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La paz, fruto de la justicia III

Jueves, 9 de mayo de 2024
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IMG_4480Juan Gerardi, mártir de la memoria histórica

FernandoBermúdez, misionero,
San Marcos (GUATEMALA).

ECLESALIA, 19/04/24.- En la noche del 26 de abril de 1998 fue brutalmente asesinado el obispo guatemalteco Juan Gerardi. No podemos dejar pasar esta fecha del 26 de abril sin hacer presente a este profeta de la Memoria Histórica. Gerardi es un referente para toda América Latina y para el mundo entero por su compromiso con las víctimas de las guerras y en concreto con el conflicto armados de Guatemala que dejó alrededor de 200.000 muertos.

Gerardi fue un infatigable defensor de la dignidad de las personas, sobre todo indígenas y gente pobre. En 1995creó y coordinó el proyecto de la Recuperación de la Memoria Histórica (REMHI), para acompañar y ayudar a las víctimas del conflicto armado a redescubrir su dignidad y sanar sus heridas. El proyecto fue asumido por la Conferencia Episcopal en pleno. En las distintas diócesis se constituyeron equipos de animación. El pueblo guatemalteco se unió a sus obispos en el trabajo de la memoria histórica frente al olvido que querían imponer los grupos de poder y las fuerzas armadas.

Se recolectaron más 6.500 testimonios a lo largo y ancho del país. Los nombres de 60.000 víctimas se grabaron en las columnas del pórtico de la Catedral. Según el Informe del REMHI, el ejército y fuerzas gubernamentales son responsables del 93% de los asesinatos y masacres, mientras que la guerrilla fue responsable del 7%.

A los dos años de la firma de la paz, el 24 de abril de 1998, Gerardi presentó las conclusiones del proyecto de la Memoria Histórica en la Catedral de Guatemala en presencia de miles de personas y del cuerpo diplomático. En este Informe expresó:

“El proyecto de Recuperación de la Memoria Histórica busca conocer la verdad, reconstruir la historia de dolor y muerte, ver los móviles, entender el porqué y el cómo. Mostrar el drama humano, compartir la pena, la angustia de los miles de muertos, desaparecidos y torturados; ver la raíz de la injusticia y la ausencia de valores… Queremos contribuir a la construcción de un país distinto. Por eso recuperamos la memoria del pueblo. Este camino estuvo y sigue estando lleno de riesgos, pero la construcción del reino de Dios tiene riesgos y sólo son sus constructores aquellos que tienen fuerza para enfrentarlos».

Dos días después fue brutalmente asesinado, con una gran piedra en la cabeza, cuando entraba a su casa. Militares a las órdenes del coronel Lima fueron los responsables. Fue una muerte programada por el Ejército guatemalteco. Era la noche del 26 de abril de 1998. Su muerte fue un duro golpe para la Iglesia y para todo el pueblo de Guatemala. En él se cumplen las bienaventuranzas del Evangelio. Su martirio nos confirma en la fe y esperanza de la misión de Jesús, que pasó por el mundo haciendo el bien, y en la fuerza de su Espíritu que sigue presente en la Iglesia que trabaja por la vida, la reconciliación y la paz que nace de la justicia.

Juan Gerardi fue un profeta, un hombre de profunda fe, disponible siempre a la voluntad de Dios. Y desde el reconocimiento de la presencia de Dios en la humanidad sufriente defendió el derecho a la vida de los pobres y promovió el rescate de la Verdad, silenciada durante muchos años en Guatemala por los poderes del Estado. Así surgió el Proyecto de la Recuperación de la Memoria Histórica, cuyo objetivo fue la Reconciliación y la Paz. Con el reconocimiento de la Verdad, Juan Gerardi buscaba que nunca más se vuelva a repetir esta historia de dolor y de muerte. Posibilitó que la gente que sufrió la represión pueda contar su caso y sanar sus heridas psicológicas. Hay quienes dicen que la Memoria Histórica abre heridas. Los que así hablan no han entendido que las heridas que no se cierran gangrenan a la persona y a la sociedad. Para sanar esas heridas es necesario el conocimiento de la Verdad de lo que aconteció. No reconocer la memoria nos pone en riesgo de repetir los errores del pasado. Un pueblo sin memoria es un pueblo sin historia, y un pueblo sin historia es una masa informe de gente manipulable, sin identidad y sin sentido de pertenencia.

Gerardi expresó la esencia del REMHI: “Lo que nos interesa es el conocimiento de la Verdad, reconstruir la historia de dolor y muerte, ver los móviles, entender las causas. Ahí podremos ver el drama del dolor humano, sentir la pena, la angustia de los miles de muertos…, para que podamos ver la raíz de la injusticia y ver hasta dónde puede llegar el odio del hombre contra el hombre. Podremos ver también la ausencia de valores y la presencia de antivalores. Este conocimiento nos debe conducir a tomar una actitud solidaria”.

Buscaba ayudar no solo a las víctimas sino también a los victimarios. No hay reconciliación si no hay reconocimiento de la verdad. Asimismo, ayudó al pueblo guatemalteco a tomar conciencia de que las causas que originaron la guerra radican en la situación de injusticia, corrupción y violencia incrustada en las instituciones del Estado. Por eso, llamó a cambiar esta realidad, para construir la verdadera paz. Gracias al proyecto de la Memoria Histórica se ha logrado exhumar las víctimas que en diversas partes del país estaban sepultadas en fosas comunes.

El Informe de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de Naciones Unidas, “Guatemala, Memoria del Silencio”, calificó estos hechos contra la población civil en esos años de guerra, como “genocidio”.

A Gerardi lo mataron, pero resucitaron a un mártir. Su muerte es la más valiente denuncia de un sistema de injusticia institucionalizada que se sustenta a costa de explotar y discriminar a los más pobres. Fue asesinado porque quiso que se realizara el plan de Dios en Guatemala, porque dio a conocer la verdad de tantas violaciones a los derechos humanos. Él sabía que su vida corría peligro, que algunos sectores poderosos de la nación, civiles y militares, lo estaban amenazando. Pero él no abandonó su compromiso. Como Jesús, siguió hasta el final.

Los enemigos de la Verdad creyeron que con matar al Obispo acabarían con su obra. Sin embargo, él sigue vivo en la memoria del pueblo guatemalteco y latinoamericano, al igual que hicieron en el vecino país de El Salvador con Oscar Romero. Su muerte alienta hoy la lucha y la esperanza por una nueva Guatemala de paz, justicia y libertad. Su testimonio nos impulsa a continuar el trabajo que él comenzó y nos da fuerza para vencer las dificultades.

Gerardi era consciente de que iba a encontrar resistencias. Decía: “Ante los temas económicos y políticos mucha gente reacciona diciendo: para qué se mete en esto la Iglesia. Quisieran que nos dedicáramos solamente a los ministerios sacramentales. Pero la Iglesia tiene una misión que cumplir en el ordenamiento de la sociedad, que incluye los valores éticos, morales y evangélicos”.

El obispo Gerardi nos reta también a los cristianos de España a comprometernos en la búsqueda de la verdad sobre lo que sucedió durante la guerra civil y durante la dictadura franquista. “No se puede ocultar la verdad”. ¿Qué intereses hay en algunos políticos españoles para ocultar la verdad de lo que sucedió durante la dictadura? Es necesario conocer la verdad para que nunca más se repita esa página oscura de nuestra historia, pero también para dignificar a las víctimas. Es justo y necesario exhumar los innumerables cadáveres que aún se encuentran en fosas comunes. Es un derecho que tienen sus familiares, hijos y nietos y, sobre todo, porque es una exigencia ética dar sepultura digna a los muertos. Esa sí como se logrará la reconciliación y la paz que nace de la justicia. La figura profética del obispo Juan Gerardi debería ser un referente y una luz hoy en España.

El testimonio de su vida hasta derramar su sangre en solidaridad con las víctimas del conflicto, queda como legado no solo del pueblo guatemalteco sino también para todos los pueblos que han sufrido represión y genocidios. Su martirio nos confirma la presencia y la fuerza del Espíritu de Dios en la Iglesia y nos alienta a caminar llenos de esperanza y de fe en la utopía, hacia la construcción de otro mundo alternativo, signo de la presencia del reino De Dios.

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La paz, fruto de la justicia II

Miércoles, 8 de mayo de 2024
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IMG_4474La raíz de la violencia es la injustica

FernandoBermúdez, misionero,
San Marcos (GUATEMALA).

ECLESALIA, 15/04/24.- Los tres tipos de violencia* los estamos viviendo día a día en muchas partes del planeta. Las distintas manifestaciones de violencia tienen su origen en un sistema social injusto, prepotente, inhumano y excluyente, que domina hoy el mundo. Y ante esa situación trágica de triple violencia, a mí como hombre y como cristiano, se me presenta una serie de interrogantes. La opción cristiana es la no violencia, la paz que nace de la justicia. La búsqueda de la vía del diálogo y la negociación diplomática como camino para la paz. Nunca la violencia. Sin embargo, en conciencia, no nos es posible poner en el mismo nivel la violencia del oprimido con la violencia institucionalizada y la violencia represiva. Un caso concreto: cuando los campesinos palestinos defienden sus propiedades (viviendas, tierras, fuentes de agua…) frente a los colonos judíos, apoyados por su ejército, muchos los tildan de terroristas. ¿Acaso no tienen derecho a defender sus propiedades? ¿Por qué no se califica de terrorismo a los invasores, que no solo usurpan propiedades sino que matan a los que ofrecen resistencia? La violencia de Hamás y de otros grupos palestinos es consecuencia de la falta de justicia, de libertad e igualdad de Israel con respecto a la población Palestina.

La mayor estrategia para aislar y vencer cualquier tipo de violencia y terrorismo es la organización de los ciudadanos, campesinos, trabajadores, mujeres, jóvenes… a todos los niveles, con una honda formación ética y crítica. La educación en valores humanos es más trascendental que el resto de las asignaturas que se enseñan en los centros educativos, porque busca la formación de personas profundamente humanas. Asimismo, defender y respetar los derechos humanos, promover la justicia social, priorizar el bien común sobre los intereses privados, optar por la vía del diálogo para la resolución de conflictos, desarrollar un sistema educativo público de calidad, etc.

No podemos ignorar que entre las causas de la violencia aparece también el narcotráfico, que puede estar asociado a la delincuencia común, pero sobre todo a los poderes estatales, es decir a la violencia estructural institucionalizada, como aconteció en Colombia durante los gobiernos uribistas o en Honduras y Guatemala en los gobiernos corruptos de los últimos años.

El Papa Juan XXIII, en la encíclica Pacem in terris, señalaba que la paz tiene cuatro fundamentos: la verdad, la libertad, la justicia y el amor. El reino de Dios es un reino de paz. Jesús nos advierte: «Mi paz no es como la que da el mundo». Unos llaman paz al libre mercado, otros al orden establecido, aunque esté constituido sobre la injusticia… Jesús nos promete la paz del reino de Dios, que es el reino de la justicia y del amor.

En la Biblia, la paz no sólo es la ausencia de guerra. Es el Shalon, la paz del reinado de Dios, expresión de una sociedad justa y solidaria, donde abunda la vida para todos. El Shalon bíblico es el bienestar integral del pueblo: espiritual y social. Es fraternidad y comunión de todos los seres humanos entre sí, con la creación entera y con Dios. Es tener cubiertas las necesidades vitales de vivienda, trabajo, salud, educación… «La paz es el fruto de la justicia» (opus juxtitiae pax), proclamaba el profeta Isaías (32,17). Y esta paz es un don de Dios, pero es, al mismo tiempo, una tarea humana, un desafío.

La paz emana de estructuras socioeconómicas y políticas justas. Estas políticas las hacen los individuos. Por lo tanto, es esencial la formación en valores humanos de la ciudadanía y de sus dirigentes, como son la honestidad, la transparencia, la coherencia, el respeto a la diversidad, el diálogo como vía de resolución de conflictos, la solidaridad, la opción por los más vulnerables y el cuidado del medio ambiente. Un corazón pacífico y respetuoso de la vida lleva consigo el compromiso de erradicar las causas que generan la violencia. La fraternidad universal es el sueño de todos los hombres y mujeres amantes de la paz, como señala el Papa Francisco en su encíclica Fratelli tutti.

Consecuentemente, toda persona amante de la paz es firme opositora a todo tipo de armas, a la industria y comercio armamentista, a las armas nucleares y a las alianzas militares. No podemos aceptar la sociedad tal como está: una sociedad hegemónica unipolar armada hasta los dientes, que invierte más dinero en armamento que en el desarrollo de los pueblos y que ha entrado en una salvaje explotación y depredación de la Naturaleza. Urge, asimismo, una profunda refundación de la organización de Naciones Unidas, con autoridad moral y jurídica para que se cumplan sus Resoluciones, la cual está exigiendo la desaparición del Consejo de Seguridad tal como está configurado con derecho a veto.

Estamos llamados a ser rebeldes, utópicos y comprometidos en el cambio de esta realidad. La sociedad, tanto en el Norte como en el Sur global necesita profetas de la paz y la no violencia, agentes de una revolución de la conciencia y agentes de un mundo nuevo alternativo al que hoy vivimos. Multitud de hombres y mujeres han sido referentes de la paz que nace de la justicia. Solo quiero mencionar a algunas personas de los últimos tiempos: Mahatma Gandhi, Juan XXIII, Luther King, Ignacio Ellacuría, John Lennon, Teresa de Calcuta, Hermano Roger de Taizè, Helder Cámara, Nelson Mandela, Raquel Saravia, Pedro Casaldáliga, Malala Yousafzai, Berta Cáceres…y multitud de organizaciones, que son semillas de esperanza.

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La paz, fruto de la justicia I

Martes, 7 de mayo de 2024
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IMG_4475Análisis de la violencia

FernandoBermúdez, misionero,
San Marcos (GUATEMALA).

ECLESALIA, 12/04/24.- Vivimos en un mundo en donde, aún en medio de múltiples manifestaciones de fraternidad, solidaridad y generosidad, aparecen expresiones de odio y actitudes violentas, atentados terroristas, guerras y genocidios.

Hay violencia delincuencial y violencia estructural. Me voy a detener en esta última, aunque ciertamente, la violencia delincuencial emana de las estructuras injustas. La desigualdad social y la injusticia engendran violencia. Es por eso que es necesario visualizar las tres grandes modalidades de violencia existentes en la sociedad:

A. Violencia estructural o institucionalizada

Es la violencia del sistema socioeconómico y político. El capitalismo neoliberal de tendencia colonialista e imperialista es en sí mismo violento en cuanto que es un sistema que divide a los ciudadanos en dos clases sociales: por un lado los grandes adinerados, banqueros y las compañías transnacionales; y por otro lado están los trabajadores oprimidos, los pobres, excluidos y marginados. Esta violencia es ejecutada por las fuerzas de seguridad, ejército y policía, quienes utilizan la represión para mantener el “orden” que beneficia a la clase dominante. Sus políticos aprueban leyes que benefician al explotador, sus tribunales de justicia favorecen al poderoso y condenan al humilde. Utilizan la educación y los medios de comunicación para engañar a la población con un patrioterismo y nacionalismo barato. Con frecuencia utilizan la religión como un medio para adormecer la conciencia del pueblo en función de sus intereses económicos, por eso descalifican a los religiosos (laicos y laicas, obispos y sacerdotes) que, siguiendo el evangelio de Jesús, optan por la liberación de los pobres, la justicia y la fraternidad.

B. Violencia subversiva

Es provocada como respuesta a la violencia institucionalizada del sistema dominante después de que se cerraran todas las puertas por la vía política para el logro de una sociedad justa y democrática. Es conocida como violencia subversiva o revolucionaria, propia de los oprimidos. Busca realizar una transformación profunda de las estructuras socioeconómicas y políticas para combatir la desigualdad, el hambre, el analfabetismo y la marginación en que se encuentran las mayorías de la sociedad. Elabora un proyecto de estado social realizable capaz de generar una nueva sociedad que acabe con la situación de injusticia y violencia. Hay otro tipo de violencia que no es tanto subversiva sino respuesta inconsciente al sistema dominante, manifestada en actitudes de rebeldía y de agresividad.

C. Violencia represiva

Las autoridades y los privilegiados se alarman ante la presencia y acciones violentas de los subversivos, a quienes califican de “agitadores”, “comunistas”, “terroristas” y enemigos del orden. Utilizan los secuestros de líderes, torturas, asesinatos, masacres, guerra sucia… Casi toda América Latina tiene una triste experiencia de esta violencia bajo los regímenes militares apoyados por el gobierno de Estados Unidos. En Guatemala se bombardearon aldeas enteras, masacrando a sus pobladores, hombres, mujeres y niños, dejando decenas de miles de muertos. Asimismo, hicieron en El Salvador. En estos dos países los militares, al servicio del sistema, asesinaron a líderes religiosos: dos obispos, Óscar Romero y Juan Gerardi, multitud de sacerdotes, entre estos a los jesuitas de la Universidad Centroamericana, y a centenares de catequistas, porque defendían a los pobres como hizo Jesús, y exigían un cambio de estructuras sociales justas y humanas.

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Beato Monseñor Romero: sacerdote, profeta y… mártir

Sábado, 23 de mayo de 2015
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beatificacion-monsenor-romeroComo primicia de un nuevo Pentecostés, nuestro hermano Oscar es beatificado hoy…

Reflexiones con motivo de su próxima beatificación
Pablo Dominguez, Secretariado Diocesano de Migraciones, Alicante

ECLESALIA, 19/05/15.- En estos momentos en el cielo, Mons. Romero se debe sentir como un niño con zapatos nuevos. Romero fue sacerdote, profeta y… mártir; pero desde ahora también oficialmente Beato, en su  recién reconocimiento por la Iglesia Católica. Parece que la talla de sus humildes pies que pisaron nuestro mundo, especialmente el de los más pobres, ha crecido. Ascendiendo así en los altares.

Pero Monseñor Romero ya era santo, desde el día que lo mataron hace 35 años. Así lo siente suyo su pueblo, no solo el salvadoreño, sino todo un continente, especialmente todos los empobrecidos de Latinoamérica y del mundo entero que conocen su testimonio. Llamándolo, recordándolo e invocándolo como San Romero de América, pastor y mártir nuestro. Confirmando sus palabras días antes de su asesinato: “Un obispo morirá, pero la Iglesia de Dios, que es el pueblo, no perecerá jamás… Si me matan resucitaré en el Pueblo”.

Este posiblemente es el reconocimiento más grande que ha recibido hasta ahora Mons. Romero, quizá con aras de hacerle justicia terrenalmente. Con esta proclamación se puede interpretar un paso más del Papa Francisco, en nuestro querer una Iglesia pobre y para los pobres. Como así lo fue la experiencia eclesial de Romero: “Los pobres han marcado el verdadero caminar de la Iglesia”.

Por eso en este acontecer eclesial no solo se reconoce el camino de santidad de Oscar Romero como obispo de los pobres, sino también una vez más la realidad de un pueblo mundial que ha sido y es oprimido por el desigual sistema económico, político y social de nuestro mundo. Al mismo tiempo que a una teología más encarnada en la lucha y liberación de la humanidad, “los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres (y mujeres) de nuestro tiempo… son a la vez… de los discípulos(as) de Cristo”, como dice el Concilio Vaticano II en la constitución pastoral Gaudium et Spes. Recordemos que más del 80% de la humanidad vive en la pobreza, repartida por todos los continentes, también en los barrios de nuestras ciudades.

Entre los nombramientos y títulos, en su currículum terrenal, además de haber llegado a ser Arzobispo de San Salvador, fue galardonado con diferentes reconocimientos civiles antes de su asesinato, por su lucha a favor de los Derechos Humanos, los más distinguidos fueron los Doctor Honoris Causa por la Universidad de Georgetown (EE.UU.) y la Universidad de Lovaina (Bélgica). Y la nominación en 1979 al Premio Nobel de la Paz, quien sería finalmente entregado a Madre Teresa de Calcuta. A quien felicitó por su premio. Pero por encima de todos estos, el más importante, fue recibir la gracia de su conversión, casi a sus 60 años, de ser pastor de su pueblo pobre: “Con este Pueblo no cuesta ser buen pastor”, decía él, llevándole a correr su misma suerte. Su identificación fue tan grande que expresaba: “El Pueblo es mi pastor, mi profeta… Pastores somos todos porque ustedes son quienes me están guiando”. Dejando así a un lado todo tipo de privilegios y comodidades ofrecidas por los poderosos de su tiempo.

Romero como el profeta que fue no se libró de todo tipo de calumnias y acusaciones propias de su contexto, por su denuncia de las injusticias y posición de estar con los más pobres. La Iglesia no puede ser neutral cuando la Creación gime hasta el presente con dolores de parto (Rm 8, 18-23), tiene que estar siempre al lado de quienes más sufren. Seguramente haría suyas las palabras de su homólogo brasileño en el apostolado, Helder Camara: “Cuando alimenté a los pobres me llamaron santo; pero cuando pregunté por qué hay gente pobre me llamaron comunista”.

El reinado de Romero fue como el de Jesús, siguiendo sus pasos lo mataron, porque no era para los grandes poderes de este mundo. Habiendo hecha suya la causa de los pobres entregó su vida, muriendo por los suyos, por su pueblo. La vida de Mons. Romero es evangelio encarnado, hecho vida. Si el grano de trigo no cae a tierra y muere, queda solo; pero si muere da mucho fruto. (Jn 12, 24).

Este reconocimiento oficial de nuestra Iglesia Católica llega hoy para Mons. Romero, mañana será para Mons. Gerardi, Arlen Siu, Felipe y Mary Barreda, Joao Bosco, Ellacuría y compañeros… Como así para miles de peregrinos y peregrinas que entregaron su vida por un mundo más humano, más de Dios, de los empobrecidos y empobrecidas de nuestra historia. Ellacuría, quien también se encarnó en la patria chica de Romero, corriendo su misma suerte, tras su perpetrada muerte, afirmó lapidariamente: “Con Monseñor Romero Dios pasó por la historia”.

Que mi sangre sea semilla de libertad y señal de que la esperanza será pronto una realidad”. Querido Romero, escuchamos tus palabras como un eco en nuestro corazón que nos invita a seguir comprometiéndonos con tu causa, a seguir tus pasos. Desde que acabaron con tu vida el fruto de tu entrega no ha dejado de dar vida, y vida en abundancia (Jn 10, 10). Tus pies que caminaron por los maltrechos caminos de nuestro mundo, siguiendo los de Jesús, marcaron un camino lleno de esperanza y liberación. Hoy tus zapatos se quedan pequeños. Tu pueblo ya te hizo santo. Tu vida, ¿también  hoy no será una de las bellas flores de nuestra nueva primavera eclesial, en el permanente Pentecostés que estamos invitados, invitadas a vivir?

“El Reino está ya misteriosamente presente en nuestra tierra; cuando venga el Señor, se consumará su perfección. Esta es la esperanza que nos alienta a los cristianos. Sabemos que todo esfuerzo por mejorar una sociedad, sobre todo cuando está tan metida esa injusticia y el pecado, es un esfuerzo que Dios bendice, que Dios quiere, que Dios nos exige”.

(Palabras de la última homilía de Mons. Romero, instantes antes que entregara su vida).  (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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