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“A esta última cena los ha convocado”

Jueves, 17 de abril de 2025

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«Última Cena» de Leonardo da Vinci

 La Última Cena

[Al ver la «Última Cena» de Leonardo da Vinci, Milán, 1904.]
de Rainer Maria Rilke

***

Se reúnen, asombrados y perturbados,
en torno a él, quien, como un sabio, resolvió su destino,
y ahora abandona a quienes más amaba,
dejándolos y pasándolos de largo como un extraño.
La antigua soledad le invade,
que le ayudó a madurar para sus actos más profundos;
ahora volverá a caminar por el olivar,
y quienes lo aman aún huirán ante su vista.

*
A esta última cena los ha convocado,
y (como un disparo que espanta a los pájaros de los árboles)
sus manos se apartan de alcanzar los panes
a su orden: vuelan hacia él;
revolotean, asustados, alrededor de la mesa,
buscando una salida. Pero él está presente
en todas partes como un crepúsculo que todo lo impregna.

***

—Francis DeBernardo, New Ways Ministry, 17 de abril de 2025

Fuente New Ways Ministry

***

Nota: En el mural de 1498 de Leonardo da Vinci – como en la “copia” de 1520 de Gianpietrino – el pintor ha elegido de las escrituras bíblicas el momento inmediatamente después de que Jesús dice: “En verdad, en verdad os digo: uno de vosotros, que está comiendo conmigo, me va a entregar [“traicionarme“]”. La pintura representa las reacciones de los discípulos a las palabras de Jesús.

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , , ,

Jueves Santo: “Los amó hasta el extremo”

Jueves, 17 de abril de 2025
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(Robert Recker gay Passion of Christ)
***

Éxodo 12,1-8.11-14

Prescripciones sobre la cena pascual

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto:

“Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.“”

*

Salmo responsorial: 115

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

*

1Corintios 11,23-26

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Hermanos:

Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido:

Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo:

– “Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.”

Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo:

“Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.”

Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

*

Juan 13,1-15

Los amó hasta el extremo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo:

“Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?”

Jesús le replicó:

“Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.”

Pedro le dijo:

“No me lavarás los pies jamás.

Jesús le contestó:

“Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.

Simón Pedro le dijo:

“Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.”

Jesús le dijo:

“Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.”

Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo:

“¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

***

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Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy (23 de marzo de 1978)

***

Queridos hermanos:

Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.

He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.

Un Cristo que la encarna

Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.

1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL

La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación. Leer más…

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Última Cena: Comida de Amor, pan para todos

Jueves, 17 de abril de 2025

2014_72947_302967Del blog de Xabier Pikaza:

Con Juan de la Cruz. Una Cena que Recrea y Enamora

En el centro de la semana central del Año de Cristo celebra la Iglesia la Última Cena. La última es la central, la definitiva:

Éste es el signo de Jesús: comida para todos, una cena de amor y de pan, para siempre.  Éste es su Dios: que todos puedan comer en esperanza de “reino”, de ojos que miran y admiran y aman, de brazos que abrazan y acogen. Éste es el “sueño” que él quiso dejarnos como herencia y presencia un “jueves santo”, el Jueves Santo de la historia humana.

Al fin, una cena… sobre el monte de la tierra, para todos los pueblos y las gentes. Caben todos, los de París en llamas y los de la estepa ardiente de la que huyen los hambrientos, pues no hay comida para ellos. Al fin una cena, en la tierra para todos, sin hambre ni guerra. Una cena del Amor enamorado, que es el amor de Dios que se enciende en la vida y amor de los hombres

Una comida-cena de fraternidad. No es necesario llevar invitación, todos estamos invitados por ser hombres y mujeres, hijos de Dios, hermanos… Más allá de las murallas de mil ciudades de puertas cerradas, de mil vallas, mil fronteras. Una cena de puertas abiertas, en la mesa donde podrán sentarse primero los más pobres, sin prisas, pues ha pasado la prisa del hambre, y Dios es comida de todos… El Dios de la fraternidad y el pan en abundancia.

En la noche sosegada, tras el duro caminar de la jornada, por mares de hambre, por puertas cerradas, por barrotes de hierro. Al fin todos en la casa de la tierra, en la noche de sosiego, sin bombas atómicas, ni bombas de ira y terror, de los más fuertes, de los más débiles… Esta es la cena que recrea y enamora, la cena del gran descanso de Jesús, que  ha venido y dado su vida en regalo para que todos puedan compartir su cena, la de Leonardo en el convento de Florencia… e incluso la de una Viridiana que al fin consigue transformar su cena en encuentro de amor.. Una cena donde ya no habrá ricos opresores ni pobres resentidos, pues no existirá ya opresión ni resentimiento

En par de los levantes de la aurora... Cuando apunta ya la luz del nuevo día de la fraternidad universal, cuando todos podamos cantar y bailar sobre la esfera de la tierra convertida en llanura de amor. Esta es la cena de la noche convertida en amanecer de pascua

Con la música callada, la soledad sonora… Una música, todas las músicas de amor, de las inmensas tribus de la tierra… Una soledad sonora, llena de todas las voces de los hombres  y mujeres, de todos los abrazos, en la soledad hacha al fin compañía universal de ojos que se miran, de manos que funden en pacto de amor, de abrazos de corazón…

La cena que recrea y enamora. Éste es el verso final de la estrofa 15 del Cántico Espiritual B de Juan de la Cruz, un hombre que venía del hambre de la historia y que buscaba la Cena de Dios, a la caída de la tarde, con Jeús… La cena que recrea, que es recreo-descanso, que es re-creación (nueva creación…), todo en amor, pues la vida, al fin, es un camino enamorado.

   Este es el tema que quiero presentar este Jueves Santo 2019,  deseando para todos los pueblos, para todos los hombres y mujeres, una cena de amor, con Jesús y sus amigos, hace casi dos mil años.

Quiero presentar esta última cena de Jesús y sus amigos, todos los hombres, comentando la estrofa 15 del Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz (=CB).

La noche sosegada

en par de los levantes del aurora,

la música callada,

la soledad sonora,

la cena que recrea y enamora

  Este es el canto de la noche sosegada, la noche de la cena como vida compartida, en el descanso y esperanza de aquello que culmina cuando va a comenzar pronto la aurora. Entre esos dos motivos del principio y fin del canto, emergen los valores centrales de la música celeste (simbolizada en el giro y armonía de los astros) y la nueva soledad llena de mensaje de presencia (es sonora).

La noche sosegada. Hay un día de mundo, lleno de ambiciones, luchas, olvidos, distracciones, como SJC (=San Juan de la Cruz) ha destacado en su obra la Subida, con las dos purificaciones activas (del sentido y del espíritu), y especialmente en Noche, centrada en la purificación u oscuridad pasiva de sentido y el espíritu. Por eso, a fin de ser en el Amado, la Amante ha de pasar del día antes descrito (montañas, valles…) a la noche del encuentro total, en el “sueño espiritual, que el alma Amante goza en el pecho del Amado” (CB 14-15, 22), “recibiendo en Dios una abisal y oscura inteligencia divina”, de manera que el mismo Dios Amado es para la Amante  noche sosegada (CB 14-15, 22), como antes se decía que era montañas y valles  en el día[2].

Sin una subida (¡un subidón!) de amor es imposible esta cena en la noche sosegada de la fraternidad lograda, con un lugar en la mesa de la vida para todos… Por eso, el día de la Cena de Jesús es día de cena y amor para todos, cena de ilusión y fiesta para los niños, cena de acogida y esperanza para los ancianos, en los cuatro ángulos del mundo, que arden en amor. Una cena a la que pueden ir todos, sin falsos mensaje de propaganda…

En par de los levantes de la aurora. Esta noche, que se abrirá ella misma (sin dejar de ser noche) a la Aurora sin fin de la nueva mañana, se eleva y expande, prometiendo un Día eterno, sin sombras ni dolores, Día en la noche de Dios, que es la más oscura, entre dos luces,

 porque así como la noche en par de los levantes ni del todo es noche, ni del todo es día,sino, como dicen, entre dos luces, así esta soledad y sosiego divino, ni con toda claridad es informada de la luz divina, ni deja de participar algo de ella (CB 14-15, 23).

Aquí se inicia el tema de la Noche, que culminará sólo al final  del Cántico  (CB 39), abierto al día eterno de amor.

La música callada. Es armonía de cielo que, siguiendo una tradición que viene de Pitágoras y los neoplatónicos, llegando a los renacentistas (como Fray Luis de León), entonan en la noche las estrellas (un tema recogido, como he dicho ya, por el mismo I. Kant al final de la Crítica de la Razón práctica). Así nuestra Amante ha sentido en esa música de estrellas el “silbo de los aires amorosos”, el concierto sagrada de los astros, que convierten la noche en melodía:

En aquel sosiego y silencio de la noche ya dicha y en aquella noticia de la luz divina,echa de ver el alma una admirable conveniencia y disposición de la Sabiduría en las diferencias de todas sus criaturas y obras, todas ellas y cada una de ellas dotadas con cierta correspondencia a Dios, en que cada una en su manera dé su voz de lo que en ella es Dios; de suerte que le parece una armonía de música subidísima, que sobrepuja todos los saraos y melodías del mundo. Y llama a esta música callada, porque… es inteligencia sosegada y quieta, sin ruido de voces; y así se goza en ella la suavidad de la música y la quietud del silencio. Y así dice que su Amado es esta música callada, porque en él conoce y gusta esta armonía de música espiritual (CB 14-15, 25)[3].

La soledad sonora. El día está lleno de voces y apariciones cambiantes que encubren la Voz y ocultan la Presencia, entre mil voces y presencias que pueden acabar cegándonos. La noche, en cambio, es soledad sonora de Dios para los que aman, pues cada criatura ofrece en ella su testimonio de Dios:

Ésta es la soledad sonora… el testimonio que de Dios dan todas las cosas en sí…Y por cuanto el alma recibe esta sonora música con soledad y ajenación de todas las cosas exteriores, la llama la música callada y la soledad sonora la cual dice que es su Amado (cf. CB 14-15, 27).

 El Amado es soledad hecha comunión de Dios, canto de amor en la noche en que todas las cosas van diciendo su verdad, para ser de esa manera transparentes a la Vida. La misma vida se vuelve así palabra, testimonio de amor.

 La cena que recrea y enamora. La noche y soledad son cena, “recreación, hartura y amor” de los que aman (CB 14-15, 28) y se sacian uno en (y del) del otro. En ese contexto ha evocado SJC la promesa: “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno me abriere, entraré yo y cenaré con él y él conmigo” (Ap 3, 20; CB 14-15 29). Así se comunican y viven los Amantes, siendo cada uno en el otro, como seguirá comentando SJC cuando en varias canciones de la tercera y cuarta parte del Cántico (c. CB 26, 37). Algunos han querido evocar en este verso el Banquete de iluminación y elevación intelectual de Platón. Sin negar esa conexión, en el fondo de esta canción late la cena de amor de los enamorados como eucaristía:

El mismo Dios es para el Amante la cena que recrea y enamora, porque en serle largo la recrea,y en serle gracioso la enamora (CB 14-15, 30).

Dios es Cena, y ellos, Amado y Amante, se alimentan y viven, comunicando lo que son, su aliento de vida, en la noche. Ciervo y Paloma se han juntado, iniciando la fiesta de su vida en compañía y revelando su verdad más honda, en música y soledad de Amantes, siendo el uno cena para el otro[4].

Cenaré con él, y él conmigo

De día parece más fácil conocernos, acogiendo la vida del Amado en las montañas y los valles, pero siempre con el riesgo de confundir el amor con voces y experiencias que pueden acabar siendo superficiales. Pues bien, a diferencia de eso, en la noche del amor, el alma se ilumina y abre, pudiendo acoger un nuevo tipo de experiencias, “una admirable conveniencia y disposición de la Sabiduría en las diferencias de todas las creaturas y obras…” (CB 14-15, 25).

De ese modo, lo que parecía paradoja (música callada) adquiere nuevo contenido y, sin perder su carácter extraño, se convierte en signo de verdad más alta, como ha puesto de relieve fray Luis de León en varias Odas (A Salinas,A Felipe Ruiz), diciendo que la armonía del cielo está escrita en música de dulce concordancia (día y noche). Pero Fray Luis de León quiere escuchar esa música a través del arte (en una perspectiva más neoplatónica).

Por el contrario, SJC sabe que la presencia del Amado sólo puede escucharse en amor, por encima de todas las formas del arte, como música en la noche, armonía de las cosas celestes y terrestres que se entiende y expresa en la comunión del Amado y de la Amante.  Ese es el amor que se expresa en forma de comida compartida, para todos los hombres, especialmente los niños, unidos al fin por la acogida, la presencia, la comida.

El amor abre los ojos de la Amante para ver y los oídos de su corazón para escuchar a Dios en la noche, como música callada y soledad sonora, en unión con Amado, de manera que el amor se vuelve conocimiento en oscuridad, cuando callan las voces anteriores y vienen a elevarse y se descubren las luces de la vida, en cena que recrea y enamora. El mismo Dios se vuelve así Palabra y Comunión de amor, de modo que la Amante da su voz de lo que en ella es Dios (CB 14-15,25):

(Ella)… ve que cada una (de las creaturas) en su manera engrandece a Dios, teniendo en sí a Dios según su capacidad; y así, todas estas voces (de las creaturas) hacen una voz de música de grandeza de Dios y sabiduría y ciencia admirable… Y por cuanto el alma recibe esta sonora música, no sin soledad y enajenación de todas las cosas exteriores la llama música callada y soledad sonora, la cual dice que es su Amado (CB 14-15,27).

 Dios es, según eso, una experiencia de amor, de manera que allí donde dos seres humanos se encuentran y entregan en verdad (en gratuidad de muerte y nuevo nacimiento) ellos entienden ya todas las cosas,  pues sólo quienes aman saben. Ésta es la paradoja del silencio unida a la palabra más profunda (cf. “ríos sonorosos” de CB 14), la soledad abierta a la más honda compañía (cf. “valles solitarios” de CB 14). En esta línea culminará el poema (cf. CB 35-39), como canto a la cena que recrea y enamora, como cumplimiento de la vida: comer juntos, de tal forma que uno sea vida para el otro:

que eso quiere decir yo cenaré con él y él conmigo (cf. Ap 3, 20). Y así él mismo (Dios) es para ella la cena que recrea y enamora, porque en serie largo la recrea y en serie gracioso la enamora (CB 14-15,29)[5].

[1] Tres son los rasgos principales de la noche para SJC: (a) Es desnudez: abandonar la ocupación del día, superando lo sabido y desvestirnos de todo lo anteriormente valioso. Sólo así, en la noche, cuando no le ata aquello que posee (y nada le posee), la Amante puede transformarse en presencia del Amado. (b)  La noche es nada, no la de aquel que pudiera suicidarse, y de esa forma sigue buscándose a sí mismo por la muerte, sino la de aquel que se entrega en amor, superando sus proyectos para compartir los del Amado (para que el Amado sea quien le encuentre). (c) La noche es principio de resurrección,  pues la Amante ha recorrido un camino de amor para ponerse en brazos del Amado, iniciando así un proceso que culminará en las últimas canciones, como dirá CB 39, en la línea de Noche 1: “En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada, /¡oh dichosa ventura! /salí sin ser notada /estando ya mi casa sosegada”. Ésta es, sin duda, la noche de la Virgen de Agosto en que SJC se evade de la cárcel de Toledo, para iniciar su camino de resurrección con las canciones y ejercicio de amor del Cántico.

[2] Llegará al final (cuando acabe la lucha del mundo) la noche del amor infinito, tiempo gozoso de sosiego, cuando la fatiga de la marcha haya acabado y sólo quede espacio para un conocimiento gustoso de amor, para la dicha eterna y siempre nueva del Día de Dios en la Montaña, donde ya no existe ley, “el justo para sí se es ley” (imagen de la Montaña de la Perfección, cf. Introducción a Sección 4 de este libro). Pues bien, a través del ejercicio de amor, la Amante penetra en la noche infinita del Amor de Dios.

[3]Montes y valles, ínsulas o ríos parecen apagarse en la noche, y queda el cosmos en su unidad, como música de cielo, sobre todas las restantes melodías A la música de las esferas astrales ha dedicado fray Luis de León varios poemas, que he comentado en El Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz, Paulinas, Madrid 1992, 74-93

[4] Sobre la “cena” en los terapeutas judíos, según Filón he tratado en Fiesta del pan, fiesta del vino, Verbo Divino, Estella 2000, 129-139. También el discurso del pan de vida de Jn 6 puede y debe entenderse en ese fondo, lo mismo que los grandes ritos judíos del pan y el vino, con la eucaristía cristiana. El Cántico podría terminar aquí: los amantes se han juntado y así les dejamos en la noche más larga, en silencio compartido con todos los amantes de la historia humana.

[5] El mismo amor es alimento de enamorados, y de esa forma, siendo uno en el otro, culmina la recreación cósmica de CB 14, pues la cena en la noche es principio y plenitud de amor, al final de esta noche que precede al día de Dios. Éste es el final de todos los dolores, una cena compartida. Éste es el cimiento y fuerza de todas las transformaciones de la humanidad.

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Yo me parto y me reparto, mi vida se derrama por todos

Jueves, 17 de abril de 2025

índiceJUEVES SANTO (C)

Jn 13,1-15

Repartir el pan y la copa de vino se hacía en todas las comidas importantes. Sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. El mismo Jesús le dice a Pedro que no lo puede entender “por ahora”. Me mosquea que la Didaje, un escrito de finales del s. I no diga nada de la consagración. Dice: “después, los que entre nosotros se llaman diáconos reparten entres los asistentes el pan y el vino eucaristizados”. Y me mosquea aún más que Juan en el relato no diga nada de la institución de la eucaristía.

Creo firmemente que en la aparición de la eucaristía en la primera comunidad ha tenido mucha más influencia el recuerdo de las comidas de Jesús que la última cena. La eucaristía fue, en un principio, un hacer presente a Jesús en el compartir con los demás lo que cada uno tiene y es. En aquella sociedad lo más perentorio era la comida.

El relato de Juan muestra la importancia del lavado de los pies. “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”. Aquí está la clave de la celebración de hoy.

En el gesto del lavatorio de los pies, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Si entendemos esta equiparación, estaremos en condiciones de ahondar en el significado de los dos hechos. Lavar los pies era un servicio de esclavos. Jesús manifiesta que él está entre ellos como el que sirve. Es lo que había hecho Jesús durante su vida.

Si yo os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros. Desde aquí debemos entender el final de relato del pan y el vino: haced esto recordándome a mí. No se refiere a partir el pan y pronunciar unas palabras mágicas sino a partirnos y repartirnos como él se partió en beneficio de todos.

Juan, el que más profundizó en la comprensión de Jesús, ni siquiera menciona la eucaristía. Esto debía hacernos pensar en la importancia del signo de lavar los pies. Sospecho que Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como servicio. La verdadera grandeza está en parecerse a Dios que se da sin reservas.

Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación que da Jesús a lo que acaba de hacer. Celebrar la eucaristía es aceptar el compromiso de darse totalmente. La eucaristía es signo de la entrega. Si solo es signo, se queda en garabato.

El lavatorio dice lo mismo que el partir el pan, pero evita el peligro de quedarnos en el aspecto ritual de la celebración. El signifi­cado de la eucaristía lo percibiremos mejor a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y, mientras lo parte y lo reparte, les dice: esto soy yo. Yo estoy aquí para partirme y repartirme, para dejarme comer.

Lo que los evangelios nos dicen con estos gestos es que Jesús era un ser para los demás, que el objetivo de su vida era darse; que había venido para servir. Muestra de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando se diera totalmente, cuando llegara al sacrificio total con la muerte asumida y aceptada. De ahí la profunda relación que tienen los acontecimientos del Jueves Santo con los del viernes.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Una iglesia que viva en dialéctica de poder no es la de Jesús

Jueves, 17 de abril de 2025

671DF691-AC2E-4492-8AE3-D0AD9229C170Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Decía el padre Arrupe que: Mientras exista hambre en el mundo, la Eucaristía no será plena

        Todo el evangelio de S Juan está atravesado por una tensión reflejada en la “hora:

  •  En las bodas de Caná todavía no había llegado su hora, (Jn 2,4).
  • Jesús se encuentra con la samaritana a la hora sexta (Jn 4,6) que es la misma hora de la muerte de Jesús.
  • Llegará la hora en que a Dios se le adorará en espíritu y en verdad (Jn 4, 21.23).
  • Está llegando la hora de la vida: quienes escuchen su voz vivirán (Jn 5,25-28).
  • Por más que procuraban detenerle no podían, porque no había llegado su hora, (Jn 7,30; 8,20).
  • En alguna ocasión Jesús les recuerda a los suyos que no ha llegado su hora (Jn 12,23).
  • En algún momento siente un cierto miedo y angustia ante la hora que se acerca, (Jn 12,27).
  • Ahora, antes de la fiesta de la Pascua de los judíos, Jesús sabe que ha llegado su hora (Jn 13,1).
  1. Ha llegado la hora (Jn 17,1). La hora es la hora sexta (crucifixión).

        En nuestra vida también hay muchas “horas”, momentos cruciales, “valles de tinieblas”.

        Desde el Jueves Santo, podemos pensar y vivir nuestra vida como un Éxodo libertador.

Jesús salió del Padre y vuelve a Él. También nosotros hemos sido creados por Dios Padre y volvemos a Él.

        La hora final, nuestra propia muerte vivida desde JesuCristo, se torna de gran esperanza.

02.- Jesús se reúne con los suyos.

        Los “suyos” somos todos: en la misma mesa están Jesús, los discípulos, Pedro: hombre de poder, Judas: traidor, el Discípulo Amado por Jesús…

        Probablemente también nosotros hemos vivido, vivimos, momentos de todos esos “personajes”. Como a Pedro, también a nosotros nos gusta el poder, tal vez hemos sido algo “Judas” en la vida, en todo caso, todos y siempre somos amados por JesuCristo, el Discípulo amado.

        Jesús se reúne siempre con los suyos, que somos nosotros.

Dios es amor, y el que permanece en amor permanece en Dios y Dios permanece en él. (Jn 4,8)

        Jesús es expresión (sacramento) del amor de Dios.

03.- Lavar los pies.

Con esa “ironía” que emplea el evangelista san Juan, enmarca de gran solemnidad un gesto tan pobre y cotidiano como lavar los pies de los suyos. Jesús se quita el manto de Señor… (Al día siguiente, el viernes, se lo pondrán tras la flagelación).

 El lavatorio no tiene lugar al comienzo de la Cena. No es un rito de purificación judío, sino que es un momento central en la cena. Es una actitud de servicio y ayuda para con los demás. El servicio es una actitud fundante de la Iglesia. Una iglesia que no sirva a la comunidad no es la iglesia de Jesús: no tenéis nada que ver conmigo

Una Iglesia que viva en una dialéctica de poder no es la Iglesia de Jesús.

“Extrañamente” en la Última Cena del evangelio de san Juan no hay Eucaristía. El pan de vida lo ha resuelto S Juan en el cp 6, en la multiplicación de los panes: Yo soy el pan de Vida.

Decía el padre Arrupe que: Mientras exista hambre en el mundo, la Eucaristía no será plena.

A lo largo del tiempo de su vida pública, Jesús había comido frecuente con pecadores y publicanos, que eran auténticas eucaristías, comidas, encuentros salvíficos.

La Eucaristía que hemos escuchado en la segunda lectura (1ª Corintios) no es una ceremonia plagada de ritos es una asamblea de creyentes en el servicio como pauta de vida.

En la última Cena del evangelio de San Juan, el centro lo ocupa Jesús servidor, esclavo, que lava los pies a los suyos y un Jesús que ama hasta el final: servicio y amor.

04.- Servicio en la iglesia.

Estamos viviendo la ancianidad y enfermedad del Papa.

Que sea lo que Dios quiera y cuando Dios quiera. Nosotros oramos por él, le respetamos y le queremos en su condición de anciano y enfermo.

Francisco ha vivido y ha predicado una iglesia de los pobres, una iglesia que fuese un “hospital de campaña”, una iglesia al estilo del “buen samaritano”.

 Sin embargo muchos eclesiásticos y laicos, no pocos movimientos religiosos siguen una línea más bien legalista, judaizante.

La Eucaristía tiene mucho que ver con los comedores sociales, con los bancos de alimentos, con las personas y movimientos que trabajan por la paz, con los voluntarios que ayudan a los ancianos, enfermos, a los niños, a los encarcelados…

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Os he dado ejemplo: haced vosotros lo mismo

 

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La Cena del Señor. Ciclo C

Jueves, 17 de abril de 2025

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“¿Comprendéis lo que acabo de hacer con vosotros?”

(Jn 13, 1-15)

Hemos visto muchas veces el gesto del lavatorio de los pies, a veces siendo sacerdotes quienes se ponen en el lugar de Jesús, otras veces personas consagradas o seglares. Pero… si nos preguntara Jesús, como hizo a sus discípulos: ¿comprendéis lo que acabo de hacer con vosotras?… ¿Qué responderíamos? Quizás que podemos describir lo que hemos visto, pero comprender su sentido…

¿Cómo vivir hoy en día ese quitarse el manto, tomar una toalla, ceñírsela a la cintura y lavar unos pies que han caminado descalzos o con sandalias? Hay que ser una persona muy libre para hacerlo.

Este es un símbolo de entrega muy concreto: hacer lo que nadie quiere hacer (por eso lo hacían los esclavos). Y de eso seguro que tenemos ejemplos que se nos vienen a la mente, vivamos solos, en familia o en comunidad. Ya trabajemos o estudiemos o en las diferentes actividades en las que participemos… Siempre hay cosas que nos cuestan más, que se dejan para el final para ver si las hace otra… Parece que es ahí donde nos jugamos la vida, donde el seguimiento a Cristo se hace realidad y no se queda en un ideal.

¿Y si nos cambiamos de rol y nos ponemos en la piel de Pedro y los demás discípulos? ¿Cómo aceptamos ser ayudadas? Más aún, ¿cómo acojo que otra persona a quien admiro, “gaste” su tiempo, se desgaste, se abaje haciendo algo por mí? ¿Me dejo? ¿Me abandono? La verdad es que nos llama más el hacer que el dejarnos hacer… El sabernos fuertes y capaces de dar, más que sencillas y humildes para recibir.

Jesús nos pide hacer lo mismo las unas por las otras: entregar la vida y aceptar ser sujetos receptores de esa vida entregada de otras personas.

Oración

Trinidad Santa, danos tu humildad para entregar la vida las unas por las otras.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Jueves Santo: Tres meditaciones sobre el Evangelio de San Juan 13, 1-15, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF.

Jueves, 17 de abril de 2025

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De su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):

La fracción del pan: haced esto en memoria mía 

Con la Liturgia de la Cena del Señor intentamos, sólo podemos intentar, entrar en el misterio pascual, el misterio de nuestra salvación que revivimos en estos tres días santos de la pasión, muerte y resurrección del Señor.

Es sobre todo la escucha de la Palabra lo que nos permite participar en este misterio: lo que hemos escuchado como Ley en el libro del Éxodo (Ex 12,1-14), la memoria eucarística que Pablo da a los cristianos de Corinto (1 Cor 11,23-32) y el Evangelio del lavatorio de los pies (Jn 13,1-15) nos dicen algunos aspectos de la Pascua del Señor, y nosotros en nuestra pobreza de año en año tratamos de escrutarlos, de conocerlos un poco más, para poder pasar del conocimiento al amor del Señor, del conocimiento a la realización cotidiana de lo que se nos revela.

El Misterio Pascual nos parece cada vez más inagotable y somos cada vez más conscientes de nuestra insuficiencia para acoger y transmitir esta Palabra del Señor. Voy a intentar detenerme en el pasaje de San Pablo sobre la institución de la Eucaristía por Jesús. Me detengo solo en unas pocas palabras, sin pretender comentar el pasaje completo. Pero éstas son aclaraciones, las que nos da el mensaje de San Pablo, que son urgentes y decisivas para la vida cristiana de cada uno de nosotros y de cada comunidad.

Ante todo, el Apóstol recuerda a los cristianos que la acción que realizan en el seno de sus comunidades, especialmente en el Día del Señor, es una acción que recibió directamente del Señor, y que les transmitió a ellos, los cristianos de Corinto, anunciando la Buena Noticia del Evangelio. ¡San Pablo recibió una acción, un gesto, unas palabras que vienen del mismo Señor! La Eucaristía no es algo que la Iglesia se ha dado a sí misma o que alguien ha reglamentado: es simplemente una acción recibida del Señor y que debe ser transmitida siempre a los creyentes en Él en la plenitud del misterio que contiene.

Por eso San Pablo precisa ante todo: “La noche en que Jesús fue entregado”, es decir, en la noche de la traición, en la noche del no reconocimiento, en la noche del abandono por parte de todos los discípulos. Si hay una hora de negación de vínculos en la comunidad del Señor, es precisamente esa: y precisamente en esa situación Jesús entrega el gesto y las palabras eucarísticas.

Éste es ya un mensaje en sí mismo: “la noche en que fue entregado”, y significativamente la Iglesia en la liturgia occidental nos hace repetirlo en todas las oraciones eucarísticas. “La noche en que fue traicionado”, o se podría decir: “la noche en que fue abandonado”, “la noche en que fue negado por Pedro”.

Éste es verdaderamente el contexto en el que Jesús da el don de la Eucaristía, da el don de la alianza, pero precisamente cuando la alianza es existencialmente rota, destrozada por todos aquellos que pertenecían a la comunidad del Señor. En esa noche Jesús realiza gestos y palabras: ésta es la Eucaristía, memorial esencial de la vida de toda Iglesia.

En la noche en la que se niega la alianza, Jesús celebra su alianza con los suyos. Debemos acoger en toda su verdad escandalosa este contexto del don de la Eucaristía, que sucedió aquella noche no porque fuera la última noche antes del arresto, sino porque fue la noche en la que Jesús sufrió exactamente aquello de lo que somos capaces como hombres: traicionar, negar, abandonar.

De todos los Evangelios se desprende claramente que Jesús quiere tener una cena, una comida de alianza con sus discípulos. Él quiso, planeó esta comida, incluso envió algunos discípulos a prepararla, y cuando llegó la hora declaró: «He deseado ardientemente comer esta cena con vosotros» (cf. Lc 22,14).

Es significativo que el cuarto evangelio ni siquiera nos diga si se trataba de una comida pascual, como especifican los evangelios sinópticos: lo importante, según San Juan, es que se trataba de una comida de alianza. Si miramos lo que realmente hay detrás de esa velada, no es tanto la Pascua en sí, sino la alianza.

Por eso, toda esa comida se resume en el ritual del pan y en el ritual del vino, en un paralelismo que genera un gran significado. El pan y el vino, elementos esenciales de la comida judía, adquieren en esta cena un significado que transciende su materialidad: Jesús quiso que aquella comida no fuera sólo para comer y beber, siempre en un contexto de oración y de liturgia, sino que sobre todo quiso, a través de ese pan y de ese vino, celebrar la alianza.

Por eso San Pablo recuerda que «Jesús tomó el pan, dio gracias y lo partió»: Jesús da gracias, es decir, dice una palabra de bendición a Dios, y en la alabanza, en la bendición, en la acción de gracias a Dios parte el pan. Esto es lo esencial, y es algo de la Eucaristía que no meditamos lo suficiente, quizá también porque en nuestras Eucaristías la fracción del pan no recibe ningún significado por parte de quienes las celebran. Y en cambio la fracción del pan es importante, es esencial. Jesús toma en sus manos el pan, es decir, un pan que recibe y acoge de Dios; reconoce que es un don que viene de Dios. Luego lo parte, lo divide, lo comparte. Aquí está la fracción del pan.

La comida es una acción humana –ciertamente sólo los humanos saben hacerlo, no los animales–, pero en esa comida el creyente recibe, agradece y comparte. Se recibe el pan para compartirlo, para “partirlo”, para luego distribuirlo a todos los que están alrededor de la mesa, para que todos compartan el mismo pan.

Así Jesús constituye la comunidad de la mesa, de aquellos que comparten el mismo pan, que por tanto participan de la comunión, son koinonoí y forman una koinonía, una comunión (este es el lenguaje de San Pablo). La mesa eucarística de Jesús no se define por ser justa o injusta: no había personas dignas aquella noche, en aquella comida eucarística.

Pero en ese mismo contexto Jesús dio el pan diciendo: “Es mi cuerpo por vosotros”. Al comer este pan, al alimentarnos todos del mismo alimento, vivimos la misma vida que es la vida de Jesús, vida de la que su cuerpo fue la manifestación más real posible. Todo esto hasta que seamos un solo cuerpo, el cuerpo de Cristo, el cuerpo del cual Cristo es la cabeza y del cual nosotros somos los miembros, indignos pero miembros. Éste es el verdadero y profundo dinamismo eucarístico, ante el cual nuestras preocupaciones sobre la presencia real no sólo son inadecuadas, sino engañosas y sobre todo muy poco inteligentes.

Precisamente repitiendo este gesto y estas palabras, como gesto y palabras de Jesús, desde aquella tarde de la traición hasta el día de su regreso en la gloria, entramos en esta dinámica espiritual en la que nos convertimos en cuerpo de Cristo y Cristo se hace vida en nosotros.

¡La Eucaristía es esto y no es otra cosa! Es estar en la mesa del Señor, en la que Él parte su cuerpo, es decir, nos da su vida. No podemos olvidar que aquella tarde Jesús partió el pan para los doce apóstoles que lo abandonaron, lo negaron, lo traicionaron; como durante su vida había partido el pan con sus amigos en Betania; como había partido el pan mientras comía en las casas de los pecadores; mientras partía el pan con la multitud que había venido a Él y entendía poco de lo que decía y hacía. La verdad es que Jesús partió el pan con todo tipo de invitados, ¡todos pecadores!

Pero San Pablo, tras recordar este primer rito eucarístico, en el que la Eucaristía es comunión en Cristo de los hombres llamados a salir del pecado, de la condición de pecadores, nos recuerda en paralelo el segundo rito: «Del mismo modo… tomó la copa, diciendo: “Esta copa es la nueva alianza en mi sangre. Haced esto, cuantas veces la bebáis, en memoria mía”».

Las palabras del cáliz profundizan aún más la vida comunitaria, la koinonía, indicada sobre todo por el pan partido, porque especifican que esta vida es vida en la alianza. Lo que atestigua la tradición de Jerusalén, según Marcos y Mateo: «Esta es mi sangre de la nueva alianza» (Mc 14,23; Mt 26,27), lo afirma claramente la tradición antioquena seguida por Lucas (Lc 22,25) y por Pablo: «Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre».

He aquí el término calificativo: “nueva alianza”. El pacto entre Dios e Israel había sido roto: “¡Este pacto, mi pacto, lo habéis roto!” (cf. Jr 31,2) –, y por eso Dios había prometido una nueva (cf. Jr 31,31), que Jesús mismo inaugura: ese cáliz que Jesús tiene en sus manos es la nueva alianza en su sangre.

Ahora bien, para entrar en la alianza con Dios, es necesario formar parte de la nueva alianza, en el sentido de la alianza definitiva, la alianza sellada en la sangre de Jesús. Esa copa, gracias a la palabra eficaz de Jesús, contiene su sangre, y esa sangre es la nueva alianza, o, si se prefiere, la vida de Jesús es la nueva alianza.

Porque si el Siervo recibió la misión de ser «alianza para todos los pueblos» (cf. Is 42,6), Jesús tiene la misión de ser Él mismo la alianza nueva y definitiva, para siempre, que no podrá romperse jamás, una alianza eterna. Y así con esta segunda señal y con estas palabras vemos que lo que era una koinonía es también un pacto.

Podríamos decir, parafraseando el comentario de San Pablo a las palabras del pan: «Como hay una sola copa, participamos de la única vida que es Jesucristo, porque bebemos de una sola copa». 

La sangre es vida, y Jesús la gastó en un sacrificio existencial, no en un sacrificio ritual como los que tenían lugar en el Templo: en el sacrificio de Jesús no hay ningún rito, sino que está la ofrenda de su vida, de toda su existencia, a Dios y a los hermanos.

Ay de nosotros si en el cáliz viéramos sólo la sangre de la Pasión del Señor, sólo el acto preciso de su muerte: la sangre es toda la vida de Jesús, toda su vida humana que fue sacrificio existencial, vida de servicio, de cuidado, de «amor hasta el extremo» (cf. Jn 13,1) a los hermanos.

Jesús vivió así, leamos un poco mejor los Evangelios: a Él no le preocupaba mucho nuestro pecado, le preocupaba el sufrimiento que encontraba entre nosotros. Ésta es la verdad de Jesucristo, que debemos recordar nosotros que tantas veces hablamos en su nombre y somos capaces de ver más el pecado que el sufrimiento de los hombres.

No olvidemos cómo la Carta a los Hebreos reinterpretó el sacrificio de Cristo desde una perspectiva verdaderamente cristiana: «Al venir al mundo», es decir, al hacerse hombre, Jesús le dice a Dios, casi orando: «Sacrificios y ofrendas rituales no quisiste, holocaustos y ofrendas por el pecado no te agradaron, porque no te agradaron y fueron ineficaces. Entonces dije: He aquí que vengo… para hacer, oh Dios, tu voluntad» (cf. Hb 10,5-7; Sal 40,7-9).

Éste es el sacrificio existencial de Jesús: toda su vida, significada por la sangre que es la vida de todo hombre, fue entregada plena, totalmente a Dios y a los hombres.

Por eso la koinonía, que nos recuerda la fracción del pan, aparece en el signo del cáliz como alianza nueva y definitiva, “alianza eterna” – dirá también la Carta a los Hebreos (Hb 13,20) – que no falla nunca. San Pablo no especifica que esta sangre de la alianza es “derramada para remisión de los pecados” (Mt 26,27), “derramada por las multitudes” (Mc 14,24), “derramada por vosotros” (Lc 22,20), pero esto se entiende, porque donde hay alianza ya no hay pecado, los pecados son perdonados y se establece una comunión con Dios más fuerte que la separación del pecado.

La Eucaristía es pues esta comunión en alianza, en la que cada uno de nosotros permanece con su propia responsabilidad. El Señor se la ofreció a todos: a Judas que lo traicionó, a Pedro que lo negó, a aquellos discípulos insensatos y sin ninguna convicción valiente. Eran huéspedes de Jesús, igual que nosotros. Cada uno de nosotros puede preguntarse si no somos Judas, si no somos Pedro, si no somos uno de los discípulos que abandonaron a Jesús.

Lo que San Pablo nos pide es «reconocer el cuerpo de Cristo»: solo si reconocemos el cuerpo y la sangre de Cristo, es decir, su vida, no somos condenados; y sólo aquellos que no reconocen la vida de Cristo “comen y beben su propia condenación”, porque no ven el don que Dios les da.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

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Lavaos los pies unos a otros en memoria mía 

Comenzamos a revivir las acciones y palabras de Jesús, escuchándolas, acogiéndolas en nuestro corazón y meditándolas, porque esto es lo único que podemos hacer aquí y ahora, juntos. Todos estamos dispuestos a beber de la fuente del misterio, porque sostenidos por esta agua que brota en nosotros (cf. Jn 4,14), podemos vivir precisamente viviendo este misterio en nuestra carne y en nuestra mente.

Cada uno de nosotros tiene su propio peso sobre los hombros y sobre el corazón: sí, con el corazón agobiado por el peso del duro trabajo de vivir, agobiado por nuestros pecados, que no son otra cosa que contradicciones al amor, agobiado por la conciencia de nuestra incapacidad cada vez mayor para ser coherentes con lo que hemos aprendido y seguimos conociendo del mismo Jesús.  Leer más…

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Reflexión de Jueves Santo

Jueves, 17 de abril de 2025

JuevesSanto2016

 

Eres la vida que das…

“No eres el miedo que queda, eres la vida que das”

La Pascua es un tiempo para la autenticidad, para lo coherente, para la verdad de nuestra propia vida.

Es un tiempo de silencio, de escucha atenta, escucha absorbente….

“Todo comienza en el silencio, este es el primer paso para hablar de Dios, este el momento de la escucha y la oración, luego vendrá el lenguaje engendrado en esa calma”. “Del silencio del Padre viene la Palabra del Hijo, decía Ireneo de Lyon. Desde el silencio, la oración y la contemplación se comienza a ver el mundo de un modo nuevo. Sin esto, la liberación puede terminar nublada por un frenético activismo o una enfurecida vocación por juzgar, de los cuales la gente también necesita liberación. Entrar en la tierra sagrada del Padre involucra purificación, especialmente respecto de dioses falsos y del orgullo egoísta que esclaviza. Es un llamado a elegir la vida en medio de las tinieblas de la sociedad humana, de los ídolos hechos por nosotros mismos y de las injusticias del mundo moderno.”

Muchos de vosotros estáis en un tiempo de incertidumbre, finalizando la carrera, o comenzando a trabajar, o tomando decisiones que influirán en vuestra vida de una forma tal vez definitiva, es decir, decisiones que definirán vuestra vida.

Soltemos los hilos que nos mueven desde lo exterior, desde lo inconsistente, desde la apariencia. Dejemos el afán de tener porque hoy Jesús nos pregunta: ¿quién es el mayor el que está a la mesa o el que sirve?” (Lc. 22, 27); el de hacer, seguir la corriente como autómatas porque nos pregunta: ¿Cómo es que estáis dormidos? (Lc., 22, 46); librémonos del miedo, solo genera violencia contra nosotros y contra los otros, porque Jesús nos pregunta: ¿Como a un salteador habéis venido a prenderme con palos y espadas? (Lc. 22, 52)

Y entonces ¿qué hilo nos mueve)

Muéveme mi Dios hacia Ti,

que no me muevan los hilos de este mundo. No.

Muéveme, atráeme hacia Ti, desde lo profundo.

 

Hay tres palabras que resuenen con fuerza en este día y tal vez nos ayuden realmente a encontrar una respuesta a las preguntas de Jesús: AMOR, SACRIFICIO Y ELECCIÓN

AMOR.

En este año 2019, el primer texto que proclamamos, que leímos en la Vigilia de Año Nuevo fue la carta de Pablo a la iglesia de Corinto, donde habla acerca del amor. Lo podéis encontrar en la primera carta, en el capítulo 13. (1Co. 13, 1-13)

Aunque yo hablara todas las lenguas de los hombres y de los ángeles, si no tengo amor, soy como una campana que resuena o un platillo que retiñe. Aunque tuviera el don de la profecía y conociera todos los misterios y toda la ciencia, aunque tuviera toda la fe, una fe capaz de trasladar montañas, si no tengo amor, no soy nada.  Aunque repartiera todos mis bienes para alimentar a los pobres y entregara mi cuerpo a las llamas, si no tengo amor, no me sirve para nada. El amor es paciente, es servicial; el amor no es envidioso, no hace alarde, no se envanece,  no procede con bajeza, no busca su propio interés, no se irrita, no tiene en cuenta el mal recibido, no se alegra de la injusticia, sino que se regocija con la verdad. El amor todo lo disculpa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta. El amor no pasará jamás. Las profecías acabarán, el don de lenguas terminará, la ciencia desaparecerá; porque nuestra ciencia es imperfecta y nuestras profecías, limitadas. Cuando llegue lo que es perfecto, cesará lo que es imperfecto. Mientras yo era niño, hablaba como un niño, sentía como un niño, razonaba como un niño, pero cuando me hice hombre, dejé a un lado las cosas de niño. Ahora vemos como en un espejo, confusamente; después veremos cara a cara. Ahora conozco todo imperfectamente; después conoceré como Dios me conoce a mí. En una palabra, ahora existen tres cosas: la fe, la esperanza y el amor, pero la más grande de todas es el amor.

Hoy, Jueves Santo, es el día del Amor Fraterno. Tal vez nos suena más aquello del 14 de febrero porque es más comercial, creo que hoy los grandes centros comerciales no venden figuritas de amigos, familias, o desconocidos abrazándose. Esto es una ventaja porque nos ayuda a sumergirnos de una forma más limpia y menos manipulada en su significado.

En el contexto de una cena de amigos hay un signo de entrega. No es una cena de empresa, ni de cumpleaños, ni una despedida de soltero…. Es  una cena de amigos creyentes, porque su vínculo es la fe. Aunque cada uno la vive de una manera, con sus torpezas, sus incoherencias y sus miedos. Pero la fe es más fuerte que todo eso. La fe en esas palabras del Maestro que resuenan hoy de forma especial: (Mt. 5, Lc. 6)

Si amáis solo a vuestros amigos….

Cuando te peguen, pon la otra mejilla…

A quien te pida, dale…

No juzguéis….

Hoy es un buen día para recapitular mi vida: ¿me creo estas palabras? ¿Dónde están, en mi cabeza, como una idea, o en mi corazón, donde nace la confianza? Es decir, ¿confío en estas palabras? ¿Son un ideal, o una realidad?

Y por el contrario ¿por qué no las pongo en práctica? ¿a qué tengo miedo?

SACRIFICIO

En nuestro lenguaje cotidiano, según los diccionarios:

  1. Ofrenda hecha a una divinidad en señal de reconocimiento u obediencia, o para pedir un favor. Seguramente comprendamos mejor aquello de hacer algo por Dios a modo comercial: yo hago tal cosa, y tú me das tal cosa. 
  1. Esfuerzo, pena, acción o trabajo que una persona se impone a sí misma por conseguir o merecer algo o para beneficiar a alguien.

En lenguaje de la Biblia, que es donde se inspira la liturgia, se refiere a una ofrenda ritual a Dios, con la intención de rendirle tributo. Con la intención de relacionarse con Él y darle gracias, o pedirle perdón, o hacerle presente en la vida. En estos casos, el sacrificio incluye dar muerte a un animal. (El pueblo hebreo realiza sacrificios de animales, nunca de seres humanos.)

En el Antiguo Testamento hay una evolución en cuanto a los sacrificios, porque el Antiguo Testamento relata la historia de relación del pueblo hebreo con su Dios, una larga historia que evoluciona. Igual que nosotros no nos relacionamos igual con nuestros padres, por ejemplo, cuando teníamos cinco años que ahora.

Se pasa de la sencillez original, rudimentaria, según las costumbres nómadas (erección de altares, invocación del nombre, ofrenda de animales o productos de la tierra), sin lugar fijo; a una complejidad mayor, con más variedad, y especialización, más importancia del sacerdote, de forma más sedentaria.

La Biblia atestigua desde los comienzos la coexistencia de diferentes tipos de sacrificios. Por un lado el holocausto, donde se quemaba enteramente una víctima (toro, cordero, cabrito, pájaro); y por otro, sacrificios que consistían en comidas sagradas, se llamaban banquetes, sacrificios, de comunión. Una parte de la víctima correspondía a Dios, señor de la vida, y por eso para Él es la sangre, símbolo de la vida, y las grasas. La carne correspondía a los invitados.

Hay un libro de la Biblia, el Levítico, donde se especifica y se concreta con lenguaje técnico los dones ofrecidos a Dios.

Hay una corriente que va atravesando estas acciones, el pecado y la necesidad de expiación. Ante la grandeza de Dios el ser humano se siente pecador, digamos sucio, pequeño, y necesita ser limpiado, y a esto se le llama expiación.

Un matiz importante. El Dios del que habla la Biblia no saca provecho de los sacrificios, no se considera a Yahveh como un deudor del ser humano (el ser humano me debe algo). Es el ser humano quien se gira hacia Dios. Los sacrificios son un rito que expresa algo más, un signo. Si no es así es pura hipocresía, y Dios se enfada con la falsedad. El sacrificio interior no es un sucedáneo sino lo esencial.

Junto a las leyes del libro del Levítico tan concretas, la Biblia ofrece otra manera a través del profeta Isaías (Is. 53). El siervo de Dios, que se ofrece a sí mismo como sacrificio.

Para expresar mi amor, mi reconocimiento a Dios, ofrezco un animal, el mejor que tengo, y se lo entrego a Dios. En el Génesis leemos cómo Abraham quiere hacer algo similar con su hijo, el único que tiene. Pero Isaías está hablando no de ofrecer la vida de otro ser humano, del vecino, sino de ofrecer la propia vida.

Jesús como buen judío conoce perfectamente la Torá, los cinco primeros libros de la biblia. También el resto. Habla en un lenguaje conocido por el profeta Isaías: “vine para servir”, “dar la vida”.

La última cena, que celebramos hoy está inmersa en el marco de una fiesta que celebraba, y celebra hoy día también, el pueblo judío: la Pascua judía. Una fiesta que rememora la liberación del pueblo de la esclavitud de Egipto. Es la fiesta de la libertad, cuando Dios saca al pueblo y lo guía por el desierto, y en el desierto hace una alianza, un pacto, un compromiso. Para celebrar esta fiesta el pueblo judío realiza un sacrificio, la víctima es un cordero, es un sacrificio de comunión, de banquete.

Los cristianos entendemos que la profecía de Isaías se cumple en Jesús, que con su entrega, inaugura un pueblo nuevo, un pueblo unido por la fe, no por la raza, por la manera de tratar a los demás, no por la manera de rezar. “No el que diga Señor, Señor, es el que entrará en el Reino de mi Padre, sino quien escucha y hace su voluntad” “Dichosos los uqe escuchan la palabra de Dios y la ponen en práctica”. Quien se fía, quien confía….

ELECCIÓN

Y aquí enlazamos con la tercera palabra de hoy: la elección.

Toda la vida de Jesús fue una elección.

Nadie me quita la vida;

yo la entrego voluntariamente”         (Jn 10,18)

Toda nuestra vida, la vida de cada uno de nosotros, está realizada a base de elecciones, más o menos conscientemente, pero elecciones.

Y aquí también la Biblia es maestra:

Elige la vida y vivirás, elige la muerte y morirás. (Dt. 30)

Parece sencillo, ¿no?

Hoy se pone de manifiesto la verdad de Jesús, y también la nuestra. La confianza de Jesús, que, al menos, cuestiona la nuestra.

La palabra confianza tiene más que ver con las relaciones humanas. No hablaríamos en los mismos términos si nos referimos a ideas. Las ideas son buenas, pueden ayudar a caminar hacia un horizonte. Y pueden implicar todo una vida: creer en la libertad en un país bajo una dictadura implica toda la vida. Dan un sentido a la vida, y a la muerte. Mucha gente admirable ha muerto fiel a sus ideas.

A veces metemos la fe, me refiero a Dios, en el mismo saco que las ideas. De hecho utilizamos la palabra creer para referirnos a Dios, igual que una idea.  Para muchas personas es lo mismo decir creo en el amor que creo en Dios, porque ponen a Dios en la estantería de las ideas. Y no saben que eso ahí colocado no es Dios. El amor, la libertad son términos abstractos, inertes, que podemos definir. Pero Dios no entra en esas categorías humanas, va más allá, no se le puede simplemente definir.

Porque hay un matiz más allá, un matiz que lo transfigura todo; se da cuando conozco, sé, experimento, que Dios no es “algo”, es “Alguien”. Alguien que se relaciona conmigo, no forma parte del decorado de mi vida sino que empieza a tomar protagonismo.

Para intentar definir a Dios nos podemos acercar con las palabras Padre, o Madre, Amigo, Amante, Hermano… y aún así no llegamos, se nos quedan pequeñas las palabras.

Mejor que utilizar un sustantivo, utilicemos un verbo: confiar, que es de la familia de entregar, acoger, soltar, recibir, esperar, comprender, donar y perdonar….

Jesús elige confiar en Abba, no dejarse llevar por el miedo, por la angustia, que están, y muy presentes, pero no mueven su  vida, porque se sabe acompañado. No está solo, como no lo estamos ninguno de nosotros.

El Señor omnipotente me ha concedido
tener una lengua instruida,
para sostener con mi palabra al fatigado.
Todas las mañanas me despierta,
y también me despierta el oído,
para que escuche como los discípulos.
El Señor omnipotente me ha abierto los oídos,
y no he sido rebelde ni me he vuelto atrás.
Ofrecí mi espalda a los que me golpeaban,
mis mejillas a los que me arrancaban la barba;
ante las burlas y los escupitajos
no escondí mi rostro.
 Por cuanto el Señor omnipotente me ayuda,
no seré humillado.
Por eso endurecí mi rostro como el pedernal,
y sé que no seré avergonzado. (Is. 50, 4-7)

Para llegar a la celebración de esta tarde tenemos que dar unos cuanto pasos. Igual que Jesús había caminado muchos caminos antes de sentarse a la mesa con sus discípulos. Son imperfectos, fanfarrones, miedosos… Sólo el Maestro es consciente de lo que sucede y va a suceder. Los discípulos, no. Mientras Jesús dirige los ojos a la cruz, unos discuten y disputan, cegados por la ambición y el orgullo, por los primeros puestos en el Reino que el Maestro promete; otros se entregan nerviosos a la preparación de la cena; Judas ha urdido ya la traición.

Hoy Jesús recoge estas tres palabras en su mesa, elige entregar todo su amor fiado en su Padre, nuestro Padre.

“El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan, y después de dar gracias, lo partió y dijo: “Este es mi cuerpo que se da por vosotros”

Así mismo también el cáliz después de cenar diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza en mi sangre” (1Cor 11,24-25)

No temamos permanecer inmóviles, en silencio,

contemplando la acción de Dios en nuestros pies y

en nuestras manos manchadas;

dejemos que Él actúe,

que derrame el agua que purifica

y da VIDA.

*

Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Discurso de despedida de Jesús releído hoy

Jueves, 17 de abril de 2025

947954DD-F1F3-41D0-8778-CA14607CA9E2Del blog de Miguel Ángel Mesa Otro mundo es posible:

Lo primero que se me ocurrió les rompió todos los esquemas. Lavar los pies a alguien solo lo hacen los esclavos, no quienes se consideraban maestros o profetas. Yo les quería mostrar otro camino: el del servicio que deberían ofrecerse unos a otros. Pero no lo entenderían hasta bastante más tarde.

Después les comuniqué el mandamiento que consideraba más importante, el que había intentado vivir cada día de mi vida: Amaos unos a otros. Pero con un detalle importante: como yo los había amado cada día de mi vida, desde que estaba a su lado, y de forma preferencial a las mujeres y a los más débiles, oprimidos y desfavorecidos de mi mundo.

Porque el amor que yo había gustado de mi Padre y Madre, por medio de los demás, solo se puede vivir desde el servicio, desde la humildad, desde la vulnerabilidad de la vida. Nadie en la comunidad debe creerse mayor que nadie, y el que lo sabe y lo pone en práctica es feliz.

Les quería decir muchas cosas como despedida, pero sabía que me quedaba poco tiempo. Todos estaban preocupados, porque me veían triste y me preguntaban qué es lo que me pasaba. Y yo les decía: No os angustiéis, confiad en el Dios de la Vida y también en mí.

He intentado caminar humildemente por el camino que me mostrado Dios.También ser testigo de su verdad en mi vida. Conocéis ahora a Dios Padre y Madre por mí, porque está en mí y yo en Él. Igual que vosotras y vosotros ya vivís en su seno maternal. He tratado que mis obras transparentaran lo que yo intuía que era el misterio de Amor, que me subyugaba y me invitaba a hacer presente la buena noticia de la liberación.

Yo sabía que había llegado el momento decisivo de mi existencia, pero deseaba que todo lo que yo había vivido permaneciera en ellos. Les dije que la Ruah, el Espíritu de Dios, que habitaba en ellos y ellas tanto como en mí, les iría diciendo lo que tenían que vivir y hacer en cada momento de su existencia, cuando yo no estuviera.

Comenté que les dejaba mi paz, que no era como la piensa el mundo en que vivían. Porque el shalom, la paz de Dios, solo será verdadera cuando esté basada en el perdón, en la reconciliación, la fraternidad y la justicia. Les recordé el salmo en que se decía: La paz y la justicia se besan.

También les aseguré que nada ni nadie nos podría separar, aunque no estuviéramos juntos físicamente. Si permanecían unidos, intentando vivir los valores y el compromiso que yo había tenido con los más empobrecidos y desfavorecidos, para gloria del Misterio de la Vida, estaríamos unidos siempre, entre ellos y ellas y conmigo.

Con una angustia terrible en la garganta que me impedía respirar, les dije que toda mi esperanza, mi alegría, mis ilusiones quedaban latiendo en sus corazones. En el cariño que se tuvieran estarían mis palabras, mi recuerdo, mis acciones, mi vida siempre presente.

También les aseguré que no sería fácil su camino en el futuro. Tendrían que pasar por muchas dificultades, luchas, desesperanzas, frustraciones, porque todos somos humanos. Pero que podrían continuar adelante si seguían el sendero de la confianza y el recuerdo vivo del amor de Dios que siempre está presente en cada uno y cada una.

Y por otra parte, aunque no quería irme ni dejar de estar a su lado, les era conveniente que me fuera, para que emprendieran sin ninguna atadura su propio camino. Cuando fueran libres la alegría inundaría su espíritu, el de cada uno y el de toda la comunidad.

Porque eso sí que les dejé claro, no podrían ser fuertes ni vivir la buena noticia del Reinado de Dios, si no permanecían unidos, en comunidad fraterna y sororal. Y pensando en lo que se me venía encima les confié: la vida eterna no es un más allá que nadie sabe cómo será. La vida eterna es vivir cada día unido al Eterno, a la Fuente de Vida, al Misterio de Bondad en quien vivimos, sentimos, gozamos y existimos. Así lo había vivido siempre yo y así se lo dije. La vida eterna se hace presente cada día, en cada gesto de bondad, justicia, cuidado y ternura, cuando el amor es real entre todos los miembros de la comunidad de seguidores del Evangelio.

Entonces hice una pausa, tomé el pan y dando gracias a nuestro Abbá, les dije:

+ Tomad y comed de este pan, partido y compartido, es mi cuerpo que os entrego y se ha entregado por todos, en especial por los más pobres y excluidos.

Después cogí una copa de vino, pronuncié la bendición, di gracias a nuestro buen Dios y les dije:

+ Tomad y bebed, es mi sangre que se derrama por todos, la que circula ya por vuestro cuerpo, porque estamos unidos por el amor que nos tenemos. Cada vez que hagáis este gesto de agradecimiento y entrega por el reinado de Dios, hacedlo acordándoos de mí.            

Sabía muy bien cuál había sido mi apuesta y a lo que me exponía. Ahora tenía que ser consecuente con mi opción de vida. Lo que me mantenía con fuerzas era el amor de Dios, que se me hacía presente a través de ellas y ellos, mis grandes amigas y amigos. Porque la amistad es el cariño y la compañía, que te sostiene en los mejores momentos pero, sobre todo, en las situaciones más difíciles de la vida.

También les pedí que no llamaran a nadie señor, maestro, excelencia… entre ellos y ellas. Ni a mí tampoco. Yo había intentado ser uno más a su lado, porque soy el hijo de un hombre y de una mujer, como cualquier otra persona. Por lo tanto, no eran mis discípulos, sino mis amigos y mis amigas: “Quien desee ser el mayor entre vosotros y vosotras que sea el menor, el más servicial, el más comprometido, el más humano”.

Queridas amigas y amigos de las comunidades cristianas, estoy muy feliz de seguir cada día a vuestro lado, y hoy en particular, en este Jueves Santo.

Seguid cuidando y dejándoos cuidar, comprometiéndoos por construir otro mundo posible, más fraterno y sororal, más justo, libre y en paz. Que las Bienaventuranzas leídas y, sobre todo, vividas con amor, sean vuestra única norma de vida.

Mi paz ya está en vuestros corazones. Mi mirada en vuestros ojos. Mi aliento en vuestro espíritu. Sed mis manos, mis oídos, mis pies. Mi ternura. Es la única forma que tenéis de poder humanizar, es decir, divinizar, esta tierra tan dolorida y tan hermosa a la vez.

Solo así podréis resucitar, realizando gestos concretos para que otras personas, las más olvidadas y ninguneadas, tengan vida y en abundancia, que recuperen la ilusión, la esperanza, la confianza en un nuevo mañana.

Mi amor late en cada uno, en cada una de vosotras. No me olvidéis. Yo os llevo tatuados en mi corazón. Vivid alegres, con confianza.

Recibid mi bendición: Que el Dios de la Vida, el Manantial de agua viva, el Seno materno de inmensa Bondad, os ilumine, entusiasme y acompañe siempre.

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“El lavatorio de los pies será el signo profético de la entrega de Dios por la humanidad”, por Consuelo Vélez

Jueves, 17 de abril de 2025

De su blog Fe y Vida:

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Jueves Santo (17-04-2025)

Después de su anuncio del reino se va a poner en juego el amor de Dios que Jesús ha testimoniado con sus palabras y obras

El lavatorio de los pies será el signo profético que así lo muestre

Lavar los pies es lo propio de los esclavos. En este gesto, Jesús asume este papel, mostrando que la comunidad que se ha formado en torno suyo tiene otros valores

El jueves santo se celebra la institución de la eucaristía. Ella es signo de comunión, del compartir el pan, del amor afectivo y efectivo hacia todos, amor que se entrega a los demás, comenzando por los últimos

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin. Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón, el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo:

-“Tú, Señor, ¿me vas a lavar los pies a mí?”.

Jesús le respondió:

+ “No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás”.

– “No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!”.

Jesús le respondió:

+ “Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte”.

– “Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!”.

Jesús le dijo:

+ “El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio. Ustedes también están limpios, aunque no todos”. Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: “No todos ustedes están limpios”.

Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo:

+ “¿comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor, y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes

(Juan 13, 1-15).

La lectura de hoy, corresponde al evangelio de Juan, evangelista que estructura su texto desde “la hora. Recordemos que en las bodas de Caná Jesús le dice a su madre que no ha llegado la hora (Jn 2, 4). Este texto empieza con la afirmación de que ha llegado su hora. Pero ¿en qué consiste la hora de Jesús? Después de su anuncio del reino se va a poner en juego el amor de Dios que Jesús ha testimoniado con sus palabras y obras. Llega el momento del amor en su expresión máxima y el lavatorio de los pies será el signo profético que así lo muestre. La cena de este evangelio no es la cena pascual, es un día antes. Pero en ella Jesús va a realizar con el gesto de lavar los pies a sus discípulos, el amor incondicional de Dios por su pueblo. Lavar los pies es lo propio de los esclavos. En este gesto, Jesús asume este papel, mostrando que la comunidad que se ha formado en torno suyo tiene otros valores a los aceptados comúnmente. La comunidad de Jesús no tiene superiores. Por el contrario, en ella, quien coordina se hace servidor los demás y todos entre sí han de ser servidores y esclavos unos de otros.

El texto muestra la incomprensión de los mismos discípulos expresada en el diálogo con Pedro. Él no quiere dejarse lavar los pies y Jesús es contundente: “si no te los lavo, no podrás compartir mi suerte”. O, dicho de otro modo, si no sigue la lógica del reino no puede compartir la mesa que Jesús instaura: la mesa de la inclusión, del servicio, de la solidaridad, de la justicia.

Está claro que otros no van a comprender y esto lo manifiesta la figura del demonio entrando en Judas quien ya ha decidido entregar a Jesús. La pregunta ¿comprenden lo que he hecho con ustedes? sigue vigente para todos los que hoy dicen seguir a Jesús. No basta afirmar que se le sigue, sino comprender hondamente la propuesta del Reino.

En el jueves santo también se conmemora la Institución de la Eucaristía. Pero no son dos celebraciones separadas. Por el contrario, el lavatorio de los pies devela el significado profundo de la Eucaristía. Esta no es para alimentar el alma de los fieles, como se dice comúnmente, de manera individual. La eucaristía es un signo de comunión, del compartir el pan “para que nadie pase necesidad” (Hc 4, 34-35), del amor afectivo y efectivo hacia todos, amor que se entrega a los demás, comenzando por los últimos.

Que este inicio del triduo pascual nos permita comprender a Jesús y el amor al extremo que nos ha manifestado. En tiempos de injusticia social, de exclusión de muchos, de la lógica del más fuerte y del marcado clericalismo eclesial, que este día nos permita recuperar la lógica del servicio de unos hacia los otros, para testimoniar el amor de Dios “hasta el extremo”, sin desvirtuarlo, sin rebajarlo.

(Foto tomada de: https://www.obramercedaria.org/el-significado-del-lavado-de-pies-a-los-presos-en-jueves-santo/)

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El delantal

Jueves, 17 de abril de 2025

os_he_dado_ejemploTodos los cuadros que nos recuerdan la última cena de Jesús, lo ponen a Él en el centro. Y los apóstoles alrededor.

Pero quiero recordar aquellas palabras del evangelio de Lucas: “no es así con vosotros; antes, el mayor entre vosotros hágase como el menor, y el que dirige como el que sirve. Porque, ¿cuál es mayor, el que se sienta a la mesa, o el que sirve? ¿No lo es el que se sienta a la mesa? Sin embargo, entre vosotros yo soy como el que sirve. Vosotros sois los que habéis permanecido conmigo en mis pruebas”.

Es cierto que Él se levanta y se pone un delantal para lavarles los pies. Luego se sienta a la mesa. Jesús vive en actitud de servicio, con el delantal puesto en toda su vida sirviendo a las personas.

En casi todas las misas de Jueves Santo, se hace el lavatorio de pies. Claro que previamente las personas se han lavado y ya van preparadas. Entiendo que eso es poco gesto. Es preciso recordar y revivir el gesto de Jesús: lavar los pies sucios y cansados de andar; Y a veces, llenos de heridas.

Si queremos acercarnos de verdad a los empobrecidos, es preciso hacernos como ellos, vestir austeramente, y sobre todo tener la postura y el sentimiento de servidores. Con un traje o con un vestido de boda es difícil ponerse a lavar los pies. Parece un tanto extraño ese cambio. ¿Así era Jesús en la última cena?

Me choca mucho que a los pocos minutos del lavatorio colocamos la Eucaristía en un trono de luces y flores, en una custodia de oro, bajo un palio. Sacamos en procesión unas magníficas imágenes… Lo de Jesús ¿fue un hecho aislado o era así su vida?…

Tanto es así su vida que Él mismo nos invita a servir constantemente “Felices vosotros si practicáis estas cosas” (Juan 13, 17).

Me duele que la Pasión de Jesús se vive como un acto de interés turístico. A veces hasta pienso que si Jesús lo llega a saber, nos hubiese preparado para que la vivencia de estos acontecimientos de su muerte y resurrección, los celebrásemos con total sencillez y austeridad. Como lo fueron en su realidad dura y traspasada de amor.

Bonito compromiso al ponerme este día mi delantal para que sea un recuerdo vivo y una actitud de vida.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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Jueves Santo

Jueves, 17 de abril de 2025

icono-del-lavatorio-de-los-pies-40x60-cmJueves Santo – 2025

Juan 13, 1-15

Escuchando el relato de Juan sobre la Última cena de Jesús con sus discípulos y discípulas sorprende el símbolo que realiza para transmitir el legado teológico y existencial que supone ese día y esa cena para Jesús.

En medio de la cena Jesús se levanta de la mesa y sorprende a sus compañeros y compañeras de mesa con un gesto que nadie esperaría que Jesús hiciese. Se arrodilla para lavarles los pies. En aquella época lavar los pies era un gesto de acogida para un invitado o huésped. Era un acto que, aunque honraba a quien lo recibía, era humillante para quien lo realizaba, por eso, lo hacían los esclavos o sirvientes y a veces también las mujeres (1 Sam 25,41).

Los amó hasta el extremo

Jesús ocupa el lugar del que sirve (Lc 22,27) pero no para demostrar su humildad sino su amor. Él no quiere que nadie se humille para demostrar su valía espiritual, y menos que alguien se sienta inferior a los demás porque realiza un oficio invisible o no valorado.  Jesús lava los pies a sus compañeros y compañeras porque quien ama de verdad sabe que nadie es más que nadie, que todos y todas somos dignos/as de ser acogidos/as y cuidados/as y todos/as hemos de acoger y cuidar especialmente a quien vive arrodillado/a e invisibilizado/a por quienes se consideran superiores o mejores.

Jesús arrodillándose ante sus compañeros/as de camino les recuerda que Dios no ve la vida desde arriba sino desde abajo, por eso, quien cree en él ha de mirar como mira él. Al mirar así descubrimos los detalles, los pequeños gestos y desde ese lugar descubrimos que es más fácil entender y perdonar como lo hizo Jesús con Judas. Desde abajo podemos sentirnos a la misma altura y acercarnos unas/os a otras/os, escucharnos, valorarnos.

Por todo eso, lavarse los pies unas/os a otras/os es señal de amor y no de humildad, aunque se necesite para perdonar, reparar y liberar. Jesús lo sabía desde el corazón, por eso, amó hasta el extremo en esos momentos oscuros que tenía que atravesar.

Si yo, os he lavado los pies, también vosotr@s debéis lavaros los pies uno@s a otr@s

Jesús, al lavar los pies a aquellos hombres y mujeres que lo acompañaron desde Galilea a Jerusalén, que escucharon sus enseñanzas, acogieron sus gestos y se entusiasmaron por el Reino, les está también recordando todo lo vivido juntos y, sobre todo las consecuencias del proyecto que Dios había puesto en sus manos: “No he venido a ser servido sino a servir…Es el amor y no el poder lo que importa…

Arrodillado frente a cada uno de sus amigos y amigas Jesús sabe que es tiempo de decisiones, de entrega y también de fracaso, pero su Abba lo acompaña y confía en que al atravesar aquel trance todo adquirirá sentido. Por eso en aquella última cena, aunque no lo comprendieran, quiere dedicar tiempo al gesto sencillo y, a la vez, cargado de densidad de lavar los pies acogiendo a cada uno/a de sus discípulos y discípulas desde abajo y desde dentro. Solo así, podía expresarles su amor sin fisuras y convocarlos/as a comenzar de nuevo el camino cuando llegase el momento.

Aquel lugar, aquella hora y aquel gesto siguen formando parte de nuestra memoria, pero no han de quedarse en un recuerdo apacible o en la tradición de una liturgia. El mandato de Jesús de lavarnos los pies unas/os a otras/os es una llamada a la trasgresión profética, es decir, a subvertir los valores que no construyen sororidad ni fraternidad, a romper los esquemas jerárquicos de poder a los que tantas veces nos acomodamos, a denunciar los abusos en las relaciones y anunciar que Dios siempre está abajo acogiéndonos descalzos/as y vulnerables, confiando en nuestra bondad a pesar del barro, amándonos hasta el extremo.

Carme Soto Varela

Fuente Fe Adulta

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Jueves Santo

Jueves, 17 de abril de 2025

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Hermanos y hermanas, con la narración del lavatorio de los pies Juan nos recuerda los tres pilares esenciales en la vida de Jesús: la importancia de los gestos pequeños; el servicio humilde y el amor a los hermanos y hermanas. Oremos.

Que nuestra vida sea servir y amar

• Que la Iglesia sea escuela de silencio, contemplación, meditación, servicio, relaciones que humanizan y dignifican.

Que nuestra vida sea servir y amar

• En este día que contemplamos a Jesús lavando los pies nos sintamos llamados a no buscar privilegios sino a vivir en clave de servicio.

Que nuestra vida sea servir y amar

• Que la radicalidad del amor de Jesús que le lleva a dar su vida sea invitación y motor en nuestro día a día, con los de cada día.

Que nuestra vida sea servir y amar

• Que no olvidemos que el amor y la entrega de Jesús, celebrado en la liturgia y hecha realidad en la vida, es la esencia de nuestra fe cristiana.

Que nuestra vida sea servir y amar

• En este día que celebramos el amor fraterno, nos comprometamos a vivir fraternalmente preocupados y ocupados los unos por los otros.

Que nuestra vida sea servir y amar

• En este día recordamos también a todos los sacerdotes, que sean humildes servidores, lejos de todo tipo de poder o dominio, y como dice Francisco: “que huelan a oveja”

Que nuestra vida sea servir y amar

Padre Madre buena, el lavatorio de los pies nos recuerda que el servicio a los más pobres es la piedra angular de todo discípulo o discípula de Jesús; que acertemos a ayudarnos a que así sea.

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Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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Gabriel Mª Otalora: “Algo falla en las procesiones de Semana Santa”

Jueves, 17 de abril de 2025

Legionarios-Cristo“Las procesiones se quedan en el hecho mismo del dolorismo de Jesús y de María”

“La Semana Santa no termina el Viernes Santo como puede parecer a la vista del contexto procesional”

“Todo está centrado en los días más trágicos y amargos de Jesús cuando nuestra fe lo que celebra es la Pasión y Resurrección de Cristo. Sin la segunda, no tienen sentido la primera”

Fui cofrade en mis tiempos mozos y soy una persona que disfruta de la imaginería religiosa, como arte que es y que evoca a la mejor inteligencia espiritual del ser humano, en unas fechas de honda significación cristiana. Las procesiones pueden tener varias connotaciones -religiosa, turística, cultural, las tres a la vez- pero es innegable el sustrato básico religioso. Ojalá que la impresión que dejan cada año en cientos de miles de personas, sea más evangélica que artística o cultural.

Dicho lo preliminar, traigo a la consideración de los lectores una reflexión que lleva tiempo rondando por mi cabeza. Se trata del contexto procesional, precisamente a la luz de la Buena Noticia que vive en el mensaje evangélico. Si observamos la dinámica que siguen todas las cofradías, sin excepción, recrean de alguna manera la pasión y muerte de nuestro Señor Jesús. Pero yo me pregunto ahora cuál es el sentido de la Semana Santa procesional que se remonta al judaísmo anterior a Cristo en Pascua, Pentecostés y las Fiestas de los Tabernáculos. Más recientemente, tuvo un motivo penitencial de los penitentes que desfilan para limpiar sus pecados y mostrar su arrepentimiento.

Lo importante de verdad es enmarcar las procesiones en el contexto de la Semana Santa evangélica. Por una parte, nuestra sociedad sigue reproduciendo, en grado y condiciones diversas, la misa trama que en tiempo de Jesús y que hoy lo llevaría de nuevo a ser crucificado. La muerte violenta de Jesús, su crucifixión, es una consecuencia de su modo de vivir y quienes le asesinaron -nunca se utiliza esta palabra, ¿por qué?- lo hicieron calumniosamente bajo una capa hipócrita de piedad y respeto a la ley de Dios.

Las procesiones no tocan para nada este tema y se quedan en el hecho mismo del dolorismo de Jesús y de María. Por otra parte, la Semana Santa no termina el Viernes Santo como puede parecer a la vista del contexto procesional. Existen algunas procesiones minoritarias en la madrugada del Sábado Santo y desde hace poco tiempo se procesiona en algunos lugares el domingo de Resurrección. Pero todo está centrado en los días más trágicos y amargos de Jesús cuando nuestra fe lo que celebra es la Pasión y Resurrección de Cristo. Sin la segunda, no tienen sentido la primera.

Una Semana Santa de cofradías y pasos penitenciales que no remarcan nuestro compromiso por la unidad, la justicia, la fraternidad, el amor, el cuidado por los más pobres. Y, como digo, tampoco le dan la importancia troncal debida a lo más importante de la Santa Semana: la victoria de Cristo sobre la muerte, del amor sobre la maldad, de lo bueno frente a lo malo. Una Semana Santa procesional debiera equilibrar y compensar la importancia de la Resurrección respecto al resto de días previos; aquella da luz a estos. El sufrimiento y el fracaso de la cruz, como un apestado, tiene pleno sentido a la luz del Resucitado. Pero quienes asisten a los desfiles procesionales, sacarán una imagen muy poco en consonancia con la Buena Notica ni con el compromiso personas que ella encierra.

Qué oportunidad desperdiciada ante los miles de turistas y cristianos de bien que asisten cada año a la representación de los pasos de la Pasión para enfocar estas manifestaciones hacia la reflexión completa del misterio de la Muerte y la Resurrección de Cristo, el llamado Triduo Pascual, que mantiene en las procesiones el sábado como un día de luto y se conmemora también la Soledad de María después de llevar a Cristo al sepulcro, cuando la noche de Pascua de Resurrección –o el Domingo de Gloria- debiera ser la manifestación más importante del año cristiano. Sin embargo, en la Iglesia Ortodoxa, por ejemplo, se trata del Gran Sábado, conmemorando el descanso de Cristo.

Tanto esfuerzo y movilización para quedarnos con lo esencial en el tintero. Ciertamente que algo falta, algo esencial que desfigura el verdadero sentido de nuestra fe, esperanza y amor en un acontecimiento de masas que mostrará, otro año más, a la Semana Santa desenfocada en lo esencial.

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“Judas Iscariote: ¿mito o realidad?”, por John Shelby Spong

Jueves, 17 de abril de 2025

pelicula sobre judas 2004Entre los caracteres más conocidos del Nuevo Testamento está aquel a veces llamado “el anticristo”. Siempre es presentado en tonos oscuros, como agazapado en las esquinas, ocultando su rostro. Se dijo de él que “haría cualquier cosa por dinero”. En el cine, obras como “El Rey de Reyes”, y en el teatro – “Jesucristo super estrella”, entre otras, este carácter es siempre el segundo protagonista, la contraparte del héroe. Su nombre es Judas, pero en el Nuevo Testamento, típicamente se le da un título identificador, de modo que su nombre casi nunca es mencionado sin ese título. Se le llama Iscariote. Judas Iscariote.

¿Qué significa esta palabra? Antes, los eruditos pensaban que guardaba relación con su lugar de origen y señalaban que debería ser el poblado de Kerioth, en Judea. De ser cierto, esto haría de Judas el único discípulo no galileo. A partir de ahí, surgió la especulación de que su acto de traición se explicaba por el hecho de ser “forastero”. La especulación bíblica suele lanzarse a toda carrera con escasos datos reales.

Luego, alguien notó que en el primer siglo la gente no inventaba títulos para designar el lugar de origen. En esos tiempos decían “Jesús de Nazaret”, “Pablo de Tarso” o incluso “Pedro de Betsaida”. Hay sólo dos personas en el Nuevo Testamento que llevan este título descriptivo acompañando sus nombres: Judas Iscariote y María Magdalena. Hoy, el pensamiento común de los estudiosos es que esos títulos no se refieren al origen geográfico sino al carácter. “Magdalena” parece derivar de la palabra “migdal” (escrito “mgdl”, en hebreo), que parece hacer referencia al estatus de María. Migdal, que originalmente significaba “torre”, devino en “grande”, “alto”, “enorme”. De ser así, María Magdalena significaría “María la Grande” o “Gran María”, una idea que abre la puerta a todo tipo de nuevas posibilidades a desarrollar. De “Iscariote”, por su parte, hoy se piensa que procede de la palabra “sicarius”, que literalmente significa “asesino”. “Judas el asesino” sería probablemente la mejor traducción del término. Para el tiempo en que este personaje aparece por primera vez en el Nuevo Testamento, su nombre ya ha sido conectado con la definición de “asesino”. Desde su primera mención, el recuerdo de este hombre no ha sido favorable.

Extrañamente, sin embargo, con todo lo central que fue el rol de este hombre en la historia de Jesús, no hay mención de él en ninguna fuente cristiana escrita hasta el s. VIII de nuestra era. Este hecho con frecuencia causa sorpresa en muchos, pero es verdad. Judas Iscariote hace su primera aparición en el tercer capítulo de Marcos, escrito en el año 72 e.c., unos 42 años después de la crucifixión. Esta referencia inicial está en Marcos 3:19. Marcos está describiendo los inicios del movimiento cristiano. Empieza con Juan Bautista preparando el camino, recibiendo y bautizando a Jesús y dando testimonio de su futura grandeza. Luego Marcos relata la historia del arresto de Juan y señala que, a partir de ese hecho, Jesús asume el liderazgo del movimiento. Luego describe el comienzo del movimiento de Jesús con el llamado a los discípulos y la ejecución de “actos de poder” o milagros que muestran su poderío. Finalmente, de entre un grupo de seguidores, dice que Jesús eligió a doce “para estar con él y ser enviados a predicar y contar con autoridad para expulsar demonios” (Mc. 3:14-15). Luego, Marcos hace una lista de los doce apóstoles, iniciándola con Pedro y dejando para el final a Judas Iscariote, “quien también lo traicionó”. El rol de Judas se expandirá con otros detalles que serán agregados a su vida cuando los demás evangelios fueron escritos – Mateo, en el año 85; Lucas, a comienzos de los 90; Juan, al final del primer siglo. No hay, sin embargo, mención alguna de Judas antes de Marcos. Hay referencias de Pedro y los 12 anteriores a Marcos, las que se encuentran en los escritos de Pablo, quien redactó sus epístolas entre los años 51 y 64, sin que se encuentre en ellas referencia alguna a Judas. ¿Acaso este hecho levanta sospechas acerca de la historicidad de Judas? Puede ser, pero no debemos apresurar conclusiones hasta que tengamos a la vista toda la evidencia disponible.

Hay quienes afirman que el hecho que Pablo no mencione a Judas es un argumento desde la omisión, lo cual nunca es un argumento poderoso. Pablo, sin embargo, no es tan silencioso como parece. Veamos qué dice Pablo que puede ser apropiado para este análisis.

Pablo es el primer escritor cristiano en usar la palabra “traición” en relación con Jesús. Lo hace en la primera carta a los Corintios (11:23-26), que fue escrita alrededor del año 54 e.c., un poco menos de una década antes de la aparición de Marcos. Este texto es uno de los dos, ambos en la misma epístola, en los que Pablo usa palabras similares para introducir lo que dice y reclamar autoridad especial para ello. He aquí, dice, “Yo recibí del Señor lo que también os he entregado” palabras que aseguran la atención de su audiencia. El contenido de ese material era: “que el Señor Jesús, la noche que fue traicionado (la palabra griega es “isparedideto”, que literalmente significa “entregado”), tomó pan y, habiendo dado gracias, lo partió”. Luego, Pablo sigue con la institución de la eucaristía cristiana. Es interesante notar que Pablo no dice quién lo “traicionó” o “entregó”. Por cierto, no hay nada en esta epístola que sugiera que la traición de Jesús fuera obra de uno de “los doce”.

Para fortalecer la idea de que éste no es un argumento basado en el silencio, nos movemos cuatro capítulos más adelante en esta misma carta, 1 Corintios, a la segunda y última vez que Pablo declara estar entregando material autoritativo de importancia original. Esta vez, en 1Corintios 15:3, Pablo escribe: “Os he enseñado como de gran importancia lo que previamente recibí”, y a continuación relata la primera versión de los eventos finales en la vida de Jesús. Describe la crucifixión en una frase: “Murió por nuestros pecados, de acuerdo a las escrituras”. Luego, describe el funeral de Jesús en sólo dos palabras: “fue sepultado”. Y de ahí salta a la experiencia pascual.

Acerca de la resurrección, Pablo dice: “Que fue levantado al tercer día, de acuerdo a las escrituras, y que se apareció a Cefas y luego a los doce” (1Cor. 15:4-5). Noten la palabra en cursiva. Los “doce” incluye a Judas. Pablo está diciendo que tres días después de la crucifixión, los discípulos – los doce – estaban aún intactos. Cuando Mateo escribía a mediados de la novena década, luego de que la historia de Judas Iscariote había ingresado en la tradición, los discípulos eran mencionados como “los once” (Mt. 28:16). Obviamente, parece lógico concluir que Pablo nunca había oído la idea de que uno de los doce había traicionado a Jesús. ¿Significa ésto que la historia de Judas Iscariote fue una adición posterior, quizás mitológica, en la tradición de los evangelios? Ciertamente tal posibilidad queda abierta, pero aún se necesitan más datos antes que esa conclusión empiece a parecer probable. Así que profundicemos la investigación. ¿Es significativo que el nombre del traidor sea Judas? Judas es simplemente la versión griega de Judá, que es el nombre de toda la nación judía. A través de los evangelios hay un intento evidente de trasladar la culpa por la muerte de Jesús de los romanos a los judíos. Esto se ve más claramente en Mateo, cuando Pilatos, el rostro oficial de Roma en Judea, aparece lavándose las manos públicamente y proclamándose “inocente de la sangre de este hombre justo”, sólo para recibir en respuesta el clamor de la multitud judía gritándole “su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros hijos”. Hacer el nombre del traidor idéntico al nombre de la nación también serviría al propósito de transferir la culpa ¿Verdad? Así es como la sospecha sobre la historicidad de Judas Iscariote entra en nuestras mentes y empieza a crecer.

Ahora veamos detalles de la historia de Judas. Marcos, Mateo y Lucas identifican unánimemente a Judas como “uno de los doce”. Marcos dice que las autoridades judías le prometieron un pago pero no especifica su monto. Sólo Mateo lo hace, con las famosas “treinta piezas de plata”. En la Última Cena, Jesús anuncia que “uno de los doce me traicionará”. Todos preguntaron “¿Seré yo?” Marcos no identifica a Judas. Mateo, sin embargo, nos muestra a Jesús respondiendo la pregunta de Judas con las palabras “tú lo has dicho”. Juan hace decir a Jesús: “a quien yo le de el pan mojado, ese es”. Luego mete el pan en la fuente y se lo ofrece a Judas. En Juan, Judas se hunde inmediatamente en la noche. Todos los evangelios coinciden en que el acto de la traición es un beso. Sólo Mateo, sin embargo, cuenta la historia del arrepentimiento de Judas y su intento por devolver el dinero. Ante el rechazo recibido, Judas arroja las monedas al interior del templo. También sólo Mateo cuenta la historia de Judas saliendo y colgándose. Lucas, en el Libro de los Hechos, insinúa una muerte bien diferente para Judas. En su relato, un Judas nada arrepentido va a inspeccionar el campo comprado con el dinero recibido, dice Lucas: “cayó de cabeza y se reventó por la mitad, y todas sus entrañas se derramaron” (Hch. 1:18). Eso no es el resultado de un colgamiento. Cada evangelio predice un terrible fin para el traidor e incluso es llamado ladrón en el cuarto evangelio. A medida que pasan los años, Judas se torna más y más malo.

De modo que los detalles bíblicos concernientes a Judas revelan que la historia de uno de los doce traicionando a Jesús es una tradición desarrollada posteriormente. Y le dieron al traidor el nombre de la nación sobre la que quieren poner la culpa por la muerte de Jesús. Y lo pintan con colores oscuros mientras buscan blanquear o exonerar a Pilatos. ¿Hay aquí algo que va más allá de la historia recordada?

¿Será posible que la historia de Judas Iscariote sea parte de una mitología en desarrollo? ¿Es Judas una persona real o es un carácter literario desarrollado posteriormente? Conservemos estas preguntas en la mente. Seguiremos en este tema con más evidencia bíblica en la próxima columna.

John Shelby Spong

© www.progressivechristianity.com, vía Fuente Adulta

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Jesús para ti, Jesús para el mundo .”Procesión” de imágenes de Semana Santa

Jueves, 17 de abril de 2025

rosto-de-jesus-na-multidaoDel blog de Xabier Pikaza:

Se llamaba Jesús, como Josué, primer conquistador israelita, pero la tradición cristiana ha resaltado su sentido mesiánico diciendo que Jesús significa “Dios salva” (Mt 1, 21),  añadiendo que es el Cristo, ungido de Dios o Mesías (cf. Mc 8, 29 par).

A partir de aquí, los  cristianos  le han dado otros títulos, han destacado otras  funciones y así he querido  hoy destacar algunas,  ofreciendo una nueva procesión personal de Semana Santa

1.JESÚS ES HIJO DE…

 Entre los hebreos un hombre se definía por su padre (en hebreo ben, en arameo bar, en árabe ibn) y así Jesús aparece como “hijo” de una serie de personajes que definen hasta hoy su identidad:

‒ Hijo de Abraham. Todos los judíos se consideraban hijos de Abraham, patriarca original de los semitas occidentales, también se consideran hijos de Abraham (por línea de Agar e Ismael) los árabes… Pablo le presenta así como Hijo de Abraham, heredero de las promesas en Gal 3‒4 y en Rom 4, lo mismo que Mt 1, 1.

‒ Hijo de David (Mc 10, 48; cf. 12, 37), heredero de las promesas mesiánicas, rey vencedor sobre los enemigos del pueblo… Pronto esa visión de Jesús como hijo de David toma matices distintos: Es sabio como Salomón, es misericordioso…

‒ Hijo de María(Mc 6, 3), denominación sorprendente de tipo metronímico, pues le vincula con la madre más que con el padre… Esa es la visión que está en el fondo de la historia de los magos en Mt 2, lo mismo que en los evangelios de la infancia (Lc 1‒2, Mt 1‒2).Esa visión ha marcado toda la tradición cristiana.

‒ Hijo de hombretítulo que aparece en diversos contextos de poder (Mc 2, 10.28), de entrega de la vida (Mc 8, 31; 9, 31; 10, 33) y de venida escatológica (cf. Mc 13, 26; 14, 62). Jesús es Hijo de hombre porque ha nacido de otros, integrándose en una experiencia y proceso de generación. Pero, al mismo tiempo, es Hijo de Dios: proviene de la humanidad, naciendo de Dios, conforme al testimonio unánime de los evangelios. Esta solidaridad receptiva le define, desde el principio de la iglesia como Aquel que depende de otros naciendo de Dios, como aquel que ofrece a los otros la vida del amor de Dios

‒ Hijo de Dioscomo pone de relieve Marcos en el comienzo de su evangelio (Mc 1, 1). Este título tiene una larga prehistoria, no sólo en el paganismo ambiental (donde cualquier taumaturgo o místico puede llamarse Hijo de Dios), sino en el judaísmo, donde el pueblo israelita y su rey reciben este nombre de hijos de Dios. Por su especial vinculación con Dios, en plano de conocimiento profundo y obediencia (cumplimiento de la voluntad divina), Jesús se llamó a sí mismo Hijo de Dios. No es Hijo de Dios quien puede y manda, imponiéndose sobre los demás, sino quien puede y ama, obedeciendo en gesto de entrega de la vida. Siguiendo en esa línea, la comunidad cristiana le ha concebido después como el Hijo de Dios por antonomasia (el Hijo), no sólo en su vida temporal (en vocación/bautismo o nacimiento), sino en la misma intimidad de lo divino (cf. Mt 11, 25-30 par, y en todo el evangelio de Juan.

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NOMBRES DE ACCIÓN, LAS OBRAS DE CRISTO

‒ Exorcista, vencedor. Los evangelios le presenta como aquel que ha luchado contra el Diablo (Mc 1, 12-13), expulsando a los demonios, como indica la controversia de Mc 3, 21-30. En esa línea aparece como el gran Vencedor, el más Fuerte (Christus Victor), que libera a los hombres de la opresión (posesión) de lo diabólico.

‒ Sanador, terapeuta Éste es quizá (con el de exorcista) el nombre más importante que le atribuye la tradición sinóptica… La verdadera libertad es la “salud”: Que los hombres, en especial los enfermos y excluidos vivan… Una tradición muy temprana, propia de los adversarios, le llamará muy pronto mago, hechicero…, hombre de fondo diabólico que cura en un sentido para oprimir mejor. Así le presentan los adversarios dentro del mismo judaísmo como en el mundo pagano, como ha puesto de relieve el filósofo Celso en el siglo II d.C. Cristo es el gran engañador.

‒ Maestro, rabino, rabbi… (cf. Mc 4, 18; 5, 35; 9, 17.38; 10, 17.20.35; 12, 14.19.32, etc.), título que se utiliza en varios niveles, desde dentro y desde fuera de la Iglesia, presentándole como alguien que tiene autoridad para enseñar y formar discípulos. Éste es el título más utilizado por la tradición cristiana primitiva… Jesús es el gran Maestro, el que enseña (el didáskalos…). No se impone como rey, sino que dirige e ilumina a los hombres por la verdad… En esa línea, en el juicio de Pilato, según el evangelio de Juan, él es rey porque “enseña”, porque dice la verdad.

‒ Profeta y siervo de DiosEs Profeta (Mc 6, 15; 8, 28), no se limita a enseñar como maestro, sino que proclama la palabra, en gesto de anuncio y denuncia, en una línea que puede compararse a la de Juan Bautista. Pues bien, Jesús se ha pensado y presentado a sí mismo como Profeta escatológico en quien viene a culminar la esperanza israelita. Así le han visto e invocado también tras la pascua los judeo-cristianos. Pero, al mismo tiempo, ellos le han llamado Siervo (Servidor) de Dios, porque ha realizado la tarea de Dios sobre el mundo, en la perspectiva del Siervo de Yahvé del Segundo Isaías. Muchos israelitas veneraban (e incluso esperaban) la figura de un misterioso Siervo de Dios que debía enseñarles la lección fundamental de la historia: aceptar y transformar el sufrimiento. Aprender a sufrir y sufrir por los demás: ésta es la máxima experiencia salvadora. De un modo consecuente, siendo profeta escatológico, Jesús aparece también como el Siervo sufriente de Dios. No ha realizado su tarea triunfando, imponiendo su vida sobre los demás, sino muriendo por ellos, en actitud expiatoria (cf. Hch 4, 30; Mt 12, 15-21).

‒ Compasivo, misericordioso, hombre para los demás. Así le presentan sobre todo los evangelios de Mateo y Lucas (Manso y humilde de corazón, cargó con nuestros dolores…). Así le presenta la iglesia retomando un texto de Oseas, cf. Mt 9, 10‒13; 11, 1‒6. Según eso, la presencia de Dios en el mundo es la misericordia… Puso la misericordia por encima de un tipo de culto sacral judío o de justicia romana y por eso le mataron.

‒ Pastor, pescador En la línea anterior, desde la perspectiva de su acción, la iglesia le presentará muy pronto como buen pastor, que guía a las ovejas (Jn 10)y también como pescador paradójico, con discípulos pescadores (Mc 1, 16-20). No pesca para matar a los peces, sino para salvar a los hombres…

‒ Mesías, el CristoEs quizá el nombre más discutido, aquel por el cual ha muerto, ha sido el Mesías o Cristo, como le llama Pedro (Mc 8, 29) y como supone la pregunta del sumo sacerdote (14, 61), con el sarcasmo de los sacerdotes (Mc 15, 32); para ellos, Jesús sería un pretendiente mesiánico (fracasado). Muchos judíos esperaban la llegada de un Mesías concebido sobre todo en términos políticos, instaurando y expresando sobre el mundo la verdad del Gobierno de Dios. Jesús estaba convencido de la verdad de esa visión (y en esa línea pudo presentarse como nazoreo), pero no quiso aceptar los aspectos militares vinculados con el mesianismo. Sabía que el Gobierno de Dios no se impone por las armas ni por otros medios de violencia. Por eso, evitó ese título a lo largo de su vida, aceptándolo sólo de manera abierta y clara al final de su camino, ante el tribunal que le condenaba a muerte. En esa línea, Rom 1, 2-3 afirma que Jesús fue “hijo de David” según la carne, es decir, en un plano histórico fracasado. Jesús no se ha limitado a proclamar la venida de un Reino futuro, independiente de su vida, sino que ha visto su misma vida integrada en ese reino.

3.NOMBRES DE PASIÓN Y MUERTE, EL CRISTO DE SEMANA SANTA

IMG_0842El Entregado, traicionado… (cf. Mc 9, 31 y 10, 33). Ésta es una de las tradiciones más importantes de los evangelios… Jesús no ha sido sólo crucificado (ajusticiado) por los hombres de la justicia de este mundo, sino que ha sido traicionado y entregado por aquellos en quienes había confiado…

El juzgado y condenado. Así le presenta no sólo la tradición sinóptica, sino el mismo Pablo en Gálatas. El hombre judío era el que estaba bajo la ley, el romano era el que estaba bajo la justicia… Pues bien, la mejor ley del mundo, la mejor justicia le han condenado. Así aparece Jesús como la piedra rechazada por los arquitectos de la historia (Mt 21, 42 par), conforme a una acerada tradición israelita (Sal 118, 22‒23). Así es Jesús, el hombre excluido, descartado para el templo del poder y sacralidad del mundo.

El Torturado, el Crucificado, hombre de dolores (Mc 16, 6, en la línea de Is 53, 3). Así le llama el joven de la pascua, añadiendo que Dios le ha resucitado. Al principio, la crucifixión era un escándalo, algo contrario a la fe, tanto en línea israelita como griega. Pero después, una vez que se ha visto a Jesús como hombre verdadero, Hijo de Dios, se puede afirmar también el valor salvador de la crucifixión, viendo en ella el testimonio más grande del amor de Dios: sólo así puede ser Mesías de Dios aquel que ofrecesu vida por todos, porque Dios es vida que se ofrece y se comparte.

Nazoreo-nazareno (Mc 14, 67; 16, 3). Así le presenta el título de la cruz… Jesús nazoreo, rey de los judíos (Jn 19, 19), que indica su procedencia y condición: su procedencia geográfica (de Nazaret de Galilea) o su origen mesiánico (forma parte del nezer o estirpe mesiánica de Jesé-David, como parece indicar Mt 2, 23 y Jn 19, 19). Es la raíz, es la semilla de la nueva humanidad

Paulinas. NOVEDAD DE JESUS (PIKAZA)

4.NOMBRES DE PASCUA, VICTORIA DE CRISTO

‒ Resucitado. Éste es el nombre y título puede verse en el en el fondo de toda la tradición sinóptica, desde Mc 16, 6, y de 8, 31; 9, 31; 1, 34; 14, 28. Es el título de la tradición de San Pablo, la primera conocida y desarrollada por el mensaje de la iglesia. Resucitado no es el que sale de la historia de los hombres, para habitar en un mundo distinto de cielo supracósmico, sino aquel que es semilla de nueva humanidad.

‒ Primogénito de entre los muertos, el Precursor… Primero de los que renacen de la muerte (cf. Ap 1, 5). En esa línea se le llama el “pródromos” o explorador (Hbr 6, 20), el que abre una vía de humanidad, camino de futuro, promesa de vida… en una historia siempre amenazada por la muerte. La tradición posterior insistirá en Juan Bautista como precursor de Jesús. Pero la carta a los Hebreos presenta al mismo Jesús como pro‒dromos (primer correror, precursor) de la nueva humanidad… En esa línea se sitúa el evangelio de Juan cuando dice que Jesús ofrecerá a los hombres su espíritu (paráclito) para que hagan (hagamos) sus obras y aún mayores (Jn 14, 12)

‒ SeñorGran parte de los exegetas de la primera mitad del siglo XX pensaban que Jesús sólo había sido venerado como Kyrios o Señor* divino en las comunidades helenistas, influidas por la cultura y religión griega. Para los primeros cristianos palestinos Jesús habría sido simplemente un profeta moralista y un predicador del reino futuro. Eso significaría que el cristianismo como religión sólo pudo nacer en un contexto de cultura griega. Pues bien, en contra de eso, debemos afirmar que el título y culto del Kyrios divino provienen de la comunidad palestina, que invocaba ya a Jesús en arameo como su Marán o Señor, pidiéndole que venga a culminar su obra. Lógicamente, ese mismo título, que pone de relieve la condición divina de Jesús (presente en las comunidades de los cristianos), sirve para definir su experiencia social: los que veneran a Jesús como Kyrios, deben oponerse al culto político imperial del «Kyrios» de Roma. Éste Jesús muerto y resucitado es el Nombre sobre todo nombre, para que al Nombre de Jesús… (Flp 2, 6‒11).

5.TÍTULOS PERSONALES: COMPAÑERO, NOVIO, AMIGO

‒ Novio y esposo del creyente, el gran amigo. Esta visión ha sido más desarrollada por mujeres, pero también por varones, al menos desde la Edad Media. Tiene raíces bíblicas, pues el Nuevo Testamento presenta a Jesús, al menos implícitamente, como esposo (cf. Mc 2, 19; Mt 25, 1-13; 2 Cor 11, 2; Ef 5, 22-33), siguiendo un mensaje de los profetas del amor de Dios (como Oseas y el Segundo y Tercer Isaías). En esta línea, la fe mesiánica más honda aparece como experiencia de enamoramiento y unión con Jesús, quien viene a presentarse como encarnación personal del amor de Dios. Éste es el Cristo de Teresa y Juan de la Cruz, de los enamorados de (en) Dios de todos los tiempos de la Iglesia. Éste es el Cristo místico, centro y sentido de la vida de millones de creyentes.

‒ Hermano universal, familia de DiosSegún la tradición, Jesús no se ha perpetuado en unos hijos que transmiten su memoria. Ciertamente, el Nuevo Testamento habla de sus hermanos (Santiago, Judas etc.) y afirma que dirigieron la iglesia de Jerusalén. Pero Jesús no ha trasmitido su memoria a través ellos, sino por medio de discípulos (seguidores, hermanos, varones y mujeres), que le han visto tras la muerte, reconociéndole como Señor (=Kyrios) y hermano de todos los que sufren (cf. Mt 25, 31-46). Jesús no ha dejado una familia, no ha fundado un califato, donde el poder va pasando por generaciones, de padres a hijos, como en las dinastías de reyes y sacerdotes del mundo, sino que extiende su familia como fraternidad universal, diciendo «haced discípulos a todos los pueblos» (cf. Mt 28, 16-20) y añadiendo «no llaméis a nadie Padre, pues sólo uno es vuestro Padre, el de los cielos y todos vosotros sois hermanos» (cf. Mt 23, 7-12). Así le presentó Karl Adam en un libro (Cristo, nuestro hermano) que deberá reformularse en nuestro tiempo.

 Hermano especial de los hambrientos y excluidos… No es hermano sólo espiritual, en línea genérica…, sino hermanos de los hambrientos, exilados, desnudos, enfermos y encarcelados de la tierra (Mt 25, 31‒47). Ciertamente, se puede cantar: “Porque Cristo nuestro hermano, nos ha redimido, Iglesia alégrate…”. Pero el canto se debe transformar en vida y obra: “Dar de comer a los hermanos más pobres, los hambrientos…”

‒ Novio, amigo, amor Así aparece en el evangelio y en la tradición del Discípulo Amado… Jesús es en primer lugar aquel “Amado” primigenio, que ha venido para dejarse amar (como afirma la tradición del Shema de Dt 6, 4‒6: Amarás, Dios es aquel que se deja amar). Viene desde el principio bajo la imagen del novio cercano (cf. bodas de Jn 2, 1‒11), aparece luego (¡al mismo tiempo!) como amigo de todos los amigos (Jn 15, 15), y termina apareciendo en Dios como amor de todos los amores (1 Jn 4, 7‒9). La tradición posterior ha interpretado la realidad como “ser”, construyendo una cristología más ontológica que mesiánica. Conforme al evangelio, el ser es amor, y Cristo el amor encarnado. Leer más…

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Getsemaní…

Jueves, 28 de marzo de 2024
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I
GETSEMANÍ
I
SOLEDAD EN GETSEMANÍ

Llegó Jesús con ellos a un huerto llamado Getsemaní y dijo a sus discípulos:
“Sentaos aquí, mientras yo voy más allá a orar”. Y llevándose a Pedro
y a los dos hijos del Zebedeo, comenzó a sentir tristeza y angustia.
(Mt. 26, 36-37)

En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y la noche de Jerusalén ya no escondía
la densidad del abandono.
El Maestro lo supo,
y no un presentimiento, una certeza
comenzó a golpearle contra la soledad.
Ahora la soledad no era
aquella extensión dulce donde encontrar al Padre,
ni era
el campo de batalla donde el Hijo
de Dios fuera tentado como Hijo
de Dios.
La soledad era una fuerza
incontenible: vaciaba de luz
todas las casas del espíritu, dolía
como el frío
cuando hiela la sangre.
La soledad mordiendo
el corazón del hombre,
la soledad poniendo al descubierto
al hombre, solo al hombre.
(La soledad es una calle larga
que lleva a la tristeza).
Quiso salir de la ciudad. Bajo la luna
la espalda de los que se volvían era un incendio
que le abrasaba la memoria.
Acaso
fueran piadosos los olivos con su óleo
de intimidad donde resuena
la palabra del Padre.
¡Oh paradoja del ascenso
donde los pies se hunden
en el lodo del hombre!
¡Oh paradoja del conocimiento
donde todo es maraña de raíces!
Getsemaní no es una zarza ardiendo,
es la espesura sin piedad
donde el hombre está solo,
desnudamente solo, sin asilo,
despojado del hombre,
despojado de Dios.
Getsemaní no es óleo, es agonía,
es otra vez un campo de batalla donde el Hijo
del Hombre ha de enfrentarse
con todos los demonios del hombre:
el tedio, la amargura, la angustia, los peldaños
que van a dar al morir.
Getsemaní no es óleo. Es agonía:
y en el centro del huerto queda solo
un verdadero hombre verdadero
abrazado al silencio de Dios, pero obediente.
Fiat, Señor, digo hoy contigo,
fiat, Señor, aunque me duela.

II

 NO ERA EL SUEÑO, SEÑOR…

Bajo la luna llena encanecían los olivos.
La quietud era sólida y destilaba
un plomo ardiente que invadía los cuerpos.
El silencio
se había vuelto mineral
y en la sangre aún rompían las palabras
anunciadoras y terribles
que se habían mezclado con el vino.

Regresó y volvió a encontrarlos dormidos,
pues sus ojos estaban cargados
(Mt. 26, 43)

No era el sueño, Señor, era el espanto
lo que subía
río arriba del alma hasta los ojos:
era el espanto
de ver luchar a Dios y no hacer nada.

III

 EL BESO

Entonces todos los discípulos
lo abandonaron y huyeron.
(Mt. 26, 56)

En la piedra del miedo
se habían afilado las traiciones
y ahora
iban subiendo entre las luces,
ensayando
el más turbio, el más falso
de los besos.
¿Quién dijo que el amor era un abrazo?
Este beso no es beso, es un cuchillo
que asesina de lejos y empozoña
el corazón de muchos y lo cubre
de la callosidad del abandono.
En el puente del beso se ha cumplido
lo que dijeron los profetas, pero
Señor te pido ahora que me quites
esa suerte de puente y que me dejes
del lado del amor, en tus orillas.

IV

ORACIÓN PARA NO DORMIR

 Pedro lo siguió de lejos
(Mt., 26, 58)

Oh, Señor, en esta hora
en que también se confunde
la distancia con el miedo,
si Tú me ves que me aparto
de tu agonía y que duermo
para no ver al que sufre
ni ver mi interior desierto,
mírame, que yo te sigo,
aun como Pedro de lejos.
Mírame y en tu mirada
sostenme para que el fuego
de tanto amor me despierte
siempre que me venza el sueño.

*

Mercedes Marcos Sánchez,

Poeta ante la Cruz (Meditación en Mateo)

***

El día de Jueves Santo se celebra la memoria de la primera vez que Nuestro Señor tomó el pan y lo convirtió en su cuerpo, tomó el vino y lo transformó en su sangre. Esta verdad requiere de nosotros una gran humildad, que sólo puede ser un don suyo. Me refiero a esa humildad de mente por la que conocemos la verdad de que lo que antes era pan ahora es su cuerpo y lo que antes era vino ahora es su sangre. Por eso nos arrodillamos para honrar a Jesús en el Santísimo Sacramento. Sucesivamente, cuando se ora ante el altar de la Reserva, nos damos cuenta de cómo estamos unidos a él en el sufrimiento del huerto de Getsemaní, tan cercanos a él como María Magdalena cuando lo encontró en el huerto el primer domingo de pascua: este hecho es el que nos causa más extrañeza.

El día de Jueves Santo […] evocamos también cómo nuestro Señor, durante la última cena, se levantó y se puso a lavar los pies de sus apóstoles y, con este gesto, nos mostró algo de la divina bondad.

Jesús nos revela en qué consiste lo divino. Jesús lavó los pies de sus discípulos para mostrar las atenciones y la gran bondad que Dios tiene con nosotros. Es un pensamiento maravilloso que podría ocupar nuestra mente y nuestras plegarias.

Si esta bondad divina puede manifestársenos, ¿qué podremos hacer nosotros a cambio? ¿No deberíamos igualar esta dulce bondad suya, que rebosa amor por nosotros, y brindar la misma bondad y el mismo amor? Esto demostraría que el amor, la caridad cristiana, no es sólo una palabra fácil, sino algo que nos lleva a la acción y al servicio, especialmente al de los pobres y al de cuantos pasan necesidad.

*

B. Hume,
Il mistero e l’assurdo,
Cásale Monf. 1999, 107s

***

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Despedida

Jueves, 28 de marzo de 2024
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Despedida

Os quiero y querré siempre, amigos;
no he tenido con vosotros secretos
y seguiré compartiendo alegrías y penas,
esperanzas, sueños y proyectos.
Y esto no es un loco arrebato
ni cosa de un momento de ensueño.
Yo os amé primero y no me desdigo.

Os quiero, de por vida, compañeros;
y tanto os amo y deseo hacerlo,
a pesar del poco tiempo transcurrido
desde que os elegí y nos conocemos,
que os abro mi corazón
y os hago testigos de mis secretos,
utopía, reino y evangelio.

Os quiero como a hermanos pequeños
pues tenemos el mismo Padre
aunque seamos tan distintos.
Yo estaré siempre con vosotros;
y no busquéis razones para ello,
es que os quiero y miro
como me enseñaron y me gusta hacerlo.

Os quiero como a mí mismo me quiero,
y aunque parezca locura
no me avergüenza ser mendigo
hacerme servidor vuestro
y dar la vida por entero,
aunque sea Señor y Maestro
y me miréis con respeto.

Os quiero discípulos y amigos,
y sólo anhelo y os pido
que os améis con locura,
con pasión y ternura,
sin medida ni barreras,
como me habéis visto hacerlo.
Es mi único mandamiento.

Os quiero llenos de Espíritu
y mecidos por su brisa y viento,
libres y muy dispuestos
para curar a heridos y enfermos,
ser sal en medio del mundo
y prójimos que ofrecen consuelo.
¡Sed iguales y multiplicad los servicios!

*

Florentino Ulibarri

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Jueves 28 de Abril de 2024. “Jueves Santo”.

Jueves, 28 de marzo de 2024
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1ª Lectura:

Éxodo 12,1-8.11-14

Prescripciones sobre la cena pascual

En aquellos días, dijo el Señor a Moisés y a Aarón en tierra de Egipto: “Este mes será para vosotros el principal de los meses; será para vosotros el primer mes del año. Decid a toda la asamblea de Israel: “El diez de este mes cada uno procurará un animal para su familia, uno por casa. Si la familia es demasiado pequeña para comérselo, que se junte con el vecino de casa, hasta completar el número de personas; y cada uno comerá su parte hasta terminarlo. Será un animal sin defecto, macho, de un año, cordero o cabrito. Lo guardaréis hasta el día catorce del mes, y toda la asamblea de Israel lo matará al atardecer. Tomaréis la sangre y rociaréis las dos jambas y el dintel de la casa donde lo hayáis comido.

Esa noche comeréis la carne, asada a fuego, comeréis panes sin fermentar y verduras amargas. Y lo comeréis así: la cintura ceñida, las sandalias en los pies, un bastón en la mano; y os lo comeréis a toda prisa, porque es la Pascua, el paso del Señor. Esta noche pasaré por todo el país de Egipto, dando muerte a todos sus primogénitos, de hombres y de animales; y haré justicia de todos los dioses de Egipto. Yo soy el Señor. La sangre será vuestra señal en las casas donde estéis: cuando vea la sangre, pasaré de largo; no os tocará la plaga exterminadora, cuando yo pase hiriendo a Egipto. Este día será para vosotros memorable, en él celebraréis la fiesta del Señor, ley perpetua para todas las generaciones.””

***

Salmo responsorial: 115

El cáliz de la bendición es comunión con la sangre de Cristo.

¿Como pagaré al Señor
todo el bien que me ha hecho?
Alzaré la copa de la salvación,
invocando su nombre. R.

Mucho le cuesta al Señor
la muerte de sus fieles.
Señor, yo soy tu siervo,
hijo de tu esclava;
rompiste mis cadenas. R.

Te ofreceré un sacrificio de alabanza,
invocando tu nombre, Señor.
Cumpliré al Señor mis votos
en presencia de todo el pueblo. R.

***

2ª Lectura:

1Corintios 11,23-26

Cada vez que coméis y bebéis, proclamáis la muerte del Señor

Hermanos: Yo he recibido una tradición, que procede del Señor y que a mi vez os he transmitido: Que el Señor Jesús, en la noche en que iban a entregarlo, tomó pan y, pronunciando la acción de gracias, lo partió y dijo: Esto es mi cuerpo, que se entrega por vosotros. Haced esto en memoria mía.” Lo mismo hizo con él cáliz, después de cenar, diciendo: “Este cáliz es la nueva alianza sellada con mi sangre; haced esto cada vez que lo bebáis, en memoria mía.” Por eso, cada vez que coméis de este pan y bebéis del cáliz, proclamáis la muerte del Señor, hasta que vuelva.

***

Evangelio:

Juan 13,1-15

Los amó hasta el extremo

Antes de la fiesta de la Pascua, sabiendo Jesús que había llegado la hora de pasar de este mundo al Padre, habiendo amado a los suyos que estaban en el mundo, los amó hasta el extremo. Estaban cenando, ya el diablo le había metido en la cabeza a Judas Iscariote, el de Simón, que lo entregara, y Jesús, sabiendo que el Padre había puesto todo en sus manos, que venía de Dios y a Dios volvía, se levanta de la cena, se quita el manto y, tomando una toalla, se la ciñe; luego echa agua en la jofaina y se pone a lavarles los pies a los discípulos, secándoselos con la toalla que se había ceñido. Llegó a Simón Pedro, y éste le dijo: “Señor, ¿lavarme los pies tú a mí?” Jesús le replicó: “Lo que yo hago tú no lo entiendes ahora, pero lo comprenderás más tarde.” Pedro le dijo: “No me lavarás los pies jamás.” Jesús le contestó: “Si no te lavo, no tienes nada que ver conmigo.” Simón Pedro le dijo: “Señor, no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza.” Jesús le dijo: “Uno que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque todo él está limpio. También vosotros estáis limpios, aunque no todos.” Porque sabía quién lo iba a entregar, por eso dijo: “No todos estáis limpios.”

Cuando acabó de lavarles los pies, tomó el manto, se lo puso otra vez y les dijo: “¿Comprendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis “el Maestro” y “el Señor”, y decís bien, porque lo soy. Pues si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros; os he dado ejemplo para que lo que yo he hecho con vosotros, vosotros también lo hagáis.”

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***

Homilía de Monseñor Romero sobre los textos litúrgicos de hoy

Queridos hermanos:

Con esta ceremonia en honor de la institución de la Eucaristía se inicia lo que litúrgicamente se llama el Solemne Triduo Pascual. Tres días para celebrar el acontecimiento religioso cristiano más grande de la historia y naturalmente, del año litúrgico. San Agustín llamaba a este triduo: la fiesta de la Pasión, la muerte y la resurrección del Señor. Esta noche, pues, es como una síntesis, como un resumen de toda la Pascua que estamos celebrando. Para comprenderlo, las lecturas de hoy nos han colocado en una historia vieja de Israel que desemboca en Cristo Nuestro Señor y que El, Cristo, la encarga a su Iglesia para que la lleve hasta la consumación de los siglos.

He aquí tres pensamientos de esta noche santísima del jueves Santo: una historia de Israel.

Un Cristo que la encarna

Y una prolongación eucarística hasta la consumación de los siglos.

1 º UNA HISTORIA DE ISRAEL

La vieja historia nos la ha contado el libro del Exodo que se acaba de leer. Los judíos celebraban en esta luna llena del mes de Nisan, un mes hebreo que coincide con nuestro marzo-abril. “Este será el primer mes del año -les había dicho- celebraréis la Pascua”. La Pascua era la celebración de dos grandes ministerios del Viejo Testamento: la liberación de Egipto y la Alianza con el Señor. Pascua y Alianza. La Pascua era aquel momento en que los israelitas esclavizados por el Faraón en Egipto no podían salir hasta en la décima plaga terrible, que consistió en que todos los primogénitos de Egipto iban a morir esa noche. Y para que se libraran las familias hebreas Dios les dijo, por medio de Moisés, que mataran un cordero y que con su sangre marcaran los dinteles de las puertas porque esa noche iba a pasar el ángel. El paso del ángel, eso quiere decir la Pascua: el paso de Dios que para los egipcios va a ser castigo y para Israel va a ser liberación.

Y aquella noche, mientras los egipcios lloraban a sus primogénitos que morían, los israelitas marcados con la sangre del cordero, salían de la esclavitud todas las familias para atravesar el desierto y encaminarse hacia la tierra prometida. Todos los años celebraban algo así como nuestro 15 de septiembre, la fiesta de la emancipación, la fiesta de la libertad, la fiesta en que Dios pasó salvando a Israel. Y al mismo tiempo que hacían actualidad esta fiesta del pasado, recordaban que había una alianza entre Dios y aquel pueblo, por la cual Israel se comprometía a respetar la ley de Dios y Dios se comprometía a proteger de manera especial a ese pueblo. La Pascua y la Alianza encontraron eco en fiestas que ya se celebraban entre los pastores pero que a través de estas revelaciones y de estos signos, tenían ya un sentido de profecía. La Pascua y la Alianza iban a encontrar una personificación cuando el más grande de los judíos, el nacido de Abraham, de David, de la descendencia santa de Israel, va a celebrar la Pascua.

Esta noche, Cristo Nuestro Señor, como buen israelita, con su grupo de israelitas que eran los apóstoles formando una familia, mandaron también a matar su corderito para comerlo en la noche del jueves Santo como lo comían todas las familias de Israel, recordando la vieja historia de la liberación y de la Alianza. ¡Cómo bullían en la mente de Cristo tantos recuerdos de la historia sagrada, cómo se hacían presente en la vida del Señor esta noche de emociones profundas toda la historia de Israel! No ha habido un patriota con más cariño a su pueblo, y a su tierra, y a sus costumbres, que Nuestro Señor Jesucristo. Cuando queramos ser auténticos salvadoreños miremos a Cristo que fue el auténtico patriota que vio la historia de su pueblo, que sintió como suya y como presente la esclavitud de Egipto, y vivió con agradecimiento a Dios la libertad y la alianza entre Dios y el pueblo. Leer más…

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Jueves Santo. Ni Grial ni Mantel, nosotros somos la Cena de Cristo

Jueves, 28 de marzo de 2024
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eucaristia-720_270x250Del blog de Xabier Pikaza:

“Jesús en nosotros, desde y con los pobres, excluidos, oprimidos y perdidos de la tierra”

Los de Valencia dicen que el Grial, del que bebieron Jesús y sus discípulos, es suyo. Los de Coria (Cáceres) responden que el paño o mantel lo tienen ellos. Pero los cristianos creemos que la Eucaristía  de Jesús o Jueves Santo, somos nosotros mismos.

Jesús nos hizo para siempre sus amigos (su sangre y cuerpo) en la Última Cena, confiándonos así su testamento: “Vosotros sois yo, yo soy vosotros”. Por eso, la Eucaristía no es un Grial ni un Paño, ni siquiera un rito separado, sino nuestra existencia, en comunión del pan y vino (comida, bebida), con los hombres y mujeres en Cristo.

No está de más el paño, ni el cáliz, pero la Eucaristía  es Jesús en nosotros, nosotros en él, y unos en otros, desde y con los pobres, excluidos, oprimidos y perdidos de la tierra. Comer con ellos, compartiendo vida, desde y con Cristo, ésa es la verdad del evangelio (Gálatas 2, 5.14).[1]

No es sólo rezar unos al lado de los otros,  sino “compartir la comida” (syn-esthiein, dice Pablo),  de forma que seamos con Jesús comida/vida compartida.

Así define Jesús su evangelio, desde la bienaventuranza de los hambrientos (Lc 6,21-22 par.) hasta la bendición de Mt 25,31-46, donde dice: Venid, benditos, porque tuve hambre y me disteis de comer…”. 

Éste es el amor real, Cena que recrea y enamora el Jueves Santo,fiesta cristiana de Eucaristía[1]. De ello trata lo que sigue, de manera algo más técnica, siguiendo el texto de La Palabra se hizo carne (=eucaristía”), ampliado al final con algunas notas técnicas. Buen Jueves Santo a todos

Xabier Pikaza

De Jesús a Pablo

Las palabras de la cena (Mc 14, 22-25 par) retoman el mensaje y vida de Jesús, es decir, su “novedad mesiánica”, como reinterpretación de la pascua judía, que habían querido celebrar sus discípulos. En su forma actual esas palabras sólo han podido fijarse (como recuerdo histórico y texto litúrgico), desde una perspectiva pascual, según estos cuatro momentos [2]:

 − Cena (comida). Jesús celebró con sus discípulos una cena de solidaridad y despedida, marginando (superando) los rituales de la pascua nacional judía (cordero sacrificado), para insistir en el pan compartido (multiplicaciones) y el vino del Reino. Es probable que esa cena tuviera un carácter dramático, y marcara una ruptura entre el ideal/camino de Jesús y la propuesta real de sus discípulos (que seguían buscando un triunfo político/mesiánico). Sea como fuere, ella es el centro de la Historia de Jesús.

Primera comunidad. Los seguidores de Jesús mantuvieron y actualizaron (celebraron) su signo en las cenas/comidas comunitarias, centradas en el pan compartido y, de un modo especial, en el vino de la promesa del Reino. Esas cenas eran momentos fuertes de celebración de Jesús resucitado, a quien sus seguidores descubrían al juntarse y recordarle en el pan de su proyecto/mensaje y en el vino de la esperanza del Reino. En este momento, las “eucaristías” se identificaban con las mismas reuniones de oración, recuerdo y comida de las iglesias (en ese fondo puede situarse Mc 14, 3‒9).

Comunidades helenistas (Pablo). En un momento dado, que podemos conocer de algún modo por Pablo (1 Cor 11, 23-26), algunas comunidades de Jerusalén y Damasco, de la costa palestina y de Fenicia y después en Antioquía “descubrieron” (encontraron, desplegaron) un sentido especial en los signos de la cena, como memoria de Jesús, interpretando el pan como “cuerpo mesiánico” (sôma)del Cristo y el vino de la promesa del reino como “copamesiánica” (sangrehaima) de la nueva alianza que Dios ha realizado en y por Cristo [3].

El evangelio de Marcos recoge esa tradición de las comunidades y de Pablo y la integra en la historia de Jesús, en el contexto de su cena histórica, situando en un contexto biográfico la afirmación central de Pablo: «El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó pan…» (1 Cor 11, 23). En el fondo de esa “entrega histórica” (descrita bien por Marcos) recibe su sentido el signo del pan como cuerpo mesiánico y del vino como sangre de la alianza.

Jesús y la Iglesia no han tenido que crear los signos, estaban ahí, el pan y el vino de las fiestas judías y de la última cena, que pueden relacionarse con la pascua judía, pero recibiendo nuevo sentido, en la línea de la entrega de Jesús por el reino.

1 Cor 11, 23-25

  1. 23 Yo recibí del Señor lo que os he transmitido:
  2. el Señor Jesús, la noche en que fue entregado,
  3. tomó pan, 24 y dando gracias, lo partió y dijo:
  4. – Esto es mi Cuerpo (dado) por vosotros.
  5. +Haced esto en memoria mía.
  6. 25 De igual modo el cáliz, después de cenar diciendo:
  7. – Este cáliz es la Nueva Alianza en mi Sangre.
  8. +Haced esto… en memoria mía

Mc 14, 22-2

  1.  22 Y estando ellos comiendo, tomando pan, bendiciendo, lo partió y se lo dio y dijo:
  2. – Tomad, esto es mi Cuerpo.
  3.  23 Y tomando (un) cáliz, dando gracias, se lo dio y bebieron todos de él. Y les dijo:
  4. −Ésta es la sangre de mi alianza derramada por muchos

 Marcos presenta estas palabras a modo de conclusión y compendio del evangelio, para indicar que aquello que Jesús había comenzado a realizar, proclamando su mensaje (1, 14-15), lo ha culminado y ratificado al fin, al presentarse como pan y vino de Reino para nueva comunidad mesiánica. Pablo, en cambio, sitúa esas palabras en un contexto de “celebración ritual” de la Iglesia, añadiendo que él ha recibido del Señor (parelabon apo tou kyriou) la tradición que ha transmitido (ho kai paredôka hymin), de manera que puede ofrecer y ofrece una formulación nueva de la “Cena del Señor” (kyriakon deipnon: 1 Cor 11), sin limitarse a repetir lo que decía la comunidad anterior, sino aportando lo que ha recibido por revelación pascual [4].

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