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Espiritualidad encarnada

Lunes, 8 de enero de 2024
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Tú, que no quieres, en modo alguno,
ser amado contra lo creado,
sino glorificado a través de la creación entera,
danos, hoy y cada día:

La atención a lo real en su riqueza
y en su compleja diversidad.

El coraje humilde para decidir y actuar
sin tener garantizado el acierto
y, menos aún, el éxito.

La paciencia para lo que sólo germina a largo plazo,
y que no está en nuestras manos acelerar.

Un vivir reconciliado con nuestro cuerpo y espíritu
imprevisibles, vulnerables, amables.

El trabajo, con su gozo y su fatiga,
y el sufrimiento por quienes no pueden trabajar.

Una apertura sin defensas
a la presencia de los otros,
que nos visitan y cambian
si dejamos que entren con su novedad.

Y si es necesario, desplázanos, Señor,
de nuestros caminos y seguridades
y llévanos por los que Tú conoces y quieres,
para poder escuchar tu voz de Padre.

Sólo así entenderemos tu encarnación.
Sólo así seremos bautizados.
Sólo así sentiremos que el cielo se abre.
Sólo así nos llenaremos de Espíritu Santo.
Sólo así podremos vivir como hijos amados.

*

Florentino Ulibarri

***

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Domingo, 8 de enero de 2023
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KÉNOSIS

Entra en picado
por aquella kenosis
que el Verbo aventuró
desnudamente,
de abismo en abismo,
hasta el foso fecundo de la muerte.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae, 1986

***

En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:

“Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?”

Jesús le contestó:

– “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así lo que Dios quiere.”

Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía:

“Este es mi hijo, el amado, mi predilecto.”

*

Mateo 3,13-17

***

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Fred, lo que quiero decirte es que eres amado, y lo que espero es que tú puedas escuchar estas palabras como te fueron dichas, con toda la ternura y la fuerza que el amor puede darles. Mi único deseo es que estas palabras puedan resonar en cada parte de tu ser: tú eres amado.

El máximo regalo que mi amistad pueda hacerte es el don de hacerte reconocer tu condición de “ser amado”. Puedo hacerte este don sólo en la medida en que lo quiero para mí mismo. ¿No es ésta la amistad: darnos uno al otro el don de “ser amados”? Sí, es la voz, la voz que habla desde lo alto y desde dentro de nuestros corazones, que susurra dulcemente y declara con fuerza: «Tú eres el amado, en tí me complazco». No es ciertamente fácil escuchar esta voz en un mundo lleno de otras voces que gritan: «No eres bueno, eres feo, eres indigno; eres despreciable, no eres nadie… y no puedes demostrar lo contrario».

Estas voces negativas son tan fuertes y tan insistentes que es fácil creerlas. Ésta es la gran trampa. Es la trampa del rechazo de nosotros mismos. En el curso de los años, he llegado a darme cuenta de que, en la vida, la mayor trampa no es el éxito, la popularidad o el poder, sino el rechazo de nosotros mismos. Naturalmente, el éxito, la popularidad o el poder pueden ser una tentación grande, pero su fuerza de seducción deriva a menudo del hecho de que forman parte de una tentación mayor, la del rechazo de nosotros mismos. Cuando se presta oídos a las voces que nos llaman indignos y no amables, entonces el éxito, la popularidad o el poder son fácilmente percibidos como soluciones atractivas. Pero la verdadera trampa, repito, es el rechazo de nosotros mismos.

*

H. J. M. Nouwen,
Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular,
Madrid s.f.

***

***

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“Navidad: cuando Dios mató a Dios”, por Luis Fernando González Gaviria.

Jueves, 5 de enero de 2023
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Navidad-Dios-mato_2517058284_16338991_660x371“La Navidad es don, pues a través de ella podemos de nuevo volver a repensar todo, renunciando al absolutismo teológico-dogmático que sigue prolongando en esta hora de la historia formas y esquemas anticuados”

“La opción radical de Dios ha sido todo lo humano, la Encarnación, la Kénosis. En Dios palpita la humanización del hombre que desea configurarse sin límite en esta hora de la historia”

“El Dios de los cristianos no es un sordo indiferente que escucha de vez en cuando las súplicas de sus hijos para dar alguna respuesta”

“La Encarnación es escándalo para quienes escrupulosamente desean abandonar su condición y volverse dioses, nada más anticristiano, pero al mismo tiempo es la única alternativa para volver a reconfigurar desde la experiencia de Jesús el rostro humano de Dios para todos”

Cada época trae consigo nuevos predicados, nuevas formas, nuevos paradigmas en los cuales se dice la realidad que nos acontece. Esta constante brota de la capacidad inagotable de futuro que habita en el interior del ser humano. La persona que está en el mundo tiene una fuerza que lo impulsa siempre hacia adelante, esta realidad está inscrita en su biología desde siempre. Somos esencialmente en evolución y Dios no escapa a este dinamismo.

Todavía resulta escandaloso atrevernos a mirar el pesebre. Las formas pintorescas en las que son exhibidos hoy, resultan siendo una apología al arte y no un referente de capacidad inagotable de sentido capaz de arropar al ser humano. El pesebre se volvió competencia abandonando su fuerza creadora de kénosis. En este entramado de posibilidades, una pregunta resulta más exigente para dar forma y respuesta a una deuda pendiente que los cristianos tenemos en el siglo XXI: ¿Qué decimos cuando decimos Dios? De la respuesta a la pregunta se vivirá a Dios como una opción de profundo sentido y libertad o una carga insoportable gestada en las defensas rancias y anacrónicas de los supuestos defensores de la verdad

Hemos volcado sobre Dios todo, menos la auténtica experiencia liberadora de Jesús (Cfr. Jn 10,10). Hemos puesto por encima estructuras, dogmas, poderes, interpretaciones amañadas, anacronismos obsoletos y nostálgicos, etc. Por estas y otras muchas razones, Dios resulta siendo insoportable, incomprensible, recalcitrante, todo lo antihumano. Volvimos a Dios un monstruo, producto de nuestras torpes proyecciones (Cfr. Mt 12, 1-8).

¿Será que lo que yo creo de Dios está en sintonía con la experiencia del Evangelio? ¿El Dios en quien creo es producto de mi frágil proyección o es de verdad la experiencia portadora de sentido de Jesús? ¿Lo que sabemos y hemos construido de Dios será más bien mis pretensiones egoístas y las de otros? Desde este ángulo, Freud tenía razón: “Dios no es más que una proyección infantil”. Cargamos a Dios de tantas palabras, forzamos tanto su demostración, nos atrincheramos ante el mundo creyendo que eran ellos los equivocados, que terminamos matando nosotros mismos la experiencia de lo divino en los demás.

La Navidad es don, pues a través de ella podemos de nuevo volver a repensar todo, renunciando al absolutismo teológico-dogmático que sigue prolongando en esta hora de la historia formas y esquemas anticuados. En Navidad Dios puede volver a decirse Él mismo, en sus coordenadas, en su autenticidad, en su salida inagotable de sí mismo al ser humano (Cfr. Éx 3, 7-9; Flp 2, 6-7). Navidad no es algo distinto a Dios, al Dios de Jesús que acontece desde el interior del ser humano hacia el otro, cualquier otro (Cfr. Evangelii Gaudium, #11).

El pesebre conmueve y escandaliza. El encorvamiento sobre nosotros, y desde el cual proyectamos falsamente a Dios, se cae a pedazos al ver que Él se ha humanizado hasta el extremo (Cfr. Jn 1,14). Su opción jamás ha sido la jerarquía, los títulos honoríficos, los puestos de poder, todo ello signo de una Iglesia en decadencia que sigue ahogando la experiencia de abajamiento (Cfr. Mateo 20,25). La opción radical de Dios ha sido todo lo humano, la Encarnación, la Kénosis. En Dios palpita la humanización del hombre que desea configurarse sin límite en esta hora de la historia.

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La única oportunidad que tenemos para ser verdaderamente humanos es matar a Dios, sin miedo, sin escrúpulos. Matar al Dios que nos alimentaron y en el que nos obligaron a creer. El único que puede hacer eso en nosotros es Dios mismo, más aún, ya lo hizo. La Encarnación rompe con nuestras lógicas proyectivas y nos lanza a un nuevo horizonte de humanización que nos ubica en el mundo, y desde el mundo, saber que la Encarnación nos devuelve la mirada profundamente humana, nos impulsa a ir al interior, nos llama desde lo que somos a descubrir una presencia que nos habita y trasciende (Cfr. 1 Juan 1, 1-4).

En Navidad descubrimos que el Dios de los cristianos no es una fuerza que está más allá del cosmos, en las alturas insondables del cielo donde el ser humano apenas puede dar una mirada sin más. El Dios de los cristianos no es un fugitivo que después de la creación se desentendió de su obra y mira pasivamente lo que ocurre en ella. El Dios de los cristianos no es un sordo indiferente que escucha de vez en cuando las súplicas de sus hijos para dar alguna respuesta. El Dios de los cristianos es existencia concreta, realidad dada y acontecida que hace historia en plural; es la Vida misma que corre por nuestras venas, de esta manera, “Dios se ha hecho hombre en Jesús: él se ha expresado en este hombre y en este hombre se ha ligado para siempre a la humanidad” (Anselm Grün – La fe de los cristianos, 2007).

Ante las falaces y distorsionadas comprensiones del ser humano que se dan en nuestro tiempo, el Dios de los cristianos acontece como respuesta desde las entrañas del mundo (Cfr. Juan 1, 1-18). Humanándose hasta el extremo da su respuesta, aleja de sí el fatalismo apologético que encierra en conceptos la vida y abre para nosotros el hecho vital dinámico como don en gasto. El Dios de la Navidad, que es el Abbá de Jesús, se autodona en la historia y en la realidad, escenarios estrechamente humanos y desde los cuales podemos entenderlo de manera siempre nueva.

La claridad del acontecimiento Encarnacionista permite reelaborar la imagen de Dios desde nuestro ser, nos obliga a abandonar los sueños idílicos e infantiles de ser dioses y nos permite resituarnos en la historia como lugar teológico por excelencia. Dios y el hombre se reconocen, ambos acontecen. En el don del uno para el otro quedan transformados, afectados hondamente hasta el punto que ya no serán los mismos, de esta manera, el misterio de la encarnación es central, de manera que, desde ese misterio insondable, Dios empieza a ser para nosotros diferente. Porque, en la encarnación, Dios se funde y se confunde con lo humano. Hasta el punto de que ya no es posible ni entender, ni acceder a Dios, prescindiendo de lo humano y, menos aún, entrando en conflicto con lo humano, con todo lo que es verdaderamente humano y, por tanto, con todo lo que nos hace felices a los humanos, nos realiza, nos perfecciona y nos hace gozar y disfrutar de la vida humana en toda su amplitud y hermosura (José María Castillo – La humanización de Dios, 2005).

En una realidad desencantada por todo lo humano, con ansias desenfrenadas de superar lo humano, Dios quiere ser el más humano de todos. La carne, la nuestra, la que nos cubre, es poesía exquisita de Dios para este momento histórico. El misterio que encierra la palabra Dios, usada y abusada a lo largo del tiempo, se va aclarando en la medida que seamos conscientes que Él nos habita, que está dentro. La Encarnación es escándalo para quienes escrupulosamente desean abandonar su condición y volverse dioses, nada más anticristiano, pero al mismo tiempo es la única alternativa para volver a reconfigurar desde la experiencia de Jesús el rostro humano de Dios para todos. En Navidad Dios dejó de ser lo que pensamos y proyectamos, en Navidad Dios mató a Dios y empezó a palpitar en nosotros el Misterio de su presencia para siempre.

Fuente Religión Digital

Biblia, Espiritualidad , , , ,

“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Domingo, 9 de enero de 2022
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KÉNOSIS

Entra en picado
por aquella kenosis
que el Verbo aventuró
desnudamente,
de abismo en abismo,
hasta el foso fecundo de la muerte.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae, 1986

***

Así dice el Señor:

“Tú eres mi Hijo, el amado, el predilecto”

 (Lucas 3, 22)

.

Mirad a mi siervo, a quien sostengo; mi elegido, a quien prefiero.

Sobre él he puesto mi espíritu, para que traiga el derecho a las naciones.

No gritará, no clamará, no voceará por las calles.

La caña cascada no la quebrará, el pábilo vacilante no lo apagará.

Promoverá fielmente el derecho, no vacilará ni se quebrará, hasta implantar el derecho en la tierra, y sus leyes que esperan las islas.

Yo, el Señor, te he llamado con justicia, te he cogido de la mano, te he formado, y te he hecho alianza de un pueblo, luz de las naciones.

Para que abras los ojos de los ciegos, saques a los cautivos de la prisión, y de la mazmorra a los que habitan las tinieblas.”

*

(Isaías 42, 1-4. 6-7)

***

 “Jesús, que no tiene pecado, se pone en fila con los pecadores, esperando ser bautizado por Juan. Cuando Jesús comienza su ministerio, elige entrar en solidaridad con la humanidad pecadora… Jesús elige el camino de la humildad. No aparece con fanfarrias como un salvador poderoso, anunciando un nuevo orden. Por el contrario, viene calladamente, con muchos de los pecadores que van a recibir el bautismo de arrepentimiento… En las tentaciones que siguieron, se hace claro cuán radical es esta elección… Es difícil creer que Dios nos revelaría su presencia divina en el hombre de Nazaret humilde y que se autodespoja. Hay tanto en mí que busca influencia, poder, éxito y popularidad. El camino de Jesús es el camino del ocultamiento, la impotencia y la pequeñez. Sin embargo, cuando entre en comunión verdadera y profunda con Jesús, descubriré que este camino pequeño es el que lleva a la paz real y a la alegría.

En esta fiesta del bautismo del Señor, rezo por el coraje de elegir el camino pequeño y seguir eligiéndolo”.

*

Henri Nouwen

Camino a casa. Un viaje espiritual

LUMEN

***

El pueblo estaba a la expectativa y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías.

Entonces Juan les dijo:

Yo os bautizo con agua; pero viene el que es más fuerte que yo, a quien no soy digno de desatar la correa de las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego.

Un día en que se bautizó mucha gente, también Jesús se bautizó. Y mientras Jesús oraba se abrió el cielo, y el Espíritu Santo bajó sobre él en forma visible, como una paloma, y se oyó una voz que venía del cielo:

Tú eres mi Hijo el amado, en ti me complazco.

*

Lucas 3,15-16.21-22

***

Tu verdadera identidad es ser hijo de Dios. Es ésta la identidad que debes aceptar. Una vez que la la has reivindicado y te has instalado en ella, puedes vivir en un mundo que te da mucha alegría y también mucho dolor. Puedes recibir alabanzas o calumnias que llegan a ti como una ocasión para fortalecer tu identidad fundamental, porque la identidad que te hace libre ha clavado su ancla más allá de toda alabanza y de toda calumnia humana. Tú perteneces a Dios, y como hijo de Dios has sido enviado al mundo. Necesitas un guía espiritual. Necesitas personas que te mantengan anclado a tu verdadera identidad. Subsiste siempre la tentación de cortar el lazo con el lugar profundo en el que Dios te habita y de dejarte ahogar por la alabanza o la calumnia del mundo.

        Mientras lo más profundo dentro de ti, donde se hunden las raíces de tu identidad como hijo de Dios, te ha sido desconocido, los que eran capaces de “tocarte” han tenido sobre ti un poder imprevisible y a menudo aplastante. Han llegado a ser parte de tu identidad; ya no podías vivir sin ellos. Pero ellos no podían desempeñar el papel divino y te han dejado, y tú te has sentido abandonado.

        Pero precisamente esta experiencia de abandono es la que te ha hecho volver a tu identidad de hijo de Dios. Sólo Dios puede habitar plenamente en lo más profundo de tu alma y darte sentido de seguridad. Pero queda el peligro de que dejes entrar a otros en tu lugar sagrado, hundiéndote así en la angustia.

*

H. J. M. Nouwen,
La voz interior del amor, Madrid 1998

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto”

Domingo, 12 de enero de 2020
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KÉNOSIS

Entra en picado
por aquella kenosis
que el Verbo aventuró
desnudamente,
de abismo en abismo,
hasta el foso fecundo de la muerte.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae, 1986

***

En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:

“Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?”

Jesús le contestó:

– “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así lo que Dios quiere.”

Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía:

“Este es mi hijo, el amado, mi predilecto.”

*

Mateo 3,13-17

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battesimo

Fred, lo que quiero decirte es que eres amado, y lo que espero es que tú puedas escuchar estas palabras como te fueron dichas, con toda la ternura y la fuerza que el amor puede darles. Mi único deseo es que estas palabras puedan resonar en cada parte de tu ser: tú eres amado.

El máximo regalo que mi amistad pueda hacerte es el don de hacerte reconocer tu condición de “ser amado”. Puedo hacerte este don sólo en la medida en que lo quiero para mí mismo. ¿No es ésta la amistad: darnos uno al otro el don de “ser amados”? Sí, es la voz, la voz que habla desde lo alto y desde dentro de nuestros corazones, que susurra dulcemente y declara con fuerza: «Tú eres el amado, en tí me complazco». No es ciertamente fácil escuchar esta voz en un mundo lleno de otras voces que gritan: «No eres bueno, eres feo, eres indigno; eres despreciable, no eres nadie… y no puedes demostrar lo contrario».

Estas voces negativas son tan fuertes y tan insistentes que es fácil creerlas. Ésta es la gran trampa. Es la trampa del rechazo de nosotros mismos. En el curso de los años, he llegado a darme cuenta de que, en la vida, la mayor trampa no es el éxito, la popularidad o el poder, sino el rechazo de nosotros mismos. Naturalmente, el éxito, la popularidad o el poder pueden ser una tentación grande, pero su fuerza de seducción deriva a menudo del hecho de que forman parte de una tentación mayor, la del rechazo de nosotros mismos. Cuando se presta oídos a las voces que nos llaman indignos y no amables, entonces el éxito, la popularidad o el poder son fácilmente percibidos como soluciones atractivas. Pero la verdadera trampa, repito, es el rechazo de nosotros mismos.

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H. J. M. Nouwen,
Tú eres mi amado: la vida espiritual en un mundo secular,
Madrid s.f.

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Bajó hasta el pódium.

Sábado, 19 de mayo de 2018
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224638Descendido a los infiernos. Qué cosa más rara. Ayer entendí un poco. Nos decía Fidel Aizpurúa: la glorificación de Jesús no es subirle en el pódium, en la grada más alta. No es subir al piso de arriba (que no lo hay). Es bajar más a lo profundo de la humanidad, a los débiles. Esos ritos de la Iglesia tan llamativos, tan signos de poder y de “sagrados”. Esas celebraciones, ese lenguaje de exaltación, lo hemos de entender hacia abajo. La humanidad se transforma desde el corazón, desde la kénosis (del griego κένωσις: «vaciamiento») y son los empobrecidos los que realizan esa misión en la tierra. Desde ellos y con ellos podemos transformar y hacer un mundo más humano; experimentar que los débiles, los empobrecidos, los sin nombre, tienen el vigor de transformar la humanidad.

Cómo choca ver las celebraciones de la Iglesia con esos ropajes. Y con esos lenguajes. Parecen la aclamación a los ganadores en la meta…

Mientras, en un rincón está el publicano, sencillo, reconocedor de su debilidad. Y éste sale salvado.

Jesús no subió. Era la forma geográfica que el pueblo de Israel tenía. El cielo estaba arriba. Con Jesús, cuanto más abajo estamos, más vivimos en Dios porque ahí encontramos a los que tienen hambre, a los presos, a los enfermos, a los marginados…

¡Cuánto me queda que bajar, que descender! Son escalones por los que podemos ir bajando. Y cada grado que descendemos nos encontramos con Jesús Resucitado.

Qué misión más bonita: acompañar a los de abajo para subir el escalón de la dignidad, para ascender a descubrir y vivir su dignidad de Hijos de Dios. Con esa bendición original que ellos tienen… la que les da Jesús: asume toda esa realidad y la deifica. “Solo por su gran bondad, nos perdonarán los pobres las limosnas que les damos” (algo así dice Vicente de Paul).

Jesús muere, baja a la muerte. Experimenta el infierno de la soledad “¡¿Dios mío, por qué me has abandonado?!” y surge la Vida, el Amor. Y así toda la creación, toda la humanidad queda desde la creación transformada, resucitada. Todos los pobres son reconocidos en su dignidad y amor.

Ojalá hagamos realidad aquí, ya, esta vivencia de Jesús: que bajemos al infierno de la droga, al mundo del dolor, al mundo de la cárcel, al mundo del hambre y con Cristo y los empobrecidos levantemos a una nueva vida, digna, resucitada.

Los infiernos ya fueron la muerte de cruz, humillante en extremo. Y con su presencia, quedaron transformados en gloria y Vida. Bajando hasta el pódium del Amor.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Tú eres mi Hijo amado, mi predilecto

Domingo, 8 de enero de 2017
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battesimo

KÉNOSIS

Entra en picado
por aquella kenosis
que el Verbo aventuró
desnudamente,
de abismo en abismo,
hasta el foso fecundo de la muerte.

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Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera, Sal Terrae, 1986

***

En aquel tiempo, fue Jesús de Galilea al Jordán y se presentó a Juan para que lo bautizara. Pero Juan intentaba disuadirlo diciéndole:

“Soy yo el que necesito que tú me bautices, ¿y tú acudes a mí?”

Jesús le contestó:

– “Déjalo ahora. Está bien que cumplamos así lo que Dios quiere.”

Entonces Juan se lo permitió. Apenas se bautizó Jesús, salió del agua; se abrió el cielo y vio que el Espíritu de Dios bajaba como una paloma y se posaba sobre él. Y vino una voz del cielo que decía:

“Este es mi hijo, el amado, mi predilecto.”

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Mateo 3,13-17

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