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“Nuevo clasismo”. 26 Tiempo ordinario – C (Lucas 16,19-

Domingo, 25 de septiembre de 2022
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26-TO-C-600x400Conocemos la parábola. Un rico despreocupado que «banquetea espléndidamente», ajeno al sufrimiento de los demás, y un pobre mendigo a quien «nadie da nada». Dos hombres distanciados por un abismo de egoísmo e insolidaridad que, según Jesús, puede hacerse definitivo, por toda la eternidad.

Adentrémonos algo en el pensamiento de Jesús. El rico de la parábola no es descrito como un explotador que oprime sin escrúpulos a sus siervos. No es ese su pecado. El rico es condenado sencillamente porque disfruta despreocupadamente de su riqueza sin acercarse al pobre Lázaro.

Esta es la convicción profunda de Jesús. Cuando la riqueza es «disfrute excluyente de la abundancia», no hace crecer a la persona, sino que la deshumaniza, pues la va haciendo indiferente e insolidaria ante la desgracia ajena.

El paro está haciendo surgir un nuevo clasismo entre nosotros. La clase de los que tenemos trabajo y la de los que no lo tienen. Los que podemos seguir aumentando nuestro bienestar y los que se están empobreciendo. Los que exigimos una retribución cada vez mayor y unos convenios cada vez más ventajosos y quienes ya no pueden «exigir» nada.

La parábola es un reto a nuestra vida satisfecha. ¿Podemos seguir organizando nuestras «cenas de fin de semana» y continuar disfrutando alegremente de nuestro bienestar cuando el fantasma de la pobreza está ya amenazando a muchos hogares?

Nuestro gran pecado es la indiferencia. El paro se ha convertido en algo tan «normal y cotidiano» que ya no escandaliza ni nos hiere tanto. Nos encerramos cada uno en «nuestra vida» y nos quedamos ciegos e insensibles ante la frustración, la crisis familiar, la inseguridad y la desesperación de estos hombres y mujeres.

El paro no es solo un fenómeno que refleja el fracaso de un sistema socioeconómico radicalmente injusto. El paro son personas concretas que ahora mismo necesitan la ayuda de quienes disfrutamos de la seguridad de un trabajo. Daremos pasos concretos de solidaridad si nos atrevemos a responder a estas preguntas: ¿necesitamos realmente todo lo que compramos? ¿Cuándo termina nuestra necesidad y cuándo comienzan nuestros caprichos? ¿Cómo podemos ayudar a los parados?

José Antonio Pagola

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“Recibiste bienes y Lázaro males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces”. Domingo 25 de septiembre de 2022. 26º Ordinario

Domingo, 25 de septiembre de 2022
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51-ordinarioc26-cerezoLeído en Koinonia:

Amós 6, 1a. 4-7: Los disolutos encabezarán la cuerda de cautivos.
Salmo responsorial: 145: Alaba, alma mía, al Señor.
1Timoteo 6, 11-16: Guarda el mandamiento hasta la manifestación del Señor.
Lucas 16, 19-31: Recibiste bienes y Lázaro males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces.

El profeta Amós denuncia las injusticias de los poderosos que vivían en lujos y en banquetes y no se afligían por el desastre o ruina «de José». Esta es una denominación de las tribus del Norte (Israel). Tal indiferencia denota una vez más la ceguera de los que se sienten seguros, sin tener en cuenta las advertencias que les hacía el profeta. En el camino al exilio, estos notables irán al frente de los deportados. (No fueron los pobres los que fueron deportados, sino las élites de la clase media y alta).

Pablo exhorta a su amigo Timoteo a que permanezca siempre firme en su fe, en busca de la justicia, la piedad, la caridad. Teniendo en cuenta el llamado de atención que hace Pablo en el versículo 10, donde afirma que la raíz de todos los males es el afán de dinero, y algunos, por dejarse llevar por él, se extraviaron de la fe y se atormentaron con muchos sufrimientos, enseguida viene la otra exhortación al discípulo que huya de estas cosas y el llamado a vivir de los valores del Reino. Pablo invita a Timoteo a que conserve el mandato del Señor, a que se mantenga firme en su compromiso y busque siempre la vida eterna a la que ha sido llamado y a la que ha hecho profesión solemne delante de muchos testigos.

Leemos hoy una parábola del evangelio de Lucas. Se llamaba Lázaro (nombre derivado del hebreo el’azar que significa “Dios ayuda”), aunque en vida no gozó, al parecer, de la ayuda divina. Le tocó en desgracia ser mendigo, como a tantos millones de seres humanos hoy, estar postrado en el portal de la casa de un rico sin nombre, uno de tantos, al que tradicionalmente se le ha calificado de “epulón”, banqueteador.

Lázaro o “Dios ayuda” tenía en realidad pocas aspiraciones: se contentaba con llenarse el estómago con lo que tiraban de la mesa del rico, las migajas de pan en las que los señores se limpiaban las manos a modo de servilletas. Pero ni siquiera esto pudo conseguirlo, pues nadie le hizo entrar a la sala del banquete. Para colmo, unos perros callejeros, animales considerados impuros y en estado semisalvaje, tan comunes en la antigüedad, se le acercaban para lamerle las llagas. Imposible mayor marginación: pobreza e impureza de la mano. Nada dice el evangelio de las creencias religiosas de este hombre, con razones sobradas para dudar seriamente de la reconocida compasión divina para con el pobre y el oprimido. Tal vez ni siquiera tuviese tiempo ni ganas de pararse a pensar en semejantes disquisiciones teológicas.

Tanto al rico como al pobre les llegó la hora de la muerte, a partir de la cual se cambiarían en el más allá las tornas, como pensaban los fariseos. Aunque, dicho sea de paso, con esto del “más allá”, quienes hacían de la religión baluarte de conservadurismo e inmovilismo han invitado mil veces a la resignación, tildada de “cristiana”, a la paciencia y al mantenimiento de situaciones injustas a los que las sufrían; en el más allá -se decía- Dios dará a cada uno su merecido. Aunque siempre cabe pensar: ¿y por qué no ya desde el más acá?

Para muchos predicadores, satisfechos con la imagen de un Dios que “premia a los buenos y castiga a los malos”, como el dios que profesaban los fariseos, la parábola terminaba en el más allá contemplando el triunfo del pobre y la caída del rico. Apenas se comentaba la última escena, clave importante para comprender su mensaje. De ser así, esta parábola sería una invitación a aceptar cada uno su situación, a resignarse, a cargar con su cruz, a no rebelarse contra la injusticia, a esperar un más allá en el que Dios arregle todos los desarreglos y desmesuras humanas. Entendido así, el mensaje evangélico se hermanaría con un conformismo a ultranza que ayuda a mantener el desorden establecido, la injusticia humana y las clases sociales enfrentadas.

Pero esta parábola no es una promesa para el futuro. Mira a la vida presente y va dirigida a los cinco hermanos del rico, que continuaban –después de la muerte de su hermano y de Lázaro– en la abundancia y el despilfarro. Por eso, el rico, alarmado por lo que espera a sus hermanos si siguen viviendo de espaldas a los pobres, pide a Abrahán que envíe a Lázaro a su casa, a sus hermanos, para que los prevenga, no sea que acaben en el mismo lugar de tormento. Para cambiar la situación en que viven sus hermanos, el rico epulón piensa que hace falta un milagro: que un muerto vaya a verlos. Crudo realismo de quien conoce la dinámica del dinero, que cierra el corazón humano a la evidencia de la palabra profética, al dolor y al sufrimiento del pobre, a la exigencia de justicia, al amor e incluso a la voz de Dios. El dinero deshumaniza. Me remito a la experiencia de cada uno.

Bien lo sabía el profeta Amós cuando amenazaba a los ricos que se acostaban en lechos de marfil, arrellanados en divanes y se daban a la gran vida entre comilonas, música, vino abundante y perfumes exquisitos, sin dolerse del sufrimiento de los pobres (Am 6,1a.4-7). Aquellos fingían devoción a Dios y veneración hacia la ciudad santa y el templo, creyendo de este modo contentar a Dios y quedar justificados. Pero el verdadero Dios no es amigo de una religión que separa el culto de la vida, el incienso de la práctica del amor al prójimo. Este Dios, según el libro del Deuteronomio, comparte suerte con el pobre, el huérfano, la viuda y el extranjero; con todos aquellos a quienes los poderosos les han arrebatado el derecho a una vida vivida con dignidad.

La parábola no puede tener más actualidad en este año 2016, año en que las estadísticas dicen que va a producirse un fenómeno estadístico importante: el 1% más rico de la población del mundo va a superar su propio récord patrimonial, que estaba en el 49% de la riqueza del mundo, y va a pasar a ser el 50%; ya se han hecho con la riqueza de medio mundo. El actual sistema mundial privilegia la desigualdad. El mundo actual no es bueno para los muchos Lázaros. Leer más…

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Dom 25.9.22 Un rico (epulón) sin nombre y un mendigo llamado Lázaro (Lc 16, 19-31)

Domingo, 25 de septiembre de 2022
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20190110-Dios-o-el-dinero-mockup-final.1jpgDel blog de Xavier Pikaza:

Ésta es la “historia” famosa de un rico sin nombre (un epulón), que comía y gastaba sin preocuparse de nadie, mientras moría a su puerta de hambre y de llagas un mendigo llamado Lázaro. Pero el rico también murió y entonces se vio  lo que eran sus vidas.

Es una historia contada desde antiguo en Egipto, y el evangelio de Lucas la recoge en un contexto judeo-cristiano con Abraham como “símbolo del cielo donde reciben a Lázaro el pobre. Fuera de ese cielo queda el infierno egoista de aquellos que se queman en el fuego destructor de su avaricia  

Este “drama” no habla de lo que pasará después, sino de lo que está pasando ahora, en este mismo mundo, con un rico encerrado en sus placeres y un pobre que muere como perro (con un perro amigo) a la puerta de la casa rica. Éste es un cuento popular, enigmático y fuerte que puede y debe sacudir nuestra conciencia satisfecha.

Tenemos que abrir la puerta de la casa rica donde tendemos a encerrarnos (tanto en la iglesia como en la vida social), para que entre en ella el aire nuevo de la vida, de la calle. De lo contrario nos condenamos al fuego sin fin de nuestro propio infierno.

He comentado este texto en Dios o el Dinero. Lo han  estudiado tambien, además ce comentaristad de Lucas, autores tan signivicativos como  Wim Weren y Benedicto XVI

c 16, 19-33. Un drama en dos escenas y con desenlace y moraleja

(a. Primera escena. Ante la casa de un rico). Había un hombre rico, que se vestía de púrpura y de lino finísimo, y celebraba cada día banquetes espléndidos. Y cierto pobre, llamado Lázaro, estaba echado a su puerta, lleno de llagas, y deseaba saciarse con las migajas que caían de la mesa del rico, pero no podía; y los perros venían y le lamían las llagas.

(b. Cambio de suertes). Aconteció que murió el pobre y fue llevado por los ángeles al seno de Abraham. Murió también el rico, y fue sepultado. Y estando en el Hades, sufriendo entre tormentos, alzó sus ojos y vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno.

(c. Segunda escena: Entre el seno de Abraham y el fuego que consume al rico) Entonces el rico, dando voces, dijo: Padre Abraham, ten misericordia de mí y envía a Lázaro, a fin de que moje la punta de su dedo en agua y refresque mi lengua; porque estoy atormentado en esta llama.

 Pero Abraham dijo: Hijo, acuérdate que durante tu vida recibiste tus bienes; y de igual manera Lázaro, males. Pero ahora él es consolado aquí, y tú eres atormentado. Además de todo esto, un gran abismo existe entre nosotros y vosotros, para que los que quieran pasar de aquí a vosotros no puedan, ni de allá puedan cruzar para acá.

 Pero el hombre rico dijo: Si es así, te ruego, padre, que le envíes a la casa de mi padre (pues tengo cinco hermanos), de manera que les advierta a ellos, para que no vengan también a este lugar de tormentos.

(d. Desenlace: Sentencia de Abraham). Pero Abraham dijo: Tienen a Moisés y a los profetas. Que les escuchen a ellos. Entonces él dijo: No, padre Abraham; pero si alguno va a ellos de entre los muertos, se arrepentirán. Pero Abraham le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán si alguno se levanta de entre los muertos (Lc 16, 19-31).

La primera escena

sucede en el entorno de la casa del rico, durante el tiempo de su vida y de la vida de Lázaro, el mendigo. El rico epulón (=hombre de épulas o banquetes)el rico se vestía de púrpura y lino finísimo, y celebraba banquetes suntuosos cada día, mientras el mendigo se hallaba cubierto de harapos,y deseando saciar su hambre con las sobras que cayeran al suelo de la mesa del rico. Está fuera de la puerta de la casa rica, rodeado por los perros de la calle, sin que nadie de la casa rica le mire ni ayude.
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La segunda escena 

Ofrece un cambio de perspectiva, pues ambos hombres mueren, y en este contexto se menciona primero a Lázaro, que descansa en el seno de Abrahán, y luego a Epulón, que fue enterrado sufiendo en un lugar de fuego y tormentos, conforme al tema conocido de la inversión de situaciones que aparece en los cuentos de oriente y en también en la Biblia (Canto de Ana, 1Sam 2, y canto de María (Lc 1).

             En el momento anterior, ambos se hallaban muy cerca, el pobre a la puerta del rico…, el rico a unos metros del pobre (a quien jamás había mirado ni ayudado), pero ahora les separa un gran abismo, de manera que no pueden hablar entre sí. El pobre goza, el rico sufre, y pide ayuda a Abrahán, para que Lázaro acuda  y le ayude, al menos con un poco de agua. Pero esa ayuda es ya imposible, pues las situaciones se han invertido, conforme a la lógica del juicio, según dice Abraham a Epulón: “Hijo, acuérdate de que durante tu vida recibiste bienes; y Lázaro, en cambio, males. Pero ahora él es consolado aquí, y tú eres atormentado”. Epulón había tenido toda la vida para relacionarse con Lázaro, pero ahora es ya tarde.

Ésta es verdad: el  Epulón, que ha tenido a Lázaro a su puerta, sin verle ni ayudarle, se ha condenado a sí mismo. Podía haberle mirado y ayudado mientras estaban tan ceerca (como quería el pobre, con hambre de migajas de la mesa del rico), pero no le ha visto (no ha querido verle). No le ha hecho ningún daño positivo, pero le ha ignorado, e ignorarle ha sido matarle, En esa línea, lógicamente, el tema de la conversación de Abrahán con este pulón, no es lo que puede hacerse tras la muerte (¡nada!), sino lo que debe hacere antes de ella.

Epulón no quiso mirar a Lázaro, ni darle las migajas de su mesa, a diferencia de los perros misericordiosos que lamían sus llagas. Se había cerrado en sí mismo y en sus bienes, y así queda para siempre, encerrado en el fuego destructor de su egoísmo.

Este es la verdad inexorable (la mentira) de epulón que ni Lázaro, el bienaventurado, ni Abraham, el padre, pueden ya remediarle, pues incluso la aparición de un muerto es capaz para cambiar al egoísta.

Desenlace:

La moraleja de este crama del relato no es que los pobres del mundo queden sin más como están, esperando la gloria futura del seno de Abraham, sino que los ricos epulones se conviertan, para ayudar a los pobres, abriendo así una puerta de contacto y comunicación entre la casa rica y la calle abandonada de los pobres.  Esta parábola quiere Que los ricos abran la puerta de su casa y de sus bienes para los pobres, pues sólo acogiendo a los pobres pueden ellos salvarse

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Lujo y miseria. Domingo 26 Ciclo C

Domingo, 25 de septiembre de 2022
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imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

Una parábola inspirada en una denuncia profética (Amós 6,1a.4-7)

            La parábola del rico y Lázaro, exclusiva del evangelio de Lucas, se inspira en un texto del profeta Amós, elegido este domingo como primera lectura. Este profeta del siglo VIII a.C. vivió una situación muy parecida, en ciertos aspectos, a la de hoy: gente millonaria, que puede permitirse toda clase de lujos, y gente que llega a duras penas a fin de mes o incluso pasa hambre.

Esto dice el Señor todopoderoso:

¡Ay de los que se fían de Sión, confían en el monte de Samaria! Os acostáis en lechos de marfil, os arrellanáis en divanes, coméis carneros del rebaño y terneras del establo; canturreáis al son del arpa, inventáis, como David, instrumentos musicales; bebéis vino en copas, os ungís con perfumes exquisitos y no os doléis del desastre de José. Por eso irán al destierro, a la cabeza de los cautivos. Se acabó la orgía de los disolutos.

            El profeta se dirige a la clase alta de las dos capitales, Jerusalén (Sión) y Samaria, y denuncia su forma lujosa de vida. El lujo se extiende a todos los ámbitos: al mobiliario, con lechos y divanes de marfil, mientras la inmensa mayoría de la gente duerme en el suelo; a la comida, a base de carne de carnero y de ternera, cuando los pobres se contentan con pan y agua, unas uvas y un poco de queso; a la bebida en copas refinadas o de gran tamaño (el término hebreo puede interpretarse de ambos modos); a los perfumes carísimos, mientras los pobres sólo huelen a sudor.

            Y esta gente que se permite toda clase de lujos “no se duele del desastre de José”. José no es una persona concreta sino todo el país, conocido entonces como Casa de José porque sus tribus principales eran Efraín y Manasés, los dos hijos del patriarca José.

            Lo que dice el profeta es que esa gente que vive con toda clase de lujos no se preocupa lo más mínimo del sufrimiento de millones de personas que lo pasan mal. Como castigo, les anuncia la invasión de un ejército extranjero que pondrá fin a sus orgías y los deportará.

El rico comilón (Epulón) y el pobre Lázaro (Lucas 16,19-31)

La parábola de Lucas, inspirada inicialmente en el texto de Amós, podemos dividirla en tres partes.

El rico y el pobre (vv.19-21).

Había un hombre rico que se vestía de púrpura y de lino y banqueteaba espléndidamente cada día. Y un mendigo llamado Lázaro estaba echado en su portal, cubierto de llagas, y con ganas de saciarse de lo que tiraban de la mesa del rico. Y hasta los perros se le acercaban a lamerle las llagas.

A Lucas le gusta presentar parejas de personajes antagónicos: Marta y María, los dos hermanos, el rico y su administrador injusto… Aquí elige un rico y un pobre. Del rico no dice el nombre, solo menciona su forma de vestir y su excelente comida. Se viste de púrpura y lino, tejidos valiosos, que se usan para los ornamentos sacerdotales (Ex 28,5). Su excelente comida le ha valido en España el nombre de Epulón, basado en la palabra epulabatur de la traducción latina.

Del pobre, en cambio, comienza dando su nombre, Lázaro, cosa atípica en las parábolas, que no dan nombre a los protagonistas. Lázaro significa «Dios ayuda», nombre que resulta irónico, porque Dios no parece ayudarlo. Su vestido son llagas que le cubren el cuerpo y lamen los perros. Comida no tiene. Desearía llenarse el vientre con los trozos de pan que se utilizaban para empapar en el plato y para limpiarse las manos, que luego se arrojaban bajo la mesa (J. Jeremias). La expresión «deseaba saciarse» recuerda al hijo pródigo en su época de hambre, pero este tuvo la posibilidad de buscar solución, volviendo a la casa paterna. El pobre está tirado a la puerta del rico, casi sin poder moverse.

Muerte y sepultura (v.22).

Sucedió que se murió el mendigo, y los ángeles lo llevaron al seno de Abraham.  Se murió también el rico, y lo enterraron.

Cosa nada extraña en un cuento, parece que los dos mueren el mismo día. Desde ese momento cambia su suerte. El pobre es llevado por los ángeles al seno de Abrahán, idea que no encuentra paralelo en la literatura bíblica, pero que expresa muy bien el excelente trato recibido por el pobre. Del rico se dice escuetamente que «fue sepultado». El autor del libro de Job habría descrito un cortejo fúnebre solemne: «Lo conducen al sepulcro, se hace guardia junto al mausoleo… Después de él marcha todo el mundo, y antes de él incontables» (Job 21,32-34). La parábola no menciona tanta pompa, ni siquiera un solo acompañante; solo dice que lo sepultaron, se hundió en la tierra, no en el seno de Abrahán.

El rico, Lázaro y Abrahán (vv.23-31).

Los protagonistas son el rico y Abrahán. Lázaro no dice nada, se limita a pasarlo bien. Después de enterrarlo, el rico se encuentra en el Hades, término griego que designa originariamente al Dios del mundo subterráneo y, más tarde, a dicho mundo, un lugar de tormento, en el que las llamas provocan una sed terrible. Aunque ese espacio está separado del seno de Abrahán por un abismo infranqueable, se puede ver al patriarca y dialogar con él. Esto da lugar a un largo diálogo entre ellos, con tres peticiones del rico y las consiguientes repuestas del patriarca.

Y, estando en el infierno, en medio de los tormentos, levantando los ojos, vio de lejos a Abraham, y a Lázaro en su seno, y gritó.

        Primera petición (24-26)

“Padre Abraham, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.”

Pero Abraham le contestó: “Hijo, recuerda que recibiste tus bienes en vida, y Lázaro, a su vez, males: por eso encuentra aquí consuelo, mientras que tú padeces. Y además, entre nosotros y vosotros se abre un abismo inmenso, para que no puedan cruzar, aunque quieran, desde aquí hacia vosotros, ni puedan pasar de ahí hasta nosotros.

Lo que pide no puede ser menos: una gota de agua en la punta de un dedo de Lázaro, para apagar la sed. Abrahán comienza su respuesta en el mismo tono cariñoso. El rico lo ha llamado «padre» y él lo llama «hijo». Pero no le concede lo que pide, aduciendo dos argumentos. 1) La suerte se ha invertido: el que tenía todo lo bueno en esta vida, se ve ahora atormentado; el que solo tuvo males, ahora es consolado. Que el pobre reciba su premio después de haber sufrido tanto en esta vida es fácil de aceptar. En cambio, el castigo del rico es tan terrible que algún pecado debe haber cometido. En esta línea, lo que más debe intranquilizarnos (porque la parábola pretende sacudir la conciencia) es que el rico no es un explotador ni un criminal, no se dice que pagara un salario de miseria a sus obreros ni que se hubiera enriquecido con el narcotráfico. Lo que denuncia la parábola es su forma exquisita de vestir y de comer, sin fijarse en el pobre que está tendido a su puerta. Es la injusticia indirecta causada por el egoísmo. 2) Entre nosotros y vosotros existe un abismo infranqueable. La idea coincide con la del libro etiópico de Henoc, que habla de un abismo entre la región donde termina la gran tierra y un lugar desierto y terrible.

Segunda petición (v.27)

El rico insistió: Te ruego entonces, padre, que mandes a Lázaro a casa de mi padre, porque tengo cinco hermanos, para que, con su testimonio, evites que vengan también ellos a este lugar de tormento.

Abrahán le dice: Tienen a Moisés y a los profetas: que los escuchen.

El rico no ceja y plantea un deseo muy distinto, que a él no le beneficia en nada, pero sí a su familia. De nuevo sería Lázaro quien debería actuar, presentándose ante los cinco hermanos para darles un testimonio e impedir que vengan a este lugar de tormento. La respuesta de Abrahán es breve y seca: «Tienen a Moisés y a los profetas; que los escuchen». No es fácil imaginar a cinco millonarios consultando la Biblia. ¿Qué espera el patriarca que saquen de su lectura? El mensaje social de la legislación del Pentateuco (Moisés) y de profetas como Amós, Isaías, Miqueas… es de una fuerza enorme. Si el lector no lo sabe, el rico lo ha captado de inmediato.

Tercera petición (vv.30-31)

El rico contestó: No, padre Abrahán. Pero si un muerte va a verlos, se arrepentirán.

Abrahán le dijo: Si no escuchan a Moisés y a los profetas, no harán caso ni aunque resucite un muerto.

Lo que pretende el rico es la conversión de sus hermanos. Y esto se consigue mejor con la aparición de un muerto (Lázaro) que con mucha lectura. La respuesta de Abrahán niega que incluso el mayor milagro, la resurrección de un muerto, sirva de algo si no existe la actitud de escuchar a Dios. El v.31 recuerda lo ocurrido con otro Lázaro, el hermano de Marta y María. Después de su resurrección, muchos judíos creyeron en Jesús; pero algunos contaron a los fariseos lo que había hecho, y se decidió su condena a muerte (Jn 11,45-48). Y las comunidades cristianas, al escuchar este cuento, refrendarían que tampoco la resurrección de Jesús consiguió convencer a quienes se negaban a creer en él.

El cambio que introduce la parábola.

Mientras Amós piensa que el castigo ocurrirá en esta vida, mediante la invasión de los asirios, Jesús lo desplaza a la otra vida. Él no se hace ilusiones; en esta vida, el rico seguirá disfrutando, y el pobre pasando hambre. Este cambio radical en el punto de vista ayuda a entender otras afirmaciones del evangelio de Lucas.

       En el Magnificat, María pronuncia unas palabras que, aplicadas a nuestro mundo, resultan estúpidas o de un cinismo blasfemo cuando dice que Dios “a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos los despide vacíos”. A la luz de la parábola del rico y Lázaro queda claro cuándo tendrá lugar esa revolución.

          Lo mismo afirma el comienzo del Discurso en la llanura, que contrasta la situación presente (ahora) con la futura. “Dichosos los pobres, porque el reinado de Dios les pertenece. Dichosos los que ahora pasáis hambre, porque seréis saciados. Dichosos los que ahora lloráis, porque reiréis… Pero, ¡ay de vosotros, los ricos!, porque ya recibís vuestro consuelo. ¡Ay de vosotros, los que ahora estáis saciados!, porque pasaréis hambre. ¡Ay de los que ahora reís!, porque lloraréis y haréis duelo” (Lc 6,20-25).

¿Dos textos trasnochados?

            Tanto Amós como Jesús viven en una sociedad muy distinta de la nuestra (al menos de la del Primer Mundo). Entonces no existía la clase media. La riqueza se acumulaba en pocas manos, mientras la mayor parte del pueblo vivía en circunstancias muy duras. Aplicar la parábola a los multimillonarios de hoy día, jeques árabes, grandes industriales, artistas de cine, deportistas de élite… supondría dejar con la conciencia tranquila a los millones de personas que vivimos en circunstancias infinitamente mejores que la inmensa mayoría de la población mundial. Si ahora mismo resulta difícil resistir su mirada, mucho más difícil será cuando nos mire Dios.

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Domingo XXVI del Tiempo Ordinario. 25 septiembre, 2022

Domingo, 25 de septiembre de 2022
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“-Padre Abrahán, ten piedad de mí y manda a Lázaro que moje en agua la punta del dedo y me refresque la lengua, porque me torturan estas llamas.”

(Lc 16, 19-31)

“…manda a Lázaro…” Incluso estando en el mismísimo infierno este rico sigue sintiéndose superior a Lázaro y sin ningún reparo reclama que le sirva.

Y ese debe ser precisamente el infierno: pensar que las demás personas están para satisfacer mis propias necesidades y las de mi gente. Ver a la otra persona “de segunda clase”, inferior ya sea por su condición económica, social, por sus capacidades diferentes o por su orientación sexual…

Siempre podemos encontrar un motivo, una justificación para desplegar nuestras ansias de dominio. Nuestro lado más oscuro y dejar de ver en la otra persona a alguien exactamente igual que yo.

Ese es el problema de la riqueza en cualquier aspecto de la vida. En cuanto nos sentimos “ricos”, nos creemos “mejores” y se estropea la comunión de la que deberíamos ser imagen.

La violencia que sacude nuestro mundo nace de la rivalidad. Nace cuando nuestra mirada se enferma y vemos a las demás personas como “mejores” o “peores” que nosotras mismas. Cuando en lugar de colocarnos “al lado” de las demás nos inventamos toda una jerarquía de valores o virtudes que nos hacen olvidar el gran valor de la dignidad humana que TODA personas posee porque le ha sido dada.

Las primeras páginas del Génesis nos advierten de este peligro, Dios le dice a Caín: “-¿Por qué te enfureces? ¿Por qué andas cabizbajo? Si obraras bien, llevarías bien alta la cabeza; pero si obras mal, el pecado acecha a tu puerta y te acosa, aunque tú puedes dominarlo.” (Gn 4, 6-7)

Si el pecado original daña la relación de la humanidad con Dios al querer ocupar su lugar, este segundo pecado nos llama la atención sobre aquello que daña las relaciones humanas.

En el fondo los dos pecados son muy similares. Ambos tienen que ver con el ansia de poder y dominio que llevamos en el corazón: la envidia, la codicia, el egoísmo… Todo aquello que nos hace creer que los demás son rivales, enemigos. Todo aquello que nos hace olvidar que somos comunión y nos necesitamos, y es precisamente en nuestras buenas relaciones donde crecemos y nos asemejamos a Dios Trinidad.

Oración

Haznos reconocer, Trinidad Santa, el valor de nuestra propia dignidad para que desde la humildad que da ese conocimiento nos abramos a la dignidad de las demás.

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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Siempre habrá un Lázaro a tu puerta

Domingo, 25 de septiembre de 2022
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Lc 16,19-31

Por última vez, después de una insistencia machacona, nos habla Lucas de la riqueza. Yo también tengo claro que en materia de riqueza no haremos caso ni aunque resucite un muerto. La parábola va dirigida a los fariseos. Acaba de decir el evangelista: “Oyeron esto (no podéis servir a dos amos) los fariseos, que son amigos del dinero, y se burlaban de él”. Jesús apoyándose en las creencias que ellos aceptaban, quiere hacerles ver que, si de verdad creyeran lo que predican, no estarían tan pegados a las riquezas.

Esta parábola es clave para entender algo de lo que nos dice el evangelio sobre las riquezas. No se puede hablar de ellas en abstracto y la parábola nos obliga a pisar tierra. El rico no tiene en cuenta al pobre y sin esa toma de conciencia nada tiene sentido. Lo único negativo de la parábola es que, mal interpretada, nos ha permitido utilizarla como opio. Aguanta un poco, hombre, que aunque te parezca que el rico disfruta, espera al más allá y le verás freírse en el infierno, mientras tú encontrarás la dicha más completa.

Esta parábola nos dice lo mismo que (Mt 25,34-46) “Porque tuve hambre y no me disteis  de comer, tuve sed y no me disteis de beber.” Las dos hay que entenderlas dentro de una visión mitológica del más allá: premio y el castigo como solución de las injusticias del más acá. Utilizar estos textos para seguir hablando de un premio para los pobres y un castigo para los ricos en el más allá no tiene sentido alguno; a no ser que se busque la resignación de los pobres para que los ricos puedan seguir disfrutando de sus privilegios.

Para comprender por qué el rico, que comía y vestía de lo suyo, es lanzado al “hades”, debemos explicar el concepto de rico y pobre en la Biblia. Para nosotros “rico” y “pobre” son conceptos que hacen referencia a una situación social. Rico es el que tiene más de lo necesario para vivir y puede acumular bienes. Pobre es el que no tiene lo necesario para vivir y pasa necesidades vitales. En el AT la perspectiva es siempre religiosa. Fueron los profetas, empezando por Amós, los que levantaron la liebre y denunciaron la maldad de la riqueza. Su razonamiento es simple: la riqueza se amasa siempre a costa del pobre.

Pobres en el AT, sobre todo a partir del destierro, eran aquellos que no tenían otro valedor que Dios. Se trataba de los desheredados de este mundo que no tenía nada en qué apoyar su existencia; no tenían a nadie en quien confiar, pero seguían confiando en Dios. Esta confianza era lo que les hacía agradables a Dios, que no les podía fallar (Lázaro, Eleazar -´El ´azar en hebreo- significa Dios ayuda). No existe en el AT concepto puramente sociológico de rico y pobre, nada se podía desligar del aspecto religioso.

Ahora comprenderéis por qué el evangelio da por supuesto que las riquezas son malas sin más matizaciones. No se dice que fueran adquiridas injustamente ni que el rico hiciera mal uso de ellas, simplemente las utilizaba a su antojo. Si Lázaro no hubiera estado a la puerta, no habría nada que objetar. Pero es precisamente el pobre el que, con su sola presencia, llena de maldad el lujo y los banquetes del rico. Tampoco Lázaro se propone como ejemplo moral de pobre, sino como contrapunto a la opulencia del rico.

No es fácil comprender el mensaje del evangelio, basta ver el comportamiento de Jesús. Jesús manifiesta una predilección por todos los que necesitaban liberación, entre ellos los pobres; pero también admitió la visita de Nicodemo, era amigo de Lázaro, aceptó la invitación de Mateo, acogió con simpatía a Zaqueo, fue a comer a casa de un fariseo rico, etc. No es fácil descubrir las motivaciones profundas de la manera de actuar de Jesús. Jesús descubrió que la riqueza acumulada, y no compartida, impide entrar en el Reino. Pero su actitud no fue excluyente, sino abierta y de acogida para los ricos.

El mensaje del evangelio no pretende solucionar un problema social sino denunciar una falsa actitud religiosa. El evangelio está a años luz del capitalismo, pero también del comunismo. Jesús predica el “Reino de Dios”, que consiste en hacer a todos los hombres hermanos. La diferencia es sutil, pero sustancial. El comunismo reparte los bienes, pero mantiene al pobre en su pobreza para seguir justificándose. Jesús propone compartir como fruto del amor. La consecuencia sería la misma, que los ricos dejarían de acaparar y los pobres dejarían de serlo, pero la actitud humanizaría tanto al rico como al pobre.

Seguramente que el rico de hoy hacía favores e invitaría a comer a sus hermanos y a los amigos ricos como él. Esa actitud no garantiza humanidad alguna. El amor cristiano solo está garantizado cuando hago algo por aquel que no va a poder pagármelo. El amor que pide Jesús nunca se puede desligar de la compasión. Amor sin compasión es interés. Un niño no tiene compasión por su madre, por eso lo que siente por ella no es “amor” sino interés. La mayoría de las relaciones que calificamos de amor, no son más que egoísmo.

Ahora podemos entender por qué la incapacidad de cada uno para solucionar el hambre del mundo no es excusa para no hacer nada. Nuestra pasividad demuestra que la religión no es más que una tapadera que intenta sumar seguridad espiritual a las seguridades materiales. Jesús no está pidiendo que soluciones el hambre del mundo, sino que salgas de tu error al confiar en la riqueza. No se te pide que salves el mundo, sino que te salves tú. Si los ricos dejásemos de acaparar bienes, inmediatamente llegarían a los pobres.

Me daría por satisfecho si todos nosotros saliéramos de aquí convencidos de que la pobreza no es un problema que alguien tiene que solucionar, sino un escándalo en el que todos participa­mos y del que tenemos la obligación de salir. No es suficiente que aceptemos teóricamente el planteamiento y nos dediquemos a superar las injusticias que se están cometiendo hoy en el mundo. Debemos descubrir que aunque yo esté dentro de la legalidad cuando acumulo bienes materiales, eso no garantiza que sea lo correcto.

No basta despojar a los ricos de su riqueza, porque los ahora pobres ocuparían su lugar. Eso ha pasado en todas las revoluciones sociales. La única solución pasa por superar todo egoísmo para hacer un mundo de hermanos. Es verdad que los ricos no se consideran hermanos de los pobres, pero tampoco los pobres se consideran hermanos de los ricos. El evangelio va mucho más allá de la solución de unas desigualdades sociales, pero también esas injusticias quedarían superadas con un verdadero amor-compasión.

No podemos desarrollar una auténtica religiosidad sin tener en cuenta al pobre. Nuestra religión, olvidando el evangelio, ha desarrollado un individualismo absoluto. Lo que cada uno debe procurar es una relación intachable con Dios. La moral católica está encaminada a perfeccionar esta relación con Él. Pecado es ofender a Dios y punto. El evangelio nos dice que el único pecado que existe es olvidarse del que me necesita. Mi grado de acercamiento a Dios es el grado de acercamiento al otro. Lo demás es idolatría.

Meditación-contemplación

Satisfacer las necesidades biológicas no es malo, pero es insuficiente.
Solo las exigencias de tu verdadero ser te llevarán a la plenitud.
No debes renunciar a nada sino elegir lo mejor para ti, aquí y ahora.
Dios te está dando siempre una posibilidad de plenitud.
No desarrollar esa potencialidad es la verdadera condenación.
Tú solito estás malogrado tu existencia.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Munárriz

Domingo, 25 de septiembre de 2022
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Lc 16, 19-31

«No harán caso, aunque resucite un muerto»

Jesús siente un gran recelo hacia el dinero y así lo expresa en multitud de ocasiones. Llama bienaventurados a los pobres, alerta sobre la dificultad de los ricos para entrar en el Reino, considera necio al hombre de la parábola ufano de su riqueza que esa noche iba a morir, se entristece cuando el “joven rico” renuncia a seguirle porque tenía muchos bienes… y, en la parábola de hoy, nos muestra hasta qué punto se puede endurecer el corazón de un hombre por causa de su riqueza.

El dinero no es algo marginal en el evangelio, algo que se menciona de pasada, sino una línea clara y recurrente dentro del mensaje global y la concepción del Reino. Algo que nos interpela de manera especial, porque vivimos en una sociedad de ricos en la que el dinero ha dejado de ser un medio para convertirse en el fin por excelencia de nuestra vida. Y cuando esto sucede, el dinero se convierte en amo, en el peor amo que podemos tener, porque nos esclaviza, socava nuestra humanidad y nos arrebata la capacidad de compadecer, de ayudar, de perdonar, de servir…

La expresión que usa Jesús para alertarnos de la trampa mortal que encierra el dinero, es una de esas exageraciones geniales que emplea para hacer especial énfasis en algo importante: «No harán caso, aunque resucite un muerto» … Dicho de otro modo: “Si caéis en esa trampa, no tenéis salvación”.

Quizá convenga hacer un breve inciso sobre su expresión «bienaventurados los pobres»,porque puede ser malinterpretada. Jesús no llama bienaventurados a los míseros, e incluso en la versión de Mateo se matiza el término para referirlo a los “pobres de espíritu”. Es de suponer que se refiere a quienes no se dejan dominar por la ambición ni permiten que el dinero les esclavice; a quienes se conforman con lo que tienen y lo comparten con los que no tienen; a quienes se acostumbran a vivir con poco… es decir, a quienes son capaces de convertir el dinero en un talento para la construcción del Reino.

Y esta es una pauta excelente para establecer nuestra relación con el dinero, hasta el punto, que Jesús nos dice que seremos mucho más dichosos si la seguimos (lo cual es además muy razonable porque su seguimiento nos humaniza y nos mueve a caminar por la vida ligeros de equipaje).

Pero siendo realistas, en este mundo el dinero es necesario no solo para vivir el día a día, sino también para prevenir el futuro ante las infinitas incertidumbres que presenta la sociedad actual. Por eso la parábola de hoy resulta especialmente oportuna para nosotros los ricos, pues nos alerta del riesgo de que el permanente contacto con el dinero acabe endureciendo nuestro corazón, y nos invita a reflexionar sobre el efecto que está teniendo en cada uno de nosotros. Por fortuna se trata de una reflexión muy sencilla, pues basta con preguntarse hasta qué punto hemos perdido la capacidad de compromiso ante el cúmulo de desgracias ajenas que cada día asaltan nuestras vidas.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo en su momento, pinche aquí

 Fuente Fe Adulta

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La riqueza, rival de Dios.

Domingo, 25 de septiembre de 2022
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DOMINGO 26º T.O. (C)

Conviene recordar que Jesús en el evangelio de Lucas es, ante todo, el salvador, el que vino para librar al mundo de sus males. El mundo son todos los hombres y mujeres, el pueblo de Dios, todos los pueblos. No hay un pueblo “elegido” con privilegios, todos son objeto de su amor. El aspecto de Dios que prevalece en la obra de Jesús es el de la misericordia. Jesús muestra predilección por los más necesitados: los pobres, los pecadores, los enfermos, los descartados, las mujeres, los niños. Lucas presta especial atención a la fuerza del Espíritu Ruah en el acontecimiento cristiano, en el tiempo de Jesús y en el tiempo de los/las apóstoles. El Espíritu es la fuerza que hace posible el evangelio en el mundo.

Lucas insiste en las actitudes del discípulo/a: amor del prójimo en vez de observancia formalista de la Ley; el prójimo no es un concepto legal sino una relación que se crea, que se construye; esta actitud es la central y su realización concreta se llama servicio. Amor y servicio son la única grandeza y la única autoridad en un Reino en el que no existen tradiciones ni reglas de vida (a propósito de la pregunta que los fariseos hacen a Jesús sobre el ayuno y la comparación que él les pone del vino nuevo); a través del amor y el servicio el/la discípulo/a entra en una nueva relación con Dios llamándole Abbá, dirigiéndose a Él/Ella con plena confianza.

Pero dos obstáculos hacen imposible esa relación con Dios, en este texto del evangelio que sólo narra Lucas: la conciencia pagada de sí misma y la riqueza, rival de Dios y, por tanto, injusta, tentación constante que hace al ser humano sordo a la voz de Dios. Al discípulo/a se le exige la renuncia al dinero; eso le dará la verdadera felicidad.

En la primera lectura del libro de Amós (6,1a. 4-7), el profeta denuncia las falsas seguridades de quienes se hacen ídolos de sus creencias: riqueza, dominación, poder, mentira, soberbia, egoísmo, en definitiva, cualquier tipo de opresión. Concienciar de la servidumbre es comienzo de salvación. Ante la creciente brecha de desigualdad entre ricos y pobres, cabría preguntarse, ¿vivimos el servicio a los demás o nos aferramos a nuestras servidumbres?

El evangelio no deja para el más allá la solución de la pobreza y de la miseria, ya que al rico Epulón lo “condena” al castigo eterno, teniendo en cuenta el lenguaje mítico semita que utilizan los evangelios. Si bien Jesús manifiesta predilección por todos los que necesitaban liberación, su actitud no fue excluyente ni condenatoria sino abierta y de acogida con todos.

Jesús se dirige a los fariseos y les cuestiona lo que predican. Poco antes de este relato, les lanza una frase lapidaria: “No podéis servir a Dios y al dinero” (16,13), dirigida a todo aquel que vive esclavo de sus riquezas. Es la riqueza acumulada y no compartida la que impide entrar en la dinámica del Reino.

El texto describe a dos personajes destacando el fuerte contraste entre ambos. En ningún momento se dice que el rico haya provocado la miseria del pobre y se encuentre en esa penosa situación por su culpa. Lo escandaloso es que ni siquiera se ha dado cuenta de su presencia; mientras él banquetea diariamente, el pobre, junto a su puerta, no tiene nada que llevarse a la boca. Vive cómodamente rodeado de su  bienestar, ignorando la vida de quien está a su lado. Su actitud es inhumana por su insensibilidad, por su indiferencia. En palabras del evangelio, por poseer un “corazón de piedra”.

También nosotros, hoy. Vivimos tan inmersos en nuestras comodidades, en nuestras seguridades, tal vez en nuestro hedonismo, que no queremos ver la miseria de nuestro mundo. El relato intenta sacudir la conciencia de quienes nos hemos acostumbrado a vivir en la abundancia teniendo a nuestro lado países y pueblos enteros viviendo en la más absoluta miseria. Una sociedad del bienestar que se ve incapaz de frenar la injusticia social mundial. Que nos permite vivir con la conciencia resignada pensando que la culpa es de todos, países ricos, imperialismos capitalistas, comunistas, totalitarismos nacionalistas, y de nadie en particular. Dos ejemplos:

La ONU muestra un mapa de la pobreza global más allá del dinero. 1.300 millones de personas son pobres en todos los sentidos de la palabra porque no tienen apenas ingresos o carecen de acceso a agua potable, alimentos suficientes o electricidad. El 10% de la población mundial, 736 millones de personas, sobreviven cada día con menos de 1,90 dólares. Son extremadamente pobres… económicamente. Aunque estar por encima de este nivel de ingresos no asegura tener una vida digna.

Manos Unidas alerta: 274 millones de personas necesitarán ayuda humanitaria este 2022.

En todo caso, el evangelio no pretende solucionar un problema social sino denunciar una falsa e hipócrita actitud religiosa. El Reino que Jesús predica consiste en hacer de la humanidad una comunidad de hermanos. Nos invita a compartir los alimentos, los recursos, suficientes para todos, y convivir como hermanos, no como rivales o competidores. Los ricos dejarían de acaparar y los pobres dejarían de serlo. Todos creceríamos en humanidad. En el fondo, pobreza e injusticia es una realidad en la que todos participamos. Lo que se nos pide es romper la indiferencia, no poner excusas ante la incapacidad de unos y otros, estar atentos a las “llagas de nuestro mundo” permaneciendo activos ante el sufrimiento, descubrir y levantar a los Lázaros “de la puerta de al lado”, vivir el amor-compasión que Jesús practica entre los necesitados.

Y todo ello, sin pedir nada a cambio. Esa es la salvación que me hace más humana y más divina, que me religa con el Dios de Jesús. La medida de amor-servicio a los hermanos me abre, pues, a esa relación única, íntima con Dios. Todo lo demás son cálculos interesados.

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

Fuente Fe Adulta

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La indiferencia crea abismos.

Domingo, 25 de septiembre de 2022
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7ABB9DEE-5F84-428C-AFF8-B5531C67FF7FDomingo XXVI del Tiempo Ordinario

25 septiembre 2022

Lc 16, 19-31

Si la compasión -capacidad de vibrar con el otro, ponerse en su piel, ver las cosas desde su perspectiva, desear su bien y ofrecerle ayuda eficaz- es el “alma” de la sabiduría y el test que verifica la autenticidad espiritual, su opuesto es la indiferencia.

De entrada, la indiferencia es un mecanismo de defensa para evitar ser removidos por las situaciones que ocurren a nuestro alrededor. De ese modo, podemos permanecer en nuestra zona de confort, sin cuestionamientos ni responsabilidad, porque “ojos que no ven, corazón que no siente”.

En un nivel más profundo, la indiferencia es expresión de egocentrismo y narcisismo, que nos mantienen girando como peonzas en torno al yo y a sus intereses, sin ni siquiera advertir lo que sucede junto a nosotros.

Y más hondamente aún, la indiferencia es hija de la ignorancia. Vivimos egocentrados porque somos ignorantes que ponen su identidad en el yo, con lo cual, vivimos identificados con lo que no somos y desconectados de lo que realmente somos.

Tal actitud aporta “beneficios” -como todo aquello que mantenemos, ya que, de otro modo, la modificaríamos-, en tanto en cuanto logremos ir “compensando”, en el día a día, nuestras carencias y malestares. Metidos en nuestra burbuja egoica, vamos tratando de sobrevivir con el menor malestar posible, sin ningún otro anhelo ni horizonte.

Sin embargo, detrás de ese aparente bienestar, lo que hay en realidad es un “abismo” que nos mantiene irremediablemente separados de nosotros mismos y de los demás. El egocentrismo crea fracturas y genera dolor, porque se asienta en la mentira. Si todo es uno -la realidad conoce diferencias, pero no separación-, negarlo en la práctica implica situarse en el error de partida, que crea inexorablemente abismos, mundos y personas fragmentados.

¿Qué hay en mí de indiferencia y de compasión?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Los dueños no, los perros se compadecían y aliviaban el sufrimiento de Lázaro lamiéndole las llagas.

Domingo, 25 de septiembre de 2022
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031617-Lc-16-19-31Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

19.09.2022

Tras escuchar el pasado domingo aquellas palabras de Jesús: no podéis servir a Dios y al dinero, leemos hoy esta parábola del rico y el pobre Lázaro (Eleazar). Lázaro inspira una profunda compasión.

Todos somos ricos y tenemos Lázaros a nuestra puerta.

Lázaro significa: “Dios ayuda”. Si salimos de esta Eucaristía con la sensación de que Dios es nuestra ayuda en la vida (y en la muerte), será una dicha.

01.- A propósito de ver

En las parábolas de la misericordia hay un denominador común Ver o no ver.

  • El buen samaritano vio al herido y actúo, el sacerdote y el levita le vieron, pero dieron un rodeo y pasaron de largo.
  • El padre, ve venir al hijo pródigo y se alegró, mientras que el hijo mayor cuando vio venir a su hermano, protestó y no quiso celebrar nada.
  • Jesús ve a los discípulos y los llama, ve a la multitud y se conmueve

Es importante dónde y cómo estamos situados en la vida para ver las cosas y las personas de una u otra manera. A veces “miramos para otro lado” o ni tan siquiera miramos a los “lázaros” de todo tipo que viven junto a nosotros. Cuando estamos satisfechos como el rico epulón, ni miramos cómo están los demás, nos da igual.

02.- ¿Qué puede querer decir la parábola del pobre Lázaro?

  • Esta parábola no es una descripción de cómo se desarrollará la vida después de la muerte. Se trata de una parábola, no una topografía de ningún lugar. (Algún “ingeniero” de la teología ha llegado a calcular los grados de temperatura del purgatorio y del infierno).
  • Tampoco es una promesa-sedante a los pobres de un final feliz en compensación por lo mal que lo han pasado en esta vida. No es una invitación a la resignación de los pobres en beneficio del status quo de los ricos. El “más allá” no va a solucionar las injusticias del “más acá”.
  • Tampoco se trata de una “escatología tarifada”: ¿Cuánto dinero me está permitido tener y almacenar de modo que Dios no me pueda echar nada en cara al final de los tiempos?

03.- Cambio abismo por valla y concertinas.

        El texto evangélico de hoy dice que entre el rico epulón y el pobre Lázaro había un abismo imposible de pasar. Abismos y distancias entre ricos y pobres hay siempre.

  • Hoy en día quizás no les llamaríamos abismos, pero sí que hemos levantado vallas entre pueblos ricos y pobres: la valla de Trump entre EEUU y Méjico, la valla de Melilla; hemos puesto concertinas y alambres de espino, fronteras y “papeles” infinitos para los “lázaros” emigrantes que van y vienen. Los ricos somos los que impedimos que los barcos de rescate: el “open arms”, el “aita Mari”, etc. lleguen a los puertos con los migrantes. Siguen existiendo abismos, grandes diferencias y distancias entre ricos y “lázaros

También hoy hay -habemos- ricos y “lázaros”.

04.- No perdamos de vista la misericordia de Dios.

El rico invoca a Abraham, al padre de Israel, de la religión, para que le alivie a él y a su familia. Pero el puente para pasar tal abismo es la misericordia.

¡Lázaro! (Eleazar) significa “Dios es mi ayuda”.

  • Esta parábola es la reafirmación de que el dinero hace perder la cabeza al ser humano, nos vuelve locos. El dinero rompe toda posibilidad de comunicación con Dios y con los más pobres, crea abismos e impide una solidaridad y convivencia entre los hombres y pueblos.
  • Con el dinero pretendemos hallar ayuda. En el dinero buscamos la seguridad porque no confiamos en Dios. Al rico le ayuda el dinero al pobre, a Lázaro le ayuda Dios.
  • El dinero es el que crea los abismos (hades) y los sufrimientos, las diferencias de clases sociales, las miserias humanas, las llagas y la tristeza
  • San Lucas es muy sutil y dice que solamente los perros se compadecían de Lázaro. Los dueños, no; son los perros los que se compadecen y alivian el dolor de Lázaro lamiéndole las llagas.

Y esta distinción tiene un transfondo teológico-cristiano: Perro, en el mundo bíblico, significaba extranjero-pagano. Los judíos, los religiosos no tenían misericordia. Son los paganos: los samaritanos (el buen samaritano), etc., quienes tienen compasión y sienten misericordia).

05.- Los que “montan la película” son los “religiosos”, no los que sufren, ni los cristianos.

  • Llama poderosamente la atención en esta parábola que ni Dios, ni Jesús ni Lázaro dicen ni palabra. Por ello, “me da” que todo el tinglado del infierno, la condenación, el fuego, la gota de agua, “te pido que”, etc., lo montan los “judíos”, es decir: los “hombres religiosos” de turno.
  • El pobre Lázaro está medio muerto, dormitando en cualquier cajero automático, enfermo, lleno de llagas y moscas, como los niños africanos que vemos en el telediario… Pero Lázaro, el pobre hombre, no dice nada, se calla: espera la ayuda de Dios.
  • Extrañamente el rico se dirige no a Dios Padre, ni a Lázaro, ni a Jesús (como el buen ladrón), sino a Abrahán. El rico, incluso en el “más allá”, no siente misericordia, no se acerca a Dios Padre, como el hijo pródigo. El rico epulón busca una especie de “tráfico de influencias” ·y apela a Abrahán, el padre de Israel, personaje más que importante. Y como Abraham es importante “me podrá echar una mano”.
  • Los infiernos, los purgatorios y las diferencias abismales (abismos) están en este mundo, En el “otro mundo”, las cosas serán muy de otra manera y para todos, gracias a Dios.

Yo no puedo solucionar el problema del hambre del mundo, pero sí puedo apaciguar el dolor del “Lázaro” que está a mí puerta.

Como Lázaro, confiemos en la ayuda de Dios. Dios nos ayuda.

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El Estado argentino reconoció que no investigó el crimen de odio de Octavio Romero y firmó un acuerdo histórico

Lunes, 19 de septiembre de 2022
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El prefecto Octavio Romero fue brutalmente asesinado en 2011 pero la Justicia no lo investigó como crimen de odio. Hasta hoy está impune.

 El Estado argentino reconoció su responsabilidad por la falta de adecuación a los estándares internacionales en la investigación del crimen del prefecto Octavio Romero, ocurrido hace once años. Por primera vez en la historia de la Argentina y de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos se pactó un acuerdo de solución amistosa en torno a un crimen de odio.

El acuerdo se firmó hoy en Salón Puiggrós del Archivo Nacional de la Memoria, en la Ciudad de Buenos Aires y contó con la presencia de Gabriel Gersbach, querellante y pareja en ese entonces de Romero. En el momento de su asesinato se estaban por casar. También estuvieron presentes Andrea Pochak, subsecretaria de Protección y Enlace Internacional en Derechos Humanos; Pedro Paradiso Sottile, presidente de la Fundación Igualdad; Celeste Fernández, directora adjunta de la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ); y Víctor Madrigal-Borloz, experto independiente sobre la protección contra la violencia y la discriminación por motivos de orientación sexual o identidad de género de ONU.

«Esto deja un precedente para intentar que esto no se repita. Que no haya otro Octavio Romero, no haya más casos de discriminación. Esto abre puertas y calma un dolor de muchos años», dijo Gabriel en el acto, al que asistió vestido con prendas que eran de Octavio.

Por impulso de Gabriel y del activismo LGBT+, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) tomó el caso en 2018.

«El Estado argentino reconoce su responsabilidad internacional por la falta de adecuación de la investigación penal a los estándares internacionales, especialmente la debida diligencia reforzada que rige en materia de violencia por motivos de género, aplicable a los crímenes contra el colectivo LGBTIQ+», afirma el acuerdo. También reconoce que «la inexistencia de una respuesta judicial adecuada tuvo un severo impacto sobre la integridad personal de Gabriel Gersbach, pareja y conviviente de Octavio Romero».

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Los hostigamientos y el crimen de odio

A un año de sancionada la Ley de Ley de Matrimonio Igualitario (N° 26.618), Octavio y Gabriel iban a ser el primer matrimonio homosexual al interior de las Fuerzas Armadas. Para ello, el suboficial de la Prefectura Naval Argentina, que entonces tenía 33 años, debió avisar a sus superiores sobre el casamiento ya que era una petición obligatoria en ese momento. Desde entonces comenzó a recibir hostigamientos en su ámbito laboral y siete meses antes de la boda desapareció.

“En doce años de relación nunca me había pasado, éramos culo y calzoncillo nosotros. Todo el tiempo mensajito, éramos muy amigos”, contó a Presentes Gabriel sobre el momento en que no obtenía noticias de su novio. Ante su ausencia hizo la denuncia en la Comisaría N° 15. Luego de declarar dos veces, se presentaron dos superiores de Octavio. Uno de ellos le ofreció su tarjeta y le dijo: “Cualquier cosa estoy a disposición”.

El 17 de junio de 2011, seis días después de su desaparición, un lanchero halló su cadáver en la costa del Río de la Plata y su intersección con la avenida San Martín, en la localidad bonaerense de Vicente López. Ese lugar se encontraba dentro de la jurisdicción de la Prefectura Naval Argentina. Estaba desnudo, golpeado y con 2,06 gramos de alcohol en sangre.

La causa judicial 

Las organizaciones LGBT+ reclaman que se trató de un crimen de odio y que la causa (N° 65761/11) estuvo “parada” durante muchos años. Luego de 11 años desde el crimen, el Poder Judicial no brindó avances en la investigación. La causa la llevó adelante Juzgado Nacional de 1ra. Instancia en lo Criminal de Instrucción Nº 24, a cargo entonces del juez Juan Ramos Padilla. Actualmente, la Fiscalía en lo Criminal de Instrucción Nº 40 de la Ciudad de Buenos Aires investiga el caso como “NN (‘no name’, es decir, autor desconocido) sobre homicidio”.

La causa en el poder judicial nunca avanzó. No se tuvo en cuenta la perspectiva de diversidad y de derechos humanos ni que fue un crimen de odio. Por eso decidimos ir a la CIDH. El acceso a la justicia para la comunidad LGBT siempre es difícil”, dijo a Presentes el abogado y activista LGBT Pedro Paradiso Sottile. Desde la Fundación Igualdad -la cual preside- y junto a la Asociación Civil por la Igualdad y la Justicia (ACIJ) representan a Gabriel en el litigio.

Las pruebas y el periodismo

En 2015 ocurrió un hecho clave para la investigación del caso. Llegó al periodista Franco Torchia un informe que narraba en detalle la consecución de hechos que llevaron al crimen de Octavio. En sus páginas detallaba que el prefecto había sido secuestrado y torturado por un grupo de integrantes de la Prefectura Naval Nacional para evitar el matrimonio entre miembros de la fuerza. Además, que la operación estaba archivada en un disco rígido en el Edificio Guardacostas.

Era un informe anónimo fuertísimo que detallaba muy pormenorizadamente qué le había pasado al cuerpo de Octavio y por qué lo habían asesinado como lo asesinaron. Rápidamente se lo di a Gabi para que se lo acercara a la fiscalía”, narró a Presentes Torchia. Desde hace años cubre el caso en su programa de radio “No se puede vivir del amor”. Sin embargo, aclaró que “significó lo mismo que nada”.

La Fiscalía y la querella solicitaron que se realizara un allanamiento con el objetivo de encontrar el disco rígido. Sin embargo, el Juez de la causa, Juan Ramos Padilla, denegó la solicitud por considerar que el informe “carecía de verosimilitud”. Ante esto se interpusieron dos recursos en contra de esta decisión, los cuales también fueron denegados. Finalmente, el 10 de noviembre de 2015 la Cámara de Apelaciones en lo Criminal y Correccional aprobó la solicitud. El allanamiento se hizo dos meses más tarde. No se encontró el dispositivo y para ese momento los superiores de Octavio habían sido removidos o estaban retirados.

Durante años el caso tuvo una mínima repercusión mediática. “Fue muy conocido en su momento: ni bien Octavio desaparece hasta que el cuerpo se encuentra asesinado en Costanera Norte. Luego con el paso de los meses desapareció de los medios, como suele pasar”, indicó Torchia.

El año pasado se cumplieron 10 años desde el crimen y los medios elaboraron distintos informes. “¿Cómo vi esos informes? Mal. Muy edulcorado, muy tratado desde la historia de amor, cobarde en muchos casos. Acá hay que hablar directamente de la impunidad del Estado”, agregó el periodista.

El recorrido en la justicia internacional

En 2012, Gersbach presentó el caso ante la CIDH y en el 2018 fue admitido. En ese momento, el organismo emitió un informe que indicó que el caso cumple con los requisitos para que la Comisión evalúe si la Argentina violó derechos humanos específicos. Desde 2021 hubo reuniones entre el Estado nacional y Gabriel Gersbach junto a sus representantes. Estos intercambios concluyeron en la firma del acuerdo de solución amistosa.

“Este momento nos parece increíble: tener el derecho a estar contentos, a sentir felicidad. Lo terrible que provoca la impunidad, el silencio cómplice, la falta de acceso a la justicia, es que dificulta la posibilidad de sentirse bien frente a un hecho que es histórico”, dijo Paradiso Sottile.

Además de reconocer la responsabilidad del Estado argentino en la falta de investigación sobre el caso, el acuerdo detalla una serie de compromisos. La Relatoría sobre los Derechos de las Personas Lesbianas, Gays, Bisexuales, Trans e Intersex de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos está a cargo del monitoreo, control y seguimiento de los compromisos. Para ello, el Estado elaborará informes semestrales acerca del grado de cumplimiento de las medidas.

Los compromisos que asumió el Estado

– El Estado deberá difundir el acuerdo en el plazo máximo de 6 meses desde su publicación en el Boletín Oficial. Lo hará en las páginas web de la Secretaría de Derechos Humanos de la Nación y del Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo (INADI). También en un diario de amplia circulación nacional.

– También se comprometió a brindar “todo el apoyo que pueda requerir la fiscalía interviniente en la investigación de los hechos relacionados con la muerte de Octavio Romero”.

– A través del canal educativo y cultural “Encuentro” se elaborará un especial documental. Será sobre la diversidad sexual en las fuerzas de seguridad, en memoria y homenaje de Octavio. Quedará disponible en la plataforma Cont.ar y se distribuirá en escuelas.

– El Estado brindará apoyo para la realización de un mural en memoria del Romero.

Los ministerios

El Ministerio de Seguridad de la Nación dictará el “Protocolo de actuación frente a denuncias por discriminación en razón de la orientación sexual y/o identidad de género, su expresión y característica sexual. También impulsará una jornada anual de sensibilización destinada a cadetes y aspirantes que deseen ingresar a las fuerzas de seguridad federales. Se comprometió a trabajar en la incorporación de la perspectiva de género y diversidad sexual en la capacitación de docentes e instructores de los Centros de Entrenamiento Policial.

– El Ministerio de las Mujeres, Géneros y Diversidad de la Nación realizará acciones para garantizar el acceso a la justicia de las personas LGBTIQ+ en situación de violencia de género. Entre ellas, la ampliación de profesionales del Cuerpo de Abogadas y Abogados para Víctimas de Violencia de Género y del Programa Acercar Derechos. Además se comprometió a trabajar en la confección de lineamientos generales para el abordaje de los travesticidios, transfemicidios, transhomicidios y homicidios por prejuicio o discriminación basada en la orientación sexual, su expresión o identidad de género.

– El Ministerio Público Fiscal, a través de la UFEM, llevará adelante un proceso de trabajo para la adaptación de su “Protocolo para la investigación y litigio de casos de muertes violentas de mujeres (femicidios)”. El objetivo es incluir la perspectiva de diversidad y en los crímenes por prejuicio o discriminación basada en la orientación sexual, su expresión o identidad de género.

– Las partes acordaron constituir un tribunal arbitral ad-hoc que determine las reparaciones que le corresponden a Gabriel Gersbach “por los daños materiales e inmateriales sufridos por las violaciones de derechos humanos reconocidas en el presente acuerdo”.

7 de septiembre de 2022

Agustina Ramos

Edición: Ana Fornaro

Fuente Agencia Presentes

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“Serenidad inquieta”, por Gerardo Villar.

Martes, 6 de septiembre de 2022
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20914653_784472475057130_3228609001432086639_nSueño con la tranquilidad, con una Paz con mayúsculas. Pero no me es posible. Abrir el periódico o escuchar los medios de información, aterra. Hambre, sequía, guerra, muertes. Resulta terrible el conocer estas realidades. Somos unas pocas personas las que gozamos de medios para poder vivir dignamente. Y esas personas muchas veces con dificultades de enfermedad, discapacidad, cárcel, guerras, refugio… Somos unos privilegiados algunos miles de personas, mientras tanto, millones están en la miseria e incluso mueren de hambre.

¿Qué podemos hacer? Cada vez que oigo discursos, charlas en favor de la justicia y el bien, me quedo dolorido, porque veo que no arreglamos la realidad. El poder domina, los vulnerables de cualquier clase salen heridos y viven al margen de la vida.

Admiro y alabo la gran labor que realizan los misioneros y tantos voluntarios de todas las clases en la vida.

Hay un primer capítulo que abarca la justicia, las relaciones humanas ¿Cómo podemos conseguir que funcionen unas leyes justas entre personas, cómo se puede conseguir que haya justicia entre estados, personas, grupos, colectivos? ¿Cómo podemos llegar a las acciones concretas?

Me considero un privilegiado de la vida. Puedo vivir dignamente pero no veo eso en los alrededores del mundo.

Después de darle muchas vueltas, orar y sufrir la realidad, no se me ocurre sino la frase de San Francisco. Llenarme de realismo de humildad y decir sintiendo aquello «Luchemos por alcanzar la serenidad de aceptar las cosas inevitables, el valor de cambiar las cosas que podamos y la sabiduría para poder distinguir unas de otras».

Me fortalecen las palabras del Papa en el Ángelus de la Asunción: “La Virgen anuncia un cambio radical, una inversión de valores, serenidad en constante intento por transformar el mundo. Vivir en ascuas, en constante luchas por un mundo justo”.

Y mientras, una actitud constante de intento, de lucha por la justicia.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Domingo de Guzmán, un cristiano libre

Lunes, 8 de agosto de 2022
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En la Fiesta de Santo Domingo de Guzmán, recordemos a este hombre providencial, amante de la pobreza y de la libertad en el compromiso…

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(imagen Saint Dominic of Guzman ora pro nobis by DCJBeeers)

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Nació en Caleruega (Burgos), en España, en 1172. Hacia 1196 se convirtió en canónigo del capítulo de la catedral de El Burgo de Osma (Soria). Acompañó al obispo Diego en una importante misión por el norte de Europa. Al pasar por el sur de Francia, vio claramente el daño que la herejía cátara estaba haciendo entre los fieles y maduró el designio de reunir a algunas personas que se dedicaran a la evangelización a través de la predicación pobre, estable y organizada del Evangelio.

Este proyecto, aprobado por vez primera por Inocencio III, fue reconocido definitivamente por Honorio III el 22 de diciembre de 1216. Este último llamó «Hermanos Predicadores» a sus miembros. Domingo diseminó de inmediato a los hermanos que le siguieron por las regiones más remotas de Europa. Solía decir: «No es bueno que el grano se amontone y se pudra».

Precisó en dos congregaciones generales los fundamentos y los elementos arquitectónicos de su familia religiosa: vida en común pobre y obediente, la oración litúrgica, el estudio asiduo de la Verdad ordenado a la predicación, entendida como contemplación en voz alta, participación en la misión propia de la Iglesia, sobre todo en las tierras todavía no  evangelizadas.

Hombre genial, sabio, misericordioso, era «tierno como una madre y fuerte como el diamante»(Lacordaire). Murió en Bolonia el 6 de agosto de 1221. Gregorio IX lo canonizó el 3 de julio de 1234.

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“¿Cómo podré yo seguir estudiando en pieles muertas, en pergaminos, cuando hermanos míos en carne viva se mueren de hambre?”

“Con los pies descalzos salgamos a predicar”.

“Si alguien enseña a los frailes que faltar a las observancias es pecado, yo mismo iré sin demora por los claustros raspando todas las reglas con su cuchillo”.

“El trigo amontonado se pudre”.

“Tened caridad, conservad la humildad, poseed la pobreza voluntaria”.

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El primer modo de orar consistía en humillarse ante el altar como si Cristo, representado en él, estuviera allí real y personalmente, y no sólo a través del símbolo. Se comportaba así en conformidad al siguiente fragmento del libro de Judit: Te ha agradado siempre la oración de los mansos y humildes (Jdt 9,1 ó). Por la humildad obtuvo la cananea cuanto deseaba (Mt 15,21-28), y lo mismo el hijo pródigo (Le 15,11-32). También se inspiraba en estas palabras: Yo no soy digno de que entres en mi casa (Mt 8,8); Señor, ante ti me he humillado siempre (Sal 146,61). Y así, nuestro Padre, manteniendo el cuerpo erguido, inclinaba la cabeza y, mirando humildemente a Cristo, le reverenciaba con todo su ser, considerando su condición de siervo y la excelencia de Cristo. Enseñaba a hacerlo así a los frailes cuando pasaban delante del crucifijo, para que Cristo, humillado por nosotros hasta el extremo, nos viera humillados ante su majestad.

Mandaba también a los frailes que se humillaran de este modo ante el misterio de la Santísima Trinidad, cuando se cantara el Gloria al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. […]

Después de esto, santo Domingo, ante el altar de la iglesia o en la sala capitular, se volvía hacia el crucifijo, lo miraba con suma atención y se arrodillaba una y otra vez; hacía muchas genuflexiones, a veces, tras el rezo de completas y hasta la media noche, ora se levantaba, ora se arrodillaba, como hacía el apóstol Santiago, o el leproso del evangelio que decía, hincado de rodillas: Señor, si quieres, puedes curarme (Mt 8,2); o como Esteban, que, arrodillado, clamaba con fuerte voz: No les tengas en cuenta este pecado (Hcfi7,60). El padre santo Domingo tenía una gran confianza en l a misericordia de Dios, en favor suyo,  en bien de todos los pecadores y en el amparo de los frailes jóvenes que enviaba a predicar. […] Enseñaba a los frailes a orar de esta misma manera, más con el ejemplo que con las palabras.

*

I. Taurisano,
Il nove modi di pregare di san Dominico,
ASOP 1922, pp. 96ss.

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¿Quién calmará nuestra ira?

Martes, 19 de julio de 2022
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manos-sucias-hogar-pobre-hombre-pan-sociedad-capitalismo-moderno_140289-16“El cristianismo presenta en este sentido un razonamiento imbatible”

“Fluye la convicción de que la historia dirigida en términos de ‘capitalismo universal’, no ofrece salida ni para la mayoría de la gente, ni para las generaciones futuras, ni para la casa común”

“La impresión es que la voz más atrevida, la que dice que no hay más salida que el caos, tiene un eco que para sí quisieran otras. Ya, sí, quizá, pero ¿quiénes la acaban pagando y cuánto en cada caso? No olviden esta pregunta. Las víctimas”

“Es vieja la queja que aquí planteo, pero en la memoria colectiva tiene que quedar a fuego que el hambre y la sed de justicia para todos es el primer presupuesto ético indiscutible de la vida humana en común”

“El cristianismo presenta en este sentido un razonamiento imbatible para identificar por qué el bien común justo: responder las preguntas de convivencia desde el hambre y la sed de justicia para todos”

A menudo salta a los medios la voz de algún renombrado hombre o mujer de la cultura cuya palabra nos deja por su sencillez y acierto conmocionados. De alguna forma, todos aspiramos a dar con ese autor de referencia que nos confirma en lo que intuimos. También conocemos personas cuya manía es siempre llevar la contraria al común y adoptar posiciones o explicaciones inesperadas. Sorprender, para bien o para mal, siempre es una habilidad.

Pero ¿cómo pondremos algún orden en el revuelto de ideas si todo vale igual y lo mismo? Porque el derecho a decir lo que uno quiera, en uso de la legítima libertad de expresión, es el no va más sobre la palabra, pero el valor del contenido de lo dicho, esa es otra cuestión.

Es clásico recordar que las personas somos absolutamente respetables y con un derecho inalienable a decir, pero nuestros dichos siempre son absolutamente discutibles. Esta realidad de opiniones y juicios, venidos de todos los lados y en todos los modos imaginables, nos coloca en una posición difícil para ordenar cuidadosamente la palabra sobre qué supone, por ejemplo, la salida justa de una sucesión de crisis como las ahora encadenadas; o qué pensar de la forma como se enreda el mundo en un cruce de potencias que se disputan la hegemonía económica y militar; o si en la guerra estamos en un lado de palabra y en otro con los hechos; o, y es otro ejemplo, si las religiones tienen un futuro, sean las históricas renovadas o las nuevas espiritualidades que podrían llegar, si al ser humano le es imposible vivir sin buscar un sentido último a la existencia, a menos que le obliguen a dejar de ser humano; o, por fin, si nuestra voluntad de vivir en libertad es imposible, porque el modo social capitalista, concentrado al máximo en poderes opacos que a nadie dan cuenta, se lo impide a la inmensa mayoría del común.

En este contexto, la impresión es que la voz más atrevida, la que dice que no hay más salida que el caos, porque cuanto peor, mejor para todos, y porque si todo estalla, podremos empezar de nuevo con alguna posibilidad de dar con algo nuevo, tiene un eco que para sí quisieran otras. Ya, sí, quizá, pero ¿quiénes la acaban pagando y cuánto en cada caso? No olviden esta pregunta. Las víctimas.

Evidentemente, lo dicho no significa que lo pensemos a cada paso, pero en el ambiente fluye la convicción de que la historia dirigida en términos de “capitalismo universal”, no ofrece salida ni para la mayoría de la gente, ni para las generaciones futuras, ni para la casa común, nuestra pequeña Tierra. Parecería entonces que, con cierta facilidad, habríamos de movilizarnos en torno a objetivos tan claros como universales. Obra, empuja y acuerda un modo de vida, en libertades, paz, consumo y uso de la Tierra, que te asegure entregarla a las generaciones futuras, ¡tus hijos e hijas, tus nietos y nietas!, en unas condiciones como, al menos, tú la recibiste y vigila que no los arruinas con tus opciones de hoy. Algo así es el principio de justicia si dices que estás de su parte y los amas.

Esta pequeña progresión para deslindar quiénes somos los humanos, y si respetamos esa dignidad que nos reconocemos, es una reflexión repetida, lo sé, pero a la vez cuestionada y negada. Nada puede decirse de una democracia y sociedad humana de bien si damos por buena la desigualdad incontable en que se asienta, o la importancia de una guerra por su distancia a nuestra casa. La idea de que vamos a empujar por un mundo tan digno, que no acepte la injusticia contra los otros más débiles que yo, no puede causar desprecio por parecer una quimera de niños o poetas. La pregunta primera de toda persona digna no es si me respetan en los derechos fundamentales, sino si me respetan en los derechos de los otros más débiles que yo; y, solo, porque han nacido en otra tierra, otra sociedad y otra familia. Sin elegir y sin haber errado en nada, a unos nos viene una condición social, -ojo, es el sustrato material de la dignidad-, y a otros les toca otra mucho peor, y, entonces, todo el lenguaje ético de mi sociedad está viciado por un mentira original. Así nace el artificio de la libertad en una sociedad moderna, la que da por inevitable lo que hay, un desorden social bien engrasado para que reproduzca posiciones heredadas de centro y periferia.

Es vieja la queja que aquí planteo, pero en la memoria colectiva tiene que quedar a fuego que el hambre y la sed de justicia para todos es el primer presupuesto ético indiscutible de la vida humana en común; el único que hace justicia a todos, lo pretende, sin dejarse generalizar en un universalismo tramposo.

El cristianismo presenta en este sentido un razonamiento imbatible para identificar por qué el bien común justo (el que dota de equidad a la vida social de todos) supera claramente al interés general (el que se conforma con atender a la mayoría social de peso). No es poco ni pequeño este último objetivo, apenas perseguido en serio, pero la ética social desde los más ignorados y desposeídos tiene otra medida para hablar de la paz: responder las preguntas de convivencia desde el hambre y la sed de justicia para todos.

Fuente Religión Digital

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¡Caminante de la vida, procura hacer tú lo mismo!

Domingo, 10 de julio de 2022
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El buen samaritano
(Lc 10, 30)

No es muy larga la distancia,
sí es peligroso el camino
que va de Jerusalén
hasta el verde paraíso
de Jericó, fértil vega,
novia del sacro Jordán
y manantial del Profeta.
Y, aunque próxima al Mar Muerto,
es rico vergel de vida:
“la ciudad de las palmeras
y las rosas encendidas.”

Yace en la cuneta un hombre,
medio muerto y malherido,
mas todos pasan de largo
eludiendo compromisos:
el sacerdote, el levita
y otros muchos peregrinos.
Pasa un buen samaritano,
caballero en su pollino,
y sin preguntar quién es
-aunque bien ve que es judío-
se aproxima sin desdén,
le hace una cura de urgencia
con su propio aceite y vino,
y lo lleva hasta el mesón
donde lo cuida con mimo.
“¡Cuídalo bien mesonero,
yo te pagaré con creces
cuanto hayas gastado en él,
cuando vuelva de camino!

¿El prójimo verdadero?
El que prestó sus auxilios,
el que olvidó que aquel hombre,
medio muerto y malherido
que yacía en la cuneta,
era un olvidado judío;
el que olvidó que era suyo
su propio aceite y su vino.

¡Caminante de la vida,
procura hacer tú lo mismo!

*

José Luis Martínez SM

***

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(El buen Samaritano gay)

En aquel tiempo, se presentó un maestro de la Ley y le preguntó a Jesús para ponerlo a prueba:

“Maestro, ¿qué tengo que hacer para heredar la vida eterna?”

Él le dijo:

“¿Qué está escrito en la Ley? ¿Qué lees en ella?”

Él contestó:

“Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón y con toda tu alma y con todas tus fuerzas y con todo tu ser. Y al prójimo como a ti mismo.”

Él le dijo:

– “Bien dicho. Haz esto y tendrás la vida.”

Pero el maestro de la Ley, queriendo justificarse, preguntó a Jesús:

“¿Y quién es mi prójimo?”

Jesús dijo:

“Un hombre bajaba de Jerusalén a Jericó, cayó en manos de unos bandidos, que lo desnudaron, lo molieron a palos y se marcharon, dejándolo medio muerto. Por casualidad, un sacerdote bajaba por aquel camino y, al verlo, dio un rodeo y pasó de largo. Y lo mismo hizo un levita que llegó a aquel sitio: al verlo dio un rodeo y pasó de largo.

Pero un samaritano que iba de viaje, llegó a donde estaba él, y, al verlo, le dio lástima, se le acercó, le vendó las heridas, echándoles aceite y vino, y, montándolo en su propia cabalgadura, lo llevó a una posada y lo cuidó. Al día siguiente, sacó dos denarios y, dándoselos al posadero, le dijo: “Cuida de él, y lo que gastes de más yo te lo pagaré a la vuelta.” ¿Cuál de estos tres te parece que se portó como prójimo del que cayó en manos de los bandidos?

Él contestó:

“El que practicó la misericordia con él.

Díjole Jesús:

– “Anda, haz tú lo mismo.”

*

Lucas 10, 25-37

***

A lo largo de la historia, cada vez que los hombres y las mujeres han sido capaces de responder a los acontecimientos del mundo tomándolos como ocasiones para madurar su propio corazón se ha abierto una fuente inagotable de generosidad y de vida nueva, entreabriendo una esperanza que superaba toda predicción humana. Si pensamos en las personas que nos han infundido esperanza, reforzando nuestro espíritu, descubrimos con frecuencia que no eran en absoluto profesionales del consejo, de la amonestación y de la moral, sino sólo personas capaces de expresar, con sus palabras y sus acciones, la condición humana de la que participaban, y que nos han incitado a hacer frente a los hechos reales de la vida.

Los predicadores que reducen lo inexplicable a problema, ofreciendo soluciones de servicios médicos de urgencias, nos deprimen porque evitan la piadosa solidaridad de donde proviene la curación. Ni Kierkeqaard, ni Sartre, ni Camus, ni siquiera Solzhenitsin han ofrecido nunca soluciones. Sin embargo, muchos de los que les leen encuentran energías para proseguir en la búsqueda. Quien no huye de nuestros dolores, sino que los toca piadosamente, nos cura y nos refuerza. A decir verdad, la paradoja consiste en el hecho de que el comienzo de la curación está en la solidaridad en ese dolor. En nuestra sociedad, orientada hacia las soluciones, cada vez es más importante darse cuenta de que pretender aliviar el dolor sin compartirlo es como pretender salvar a un niño de una casa en llamas sin correr el riesgo de quemarse.

*

H. J. Nouwen,
Viaggio spirituale per l’uomo contemporáneo,
Brescia 81999, p. 54

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“Soy un hombre no transexual”, por Carlos Osma

Sábado, 4 de junio de 2022
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PartoLeído en su blog:

Soy un hombre, y cuando digo «soy» no me refiero a ninguna esencia, sino a que me etiquetó así el doctor que miró mi entrepierna a través de una ecografía meses antes de que yo naciera. Hoy, sin embargo, ser un hombre forma parte de mi identidad, no de mis genitales, no necesito tenerlos en cuenta para reconocerme como hombre, incluso podría modificarlos, extirparlos, o cambiarlos, y no cambiaría esa forma en la que yo me percibo. No es una etiqueta cualquiera, me otorga privilegios y desventajas, más de lo primero que de lo segundo, y nunca me ha producido excesivos conflictos, quizás porque he vivido en un entorno donde se puede ser hombre de formas diferentes.

No es la única etiqueta que me han endosado sin yo pedirla, pero está a un nivel diferente a otras. La vida es muy larga, y podrían ocurrir sucesos que me hicieran dejar de ser protestante, catalán o del Athletic de Bilbao (tampoco estas etiquetas están al mismo nivel), pero me cuesta pensar que en algún momento dejase de identificarme como un hombre, un hombre no transexual. Incluso si mi familia, mis amigos, el lugar donde trabajo, la iglesia a la que asisto, las leyes, o el Consejo General del Poder Judicial, hicieran todo lo posible para que no me identificara como un hombre, lo único que pasaría es que seguramente me produciría rupturas familiares, dolor emocional, dificultades económicas, o problemas legales, pero yo seguiría identificándome con esa etiqueta que un sexador de bebés me endosó. ¿Solo me pasa a mí?, creo que no.

Decir que mi identidad de género no es biología, no significa que pueda hacer con ella lo que quiera, y si algunas personas tienen esa habilidad, lo considero más una muestra de liberación que un problema. Decir que Dios no me hizo un hombre, que se lo debo más bien a un doctor, y a la fe inquebrantable de mis padres y de la sociedad en la que he nacido en las palabras de ese doctor, no cambia ni un ápice el hecho de que solo sé relacionarme con Dios desde mi manera de ser un hombre no transexual. Decir que soy un hombre, es decir que he asumido esa etiqueta sin mostrar excesiva resistencia, que me he adaptado por miles de razones que desconozco, a lo que se esperaba de mí, al menos, en cuanto a mi identidad de género.

No tengo ninguna razón para pensar que cuando hablo con una mujer o un hombre transexual, o con una persona no binaria, su identidad esté menos definida que la mía. Tampoco que esté determinada por lo que haga con sus genitales, que alguien la pueda cambiar con una terapia, que no pueda relacionarse desde su propia identidad con Dios, que no pueda desear en esta vida cualquiera de las cosas que yo deseo, o que no deba estar igualmente protegida legalmente como la mía. ¿Por qué un niño trans no puede recibir una educación que respete su identidad como uno que no lo es? ¿Por qué una niña no trans puede poner en su DNI que es una niña y una niña trans necesita un informe médico? ¿Por qué una persona no binaria está obligada a identificarse legalmente como hombre o mujer? ¿Por qué una niña trans está confundida y mi hija no? ¿Por qué una mujer trans es una amenaza para las mujeres no trans y no puede acceder a los espacios que se reservan para ellas? ¿Por qué las identidades trans o no binarias están menos protegidas que las identidades religiosas? ¿Por qué un grupo de personas no trans del Consejo General del Poder Judicial ven una amenaza que las personas trans tengan los mismos derechos que ellas?

Me resulta también incomprensible que desde muchos entornos religiosos se hable del amor de Dios por las mujeres y hombres no trans, y de terapias, castigos y limitación de derechos, para las personas no binarias, y las mujeres y hombres trans. O que desde algunos espacios feministas se le tema más a niños y niñas trans que al propio sujeto privilegiado del patriarcado. Me escandaliza que muchos medios de comunicación solo hablen del cuerpo de las personas trans como un objeto que debe ser cambiado, y no hagan referencia a que contiene la misma salud y la belleza que el de una persona no trans. Me aburre cuando escucho a profesionales de la educación desconcertados porque no saben cómo dirigirse a alumnes no binaries, como si estes fueran incapaces de decirles cómo quieren que se les trate si se lo preguntan. Pero me alegro cuando veo a una ministra decidida a aprobar una ley que proteja los derechos de todas las identidades, a pesar de encontrarse con tanto miedo, ignorancia, y en algunos casos maldad.

Soy un hombre no trans, y vivo en una sociedad donde hay otras identidades diferentes a la mía, y otras más que seguro aparecerán. Rechazo las ideologías que pretenden jerarquizar las identidades de género, privilegiando unas y dañando a otras. Como cristiano, prefiero actualizar la propuesta del apóstol Pablo: «no hay hombre ni mujer, ni trans ni no trans, ni no binario ni binario, porque todos sois uno en Cristo». Pero no para negar que esas identidades existen, sino para indicar que hay una identidad por encima de todas ellas: esa que genera el amor de Dios. Por eso, apoyo las propuestas e ideologías de quienes miran a otras personas desde la empatía. No me importa su fe o su falta de fe, sino la justicia que promueven para todes, todas y todos.

Carlos Osma

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Los jueces recuerdan que las agresiones homófobas suponen la “estigmatización sectaria” del colectivo

Sábado, 9 de abril de 2022
Comentarios desactivados en Los jueces recuerdan que las agresiones homófobas suponen la “estigmatización sectaria” del colectivo

homofobiastopLa Audiencia de Madrid impone seis meses de cárcel por delito de odio a dos hombres que en enero de 2021 llamaron “maricón de mierda” a un joven en los baños de un bar del centro de La Capital

Alberto Pozas

Dos hombres han sido condenados a seis meses de cárcel por una agresión homófoba contra un joven en Madrid en enero de 2021. Los dos abordaron a la víctima en un baño de un establecimiento 100 Montaditos y gritaron cosas como “Maricón de mierda” o “Te estabas pajeando con tu amigo” antes de cerrar la puerta del aseo de forma violenta. Los jueces entienden que se trata de un delito de odio ya que sus insultos implican “la estigmatización sectaria de un colectivo o de sus integrantes, por su orientación sexual, que revela un manifiesto desprecio hacia su dignidad como persona”, según la sentencia. Los condenados han recurrido esta resolución que también les prohíbe trabajar en el ámbito docente durante más de tres años.

Los hechos, según la sentencia a la que ha tenido acceso elDiario.es, ocurrieron a mediados de enero de 2021 en el 100 Montaditos ubicado entre la plaza madrileña de Ópera y la de Oriente. Los dos acusados, uno de ellos de 22 años de edad y el otro de 45 años, se dirigieron a un joven en los aseos del local con insultos como “maricón” y “maricón de mierda” para después espetarle que “te estabas pajeando con tu amigo” y, finalmente, cerrarle “de forma violenta” la puerta del aseo.

Fueron detenidos esa misma noche por la Policía Nacional, después de que uno de ellos intentara huir sin éxito del lugar, y pasaron esa noche en el calabozo. El juicio tuvo lugar un año después en la Audiencia Provincial de Madrid, que acaba de emitir su condena: seis meses de cárcel para cada uno por un delito de odio, una multa de 1080 euros, una indemnización de 500 euros para la víctima así como la prohibición de trabajar en el ámbito docente, educativo o del deporte y tiempo libre durante tres años y medio. Esta última parte de la condena tuvo que ser rectificada en un auto posterior.

Los jueces han rechazado los dos principales argumentos de defensa de los dos condenados: que la palabra “maricón” no tiene connotaciones homófobas para ellos y que, además, iban muy borrachos. Sobre lo primero, uno de ellos afirmó en el juicio: “Es una expresión que se utiliza coloquialmente en muchos países de Sudamérica, pero sin la intencionalidad que se les imputa”. Los dos condenados son de nacionalidad ecuatoriana.

Sin embargo, para la Audiencia Provincial de Madrid no existen dudas de que se trata de un delito de odio y de que su verdadera intención sí era atacar al joven por su homosexualidad. Le llamaron “maricón de mierda”, explica la sentencia, en “clara referencia a su orientación sexual, que entrañan una indudable humillación o menosprecio, generando con ello una doble victimización, la ridiculización vejatoria o burla descarnada, y la estigmatización sectaria de un colectivo o de sus integrantes por su orientación sexual, que revela un manifiesto desprecio hacia su dignidad como persona”.

Las pruebas, según esta sentencia que ya ha sido recurrida ante el Tribunal Superior de Madrid, son contundentes para los magistrados: el testimonio de la víctima viene acompañado por el de una testigo que lo vio todo y que fue a darle apoyo segundos después del incidente. Pero no hay ningún indicio de que estuviesen tan borrachos que no fueran dueños de su voluntad. “Se limitaron a manifestar que habían bebido mucho, pero no fueron capaces de determinar el consumo de alcohol efectuado. Ni el perjudicado ni la testigo que presenció los hechos ofrecieron tampoco ningún dato”, dice la sentencia. Solo el policía que tuvo que perseguir a uno de ellos dijo que “estaba bastante bebido” pero, recuerdan los jueces, “una cosa es el consumo y otra distinta el efecto que el mismo produzca en la imputabilidad del sujeto”.

El delito de odio más detectado

Los dos agresores han sido condenados por el delito de odio reflejado en el artículo 510.2.a del Código Penal, reservado para quien humille a personas por su “orientación o identidad sexual”, un delito que según los datos que maneja la Fiscalía es uno de los más detectados por los investigadores. Los datos de la Fiscalía de Barcelona, por ejemplo, afirman que los asuntos de discriminación por orientación sexual “siendo los más numerosos y mantienen una tendencia constante al alza” con un 39% de las denuncias recibidas, por delante de agresiones por motivos racistas (33%) e ideológicos (19,5%).

Los datos remitidos por las fiscalías territoriales en 2020 reflejan que en total se abrieron 236 diligencias de investigación y 55 de ellas por este artículo en concreto. Se siguieron, además, un total de 675 procesos judiciales con 170 de ellos por este tipo de delito de odio. Finalmente, la estadística refleja que los tribunales y juzgados dictaron 144 sentencias sobre delitos de odio y discriminación y 27 de ellas tenían que ver con este artículo 510.2 del Código Penal.

La estadística es oficial pero es mejorable, según lamenta año tras año la propia Fiscalía en sus memorias. En la última, por ejemplo, el Ministerio Público recuerda que este registro y control se hace “de forma personal y manual por los fiscales y los funcionarios auxiliares”, algo que provoca que muchas veces la identificación de estos procedimientos sólo se consigue gracias a que el fiscal se dirige personalmente a su superior delegado en delitos de odio. Aún así, lamenta, una vez localizado el procedimiento judicial “resultan insuficientes los datos que, en general, proporcionan las aplicaciones de registro”.

Fuente El Diario

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“Habitar la Tierra: ¿Cuál es el camino para la fraternidad universal?”, por Leonardo Boff

Miércoles, 16 de marzo de 2022
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Fraternidad_2419268076_15901451_660x371De su blog La fuerza de los pequeños.

Venimos del barro de la Tierra, es el lazo que une 

Estamos ante una triste constatación: el tipo de mundo en el que vivimos es todo menos fraternal. Lo que predomina es el poder, que desde el inicio establece una división entre quien tiene poder y quien no tiene poder

Sin embargo, el anhelo humano de libertad, igualdad y fraternidad es imperecedero. Son muchos los motivos que fundan la fraternidad

Todos somos portadores de la misma humanidad, poco importa el origen. Todos los seres, también los humanos, tenemos algo en común: venimos del barro de la Tierra

Estas raíces comunes nos invitan a vivir en fraternidad universal e ilimitada. Es el gran sueño de Francisco de Roma, el Papa actual, que ha escrito una valiente encíclica Fratelli tutti como respuesta a un mundo globalizado

La fraternidad puede ser una actitud permanente, un modo de ser, un espíritu que impregne todas las relaciones entre las personas a condición de renunciar al poder-dominación y de tener humildad

Este libro ‘Habitar la Tierra: cuál es el camino para la fraternidad universal’ quiere traer a debate la urgencia del amor social y de la fraternidad universal

Ante las graves amenazas que pesan sobre la Madre Tierra superexplotada y la ruptura del tejido social de las naciones, la fraternidad sin fronteras, como un nuevo tipo de presencia en el mundo, nos podrá salvar

Estamos ante una triste constatación: el tipo de mundo en el que vivimos es todo menos fraternal. Lo que predomina es el poder, que desde el inicio establece una división entre quien tiene poder y quien no tiene poder. Se trata del poder-dominación, político, económico, ideológico, mediático, también familiar, y otros. De esta división nacen toda suerte de desigualdades: unos imponiéndose a los demás, la mayoría situada en el piso de abajo y unos pocos en el piso de arriba.

La desigualdad significa injusticia social, que éticamente es inaceptable. Para las personas de fe, la injusticia social es un pecado contra el Creador porque le ofende a Él y a sus hijos e hijas. Por lo tanto, estamos en una situación que no nos agrada a nosotros y tampoco agrada a Dios.

Es intensa la búsqueda humana de una sociedad libre, igualitaria, justa y fraterna. En nombre de ella se hicieron las grandes revoluciones, siempre derrotadas, pero nunca vencidas definitivamente, pues el anhelo humano de libertad, igualdad y fraternidad es imperecedero. Siempre habrá personas y movimientos sociales que mantendrán vivo ese sueño y tratarán de concretarlo en la historia.

Son muchos los motivos que fundan la fraternidad. En primer lugar, todos somos portadores de la misma humanidad, poco importa el origen, el color de la piel, la religión y la visión de mundo que tengamos. Todos tenemos el mismo código genético de base, presente en todos los seres vivos: los veinte aminoácidos y las cuatro bases nitrogenadas. Dicho en lenguaje pedestre: estamos construidos de 20 ladrillos diferentes y cuatro tipos de cemento. Los ladrillos combinados y amalgamados con los varios tipos de cemento producen la biodiversidad. Lo cual quiere decir que existe un lazo de fraternidad real entre todos los seres vivos y especialmente entre los humanos. La fraternidad es universal, incluida la naturaleza.

Otra razón de la fraternidad es el hecho de que todos los seres, también los humanos, tenemos algo en común: venimos del barro de la Tierra. Homo, ser humano, procede de humus, tierra buena y fértil. De la misma forma, nuestro antepasado bíblico Adán, se deriva de adamah, que quiere decir: tierra arable y fecunda. De ese barro el Creador nos sacó y moldeó como sus criaturas, todos hermanados entre sí.

Estas raíces comunes nos invitan a vivir en fraternidad universal e ilimitada. Este fue el sueño de Jesús, que advirtió que nadie sea llamado maestro porque todos somos hermanos y hermanas. La fraternidad sin fronteras fue la búsqueda ardiente de San Francisco de Asís, que llamaba a todos los seres de la naturaleza con el dulce nombre de hermanos y hermanas. Fue a conversar con el sultán musulmán en Egipto porque quería una fraternidad universal que implicaba incluir a cristianos y no cristianos. Es el gran sueño de Francisco de Roma, el Papa actual, que ha escrito una valiente encíclica Fratelli tutti, “todos hermanos y hermanas”, como respuesta a un mundo globalizado que crea socios, pero no hermanos y hermanas, que nos hace virtualmente próximos, pero realmente distantes por causa de la riqueza de algunos a costa de la pobreza de muchos.

Dentro del mundo actual, fundado en el poder-dominación sobre personas, sobre pueblos y sobre la naturaleza, la fraternidad  universal no tiene condiciones para realizarse. Sin embargo, si bien no parece viable, ella puede ser una actitud permanente, un modo de ser, un espíritu que impregne todas las relaciones entre las personas, y también las institucionales, de participación igualitaria y cooperativa. Todo eso a condición de renunciar al poder-dominación y de tener humildad, no como una virtud ascética, sino como un mojar nuestras raíces en el mismo humus de donde la naturaleza y nosotros aseguramos nuestra existencia, viendo en cada ser y en cada persona, un hermano y una hermana, con el mismo origen y el mismo destino. Entre hermanos y hermanas hay amor, cuidado y un sentimiento profundo de pertenencia.

Ante las graves amenazas que pesan sobre la Madre Tierra superexplotada y la ruptura del tejido social de las naciones, la fraternidad sin fronteras, como un nuevo tipo de presencia en el mundo, nos podrá salvar. Este libro Habitar la Tierra: cuál es el camino para la fraternidad universal quiere traer a debate la urgencia del amor social y de la fraternidad universal, por lo menos como un modo de ser tierno y despojado de la voluntad de poder-dominación, creando un lazo de afecto y de cuidado entre todos los seres del mundo natural y del mundo humano.

*Leonardo Boff, 1938, se doctoró en teología sistemática en Múnich. Fue 22 años profesor de teología del Instituto Teológico Franciscano de Petrópolis. Posteriormente se doctoró en filosofía en la UERJ y fue profesor de Ética, Filosofía de la Religión y Ecología Filosófica en la Universidad de Río de Janeiro. Fue profesor visitante en varias universidades europeas. Fue muchos años editor religioso de la Editorial Vozes y coordinó la publicación de la obra completa de C.G.Jung en portugués. Recibió el premio Nobel alternativo de la Paz 2001 del Parlamento sueco. Es doctor honoris causa por varias universidades. Ha escrito cerca de cien libros en las áreas de teología, filosofía, espiritualidad y ecología.

Traducción de Mª José Gavito Milano

Fuente Religión Digital

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“Trabajo, salario y vida. ¿Por qué tantos conflictos?“, por Ramón Hernández Martín

Martes, 8 de febrero de 2022
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hine_mechanic_0.previewHay algo tan determinante y claro en la vida de los seres humanos como la necesidad de vivir “agrupados”, pues la interdependencia es característica de toda vida animal: no solo nacemos unos de otros, sino también nos necesitamos como un bastón para sostenernos en pie y seguir adelante. ¿Hay algo más inútil y enclenque que un hombre solo, por muy dotado que esté de facultades y por muchas fuerzas que tenga? ¿Es concebible siquiera la vida humana en una tierra habitada exclusivamente por “robinsones”?

Que la necesidad esencial de agruparse haya llevado a los seres humanos a su más lograda y perfecta forma de hacerlo en las “democracias” ha sido producto de no pocas renuncias individuales que nacen de tener que confiar en otros y delegar la representación personal en muy concretos grupos políticos. Sin embargo, mientras que la confianza ensancha el horizonte vital, la delegación no se hace como renuncia o sometimiento, pues todos tenemos los mismos derechos y nadie debe ser esclavo de nadie, sino por la conveniencia de encontrar acomodo y proyección en el grupo del que necesariamente se forma parte. En otras palabras: confiamos en otros para crecer y delegamos en los representantes políticos, pero no para transferirles un poder de dominio sobre nuestras vidas y haciendas, por más que ese sea el resultado muchas veces, sino para que lleven a efecto una fructífera misión de servicio a la colectividad. Solo el servicio a la comunidad justifica el poder político y la existencia misma de los políticos.

De ahí que toda política que no es servicio, es decir, toda política “dominadora”, sea depredadora, y que los “políticos dominadores” se conviertan en pesadas cargas para las espaldas de los ciudadanos que han confiado en ellos. Y de ahí se deriva igualmente la necesidad de que la política ejercida sea no solo buena, eficaz y productiva, sino también soportable económicamente. El ideal, por inalcanzable que resulte, es muy claro: buena política, pero a bajo costo; país rico con gobierno pobre. Es justo lo contrario de lo que está ocurriendo por lo general en las naciones orgullosas de su democracia. La vocación obliga al político a ser uno de los trabajadores más rentables para el pueblo, uno de los que más produzca a menor costo. Vista desde esa perspectiva, la situación actual no da más que para carcajadas sarcásticas debido a que no pocos políticos aprovechan su situación privilegiada para enriquecerse, comportándose para mayor escarnio como auténticos parásitos y viviendo como insaciables sanguijuelas de la sangre de los ciudadanos. Para no hurgar más en esta herida, de todos es bien sabido que, durante la terrible pandemia que padecemos y mientras muchos ciudadanos han perdido sus trabajos y disminuido sus ingresos, ningún político español ha ido al paro ni ha visto recortada su injustificada remuneración.

Partiendo de estos principios, el primer objetivo de todo gobierno bien emplazado debería ser procurar cobijo y comida a todos los ciudadanos que no quieran vivir a la intemperie ni pasar hambre voluntariamente. Todo ser humano que nace tiene derecho a un lugar donde vivir y a poder llevarse algo a la boca. Digamos, para no desequilibrar la cosa, que también tiene la obligación de contribuir al logro de ese objetivo. Un pueblo en el que haya ciudadanos que pasen hambre y por la noche no tengan para arroparse más que las estrellas es, siempre y en toda circunstancia, un pueblo “mal gobernado”, un pueblo cuya política hace aguas debido a que sus políticos se sirven de él en vez de servirlo. Insisto en que lo que realmente determina que una política discurra por el buen camino es que se logre de alguna manera que todos los ciudadanos tengan un habitáculo y puedan llevar cada día a la boca lo que necesitan para vivir. A ello hay que añadir, además, que disfruten de buena salud, que tengan una educación adecuada y posibilidades de realizarse como personas.

Ahora que en España se ha puesto sobre la mesa la “cuestión laboral” con la idea de injertar como es debido el mundo del trabajo en el empresarial, deberíamos tener el coraje de ir más allá de lo estrictamente salarial y de la durabilidad del trabajo para armonizar convenientemente en la vida de las empresas los roles de los empresarios capitalistas y de los trabajadores asalariados. Frente a tan problemática pantalla, solo me atrevo a insinuar que trabajar por un salario empobrece al trabajador e incluso desnaturaliza su trabajo. La envergadura laboral de un trabajador no se puede medir por la cuantía de un sueldo: considerando la empresa como un ser vivo, el trabajador, como también el empresario y el capital, es un órgano vital. De hecho, el fallo de cualquiera de esos tres órganos la hace inviable. Tengo la impresión de que, tras más de un siglo de dramáticas disputas entre marxismo y capitalismo, aquel nunca se ha atrevido a plantear la cuestión en términos tan esclarecedores como que los trabajadores son tan importantes como el capital y que también ellos son empresa.

Fijar en última instancia lo que son políticas de derechas o de izquierdas, zarzal en el que estamos metidos desde los inicios del s. XX, no solo se ha cobrado millones de víctimas, sino también empobrecido sobremanera nuestras sociedades. Es un problema que sigue muy verde en nuestros días. Sin duda, la persistente lucha obrera, que propugna “un salario mínimo digno”, ha contribuido a rescatar a los trabajadores de una explotación laboral que trataba de valorarlos únicamente como fuerza productiva y que de hecho los sometía y sigue sometiendo, no pocas veces, a una severa esclavitud. Si queremos salir del atolladero en que todavía nos encontramos, hemos de partir del hecho ya apuntado de que toda empresa está formada por el capital que la sostiene, por un cuerpo directivo que la planifica y por los obreros que le ponen carne al esqueleto, las tres columnas que sostienen el edificio: sin base económica no habría proyecto, sin dirigentes todo sería un caos y sin trabajadores no se daría ni un solo paso hacia adelante. La pacificación definitiva del mundo laboral vendrá únicamente de que la empresa funcione realmente como un cuerpo vivo en el que todos sus órganos vitales trabajen a pleno rendimiento.

Hoy, ningún empresario se atrevería a negarle a un trabajador la remuneración mínima suficiente para que puedan vivir él y su familia. De hacerlo, tendría que ser al margen de la ley que lo cuantifica. Sin duda, han quedado atrás los tiempos de la severa esclavitud laboral que muchos trabajadores han padecido, pero seguimos soportando todavía muchos desequilibrios, derivados de llamar empresa y considerar como tal únicamente al capital y a su personal directivo, mientras que los obreros quedaban reducidos a una masa laboral informe, obligada a producir el máximo rendimiento para sus patronos. Mis tiempos de comerciante me enseñaron que el beneficio comercial depende también y no poco de la gestión de compras y del control de los gastos de la transacción, el mayor de los cuales es siempre el costo laboral. De ahí que el trabajador, lejos de ser valorado como una de las tres columnas vertebrales de la empresa, quede reducido muchas veces a un “gasto” inevitable, tanto más soportable cuanto menor sea.

Yendo mucho más allá de cuanto se ha expuesto en tantísimos tratados sobre los empresarios y los trabajadores, sobre el capital y el trabajo, urge que los trabajadores sean colocados a la altura del capital. No me cansaré en insistir en que tan importante es para una empresa el capital sobre el que se funda como el trabajo que la desarrolla. Sin dinero, no hay base sobre la que construir, pero, sin trabajo, no hay construcción posible. Falta todavía mucho para que el trabajador se sienta dueño de alguna manera de la empresa en que trabaja. Cuando seamos capaces de plasmar en el funcionamiento de nuestras empresas ese proceder no solo habremos demostrado la inutilidad de la cansina dialéctica capital-trabajo, en la que seguimos inmersos por intereses económicos e ideológicos, sino también eliminado de raíz la conflictividad laboral que tantísimos disgustos causa, que tantas horas de trabajo tira por el sumidero y que tanto empobrece a los ciudadanos.

Partiendo de que la mínima aspiración de todo buen gobierno ha de consistir en procurar cobijo y comida a todos sus ciudadanos y de que el “salario mínimo” ha de ser de una cuantía que provea a las necesidades básicas del trabajador y de su familia, deberíamos diseñar empresas en las que los trabajadores sean beneficiarios de su productividad en la medida en que su trabajo los convierte en sus dueños. Sin duda, es una tarea harto difícil, pero el día en que se logre se dará al traste con toda la conflictividad laboral y se resolverá de un plumazo uno de los problemas más enquistados en la sociedad: conseguir que “los trabajadores trabajen”.  El sistema actual favorece que se acomoden en él fácilmente cientos de miles de parásitos que viven chupando la sangre de otros y cuyos salarios, lejos de ser dignos, son robos descarados.

El doce de enero se daba cuenta en este mismo portal de RD de que el papa Francisco denunciaba que “el trabajo es a menudo rehén de la injusticia social” y pedía que “sea rescatado de la lógica del mero beneficio y pueda ser vivido como derecho y deber fundamental de la persona”. “Derecho” porque es eje esencial del funcionamiento de una empresa en la que se proyecta la vida profesional del trabajador. “Deber” porque incluso fuerza a dejarse la piel en una empresa que se convierte en el sustento de su familia. Hablamos de un equilibrio de fuerzas y de reparto de beneficios que no solo será difícil de diseñar, pues requerirá audaces desarrollos legislativos, sino también de implantar, pues tendrá que lidiar, por un lado, con la precariedad laboral en que se mueven muchas empresas y, por otro, con la cuantificación de la productividad real de cada trabajador.

En este contexto, permítaseme una rápida alusión al mundo de la emigración, tan problemático en nuestros días por incomprensibles razones políticas e ideológicas. Sé de lo que hablo al haber trabajado con emigrantes españoles en Francia y en el Reino Unido. Cuando la emigración no es forzada, sino que obedece al derecho básico que cada cual tiene para buscarse la vida donde mejor le parezca, es realmente una bendición para los pueblos. Lo digo porque, en la actual coyuntura, la emigración está resultando muy conflictiva no solo porque se está haciendo a las bravas, sino también porque el mal entendido “fair play” de algunas naciones facilita que emigren a ellas parásitos de toda índole y hasta peligrosos delincuentes. Sin embargo, cuando se planifica y se desarrolla conforme a la ley, el emigrante, que se ve sometido muchas veces a esfuerzos sobrehumanos, enriquece al mismo tiempo a sus dos pueblos: el de su origen, al que suele enviar importantes ahorros, y el de su destino, que resulta el más beneficiado por su trabajo. Son muchos los españoles que a mediados del siglo pasado contribuyeron, por ejemplo, al desarrollo de Francia, de Alemania y del Reino Unido, al mismo tiempo que, tras vivir ellos con severa austeridad, ayudaban con sus ahorros a sus familias y contribuían con ellos significativamente a sacar a España de la enquistada pobreza en que había caído tras tantas convulsiones políticas.

Ramón Hernández Martín

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Yo me atengo a lo dicho

Sábado, 22 de enero de 2022
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Yo me atengo a lo dicho:
la justicia,
a pesar de la ley y la costumbre,
a pesar del dinero y la limosna.
La humildad,
para ser yo verdadero.
La libertad,
para ser hombre.
Y la pobreza, para ser libre.
La fe cristiana, para andar de noche,
y, sobre todo, para andar de día.
Y en todo, hermanos,
yo me atengo a lo dicho:
¡la esperanza!

*

Pedro Casaldáliga,

Poeta, profeta y obispo de los pobres sin tierra de Brasil

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***

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