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“Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.”

Domingo, 4 de diciembre de 2016
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Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando:

“Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.”

Éste es el que anunció el profeta Isaías diciendo: “Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.” Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.

Al ver que muchos fariseos y saduceos venían a que los bautizara, les dijo:

“¡Camada de víboras!, ¿quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Abrahán es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abrahán de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego. Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.”

*

Mateo 3,1-12

***

***

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“Recorrer caminos nuevos”. 2 Adviento – A (Mateo 3,1-12)

Domingo, 4 de diciembre de 2016
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02-adv-a-600x825Por los años 27 o 28 apareció en el desierto en torno al Jordán un profeta original e independiente que provocó un fuerte impacto en el pueblo judío: las primeras generaciones cristianas lo vieron siempre como el hombre que preparó el camino a Jesús.

Todo su mensaje se puede concentrar en un grito: «Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos». Después de veinte siglos, el papa Francisco nos está gritando el mismo mensaje a los cristianos: abrid caminos a Dios, volved a Jesús, acoged el Evangelio.

Su propósito es claro: «Busquemos ser una Iglesia que encuentra caminos nuevos». No será fácil. Hemos vivido estos últimos años paralizados por el miedo. El papa no se sorprende: «La novedad nos da siempre un poco de miedo porque nos sentimos más seguros si tenemos todo bajo control, si somos nosotros los que construimos, programamos y planificamos nuestra vida». Y nos hace una pregunta a la que hemos de responder: «¿Estamos decididos a recorrer los caminos nuevos que la novedad de Dios nos presenta o nos atrincheramos en estructuras caducas que han perdido capacidad de respuesta?».

Algunos sectores de la Iglesia piden al papa que acometa cuanto antes diferentes reformas que consideran urgentes. Sin embargo, Francisco ha manifestado su postura de manera clara: «Algunos esperan y me piden reformas en la Iglesia, y debe haberlas. Pero antes es necesario un cambio de actitudes».

Me parece admirable la clarividencia evangélica del papa. Lo primero no es firmar decretos reformistas. Antes es necesario poner a las comunidades cristianas en estado de conversión y recuperar en el interior de la Iglesia las actitudes evangélicas más básicas. Solo en ese clima será posible acometer de manera eficaz y con espíritu evangélico las reformas que necesita urgentemente la Iglesia.

El mismo Francisco nos está indicando todos los días los cambios de actitudes que necesitamos. Señalaré algunos de gran importancia.

Poner a Jesús en el centro de la Iglesia: «Una Iglesia que no lleva a Jesús es una Iglesia muerta».

No vivir en una Iglesia cerrada y autorreferencial: «Una Iglesia que se encierra en el pasado traiciona su propia identidad».

Actuar siempre movidos por la misericordia de Dios hacia todos sus hijos: no cultivar «un cristianismo restauracionista y legalista que lo quiere todo claro y seguro, y no halla nada».

Buscar una Iglesia pobre y de los pobres. Anclar nuestra vida en la esperanza, no «en nuestras reglas, nuestros comportamientos eclesiásticos, nuestros clericalismos».

José Antonio Pagola

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“Convertíos, porque está acerca el reino de los cielos”. Domingo 4 de diciembre de 2016. Domingo 2º de Adviento

Domingo, 4 de diciembre de 2016
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02-advientoa2-cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 11,1-10: Juzgará a los pobres con justicia.
Salmo responsorial: 71: Que en sus días florezca la justicia, y la paz abunde eternamente.
Romanos 15,4-9: Cristo salva a todos los hombres.
Mateo 3,1-12: Convertíos, porque está acerca el reino de los cielos.

La primera lectura es uno de esos varios preciosos textos de Isaías –y de los profetas bíblicos en general– que nos «describen» la «utopía» bíblica. Por definición, la utopía «no tiene lugar», no se la puede encontrar, todavía no se ha concretado en ningún sitio, no existe… y en ese sentido tampoco se puede describir cómo es. Pero si hablamos de la utopía -y si incluso soñamos con ella- es porque sí tiene alguna forma de existencia. No es que no exista, simplemente, sino que «no existe… todavía». Como decía Ernst Bloch, no sólo existe lo que es, sino lo-que-no-es-todavía (el “noch nicht Sein”). No es, pero puede llegar a ser, quiere ser y, como podemos comprobar de tantas maneras, lucha por llegar a ser. Y será. Como decía Ebeling, «lo más real de lo real, no es lo real mismo, sino sus posibilidades»…

El pensamiento utópico es un componente esencial del judeocristianismo. No lo es de otras religiones, incluidas las grandes religiones. No hay sólo un tipo de religiosidad. Podemos encontrar varias corrientes en las religiones «neolíticas», las de los últimos cinco mil años. Unas experimentan lo sagrado sobre todo en la conciencia (la interioridad, el pensamiento silencioso, la experiencia de la iluminación, de la no dualidad… una especie de «estado modificado» de conciencia); otras lo experimentan en la naturaleza, en la experiencia cósmica… (la experiencia de sintonía con la naturaleza, de unidad e interdependencia con ella, de su sacralidad imponente, de la Pachamama… lo que Mircea Elíade llamó la «experiencia uránica», ésa que todos los pueblos han sentido al contemplar la belleza del cosmos, del cielo estrellado…). Las religiones abrahámicas, un tercer grupo, por su parte, han experimentado lo sagrado «en la historia», por medio de la fe, la esperanza y el amor, a través del llamado de una Utopía de Amor-Justicia. Véanse los tres enfoques diferentes de las tres gamas o ramas del árbol de las religiones: la interioridad de la conciencia, la misteriosidad de la naturaleza, y el llamado utópico de la justicia en el decurso de la historia…

Este tercer foco es, concretamente, el ADN de nuestra religión. Todo lo demás (doctrina, moral, liturgia, institución eclesiástica…) añade, reviste, completa… pero la esencia de la religiosidad abrahámica es esa fuerza espiritual que experimentamos en el llamado de la Utopía del Amor-Justicia. Que, por ser “amor-justicia”, obviamente, siempre estará de parte de los pobres, de los “injusticiados”, en cualquier nivel o tipo de injusticia (económica, cultural, racial, de género…) en que se realice.

Los profetas, Isaías en el caso de la lectura de hoy, «describe» la Utopía, «cuenta el sueño» que le anima: un mundo amorizado, fraterno, sin injusticia, sin injusticiados, en armonía incluso con la naturaleza… La Utopía fue tomando en Israel el nombre de «reinado de Dios»: cuando Dios reina el mundo se transforma, la injusticia deja lugar a la justicia, el pecado al perdón, el odio al amor… las relaciones humanas descompuestas se recomponen en una red de amor y solidaridad. El conocido estribillo del canto del salmo 71 (el de la liturgia de este domingo) lo dice magistralmente: «Tu Reino es Vida, tu Reino es Verdad, tu Reino es Justicia, tu Reino es Paz, tu Reino es Gracia, tu Reino es Amor». Donde Dios está presente y «reina», es decir, donde se hacen las cosas «como Dios manda», allí hay Vida, Verdad, Justicia, Paz, Gracia y Amor. Por eso hay que clamar con el estribillo cantado de ese salmo: «Venga a nosotros tu Reino, Señor». No hay sueño ni Utopía más grande, aunque esté tan lejana.

El adviento es, por antonomasia, el tiempo litúrgico de la esperanza. Y la esperanza es la «virtud» (la virtus, la fuerza) de la Utopía, la fuerza que la Utopía provoca, crea en nosotros para esperar contra toda esperanza. Adviento es por eso un tiempo adecuado para reflexionar sobre esta dimensión utópica esencial del cristianismo, y un tiempo para examinar si con el paso del tiempo nuestro cristianismo tal vez olvidó su esencia, tal vez arrincónó tanto la utopía como la esperanza.

El evangelio de Mateo nos presenta a Juan Bautista pidiendo a sus coetáneos la conversión, «porque el reinado de Dios [reinado “de los cielos” dirá Mateo, con el pudor reverencial judío que evita «tomar el nombre de Dios en vano»] está cerca». En aquellos tiempos de mentalidad precientífica y apocalíptica, la propensión a imaginar futuras irrupciones del cielo o del infierno servía para mover a las masas. Hoy, con una visión radicalmente distinta sobre la plausibilidad de tales expectativas apocalípticas, la argumentación de Juan Bautista ya no sirve, resulta increíble para la mayor parte de nuestros contemporáneos. No es que hayamos de cambiar (que hayamos de convertirnos) «porque el reino de Dios está cerca», sino exactamente al revés: el Reino de Dios puede estar cerca porque (y en la medida en que) decidimos cambiar nosotros (convertirnos), y es con ello como cambiamos este mundo… Ya no estamos en tiempos de apocalipsis (una irrupción venida de fuera y de arriba), sino de praxis histórica de transformación del mundo y de su historia (una transformación venida de abajo y desde dentro). El reinado de Dios -la Utopía, para decirlo con un lenguaje más amplio e interreligioso- no es ni puede ser objeto de «espera» (como ante algo que sucederá al margen de nosotros), sino de «esperanza» (la desinencia «anza» expresa ese matiz de actividad endógena). La esperanza es esa actitud que consiste en «desear provocando», desear ardientemente una realidad todavía «u-tópica», tratando de hacerla «tópica», presente en el «topos», en el lugar y en el tiempo, aquí y ahora, en la Tierra, no en el cielo futuro.

Insistimos: otras religiosidades discurren por otro tipo de experiencia de lo sagrado –y ello no es malo, es muy bueno, y es muestra de la pluriformidad de la religiosidad–, pero la vivencia espiritual específicamente judeocristiana es esta esperanza activa histórico-utópica comprometida. En este Adviento podríamos hacer de esto una materia de reflexión y examen.

Por cierto, la segunda lectura, de la carta a los romanos, coincide curiosamente con este mismo enfoque esencial: «Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza»… Mantener la «esperanza», mantener esa tensión de compromiso histórico-utópico es el objetivo de las Escrituras (por cierto, de «todas las Escrituras», no sólo de la Biblia…). Es decir: las Escrituras fueron escritas para eso. No para fines piadosos, para fines estrictamente transcendentes o sobrenaturales… sino «para mantenernos en la esperanza», por tanto, para comprometernos en la historia, para encontrar lo divino en lo humano, el Futuro absoluto en el futuro histórico y contingente. Cualquier utilización bíblica que nos encierre dentro de la Bíblia misma, nos separe de la vida o nos haga olvidar el compromiso histórico de construir apasionadamente la Utopía en esta tierra, será un uso malversado –o incluso perverso– de la Biblia. Leer más…

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Dom 4.12.16. Adviento, Buen Gobierno ¿Más fácil creer en Dios que en los buenos gobernantes?

Domingo, 4 de diciembre de 2016
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 2 Adviento. Ciclo A. Isaías 11, 1-10. Seguimos en Adviento, impulsados por una fuerte esperanza de paz.

El domingo anterior he leído y comentado el texto del Monte Sión (Is 2, 1-5), una especie de ONU de la paz, donde subirían todos los pueblos para “aprender” a convivir, convirtiendo las espadas y las lanzas en aperos de buena labranza.
Este domingo leeré y comentaré la primera parte del segundo manifiesto de la paz, tomado también de Is 11, 1-10) donde se promete la llegada de buenos gobernantes, dotados de los sietes dones necesarios para crear la paz entre los pueblos.

Muchos dicen que es más difícil creer en la llegada de buenos gobernantes que creer en Dios. No es que todos sean malos sin más, pero en general son destructores… un poco peores que la gente en general. Eso es lo que creían antaño los judíos, eso es lo que dirá nuestro texto.

Por eso, la esperanza del Adviento es doble, tiene dos partes:
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1. Viene Dios, es decir, va a revelarse el sentido más hondo, divino, positivo, de la realidad, la Vida Eterna, pacificada.

2. Van a venir los buenos gobernantes…, el Mesías que es signo de Dios, un buen gobernante.

Estamos en el tiempo de la Gran Venida, es decir del Adviento (Adventus, de Ad-venio, advenimiento); antes que la marcha de los hombres que buscan la paz está la Venida de Dios, que quiere enseñar a los hombres y en especial a los gobernantes.

− Isaías promete la llegada del Buen Gobernante, es decir de los buenos gobernantes, simbolizados por el Rey Sabio, dotado de los siete Dones del Espíritu (es decir, de los siete espíritus), que se centran en un Buen Conocimiento, en una Sabiduría abierta a la reconciliación universal.

− Este Rey de Paz, presidente Sabio, será un (el) Hijo de Jesé, esto es, un hombre de la Familia de David, pero un David sin espada ni guerra de guerrillas, un David que no engaña a las mujeres, un David que no oprime a los hombres…

Ese nuevo David, Retoño de Jesé (Presidente de USA o de Rusia…, del Banco Mundial, de las multinacionales….), gobernará sólo por el Buen Entendimiento. No vencerá por las armas, convencerá por las buenas razones, de manera que los niños sean sabios, puedan alimentarse, esperar, soñar, disfrutar.

Éste es un sueño de Adviento, empezó ya con Isaías, ante de Jesús. Buen Adviento a todos. Seguimos esperando

ISAÍAS, LA PROMESA DEL BUEN GOBERNANTES

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Este signo del Rey Sabio, Rey de paz, puede identificarse con Jesús… (para los cristianos es Jesús). Pero en principio, este Rey de Paz se identifica con todos los buenos gobernantes de Israel (de la familia de David), pero también de todos los pueblos.

De esa forma, con la promesa de llegada de ese Buen Gobernante, la liturgia cristiana (la Biblia) enciende cada año la Utopía del Gobierno de la Paz, es decir, de una nueva política de sabiduría y de reconciliación universal, tras haber destruido las armas. Esta U-topía de Dios (no topos, no lugar: más allá de nuestros mapas racionales y económica); ésta es la Utopía, el gran Topos o lugar de nuestra identidad

Oh que buen vasallo si oviera buen Señor… … Este pasaje de Isaías supone que el pueblo es bueno, pero que estamos dominados y manejados por malos gobernantes…. En ese fondo promete la llegada de un buen Gobierno, de un Rey de Paz (de unos presidentes y gobernadores capaces de crear la paz).

Vimos el domingo pasado el tema de la superación de la guerra (de las espadas forjarán arados); este domingo insistimos en la pacificación cósmica, desde la perspectiva de todos los vivientes, empezando por el Buen Gobierno. Quien lea este pasaje sabrá que nuestros gobernantes, en general (en USA y España, en China y Omán, por poner al azar unos ejemplos) son simplemente unos “enanos”. Éste es el domingo de la esperanza de los buenos gobernantes

Texto: Is 11, 1-5 (dejo para otro día el resto del pasaje: 11, 6-10)

Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago. Sobre él se posará el espíritu del Señor:

espíritu de sabiduría, inteligencia,
espíritu de consejo y fortaleza,
espíritu de ciencia y temor del Señor.
Le inspirará el Temor del Señor (de Yahvé, de Dios) .

No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados. Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios. La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.

Evangelio del Emmanuel. El árbol de Jesé

Este pasaje forma parte del famoso Libro del Emmanuel o Dios con nosotros (integrado ahora en el Rollo de Isaías: Is 7-12), uno de los textos más significativos de la historia y la esperanza universal. Este “libro del Emmanuel” se inspira en textos y pasajes que son históricamente anteriores, como el de Is 2, 2-5 (la paz universal en Sión) y, sobre todo, el de la vocación de Isaías (Is 6, 1-13) donde se habla del tocón o raíz de Jesús, que ha sido talado, pero que volverá a convertirse en tronco nuevo, semilla santa de humanidad.

Este pasaje del Renuevo (del nuevo tronco, del árbol de Jesé), que está en un lugar central del Libro del Emmanuel (de Isaías) ha de entenderse como un texto de promesa y de contraste, en el que se contraponen dos realidades, pone en el principio de la salvación un Buen Gobierno, la llegada de un Rey, de unos reyes distintos. Este pasaje tiene un fondo histórico concreto:

a) La realidad actual. El reino de Judá se encuentra destruido o, por lo menos, muy amenaza. Es como el tocón de un árbol talado, como las raíces trincadas y secas de un bosque antaño poderoso. Ha pasado la guerra, se ha extendido el incendio, el leñador ha cruzado por los campos con el hacha justiciera y, al final, no quedan más que unos “tocones”, bases de árboles cortados, sin tronco y si ramas.

b) Esperanza futura. Pues bien, del tronco seco o raíz truncada del árbol de Jesé (el Padre de David) brotará un renuevo, crecerá nuevamente un árbol y al árbol se hará bosque, bosque y pradera de paz para todos los pueblos de la tierra, incluso para los animales. En esa situación nos hallamos todavía hoy, año 2010. Nuestro árbol parece secarse, bajo el riesgo del hacha destructora, pero podremos renovarnos, crecer…

El Arbol de Jesé: “Brotará un renuevo…”.

He dicho que este pasaje se sitúa dentro de la historia de Israel (del Reino de Judá), pero tiene un sentido universal. Habla del Rey Sabio, del buen gobernante que ha de venir sobre la tierra, para superar la guerra, para crear la paz. Del tronco seco (¿recordáis el árbol seco de Machado en la Alta Soria española?), del tronco seco de “padre Jesé”, de una humanidad que parece condenada a la muerte, va a nacer una rama verde, cargada de esperanza. Leer más…

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Paraíso, conversión, acogida. Domingo 2º de Adviento. Ciclo A

Domingo, 4 de diciembre de 2016
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brote2-960x350Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

  1. Injusticia ‒ paraíso (Isaías 11,1-10)

            La lectura de Isaías del primer domingo de Adviento hablaba de la experiencia de la guerra y la esperanza de un mundo sin conflictos militares ni carrera de armamentos. Este segundo domingo se dedica a la experiencia de la injusticia y su contrapartida de un mundo feliz, una vuelta al paraíso. Los profetas fueron quienes denunciaron la situación de injusticia con más energía. Aunque no veían fácil solución al problema, estaban convencidos de que el remedio dependía de unos jueces y monarcas justos, que implantaran la justicia en el país. El texto más claro y utópico en esta línea es el que se lee en el segundo domingo de Adviento.

            Aquel día, brotará un renuevo del tronco de Jesé, y de su raíz florecerá un vástago.

            Sobre él se posará el espíritu del Señor: espíritu de prudencia y sabiduría, espíritu de consejo y valentía, espíritu de ciencia y temor del Señor.

            No juzgará por apariencias ni sentenciará sólo de oídas; juzgará a los pobres con justicia, con rectitud a los desamparados.

            Herirá al violento con la vara de su boca, y al malvado con el aliento de sus labios.

            La justicia será cinturón de sus lomos, y la lealtad, cinturón de sus caderas.

            Habitará el lobo con el cordero, la pantera se tumbará con el cabrito, el novillo y el león pacerán juntos: un muchacho pequeño los pastorea.

            La vaca pastará con el oso, sus crías se tumbarán juntas; el león comerá paja con el buey. El niño jugará en la hura del áspid, la criatura meterá la mano en el escondrijo de la serpiente.

            No harán daño ni estrago por todo mi monte santo: porque está lleno el país de ciencia del Señor, como las aguas colman el mar. Aquel día, la raíz de Jesé se erguirá como enseña de los pueblos: la buscarán los gentiles, y será gloriosa su morada.

            La mejor forma de entender este poema es verlo como un tríptico. La primera tabla ofrece un paisaje desolador: un bosque arrasado y quemado. Pero en medio de esa desolación, en primer plano, hay un tronco del que brota un vástago: el tronco es Jesé, el padre de David, y el vástago un rey semejante al gran rey judío.

            En la segunda tabla, como en un cuento maravilloso, el vástago vegetal adquiere forma humana y se convierte en rey. Pero lo más importante es que él vienen todos los dones del Espíritu de Dios: prudencia y sabiduría, consejo y valentía, ciencia y respeto del Señor. Y todas ellas las pone al servicio de la administración de la justicia. El enemigo no es ahora una potencia invasora. Lo que disturba al pueblo de Dios es la presencia de malvados y violentos, opresores de los pobres y desamparados. El rey dedicará todo su esfuerzo a la superación de estas injusticias.

            La tercera tabla del tríptico da por supuesto que tendrá éxito, consiguiendo reimplantar en la tierra una situación paradisíaca. Y esto se describe uniendo parejas de animales fuertes y débiles (lobo-cordero, pantera-cabrito, novillo-león) en los que desaparece toda agresividad. Nos encontramos en el paraíso, y todos los animales aceptan una modesta dieta vegetariana («el león comerá paja con el buey»), como proponía el ideal de Gn 1,30. Y como ejemplo admirable de la unión y concordia entre todos, aparece un pastor infantil de lobos, panteras y leones, además de ese niño que introduce la mano en el escondite de la serpiente. El miedo, la violencia, desaparecen de la tierra. Y todo ello gracias a que «está lleno el país del conocimiento del Señor». Ya no habrá que anhelar, como en el antiguo paraíso, comer del árbol de la ciencia del bien y del mal. Hay una ciencia más profunda, el conocimiento de Dios, y ésa no queda recluida dentro de unos límites prohibidos, sino que inunda la tierra como las aguas inundan el mar.

            Esta esperanza del paraíso no se ha hecho todavía realidad. Pero el Adviento nos anima a mantener la esperanza y hacer lo posible por remediar la situación de injusticia.

  1. Conversión (Mateo 3,1-12)

            El evangelio del primer domingo nos invitaba a la vigilancia. El del segundo domingo exhorta a la conversión, basándose en la predicación de Juan Bautista.

            Por aquel tiempo, Juan Bautista se presentó en el desierto de Judea, predicando: «Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos.» Éste es el que anunció el profeta Isaías, diciendo: «Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos”».

            Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados; y él los bautizaba en el Jordán.

           

            El evangelio de Mt es muy impreciso con respecto al momento histórico en que comienza la actuación de Juan («por aquel tiempo»), y también con respecto a lugar de su predicación: «en el desierto de Judea».

            El mensaje se resume en pocas palabras: «Arrepentíos, porque el Reinado de Dios está cerca». La llamada a la conversión es típicamente profética. Al comienzo del libro de Zacarías, se dice: «Volved a mí y yo volveré a vosotros. No seáis como vuestros antepasados, a quienes predicaban los antiguos profetas: “Así dice el Señor de los ejércitos: Convertíos de vuestra mala conducta y de vuestras malas acciones”; y no me escucharon ni me hicieron caso» (Zac 1,4). Según este texto, toda la predicación profética se resume en la llamada a la conversión, que me implica dos aspectos distintos y complementarios: volver a Dios y cambiar de conducta.

            Juan aduce un motivo típicamente apocalíptico: «el reinado de Dios está cerca». A nosotros esta frase puede resultarnos exagerada y ridícula. Aunque rezamos continuamente «venga a nosotros tu reino», tendemos a reaccionar de manera escéptica cuando oímos hablar de la cercanía de ese reinado. La reacción de los judíos del siglo I, sobre todo de los que sintonizaban con la mentalidad apocalíptica, era muy distinta. A gente pobre, sencilla, oprimida por los romanos y sus colaboradores, Juan le anuncia un mundo nuevo, de justicia, paz, tranquilidad, amor, en el que Dios será el verdadero rey. Así se comprende el éxito que encuentra entre sus contemporáneos: acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán. La gente busca y encuentra en él hago algo que no encuentra entre los dirigentes religiosos.

            El evangelio del segundo domingo de Adviento no termina ahí. Continúa con un duro enfrentamiento de Juan con los fariseos y saduceos.         Las palabras que Juan dirige a este grupo constan de saludo y dos partes. El saludo no habría ganado un premio en un concurso de retórica: ¡Camada de víboras! Juan no quiere ganarse a sus oyentes sino provocarlos para que se conviertan.       La primera parte dice así:

¿Quién os ha enseñado a escapar del castigo inminente? Dad el fruto que pide la conversión. Y no os hagáis ilusiones, pensando: “Abraham es nuestro padre”, pues os digo que Dios es capaz de sacar hijos de Abraham de estas piedras. Ya toca el hacha la base de los árboles, y el árbol que no da buen fruto será talado y echado al fuego.

            Cuando habló al pueblo, Juan adujo como motivo para convertirse la inminencia del reinado de Dios. Aquí indica un motivo distinto: la inminencia del castigo, que se compara con un hacha dispuesta a talar los árboles. Y añade que la conversión debe ser práctica, acompañada de obras; como el árbol que da buen fruto, o de lo contrario es cortado. En medio de esta amenaza, fariseos y saduceos pueden pensar en una escapatoria: «Somos israelitas, hijos de Abrahán, y no podrá ocurrirnos nada malo, Dios no nos castigará». Lo mismo que afirmaron siglos antes los contemporáneos de los profetas Amós y Jeremías. Pero Juan, igual que los antiguos profetas, les advierte que esta falsa confianza no les servirá de nada.

            La segunda parte del discurso acentúa el tono amenazador:

Yo os bautizo con agua para que os convirtáis; pero el que viene detrás de mí puede más que yo, y no merezco ni llevarle las sandalias. Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Él tiene el bieldo en la mano: aventará su parva, reunirá su trigo en el granero y quemará la paja en una hoguera que no se apaga.

            Juan cumple ahora otro aspecto de su misión de precursor del Mesías: habla de este personaje, acentuando su dignidad («no merezco ni llevarle las sandalias») y su poder («yo bautizo con agua, él con fuego»). El verbo bautizar significa «lavar» (en el evangelio se dice que los fariseos «bautizan» los platos y vasos). Juan considera que su lavado es suave, con agua; el del Mesías será una purificación con fuego. Basándose en el Salmo 2, algunos textos concebían al Mesías con un cetro en la mano para triturar a los pueblos rebeldes y desmenuzarlos como cacharros de loza. Juan no lo presenta con un cetro, utiliza una imagen más campesina: lleva un bieldo, con el que separará el trigo de la paja, para quemar ésta en una hoguera inextinguible.

            Sumando los datos anteriores, tenemos dos imágenes terribles para exhortar a la conversión: la del hacha dispuesta a talar los árboles inútiles y la del bieldo echando a la hoguera a quienes son como la paja.

            ¿Está justificado este carácter tan duro del mensaje de Juan? El texto más parecido, incluso por la imagen, se encuentra al final del libro de Amós:

                        Mirad, daré órdenes de zarandear a Israel entre las naciones,

como se zarandea una criba sin que caiga un grano a tierra.

                        Pero morirán a espada todos los pecadores de mi pueblo;

los que dicen: No llega, no nos alcanza la desgracia (Am 9,9-10).

            Otro ejemplo, tomado del final del libro de Isaías:

11Pero a vosotros, que abandonasteis al Señor olvidando mi Monte Santo,

(…)

12yo os destino a la espada, y todos os encorvaréis para el degüello:

porque llamé y no respondisteis, hablé y no escuchasteis,

hicisteis lo que no me agrada,           escogisteis lo que no quiero. (Is 65,11-12)

            Esta mentalidad influirá en que algunos israelitas piadosos consideren plenamente justificado el recurso a la violencia cuando advierten un comportamiento indigno. En la conferencia cito los ejemplos de Fineés, Elías y Matatías. Conviene recordar la dureza de estos textos para valorar justamente el evangelio del próximo domingo.

  1. Acogida (Romanos 15,4-9)

            Las primeras comunidades cristianas estaban formadas por dos grupos de origen muy distinto: judíos y paganos. El judío tendía a considerarse superior. El pagano, como reacción, a rechazar al cristiano de origen judío. En este contexto escribe Pablo:

            Hermanos:

            Todas las antiguas Escrituras se escribieron para enseñanza nuestra, de modo que entre nuestra paciencia y el consuelo que dan las Escrituras mantengamos la esperanza. Que Dios, fuente de toda paciencia y consuelo, os conceda estar de acuerdo entre vosotros, según Jesucristo, para que unánimes, a una voz, alabéis al Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo.

            En una palabra, acogeos mutuamente, como Cristo os acogió para gloria de Dios. Quiero decir con esto que Cristo se hizo servidor de los judíos para probar la fidelidad de Dios, cumpliendo las promesas hechas a los patriarcas; y, por otra parte, acoge a los gentiles para que alaben a Dios por su misericordia. Así, dice la Escritura: «Te alabaré en medio de los gentiles y cantaré a tu nombre». 

            Hoy día no existe este problema, pero pueden darse otros parecidos, que dividen a los cristianos por motivos raciales, políticos o culturales.

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Segundo Domingo de Adviento. 4 diciembre, 2016

Domingo, 4 de diciembre de 2016
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iiadviento-2016

“Y acudía a él toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán; confesaban sus pecados y él los bautizaba en el Jordán.”

(Mt 3, 1-12)

Acudid vosotras y vosotros también…

En este segundo domingo de adviento el evangelista Mateo nos presenta a un Juan Bautista enfadado, o por lo menos, indignado y muy poco preocupado por la imagen, el márquetin o porque se le vaya la gente.

Ahí le tenemos con su curioso atuendo: vestido de piel de camello y correa de cuero, con una dieta también extraña a base de saltamontes y miel silvestre.

 Que cuando se ha concentrado a su alrededor mucha gente (toda la gente de Jerusalén, de Judea y del valle del Jordán) se pone a insultar a voz en grito a los fariseos y saduceos, les llama “raza de víboras” y manda al cuerno sus privilegios diciéndoles que Dios puede sacar hijos de Abrahán de las piedras. Y a partir de ahí ya son todo amenazas: el hacha, el fuego y el bieldo.

La verdad es que todo junto da un poco de miedo. Si lo pienso despacio no sé si iría corriendo a bautizarme o correría en sentido contrario…

Realmente el anunciante y el anunciado se parecen poco. Aunque es verdad que Jesús tampoco se quedará corto a la hora de dedicarles algunos insultos a los fariseos y escribas, incluso a Herodes.

Pero en lo que no se parecen nada de nada es en la experiencia de Dios. Juan nos habla de un Dios justiciero, que tiene ya el hacha en la mano… Jesús nos dirá que Dios tiene una paciencia y una misericordia infinitas y que no pretende ni siquiera quebrar la caña cascada, ni apagar en pábilo vacilante.

Sin embargo, también Jesús nos invitará a la conversión, pero no por temor, ni principalmente para quitarnos los pecados, no. Jesús nos invita a volver a nuestro Dios porque sabe que mientras le falte uno solo de sus hijos, una sola de sus ovejas o una sola de sus monedas, Dios no está tranquilo, no puede estarlo.

Oración

Dios nos está esperando con un abrazo inmenso y Jesús nos dice: ¡Acudid! a los brazos del Padre.

¡Acudid! Porque lo que tiene en la mano no es un hacha, es un anillo. (Cfr. Lc15, 22)

¡Acudid! Porque solo es capaz de “amenazarnos” con cargarnos a sus hombros para llevarnos a casa. (Cfr. Lc15,5)

¡Acudid! Porque está deseando encontraros y celebrar una fiesta con sus amigas y vecinas. (Cfr. Lc 15, 9).

Gracias, Trinidad Santa, por esta segunda semana llena de abrazos.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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El Profeta ve más allá de las apariencias y descubre su ser

Domingo, 4 de diciembre de 2016
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gargallo4Mt 3, 1-12

Hoy, los profetas Isaías y Juan tienen la palabra. La palabra de un profeta no es fácil de aceptar porque obliga a cambiar, y eso no nos gusta. El profeta es el hombre que ve un poco más allá, o más hondo que el resto de los mortales. Esa ventaja nace de su postura escudriñadora. No le gusta lo que ve a su alrededor y busca algo nuevo. Esa novedad la encuentra entrando dentro de sí y viendo las exigencias de su verdadero ser. El profeta no es un portavoz enviado desde fuera; es siempre un explorador del espíritu humano que tiene la valentía de advertir a los demás de lo que ve. En esto consiste la revelación. Dios se revela siempre y a todos; solo algunos lo descubren.

Hoy Isaías anuncia lo que debía ser cada hombre personalmente y lo que podía ser la comunidad. Pero extiende los beneficios de una comunidad auténticamente humana a toda la creación. El causante de ese maravilloso cambio será elEspíritu. Los tiempos mesiánicos llegarán cuando las ciencias humanas no tengan la última palabra, sino que la norma última sea “la ciencia del Señor”. Sencillamente genial. Hoy sabemos que esa sabiduría de Dios está en lo hondo de nuestro ser y allí debemos descubrirla.

Lo primero que nos anuncian, es que nacerá algo nuevo de lo viejo. En lo antiguo, aunque parezca decrépito y reseco, siempre permanece un germen de Vida. La Vida es más resistente de lo que normalmente imaginamos. En lo más hondo de todo ser humano siempre queda un rescoldo que puede ser avivado en cualquier instante. Ese rescoldo es el punto de partida para lo nuevo, para un verdadero cambio y conversión.

El evangelio del hoy, leído con las nuevas perspectivas que nos da la exégesis, nos puede abrir increíbles cauces de reflexión. Es un alimento tan condensado, que necesitaría horas de explicación (disolverlo para convertirlo en digerible). El problema que tenemos es que lo hemos escuchado tantas veces, que es casi imposible que nos mueva a ningún examen serio sobre el rumbo de nuestra vida. Y sin embargo, ahí está el revulsivo. Pablo ya nos lo advierte: “La Escritura está ahí para enseñanza nuestra”.

“En aquellos días”. Este comienzo es un intento de situar de manera realista los acontecimientos y dejarlos insertados en un tiempo y en un indeterminado lugar. Jesús ya tenía unos treinta años y estaba preparado para empezar una andadura única. Sin embargo, los cristianos descubren que lo primeros pasos lo quiere dar de la mano del único profeta que aparecía en Israel después de trescientos años de sequía absoluta.

“En el desierto”. La realidad nueva que se anuncia, aparece fuera de las instituciones y del templo, que sería el lugar más lógico, sobre todo sabiendo que Juan era hijo de un sacerdote. Esto se dice con toda intención. Antes incluso de hablar del contenido de la predicación de Juan, nos está diciendo que su predicación tiene muy poco que ver con la religiosidad oficial, que había desfigurado la imagen del verdadero Dios.

“Convertíos, porque está cerca el reino de Dios”. Está claro que se trata de una idea cristiana, aunque se ponga en boca del Bautista. Es exactamente la frase con que, en el capítulo siguiente, comienza su predicación el mismo Jesús. Sin duda quiere resaltar la coincidencia de la predicación de ambos, aunque más adelante deja claro las diferencias. Convertirse no es renunciar a nada ni hacer penitencia por nuestros pecados. Convertirse (metanoia), en lenguaje bíblico, es cambiar de rumbo en la vida.

Vamos por un camino equivocado y tenemos que cambiar de dirección. Para rectificar es preciso descubrir que me he equivocado o que me he propuesto otra meta. Convertirse es elegir lo que es mejor para mí, por lo tanto no lleva consigo ninguna renuncia, sino el claro discernimiento de lo que es bueno. Mateo proclama el mensaje incluso antes de presentarnos al personaje. Es ya una insinuación de lo importante.

“Éste es el que anunció el profeta Isaías. Esta manera de referirse al Bautista es muy interesante, porque resume muy bien lo que pensaban los primeros cristianos de Juan. Para ellos, la figura de Juan responde a las expectativas de Isaías. Juan es Elías (correa de cuero) que vuelve a preparar los tiempos mesiánicos.

“Llevaba un vestido de piel de camello”. La descripción del personaje es escueta pero impresionante. Su figura es ya un reflejo de lo que será su mensaje, desnudo y sin adornos, puro espíritu, pura esencia. ¡Qué bien nos vendría a los predicadores de hoy un poco más de coherencia entre lo que vivimos y lo que predicamos! Esa falta de coherencia es lo que denuncia a continuación en los fariseos y saduceos. Juan es un inconformista que no se amolda en nada a la manera religiosa de vivir de la gente normal. Ni come, ni viste, ni vive, ni da culto a Dios como los demás.

“Acudía a él toda la gente.” La respuesta parece que fue masiva. Se proponen dos ofertas de salvación: la oficial, Jerusalén (templo) y la protestante en el desierto. La gente se aparta del templo y busca la salvación en el desierto junto al profeta. La religión oficial se había vuelto inútil, en vez de salvar esclavizaba. Más tarde, Mt llevará a toda esa gente a Jesús, en quien encontrará la salvación definitiva.

“Dad el fruto que pide la conversión”. A los fariseos y saduceos, Juan les pide autenticidad, de nada sirve engañarse o engañar a los demás. Los fariseos y los saduceos eran los dos grupos más influyentes en tiempo de Jesús. También van a bautizarse. Las instituciones opresoras tratan por todos los medios de domesticar ese movimiento inesperado, pero son desenmascarados por Juan.

Los fariseos conocedores de todas las normas, cumplían más de lo que estaba mandado, por si acaso. Los saduceos eran el alto clero y los aristócratas, los que estaban más cerca del templo y de Dios. Éstos son los que tienen que convertirse. ¿De qué? Aquí está la clave. Un cumplimiento escrupuloso de la Ley compatible con una indiferencia e incluso desprecio por los demás, es contrario a lo que Dios espera. Estar todo el día trajinando en el templo no garantiza el cumplimiento de la voluntad de Dios.

La conclusión es demoledora. Ninguna religiosidad que prescinda del hombre puede tener sentido, ni entonces, ni ahora. Los seres humanos somos muy propensos a dilucidar nuestra existencia relacionándonos directamente con Dios, pero se nos hace muy cuesta arriba el tener que abrirnos a los demás. Nos cuesta aceptar que lo que me exige Dios (mi verdadero ser) es que cuide del otro. Si pudiéramos escamotear esta exigencia, todos seríamos buenísimos.

El Dios, con el que nos relacionamos prescindiendo del otro, es un ídolo. Convertirse no es arrepentirse de los pecados y empezar a cumplir mejor los mandamientos. No se trata de dejar de hacer esto y empezar a hacer aquello. No podemos conformarnos con ningún gesto externo. Se trata de hacerlo todo desde la nueva perspectiva del Ser. Se trata de estar en todo momento dispuesto a darme a los demás.

“Él os bautizará con Espíritu Santo y fuego. Se trata de otra idea absolutamente cristiana. Juan está hablando de un bautismo distinto y superior al suyo. Toda plenitud es siempre realizada gracias al Espíritu. No está hablando propiamente del “Espíritu Santo”, sino de la fuerza de Dios que capacita a Jesús y a todo el que “se bautice en él”, para desplegar todas las posibilidades de ser humano.

Meditación-contemplación

“Sobre él se posará el Espíritu del Señor”.
La presencia de Dios Espíritu en nosotros
nos abre infinitas posibilidades.
Sin esa presencia yo sería nada. Con ella puedo serlo todo.
………………………

Meditar es emprender un camino hacia el hondón de mi ser.
El camino puede ser largo y difícil, pero no hay alternativa.
Si de verdad quiero ser auténtico,tengo que descubrir mi ser.
Si no lo descubro, mi vida se centrará en el “ego” (falso yo).
………………….

La conversión es consecuencia de este descubrimiento.
El hombre solo cambia una meta por otra mejor.
Si cambio de dirección sin haber descubierto la meta,
me desorientaré y continuaré sin rumbo fijo.
………………….

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Actos frente a palabras

Domingo, 4 de diciembre de 2016
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1Cuando escuché sonar la campana desaparecieron el “yo” y la “campana” y sólo había tañidos” (Maestro zen)

4 de diciembre, II domingo de Adviento

Mt 3, 1-12

Dad frutos válidos de arrepentimiento y no os imaginéis que os basta decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo os digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos de Abrahán

En la película Encadenados de Hitchcock, Cary Grant e Ingrid Bergman en los  papeles protagonistas de Frank y Alicia, oscilan continuamente entre el arrojarse sin trabas a los brazos de su impulso o el constreñirse en aras de intereses superiores a los que deben servir: conflicto entre el amor y el sentido del deber.

“Obras, señor, son amores, / que buenas razones no” dice Laura, en la comedia de Lope de Vega que lleva por título Obras son amores, y no buenas razones. Felisardo, rey de Ungria, le replica: “Laura, tú me has advertido: / tú me dices, Laura bella, / que las obras son amores, / hoy quiero yo que se vea / que esa sentencia es verdad”. Y posteriormente añade: “Pues, Laura, hoy quiero que veas / que las obras son amores, / y si el dar grandes riquezas, / es digna demostración, / las mayores que deseas / te traigo en aquesta caxa”Un refrán castellano lo refrenda: Obras son amores, que no buenas razones.

Ser hombre de palabra es importante, pero sería vano si no fuera acompañado de los hechos. En su Poema Noche del hombre y su demonio, Luis Cernuda hace que el hombre le replique al diablo en estos engañosos términos: “Hoy me reprochas el culto a la palabra. / ¿Quién sino tú puso en mí esa locura? / El amargo placer de transformar el gesto / en son, sustituyendo el verbo al acto. / Ha sido afán constante de mi vida / y mi voz no escuchada, o apenas escuchada”.

“Cuando escuché sonar la campana desaparecieron el “yo” y la “campana” y sólo había tañidos”, como dijo un famoso maestro zen cuando alcanzó la iluminación. No basta que las campanas tañan en sonidos que luego lleva el viento, pues una cosa es predicar y otra dar trigo: es sencillo emplear la palabrería ante una necesidad, pero lo realmente importante son los hechos.

Dad frutos válidos de arrepentimiento y no os imaginéis que os basta decir: Nuestro padre es AbrahánMateo pone el dedo en la llaga de los vendedores de viento, con sus estanterías vacías de productos. En la anteriormente citada película Encadenados de Hitchcock, Cary Grant le dice a Ingrid Bergman: “Los actos importan más que las palabras”, cuando ella le pregunta insistentemente si la quiere. Se lo está demostrando con los hechos.

Con objeto de que Juan Bautista le reconociera, Jesús le envía a sus discípulos para que le informen, no de lo que predica sino de lo que hace: “ciegos recobran vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres reciben la Buena Noticia” (Lc 11, 5).

Los gansos salvajes de nuestro Poema también son emigrantes que en otoño hacen sus travesías en punta de lanza por el cielo. Se sienten altamente solidarios y, en su vuelo hacia el sur, ayudan a los necesitados que flaquean, se cansan o caen enfermos. En el viaje común no sólo hay graznidos.

EL GANSO SALVAJE

Os he visto hacer la travesía
en punta de lanza
por el cielo.
Permanecíais unidos cogidos de la mano
y en equipo.

Remeros de los mares siderales
donde el espacio es siempre infinito
¿Quién ha sido el Gran Sabio de la vida
que os dijo: “así volando en sintonía
alcanzaréis mejor  vuestro destino?”

Todos son
capitanes del barco y son remeros.

Todos tienen su turno
en el Puente de Mando y en el remo.
Todos graznan
y dan al Capitán coraje.

Todos se sienten solidarios;
y cuando alguno flaquea, se cansa o cae enfermo,
dos aguerridos dejan la formación y le acompañan
hasta facilitarle retomar el vuelo.

Gran Sabio de la vida:
¿por qué nos amasaste hombres y no Gansos?

(Naturalia. Los sueños de las criaturas. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Juan Bautista, ayer y hoy.

Domingo, 4 de diciembre de 2016
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rosto-de-jesus-na-multidaoMt 3, 1-12

El evangelio de este domingo nos presenta un personaje curioso. Va vestido de un modo que llama la atención y recuerda al profeta Elías; predica en el desierto de Judea  y no tiene pelos en la lengua. Predicó hace casi dos mil años, pero…

¿QUÉ NOS DIRÍA HOY?

Juan Bautista se colocó en el pasillo central de unos grandes almacenes, junto a las mejores ofertas del Black Friday, sacó su megáfono y dijo: “Que sean vuestras necesidades reales lo que os mueva a comprar. Que las ofertas no apaguen vuestra lucidez ni despierten el deseo compulsivo de consumir…”

La gente le rodeó pensando que era una atracción más y formaba parte del montaje de las rebajas, pero al oír su mensaje se fueron retirando. Por los pasillos de los grandes almacenes se oían comentarios: “Está loco”; “Que nos deje disfrutar de las rebajas.”; “Este no se ha enterado de la sociedad en la que vive”…

Juan Bautista se fue a unos estudios de televisión y se sentó entre el público. Durante un rato observó cómo un grupo de hombres y mujeres ganaban dinero fácilmente vendiendo su cuerpo y sus sentimientos. Tan pronto mentían como reconocían su mentira y se sometían al polígrafo. Lloraban, gritaban, se insultaban o se besaban apasionadamente.

De repente, Juan se puso en pie, sacó su megáfono y les dijo: “Mirad a vuestro alrededor. Muchos jóvenes  han caído, víctimas de este juego. Sois como ídolos con pies de barro. Por salir en televisión sois capaces de mezclar el amor con la mierda;  antes o después, la suciedad os salpica a vosotros mismos…”

No pudo continuar. Dos guardias de seguridad fornidos lo cogieron por los hombros y lo sacaron a la calle, cerrando las puertas tras él. Dentro, la presentadora pidió disculpas:

– Lo sentimos. De vez en cuando hay locos que intentan estropear el programa, pero no lo consiguen.

Y la grabación continuó su curso, como si no hubiera pasado nada;  la audiencia se lo merecía.

Juan Bautista entró en el edificio de un gran banco y gritó en el hall: “Raza de víboras, mirad las consecuencias de vuestra política económica.  No digáis que sois banqueros cristianos de toda la vida y dais limosna. Los tribunales están llenos de procesos y juicios contra vosotros. Os habéis enriquecido engañando a los más débiles…”

– Ya hemos oído bastante. Que lo desalojen- se oyó desde el fondo del hall.

Y lo expulsaron sin miramientos.

Juan Bautista se fue a la puerta del Congreso y fue abordando a sus señorías diciendo: “¡Basta ya de promesas de cambio! Es hora de hacer justicia y de repartir con quien no tiene. El árbol que no da fruto será talado y echado al fuego. Dad frutos propios de la conversión… “

Alguien levantó la mano e hizo un gesto. En un momento, un grupo de policías rodeó a Juan,  lo metieron en un furgón y se lo llevaron.  La persona que dio la orden era del partido de los Herodianos.

Al estar detenido no pudo ir a predicar a una iglesia del centro de la ciudad, que estaba muy concurrida los domingos.

JUAN BAUTISTA EN SU TIEMPO

Cada uno de los cuatro evangelistas nos habla de Juan, poniendo el acento en aspectos diferentes, según la finalidad de su evangelio, porque el Bautista tuvo multitud de seguidores y una importancia extraordinaria en su tiempo; hay datos extra bíblicos que lo confirman. En algunos ambientes fue más conocido que el propio Jesús.

El evangelista san Mateo da un salto cronológico, desde la infancia de Jesús a la aparición del Bautista. Lo hace magistralmente gracias a la frase “por aquel tiempo”. Con este recurso literario quedaba claro en su tiempo que la historia de la salvación continuaba. A continuación nos ofrece rasgos para que podamos reconocer a Juan Bautista como un profeta.

Isaías había dicho: “Una voz grita: preparad en el desierto un camino para Yahvé, enderezad en la estepa una senda para nuestro Dios” (40, 3). Hay otros textos similares: “Yo enviaré un ángel delante de ti para que te guíe por el camino…” (Éxodo 23,20) y “He aquí que yo enviaré a mi mensajero a preparar el camino delante de mi…” (Malaquías 3, 1).

De este modo, extraño para la mentalidad actual, los judíos comprendían que tanto el mensaje de Juan como la persona de Jesús quedaban insertos en la tradición profética.

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. En tiempos de Jesús el modo de vestir era expresión de la identidad de la persona con más claridad que ahora. Actualmente una persona muy rica puede ir con pantalones vaqueros rotos y se considera moda; nos equivocaríamos al juzgar su estatus social a través de la ropa.

San Mateo nos describe las vestiduras de Juan de modo que a la gente de su tiempo le evocara al profeta Elías, hasta el punto de que llegaron a preguntarse si Elías había vuelto de nuevo, como puntualiza el evangelista Marcos.

Tenía sentido que se hicieran esa pregunta. En el segundo libro de los Reyes, Elías es descrito como “un hombre velludo con una correa de cuero ceñida a la cintura” (II Reyes 1, 8); este profeta había sido muy querido por el pueblo y creían que no había muerto, sino que había sido arrebatado al cielo y volvería de nuevo a la tierra, para seguir profetizando.

Esta creencia se corroboraba con un texto del profeta Malaquías: “He aquí que yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día grande y terrible de Yahvé” (3,23).

Ser o reconocerse “hijo de Abraham” era la meta, el sueño de cualquier varón judío. Para las mujeres no existía esa posibilidad. Pero el Bautista pide coherencia. No es un título, porque Dios podría dárselo a cualquier, incluso sacarlos de las piedras. Su mensaje es claro, confrontador e incómodo.

Al ver acercarse a fariseos y saduceos para bautizarse los llama “raza de víboras”. Podemos imaginar las amistades que se granjeó con eso. Y si añadimos la urgencia que pide en la conversión, porque el hacha está en la base de los árboles, podemos comprender que fuera un personaje controvertido.

San Lucas añadió algo más que no dice Mateo: cuando le preguntaban ¿qué tengo que hacer? El Bautista les respondía: “El que tenga dos túnicas que reparta con el que no tiene ninguna y el que tenga alimentos que haga igual”. No se puede decir más claro.

El evangelio de hoy nos presenta a un hombre valiente, coherente, que denunció lo que estaba mal y fue ganándose su sentencia de muerte. Herodes hizo el resto.

Bautizar con Espíritu Santo y fuego era una expresión de las primeras comunidades que indicaba la misión. Es Jesús, y no Juan Bautista, quien envía a la misión.

Marifé Ramos González

http://mariferamos.com

Fuente Fe Adulta

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Maestro, ¿qué hacemos nosotros?

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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El Sur,
el Sur,
¡no el Occidente, hermanos!

Somos pobres,
pero somos
mayoría
¡y el futuro!

Gracias a tu ayer,
habrá para ellos
un mañana,
hermano.

Mi hoy, entre los dos,
ha de ser responsable
como un arco de Historia
en el puente del Reino.

¿Qué le dice el Tercer Mundo
al Primer Mundo?
– ¡Si no fuerais lo que sois,
podríamos ser
los que somos!

¿Por qué lo que es de todos
no es de nadie,
si todos somos todos?

Dos son los problemas,
dos:
los demás
y yo.

Vuestros tiempos perdidos
son mi tiempo de canto.
Me anticipo a gritaros que ya es hora.
(Quizás roncos de angustia,
por causa de la noche,
los gallos, los poetas, despertamos el día).

*

EUCARISTÍA
Para Arturo Paoli

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras, 1994

***

¿Qué hacemos nosotros?

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: “¿Entonces, qué hacemos?

Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: “Maestro, ¿qué hacemos nosotros?”

Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?”

Él les contestó: “No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.”

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

– “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizara con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.”

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

*

Lucas 3, 10-18

***

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“Repartir con el que no tiene”. 3 Adviento – C (Lucas 3,10-18)

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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03_adviento_C-251x300La palabra del Bautista desde el desierto tocó el corazón de las gentes. Su llamada a la conversión y al inicio de una vida más fiel a Dios despertó en muchos de ellos una pregunta concreta: ¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que brota siempre en nosotros cuando escuchamos una llamada radical y no sabemos cómo concretar nuestra respuesta.

El Bautista no les propone ritos religiosos ni tampoco normas ni preceptos. No se trata propiamente de hacer cosas ni de asumir deberes, sino de ser de otra manera, vivir de forma más humana, desplegar algo que está ya en nuestro corazón: el deseo de una vida más justa, digna y fraterna.

Lo más decisivo y realista es abrir nuestro corazón a Dios mirando atentamente a las necesidades de los que sufren. El Bautista sabe resumirles su respuesta con una fórmula genial por su simplicidad y verdad: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo». Así de simple y claro.

¿Qué podemos decir ante estas palabras quienes vivimos en un mundo donde más de un tercio de la humanidad vive en la miseria luchando cada día por sobrevivir, mientras nosotros seguimos llenando nuestros armarios con toda clase de túnicas y tenemos nuestros frigoríficos repletos de comida?

Y ¿qué podemos decir los cristianos ante esta llamada tan sencilla y tan humana? ¿No hemos de empezar a abrir los ojos de nuestro corazón para tomar conciencia más viva de esa insensibilidad y esclavitud que nos mantiene sometidos a un bienestar que nos impide ser más humanos?

Mientras nosotros seguimos preocupados, y con razón, de muchos aspectos del momento actual del cristianismo, no nos damos cuenta de que vivimos «cautivos de una religión burguesa». El cristianismo, tal como nosotros lo vivimos, no parece tener fuerza para transformar la sociedad del bienestar. Al contrario, es esta la que está desvirtuando lo mejor de la religión de Jesús, vaciando nuestro seguimiento a Cristo de valores tan genuinos como la solidaridad, la defensa de los pobres, la compasión y la justicia.

Por eso, hemos valorar y agradecer mucho más el esfuerzo de tantas personas que se rebelan contra este «cautiverio», comprometiéndose en gestos concretos de solidaridad y cultivando un estilo de vida más sencillo, austero y humano.

José Antonio Pagola

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“¿Qué hacemos nosotros?”. Domingo 13 de diciembre de 2015. 3º de Adviento

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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03-advientoC3De Koinonia:

Sofonías 3, 14-18a: El Señor se alegra con júbilo en ti.
Interleccional: Isaías 12, 2-3. 4bcd, 5-6: Gritad jubilosos:Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”
Filipenses 4, 4-7: El Señor está cerca.
Lucas 3, 10-18: ¿Qué hacemos nosotros?

El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías. El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba sentir la amenaza de Asiria. Sofonías, testigo de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los beneficiarios de ella los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un pueblo nuevo.

Al final de su libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco. Es la ocasión para anunciar días mejores para Jerusalén e invitar a la alegría a través de una gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.

Israel rebosa gozo porque el Señor ha cancelado todas sus deudas o el castigo de sus pecados (la cautividad). El Señor establece su trono en Sión. Con Rey tan poderoso y Padre tan misericordioso nada tiene que temer nunca más (v.14-15). Ahora ya no es Israel el que se goza en el Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo” que se goza en la “esposa”. Muchas veces en los profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con júbilo; hace fiesta por ti” (v.16-17).

Los textos de la liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado. A los filipenses Pablo les recomienda: “Alegraos siempre en el señor. Otra vez os digo, alegraos”.

El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?” (v.10), es una prueba de que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido, comida, etc. (vv. 10-11).

No se pregunta lo que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino. La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada o son más débiles. Gracias a esta conversión, los pobres y menesterosos son iguales a los otros. En realidad, los pobres no preguntan, sino que están en “expectación”. El “¿qué debemos hacer?” lo deberían preguntar quienes tienen el dinero, la cultura, el poder… porque la exigencia básica, según la Biblia, es compartir.

La conversión es un cambio de conducta más que un cambio de ideas; es la transformación de una situación vieja en una situación nueva. Convertirse es actuar de manera evangélica. El evangelio nos invita a una “conversión al futuro” que se despliega en el Reino. No es mirar y volverse atrás. El futuro (que es Dios y su reinado) es la meta de la llamada a la conversión.

La tentación para no convertirse es quedarse en una búsqueda permanente o contentarse con preguntar sin escuchar respuestas verdaderas. Según el Bautista, la conversión exige “aventar la parva” (saber seleccionar o elegir), “reunir el trigo” (ir a lo más importante y no quedarse en las ramas) y “quemar la paja” (echar por la borda lo inservible o lo que nos inmoviliza); acoger la Buena Nueva de la venida del Señor requiere esa conversión. Con nuestros gestos discernimos lo que nos acerca de aquello que nos aleja de la llegada del Señor. Este día Dios discernirá entre el trigo y la paja que haya en nuestra conducta.

Este domingo se denominó tradicionalmente domingo “gaudete”, o de alegría. Por dos veces nos dice Pablo que estemos alegres, alegres por la venida del Señor, por la celebración próxima de la Navidad, por mantener la esperanza, por situarnos en proceso de conversión y por compartir con los hermanos la cena del Señor.

En la Biblia, la alegría acompaña todo cumplimiento de las promesas de Dios. Esta vez el gozo será particularmente profundo: “El Señor está cerca” (Flp 4,5). Toda petición a Dios debe estar apoyada en la acción de gracias (v. 6). La práctica de la justicia y la vivencia de la alegría nos llevarán a la paz auténtica, al Shalom (vida, integridad) de Dios.

¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que muchos nos podemos formular hoy. La respuesta de Juan Bautista no es teoría vacía. Es a través de gestos y acciones concretas de justicia, respeto, solidaridad, y coherencia cristiana, como demostramos nuestra voluntad de paz, vamos construyendo un tejido social más digno de hijos de Dios, vamos conquistando los cambios radicales y profundos que nuestra vida y nuestra sociedad necesitan. Pero para eso, es necesario purificar el corazón, dejarnos invadir por el Espíritu de Dios, liberarnos de las ataduras del egoísmo y el acomodamiento, no temer al cambio y disponernos con alegría, con esperanza y entusiasmo a contribuir en la construcción de un futuro no remoto más humano, que sea verdadera expresión del Reino de Dios que Jesús nos trae, y así poder exclamar con alegría: ¡venga a nosotros tu Reino, Señor! Leer más…

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Dom 13.12.15. Juan Bautista, hombre de Adviento

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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san juan bautista el grecoDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 3 Adviento. Lucas 3, 10-18.

La liturgia de este domingo sigue insistiendo en la figura y mensaje de Juan Bautista, y aprovecho la ocasión para ofrecer una visión de conjunto de su vida y obra, conforme al testimonio de las fuentes antiguas (Flavio Josefo, Q, Sinópticos), dejando a un lado la tradición del Cuarto Evangelio y de la literatura posterior.

El trabajo puede parecer algo erudito y está pensado para la discusión y estudio, pero pienso que algunos lectores del blog podrán encontrarlo valioso para entender mejor el sentido de Juan en el comienzo del mensaje y de la vida de Jesús, en este tiempo en el que siguen escuchándose anuncios de juicio.

En el centro del Adviento la Iglesia ha colocado al “precursor” de Jesús, como un vigía, una voz de aviso. Hubiera sido difícil encontrar un personaje más significativo, más actual.

He presentado parte de este material en otros lugares, y en parte en este mismo blog. He vuelto a fijarlo, de un modo más organizado en el Gran Diccionario de la Biblia, donde podrá encontrarlo quien lo busque. Pero he pensado que algunos lectores agradecerán la visión de conjunto que sigue. Mañana o pasado comentaré en concreto el evangelio del domingo, con la propuesta económica de Juan Bautista, conforme al evangelio de Lucas.

Marcos. Juan y su gente (Mc 1, 1-8).

gran-diccionario-de-la-bibliaDel origen de Juan Bautista no sabemos mucho, pues los datos sobre su familia y nacimiento que ofrece Lucas (Lc 1) son más teológicos que históricos, aunque al fondo puede haber algunos elementos fiables. Según ellos, Juan pertenecía a una familia levítica del entorno de Jerusalén y se educó en el “desierto”, como los esenios de Qumrán (aunque quizá no con ellos).

De todas formas, parece que, por su origen, era un sacerdote, preocupado por el pecado y la pureza, no un “hijo de David” como Jesús, pero abandonó su posible función laboral y/o cultual para hacerse profeta. No aceptó el dominio de la ciudad sagrada (Jerusalén) sobre el campo, ni admitió la autoridad del templo; por eso volvió a los principios de la historia de Israel, en el desierto, para anunciar el juicio .En esa se sitúa el texto básico Marcos:

Comienzo del evangelio de Jesús, el Cristo, Hijo de Dios. Según está escrito en el profeta Isaías, “mira, envío mi mensajero delante de ti, el que ha de preparar tu camino, voz del que grita en el desierto: (Preparad el camino al Señor, allanad sus senderos!” surgió en el desierto Juan el Bautista, predicando un bautismo de conversión para el perdón de los pecados. Toda la región de Judea y todos los habitantes de Jerusalén acudían a él y, después de reconocer sus pecados, Juan los bautizaba en el río Jordán… Esto era lo que proclamaba: “Detrás de mí viene el que es Más Fuerte que yo. Yo no soy digno ni de postrarme ante él para desatar la correa de sus sandalias. Yo os bautizo con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo (Mc 1, 1.5.7-8).

Marcos mira a Juan desde una perspectiva cristiana y le interpreta como principio del evangelio. Eso significa que, a su juicio, el mensaje de Jesús no provenía de los sacerdotes levitas, encargados de mantener la sacralidad del templo; por eso, él no irá a Jerusalén para recibir instrucciones. Jesús tampoco se sitúa en la línea de los escribas oficiales, que frecuentan las escuelas más o menos oficiales y definen lo puro y lo manchado (cf. Mc 6, 1-6; Mc 7, 1-3), ni se apoya en las tradiciones de heroísmo nacional guerrero, simbolizadas por los antiguos macabeos o los nuevos celosos. Jesús quiso aprender con el mensaje y proyecto del Bautista.

Notas esenciales de Juan, según Marcos

El Juan Bautista de Marcos está al servicio de Jesús, pero muestra unos rasgos que son específicamente suyos (de Juan) y que le definen como uno de los profetas apocalípticos que abundaron en su tiempo. Éstos son sus rasgos básicos, que no han sido ni pueden ser cristianizados en la línea posterior de la Iglesia.

1. La alternativa del desierto.

Jesús iniciará su camino en Galilea (Mc 1, 14), para culminarlo en Jerusalén. Juan, en cambio, ha quedado en el desierto hasta el final (hasta que le prenda el rey Herodes Antipas; cf. Mc 1, 14), sin cruzar el Jordán ni entrar en la tierra prometida, en la situación de los israelitas anteriores a Josué. Desde ese fondo rechaza las estructuras sociales y las instituciones sacrales de los judíos instalados ya en la tierra. Su estilo de vida es signo de condena para los sacerdotes y los ricos. Por eso vuelve al principio de la historia israelita (trazada en los libros que van del Éxodo al Deuteronomio), reuniendo a unos discípulos en el desierto y preparar la llegada del juicio de Dios, que les permitirá entrar en la tierra prometida.

2. Un río de frontera.

Allí donde acaba el desierto discurre el Jordán y aquellos que lo crucen de verdad (como hicieron antaño Josué y los suyos; cf. Jos 1-4) recibirán la herencia de la tierra prometida. A la vera del río habita Juan, preparándose para pasar a la tierra y recibir el don de Dios (Mc 1, 5). En su entorno se forma una “iglesia” de entusiastas escatológicos, atentos al primer “movimiento” del agua (cf. Jn 5, 3-4) para atravesar el río y entrar en la tierra prometida. Juan no lo hará, pues le matarán antes de cruzarlo. Jesús lo cruzará para iniciar la tarea del Reino en Galilea.

3. Vestido de profeta.

Juan y sus discípulos se cubren con pelo de camello y cinturón de cuero (Mc 1, 6). Así recuerdan a Elías, profeta ejemplar (a quien seguirá recordando Jesús), anunciador del juicio de Dios sobre el Carmelo (cf. 1 Rey 18). Estas vestiduras son signo de austeridad profética y de vida de desierto (antes de entrar en la tierra cultivada). Pero el camello no es sólo señal de austeridad sino de impureza (cf. Lev 11, 4). Así cubierto, Juan protesta contra las normas de los “miembros puros” de Qumrán o del farisaísmo. Jesús seguirá en esa línea de protesta, pero en Galilea, acogiendo y ayudando de un modo especial a los impuros.

4. Comida: saltamontes y miel silvestre (Mc 1, 6).

Parece evocar un ideal de vuelta a la naturaleza, antes que los hebreos entraran en la tierra prometida (alimentos sin preparar, no sujetos a las leyes del mercado). Juan y sus discípulos forman, por su comida y vestido, una comunidad contra-cultural y anti-cultual (no compran en el mercado; no acuden al templo, ni acatan las normas de pureza de puro y/o de qumranitas). Ellos son unos “transgresores” (la miel silvestre era impura, por contener restos de mosquitos e insectos. En esa línea avanzará Jesús, pero no comiendo de desierto, sino compartiendo la comida con impuros y expulsados.

5. Conversión y bautismo.

El Más Fuerte. La vida penitencial, que culmina y se expresa en el bautismo, ofrece a los discípulos de Juan la mayor esperanza: pasarán el Jordán y entrarán, de manera liberada, en la tierra prometida. El texto acentúa la función de Juan (¡yo os bautizo…!: Mc 1, 8), el contexto destaca su personalidad: ha convocado un grupo de seguidores, llevándoles al desierto y bautizándoles en el río de las promesas, con la certeza de que viene el Más Fuerte, es decir, el mismo Dios (o su delegado final, en línea mesiánica).

6. El río y lo de más allá.

Juan es profeta del río. Permanece al otro lado, llega hasta el agua e introduce a los creyentes (convertidos) en sus aguas de juicio y esperanza. Pero no se atreve a forzar el río e ir más allá, porque sólo Dios puede “dividir de verdad las aguas”, a fin de que los liberados pasen al otro lado, con la colaboración del Más Fuerte. En el fondo de su gesto hallamos la “esperanza de Josué”: cuando las aguas se abrieron y los israelitas pasaron a la tierra prometida (cf. Jos 5. Esa esperanza de que las aguas del río se mueran está al fondo. Jn 5, 1-15). Sólo Dios o su delegado mesiánico puede “abrir el agua”, para que crucemos de la orilla del desierto a la tierra prometida. Pues bien, Jesús dirá que Dios ya ha llegado, y pasará el Jordán para realizar los signos del Reino en Galilea .

Juan eleva así protesta contra el judaísmo más oficial de su tiempo, esperando el signo de Dios para cruzar el Jordán e iniciar una vida nueva en la tierra prometida. Ciertamente, el Bautista aguarda el juicio de Dios, pero ése no es un juicio final/final de destrucción del mundo, sino un juicio histórico/escatológico.

Los discípulos de Juan no fueron penitentes puros, sino hombres y mujeres de esperanza, animados por la exigencia de conversión y la certeza de que Dios les abrirá las puertas de la tierra prometida. Así se situaron, a la orilla del Jordán, en la orilla del desierto de las promesas y los nuevos comienzos, dispuestos a escuchar la voz de Dios y ponerse en pie para cruzar el río y llegar a la orilla de la libertad. No necesitan programar lo que vendrá después: será Dios quien hablará, actuará el Más Fuerte. Entre los que esperaron que se abriera el río y llegara el Más Fuerte estuvo por un tiempo Jesús Galileo.

Juan y Bano, dos bautistas. Marcos y Flavio Josefo

Marcos y los restantes evangelios saben que Juan ha reunido a muchos hombres y mujeres de Judea y Jerusalén, que se convierten y bautizan (Mc 1, 4-5), y sabe también que ha tenido discípulos más íntimos, que le han seguido fielmente (cf. Mc 2, 18) y que han recogido y enterrado su cuerpo, decapitado por Herodes (6, 29). Es muy posible que conozcan otros detalles de la doctrina y la vida de Juan (cf. Mt 3, 1-12; Lc 3, 1-9; Jn 1, 19-28 etc.), pero sólo han destacado sus relaciones con Jesús y en ese contexto hemos podido hablar de las gentes del Bautista. Leer más…

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Dom 3 Adviento: Deberes de todos: Gente llana, hacienda/comercio, soldados (Continuación…)

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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La predicación de Sn. Juan el Bautista. 1634-1635. Rembrandt.Del blog de Xabier Pikaza:

Tercer Domingo de Adviento. Ciclo b. Sigo con el tema de ayer, que es el mensaje moral del Bautista, que aparece en la imagen alumbrando con su exigencia de justicia la gran cueva de la tierra.

Andan los políticos de propaganda, anunciando reinos nuevos, si ganan las elección, y diciendo a unos y otros que cumplamos los deberes; no estaría mal que escucharan al Bautista, lo mismo que todos, la gente de a pie, los publicanos de la hacienda y el comercio, los soldados.

Pues bien, en este contexto de espera de Navidad, la liturgia sigue recordando a Juan, que proclamaba los auténticos deberes de Adviento, al servicio de la igualdad y la justicia entre los hombres:

– Deberes para todos
‒ Deberes para la gente de la hacienda y el comercio
‒ Deberes para los soldados

Ayer he presentado en una postal larga la historia de Juan y sus relaciones con Jesús. Hoy me fijo sólo en la tabla de deberes, que él expone ante todos, según el evangelio de Lucas.

Estos deberes son universales, para los hombres y mujeres, pero él Juan los aplica de un modo especial a publicanos y soldados (gente de dinero y de poder: ricos y políticos), pues ellos deben convertirse primero y cumplir bien su función al servicio de la vida humana.

No hay una norma de Iglesia, una moral de sacerdotes… Ellos han de cumplir la moral de todos: el que tiene dos túnicas de una al que no tiene, y el que tenga comida que haga lo mismo

Al servicio de la casa, comida y vestido de todos han de estar publicanos y soldados (funcionarios del dinero y la política), y todos los demás, incluida la Iglesia.

Esto es lo que Juan, según el evangelio de Lucas, como una ley básica, es decir, natural o, mejor dicho, humana. Es lo que debe pedir (y sobre todo ofrecer) la Iglesia a todos, si es que quiere ofrecer su Navidad y ser significativa para el mundo . Buen Adviento a todos.

Texto. Lc 3, 10-18, una justicia para todos

Tiene dos partes. Una (a) recoge y actualiza el mensaje moral de los profetas. Otra (b) retoma el motivo apocalíptico. Aquí voy a centrarme sólo en la primera: Lc 3, 1-14

1) La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? 11 Y les contestaba: 1 El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo.

2) Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: –-Maestro, ¿qué tenemos que hacer? Él les respondió: –No exijáis nada fuera de lo fijado.

3) También los soldados le preguntaban: – ¿Y nosotros qué tenemos que hacer? Juan les contestó: –No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie, y contentaos con vuestra paga.

Juan, los deberes humanos.

Lucas presenta en mensaje de Juan Bautista desde una perspectiva ética, que puede y debe aplicarse a todos los pueblos. Deja a un lado los aspectos exclusivamente judíos (confesionales) de su mensaje y lo condensa en una tabla ética de deberes sociales, que se aplican primero a todos los hombres y mujeres y luego a dos estamentos especial: los publicano-comerciantes y los soldados.

Es aquí donde, a mi juicio, debería situarse el mensaje de la Iglesia cuando habla a la sociedad civil (sin necesidad de apelar a Jesús)… Éste es un mensaje humano: Bástale al hombre una casa, bástale una túnica… Todo lo que sea más ha de ser para compartirlo.

Éste es un mensaje muy sencillo. No necesita reuniones episcopales, ni consejos de Europa, ni comisiones internacionales. Es un mensaje inmediato y cercano, de comunión humana, pacífica, sencilla, generosa.

Es un mensaje que cree en el hombre… No se trata de “matar” a publicanos y soldados, sino de descubrir que también ellos son humanos, iniciando la gran revolución de la igualdad y comunicación. Es aquí donde debería ofrecer su ejemplo la iglesia de Roma y la de Salamanca, , con todas las iglesias:

1) Norma Universal. Deberes de la gente. Igualdad básica:

“El que tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna,
y el que tenga comida que haga lo mismo”.

Los problemas de fondo son comida y vestido; y en ambos casos la exigencia de la “moral profética” es el compartir:

‒ El vestido” son las posesiones, empezando por la casa (el primer vestido), y siguiendo por la rompa…: quien “conserve” o tenga algo que le sobre (dos casas, dos euros) mientras otro no tiene nada… va en contra de la moral profética (que aquí tomamos como “moral natural”)… Esto se aplica a todos, como moral político, pero debe cumplirse de un modo especial en la Iglesia. No hay aquí mandatos sagrados de catecismos especiales, sino la norma primordial de la vida humana: Que todos los bienes son comunes, al servicio de los necesitados. Todo lo demás es ideología, venga de donde viniere, del cuartel, del banco o del mismo campanario.

‒ Quien almacene comida mientras otros hombres o mujeres pasa hambre… no puede ni siquiera acercarse a Jesús…, no puede pasar por Juan Bautista. Almacenar comida es tener los bancos llenos, al servicio de uno mismo, de mi propio grupos… Toda comida almacenada para algunos, mientras otros pasan hambre va en contra del mensaje del Bautista, de la ley originaria de la vida.

Ésta es la única moral, éste es el único mensaje profético para todos los hombres, sean o no cristianos: La finalidad de la vida no es amontonar casas, vestidos, dinero… sino compartir entre todos. La economía y la vida ha de ponerse al servicio de todas las personas.
No se trata por ahora de creer en Jesús, ni de aceptar la iglesias, dogmas o jerarquías especiales… La verdad profética de adviento consiste está en compartir la vida: El hombre sólo puede poseer aquello que necesita para vivir, de forma que debe dar aquello que le sobre a quien no tiene nada (o tiene menos). Ahí pueden ir algunos ejemplos:

— Pisos, casas e iglesias vacías… han de ser para aquellos que no tienen ningún piso, iglesia o casa…
‒ Los que tienen dos pisos han de dar uno a quien no tiene ninguno… haciendo así que la producción y el comercio se ponga al servicio de la igualdad (fraternidad) no del capital.
‒ Todo lo que a uno le sobra mientras otros pasan hambre no es suyo, es de los pobres

2) Norma para los publicanos, la gente de hacienda y negocios:
“No exijáis nada fuera de lo fijado”.

Publicanos son los que dirigen la economía, cobrando los impuestos para los servicios públicos… En sentido extenso, publicanos son hoy todos los que “manejan” dinero público (desde las multinacionales hasta los empleados de hacienda, gentes del BM, del FMI etc).

Juan supone que debe haber un orden económico, una norma buena, bien establecida (en griego: diatetagmenon), una taxis, un tipo de “sistema” que regula las relaciones económicas, al servicio de todos… Evidentemente, Juan sabe que lo establecido puede ser injusto, y en ese caso debe cambiarse, al servicio de la norma 1 (todo lo que sobra es para los pobres), pero piensa que en principio los gestores del dinero pueden cumplir un buen servicio (¡no los manda al infierno a la primera, como haríamos muchos de nosotros, cansados ya de tanto cinismo y manoseo!).

Juan Bautista les pide a los “gestores” del sistema que sólo “exijan” (sólo cobren) lo regulado por su servicio (suponiendo que cumplen la norma 1: Todo lo que sobra es para los pobres). Eso significa que ha de haber publicanos que organizan el sistema económico… Pero ellos no pueden hacerse dueños del sistema para servicio particular, sino para bien de todos.

Este Juan (conforme a la versión de Lucas) es un indignado, pero dentro del sistema, para cambiarlo al servicio del bien común. No aparece como un incendiario que quema las mieses por venganza; es un hombre del orden y el sistema, pero un orden y un sistema para bien de todos. Y aquí se vuelve a la norma primera: la economía ha de estar al servicio del reparto de túnicas y de comida (es decir, de humanidad).

3)Norma para los soldados.
No uséis la violencia, no hagáis extorsión a nadie,
y contentaos con vuestra paga.

Juan vive en un “imperium”, es decir, en una sociedad militarista, organizada y presidida por soldados (el emperador era el primer soldado). Donde él decía “soldados” deberíamos decir hoy “soldados y políticos, policías y agentes del orden”, es decir, funcionarios de la administración política.

Muchos judíos de aquel tiempo querían que se aboliera el imperio, que no hubiera soldados. Juan, en cambio, los admite, pero quiere ponerlos al servicio de la comunión universal. Así reconoce la necesidad de unos “funcionarios” que pueden entenderse casi como “policía” al servicio del orden del imperio. No es antimilitarista, no es anarquista… No es tampoco un celota guerrillero. Admite a los soldados/funcionarios (con cierto poder), pero cree y dice que ellos deben cambiar y por eso les pide a los soldados tres cosas.

(a) No uséis la violencia. Juan nos sitúa ante unos soldados que no son ya portadores de violencia (no emplean la espada, van sin armas…), sino ministros de la paz, es decir, de un orden social que no puede imponerse matando, sino protegiendo y ayudando. Éstos soldados tendrían que ser “pacifistas activos”, dispuestos, en el fondo, a dejarse matar para proteger a los débiles. Unos soldados que no luchan contra otros soldados, sino que defienden a los pobres e indefensos.

(2) No hagáis extorsión a nadie.
El texto utiliza una palabra muy plástica “me sykophantêsete”, no ser “psicofantes”, no utilizar la propia ventaja para oprimir a los demás. Esto implica, en el fondo, no emplear el poder para servicio propio, no acusar a los demás y oprimirles, buscando así la ventaja propia. Esto que se dice así de los soldados debe aplicarse a todos los funcionarios públicos, a todos los que pueden emplear su autoridad o poder para “engordarse” a sí mismos: ¡No utilizar nunca el poder para ventaja propia!

(3) Contentaos con vuestra paga. El poder de las armas se ha asociado desde antiguo al robo y al enriquecimiento. Juan pide a los soldados que no utilicen su poder para enriquecerse. Lo mismo puede y debe decirse de todos los funcionarios públicos (desde los banqueros hasta empleados de la administración): ¡Hay una para que debe ser justa, un dinero público para bien de todos! Contentarse con ello, y en caso de duda acudir a la norma 1: Si tienes dos túnicas dale una a quien no tiene ninguna.

Conclusión y apéndice. Juan Bautista según F. Josefo y

Ésta es la moral natural de Juan Bautista… Éste es para Lucas el punto de partida para llegar al evangelio. Jesús es algo más (es gratuidad). Para llegar a Jesús hay que pasar por Juan Bautista.

De esa forma, el evangelio de Lucas se sitúa cerca del historiador Flavio Josefo que, por aquellos mismos años (hacia el 90 d. C.) presenta a Juan como a moralista, que pide la conversión interior para los hombres

Juan, de sobrenombre Bautista… era un hombre bueno que recomendaba incluso a los judíos que practicaran las virtudes y se comportaran justamente en las relaciones entre ellos y piadosamente con Dios y que, cumplidas esas condicione, acudieran a bautizarse…, dando por sentado que su alma estaba ya purificada de antemano con la práctica de la justicia. Y como el resto de las gentes se unieran a él (pues sentían un placer exultante al escuchar sus palabras), Herodes, por temor a que esa enorme capacidad de persuasión que el Bautista tenía sobre las personas le ocasionara algún levantamiento popular (puesto que las gentes daban la impresión de que harían cualquier cosa si él se lo pedía), optó por matarlo, anticipándose así a la posibilidad de que se produjera una rebelión… Entonces, Juan, tras ser trasladado a la fortaleza de Maqueronte, fue matado en ella» (Antigüedades, XVIII, 116-119; Trad. J. Vara, Akal, Madrid 2002).

Josefo ha querido presentarle como un moralista, parecido a los estoicos y cínicos de su entorno, un predicador de la virtud, en la línea de Lucas 3, 10-14. Pero aún así hay una diferencia básica. Josefo parece destacar más el aspecto interior y personal del mensaje de Juan. Lucas en cambio pone de relieve el aspecto social.

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Una buena noticia bastante extraña. Domingo 3º Adviento. Ciclo C.

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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evangelio-iii-domingo-de-adviento-ciclo-c-5-638Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Los textos del domingo pasado dejaban claro el tono alegre del Adviento. Y los de este domingo lo acentúan todavía más. “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén”, comienza la 1ª lectura. Su eco lo recoge el Salmo: “Gritad jubilosos, habitantes de Sión: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. La carta a los Filipenses mantiene la misma tónica: “Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres.” Y el evangelio termina hablando de la Buena Noticia; y las buenas noticias siempre producen alegría. Pero, ¿anuncia Juan realmente una Buena Noticia?

En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan:

− ¿Entonces qué hacemos?

Él contestó:

− El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo. 

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

− ¿Maestro, qué hacemos nosotros?

Él les contestó:

− No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron:

− ¿Qué hacemos nosotros?

Él les contestó:

− No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dejo a todos:

− Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

La Lotería de Navidad, las elecciones y Juan Bautista

Quedan pocos días para la Lotería de Navidad. La buena noticia es que toque, terminar teniendo más de lo que tenemos. En cambio, Juan anima a compartir lo que tenemos, a terminar teniendo menos. “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”

Estamos en vísperas de elecciones. El candidato “bueno” es el que anuncia mejoras salariales, reducción de impuestos, estado de bienestar. ¿Qué candidato se atreve a exigir a los distintos colectivos más honradez y responsabilidad en el cumplimiento de sus obligaciones y a no pedir mejoras salariales? En cambio, Juan Bautista exige a los recaudadores de impuestos no exigir más de lo establecido y a los militares no extorsionar a nadie y contentarse con su paga.

Quien imagine que Juan va a perder las elecciones con ese programa, se equivoca. Al contrario, la gente se pregunta si no será el candidato ideal, el Mesías. Pero él lo niega. En esta campaña electoral, él se limita a pegar carteles, a bautizar con agua. El verdadero candidato, el Mesías, vendrá después y pondrá en práctica esa profunda reforma que anhela el pueblo: desaparición de los romanos y de los judíos perversos que los apoyan, libertad y bienestar para el pueblo oprimido. En el lenguaje duramente poético de Juan, Judá es una era, y el Mesías vendrá a separar la paja del grano, a guardar el grano y quemar la paja.

¿Es esto una buena noticia? Indudablemente. Así lo interpreta el pueblo. No importa si le exigen renuncias y compromisos, porque también le ofrecen un futuro esperanzador.

Nuestra respuesta a la Buena Noticia

                Mateo y Marcos, cuando presentan a Juan Bautista exhortando a convertirse no concretan qué implica eso en la práctica. Lucas aterriza en cosas muy concretas: compartir el vestido y la comida (hoy añadiríamos, el dinero), honradez y responsabilidad en nuestras tareas como ciudadanos. Es la mejor forma de vivir el Adviento. Pero las otras lecturas nos imponen otros tres compromisos: alegría mesura y oración.

                Alegría. Sofonías la justifica por el cambio de fortuna de Jerusalén: de ciudad conquistada y en manos de los enemigos, a ciudad libre, con Dios como rey. Ya que esta promesa dista mucho de la realidad actual de Israel, más vale no insistir en esta lectura. Más instructivo el punto de vista de Pablo. Escribe a una comunidad muy pobre, que va creciendo en ambiente hostil. Pero debe estar siempre alegre, confiando en la pronta vuelta del Señor.

                Mesura. “Que vuestra mesura la conozca todo el mundo”, pide Pablo a los Filipenses. En el contexto navideño, cabe la tentación de interpretar la mesura como una advertencia contra el consumismo. Sin embargo, el adjetivo que usa Pablo (evpieike.j) tiene un sentido distinto. Se refiere a la bondad, amabilidad, mansedumbre en el trato humano, que debe ser semejante a la forma amable y bondadosa en que Dios nos trata.

                Oración. “En toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios.” En pocas palabras, Pablo traza un gran programa a los Filipenses. Una oración continua, “en toda ocasión”; una oración que es súplica pero también acción de gracias; una oración que no se avergüenza de pedir al Señor a propósito de todo lo que nos agobia o interesa.

Los textos de Sofonías y Pablo

Lectura de la profecía de Sofonías 3,14-18

Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán de Jerusalén: “No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.”

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Filipenses 4,4-7

Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobre pasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

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¡ALEGRAOS! (III Adviento). 12 diciembre, 2015. Ciclo C

Domingo, 13 de diciembre de 2015
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3-adviento

(Lc 3, 10-18)

“¿Qué hacemos nosotros?” (Lc 3,14)

El tercer domingo de adviento siempre nos repite lo mismo, como Pablo en la carta la los Filipenses: ¡Alegraos!

La primera lectura de la Eucaristía nos regala una de las imágenes más bellas de Dios. El profeta Sofonías nos muestra a un Dios radiante de alegría, en algunas traducciones dice que saltando y danzando en medio de su pueblo como en los días de fiesta.

Y un Dios así de contento ¿qué nos dice? ¡Que nos alegremos! Algo así como: “vosotros, cada uno de vosotros sois mi alegría y yo puedo ser la vuestra, ¡Alegraos conmigo!

Por eso la invitación del adviento es la alegría. Dios ha decidido venir a habitar enmedio de nosotros, porque es aquí, entre nosotros, siendo uno de los nuestros como quiere danzar y saltar de alegría.

Sin embargo, a simple vista, el evangelio que nos presenta la Iglesia en este donmigo no parece que hable de alegría… Nos encontramos de nuevo con Juan Bautista. A él acuden distitntos tipos de gentes y todos con la misma pregunta: “¿qué hacemos?” Y Juan tiene una respuesta para cada uno.

Con otras palabras les va invitando a compartir, a obrar con justicia, a no abusar de la autoridad, ni dejarse llevar por la codicia. Todo esto, ¿para qué? Precisamente para poder ser felices, para poder vivir con alegría la Buena Noticia.

Juan Bautista anuncia la venida del Mesías, del ungido de Dios, de Dios mismo y a Dios se le encuentra en el compartir, en la justicia, en la sencillez. No con estas palabras pero Juan les está diciendo: ¡alegraos! ,y para que puedan alegrarse de verdad les dice lo que tienen que hacer.

Muy bien, y nosotros, ¿qué hecemos? Es una buena pregunta. ¿Qué podemos hacer para vivir con alegría? ¿Te atreves a preguntarle a Dios qué debes hacer para ser feliz?

¡Alegraos! es la invitación, aceptarla y cómo aceptarla depende de cada uno.

¡Alegraos! tanto como Dios se alegra con nosotros.

¡Alegraos! para que la Buena Noticia sea creible.

Fuente: Monjas trinitarias de Suesa

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¡Anunciad! (II Adviento). Ciclo C

Miércoles, 9 de diciembre de 2015
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2-adviento

Lc 3, 1-6

“…vino la Palabra de Dios sobre Juan.” (Lc 3,3)

¡Anunciad!, si este adviento 2015 empezaba con la invitación a levantarnos, a ponernos en pie y alzar la cabeza, ahora nos urge a anunciar.

Nos presenta a Juan Bautista, un personaje peculiar, de esos a los que uno se vuelve a mirar cuando se los cruza por la calle. Así fue: una persona peculiar de esas que Dios nos regala con una cierta frecuencia. Un inconformista valiente, de aquellas personas que no se callan la verdad, le pique a quien le pique. Es más, de esos que se atreven a gritar verdades y por eso se buscan problemas.

Juan Bautista era de esas personas que se han dejado transformar y por eso la esperanza habita en ellas. Saben que la realidad está llena de posibilidades y de bondad y están convencidas de que todo ser humano es capaz de cambiar, que lo bueno es patrimonio de todos, “…todos verán la salvación de Dios”.

A sus ojos no existen los obstáculos: los caminos se pueden allanar, los valles se pueden elevar, los montes y las colinas pueden descender y hasta lo torcido se puede enderezar. Su confianza no tiene límites por eso atrae a otras personas.

Necesitamos “Juanes”.  Cada uno de nosotros podríamos intentar esta semana ser un poco “Juan Bautista”,  lo de vestirse de piel de camello es opcional, pero llevemos allá donde vayamos un mensaje lleno de esperanza. ¡Que se nos note que la Palabra de Dios nos ha tocado el corazón!

Confiemos y que esa confianza se dilate, se contagie. Quien tiene fe, aunque esa fe sea pequeña como un granito de mostaza, si se agarra a esa fe pequeñita, ¡podrá mover montañas!

¡Anunciad! para que lo torcido empiece a enderezarse.

¡Anunciad! para que la esperanza reverdezca.

¡Anunciad! para que todos vean la salvación de Dios.

Fuente: Monjas trinitarias de Suesa

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Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.

Domingo, 6 de diciembre de 2015
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142Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

“Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.”

*

Lucas 3, 1-6

***

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“Allanar el camino a Jesús”. 3 Domingo de Adviento – B (Juan 1,6-8.19-28)

Domingo, 14 de diciembre de 2014
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03advientoB3cerezo«Entre vosotros hay uno que no conocéis». Estas palabras las pronuncia el Bautista refiriéndose a Jesús, que se mueve ya entre quienes se acercan al Jordán a bautizarse, aunque todavía no se ha manifestado. Precisamente toda su preocupación es «allanar el camino» para que aquella gente pueda creer en él. Así presentaban las primeras generaciones cristianas la figura del Bautista.

Pero las palabras del Bautista están redactadas de tal forma que, leídas hoy por los que nos decimos cristianos, provocan en nosotros preguntas inquietantes. Jesús está en medio de nosotros, pero ¿lo conocemos de verdad?, ¿comulgamos con él?, ¿le seguimos de cerca?

Es cierto que en la Iglesia estamos siempre hablando de Jesús. En teoría nada hay más importante para nosotros. Pero luego se nos ve girar tanto sobre nuestras ideas, proyectos y actividades que, no pocas veces, Jesús queda en un segundo plano. Somos nosotros mismos quienes, sin darnos cuenta, lo «ocultamos» con nuestro protagonismo.

Tal vez, la mayor desgracia del cristianismo es que haya tantos hombres y mujeres que se dicen «cristianos», en cuyo corazón Jesús está ausente. No lo conocen. No vibran con él. No los atrae ni seduce. Jesús es una figura inerte y apagada. Está mudo. No les dice nada especial que aliente sus vidas. Su existencia no está marcada por Jesús.

Esta Iglesia necesita urgentemente «testigos» de Jesús, creyentes que se parezcan más a él, cristianos que, con su manera de ser y de vivir, faciliten el camino para creer en Cristo. Necesitamos testigos que hablen de Dios como hablaba él, que comuniquen su mensaje de compasión como lo hacía él, que contagien confianza en el Padre como él.

¿De qué sirven nuestras catequesis y predicaciones si no conducen a conocer, amar y seguir con más fe y más gozo a Jesucristo? ¿En qué quedan nuestras eucaristías si no ayudan a comulgar de manera más viva con Jesús, con su proyecto y con su entrega crucificada a todos. En la Iglesia nadie es «la Luz», pero todos podemos irradiarla con nuestra vida. Nadie es «la Palabra de Dios», pero todos podemos ser una voz que invita y alienta a centrar el cristianismo en Jesucristo.

José Antonio Pagola

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“En medio de vosotros hay uno que no conocéis.”. Domingo 14 de diciembre de 2014. Domingo 3º de Adviento

Domingo, 14 de diciembre de 2014
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imagesLeído en Koinonia:

Isaías 61,1-2a.10-11: Desbordo de gozo con el Señor.
Interleccional: Lucas 1,46-54: Me alegro con mi Dios.
1Tesalonicenses 5,16-24: Que vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado hasta la venida del Señor.
Juan 1,6-8.19-28: En medio de vosotros hay uno que no conocéis.

 El profeta Isaías invita a todo el pueblo que retorna del destierro, y que ha visto que las promesas con que esperaban encontrar su tierra no son tan ciertas; lo invita a la esperanza. La acción de Dios es efectiva y eficaz. La Jerusalén que ahora ven arruinada, será en un futuro centro de peregrinaciones y a la que acudirán todas las naciones de la tierra. Es una realidad muy dura de pobreza, de tristeza y de cautiverio. Por eso, la vocación del profeta esta dirigida hacia esas personas. Se siente capacitado por Dios para el anuncio de «buenas noticias» de esperanza a los marginados del país. Las cosas están difíciles pero podemos salir adelante, Dios no nos abandona, parece decir el profeta. Aunque haya dificultades al regreso el Señor ha revestido al pueblo de ropas de salvación, le ha retornado el don de la tierra, y así como está hace germinar los frutos, quien hace germinar la justicia y la alabanza es el Señor.

El salmo recoge hoy la oración de María cuando visita a Isabel, que la tradición llama Magnificat. La oración esta basada en el cántico de Ana que encontramos en el 1Sam 2, 1-10. Se centra en dos grandes temas, por una parte los pobres y humildes son socorridos en detrimento de los poderosos, y por otra, el hecho de que Israel es objeto del favor de Dios desde la promesa hecha a Abraham (Gn 15,1; 17,1). María canta la grandeza de Dios salvador que se ha fijado en los humildes, especialmente en la pequeñez de María, y nos muestra que la lógica de Dios no siempre coincide con la lógica e los poderosos. Precisamente ha hecho una promesa con un pueblo pequeño cumpliendo la promesa de Abraham, se ha fijado en la humildad y pequeñez de María, ha derribado del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. La lógica de Dios pasa por el reconocimiento de los más pequeños como sujetos preferenciales de su acción. En eso consiste ser creyente. Esta es la palabra profética que la tradición pone en boca de María.

En la segunda lectura vemos como el apóstol Pablo invita a la comunidad de Tesalónica a la fidelidad. La vida de la comunidad tenía algunas dificultades: problemas con los animadores de la comunidad, peleas, desánimo, falta de fe, fornicación. Es una comunidad que se ha convertido del paganismo al cristianismo (1,9) y que ha dejado los ídolos, sus dioses, para seguir al Dios verdadero, pero que le cuesta desprenderse del todo de sus tradiciones antiguas, de su legado cultural. Parece que la exigencia de la vida de comunidad no le era satisfactoria a muchos que se sentían desilusionados. Es por esto que Pablo les llama la atención; reconoce que ha sido una comunidad que se ha esforzado por seguir a Jesús, que posee el Espíritu del Resucitado, pero que aún puede dar más. Les llama a estar alegres, a orar constantemente, a no dejarse desanimar. No se trata de rechazar todo lo que les viene de fuera y que les impide la vida de comunidad, se trata de examinar todo y quedarse con lo bueno. Les llama a fidelidad y a continuar en el camino que han emprendido. No hay que dejarse desanimar por los problemas, que siempre habrán, se trata de ser fieles al camino emprendido y vivirlo con alegría pues estamos convencidos que es el mejor camino a la felicidad.

El evangelio de Juan no presenta el testimonio de Juan el Bautista que ahondaremos a lo largo de esta semana litúrgica. La lectura nos introduce diciendo que este es el testimonio de Juan y luego nos cuenta que de Jerusalén los dirigentes judíos enviaron delegados para preguntarle si era el Mesías o Elías que precedería a la llegada del Mesías. La respuesta de Juan es ambigua. Si bien no se reconoce como Mesías tampoco se reconoce como Elías que ha de venir; sin embargo, sí se reconoce como la voz que clama en el desierto, que prepara la venida del Mesías. La respuesta genera una pregunta lógica en los emisarios judíos: si no eres, entonces ¿por qué bautizas? Su respuesta es parecida a la primera, el bautismo de agua es un bautismo purificador, si se quiere externo, pero quien vendrá traerá un bautismo que purificará a todo el ser humano y ante el cual el bautismo de Juan es solo anticipo. Es claro que la figura de Juan el Bautista tiene gran importancia para las primeras generaciones cristianas. Además de homologarlo con el profeta Elías, muchos de los seguidores de Juan pertenecieron a las primeras comunidades cristianas. Por otro lado, fue crítico ante el poder dominante de los romanos y de Herodes, lo que le llevó a la muerte. Fue un hombre que supo entregarse a su misión y que supo ver en el futuro que se avecinaba, los tiempos esperados. Leer más…

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