Comentarios desactivados en ¿Experiencia de Dios… O experiencia de lo que somos?
Del blog de Enrique Martínez Lozano:
En algunos espacios donde nos conocemos más o vivimos más confianza, he compartido cómo sigo “experimentando” a Ana tras su fallecimiento, hace ya algo más de catorce meses. Al hilo de ello, hablando de la fe, una persona comentó que ella vivía la experiencia de Dios, sin importarle tanto las creencias. Y fue ahí donde surgió la cuestión que me parece importante clarificar: ¿es posible una experiencia, desnuda de creencias?
Tal como lo veo, solo tenemos acceso directo a la experiencia de lo que somos en profundidad. Eso que somos no podemos pensarlo ni nombrarlo, porque no es un objeto. Sin embargo, podemos percibirlo de una manera inmediata y autoevidente: es lo que queda cuando no ponemos pensamiento. De hecho, únicamente lo podemos conocer cuando lo somos. Antes de experimentarlo, es imposible conocerlo, ya que solo se conoce lo que se es. Y en ausencia de conocimiento, no habrá sino mapas mentales y creencias.
Pues bien, ese “Fondo”, que solo puede ser conocido cuando se experimenta, es único y compartido por todos los seres. Carece de forma y de nombre: de ahí que los místicos lo nombren en ocasiones como “Nada” -piénsese en las famosas “nadas” de Juan de la Cruz o de Miguel de Molinos-. Sin embargo, la mente puede proyectar un nombre sobre él y llamarlo Ser, Consciencia, Vida, Dios… Por lo que, al experimentarlo, la persona podrá decir: “he experimentado el ser, o la consciencia, o la vida, o Dios…”. En realidad, el nombre no es nada más que una proyección mental, de acuerdo al mundo representacional y afectivo de cada persona. Así se explica, por ejemplo, que una persona diga que vive una “experiencia” de Dios o una “experiencia”… de Ana. En ambos casos, la experiencia remite al mismo y único Fondo, a Eso que somos todos, por más que nuestra mente y nuestros afectos le otorguen nombres diferentes.
La trampa de deificar lo que es solo un nombre -un pensamiento que nombra a “Dios”-, supo verla con nitidez el Maestro Eckhart, uno de los más sublimes místicos de la tradición cristiana, distinguiendo “Deus” (Dios) de “Deitas” (Deidad). El primero es el dios pensado, a quien el creyente se dirige, ora, le habla… Tal dios es solo un constructo humano. Por el contrario, “Deitas” apunta al Fondo al que antes me refería, a aquello que somos en nuestra identidad profunda. No se trata ya de una divinidad separada, mucho menos antropomorfa, sino de lo realmente real, que trasciende tono nombre y todo concepto. No es extraño que, desde su propia experiencia de comprensión, el místico renano expresara: “Le pido a Dios que me libre de Dios”.
Así entendido, ese “Fondo” innombrable del que hablo, remite directamente al “Ser”, de Parménides, cuando, de manera tan simple como contundente, expresaba: “Todo lo que es, es” o “Solo hay Ser”. Remite igualmente a la “Consciencia” universal, como fuente, sustrato y contenido último de todo lo que es.
De Eso, innombrable, tenemos experiencia directa. Lo que ocurre es que, por razones cognitivas o afectivas, nuestra mente proyecta “Eso” en una persona particular o en un ser en el que se cree, y a partir de ahí afirmamos tener experiencia de esa persona (o de ese dios). Como decía, estamos experimentando lo único que es; los nombres vienen después.
Este fenómeno se constata con un simple dato: ¿por qué la Virgen María solo se aparece a personas católicas? La respuesta es sencilla: porque solo el “mapa” mental católico permite proyectar el Fondo último en esa imagen. Y lo mismo vale para replantear la fe en Jesús: ¿por qué los cristianos hablan de la “divinidad” de Jesús, entendida como una divinidad separada, cualitativamente distinta del resto de los humanos? Porque el “mapa” mental cristiano ha proyectado en Jesús aquel mismo y único Fondo.
¿A dónde conduce este planteamiento? A una constatación tan simple como revolucionaria: todos somos lo mismo desplegándose en formas diferentes. Dios (“Deus”), Jesús, María… o Ana: son formas concretas en la que se manifiesta lo único realmente real, aquello de lo que todo está hecho, aquello, por tanto, que constituye nuestra identidad. Ante este reconocimiento, cae cualquier comparación. Es innegable que en una persona concreta podemos apreciar cualidades notables, pero eso no niega que el fondo sea siempre el mismo. Se ve con claridad en la metáfora de las gotas de agua: una gota puede ser más grande o incluso más limpia que otra, pero todas ellas son la misma agua.
A partir de aquí, se abre el paso, de manera coherente y ajustada, a lo que ha venido en llamarse “paradigma posreligional o transteísta”. Cuando leo ciertos textos que se mueven en esa órbita, admiro su esfuerzo por actualizar creencias obsoletas, aunque sus reflexiones me producen una sensación de cansancio y de pereza, como si giraran en vano queriendo encontrar una salida a un callejón que no la tiene.
En concreto, desde mi punto de vista, me parece que esas reflexiones adolecen de dos problemas. Por un lado, parecen empeñarse en defender o sostener la creencia, como tratando de “modernizarla”. Ante ello, la pregunta es: ¿para qué tanto esfuerzo en “reinterpretar” la creencia cuando son las propias creencias las que han de ser superadas y trascendidas? Por otro, las percibo como discursos típicamente “mentales”, por lo que, ya de entrada, están condenados a la esterilidad. Lo que nace de la mente no podrá ir más allá del mundo de los objetos. Por lo que, aun queriendo replantear o “modernizar” aquellos contenidos, por más piruetas que quieran hacerse, no se conseguirá sino cambiar los nombres para quedar enredados en el mismo laberinto del que se pretendía salir. No niego que, en un momento determinado, esas relecturas ayuden a personas que se hallan en una situación determinada. Lo que afirmo es que son incapaces de alcanzar alguna salida real.
Siempre desde mi punto de vista, todos esos callejones sin salida únicamente pueden superarse desde la comprensión no-dual. Porque es esta comprensión la que lee ajustadamente la realidad como unidad-en-la-diferencia, por lo que podemos reconocer lo Uno -aquello que somos todos- en lo Múltiple -las diferencias en las que se despliega y expresa-.
Sin embargo, de manera sorprendente, tengo la sensación de que muchos de los autores que propugnan el paso a un “paradigma posreligional o transteísta” parecen “protegerse” de la no-dualidad, cuando no manifiestan prevenciones o incluso descalificaciones globales. El resultado es que se sigue manteniendo un discurso “mental”, que puede sonar más “moderno”, pero que no da el salto cualitativo que sería necesario para llegar a la meta que parecen proponerse.
Solo la comprensión no-dual permite trascender el paradigma religional, el mundo de las creencias y el propio teísmo. Porque nos sitúa, más allá de la mente, en el lugar donde cesan conceptos y palabras, por más que, en un segundo momento, los necesitemos, como “mapas”, para comunicarnos y comunicar lo que hemos vivido.
Comentarios desactivados en “Estar bien con Dios”, por Gema Juan OCD
De su blog Juntos Andemos:
Visitar a Juan de la Cruz es siempre un disfrute. Más allá de lo útil, que nunca falta en la cita, se da la dicha del encuentro con un hombre entero. Si fue recordado por quienes le trataron como alguien sumamente amable y afectuoso, todavía ahora, al escucharle en letra de molde, una impresión muy cálida cobija al que se acerca.
Juan de la Cruz se hace próximo y aproxima a lo profundo del ser y de la vida. A la bondad y a la luz. Acerca a Dios. Y, cerca de él, se aprende libertad.
Palabras graves y pequeños consejos, poemas inmensos junto a dichos y letrillas, densa teología, sabiduría y alguna regañina… En su arquilla, que eso parecen sus obras completas, hay multitud de cosas. No es que tenga de todo, es que con él se vislumbra el Todo.
No deja de ser impresionante que el mismo hombre que habla de la terrible profundidad que puede alcanzar la noche de los humanos y de la maravillosa hondura que tiene Dios en todas las personas, ese mismo hombre es capaz de resumir todo el itinerario de la fe, diciendo que se trata de «estar bien con Dios». Así de sencillo.
Eso escribía Juan, desde Segovia, a una doncella de un pueblecito de Ávila. Y con mucha suavidad, reconducía la conversación que llevaban entre manos, pacificándola e invitándola a ir hacia dentro. A conocerse y reconocerse ante Dios, a no gastarse en lo que no llena y a no vaciarse en lo que consume.
«Procure el rigor de su cuerpo con discreción» –apuntaba– nada de excesos externos, Juan era enemigo de toda exterioridad. En cambio, la animaba a la «mortificación y no querer hacer su voluntad y gusto en nada». Y eso –una vez más hay que recordarlo hablando de este santo– no tiene nada que ver con generarse fastidio a uno mismo sino, como él mismo aclara: todo se refiere a «la pasión del Señor» y eso quiere decir que, al igual que Jesús, cualquier renuncia está dirigida a unir la voluntad al Padre bueno y, por tanto, a cuidar de los demás.
Juan creía que los artificios violaban la sinceridad y, en su mayor parte, «el rigor» del tipo que sea, es búsqueda y alarde de sí. Mientras que no buscar la propia voluntad y gusto es, literalmente, preocuparse del bien de los demás, descentrarse del ego y poner delante la alegría y el bien de los otros.
A esta mujer, y en otros lugares de sus escritos, invita Juan a hacer hábito de la presencia de Dios, a acostumbrarse a encontrarle en cualquier circunstancia, para «estar bien con Él». Si a la doncella le recuerda que Dios siempre da gracia, es decir, siempre da su Espíritu para vivir, en otra ocasión dirá que «cuanto más se fuere habituando el alma en dejarse sosegar», en dejarse en las manos de Dios, más crecerá la «amorosa noticia» de Dios.
Y no solo eso. Estar bien con Dios siempre será estar bien con uno mismo: avanzar por el camino de la integración, de la sanación y la liberación. A la doncella le hablará de lograr «toda en todo» vivir en el amor. La unificación profunda. En otro escrito, hablará de «paz interior y quietud y descanso». Y la paz es siempre señal de plenitud.
Después, como si quisiera resumir el evangelio y ponerlo en las manos de todos, desgranando cómo se está bien con Dios, escribió un Dicho que decía:
«Andar a perder y que todos nos ganen es de ánimos valerosos, de pechos generosos; de corazones dadivosos es condición dar antes que recibir, hasta que vienen a darse a sí mismos, porque tienen por gran carga poseerse, que más gustan de ser poseídos y ajenos de sí, pues somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros».
Descubrir que «somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros» y que la infinita bondad es nuestra, nos hace generosos y nos lleva a sentir con el evangelio. Juan sabía que solo «el hilo del amor» descubre esa pertenencia y une a Dios. Por eso, confiaba a esa experiencia la salud del corazón y la transformación de la vida:
«Hace tal obra el amor después que le conocí que si hay bien o mal en mí todo lo hace de un sabor y al alma transforma en sí y así en su llama sabrosa la cual en mí estoy sintiendo apriesa sin quedar cosa, todo me voy consumiendo».
Eso es estar bien, dejarse ganar por el amor. Eso es estar bien con Dios, dejar que su amor consuma todo lo que no es Él.
Comentarios desactivados en 13/12/2024 Pregón-Vigilia de San Juan de la Cruz, desde Córdoba (Argentina)
Del blog de Xabier Pikaza:
Ayer publiqué una nota sobre la Ballena que tragó a Juan de la Cruz, en la Cárcel Calzada de la Iglesia imperial de Toledo donde estuvo encerrado mucho tiempo, como él escribe más tarde a una amiga monja. Logró salir como el profeta antiguo y se fue hacia Nínive/Andalucía, como Jonás, a proclamar su evangelio de libertad.
Hoy, vigilia de su fiesta, me han encargado su pregón las Hermanas del Convento antiguo de Córdoba de la Nueva Andalucía, como indica el programa (hora 19, Argentina; hora 23 España). El convento fue fundado y costeado por uno de los “cepedas”, sobrino/nieto de Santa Teresa, de aquellos que fueron a América para acallar hambre, sentar plaza y hacer fortuna.
Allí queda el convento, allí siguen las hermanas, creando espacio de oración y acogido. Así me acogieron un día, invitándome a su oración y a su mesa. Así me honran este año, invitándome a proclamar por zoom el pregón y vigilia de San Juan de la Cruz.
El tema será el mismo de la postal de ayer, con una semblanza tomad de mi Diccionario de Pensadores (en la portada va una imagen de Juan de la Cruz).
Felicidades a todos, en primer lugar a las hermanas/amigas del convento de Córdoba, buen día de fiesta de San Juan del Adviento (la Virgen preñada ya va de camino) para todos
| X. Pikaza
Juan de la Cruz(1542-1591).
Teólogo y místico católico , de la Orden del Carmen Descalzo. Nació entre Ávila y Salamanca y acompañó a Teresa de Jesús en la reforma del Carmelo, ocupando cargos de responsabilidad. Había estudiado humanidades en el Colegio de la Compañía de Jesús de Medina del Campo y Teología en la Universidad de Salamanca. Por su experiencia personal, expresada en una intensa obra poética y en comentarios de tipo teológico, es quizá el mayor poeta y testigo del amor cristiano en la tradición de occidente. En su vida y obra confluyen diversas tendencias.
Su pensamiento tiene un fondo bíblico judío, de manera que puede aparecer como un comentario al Cantar de los Cantares; algunos de sus elementos se inspiran en la tradición platónica, tal como ha sido recreada por los renacentistas italianos e hispanos de los siglos XV y XVI; pero, en un sentido escrito, es un contemplativo cristiano, alguien que ha traducido la experiencia de la encarnación y la pasión del Dios en Cristo en símbolos de amor.
En un sentido muy precisos, Juan de la Cruz (=SJC) es el mayor de todos los pensadores cristianos. Por eso quiero dedicarle cierta extensión (Juan de la Cruz: Fila 4, 2º por izda)
Vida y obra. Nace en 1542, Fontiveros (Avila) y queda pronto huérfano de padre. Su madre, tejedora de oficio, sin protección familiar ni dinero, busca trabajo en Arévalo (1548) y Medina del Campo (1551), rica ciudad de Castilla. Así conoce la estrechez y pobreza rigurosa de los pobres de su tiempo. Del 1559 al 1563 trabaja en el hospital de infecciosos (de enfermedades venéreas) de Medina, entrando así en contacto con la miseria y dureza de la vida. Al mismo tiempo cursa humanidades en el Colegio de la Compañía de Jesús, uno de los centros más prestigiosos de cultura humanista y literaria de su tiempo. Conoce a los clásicos latinos, se familiariza con la poesía renacentista.
El año 1963, ingresa en la Orden de los Carmelitas, en Medina (1963), con el nombre de Juan de San Matías. Estudia en la Universidad de Salamanca, donde es delegado de estudiantes, interesándose por la espiritualidad y teología bíblica más que por la escolástica. Abandona la Universidad sin acabar los estudios. Se ordena presbítero (1567) y encuentra a → Teresa de Jesús, aceptando su Reforma de la Orden del Carmen, para iniciar así la nueva rama de los Carmelitas Descalzo, el año1568, en Duruelo y Mancera, dos lugares apartados, junto a Peñaranda (Salamanca), siendo después maestro de novicios y rector en Alcalá de Henares.
De 1572 a 1577 es Confesor del Monasterio de la Encarnación de Ávila, donde Teresa de Jesús es superiora. Realiza una intensa función de maestro y director espiritual, especialmente de religiosas. El año 1577, acusado de falta de obediencia contra la Orden de los Carmelitas (Calzados) y contra la Iglesia, es recluido en una cárcel conventual de Toledo, de donde se evade a los ocho meses. Vive allí sus más hondas experiencias de amor en soledad y las recoge en sus poemas, especialmente en el Cántico Espiritual, que expresan su madurez personal y le permiten realizar su tarea de maestro de almas.
Se escapa de la cárcel y del año 1578 al 1590 ejerce, como Prior o Rector de los conventos de Jaén, Baeza, Granada y Segovia y como Definidor de los Descalzos, viajando por las dos castillas, Andalucía y Portugal. Comenta sus poemas y escribe tres libros de iniciación y dirección espiritual, que después indicaré.
Culminada básicamente su producción literaria en 1586, tras haber realizado una obra muy intensa de dirección espiritual y de organización de la Reforma del Carmelo, SJC cae en desgracia ante las nuevas autoridades de la Orden, siendo relegado por los superiores, que quieren apartarle de los centros de influjo, destinándole para la fundación de México. Pero no logra embarcar, pues muere antes en Úbeda (Jaén), el 14 de diciembre de 1591, a los 49 años, pidiendo que le lean en su lecho de muerte Cantar de los Cantares.
(comunidad del convento de Cepeda, Córdoba/Argentina, comunidad movida, comunidad amiga, que quiere compartir con vosotros la vigilia de San Juan de la Cruz).
Los libros de SJC nacieron de su experiencia personal y de su contacto con personas a quienes dirigía y, en general, aparecen como un comentario de sus versos. Había escrito y divulgado también otros poemas significativos, por su contenido teológico o espiritual (Romance de la Trinidad, El Pastorcico, La Fonte, Super Flumina Babylonis); pero sólo comentó por extenso tres de ellos, porque le parecían más significativos o porque así se lo pidieron las personas de su entorno:
a. La Subida y La Noche empiezan siendo comentarios paralelos de las ocho estrofas del poema En una noche oscura, / con ansias, en amores inflamada…
Pero en un caso y en otro, SJC olvida pronto los versos y escribe de hecho un tratado (en dos partes o dos libros) sobre el proceso de purificación de aquellos que quieren encontrar a Dios, esto es, ascender (ser elevados) hasta su presencia.
b. El Cántico Espiritual comenta las 39 (CA) o las 40 (CB) estrofas del poema del mismo nombre, donde SJC ofrece una versión nueva del Cantar de los Cantares de la Biblia, en la que se expresa como poeta y analista, creador y hermeneuta del amor enamorado. Siguen influyendo en esta obra las negaciones de Subida y Noche, pero ellas son ahora un presupuesto o medio. Lo que importa es el encuentro de amor.
c. La Llama de Amor Viva, que expone y comenta cuatro canciones que empiezan Oh llama de amor viva, / que tiernamente hieres…, es la obra teológicamente más honda de SJC y en ella muestra que al fin sólo importa y queda Dios, como fuego interior que consume y consuma la vida de los hombres. Desaparecen las restantes referencias: no hacen falta purificaciones ni caminos largos. El fuego de Dios lo llena todo.
Éstos son los libros. Parecen escritos al azar y, sin embargo, ofrecen una poderosa visión de conjunto de la experiencia de un hombre que ha descubierto y cultivado el amor de Dios en la experiencia del amor humano. SJC es poeta de ese amor. Pero, siendo poeta, es también hermeneuta: no sólo dice y despliega en amor su experiencia, sino que la interpreta, desde su visión del cristianismo (de la Biblia) y la cultura de su tiempo.
SJC vive en una época de crisis humana y religiosa, al interior de la gran aventura imperial y colonial de la corona española. Pero esa aventura no le importa, ni tampoco las luchas de católicos contra protestantes en Europa, ni la gloria externa de la Iglesia católica. Sólo le importa una cosa: que hombres y mujeres aprendan a querer a Dios y que se quieran.
Ciencia de amor: Dios y los hombres. Este SJC, cantor supremo del amor en occidente, fue un castellano del siglo XVI pero sus versos pueden comentarse desde la perspectiva más amplia de la cultura moderna, que más que amor ha buscado poder y dinero, poniendo de esa forma en riesgo la hondura y verdad de la existencia humana. SJC fue poeta y así expresó su amor en versos, como testigo de una experiencia intensa de iluminación y unidad afectiva que le vincula con una determinada tradición religiosa y antropológica (Cantar de los Cantares, neoplatonismo…). Pero, al mismo tiempo, fue un teórico (un teólogo) y escribió los comentaros a sus versos, situándolos también en el trasfondo de la filosofía y teología de su tiempo.
SJC ha evocado a Dios con experiencia y cantos de amor humano. No demuestra su existencia, ni define su esencia con argumentos. No razona ni arguye, hace algo previo y más hondo: avanza en el camino del amor, para cantarlo con palabra y melodía emocionada, ofreciendo a quienes quieran escucharle el más sincero y bello testimonio de su propio recorrido. Así proclama su amor a Dios con versos y razones de dos enamorados, que descubren y recrean el camino de la naturaleza y de la historia, como si en ellos y por ellos viniera a sustentarse (y se sustenta) el universo.
Mirados en una línea abstracta, en perspectiva de naturaleza, los dos amores (divino y humano) podrían separarse, de manera que lo atribuido a uno debería sustraerse al otro, conforme a una ley de oposiciones. Pero, en un plano concreto, de encuentro personal, los dos amores se identifican, de forma que no se puede hablar de dos realidades separadas, sino de un mismo y único despliegue afectivo, de un itinerario de búsqueda, entrega y comunión en Cristo, gran enamorado (Amado y Amante, según las perspectivas), que es el primer protagonista del Cántico.
Por eso, en su raíz, no existen dos amores sino un amor profundo donde se encuentran y vinculan (identifican) Dios y el hombre, sin dejar de ser distintos.
Siendo amor en sí, Dios integra y ama a los hombres en su mismo amor divino (paterno), por Jesús, el Cristo, a quien en esa perspectiva se suele llamar Hijo, siendo, al mismo tiempo, Amado.
Amando a Dios, su Realidad más honda, los hombres han de amarse unos a otros, de tal forma que compartan así la Realidad divina, en su misma comunicación y acogida personal (en el Espíritu divino). Jesús es “hombre y Dios al mismo tiempo”, una única persona, no por suma de elementos sino por unificación y encuentro enamorado.
Amor y vida humana.
SJC no ha sido un filósofo profesional, sino un testigo del amor humano, que se sitúa y nos sitúa en el comienzo de la modernidad, en el camino que va del Renacimiento a la Ilustración. Por eso podemos concederle un lugar entre los forjadores teóricos de esa modernidad (Descartes y Hegel, Kant y Nietzsche), que ha desembocado en el sistema de teoría y acción que hoy omina sobre el mundo.
SJC estuvo inmerso en una cultura y una época pasada, de la que nos sentimos, en parte, separados, pues vivió y murió antes de la gran revolución intelectual y social, que ha desembocado en nuestro sistema neo-liberal y capitalista. Pero, al mismo tiempo, él es nuestro contemporáneo, uno de esos hombres que han marcado y seguirán marcando nuestra historia por situarse en el cruce de los grandes caminos de la vida, allí donde empezaban a expresarse ya los rasgos de la modernidad racionalista, capaz de conquistar el mundo, pero huérfana de amor y comunión personal. En ese fondo emerge él, como testigo y portador de una experiencia universal, que se expresa en aquellos que, fundándose en Jesús, vinculan la mística de unión con Dios y el ejercicio del amor enamorado.
Fue un hombre des-mesurado en el sentido radical de la palabra, tanto en sus negaciones (por su rechazo de una racionalidad discursiva que pretende conocerlo y dominarlo todo) como en sus afirmaciones (por su búsqueda de amor ilimitado). Pero superando las medidas ordinarias, él ha podido revelarnos la más honda medida del amor cristiano, llevándonos más allá de una racionalidad discursiva y dominadora, instrumental y egoísta, que nos acabaría destruyendo, para situarnos ante el Dios de ls Vida que es amor.
Ciertamente, el camino enamorado del Cántico de SJC no es el producto de ningún proceso político o moral, ni siquiera religioso (en el plano institucional), sino una revelación originaria de la Realidad más honda, esto es, del mismo ser divino. En ese sentido decimos que pertenece al Ser originario, que es Salud-salvación, no al nivel de los entes objetivos, que pueden organizarse de un modo instrumental. Desde ese fondo empezaremos hablando de los dos niveles de ese amor salvador, que es intimidad con Dios y es comunión interhumana.
Dos amores, un Amor de fondo
Enamoramiento interhumano. El Cántico de amor se mueve básicamente en dos niveles o registros: a. el registro del amor humano entre dos enamorados; b. el nivel del amor enamorado del hombre (= alma) hacia Dios. Los dos planos se implican, como en la encarnación de Cristo, de tal manera que todo en ese amor es divino, siendo todo humano. El mismo proceso de enamoramiento de dos hombres presenta, según eso, un carácter mesiánico y escatológico, viniendo a presentarse como revelación de amor divino, principio fundador y meta de toda realidad.
Así hablamos de enamoramiento humano y de intimidad divina. Este es el principio de toda alternativa cristiana: sin amor de Dios y/o enamoramiento personal, hombres y mujeres corren el riesgo de volverse máquinas de un sistema de producción y consumo, destruyéndose a sí mismos. El amor humano de dos enamorados constituye el registro de base en el que se mueve el Cántico en cuanto poema, que asume y recrea de algún modo los cantos de amor de la historia de la humanidad (desde la perspectiva de occidente), tal como culminan de algún modo en el Cantar de los Cantares de la Biblia.
Comentarios desactivados en 13 XII 2024. Vigilia de Juan de la Cruz. Más desterrado estoy yo, solo por acá, después que me tragó aquella ballena
Del blog de Xabier Pikaza:
Así escribe Juan de la Cruz a su amiga Catalina, que anda triste y sola, lejos de Madre Teresa: “Consuélese conmigo, que más desterrado estoy yo, y solo por acá, pues después que me tragó aquella ballena y me vomitó en este extraño puerto; nunca más merecí verla ni a los santos de por allá. Dios lo hizo bien; pues, en fin, es lima el desamparo, y para gran luz el padecer tinieblas… Encomiéndeme a Dios. Yo no la quiero decir de por acá porque no tengo gana. De Baeza, y julio 6 de 1581. Su siervo en Cristo, Fray Juan de la Cruz. (Es para la Hermana Catalina de Jesús, carmelita descalza, donde estuviere)”.
Esta carta de Juan a su amiga Catalina se encuentra fácilmente en cualquier edición de Juan de la Cruz (Obras completas).
La reflexión y manifiesto de reforma de la Iglesia antigua y actual por amor, en la línea de Juan de la Cruz está tomada de Ejercicio de Amor, San Juan de la Cruz, San Pablo, Madrid 2017. Las imágenes son de esa obra y de las ruinas de la Cárcel/convento de Toledo, donde Juan de la Cruz escribió sus poemas de reforma de la iglesia y de la humanidad por amor, para la vigilia de su fiesta, este Adviento 2025.
| Xabier Pikaza
Una noche de Octava de la Virgen de Agosto (entre el 16-18. VIII. 1578), tras casi nueve meses de dura prisión en una cárcel-convento de Toledo, donde le habían llevado y enterrado desde Ávila (tras haberle secuestrado del 2 al 3 del XII de 1577), Juan de Yepes (a quien llamaremos San Juan de la Cruz: SJC), logró descerrajar las llaves de su encierro, abrir el ventanal del alto muro y descolgarse con riesgo y audacia hasta una calle baja de Toledo, junto al Tajo.
Le habían juzgado y condenado por rebelde, corría mucho riesgo su vida, y sintió el deber de conservarla y proclamar la historia de amor que allí había experimentado y fijado en bellísimas canciones, en contra de aquellos que le tenían condenado por opuesto al mandato de un tipo de Iglesia.
Salió a medio vestir, en la oscuridad ardiente de Toledo, y buscó el refugio delas carmelitas amigas, que primero le escondieron en la Iglesia, y luego hallaron la manera de ponerle a salvo, con amigos influyentes, de forma que pudo escapar de la ciudad donde le buscaba la policía toledana y encontrar asilo, trasladándose después a Andalucía.
Saltó de la altura sin nada, enfermo grave, con un hábito raído, pero llevaba en su memoria y corazón (y en un cuadernillo que al fin pudo escribir) el mayor de sus tesoros: Unos poemas de prisión y libertad, entre los que despuntaban treinta canciones de amor, en las que había condensado su más honda experiencia de vida, su visión del evangelio y su proyecto de reforma, como protesta contra la prisión donde habían querido enterrar el evangelio, su Cántico Espiritual, el más hondo poema de la Iglesia moderna[1].
Desde la cárcel de Toledo
Estrictamente, esas canciones no pueden tomarse como su autobiografía, pero condensaban, mejor que ningún posible texto de confesiones o memorias, el manantial de su experiencia y el proyecto de su nueva trayectoria en el “extraño puerto” de Andalucía donde le llevaron sus hermanos reformados. Así lo supieron las madres del convento de Toledo que le escucharon recitarlas (cantarlas) de forma emocionada, al acogerle con celoso secreto en su Iglesia, mientras reparaban sus vestidos y sus fuerzas, para que pudiera tomar el camino de Andalucía, bajo la protección de un amigo canónigo del Hospital de Toledo donde le llevaron primero para curarle a escondidas.
No había sido fácil mantener el ánimo y la vida en aquel penal, donde le habían juzgado, condenado y sepultado en secreto, los hermanos calzados de su Orden, con la aprobación (al menos tácita) de la jerarquía de la Iglesia, empezando por el Nuncio de Roma. Le culpaban de insolencia y desacato, de oposición a la autoridad y desobediencia a la Iglesia, en tiempos de fuerte crisis, cuando la unidad era más necesaria que nunca y los riesgos de falsas reformas se extendían por doquier, siguiendo el ejemplo protestante.
Sus adversarios no eran perversos ni injustos, tenían sus razones de orden y concordia en la sociedad cristiana, y así le instaron a volver a la “obediencia” religiosa, queriendo convencerle al principio con buenas razones, para que dejara la “reforma”, pues su ejemplo serviría para que también otros se reformaran (como sigue haciendo hoy falta, año 2025, con cárceles peores que aquellas) , de manera que se evitara el grave riesgo de escisión del Carmelo, con las consecuencias que ello podía implicar para la Iglesia. Ciertamente, estaba en juego un problema personal de Juan de Yepes, un “fraile” piadoso que desafiaba a sus pretendidos superiores con su libertad; pero en el fondo había también un problema eclesiástico y social, en un tiempo y país donde la Iglesia era un momento esencial del Estado.
En esa situación, Juan de Yepes se mantuvo fiel a su conciencia, rechazando y condenando el orden superior de una Iglesia oficial, representada por sus acusadores. Ciertamente, las cosas no estaban claras, ni siquiera en lo referente a la Madre Teresa de Jesús, inspiradora y promotora de la Reforma del Carmelo, a la que Juan de Yepes se había sumado. Mientras esa Reforma intra-católica fuera cosa de “mujeres”, monjas encerradas en conventos recogidos, sin influjo directo en la marcha de la Iglesia, se pensaba que no había peligro. Pero el peligro surgió y se extendió desde el momento en que Teresa logró que algunos varones como Juan de Yepes (hombre de letras, que había querido ser cartujo y aislarse del mundo), con estudios y conocimiento, presbíteros de la Iglesia asumieron la Reforma.
Hoy como entonces, la reforma de la Iglesia, que ha de barrer un tipo de cárcel toledana o vaticana, tiene que empezar por monjas valerosas como las de Teresa, y por hombrecillos (“medio hombre” le llamó Teresa) como Juan de la Cruz, capaces de crear y cantar canciones de amor y libertad (gocémonos, amado: Cántico 36)
Ése es el riesgo que veía la iglesia oficial toledana, dirigida por el nuncio vaticano, venido para organizar las cosas a su forma desde Roma. No se trataba del riesgo protestante, que parecía quedar lejos de España, sino de algo incluso más funesto y peligroso en el catolicismo: La Reforma iniciada en el Camelo por Teresa de Jesús, y asumida de un modo radical por Juan de Yepes, representaba una Protesta contra una Iglesia de grandes poderes y poco evangelio.
San Juan de la Cruz no tenía más autoridad ni poder que la palabra, la oración en libertad, y la tarea de la transformación personal. No tenía tercios, como los de Flandes o los del Milanesado y Nápoles, pero sus cantos de amor y libertad tenían más fuerza que todas las legiones de Roma.
Sin duda, Teresa de Jesús aprovechó sus influjos político-sociales, como mujer crecida en el seno de una burguesía influyente de “provincia”, pero con acceso a obispos y señores, e incluso al mismo rey Felipe II, y así pudo evitar la persecución directa, aunque debió pasar por tribulaciones y dificultades. Pero la situación era distinta para hombre menos influyentes en lo externo, como Juan de Yepes.
SJC provenía de una familia pobre (con parientes muertos literalmente de hambre: El hambre, la gran señora….), pero se hallaba dotado de inmensa sensibilidad e inteligencia. Había pasado muchas penurias, trabajando desde niño en hospitales y lugares de máxima miseria, pero, al mismo tiempo, había estudiado en los centros escolares más prestigiosos de su tiempo (jesuitas de Medina de Campo, Universidad de Salamanca). Profesó en la Orden del Carmelo y luego y, ordenado sacerdote, quiso entrar cartujo, para entregarse en soledad a la contemplación, fuera de los muros de opresión de un mundo que él había conocido bien, en el mercado de Medina (gran centro de comercio) y en la Universidad de Salamanca (centro de cultura universal).
Pero Teresa de Jesús le buscó en Medina, y le instó a dejar la idea de cartujo, asumiendo en vez de ello la Reforma que ella buscaba, para él y para otros, desde el mismo interior del Carmelo, en pobreza radical, en encuentro con Jesús, desde las márgenes del mundo. Eran y siguieron siendo muy distintos. Teresa era mujer de más mundo, y buscaba un Carmelo abierto a las corrientes sociales de su tiempo; SJC era en el fondo un ermitaño de amor, un hombre de pobreza interior y exterior, y así nunca dejó de ser un eremita.
Ciertamente, Teresa, que le necesitaba para su Carmelo, no quiso que él dirigiera oficialmente la Reforma, pues confiaba para ello en otras personas (en especial en el P. J. Gracián). Pero valoraba su experiencia de Dios y su sabiduría, y le juzgaba necesario para la Reforma, por el testimonio de su vida y sus dotes de educador. Y así fue como SJC vino a ser la figura más representativa del Carmelo Reformado (1968-1977), en la soledad de Duruelo y Mancera (entre Salamanca y Ávila) y, sobre todo, en la ciudad universitaria de Alcalá de Henares, donde siguió en contacto con la mejor cultura de su tiempo.
De un modo consecuente, en un momento clave, cuando a Teresa de Jesús le nombraron priora del gran convento “calzado” de la Encarnación de Ávila, donde había iniciado la vida religiosa y planeado su Reforma, ella misma quiso y logró que SJC fuera confesor y director espiritual de aquel convento, cosa que fue, desde 1572 hasta 1577, en que le llevaron preso. La Reforma no había logrado estabilizarse todavía, no se podía prever su resultado, si quedaría como un simple cambio espiritual en algunos conventos de mujeres, o si crearía un nuevo movimiento de vida en la Iglesia (es decir, en la sociedad).
El resultado dependía de Teresa de Jesús y de algunos reformados como SJC, pero también de sus opositores, entre ellos bastantes carmelitas calzados, que no aceptaban la “aventura” reformista, y otros eclesiásticos con poder e influjo social, empezando por nuncios romanos poco propensos a los cambios. En ese contexto, a lo largo de cinco largos años, SJC vivió bastante cerca de Teresa, en la etapas que ella estuvo en la Encarnación, asumiendo la tarea de escuchar y despertar, convertir, moderar y animar a más de cien religiosas de todas las clases sociales (señoras, mujeres libres, criadas…) en aquel gran convento, que Teresa de Jesús quiso y no pudo ganar para su reforma [2].
Fue una gran labor, un contacto directo con la realidad, es decir, con la vida concreta de varias docenas de mujeres que eran monjas por vocación espiritual, pero también por presión social y por necesidad. Fue un experimento de aquello que pudo haber sido y no fue la reforma de conjunto de la Orden del Carmelo, sin la creación de una rama distinta de carmelitas, con lo que eso suponía de rechazo (y en el fondo de condena) de los carmelitas antiguos (=calzados). Podríamos decir que su obra de confesor y reformador de carmelitas de la Encarnación no triunfó en lo externo, pero aquellos años marcaron su vida y le hicieron hombre de experiencia de amor, compañero, amigo y director de mujeres que optaban por asumir y recorrer en libertad un camino de iniciación/purificación en el amor, en la línea de lo que dirán sus Canciones. Allí descubrió en principio en sentido y las implicaciones de una Reforma expresada como Ejercicio de Amor, concretado de un modo especial en mujeres.
Reforma incierta, juicio obscuro
Quizá no era mucho lo que SJC pudo hacer externamente, pero tuvo una gran repercusión y significó un peligro para los que no aceptaban ese tipo de reforma del Carmelo. Por eso, los adversarios de la Reforma decidieron apartarle del camino, con un golpe de efecto, raptándole en secreto y llevándole preso (también en secreto, y conforme al Derecho “cristiano” y de la Vida Religiosa de aquel tiempo) a la cárcel conventual de Toledo donde quisieron que renunciara a la Reforma y aceptara la autoridad establecida del Carmelo Calzado, primero con argumentos de ley, después con halagos y finalmente con amenazas.
No era fácil optar sin más, desde la Ley oficial de la Iglesia (y desde la política religiosa de Felipe II en España), por la Reforma del Carmelo. Había muchos cabos sueltos, de manera que no podemos condenar sin más a los que encarcelaron a Juan de la Cruz.
En conjunto, ellos tenían sus razones, pero la forma de imponerlas nos parece hoy (2017) no sólo excesiva, cruel, nada cristiana y contraproducente, sino poco sensata, pues no sabían con quien se habían enfrentado, Juan de Yepes, ¡un hombre débil, pero capaz de mantenerse firme en medios de la persecución, precisamente por conciencia, porque sabía ya que el amor está por encima de toda ley, como iré poniendo de relieve en el comentario a las sus canciones de amor. Éste era el contexto:
En la Orden del Carmen se habían agravado las tensiones jurisdiccionales entre carmelitas calzados (la Orden antigua, oficial) y descalzos (los de Santa Teresa). Los primeros, decididos a evitar la separación de un grupo cada vez más nutrido de frailes, fueron impulsados por la curia romana y el papa; los segundos, seguidores de la regla primitiva no mitigada y ávidos de rigor, fueron apoyados por Felipe II, promotor de una reforma «a la hispana», rápida y radical. En 1575, el capítulo general de los carmelitas, reunido en Piacenza, determinó enviar un visitador de la orden para calzados y descalzos, el P. Jerónimo Tostado, con el objetivo de suprimir los conventos fundados sin licencia del General de la Orden [3].
No era fácil decidir en aquellas circunstancias, ni justificar sin más una reforma que parecía oponerse al orden establecido, y así eran muchos (quizá mayoría) los que empezaron respaldando a la autoridad oficial de la Orden, representada por los Calzados del gran convento de Toledo, a pesar de lo que diga con su habitual retórica la Madre Teresa en una carta en la que escribe al mismo rey Felipe II, intercediendo por Juan de la Cruz, y añadiendo que preferiría que hubiera caído en manos de moros más que de religiosos calzados [4].
Los que encarcelaron a SJC tenían sus razones que, posiblemente, en sentido jurídico, eran tan válidas como las razones de los reformados, al menos en eso momento, en el año 1577-1578. ¿Quién era aquel frágil y aún joven religioso, de 37 años, con aires de espiritual, para oponerse a la autoridad de la Iglesia establecida? ¿Qué sentido tenía buscar una Reforma, centrada especialmente en mujeres a las que él educaba para que desplegaran su vida en libertad interior y autonomía de amor, con riesgo de romper el orden establecido?
Parecía claro que debía mantenerse la tradición y la autoridad de las instituciones, al servicio de la Iglesia, con monjas sumisas a la jerarquía. La opción de SJC (con la Madre Teresa) aparecía ante muchos como una aventura poco realista, quizá como un oportunismo, un riesgo en contra de la verdadera libertad que se mantiene en el orden de la Iglesia, en un momento de autoridades cruzadas (la de Felipe II y la de Roma).
En principio, los que optaron por el Carmen Calzado, con su autoridad sobre la Reforma, venían con la autoridad de un Capítulo General (celebrado en Piacenza (1975) y con el apoyo de F. Sega, Nuncio del Papa en España (1577-1581). Por eso, los que juzgaron a SJC estaban en “derecho” para hacerlo.
Ellos, los jueces de SJC en Toledo (empezando por el P. Jerónimo Tostado, que fue el Visitador enviado por el Capítulo de Piacenza, para calzados y descalzos) no pueden tomarse como “terroristas”, sino al contrario, eran hombres de ley. Ciertamente, utilizaron métodos de nocturnidad y ocultamiento, con prisión conventual, que hoy nos parecen contrarios a Derecho; pero eran los que entonces se empleaban en la Iglesia, y mucho más en los tribunales de la Inquisición.
No estamos, pues, ante una historia de buenos y malos, como si los descalzos (y en especial SJC) fueran buenos y los calzados malos. No se trata de bondad o maldad moral, de personas concretas, sino de estructuras de Iglesia, y, en esa línea, la forma de actuar de los calzados en Toledo fue la que entonces se empleaba, en la sociedad civil y en la Iglesia. No estamos, según eso, ante el conflicto de unos jueces perversos (calzados de Toledo), contra un pobre indefenso (SJC), sino ante un juicio normal de autoridad de la Iglesia.
Es evidente que entre los ochenta carmelitas calzados del Carmen de Toledo había muchos moralmente intachables y santos en sentido legal, fieles a su conciencia, cumplidores de órdenes. Ellos tenían sin duda sus razones (aunque muchos pudieran sentirse molestos ante la forma de tratar a SJC, entre ellos el “carcelero” final que tácitamente le ayudó a fugarse). Lógicamente, sus raptores se juzgaban moral y religiosamente justificados para actuar como hicieron, en defensa de la Orden, de la paz social y la Iglesia.
Por eso empezaron proponiendo a SJC que se retractara, que hiciera lo justo, volviendo al Carmelo establecido. Es normal que le ofrecieran una recompensa si lo hacía: Tendría lugar y ocasión para ser santo en el viejo Carmelo, siguiendo sus estudios, ocupando cargos de importancia y manteniendo la obediencia debida, dentro de la Iglesia, sin escándalos ni divisiones.
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Del blog de Xabier Pikaza:
He comentado ayer el evangelio del primer domingo de Adviento, tomado de Lucas. Pero el verdadero comienzo de adviento para los cristianos sigue siendo Moisés, con la revelación de Dios como Yahvé (el que nos hace ser) , retomando el camino del Éxodo, gran Salida, la marcha que nos lleva a la tierra prometida.
Toma el libro del Éxodo, si te parece. Vuelve al Dios de Moisés, con las reflexiones que ofrezco a continuación. Pero no olvides que tú mismo eres Moisés, si quieres hacer el camino de Adviento de Dios. Mi reflexión puede acompañarte. Lo importante es la posada
| Xabier Pikaza
Los vecinos de Israel y muchos judíos adoraban a Dios como Baal, Señor Toro, y le unían a la Ashera, Gran Madre. Ese Dios Toro podía engendrar y luchar y vencer, pero no podía amar ni cuidar a los hombres y mujeres. Era signo del sexo fecundo y la riqueza (oro), como indica el texto central de Ex 32, que le contrapone a Yahvé. Muchos judíos preferían al Dios-Toro, según la confesión del Sumo Sacerdote Aarón, hermano de Moisés, que decía: «Éste es tu Dios, Israel, que te sacó de Egipto» (Ex 32, 4). Ése Toro/Dios importante, como sabían otros pueblos antiguos (que adoraban a Indra y Zeus, Baal y Hadad etc.), pero no podía dialogar con los hombres, ni enseñarles un camino de vida, ni darles una ley social, ni amarles.
Superando ese nivel del Dios-Toro, los creadores de la nueva religión israelita han interpretado a Dios como Persona y Presencia salvadora, alguien que puede hablar con los hombres, y enseñarles a vivir como con una Ley, sin imágenes sagradas ni signos sexuales divinos. Los responsables de esa revolución de Dios han sido los profetas del VIII al V a.C. y su influjo ha quedado reflejado en los textos fundamentales del Pentateuco, que le presentan como Yahvé, Aquel que Es.
Dios sin imagen (Ex 20, 2-6).Ese Dios Yahvé no es macho ni hembra, ni cielo ni tierra, nada que podamos conocer o ignorar, sino Amigo y Protector supremos de los hombres, Aquel que es por sí mismo, sin que nosotros podamos manejarle. Por eso, la Biblia prohíbe poner a su lado a otros dioses o representarle con signos del mundo y rechaza las imágenes sagradas (de madera o bronce) y las representaciones políticas (reyes sagrados):
Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saque de Egipto, de la esclavitud.
No tendrás otros dioses frente a mí.
No te harás ídolos, imagen alguna
de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o debajo de la tierra. (Ex 20, 2-6).
Es un Dios celoso de su identidad, Yahvé, el Señor, sin esposa sin hijos, sin hermanos ni compañeros, por encima de todo lo que puede hacerse, decirse o pensarse. Es Dios invisible y no puede compararse con ninguna realidad del mundo (cielo, tierra, infierno). Y sin embargo es fuente de amor, de presencia liberadora, de responsabilidad humana, en línea de libertad. Así dice Moisés a los israelitas:
No os pervirtáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna,
efigie de varón o hembra, imagen de animales terrestres, imagen de aves que vuelan por el aire…de peces que nadan por el agua, debajo la tierra….
Porque Yahvé, tu Dios, los ha repartido entre todos los pueblos.
Pero a vosotros os ha tomado Yahvé de la mano
y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto,
para que seáis el pueblo de su heredad (Dt 4, 11-20).
Ésta es la palabra clave: “No os hagáis imagen de varón ni hembra, de padre o madre, de lo masculino o femenino…” Estrictamente hablando, los israelitas deben superar todos los signos humanos de Dios, de manera que no pueden llamarle ni siquiera padre… Sin embargo, paradójicamente, este Dios sin imagen aparece como alguien muy amigo, muy cercano, pues la Biblia sabe desde el principio que él les ha creado a su imagen y semejanza (cf. Gen 1, 28), ocupándose en especial de los oprimidos de Egipto, a quienes ama y libera de un modo eficaz:
‒ Yahvé es trascendente, supera todo límite cósmico y social, de manera que no podemos llamarle ni siquiera Padre, pues al hacerlo le identificaríamos con un tipo de función humana. Dios desborda, al mismo tiempo, todo poder impositivo, representado por el Faraón y el sistema de Egipto (¡horno de hierro!).No se impone con autoridad, pero abre para los oprimidos un camino de libertad. No se confunde con nada, está más allá de todo lo que conocemos y desconocemos, pero nos impulsa a vivir.
‒ Yahvé es creador, un Dios cercano, y así ofrece a los hombres su “palabra” (mandamientos), de forma que ellos puedan vivir en libertad y justicia sobre el mundo. Él se revela por encima de los grandes poderes del cosmos (nube, oscuridad y fuego; cf. Ex 19), sin que podamos verle, siendo, al mismo tiempo, totalmente cercano a nosotros. No le vemos, pero podemos escuchar su Palabra, acoger sus mandamientos y cumplirlos, sabiendo que él cuida de nosotros, pues somos su tesoro (es decir, su heredad).
Ésta formulación tiene grandes consecuencias sociales y políticas: Los israelitas han interpretado la estructura y práctica religiosa de los pueblos vecinos (egipcios, babilonios, cananeos) como idolatría (adoración de poderes cósmicos) y como sometimiento social y político (el Dios falso avala y ratifica la opresión de Egipto y de los cananeos). Sólo rechazando el paganismo y descubriendo a Dios como liberador de los oprimidos, los israelitas han podido descubrir la verdad de Dios como fuente e impulso de todo lo que existe.
Dios amor. Shema (Dt 6, 4-5).Dios no es padre ni madre, ni tiene figura, de forma que no le vemos, pero nos habla; no tiene rostro, pero nos acompaña. No se confunde con nada, y sin embargo crea todo, desde su trascendencia personal. ¿Cómo podremos representarle? Éstos son los momentos de su historia, vinculada de un modo especial con su Pueblo Israel:
‒ Yahvé, Dios del Éxodo: nos libera del pasado de opresión y nos hace dueños de nuestra propia vida. Algunos antepasados de Israel, queriendo superar la esclavitud de Egipto, sintieron la ayuda protectora de Dios en el Mar Rojo. Desde entonces, su forma de entender la historia estuvo vinculada a esa experiencia: Dios es mano poderosa que libera a los oprimidos, es voz de gracia y libertad que convoca a los hebreos (esclavos, expulsados de un sistema imperial, pobres de toda raza y lengua), abriendo para ellos un camino de vida. Así lo siguen celebrando todavía judíos y cristianos en su fiesta pascual, con Moisés y Jesús (cf. Ex 1-15).
‒ Dios, Promesa de Vida: así impulsa a los hombres abriendo para ellos un futuro. Les libera de la esclavitud cósmica (por hermosa que ella sea), de la repetición cíclica del tiempo y de la vida, instaurando para ellos un camino personal (humano) de fidelidad y de esperanza. Él es poder de vida que, venciendo las limitaciones del miedo y de la muerte, la esclavitud social y la violencia cósmica, abre a los creyentes un futuro de existencia liberada. Así aparece en la Biblia desde Gen 12, con Abraham).
‒ Dios es Alianza, se une con los hombres como amigo, estableciendo con los suyos un contrato o compromiso de fidelidad mutua en amor, como persona con persona: no es un poder cósmico (un toro fuerte, con gran sexo y mucho oro),sino el Viviente Amigo: Aquel que sostiene y garantiza la vida de los hombres y mujeres de Israel, que así aparece como pueblo de la alianza, que mantiene con Dios un diálogo incesante, de libertad a libertad, de persona a persona, a lo largo del Éxodo (cf. Ex 19-34) y del Deuteronomio
La visión de Dios que aparece en estas tradiciones es fruto de un proceso teológico (y vital), es el resultado de un camino que los israelitas fueron descubriendo y recorriendo en una marcha religiosa (histórica y social) llena de riesgo y tensiones, a lo largo de siglos (del XII al V-IV a.C). Desde ese fondo se pueden precisar sus rasgos más significativos:
‒ Yahvé es trascendente (está siempre más allá). No es la vida del cosmos, ni lo más alto del mundo, ni su totalidad. No es cielo estrellado ni la extensión de la tierra ni los mares. No es el todo, ni una zona especial dentro del todo. Tampoco es poder político, ni principio de estabilidad de los imperios de la tierra, sino el Infinito, Trascendente; existe por sí mismo, más allá de todo. Cambian y mudan las cosas que conocemos: todas se mantienen en constante movimiento de unión y separación, de nacimiento y de muerte, pero él está siempre como amor, cerca de su pueblo.
‒ Es Dios del pueblo y libremente ha querido vincularse a Israel, a través de la “historia” ya citada (de Éxodo, Promesa y Alianza). En ese sentido, utilizando una palabra que es propia de la tradición teológica posterior, podemos afirmar que (siendo trascendente) Dios se ha hecho “inmanente” (se ha introducido) en la historia del pueblo. Más aún, siendo “eterno” (inmutable), él se ha hecho tiempo (mudable) para compartir la vida de los hombre. En este sentido podemos afirmar que él es Padre (protector, amigo) del pueblo.
En esa línea, los israelitas más fieles a la alianza saben que Dios no es padre ni madre, esposo ni esposa, hijo ni hermano, en sentido biológico, sino en sentido vital y personal mucho más hondo. Dios actúa como Padre y Amigo, porque es amor vivo y efusivo y porque actúa de esa forma, de un modo personal (amoroso) en nuestra vida. No le conocemos, y sin embargo sabemos que nos ama. No necesita nada de nosotros, y sin embargo quiere que le amemos. Así lo muestra la gran Confesión de Fe de Israel, llamada “shema” (escucha):
Amar a Dios, amar a los hombres. Dios No tiene figura, y no le podemos ver, pero nos habla. Carece de imagen material, pero nosotros somos su imagen, su presencia en el mundo y así acompaña. No se confunde con nada, y sin embargo está en todo y mantiene en su ser todo, desde su trascendencia (sin hacerse una cosa más entre las cosas). No conocemos su rostro, pero sabemos que nos ama y pide nuestro amor, estando así presente en cada uno de los hombres y mujeres que encontramos en la vida en camino de amor, siendo su imagen (cf. Gen 1, 27-28). No necesita nada de nosotros, pero quiere que le respondamos. Es trascendente y, sin embargo, es el más cercano, aliado en amor:
Escucha, Israel: Yahvé, nuestro Dios, es Yahvé Uno.
Amarás a Yahvé, tu Dios,
con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
Estas palabras que yo te mando estarán en tu corazón.
Las repetirás a tus hijos y las dirás sentado en casa o haciendo camino,
cuando te acuestes y cuando te levantes (Dt 6, 4-7).
La Biblia sabe que hay otros amores (de padre o madre, hijo o hermano, amigo o compañero), pero descubre y proclama como principio de todos el amor originario de Dios, Gran Amado, que pone en movimiento la vida de los hombres con su mandamiento primero: Amarás a Yahvé, tu Dios… Ésta es la palabra creadora del cielo y de la tierra: “Amarás”, es decir “amadme, quiero ser amado, en mi amor encontraréis vuestro camino”.
Ese amor que Dios reclama queriendo ser Amado despierta a los seres humanos, les hace carne de amor, les pone en camino, y así en camino seguimos desde los primeros “limos iníciales”. Esta es la tarea de Dios, este su oficio: Atraernos con amor, impulsarnos y darnos compañía, de manera que en él y por él vivamos, nos movamos y seamos (Discurso de Atenas: Hechos 17). Amarle con todo el corazón, con toda el alma… significa escuchar su llamada, acogiendo su presencia, respondiendo a su llamada, de persona a persona. Respuesta al amor de Dios, eso es la vida de los hombres. Este pasaje, convertido en centro de la experiencia israelita (shema), incluye dos artículos: Dios Amado, los hombres como amantes.
(1) Dios amado, fondo y meta de vida de los hombres, más allá de todo lo sabido e ignorado. Conforme a la Biblia judía, él, se vincula de un modo especial con los israelitas (y por medio de ellos con todos los hombres y mujeres del mundo) diciéndoles “amadme”. Es como si él dependiera en un sentido muy hondo del amor y la respuesta de los seres humanos. No es solamente el que ama, como indica la tradición profética, sino también el que quiere ser amado, no por carencia o deficiencia, sino por plenitud suprema.
(2) Israel, pueblo Adviento, expresión de la venida de Dios en el mundo, en su vertiente judía (que es muy importante, no la única) ha escogido para hacerse presente, diciéndole “amarás…” (=amadme), desde su transcendencia, confiándole así una misión de amor y fidelidad entre todas las naciones, como si fuera su esposa querida, no en un pleno de hierogamia sexual cerrada en sí misma, sino de identidad abierta y y comunión comunicativa (y al al servicio de) todos los pueblos de la tierra[1].(cf. Eclo 17, 14-17) Éste es el primer mandamiento, y, en el fondo, el único: Dios, como trascendencia absoluta de amor quiere que le amemos, como si su esencia dependiera del amor que nosotros le damos, como espejo donde su luz se refleja Dios es para ser amado; existe en sí mismo existiendo en aquellos que le aman, es decir, que se aman entre sí, pues, como Jesús, el amor a Dios se expresa y despliega en el amor entre los seres humanos, que entre sí prójimos (cercanos, en la vida y camino: cf. Mc 12, 28-32).
Comentarios desactivados en Orar con San Juan de la Cruz
Del blog Amigos de Thomas Merton:
1. San Juan de la Cruz fue un hombre de oración; bebió del espíritu de su tiempo, y conoció las formas, devociones y estilos de su época y de su Iglesia. Oró como pueblo (familia pobre), como estudiante, religioso y sacerdote. Recibió el influjo de los maestros de su tiempo, y de la corriente espiritual que promovía la oración y la interioridad.
2. Como religioso y sacerdote desarrolló indudablemente una pastoral de la oración y la vida espiritual entre los suyos, acompañando y animando para una práctica cristiana más profunda, como así lo cuentan muchos testigos.
3. En sus escritos nos dejó algunas oraciones (Ej: la oración del alma enamorada), sin embargo, en sus libros no nos ha dejado un magisterio explícito acerca de la oración, como sí es el caso de Teresa de Jesús.
4. Más que de oración (formas, métodos, etc.), a Juan le interesa la persona que ora, como prepararla y disponerla, entender por qué es posible y necesario orar.
5. Podemos orar porque Dios ha tomado la iniciativa, se ha querido dar a nosotros en Cristo, abriendo la posibilidad de entrar en relación con él. Al hacerlo realizamos nuestra verdadera vocación. Por eso el santo invita a considerar e imitar a Cristo, en quien Dios ha hablado de forma definitiva. Luego, las virtudes teologales son el camino, y la meta es la Unión.
6. La unión del alma con Dios es el tema central de la doctrina sanjuanista (unión que implica transformación; es un movimiento existencial). Dios se esconde en lo más profundo de nosotros, del otro, de la historia, de la creación. Al salir a buscarlo, con la gracia recibida, se desencadena un dinamismo espiritual que va de la cruz a la resurrección.
7. Necesitamos hacer espacio para Dios en nosotros (propuesta ascética: negar, vaciar de todo lo que no es Dios), y el mismo Dios va creando ese espacio en nosotros. A ese proceso Juan le llama Noche. Nuestras carencias nos permiten caer en la cuenta de nuestra verdadera dignidad, porque únicamente Dios puede satisfacer el anhelo que nos pone en camino.
8. Más que orar, Juan, como Teresa, habla de “ser oración”. Vivir las virtudes teologales (fe, esperanza y caridad), que son al mismo tiempo don de Dios y respuesta nuestra a él. Vivir y orar en cristiano es creer, esperar y amar, en un proceso que es al mismo tiempo purificación y transformación (restar y sumar).
9. Juan nos invita a dejar incluso lo que es bueno (todo lo que no es Dios, incluso las cosas de Dios, sus bienes) para mirar e ir más lejos; para alcanzar el Todo, en el que reencontramos lo que dejamos y mucho más.
10. Es siempre camino y meta de amor (Dios como presencia amorosa), por eso el lenguaje que Juan usa es lenguaje amoroso también (Amado, esposa, unión). Presenta el amor como categoría fundamental de la vida cristiana. Orar es amar.
11. El culmen de la vida teologal está, para Juan de la Cruz, en la contemplación, simplificando toda la vida de oración y el contacto con la Palabra de Dios. Toda la existencia del orante es una “noticia sencilla amorosa” totalizante, que lleva a la comunión con Dios, que se le descubre en toda la realidad humana.
12. En resumen: partimos de una llamada, de un anhelo (Dios llama, va delante siempre), para adentrarnos en un camino, búsqueda, esfuerzo, subida, que pasa por la noche (donde a pesar de todo la Fuente no deja de manar, hasta que amanece con una Llama ardiente en el interior de la persona que ya es una nueva creatura en Cristo, para Dios.
13. También podemos hablar de cuatro momentos (Ian Mathew): el don (Dios), hacer espacio (vacío positivo), dejarse sanar (noche sanadora), pleno encuentro (unión amorosa).
14. La oración como actitud teologal contemplativa crea una síntesis vital entre el amor a Dios y el amor al prójimo, y es fuertemente liberadora e integradora. Que mejor modo de expresar la experiencia orante a la que nos convoca y en la que nos introduce Juan de la Cruz, que sus propios versos: “Quedéme y olvidéme, el rostro recliné sobre el Amado, cesó todo y dejéme, dejando mi cuidado, entre las azucenas olvidado”.
Comentarios desactivados en “Una visita de alto riesgo”, por Dolores Aleixandre
De su blog Un grano de mostaza:
Hay necesidades que se esconden como las raposillas del Cantar
Acompaño a una hermana polaca de paso en España, visitamos en Segovia la tumba de san Juan de la Cruz y leo en una vitrina una carta del santo dirigida a Doña Juana de Pedraza: “Nunca mejor estuvo que ahora, porque nunca estuvo tan humilde ni tan sujeta”.
La afirmación me descoloca por lo firme y lo rotunda y mi sistema defensivo se pone en pie de guerra: ¿Cómo es eso de “estar mejor” estando “sujeta”? ¿No procede de una teología medieval y dolorista ya superada? ¿No estamos creados para ser libres? Hasta ganas me dan de escuchar otra vez a Nino Bravo cantando aquello de “Libreeeee, como el sol cuando amanece yo soy libre…”
Menos mal que, seguramente por inspiración del santo, dedico un tiempo a dar vueltas a lo de “estar sujeta” y en otra carta suya leo esto: “Y sepan que no tendrán ni sentirán más necesidades que a las que quisieren sujetar el corazón”. Eso me lleva a reconocer a regañadientes que casi siempre soy yo misma la que se amarra y sujeta a esas necesidades y, presuponiendo que no me pasa a mí sola, invito a salir de sus madrigueras a algunas de esas necesidades que se esconden como las raposillas del Cantar para poder ponerles nombre:
– la necesidad de permanecer en un habitat diseñado y acondicionado por nosotros mismos – esta comunidad, este trabajo, este clima, este médico…-, que nos sujeta a un futuro de momias disecadas
– la necesidad de reconocimiento, palmaditas y medallas que nos sujeta a la barra de un caballito de verbena que sube y baja al compás de la música
– la necesidad de vivir recordando viejas glorias de un pasado en que éramos tantos y tan jóvenes y con tantas obras, que nos sujeta a un pedestal de estatua del Museo de Cera…
Saldrían muchas más, pero quizá baste esta sentencia final de la carta para dejarnos rendida el alma y con ganas de otra libertad: “El pobre de espíritu en las menguas está más constante y alegre (…) no queriendo sujetar nada para sí y perdiendo cuidados por poder arder más en amor.”
Si a alguien se le ocurre visitar la tumba del santo en Segovia, ya sabe a lo que se expone.
Comentarios desactivados en Pozo blanco del amor del hortelano. En memoria de S. Juan de la Cruz) (I-IV)
Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:
Pozo blanco del amor del hortelano
(En memoria de S. Juan de la Cruz) (I-IV)
Pozo blanco del hortelano divino (I)
Descanso de amores ya cumplidos
Terminada la tarea, y comenzando ya el reposo bien merecido
El hortelano te ofrece sus amores,
De todos sus jugos que embriagan y no dan amargura.
De flores olorosas, fragancias divinas
De rosas sin espinas, De mieles que saben al amado.
Amores que no hechizan,
Dardos que van directamente al corazón
Amor que hiere de amor, sin heridas que desangran,
Sin marcas ni cicatrices siendo corazón amado.
Fundiéndose en el Sol del amado,
Y ya habiendo entregado tu corazón partido
Ahora lo recibido será el corazón del amado
Cantos que se hacen amores,
De lenguas varias y con muchos sentidos.
Sentidos que se hacen divinos, de corazón, con mucho amor.
Alma que toda se trastoca,
Llorando el corazón de los sentidos que la razón no alcanza
Y volando tan alto, tan alto,
Que nada puede hacer y solo dejarse hacer
Ya no hay miedo, Ya no hay muerte
No es muerte porque es vida muy sentida,
Que rompe todos los sentidos,
De esta vida y sabe que eso es la Vida.
Ya no hay miedo, y de miedo nadie muere
Y en el miedo no está la Vida
Es Vida que es más grande que el miedo,
Pues es Vida y de esto nadie ha muerto.
Y sí de Vivir con Miedo,
Que es la Muerte en vida, Sin vivir
Y morimos sin haber vivido,
Olvidando que hubo un hombre hortelano que está vivo,
Y esperando a que le demos vida,
Para ser Vida de nuestra vida.
Pozo blanco del amor del hortelano (II)
En las luces y olores de tu huerto,
Que no son de esta tierra mojada
Que está siempre iluminada,
De los vestidos de sus frutales
De las flores que son para la amada
Y de los frutos que recoge el amado.
En este Valle de Lágrimas que hacemos,
Es posible un lugar llamado paraíso
Del paraíso ya aquí también recibido,
Donde es posible el amor del amado
Y Él te susurra que seas paraíso,
Donde caben todos, todos, Todos…
Seré paraíso para todos, para todos mis hermanos.
El huerto del Hortelano Junto al pozo blanco (III)
Junto a la casita de mi amado,
Seré fraternidad para todos mis hermanos
Pozo blanco del amor del hortelano
Huerta divina en la brisa del mediodía,
Que seca el sudor del amado.
En la tarde peina sus cabellos de caracol de plata
Para en la gran noche danzad, amado con amada
Entre sus rosales, besos de fresa
Y entre las fresas,
Cintas de tus amores de todos tus colores.
En el huerto luce un pequeño jardín,
En el jardín una fuente, en la fuente una jarra
La Jarra es del hortelano divino
Y junto a ella unos vasos para invitar a sus amigos
Agua fresca con limón, con menta y albahaca.
Enamorados, Pasos de dos amores,
Ritmos de la guitarra del hortelano,
Adagios, Arabescos, giros y saltos perfectos.
Y allí los dos os miraréis entre las estrellas
Y subiréis a ellas, sin las miradas del hombre
Con la escalera del Maestro divino
Con su bendición, sombrero de plata y bastón de nácar
Y allí tocando la más alta estrella,
Me darás a probar de lo que me diste el otro día
Amor que no cesa, que embriaga sin resaca
Rasgando dulcemente la tela de la amada,
Sin dolor, sintiendo, sin sentidos.
Cantando sin garganta,
Con la tuya tocando el Arpa de tu memoria divina,
Entre los rosales y las moreras de tu huerto
Y allí de las parras de tus uvas,
Me darás de ellas para saciar mi sed por mi amada
Y mi amada recibirá lo que yo no le di y siempre me pidió:
Ir por donde yo no quería ir, para hacer lo que yo no quería hacer.
Pozo blanco del amor del hortelano Hortelano divino (IV)
Que cada día riegas y estercolas tu huerto,
Eres Amor que enamoras Todo…
Y en tu locura del Amor por el hombre,
Te has fijado para darle de tu brisa,
Y tu corazón se lo has dado Todo.
¿Cómo es posible amar?
¿Y morir cada día por el amor que te has dado?
¡Haciéndote el menor entre los menores!
Humillándote siendo Dios, Creo porque eres Padre.
Pozo blanco del amor del hortelano
Y porque eres el Maestro Hortelano del pozo blanco
Has dejado en cada uno de nosotros,
Ser semilla en tu huerto,
Vivir en tu pozo blanco,
Cerca de tu fuente junto a la casita del hortelano.
Para que creamos que somos de tu misma familia
Que siempre hemos estado junto a tu parentela,
Y somos de tu descendencia.
La misma que pasaba las tardes en Nazaret,
Junto a tu madre María, Y tu padre José.
En vuestro pequeño huerto, Limpio y recogido
Esperando a que la voz del sol se recogiera.
Para contemplar la noche divina con Jesús
Y junto a vosotros, querida familia
Escuchar los cuentos y cantos que tuvimos en aquellas noches,
Que nos has dejado Y ahora ya son nuestras.
Pozo blanco del amor del hortelano
*
Alfonso Olaz
***
Segunda imagen tomada de https://www.educo.org/blog/por-que-son-importantes-los-huertos-escolares
Comentarios desactivados en “Estar bien con Dios”, por Gema Juan OCD
De su blog Juntos Andemos:
Visitar a Juan de la Cruz es siempre un disfrute. Más allá de lo útil, que nunca falta en la cita, se da la dicha del encuentro con un hombre entero. Si fue recordado por quienes le trataron como alguien sumamente amable y afectuoso, todavía ahora, al escucharle en letra de molde, una impresión muy cálida cobija al que se acerca.
Juan de la Cruz se hace próximo y aproxima a lo profundo del ser y de la vida. A la bondad y a la luz. Acerca a Dios. Y, cerca de él, se aprende libertad.
Palabras graves y pequeños consejos, poemas inmensos junto a dichos y letrillas, densa teología, sabiduría y alguna regañina… En su arquilla, que eso parecen sus obras completas, hay multitud de cosas. No es que tenga de todo, es que con él se vislumbra el Todo.
No deja de ser impresionante que el mismo hombre que habla de la terrible profundidad que puede alcanzar la noche de los humanos y de la maravillosa hondura que tiene Dios en todas las personas, ese mismo hombre es capaz de resumir todo el itinerario de la fe, diciendo que se trata de «estar bien con Dios». Así de sencillo.
Eso escribía Juan, desde Segovia, a una doncella de un pueblecito de Ávila. Y con mucha suavidad, reconducía la conversación que llevaban entre manos, pacificándola e invitándola a ir hacia dentro. A conocerse y reconocerse ante Dios, a no gastarse en lo que no llena y a no vaciarse en lo que consume.
«Procure el rigor de su cuerpo con discreción» –apuntaba– nada de excesos externos, Juan era enemigo de toda exterioridad. En cambio, la animaba a la «mortificación y no querer hacer su voluntad y gusto en nada». Y eso –una vez más hay que recordarlo hablando de este santo– no tiene nada que ver con generarse fastidio a uno mismo sino, como él mismo aclara: todo se refiere a «la pasión del Señor» y eso quiere decir que, al igual que Jesús, cualquier renuncia está dirigida a unir la voluntad al Padre bueno y, por tanto, a cuidar de los demás.
Juan creía que los artificios violaban la sinceridad y, en su mayor parte, «el rigor» del tipo que sea, es búsqueda y alarde de sí. Mientras que no buscar la propia voluntad y gusto es, literalmente, preocuparse del bien de los demás, descentrarse del ego y poner delante la alegría y el bien de los otros.
A esta mujer, y en otros lugares de sus escritos, invita Juan a hacer hábito de la presencia de Dios, a acostumbrarse a encontrarle en cualquier circunstancia, para «estar bien con Él». Si a la doncella le recuerda que Dios siempre da gracia, es decir, siempre da su Espíritu para vivir, en otra ocasión dirá que «cuanto más se fuere habituando el alma en dejarse sosegar», en dejarse en las manos de Dios, más crecerá la «amorosa noticia» de Dios.
Y no solo eso. Estar bien con Dios siempre será estar bien con uno mismo: avanzar por el camino de la integración, de la sanación y la liberación. A la doncella le hablará de lograr «toda en todo» vivir en el amor. La unificación profunda. En otro escrito, hablará de «paz interior y quietud y descanso». Y la paz es siempre señal de plenitud.
Después, como si quisiera resumir el evangelio y ponerlo en las manos de todos, desgranando cómo se está bien con Dios, escribió un Dicho que decía:
«Andar a perder y que todos nos ganen es de ánimos valerosos, de pechos generosos; de corazones dadivosos es condición dar antes que recibir, hasta que vienen a darse a sí mismos, porque tienen por gran carga poseerse, que más gustan de ser poseídos y ajenos de sí, pues somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros».
Descubrir que «somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros» y que la infinita bondad es nuestra, nos hace generosos y nos lleva a sentir con el evangelio. Juan sabía que solo «el hilo del amor» descubre esa pertenencia y une a Dios. Por eso, confiaba a esa experiencia la salud del corazón y la transformación de la vida:
«Hace tal obra el amor después que le conocí que si hay bien o mal en mí todo lo hace de un sabor y al alma transforma en sí y así en su llama sabrosa la cual en mí estoy sintiendo apriesa sin quedar cosa, todo me voy consumiendo».
Eso es estar bien, dejarse ganar por el amor. Eso es estar bien con Dios, dejar que su amor consuma todo lo que no es Él.
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De su blog Juntos Andemos:
Visitar a Juan de la Cruz es siempre un disfrute. Más allá de lo útil, que nunca falta en la cita, se da la dicha del encuentro con un hombre entero. Si fue recordado por quienes le trataron como alguien sumamente amable y afectuoso, todavía ahora, al escucharle en letra de molde, una impresión muy cálida cobija al que se acerca.
Juan de la Cruz se hace próximo y aproxima a lo profundo del ser y de la vida. A la bondad y a la luz. Acerca a Dios. Y, cerca de él, se aprende libertad.
Palabras graves y pequeños consejos, poemas inmensos junto a dichos y letrillas, densa teología, sabiduría y alguna regañina… En su arquilla, que eso parecen sus obras completas, hay multitud de cosas. No es que tenga de todo, es que con él se vislumbra el Todo.
No deja de ser impresionante que el mismo hombre que habla de la terrible profundidad que puede alcanzar la noche de los humanos y de la maravillosa hondura que tiene Dios en todas las personas, ese mismo hombre es capaz de resumir todo el itinerario de la fe, diciendo que se trata de «estar bien con Dios». Así de sencillo.
Eso escribía Juan, desde Segovia, a una doncella de un pueblecito de Ávila. Y con mucha suavidad, reconducía la conversación que llevaban entre manos, pacificándola e invitándola a ir hacia dentro. A conocerse y reconocerse ante Dios, a no gastarse en lo que no llena y a no vaciarse en lo que consume.
«Procure el rigor de su cuerpo con discreción» –apuntaba– nada de excesos externos, Juan era enemigo de toda exterioridad. En cambio, la animaba a la «mortificación y no querer hacer su voluntad y gusto en nada». Y eso –una vez más hay que recordarlo hablando de este santo– no tiene nada que ver con generarse fastidio a uno mismo sino, como él mismo aclara: todo se refiere a «la pasión del Señor» y eso quiere decir que, al igual que Jesús, cualquier renuncia está dirigida a unir la voluntad al Padre bueno y, por tanto, a cuidar de los demás.
Juan creía que los artificios violaban la sinceridad y, en su mayor parte, «el rigor» del tipo que sea, es búsqueda y alarde de sí. Mientras que no buscar la propia voluntad y gusto es, literalmente, preocuparse del bien de los demás, descentrarse del ego y poner delante la alegría y el bien de los otros.
A esta mujer, y en otros lugares de sus escritos, invita Juan a hacer hábito de la presencia de Dios, a acostumbrarse a encontrarle en cualquier circunstancia, para «estar bien con Él». Si a la doncella le recuerda que Dios siempre da gracia, es decir, siempre da su Espíritu para vivir, en otra ocasión dirá que «cuanto más se fuere habituando el alma en dejarse sosegar», en dejarse en las manos de Dios, más crecerá la «amorosa noticia» de Dios.
Y no solo eso. Estar bien con Dios siempre será estar bien con uno mismo: avanzar por el camino de la integración, de la sanación y la liberación. A la doncella le hablará de lograr «toda en todo» vivir en el amor. La unificación profunda. En otro escrito, hablará de «paz interior y quietud y descanso». Y la paz es siempre señal de plenitud.
Después, como si quisiera resumir el evangelio y ponerlo en las manos de todos, desgranando cómo se está bien con Dios, escribió un Dicho que decía:
«Andar a perder y que todos nos ganen es de ánimos valerosos, de pechos generosos; de corazones dadivosos es condición dar antes que recibir, hasta que vienen a darse a sí mismos, porque tienen por gran carga poseerse, que más gustan de ser poseídos y ajenos de sí, pues somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros».
Descubrir que «somos más propios de aquel infinito Bien que nuestros» y que la infinita bondad es nuestra, nos hace generosos y nos lleva a sentir con el evangelio. Juan sabía que solo «el hilo del amor» descubre esa pertenencia y une a Dios. Por eso, confiaba a esa experiencia la salud del corazón y la transformación de la vida:
«Hace tal obra el amor después que le conocí que si hay bien o mal en mí todo lo hace de un sabor y al alma transforma en sí y así en su llama sabrosa la cual en mí estoy sintiendo apriesa sin quedar cosa, todo me voy consumiendo».
Eso es estar bien, dejarse ganar por el amor. Eso es estar bien con Dios, dejar que su amor consuma todo lo que no es Él.
Comentarios desactivados en “Dios nos pilla bastante cerca”, por Dolores Aleixandre
De su blog Un grano de mostaza: 14.10.2022
“Para lo del entierro, me lleváis a la iglesia. – Pero mamá, si tú no eres religiosa… No, pero está más cerca”. Es un diálogo entre una madre que se sabe próxima a la muerte y su hija en la película Cinco lobitos de Alauda Ruiz de Azúa (no se la pierdan…), y es evidente que el argumento de proximidad resulta determinante para la decisión.
Me llama la atención que también en el Evangelio resulte tan importante lo de la cercanía de Dios y la primera vez que Jesús dice algo sobre Él (o sobre su Reino, en versión más discreta) es que está cerca (Mc 1,15), que se está acercando (aviso copiado por Amazon para decirte que tu encargo está ya de camino).
Los expertos en comunicación afirman hoy que quien participa en un debate se lo juega todo en los primeros segundos de su intervención y por eso es llamativo que, entre los múltiples rasgos divinos, a cual más solemnes y espectacular según el catecismo – Infinitud, Poder, Magnificencia. Eternidad…, Jesús eligiera este otro, modesto y con minúsculas que presenta a Dios como un vecino amigable.
Eso es lo que debía querer decir Juan de la Cruz: “Así como el sol está madrugando y dando en tu casa para entrar, si destapas el agujero, así Dios, que en guardar a Israel no dormita (Sal 120,4) ni menos duerme, entrará en el alma vacía y la llenará de bienes divinos”(3 Ll 46).
Y también Rilke en este poema:
“Vecino Dios, si a veces te molesto, con duros golpes en las noches largas, es porque apenas te oigo respirar y sé que siempre estás solo en tu cuarto. Y si algo necesitas, y no hay nadie que te acerque un sorbo hasta la boca: yo te escucho siempre. Hazme una señal. Estoy muy cerca. Un leve muro, por azar, nos separa. Y una llamada tuya o mía podría sin ruido derribarlo”.
En resumen, que es precisamente esa proximidad de Dios y no otro discurso, declaración, doctrina o exordio lo que tenían que anunciar los discípulos – y se supone que hoy la Iglesia – cuando fueron enviados de dos en dos por los pueblos y aldeas: “Id y proclamad que el Reino de Dios está cerca” (Mt 10,7). Y es curioso lo que tienen que decir en caso de rechazo: ``Hasta el polvo de vuestra ciudad que se pega a nuestros pies, nos lo sacudimos en protesta contra vosotros; pero sabed esto: que se ha acercado el Reino de Dios” (Lc 10,11).
Dicho con otras palabras: Dios es inasequible al desaliento y ya podemos ir dando por perdido lo de quitarnos de encima su proximidad.
Comentarios desactivados en “Teresa de Jesús: mujer libre e iluminada”, por Pedro Miguel Lamet
Leído en su blog:
¿Qué puede fascinar de Teresa a un joven de hoy?
“ ¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!, que (los hombres) muchos años las confiesan, y después ellos mismos se espantan de lo poco que han entendido”.
Lleva adelante su propio camino. Es cierto que se ayuda de confesores, sobre todo de los más ilustrados, dominicos y jesuitas, pero cambia con libertad y frecuencia, según lo necesita. Y no tiene miedo de plasmar sus experiencias en sus escritos, entre sospechas inquisitoriales de iluminismo.
En un momento como el actual de avidez de contemplación, aunque sea en calderilla, con la práctica del yoga, el zen y el mindfulness, ahondar en su autobiografía o en Las Moradas es apuntar al silencio interior, donde el ser humano puede intuir la unidad del todo y el último sentido de la vida.
| Pedro Miguel Lamet
Me preguntan en El Cultural qué puede fascinar de Teresa de Jesús a un joven de hoy desde la perspectiva de la fe. En las escasas líneas que me conceden, diré en primer lugar que “la mujer”. En una época de marginación absoluta de las féminas, Teresa, enorme lectora y mejor autora, funda las descalzas, se enfrenta a los calzados, se cartea con Felipe II, sortea a la Inquisición y escribe con valentía que las mujeres tienen más fe que los hombres hasta afirmar: ”¡No somos tan fáciles de conocer las mujeres!, que muchos años las confiesan, y después ellos mismos se espantan de lo poco que han entendido”.
Si Hernando de Talavera le escribe a Isabel la Católica que “comúnmente las mujeres están y fueron hechas para estar encerradas e ocupadas en su casa, y los varones para andar en procurar las cosas de fuera”, la andariega atraviesa España fundando en una carreta. Cuando escribí mi novela biográfica sobre san Juan de la Cruz, me sorprendió cómo éste estuvo siempre a sus órdenes, como toda la rama masculina del Carmelo.
No menos sorprendente es su libertad en lo espiritual. Lleva adelante su propio camino. Es cierto que se ayuda de confesores, sobre todo de los más ilustrados, dominicos y jesuitas, pero cambia con libertad y frecuencia, según lo necesita. Y no tiene miedo de plasmar sus experiencias en sus escritos, entre sospechas inquisitoriales de iluminismo.
Pero sobre todo fascina la doctora de la Iglesia (se retrasó esta proclamación hasta Pablo VI porque se pensaba que obstat sexus) como mística. En un momento como el actual de avidez de contemplación, aunque sea en calderilla, con la práctica del yoga, el zen y el mindfulness, ahondar en su autobiografía o en Las Moradas es apuntar al silencio interior, donde el ser humano puede intuir la unidad del todo y el último sentido de la vida. ”Acá no hay nada de esto, ni se ve oscuridad, sino que se representa una por una noticia del alma más clara que el sol”. Todo con los pies el suelo, sentido común y una encantadora “humildad, que es la verdad”.
Comentarios desactivados en “Más que ranas. Tres relatos ejemplares”, por Dolores Aleixandre
De su blog Un grano de mostaza:
Como las ranas, nos zambullimos en un ámbito en que tocamos el centro de nuestra existencia
30.06.2022
Reconozco mi particular afición por las ranas y quiero compartir aquí algunos relatos sobre ellas por si consigo aumentar el número de sus simpatizantes.
El primero está en los Cuentos Hasídicos de Martin Buber que, al presentar la figura de un famoso personaje judío del s. XVII, el Ba’al Sem Tov, incluye esta anécdota: después de la muerte de magid, sus discípulos se reunían y hablaban sobre sus costumbres. Uno de ellos dijo: ‘- ¿Sabéis por qué nuestro maestro iba al estanque todos los días antes de que amaneciera y permanecía allí un tiempo antes de volver a su casa? Lo hacía porque quería aprender el canto con el que las ranas alaban a Dios y decía que lleva largo tiempo aprender ese canto’.
Las ranas desempeñan un papel relevante en el salmo 105 que va recorriendo con una mirada descaradamente partidista y selectiva la historia de Israel y narra las maravillas que el Señor hizo con ellos, sin alusión alguna a las desastrosas respuestas recibidas por parte de su pueblo. Con siete poderosos imperativos, invita a alabarle por sus obras magnificas y, entre los motivos para esa alabanza, aparece un recurso ingenioso del que se valió el Señor para conseguir que se hartase el faraón y dejase salir al pueblo: “Hizo bullir a las ranas hasta en la alcoba del rey” (v. 30). No es una acción espectacular como la de abrir las aguas del mar, pero tiene el encanto naif de un plan minucioso para calcular cuántas ranas cantando de noche en la alcoba del faraón, conseguirían que al final se rindiera desesperado: “¡Que se vayan esos israelitas y sus ranas, a ver si puedo dormir en paz!”
El último relato pertenece el libro Una casa de palabra de Gustavo Martín Garzo: en una visita de san Juan de la Cruz a un convento de carmelitas, una hermana lega le preguntó ingenuamente por qué, cuando paseaba junto al estanque del jardín, las ranas que estaban sentadas en el borde se zambullían en el agua y se ocultaban. El santo le contestó sonriendo que porque ese era el lugar en el que se sentían más seguras y que así debía hacer también ella: zambullirse en ese centro, que era Dios, escondiendose en Él. Muchos años después, en una carta a la priora, enviaba a la hermana cocinera este mensaje: “Y a nuestra hermana Catalina, que se esconda y vaya a lo más hondo”.
Y por contestar a la pregunta que quizá algún lector/a se está haciendo de qué pintan las ranas en una revista de liturgia, mi respuesta es que, tanto en la oración personal como en la celebración litúrgica, nos zambullimos en un ámbito en el que tocamos el centro de nuestra existencia. Y vivimos después la experiencia de que, al volver de nuevo al borde del estanque, cantamos con más ganas la gloria de Aquel a quien debemos el ser y la voz de nuestro canto.
Fuente: Dolores Aleixandre RSCJ (Galilea 153, Junio 2022)
Comentarios desactivados en “Oda contra la desesperanza”, por Gabriel Mª Otalora
De su blog Punto de Encuentro:
| Gabriel Mª Otalora
No creo equivocarme cuando percibo un desánimo general social causado por las malas noticias que leemos y escuchamos cada día. Decía en sus diarios el Premio Nobel de Literatura, Imre Kertész, que la realidad es todo lo contrario a la teoría darwinista: el principio de la naturaleza es la contra-selección, no dominan los mejores, sino los peores. Lo decía como constatación, no porque le pareciera acertado para vivir de la manera más humana. Creía que “los malos” están ganando el día a día, y así parece a primera vista también en este tiempo nuestro.
Nuestra Iglesia no es ajena a esta reflexión, desgraciadamente. Una persona del grupo de Biblia en el que participo, expresó una sensación similar hace unos días y fue precisamente ahí cuando vislumbré la situación contraria, que lo bueno sobrevive dando grandes frutos a pesar de las actitudes contrarias al Evangelio, aunque el corto plazo parezca desmentirlo. La razón es porque ocurre de manera silenciosa y no apreciable, como la hierba cuando crece de noche. De hecho, los comportamientos egoístas en sus muy diferentes manifestaciones parecen ganar casi siempre a corto plazo… pero ocurre lo contrario a largo plazo.
Reflexionemos con algún ejemplo: Juan de la Cruz estuvo perseguido por su orden religiosa hasta el punto que algunos de sus dirigentes lo encerraron en Toledo en una celda sin luz ni ropa para cambiarse, según cuenta el propio frailecillo. Allí le torturaron con un flagelo de cuerdas tres veces por semana aunque lograra escapar de milagro. “Fue más doloroso el azote de las palabras que el de los verduguillos”, calumniado y vejado por sus hermanos por mantenerse él en aplicar la reforma carmelita. ¿Quién se acuerda de esta gran y santa lumbrera mística? ¿Quién se acuerda de su poema Noche oscura del alma, creado mentalmente y memorizado en aquellos meses de dolor y zozobra? Sin embargo, ¿cuántos se acuerdan del nombre de sus perseguidores? Lo mismo podemos decir de Antonio Mª Claret, expulsado de su orden y hoy un santo de referencia en la Iglesia. Y tantos y tantas más…
En el lado opuesto ocurre algo similar; nadie se acuerda de Papas como Sergio III y su ejemplo nefando, mientras ocurre todo lo contrario con León XIII, “el Papa de los obreros”. Aunque el mejor ejemplo lo tenemos en Jesús de Nazaret y su lugar en la historia, frente al de quienes le hicieron la vida imposible y con el mayor daño que fueron capaces.
A nivel popular, todos conocemos ejemplos cercanos de personas que han pasado por nuestras vidas haciendo el bien a diario de manera silenciosa y que dejan al morir un rastro de santidad ejemplar y aparentemente pasan desapercibidas. Pero cuando mueren, vemos que eran un gran regalo. Sin ir más lejos, acaba de fallecer la sacristana de una iglesia trinitaria cercana que dirigía el rezo del rosario y era monitora de la misa que se celebra seguidamente. Una mujer abnegada y servicial cuyo ejemplo diario vale más que cualquier oropel eclesiástico.
Al final, la sencillez en su sentido más genuino es la virtud que atesora la capacidad de transformación humana para amar de verdad con un corazón humilde. Actitud esta que está desprestigiada porque ahora nos venden que para ser feliz y comerse el mundo no se puede ser sencillo, algo bien diferente a la simpleza.
Las personas dignas de ser emuladas se centran en sí mismas y en los demás en forma positiva, ven la pureza del mundo y quieren ayudar dándose y dando con espíritu generoso y solidario. Esta mayoría silenciosa, como la sacristana a la que me acabo de referir, forman parte de la viga maestra donde se apoya la verdadera transformación del mundo a mejor, anónimamente.Sin estas personas, hace tiempo que habríamos descarrilado la existencia; parafraseando a Herman Melville, no están en ningún mapa, las personas verdaderas nunca lo están. Contagian desde lo cotidiano, son el antídoto contra la desesperanza que el Espíritu alimenta de una manera todavía más silenciosa. Lo mejor de todo es que cada uno de nosotros puede decidir, en cualquier momento, convertirse en una de ellas.
Comentarios desactivados en Félix Azurmendi: Aunque es de noche.
“‘La noche’ consiste para san Juan de la Cruz en ese conjunto de experiencias de oscuridad humana, social y cultural, incertidumbres, soledad y angustia, tristeza y desolación que nos acompañan a lo largo de la vida personal y social”
“Nos rodea la noche, es cierto. No tenemos muchas razones para un optimismo fácil. Pero vivimos de la esperanza, aunque es de noche”
“Es de noche en la crisis migratoria que tantas víctimas se está cobrando, en particular en el mar Mediterráneo”
“Aunque es de noche, la noche fracasada y decepcionante de un materialismo consumista sin precedentes”
“Aunque es de noche, la noche de una iglesia alejada de la gente, de una jerarquía adueñada del pueblo de Dios y dirigiéndose a un abismo ciego y sordo. Pero iglesia fiel en los fieles, sencilla en la pobreza y el abandono clerical, viva en los que creen, servicial y orante”
| Félix Azurmendi
A las 12 de la noche del día 13 al 14 de Diciembre de 1591 fallecía en Úbeda, Jaén, a la edad de 49 años, Juan de Yepes Álvarez, más conocido por san Juan de la Cruz. Han pasado 430 años, pero su figura va siendo cada vez más conocida y reconocida como escritor, poeta y místico.
Parafraseando una de sus coplas, “¡Qué bien sé yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche”!, quisiera aludir a las motivaciones, certezas y convicciones que nos sostienen en nuestro complicado transcurrir diario, aunque es de noche.
“La noche” consiste para san Juan de la Cruz en ese conjunto de experiencias de oscuridad humana, social y cultural, incertidumbres, soledad y angustia, tristeza y desolación que nos acompañan a lo largo de la vida personal y social. El momento histórico que estamos viviendo podría ser calificado de “noche”. La esperanza nos falla por doquier y las incertidumbres nos cercan.
Pero no queremos sucumbir a estas experiencias, aunque es de noche. No queremos ser ingenuos ni ignorantes, ni ilusos ni insensibles. Nos rodea la noche, es cierto. No tenemos muchas razones para un optimismo fácil. Pero vivimos de la esperanza, aunque es de noche. San Juan de la Cruz diría: ¡“Qué bien se yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche!”. Sabemos por qué no perdemos la esperanza.
Aunque es de noche, noche oscura para una humanidad que se enfrenta a crisis humanitarias de enormes proporciones y que, por lo tanto, tiene ante si retos y desafíos que no se pueden soslayar.
Es de noche en la crisis migratoria que tantas víctimas se está cobrando, en particular en el mar Mediterráneo. Pero hay hombres y mujeres que creen en la vida y la dignidad de las personas y luchan por rescatarlas de una muerte segura, aunque es de noche. Aunque es de noche brilla la luz de los barcos de salvamento marítimo humanitario.
Es la noche del hambre y la desigualdad económica, el expolio de los bienes y materias primas y las consiguientes guerras en pueblos machacados e ignorados, situaciones que motivan y movilizan la solidaridad grande y al mismo tiempo frágil de voluntarios, organizaciones no gubernamentales, misioneros, hombres y mujeres de bien, aunque es de noche.
Aunque es de noche en tierra explotada y usurpada, casa común herida de muerte, crisis climática sin precedentes. Pero miles de hombres y mujeres cuidan la tierra, la enriquecen con su trabajo, surgen grupos ecologistas como voz de alarma y renace el respeto a la casa común. Aunque es de noche.
Aunque es de noche, la noche fracasada y decepcionante de un materialismo consumista sin precedentes que arrasa la capacidad humanizadora de un humanismo asentado en los valores de la solidaridad y el compromiso. Aunque es de noche.
Aunque es de noche, la noche de una iglesia alejada de la gente, de una jerarquía adueñada del pueblo de Dios y dirigiéndose a un abismo ciego y sordo. Pero iglesia fiel en los fieles, sencilla en la pobreza y el abandono clerical, viva en los que creen, servicial y orante. Aunque es de noche
Aunque es de noche, la noche del bienestar solo económico, ansiado entretenimiento, superficialidad satisfecha; pero caldo de cultivo de un renacimiento espiritual nuevo y sin rostro conocido, aunque es de noche.
Aunque es de noche, fría noche de la incredulidad, de un Dios ignorado y desechado, cristianismo arrinconado, religiones bajo sospecha de ideologías saturadas de prejuicios y pretensiones absolutas. Pero nacen, sin embargo, voces críticas que buscan en el fondo de sí mismos la verdad del ser humano y del insondable Misterio de Dios. Aunque es de noche.
Aunque es de noche, la noche burocrática y todopoderosa de leyes, normas y protocolos que ignoran o desplazan los derechos y necesidades de los más pobres y los convierten en ciudadanos de tercera. Junto a ellos hay, sin embargo, grupos de acogida que dan aliento, alimento y techo, aunque es de noche.
Aunque es de noche, noche de la política desacreditada y herida por algunos que dan pábulo a la mentira y se aprovechan en su beneficio de la posición que tienen. En medio de ellos hay políticos entregados al servicio público por el bien común y el bienestar de todos. Aunque es de noche.
Aunque es de noche….¡Cuánto sabemos , en medio de lo que ignoramos, de todo aquello que nos hace bien, construye convivencia y nos aproxima a nuestra verdad más profundamente humana y a la verdad del Misterio de Dios, manifestado en el Evangelio de Jesús. Aunque es de noche.
”¡Qué bien se yo la fonte que mana y corre, aunque es de noche”.
Comentarios desactivados en “Talibanismo e idolatría: el mayor enemigo de Dios “, por José I. González Faus
De su blog Miradas cristianas:
El talibanismo es la manipulación del Absoluto en beneficio propio, y presentada como servicio al Absoluto
También hay talibanismos laicos y modernos: porque el ser humano tiene una propensión innata a fabricarse absolutos
Unas palabras de Jesús en el cuarto evangelio sirven para definir a los talibanes: “Los que os maten creerán hacer un servicio a Dios, y eso será porque no han conocido a Dios”.Dios, como Misterio infinito y no como ídolo finito, es la única instancia que despoja a toda fe religiosa de la citada doble amenaza o tentación de fanatismo e intolerancia
La manera como hablan estos días muchos medios de comunicación, a propósito de Afganistán, da la sensación de que eso de los talibán (plural de la palabra árabe talib, que significa estudiante) es algo intrínseco al Islam y propio de países menos civilizados.
Sin embargo, sin hacer ahora valoraciones y desde un punto de vista meramente descriptivo, habría que matizar: sobre lo primero, que tan musulmanes son los talibán como el sufismo. Pero entre los sufíes no hallamos el más mínimo atisbo de conductas semejantes a las de los talibán. Y sobre lo segundo: más allá de lo específicamente religioso, creo que en nuestras sociedades modernas existen formas de un “talibanismo laico” del que hablaré luego.
En realidad, el talibanismo es la manipulación del Absoluto en beneficio propio, y presentada como servicio al Absoluto. Ahí se juntan fanatismo ciego e intolerancia radical que me parecen los dos componentes más típicos de la mentalidad talibán y que generan una seguridad muy distinta de la verdadera fe. (Que esa intolerancia llegue o no a la violencia física es lo que puede depender de ambientes y estructuras históricas. Pero lo claro es que los talibán pueden creerse autorizados, en nombre de Dios, a usar la violencia: este sería el primer detalle sobre lo corrompido de su religiosidad).
El talibanismo es, por tanto, una tentación más típica del mundo religioso, sin duda. Pero también está presente fuera de él: porque el ser humano tiene una propensión innata a fabricarse absolutos: Lutero decía que nuestro corazón es un corazón idólatra porque, como necesita a Dios, tiende a hacer un dios de muchas cosas. Y si no, veamos algún ejemplo.
Idolatría del dinero
El capitalismo es un sistema talibán (máximo beneficio individual presentado como servicio social; y las víctimas lo son por culpa propia: por no creer en la providencia divina del dios-mercado). La industria de las armas es una de las mayores idolatrías o falsos absolutos de nuestra sociedad laica y moderna: tan absolutista como la mentalidad talibán sobre las mujeres (aunque, paradójicamente parece haber contribuido a la derrota de Occidente en Afganistán…). Netanyahu encarna un auténtico talibanismo, no islámico sino judío. El franquismo fue un claro ejemplo de talibanismo católico, y he dicho otras veces que el drama de la política española es que no conseguimos tener una derecha civilizada –tipo Merkel por ejemplo- sino solo una derecha talibana (Abascal y Casado, lo muestran bien claro). Y si miramos a la Iglesia, los “autos de fe” de la inquisición española eran verdaderos actos talibanes. Como lo era la mentalidad de aquellos papas del s. XIX que veían los derechos humanos como contrarios a los derechos de Dios (que eran… los del sistema eclesial de la época), sin llegar ni a oler siquiera, que el Dios bíblico se revela precisamente en la defensa de los derechos de los oprimidos. Para no hablar del talibanismo de mr. Trump…
Tras esta panorámica le vienen a uno a la cabeza las palabras de Jesús: “el que de vosotros esté sin pecado que tire la primera piedra”. Pero, interesándome más el aspecto religioso del tema, prefiero citar otras palabras de Jesús en el cuarto evangelio que creo que sirven para definir a los talibanes: “los que os maten creerán hacer un servicio a Dios, y eso será porque no han conocido a Dios”. (16,2). Esa distinción entre creer en Dios y conocer a Dios es decisiva.
Juan de la Cruz contribuye a explicarla al escribir que el alma “como más se va juntando a Dios, siente más en sí el vacío de Dios” [1]. Naturalmente, se trata de un vacío muy distinto de la mera ausencia o desconocimiento o negación: al igual que –también en Juan de la Cruz- la noche resulta ser “amable más que la alborada”. Pero ese vacío es, precisamente, el que evita que nuestro ego pretenda posesionarse de Dios, y le suceda aquello tan gráfico de que: “el apetito es como el fuego que echándole leña crece”, y cuando la ha consumido desfallece y necesitará más leña [2]. Por eso añadirá sencillamente en una de sus máximas: “quien a su prójimo no ama, a Dios aborrece”. Y Jesús había dado la clave de lectura de esa frase al explicar que prójimo no es el que está próximo a mí, sino el que necesita que yo me aproxime a él.
Escenas de la Inquisición. Francisco de Goya
Ese Dios, como Misterio infinito y no como ídolo finito, es la única instancia que despoja a toda fe religiosa de la citada doble amenaza o tentación de fanatismo e intolerancia, típicas cuando la fe en el absoluto se pervierte en una absolutización propia. La parábola bíblica de Jonás (a la que califiqué otra vez como “una herejía convertida en palabra de Dios”) puede ser calificada como una enseñanza antitalibana. Pero ahora prefiero fijarme en otra cosa para terminar.
Creo que estas reflexiones permiten emparentar lo que hoy llamamos talibán con lo que la Biblia califica como idolatría, presentándola como el mayor enemigo de Dios (más que el mismo ateísmo, si es que este consigue librarse de toda idolatría tácita: de la patria, del dinero, del sexo, de la violencia y, en definitiva, del propio ego). Sobre todo cuando los profetas bíblicos van descubriendo que la más peligrosa idolatría no es simplemente adorar un dios falso, sino adorar falsamente al Dios verdadero.
Conclusión: los actuales talibanes que se han hecho con el poder en Afganistán no son, en absoluto, las personas más religiosas y las más defensoras de Dios, sino idólatras, pecadoras y enemigas de Dios. Echando mano del significado de la palabra (estudiantes), cabría decir que los talibán son auténticos novicios: tan fervorosos como ignorantes. Y este juicio no les suscitará ni el más leve temor o sospecha de que estén obrando mal. Al revés: les confirmará en la necesidad de acabar cuanto antes con el eso dice.
Pero creo también que esa conclusión es insuficiente para un verdadero creyente: porque (dejando aparte que esa conclusión podría movernos a nosotros hacia el binomio fanatismo-intolerancia), ¿y si resultase que, a pesar de esa perversión colectiva, hay allí individuos particulares con el corazón más limpio que muchos de nosotros? Ciegos quizás, pero no autocegados como tantas veces nosotros.
———–
N. B. Estas líneas fueron concluidas antes de los salvajes atentados del pasado jueves, los cuales muestra que todavía hay algo peor que el talibanismo: el odio puro y duro de todo terrorismo, con el desprecio hacia las posibles víctimas de sus atentados. Quizá porque en el talibanismo aún queda una referencia a Dios, aunque deformada. El terrorismo, en cambio, o es intrínsecamente ateo (este podría ser el caso ETA) porque el asesino ocupa todo Su lugar; o es intrínsecamente blasfemo (como lo es el grito Alá es grande, en el caso del Daesh).
Comentarios desactivados en Ignacio de Loyola: volver a Jesús, 500 años después, con Juan de la Cruz
Del blog de Xabier Pikaza:
Ignacio pensó que la Iglesia en conjunto había perdido la humanidad de Jesús… y quiso volver a ella , sabiendo que todo el resto de temas resultan accesorios para el cristianismo. Sólo Jesús, su historia pobre, su llamada al seguimiento, su persona.
El papa Francisco está siguiendo a Francisco de Asís (también centrado en la humanidad de Jesús), pero, al mismo tiempo, quiere volver a Ignacio, a su “ejercicio” personal de encuentro con Jesús. Así lo indican estas reflexiones, dentro del “año de Ignacio” (medio milenio después de su encuentro con Jesús, entre Pamplona y Loyola: 1521). Como segunda parte presentaré una comparación entre Ignacio y Juan de la Cruz, en su forma de entender y aplicar el Amor de Jesús.
| X. Pikaza Ibarrondo
1. IGNACIO, VOLVER A LA HISTORIA DE JESÚS
Ignacio fue un hombre de mundo: un señor de tierra vasca, guerrero, caballero, convertido, fundador universal, uno de los creadores de la Edad Moderna. Se dejó encontrar por Jesús y quiso caminar a su lado, en libertad. Por eso, sus “Ejercicios espirituales” (tras la primera semana de ajustes) son un ejercicio de encuentro radical con Jesús, a solas con el Evangelio.
Ignacio de Loyola ha ofrecido (en su libro de los Ejercicios Espirituales, en torno al 1530. el más poderoso e influyente de todos los retablos espirituales (literarios, meditativos) de la vida de Jesús para los tiempos modernos. Su tratamiento de la vida de Jesús es radicalmente bíblico y moderno… La iglesia actual, con Francisco papa jesuita, experto en Ignacio, Papa necesita volver a la historia de Jesús, con urgencia, con radicalidad… Todo lo demás son añadiduras.
Estos son los 51 momentos de su “historia de Jesús” a la que tenemos que volver… Es evidente que algunos de los temas de sus meditaciones se pueden y deben actualizar, ajustándolos mejor a la crítica histórica de la Biblia: Pero sería difícil hacer un esquema mejor de las tres semanas de Jesús…, es decir, de los momentos de su historia, con nacimiento, vida pública, pasión y pascua…
Nacimiento (Ejercicios 262-274): 1. Anunciación. 2. Visitación. 3. Nacimiento. 4. Pastores 5. Circuncisión 6. Magos 7. Purificación 8. Huida Egipto 9. Vuelta de Egipto 10. Vida oculta 11. Niño en templo 12. Bautismo 13. Tentación
Pasión (Ejercicios 288-298) 27. Predica. Templo 28. Última Cena 29. Cena-Huerto 30. De Huerto a Anás 31. De Anás a Caifás 32. De Caifás a Pilato 33. Juicio Herodes 34. Vuelta a Pilato 35. De Pilato a Cruz 36. Cruz 37. De Cruz a Sepulcro
Pascua (299-312) 1. Apar. Madre (apócrifa) 2. Ángel pascua (Mc 16) 3. Apar. mujeres (Mt 28) 4. Apar. Pedro (Lc 24, 33) 5. Emaús (Lc 24) 6. Jn 20: Disc. sin Tomás 7. Jn 20: Tomás 8. Jn 21: pesca final 9. Mt 28, 16-20 Misión 10. 1Cor 15, 7: 500 hermanos 11. 1Cor 15: Santiago 12. José de Arimatea (apócrifa) 13. San Pablo 14. Ascensión (Hech 1)
He querido recordar los temas de oración y encuentro con Jesús de Ignacio de Loyola, un hombre de Dios, de uno de los creadores no sólo de la nueva iglesia católica, sino del cristianismo y del pensamiento occidental moderno. Fue un precursor del racionalismo, de la organización eficaz, de la unidad de la empresa misionera de la Iglesia.
Pero fue, al mismo tiempo, un hombre de visiones y experiencias interiores, en contacto personal con el Dios que le hablaba por dentro, sin necesidad de visiones exteriores. Este Ignacio de la experiencia sigue siendo para nosotros un guía y maestro, no para hacer sin más lo que él hizo, sino para buscar al Dios de Jesús como él le buscó. Peregrino fue ignacio, peregrinos seguimos siendo nosotros
(Los textos que cito están tomados San Ignacio de Loyola, Obras completas, BAC, Madrid 1992; hay un desarrollo más extenso de esta vertiente espiritual de Ignacio en mi libro Enquiridion Trinitatis, Sec. Trinitario, Salamanca 2005, y, sobre todo, en Diccionario de Pensadores Cristianos, Verbo Divino, Estella 2011. Imagen 1: Herido en Pamplona. 2: Llega a Loyola. Libro sobre Juan de la Cruz).
IGNACIO Y JUAN DE LA CRUZ, TESTIGOS FUNDAMENTALES DEL DIOS DE JESÚS
Era tiempo de recrear el cristianismo, y lo hicieron, de formas distintas y complementarias, dos hombres que habían surgido del dolor y de un impulso superior de gracia, Ignacio de Loyola y Juan de la Cruz. Ambos realizaron su misión a partir de una experiencia personal, y a partir de ella abrieron caminos que aún seguimos recorriendo muchos.
Ignacio, militar de media nobleza, herido en el sitio Pamplona (1521), quiso hacerse soldado de Jesús, aplicando con sus compañeros un proceso de iniciación apostólica llamado Ejercicios Espirituales, con el que acabó asentándose en Roma, para crear, en el centro de la iglesia (1540), una sociedad llamada Compañía de Jesús, para reforma y revitalización católica. Su impulso y estilo misionero han marcado desde entonces la vida del catolicismo.
Juan de Yepes, llamado también de la Cruz (= SJC), pobre de solemnidad, apresado en un convento de Toledo (1577/78), descubrió al Jesús amado y salió a buscarle, formulando su experiencia en treinta canciones, que él mismo explicó y comentó, tras fugarse de la cárcel, a discípulos y amigos, especialmente mujeres, trazando así un tipo de guía (Declaración) que tituló Ejercicio de Amor. No quiso reformar la Iglesia, sino iniciar en ella un proyecto de amor, desde una zona, en apariencia marginal, de Andalucía.
Los Ejercicios de Ignacio, con su estrategia de seguimiento de Jesús y su organización casi militar, tuvieron un éxito fulgurante y fueron llevados desde Roma a todo el mundo, de la mano de los enviados de su Compañía (SJ), marcando hasta hoy la Contra-Reforma católica. Por el contrario, el Ejercicio de amor de Juan de Yepes, centrado en la experiencia de unión con el Amado, quedó casi oculto en comunidades de monjas, que lo copiaron y extendieron de forma generosa, aunque en privado, por miedo a inquisidores, hasta París y Flandes, donde se publicó primero (en francés: París 1622; en castellano: Bruselas 1627).
Los Ejercicios de Ignacio se extendieron de un modo abierto, promoviendo una visión universal de Jesús Capitán, en línea de meditación de sus misterios y compromiso apostólico. Por el contrario, el Ejercicio de Juan de Yepes se centró en el misterio único de Jesús Amado, y fue comunicando de un modo silencioso, entre grupos de iniciados (sobre todo religiosas), bajo un aire de sospecha, con riesgo de ser condenado, de manera que sólo apareció como plenamente ortodoxo, en unión con otros libros, en apariencia más ascéticos (Subida, Noche, Llama), cuando SJC, fue beatificado como penitente extremo el mismo año en que M. de Molinos publicó, también en Roma, su Guía Espiritual (1675), un libro que sería pronto condenada (y su autor encarcelado hasta su muerte, el año 1696, sin poder escaparse como hizo SJC).
A pesar de todo, el Ejercicio de Amor, que recibiría el nombre de Cántico Espiritual(edición de Madrid, 1630) se fue extendiendo a modo de guía espiritual de minorías, como obra de menor calado, hasta que la misma hondura de su experiencia y mensaje hizo que se entendiera y expandiera más tarde, ya en el siglo XX, como itinerario supremo de vida, en la Iglesia y fuera de ella, situándose en el centro de la conciencia y misión cristiana, con los Ejercicios espirituales de Ignacio, los dos testimonios y métodos de vida cristiana más significativos del catolicismo. Por eso he querido volver a comentarlo, en un momento en que el ciclo jesuítico de los Ejerciciosempieza a matizarse.
Es importante unir ambos testimonios, el camino de los Ejercicios espirituales Ignacio (centrado en la vida de Jesús herido y humillado, a pesar de sus ecos marciales) y el Ejercicio de Amor del Cántico Espiritual de SJC, como experiencia y palabra base del evangelio, en este tiempo de crisis, a los quinientos años de la “conversión” de Ignacio (2021).
Ignacio había presentado a Jesús más bien como “sumo y verdadero Capitán”(Ejercicios espirituales, 139). SJC le llama siempre Amado. Ambos títulos (Capitán y Amado) marcan la experiencia cristiana de la modernidad. Sin duda, el Amado del Ejercicio de Juan es el mismo Capitán de los Ejercicios Ignacio, pero ofrece una experiencia distinta de amor universal (¡mi Amado, las montañas…!), y puede ofrecerse hoy como ejemplo y texto base de la reforma y recreación universal del cristianismo (año 2021), en línea de evangelio.
Comentarios desactivados en José I. González Faus: “Casaldáliga, un Juan de la Cruz guerrillero”
De su blog Miradas Cristianas:
P. Casaldáliga: “Al acecho del Reino diferente voy amando las cosas y la gente”
Casaldáliga se convirtió en uno de los obispos más famosos del mundo, y también en uno de los poetas más serios del siglo XX español
Por supuesto, ha sido un obispo muy molesto: incómodo para la curia romana (él escribió a Mons. Romero: “las curias no podían entenderte / ninguna sinagoga bien montada / puede entender a Cristo”)
Su poesía, como la de Juan de la Cruz, es expresión de su experiencia de Dios. Pero también de su compromiso social. Por eso puede servir de guión para presentarle:
“Yo pecador y obispo me confieso / de soñar con la Iglesia / vestida solamente de evangelio y sandalias” P. Casaldáliga
En Balsareny (Barcelona) de familia campesina, nació en 1928 Pere Casaldáliga i Pla. Entró en la orden de los claretianos, fue de misionero a Brasil y en 1971 fue nombrado obispo de Mato Grosso, una de las diócesis más extensas del país (casi un tercio de España) dominada por grandes terratenientes millonarios, y poblada por míseros campesinos.
Desde este lugar ignoto y miserable, Casaldáliga se convirtió en uno de los obispos más famosos del mundo, y también en uno de los poetas más serios del siglo XX español. Cuando llegó a Sao Felix do Araguaia (su sede episcopal), el pueblo tenía unos ochocientos habitantes. Hoy cuenta más de diez mil y es mundialmente conocido por la obra de su pastor. Los indios tapirapé habían decidido extinguirse, y gracias al trabajo pa-ciente e inculturado de unas religiosas, hoy han revivido y sus barcazas surcan orgullosas el Araguaia.
Por supuesto, ha sido un obispo muy molesto: incómodo para la curia romana (él escribió a Mons. Romero: “las curias no podían entenderte / ninguna sinagoga bien montada / puede entender a Cristo”). Pero muy molesto sobre todo para los “fazendeiros” y terratenientes brasileños que, como suelen hacer, intentaron aca-bar con su vida. Por un error del sicario, la bala destinada a él fue a dar y mató a un jesuita que le acompaña-ba. Cuando el episodio se hizo público, Pablo VI tuvo el valor de decir públicamente al mundo entero: “quien toque a Pedro toca a Pablo” (quien toque a Mons. Casaldáliga toca al papa). Eso le salvó la vida.
Su poesía, como la de Juan de la Cruz, es expresión de su experiencia de Dios. Pero también de su compromi-so social. Por eso puede servir de guión para presentarle.
Él dijo de sí mismo que intenta actuar“suelta la crin y la ternura suelta”. Buena definición de la obra del Espíritu cuando el ser humano se deja llevar por ese “aire de Dios” que sopla donde quiere. La misericordia hecha libertad: eso fue Jesús y, por ello, los dos rasgos que más se señalan de Él en los evangelios son su libertad y sus entrañas conmovidas. Pues toda auténtica experiencia de Dios nos envuelve en misericordia y esa ternura nos da una libertad nueva: suelta la crin, y la ternura suelta.
Por eso:
“si no sabéis quien soy, si os desconcierta
la amalgama de amores que cultivo:
una flor para el Che, toda la huerta
para el Dios de Jesús, si me desvivo
por bendecir una alambrada abierta
y el mito de una aldea redivivo”
Si nos causan extrañeza todas las opciones que la solidaridad dio a Casaldáliga libertad para abrazar, en-tonces:
“tenedme simplemente por cristiano
si me creéis y no sabéis quién soy”.
Y con toda su huerta para el Dios de Jesús, puede Casaldáliga describir así su fe:
“Al acecho del Reino diferente
voy amando las cosas y la gente,
ciudadano de todo y extranjero.
Y me llama Tu Paz como un abismo
mientras cruzo las sobras guerrillero
del mundo, de la Iglesia y de mí mismo”.
Al hablar de las sombras, cualquier otro hubiera dicho que lo que me llama es “Tu luz”. Pero el poeta no pretende ser ningún intelectual que cree saber más que otros. Transita en la oscuridad pero llamado por una “paz” (que alude más a lo experiencial que a lo meramente intelectual) y que es el don característico de Jesús.
Esa paz le dio libertad también para encararse y resultar molesto a la institución eclesial cuando hizo falta; porque
“por este mero hecho de ser también obispo
nadie me va a pedir, así lo espero hermanos
nadie me va a pedir que ponga piedras
en esta honda cavidad del pecho”.
Y si la Iglesia se apartaba de los pobres, Don Pedro soltaba la crin y la ternura para decirle:
“Yo pecador y obispo me confieso
de soñar con la Iglesia
vestida solamente de evangelio y sandalias”.
Y para decirle claramente al papa:
“deja la curia, Pedro
desmantela el sinedrio y la muralla
ordena que se cambien
todas las filacterias impecables
en palabras de vida temblorosas”.
Él contaba que escribía sus poemas en los largos viajes de Sao Felix a Brasilia para reuniones de la conferencia episcopal brasileira. El viaje dura exactamente 24 horas de autobús. Dom Pedro nunca quiso ir en avión. Con un par de bocadillos, una Coca-Cola y una libreta, y con “toda su huerta para el Dios de Jesús” viajaba, rezaba y escribía el poeta, guerrillero de sí mismo.
Todo eso deja un par de preguntas muy importantes para nuestra fe. ¿Creo que esa libertad que brota de la misericordia es la mayor señal de identidad de Jesús y del Dios de Jesús? ¿Creo, y estoy dispuesto a aceptar, que quien se deje llevar por el Espíritu de esa libertad misericordiosa, se expone a ser crucificado o marcado con algún sambenito, o a compartir como sea el destino del Maestro?
Si lo creemos así, no queda más que rezar un poco asustados: Que Dios me sostenga.
Comentarios desactivados en Mariano Delgado: “En todas las religiones la experiencia mística tiene por objeto superar el egocentrismo”
“No es una casualidad que Martín Lutero y Teresa de Ávila comentaran con detalle el ‘Padre Nuestro’, y que Juan de la Cruz lo recomiende como la única oración realmente necesaria de un cristiano, porque en ella ‘se incluyen todas nuestras necesidades espirituales y temporales'”
“La mejor oración para Eckhart es ‘Señor, no me des nada más que lo que tú quieras’; y esto es porque al hacerlo uno se deshace de su propio yo'”
| Mariano Delgado, Decano de Teología de Friburgo
Sin superar el narcisismo primario, que se expresa en el egocentrismo, no existe una experiencia mística en general ni una experiencia cristiana en particular.
En todas las religiones, la experiencia mística tiene por objeto superar el “egocentrismo”, como ha subrayado el filósofo Ernst Tugendhat (Egozentrizität und Mystik, 2003). La concepción previa y el relato de la experiencia mística son por lo demás tan diferentes que se puede decir con el filósofo judío de la religión Gershom Scholem que básicamente no hay experiencia mística en la historia de las religiones “como un fenómeno o una visión que exista en sí misma independientemente de lo demás”. Más bien hay “experiencia mística de algo, de una cierta forma religiosa: la experiencia mística del cristianismo, del islam, del judaísmo”, etc.
Esto tiene que ver con el hecho de que la experiencia mística siempre es una “experiencia interpretada” sobre el trasfondo de la propia lógica religiosa, de la propia fe, en un acontecimiento dialéctico, como decía Edward Schillebeeckx: “La experiencia influye en la interpretación y la evoca, pero la interpretación también influye en la experiencia […] Experimentamos interpretando sin poder separar claramente el momento de la experiencia y el momento de la interpretación”.
“Sino como quieres tú“
Cuando Jesús, durante la oración en Getsemaní, pidió a su “padre” que pasara de él el amargo cáliz de su muerte en la cruz, añadió la fórmula básica de la mística cristiana: “Pero no se haga como yo quiero, sino como quieres tú” (Mt 26:39). Por lo tanto, “hágase tu voluntad” es la petición central del “Padre Nuestro”, la oración enseñada por Jesús.
Lo mismo dijo su madre al arcángel Gabriel, cuando éste le anunció la concepción de Jesús por obra y gracia de Dios: “hágase en mí según tu palabra”. (Lc 1:38). La mística cristiana trata de la unidad amorosa del hombre con Dios, que, como en un matrimonio por amor, brota del libre consentimiento de la voluntad humana, porque el amor de Dios lo tenemos siempre como expresión de la gratuidad y universalidad de su gracia.
Siempre que rezamos conscientemente “Hágase tu voluntad” por puro amor a Dios y como expresión de nuestro libre consentimiento, y no por una entrega fatalista en sus manos, tiene lugar la unión mística en las condiciones de la vida cotidiana. No es una casualidad que Martín Lutero y Teresa de Ávila comentaran con detalle el “Padre Nuestro“, y que Juan de la Cruz lo recomiende como la única oración realmente necesaria de un cristiano, porque en ella “se incluyen todas nuestras necesidades espirituales y temporales”.
Un maestro místico con gran formación teológica como el Maestro Eckhart († 1328) lo ha entendido muy bien cuando concentra sus Discursos sobre el discernimiento o instrucciones espirituales especialmente en el “Hágase tu voluntad“. El abandono de la propia voluntad es el prerrequisito para ser “conformado a la voluntad de Dios”. La mejor oración para él, por lo tanto, es “Señor, no me des nada más que lo que tú quieras“; y esto es porque al hacerlo uno “se deshace de su propio yo”. Para el Maestro Eckhart y para los grandes místicos cristianos, la renuncia o la superación del “egocentrismo”, el “desprenderse de todas las cosas de este mundo”, el “no estar atado a nada”, la “serenidad” o la “santa indiferencia” son el símbolo por excelencia de una buena voluntad.
Para los místicos cristianos, esto no significa retirarse del mundo al solipsismo espiritual, sino todo lo contrario: la conformación con la voluntad de Dios superando el egocentrismo es la condición para el compromiso con el mundo, propio de un cristiano: para trabajar en la conformación del mundo con la voluntad divina, luchando por los valores mesiánicos del Reino de Dios, por la justicia y la equidad, por la libertad y la verdad, por la solidaridad y la paz, por unas condiciones de vida humanas para todos más allá de las barreras de raza y clase, nación y religión, por la protección de los más débiles, por la ternura con los que han sido marcados por el destino, por la preservación de la creación, y también por la difusión del mensaje del Dios bondadoso y misericordioso, amigo del hombre.
Y esto vale también, cuando uno vive por vocación la vida contemplativa, tratando en amistad con Dios (ésa es la grandiosa fórmula teresiana de la oración) “por el mundo”, por la salvación “de todos”.
Conocimiento de sí mismo y conocimiento de Dios
La forma de superar el egocentrismo en la mística cristiana es la unión del conocimiento de nosotros mismos con el conocimiento de Dios. Este proceso de purificación es más doloroso que cualquier psicoanálisis. A Dios no podemos engañarle, no podemos ocultarle nada, porque Él nos conoce mejor de lo que nos conocemos nosotros mismos (Sal 139), y ningún rincón de nuestro “yo” le permanece oculto. Por lo tanto, este proceso va acompañado de “lágrimas” de arrepentimiento. Además, el lema del psicoanálisis es sacar a flote lo sumergido y reprimido en el subconsciente (“donde estaba ello, tengo que estar yo“), mientras que la mística cristiana trata de reconocer el propio yo“ante Dios” y “su voluntad”.
El fundamento o virtud básica para ello es la humildad. Esta es indispensable para responder ante Dios a la pregunta: “¿Quién soy?”. Como dijo la Santa andariega: “mirando su grandeza, acudamos a nuestra bajeza, y mirando su limpieza, veremos nuestra suciedad; considerando su humildad, veremos cuán lejos estamos de ser humildes”. La humildad es entonces un símbolo para nuestra necesidad de salvación, para nuestra dependencia del amor y la gracia de Dios, pero también para el reconocimiento de nuestra dignidad y de nuestra vocación al trato de amistad con Dios: “¿Qué es el hombre para que te acuerdes de él, el ser humano, para mirar por él? Lo hiciste poco inferior a los ángeles, lo coronaste de gloria y dignidad” (Sal 8:5-6).
Cuando Teresa define la humildad como “andar en verdad”, se refiere a la verdad de nuestra existencia humana “ante Dios”. En otro lugar lo ha expresado de esta manera: la verdadera humildad es “conocer lo que él [Dios] puede y lo que yo puedo”, es decir, tomar conciencia de la diferencia entre el Creador y la criatura. Para Teresa, la humildad es el “fundamento” del Castillo interior, y la falta de humildad el mayor problema en el camino espiritual de la conformación con Cristo. Para Teresa no hay “cosa que más nos importe que la humildad”. La humildad es lo contrario de la hibris de los ángeles caídos, lo opuesto a la duradera tentación del hombre de querer ser “como Dios”, lo opuesto a una comprensión prometeica (o pelagiana) de la naturaleza humana que sobrevalora sus capacidades, independientemente de nuestra “ruindad”, por decirlo en el lenguaje teresiano.
La fuente mística
El místico cristiano, que ha practicado la virtud de la humildad en el proceso de autoconocimiento ante Dios y ha superado su propio egocentrismo, no ve en la fuente (en la creación) su propio reflejo como un “narcisista” espiritual (¡Ay del narcisismo espiritual en el clero y la vida religiosa, que tanto fustiga el Papa Francisco!), sino más bien el rostro y las huellas de Dios, que le animan a seguir trabajando en la conformación del mundo con su Reino, y que refuerzan su anhelo por la “visión” final de Dios, en el otro mundo, de un Dios encarnado, siempre dispuesto a nuestro encuentro, con el que ya se sabe inseparablemente unido en éste (Rom 8:35-39). Por eso, Juan de la Cruz, el poeta del anhelo ardiente, nos regaló estos versos tan diferentes de la fuente de Narciso:
“¡Oh cristalina fuente, si en esos tus semblantes plateados, formases de repente los ojos deseados, que tengo en mis entrañas dibujados!”
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