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“Una historia en cinco etapas”. Domingo 2º después de Navidad

Domingo, 3 de enero de 2016
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imagesDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Presupuesto para entender el Prólogo

Las conquistas de Alejandro Magno, a finales del siglo IV a.C., supusieron una gran difusión de la cultura griega. En Judea, como en todas partes, los griegos ejercían un influjo enorme: cada vez se hablaba más su lengua, se imitaban sus costumbres, se construían edificios siguiendo su estilo, se abrían gimnasios, se enseñaba la doctrina de sus filósofos. Los judíos, al menos la clase alta, estaban encandilados con la sabiduría de Grecia. Sin embargo, algunos autores no compartían ese entusiasmo. Para ellos, la sabiduría griega era un producto reciente, obra del ingenio humano, y tenía su templo en un lugar pagano, Atenas. La verdadera sabiduría es eterna, procede de Dios, y reside en Jerusalén. Esto puede decirse con palabras vulgares, o poéticamente, presentando a la sabiduría como una mujer y contando su historia. Basándonos en diversos textos bíblicos podemos reconstruir esa historia de la Sabiduría.

La historia de la Sabiduría de Dios

1ª etapa: la Sabiduría junto a Dios desde el comienzo (Proverbios 8,22-36).

El Señor me estableció al principio de sus tareas,
al comienzo de sus obras antiquísimas.
En un tiempo remotísimo fui formada,
antes de comenzar la tierra.
Antes de los océanos fui engendrada,
antes de los manantiales de las aguas.
Todavía no estaban encajados los montes,
antes de las montañas fui engendrada.
No había hecho aún la tierra y la hierba
ni los primeros terrones del orbe.

2ª etapa: la Sabiduría y la creación

Cuando colocaba el cielo, allí estaba yo;
cuando trazaba la bóveda sobre la faz del océano;
cuando sujetaba las nubes en la altura
y fijaba las fuentes abismales.
Cuando ponía un límite al mar,
y las aguas no traspasaban su mandato;
cuando asentaba los cimientos de la tierra,
yo estaba junto a Él, como aprendiz, yo era su encanto cotidiano,
todo el tiempo jugaba en su presencia;
jugaba con la bola de la tierra
disfrutaba con los hombres.

Tercera etapa: la Sabiduría se instala en Jerusalén (Eclesiástico, 24).

Por todas partes busqué descanso
y una heredad donde habitar.
Entonces el creador del universo me ordenó,
el creador estableció mi morada:
Habita en Jacob, sea Israel tu heredad.
En la santa morada, en su presencia ofrecí culto
y en Sión me establecí;
en la ciudad escogida me hizo descansar,
en Jerusalén reside mi poder.
Eché raíces entre un pueblo glorioso,
en la porción del Señor, en su heredad.

Sin embargo, cabe la posibilidad de que algunos rechacen los consejos de la sabiduría. De hecho, muchos judíos no aceptaban este mensaje. Otro autor presenta a la Sabiduría como una mujer que se queja de no ser escuchada (Proverbios 1,22-25).

Os llamé, y rehusasteis;
extendí mi mano, y no hicisteis caso;
rechazasteis mis consejos,
no aceptasteis mi reprensión.

En resumen: la sabiduría de Dios está junto a él desde el principio, lo acompaña en el momento de la creación, disfruta con los hombres, se establece en Israel. Pero muchos no disfrutan con ella. Prefieren seguir otro camino, no le hacen caso.

La historia de la Palabra

El autor del Prólogo aplicó las ideas anteriores a Jesús, introduciendo algunos cambios. Ante todo, en vez de llamarlo sabiduría de Dios, prefirió llamarlo la Palabra.

Primera etapa: la Palabra junto a Dios

Al principio existía la Palabra,
y la Palabra estaba junto a Dios,
y la Palabra era Dios;
ella estaba al principio junto a Dios.

Hay una diferencia notable con el texto sobre la Sabiduría. La sabiduría es creada por Dios. La Palabra, no; existe con él desde el principio. Además, el autor del himno es muy sobrio, no se le ocurre decir que la Palabra jugaba en presencia de Dios.

Segunda etapa: la Palabra y la creación

Todo fue hecho mediante ella,
y sin ella no se hizo nada de lo hecho.
Lo que surgió en ella fue la vida,
y la vida era la luz de los hombres;
y la luz brilla en la tiniebla,
y la tiniebla no consiguió derrotarla.

Parece un trabalenguas, pero es muy sencillo: todo fue creado por la Palabra de Dios. El sol, la luna, las estrellas, las montañas, el mar…, el mármol, la madera, el cristal… Todo ha sido creado por la Palabra de Dios. Y ella, además de haber creado a los hombres, es también nuestra luz. La única novedad, muy importante, es que desde el principio se entabla una lucha entre la luz y la tiniebla; pero la tiniebla no logra imponerse, no puede derrotarla.

Tercera etapa: el mundo, creado por la Palabra, la ignora.

Hasta ahora todo ha ido bien. Dios y la Palabra pueden estar contentos. De pronto, advierten que la Palabra es ignorada por el mundo.

En el mundo estaba,
y aunque el mundo se hizo mediante ella,
el mundo no la conoció.

El mundo no se refiere aquí a los seres inanimados sino a las personas que ignoran a Dios, no lo adoran, o prescinden de él. En autor del Prólogo piensa en todos los pueblos paganos, que podrían haber conocido al Dios verdadero, pero que habían caído en diversas formas de idolatría.

Cuarta etapa: la Palabra decide instalarse en Israel; su pueblo la rechaza

¿Qué hará la Palabra cuando se vea ignorada por el mundo? Para un judío, la respuesta es clara: refugiarse en Israel, el pueblo elegido, igual que hacía la sabiduría: “Eché raíces entre un pueblo glorioso, en la porción del Señor, en su heredad”. Eso mismo hace la Palabra, pero se encuentra con una desagradable sorpresa:

Vino a su casa,
y los suyos no la recibieron.

Quinta etapa: la Palabra decide hacerse carne y habitar entre nosotros.

La Palabra ha sufrido dos derrotas: el mundo la ignora, su pueblo la rechaza. ¿Qué haría cualquiera de nosotros en su lugar? Quedarse junto a Dios y olvidarse de todos. Afortunadamente, Dios no es así. La Palabra toma la decisión más asombrosa que se puede imaginar.

Y la Palabra se hizo carne
y puso su tienda entre nosotros
y contemplamos su gloria,
gloria de Hijo único del Padre,
pleno de gracia y de lealtad.
Pues de su plenitud todos hemos recibido
gracia tras gracia.

Del optimismo ingenuo al realismo mágico

La historia de la Sabiduría resulta demasiado optimista. El himno puede parecer muy pesimista. Sin embargo, no lo es. Aunque no sea todo el mundo ni todo Israel, hay un grupo, formado por judíos y paganos, dispuestos a acoger a Jesús, a creer en él. Y ésos, todos nosotros, reciben una enorme recompensa.

Pero a los que la recibieron
los hizo capaces de ser hijos de Dios.

Y este grupo contempla su gloria, y de su plenitud recibe gracia tras gracia.

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Hijos de Dios

Jueves, 12 de noviembre de 2015
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“En esto se se reconocen los hijos de Dios, y los hijos del diablo:

Todo aquel que no practica la  justicia, y que no ama a su hermano, no es de Dios.

Porque este es el mensaje que habéis oído desde el principio:

Que nos amemos los unos a los otros.”

*

(1 Jn 3, 10-11)

***

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“¿Y vosotros?”, per Gema Juan, OCD

Domingo, 7 de junio de 2015
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18406589436_6ee84993e5_mDe su blog Juntos Andemos:

Las palabras de Jesús en el evangelio de Juan, cuando se presenta como «pan de vida», no son fáciles de masticar. Hasta el punto de que cuando termina ese capítulo, el evangelista cuenta que «desde entonces, muchos de sus discípulos se retiraron y ya no iban con Él». Y Jesús termina por preguntar a los doce: «¿También vosotros queréis dejarme?».

Teresa de Jesús hilaba fino y, hablando de Jesús, decía: «Acordaos también qué de personas habrá que no solo quieran no estar con Él, sino que con descomedimiento le echen de sí». Sabía «que va mucho de estar a estar» y algunos de los que parecen estar junto a Jesús, se apartan por cualquier cosa.

Como Jesús, Teresa no creía en el cumplimiento. Y lo mismo que decía a sus hermanas: «No me estéis hablando con Dios y pensando en otras cosas», advertía que no bastaba participar del pan de la Eucaristía para estar con Jesús, para ser uno de los suyos. Y que, sin embargo, el Pan y la Palabra compartida se convertían en sustento, en vida eterna, cuando la fe es verdadera.

Decía que hay quien «no ve la hora de haber cumplido lo que manda la Iglesia, cuando se va de su casa y procura echarle de sí [a Jesús]. Así que este tal, con otros negocios y ocupaciones y embarazos del mundo, parece que lo más presto que puede, se da prisa a que no le ocupe la casa el Señor de él».

Es una dura crítica a una fe de ceremonias, que calma la conciencia y no toca la vida. Por eso, ella alienta una fe que se pone a los pies del Maestro para aprender y que mira su vida para acompasar con Él la propia. Escribirá: «Pues si nunca le miramos ni consideramos lo que le debemos y la muerte que pasó por nosotros, no sé cómo le podemos conocer ni hacer obras en su servicio; porque la fe sin ellas y sin ir llegadas al valor de los merecimientos de Jesucristo, bien nuestro, ¿qué valor pueden tener?».

Teresa va a la raíz de las cosas y llega a comprender el fondo del corazón humano. De modo que, cuando empieza a comentar la petición del Padrenuestro «danos hoy el pan de cada día», dice que «muchas veces hacemos entender que no entendemos cuál es la voluntad del Señor». No es que no se entienda la voluntad de Jesús… es que, como decían los que se apartaron de Él: «Este lenguaje es duro ¿quién puede escucharlo?».

Y –resume Teresa– decir que «es la voluntad de Dios querer tanto para su prójimo como para sí, no lo puede poner a paciencia» ni el rico que no se modera ni comparte, ni el murmurador que no cede en su soberbia, ni el que vive sin tomar en serio la vida y no es fiel al don que ha recibido.

Así que Teresa invita a estarse «con Él de buena gana… [porque] no se queda para otra cosa con nosotros, sino para ayudarnos y animarnos y sustentarnos a hacer esta voluntad». Pero Él no fuerza nada: «Si no hacemos caso de Él, sino que en recibiéndole nos vamos de con Él a buscar otras cosas más bajas, ¿qué ha de hacer? ¿Hanos de traer por fuerza a que le veamos que se nos quiere dar a conocer?». No. Jesús solo pregunta cada día: «¿También vosotros queréis dejarme?».

Por eso, Teresa insiste de mil maneras: «Juntaos cabe este buen Maestro muy determinadas a aprender lo que os enseña, y su Majestad hará que no dejéis de salir buenas discípulas, ni os dejará si no le dejáis».

«Miradle», porque sin mirarle, sin conocerle, sin continuar su obra, que es la de «servir cada día», no se le deja ocupar la casa. Y, con suave ironía, decía: «No suele su Majestad pagar mal la posada si le hacen buen hospedaje». Porque tenía bien experimentado que nadie «paga» como Dios, que nunca se deja ganar en el amor.

Pedro se abalanzó para responder, cuando Jesús preguntó: «¿También vosotros queréis dejarme?… Señor ¿a quién vamos a acudir? Tus palabras dan vida eterna». Teresa decidió quedarse con Pedro y sus compañeros, junto a Jesús. Y sus grupitos de hermanas, aquí y allá, daban forma concreta y visible a las palabras de Pedro.

Porque ella, impetuosa como el discípulo, respondía también a Jesús: «¡Oh Señor mío y Misericordia mía y Bien mío! Y ¿qué mayor le quiero yo en esta vida que estar tan junto a Vos, que no haya división entre Vos y mí? Con esta compañía, ¿qué se puede hacer dificultoso? ¿Qué no se puede emprender por Vos, teniéndoos tan junto?».

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Pascua (10), vamos a pescar: La iglesia tiene dos centros (no uno)

Domingo, 24 de mayo de 2015
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Pedro Y Juan ante la resurrecciónDel blog de Xabier Pikaza:

Termino esta serie de Pascua, ya en las puertas de Pentecostés,con el motivo de unos pescadores que no echan la red para “extraer” la pesca del lago, sino para cuidar y amar a los peces convertidos en ovejas, es decir, en ganado.

Ya sé que el motivo es extraño y puede ser algo barroco, como las escenas del evangelio de Juan, que comienza con parábolas simples (un ciego, un paralítico…) y que después se lía, volviendo y revolviendo las imágenes, como en este caso (Jn 21), pasando de la pesca y de la red con peces al rebaño y al pastor examinado de amor y no de pastos o de leches.

Ármese de paciencia el lector y lea el texto (Jn 21) y déjese extrañar, y vuelva luego, si aun tiene resuello, a esta postal, en la que quiero insistir en las figuras de Pedro (signo del orden de la Gran Iglesia) y el Discípulo Amado (que sin duda va por libre). Pedro debe defender (aceptar) la libertad del Discípulo Amado… el Amado ha de seguir en la barca de Pedro.

Recordemos el comienzo de la escena. Pedro sale a pescar con seis amigos, un grupo de Siete (es decir, toda la Iglesia; cf. Hech 6-7). Entre ellos se ha colado un “extraño”, que no tiene ni siquiera nombre, y le llaman Amado (cf. Jn 15, 15).

— Se puede discutir quién es ese Discípulo Amado, si es figura simbólica o real. Algunos dicen que es Juan el Zebedeo, otros con Lázaro, a quien Jesús amaba (cf. Jn 11, 5. 28) o María Magdalena, a quien Jesús parece haber querido mucho…. Pero es muy difícil decidirlo.

pedrojuan— Pedro “es” la Gran Iglesia, como sabemos por Jn 1, 42, cuando Jesús le dijo: «Tú eres Simón, hijo de Juan; tú te llamarás Cefas, que significa Pedro», es decir, Piedra cimiento (cf. Mt 16, 17-18). Incluso el Discípulo Amado, el de tantas libertad, ha de entrar en su barca…, pero tendrá su propio oficio, será libre siendo Iglesia (es decir, por ser Iglesia).

Imagen 1: Iglesia son dos dos que corren al sepulcro de Jesús (Pedro y el “otro”)
Imagen 2: Pedro y el Discípulo amado al final de la pesca (aunque el tema se pude aplicar a la primera llamada de Mc 1, 18-22; pero “imaginemos” que estos dos son Pedro y Juan, no Pedro y Andrés).
Imagen 3: La Iglesia son dos (Pedro y el discípulo amado, que avanzan con Jesús).

(La imagen normal de la Iglesia formada por Pedro y Pablo es buena, pero es posterior…).

Éste ha sido un “pacto” no escrito, el primer “concilio” de la Iglesia antigua:

‒ La Gran iglesia (Pedro) ha de admitir a carismáticos liberados, que van a lo suyo, testigos de la libertad originaria del amor, debe aceptarles como son ( iglesia especial, sin muchas leyes o estructuras).

‒ Por su parte, ese Discípulo amado debía reconocer un tipo de autoridad de Pedro, es decir, la Gran iglesia (como supone Jn 21), sin desvincularse del todo.

Así cuenta Jn 21 nuestra historia que empieza con los peces del agua y termina con las ovejas del monte, en un camino de reconocimiento y amor en la iglesia. .

Pedro dice: Vamos a pescar, compañeros; y entra en la barca el Discípulo Amado, que es “casta”.

Así dice Pedro, y el Discípulo amado se cuela en la barca, sin decir nada, sin pedir permiso. Está allí porque sí, como estaba cerca de Jesús en la Última Cena. (Jn 13, 21-27). Parece un “don nadie”, y sin embargo tiene conexiones, de forma que incluso es amigo del Sumo Sacerdote y consigue así que a Pedro le abran la puerta de la casa donde se celebra el juicio de Jesús (cf. Jn 18, 15-16).

Esta amistad del Discípulo amado con el Sumo sacerdote supone que era un hombre de categoría, emparentado con la “casta” de los altos círculos de Jerusalén, y así le presenta el evangelio como alguien que está cerca de la élite sacerdotal: es un judío importante que se ha hecho amigo de Jesús.

Todo parece indicar que este Discípulo Amado era Casta, pero sabe querer y se mantiene bajo la cruz, donde no está Pedro, que no es casta, pero tiene miedo… Más aún, este Discípulo Amado, amigo del Gran Sacerdote, se hace también “amigo” de la madre de Jesús (Jn 19, 26-27)… y corre luego con Pedro buscando el sepulcro vacío de Jesús, donde ven el sudario y las vendas, cuidadosamente dobladas (Jn 20).

Pedro ha de hacerse Discípulo Amado (es decir, reconocer su autoridad).

Pedro tiene que rehacer oficialmente la Iglesia de los compañeros de Jesús, pero no empieza de cero… pues a su lado sigue silencioso este Discípulo Amado… que quizá no sabe otras cosas, pero sabe querer y ser querido (¡sólo en amar es mi ejercicio!)

pedro y juanEl relato empieza con Simón Pedro diciendo “voy a Pescar” (21, 3). Sin este principio no hubiera habido iglesia, como han indicado otros testimonios de Mt y Lc-Hech. Se le juntan varios discípulos, formando así un número de siete (como los helenistas de Hech 6), no Doce como los apóstoles de Jerusalén (evidentemente, faltan aquí las mujeres, que estaban, sin duda). Suben con Pedro a la barca y, a la voz del Señor, que les espera en la orilla, vuelven a echar las redes tras una noche en la que no han pescado nada.

Ahora logran pescar un gran número de peces (todos los pueblos) y el Discípulo amado reconoce a Jesús y dice a Pedro: ¡Es el Señor!» (Jn 21, 3-7). Pedro ha dirigido la faena, pero no sabe ver, porque aún no ama, y así depende del Discípulo amado, para descubrir a Jesús que espera en la orilla, recibiendo los peces que le traen y ofreciéndoles el pan y el pez del Reino. «Después que comieron, Jesús dijo: «Simón, hijo de Juan ¿me amas más que estos?». Le dijo: «¡Sí, Señor! Tú sabes que te quiero». Le dijo: «¡Apacienta mis corderos!…» (Jn 21, 15-17).

En este contexto volvemos a descubrir la vinculación y diferencia entre Pedro y el Discípulo Amado, en línea de amor. Ambos han estado en la barca de la pesca; ambos deben seguir vinculados. Pedro tiene que aprender a amar a Jesús; el Discípulo amado debe aceptar el ministerio de Pedro. De esa forma, los dos quedan vinculados por el mismo amor. Así se entiende el final de la escena, que está centrada en Pedro, pero en su referencia al Discípulo Amado.

– Pedro sigue siendo el encargado de cuidar de ese rebaño, como responsable del trabajo de la iglesia; para ello debe transformarse en amor, convirtiéndose él también en discípulo amado (Jn 21, 15-19).
– El Discípulo Amado ha de seguir al lado de Pedro, libre y creativo, dentro de una iglesia que es de todos. Ese discípulo avanza por sus propios caminos, al lado de Pedro, como representante de la comunidad del espíritu y amor dentro de la iglesia (cf. Jn 21, 20-24).

— Eso significa que en un sentido muy profundo sólo existe iglesia del amor: el mismo Pedro debe transformarse en esa línea si es que quiere seguir a Jesucristo y anunciar su pascua sobre el mundo.

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Permaneced en mi amor

Domingo, 10 de mayo de 2015
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Permaneced en mi amor

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Como el Padre me ama a mí, así os amo yo a vosotros; permaneced en mi amor. Pero sólo permaneceréis en mi amor si cumplís mis mandamientos,; lo mismo que yo he observado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho todo esto para que participéis en mi gozo, y vuestro gozo sea completo.

Mi mandamiento es éste: Amaos los unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. En adelante, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor: Desde ahoras os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre.

No me elegísteis vosotros a m; fui yo quien os elegí a vosotros. Y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundate y duradero. Así, el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Lo que yo os mando es esto: que os améis los unos a los otros.

*

Juan 15,9-17

CC FilmStill 57

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El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante

Domingo, 3 de mayo de 2015
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En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento… que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.

Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.

Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. El que no permanece en mí … se seca… Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.”

*

Juan 15,1-8

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Éste es mi Hijo amado

Domingo, 1 de marzo de 2015
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 Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador… Se les aparecieron Elías y Moisés, conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:

“Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres tiendas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.”

Estaban asustados, y no sabían lo que decía. Se formó una nube que los cubrió, y salió una voz de la nube:

“Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.

De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús, solo con ellos.

Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:

– “No contéis a nadie lo que habéis visto, hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.”

Esto se les quedó grabado, y discutían qué querría decir aquello de “resucitar de entre los muertos”.

*

(Marcos 9,2-10)

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Soy la voz del que grita en el desierto

Domingo, 14 de diciembre de 2014
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Del blog Pays de Zabulon:

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Éste fue el testimonio de Juan,
cuando los judíos enviaron desde Jerusalén
sacerdotes y levitas a Juan,
a que le preguntaran:

– «¿Tú quién eres?»

Él confesó sin reservas:

– «Yo no soy el Mesías.»

Le preguntaron:

«¿Entonces, qué? ¿Eres tú Elías?»

El dijo:

– «No lo soy.»

– «¿Eres tú el Profeta?»

Respondió:

«No.»

Y le dijeron:

«¿Quién eres?
Para que podamos dar una respuesta
a los que nos han enviado,
¿qué dices de ti mismo?»

Él contestó:

«Yo soy la voz que grita en el desierto:
“Allanad el camino del Señor”,
como dijo el profeta Isaías.»

*

Juan 1, 19-23
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¿Jesucristo era gay?… ¿importa?

Lunes, 29 de septiembre de 2014
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Kehinde Wiley  Ecce Homo (2009 – New York CHace justo dos años el pastor anglicano Paul Oestreicher se hacía esta pregunta en un artículo en el periódico británico The Guardian

La teoría de Oestreicher se basa en las últimas palabras de Jesús en la cruz. Cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo. “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Desde ese momento el discípulo se convierte en parte de la familia de Jesús.

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Ese discípulo era Juan, a quien, dicen los evangelios, Jesús amaba de una manera especial. Todos los otros habían huido atemorizados. A los pies de la cruz había tres mujeres, pero sólo un hombre tuvo el valor de acompañar a Jesús en su ejecución. En todas las representaciones clásicas de la Última Cena, un tema favorito del arte cristiano, Juan está al lado de Jesús, muy a menudo con la cabeza apoyada en su pecho de Jesús. 
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images1Sostiene Oestreicher que la sexualidad de Jesucristo era parte de su naturaleza humana y desdeña las teorías que apuntan a una relación con María Magdalena, carentes de base bíblica. Recuerda también que Hugh Montefiore, obispo de Birmingham se atrevió a sugerir esta misma posibilidad: la de que el rabino hebreo nacido en Belén, que nunca tuvo esposa –algo inusual para su condición- fuera homosexual.
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“Si Jesús era gay o heterosexual no afecta en absoluto quién era y lo que significa para el mundo de hoy. Espiritualmente es irrelevante. Lo que importa en este contexto es que hay muchos seguidores gays y lesbianas de Jesús -ordenados y laicos- que, a pesar de la iglesia, muy humildemente le son fieles”, concluye el pastor anglicano, quien además invita a las iglesias cristianas “en sus muchas formas” a aceptar, abrazar y amar abiertamente a los gays y lesbianas.
Fuente Ragap

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