Su relación con Jesús fue compleja, y parece que al principio no aceptó su mesianismo, permaneciendo así al lado de sus otros hijos, que tampoco la aceptaban (como supone no sólo Mc 3, 31-35 y 6, 1-6, sino Jn 7, 1-9). En ese contexto ha de entenderse su posible presencia ante la cruz, donde Jesús murió condenado como pretendiente mesiánico (Jn 19, 25-27; cf. Mc 15, 50); sea como fuere, ella acabó siendo “cristiana”.

5. Se integró en la iglesia o comunidad de los discípulos de Jesús, con el resto de sus hijos (cf. Hch 1, 13-14), viniendo a jugar así un papel importante en la comunidad, que le recuerda de un modo crítico (rechazando su “pretensión” de imponer sus derechos sobre Jesús: cf. Mc 3, 31-35), pero también en un sentido ejemplar y edificante, de tal forma Lc 1-2 y en algún sentido Jn 19, 25-27 la presentan como modelo de cristiana.

6. Finalmente, María ha sido “creída” dentro de la iglesia. Por razones que algunos suponen evidentes, y que otros piensan que se deben precisar y justificar, ella vino a convertirse pronto en lugar de referencia o modelo para la comunidad cristiana, como testifica en perspectivas diferentes el conjunto del NT. En esa línea, Lucas le llama “gebîra”, Madre del Señor (cf. 1, 43) y afirma que la llamarán bienaventurada todas las generaciones (Lc 1, 48).

Desde los primeros grupos y momentos que han ido formando la iglesia de Jesús, su Madre ha sido recordada e interpretada en líneas distintas, y su imagen ha quedado reflejada en algunos de los textos más significativos del Nuevo Testamento. En ese aspecto podemos hablar y hablaremos de una mariología de la historia y de varias mariologías de la fe:

− Una historia. No son muchas las cosas que de ella sabemos en un nivel de pura historicidad factual, pero son muy importantes. Estas parecen (en la línea de lo dicho), las más significativas. 1) Era una mujer judía, de familia creyente y significativa, de Nazaret de Galilea; se llamaba María y estaba casada con José. 2) Fue madre de Jesús, con quien se vinculó de forma dramática; pero tuvo también una familia más extensa, compuesta por varones y mujeres que el Nuevo Testamento llama normalmente hermanos de Jesús y que parecen ser hijos de María. 3) Tras la muerte de Jesús, ella perteneció a su comunidad de seguidores, y ejerció un papel importante dentro de la iglesia, que la ha recordado.

− Varias mariologías: María de la fe. Los textos del Nuevo Testamento y de la primera iglesia no recuerdan a María por afán historicista, sino porque ha formado parte del misterio de una fe, que se centra en Jesús, su hijo, y que se expresa y configura de formas distintas en las comunidades. En principio, no existe una fe mariana (o mariología) única y normativa, que pudiera imponerse sobre todos los creyentes, sino diversas formas de mariología y fe mariana, que se diversifican según los lugares y formas de vida de las comunidades, según el Nuevo Testamento. Este fenómeno no ha sido a veces suficientemente valorado y define a nuestro juicio todo el tema. Pero esas mariologías pueden vincularse y se vinculan en el credo de la iglesia cuando afirman que Jesús “concebido por obra del Espíritu Santo y nacido de la Virgen María”. Leer más…

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