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El Señor sigue cooperando hoy. ¿Nos quedamos mirando el decorado, o nos conmueve el mensaje?

Domingo, 16 de mayo de 2021
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Marcos 16, 15-20

Hace tiempo, una familia invitó a un buen hombre de pueblo, al que le gustaba mucho el teatro, a ver una obra en el mejor teatro de la ciudad. El edificio era grandioso y la puesta en escena extraordinaria. El hombre estaba emocionado.

A la salida le preguntaron qué le había parecido la obra, y dijo:

– A decir verdad, casi no me he enterado de qué trataba la obra, porque me he quedado embelesado mirando el decorado.

Algo similar puede ocurrirnos con el evangelio de este domingo. Nos imaginamos a Jesús como un superhéroe que atraviesa las nubes y asciende al cielo. Quizá recordemos a Elías, que fue arrebatado al cielo y a otros seres mitológicos. En el mejor de los casos, pensaremos que también nosotr@s subiremos al cielo y, como el buen hombre del pueblo, nos habremos quedado tan content@s con el decorado.

¿Nos mueve y conmueve el mensaje?

a) Somos enviad@s a proclamar el evangelio a todo el mundo. Eso también implica denunciar las malas noticias que se abren paso actualmente y ocultan la Buena Noticia. Por ejemplo: se bendice a los animales, y a las fieras (sobre todo el día de san Antón), se bendicen edificios, empresas, automóviles, campos, etc., y está prohibido bendecir el amor que se profesa una pareja homosexual. ¿Qué evangelio se está predicando con esta actitud?

b) La fe, aunque sea pequeña como una semilla, tiene tal fuerza y vitalidad que nos empuja a enfrentarnos al mal y vencerlo. Un mal que hace tanto daño como las serpientes o el veneno. A diario constatamos la fuerza que tienen las comunidades cristianas, movidas por la fe, cuando luchan contra el mal. Pero, muchas veces, la fe es un potencial adormecido incluso en las comunidades.

c) La fe nos ayuda a desarrollar la capacidad de comunicación con quienes enmudecen por el dolor, o les han callado a golpes; nos empuja a dialogar con quienes no saben expresarse por falta de autoestima, o se han quedado mudos de espanto. Aunque no sepamos otros idiomas, la Ruah nos ayuda a hablar lenguas nuevas, por ejemplo, la lengua de la mirada que acoge sin juzgar, la lengua de las manos que sostienen y dan fuerza o la lengua de los pies que acompañan, aunque sea en silencio, cuando hablamos idiomas distintos.

d) Echar demonios, en el nombre de Jesús, es creer firmemente que vivimos procesos en los que tomamos conciencia de “los demonios” que nos habitan y aprisionan, los nombramos y descubrimos que tenemos fuerza y herramientas para vencerlos, porque somos personas únicas, preciosas y amadas incondicionalmente por el buen Dios. Además, formamos parte de redes humanas que nos sostienen y con las que sostenemos.

Jesús pasó haciendo el bien y tocando a los intocables de su tiempo. ¿De qué sirve celebrar la fiesta de la Ascensión si pedimos que se levanten muros para que los migrantes no compartan nuestro bienestar? ¿Cómo podemos ir a la Eucaristía si no queremos que “toquen” nuestra vida las personas que son, piensan o viven de modo diferente? ¿De qué sirve hablar de la Ascensión de Jesús si no ayudamos a quienes están tirados en el barro, para que tengan unas condiciones que les permitan “ascender” a la condición de seres humanos con todos sus derechos?

¿De qué sirve que hoy pongamos el acento en lo importante que es ir a evangelizar otros países si muchas de nuestras iglesias están casi vacías y dentro de poco tendrán telarañas, por no cambiar todo lo necesario para que vuelvan a ser hogares de puertas abiertas, como lo fueron antaño?

Acaba el evangelio de hoy diciendo que el Señor cooperaba con señales, es decir, colaboraba con quienes se fueron a predicar la Buena Noticia, cuando Jesús ya no estaba físicamente entre ellos. Así lo experimentaron las primeras comunidades y así nos lo transmite el evangelista Marcos.

Hoy, Jesús sigue enviándonos, cooperando y ofreciéndonos señales. ¿Las percibimos o estamos embobad@s contemplando el decorado?

Marifé Ramos

Fuente Fe Adulta

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Proselitismo y Verdad

Domingo, 16 de mayo de 2021
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76DBABCE-94F6-43B0-AE40-15BD2CFA76A1Fiesta de la Ascensión

16 mayo 2021

Mc 16, 15-20

  En la historia de la humanidad ha sido recurrente el afán por llevar a los otros la propia “verdad”, en la convicción de que se trataba de la verdad absoluta. A partir de la creencia de estar en posesión de la verdad -incluso de ser depositarios de la verdad divina o revelada por el mismo Dios-, se embarcaban en la tarea de extenderla por todo el mundo, creyendo hacer el mejor servicio a la humanidad.

 Esa creencia -característica del nivel mítico de consciencia-, que identifica el “mapa mental” del grupo propio con la verdad absoluta, se halla en el origen del proselitismo en cualquiera de sus formas. A lo largo de la historia, la actitud proselitista se ha movido desde una cierta tolerancia -particularmente, mientras el grupo se hallaba en minoría con respecto a la sociedad general- hasta la condena y la persecución de quienes, resistiéndose a adoptar la creencia “oficial”, eran tachados de “herejes” o “blasfemos”. Y todo ello se hacía desde la “buena fe” de quienes, como los inquisidores, ordenaban quemarlos, con el fin de “salvar sus almas”.

 El error de base no era otro que la absolutización de la propia creencia -recogida en afirmaciones del tipo: “la nuestra es la única religión verdadera”, o “fuera de la iglesia no hay salvación”-, que confundía la verdad con un concepto, sobre la idea de que la mente era capaz de contenerla.

 Hoy somos más conscientes de que la mente solo puede operar con objetos, por lo que únicamente se mueve en el mundo de sus propias construcciones mentales. Somos más conscientes de que la mente no puede atrapar ni poseer la verdad. Desechada su pretensión de poseer la verdad, caemos en la cuenta de que no puede tener sino perspectivas y opiniones, con las cuales elabora conceptos y “mapas mentales” con los que se maneja. Lo menos inadecuado que puede suceder es que tales mapas “apunten” hacia la verdad de la manera menos engañosa.

 La verdad no es un concepto ni una creencia. No puede ser poseída. Nadie la “tiene”. Lo cual no significa que no exista. Esta “nueva” creencia, particularmente extendida en muchos ámbitos de la postmodernidad, ha dado como resultado la cultura de la posverdad, poblada de fake news y de mentiras, cuyo único objetivo es sostener los intereses de quienes las propagan. Todo esto no conduce -tal como estamos padeciendo en la actualidad- sino al narcisismo, al relativismo vulgar y, más tarde, al nihilismo extremo.

 La verdad es. No puede ser poseída, pero nos sostiene. De hecho, todos nosotros estamos habitados por un “anhelo de verdad”. Pero la verdad no es un concepto ni una creencia -como pensaban nuestros antepasados-; la verdad es una con la realidad; la verdad es lo que es.

¿Qué es, para mí, la verdad?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No os quedéis plantados mirando al cielo, pero mirad al cielo

Domingo, 16 de mayo de 2021
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bonnenouvelle-1Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
  1. Algunas notas exegéticas

Hemos escuchado dos relatos de la Ascensión del Señor: uno de San Lucas (Hechos) y otro de san Marcos.

La Ascensión en los Hechos (Lucas) acontece a los 40 días de la resurrección. Lucas “juega” con el número cuarenta y su simbolismo de plenitud: 40 años significaba toda la vida. El número cuarenta aparece más de cien veces en la Biblia: el diluvio duró cuarenta días y cuarenta noches; 40 años de desierto hacia la libertad, El profeta Elías estuvo 40 días en el monte Horeb, 40 días de desierto de Jesús en las tentaciones, etc.

En el evangelio de Marcos la Ascensión sucede el mismo día de Pascua.

Hemos de pensar que los relatos de la Ascensión no son la descripción de un viaje espacial por rumbos siderales. Estos relatos no son la filmación de un hecho, sino una interpretación de la fe de las primeras comunidades cristianas. No son relatos fotografiados para “Informe semanal”. Podemos creer en la Ascensión sin necesidad de tener por ciertos -palabra por palabra- todos los relatos neotestamentarios.

         Estos relatos, como tantos otros, están elaborados con un mundo de símbolos: la montaña es el lugar más cercano a Dios, Jesús está en Dios. La nube en la Biblia (Éxodo) es el símbolo de la protección de Dios. “Más allá” de la nube está Dios, que es donde termina Jesús. Los cuarenta días lucanos son la alusión a la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto. A Jesús, como a todos, ascender a Dios le costó toda la vida.

         En el fondo esta fiesta es la fe en que Jesús terminó en Dios Padre. En el mundo bíblico el cielo es el “lugar” de Dios. Jesús terminó en Dios

         El que viene de Dios, vuelve a Dios. Y esto es válido también para nosotros, hermanos de Cristo: Dios no quiere que se pierda ni uno solo de los seres humanos.

  1. el cielo no es un lugar, es una situación personal.

         Del cielo no hablamos ya ni los curas. Pero nos hace falta saber del cielo, no para describirlo, pues no sabemos nada de qué y cómo sea el cielo, sino para esperar en él. El lugar del ser humano es Dios. Y nos hace falta mirar al cielo, a Dios, porque es el sentido de nuestra vida, la meta de nuestra esperanza.

         La Resurrección, la Ascensión, Pentecostés son acontecimientos no visibles históricamente. (De hecho, hasta el siglo IV las comunidades cristianas celebraron en el mismo día la Resurrección y la Ascensión).

         El cielo aparece con frecuencia en la Biblia como el “lugar” de Dios.

  • o En el nacimiento de Jesús se entonó: gloria a Dios en el cielo y en la tierra, paz.
  • o Cuando Jesús comienza su actividad pública en el río Jordán desciende una voz del cielo: este es mi Hijo.
  • o En la Transfiguración se anticipa la resurrección en el ámbito del cielo.
  • o Poco antes de su muerte, Jesús sabía que había que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, al cielo.
  • o En la Ascensión Jesús termina en Dios.

No sabemos cómo será el cielo, pero no será “un lugar”, una especie de “vacaciones en un hotel de lujo”. Apacigüemos nuestra curiosidad y confiemos en que esta historia nuestra personal y comunitaria tendrán una finalización en el ser, en Dios.

  1. La Ascensión es una fiesta de esperanza. ¿El cielo puede esperar?

         Una pregunta constante en la historia de humanidad es ¿Qué podemos esperar? ¿Hay algo que esperar? Los cristianos, como todo el mundo, tenemos el peligro de vivir en “tiempo muerto”, o simplemente de instalarnos en este pequeño oasis que es la vida y se está bastante bien, salvo en determinados momentos de guerras y pandemias o de crisis personales.

Ser persona humana, ser cristiano es ser esperante, vivir esperanzadamente. Vivimos como si este tiempo fuese todo. Pero esta historia se acaba, o mejor se prolonga definitivamente en la Ascensión La Ascensión nos indica la meta de nuestra esperanza, el futuro.

La afirmación de la Ascensión es muy potente y esperanzadora, aunque está dicha muy sencillamente, casi de un modo infantil: Jesús subió al cielo y se sentó junto a Dios.

         La tierra termina en el cielo, el tiempo en la eternidad, el hombre termina en Dios.

Para vivir el presente sensatamente en toda su complejidad de dimensiones -positivas y negativas- hay que intuir el futuro, el futuro absoluto. ¡Ay del que piensa que su patria es donde ha nacido! Nuestra meta, nuestra patria está en el cielo: hacia ti morada santa…

         El futuro no llega como punto final de nuestra vida o de la historia. El futuro se hace presente en nuestro hoy y la esperanza posibilita vivir el presente con sentido y algún gozo. El futuro que aguardamos: como personas, como pueblos, ideologías, como Iglesia, ese futuro está influyendo y configurando nuestro presente

         Decía el médico humanista, Pedro Laín Entralgo, que el ser humano espera por naturaleza algo que no está en nuestra naturaleza. No es pensable una existencia sana sin esperanza. Posiblemente el ser humano es aquello que espera.

         Del mismo modo que no es pensable un ser humano sin inteligencia, sin corporeidad, sin libertad, tampoco es pensable un ser humano sin esperanza. El hombre es ser esperante.

         La meta de nuestra esperanza es la Ascensión.

         La vida humana dura lo que dura. Dice el salmo 89:

10Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta,

la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan.

         Pero el cielo, la esperanza, el horizonte están ya presentes en nuestro hoy dando sentido. El futuro soñado y esperado es la alegría del presente.

         En momentos y situaciones de sufrimiento y desesperanzas, miremos al cielo. Nuestro horizonte está “allí”. El cielo no puede esperar.

  1. Ascensión, cielo y pandemia.

         La pandemia que estamos atravesando -o que nos está atravesando- está sacando a la luz el “bajonazo cultural y religioso” en el que nos encontramos. Es triste que los políticos, medios de comunicación y la misma ciudadanía  reduzcan la esperanza de la “desescalada” a si podemos salir de la propia población, si hemos de volver a casa a las 10 de la noche, o a cuál sea horario de los bares y restaurantes, es algo bastante penoso. ¿Eso es todo lo que el ser humano cree, vive y hace cuando está en situación sana?

         Mayor calado tiene la vacunación y la medicina, que serán una gran solución para salir de esta situación de enfermedad. Pero tampoco la ciencia es la solución al problema de la vida. La ciencia no responde a las grandes cuestiones de la existencia.

         Pandemia viene del griego: pan (todo) y demia-demos (pueblo). La pandemia es algo común que afecta a todo el pueblo. Y a todos nos afecta la “gran pandemia” que es la muerte. ¿Qué podemos esperar? ¿Qué nos cabe esperar?

         El horizonte de nuestra esperanza es la Ascensión, el cielo. En este sentido el cielo no puede esperar: es bueno que esté en el centro de nuestra vida como esperanza absoluta, que da sentido a la vida y a las esperanzas intermedias.

La fe no tiene ni la arrogancia ni la supuesta seguridad de las ciencias, de la política, de la economía. Como creyentes vivimos la confianza de la debilidad de la fe.

(Llama la atención que los eclesiásticos en plena pandemia no digan una palabra de esperanza, de salud-salvación; simplemente callan)

  1. Misión: Id por todo el mundo y no os quedéis plantados mirando al cielo.

         Los discípulos se pusieron a enseñar el evangelio por todas partes.

         El “id por todo el mundo” no es solamente una cuestión geográfica, sino ideológica: id por todas las culturas, por el diálogo ciencia y fe, fe y situaciones políticas, por la crisis económica, por la pandemia.

Evangelizar no es arrasar con todo lo que hay en otros pueblos, culturas y momentos. Tampoco evangelizar es adoctrinar, sino transmitir confianza en la vida, en el ser humano y en Dios

         La misión, la evangelización no es montar una agencia de servicios religiosos, sino que la misión implica una dinámica de desinstalación, de agilidad mental y cristiana.

         Una iglesia replegada, atrincherada sobre sí misma, es una iglesia asustada que sigue viviendo encerrada en el cenáculo. Jesús ha sacado a los suyos del Templo, de los cenáculos y de los sistemas eclesiásticos: Id por todo el mundo

  1. Para ascender, hay que descender.

La Ascensión a los cielos pasa por el descenso a los infiernos. Jesús, el que no era ni tenía pecado, descendió en el río Jordán a lo más profundo del mal, de las desgracias y tristezas humanas.

Jesús fue elevado a la cruz con toda esa massa damnata (masa-humanidad condenada), toda la humanidad caída fue asumida por JesuCristo en la cruz, y de la cruz al cielo. Mirarán al que transpasaron.

Nuestra Ascensión pasa por el descenso a los bajos fondos (infiernos) de los empobrecidos, deprimidos, pisoteados, drogadictos, de las mujeres vejadas, maltratadas, de todos los marginados; también hemos de descender a nuestros propios hundimientos.

También resuena para nosotros:

No os quedéis plantados, mirando al cielo, pero mirad al cielo.

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“Nuevo comienzo”. Ascensión del Señor – B (Marcos 16,15-20)

Domingo, 13 de mayo de 2018
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AscensiónLos evangelistas describen con diferentes lenguajes la misión que Jesús confía a sus seguidores. Según Mateo han de «hacer discípulos» que aprendan a vivir como él les ha enseñado. Según Lucas, han de ser «testigos» de lo que han vivido junto a él. Marcos lo resume todo diciendo que han de «proclamar el Evangelio a toda la creación».

Quienes se acercan hoy a una comunidad cristiana no se encuentran directamente con el Evangelio. Lo que perciben es el funcionamiento de una religión envejecida, con graves signos de crisis. No pueden identificar con claridad en el interior de esa religión la Buena Noticia proveniente del impacto provocado por Jesús hace veinte siglos.

Por otra parte, muchos cristianos no conocen directamente el Evangelio. Todo lo que saben de Jesús y su mensaje es lo que pueden reconstruir de manera parcial y fragmentaria, recordando lo que han escuchado a catequistas y predicadores. Viven su religión privados del contacto personal con el Evangelio.

¿Cómo podrán proclamarlo si no lo conocen en sus propias comunidades? El Concilio Vaticano II ha recordado algo demasiado olvidado en estos momentos: «El Evangelio es, en todos los tiempos, el principio de toda su vida para la Iglesia». Ha llegado el momento de entender y configurar la comunidad cristiana como un lugar donde lo primero es acoger el Evangelio de Jesús.

Nada puede regenerar el tejido en crisis de nuestras comunidades como la fuerza del Evangelio. Solo la experiencia directa e inmediata del Evangelio puede revitalizar la Iglesia. Dentro de unos años, cuando la crisis nos obligue a centrarnos solo en lo esencial, veremos con claridad que nada es más importante hoy para los cristianos que reunirnos a leer, escuchar y compartir juntos los relatos evangélicos.

Lo primero es creer en la fuerza regeneradora del Evangelio. Los relatos evangélicos enseñan a vivir la fe no por obligación, sino por atracción. Hacen vivir la vida cristiana no como deber, sino como irradiación y contagio. Es posible introducir en las parroquias una dinámica nueva. Reunidos en pequeños grupos, en contacto con el Evangelio, iremos recuperando nuestra verdadera identidad de seguidores de Jesús.

Hemos de volver al Evangelio como nuevo comienzo. Ya no sirve cualquier programa o estrategia pastoral. Dentro de unos años, escuchar juntos el Evangelio de Jesús no será una actividad más entre otras, sino la matriz desde la que comenzará la regeneración de la fe cristiana en las pequeñas comunidades dispersas en medio de una sociedad secularizada.

Tiene razón el papa Francisco cuando nos dice que el principio y motor de la renovación de la Iglesia en estos tiempos hemos de encontrarlo en «volver a la fuente y recuperar la frescura original del Evangelio».

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.”. Domingo 13 de mayo de 2018. Ascensión del Señor

Domingo, 13 de mayo de 2018
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33-AscensionB cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 1,1-11: Lo vieron levantarse.
Salmo responsorial: 46: Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Efesios 1,17-23: Lo sentó a su derecha en el cielo.
O bien:Efesios: 4,1-13:
A la medida de Cristo en su plenitud.
Marcos 16,15-20: Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

El tema protagonista de este domingo es, indiscutiblemente, «la Ascensión», la subida misma de Jesús al cielo. Un segundo tema es el de «el mandato misionero» que el autor de los Hechos de los Apóstoles que compuso aquella escena puso en boca de Jesús.

En el primer tema, «la ascensión misma», no serán pocos los predicadores que simplemente la darán por supuesta, como indubitablemente histórica en su literalidad textual; habrá creyentes sencillos, de los que de hecho todavía creen que Jesús emprendió una ascensión real, una subida física y vertical, «hacia el cielo», que saldrán de la misa con la misma fe de siempre en la Ascensión, la misma que tuvieron nuestros abuelos, y los abuelos de sus abuelos.

Otros predicadores tratarán el tema de la ascensión con una calculada ambigüedad en sus palabras, de forma que no afirme explícitamtente la historicidad literal de «la subida», pero tampoco la cuestione; simplemente, dejarla ahí, y saltar por encima de ella para centrarse en el segundo tema, el del mandato misionero.

Una tercera actitud sería la de abordar el tema «agarrando el toro por los cuernos», es decir, haciendo caer en la cuenta a los fieles, explícitamente, de que hoy día, ser cristiano no implica en absoluto la necesidad de creer en una «subida física de Jesús» hacia ninguna parte. No vamos a extendernos aquí en un tema que requiere una explicación clara y detallada. Recomendamos más bien la lectura de este iluminador texto de Leonardo Boff, que puede ser tomado de la biblioteca de los Servicios Koinonía, aquí: http://www.servicioskoinonia.org/biblico/textos/ascension.htm Predicar claramente sobre estos elementos tan elementales, hacerlo con pedagogía y con delicadeza, sin brusquedad de «rompe y rasga», es algo que los fieles suelen agradecer –incluso explícitamente, yendo a la sacristía, tras la misa-. Recomendamos vivamente el texto también para utilizarlo en la reunión de estudio bíblico, o incluso para el estudio personal.

El tema del mandato misionero está asociado a la Ascensión por tradición. El final del evangelio de Marcos es el que asocia un mandato misionero de Jesús en el momento de «su despedida antes de partir para el cielo». Hoy sabemos que tal despedida-subida no es histórica, sino una genial composición literaria de Lucas, y que el capítulo final del evangelio de Marcos es añadido posterior, no original. Nada de ello daña en nada a la Misión, que no recibe su fuerza de que realmente fuera proclamada precisamente en la escena de la Ascensión. La Misión tiene otro fundamento, ajeno a la historicidad de la escena de la Ascensión. Por eso no beneficia a la Misión justificarla con un procedimiento mítico: «Jesús, antes de subir al cielo para irse al lugar de donde habría venido, al despedirse, pidió a sus amigos asumir la misión, ahora en una nueva etapa, hacia los confines del mundo». Proceder así, con esta argumentación «mítica» -que ha sido una argumentación bien radicional, empequeñece la misión, porque rebaja sus fundamentos hasta la categoría del mito. Qué sea la misión y qué fundamento tenga, habrá de definirse desde otros fundamentos. Leer más…

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13.5.18. Ascensión: Símbolo chamánico, experiencia mística y mensaje pascual

Domingo, 13 de mayo de 2018
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32104918_977038432473349_1691253585955782656_nDel blog de Xabier Pikaza:

Celebramos el próximo 13 de mayo la fiesta de la Ascensión del Señor, que forma (con Pentecostés) la etapa conclusiva del ciclo pascual. Es una fiesta importante del ciclo litúrgico cristiano, y así quiero presentarla hoy, para evocar mañana el texto litúrgico de Mc 16.

— Empezaré hablando de la Ascensión del alma (o del hombre entero) como símbolo iniciático y místico, que puede encontrarse en los chamanes

— Presentaré después las grandes ascensiones del Antiguo Testamento y de la tradición judía: de Henoc y Elías, con Moisés (a las que se puede vincular la Ascensión de Mahoma en el Corán).

— Trazaré el sentido de la Ascensión de Jesús, a la que uno la Asunción de María, su Madre. Como he dicho, éste es un símbolo importante de la tradición cristiana, una experiencia de fe. Pasado mañana comentaré el texto del evangelio de Marcos. Buen día a todos.

Imagen 1: Ascensión místico-apocalíptica de Henoc, la más famosa de las iniciaciones apócrifas judías.

Imagen 2: Ascensión pascual de Jesús, en fondo grande

Imagen 3: Ascensión/asunción del “alma” de María, según la tradición oriental

(tema desarrollado en Diccionario de las tres religiones, VD, Estella 2009, pag.139-141. Imagen final)
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1. Judaísmo

1. Tradición antigua. Diversas ascensiones.

La ascensión es un símbolo religioso muy extendido, que expresa el convencimiento de que Dios (lo divino) se encuentra en un espacio superior o cielo se puede subir. En ese contexto se habla de un cosmos en tres niveles: el cielo de los dioses, la tierra de los hombres y el infierno (o mundo inferior) propio del diablo y de los condenados. En muchas religiones antiguas se habla del ascenso interior y corporal de los “chamanes”, que descubren así el corazón de Dios.

El judaísmo, como otras religiones más racionalistas, ha superado pronto el carácter literal de ese símbolo, al descubrir y afirmar que Dios está en todas partes, sin estar físicamente en ninguna (pues no una entidad física, ni ocupa un espacio). Pero ha conservado el simbolismo y así ha podido seguir diciendo no sólo que Dios está en las alturas, sino también que algunos personajes religiosos han “ascendido” ellas.

Así se habla de la Ascensión de Henoc, que fue raptado al cielo (caminó, pues, Henoc con Dios y desapareció, porque Dios lo llevó consigo: Gen 5, 24); la literatura posterior vinculada con ese personaje (1, 3 y 3 Henoc) ha desarrollado de modo figurativo y simbólico su ascenso, iniciando sí un tipo de mística de elevación a lo divino.

La Biblia habla también de una Ascensión de Elías, en un relato que ha tenido gran importancia para toda la tradición posterior:«Aconteció que mientras ellos (Elías y Eliseo) iban y conversaban, he aquí que un carro de fuego con caballos de fuego los separó a los dos, y Elías subió al cielo en un torbellino. Eliseo, al verlo, gritó: ¡Padre mío, padre mío! ¡Carro de Israel, y sus jinetes! Y nunca más le vio» (2 Rey 2, 11-12).

Hay otro relato de subida celesta, titulado Ascensión de Moisés, donde se aplica y expande el primer ascenso de Moisés a la montaña (Ex 24), pero entendido ya en forma escatológica. Se trata de un relato de origen judío, pero recreado después por los cristianos, donde se hablaba de cómo fue ascendido Moisés a los cielos. El ascenso de Moisés y Elías se encuentra atestiguado, desde un fondo judío, por la tradición cristiana más antigua, cuando dice que Moisés y Elías se aparecieron a Jesús desde el cielo donde estaban en el monte de la Transfiguración (cf. Mc 8, 1-8 par).

2. Ascenso a los Hekalot.

32222417_977038655806660_9113464081448173568_nDisputan los especialistas sobre la posibilidad de que existiera ya, a finales de la época del Segundo Templo, una técnica mística de “ascenso” a los Hekalot o palacios celestes para dialogar allí con Dios, siguiendo el ejemplo de 1 Hen 14 (en la línea de 2 y 3 Henoc). Un testimonio de ello podría ser el de Pablo, judío fariseo, que dice de sí mismo:

«Conozco a un hombre en Cristo que hace catorce años–si en el cuerpo, no lo sé; si fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe– fue arrebatado hasta el tercer cielo. Y sé respecto a este hombre–si en el cuerpo o fuera del cuerpo, no lo sé; Dios lo sabe– que fue arrebatado al paraíso, donde escuchó cosas inefables que al hombre no le es permitido expresar» (2 Cor 12, 1-3).

Esta ascensión de Pablo, aunque realizada “en Cristo” (en clave mesiánica) sigue siendo una experiencia expresamente judía. En esa línea podemos hablar de una Escuela de Ascensos Místicos que son propios de los Sefer Hekalot, o libros de Ascenso a los Atrios divinos, donde se describe y organiza el proceso de un ascenso iniciático, que lleva al místico a través de los diversos estadios del cielo (de los cielos), hasta los “atrios supremos del templo de Dios”, para llegar al espacio escondido e invisible de la Majestad, en su gran trono.

Estos libros, escritos hacia el siglo IV-VII d. C., describen de forma clásica el ascenso místico. Algunos de sus protagonistas pueden ser los mismos Amoraim que de un modo público durante el codifican, letra a letra, los principios de la Ley que regula la vida del buen judaísmo (en el Talmud). Pero de pura Ley no se vive y quizá, por la noche, o en otros grupos, ellos mismos van exponiendo las etapas del Gran Viaje de Ascenso celeste. Posiblemente, conservan tradiciones secretas del antiguo templo ya desaparecido. Leer más…

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(Exor 3): Ascensión de Jesús, la misión de los exorcistas (Mc 16,15-20)

Domingo, 13 de mayo de 2018
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theascensionDel blog de Xabier Pikaza:

Presenté ayer el tema teológico de la Ascensión de Jesús, que la liturgia cristiana del día, y lo hice desde una perspectiva extensa de estudio de las religiones y del judaísmo tardío, situando ese misterio en el contexto de las ascensiones de Henoc, Elías y Moisés (con Mahoma) y de la Ascensión/Asunción de María, su Madre.

Al lado de esa visión hay en el NT al menos otras tres, que enmarcan y definen el misterio cristiano:

El Evangelio de Juan identifica la Ascensión con la Crucifixión: Jesús elevado en la Cruz “sube” (se introduce) en el misterio pleno de Dios y lo atrae todo hacia su Vida.

— Mt 28, 16-20 interpreta la Ascensión como presencia misionera de Jesús en sus discípulos: Él se aparece en la Montaña de Pascua en Galilea y les envía al mundo entero, para así extender su “discipulado” (su experiencia de Dios y su tarea) a todas las naciones, diciendo: “y yo estaré con vosotros hasta el fin de los tiempos”. Jesús no “sube” al cielo, sino que está en todos sus enviados y en los pobres del mundo (Mt 25,31-46).

— La carta a los Hebreos… interpreta la Ascensión como ascenso del Cristo Crucificado en el Santuario del Cielo, en la fiesta universal del Yomm Kippur cristiano, para abrir así el camino de la nueva Humanidad reconciliada.

Pues bien, el evangelio de este domingo de la Ascensión está tomado del apéndice “canónico” (no del texto original) de Marcos, y es uno de los textos más significativos de la historia de la iglesia, “manual” de exorcistas y carismáticos.

– Un texto extraño, abrupto, que rompe el “discurso” anterior de Marcos (que acaba en Mc 16, 8) y ofrece un compendio de la misión cristiana, desde una perspectiva carismática y milagrosa de decisión, valentía (osadía) y esperanza, pero con el riesgo de insistir en aspectos “milagrosos” que no responder al texto anterior del evangelio.

— Un texto añadido por un “redactor” eclesial. A mediados del s. II, algunos manuscritos comenzaron a incluir tras Mc 16, 8 un apéndice, que antes circulaba quizá de forma independiente, con un compendio de experiencias pascuales, y un mandato misionero con la Ascensión del Señor (que ahora presentamos: Mt 16, 15-20). Este pasaje recoge, en forma de resumen o compendio, algunos testimonios fundamentales de la experiencia pascual y del comienzo de la Iglesia.

imagesLa inclusión hizo fortuna y desplazó, y luego eliminó del texto actual de Mc, otro final no canónico más pequeño. Desde entonces, este pasaje se añadw en los manuscritos más utilizados y en el texto “canónico” del Nuevo Testamento (A C D W)

— Es un pasaje espléndido, que expresa la fe de una iglesia antigua, quizá la de Roma, un compendio del cristianismo de milagros, formulado de manera rompedora, radical. Éstos son los signos de la Ascensión y de la Fe en Cristo, conforme a este pasaje:

– expulsar demonios, liberar así a un mundo endemoniado,
– hablar todas las lenguas, abriendo un espacio universal de palabra,
– inmunizarte a todos los venenos, no dejar que el mal te invada,
– curar a los enfermos, hacer un mundo sano.

Este evangelio del domingo de la Ascensión ofrece el mejor “manual” de exorcistas y carismáticos de la Iglesia. Ninguno de los textos posteriores de la iglesia (ni los antiguos, como en de la imagen 2), ni los nuevos (como los que están surgiendo por doquier y ahora mismo se enseñan en el Congreso de Exorcistas de Roma) es superior a éste del final canónico de Marcos. Leer más…

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Ascensión del Señor. Ciclo B. Triunfo y misión

Domingo, 13 de mayo de 2018
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Ecce Homo +Elisabeth Ohlson Wallin+1998Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Nota previa sobre el evangelio

            En el ciclo B se lee el evangelio de Marcos. El original terminaba de forma bastante abrupta, diciendo que las mujeres que habían ido al sepulcro, aunque reciben el encargo de ir a decir a los discípulos que Jesús ha resucitado y que lo verán en Galilea, muertas de miedo no dijeron nada a nadie (16,8). No sabemos por qué el autor quiso terminar su obra de esta forma. Como una película que acaba cuando nadie lo espera y suscita muchos comentarios. Quizá fuese esa su intención: provocar al lector.

Años más tarde, un autor que conocía los evangelio de Mateo y Lucas, y el libro de los Hechos, recogió de ellos, dándoles un enfoque muy personal, algunos relatos de apariciones de Jesús y la noticia final sobre su ascensión al cielo. Estos versículos 16,9-20 es lo que se conocen como el «final largo de Marcos». De él está tomado el fragmento de hoy (Mc 16,15-20).

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

            Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos. Pero lo hace con notables diferencias.

En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.

Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

La idea de la ascensión resulta chocante al lector moderno por dos motivos muy distintos: 1) no es un hecho que hayamos visto; 2) se basa en una concepción espacial puramente psicológica (arriba lo bueno, abajo lo malo), que choca con una idea más perfecta de Dios.

Precisamente por esta línea psicológica podemos buscar la explicación. Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.

Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús.

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó:

̶  No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.

Ellos lo rodearon preguntándole:

̶  Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?

Jesús contestó:

̶  No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

̶  Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.

Sentarse a la derecha de Dios como imagen del triunfo (Efesios 1,17-23)

La segunda lectura de hoy es muy interesante para interpretar rectamente la fiesta de hoy. No habla de la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos.

Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Subir y sentarse a la derecha de Dios, pero insistiendo en la misión (Marcos 16,15-20)

El final del evangelio de Marcos une las dos imágenes: «fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios». Una forma muy humana de hablar, pero habitual en la Biblia. Jesús subió triunfalmente al cielo y ahora sigue ocupando la máxima dignidad junto a Dios Padre.

Pero el evangelio concede más importancia aún al tema de la misión de los apóstoles, como se advierte comparándolo con la 1ª lectura.

En Hechos, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo, que les dará fuerzas para ser sus testigos en todo el mundo.

En Marcos, el tema de la misión se trata en cinco puntos:

1) Orden de ir al mundo entero a proclamar la buena nueva.

2) Esa noticia puede ser aceptada o rechazada, pero con consecuencias muy distintas en cada caso.

3) Se mencionan las señales que acompañarán a los misioneros: expulsión de demonios, don de lenguas, inmunidad ante ataques de serpientes, curaciones. Estas señales recuerdan lo que se cuenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles a propósito de Pablo.

4) En Hechos, la reacción de los discípulos es quedarse embobados mirando al cielo. En Marcos, se ponen en marcha de inmediato a pregonar el evangelio por todas partes.

5) En Hechos se habla de la fuerza del Espíritu Santo que acompañará a los apóstoles. En Marcos, «el Señor cooperaba y confirmaba el mensaje con las señales que lo acompañaban».

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

            Por eso, la Ascensión o triunfo de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

Los cuarenta días

            El evangelio no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Qué significa, y por qué lo introduce Lucas? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que Jesús se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario.

Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje

A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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VII Domingo de Pascua. La Ascensión del Señor. 13 Mayo, 2018

Domingo, 13 de mayo de 2018
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la-ascension

Ellos salieron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba con ellos

(Mc 16, 15-20)

En su origen, el evangelio de Marcos terminaba de una manera un poco brusca, tal vez cortante, con las mujeres en la mañana de resurrección, que llenas de temor huyen del sepulcro y no cuentan a nadie lo que han visto y oído por miedo. Miedo, ¿a qué? Ni idea. Además de ser cortante, con este final no es que las mujeres salgamos muy bien paradas… ¡miedosas!.

Pero después hubo un añadido, un apéndice, y es el que nos va situando en el evangelio de hoy. Primero habla de incredulidad, una característica muy propia de nuestra condición humana. No creyeron a María de Magdala y prefirieron continuar tristes y llorando; tampoco a los que se encontraron con Jesús de camino a Emaús; no creemos a las demás y dudamos de ellas, de sus capacidades, hasta que vemos con nuestros propios ojos. Y luego nos supone un esfuerzo decir “tenías razón”.

No creyeron hasta que se presentó Jesús cuando estaban todos juntos a la mesa. Y ahí, en medio del grupo, de la comunidad, en medio del miedo, de la incredulidad, de la tristeza y las lágrimas, confiando una vez más en ellos les encargó: ID por todo el mundo y proclamad la buena noticia. Y ellos fueron, salieron, sabiendo que el Maestro les acompañaba.

Salgamos nosotras también. Porque no solo hoy en esta fiesta de la Ascensión, sino en cada Eucaristía, en cada celebración que estamos juntas a la mesa, en torno al Pan bendito, cada vez que somos conscientes de la presencia de Jesús en medio de la comunidad, en medio de nuestra condición humana vuelve a confiar en nuestra fragilidad y nos encarga ID. Vayamos, salgamos como discípulas que somos, sabiendo que el Maestro nos acompaña. Salgamos, y que se nos note que lo sabemos.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por sacarnos una y otra vez de nuestro barro. Bendita seas.

Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Una vez muerto, Jesús está fuera del tiempo y el espacio.

Domingo, 13 de mayo de 2018
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 ASCENSIONMc 16, 15-20

¿Qué estamos celebrando? Es la pregunta que debemos hacernos hoy. Nos va a costar Dios y ayuda superar la visión física, corpórea y chata de la Ascensión, que venimos aceptando durante demasiados siglos. Nos encontramos con el problema de siempre: Mezclar la realidad con el relato mítico. La Ascensión no es más que un aspecto de la cristología pascual. Resurrección, Ascensión, glorifica­ción, Pentecostés, constituyen una sola realidad, que está fuera del alcance de los sentidos. Esa realidad no temporal, no localizable, es la más importante para la primera comunidad y es la que hay que tratar de descubrir.

Hoy tenemos conocimientos suficientes para intentar una interpretación más acorde con lo que los textos nos quieren trasmitir. No podemos seguir pensando en un Jesús subiendo físicamente más allá de las nubes. Para poder entender la fiesta de la Ascensión, debemos volver al tema central de Pascua. Estamos celebrando la Vida, pero no la biológica sino la divina. Esa Vida no está sujeta al tiempo, por lo tanto no hay en ella acontecimientos, es eterna e inmutable. Solo teniendo en cuenta estas sencillas verdades, podremos comprender adecuadamente lo que estamos celebrando este domingo.

Mt no sabe nada de una ascensión. Jn no habla de ascensión, pero en la última aparición, Jesús le dice a Pedro: “si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?” Está claro que para volver, primero tiene que irse. El final canónico de Mc, que fue añadido a mediados del s. II, nos dice que Jesús se sentó a la derecha de Dios. Solo Lc nos habla de ascensión: “se separó de ellos y fue elevado al cielo”. También en Hechos nos cuenta, incluso con todo lujo de detalles, la subida de Jesús al cielo.

Relatos de raptos eran frecuentes en la literatura clásica. Tito Livio, en su obra histórica sobre Rómulo dice: “Cierto día Rómulo organizó una asamblea popular junto a los muros de la ciudad para arengar al ejército. De repente irrumpe una fuerte tempestad. El rey se ve envuelto en una densa nube. Cuando la nube se disipa, Rómulo ya no se encontraba sobre la tierra; había sido arrebatado al cielo”. Tenemos otros ejemplos: Heracles, Empédocles, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Todos siguen el mismo esquema.

El AT cuenta el rapto de Elías. También se habla de la asunción de Henoc en (Gen 5, 24). El libro eslavo de Henoc, escrito judío del siglo primero después de Cristo, describe el rapto de Henoc: “Después de haber hablado Henoc al pueblo, envió Dios una fuerte oscuridad sobre la tierra que envolvió a todos los hombres que estaban con Henoc. Y vinieron los ángeles y cogieron a Henoc y lo llevaron hasta lo más alto de los cielos. Dios lo recibió y lo colocó ante su rostro para siempre”. Nada nuevo bajo el sol.

La palabra “cielo” es muy utilizada en religión. La repetimos dos veces en el Padrenuestro, dos en el Gloria y tres en el credo. Arrastra una amplia gama de significados desde la cultura griega y de todo el Oriente Medio. La complejidad de las concepciones del mundo físico en aquella época explica los innumerables matices que encontramos en el “cielo” teológico. No es fácil dilucidar qué sentido se quiere dar a la palabra en cada caso. En el bautismo de Jesús, el cielo se rasgó y lo divino bajó hasta él. Cuando termina su ciclo vital, el cielo vuelve a romperse para que Jesús vuelva a traspasar el límite de lo terreno, para entrar en el cielo.

Un dato muy interesante que nos proporciona la exégesis es que las más antiguas expresiones de la experiencia pascual que han llegado hasta nosotros, sobre todo en escritos de Pablo, están formuladas en términos de exaltación y glorifica­ción, no con la idea de resurrección y menos aún de ascensión. En el AT encontramos abundantes textos que hablan del siervo doliente, machacado por los hombres, pero reivindicado por Dios. Esta fue la base de la idea de glorificación con la que se quiso expresarse la experiencia pascual.

Lo que celebramos no está en el tiempo, pertenecen al hoy como al ayer, no hacen referencia a un pasado. Son realidades que están hoy en nuestra propia vida. Puedo vivirlas como las vivieron los discípulos. El hombre Jesús se transforma definitivamen­te, alcanzando la meta suprema. Se hace una sola realidad con Dios. Nosotros necesitamos desglosar esa realidad para intentar penetrar en su misterio, analizando los distintos aspectos que la integran. La Ascensión quiere manifestar que llegó a lo más alto, pero no en sentido físico.

La verdadera ascensión de Jesús empezó en el pesebre y terminó en la cruz cuando exclamó: “consumatum est”. Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer. Después de ese paso, todo es como un chispazo que dura toda la eternidad. Pero había llegado a la plenitud total en Dios, precisamen­te por haberse despegado (muerto) de todo lo que en él era caduco, transitorio, terreno. Solo permaneció de él lo que había de  Dios y por tanto se identificó con Dios totalmente, divinamente. Esa es también nuestra meta. El camino también es el mismo que recorrió Jesús: despegarnos de nuestro ego.

La experiencia pascual, consistió en ver a Jesús de una manera nueva. El haber vivido con él, el haber escuchado lo que decía y visto lo que hacía, no les llevó a la comprensión de su verdadero ser. Estaban demasiado pegados a lo externo, y lo que hay de divino en Jesús no puede entrar por los sentidos. Su desaparición les obligó a mirar dentro de sí, y descubrir allí lo que había vivido Jesús. Solo entonces ven al verdadero Jesús. Hoy seguimos apegados a una imagen terrena de Jesús que también nos impide descubrir su verdadero ser.

Esa vivencia no puede venir de fuera, sino de lo más íntimo de nosotros mismos. Por eso decía Pablo en la segunda lectura: “Que el Dios de Nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerle; ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la riqueza…” No se pide ciencia, sino Sabiduría. No pide que nos ilumine los ojos del cuerpo ni de la mente, sino los del corazón. Todo lo que podamos aprender sobre Dios y Jesús, nunca podrá suplir la experiencia interior.

Debemos tener en cuenta que todos estos relatos teológicos tienen una finalidad catequética. Están elaborados para que nosotros entremos en la dinámica de Jesús. No se nos proponen para que admiremos la figura de Jesús ni para que nos sintamos atraídos por ella, sino para que repitamos su misma vivencia. “El padre que vive…” En él debemos descubrir las posibilidades que todo ser humano tiene de llegar a lo más alto del “cielo”. La verdadera salvación del hombre no está en que los libren del pecado, sino en alcanzar la plenitud a la que estamos llamados todos. Esta verdad es la base de toda salvación.

El fin del periplo humano de Jesús da paso al comienzo de la nueva comunidad. Podemos considerar la Ascensión como el final de una etapa en la que los discípulos tuvieron una experiencia singular y única de un Jesús vivo. Sería el momento en que los primeros cristianos dejan de estar pasmados y empiezan la tarea de llevar esa experiencia a todos los hombres. Dejan de mirar hacia el cielo y comienzan a mirar a la tierra. Recordemos que los cuarenta días no es una medida cronológica. Se trata de un kairos espiritual.

Meditación

Hoy nos fijamos en la meta a la que Jesús llegó,
que es, al mismo tiempo, el punto del que partió.
Todos hemos salido del Padre y hemos llegado al mundo.
Todos tenemos que dejar el mundo y volver al Padre.
Ese Padre está en lo más hondo de nuestro ser.
Si me empeño en buscarlo en otra parte, encontraré al ídolo.

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Ascensión.

Domingo, 13 de mayo de 2018
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el-papa-visita-mexico-y-cuba_480_311Vacíate de la preocupación. ¿Por qué te quedas en prisión cuando la puerta es tan amplia? Muévete fuera de la maraña del miedo (Rumi)

13 de mayo. Domingo VII de Pascua. Ascensión del Señor

Mc 16, 15-20

Y les dijo: Id por todo el mundo proclamando la Buena Noticia 

Toda la Biblia, debe leerse siendo conscientes de que contiene muchas leyendas, símbolos, mitos y tradiciones del pueblo hebreo y otros pueblos.  Y, en este caso, el hecho de la Ascensión. Además, es importante que todos sus textos los ubiquemos e interpretemos en los contextos culturales en que fueron escritos. El ascenso de Mahoma es también un hecho milagroso, ya que se le concede la posibilidad de ver todas las características del cielo y del infierno. También Jesús había bajado a los infiernos y subido al cielo: “¿Qué quiere decir subió sino que también bajo a las regiones inferiores de la tierra? Este que bajó es el mismo que subió por encima de todos los cielos, para llenarlo todo” (Efesios 4, 9-10).

Y dicho esto, fue llevado de su presencia. Una nube lo envolvió de modo que ya no lo vieron más; desapareció y ellos se quedaron mirando al cielo. Mientras miraban atónitos hacia el lugar por donde se había ocultado, aparecieron junto a ellos dos ángeles con blancas vestiduras, que les dijeron: “Hombres de Galilea, ¿qué hacéis asombrados mirando al cielo? Jesús ha sido llevado de aquí, según habéis visto. Y este mismo Señor, así como ha sido llevado al cielo ante vuestros ojos, así también volverá” (Hechos 1, 1-11).

El Museo del Prado nos permite contemplar un óleo sobre tabla –La Ascensión del Señor-del pintor belga Juan de Flandes (1460-1519). Oculto por una nube, Jesús asciende al cielo ante María y los Apóstoles, entre los que destaca Santiago con vara y sobrero de peregrino. La parte superior de su cuerpo aparece oculta para otorgar mayor protagonismo a las huellas de sus pies, impresas en la cima del Monte de los Olivos. Un ambiente de humanidad trascendida y una invitación a acompañarle, presiden todo el cuadro.

El célebre poeta místico musulmán persa conocido como Yalalad-Din Muhammad Rumi (1207-1273) nos explica cómo alcanzó la meta de lo trascendental por él tan soñada. En 1244 experimentó una profunda transformación, a raíz de su encuentro con un sufí errante llamado Shams-ol din Malekdad. Rumi abandonó toda ciencia, toda autoridad y toda posición social y religiosa, y, renacido en el Amor, se fue expandiendo hasta alcanzar la Unión con el Amado. El propio Rumi evocaba así aquel encuentro trascendental:

“Estaba muerto, volví a la vida; sólo lágrimas era,

me troqué en risa, 

me llegó la fortuna del amor, y, por su gracia, me hice eterno”.

A partir de ahí aconsejaba a sus discípulos que hicieran lo mismo, y les decía: Vacíate de la preocupación. ¿Por qué te quedas en prisión cuando la puerta es tan amplia? Muévete fuera de la maraña del miedo.

Otro tanto había hecho Jesús doce siglos antes. Primero renaciendo personalmente en el amor con el Padre, y luego proponiendo a sus seguidores la misión de ayudar a los demás a hacer otro tanto: Y les dijo: Id por todo el mundo proclamando la Buena Noticia a todos (Mc 16, 15).

El Calendario 2018 de SED, nos invita a abrir nuestra vida a la trascendencia y a comprometernos con el hermano.

DANZA DE LA FRATERNIDAD

“El ritmo de la solidaridad une corazones y nos fortalece en la emocionante danza de la fraternidad.

Actuando con justicia evitas sufrimientos y promueves la paz.

Permite a tu espíritu salvar la barrera de lo material, lo inmediato, lo caduco… Abre tu vida a la trascendencia. Ejercítate en la meditación y llegarás a sentir los fundamentos de tu ser.

Sumergirse en el mundo natural serena el espíritu y cautiva los sentidos, de tal manera, que su música, emociona; y la paleta de sus colores sugiere caminos nuevos.

Situar tu vida ante la presencia de Dios misericordioso, que Jesús nos reveló como Padre, es oración. Oración que transforma el corazón, oración que te compromete con el hermano.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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40 Días.

Domingo, 13 de mayo de 2018
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peques-idi-la-biblia-en-imagenes-72-728Mc 16,15-20

El número 40 aparece con frecuencia en la Biblia. 40 fueron los años que el pueblo de Israel vivió en el desierto guiado por Moisés tras salir de Egipto (Ex 16,35). 40 los días que éste pasó en oración en el Monte Sinaí antes de recibir las tablas de la Ley (Dt 9,9-11). 40 fueron también los días que duró el diluvio (Gn 7,12), los que pasó Elías en el Monte Horeb (1Re 19,8) o lo que los 12 exploradores estuvieron en la tierra de Canaán (Nm 13,25). Asimismo, 40 fueron los días que Jesús pasó en el desierto llevado por el Espíritu (Mt 4,2).

Este número, por tanto, se encuentra relacionado con tiempos de experiencias vitales hondas, cruciales, fundantes. A veces de camino incansable, otras de espera paciente, pero siempre tiempos de búsqueda, preparación, escucha y crecimiento personal y/o grupal o comunitario.

Y han sido 40 (alguno más al celebrarlo en domingo y no en jueves) los días que han pasado ya desde que celebramos la Pascua, el acontecimiento gozoso de la Resurrección de Jesús. ¿Nos hemos dado cuenta de ello? Quizás sea un buen momento para tomarnos el pulso de cómo lo estamos viviendo. Así nos lo relata el libro de Hechos: “a ellos (los apóstoles) se les apareció después de la pasión, les dio numerosas pruebas de que estaba vivo y durante cuarenta días se dejó ver por ellos y les habló del Reino de Dios” (Hch 1,3).

También a nosotros, como discípulos suyos, se nos ha presentado Jesús Vivo y Resucitado durante 40 días. Nos ha hablado de paz, de esperanza, de fortaleza, del inmenso amor con que nos ama, del sentido de su muerte y su pasión… Conociendo en profundidad nuestros miedos y debilidades, nos ha prometido con insistencia que siempre se quedará entre nosotros a través del aliento y la fuerza de su Espíritu, de la Ruah creativa y transformadora.

Hemos tenido, por tanto, 40 días en los que nos hemos podido preparar para acoger la nueva forma de presencia de Jesús, esta que comienza, según nos dice el evangelio, una vez que él asciende al cielo.

Hablamos, entonces, de tiempo (40 días) y espacio (la ascensión al cielo). Tiempo y espacio que, de modo claramente pedagógico, son utilizados por el evangelio como medios de preparación para que podamos hacer proceso. Porque lo que recordamos, como sabemos, no es que Jesús subiera físicamente al cielo. Lo que hoy festejamos es lo mismo que hemos celebrado cada día de este tiempo de Pascua o lo que celebraremos en Pentecostés: la certeza de que nuestro Dios es un Dios Vivo y un Dios de Vida, que no permite que la muerte tenga la última palabra y que se empeña en que nosotros seamos, junto a Él, dadores de vida.

Por todo ello es importante que estemos atentos a lo que Jesús nos dice en el evangelio de hoy, a estas “últimas palabras” del evangelio de Marcos: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación”. Parece que Jesús, al “ascender”, nos pone a su vez en movimiento a nosotros. “¿Qué hacéis ahí parados?”, dirá el libro de los Hechos. Después de estos 40 días de preparación es tiempo ahora de moverse, de salir (¿no nos lo repite continuamente el Papa Francisco?), de ponernos en camino. No hay pérdida. Toca poner en práctica todo lo escuchado y experimentado. Es tiempo de expulsar demonios, de curar enfermos, de hablar lenguajes nuevos… Cada una, cada uno de nosotros podemos poner nombre a esos demonios que estamos llamados a expulsar, a las enfermedades que debemos sanar o a los lenguajes que debemos practicar con insistencia hasta hablarlos adecuadamente.

No perdamos el tiempo. Hemos tenido el suficiente, 40 días. Ya no hay excusas. El Señor no sólo nos ha preparado para ello, sino que, además, promete seguir a nuestro lado, actuar junto a nosotros y confirmar la Palabra con signos que todos puedan comprender.

No nos quedemos parados. El Señor nos pone en movimiento con un envío apasionante: que al mundo entero llegue la Buena Noticia, la que nosotros ya hemos recibido.

Inma Eibe, ccv

Fuente Fe Adulta

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La ascensión: La vida tiene sentido.

Domingo, 13 de mayo de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro, La Verdad es libre:

01. ALGUNAS NOTAS EXEGÉTICAS

Hemos escuchado dos relatos de la Ascensión del Señor: uno de San Lucas (Hechos) y otro de san Marcos.

La Ascensión EN LOS Hechos (Lucas) acontece a los 40 días de la resurrección. En Marcos la Ascensión sucede el mismo día de Pascua.

Pensemos que estos relatos no son la filmación de un hecho para “Informe semanal”, sino que son más bien una interpretación de la fe de las primeras comunidades cristianas

Estos relatos, como tantos otros, están elaborados con un mundo de símbolos: la montaña es el lugar más cercano a Dios: Jesús está en Dios. La nube en la Biblia (Éxodo) es el símbolo de la protección de Dios: más allá de la nube está Dios, que es donde termina Jesús. Los “cuarenta días lucanos” son una alusión a la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto. A Jesús, como a todos, ascender a Dios le costó toda la vida.

En el fondo esta fiesta es la fe en que Jesús terminó en Dios Padre.

El que viene de Dios, Jesús, vuelve a Dios. Y esto es válido también para nosotros, hermanos de Cristo: Dios no quiere que se pierda ni uno solo de los seres humanos.

02. EL CIELO NO ES UN LUGAR, ES UNA SITUACIÓN PERSONAL.

La Resurrección, la Ascensión, Pentecostés son acontecimientos no visibles históricamente. (De hecho, hasta el siglo IV las comunidades cristianas celebraron en el mismo día la Resurrección y la Ascensión).

No sabemos cómo será el cielo, probablemente no será “un lugar”, una especie de “vacaciones en un hotel de lujo”. Apacigüemos nuestra curiosidad y confiemos en que esta historia nuestra personal y comunitaria tendrán una finalización en el ser, en Dios.

03. LA ASCENSIÓN ES LA RESPUESTA A LA CUESTIÓN DEL SENTIDO DE LA VIDA.
images-1Una pregunta constante en la historia de humanidad es ¿Qué podemos esperar? ¿Hay algo que esperar? Los cristianos, como todo el mundo, tenemos el peligro de vivir en “tiempo muerto”, o simplemente de instalarnos en este pequeño oasis que es la vida y se está bastante bien.

Cuando individual, social o eclesialmente perdemos la esperanza y no miramos ya al futuro, nos instalamos. Se está bien aquí.

Esta es una tentación muy eclesiástica: olvidar el futuro y quedarse en las instituciones y estructuras intermedias.

Ser persona humana, ser cristiano es ser esperante, vivir esperanzadamente. Vivimos como si este tiempo fuese todo. Pero este tiempo, esta historia se acaba, o mejor: concluye definitivamente en la Ascensión La Ascensión nos indica la meta de nuestra esperanza, el futuro.

La pregunta sigue en pie. ¿Tiene sentido la vida?

La afirmación de la Ascensión es muy potente y esperanzadora, aunque está dicha muy sencillamente, casi de un modo infantil: Jesús subió al cielo y se sentó junto a Dios.

La tierra termina en el cielo, el tiempo en la eternidad, el hombre termina en Dios.

Para vivir sensatamente el presente en toda su complejidad de dimensiones –positivas y negativas- hay que intuir el futuro, el futuro absoluto. ¡Ay del que piensa que su patria es donde ha nacido! ¡Dios nos libres de quienes piensan que la Iglesia es el Reino de los cielos! Nuestra meta, nuestra patria está en el CIELO: hacia ti morada santa…

El futuro no llega como punto final de nuestra vida o de la historia. El futuro se hace presente en nuestro hoy y la esperanza posibilita vivir el presente con sentido y algún gozo. El futuro que aguardamos: como personas, como pueblos, ideologías, como Iglesia, ese futuro está influyendo y configurando nuestro presente. La esperanza que aguardamos, es la alegría del presente.

No es pensable una existencia sana sin esperanza. El ser humano es aquello que espera. Posiblemente sin esperanza, la existencia humana se torna enfermiza, depresiva. La esperanza confía en el sentido de la vida. Tal sentido descansa en la ultimidad de Dios. La meta de nuestra esperanza es la Ascensión.

Cronológicamente el cielo llegará cuando y como llegue. Dice el salmo 89:10: Aunque uno viva setenta años, y el más robusto hasta ochenta,
la mayor parte son fatiga inútil, porque pasan aprisa y vuelan.

Pero el cielo, la esperanza, el horizonte están ya presentes en nuestro hoy dando sentido. El futuro soñado y esperado es la alegría del presente.

El cielo no puede esperar.

04. CUIDEMOS EL SENTIDO DE LA VIDA.

images-2El sentido de la vida responde a la cuestión de “si existe algo o alguien por el que merece la pena que yo siga existiendo”.

El sentido de la vida confiere dirección, finalidad y finalización al ser humano y a todos su procesos.

Pero el sentido de la vida no es algo evidente. Nadie puede demostrar científicamente que la vida tenga sentido. El sentido de la vida no es un asunto científico, no se vende en la farmacia Es una cuestión de confianza absoluta.

Pero precisamente porque no es evidente, hemos de cuidar más y mejor el sentido de la vida

El supertécnico del parque tecnológico de Aiete, el ingeniero o científico más importante saben de su destino y del de sus semejantes lo que el analfabeto o el hombre de Altamira o Santimamiñe. El ingeniero espacial de la base de California y el “salvaje” de la última tribu que haya sobrevivido tienen en común una pareja ignorancia sobre el tema. Más aún, parece probable que el llamado salvaje sepa de esto algo más que el ingeniero

Las religiones se han sobrepasado en su lectura e interpretación de muchas cuestiones de la vida. Las ciencias se quedan muy cortas ante los problemas últimos de la vida y dejan al ser humano a descampado. No parece que sea progreso y ciencia ver cómo unos caníbales comen perfectamente sentados en la mesa, con mantel, servilleta, cuchillo y tenedor.

Hemos de cuidar el sentido de la vida: cultura, confianza, arte

05. MISIÓN: ID POR TODO EL MUNDO Y NO OS QUEDÉIS PLANTADOS MIRANDO AL CIELO.

bonnenouvelle-1Id y enseñar el Evangelio. Los discípulos se pusieron a enseñar el evangelio por todas partes.

El “id por todo el mundo” no es solamente una cuestión geográfica, sino ideológica: id por todas las culturas, por el diálogo ciencia y fe, fe y situaciones políticas, por los recovecos de la cultura.

La misión, la evangelización implica una dinámica misionera de desinstalación, de agilidad mental y cristiana, de esperanza.

La buena noticia, el evangelio es comunicar que el mal, el pecado está perdonado, que la muerte no es el final, sino que nuestro final es Dios.

Una iglesia replegada, atrincherada sobre sí misma, es una iglesia asustada que sigue viviendo en el cenáculo. Jesús ha sacado a los suyos del Templo, de los cenáculos y de los sistemas eclesiásticos: Id por todo el mundo

06. PAR ASCENDER, HAY QUE DESCENDER
.

La Ascensión a los cielos pasa por el descenso a los infiernos. Jesús -el que no era ni tenía pecado- descendió en el río Jordán a lo más profundo del mal, de las desgracias y tristezas humanas.

Jesús fue elevado a la cruz con toda esa massa damnata (masa-humanidad condenada), toda la humanidad caída a la cruz, y de la cruz al cielo. Mirarán al que transpasaron.

Nuestra Ascensión pasa por el descenso a los bajos fondos (infiernos) de los empobrecidos, deprimidos, pisoteados, drogadictos, de las mujeres vejadas, maltratadas, de todos los marginados; también hemos de descender a nuestros propios hundimientos.

También resuena para nosotros:

MIRAD AL CIELO COMO ESPERANZA.
ID POR TODO EL MUNDO Y PREDICAD EL EVANGELIO.

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(Pascua 9). Manual para exorcistas y carismáticos. Ascensión y misión (Mc 16,15-20).

Martes, 19 de mayo de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

El evangelio de este domingo de la Ascensión, tomado del apéndice “canónico” (no del texto original) de Marcos, es uno de los textos más significativos de la historia de la iglesia, “manual” de exorcistas y carismáticos.

Un texto extraño, abrupto, que rompe el “discurso” anterior de Marcos (que acaba en Mc 16, 8) y ofrece un compendio de la misión cristiana, desde una perspectiva carismática y milagrosa de decisión, valentía (osadía) y esperanza, pero con el riesgo de insistir en aspectos “milagrosos” que no responder al texto anterior del evangelio.

— Un texto añadido por un “redactor” eclesial. A mediados del s. II, algunos manuscritos comenzaron a incluir tras Mc 16, 8 un apéndice, que antes circulaba quizá de forma independiente, con un compendio de experiencias pascuales, y un mandato misionero con la Ascensión del Señor (que ahora presentamos: Mt 16, 15-20). Este pasaje recoge, en forma de resumen o compendio, algunos testimonios fundamentales de la experiencia pascual y del comienzo de la Iglesia.

La inclusión hizo fortuna y desplazó, y luego eliminó del texto actual de Mc, otro final no canónico más pequeño. Desde entonces, este pasaje se añadw en los manuscritos más utilizados y en el texto “canónico” del Nuevo Testamento (A C D W)

images2— Es un pasaje espléndido, que expresa la fe de una iglesia antigua, quizá la de Roma, un compendio del cristianismo de milagros, formulado de manera abrupta, radical. Éstos son los signos de la Ascensión y de la Fe en Cristo, conforme a este pasaje:

– expulsar demonios, liberar así a un mundo endemoniado,
– hablar todas las lenguas, abriendo un espacio universal de palabra,
– inmunizarte a todos los venenos, no dejar que el mal te invada,
– curar a los enfermos, hacer un mundo sano?

Este evangelio del domingo de la Ascensión ofrece el mejor “manual” de exorcistas y carismáticos de la Iglesia. Ninguno de los manuales posteriores de la iglesia (ni los antiguos, como en de la imagen 1), ni los nuevos (como los que están surgiendo por doquier en la iglesia actual) es superior a éste del final canónico de Marcos.

Esta experiencia está en el fondo de la Iglesia: Expulsar “demonios”, curar enfermos, vivir en salud… hablar todas las lenguas… (como he puesto de relieve en mi Comentario de Marcos,VD, Estella 2013, 2ª imagen)

Esta postal reelabora un texto antiguo, insistiendo en la necesidad de recuperar desde el fondo del Evangelio de Marcos los “exorcismos” y “sanaciones”, con la experiencia de salvación (que es la fe), pero sin condena expresa de los no creyentes, como se ha venido diciendo (la palabra aquí empleada, katakrinô, no significa sin más condenar, sino dejar en manos del juicio de Dios en Cristo). Buen domingo a todos.

Texto Mc. 16,15-20. Misión cristiana

(a. Envío) 15 Jesús resucitado les dijo (a todos los discípulos): Yendo a todo el mundo, proclamad el evangelio a toda creatura

(b. Juicio) 16 Quien crea y sea bautizado, se salvara; quien no crea, será juzgado.

(c. Señales) 17 Estas señales acompañarán a los creyentes: expulsarán demonios en mi nombre, hablarán en lenguas nuevas, 18 y tomarán serpientes venenosas en sus manos, y si bebieran algo venenoso no les hará daño, impondrán las manos sobre los enfermos y éstos sanarán. 19 Por su parte, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo – y se sentó a la derecha de Dios.

(d. Cumplimiento) 20 Ellos, pues, saliendo, predicaron por todas partes (pantakhou), con la cooperación el Señor (Kyrios) y el fortalecimiento de la Palabra (Logos), por medio de las señales que les seguían

De manera sistemática y precisa se exponen aquí los elementos principales de la pascua de Jesús y de la misión eclesial, en un pasaje condensado que ofrece semejanzas doctrinales y formales con 1 Cor 15,5-7; Mt 28,16-20; Jn 20,19-23; Lc 24,36-49; Hch 1,6-8 y otros pasajes que exponen, resumen y definen la misión cristiana. De manera sorprendente, el nuevo esquema incluye rasgos que parecen arcaicos (algunos signos que harán los misioneros) y otros que pudieran tomarse como ya avanzados dentro del mensaje y camino de la Iglesia.

16,15. El gran envío

Id a todo el mundo (kosmos) y proclamad el evangelio a toda creatura (ktisis).

Éste es el envío mesiánico universal, el acta fundacional de la Iglesia, a partir de los Once y del resto de la iglesia primitiva, que se había reunido para llorar por Jesús. Después de haberles reprendido por su incredulidad, Jesús les envía a todo el cosmos (eis ton kosmon apanta), conforme a un programa que aparecía ya en 13, 10 (todas las gentes) y en 14, 9 (todos el cosmos). Es un esquema de universalidad que hallamos también en otros textos como Col 1,6 (kosmos) y 1,23 (toda la creación: pasê te ktisei) y Mt 28,18-19 (todas las gentes: panta ta ethnê),

El contexto israelita ha desaparecido, de manera que ya no hay misión primera y especial a los judíos, como supone Hech 8 (primero Jerusalén, luego Judea, Samaría, y finalmente todo el mundo…), sino que la misión cristiana se extiende desde el principio a todo el mundo, vinculándose as todos los pueblos (nivel humano) con la creación entero. Es evidente que estamos en contexto universal, de tipo cósmico. Desaparecen los pueblos en cuanto distintos (incluido el israelita; cf. Mt 28,19); surge la humanidad, emerge el cosmos como abierto a la palabra de los misioneros.

La iglesia proclama el “evangelio” (es decir, la buena noticia de Jesús). No se habla aquí de dogmas especiales, ni de un tipo de Trinidad (como en Mt 28, 16-20), ni de un tipo de Encarnación del Logos (como en el conjunto de Jn)… No se habla, en modo alguno, de imperativos legales o morales. El contenido del mensaje de la Iglesia es el evangelio, la Buena Nueva del Reino de Dios.

16, 16. Bautismo y juicio

Quien crea y sea bautizado, se salvara; quien no crea, será condenado.

Este pasaje se encuentra cerca de Mt 28,16-20, pero con una estructura dual (de talión escatológico, de salvación-condena), que está más cerca de Jn 20,23: «a quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos» (cf. también Mt 16,19). En este contexto se vinculan la referencia a Jesús (fe) y la identificación eclesial (bautismo), que aparecen ahora como “medios”. Igual que en la otra conclusión no canónica (16, s/n), aquí no se habla de la llegada del Reino que anunció Jesús, sino de la salvación eterna (sôthêsetai). En este contexto se oponen los dos caminos clásicos de la tradición apocalíptica de Israel (y del helenismo).

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Dom 17.5.15 Ascensión, una disputa de papas ¿Cuándo empieza el cielo?

Lunes, 18 de mayo de 2015
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Del blog de Xabier Pikaza:

220px-Papa_Ioannes_Vicesimus_SecundusEn diversas ocasiones, de diversas formas al llegar la Ascensión he comentado los textos de la Biblia, y he presentado la culminación del camino de Jesús, del que se dice que “resucitó, subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre), utilizando las diversas lecturas de los evangelios que se leen por ciclos este día.

Quien quiera mantenerse en ese plano y evocar los supuestos y sentido del tema bíblico y litúrgico podrá buscar las reflexiones que he venido ofreciendo en estos años sobre sobre el tema, o quedarse simplemente con los textos de la Biblia y con su propia imagen del cielo.

Pro hoy he preferido retomar nuevamente la “aventura” eclesial de un Papa que se atrevió a tener una opinión clásica sobre este tema, siendo condenado por el papa siguiente.

El papa condenado se llamaba Juan XXII y su historia es de las más significativas del magisterio de la Iglesia. Fue un gran condenador, quizá el más audaz de los papas medievales… y sus condenas (contra Marsilio, Ockam y Eckhart) nos resultan hoy por lo menos “molestas” (y en general no les hacemos caso, al menos en un sentido), porque la historia posterior ha marchado en una línea diferente.

 

Papa_Benedictus_DuodecimusEl papa condenador se llamaba Benedicto XII, un hombre también inteligente, buen escolástico. aunque menos que Juan XXII, un “espiritual” que separaba al alma del cuerpo y creía que la salvación de los justos es básicamente espiritul (no corporal).

Ciertamente, los que somos teólogos de oficio tomamos en serio aquella contienda, solemos inclinarnos por las razones de Juan XXII, pero también sopesamos el valor de la condena de Benedicto XII, lo que significa que tendemos a dejar el tema abierto.

Puede parecer un tema “bizantino”, en el mal sentido de la palabra, pero no lo es, porque en el fondo está el sentido de la vida y de la muerte, de la salvación como salida de la “carne” o como compromiso en la carne de la historia, como podrá seguir viendo quien se mantenga en el blog.

Buen día de la Ascensión de Cristo, que no cae ya en Jueves, sino en domingo, día de fiesta, de culminación de la pascua Cristo. El mismo Jesús aparece hoy como cielo.

Imágenes tradicionales de los dos papas implicados en aquella vieja (y moderna) contienda sobre el cielo: Juan XXII y Benedicto XII

Juan XXII (1249-1334)

fue un pensador y papa gascón, de origen humilde, en contra de lo que solía pasar en aquel tiempo. Estudió Teología y Derecho en Montpellier y Paris, siendo después profesor de Derecho en Toulouse. El año 1310 fue nombrado arzobispo de Avignon y el 1316, tras un largo período de “sede vacante” fue elegido Papa y ejerció desde Avignon un ministerio que está lleno de conflictos teológicos: se opuso a Marsilio de Padua (uno de los creadores de la política moderna), condenó a Eckhart (el más significativo de los místicos) y excomulgó a G. de Ockam (el mayor pensador de aquel tiempo).

Fueron famosas sus condenas, poco oportunas, sin duda… y muchos dicen que poco acertadas. Pero el hecho más significativo de su pontificado, en el plano del pensamiento cristiano, está vinculado a la disputa sobre la visión beatífica.

1. Visión beatífica. El error de un Papa.

Conforme a la tradición generalizada de la Iglesia católica moderna, los justos pueden “ver” y ven a Dios después de la muerte, sin necesidad de esperar la llegada del juicio final, de manera que “van al cielo” en el momento de la muerte. Pues bien, en contra de eso, siguiendo una doctrina antigua, que parece fundarse en Ap 6, 9 y en el trasfondo judío de la iglesia, Juan XXII pensaba que hasta la llegada del juicio final y la implantación total del Reino de Dios, los justos no verán totalmente a Dios, sino que contemplarán únicamente la humanidad de Cristo, manteniéndose a la espera de la resurrección completa.

En otras palabras… el este papa afirmaba que el cielo llegaría sólo al final de los tiempos, y que hasta entonces están y estaremos todos en camino. Cuando culmine la historia llegará entonces el cielo, resucitará Jesús del Todo, y ascenderá hasta Dios Padre, con María su Madre y todos los salvados. Sólo entonces se podrá hablar en plenitud de ascenso al cielo.

Juan XXII expuso estas opiniones en algunos discursos y sermones que proclamó a finales del año 1331 y comienzos del 1332. De manera previsible, parte de la Curia Papal se opuso y Felipe VI, rey de Francia, nombró una comisión para que investigara el tema. El Papa aceptó el dictamen de la comisión
((imagináos hoy, una comisión para ver si el Papa defiende la buena doctrina, como quieren unos cinco cardenales y muchos obispos…).

Pues bien, Juan XXII aceptó el dictamen de la comisión, opuesto al suyo, y en la misma víspera de su muerte (el 3 del XII de 1334), quizá un poco forzado, extendió una bula donde se retractaba, declarando que “las almas purificadas, separadas de los cuerpos, están en el cielo, en el Reino de los cielos y en el paraíso, con Cristo, en la compañía de los ángeles” (DH 991).

Su sucesores, el papa Benedicto XII, aceptó esa retractación de Juan XXII, pero, no contento con ella, publicó más tarde, el 19 de enero de 1336, una Constitución llamada “Benedictus Deus” en la que propone, en contra del papa anterior, la doctrina que desde entonces se toma como oficial en la Iglesia católica, . En ella se suponen dos cosas:

— que por la muerte las almas se separan de los cuerpos;
— que las almas de los justos (no sus cuerpos) suben al cielo en el mismo momento de la muerta.


2. Los justos ven a Dios tras la muerte. Juan XXII, un papa condenado

La Bula del Papa Benedicto XII define «por autoridad apostólica que han de valer para siempre, las cuatro proposiciones que siguen: Leer más…

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“Confianza y responsabilidad”. Ascensión del Señor – B (Marcos 16,15-20)

Domingo, 17 de mayo de 2015
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AscensiónAl evangelio original de Marcos se le añadió en algún momento un apéndice donde se recoge este mandato final de Jesús: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación». El Evangelio no ha de quedar en el interior del pequeño grupo de sus discípulos. Han de salir y desplazarse para alcanzar al «mundo entero» y llevar la Buena Noticia a todas las gentes, a «toda la creación».

Sin duda, estas palabras eran escuchadas con entusiasmo cuando los cristianos estaban en plena expansión y sus comunidades se multiplicaban por todo el Imperio, pero ¿cómo escucharlas hoy cuando nos vemos impotentes para retener a quienes abandonan nuestras iglesias porque no sienten ya necesidad de nuestra religión?

Lo primero es vivir desde la confianza absoluta en la acción de Dios. Nos lo ha enseñado Jesús. Dios sigue trabajando con amor infinito el corazón y la conciencia de todos sus hijos e hijas, aunque nosotros los consideremos «ovejas perdidas». Dios no está bloqueado por ninguna crisis.

No está esperando a que desde la Iglesia pongamos en marcha nuestros planes de restauración o nuestros proyectos de innovación. Él sigue actuando en la Iglesia y fuera de la Iglesia. Nadie vive abandonado por Dios, aunque no haya oído nunca hablar del Evangelio de Jesús.

Pero todo esto no nos dispensa de nuestra responsabilidad. Hemos de empezar a hacernos nuevas preguntas: ¿Por qué caminos anda buscando Dios a los hombres y mujeres de la cultura moderna? ¿Cómo quiere hacer presente al hombre y a la mujer de nuestros días la Buena Noticia de Jesús?

Hemos de preguntarnos todavía algo más: ¿Qué llamadas nos está haciendo Dios para transformar nuestra forma tradicional de pensar, expresar, celebrar y encarnar la fe cristiana de manera que propiciemos la acción de Dios en el interior de la cultura moderna? ¿No corremos el riesgo de convertirnos, con nuestra inercia e inmovilismo, en freno y obstáculo cultural para que el Evangelio se encarne en la sociedad contemporánea?

Nadie sabe cómo será la fe cristiana en el mundo nuevo que está emergiendo, pero, difícilmente será «clonación» del pasado. El Evangelio tiene fuerza para inaugurar un cristianismo nuevo.

José Antonio Pagola

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“Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.”. Domingo 17 de mayo de 2015. Ascensión del Señor

Domingo, 17 de mayo de 2015
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33-AscensionB cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 1,1-11: Lo vieron levantarse.
Salmo responsorial: 46: Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Efesios 1,17-23: Lo sentó a su derecha en el cielo.
O bien:Efesios: 4,1-13:
A la medida de Cristo en su plenitud.
Marcos 16,15-20: Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

El tema protagonista de este domingo es, indiscutiblemente, «la Ascensión», la subida misma de Jesús al cielo. Un segundo tema es el de «el mandato misionero» que el autor de los Hechos de los Apóstoles que compuso aquella escena puso en boca de Jesús.

En el primer tema, «la ascensión misma», no serán pocos los predicadores que simplemente la darán por supuesta, como indubitablemente histórica en su literalidad textual; habrá creyentes sencillos, de los que de hecho todavía creen que Jesús emprendió una ascensión real, una subida física y vertical, «hacia el cielo», que saldrán de la misa con la misma fe de siempre en la Ascensión, la misma que tuvieron nuestros abuelos, y los abuelos de sus abuelos.

Otros predicadores tratarán el tema de la ascensión con una calculada ambigüedad en sus palabras, de forma que no afirme explícitamtente la historicidad literal de «la subida», pero tampoco la cuestione; simplemente, dejarla ahí, y saltar por encima de ella para centrarse en el segundo tema, el del mandato misionero.

Una tercera actitud sería la de abordar el tema «agarrando el toro por los cuernos», es decir, haciendo caer en la cuenta a los fieles, explícitamente, de que hoy día, ser cristiano no implica en absoluto la necesidad de creer en una «subida física de Jesús» hacia ninguna parte. No vamos a extendernos aquí en un tema que requiere una explicación clara y detallada. Recomendamos más bien la lectura de este iluminador texto de Leonardo Boff, que puede ser tomado de la biblioteca de los Servicios Koinonía, aquí: http://www.servicioskoinonia.org/biblico/textos/ascension.htm Predicar claramente sobre estos elementos tan elementales, hacerlo con pedagogía y con delicadeza, sin brusquedad de «rompe y rasga», es algo que los fieles suelen agradecer –incluso explícitamente, yendo a la sacristía, tras la misa-. Recomendamos vivamente el texto también para utilizarlo en la reunión de estudio bíblico, o incluso para el estudio personal.

El tema del mandato misionero está asociado a la Ascensión por tradición. El final del evangelio de Marcos es el que asocia un mandato misionero de Jesús en el momento de «su despedida antes de partir para el cielo». Hoy sabemos que tal despedida-subida no es histórica, sino una genial composición literaria de Lucas, y que el capítulo final del evangelio de Marcos es añadido posterior, no original. Nada de ello daña en nada a la Misión, que no recibe su fuerza de que realmente fuera proclamada precisamente en la escena de la Ascensión. La Misión tiene otro fundamento, ajeno a la historicidad de la escena de la Ascensión. Por eso no beneficia a la Misión justificarla con un procedimiento mítico: «Jesús, antes de subir al cielo para irse al lugar de donde habría venido, al despedirse, pidió a sus amigos asumir la misión, ahora en una nueva etapa, hacia los confines del mundo». Proceder así, con esta argumentación «mítica» -que ha sido una argumentación bien radicional, empequeñece la misión, porque rebaja sus fundamentos hasta la categoría del mito. Qué sea la misión y qué fundamento tenga, habrá de definirse desde otros fundamentos.

Podemos proclamar aquí, muy oportunamente, un principio conocido en el ámbito de «los nuevos paradigmas»: no necesitamos nuevas interpretaciones elaboradas desde los viejos presupuestos, sino propuestas nuevas pero desde presupuestos realmente nuevos. No refritos de los ingredientes de siempre, sino una teología realmente nueva, desde presupuestos nuevos, aunque pueda resultar chocante de entrada.

Nota: No hay capítulo de la serie «Un tal Jesús» que recoja este evangelio; puede utilizarse el capítulo 130. Leer más…

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17.5.15. Ascensión, un relato cristiano, un símbolo de fe

Domingo, 17 de mayo de 2015
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

El “artículo” del Credo relativo a la Ascensión de Jesús (subió a los cielos) forma parte del gran relato cristiano y es, a la vez, un símbolo de fe, no una idea, ni un argumento, ni un teorema, en sentido abstracto.

Esa palabra (subió a los cielos) no tiene sentido para aquellos que se mueven fuera del campo de vida cristiana o no tienen experiencia de fe. Por eso, todo intento de demostrar su verdad en general no sólo es inviable, sino contraproducente.

Ésta es una palabra de fe, un camino de vida creyente…Sólo quien se mantiene en la la línea del Cristo, en búsqueda de Reino y en amor compartido puede hablar de Ascensión de Jesús.

Sólo aquellos que caminan con Jesús, aquellos que le siguen y comparten su tarea de Reino (al servicio de la Humanidad Plena de Dios) pueden formular y entender esta palabra, como relato y símbolo.

AscensionAsí queremos presentarla ahora, este día de la Ascensión 2015, recordando que ella evoca la “subida” de Jesús, un ascenso de plano, que no conduce simplemente al más allá, sino a la hondura (al don y compromiso) de la fe cristiana.

Jesús no ha subido simplemente al lugar o estado anterior (como si fuera un ser divino que simplemente baja para volver luego a la altura donde estaba previamente); a través de su ascensión, elevación o cumplimiento pascual, Jesús ha venido a ocupar (a suscitar) un lugar (estado, forma de ser) que previamente no existía, culminando así la creación. En ese sentido decimos que vuelve a los hombres (está volviendo) para ofrecer su lugar a los creyentes, como supone Jn 14, 1-10.

La Ascensión forma parte del relato quizá más profundo de la historia de la humanidad, es un Símbolo de Vida para millones de creyentes. Por eso será bueno conocer sus dos aspectos.

1. RELATO CREYENTE

La tradición más antigua de la iglesia identifica resurrección y ascensión: Jesús ha nacido (rena¬cido) como Hijo de Dios, en poder, por la resurrección de entre los muertos (Rom 1, 1 3); Dios le ha exaltado/elevado y le ha sentado a su derecha, dándole el Poder supremo, de manera que al nombre de Jesús se postren todos los poderes del cielo y de la tierra (Flp 2, 9 11).

En esta visión triunfal del Cristo ha jugado un papel importante el Salmo 110, que la iglesia ha entendido de forma cristológica: «Dijo el Señor a mi Señor: siéntate a mi derecha, hasta que ponga a tus enemigos como escabel de tus pies» (Sal 110, l; cf. Hech 2, 34 35; Mt 22, 44 par). El mismo Dios Yahvé, que ahora se viene a desvelar como Padre, ha entronizado a su derecha al Hijo, que es Señor y Cristo de los cielos y la tierra (cf. Mc 14, 62 par).

(1) El tema en Lucas-Hechos.

En esta línea ha dado un paso más el autor de Lucas Hechos (=Lucas), interpretando la victoria mesiánica del Cristo en forma de Ascensión. En sentido estricto, su relato de la Ascensión constituye una forma de expresar la resurrección y glorificación de Jesús y así lo muestra al final de su evangelio (Lc 24, 50-53) y al comienzo de los Hechos (Hech 1, 1-11), para culminar de esa manera las apariciones de la pascua y para señalar que el Cristo se sitúa y nos sigue acompañando desde un nivel más hondo de realidad.

Por representar las cosas de esa forma, Lucas ha tenido que poner un límite temporal a las apariciones pascuales. En un primer momento no era necesario trazar unas fronteras entre el tiempo de pascual y el comienzo de la vida de la iglesia (cf. 1 Cor 15)… Pero, en un determinado momento, una vez que los creyentes fueron tomando distancia en relación con los principios de la pascua, resultaba necesario precisar las fronteras del primer tiempo de pascua, para distinguirlo de las etapas posteriores.

(2) Tiempo de Pascua y Ascensión.

Así lo que ha formulado Lucas de manera canónica, ofreciendo el esquema de la liturgia posterior de la iglesia.

(a) Hubo un tiempo de pascua, centrado en los cuarenta días de las apariciones de Jesús a los apóstoles. Aquellos fueron días de nacimiento: tiempo de la gran recreación y de enseñanza final para los discípulos antiguos, como un idilio de comunicación entre Jesús y sus discípulos. Los que tuvieron la fortuna de vivir aquellos días participaron de un acontecimiento único que ya no volverá a repetirse nunca más dentro de la historia (cf. Hech 1, 1-5).

(b) Ese tiempo ha culminado y terminado en la Ascensión. Jesús tiene que marcharse de este mundo: dejar su antigua forma de presencia. Así aparece claramente en el gesto solemne del ascenso al cielo, desde el Monte de los Olivos (Lc 24, 50-53; Hech 1, 6-11). De ahora en adelante los cristianos ya no pueden apelar a nuevas formas de revelación fundante de Jesús. El tiempo de pascua ha terminado. Ya no pueden darse más apariciones normativas del Señor resucitado, porque la época pascual ha pasado.

(3) Relato de la Ascensión.

Posiblemente, Lucas ha reelaborado tradiciones anteriores que hablaban de una aparición de Jesús en la montaña, en la línea de Mt 28, 16-20. Pero no ha situado esa montaña en Galilea (en un lugar desconocido), sino al lado de Jerusalén, en el Monte de los Olivos, lugar por donde pasan y paran gran parte de los peregrinos, para ver la Ciudad Santa (cf. Mc 13 3).

Pues bien, Jesús sube con sus discípulos a esa montaña, pero no para quedarse allí, sino para Ascender al misterio de Dios, a la plenitud de la gloria, para sentarse a la derecha de Dios Padre (cf. Hech 2, 33). De esa forma, la aparición en la montaña se convierte en última aparición, la visión pascual se vuelve experiencia de despedida:

«Jesús les dirigió fuera (de la ciudad), hacia Betania y levantando las manos les bendijo. Y sucedió que al bendecirles se separó de ellos y se elevaba hacia el cielo» (Lc 24, 50-51).

(4) Ascensión y reino de Dios.

El libro de los Hechos ha precisado el tema, introduciendo una última conversación de Jesús con sus discípulos: «Los discípulos le preguntaron diciendo: «¿Es éste el tiempo en que debes restablecer el reino de Israel? Jesús les dijo: no os es dado conocer los tiempos y señales pues el Padre los ha puesto bajo su dominio; pero recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que vendrá sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra» (Hech 1, 6 8).

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Ascensión del Señor. CICLO B. Triunfo y misión

Domingo, 17 de mayo de 2015
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Ecce Homo +Elisabeth Ohlson Wallin+1998Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

            Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos. Pero lo hace con notables diferencias.

En el Evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.

Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

La idea de la ascensión resulta chocante al lector moderno por dos motivos muy distintos: 1) no es un hecho que hayamos visto; 2) se basa en una concepción espacial puramente psicológica (arriba lo bueno, abajo lo malo), que choca con una idea más perfecta de Dios.

Precisamente por esta línea psicológica podemos buscar la explicación. Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.

Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús.

En mi primer libro, querido Teófilo, escribí de todo lo que Jesús fue haciendo y enseñando hasta el día en que dio instrucciones a los apóstoles, que había escogido, movido por el Espíritu Santo, y ascendió al cielo. Se les presentó después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, y, apareciéndoseles durante cuarenta días, les habló del reino de Dios. Una vez que comían juntos, les recomendó:

̶  No os alejéis de Jerusalén; aguardad que se cumpla la promesa de mi Padre, de la que yo os he hablado. Juan bautizó con agua, dentro de pocos días vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo.

Ellos lo rodearon preguntándole:

̶  Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino de Israel?

Jesús contestó:

̶  No os toca a vosotros conocer los tiempos y las fechas que el Padre ha establecido con su autoridad. Cuando el Espíritu Santo descienda sobre vosotros, recibiréis fuerza para ser mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines del mundo.

Dicho esto, lo vieron levantarse, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Mientras miraban fijos al cielo, viéndolo irse, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

̶  Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que os ha dejado para subir al cielo volverá como le habéis visto marcharse.

Sentarse a la derecha de Dios como imagen del triunfo (Efesios 1,17-23)

La segunda lectura de hoy es muy interesante para interpretar rectamente la fiesta de hoy. No habla de la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos.

Hermanos: Que el Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo. Ilumine los ojos de vuestro corazón, para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder para nosotros, los que creemos, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, potestad, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no sólo en este mundo, sino en el futuro. Y todo lo puso bajo sus pies, y lo dio a la Iglesia como cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que lo acaba todo en todos.

Subir y sentarse a la derecha de Dios, pero insistiendo en la misión (Marcos 16,15-20)

El final del evangelio de Marcos une las dos imágenes: «fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios». Una forma muy humana de hablar, pero habitual en la Biblia. Jesús subió triunfalmente al cielo y ahora sigue ocupando la máxima dignidad junto a Dios Padre.

Pero el evangelio concede más importancia aún al tema de la misión de los apóstoles, como se advierte comparándolo con la 1ª lectura.

En Hechos, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo, que les dará fuerzas para ser sus testigos en todo el mundo.

En Marcos, el tema de la misión se trata en cinco puntos:

1) Orden de ir al mundo entero a proclamar la buena nueva.

2) Esa noticia puede ser aceptada o rechazada, pero con consecuencias muy distintas en cada caso.

3) Se mencionan las señales que acompañarán a los misioneros: expulsión de demonios, don de lenguas, inmunidad ante ataques de serpientes, curaciones. Estas señales recuerdan lo que se cuenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles a propósito de Pablo.

4) En Hechos, la reacción de los discípulos es quedarse embobados mirando al cielo. En Marcos, se ponen en marcha de inmediato a pregonar el evangelio por todas partes.

5) En Hechos se habla de la fuerza del Espíritu Santo que acompañará a los apóstoles. En Marcos, «el Señor cooperaba y confirmaba el mensaje con las señales que lo acompañaban».

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: «Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.» Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

            Por eso, la Ascensión o triunfo de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

Los cuarenta días

            El evangelio no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Qué significa, y por qué lo introduce Lucas? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que Jesús se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario.

Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje

A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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“Mirando al cielo”, por Gema Juan, OCD

Domingo, 17 de mayo de 2015
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17160816429_294170961c_mDe su blog Juntos Andemos:

La vieja pregunta dirigida a un grupo de Galileos del siglo I, sigue resonando de época en época, en los oídos de la Iglesia de Jesús de Nazaret. «Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo?».

Así resumía Lucas la sorpresa de los discípulos de Jesús, al experimentar que Jesús seguía vivo y que depositaba en sus manos la increíble misión de prolongar su vida en la tierra. Quedaron deslumbrados y paralizados. Por eso, con la pregunta, los discípulos son lanzados a la arena de la vida, para continuar transmitiendo la buena noticia de Jesús.

Cuando Teresa preguntaba a sus hermanas: «¿Sabéis qué es ser espirituales de veras?», estaba preguntado en qué andaban. Si estaban plantadas mirando al cielo o si habían echado a andar «por el camino del amor…, por solo servir a su Cristo crucificado». Y advertía que lo espiritual no es estar «tan embebida que no pueda entender en nada» sino entender «en todo lo que es servicio de Dios».

Teresa tenía una larga experiencia, era observadora y sabía escuchar; había «tratado con tantas personas espirituales» que podía distinguir bien el paso de Dios que arrebata desde lo profundo, de la sensiblería espiritual que debilita el amor y entorpece la vida. Con ironía decía que, a veces, «todo nos parece arrobamiento y éxtasis».

El arrebato divino del que habla Teresa «no es como a quien toma un desmayo o paroxismo» sino que –sigue diciendo ella– quien lo experimenta ve que «nunca estuvo tan despierta para las cosas de Dios ni con tan gran luz y conocimiento de Su Majestad».

Frente a los espirituales que se quedan «plantados mirando al cielo», es decir, enganchados en cada novedad espiritual o en un momento intenso, incluso en ritos o penitencias, Teresa alienta una experiencia espiritual que desata para seguir a Jesús y ser voz de su Voz, que activa para el servicio y lleva a compartir el gozo descubierto.

También ella se había quedado en algún momento plantada, mirando al cielo. Decía: «Antes me parecía que para darme regalos en la oración era menester mucho arrinconamiento, y casi no me osaba bullir». Y durante un tiempo estuvo convencida de que las personas que estaban «siempre ocupadas en negocios y cosas muchas… pensaba yo en mí, y aun se lo decía, que no era posible entre tanta baraúnda crecer el espíritu».

Poco a poco, entendió que «no es menester ir al cielo, ni más lejos que a nosotros mismos» para mirar a Jesús y sentirle vivo. Que unirse a Él no era cosa de «abobamientos», que no resultan «otra cosa más de estar perdiendo tiempo allí» sino que quien quiere estar con Jesús de verdad, busca «trabajar y determinarse y disponerse con cuantas diligencias pueda a hacer su voluntad conformar con la de Dios».

Y aunque decía claramente que «bien es procurar más soledad para dar lugar al Señor y dejar a Su Majestad que obre», añadía que la obra de Dios es fortalecer a sus amigos para que puedan llevar una «vida que sea imitando a la que vivió su Hijo tan amado».

Las respuestas que da Teresa sobre qué es ser espirituales sacan de cualquier quietud interesada y llevan a entender que el cielo está en la tierra «para quien se contenta solo de contentar a Dios y no hace caso de contento suyo». Las respuestas de Teresa llevan a buscar a Jesús por el camino de la entrega, el camino que Él recorrió.

Lucas escribió que «Jesús se elevó a la vista de todos», Teresa escribirá cómo se sube con Él: dejándose marcar por la cruz y sirviendo; haciéndose esclavos, pero esclavos libres como Jesús, que eligen darse. Se sube andando el camino de la verdadera humildad, no queriendo estar por encima de nadie, andando en verdad.

Por eso, dirá: «Como somos inclinadas a subir (aunque no subiremos por aquí al cielo) no ha de haber bajar. ¡Oh, Señor, Señor! ¿Sois Vos nuestro dechado y Maestro? Sí, por cierto. Pues ¿en qué estuvo vuestra honra, Honrador nuestro? ¿No la perdisteis, por cierto, en ser humillado hasta la muerte? No, Señor, sino que la ganasteis para todos».

¿Es mucho? —pregunta Teresa. ¿Es mucho «querer servir en algo a quien tanto ve que debe»? Dirá que no, que todo es poco, aunque sea mucho y que merece la pena despertar y dejar de estar plantados mirando al cielo, porque «ayuda Dios a los que por Él se ponen a mucho, y que nunca falta a quien en Él solo confía».

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