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Juan Bautista: Hombre recio

Domingo, 24 de junio de 2018
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imagesDel blog de Tomás Muro, La verdad es Libre:

UNA NOTA Y PREGUNTA PREVIA

Por esta coincidencia de que en la liturgia “una fiesta vence sobre el domingo”, es un buen día para preguntarnos: ¿qué pensamos de la renovación y organización de la vida litúrgica en la Iglesia? ¿Mantenemos en nuestra vida el espíritu libre y creativo de la Reforma litúrgica del Concilio Vaticano II? O quizás vivimos en nostalgia de ritos anteriores, nos atrincheramos en el latín, la Misa de San Pío V, etc?

¿Creemos que la liturgia está realmente acomodada a la mentalidad, los problemas, la idiosincrasia del ser humano moderno?

¿O nos da todo igual y seguimos aquel refrán: “ata el burro donde manda el amo? Si dicen “a” hacemos “a”, si dicen “b”, hacemos “b”, pero sin ningún criterio, sin ninguna creatividad, simplemente por un legalismo eclesiástico-rubricista.

01. MISERICORDIA.

El nacimiento de Juan Bautista lo perciben sus vecinos y parientes como una gran misericordia que Dios ha hecho a sus padres, Isabel y Zacarías. El Señor les había hecho una gran misericordia…

Toda vida, la nueva vida -en este caso la de Juan Bta- es un regalo de la bondad de Dios de misericordia.

Si nos salimos de la misericordia y de la bondad, nos salimos del cristianismo.

Nos hace bien percibir la bondad de Dios y la bondad de la vida.
Somos cristianos no porque nosotros seamos buenos, sino porque Dios es bueno con nosotros.

02. JUAN BAUTISTA TENÍA QUE HABER SIDO “SACERDOTE”.

Zacarías, padre de Juan Bautista, era sacerdote. Isabel, su madre, descendía de la familia de Aarón.

Lo lógico y lo “eclesiásticamente correcto” habría sido que Juan Bta hubiese desarrollado su vida en el Templo, sacerdote del Templo. Pero no fue así. No siguió la “carrera eclesiástica” y se retiró lejos del “mundanal ruido” a esperar y presentar al Mesías.

Juan Bta fue un hombre de un talante muy diverso, se retira al desierto, viste no precisamente “Christian Dior”, ni come en la gastronomía del “Basque Culinary center”. Por otra parte arremete -¡y cómo!- contra los teólogos oficiales, contra los intérpretes de la ley: escribas y fariseos y les llama: raza de víboras, sepulcros blanqueados, que ni entráis ni dejáis entrar, etc. (Mt 23, 13-15).

Juan Bta está muy lejos de los entramados y modos de la religión del Templo. Hombre de mucha reciedumbre no tolera cambalaches políticos ni eclesiásticos, no admite corrupciones.

A pesar de tal fuerza del Bautista, Jesús dirá de él que no hay nadie más grande nacido de mujer, (Lc 7,28).

03. EL CENTRO DE JUAN BAUTISTA ES LA CONVERSIÓN.

Juan Bautista se parece poco a su primo, Jesús.

El Bautista es un hombre fuerte, recio cuyo centro es la “conversión de los pecados”.

El centro de Jesús fue la misericordia, curar enfermos, alimentar a la gente. Fue un hombre noble, audaz, por ello terminó como terminan los que aman la verdad y son libres en la vida y en las instituciones.

Con Jesús comienza un mundo nuevo, el Reino de Dios. Lo de Jesús será sanar los corazones afligidos, dar la vista a los ciegos (verdad), liberar a los cautivos, etc. (Lc 4,18).


04. JUAN BAUTISTA ES LA VOZ QUE CLAMA EN EL DESIERTO.

Allá en el río Jordán, Juan Bautista, fue un líder en torno al cual se reunieron muchas personas que seguían su pensamiento y eran bautizados. Entre ellos el mismo Jesús. No es que Juan Bautista fuese discípulo de Jesús, sino exactamente al revés, Jesús “creció” en los círculos o grupos de Juan Bautista.

Cuando Juan ve a Jesús y su estilo de vida remite a sus discípulos a Jesús. Juan Bautista dirá de sí mismo que no es el Mesías. (Con la fuerza que el “Yo soy” -y el yo no soy- tienen en el Evangelio de Juan).

Juan Bautista dice de sí mismo: Yo no soy el Mesías, (Jn 1,19).

Muchas personas en la vida, en la política, en la cultura, en la Iglesia se creen que “son mesías salvapatrias, salvaculturas, salvaiglesias”. Hay mucha prepotencia y altanería “suelta”. Y no son, no somos.

Juan Bautista dice: “Yo soy la voz” (Jn 1,23). La Palabra es otro: Cristo. Juan Bautista es la voz, el testigo, la transmisión de esa Palabra.

Seamos iconos, testigos que remitimos a Cristo, en vez de ser ídolos que nos apropiamos del poder y de la gloria.

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“Abrirnos a Dios”. 3 Domingo de Adviento – B (Juan 1,6-8.19-28)

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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03_adv_b-600x400La fe se ha convertido para muchos en una experiencia problemática. No saben exactamente lo que les ha sucedido estos años, pero una cosa es clara: ya no volverán a creer en lo que creyeron de niños. De todo aquello solo quedan algunas creencias de perfil bastante borroso. Cada uno se ha ido construyendo su propio mundo interior, sin poder evitar muchas veces graves incertidumbres e interrogantes.

La mayoría de estas personas hace su «recorrido religioso» de forma solitaria y casi secreta. ¿Con quién van a hablar de estas cosas? No hay guías ni puntos de referencia. Cada uno actúa como puede en estas cuestiones que afectan a lo más profundo del ser humano. Muchos no saben si lo que les sucede es normal o inquietante.

Los estudios del profesor de Atlanta James Fowler sobre el desarrollo de la fe pueden ayudar a no pocos a entender mejor su propio recorrido. Al mismo tiempo arrojan luz sobre las etapas que ha de seguir la persona para estructurar su «universo de sentido».

En los primeros estadios de la vida, el niño va asumiendo sin reflexión las creencias y valores que se le proponen. Su fe no es todavía una decisión personal. El niño va estableciendo lo que es verdadero o falso, bueno o malo, a partir de lo que le enseñan desde fuera.

Más adelante, el individuo acepta las creencias, prácticas y doctrinas de manera más reflexionada, pero siempre tal como están definidas por el grupo, la tradición o las autoridades religiosas. No se le ocurre dudar seriamente de nada. Todo es digno de fe, todo es seguro.

La crisis llega más tarde. El individuo toma conciencia de que la fe ha de ser libre y personal. Ya no se siente obligado a creer de modo tan incondicional en lo que enseña la Iglesia. Poco a poco comienza a relativizar ciertas cosas y a seleccionar otras. Su mundo religioso se modifica y hasta se resquebraja. No todo responde a un deseo de autenticidad mayor. Está también la frivolidad y las incoherencias.

Todo puede quedar ahí. Pero el individuo puede también seguir ahondando en su universo interior. Si se abre sinceramente a Dios y lo busca en lo más profundo de su ser, puede brotar una fe nueva. El amor de Dios, creído y acogido con humildad, da un sentido más hondo a todo. La persona conoce una coherencia interior más armoniosa. Las dudas no son un obstáculo. El individuo intuye ahora el valor último que encierran prácticas y símbolos antes criticados. Se despierta de nuevo la comunicación con Dios. La persona vive en comunión con todo lo bueno que hay en el mundo y se siente llamada a amar y proteger la vida.

Lo decisivo es siempre hacer en nosotros un lugar real a la experiencia de Dios. De ahí la importancia de escuchar la llamada del profeta: «Preparad el camino del Señor». Este camino hemos de abrirlo en lo íntimo de nuestro corazón.

José Antonio Pagola

Audición del comentario

Marina Ibarlucea

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“En medio de vosotros hay uno que no conocéis.”. Domingo 17 de diciembre de 2017. Domingo 3º de Adviento

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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03advientoB3cerezoLeído en Koinonia:

Isaías 61,1-2a.10-11: Desbordo de gozo con el Señor.
Interleccional: Lucas 1,46-54: Me alegro con mi Dios.
1Tesalonicenses 5,16-24: Que vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado hasta la venida del Señor.
Juan 1,6-8.19-28: En medio de vosotros hay uno que no conocéis.

 El profeta Isaías invita a todo el pueblo que retorna del destierro, y que ha visto que las promesas con que esperaban encontrar su tierra no son tan ciertas; lo invita a la esperanza. La acción de Dios es efectiva y eficaz. La Jerusalén que ahora ven arruinada, será en un futuro centro de peregrinaciones y a la que acudirán todas las naciones de la tierra. Es una realidad muy dura de pobreza, de tristeza y de cautiverio. Por eso, la vocación del profeta esta dirigida hacia esas personas. Se siente capacitado por Dios para el anuncio de «buenas noticias» de esperanza a los marginados del país. Las cosas están difíciles pero podemos salir adelante, Dios no nos abandona, parece decir el profeta. Aunque haya dificultades al regreso el Señor ha revestido al pueblo de ropas de salvación, le ha retornado el don de la tierra, y así como está hace germinar los frutos, quien hace germinar la justicia y la alabanza es el Señor.

El salmo recoge hoy la oración de María cuando visita a Isabel, que la tradición llama Magnificat. La oración esta basada en el cántico de Ana que encontramos en el 1Sam 2, 1-10. Se centra en dos grandes temas, por una parte los pobres y humildes son socorridos en detrimento de los poderosos, y por otra, el hecho de que Israel es objeto del favor de Dios desde la promesa hecha a Abraham (Gn 15,1; 17,1). María canta la grandeza de Dios salvador que se ha fijado en los humildes, especialmente en la pequeñez de María, y nos muestra que la lógica de Dios no siempre coincide con la lógica e los poderosos. Precisamente ha hecho una promesa con un pueblo pequeño cumpliendo la promesa de Abraham, se ha fijado en la humildad y pequeñez de María, ha derribado del trono a los poderosos y enaltece a los humildes. La lógica de Dios pasa por el reconocimiento de los más pequeños como sujetos preferenciales de su acción. En eso consiste ser creyente. Esta es la palabra profética que la tradición pone en boca de María.

En la segunda lectura vemos como el apóstol Pablo invita a la comunidad de Tesalónica a la fidelidad. La vida de la comunidad tenía algunas dificultades: problemas con los animadores de la comunidad, peleas, desánimo, falta de fe, fornicación. Es una comunidad que se ha convertido del paganismo al cristianismo (1,9) y que ha dejado los ídolos, sus dioses, para seguir al Dios verdadero, pero que le cuesta desprenderse del todo de sus tradiciones antiguas, de su legado cultural. Parece que la exigencia de la vida de comunidad no le era satisfactoria a muchos que se sentían desilusionados. Es por esto que Pablo les llama la atención; reconoce que ha sido una comunidad que se ha esforzado por seguir a Jesús, que posee el Espíritu del Resucitado, pero que aún puede dar más. Les llama a estar alegres, a orar constantemente, a no dejarse desanimar. No se trata de rechazar todo lo que les viene de fuera y que les impide la vida de comunidad, se trata de examinar todo y quedarse con lo bueno. Les llama a fidelidad y a continuar en el camino que han emprendido. No hay que dejarse desanimar por los problemas, que siempre habrán, se trata de ser fieles al camino emprendido y vivirlo con alegría pues estamos convencidos que es el mejor camino a la felicidad.

El evangelio de Juan no presenta el testimonio de Juan el Bautista que ahondaremos a lo largo de esta semana litúrgica. La lectura nos introduce diciendo que este es el testimonio de Juan y luego nos cuenta que de Jerusalén los dirigentes judíos enviaron delegados para preguntarle si era el Mesías o Elías que precedería a la llegada del Mesías. La respuesta de Juan es ambigua. Si bien no se reconoce como Mesías tampoco se reconoce como Elías que ha de venir; sin embargo, sí se reconoce como la voz que clama en el desierto, que prepara la venida del Mesías. La respuesta genera una pregunta lógica en los emisarios judíos: si no eres, entonces ¿por qué bautizas? Su respuesta es parecida a la primera, el bautismo de agua es un bautismo purificador, si se quiere externo, pero quien vendrá traerá un bautismo que purificará a todo el ser humano y ante el cual el bautismo de Juan es solo anticipo. Es claro que la figura de Juan el Bautista tiene gran importancia para las primeras generaciones cristianas. Además de homologarlo con el profeta Elías, muchos de los seguidores de Juan pertenecieron a las primeras comunidades cristianas. Por otro lado, fue crítico ante el poder dominante de los romanos y de Herodes, lo que le llevó a la muerte. Fue un hombre que supo entregarse a su misión y que supo ver en el futuro que se avecinaba, los tiempos esperados. Leer más…

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Dom 17.12.17. Pregón de Adviento (3). Lectura socio-económica del Magníficat

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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25289190_902329303277596_9164724134682019664_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 3 Adviento,ciclo B. Canto interleccional. Tras Israel y Juan Bautista, la tercera candela de Adviento es María.

María del Magníficat no es la Virgen del Anochecer que espera en la noche pasivamente al esposo (Mt 25) con su aceite, sino la Mujer Fuerte del Amanecer, que anuncia y lleva en su mano la Luz del Mediodía, la justicia mesiánica del Cristo, su Hijo, como ella proclama en el Magníficat.

Ella canta y baila con todas las mujeres de la esperanza y de la vida la llegada del Amanecer de Dios, que es la justicia para toda la humanidad, compuesta de varones y mujeres. No es ánfora cerrada de Pandora, donde el Dios-Zeus ha guardado los dones más bellos, dejando que se escapan y nos dejen vacíos, con una esperanza cerrada bajo llave…

Ella es más bien, la esperanza activa y creadora, que el Dios-Yahvé de Israel ha encendido y quiere extender por todos los pueblos: De esa manera ofrece luz y la comparte, de forma que la llama de Dios pueda extenderse al mundo entero.

Así quiero presentarlo en este Domingo 3 de Adviento, ofreciendo una lectura socio-económica (socio-política) de su texto en el que se recoge y culmina toda la esperanza y compromiso del AT y del Bautista,el Magnificat.

25353617_902334149943778_8292060994170843388_nEn otros lugares y libros he comentado el sentido limpiamente religioso del Magnificat. Hoy pongo de relieve el aspecto social y económico de su mensaje, en clave antigua y actual, presentándolo como canto de Adviento, expresión de todos los dones de Dios para los hombres. Me fijo para ello en la canción inter-leccional de la misa,tomada de de Lc 1,46-54, que dice así:

Proclama mi alma la grandeza del Señor…
Porque el Poderoso ha hecho obras grandes por mí:
Derriba del trono a los potentados /y eleva a los oprimidos,
Sacia a los hambrientos / y despide vacíos a los ricos…

Esta es la Luz de María, la Luz de Israel, la Lámpara del Bautista, la esperanza de la libertad y de la vida para todos los hambrientos y oprimidos de la tierra. Ésta es su oración, totalmente divina por ser plenamente humana.

Éste es el pregón de Adviento, que María proclama en todas las iglesias católicas, con la candela de la libertad en la mano, con el Cristo de la gran promesa en sus entrañas.

25158491_902332846610575_3672545290512627888_nEste domingo tercero del canto de María es el Domingo del Gaudete, día para alegrarse por la Navidad que llega, fiesta para cantar y soñar, porque María sigue proclamando en su pregón la llegada de la justicia para los pobres, y de la libertad de los oprimidos nace el mundo nuevo.

Así canta hoy María, así quiero comentar su canción a mis lectores, desde una perspectiva básicamente social, ampliando unas notas que ofrece hace unos días en mi FB, y que hoy retomo y amplio en este blog. Mañana o pasado completaré este canto de Adviento de María, la auténtica Pan-Dora, mujer de todos los dones, con una reflexión sobre el mito de Pandora, mujer griega,dolorosamente bella, signo de todos los bienes que se vuelven males… pero dejando abierta la “virtud” o don de la esperanza.

Buen domingo a todos.

Canto de María, la gran inversión.

El proyecto económico/social de Jesús se sitúa en el trasfondo de la esperanza israelita, que el evangelio de Lucas ha condensado y recreado en el Canto de María (Lc 1, 45-56) , a la luz de los himnos de liberación de las mujeres bíblicas, especialmente de Myriam, hermana de Moisés (Ex 15), y de Ana, madre de Samuel (1 Sam 1-2). Desde esos cantos (y en contraste con el Benedictus), pro-pone María su proyecto de transformación socio-económica:

1. Proclama mi alma la grandeza del Señor,
se alegra mi espíritu en Dios, mi salvador;
porque ha mirado la humillación de su esclava…

2. Desplegó el poder de su brazo, dispersó a los soberbios de corazón;
derribó a los potentados de sus tronos, y elevó a los oprimidos;
a los hambrientos los colmó de bienes y a los ricos los despidió vacíos.

3. Auxilia a Israel, su siervo, acordándose de la misericordia
-como lo había prometido a nuestros padres-
en favor de Abrahán y su descendencia por siempre (Lc 1, 46-55).

La primera estrofa recoge, de un modo personal, el gesto agradecido de María, porque Dios se ha fijado en ella (le ha mirado). La tercerafundamenta la propuesta en la promesa y descendencia de Abrahán (retomando una teología paulina: Gal 3-4; Rom 3-4). La segunda expone de un modo so-lemne la inversión mesiánica en un triple nivel: de fundamentación (brazo de Dios frente a soberbia humana), de política (potentados-oprimidos) y de economía (ricos-hambrientos).

Este canto de nueva humanidad, este pregón de adviento nos permite interpretar el proyecto de la Iglesia en una línea universal, sin referencia israelita (templo, ley nacional…), ni confesional cristiana (pascua de Jesús, Iglesia), pero totalmente lleno de Dios y de nueva humanidad creyente:

1. Mensaje israelita, la gran inversión

Aquí me fijo en la segunda parte, que es la estrofa central donde María responde a la alabanza de Isabel, madre de Juan, que le ha llamado Madre del Señor (cf. Lc 1,43), exponiendo de un modo universal toda la esperanza profética de Israel, tal como se cumplirá en Jesús. En ese contexto, interpreta María en forma económico-social los poderes de opresión, que la apocalíptica entendía en forma de opresión diabólicas, y ofrece así un modelo e liberación estrictamente humana:

‒ María canta en nombre de la nueva humanidad liberada, asumiendo la historia de Israel, como mujer y madre que lleva en su seno la historia de su pueblo, con sus sombras y dolores, pero también con la certeza del cambio universal que llega. No tiene que hacerse judía, lo es, y su palabra retoma todo el mensaje israelita, de forma que su canto es una recapitulación de la esperanza israelita.

‒ María eleva su voz en nombre de la iglesia,
 asumiendo así no sólo el testimonio de la comunidad judeo-cristiana de Jerusalén, sino la esperanza y tarea de la misión universal de Pablo, abierta a todas las naciones. Lucas sabe que la madre de Jesús se ha situado en el centro de Iglesia (Hch 1, 13-14) y en nombre de ella canta la victoria de Dios y la exigencia de transformación de los hombres, exponiendo así la primera y más honda propuesta socio-económica del evangelio.

1. Magníficat, un canto de mujeres.

Situándose en la línea de los himnos de inversión de los hebreos, emigrantes sin tierra, campesinos marginados del XII-XI a.C., el Magníficat ofrece un camino y programa de liberación universal y retoma las palabras centrales del cántico de Ana, madre de Samuel,proclamando la inversión de Dios, que libera a los oprimidos y hambrientos:

El arco de los fuertes (=guerreros) se ha quebrado,
los cobardes (oprimidos) se ciñen de fuerza.
Los hartos se contratan por pan,
los hambrientos dejan de trabajar como esclavos.
La estéril da a luz siete veces,
la madre de muchos hijos queda baldía (1 Sam 2, 4-6)

Ana elevaba su canto al Dios que salva/libera a los “cobardes”, a fin de que ellos puedan vivir en plenitud, en una línea militar (quiebra el poder de los guerreros), económica (los ricos habrán de trabajar para comer) y demográfica (la estéril tiene muchos hijos). En esa línea se había situado Myriam, la hermana de Moisés (Ex 15), y en ella se mantiene María. Leer más…

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“Preparación a la Navidad en tres actos”. Domingo 3º de Adviento. Ciclo B.

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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10439347_671801269570491_4602481636228923258_nFotograma de “Salomé el Musical”

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La liturgia del tercer domingo de Adviento, teniendo en cuenta la cercanía de la Navidad, pretende ser una clara invitación a la alegría. El protagonista de la primera lectura afirma: “Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios”; san Pablo pide a los tesalonicenses “estad siempre alegres”. Juan Bautista es demasiado serio para hablar de alegría, pero da testimonio de la luz que inundará el mundo, y eso también es motivo de gozo. Aparte de este dato común, la mejor forma de entender las lecturas es imaginarnos espectadores de una obra de teatro en tres actos.

Acto primero

Cuando se descorre el telón se ve un personaje de pie en el centro del escenario, rodeado de una multitud sentada en el suelo, pobremente vestida. Son antiguos desterrados en Babilonia, actuales oprimidos por el imperio persa. La escena está en penumbra, transmitiendo al espectador una sensación de agobiante tristeza; sólo un foco ilumina el rostro del protagonista. Mira en silencio, durante largo rato, a la multitud que le rodea. Finalmente, abre la boca y dice algo inaudito: “El Espíritu del Señor está sobre mí”. Suena a blasfemia. El Espíritu del Señor hace siglos que no se posa sobre nadie. Eso dicen algunos sabios: que el Espíritu se retiró después de la destrucción del templo de Jerusalén. Pero el personaje parece muy seguro de lo que dice. Y les habla de la misión que llevará a cabo movido por el Espíritu: “daros una buena noticia a vosotros que sufrís, vendar los corazones desgarrados, proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, proclamar el año de gracia del Señor”.

Poco a poco, la luz que iluminaba sólo el rostro aumenta de intensidad y permite ver que el protagonista, a diferencia de los demás, está vestido de gala, envuelto en un manto regio y espléndido, que refuerzan la alegría de su rostro. Pero no habla como un rey a su corte. Se dirige a campesinos, con el lenguaje que pueden entender: “Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los cantos de alegría ante todos los pueblos.”

El Espíritu del Señor está sobre mí, porque el Señor me ha ungido.  Me ha enviado para dar la buena noticia a los que sufren, para vendar los corazones desgarrados, para proclamar la amnistía a los cautivos, y a los prisioneros la libertad, para proclamar el año de gracia del Señor. Desbordo de gozo con el Señor, y me alegro con mi Dios: porque me ha vestido un traje de gala y me ha envuelto en un manto de triunfo, como novio que se pone la corona, o novia que se adorna con sus joyas. Como el suelo echa sus brotes, como un jardín hace brotar sus semillas, así el Señor hará brotar la justicia y los himnos ante todos los pueblos. (Lectura del libro de Isaías 61, 1-2a. 10-11)

Acto segundo

En el centro del escenario un muchacho de unos veinte años sentado a una mesa y escribiendo. Pablo camina por la habitación mientras dicta.

̶  “Guardaos de toda forma de maldad.

̶  No sigas. (Lo interrumpe el muchacho cuando acaba de escribir la frase). Ya van siete consejos.

Pablo lo mira extrañado.

̶  ¿Los has ido contando?

̶  Claro. Los seis anteriores han sido: “Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión. No apaguéis el espíritu. No despreciéis el don de profecía. Examinadlo todo, quedándoos con lo bueno.” Ahora basta con que los encomiendes a Dios y les asegures su protección.

̶  ¿Cuál de esos consejos te viene mejor?

El muchacho se queda releyendo los consejos y pensando mientras cae el telón.

De la primera carta del apóstol san Pablo a los Tesalonicenses 5,16-24

Estad siempre alegres. Sed constantes en orar. Dad gracias en toda ocasión: ésta es la voluntad de Dios en Cristo Jesús respecto de vosotros. No apaguéis el espíritu, no despreciéis el don de profecía; sino examinadlo todo, quedándoos con lo bueno. Guardaos de toda forma de maldad. Que el mismo Dios de la Paz os consagre totalmente, y que todo vuestro espíritu, alma y cuerpo, sea custodiado sin reproche hasta la venida de nuestro Señor Jesucristo. El que os ha llamado es fiel y cumplirá sus promesas. 

Acto tercero

Escena a orilla del río Jordán. En el centro Juan Bautista, rodeado de un grupo de sacerdotes y levitas. Las noticias que han llegado a Jerusalén son alarmantes. Cada vez más gente acude al río, y las autoridades temen que se produzca una revuelta. ¿Quién es ese Juan? ¿Es el Mesías, el rey que los liberará del poder romano? ¿Es cierto, como dicen unos, que es el profeta Elías, que ha vuelto a la tierra? ¿O es el profeta del que habló Moisés, el que otros esperan antes del fin del mundo? ¿Qué dice él de sí mismo?

Lo asedian a preguntas, pero no consiguen arrancarle más que negativas, cada vez más escuetas: “No soy el Mesías”. “No lo soy”. “No”. Al final, cansado de tanto interrogatorio, les da una clave que ellos probablemente no comprenden. “Yo sólo soy una voz que grita en el desierto. Al que deberías buscar es a uno que no conocéis, que viene detrás de mí, mucho más importante que yo.”

Los sacerdotes y levitas dan a Juan por imposible y se retiran.

Juan mira a sus discípulos y les comenta:

̶  Han venido desde Jerusalén queriendo saber quién soy yo, y no les interesa lo más mínimo saber quién es el que viene detrás de mí.

Lectura del santo evangelio según san Juan 1, 6-8.19-28

Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan:  este venia como testigo, para dar testimonio de la luz, para que por él todos vinieran a la fe. No era él la luz, sino testigo de la luz. Y éste fue el testimonio de Juan, cuando los judíos enviaron desde Jerusalén sacerdotes y levitas a Juan, a que le preguntaran:  ¿Tú quién eres?

El confesó sin reservas: Yo no soy el Mesías.

Le preguntaron: Entonces, ¿qué? ¿Eres tú Elías?

 Él dijo: No lo soy.

¿Eres tú el Profeta?

Respondió: No.

Y le dijeron: ¿Quién eres? Para que podamos dar una respuesta a los que nos han enviado, ¿qué dices de ti mismo?

Contestó: Yo soy la voz que grita en el desierto: “Allanad el camino del Señor”, Como dijo el profeta Isaías.

Entre los enviados había fariseos y le preguntaron: Entonces, ¿por qué bautizas, si tú no eres el Mesías, ni Elías, ni el Profeta?

Juan les respondió: Yo bautizo con agua; en medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.

Esto pasaba en Betania, en la otra orilla del Jordán, donde estaba Juan bautizando.

Crónica del periódico

Como preparación a la Navidad se representó ayer una extraña obra en tres actos que provocó bastante desconcierto entre el público presente. En opinión de este comentarista, la clave se encuentra en el contraste entre los actos primero y tercero: el primero habla de un personaje seguro de sí mismo y de su misión; el tercero de Juan, que se empequeñece a sí mismo para poner de relieve la grandeza del que lo sigue. Y el que lo sigue es precisamente el que lo ha precedido, el protagonista del primer acto. Alguien con un mensaje de esperanza y alegría para los que sufren. Quien no esté de acuerdo con estas sutilezas deberá contentarse con poner en práctica los buenos consejos de Pablo.

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Tercer Domingo de Adviento. Ciclo B. 17 Diciembre, 2017

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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3adviento

“Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba Juan: este venía como testigo, para dar testimonio de la luz.”

(Jn 1, 6-8. 19-28)

En este tercer domingo de Adviento a la Familia Trinitaria se nos juntan dos “Juanes” importantes. El 17 de diciembre es la fiesta de Juan de Mata, nuestro fundador, y como coincide con el tercer domingo de Adviento tenemos como protagonista a otro Juan, el Bautista, el precursor.

Dos personas que supieron descubrir a Dios en sus vidas y vivieron para mostrar el tesoro que habían encontrado. Supieron ser testigos de la luz.

De modo que felicidades a todas esas personas que formamos la gran familia Trinitaria. Que el día de hoy sea la excusa perfecta para darle gracias a Dios por nuestro carisma y nuestra vocación.

El evangelio de este domingo nos ofrece un modelo de testimonio. Juan Bautista se presenta como el que señala, el que indica hacia quién debemos mirar.

Porque en lo que al evangelio se refiere se trata de anunciar y ser testigos, nunca protagonistas. Dios, en Jesús, no nos ha pedido que salvemos al mundo, ni siquiera que lo cambiemos. Lo único que nos pide es que anunciemos la Buena Noticia de su Reino.

Juan Bautista lo tiene claro, dice: Yo soy la voz. Eso mismo estamos llamados a ser todos los cristianos. Somos la voz de una Buena Noticia.

Sería estupendo que lo que nos queda de Adviento fuera un tiempo para descubrir o re-descubrir la Buena Noticia de la que tenemos que ser voz, porque es bueno que la voz esté en sintonía con el mensaje, tenga la entonación y el timbre adecuados.

Nos quedan unos días para descubrir, como si fuera la primera vez, la Palabra de la que estamos llamados a ser voz.

Oración.

Santa Ruah, sé tú el aire, el impulso de nuestra voz para que no sepamos decir otra cosa que la Palabra. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Solo soy un espejo pero que puede reflejar toda la Luz.

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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dezeen_reflet-by-claire-lavabre_ssJn 1,6-8,19-28

Las lecturas nos invitan a repensar nuestra condición de criaturas, limitadas pero con posibilidades infinitas. El tono es de alegría. La verdadera alegría nace del descubrimiento de lo que somos en Dios. No solo tenemos derecho a estar alegres, sino que tenemos la obligación de ser alegres. Puede ser interesante hablar de la alegría justo en este momento que estamos preparado la Navidad. ¿Qué alegría buscamos en esta fiesta?

El primer paso sería diferenciar el placer y el dolor de la alegría y la tristeza. El placer y el dolor son mecanismos, que la evolución ha desplegado para asegurar nuestra supervivencia como individuos y como especie. Son respuestas automáticas del organismo ante lo que es bueno o perjudicial para nuestra biología. Si el contacto con el fuego no me produjera dolor, me abrasaría sin poner remedio alguno.

El placer que nos proporciona la biología no es malo. Pero las necesidades de placer no tienen límite y nunca quedan satisfechas. Debemos encontrar otro camino para desplegar una vida feliz. Esa alegría es la clave para alcanzar la felicidad que permanece en el tiempo. La alegría es un estado que debemos alimentar desde dentro. Nacerá de un verdadero conocimiento de nuestro ser y de la estructura de nuestra psicología.

Una alegría que perdure tiene que estar fundamentada en nuestro ser profundo, no en lo accidental que podemos tener hoy y perder mañana. No se puede apoyar en la riqueza, en la fama, en los honores; realidades que vienen de fuera de nosotros mismos. Pero tampoco se puede apoyar en la salud, en la belleza, en el cuerpo, porque también esas realidades son efímeras y antes o después las perderemos.

Nuestra principal tarea como seres humanos es descubrir ese verdadero ser y vivir desde la perspectiva de su realidad inconmovible. Entonces nuestra alegría será completa y nuestra felicidad, absoluta y duradera. El ser felices o desgraciados, no depende de las circunstancias que nos rodean, sino de la manera como cada uno respondemos a esas influencias de lo externo y de lo interno.

Es probable que el versículo 6 fuera el principio del evangelio de JN. Muchos libros del AT comienzan así: “Surgió un hombre enviado por Dios, que se llamaba…” Los otros 10 versículos son la continuación del prólogo, y nos narran una misión de los “judíos”. Da por supuesto que el lector conoce lo que el Bautista hacía en el desierto de Judea. Empieza con el interrogatorio al que le someten los enviados. Eran los responsables del orden, por tanto no tiene nada de extraño que se preocupen por lo que está haciendo.

La pregunta es simple: ¿Tú quién eres? Existían varias figuras mesiánicas. La principal era el Mesías, pero también la de un profeta escatológico (como Moisés). La de Elías que volvería. Juan atrajo mucha gente a oír su predicación y a participar en su bautismo. La pregunta quería decir: ¿Con cuál de las figuras mesiánicas te identificas? La respuesta es también sencilla: Con ninguna: No soy el Mesías, ni Elías, ni el Profeta. No quedan  satisfechos y le exigen que defina su papel. La respuesta es también simple: Soy una voz.

Allanad el camino al Señor. Es el grito de todo profeta. Esto es lo que nos dice Jesús por activa y por pasiva. Lo que debemos tener en cuenta hoy es que “el Señor” no tiene que venir de fuera sino dejarle surgir desde dentro. Con esta salvedad, esta sugerencia sigue siendo la clave de toda religiosidad. ¿Cómo conseguirlo? Apartando de nosotros todo lo que impide esa manifestación de lo divino en nosotros, el egoísmo e individualismo.

Entonces, ¿por qué bautizas? No se identifica con ninguno de los personajes previsibles, pero se siente enviado por Dios. La pregunta lleva en sí una acusación. Es un usurpador. El hecho de bautizar estaba asociado a una de las tres figuras anteriores. Consideran su bautismo como un movimiento en contra de las instituciones. En realidad era el símbolo de una liberación de las autoridades.

Yo bautizo con agua. La justificación de su bautismo es humilde. Se trata de un simple bautismo de agua. El que ha de venir bautizará en espíritu santo. Esta distinción entre dos bautismos, agua y Espíritu es típicamente cristiana, se trae a colación para dejar, una vez más, bien calara la diferencia entre el bautismo de Juan y el cristiano.

Entre vosotros hay uno que no conocéis. El bautista habla de una presencia velada que no es fácil de descubrir. Es el recuerdo de lo que les costó conocer a Jesús. Esa dificultad permanece hoy. Incluso los que repetimos como papagayos que Jesús es Hijo de Dios, no tenemos ni idea de quién es Dios y quién es Jesús. Ni lo tenemos como referente ni significa nada en nuestras vidas. En el mejor de los casos, lo único que nos interesa es la doctrina, la moral y los ritos oficiales para alcanzar una seguridad externa.

Para entender la relación entre la figura del Bautista y Jesús, es imprescindible que nos acerquemos a la narración sin prejuicios. Para nosotros, esto no es nada fácil, porque lo que primero hemos aprendido de Jesús es que era el Hijo de Dios, o simplemente que era Dios. Desde esta perspectiva, no podremos entender nada de lo que pasó en la vida real de Jesús. Este juicio previo (prejuicio) distorsiona todo lo que el evangelio narra. Lc dice que Jesús crecía en estatura, en conocimiento y en gracia ante Dios y los hombres.

Jesús desplegó su vida humana como cualquier otro ser humano. Como hombre, tuvo que aprender y madurar poco a poco, echando mano de todos los recursos que encontró a su paso. Fue un hombre inquieto que pasó la vida buscando, tratando de descubrir lo que era en su ser más profundo. Su experiencia personal le llevó a descubrir donde estaba la verdadera salvación del ser humano y entró por ese camino de liberación. Si no entendemos que Jesús fue plenamente hombre, es que no aceptamos la encarnación.

Es comprensible que los primeros cristianos no se sintieran nada cómodos al admitir la influencia de Juan Bautista en Jesús. Esta es la razón por la que siempre que hablan de él los evangelios, hacen referencia al precursor, que no tiene valor por sí mismo, sino en virtud de la persona que anuncia. A pesar de ellos, tenemos muchos datos interesantes sobre Juan Bautista. Incluso de fuentes extrabíblicas. El primer dato histórico sobre Jesús, que podemos constatar en fuentes no bíblicas, es el bautismo de Jesús por Juan.

Jesús aceptó la propuesta de Juan, pero no renunció a seguir buscando. Eso le llevó a distanciarse de él en muchos puntos. Están de acuerdo en que no basta la pertenencia a un pueblo ni los rituales externos para salvarse. Es necesaria una actitud interior de apertura a Dios que se traduzca en obras. Pero hay diferencias. Juan no predicaba una buena noticia, sino una estrategia para escapar del castigo. Jesús predica una buena noticia para todos. Enseña la manera de participar del amor, no de escapar de la ira.

Meditación

“No era él la luz, sino testigo de la luz”.
La luz física no puede ser percibida directamente.
El ojo ve los objetos que reflejan la luz que los alcanza.
El ser humano Jesús, tampoco era la Luz,
pero dejaba ver con toda claridad la Luz que es Dios.
La Luz te está alcanzando siempre. ¡Refléjala!

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jesús, profeta itinerante.

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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OLYMPUS DIGITAL CAMERA ¡La salvación ha llegado al mundo! (Tannhäuser)

 17 de diciembre, domingo III de adviento

 Jn 1, 6-8. 19-28

Entre vosotros está uno que no conocéis

El jesuita alemán Johannes Beutler (1933) dice en Comentario al Evangelio de Juan, que la teología de dicho Evangelio ve en el Bautista exclusivamente al “testigo de Jesús”. Cualidad, que podría ser calificada como una de las cosas más grandes que se puede decir del ser humano. Y un “testigo” –el que da testimonio- no pude detenerse en su tarea y congelarse en la orilla del camino. Dejaría de ser lo que es y, con ello, traicionaría su vocación de profeta itinerante.

Mostraos tal como sois y sed tal como os mostráis”, aconsejaba Rumi -notable denunciante de embusteros- a los suyos. Todo crecimiento personal demanda previamente reconocimiento y aceptación de la propia verdad, sólidos cimientos sobre los que cabe construir nuestra persona. Así lo entendía la Comunidad monástica de Qumram (s. II a.C.) en cuya Regla se planifica la vida de la comunidad para el futuro, proponiendo como meta: buscar a Dios para practicar el bien delante de sus ojos.

En su obra Mi experiencia de fe, escribe José Enrique Galarreta que “Jesús es un predicador itinerante que recorre Galilea predicando en las sinagogas a campo abierto y curando enfermedades. Es el principio de su estilo: anunciar y curar”. Talante inexcusable de todo fiel seguidor de sus huellas.

En la ópera Tannhäuser, de Richard Wagner, canta el Coro: “¡La salvación ha llegado al mundo!”). Un caminar también el suyo –mejor, un navegar- en busca del amor perdido. Y un despertar movilizador que es garantía de resurrección personal.

“Cristiano”, dice en Abajarse Luis Pernía, “es quien diariamente oye los gemidos de los crucificados y está seducido por la libertad que implica la Resurrección. Si leemos efectivamente los relatos de Resurrección, podemos comprobar que la Resurrección es movilizadora. ¿Por qué? porque la Resurrección es garantía de otro mundo es posible y anticipo de nuestra resurrección personal y de la propia historia”.

En el capítulo primero del Evangelio de Juan, leemos lo que de Jesús dijo el Bautista: “En medio de vosotros hay uno que no conocéis”, y “que vino como testigo, para dar testimonio de la luz”Un albor que nace, crece, y se extiende como energía itinerante para testimoniar la luz del Sol. Isaías le profetiza mensajero de la paz: “¡Qué hermosos son sobre los montes los pies del heraldo que anuncia la paz, que trae la buena nueva, que anuncia la victoria” (Is 52, 7). La semana pasada tuve la oportunidad de asistir a una presentación de El Mesías, en el Auditorio de Madrid. Una Coral de 150 componentes, y la London Vienna Kammerorchester dirigida por el ruso Ilia Korol, entonaban este mismo lamento del profeta. Las notas escritas por Friedrich Haendel hace dos siglos, inundaban la sala con las voces del coro y los tonos musicales –siempre itinerantes- de los instrumentos.

El músico y cantaor andaluz Juan Peña Fernández (1941-2016), conocido como El Lebrijano, es el autor de del siguiente Poema, en el que entona a son de cuerda de su guitarra:

Dame la libertad del agua, de los mares,

dame la libertad de la tormenta,

dame la libertad de la tierra misma,

dame la libertad del aire,

dame la libertad de los pájaros, de la marisma

vagadores de las sendas nunca vistas”

  Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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En el desierto.

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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desierto(Jn 1,6-8.19-28)

El desierto tiene una larga tradición espiritual. Simbólicamente representa un lugar privilegiado de encuentro con la divinidad. También es el lugar de la preparación, de la austeridad y de la búsqueda de Dios. Bíblicamente representa un lugar especial para Israel que ha tenido que atravesarlo antes de llegar a la tierra prometida. Los profetas eligen este lugar como símbolo de la restauración: del desierto, Dios sacará una tierra fértil. Y en el NT, Juan Bautista y Jesús mismo tendrán que atravesarlo.

La descripción del desierto bíblico no coincide con nuestra idea actual. La RAE lo define como un lugar despoblado, o como un lugar en el que la falta de agua hace que no haya vegetación. El ambiente en el que está el bautista, por ejemplo, no es así: hay agua para bautizar (y sumergirse) y concurren personas de distintos lugares.

Así Juan el bautista se presenta en este desierto, como la voz que clama en el desierto, retomando el anuncio del profeta Isaías. Y lo que anuncia es que el Reino está cerca.

A nivel personal podemos hablar de desierto espiritual: “El desierto es parte de la condición y del espíritu humano. Es la experiencia del vacío, la soledad, la frustración, la ruina y aridez que periódicamente nos invade” (Segundo Galilea 1928-2010). Y a nivel colectivo hoy muchos desiertos aparecen en medio de las personas debido a las serias dificultades de comunicación. Aunque estamos juntos, constatamos sorderas generadas por la falta de atención e incomprensiones. Muchas veces, en especial las mujeres, decimos y repetimos, con más y distintos argumentos, nuestras formas de entender la vida, las relaciones y nuestra experiencia de Dios pero no es lo habitual ser escuchados con empatía y mucho menos que la realidad se reordene en diálogo con nuestra voz. Somos con Juan una voz que grita en el desierto, que cae en el vacío, que no se escucha.

Y esto es así porque, por otro lado, saber escuchar es un don y una tarea. Jesús nos pide: “Estén atentos”, porque el Reino está entre nosotros. Pero ello es un regalo para los pobres, para los sencillos, para los enfermos, para quienes trabajan por la justicia…

Es entre ellos, donde se hace eco débil o con más fuerza de la voz que anuncia que el Reino está cerca, a la puerta. Y donde se constata que Dios saca de los desiertos una tierra fértil y fecunda. El desierto, como lugar de pobreza espiritual y social y como hábito de atención, es así lugar privilegiado de encuentro con Dios.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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¿Yo soy o me lo creo?

Domingo, 17 de diciembre de 2017
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juanDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

Jn 1,6-8: Fue un hombre enviado por Dios, Juan … que viene para dar testimonio de la luz … no era él la luz.

o Es propio del ser humano vivir en la luz, en la verdad o, cuando menos, en búsqueda de la verdad y la luz. No es sano vivir en la apatía o en el fanatismo fundamentalista político o eclesiástico.

La desidia lleva al abandono en la vida, el fanatismo a la agresión y violencia. Fundamentalismos no, búsquedas.

o Se trata de vivir en la luz, de amar y buscar la luz de la Verdad.

o Es noble tarea la de ser testigos de la verdad y de la luz: ante los hijos, familia, amigos, en el trabajo, en la sociedad, en la misma Iglesia, en la injusticia, en las tinieblas. Más vale encender una vela que maldecir la oscuridad.

o Nunca faltarán hombres y mujeres libres que viven desde la LUZ.

o A veces ser testigos de la verdad tiene sus riesgos: mártir significa: testigo. La verdad os hará libres, (Jn 8,32). La libertad nos puede costar brillo social, cargos, puestos, dinero y ello en la vida social, en la vida diocesana.

o ¿Soy testigo de la verdad, de la luz?

Jn 1,19 Este es el testimonio de Juan

o Testigo quien ha experimentado una vivencia y la transmite. El testimonio es una especie de vida que se hace palabra y se comunica a los demás. Tanto la cultura, como la historia, como la fe se fundamentan en el testimonio. Transmitir la fe no es ser un charlatán papanatas del catecismo, sino comunicar lo vivido desde JesuCristo.

o Nadie da lo que no tiene. Transmitiremos si es que tenemos la experiencia vivida en el orden de los valores: familia, justicia, libertad, cristianismo

desert_walkJn 1,8.20ss Juan Bautista no era la luz ni el Mesías.

o Todo el evangelio de san Juan está compuesto (sobre todo la cristología) desde un continuo “YO SOY” aplicado a Cristo.

o Desde el comienzo en el evangelio de Juan late ya el ser: en el principio ERA la Palabra … Y todo el evangelio es un continuo “YO SOY”: Yo soy el pan de vida, Yo soy el agua, Yo soy la luz del mundo, Yo soy el Buen pastor, Yo soy el camino, las verdad y la vida, yo soy la resurrección y la vida, yo soy rey …

o En una civilización del vacío, de la nada (nihilismo), bueno es que nos afirmemos en el ser, en quien es fundamento de la existencia.

o Juan Bautista es un hombre contracultural. Vive lejos de la sociedad (en el desierto), lejos del Templo. No es un eclesiástico de conveniencia y acomodaticio a los vaivenes de las ideologías religiosas y del poder.

o Juan Bautista dice de él que “no es”: YO NO SOY: no soy la luz, no soy el Mesías, no soy el Cristo, no soy Elías, no soy profeta, no soy digno…

o Juan Bta “no se cuelga medallas”, ni busca puestos o sedes, Jesús es (“Yo soy”), Juan Bautista “no es” (“NO SOY”). Juan es testigo de la luz. Muchas veces “nos lo tenemos muy creído” en la vida: yo soy tal, soy de tal familia, soy amigo de, he estudiado en tal sitio, soy o tengo tal cargo, yo soy el que mando, etc …

No es lo mismo ser la luz, lo cual solamente es Cristo: Yo soy la luz del mundo, (Jn 812), que ser un “iluminado y creído” en la vida familiar, social, política, en la Iglesia.

Mucho menos Juan Bautista es -ni se siente- el Mesías. Siempre se han dado “pseudo-mesías”, “salvadores de diócesis”, “salvapatrias” y “redentores”. No faltan hoy. Tal vez me tengo por más y mejor que los demás, tengo mis “toques” racistas y desprecio al emigrante, al que no es de los nuestros, etc. (¿)

o ¿Quizás me siento en posesión de la verdad, de la fe, de la solución política, me falta poco para suplantar al Mesías?

Jn 1,22-23 ¿Quién eres tú? YO SOY LA VOZ, que grita en el desierto.

o Juan Bautista es la voz; la Palabra es Cristo: En el principio existía la Palabra, (Jn 1,1). Juan es voz, “porta-voz”. La Palabra es otro: Cristo.

o Muchas veces nos creemos que nosotros somos la Palabra, que tenemos la verdad, que estamos en posesión de la verdad. Harto haremos en la vida si escuchamos y transmitimos la Palabra.

o El desierto evoca la esclavitud de Egipto, los cuarenta años de desierto en la vida, el exilio de Babilonia. Juan Bautista se sitúa en el desierto, en la dureza de la vida y anuncia al Libertador. Juan Bta no es el Libertador, pero lo anuncia viviendo el desierto.

o A Cristo no se le anuncia a bombo y platillo litúrgicos o de grandes concentraciones, sino “a pie de obra”, sufriendo con quien sufre en el desierto de la vida.

o ¿Soy voz que intenta trasmitir el Evangelio del Señor?

Jn 1,24-27 Los enviados eran judíos, sacerdotes, levitas y fariseos … En medio de vosotros hay uno que no conocéis, el que viene detrás de mí, y al que no soy digno de desatar la correa de la sandalia.

imageo Es la ironía de San Juan. Los que preparan toda la película son “los del partido”, los judíos , los eclesiásticos: sacerdotes, levitas, fariseos … y son precisamente quienes desconocen a Cristo ¡Vosotros no conocéis al que está en medio del pueblo!

o Quienes más hablan son quienes menos conocen -¡y menos aman!- al Mesías. El Mesías no tiene más remedio que decir y hacer lo que “yo” pienso y digo.

o Juan Bautista se considera que -ante el Mesías- no está ni a la altura del zapato. NO SOY digno de desatar sus sandalias …

o Los fariseos, sacerdotes, levitas, etc. se creen, ¿nos creemos?, que podemos dominar tanto al Mesías como al pueblo. La honestidad personal de Juan Bautista hace bien.

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Éste es el Cordero de Dios.

Domingo, 15 de enero de 2017
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El Cordero

Oh Corderillo, ¿quién te ha hecho?
¿Aún no sabes quién te ha hecho?
Te ha dado vida y alimento
junto al arrollo y sobre el prado;
te ha dado ropas deliciosas,
suavísima lana brillante;
y te ha dado una voz tan tierna
que el valle todo se alboroza.
Oh Corderillo, ¿quién te ha hecho?
¿Aún no sabes quién te ha hecho?

Oh Cordero, yo he de decirlo,
Oh Cordero, yo he de decirlo:
se llama por tu mismo nombre,
pues que Cordero a sí se llama:
es apacible y bondadoso,
de un niño tuvo la apariencia:
a nosotros, niño y cordero,
por su nombre nos llaman todos.
Cordero que Dios te bendiga.
Cordero que Dios te bendiga.

*

William Blake
The Lamb

*
Agnus*

Hambre de ti

«Amor de Ti nos quema,
blanco Cuerpo».
Unamuno

Hambre de Ti nos quema, Muerto vivo,
Cordero degollado en pie de Pascua.

Sin alas y sin áloes testigos,
somos llamados a palpar tus llagas.

En todos los recodos del camino
nos sobrarán Tus pies para besarlas.

Tantos sepulcros por doquier, vacíos
de compasión, sellados de amenazas.
Callados, a su entrada, los amigos,
con miedo del poder o de la nada.

Pero nos quema aun tu hambre, Cristo,
y en Ti podremos encender el alba.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la espera.
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:

“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.” Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.”

Y Juan dio testimonio diciendo:

“He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: “Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.” Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.”

*

Juan 1, 29-34

***

***

 

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“Con el fuego del Espíritu”. 2 Tiempo ordinario – A (Juan 1,29-34)

Domingo, 15 de enero de 2017
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09-02-to-a-600x873Las primeras comunidades cristianas se preocuparon de diferenciar bien el bautismo de Juan, que sumergía a las gentes en las aguas del Jordán, y el bautismo de Jesús, que comunicaba su Espíritu para limpiar, renovar y transformar el corazón de sus seguidores. Sin ese Espíritu de Jesús, la Iglesia se apaga y se extingue.

Solo el Espíritu de Jesús puede poner más verdad en el cristianismo actual. Solo su Espíritu nos puede conducir a recuperar nuestra verdadera identidad, abandonando caminos que nos desvían una y otra vez del Evangelio. Solo ese Espíritu nos puede dar luz y fuerza para emprender la renovación que necesita hoy la Iglesia.

El papa Francisco sabe muy bien que el mayor obstáculo para poner en marcha una nueva etapa evangelizadora es la mediocridad espiritual. Lo dice de manera rotunda. Desea alentar con todas sus fuerzas una etapa «más ardiente, alegre, generosa, audaz, llena de amor hasta el fin, y de vida contagiosa». Pero todo será insuficiente «si no arde en los corazones el fuego del Espíritu».

Por eso busca para la Iglesia de hoy «evangelizadores con Espíritu» que se abran sin miedo a su acción y encuentren en ese Espíritu Santo de Jesús «la fuerza para anunciar la verdad del Evangelio con audacia, en voz alta y en todo tiempo y lugar, incluso a contracorriente».

Según el papa, la renovación que quiere impulsar en el cristianismo actual no es posible «cuando la falta de una espiritualidad profunda se traduce en pesimismo, fatalismo y desconfianza», o cuando nos lleva a pensar que «nada puede cambiar» y, por tanto, que «es inútil esforzarse», o cuando bajamos los brazos definitivamente, «dominados por un descontento crónico o por una acedia que seca el alma».

Francisco nos advierte que «a veces perdemos el entusiasmo al olvidar que el Evangelio responde a las necesidades más profundas de las personas». Sin embargo no es así. El papa expresa con fuerza su convicción: «No es lo mismo haber conocido a Jesús que no conocerlo, no es lo mismo caminar con él que caminar a tientas, no es lo mismo poder escucharlo que ignorar su Palabra […] no es lo mismo tratar de construir el mundo con su Evangelio que hacerlo solo con la propia razón».

Todo esto hemos de descubrirlo por experiencia personal de Jesús. De lo contrario, dice el papa, a quien no lo descubre, «pronto le falta fuerza y pasión; y una persona que no está convencida, entusiasmada, segura, enamorada, no convence a nadie». ¿No estará aquí uno de los principales obstáculos para impulsar la renovación querida por el papa Francisco?

José Antonio Pagola

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“Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo”. Domingo 15 de enero de 2017 Domingo 2º del tiempo ordinario, ciclo A

Domingo, 15 de enero de 2017
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10-ordinarioa2Leído en Koinonia:

Isaías 49,3.5-6: Te hago luz de las naciones, para que seas mi salvación.
Salmo responsorial: 39: Aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad.
1Corintios 1,1-3: La gracia y la paz de parte de Dios, nuestro Padre, y del Señor Jesús sean con vosotros.
Juan 1,29-34: Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo.

Las lecturas de este domingo tienen como eje transversal la invitación de Dios a toda la humanidad a asumir como propio el proyecto del Reino, de retarle, en libertad y sinceridad, a una manera nueva ser hombre y mujer, de ser creación y sociedad. El texto que leemos en la primera lectura forma parte del segundo Cántico del Siervo (Is 49,1 – 50,7) en el que se identifica al pueblo de Israel como el servidor de Dios; este Israel mencionado aquí no representa la totalidad del pueblo de Dios, sino que, tal vez, se refiera a aquella pequeña comunidad creyente desterrada en Babilonia, a ese grupo reducido que mantiene viva la esperanza y la fe. Ese grupo que, a pesar de estar lejos de su tierra, mantiene su confianza en Yahvé es el que traerá la salvación a todo el pueblo de Israel y al mundo entero, pues Dios ha puesto sus ojos en él y le ha asignado la misión de expresar a toda la creación su deseo más profundo: salvar a todos sin excepción. El profeta que escribe este cántico marca una gran diferencia en cuanto a la comprensión de la salvación prometida por Yahvé; siendo el tiempo del exilio, el profeta anuncia una salvación para todas las naciones, no únicamente para el pueblo de Israel.

Pablo inicia su carta confirmando la universalidad del Reino de Dios; expresando que el mensaje de salvación es para todos los que en cualquier lugar -y tiempo- invocan el nombre de Jesucristo. Este saludo es dirigido a los cristianos de Corinto; sin embargo, por la manera solemne en que Pablo escribe (a la Iglesia de Dios de Corinto), se puede afirmar que el apóstol se está refiriendo a la única y universal Iglesia de Cristo, que se hace presente históricamente en los creyentes de Corinto. Es decir, que aunque Pablo escriba de manera particular a esta comunidad, su mensaje desborda los límites de espacio y tiempo, adquiriendo en todo momento actualidad y relevancia, pues es una Palabra dirigida a la humanidad entera. Hombres y mujeres hemos recibido la gracia de ser hijos de Dios, por medio de Jesús; hemos sido consagrados por Dios para realizar en nuestras vidas la “vocación santa”, que en nuestro lenguaje correspondería a la “misión” de hacer presente, aquí y ahora, el reino de Dios: hacer de este mundo un lugar más justo y solidario, menos violento y destructor, más libre y fraterno. Quien asume como modo normal de vida este horizonte liberador está invocando el nombre de Jesús.

El evangelio de Juan manifiesta la universalidad de la salvación de Dios por medio de la vida y misión de Jesús de Nazaret, visto éste como cordero de Dios, que se sacrifica, se entrega obedientemente a la voluntad del Padre para salvar de la muerte (del pecado) a toda la Humanidad… Jesús es el enviado del Padre, el ungido por el Espíritu de Dios, el servidor de Yahvé del profeta Isaías (49,3) que tiene como especial misión establecer en el mundo la justicia del reino; es quien verdaderamente trae la salvación de Dios a la humanidad. Juan el Bautista ya había comprendido su propia misión y la misión de Jesús; por tal razón el profeta del desierto dice que detrás de él viene alguien más importante que él, pues el que viene es el Mesías, una Palabra nueva de Dios para el mundo. El Bautista reconoce a Jesús como el Hijo de Dios, y por eso da testimonio de él. Y lo hace -lo recoge así el evangelio de Juan-, con las imágenes de aquel tiempo, unas imágenes que hace mucho tiempo se quedaron sin base y que han perdido incluso parte de su inteligibilidad.

En efecto, hablar de Cordero de Dios, sacrificado, que expía nuestros pecados, que quita «el pecado del mundo» con su sangre, que nos «redime»… es hablar en unas categorías que hoy sólo podemos conocerlas por estudio histórico-bíblico, por cultura especializada religiosa, pero que no se pueden captar en nuestra vida diaria por simple sentido común, por una evidencia que se respira en subconsciente colectivo social, como han de ser captadas las buenas imágenes, las imágenes que están vivas, no las que ya murieron aunque sigan siendo leídas o repetidas. Una tarea pendiente de la comunidad creyente hoy es testimoniar ese encuentro profundo con Jesús con unas metáforas nuevas, para que expresen y comuniquen ese encuentro, que sólo de esa manera se concretizará en una vida fundada entregada al amor, a la Justicia y a la comunión con Naturaleza.

(Recordemos que el lenguaje religioso es siempre metafórico, y que las metáforas no describen la realidad, sino que la aluden simbólicamente, con frecuencia de un modo inexpresable en conceptos. El lenguaje religioso no es de ideas «claras y distintas», como tantas veces ha confundido la teología dogmática, pensando que está describiendo una realidad religiosa ontológica que está ahí como un ob-jeto que puede ser descrito objetivamente… El lenguaje religioso es más bien como la poesía: nos habla con metáforas, imágenes, símbolos… que muchas veces evocan nuestro subconsciente, personal y colectivo. Jesús no puede ser el cordero de Dios, porque no es, en absoluto, un cordero… Sin embargo, para los cristianos de aquel tiempo, decir que lo era, resultaba una afirmación religiosa conmovedora, porque evocaba un gran conjunto de sentimientos, tradiciones, doctrinas, imágenes, etc. Traducir aquella expresión no es traducirla a nuestro idioma actual, sino encontrar genialmente una correspondencia válida con otra imagen o imágenes que pudieran expresar una vivencia religiosa semejante a la que suscitaba esa expresión en aquel tiempo. Pero esto no es fácil hacerlo –si es que es realmente posible–. Mientras, lo que podemos/debemos hacer es no «»idolatrar aquellas expresiones antiguas, no sentirnos atados, y ser suficientemente creativos para aportar nuestro granito de arena al desarrollo del lenguaje religioso, que también es nuestra responsabilidad). Leer más…

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Dom 15.1.17. Juan Bautista dijo “éste es el cordero de Dios”… y Jesús les dió a comer su pan

Domingo, 15 de enero de 2017
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15941244_718912258285969_8180124396911989245_nDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo 2, tiempo ordinario. Ciclo A. Jn 1, 29-34. Comienza un nuevo ciclo litúrgico, el tiempo ordinario del año 2017, animado por el Evangelio de Mateo, pero que empieza con una imagen fuerte de Juan Bautista (recogida por Juan Evangelista), retomando el motivo del domingo anterior (Bautismo de Jesús), que hoy aparece con el signo de el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

— Juan Bautista dice, con una palabra del Antiguo Testamento, que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo… como si él tuviera que morir sacrificado, ante el altar de la “ira” de Dios, para así reparar los pecados.

— Pero el evangelio de Juan sabe y dice que Jesús no es cordero sacrificado ante la ira de Dios, sino el mismo Dios hecho pan compartido… De esa forma pasa y nos hace pasar el Antiguo al Nuevo Testamento.

Sea como fuere, este signo del cordero-pan (que es Dios) ha marcado y sigue marcando de forma poderosa la conciencia de los cristianos que, en general, seguimos estando en el Antiguo Testamento (con Juan Bautista) más que en el Nuevo Testamento de Jesús (y del evangelio de Juan). Por eso quiero destacar hoy tres motivos principales:

a. Éste es un signo teológico, que nos sitúa ante e el sentido del “sacrificio”: Cierta Iglesia cristiana ha seguido pensando muchas veces en claves de “expiación” (de reparación sangrienta), como si el cordero inocente tuviera que morir para que Dios quede satisfecho. No ha pasado del Antiguo Testamento.

b. Este signo tiene una inmensa importancia litúrgica: En todas las misas, tras el recuerdo de la Cena de Jesús (de la “consagración”), se repite: Cordero de Dios… Éste es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo ¡dichosos los llamados a la Cena del Señor! También aquí corremos el riesgo de estar en el Antiguo de los sacrificios para aplacar a Dios más que en el Nuevo Testamento de la gracia. De todas formas, algo muy importante ha cambiado: ¡Decimos Cordero de Dios que quita el pecado del mundo… y tomamos una porción de y lo compartimos, en nombre de Jesús!

c. El tercero es un motivo de conciencia cristiana. ¿Se puede hoy creer en el valor del “sacrificio” (de la muerte del cordero para? para hablar de Dios? Hace cinco siglo, Lutero puso una interrogación sobre el sacrificio… hoy seguimos con el mismo tema.

15895094_718914604952401_1532088971065685503_nCiertamente, no puedo resolver esos y otros temas, pero quiero y debo plantearlos, con ocasión de este domingo, para situar mejor el tema del “sacrificio o no-sacrificio”, de la institución de la nueva alianza y de la expiación (si es que hay tal expiación…).

En esa línea me limito a evocar algunos rasgos del signo del Cordero en el conjunto de la Biblia y, sobre todo, en el Nuevo Testamento, partiendo de la entrada correspondiente de mi Gran Diccionario de la Biblia (Verbo Divino, Estella 2015).

Los mismos lectores del blog sabrán sacar las consecuencias y trazar las aplicaciones de este símbolo, uno de más ricos y problemáticos de la Biblia y de la historia cristiana.

Texto: Jn 1, 29-34

En aquel tiempo, al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:
Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: “Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.” Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.”

Y Juan dio testimonio diciendo: “He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.”

Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

El signo del Cordero. Acepciones principales

El cordero es para el Antiguo Testamento el animal sagrado (sacrificial) por excelencia. El Nuevo Testamento le vincula con Jesús, «cordero de Dios que quita los pecados del mundo» (cf. Jn 1, 29. 36), viniendo a convertirse de esa forma en un símbolo unificador del conjunto de la Biblia. Estos son algunos de los textos y figuras con los que puede vincularse ese Jesús, cordero de Dios.

(1) Cordero de la Aquedah o ligadura de Isaac. Aparece vinculado al sacrificio de Isaac, al que sustituye (Gen 22, 7-8). Desde ese fondo aparece, con frecuencia, como signo de la vida humana, en esa línea se puede afirmar que Dios «perdonó» a Isaac, pero nos ha ofrecido la vida de su Hijo, como auténtico cordero salvador (cf. Rom 8, 32).

(2) Cordero pascual. Cuando salieron de Egipto, los hebreos sacrificaron el cordero y con su sangre pintaron el dintel y jambas de sus puertas, de manera que el ángel exterminador pasara de largo ante sus casas, sin matar sus primogénitos (Ex 11, 2-14). Por eso, ellos siguieron comiendo por los siglos el cordero de la pascua, en memoria del paso del Señor, en actitud de agradeci¬miento. Este es el cor¬dero que les permitía caminar hacia la libertad, manteniéndoles en vida en medio del de gran riesgo de la muerte; era señal de Dios sobre la tierra.

(3) Cordero profético: Siervo de Yahvé. Al lado del cordero pascual influye la experiencia del cordero manso, que no se opone, ni combate, no se enfrenta con sus carniceros. Desde ese fondo, perseguido por sus enemigos, Jeremías se ha mirado a sí mismo como un «manso cordero llevado al matade¬ro» (Jer 11, 19). En esa línea avanza Segundo Isaías, cuando presenta al Siervo de Yahvé como cordero:

«El Señor cargó sobre él nuestros crímenes. Maltratado, se humillaba y no abría la boca: como cordero llevado al matadero, ¬como oveja ante el esquilador, enmudecía y no abría la boca. Sin defensa, sin justicia se lo llevaron ¿Quién meditó en su destino? Lo arrancaron de la tierra de los vivos, por los pecados de mi pueblo lo hirie¬ron» (Is 53, 6 8). Este pasaje misterioso ha servido de reflexión para generaciones de creyentes, judíos y cristianos.

(4) Cordero mesiánico. El texto más significativo está vinculado a un eunuco de la reina de Etiopía, que ha venido como prosélito judío al templo de Jerusalén, preguntando sobre el signo del cordero; pero en el templo no le han respon¬dido y así vuelve sobre el carro sin saber lo que el corde¬ro signifi¬ca. En¬tonces se le acerca Felipe evangelista y «partien¬do de este mismo pasaje» le presenta el evangelio (cf. Hech 8, 36 40). Comprender el sentido de ese cordero es comprender y aceptar el cristianismo. Sin más dilación, Felipe bautiza al eunuco, que no necesita más catecumenado.

(5) Cordero que quita los pecados del mundo. El evangelio de Juan ha reflexionado sobre el tema del cordero que quita los pecados. Ciertamente, está en el fondo la experiencia de los sacrificios de Israel, entre los cuales se encuentra también el del cordero, para expiación de los pecados (cf. Lev 4, 32; 5, 7; 9, 3; 14, 12.24-25, Num 6, 12 etc). Leer más…

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El testimonio de Juan Bautista Segundo domingo del Tiempo Ordinario. Ciclo A

Domingo, 15 de enero de 2017
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sandalsDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado recordamos el Bautismo de Jesús. En la versión de Marcos y de Lucas, Juan Bautista no dice nada. En la de Mateo, entabla un breve diálogo con Jesús, porque no comprende que venga a bautizarse. El cuarto evangelio sigue un camino muy distinto: Jesús va al Jordán, pero no cuenta el bautismo; en cambio, introduce un breve discurso de Juan Bautista. Es el texto que se lee este domingo (Jn 1,29-34).

En aquel tiempo; al ver Juan a Jesús que venía hacia él, exclamó:

            ‒ Éste es el Cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Éste es aquel de quien yo dije: «Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.» Yo no lo conocía, pero he salido a bautizar con agua, para que sea manifestado a Israel.

Y Juan dio testimonio diciendo:

            ‒ He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Yo no lo conocía, pero el que me envió a bautizar con agua me dijo: «Aquél sobre quien veas bajar el Espíritu y posarse sobre él, ése es el que ha de bautizar con Espíritu Santo.»

Y yo lo he visto, y he dado testimonio de que éste es el Hijo de Dios.

Imaginando la escena

            La mejor forma de entender este texto es imaginar la escena, convertirse en uno o una más de los discípulos del Bautista. Personas que han hecho a veces un largo y molesto viaje para escucharlo y hacerse bautizar por él, que han renunciado a todo para convertirse en discípulos suyos. Para ellos, Juan es lo más grande. De repente, aparece Jesús, un desconocido, y lo que Juan dice los desconcierta por completo.

            Al desconocido lo presenta, en primer lugar, como el cordero de Dios que quita el pecado del mundo. Fórmula extraña, que ninguno de los presentes entiende muy bien, pero que sugiere una estrecha relación con Dios y con el perdón de los pecados. Ellos han ido buscando un bautismo para el perdón de los pecados, y ahora encuentran a un personaje que los quita. Y no solo los pecados de Israel, como cabría esperar, sino los de todo el mundo.

            Sigue Juan diciendo que ese desconocido está por delante de mí, porque existía antes que yo. Y los presentes mirarían extrañados, intentando convencerse de que Jesús era más viejo, aunque Juan lo parecía mucho más, quizá por culpa de tantas penitencias y por alimentarse sólo de saltamontes y miel silvestre. Pero los presentes tienen la sensación de que Juan no se refiere sólo a la edad: está sugiriendo que ese desconocido es mucho más importante que él.

            Y esto queda claro cuando añade: He contemplado al Espíritu que bajaba del cielo como una paloma, y se posó sobre él. Si entre los presentes hay algún conocedor de la teología judía, su asombro llegaría al máximo, porque muchos rabinos afirman que el Espíritu de Dios lleva siglos sin manifestarse. Muy grande tiene que ser ese desconocido, sobre todo teniendo en cuenta que no sólo recibe el Espíritu, sino que también lo transmite en un nuevo bautismo, distinto del de Juan.

            Finalmente, termina dando testimonio de que éste es el Hijo de Dios. Los oyentes de Juan no interpretarían la fórmula como nosotros. Para ellos, «el Hijo de Dios» no equivale a «la segunda persona de la santísima Trinidad». Es una forma de referirse al rey de Israel, al que Dios adopta como hijo. Lo dejan claro las palabras que pronunciará poco más tarde Natanael, dirigiéndose a Jesús: «Tú eres el hijo de Dios, tú eres el rey de Israel» (Jn 1,49).

            Los oyentes de Juan se quedarían asombrados, y se preguntarían: ¿quién es este que quita el pecado del mundo, que es más importante que Juan, sobre el que se ha posado el espíritu, que da el espíritu en un nuevo bautismo, que es el rey de Israel? Sin duda, debe tratarse del Mesías, aunque no lo parezca.

Leyendo el evangelio

            Contemplar la escena es un recurso magnífico para profundizar en el evangelio y entenderlo (san Ignacio de Loyola utiliza el método en sus Ejercicios espirituales), pero la lectura «científica» ayuda también a descubrir nuevos aspectos.

            El más importante es que Juan Bautista no pronunció este discurso: sus palabras son un recurso del evangelista para suscitar en nosotros, desde el primer momento, la curiosidad y el interés por el protagonista de su historia. Y no sólo esto, sino también una respuesta personal, idéntica a la que refleja el episodio inmediatamente posterior (Jn 1,35-37, que no se lee este domingo).

            Al día siguiente estaba Juan con dos de sus discípulos. Viendo pasar a Jesús, dijo: Ahí está el Cordero de Dios. Los discípulos, al oírlo hablar así siguieron a Jesús.

            Esta vez no pronuncia Juan un largo y complicado discurso. Basta una simple referencia, enigmática, al cordero de Dios. Lo importante es que la curiosidad y el interés dan paso al seguimiento.

            En otros aspectos, la lectura científica se estrella contra un cúmulo de misterios:

            ‒ La imagen del «cordero de Dios», que no coincide exactamente ni con la del cordero pascual, ni con la del chivo expiatorio del Yom Kippur, aunque recuerda bastante al personaje misterioso de Isaías 53 que se ofrece a morir por el pueblo y marcha a la muerte «como un cordero llevado al matadero», sin protestar ni abrir la boca. Teniendo en cuenta que en ámbito cananeo el símbolo de la divinidad era el toro, por su fuerza y bravura, elegir al cordero significa un cambio radical, una opción por lo débil y suave.

            ‒ «El pecado del mundo». Ya que esta fórmula sólo se encuentra aquí, resulta difícil saber en qué consiste el pecado del mundo. Una pista la ofrece la primera carta de Juan: «Cuanto hay en el mundo, la codicia sensual, la codicia de lo que se ve, el jactarse de la buena vida, no procede del Padre, sino del mundo» (1 Jn 2,16). Todo eso sería lo que elimina Jesús. Pero la cuestión es discutida.

La doble misión del Siervo de Dios y de Jesús (Is 49,3.5-6)

El Señor me dijo: «Tú eres mi siervo, de quien estoy orgulloso

Y ahora habla el Señor, que desde el vientre me formó siervo suyo, para que le trajese a Jacob, para que le reuniese a Israel -tanto me honró el Señor, y mi Dios fue mi fuerza-. «Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra

            El protagonista de esta lectura es un personaje misterioso que aparece al final del libro de Isaías. Uniendo diversos poemas de los capítulos 42, 49, 50 y 53 se esboza la figura de un “Siervo de Yahvé”, al que Dios encomienda la misión de convertir a los judíos desterrados en Babilonia (de la salvación política se encargará el rey persa Ciro). El Siervo, después de una etapa inicial de entusiasmo, atraviesa una profunda crisis, pensando que todo su esfuerzo ha sido inútil. Entonces, el Señor le renueva la misión con respecto a Israel e incluso se la amplía, extendiéndola a todo el mundo.

            Este poema de Isaías ayuda a entender la misión de Jesús de “quitar los pecados del mundo”. Una misión que implica dos aspectos. El primero, relativo al pueblo de Israel, consiste en convertirlo al Señor; de hecho, su mensaje inicial será “convertíos y creed en la buena noticia”. El segundo se refiere al mundo entero: iluminar a todas las naciones para que la salvación de Dios alcance hasta el fin del mundo; sus rápidas visitas a Fenicia y la Decápolis, su buena relación con los despreciados samaritanos, simbolizan y anticipan la misión universal de la Iglesia, sin fronteras ni muros.

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Domingo II del Tiempo Ordinario. 15 enero, 2017

Domingo, 15 de enero de 2017
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domingo-ii-to

“-Este es el cordero de Dios, que quita el pecado del mundo. Este es aquel de quien yo dije: Tras de mí viene un hombre que está por delante de mí, porque existía antes que yo.”

(Jn 1, 29-34)

¿Estaríamos dispuestas a desaparecer?

Dice San Agustín:

“Juan era la voz, pero el Señor es la Palabra que en el principio ya existía. Juan era una voz provisional; Cristo, desde el principio, es la Palabra eterna.

Quita la palabra, ¿y qué es la voz? Si no hay concepto, no ha más que un ruido vacío. La voz sin la palabra llega al oído, pero no edifica el corazón.

Pero veamos cómo suceden las cosas en la misma edificación de nuestro corazón. Cuando pienso lo que voy a decir, ya está la palabra presente en mi corazón; pero, si quiero hablarte, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que está ya en el mío.

Al intentar que llegue hasta ti y se aposente en tu interior la palabra que hay ya en el mío, echo mano de la voz y, mediante ella, te hablo: el sonido de la voz hace llegar hasta ti el entendimiento de la palabra; y una vez que el sonido de la voz ha llevado hasta ti el concepto, el sonido desaparece, pero la palabra que el sonido condujo hasta ti está ya dentro de tu corazón, sin haber abandonado el mío.

Cuando la palabra ha pasado a ti, ¿no te parece que es el mismo sonido el que está diciendo: Ella tiene que crecer y yo tengo que menguar? El sonido de la voz se dejó sentir para cumplir su tarea y desapareció…” (Sermón 293)

Juan Bautista se presenta en el cuarto evangelio como modelo de seguimiento de Jesús. toda persona cristiana estamos llamadas a ser la voz de la Palabra con mayúsculas. Nuestra misión es que la palabra se oiga y luego desaparecer. Somos el cartel que anuncia e indica el destino pero que se deja atrás.

Oración

No dejes, Trinidad Santa, que nos acabemos creyendo las protagonistas. Danos la humildad necesaria para saber desaparecer.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús nos salvó eliminando de sí toda opresión

Domingo, 15 de enero de 2017
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bajorelieve-cordero-de-dios-portada-monasterio-sta-maria-ripollJn 1, 29-34

Este texto nos da una teología muy elaborada sobre el tema. Esta teología es lo que nos interesa a nosotros. Jn pone en labios del Bautista la cristología de su comunidad a finales del s. I, como base y fundamento de la comprensión de Jesús que va a desplegar en su evangelio. Esto no quiere decir que el Bautista tuviera una idea clara sobre quién era Jesús. Ni siquiera sus discípulos más íntimos supieron quién era, después de vivir con él tres años; menos podía saberlo el Bautista, antes de comenzar su predicación.

Jn quiere aclarar que no hay rivalidad entre Jesús y el Bautista. Para ello nos presenta un Bautista totalmente integrado en el plan de salvación de Dios. Su tarea es la de precursor, es decir, preparar el camino al verdadero Mesías. Fijaros que Jn no narra el bautismo en sí; va directamente al grano y nos habla del Espíritu, que es lo importante en todos los relatos del bautismo de Jesús. Naturalmente esto es un montaje de las segundas o terceras comunidades para resaltar la figura de Jesús que había adquirido categoría divina.

El Bautista propone a Jesús como cordero de Dios, preexistente, portador del Espíritu e Hijo de Dios.  No se puede decir más. Está claro que se está reflejando aquí setenta años de evolución cristológica en la comunidad de Juan. Es una pena que después, hayamos interpretado tan mal esa experiencia. Lo que eran títulos que trataban de ponderar la personalidad de Jesús, se convirtieron en absolutos atributos divinos. Lo que tenía de proceso dinámico y humano, se convirtió en sobrenaturalismo preexistente.

El cordero de Dios“. Es muy difícil precisar lo que este título significaba para aquella comunidad. Podían entenderlo en sentido apocalíptico: un cordero victorioso que aniquilará definitivamente el mal (la bestia). Este concepto encajaría con las ideas del Bautista; pero no con las de Jesús. Podían entenderlo como el Siervo doliente. No hay pruebas de que se hubiera identificado al Mesías con el siervo doliente de Isaías, antes del cristianis­mo. Jn sí interpretó la figura del Siervo, aplicada al Jesús, pero nunca con el sentido expiatorio de pagar un rescate por nosotros. Probablemente haría referencia al cordero pascual, que era para el judaísmo el signo de la liberación de Egipto. No tiene connotación sacrificial. Jn quiere decir que por Cristo somos liberados de la esclavitud.

Que quita el pecado del mundo”. Es una frase que manifiesta una cristología muy elaborada. En ningún caso la pudo pronunciar Juan bautista. Para nosotros es una frase muy interesante, que nos puede llevar a un descubrimiento de lo que aquellos primeros cristianos pensaban de Jesús como salvador. Esta teología no tiene nada que ver con la idea de rescate en la que después se deformó. El concepto de pecado en el AT debe ser el punto de partida para entender su significado en el NT. Los profetas arremeten contra el pecado de los dirigentes, que olvidándose de la Alianza, se erigen en señores que oprimen impunemente al pueblo y le obligan a servirlos a ellos en vez de servir a Dios.

Ni en el AT ni en el NT se había desarrollado el concepto de pecado individual que manejamos nosotros. Hoy estamos en el otro extremo del péndulo; no tenemos conciencia de pecado colectivo, al mantener una injusticia que clama al cielo. En la frase que estamos comentando, “pecado”, tanto en griego como en latín, está en singular. No se refiere a los “pecados” individuales, tal como los entendemos hoy. En el evangelio de Jn, “pecado del mundo” tiene un significado muy preciso. Se trata de la opresión que las fuerzas del mal causan al ser humano. Es lo único que impide al hombre desarrollarse como persona. Todos los demás pecados se reducen a éste: hacer daño al hombre de cualquier forma.

El modo de “quitar” este pecado, no es una muerte expiatoria. Esta idea nos ha despistado durante siglos y nos ha impedido entrar en la verdadera dinámica de la salvación que Jesús ofrece. Esta manera de entender la salvación de Jesús es consecuencia de una idea arcaica de Dios. En ella hemos recuperado el mito ancestral del dios ofendido que exige la muerte del Hijo para satisfacer sus ansias de justicia. Estamos ante la idea de un dios externo, soberano y justiciero que se porta como un tirano. Nada que ver con la experiencia del Abba que Jesús vivió. El “pecado del mundo” no tiene que ser expiado, sino eliminado.

Jesús quitó el pecado del mundo escogiendo el camino del servicio, de la humildad, de la pobreza, de la entrega hasta la muerte. Esa actitud anula toda forma de dominio, por eso consigue la salvación total. Es el único camino para llegar a ser hombre auténtico. Jesús salvó al ser humano, suprimiendo de su propia vida toda opresión que impida el proyecto de creación definitiva del hombre. Jesús nos abrió el camino de la salvación, ayudando a todos los oprimidos a salir de su opresión, cogiéndoles por la solapa y diciéndoles: Eres libre, sé tú mismo, no dejes que nadie te destroce como ser humano; en tu verdadero ser, nadie podrá someterte si tú no te dejas. En aquel tiempo, esta opresión deshumanizadora era ejercida no solo por Roma sino por la casta sacerdotal y los letrados.

Jesús vivió esta libertad durante su vida. Fue siempre libre. No se dejó avasallar ni por su familia, ni por las autoridades religiosas, ni por las autoridades civiles, ni por los guardianes de las Escrituras (letrados), ni por los guardianes de la Ley (fariseos). Tampoco se dejó manipular por sus amigos, que tenían objetivos muy distintos a los suyos (los Zebedeo, Pedro). Esta perspectiva no nos interesa porque nos obliga a estar en el mundo con la misma actitud que él estuvo; a vivir con la misma tensión que él vivió.

No tenemos que oprimir a nadie de ningún modo. No tengo que dejarme oprimir. Tengo que ayudar a todos a salir de cualquier clase de opresión. Jesús quitó el pecado del mundo. Si de verdad quiero seguir a Jesús, tengo que seguir suprimiendo el pecado del mundo. Hoy Jesús no puede quitar la injusticia, somos nosotros los que tenemos que eliminarla. La religiosidad intimista, la perfección individualista, que se nos han propuesto como meta del camino espiritual, es una tergiversación del evangelio. Si no hacemos todo lo posible para que nadie sea oprimido, es que no me he enterado del mensaje de Jesús.

El presentarse como cordero no vende en nuestros días. En el mundo en que vivimos, si no explotas te explotan; si no estás por encima de los demás, los demás ten pisotearán. Este sentimiento es instintivo y mueve a la mayoría de las personas a defenderse con violencia, incluso antes de que el atraco se cometa. Pero hay que tener en cuenta que esta postura obedece al puro instinto de conservación y no te lleva a la plenitud humana.

Esa actitud es un sentimiento que está al servicio del ego. Tenemos que superar ese egoísmo si queremos entrar en la dinámica del amor, es decir, de la verdadera realización humana. Es el oprimir al otro, no que me opriman, lo que me destroza como ser humano. Jesús prefirió que le mataran antes de imponerse a los demás. Esta es la clave que no queremos descubrir, porque nos obligaría a cambiar nuestra conducta.

Meditación

El cordero que eliminó del mundo la opresión.
Ese es el mejor resumen de toda la vida de Jesús.
Solo actuando como cordero, se puede conseguir ese objetivo.
Arremetiendo contra los demás, se aumenta la violencia.
Ser cristiano significa repetir la manera de actuar de Jesús.
Por más que nos empeñemos, no existe otro camino.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Luz de las Naciones

Domingo, 15 de enero de 2017
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1“Sólo amanece el día para el que estamos despiertos”. (Thoreau)

15 de enero. II domingo del TO

Jn 1, 29-34

Detrás de mi viene un varón que es más importante que yo, porque existía antes que yo.

En 49, 6 dijo Dios a Isaías: “Te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”. Y en el Salmo 39 dice el salmista al Señor que allí está él para anunciar su verdad y salvación, y para cumplir su voluntad. Anunciaron con ello lo que Jesús predicó e hizo en el Evangelio.

Cada ser humano que viene a la existencia pertenece al departamento de personal de esta gigantesca Corporación que llamamos Universo. Nuestra misión fundamental es preocuparnos por la Calidad de Vida de cuantos integramos su plantilla, sin olvidarnos de los restantes elementos básicos que la forman. Unas buenas políticas de Calidad empresarial velan por la calidad del producto y del servicio, por sus estrategias, estilo de liderazgo, recursos, proceso y procedimientos. A nivel de planteamiento general, esto parece lo más correcto, pero también es posiblemente más importante dar respuesta a esta trascendental pregunta: ¿cuál es mi trabajo en este mundo?

Y si nos sentimos incapaces de hacerlo, seamos entonces capaces de recurrir a quien sí lo supo hacer y está siempre dispuesto ayudarnos. En su drama fantasía Blancanieves (2012) el director de cine Pablo Berger, pone en boca de su protagonista Carmen este lamento refiriéndose a su padre, el torero Antonio Villalta: “Te busco y no te encuentro, te llamo y no contestas, pues no sé dónde estarás. Mándame una señal, por la Virgen del Calvario, que más no puedo esperar”. Al final de la cinta uno de los toreros enanos le dice cuando ella ha saltado al ruedo con capa y espada: “Déjale, te vas a jugar la vida”. A lo que ella le responde: “Tengo que terminar la faena de mi padre”.

Jesús, que también saltó al ruedo de la existencia sin temor a jugarse el tipo por nosotros, nos dice en Jn 18, 37: “Para eso he venido al mundo: para dar testimonio de la verdad”; y en 6, 38: “Ésta es la voluntad del que me envió, que no pierda a ninguno de los que me confió”En el Evangelio se consigna el Plan de Acción de todos los cristianos y se muestra cómo llevarlo a cabo. El Gran Timonel de nuestra Nave y su sucesor el Papa nos marcan con sus actos la manera de hacerlo. Jesús cambió la muleta y el estoque por la toalla y una palangana (Jn 13, 5), y Francisco celebró su 80 cumpleaños el 17 del pasado diciembre invitando a desayunar a ocho mendigos  a su residencia, la Casa Santa Marta, ofreciéndoles dulces argentinos haciendo honor a su patria.

Para poder hacer todas estas cosas hay que estar en alerta porque, como dice Henri David Thoreau en Walden“Sólo amanece el día para el que estamos despiertos”.

Y sólo quienes lo están podrán ver cómo de un olmo centenario y seco, en versos de A. Machado, resurgirá la vida gracias a esa primavera que todos llevamos dentro.

A UN OLMO SECO

Al olmo viejo, herido por el rayo
y en su mitad podrido,
con las lluvias de abril y el sol de mayo
algunas hojas verdes han salido.

¡Al olmo centenario en la colina
que lame el Duero! Un musgo amarillento
le mancha la corteza blanquecina
al tronco carcomido y polvoriento.

No será, cual los álamos cantores
que guardan el camino y la ribera,
habitado por pardos ruiseñores.

Ejército de hormigas en hilera
va trepando por él, y en sus entrañas
urden sus lenguas grises las arañas.

Antes que te derribe, olmo del Duero,
con su hacha el leñador, y el carpintero
te convierta en melena de campana,
lanza de carro o yugo de carreta;
antes que rojo en el hogar, mañana,
ardas en alguna mísera caseta
al borde de un camino;
antes que te descuaje un torbellino
y tronche el soplo de las sierras blancas;
antes que el río hasta la mar te empuje
por valles y barrancas,
olmo, quiero anotar en mi cartera
la gracia de tu rama verdecida.
Mi corazón espera
también, hacia la luz y hacia la vida,
otro milagro de la primavera.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Palabras de Juan, el bautizador del Jordán

Domingo, 15 de enero de 2017
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maria_de_nazaret-jesus-cristo-crucifixion-resurreccion-maria_magdalena-judas-pedro_mdsvid20130330_0015_3No recuerdo cuando comencé a vivir en el desierto, más bien lo que no consigo saber es cómo pude vivir fuera de él. Supe que era mi lugar desde que escuché de niño las palabras de Isaías: “Una voz grita: En el desiertopreparad un camino al Señor, allanad en la estepa una calzada para nuestro Dios” (Is 40,3) Acepté la misión que se me confiaba y me fui a conocer de cerca aquel sequedal en el que tenía que intentar trazar caminos. Al principio sólo la soledad y el silencio fueron mis compañeros y, junto con ellos, la convicción oscura de estar esperando a alguien que estaba a punto de llegar: “Mirad, yo envío un mensajero a prepararme el camino. ¿Quién resistirá cuando llegue?” (Ml 3,1-2)Lo había dicho un profeta y yo sentía arder en mi voz su misma urgencia por preparar el encuentro. ¡Llega el Ungido de Dios!” comencé un día a gritar . “Él quebrantará al opresor y salvará la vida de los pobres…” (Sal 72,8.4).

Se corrió la noticia de mis palabras y comenzó a acudir gente, movida por una búsqueda incierta en la que yo reconocía la misma tensión que me mantenía en vigilia. Algo estaba a punto de acontecer, y me sentí empujado a trasladarme más cerca del Jordán, como si presintiera que iban a ser sus aguas el origen del nuevo nacimiento que aguardábamos con impaciencia. Muchos me pedían que los bautizara y, al sumergirse en el agua terrosa del río y resurgir de ella, sentían que su antigua vida quedaba sepultaba para siempre. Les exigía ayunos y penitencia y les anunciaba que otro los bautizaría con Espíritu. Yo sólo podía hacerlo con agua: anunciaba unas bodas que no eran las mías, y yo no era digno ni de desatar la correa de las sandalias del Novio.

Antes de comenzar la temporada de lluvias, en un mediodía nubes apelmazadas y calor agobiante, se presentó un grupo de galileos y me pidieron que los bautizase. Fueron descendiendo al río, hasta que quedó en la ribera solamente uno, al que oí que llamaban Jesús. Al principio no vi en él nada que llamara particularmente mi atención y le señalé el lugar por el que podía descender más fácilmente al agua. Estábamos solos él y yo, los demás se habían marchado a recoger sus ropas junto a los álamos de la orilla. Lo miré sumergirse muy adentro del agua y, al salir, vi que se quedaba quieto, orando con un recogimiento profundo. Tenía la expresión indefinible de estar escuchando algo que le colmaba de júbilo y todo en él irradiaba una serenidad que nunca había visto en nadie.

Se había levantado un viento fuerte que arrastraba los nubarrones que cubrían el cielo y comenzaban a caer gruesas gotas de lluvia. Un relámpago iluminó el cielo anunciando una tormenta que levantaba ya remolinos de polvo. Desde la ribera seguí contemplando al hombre que seguía orando inmóvil, como si nada de lo que ocurriese a su alrededor le afectara. Por fin, después de un largo rato y cuando ya diluviaba, lo vi salir lentamente del río, ponerse su túnica y alejarse en dirección al desierto.

Pasé la noche entera sin conseguir conciliar el sueño. Sin saber por qué, me vino a la memoria un texto profético que nunca había comprendido bien:

“Mirad, el Señor Dios llega con poder. Como un pastor que apacienta el rebaño, su brazo lo reúne, toma en brazos a los corderos y hace recostar a las madres (Is 40,10-11).Nunca había entendido por qué el Señor necesitaba desplegar su poder para realizar las tareas cotidianas de un pastor, ni por qué su venida, anunciada con rasgos tan severos por los profetas, consistiría finalmente en sanar, cuidar y llevar a hombros a su pueblo, sin reclamarle a cambio purificación y penitencia.

Y, sin embargo, aquella noche, las palabras de Isaías invadían mi memoria de manera apremiante, junto con una extraña sensación de estar cobijado y a salvo. Y textos a los que nunca había prestado atención, se agolparon en mi corazón. Era como si hasta este momento sólo hubiera hablado de Dios como de oídas, mientras que ahora Él comenzaba a mostrarme su rostro. Recordé el del galileo al que había visto orando en el río, la expresión de honda paz que irradiaba, y me pregunté si a él se le habría revelado el Dios que no es, como yo pensaba, sólo poder y exigencia, sino también ternura entrañable, amor sin condiciones como el de los padres.

Estaba amaneciendo y en los árboles de la orilla se oía el revuelo de los pájaros y el zurear de las palomas. Recordé las palabras del Cantar describiendo al novio:

“Mi amado…Sus ojos, dos palomas a la vera del agua que se bañan en leche y se posan al borde de la alberca…”(Cant 5, 10-11)

Me di cuenta sorprendido de que, al hablar del Mesías, siempre lo había hecho con imágenes poderosas como la del águila, o de fuerza avasalladora como la del león, mientras que ahora lo que me hacía pensar en él era el vuelo sosegado de las palomas.

Cuando me sobrevino el sueño, la luz se abría ya paso entre los perfiles azulados de los montes de Judea.

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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Vuelve a enseñarnos a evangelizar… Id y anunciad lo que estáis viendo y oyendo

Domingo, 11 de diciembre de 2016
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Juan-Bautista-John-Baptist

A BARTOLOMÉ DE LAS CASAS

Los Pobres te han jugado la partida
de una Iglesia mayor, de un Dios más cierto:
contra el bautismo sobre el indio muerto
el bautismo primero de la vida.

Encomendero de la Buena Nueva,
la Corte y Salamanca has emplazado.
Y ese tu corazón apasionado
quinientos años de testigo lleva.

Quinientos años van a ser, vidente,
y hoy más que nunca ruge el Continente
como un volcán de heridas y de brasas.

¡Vuelve a enseñarnos a evangelizar,
libre de carabelas todo el mar,
santo padre de América, las Casas!

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas Palabras, 1994

***

En aquel tiempo, Juan, que había oído en la cárcel las obras del Mesías, le mandó a preguntar por medio de sus discípulos:

“¿Eres tú el que ha de venir o tenemos que esperar a otro?”

Jesús les respondió:

“Id a anunciar a Juan lo que estáis viendo y oyendo: los ciegos ven, y los inválidos andan; los leprosos quedan limpios, y los sordos oyen; los muertos resucitan, y a los pobres se les anuncia el Evangelio. ¡Y dichoso el que no se escandalice de mí!”

Al irse ellos, Jesús se puso a hablar a la gente sobre Juan:

“¿Qué salisteis a contemplar en el desierto, una caña sacudida por el viento? ¿O qué fuisteis a ver, un hombre vestido con lujo? Los que visten con lujo habitan en los palacios. Entonces, ¿a qué salisteis?, ¿a ver a un profeta? Sí, os digo, y más que profeta; él es de quien está escrito: “Yo envío mi mensajero delante de ti, para que prepare el camino ante ti.” Os aseguro que no ha nacido de mujer uno más grande que Juan, el Bautista; aunque el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él.”

*

Mateo 11,2-11

***

***

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