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Conocer a cristo significa conocerlo todo.

Viernes, 29 de octubre de 2021
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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“No basta el concepto del saber, de la ciencia, para describir lo que es el conocimiento cristiano, sino que hemos de volver a lo que en el Antiguo Testamento se llama sabiduría, —lo que el griego denominaba sophia y el romano sapientia—, para poder concebir el saber de la teología en su plenitud. Sapientia se diferencia del concepto, más estrecho, de ciencia. Sabiduría no se diferencia del saber por contenerlo también en sí, pero el concepto de sabiduría habla, además, de un saber práctico que comprende toda la existencia del hombre. Sabiduría es el saber, del cual nosotros podemos vivir prácticamente; es experiencia y es teoría; poderosa, en tanto es, al mismo tiempo, práctica, en tanto consiste en el mismo saber que domina nuestra vida y que es, realmente, una luz en nuestro sendero. No es una luz que observar o admirar, ni tampoco una luz con qué encender toda clase de fuegos artificiales (ni aún tratándose de las más profundas especulaciones filosóficas), sino que es la luz en nuestro camino, la que ilumina nuestras acciones v palabras, la luz de nuestros días sanos y enfermos, la luz en nuestra pobreza y en nuestra riqueza, la luz que no brilla solamente en los momentos en que pensamos entenderlo todo mejor, sino que nos acompaña también en nuestra locura y que no se extingue cuando todo se apaga, cuando en la muerte se hace visible el fin de nuestra vida. A esa luz y al vivir de esa verdad se denomina conocimiento cristiano.

Conocimiento cristiano significa vivir en la verdad de Jesucristo. Según el apóstol Pablo (Hech. 17), nosotros “vivimos, somos, nos movemos” en la luz de esa verdad para poder salir de ella, estar en ella, e ir hacia ella, como dice en Romanos 11. Por consiguiente el conocimiento cristiano es, en el fondo, la misma cosa que lo que llamábamos confianza del hombre en la Palabra de Dios. No hay que dejarse llevar por la tentación de buscar separaciones y diferencias en esta cuestión. No existe ninguna confianza verdadera, ni ninguna confianza realmente duradera y victoriosa en la palabra de Dios que no esté fundada en la verdad divina. Por otra parte, no existe ningún conocimiento, ninguna teología, ninguna confesión e incluso ninguna verdad bíblica que no tenga en seguida el carácter de esa verdad de vida.

 Conocer el objeto de la fe en su verdad, quiere decir, realmente, conocer todas las cosas, incluso el hombre, el cosmos y el mundo. La verdad de Jesucristo no es una de tantas verdades, sino la verdad universal, creadora de toda verdad, y esto de modo tan cierto como que es la verdad de Dios, o sea, la prima veritas, que es también la última veritas. Y es que en Jesucristo ha creado Dios todas las cosas, incluyéndonos a nosotros mismos. Nosotros no existimos sin El, sino en El, lo sepamos o no; y el cosmos entero no existe sin El, sino en El, llevado y sustentado por El, es decir por su palabra omnipotente: conocerle a El, significa conocerlo todo. El ser tocado y tomado por el espíritu dentro de ese campo, significa ser conducido a toda la verdad. El que crea y conozca a Dios, ya no podrá decir: ¿Qué sentido tiene mi vida?; sino que mientras cree, ya está vivienda el sentida de su vida, el sentido de ser criatura, el sentido de su individualidad dentro de los límites de su condición de criatura y de su individualidad; y en lo imperfecto de su existencia, en el pecado, en el cual él está y del cual él es diariamente y a cada hora culpable; pero también está viviendo con el apoyo que diariamente y a cada hora se le concede, en tanto Dios intercede en su favor, a pesar de todo y sin contar con ningún mérito.

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Karl Barth

Esbozo  de dogmática

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Y resucitó al tercer día

Miércoles, 15 de abril de 2020
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Del blog Amigos de Thomas Merton:

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La semana pasada compartí un texto de Karl Barth sobre la pasión de Cristo; ahora, para cerrar el tema, transcribo su comentario a la frase del Credo: “Al tercer día resucitó de entre los muertos”, en su Esbozo de dogmática. Lectura provechosa para este tiempo…

“El mensaje de Resurrección es: “Resucitó al tercer día de entre los muertos”; y significa que Dios no se humilló en vano en su Hijo; antes bien, obrando así, lo hizo también para su propia gloria y para confirmación de su gloria. Al triunfar su misericordia, justamente, en su humillación, se realiza la exaltación de Jesucristo. Si antes dijimos que en la humillación se trataba del Hijo de Dios y por lo tanto de Dios mismo, ahora hemos de subrayar que se trata de la exaltación del hombre. El hombre es glorificado en Jesucristo y destinado a una vida para la cual Dios le ha hecho libre en la muerte de Jesucristo. Dios ha abandonado, por así decirlo, el espacio de su gloria y el hombre puede ahora pasar a ocuparlo. Este es el anuncio de Resurrección, el fin y objeto de la reconciliación, la redención del hombre. Es la meta que ya se hacía visible el Viernes Santo. En tanto Dios intercede por el hombre (los escritores del Nuevo Testamento no han temido emplear el término de “pagado”) éste es un rescatado.

Apolytrosis es vocablo forense para designar el rescate de un esclavo. He aquí la meta: el hombre es puesto en una nueva situación jurídica; ya no pertenece a Aquel que tenía derecho sobre él, no pertenece al terreno de la maldición, la muerte y el infierno, sino que ha sido trasladado al ‘Reino de su amado Hijo. Significa esto que legalmente no le son ya reconocidos su estado, su constitución, su estatus jurídico como pecador. Dios no considera ya al hombre en serio como pecador. Sea el hombre lo que quiera, dígase de él lo que se diga, repróchese él mismo lo que fuere, Dios ya no lo toma en serio como pecador. El hombre ha muerto al pecado… allá, en la cruz del Gólgota. Para el pecado, el hombre ya no existe. Y es que Dios lo ha reconocido y señalado como justo, como uno que agrada a Dios. El hombre tal como se halla en el mundo, no deja de tener su existencia en el pecado y por consiguiente en su culpa, pero esa existencia se halla detrás de él. El cambio ha sido realizado definitivamente. No es que se trate de que podamos decir: Yo me he cambiado definitivamente, yo he hecho la experiencia… No; ese “una vez para siempre”, ese “definitivamente” es el de Jesucristo. Sólo que si creemos en Cristo, ello tiene validez también para nosotros. En Jesucristo, muerto por el hombre, y conforme a su resurrección, el hombre es el Hijo amado de Dios que puede vivir del agrado de Dios y para agrado de Dios. Este es el mensaje de Resurrección. Se comprende pues que en la resurrección de Jesucristo en realidad se trata simplemente de la revelación del fruto todavía escondido de la muerte de Cristo. El cambio antes mencionado es precisamente lo que está aún oculto en la muerte de Cristo, oculto bajo el aspecto en que aparece allí el hombre, consumido por la ira de Dios. El Nuevo Testamento atestigua que ese aspecto del hombre no es el sentido del suceso del Gólgota, sino que detrás de ese aspecto se esconde el verdadero sentido del suceso, sentido que se revela al tercer día. En este día tercero se inicia una nueva historia del hombre, de modo que cabría dividir también la vida de Jesús en dos grandes períodos: El primero de treinta y tres años, hasta su muerte; y el segundo, muy breve y decisivo, de cuarenta días, que son los habidos entre su muerte y su ascensión a los cielos. Al tercer día comienza una nueva vida de Jesús. Pero simultáneamente empieza al tercer día un nuevo eón, una nueva forma del mundo, después que, en la muerte de Jesucristo, el mundo antiguo fue completamente desechado y concluido.

Y esto es la Resurrección: iniciación de un tiempo y un mundo nuevos en la existencia de Jesús hombre, el cual ahora, como portador triunfante y victorioso, como aniquilador de la carga del pecado del hombre que le fue impuesta, empieza una nueva vida. La Iglesia primitiva vio en esa distinta existencia de Jesucristo no sólo, digamos, una continuación sobrenatural de lo que hasta entonces fue su vida, sino una vida completamente nueva, la vida de Jesucristo glorificado, y en ello, simultáneamente el principio de un mundo nuevo. (Vanos son los intentos de relacionar la Resurrección con ciertas renovaciones como las que tienen lugar en la vida creada; por ejemplo, en primavera, o, también, en el despertar matutino del hombre etc. etc. Pero a la primavera sigue el invierno inevitablemente y al despertar sigue, después, el sueño. En todo esto se trata de un movimiento cíclico del renovarse y envejecer. ¡Pero la renovación de Resurrección es una renovación definitiva!) Según el Nuevo Testamento, se anuncia en la resurrección de Jesucristo que la victoria de Dios en favor del hombre ya ha sido ganada en la persona de su Hijo.

Primeramente, es la Resurrección la gran prenda de nuestra esperanza; pero, al mismo tiempo, ese futuro se hace ya actualidad en el mensaje de Resurrección: el anuncio de una victoria lograda ya. La guerra ha terminado…, aunque aquí o allá algunas unidades del ejército sigan disparando por ignorar la capitulación. El juego está ya ganado…, aunque el contrincante pueda seguir haciendo algunas tiradas todavía. ¡Prácticamente ya está mate! El reloj ha gastado toda su cuerda…, aunque el péndulo prosiga oscilando un par de veces. Nosotros estamos viviendo en ese espacio intermedio! “¡Las cosas viejas pasaron! he aquí’, todo es hecho nuevo!”. El mensaje de Resurrección nos dice que el pecado, la maldición y la muerte, nuestros enemigos, en fin, han sido vencidos. Por fin ya no pueden causar ningún mal. Claro está que siguen comportándose como si el juego aún estuviese indeciso, como si no hubiese sido librada la batalla; por eso hemos de contar aún con ellos, pero, en el fondo, no tenemos por qué temerles. Quien haya oído el anuncio de Resurrección, no puede seguir andando por ahí con rostro trágico ni llevar la existencia malhumorada del que no tiene esperanza. Jesús ha vencido: Esto es lo único que vale… y lo único verdaderamente serio. Toda seriedad que al llegar aquí quisiera volver la vista atrás como la mujer de Lot, no es seriedad cristiana. Posiblemente habrá fuego a nuestras espaldas (en realidad, está ardiendo!), pero no es eso lo que debemos mirar, sino lo otro, o sea, que somos llamados y estamos invitados a tomar en serio la victoria de la gloria de Dios en ese hombre, que es Jesús, y a alegrarnos de ella. Entonces viviremos en agradecimiento, pero no en temor.

La resurrección de Jesucristo revela y lleva a cabo ese anuncio de la victoria. No interpretemos la Resurrección como un proceso espiritual. Es preciso oír y escuchar que se nos diga que hubo un sepulcro vacío y que más allá de la muerte se ha visto una nueva vida. “Este (el hombre salvado de la muerte) es mi Hijo amado: A él oíd”. En la Resurrección sucede y se manifiesta aquello que fue anunciado en el Bautismo del Jordán. Y a los que esto saben les es anunciado el final del mundo viejo y el principio del nuevo. Todavía han de recorrer un breve trecho, hasta que se haga patente que Dios lo ha consumado todo por ellos en Jesucristo”.

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Karl Barth
Esbozo de dogmática

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Un Dios que desciende

Martes, 7 de enero de 2020
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Del blog de Henri Nouwen:

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“La compasión de Jesús se caracteriza por un empuje hacia abajo. Esto es lo que nos molesta. Nosotros no podemos ni pensar en nosotros mismos sino en términos de empuje hacia arriba, de movilidad ascendente en que luchamos por vidas mejores, salarios más altos y posiciones más prestigiosas. Por tanto, nos molesta profundamente un Dios que encarna un movimiento hacia abajo. En vez de luchar por una posición más elevada, por más poder y más influencia, Jesús va – como dice Karl Barth – de “las alturas a la profundidad, de la victoria a la derrota, de las riquezas a la pobreza, del triunfo al sufrimiento, de la vida a la muerte”. Toda la vida y misión de Jesús implica la aceptación de la impotencia y la revelación en esa impotencia del ilimitado amor de Dios.

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Aquí vemos lo que significa compasión. No significa inclinarse hacia los desprivilegiados desde una posición privilegiada; no es un abrirse desde arriba a los desafortunados de abajo; no es un gesto de simpatía o piedad hacia quienes no han tenido éxito en el empuje hacia arriba. Por el contrario, la compasión significa ir directamente a las gentes y lugares en que el sufrimiento es más agudo, y construir allí un hogar. La compasión de Dios es total, absoluta, incondicional, sin reserva. Es la compasión de quien sigue yendo a los más olvidados rincones del mundo y que no puede descansar mientras sabe que hay seres humanos con lágrimas en sus ojos. Es la compasión de un Dios que no sólo se comporta como siervo, sino cuya servidumbre es una expresión directa de su divinidad”.

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Henri Nouwen

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“Distancias”, por Carlos Osma

Martes, 30 de diciembre de 2014
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roadDel blog Homoprotestantes:

Entre el mundo y el ser humano hay un abismo infinito, no importa que abramos bien los ojos para captarlo o que los cerremos para concentrarnos en los sonidos u olores que desprende; se nos escapa irremediablemente. Incluso las cosas más cotidianas, aquellas que parecen evidentes e intrascendentes, son como fantasmas; cuando nos acercamos con atención a ellas se desvanecen como el humo. Pero no hay otra posibilidad que aceptar esta realidad escurridiza donde nuestra existencia tiene lugar, y por tanto, rendirnos ante la tentación de creer haber encontrado la forma perfecta de vivir en esta vida desconocida.

 No hay realidad, sólo hay distancia insalvable donde se construye el verdadero hogar del hombre. Somos Sara y Abraham en camino desde Harán hasta Canaán, los israelitas cruzando el Mar Rojo, o las diez vírgenes esperando al esposo. Más bien no somos, sino que siempre estamos en proceso de llegar a ser. No poseemos las razones verdaderas, las interpretaciones perfectas, el mundo real. Sólo tenemos intuiciones, sueños, visiones, opiniones, propuestas de un mundo mejor. Y sólo es eso lo que podemos tener y lo que nos es posible perfeccionar.

Más cierto es que no existe dios. Ese dios por el que tantas veces amamos, sufrimos, luchamos, mentimos, abandonamos, somos felices o incluso matamos; somos nosotros mismos, o en ocasiones, la suma de unos cuantos de nosotros. Dice kart Barth que: “En Jesús se conoce a Dios como Dios desconocido”. No hay otra forma de conocerle, todo lo demás son intentos de apropiación del poder divino. Sólo por fe podemos aproximarnos al Dios verdadero, y en la fe, no hay seguridades.

Es cierto que se nos revela como amor infinito, pero en su infinitud nos perdemos, y nos desesperamos por no poder alcanzarlo. La divinidad envuelve todo lo que conocemos sin dejarse nunca atrapar. A la espera estamos de que irrumpa en nuestro mundo, en nuestras experiencias, para conocerla. Pero incluso ese conocimiento revelado, no sólo es parcial, sino que está deformado. No podemos conocer, sin transformar lo conocido, y por tanto sin dejar de conocer. Es ésta quizás, una marca de nuestra impotencia, de nuestra finitud.

Aún más paradójica resulta la distancia que nos separa de nosotros mismos. La pregunta sobre quienes somos, la respondemos con palabras que nunca llegan a expresar toda la verdad; se acercan, intuyen, pero no nos captan completamente. En el límite de esas palabras nos encontramos a veces con verdaderas prisiones que pretenden obligarnos a encajar en conceptos que no dicen nada de nosotros. Pero también allí, experimentamos la necesidad de crear palabras nuevas que expresen más fielmente lo que somos. Palabras siempre imprecisas y efímeras, por que son palabras humanas.

Para algunos no hay distancia en el yo, saben exactamente quienes son, porque se resignan a conocer lo que los demás quieren que sepan de sí mismos. Los que están en búsqueda de saber quienes son, los que recorren el camino interminable hacia su esencia, nunca alcanzarán su deseo. Pero pienso que sin recorrerlo, existe el peligro de no vivir una vida verdaderamente humana, sino más bien una vida que no se ha entendido a sí misma.

 Carlos Osma

 * Barth, K. “Carta a los Romanos”. (Madrid; BAC, 1998), p.163

 Artículo publicado en la revista Lupa Protestante en Octubre de 2008

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Sobre la concepción virginal. Reflexión de Adviento

Martes, 23 de diciembre de 2014
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image002Del blog de Xabier Pikaza:

Cien cosas podrían evocarse en estas cortas horas finales de Adviento 2014, empezando por la crisis económica, la muerte obscena de millones de niños por hambre y abandono, soberbia del dinero, mentira política, banalización de todo amor, la guerra…, con la historia atroz de las “mafias” de pederastia on line (miles de anuncios, millones de niños “vendidos”, billones de ganancias ¡ese sí que es negocio anti-navidad!. Cf. Delitos informáticos. Víctimas anónimas de la pedofilia, El Mundo 21. 11.14, pag. 44),

Todo eso es Adviento Negro, que ha de ser conocido y maldecido, condenado, superado para que pueda surgir ya una humanidad donde los niños nazcan a la vida en gratuidad, para el amor de Dios, que es de los hombres, para que nuestra tierra vista en este invierno del Norte colores de esperanza. Pero hoy no quiero hablar del adviento negro (¡riesgo de muerte universal!), sino del Adviento Blanco de Dios en la historia, expresado en el arco iris tras el diluvio de Gen 6-8 , que se brilla en la historia de María, “virgen” evangélica, que ha sido “digna” de recibir (catalizar y expandir: dar a luz) al mismo Hijo de Dios en su identidad humana.

He preparada esta reflexión a partir de las dos postales anteriores, una dedicada al Adviento de María… (¡sólo una mujer, pero mujer con varón) y otra a la Navidad Cristiana y la Musulmana (en su diferencia radical y en sus muchas conexiones).

Para los cristianos, el adviento tiene un hombre: es la “virgen” Israel/María, acompañada por José, “virgen” humanidad portadora de vida. Este adviente tiene un contenido radical de fe: Es el camino humano de la encarnación de Dios. De eso trata lo que sigue. Ésta será mi última postal del Adviento 2014. No quiere negar la Virginidad de María (de la mujer humanidad de Adviento), sino entenderla e interpertarla, para entender y vivir mejor la Navidad.

A todos con mi mejor deseo, con mi recuerdo.

Adviento, encarnación de Dios en la vida humana

El adviento cristiano está vinculado a la encarnación de Dios, que no actúa desde fuera, exigiendo un sometimiento total (como en el Islam), sino desde la misma vida humana (pidiendo colaboración de María y de todos los hombres y mujeres). En esa línea, la virginidad de María no será pasividad y sometimiento, sino actividad y colaboración. Por eso quiero presentar a María del Adviento como “persona” en el sentido radical de la palabra, una mujer que ha colaborado con Dios y con otros seres humanos.

Adviento somos nosotros, y de un modo especial María como persona creyente, que dialoga con Dios desde el misterio más hondo de su vida, en gesto de disponibilidad radical, en diálogo con la historia (en especial la de Israel) y en libertad (en comunión de vida con José). No venimos al mundo ya hechos, no somos personas por nacer biológicamente de un “vientre”, sino porque una mujer-madre (persona) nos introduce (con el padre y con otros seres personales) en el mundo de la vida personal, de la palabra y el afecto.

Algo de esto supo ya la gnosis antigua, al afirmar que los humanos no nacemos simplemente de la cadena social de generaciones, sino de Dios, por gracia suya, en diálogo de fe, es decir, de acogimiento y responsabilidad; pero la gnosis antigua y moderna han corrido el riesgo de ignorar la historia, con sus conexiones sociales. Habló de la paternidad-maternidad de Dios, pero tendió a olvidarse de la humana, en el nivel de la pluralidad social, dentro del tiempo. Para poner de relieve la transcendencia de Dios (lo mismo que el Islam), la gnosis olvidó el carácter positivo de la acción de los hombres y mujeres en la historia.

Encarnación: Libertad de Dios, libertad del hombre

Teniendo eso en cuenta queremos insistir en la aportación personal de María, como mujer libre, con autonomía personal, interpretando en esa línea la virginidad y la encarnación. La virginidad no es sometimiento pasivo (como pudo suponer el Corán), sino colaboración activa con Dios. La encarnación no es un dato general ya conocido, ni una experiencia abstracta, sino el hecho de que Dios eterno se hace carne en la historia humana.

Frente al riesgo de un sistema cerrado, que se sitúa por encima de los individuos (y los utiliza a su servicio), en contra de un Dios que “invade” el terreno de la vida humana (negando a los hombres su libertad) tenemos que poner de relieve la experiencia de la encarnación, que se expresa en forma de comunicación personal y de diálogo en libertad. María no es “madre de Dios” porque le recibe pasiva desde fuera, sino porque le engendra libremente, en amor comprometido:

‒ Encarnación, por encima de toda ideología. Ideología es un tipo de pensamiento que actúa desde fuera, distorsionando la realidad. En contra de eso, la encarnación indica que Dios actúa y se expresa en la misma carne de los hombres, a través de su libertad. Pues bien, el Dios de María es aquel que se encarna en Jesús, actuando por medio de (con la colaboración) de ella, a través de su carne real de persona y mujer. Si Dios para encarnarse negara o sometiera (colonizara desde fuera) la carne de María no sería el Dios de Jesucristo.

‒ Encarnación personal por encima de todo sistema imposirivo. Otros pueden haber puesto de relieve el valor sacral del templo de Jerusalén o Roma, unas leyes de Dios que regulan desde fuera el conjunto de la vida del pueblo, los sacrificios o signos sagrados que han sido fijados por la misma Escritura. Pues bien, por encima de eso, para María la religión se expresa como acogida y colaboración humana, como mujer y persona. Ciertamente, Dios es Dios (como sabe el Corán), pero no actúa “invadiendo” el terreno de María, obrando desde fuera de ella, sino a través de su libertad personal y de su colaboración humana.

En ese sentido decimos que, por medio de ella, Dios se hace carne concreta en Jesús, y que la carne humana es manifestación de la vida de Dios. Para ser madre de un Jesús de carne, ella ha de ser una mujer concreta, capaz de dar vida en la carne. No puede ser el signo general de la diosa, pues la diosa en cuanto tal no existe, lo que existe son personas concretas de carne, que se dan la vida y la comparten.

Virginidad no significa ausencia de carne, sino carne trasparente, capaz de expresar todo el poder del espíritu de Dios; virginidad no es ausencia de sexo, sino amor fuerte y trasparente en el que se puede expresa el don de Dios de manera Inmaculada. Por eso, allí donde, en algún sentido, se ha opuesto el Espíritu de Dios y el sexo y se ha interpretado la virginidad como pura ausencia de relaciones biológicas, se está negando el valor concreto de la obra de Dios, su revelación entre los pobres de este mundo.

Adviento y mutación mariana. Virginidad biológica (con R. Girard y K. Barth)

No todos estarán de acuerdo con las reflexiones anteriores, y entre ellos quiero citar R. Girard (*1923), unos de los mayores antropólogos cristianos del siglo XX, que ha venido destacando, de manera consecuente, el riesgo de violencia de todas las relaciones y conquistas de la historia, para defender después (desde ese fondo) la necesidad de una ruptura incluso biológica, que se expresa en la maternidad virginal de María.

A su juicio, la historia humana puede condensarse en el mecanismo del chivo expiatorio, que constituye una forma más violenta de resolver los problemas de violencia de la vida. Según eso, la vida de los hombres se centra y expresa en relaciones de violencia, que han estado y siguen estando vinculadas siempre con el sexo, considerado como campo de enfrentamiento y lucha entre varones y mujeres, como han señalado de manera muy precisa los diversos mitos de la cohabitación de dioses con mujeres o con animales (sobre todo en el mundo griego).

Esos mitos (con la realidad de la historia humana) expresan el engaño y la violencia posesiva que se expresa por medio de la descarga sexual y que desemboca en la opresión de la mujer. Jesús no pudo haber nacido en ese fondo, en un mundo dominado por dioses aparecen envueltos en una violencia que les determina, pues es superior a ellos. Humanamente hablando no existe solución: no tendríamos más remedio que seguir envueltos en violencia sin fin. Leer más…

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“Rubem Alves, el teólogo que escapó del gueto de las iglesias”, por Juan José Tamayo

Viernes, 15 de agosto de 2014
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1406417217_489051_1406417606_noticia_normalRubem Alves, teólogo y escritor brasileño. / LUCAS LACAZ (FOLHAPRESS)

El escritor brasileño pensó la religión desde su relación con la poesía y la vida

La muerte del brasileño Rubem Alves el pasado 19 de julio ha teñido de luto a la teología latinoamericana, y muy especialmente a la teología de la liberación, de la que algunos autores le consideran el padre y fue, ciertamente, uno de sus principales iniciadores, junto con otras grandes figuras como José Comblin, José Míguez Bonino, Juan Luis Segundo, Gustavo Gutiérrez, Segundo Galilea y sus compatriotas Hugo Assmann y Leonardo Boff. Su tesis doctoral, Hacia una teología de la liberación humana, publicada con el título de Teología de la esperanza humana, causó un profundo impacto en el panorama filosófico, teológico y científico-social mundial. La editorial Sígueme la publicó en 1973 con el título Cristianismo, ¿opio o liberación? con una presentación del teólogo norteamericano Harvey Cox, autor de la paradigmática obra La ciudad secular, que definía a Alves como un intelectual que sabía “combinar el corazón apasionado y comprometido del Tercer Mundo con una inteligencia refinada” y cuya mente “puede agrupar, como herencia, bajo un solo enfoque, las opiniones de Franz Fanon, Karl Marx, Jürgen Moltmann, Mario Savio, Karl Barth y Paul Lehmann, y enriquecerlos con las ideas de intelectuales latinoamericanos, tal como como Esdras Costra y Paulo Freire”.

¿Se extralimitaba Cox con tal reconocimiento? Creo que no. Alves se convirtió muy pronto en referencia obligada para la elaboración de una teoría crítica de la civilización actual y de la teología, tanto tradicional como moderna, así como un crítico radical de la dictadura brasileña y del fundamentalismo de las iglesias cristianas. Por ambas críticas tuvo que pagar un doble precio: la persecución de la dictadura de su país que le obligó a exiliarse y la expulsión de la Iglesia Presbiteriana, a la que pertenecía. Con todo, fue esta una condena beneficiosa, ya que, según la interpretación de Leopoldo Cervantes-Ortiz, “Alves salió para siempre del gueto de las iglesias para entrar de lleno en el terreno de la imaginación”. Es la experiencia que hemos vivido muchos teólogos y teólogas heterodoxos de nuestras iglesias, que nos ha conducido por los caminos de una teología inclusiva, interreligiosa, intercultural, interétnica e interdisciplinar, que nos ha enriquecido humana y religiosamente y a la que nunca hubiéramos llegado si nos hubiéramos instalado en el regazo eclesiástico materno.

Alves incorpora un nuevo lenguaje a la teología: el del humanismo político, que es el de la esperanza; el de la libertad, que anuncia un ser humano y una comunidad alternativos; el histórico, que habla de los sufrimientos, los gozos y las esperanzas de los hombres; el secular y secularizado, que abandona la metafísica, “lo religioso” y los absolutos eclesiásticos, pero también los absolutos históricos; el iconoclasta, subversivo y de la imaginación, que rechaza los hechos como límite, da nombre a las cosas ausentes, rompe el hechizo de las cosas presentes y abre caminos hacia el futuro. Es, en fin, el lenguaje de la esperanza, que define como “el presentimiento de que la imaginación es más real que la realidad y que la realidad es menos real de lo que parece”. ¡Maravillosa definición!

Alves fue un pensador interdisciplinar que transitó por la teología, la literatura, la filosofía política, el psicoanálisis, las ciencias sociales y la educación. Todas sus obras son un intento, creo que logrado, de construir una teología lúdico-poética-erótica centrada en el cuerpo y en la vida en su dimensión real. El lugar de la teología es la vida cotidiana, no la academia. Teología y vida interactúan. Teología y literatura están en diálogo permanente. Su hablar de Dios y con Dios tiene como principales interlocutores a los poetas y otros autores literarios. Una de sus sugerencias finales fue sustituir la palabra teología por teo-poesía. Creo que habría que atenderla en beneficio de la teología y de la poesía. Solo por eso merece un lugar destacado en ambos lares.

Juan José Tamayo es profesor de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Teología de la liberación en el nuevo escenario político y religioso, Tirant lo Blanch, 2011.

Fuente El País

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad, General, Iglesia Presbiteriana , , , , , , , , , , , , , , , , , , , , ,

¿Era gay el pastor alemán y líder de la resistencia nazi, Dietrich Bonhoeffer?

Sábado, 5 de julio de 2014
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noticias_file_foto_818393_1404487933Asesinado por los nazis, una nueva biografía se pregunta si el célebre pensador y teólogo luterano estaba enamorado de su amigo y biógrafo, Eberhard Bethge. Tenía 39 años cuando el pastor alemán Bonhoeffer fue ejecutado en el campo de concentración de Flossenbürg en 1945 acusado de sedición. En su libro ‘Strange Glory: A Life of Dietrich Bonhoeffer’ (Extraña gloria: La vida de Dietrich Bonhoeffer), el escritor, Charles Marsh, relata la intensa cercanía de la relación entre los dos hombres que compartían la misma cuenta bancaria, tocaba el piano y viajaban juntos y recibían regalos de los amigos con su nombres escrito en la misma tarjeta, como hacen cientos de parejas en el mundo ante cualquier efeméride.

De hecho, cuando Bonhoeffer fue asesinado a manos de los nazis, le legó la mayor parte de su patrimonio a su biógrafo, Bethge, en lugar de a su propia novia, Maria Von Wedemeyer. Sin embargo, lo que Marsh no puede ratificar, por carecer de pruebas, si Bonhoeffer declaró sus sentimientos a su amado o incluso si los admitió para sí mismo. Lo cierto es que ya no queda nadie vivo a quien preguntar.

La relación de Bonhoeffer con Bethge siempre estaba en la cuerda floja hacia el logro de un amor romántico, escribe Marsh en el libro, ‘nunca casto pero completo en sus aspiraciones complejas’.

Marsh también duda de que Bethge sintiera lo mismo por su mentor. Es más cuenta en el libro que Bonhoeffer finalmente murió virgen. El discípulo del pastor alemán consagró su vida a la promoción del libro y de las ideas del Bohhoeffer impartiendo conferencia por todo el mundo. Incluso se casó con la sobrina de su maestro, Renate. Escribió el libro “Dietrich Bonhoeffer: Hombre de visión, hombre de valor”, que se publicó en 1970, 25 años después de la muerte de su mentor. Bethge falleció en el año 2000.

11_DB Student 1923Dietrich Bonhoeffer fue profesor de la Universidad de Berlín, donde enseñó Teología y escribió varios libros. Opuesto firmemente al nazismo y a la claudicación de las iglesias alemanas frente a Hitler, se vio implicado, junto con Karl Barth, Martin Niemöller y otros, en el establecimiento de la Bekennende Kirche (Iglesia Confesante o Iglesia de la Confesión, de teología luterana pero no oficial). En abril de 1933, en una conferencia ante los pastores berlineses, Bonhoeffer insistió en que la resistencia política se hacía imprescindible. Entre finales de 1933 y 1935 sirvió como pastor de dos iglesias germanas protestantes en Londres.

Volvió a Alemania para encabezar un seminario ilegal para pastores de la Iglesia Confesante, en Finkenwalde, Pomerania —hoy Szczecin, Polonia sobre el río Oder—, donde recibió el apoyo incondicional de la condesa Ruth von Kleist Retzow. Allí conoció a su nieta María von Wedemeyer, que sería su prometida. Regresó a los Estados Unidos brevemente y retornó a Alemania en uno de los últimos barcos que hicieron la travesía antes del comienzo de las hostilidades.

La Gestapo clausuró el seminario en 1937
y le prohibió predicar, enseñar y finalmente hablar en público. El seminario funcionó entonces en el estadio von Blumenthal de Gross Schlönwitz, pero fue nuevamente cerrado al estallar la guerra. La resistencia, con la que colaboraba Bonhoeffer, era activa desde antes de la Segunda Guerra Mundial. Durante este período, Bonhoeffer mantuvo estrechos contactos con Carl Friedrich Goerdeler y trabajó mano a mano con numerosos opositores a Hitler. Durante la Segunda Guerra Mundial, Bonhoeffer desempeñó un papel clave de acaudillamiento en la Iglesia de la Confesión, que se oponía a las políticas antisemitas de Hitler. Estaba entre aquellos que apelaban a la abierta resistencia de la Iglesia al tratamiento que Hitler daba a los judíos. Aunque la Iglesia de la Confesión no era grande, representaba un foco considerable de oposición cristiana al régimen nazi en Alemania.

En 1939 se unió a un grupo clandestino de la resistencia, que incluía militares de alto rango con base en Abwehr, la Oficina de Inteligencia Militar, quienes, encabezados por el almirante Wilhelm Canaris, querían derrocar el régimen nacionalsocialista de Hitler. Lo arrestaron en abril de 1943, después de que condujera hacia él el dinero del Proyecto 7, usado para ayudar a escapar a judíos a Suiza. Fue acusado de conspiración y encerrado en la cárcel de Tegel, en Berlín, durante un año y medio. Tras el infructuoso atentado del 20 de julio de 1944, Bonhoeffer fue sindicado de complicidad por sus conexiones con los conspiradores, algunos de los cuales eran familiares suyos, como su tío, el comandante de la ciudad de Berlín, Paul von Hase, ejecutado el 8 de agosto de 1944. El 8 de octubre fue trasladado a la prisión de la Gestapo en la calle Prinz-Albrecht para interrogarlo y el 7 de febrero de 1945 al campo de concentración de Buchenwald. En abril de 1945 fue llevado al Campo de concentración de Flossenbürg.

bonhoeffer-1_22El 8 de abril de 1945 bajo órdenes de Ernst Kaltenbrunner, en corte marcial se condenó a la horca a Dietrich Bonhoeffer y a su cuñado Hans von Dohnanyi -éste último fue ejecutado al día siguiente en Sachsenhausen-, General Hans Oster, General Friedrich von Rabenau, Theodor Strünck, juez Dr. Karl Sack, Capitán Ludwig Gehre y al almirante Wilhelm Canaris.

En el amanecer del 9 de abril, Bonhoeffer, que el día anterior había dirigido un servicio religioso a petición de los demás presos, fue ejecutado con la horca. Debió desnudarse para subir al cadalso. Sus últimas palabras fueron “Este es el fin; para mí el principio de la vida”. El doctor del campo -testigo de la ejecución- anotó “Se arrodilló a rezar antes de subir los escalones del cadalso, valiente y sereno. En los cincuenta años que he trabajado como doctor nunca ví morir un hombre tan entregado a la voluntad de Dios”. Su cadáver fue incinerado. También fue condenado por participar en la conspiración su hermano Klaus Bonhoeffer, que fue ejecutado en Berlín junto a doce conspiradores entre ellos Rüdiger Schleicher y Friedrich Justus Perels.

Bonhoeffer es considerado mártir por su fe; fue absuelto de cualquier crimen por el gobierno alemán a mediados de los 90. El calendario de la Iglesia Episcopal en los Estados Unidos de América lo recuerda el 9 de abril, fecha de su martirio. Una frase muy citada de uno de sus libros más leídos, «Seguimiento»El costo de ser discípulo» o «El precio de la gracia», 1937), prefiguraba su muerte. «Cuando Cristo llama a un hombre, le ofrece a venir y morir».

Fuente Ragap

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“Dietrich Bonhoeffer. La gracia cara”, por Carlos Osma.

Jueves, 15 de mayo de 2014
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bonhoeffer2Un buen artículo de uno de mis teólogos favoritos y que publica Homoprotestantes:

El pasado 9 de abril se cumplieron 69 años de la muerte del  pastor y teólogo alemán Dietrich Bonhoeffer. Un hombre que rechazó toda escapatoria “espiritual” ante la barbarie nazi, y que entendió el llamado cristiano como entrega total a la realidad del mundo. Su mensaje, poseedor de la fuerza que imprime la acción a la palabra, produce tanto admiración como rechazo, pero ha influido profundamente en la Iglesia que le sucedió.

 Nace en Breslau el 4 de Febrero de 1906 en una familia numerosa, burguesa y culta. Con apenas 6 años, su familia se traslada a Berlín donde el padre trabaja como profesor de Psiquiatría y Neurología en la universidad. Pese a que su madre era hija y nieta de teólogos, sorprendió que Dietrich decidiera estudiar teología, cosa que hizo con éxito en Tubinga y Berlín. Su tesis doctoral “La comunión de los Santos”, defendida en 1927, refleja ya su interés por la esencia de la Iglesia.

 Continúa su formación como vicario, en la Iglesia Evangélica alemana de Barcelona, en 1928. Allí, además de reflexionar sobre cómo llevar el evangelio a cada clase social, se pregunta sobre la relación entre mundo y Dios: “La tierra es nuestra madre, como Dios es nuestro padre, y pone en brazos del padre únicamente al que permanece fiel a su madre [1].

 Dos años después estudiará en Nueva York donde conoce el protestantismo americano. Lo define como: “Una especie de club social” o “un protestantismo sin reforma” pero queda influido por la dimensión social del evangelio, la convivencia entre distintas razas y el comportamiento de las iglesias en unos momentos de crisis.

 A su vuelta a Berlín imparte clases en la Universidad [2]. Su forma de entender la iglesia ejerció sobre sus alumnos tanto fascinación: “En la comunidad uno se convierte en Cristo para el otro. Los miembros no están desligados unos de otros”, como escándalo: “La Iglesia…se sitúa en la periferia de la vida… Pero ella querría estar en el centro y por eso habla, juzgando y condenando, sobre cuestiones centrales de la vida. Así es como se hace despreciable y odiosa”.

 Cuando en 1933 Hitler es designado canciller del Reich la Iglesia se divide, la mayoría son simpatizantes del nacionalsocialismo, pero los teólogos Barth, Niemöller y el propio Bonhoeffer forman La Iglesia Confesante. Mientras Barth y Niemöller toman una postura más neutral y trascendente Bonhoeffer se enfrenta al nazismo advirtiendo de los peligros hacia los que su país se encaminaba. Decepcionado, parte hacia Londres donde informa sobre la situación a las iglesias extranjeras, llamándolas a intervenir proclamando la ilicitud de la guerra: “No hay camino para la paz que pase por el camino de la seguridad. Porque la paz supone audacia y es un gran riesgo”.

 En 1935, animado por Barth, decide volver y reunir a jóvenes teólogos en un seminario. En esta etapa encuentra en la Biblia su camino, el Sermón del Monte le dirige hacia el servicio y el sacrificio absoluto.  Es entonces cuando escribe una de sus más bellas y, a la vez, exigentes reflexiones: “La gracia barata es la gracia sin seguimiento de Cristo, la gracia sin cruz…la gracia es cara porque le ha costado cara a Dios, porque le ha costado la vida de su Hijo, y porque lo que le ha costado caro a Dios no puede resultarnos barato a nosotros [3]”.

 Pero en 1939 está arrinconado: no puede vivir en Berlín, hablar en público o publicar, por lo que huye a Estados Unidos. Semanas después vuelve: “Si no participo con mi pueblo de las pruebas actuales, no tendré derecho a reconstruir la vida cristiana en Alemania después de la guerra”, y se encuentra con una Iglesia Confesante debilitada por las represalias. En este punto decide colaborar con la Abwehr (organización militar de contraespionaje), donde participa en diferentes complots contra la vida de Hitler. Sabedor de situarse en contra de la tradición cristiana pregunta a sus compañeros: “¿Darían ustedes la absolución a un tiranicida?”.

 Finalmente es detenido en abril de 1943 y conducido a la prisión de Tegel donde convivirá con hombres a los que no les interesa la religión. Se cuestiona entonces: “¿Hay Cristianismo sin religión? ¿Cómo hablar de Dios sin religión?”. Rechaza también la idea de un Dios omnipotente y toma como modelos la encarnación y humildad de Cristo:“El Dios que está con nosotros es el que nos abandona…Ante Dios y con Dios, vivimos sin Dios. Dios consiente en ser desalojado del mundo y clavado en la cruz. Dios es impotente y débil en el mundo y solamente así está con nosotros y nos ayuda [4]”.

 La situación se complica al descubrirse su verdadera participación en la resistencia. Cuando Hitler está a punto de caer, decide la muerte de algunos hombres, entre ellos Bonhoeffer. En el campo de Flossenburg es juzgado, declarado culpable y ahorcado, tenía 39 años. Sus últimas palabras lo muestran sin miedo y con la seguridad que da una fe que ha sabido amar al mundo: “Voy hacia la libertad que da la muerte y voy hacia la alegría”.

Carlos Osma

BIBLIOGRAFÍA

 A parte de la bibliografía referida en las notas a pie de página son dignos de mención, para profundizar en la vida y  pensamiento de Bonhoeffer, las siguientes obras:

– Bonhoeffer, D. Cartas de amor desde la prisión. (Madrid: Editorial Trotta, 1998).

–                          Ética. (Madrid: Editorial Trotta, 2000).

–                         Redimidos para lo humano. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1979).

–                         Vida en comunidad. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1995).

 [1]Si no se dice lo contrario todas las citas han sido tomadas de: Hourdin, G. Bonhoeffer. Una Iglesia para mañana. (Madrid: Ediciones Bailén, 1972).

[2]Uno de estos semestres de docencia queda recogido en: Bonhoeffer, D. Creer y Vivir. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 1985).

[3]Bonhoeffer, D. El precio de la gracia. (Santander: Ediciones Sígueme, 1986, Págs. 16-17).

[4]Estas y otras reflexiones aparecen en sus cartas publicadas en: Resistencia y sumisión. (Salamanca: Ediciones Sígueme, 2001).

 NOTA

 Publicado en la Revista Cristianismo Protestante en Julio de 2005

Espiritualidad, Iglesia Luterana , , , , , , , , , , , , , ,

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