Yulia Alióshina, primera política trans de Rusia: “Quiero sacar al colectivo LGTBI de las tinieblas”
Yulia Igorevna Alióshina, presidenta de Iniciativa Ciudadana en la región de Altái, en Siberia (Rusia), en un estudio de radio en Barnaúl en noviembre.
Yulia Igorevna Alióshina, presidenta del partido Iniciativa Ciudadana en la región de Altái, en Siberia, ha sido víctima de ataques desde que llegó al cargo en noviembre Yulia Igorevna Alióshina,
Javier Cuesta
La irrupción de la política trans Yulia Alióshina, de 31 años, como alto cargo del partido Iniciativa Ciudadana ha provocado una auténtica conmoción en una de las fortalezas más sólidas de la conservadora Rusia moderna: su sistema político. Apenas un mes después de ser elegida presidenta de la formación en la región de Altái, en Siberia, el Parlamento regional incumplió sus propias normas al vetarle el acceso a una sesión.
El eco de su nombramiento ha llegado hasta Moscú, donde los diputados de Rusia Unida de Vladímir Putin dicen que su partido “debe mandarla al infierno de una patada o disolverse”. Pese a los ataques, Alióshina aboga por la templanza. “Algunas personas me han dicho que esas palabras se debían a que soy transgénero. Puede ser [también] porque represento a un partido liberal y democrático. Es difícil sacar una conclusión”, responde con calma al otro lado del teléfono.
Iniciativa Ciudadana anunció el nombramiento en su web el 5 de noviembre. “No dijimos que soy una persona transgénero porque pensábamos que no hacía falta remarcarlo. Una de las principales posiciones del partido es que todo el mundo es igual, da igual si es trans o cis [persona que se siente identificada con su sexo anatómico]”, explicó a EL PAÍS en una primera conversación el 17 de noviembre. Después del anuncio, un periodista local contactó con ella y le habló sin tapujos de su condición. “Sí, le dije que soy transgénero. Supuse que, si no lo decía yo, lo dirían mis rivales políticos. Y creo que la política debe ser abierta y sincera, como en Europa”, explicó Alióshina en una segunda charla con este periódico. Tras aquella entrevista, “internet explotó”, según sus palabras.
Alióshina recalca que quiere hacer política para todos y que la discriminación por orientación o tendencia sexual es solo un tema más en su agenda, aunque admite la importancia del paso que ha dado: “El colectivo LGTBI se encuentra en Rusia inmerso en la oscuridad. El Gobierno hace que se encierre en el armario y no salga. Y si el Gobierno les hace esconderse, hay que hablar abiertamente. Además de otros objetivos importantes, mi aproximación a la política busca abrir la puerta a las personas trans, a los homosexuales y que esta parte de la sociedad salga de las tinieblas”.
Alióshina solo fue felicitada por sus compañeros de partido, incluido su fundador, el exministro de Boris Yeltsin, Andréi Necháyev. Sus rivales no se pusieron en contacto con ella. “No les gusto. No me han dicho absolutamente nada. Están en shock porque nunca hubo una persona transgénero en política”, asegura.
Sí se pronunció un diputado de la formación de Putin y conocido homófobo, Vitali Milónov, para “mandarla al infierno”. “Si el partido no está de acuerdo, debería ser prohibido”, dijo el legislador, que ve en su nombramiento “un intento de imponer el estereotipo occidental”. “Los valores LGTBI no pueden formar parte de la agenda política. Si lo prohibimos en el cine, también debería ser inaceptable que estén en la política rusa”, dijo en la radio Govorit Moskvá. La respuesta de Alióshina es contundente: “Según Freud, los mayores oponentes de las personas trans, homosexuales… suelen serlo ellos también, pero no quieren aceptarlo”.
“Hacía tiempo que buscaba un partido demócrata, liberal. Esto asusta a los partidos estatales de Rusia”, dice Alióshina.
Su primer revés político llegó el 16 de diciembre. El Parlamento de Altái le impidió acceder a una sesión pese a que había solicitado permiso con los dos días de margen que marca el reglamento para miembros no electos. Alióshina e Iniciativa Ciudadana decidieron no recurrir y abogaron por “la colaboración constructiva” con el resto de formaciones. Al hablar con ella en noviembre, ya vaticinaba que podría tener “algún problema” en el futuro. “Pueden emplear cualquier excusa. No mi condición de persona transgénero, pero sí mi nombre para rechazar mi registro, por ejemplo”.
Pese a no estar en el Parlamento nacional, Iniciativa Ciudadana es un partido conocido, especialmente tras postularse con esas siglas para las presidenciales de 2018 Ksenia Sobchak, opositora, periodista e hija del mentor político de Putin, Anatoli Sobchak. Alióshina, que se unió a la formación a principios de verano y llegó a la dirección regional pocos meses después por la renuncia de su antecesor, explica: “Hacía tiempo que buscaba un partido demócrata, liberal; una formación que defendiese las elecciones al estilo occidental. Esto asusta a los partidos estatales de Rusia”.
Su carrera en ese partido ha sido meteórica, pero no es una recién llegada. “La primera vez que me interesé por la política tenía 13 o 14 años. ¿Por qué Arnold Schwarzenegger podía ser gobernador en Estados Unidos y no el artista Mijaíl Yevdokímov en mi región?”, recuerda. Después estudió Derecho en la Universidad Estatal de Altái y entró en política. “Trabajé en campañas electorales, desde la propaganda a la asesoría legal en comicios”, recuerda Alióshina, que en 2012 decidió probar por su cuenta y se postuló para la Duma Municipal de Barnaúl, aunque la comisión electoral no validó sus firmas.
La política sabe que era mujer desde su adolescencia, aunque no recibió su pasaporte con su nombre, Yulia, hasta julio de 2020, tras un proceso de año y medio “muy, muy difícil”. “Cuando me dirigía al sexólogo y a los psiquiatras, todos me diagnosticaban de primeras que tenía una enfermedad mental. Si ese dictamen es confirmado, se rechaza el proceso”, explica. Ahora, con el nuevo pasaporte tiene todos los derechos que una mujer puede tener en Rusia. “Gracias a Dios, el Gobierno no impone ninguna limitación sobre mí y tengo derecho a casarme con un hombre”, afirma.
Alióshina, que no hizo pública su realidad después de su paso por la universidad, denuncia que esta cuestión sea tabú en las escuelas de Rusia: “Hay profesores que creen que si dicen a los niños que pueden cambiar de nombre o sexo, entonces esta reflexión les puede llevar a cambiar de género aunque no sean trans”.
Se siente afortunada por haber contado con el apoyo de sus amigos y de su madre, viuda. “Mi mamá fue profesora soviética. Al principio estuvo en shock; después hubo incomprensión y alejamiento. Al final, cuando ya conoció más este tema, cuando leyó por internet y trató con sexólogos, me aceptó. Fue duro, hablé con ella mucho tiempo, pero pienso que mi esfuerzo, mi tiempo y mi energía no los gasté en vano”.
Fuente El País
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