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“Jubileo: tiempo de paciencia”, por Gabriel María Otalora

Miércoles, 5 de marzo de 2025
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De su blog Punto de Encuentro:

Ante el torbellino de noticias y acontecimientos que cada día nos sobresaltan e inquietan, los cristianos atesoramos una actitud que vivimos como si la hubiéramos arrinconado, y es la hora de desempolvar: la paciencia. Pero como buena virtud que es, no tiene que ver con la parsimonia del pánfilo, de quien ve pasar la vida como la vaca mirando al tren. Es hora de rearmarnos contra el frenesí que desasosiega lo cotidiano mientras encubre falta de esperanza.

Nos hemos contaminado de la sociología de las prisas que aportan muy poco fundamento en esta sociedad que impulsa constantemente a desearlo todo y obtenerlo de manera instantánea logrando así una profunda insatisfacción a medio plazo. Ante esta realidad, se torna fundamental revalorizar la mejor versión de la paciencia, es decir, la que nos enseña a vivir con esperanza. Esperar para un cristiano es saber, y el que sabe, espera. Ahora que estamos metidos en medio del  Jubileo, es tiempo de valorar la profunda conexión entre paciencia y esperanza. El Jubileo es una invitación a la conversión personal y a la reconciliación con Dios y con los demás. En la espera activa y esperanzada en donde encontramos la fortaleza para vivir en medio de la incertidumbre actual, tratando de construir un presente que dé sentido al futuro.

Tener un sentido en la vida es cosa grande, algo que anhelan muchos seres humanos desnortados en medio de esta cultura de la prisas. Tengo la impresión de que nos ven a los cristianos, desde fuera, derrochando nuestra fe, pasivos e inactivos ante el infortunio que trasladan las noticias. La paciencia en estos tiempos es un buen camino espiritual capaz de activar una paz profunda mientras transitamos por las estrecheces de lo cotidiano, confiados y atentos a la acción de Dios que se manifiesta en el susurro, como a Elías, tras el estrépito de volcanes y vendavales. Y en la frágil llamada a Samuel, quien no es capaz al principio de reconocer la llamada de Dios. De ahí lo de paciencia “activa”. Es lo que Jacqueline Kellen llama “la grandeza de la espera que teje toda la existencia y eleva a los humanos hacia lo alto”. Es la actitud necesaria hoy para descubrir la gratuidad de los bienes más preciados a nuestra disposición frente al activismo y a la avidez.

La paciencia entendida como una “una floración de la espera”, representa dejar de lado lo inconsistente y lo efímero, asegura J. Kellen. Es más, dicha actitud requiere firmeza, pues requiere el esfuerzo a contracorriente, tantas veces, para resistir sin aceptar resignadamente la foto social de que todo es inconsistente o materialista. Así, la invitación del Papa a vivir un año de gracia, de misericordia, viene muy bien para recordarnos lo que es el amor por excelencia. Y cuando hay amor de por medio, la esperanza revive pronto. Y los demás lo notan, es una forma de testimonio, de evangelizar.

En este año jubilar en curso, conjuguemos paciencia, espera, esperanza; trabajo interior que acoge ahora la Cuaresma como un impulso especial de vivencia teologal entre quienes viven de otra manera: fe, esperanza, amor. Este tiempo jubilar es una invitación a la conversión personal y a la reconciliación con Dios y con los demás, profundizando en la vida de oración y de amor hacia los demás. Cuántas personas ansían experimentar la fe que tenemos mientras ven adormecidos de nuesytros talentos espirituales que tenemos cuando comentamos qué aburrida es la Cuaresma.

Seamos, pues, testigos de vida esperanzada y comprometida especialmente con los más necesitados. Es el objetivo de toda Cuaresma y de este Jubileo 2025, que puede parecer algo anacrónico, pero como invitación papal es bien actual y necesaria. Somos sembradores, tengamos paciencia.

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“Una lectura no religiosa del jubileo”, por Leandro Sequeiros

Jueves, 6 de febrero de 2025
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IMG_8984El Papa Francisco proclamó hace meses desde Roma que en el año 2025 se celebraría en la Iglesia el Jubileo de la Esperanza. Pero esta celebración puede ser una ocasión para que la sociedad civil, la ciudadanía laica no religiosa se regenere interiormente aprovechando la dinámica que impulsa la Iglesia Católica. La palabra “Jubileo” no solo nos resuena a júbilo, a alegría. Sino que en el pueblo judío era momento de volver a empezar, de reconstruir lo destrozado.

En un mundo multicultural en el que muchos humanos sienten “ir a la deriva cultural y religiosa”, la imagen del “ancla” del logotipo del Jubileo es evocadora. Cuatro figuras estilizadas sugieren a la humanidad venida de los cuatro puntos cardinales. En el logotipo, esas figuras se abrazan la una a la otra para indicar la solidaridad y la fraternidad que deben unir a los pueblos: la primera figura se aferra a la cruz de Cristo, signo de esperanza y ancla de salvación. Debajo de las figuras hay olas, que se mueven para indicar el peregrinaje de la vida que no siempre transcurre en aguas tranquilas.

Por eso, la parte inferior de la cruz se convierte en un ancla, signo de estabilidad: indica la esperanza que se opone a las olas y la salvación que viene del Señor. Es el mensaje que se dirige a los creyentes, pero que puede reinterpretarse en un lenguaje secular.

Por último, alrededor del logotipo, la fecha del Jubileo y el lema, Peregrinantes in spem: «Peregrinos de la esperanza». Pero toda vida humana, todo acontecer político, social o cultural puede también leerse en clave de “peregrinaje”. “Peregrino del porvenir” se definía el jesuita científico interdisciplinar Pierre Teilhard de Chardin durante su dura estancia como geólogo en China entre 1922 y 1946.

Creyentes y no creyentes nos sentimos “peregrinos” en un mundo que cada vez nos parece más hostil, más violento, más degradado por la explotación desenfrenada. Un planeta que, para muchos, comienza a ser ajeno a nuestros deseos de paz, reconciliación y unidad en la diversidad.

El 9 de mayo 2024, en la solemnidad de la Ascensión, el Papa Francisco publicó la bula de convocatoria del Jubileo Ordinario del año 2025, Spes non confundit. Se trata del XXXI Jubileo de la Iglesia católica, después del primero de ellos, proclamado por el Papa Bonifacio VIII en el año1300.

El título del Jubileo 2025 procede de una cita de la carta de San Pablo a los Romanos: «La esperanza no defrauda», porque ofrece la certeza del amor de Dios (cf. Rm 5,5) (n. 1). Pero el Papa Francisco, tal como es su costumbre, no solo se dirige a los católicos sino a todos los humanos que buscan sentido a la vida en un mundo que se percibe sin rumbo.

La conclusión del documento es una apremiante invitación a hacer brotar semillas de esperanza en el corazón y, para los cristianos, a escuchar la palabra de Dios, que se dirige a nosotros en nuestro camino hacia el Jubileo. Habiendo buscado refugio en el Señor, «nos sentimos poderosamente estimulados a aferrarnos a la esperanza que se nos ofrece”.

Esta esperanza que nosotros alimentamos es como un ancla del alma, sólida y firme, que penetra más allá del velo, allí mismo donde Jesús entró por nosotros, como precursor (Hb 6,18-20)» (n. 25).

Todos los creyentes y toda la sociedad civil tienen la tarea de testimoniar con la fecundidad del amor «el deseo de los jóvenes de engendrar nuevos hijos e hijas» para dar un futuro a su sociedad: «es un motivo de esperanza: porque depende de la esperanza y produce esperanza» (ibid.). Más aún: la comunidad cristiana debe apoyar «la necesidad de una alianza social para la esperanza, […] que trabaje por un porvenir que se caracterice por la sonrisa de muchos niños y niñas» (ibid.).

Con ocasión del Jubileo de la esperanza (2025), Francisco hace dos llamamientos a quienes tienen en sus manos el destino de la humanidad y no solo para los creyentes:

1. El primero es a intentar eliminar el hambre en el mundo, ya que «el hambre es un flagelo escandaloso en el cuerpo de nuestra humanidad y nos invita a todos a sentir remordimiento de conciencia» (n. 16), recordando que los bienes de la Tierra no son para unos pocos privilegiados, sino para todos. En particular, renueva una sentida súplica para que «con el dinero que se usa en armas […], constituyamos un Fondo mundial, para acabar de una vez con el hambre y para el desarrollo de los países más pobres» (ibid.) [ Francisco, Fratelli tutti,Carta encíclica sobre la fraternidad y la amistad social, 3 de octubre de 2020, n. 262].

2. El segundo llamamiento se dirige a las naciones ricas y se refiere a la deuda internacional: los países ricos «se comprometen a condonar las deudas de los países que nunca podrán saldarlas» (ibid.). El Papa señala: «Antes que tratarse de magnanimidad es una cuestión de justicia, agravada hoy por una nueva forma de iniquidad de la que hemos tomado conciencia: “Porque hay una verdadera ‘deuda ecológica’, particularmente entre el Norte y el Sur, relacionada […] con el uso desproporcionado de los recursos naturales llevado a cabo históricamente por algunos países»Laudato si’, cit., n. 51].

Desde este punto de vista, el Jubileo 2025 no es solo una apelación a la regeneración de la Iglesia, de las comunidades cristianas y los creyentes en Jesús de Nazaret. Es también una llamada a la sociedad civil para superar las pulsiones autodestructivas del poder económico (que es – desgraciadamente– el motor del mundo) y lanzarse como peregrino en la sociedad civil a la reconstrucción de los valores laicos de la solidaridad, la igualdad y la democracia.

Leandro Sequeiros. Presidente de ASINJA (Asociación Interdisciplinar José de Acosta)

Fuente Fe Adulta

Cristianismo (Iglesias), Espiritualidad , ,

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