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Actos frente a palabras

Domingo, 8 de diciembre de 2019
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1Cuando escuché sonar la campana desaparecieron el “yo” y la “campana” y sólo había tañidos” (Maestro zen)

4 de diciembre, II domingo de Adviento

Mt 3, 1-12

Dad frutos válidos de arrepentimiento y no os imaginéis que os basta decir: Nuestro padre es Abrahán; pues yo os digo que de estas piedras puede sacar Dios hijos de Abrahán

En la película Encadenados de Hitchcock, Cary Grant e Ingrid Bergman en los  papeles protagonistas de Frank y Alicia, oscilan continuamente entre el arrojarse sin trabas a los brazos de su impulso o el constreñirse en aras de intereses superiores a los que deben servir: conflicto entre el amor y el sentido del deber.

“Obras, señor, son amores, / que buenas razones no” dice Laura, en la comedia de Lope de Vega que lleva por título Obras son amores, y no buenas razones. Felisardo, rey de Ungria, le replica: “Laura, tú me has advertido: / tú me dices, Laura bella, / que las obras son amores, / hoy quiero yo que se vea / que esa sentencia es verdad”. Y posteriormente añade: “Pues, Laura, hoy quiero que veas / que las obras son amores, / y si el dar grandes riquezas, / es digna demostración, / las mayores que deseas / te traigo en aquesta caxa”Un refrán castellano lo refrenda: Obras son amores, que no buenas razones.

Ser hombre de palabra es importante, pero sería vano si no fuera acompañado de los hechos. En su Poema Noche del hombre y su demonio, Luis Cernuda hace que el hombre le replique al diablo en estos engañosos términos: “Hoy me reprochas el culto a la palabra. / ¿Quién sino tú puso en mí esa locura? / El amargo placer de transformar el gesto / en son, sustituyendo el verbo al acto. / Ha sido afán constante de mi vida / y mi voz no escuchada, o apenas escuchada”.

“Cuando escuché sonar la campana desaparecieron el “yo” y la “campana” y sólo había tañidos”, como dijo un famoso maestro zen cuando alcanzó la iluminación. No basta que las campanas tañan en sonidos que luego lleva el viento, pues una cosa es predicar y otra dar trigo: es sencillo emplear la palabrería ante una necesidad, pero lo realmente importante son los hechos.

Dad frutos válidos de arrepentimiento y no os imaginéis que os basta decir: Nuestro padre es AbrahánMateo pone el dedo en la llaga de los vendedores de viento, con sus estanterías vacías de productos. En la anteriormente citada película Encadenados de Hitchcock, Cary Grant le dice a Ingrid Bergman: “Los actos importan más que las palabras”, cuando ella le pregunta insistentemente si la quiere. Se lo está demostrando con los hechos.

Con objeto de que Juan Bautista le reconociera, Jesús le envía a sus discípulos para que le informen, no de lo que predica sino de lo que hace: “ciegos recobran vista, cojos caminan, leprosos quedan limpios, sordos oyen, muertos resucitan, pobres reciben la Buena Noticia” (Lc 11, 5).

Los gansos salvajes de nuestro Poema también son emigrantes que en otoño hacen sus travesías en punta de lanza por el cielo. Se sienten altamente solidarios y, en su vuelo hacia el sur, ayudan a los necesitados que flaquean, se cansan o caen enfermos. En el viaje común no sólo hay graznidos.

EL GANSO SALVAJE

Os he visto hacer la travesía
en punta de lanza
por el cielo.
Permanecíais unidos cogidos de la mano
y en equipo.

Remeros de los mares siderales
donde el espacio es siempre infinito
¿Quién ha sido el Gran Sabio de la vida
que os dijo: “así volando en sintonía
alcanzaréis mejor  vuestro destino?”

Todos son
capitanes del barco y son remeros.

Todos tienen su turno
en el Puente de Mando y en el remo.
Todos graznan
y dan al Capitán coraje.

Todos se sienten solidarios;
y cuando alguno flaquea, se cansa o cae enfermo,
dos aguerridos dejan la formación y le acompañan
hasta facilitarle retomar el vuelo.

Gran Sabio de la vida:
¿por qué nos amasaste hombres y no Gansos?

(Naturalia. Los sueños de las criaturas.
Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Juan Bautista, ayer y hoy.

Domingo, 8 de diciembre de 2019
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rosto-de-jesus-na-multidaoMt 3, 1-12

El evangelio de este domingo nos presenta un personaje curioso. Va vestido de un modo que llama la atención y recuerda al profeta Elías; predica en el desierto de Judea  y no tiene pelos en la lengua. Predicó hace casi dos mil años, pero…

¿QUÉ NOS DIRÍA HOY?

Juan Bautista se colocó en el pasillo central de unos grandes almacenes, junto a las mejores ofertas del Black Friday, sacó su megáfono y dijo: “Que sean vuestras necesidades reales lo que os mueva a comprar. Que las ofertas no apaguen vuestra lucidez ni despierten el deseo compulsivo de consumir…”

La gente le rodeó pensando que era una atracción más y formaba parte del montaje de las rebajas, pero al oír su mensaje se fueron retirando. Por los pasillos de los grandes almacenes se oían comentarios: “Está loco”; “Que nos deje disfrutar de las rebajas.”; “Este no se ha enterado de la sociedad en la que vive”…

Juan Bautista se fue a unos estudios de televisión y se sentó entre el público. Durante un rato observó cómo un grupo de hombres y mujeres ganaban dinero fácilmente vendiendo su cuerpo y sus sentimientos. Tan pronto mentían como reconocían su mentira y se sometían al polígrafo. Lloraban, gritaban, se insultaban o se besaban apasionadamente.

De repente, Juan se puso en pie, sacó su megáfono y les dijo: “Mirad a vuestro alrededor. Muchos jóvenes  han caído, víctimas de este juego. Sois como ídolos con pies de barro. Por salir en televisión sois capaces de mezclar el amor con la mierda;  antes o después, la suciedad os salpica a vosotros mismos…”

No pudo continuar. Dos guardias de seguridad fornidos lo cogieron por los hombros y lo sacaron a la calle, cerrando las puertas tras él. Dentro, la presentadora pidió disculpas:

– Lo sentimos. De vez en cuando hay locos que intentan estropear el programa, pero no lo consiguen.

Y la grabación continuó su curso, como si no hubiera pasado nada;  la audiencia se lo merecía.

Juan Bautista entró en el edificio de un gran banco y gritó en el hall: “Raza de víboras, mirad las consecuencias de vuestra política económica.  No digáis que sois banqueros cristianos de toda la vida y dais limosna. Los tribunales están llenos de procesos y juicios contra vosotros. Os habéis enriquecido engañando a los más débiles…”

– Ya hemos oído bastante. Que lo desalojen- se oyó desde el fondo del hall.

Y lo expulsaron sin miramientos.

Juan Bautista se fue a la puerta del Congreso y fue abordando a sus señorías diciendo: “¡Basta ya de promesas de cambio! Es hora de hacer justicia y de repartir con quien no tiene. El árbol que no da fruto será talado y echado al fuego. Dad frutos propios de la conversión… “

Alguien levantó la mano e hizo un gesto. En un momento, un grupo de policías rodeó a Juan,  lo metieron en un furgón y se lo llevaron.  La persona que dio la orden era del partido de los Herodianos.

Al estar detenido no pudo ir a predicar a una iglesia del centro de la ciudad, que estaba muy concurrida los domingos.

JUAN BAUTISTA EN SU TIEMPO

Cada uno de los cuatro evangelistas nos habla de Juan, poniendo el acento en aspectos diferentes, según la finalidad de su evangelio, porque el Bautista tuvo multitud de seguidores y una importancia extraordinaria en su tiempo; hay datos extra bíblicos que lo confirman. En algunos ambientes fue más conocido que el propio Jesús.

El evangelista san Mateo da un salto cronológico, desde la infancia de Jesús a la aparición del Bautista. Lo hace magistralmente gracias a la frase “por aquel tiempo”. Con este recurso literario quedaba claro en su tiempo que la historia de la salvación continuaba. A continuación nos ofrece rasgos para que podamos reconocer a Juan Bautista como un profeta.

Isaías había dicho: “Una voz grita: preparad en el desierto un camino para Yahvé, enderezad en la estepa una senda para nuestro Dios” (40, 3). Hay otros textos similares: “Yo enviaré un ángel delante de ti para que te guíe por el camino…” (Éxodo 23,20) y “He aquí que yo enviaré a mi mensajero a preparar el camino delante de mi…” (Malaquías 3, 1).

De este modo, extraño para la mentalidad actual, los judíos comprendían que tanto el mensaje de Juan como la persona de Jesús quedaban insertos en la tradición profética.

Juan llevaba un vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. En tiempos de Jesús el modo de vestir era expresión de la identidad de la persona con más claridad que ahora. Actualmente una persona muy rica puede ir con pantalones vaqueros rotos y se considera moda; nos equivocaríamos al juzgar su estatus social a través de la ropa.

San Mateo nos describe las vestiduras de Juan de modo que a la gente de su tiempo le evocara al profeta Elías, hasta el punto de que llegaron a preguntarse si Elías había vuelto de nuevo, como puntualiza el evangelista Marcos.

Tenía sentido que se hicieran esa pregunta. En el segundo libro de los Reyes, Elías es descrito como “un hombre velludo con una correa de cuero ceñida a la cintura” (II Reyes 1, 8); este profeta había sido muy querido por el pueblo y creían que no había muerto, sino que había sido arrebatado al cielo y volvería de nuevo a la tierra, para seguir profetizando.

Esta creencia se corroboraba con un texto del profeta Malaquías: “He aquí que yo os enviaré al profeta Elías antes de que llegue el día grande y terrible de Yahvé” (3,23).

Ser o reconocerse “hijo de Abraham” era la meta, el sueño de cualquier varón judío. Para las mujeres no existía esa posibilidad. Pero el Bautista pide coherencia. No es un título, porque Dios podría dárselo a cualquier, incluso sacarlos de las piedras. Su mensaje es claro, confrontador e incómodo.

Al ver acercarse a fariseos y saduceos para bautizarse los llama “raza de víboras”. Podemos imaginar las amistades que se granjeó con eso. Y si añadimos la urgencia que pide en la conversión, porque el hacha está en la base de los árboles, podemos comprender que fuera un personaje controvertido.

San Lucas añadió algo más que no dice Mateo: cuando le preguntaban ¿qué tengo que hacer? El Bautista les respondía: “El que tenga dos túnicas que reparta con el que no tiene ninguna y el que tenga alimentos que haga igual”. No se puede decir más claro.

El evangelio de hoy nos presenta a un hombre valiente, coherente, que denunció lo que estaba mal y fue ganándose su sentencia de muerte. Herodes hizo el resto.

Bautizar con Espíritu Santo y fuego era una expresión de las primeras comunidades que indicaba la misión. Es Jesús, y no Juan Bautista, quien envía a la misión.

Marifé Ramos González

http://mariferamos.com

Fuente Fe Adulta

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¿Manchados o inmaculados?

Domingo, 8 de diciembre de 2019
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captura-de-pantalla-2017-04-03-a-las-17-06-23Fiesta de la Inmaculada Concepción

8 diciembre 2019

Lc 1, 26-38

Habitualmente se ha entendido el “pecado” como una “mancha”, refiriéndose incluso al llamado “pecado original”, por el que todo ser humano nacería ya “manchado” con aquella culpa primera. Se confundió lo que era un mito con un supuesto hecho histórico, acaecido en un tiempo y lugar determinados.

De aquella “mancha” primera quedaría excluida, según la definición dogmática de 1854, María la madre de Jesús, razón por la cual se la empezó a designar bajo la advocación de “Inmaculada Concepción”. Es decir, al revés de lo que sucedería en el resto de los humanos, María fue “concebida sin pecado original”.

Más allá de los mitos y los dogmas, la comprensión transpersonal nos hace ver que todos somos “inmaculados” en nuestra identidad última, aunque luego nuestro funcionamiento cotidiano esté lleno de “manchas” o de actitudes y comportamientos inadecuados. Pero una cosa no niega la otra.

Y eso nos lleva a replantear el tema del “pecado”, tal como también habitualmente se ha entendido. En la enseñanza religiosa, el pecado era (es) considerado como una “mancha” que rompe la comunión con Dios y hunde a quien lo comete en la culpa.

Sin embargo, el sentido del término que aparece en el evangelio no es ese. El término griego que aparece en el Nuevo Testamento es hamartia, que significa “errar el tiro”, es decir, equivocarse. Con ello, más que “mancha”el pecado es ignorancia. Y ahí aparece una convergencia entre todas las grandes tradiciones sapienciales: el mal es fruto de la ignorancia, es decir, del desconocimiento de lo que realmente somos. Debido a esa ignorancia –al tomarnos por lo que no somos–, “erramos el tiro”, sosteniendo actitudes y comportamientos que hacen daño.

No se niega nuestra capacidad de hacer daño, pero tampoco se olvida que, en todo momento, cada persona hace lo mejor que sabe y puede. Por ello, puede comprenderse todo comportamiento, si bien comprender no equivale en absoluto a justificar.

En el plano de las formas, cada persona será “responsable” de lo que hace. Pero, en el nivel profundo, todos somos “inmaculados”. Lo que somos es Verdad, Bondad y Belleza –por nombrarlo con los “transcendentales” de la filosofía escolástica–, Plenitud de Presencia, puro Ser.

Desde esta comprensión, celebrar a “María Inmaculada” es celebrar nuestra identidad profunda. Aunque nuestro pequeño yo –personalidad– funcione en la limitación y la ignorancia, apareciendo incluso “manchado” en algunas ocasiones, nuestra identidad es pura luz. La sabiduría consiste en hacer posible que la Luz que somos ilumine toda nuestra existencia.

¿Me veo “manchado/a” o “inmaculado/a”?

 

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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No hay seminaristas

Domingo, 8 de diciembre de 2019
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

  1. Cursos_Seminarios 2Día del Seminario.

         En nuestras diócesis vascas celebramos hoy el día del seminario. En San Sebastián durante el pasado curso (2017-2018) había 12 seminaristas, que extrañamente residían y residen y estudian en el seminario de Pamplona.

         La escasez de seminaristas y de curas es evidente. El asunto tiene mucha trastienda. La primera cuestión es ¿Por qué no hay seminaristas?

         Guipúzcoa ha perdido 600 curas en 40 años. En 1970 nuestra diócesis contaba con 840 sacerdotes diocesanos. Hoy apenas pasamos de 225 y con una media de edad de más de 74 años. (Dada la estadística, nuestra Diócesis contará con menos de 100 sacerdotes en edad de trabajo (75 años) a no ser que la importación de sacerdotes de otras latitudes, aumenten los números.

Tal y como están las cosas: la profunda descristianización, el laicismo, además de la línea ideológica que ha tomado nuestra (y otras) diócesis, previsiblemente no aumentará el número de seminaristas en un futuro inmediato, por lo que, para las próximas décadas, se presenta un vacío enorme de seminaristas y de sacerdotes.

         Una empresa que “se queda sin mandos intermedios”, se lo piensa. Me da la impresión de que en la Iglesia se piensa poco en este sentido. Quiera Dios que Francisco abra caminos y cauces a los ministerios en la vida eclesial.

¿Qué nos dice la caja negra del hundimiento?

Seguramente no hay seminaristas, ni curas porque no hay cristianos. En nuestra diócesis se bautizan menos del 50% de los que nacen. Los matrimonios canónicos han bajado muchísimo. En los años 1990’ se confirmaban en Guipúzcoa alrededor de 3000 chicos al año, hoy escasamente llega a confirmarse algún centenar también por año; cada vez son más los que mueren sin sacramentos y va aumentando el número de quienes no tienen -no desean- un funeral cristiano. Si no hay cristianos haríamos bien en preguntarnos ¿por qué?, ¿qué ha pasado en esta Europa nuestra en los últimos 150 años, y qué ha pasado en la Iglesia y en nuestro pueblo? Cabe también reconocer con amplia libertad y serenidad que estamos en situación de descristianización, de increencia, de nihilismo y vacío. Una primera conclusión es que, si no hay curas es porque no hay creyentes Sin embargo la pastoral sigue funcionando como “si, sí”, “aquí no pasa nada”. Más simple y malintencionada es la versión que dan algunos obispos y curas: “fue el concilio Vaticano II y los curas que siguieron aquel espíritu” los que dinamitaron la iglesia”. Por otra parte, habríamos de reconocer que el régimen de cristiandad hace tiempo que concluyó. Hace décadas que no es cierta la España católica, así como tampoco es cierto el euskaldun fededun ¿No deberíamos de caminar en una evangelización humilde, creativa, ya no con red barredera sino con anzuelo? Porque no estamos ya en tiempos de redes de cristiandad masiva, estamos en un momento de una pastoral personal: de Nicodemo, la samaritana, Zaqueo, etc. y no en tiempos de masas y grandes concentraciones. Por otra parte volver a recorrer los caminos bíblicos, históricos, teológico-pastorales y pensar en una diversidad y amplitud del ministerio, abriría puertas y caminos para comprender lo que es el servicio eclesial.

En el NT, en los primeros siglos de la vida iglesia, la ministerialidad fue mucho más amplia y se vivió con otra concepción del ministerio, otros estilos y otras tareas. El ministerio es más sencillo y servicial que la clericalización que proviene de la época constantiniana (siglo IV) o del modelo sacerdotal tridentino. Son posibles y deseables otros tipos de ministerios ¿No habrá que pensar, y potenciar después otras formas y modelos de ministerios en la Iglesia? En el NT, era imposible – impensable una “crisis de vocaciones” en la vida de las comunidades cristianas, porque “alguien” era designado o se ofrecía para atender las necesidades de la asamblea eclesial. ¿No es pensable hoy ese modo de proceder? Cada comunidad debía “abastecerse” de las personas que pudieran atender las necesidades de tal comunidad: predicación, enfermos, Eucaristía y sacramentos, etc. El sínodo de la Amazonía celebrado hace un par de meses intentó, está intentando abrir cauces y caminos hacia una ministerialidad más abierta: ordenar como sacerdotes a hombres honrados. Hace unos cuatro o cinco años el papa Francisco creó una comisión que estudiara la cuestión de las mujeres diaconisas en la historia. (Si bien son pasos y apuntes a los que se opone el sector ultra del episcopado, del clero y del laicado).

  1. No perdamos la calma.

No perdáis la calma nos dice también hoy Jesús. Confiad. Hay una virtud que se llama humildad. Si fuimos potentes, una cristiandad por todo el mundo, hoy nos podemos aplicar lo que decía el profeta Daniel

En este momento no tenemos príncipes, ni profetas, ni jefes; ni holocaustos, ni sacrificios, ni ofrendas, ni incienso; ni un sitio donde ofrecerte primicias para alcanzar misericordia. Por eso, acepta nuestro corazón contrito y nuestro espíritu humilde. (Dn 3,37-39)

         Seamos humildes y no nos angustiemos, ni caigamos en un voluntarismo ultramontano No somos más, no podemos más: esta es nuestra debilidad, nuestra fe, nuestro testimonio. Ser anciano no es ningún delito ni fuente de culpabilidad; ser pobre, tampoco; ser sencillo, menos; ser pocos tampoco es malo. Estamos en el centro del evangelio, no perdamos la calma.

Confiemos.

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Maestro, ¿qué hacemos nosotros?

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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El Sur,
el Sur,
¡no el Occidente, hermanos!

Somos pobres,
pero somos
mayoría
¡y el futuro!

Gracias a tu ayer,
habrá para ellos
un mañana,
hermano.

Mi hoy, entre los dos,
ha de ser responsable
como un arco de Historia
en el puente del Reino.

¿Qué le dice el Tercer Mundo
al Primer Mundo?
– ¡Si no fuerais lo que sois,
podríamos ser
los que somos!

¿Por qué lo que es de todos
no es de nadie,
si todos somos todos?

Dos son los problemas,
dos:
los demás
y yo.

Vuestros tiempos perdidos
son mi tiempo de canto.
Me anticipo a gritaros que ya es hora.
(Quizás roncos de angustia,
por causa de la noche,
los gallos, los poetas, despertamos el día).

*

EUCARISTÍA
Para Arturo Paoli

Mis manos, esas manos y Tus manos
hacemos este Gesto, compartida
la mesa y el destino, como hermanos.
Las vidas en Tu muerte y en Tu vida.

Unidos en el pan los muchos granos,
iremos aprendiendo a ser la unida
Ciudad de Dios, Ciudad de los humanos.
Comiéndote sabremos ser comida.

El vino de sus venas nos provoca.
El pan que ellos no tienen nos convoca
a ser Contigo el pan de cada día.

Llamados por la luz de Tu memoria,
marchamos hacia el Reino haciendo Historia,
fraterna y subversiva Eucaristía.

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras, 1994

***

En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan:

-“¿Entonces, qué hacemos?

Él contestó:

-“El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

“Maestro, ¿qué hacemos nosotros?”

Él les contestó:

-“No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron:

“¿Qué hacemos nosotros?”

Él les contestó:

-“No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.”

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos:

– “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizara con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.”

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba el Evangelio.

*

Lucas 3, 10-18

***

La alegría es oración. La alegría es fuerza. Es como una red de amor que coge a las almas. Dios ama al que da con alegría. El que da con alegría, da más. No hay mejor manera de manifestar nuestra gratitud a Dios y a los hombres que aceptar todo con alegría. Un corazón ardiente de amor es necesariamente un corazón alegre. No dejéis nunca que la tristeza se apodere de vosotros hasta el punto de olvidar la alegría de Cristo resucitado. Continuad dando Jesús a los demás, no con palabras sino con el ejemplo, por el amor que os une a él, irradiando su santidad y difundiendo su amor profundo, id por todas partes. Que vuestra fuerza no sea otra que la alegría de Jesús. Vivid felices y en paz. Aceptad todo lo que él da y dad todo lo que él toma con una gran sonrisa.

*

Madre Teresa de Calcuta.

***

***

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“¿Qué podemos hacer?”. 3 Adviento – C (Lucas 3,10-18)

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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03_Adv_CLa predicación del Bautista sacudió la conciencia de muchos. Aquel profeta del desierto les estaba diciendo en voz alta lo que ellos sentían en su corazón: era necesario cambiar, volver a Dios, prepararse para acoger al Mesías. Algunos se acercaron a él con esta pregunta: ¿Qué podemos hacer?

El Bautista tiene las ideas muy claras. No les propone añadir a su vida nuevas prácticas religiosas. No les pide que se queden en el desierto haciendo penitencia. No les habla de nuevos preceptos. Al Mesías hay que acogerlo mirando atentamente a los necesitados.

No se pierde en teorías sublimes ni en motivaciones profundas. De manera directa, en el más puro estilo profético, lo resume todo en una fórmula genial: «El que tenga dos túnicas, que las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida que haga lo mismo». Y nosotros, ¿qué podemos hacer para acoger a Cristo en medio de esta sociedad en crisis?

Antes que nada, esforzarnos mucho más en conocer lo que está pasando: la falta de información es la primera causa de nuestra pasividad. Por otra parte, no tolerar la mentira o el encubrimiento de la verdad. Tenemos que conocer, en toda su crudeza, el sufrimiento que se está generando de manera injusta entre nosotros.

No basta vivir a golpes de generosidad. Podemos dar pasos hacia una vida más sobria. Atrevernos a hacer la experiencia de «empobrecernos» poco a poco, recortando nuestro actual nivel de bienestar, para compartir con los más necesitados tantas cosas que tenemos y no necesitamos para vivir.

Podemos estar especialmente atentos a quienes han caído en situaciones graves de exclusión social: desahuciados, privados de la debida atención sanitaria, sin ingresos ni recurso social alguno… Hemos de salir instintivamente en defensa de los que se están hundiendo en la impotencia y la falta de motivación para enfrentarse a su futuro.

Desde las comunidades cristianas podemos desarrollar iniciativas diversas para estar cerca de los casos más sangrantes de desamparo social: conocimiento concreto de situaciones, movilización de personas para no dejar solo a nadie, aportación de recursos materiales, gestión de posibles ayudas…

Para muchos son tiempos difíciles. A todos se nos va a ofrecer la oportunidad de humanizar nuestro consumismo alocado, hacernos más sensibles al sufrimiento de las víctimas, crecer en solidaridad práctica, contribuir a denunciar la falta de compasión en la gestación de la crisis… Será nuestra manera de acoger con más verdad a Cristo en nuestras vidas.

 

José Antonio Pagola

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“¿Qué hacemos nosotros?”. Domingo 16 de diciembre de 2018. 3º de Adviento

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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03-advientoC3De Koinonia:

Sofonías 3, 14-18a: El Señor se alegra con júbilo en ti.
Interleccional: Isaías 12, 2-3. 4bcd, 5-6: Gritad jubilosos:Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel.”
Filipenses 4, 4-7: El Señor está cerca.
Lucas 3, 10-18: ¿Qué hacemos nosotros?

El texto del profeta Sofonías nos habla de un tiempo poco antes del reinado de Josías. El país se hallaba sumido en la mayor miseria moral y hacía tiempo se dejaba sentir la amenaza de Asiria. Sofonías, testigo de los grandes pecados de Israel y del duro castigo con que Dios va a purificar a su pueblo, preanuncia la restauración y redención que Dios va a obrar. A los beneficiarios de ella los llama el “resto”. Con este “resto” creará Dios un pueblo nuevo.

Al final de su libro Sofonías vislumbra algunas luces de esperanza: el rey Josías se presenta como un gran reformador y Asiria parece aflojar por el momento su cerco. Es la ocasión para anunciar días mejores para Jerusalén e invitar a la alegría a través de una gran fiesta en la que todo serán danzas, alegría y regocijo.

Israel rebosa gozo porque el Señor ha cancelado todas sus deudas o el castigo de sus pecados (la cautividad). El Señor establece su trono en Sión. Con Rey tan poderoso y Padre tan misericordioso nada tiene que temer nunca más (v.14-15). Ahora ya no es Israel el que se goza en el Señor; es el mismo Señor quien se goza con su nuevo pueblo. Es como el “esposo” que se goza en la “esposa”. Muchas veces en los profetas la “Alianza” es presentada como “Desposorio”: “Yahvé, tu Dios, está en medio de ti; exulta de gozo por ti y se complace en ti; te ama y se alegra con júbilo; hace fiesta por ti” (v.16-17).

Los textos de la liturgia de hoy nos invitan a la alegría. Ese es el modo de esperar al Señor: la auténtica alegría del pueblo de Dios es Cristo, el Mesías largo tiempo esperado. A los filipenses Pablo les recomienda: “Alegraos siempre en el señor. Otra vez os digo, alegraos”.

El pasaje de Lucas nos habla del testimonio de Juan Bautista, el precursor. Su predicación impresiona al pueblo, la gente se acerca para preguntarle: “¿Qué debemos hacer?” (v.10), es una prueba de que han comprendido el mensaje, perciben que el bautismo de Juan exige un comportamiento. La respuesta llega enseguida: compartan lo que tengan: vestido, comida, etc. (vv. 10-11).

No se pregunta lo que hay que pensar, ni siquiera lo que hay que creer. El Evangelio pretende que el oyente de la Palabra de Dios se convierta, es decir, que su conducta y su comportamiento estén de acuerdo con la justicia que exige el Reino. La buena noticia entraña una exigencia nítida: los que tienen bienes o poder deben compartirlos con los que no tienen nada o son más débiles. Gracias a esta conversión, los pobres y menesterosos son iguales a los otros. En realidad, los pobres no preguntan, sino que están en “expectación”. El “¿qué debemos hacer?” lo deberían preguntar quienes tienen el dinero, la cultura, el poder… porque la exigencia básica, según la Biblia, es compartir.

La conversión es un cambio de conducta más que un cambio de ideas; es la transformación de una situación vieja en una situación nueva. Convertirse es actuar de manera evangélica. El evangelio nos invita a una “conversión al futuro” que se despliega en el Reino. No es mirar y volverse atrás. El futuro (que es Dios y su reinado) es la meta de la llamada a la conversión.

La tentación para no convertirse es quedarse en una búsqueda permanente o contentarse con preguntar sin escuchar respuestas verdaderas. Según el Bautista, la conversión exige “aventar la parva” (saber seleccionar o elegir), “reunir el trigo” (ir a lo más importante y no quedarse en las ramas) y “quemar la paja” (echar por la borda lo inservible o lo que nos inmoviliza); acoger la Buena Nueva de la venida del Señor requiere esa conversión. Con nuestros gestos discernimos lo que nos acerca de aquello que nos aleja de la llegada del Señor. Este día Dios discernirá entre el trigo y la paja que haya en nuestra conducta.

Este domingo se denominó tradicionalmente domingo “gaudete”, o de alegría. Por dos veces nos dice Pablo que estemos alegres, alegres por la venida del Señor, por la celebración próxima de la Navidad, por mantener la esperanza, por situarnos en proceso de conversión y por compartir con los hermanos la cena del Señor.

En la Biblia, la alegría acompaña todo cumplimiento de las promesas de Dios. Esta vez el gozo será particularmente profundo: “El Señor está cerca” (Flp 4,5). Toda petición a Dios debe estar apoyada en la acción de gracias (v. 6). La práctica de la justicia y la vivencia de la alegría nos llevarán a la paz auténtica, al Shalom (vida, integridad) de Dios.

¿Qué debemos hacer? Es la pregunta que muchos nos podemos formular hoy. La respuesta de Juan Bautista no es teoría vacía. Es a través de gestos y acciones concretas de justicia, respeto, solidaridad, y coherencia cristiana, como demostramos nuestra voluntad de paz, vamos construyendo un tejido social más digno de hijos de Dios, vamos conquistando los cambios radicales y profundos que nuestra vida y nuestra sociedad necesitan. Pero para eso, es necesario purificar el corazón, dejarnos invadir por el Espíritu de Dios, liberarnos de las ataduras del egoísmo y el acomodamiento, no temer al cambio y disponernos con alegría, con esperanza y entusiasmo a contribuir en la construcción de un futuro no remoto más humano, que sea verdadera expresión del Reino de Dios que Jesús nos trae, y así poder exclamar con alegría: ¡venga a nosotros tu Reino, Señor! Leer más…

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Dom 16.12.18. La Revolución de Juan, con Hacienda y Ejército

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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48387526_1132589700251554_5584464749120192512_nDel blog de Xabier Pikaza:

Dom 3 Adviento. Ciclo C. Lucas 3, 10-18. Fue una revolución de túnicas compartidas, como “chalecos” de carretera: ¡quien tenga dos que dé una! Una revolución que debía empezar uno a uno, hombre a hombre, con ollas de comida para todos… abriéndose después al Ministerio de Hacienda (publicanos) y al Ejército (soldados), una inversión económico-militar de la humanidad, a partir de las mujeres, que preparan las túnicas y realizan el servicio de las ollas compartidas.

Por iniciar esa revolución mataron a Juan Bautista: Fue ajusticiado porque su misma pobreza radical, se expresó como protesta radical, contra la acumulación de algunos (los privilegiados de Hacienda) y contra la prepotencia de otros (soldados), unida a su anuncio de juicio contra un mundo injusto. Pero su vida y mensaje fue recreado de diversas formas, y de un modo especial en los evangelios cristianos, en perspectiva de Adviento, es decir, de preparación de la venida del Cristo.

En esa línea se sitúa la interpretación del Evangelio de Lucas que toma a Juan Bautista como un “revolucionario de dentro” (en línea de hogar universal, de mujer de túnicas y panes) , que transforma el orden económico invirtiendo una economía al servicio de la Hacienda de algunos y del ejército de los prepotentes que viven de chantajear y oprimir a los otros. .

Lucas ha reinterpretado de esa forma el mensaje escatológico de Juan Bautista en una línea de revolución moral, de tipo económico, empezando por todos, y siguiendo por el “ministerio de hacienda” (publicanos) y por el ejército (soldados).El Adviento de Jesús se identifica según eso con la revolución del Bautista.

48239693_1132596920250832_1430109648689561600_nCiertamente, Juan sigue apareciendo como profeta que anuncia la gran amenazada del fin de este sistema: ¡ya está cayendo el hacha contra la raíz del árbol…! (cf. Lc 3, 7-9 en una línea de inversión económica, comparable a Magníficat (Lc 1, 45-56), pero en este nuevo contexto el Evangelio de Ludas (de este dominto 3º de Adviento) ha interpretado esa amenaza escatológica en forma mensaje de “organización ética del mundo”, de manera que todos (empezando por la Hacienda y el Ejército) se pongan al servicio de una Humanidad que se define en forma de túnicas y panes compartidos.

Este evangelio presenta así a Juan como profeta cristianizado (o, quizá mejor) universa-lizado, en la línea de una moral judeo-helenista (90-100 d.C.)que buscaba la reconciliación de la humanidad, empezando por la Hacienda y el Ejército.

Juan Bautista emerge así como predicador de un Adviento universal, maestro sabio, promotor de un orden mundial de revolución económica y de sabiduría,, como querían muchos muchos judeo-helenistas y pensadores griegos de su tiempo, que pregonan un tipo de sabiduría social para todos los hombres.

48368018_1132590516918139_4303570785508786176_nLa Gran Revolución (¡está cayendo el hacha de la justicia…!) se expresa en la pequeña revolución de cada día, abierta a cada uno de los hombres y mujeres, pero expresada de un modo especial en “publicanos” (funcionarios de Hacienda) y el soldados (representantes del Imperio). Cristianizar la Hacienda (economía mundial), humanizar el Ejército (al servicio de la paz, que es el bien común). Éste es el Adviento de Juan Bautista.
Buen domingo a todos.

Texto: Lucas 3, 10-18 ¿Qué hacemos nosotros?

(Revolución de todos).En aquel tiempo, la gente preguntaba a Juan: “¿Entonces, qué hacemos?” Él contestó: “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”

(Revolución de Hacienda).Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron: “Maestro, ¿qué hacemos nosotros?” Él les contestó: “No exijáis más de lo establecido.”

(Revolución del Ejército). Unos militares le preguntaron: “¿Qué hacemos nosotros?”Él les contestó: “No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.”

(Adviento).El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dijo a todos: “Yo os bautizo con agua; pero viene el que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizara con Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.”

Explicación en tres tiempos.

‒ Economía universal. 
“La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? Y les contestaba: Quien tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo” (Lc 3, 10-11).

Comida y vestido no ha de ser objeto de compra-venta, sino de comunicación y así deben compartirse. Quien atesore dos túnicas (casas, comida, monedas…), mientras otros no tienen ninguna, destruye el principio central de la justicia.

Éste es, según Lucas, el sentido profundo de la moral económica de Juan Bautista, que se dirige a todos los hombres, judíos y gentiles, no sólo a sacerdotes o gobernantes judíos más o menos “ortodoxos”, superando un orden monetario de la compra-venta, que esclaviza a los pobres, y optando por la comunicación directa de los bienes. De esa forma, los signos básicos de su vida (vestido, comida) han de convertirse en medio de comunión universal, en línea de gratuidad, no de compraventa. Conforme a este mensaje, lo que importa no es creer en Juan Bautista (o en Jesús), ni de aceptar unos dogmas o caminos religiosos especiales… La única verdad moral consiste en compartir la vida, en contra de un sistema capitalista que amontona dinero (Mammón) mientras sigue habiendo muchos que no tienen comida o vestido.

‒ Economía de administradores. Ministerio de Hacienda.

“Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: Maestro, ¿qué tenemos que hacer? Él les respondió: No exijáis nada fuera de lo establecido” (diatetagmenon) (3, 12-13).

Dando por sabido el nivel anterior, donde las cosas se comparten directamente entre todos, Juan supone que hay un orden (sistema) de economía que administra el dinero público, y en el que existen oficiales (funcionarios), que regulan los impuestos y tasas del Estado. Según eso, este Juan ya no anuncia el fin de este tipo de Estado (como hacía el Juan histórico), sino que lo acepta y quiere reformarlo. En esa línea, Juan pide a los funciona-rio de ese Estado que se encuentra regulado por funcionarios, que no cobren más, ni utilicen su poder económico al servicio propio.

Este Juan de Lucas debe saber, sin duda, que puede haber normas injustas, que debe-rían cambiarse, y además mantiene firme (también sin duda alguna), el principio anterior de compartir con los demás lo que cada uno tiene. Pues bien, sobre ese principio, como buen ciudadano de un imperio, él conoce la existencia de “publicanos”, entendidos de un modo general como “oficiales” de impuestos, y (en contra de lo que dirá el Apocalipsis), piensa que en principio los gestores de ese dinero pueden cumplir un buen servicio (¡y así no los demoniza!), aunque manteniendo el principio anterior (dar lo que sobra a los necesitados), pidiéndoles sólo que no exijan más de lo estipulado. Leer más…

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Una buena noticia bastante extraña. Domingo 3º Adviento. Ciclo C.

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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armario de ropaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

“El que tenga dos túnicas, que las reparta con quien no tiene”

Los textos del domingo pasado dejaban claro el tono alegre del Adviento. Y los de este domingo lo acentúan todavía más. “Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén”, comienza la 1ª lectura. Su eco lo recoge el Salmo: “Gritad jubilosos, habitantes de Sión: Qué grande es en medio de ti el Santo de Israel”. La carta a los Filipenses mantiene la misma tónica: “Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres.” Y el evangelio termina hablando de la Buena Noticia; y las buenas noticias siempre producen alegría.

Alegría de Jerusalén y alegría de Dios (Sofonías 3,14-18)

Este breve texto, probablemente del siglo V a.C., aborda dos problemas políticos, con un final religioso. Jerusalén ha sufrido la deportación a Babilonia, el rey y la dinastía de David han desaparecido, los persas son los nuevos dominadores. No tiene libertad ni rey. El profeta anuncia un cambio total: el Señor expulsa a los enemigos y será el rey de Israel. Pero lo más sorprendente es el motivo por el que se produce este gran cambio: «el Señor se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta». Cuando se recuerda la historia del pueblo de Israel, que los profetas consideran una historia de pecado, asombra que Dios pueda gozarse y complacerse en él. Es el misterio del amor de Dios. Estas palabras finales se adaptan perfectamente al espíritu del Adviento. La Iglesia, y cada uno de nosotros, debe aplicárselas.

Regocíjate, hija de Sión, grita de júbilo, Israel; alégrate de todo corazón, Jerusalén. El Señor ha cancelado tu condena, ha expulsado a tus enemigos. El Señor será el rey de Israel, en medio de ti, y ya no temerás. Aquel día dirán de Jerusalén: “No temas, Sión, no desfallezcan tus manos. El Señor, tu Dios, en medio de ti, es un guerrero que salva. Él se goza y se complace en ti, te ama y se alegra con júbilo como en día de fiesta.”

Alegría, mesura y oración (Filipenses 4,4-7)

Pablo escribe a su comunidad más querida, pero en la que no faltan problemas, de fuera y de dentro. En la parte final de la carta, tres cosas le aconseja: alegría, mesura y oración.

Hermanos: Estad siempre alegres en el Señor; os repito, estad siempre alegres. Que vuestra mesura la conozca todo el mundo. El Señor está cerca. Nada os preocupe; sino que, en toda ocasión, en la oración y súplica con acción de gracias, vuestras peticiones sean presentadas a Dios. Y la paz de Dios, que sobre pasa todo juicio, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús.

Alegría, confiando en la pronta vuelta del Señor. Al principio de su actividad misionera, Pablo estaba convencido de que Cristo volvería pronto. Lo mismo esperaban la mayoría de los cristianos a mediados del siglo I. Aunque esto no se realizó, las palabras “El Señor está cerca” son verdad: no en sentido temporal, sino como realidad profunda en la Iglesia y en cada uno de nosotros.

Mesura. En el contexto navideño, cabe la tentación de interpretar la mesura como una advertencia contra el consumismo. Sin embargo, el adjetivo que usa Pablo (evpieike.j) tiene un sentido distinto. Se refiere a la bondad, amabilidad, mansedumbre en el trato humano, que debe ser semejante a la forma amable y bondadosa en que Dios nos trata.

Oración. En pocas palabras, Pablo traza un gran programa a los Filipenses. Una oración continua, “en toda ocasión”; una oración que es súplica pero también acción de gracias; una oración que no se avergüenza de pedir al Señor a propósito de todo lo que nos agobia o interesa.

La Lotería de Navidad, las elecciones y Juan Bautista

Quedan pocos días para la Lotería de Navidad. La buena noticia es que toque, terminar teniendo más de lo que tenemos. En cambio, Juan anima a compartir lo que tenemos, a terminar teniendo menos. “El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.”

En vísperas de elecciones, el candidato “bueno” es el que anuncia mejoras salariales, reducción de impuestos, estado de bienestar. ¿Qué candidato se atreve a exigir a los distintos colectivos más honradez y responsabilidad en el cumplimiento de sus obligaciones y a no pedir mejoras salariales? En cambio, Juan Bautista exige a los recaudadores de impuestos no exigir más de lo establecido y a los militares no extorsionar a nadie y contentarse con su paga.

Quien imagine que Juan va a perder las elecciones con ese programa, se equivoca. Al contrario, la gente se pregunta si no será el candidato ideal, el Mesías. Pero él lo niega. En esta campaña electoral, él se limita a pegar carteles, a bautizar con agua. El verdadero candidato, el Mesías, vendrá después y pondrá en práctica esa profunda reforma que anhela el pueblo: desaparición de los romanos y de los judíos perversos que los apoyan, libertad y bienestar para el pueblo oprimido. En el lenguaje duramente poético de Juan, Judá es una era, y el Mesías vendrá a separar la paja del grano, a guardar el grano y quemar la paja.

¿Es esto una buena noticia? Indudablemente. Así lo interpreta el pueblo. No importa si le exigen renuncias y compromisos, porque también le ofrecen un futuro esperanzador.

            Mateo y Marcos, cuando presentan a Juan Bautista exhortando a convertirse no concretan qué implica eso en la práctica. Lucas aterriza en cosas muy concretas: compartir el vestido y la comida (hoy añadiríamos, el dinero), honradez y responsabilidad en nuestras tareas como ciudadanos. Es la mejor forma de vivir el Adviento.

En aquel tiempo la gente preguntaba a Juan:

− ¿Entonces qué hacemos?

Él contestó:

− El que tenga dos túnicas, que se las reparta con el que no tiene; y el que tenga comida, haga lo mismo.

Vinieron también a bautizarse unos publicanos y le preguntaron:

− ¿Maestro, qué hacemos nosotros?

Él les contestó:

− No exijáis más de lo establecido.

Unos militares le preguntaron:

− ¿Qué hacemos nosotros?

Él les contestó:

− No hagáis extorsión ni os aprovechéis de nadie, sino contentaos con la paga.

El pueblo estaba en expectación, y todos se preguntaban si no sería Juan el Mesías; él tomó la palabra y dejo a todos:

− Yo os bautizo con agua; pero viene uno que puede más que yo, y no merezco desatarle la correa de sus sandalias. Él os bautizará con el Espíritu Santo y fuego; tiene en la mano el bieldo para aventar su parva y reunir su trigo en el granero y quemar la paja en una hoguera que no se apaga.

Añadiendo otras muchas cosas, exhortaba al pueblo y le anunciaba la Buena Noticia.

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16 de Diciembre de 2018. Tercer Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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“¿Qué hacemos nosotros?”

(Lc 3, 10-18)

El tercer domingo de adviento siempre nos repite lo mismo, como Pablo en la carta a los Filipenses: ¡Alegraos!

La primera lectura de la Eucaristía nos regala una de las imágenes más bellas de Dios. El profeta Sofonías nos muestra a un Dios radiante de alegría, en algunas traducciones dice que saltando y danzando en medio de su pueblo como en los días de fiesta.

Y un Dios así de contento ¿qué nos dice? ¡Que nos alegremos! Algo así como: “vosotros, cada uno de vosotros, sois mi alegría y yo puedo ser la vuestra, ¡Alegraos conmigo!”

Por eso la invitación del adviento es la alegría. Dios ha decidido venir a habitar en medio de nosotros, porque es aquí, entre nosotras, siendo uno de los nuestros como quiere danzar y saltar de alegría.

Sin embargo, a simple vista, el evangelio que nos presenta la Iglesia en este domingo no parece que hable de alegría… Nos encontramos de nuevo con Juan Bautista. A él acuden distintos tipos de gentes y todos con la misma pregunta: “¿qué hacemos?” Y Juan tiene una respuesta para cada uno.

Con otras palabras les va invitando a compartir, a obrar con justicia, a no abusar de la autoridad, ni dejarse llevar por la codicia. Todo esto, ¿para qué? Precisamente para poder ser felices, para poder vivir con alegría la Buena Noticia.

Juan Bautista anuncia la venida del Mesías, del ungido de Dios, de Dios mismo y a Dios se le encuentra en el compartir, en la justicia, en la sencillez. No con estas palabras pero Juan les está diciendo: ¡alegraos!, y para que puedan alegrarse de verdad les dice lo que tienen que hacer.

Muy bien, y nosotros, ¿qué hacemos? Es una buena pregunta. ¿Qué podemos hacer para vivir con alegría? ¿Te atreves a preguntarle a Dios qué debes hacer para ser feliz?

Oración

¡Alegraos! es la invitación, aceptarla y cómo aceptarla depende de cada uno.

¡Alegraos! tanto como Dios se alegra con nosotros.

¡Alegraos! para que la Buena Noticia sea creíble.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa 

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No tenemos que ‘hacer’ sino SER.

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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personalidad-25224_298x226Lc 3, 10-18

La primera palabra de la liturgia de este domingo, la antífona de entrada tomada de la segunda lectura, es una invitación a la alegría. Claro que esa alegría no se debe a que llegan el turrón y los regalos, sino a que Dios es Emmanuel. Esa alegría, en el AT, está basada siempre en la salvación que va a llegar. Hoy estamos en condiciones de dar un paso más y descubrir que la salvación ha llegado ya porque Dios no tiene que venir de ninguna parte y con su presencia en cada uno de nosotros, nos ha comunicado todo lo que Él mismo es. No tenemos que estar alegres ‘porque Dios está cerca’, sino porque Dios está ya en nosotros.

La alegría es como el agua de una fuente, la vemos solo cuando aparece en la superficie, pero antes, ha recorrido un largo camino que nadie puede conocer, a través de las entrañas de la tierra. La alegría no es un objetivo a conseguir directamente. Es más bien la consecuencia de un estado de ánimo que se alcanza después de un proceso. Ese proceso empieza por el conocimiento, es decir una toma de conciencia de mi verdadero ser. Si descubro que Dios forma parte de mi ser, encontraré la absoluta felicidad dentro de mí.

¿Qué tenemos que hacer? Las respuestas a estas preguntas manifiesta muy bien la diferencia entre la predicación de Jesús y la de Juan. El Dios del AT era un Dios moral preocupado por el cumplimiento de su voluntad expresada en la Ley. El Bautista sigue en esa dirección, porque se creía que la salvación que esperaban de Dios iba a depender de su conducta. Esta era también la actitud de los fariseos, por eso su escrupulosidad a la hora de cumplir la Ley. Es curioso que los seguidores de Jesús, todos judíos, se encontraran más a gusto con la predicación de Juan que con la suya. Esto queda muy claro en los evangelios.

Por esa misma razón los primeros cristianos, que seguían siendo judíos, cayeron en seguida en una visión del evangelio moralizante. Jesús no predicó ninguna norma moral. Es más, se atrevió a relativizar la Ley de una manera insólita. El hecho de que permanezcan en el evangelio frases como: “las prostitutas os llevan la delantera en el Reino” indica claramente que para Jesús había algo más importante que el cumplimiento escrupuloso de la Ley. S. Agustín en una de sus genialidades (esta vez para bien) lo expresó con rotundidad: “ama y haz lo que quieras”. No hay un resumen mejor del mensaje de Jesús.

Sin embargo, hay una sutil diferencia con la doctrina anterior. Todas las propuestas que hace Juan van encaminadas a mejorar las relaciones con los demás. Se percibe una mayor preocupación por hacer más humanas esas relaciones, superando  todo egoísmo. Está claro que el objetivo no es escapar a la ira de Dios sino imitarle en la actitud de entrega a los demás. El evangelio nos dice una y otra vez, que la aceptación por parte de Dios es el punto de partida, no la meta. Seguir esperando la salvación de Dios es la mejor prueba de que no la hemos descubierto dentro y seguimos anhelando que nos llegue de fuera. La pena es que seguimos esperando, que venga a nosotros, lo que ya tenemos en plenitud.

El pueblo estaba en expectación. Una bonita manera de indicar la ansiedad de que alguien les saque de su situación angustiosa. Todos esperaban al ansiado Mesías y la pregunta que se hacen tiene pleno sentido. ¿No será Juan el Mesías? Muchos así lo creyeron, no solo cuando predicaba, sino también mucho después de su muerte. La necesidad que tiene de explicar que él no es el Mesías no es más que el reflejo de la preocupación de los evangelistas por poner al Bautista en su sitio; es decir, detrás de Jesús. Para ellos no hay discusión posible. Jesús es el Mesías. Juan es solo el precursor.

La seguridad de tener a Dios en mí, no depende de mis acciones u omisiones. Es anterior a mi propia existencia y ni siquiera depende de Él pues no puede no darse. No tener esto claro nos hunde en la angustia y terminamos creyendo que solo puede ser feliz el perfecto, porque solo él tiene asegurado el amor de Dios. Con esta actitud estamos haciendo un dios a nuestra imagen y semejanza; estamos proyectando sobre Dios nuestra manera de proceder y nos alejamos de las enseñanzas del evangelio que nos dice exactamente lo contrario.

Pero ¡ojo! Dios no forma parte de mi ser para ponerse al servicio de mi contingencia, sino para arrastrar todo lo que soy a la trascendencia. La vida espiritual no puede consistir en poner el poder de Dios a favor de nuestro falso ser, sino en dejarnos invadir por el ser de Dios y que él nos arrastre hacia lo absoluto. La dinámica de nuestra religiosidad actual es absurda. Estamos dispuestos a hacer todos los “sacrificios” y “renuncias” que un falso dios nos exige, con tal de que después cumpla él los deseos de nuestro falso yo.

La verdad es que no hemos aceptado la encarnación ni en Jesús ni en nosotros. No nos interesa para nada el “Emmanuel” (Dios-con-nosotros), sino que Jesús sea Dios y que él, con su poder, potencie nuestro ego. Lo que nos dice la encarnación es que no hay nada que cambiar, Dios está ya en mí y esa realidad es lo más grande que puedo esperar. Ésta tenía que ser la causa de nuestra alegría. Lo tengo ya todo. No tengo que alcanzar nada. No tengo que cambiar nada de mi verdadero ser. Tengo que descubrirlo y vivirlo. Mi falso ser se iría desvaneciendo y mi manera de actuar cambiaría. En Jesús lo hemos visto claro.

La salvación no está en satisfacer los deseos de nuestro falso ser. Satisfacer las exigencias de los sentidos, los apetitos o las pasiones nos proporcionará placer, pero eso nada tiene que ver con la felicidad. En cuanto deje de dar al cuerpo lo que me pide, responderá con dolor y nos hundirá en la miseria. Removemos Roma con Santiago para que Dios no tenga más remedio que darnos la salvación que le pedimos. Incluso hemos puesto precio a esa salvación: si haces esto y dejas de hacer lo otro, tienes asegurada la salvación que deseas.

El conocimiento de Dios, del que hablamos, no es racional ni discursivo, sino vivencial y de experiencia. Es la mayor dificultad que encontramos en nuestro camino hacia la plenitud. Nuestra estructura mental cartesiana nos impide valorar otro modo de conocer. Estamos aprisionados en la racionalidad, que se ha alzado con el santo y la limosna, y nos impide llegar al verdadero conocimiento de nosotros mismos. Permanecemos engañados creyendo que somos lo que no somos, pidiendo a Dios que potencie nuestro falso ser.

La alegría de la que habla la liturgia de hoy, no tiene nada que ver con la ausencia de problemas o con el placer que me puede dar la satisfacción de los sentidos. La alegría no es lo contrario al dolor o a nuestras limitaciones, que nos molestan. Las bienaventuranzas lo dejan muy claro. Si fundamento mi alegría en que todo me salga a pedir de boca, estoy entrando en un callejón sin salida. Mi parte caduca y contingente termina fallando siempre. Si me empeño en apoyarme en esa parte de mi ser, el fracaso está asegurado.

La respuesta que debo dar a la pregunta: ¿qué debemos hacer?, es simple: Compartir. ¿Qué? ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Dónde? Tengo que adivinarlo yo. Ni siquiera la respuesta de Juan nos puede tranquilizar, pues en la realización de una serie de obras puede entrar en juego la programación. No se trata de hacer o dejar de hacer sino de fortalecer una actitud que me lleve en cada momento a responder a la necesidad concreta del otro que me necesita. Se trata de que desde el centro de mi ser fluya humanidad en todas las direcciones.

Meditación

No preguntes a nadie lo que tienes que hacer.
Descubre tu verdadero ser y encontrarás sus exigencias.
Tu meta tiene que ser desplegar lo que ya eres.
Solo podrás desplegar tu verdadero ser
si tus relaciones con los demás son cada día más humanas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Y nosotros, ¿qué debemos hacer?

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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3-avent-c-1lecbis“El maestro zen Shunryu Suzuki comentó a un discípulo: ¡Eres perfecto tal como eres. Y… todavía queda espacio para mejorar!” (Jack Kornfiel)

16 de noviembre. Domingo III de Adviento “Gaudete”

Lc 3, 10-18

También los soldados le preguntaban: Y nosotros, ¿Qué debemos hacer?

Intrépidos interpelantes todos ellos, y sobre cuyas cabezas, podría cumplirse aquello de San Juan: “Las estrellas cayeron del cielo a la tierra, como suelta los higos una higuera sacudida por el huracán” (Ap 6, 13). Huracán para recaudadores y soldados, en lo que Jesús les demandaba.

No eran conscientes de lo que Viktor Frankl les proponía en esta terapéutica propuesta: “la certeza de que lo que sana al ser humano es encontrar una causa por la cual y para la cual vivir” Lo que necesitamos, decía: “es un cambio radical en nuestra actitud frente a la vida. Tenemos que aprender por nosotros mismos y, después, enseñar a los desesperados, que en realidad no importa que no esperemos nada de la vida sino si la vida espera algo de nosotros. Tenemos que dejar de hacernos preguntas sobre el significado de la vida y, en lugar de ello, pensar en nosotros como seres a los que la vida interpela continua e incesantemente.

Incapaces de vivir una olímpica serenidad, huían de su mala fortuna, caminando por el País de Dios de tropiezo en tropiezo contra sí mismos, como si fueran ciegos. Ignorantes de lo que debían hacer -y como muchos de ellos, yo también les hacía compañía-, aparte de ciegos eran tácitos y no se daban cuenta que cuando no hay comunicación entre los seres, todo permanece mudo. En su Reino imperaba el cumplimiento sonoro del Principio silencioso.

La higuera, asustada por aquel violento tornado, dejó de soltar higos.

Los higos de su personal higuera comenzaron a soltarse y, en lugar de servirles de alimento, los devoró la tierra. A los higos y a ellos. ¡¡Triste historia!!

Visto esto, ¿volverán a preguntar los recaudadores, los soldados, la gente, lo que deben hacer? Quizás piensen antes y tengan muy en consideración el valor de su cabeza en el mercado.

Quizás la pregunta que yo me atrevo a formular debiera de ser ésta: ¿Es que tampoco sabe Dios lo que tiene que hacer? Y la respuesta a dicha interrogación, también quizás debiera de ser ésta: ¿Por qué no tiene Dios un dios? ¿O es que Él sólo es un Dios de dioses?

Jack Kornfiel dijo en La sabiduría del corazón: “El maestro zen Shunryu Suzuki comentó a un discípulo: ¡Eres perfecto tal como eres. Y… todavía queda espacio para mejorar!”

Para mejorarnos, mejorar a los demás y mejorar el mundo, sabiendo con certeza lo que, como cristianos de fe firme, hacemos y buscamos.

¿Se unirá Dios a nuestra búsqueda? Jesús lo buscó siempre: También los soldados le preguntaban: Y nosotros, ¿Qué debemos hacer? (Mt 3, 14). Aunque fuera él quien, con interés y júbilo, debiera formularla. Es el domingo Gaudete de Adviento. Domingo de alegría y esperanza.

Y de esta manera y gozo te cantó Rubén Darío en Poemas del alma.

¡ALELUYA!

Rosas rosadas y blancas, ramas verdes,
corolas frescas y frescos
ramos, Alegría!
Nidos en los tibios árboles,
huevos en los tibios nidos,
dulzura, Alegría!
El beso de esa muchacha
rubia, y el de esa morena,
y el de esa negra, Alegría!
Y el vientre de esa pequeña
de quince años, y sus brazos
armoniosos, Alegría!
Y el aliento de la selva virgen,
y el de las vírgenes hembras,
y las dulces rimas de la Aurora,
Alegría, Alegría, Alegría!

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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¿Quién nos dice lo que tenemos que hacer? ¿Qué cantos de sirenas oímos dentro y fuera de nosotr@s?

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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descargaLc 3, 10-18.

Domingo III de Adviento, 16 de diciembre de 2018.

En tiempos de Juan el Bautista, muchas personas habían perdido la esperanza. Creían que no podían salvarse porque no cumplían la ley a rajatabla. No podía librarse de la tiranía de los romanos porque eran un pequeño pueblo frente a un imperio. ¿Qué podían hacer?

Juan les reaviva la esperanza, pero el pueblo quiere que les muestre el camino para que sea posible ese cambio profundo que les anuncia. Por eso, es tan oportuna la pregunta que le formulan: ¿Qué debemos hacer?

En primer lugar, dice Juan, compartir con quien no tiene. En tiempos del Bautista y ahora. Él iba vestido con la piel de un animal y en su escudilla había unos cuantos saltamontes como menú. Su vida y su predicación eran coherentes. La coherencia facilita el cambio social.

A los publicanos los coloca en su sitio. Una cosa es cobrar los impuestos legales y otra abusar como lo hacían, para enriquecerse ellos. Había padres de familia que se vendían como esclavos para pagar los impuestos. Los publicanos colaboraban con los romanos a cambio de grandes beneficios.

Hoy, mientras los bancos y las multinacionales sigan aumentando sus beneficios a este ritmo, a costa de recortes sociales, desahucios inhumanos, peligros para la salud, etc. no habrá cambio social. A los sumo, “maquillaje de la situación” en medio de escandalosas desigualdades sociales. Cubrimos con “vendas de Cáritas” las heridas que provoca la injusticia social cada día.

Los soldados no querían ser destinados a Israel, preferían trabajar en Roma o en otros países dominados por el imperio. Los historiadores de la época han dejado constancia de que Roma hacía la vista gorda con los atropellos que cometían. Se divertían pisando los derechos humanos. El trato que dieron a Jesús en la pasión es una buena prueba de ello.

Dos mil años después, sigue habiendo extorsiones, falsas denuncias y abuso de poder en quienes deberían usar la fuerza para defender los derechos humanos, sin discriminación. Además, se están extendiendo grupos políticos que ofrecen una “filosofía de la violencia” para hacernos creer que hay que levantar unas fronteras que Dios no ha puesto. Nos recuerdan que tenemos derechos por ser blancos, europeos y burgueses y que ejercer esos derechos pasa por negar los de otros ciudadanos del mundo. Me pregunto ¿irán a Misa a dar gracias a Dios, porque han sido elegidos para ser su vox en la sociedad?

Hay que señalar también a esos sectores de Iglesia que pretenden indicarnos lo que tenemos que hacer, a cambio de que les entreguemos nuestra conciencia. Ellos la gestionarán. Saben cuántos hijos hay que tener y cuál es el comportamiento correcto en todo momento. Perdonan errores y pecados y agradecen generosas limosnas. No hace falta jugar a las adivinanzas para saber de qué sectores hablamos.

Nuestro ego, con sus altibajos, miedos y trampas también nos indica el camino: ¡haz lo que te dé la gana! Pero esa gana es insaciable y nos convierte en personas con “obesidad mórbida de ego”… y luego es muy difícil perder peso.

Juan reavivó la esperanza. Hoy, tú y yo, estamos llamad@s a reavivarla. ¿Cuáles son las fuentes de esperanza en las que bebemos cada día?

¿Quién nos ha dicho, a lo largo de 2018, lo que tenemos que hacer? ¿Qué espacios y tiempos nos han ayudado a conectar con el Maestro y la voz de la conciencia? ¿Qué personas y grupos, con sus cantos de sirenas, nos han querido embaucar en proyectos y actitudes que no son los de Jesús de Nazaret y su causa? ¿Quiénes nos han ayudado a discernir, para vivir un proceso continuo de conversión y generar un cambio social? ¿Qué podemos mejorar o transformar en la comunidad cristiana?

Acabamos con las palabras de Juan Bautista: ¡Que en 2019 seamos bautizad@s con Espíritu Santo y fuego!

Marifé Ramos González

Fuente Fe Adulta

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La vida, lo realmente real.

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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superación-personalDomingo III de Adviento, 16 de diciembre de 2018.

Lc 3, 10-18

El texto reúne dos bloques temáticos: por un lado, unos principios éticos; por otro, el interés del evangelista por subrayar la superioridad de la figura de Jesús sobre la de Juan.

Ambos surgen como consecuencia de la llamada a la conversión por parte del Bautista que, en sus oyentes, se convierte en una doble pregunta de gran relevancia para ellos: sobre el propio comportamiento (“¿qué hacemos?”) y sobre la espera mesiánica. En cualquier caso, el evangelista señala, como conclusión, que Juan es ya –como será Jesús– anunciador de la “Buena Noticia”.

El comportamiento ético que proclama el Bautista, en línea con los principios morales de la Torá, gira en torno a la compasión. Y tiene, como trasfondo, la llamada “regla de oro” que pide tratar al otro como uno mismo quisiera ser tratado. Por lo que se refiere a la cuestión mesiánica, Lucas recurre a varias imágenes –el que “puede más que yo”, al que “no merezco desatarle la correa de las sandalias”, el que “bautiza con Espíritu Santo y fuego”– para evitar cualquier confusión y señalar a Jesús como el auténtico Mesías esperado.

Entre líneas, no parece difícil percibir las discusiones que, durante décadas, habrían de mantener los discípulos de ambos maestros, Juan y Jesús, reclamando para cada uno de ellos el título mesiánico.

El texto presenta a Jesús como aquel que “bautiza con Espíritu Santo y fuego” que, en el lenguaje teísta, significa comunicar la vida divina. El “bautismo con agua” que hace el Bautista es solo un signo externo de una voluntad de renacimiento interior; el bautismo con Espíritu es el que desvela nuestra verdadera identidad conduciéndonos a la comprensión de lo que realmente somos.

Dios –la vida divina– no es algo separado, aunque nuestra mente tienda a verlo de ese modo, sino la misma y única Vida en plenitud, que constituye el fondo, la fuente, el núcleo y la “sustancia” última de todo lo real. La Vida es lo único realmente real; todas las formas que percibimos –nosotros mismos incluidos– no son sino “modos” como la propia Vida se despliega y expresa.

Tanto la “Buena Noticia” como el “bautismo en el Espíritu” no son otra cosa que la comprensión de lo que somos en profundidad. Comprensión que nos libera de la confusión y del sufrimiento que surge como consecuencia de tomarnos por lo que no somos –el yo separado– olvidando lo que realmente somos –la Vida, Consciencia o Presencia consciente–.

¿Vivo en el día a día desde la comprensión de lo que somos?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Fe Adulta

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Vivid alegres y en paz.

Domingo, 16 de diciembre de 2018
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420A9AF1-17DA-47F0-A417-C99BC20F8449Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01. VIVID SERENAMENTE: ACTITUD INICIAL EN LA VIDA.

En el cristianismo se nos han colado actitudes y posiciones muy poco cristianas. Casi todo es pecado y un pecado que genera miedo y angustia, remordimiento,condenación.

Karl Barth escribía:

Hay entre los cristianos demasiadas caras llenas de amargura. No tienes motivo alguno ni te hace ningún bien, poner esa cara. Eres obra de Dios. Él te creó como eres y te colmó de bienes. Tu tarea ahora, consiste sencillamente en ser tal y como fuiste creado y agraciado por Él y, al serlo, no dejes de cantar la alabanza a Dios, aun cuando no tengas una voz imponente, ni dejes de vivir en la alegría que te han regalado, aun cuando sólo puedas hacerla visible de manera muy imperfecta.

Quizás por educación, por una tradición cristiana justiciera y condenatoria, nuestra existencia cristiana puede transcurrir embargada por el miedo y la angustia, más que por la serenidad, la paz, calma y felicidad.

Para muchas personas, la Iglesia no ha sido, ni es fuente de paz y alegría, sino de inquietud, preocupación, cuando no de desasosiego. Solemos decir que en la Iglesia hay malestar, que en castellano significa “estar mal”.

El cristianismo, JesuCristo, es manantial de serenidad, de calma interior, “no perdáis la calma”.

Algunos obispos actuales nos acusan a los que seguimos viviendo de la teología -sobre todo moral- que estudiamos en los años conciliares (Bernard Häring, Marciano Vidal, Jesús M Múgica) de vivir en un “buenismo” y nos acusan de que pensamos que todo fuese bueno, Dios el primero y mejor. ¡Ojalá se nos fuese la mano predicando la bondad de Dios! Nos va a costar “Dios y ayuda” formatear para eliminar la memoria de aquel falso cristianismo tan represivo como condenatorio.
Muchas fuentes de agua viva, mucha bondad tendrá que correr todavía para borrar la condenación, la angustia y miedos que nos metieron en el cuerpo en nuestros años infantiles, adolescentes, jóvenes…

No hay que simplificar las cosas, pero quizás una moral tan condenatoria es también causa de este tono no in-moral, sino a-moral en el que la civilización actual hemos entrado.

Para nosotros resuena también en este adviento y en nuestra vida: vivid en paz, estad serenos, alegres, os lo repito vivid alegres, (S Pablo, 1ª lectura).

+ Bueno será que pensemos si nos sentimos bien en la vida, en paz, en calma o si seguimos temiendo a Dios. Quien no ama, no conoce a Dios, porque Dios es amor. Dios es amor y el que permanece en el amor, permanece en Dios, (1Jn 4,8.16).

+ Tal vez mi psyjé, mi psicología puede estar dañada por el terror religioso, por un miedo infinito al infierno. Es triste que el cristianismo haya hecho tanto daño. Pero pensemos que no porque sienta mucha culpabilidad estoy en pecado ni condenado. Abramos nuestra psicología herida a la bondad de Dios Padre.

02. ALGUNA ACLARACIÓN: ALEGRÍA – PLACER.

Las dos dimensiones la alegría y el placer forman parte de la vida, pero no son lo mismo, ni conviene confundir las dos realidades.

Hay momentos o vivencias de placer, que no son expresión de felicidad, ni generan la más mínima alegría. Y hay situaciones de alegría y felicidad que no son fruto del placer, sino son más bien del esfuerzo, de la tarea bien realizada, de una continencia o de un trabajo, de una ayuda, de un cuidar un enfermo, etc.

Una definición “para andar por casa” de alegría sería: el estado o la situación personal de un cierto equilibrio, serenidad y paz que embarga a la persona y todos sus “estratos” y dimensiones de nuestra vida (y de nuestra muerte) porque están más o menos integradas y puestas en su sitio.

El placer “toca” y proviene de los sentidos, la felicidad o la alegría es algo más profundo y comienzan cuando vivimos una cierta integración sensata de las dimensiones de la vida.

Los humanos somos un haz, una gavilla de dimensiones: somos cuerpo: salud física y psíquica, afectividad, sexualidad, familia, pueblo, inteligencia, cultura, fe y esperanza, sentido de la vida, limitaciones, enfermedades muerte. Me parece a mí que cuando tenemos estas cosas, más o menos, bien integradas, vivimos también, más o menos, serenos y alegres.

Cuando tenemos “despejadas y encajadas” las grandes incógnitas de la vida: el sentido de la vida, nuestra propia persona con nuestras capacidades y limitaciones, el mal-pecado-culpa, la enfermedad, la afectividad, la gracia, la edad, la enfermedad, la muerte, etc., entonces comienza a brotar un estado de ánimo sosegado: estando ya mi casa sosegada. Estando yo sin fuerzas me salvó, (Salmo 114)

En nuestra historia personal también hay un mundo de momentos y cosas que son fuente de alegría: el alimento, la familia, los encuentros, la amistad, amor, la sexualidad, también los recuerdos, la cultura, las fiestas. Todo eso es también fuente de calma y bienestar en la vida.

Los cristianos entendemos todas estas cosas y las vivimos desde el Señor JesuCristo y desde Él, vivimos en paz, en calma. Es un gozo vivir desde Cristo hacia Dios.

+ No siempre se puede estar contento en la vida, pero sí que podemos vivir en serenidad; podemos poner nuestras vidas, nuestros problemas y crisis en el Señor.

+ ¿No te parece que el placer está bien ubicado cuando somos felices?

9EF10551-FA79-483E-A311-5B5F1C159D6903. ¿QUÉ TENEMOS QUE HACER?

Por tres veces le preguntan a Juan Bautista en el evangelio de hoy: ¿QUÉ TENEMOS QUE HACER?

Es la ética, la moral. ¿Qué debemos hacer?

Las respuestas de Juan no son de carácter religioso: tenéis que ir a Misa el domingo, no podéis utilizar anticonceptivos, no comáis carne los viernes, etc. Las respuestas de Juan son de tipo humano:

o si tienes, reparte

o no exijáis más de lo establecido (a los publicanos: cobradores de impuesto para el opresor)

o no hagáis extorsión (militares, gente de poder económico o político, curas, obispos, etc.).

+ Cada cual sabemos dónde estamos, cuáles son nuestras cualidades y nuestras limitaciones

+ ¿Y yo qué tengo y qué puedo hacer en la vida?

+ A veces, por nuestra debilidad física, psíquica o moral, no podremos hacer nada. Cuando ya no nos quedan fuerzas, siempre podremos orar.

04. EL SEÑOR ESTÁ CERCA.

El adviento nos acerca a la Navidad: el Señor está cerca. Pero no se trata de que el Señor vaya a nacer de nuevo.

Cuando Dios está presente en nuestras vidas, como en el pueblo de Israel en el Éxodo o en María, brota la vida, la libertad y la serenidad más íntima.

El cristianismo es una “gran alegría” (Lc 2,10), que celebraremos la noche de Navidad: os anuncio una alegría, que lo es para todo el pueblo.

Acojamos esta memoria de San Pablo

ESTAD SIEMPRE ALEGRES EN EL SEÑOR.

***

 

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Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.

Domingo, 9 de diciembre de 2018
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Juan Bautista

 Cual greñudo y piloso nazareno,
amigo de alimañas y de fieras,
piel de camello sobre cuerpo enjuto,
como hijo del ayuno y de la estepa,
Juan Bautista predica en el desierto,
-inhóspito desierto de Judea-
y anuncia la llegada del Mesías,
de quien es precursor y fiel profeta.
Y dice que se siente indigno siervo
de soltar sus sandalias y correas.

¡Allanad y hacer rectos los senderos;
preparad los caminos del señor,
porque a punto de llegar está el Mesías
y exige “metanoia”, conversión.
Los que esperáis ansiosos su llegada
del Mesías -Ungido del Señor-
purificad los cuerpos y las almas
en las aguas del Jordán y del perdón!

Y cuando aquel cobarde rey Herodes
mande un día te corten la cabeza,
y Salomé, danzante, se la sirva
en preciosa plateada bandeja,
todos verán, beodos y asombrados,
que tú aún sigues con la boca abierta
gritando la Verdad que nunca muere,
gritando la Verdad a boca llena.

¡Qué bien supiste, Juan, ser de Jesús
su precursor, testigo y fiel profeta!

*

José Luis Martínez

***

En el año quince del reinado del emperador Tiberio, siendo Poncio Pilato gobernador de Judea, y Herodes virrey de Galilea, y su hermano Felipe virrey de Iturea y Traconítide, y Lisanio virrey de Abilene, bajo el sumo sacerdocio de Anás y Caifás, vino la palabra de Dios sobre Juan, hijo de Zacarías, en el desierto.

Y recorrió toda la comarca del Jordán, predicando un bautismo de conversión para perdón de los pecados, como está escrito en el libro de los oráculos del profeta Isaías:

“Una voz grita en el desierto: Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos; elévense los valles, desciendan los montes y colinas; que lo torcido se enderece, lo escabroso se iguale. Y todos verán la salvación de Dios.”

*

Lucas 3, 1-6

***

La soledad es el horno de la transformación. Sin soledad seguimos siendo víctimas de nuestra sociedad, seguimos enredados en las ilusiones de nuestro falso yo. Jesús mismo entró en este horno Para entender el verdadero significado de la soledad, es necesario desenmascarar algunas ideas deformadas de la misma. Todos admitimos la necesidad de algunos ratos de soledad. Sin embargo, lo que queremos a veces decir es la necesidad que tenemos de un tiempo y un lugar para nosotros mismos, un tiempo y un lugar en que nadie nos moleste. Soledad es a menudo para nosotros sinónimo de privado.

Es más, pensamos en la soledad como una especie de estación de servicio en la que podemos cargar nuestras baterías, o como el rincón de un ring de boxeo en el que ponen aceite en nuestras heridas, dan masaje a nuestros músculos y nos animan a seguir en la lucha mediante eslóganes apropiados. Para ser breves, pensamos en la soledad como en el lugar en que reparamos nuestras fuerzas para proseguir la competencia incesante de nuestras vidas.

No es ésta la soledad de Juan Bautista, san Antonio o san Benito, de Carlos de Foucauld o los hermanos de Taizé. Para ellos, la soledad no es un lugar terapéutico privado, sino el lugar de la conversión, el lugar donde muere el viejo yo y nace uno nuevo, el lugar donde emerge el hombre nuevo y la mujer nueva.

*

H. J. M. Nouwen,
El camino del corazón,
Madrid 1986, 21 -23.

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Dom 24.6.18 Economía de Juan ¡Quien tenga dos túnicas dé una a quien no tiene!

Domingo, 24 de junio de 2018
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icono-san-juan-bautista-ft-img-300x282Del blog de Xabier Pikaza:

Juan Bautista, profeta del fuego y del agua de Dios, cuya fiesta hoy celebramos, viene anunciando la Navidad, seis meses antes (solsticio de verano, en el hemisferio norte).

Profeta del fuego que quema toda injusticia de los hombres, para que puedan presentarse limpios ante Dios. Por eso se elevan hogueras, el día más largo (hemisferio norte), por eso se promete y exige un cambio radical de vida.

Profeta del agua que destruye y anega para dar nueva vida, promotor de un bautismo que iguala a todos los hombres y mujeres, desnudos, solidarios, sin poder ocultar nada, ante la promesa nueva de la vida.

Desde ese fondo retomo el argumento que presenté el pasado Adviento (10.12.17), comentando el pasaje en el que Lc 3, 10-14 expone con detalle el proyecto económico-social de Juan Bautista, camino de fuego, con sus tres partes:

–proyecto para todos los hombres y mujeres: Quemar el mundo viejo en la hoguera de las vanidades e injusticias, comenzar un mundo nuevo, compartido, nacer así a la vida en justicia y esperanza;

–proyecto especial para publicanos (cobradores de impuestos, administradores de dinero), con una política al servicio de la vida, de la acogida de los expulsados, del pan de los hambrientos…

–proyecto también especial para soldados, es decir, para profesionales de una violencia que debe ponerse al servicio de la justicia, convirtiéndose al fin en un servicio social.

ffce1ccf-7ae1-406d-81e6-7c2679963175Juan fue ajusticiado porque ese proyecto triple, unido a su anuncio de juicio contra un mundo injusto, llenó de miedo a muchos, entre ellos a Herodes Antipas, reyezuelo rico, tetrarca de Galilea, que tenía mucho que perder con hombres como Juan, al que por otro lado admiraba, condenándole a muerte.

Pero ningún Herodes podrá acallar la voz del Bautista, ningún egoísmo particular, ningún tipo de política social y/o religiosa impositiva y mentirosa podrá acallar la generosidad generosa, expresada de forma lapidaria en su mensaje: ¡Quien tenga dos túnicas que dé una a quien no tiene!

Túnica es aquí casa y dinero, es tierra y trabajo, es humanidad… Juan sabe que sólo se tiene y disfruta de verdad aquello que se comparte, convirtiendo el “dinero” (posesiones, honores…) en Medio de Vida para todos. De esa forma ha instaurado Juan Bautista una ética universal, que se aplica al mismo tiempo (de un modo intenso) a propietarios de dinero y de las armas.

935020c4-cb65-4941-8d50-ad6c13299d16Ética universal: Quien tenga dos túnicas dé una a quien no tiene, y quien tenga comida haga lo mismo… ¿Qué pasa con África, campo de robo universal para los ricos?
¿Que diría hoy Juan a los que sostienen y promueven la injusticia reflejada en barcos de mercancía humana que nadie quiere recibir en su puerto?

Ética de economistas-publicanos: No ser corruptos, no engañar a los demás, contentarse con lo suficiente, pues la vida es para todos y ellos son siervos de los otros en el campo del dinero.

¿Qué diría hoy Juan a los nuevos señores del dinero de muerte, publicanos-prostituidos, muchas veces a nombre de un sistema que llaman “cristiano” (civilización occidental que ha perdido el alma?

Ética para soldados: No hacer violencia, contentarse con la paga…, poniendo su vida al servicio de la convivencia y de un orden social que favorezca a los pobres.

¿Qué diría hoy Juan a los nuevos señores de la guerra, que no solamente matan, sino que ganan fortunas por matar?

Éste es hoy el mensaje de Juan, que ahora tomo de Lc 3, 7-9 donde el aparece como como mensajero profético del juicio; presentándose, al mismo tiempo, nuestro pasaje le presenta como maestro y promotor de “organización ética del mundo” en línea de justicia económica para todos, pero empezando por los ricos y soldados.

Mensaje político-social

Lucas presenta así a Juan como profeta cristianizado (o, quizá mejor) universalizado, en la línea de una moral judeo-cristiana, un predicador de justicia, convertido por algunos de sus discípulos (y por la Iglesia) en un orden mundial de comunión económica y de sabiduría, en la línea de otros judeo-helenistas y pensadores griegos de su tiempo:

1. Economía compartida

“La gente le preguntaba: – ¿Qué tenemos que hacer? Y les contestaba: Quien tenga dos túnicas, que le dé una al que no tiene ninguna, y el que tenga comida que haga lo mismo” (Lc 3, 10-11).

Comida y vestido no ha de ser objeto de compra-venta, sino de comunicación y así deben compartirse. Quien atesore dos túnicas (casas, comida, monedas…), mientras otros no tienen ninguna, destruye el principio central de la justicia.

Éste es, según Lucas, el sentido profundo de la moral económica de Juan Bautista, que se dirige a todos los hombres, judíos y gentiles, no sólo a sacerdotes o gobernantes judíos más o menos “ortodo-xos”, superando un orden monetario de la compra-venta, que esclaviza a los pobres, y optando por la comunicación directa de los bienes. De esa forma, los signos básicos de su vida (vestido, comida) han de convertirse en medio de comunión universal, en línea de gratuidad, no de compraventa.

Conforme a este mensaje, lo que importa no es creer en Juan Bautista (o en Jesús), ni de aceptar unos dogmas o caminos religiosos especiales… La única verdad moral consiste en compartir la vida, en contra de un sistema capitalista que amontona dinero (Mammón) mientras sigue habiendo muchos que no tienen comida o vestido.

2 Economía de servicio monetario

“Vinieron también unos publicanos a bautizarse y le dijeron: Maestro, ¿qué tenemos que hacer? Él les respondió: No exijáis nada fuera de lo establecido” (diatetagmenon) (3, 12-13).

Dando por sabido el nivel anterior, donde las cosas se comparten directamente entre todos, Juan supone que hay un orden (sistema) de economía que administra el dinero público, y en el que existen oficiales (funcionarios), que regulan los impuestos y tasas del Estado.

Según eso, este Juan ya no anuncia el fin de este tipo de Estado (como hacía el Juan histórico), sino que lo acepta y quiere re-formarlo. En esa línea, Juan pide a los funcionario de ese Estado que se haya regulado, que no cobren más, ni utilicen su poder económico al servicio propio.

Este Juan de Lucas debe saber, sin duda, que puede haber normas injustas, que deberían cambiarse, y además mantiene firme (también sin duda alguna), el principio anterior de compartir con los demás lo que cada uno tiene. Pues bien, sobre ese principio, como buen ciudadano de un imperio, él conoce la existencia de “publicanos”, entendidos de un modo general como “oficiales” de impuestos, y (en contra de lo que dirá el Apocalipsis), piensa que en principio los gestores de ese dinero pueden cumplir un buen servicio (¡y así no los demoniza!), aunque manteniendo el principio anterior (dar lo que sobra a los necesitados), pidiéndoles sólo que no exijan más de lo estipulado.

En la línea de la glosa de Pablo (Rom 13, 1-7), este Bautista de Lucas supone que reyes y publicanos tienen un derecho económico, según el cual no son dueños arbitrarios sino administradores del dinero (los impuestos) para todos. En esa línea, él aparece como reformador (no destructor) del sistema eco-nómico imperante (con dinero, con impuestos), no para destruirlo, sino para ponerlo al servicio del bien común (para compartir túnica y comida, es decir, humanidad). Leer más…

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El mayor de los nacidos de mujer.

Domingo, 24 de junio de 2018
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Juan-Bautista-John-BaptistLc 1, 57-80

Simplemente la fecha escogida para celebrar el nacimiento de Juan Bautista es toda una manifestación de grandeza. Para Jesús se eligió el solsticio de invierno el 25 de Diciembre, (“conviene que él crezca…”) Para Juan el solsticio de verano el 24 de Junio (“…Y que yo disminuya”). Son las dos fechas más significativas del año astronómico. Con ello se garantiza la importancia de ambas figuras. En ambos casos, se pretendió sustituir fiestas paganas por cristianas. En las iglesias de toda España podremos comprobar que la figura de Juan es la más repetida, después de la de Jesús y María.

No es fácil hacerse una idea de lo que pudo significar la figura de Juan para Jesús, y tampoco tenemos elementos suficientes para valorar lo que significó para las primeras comunidades cristianas. Todo es confuso en lo referente a este personaje, porque a la vez que se hacen elogios increíbles, se pone mucho cuidado en no ponerlo por delante de Jesús. Naturalmente no podemos considerar históricos los relatos del nacimiento que nos proponen los evangelios. De todas formas, son muy interesantes las diferencias con los relatos sobre Jesús. Ahí podemos descubrir que se trata de relatos teológicos.

Hacía por lo menos trescientos años que no aparecía un profeta en Israel, por eso todos los evangelistas resaltan su importancia. Para los primeros cristianos no tuvo que ser fácil aceptar la influencia de Juan en la trayectoria de Jesús, sobre todo desde que se aceptó el carácter divino de su mesianismo. El hecho de que Jesús acudiese a Juan para ser bautizado manifiesta que Jesús se sintió atraído e impresionado por su figura y su mensaje. Juan tuvo una influencia muy grande en la religiosidad de su época. Relatos extrabíblicos lo confirman. En el momento del bautismo de Jesús, él era ya muy famoso.

La importancia de Juan no disminuye por el hecho de que el mensaje de Jesús se aparta en gran medida del suyo. Juan predica un bautismo de conversión, de metanoya, de penitencia. Habla del juicio inminente de Dios, y de la única manera de escapar de ese juicio: su bautismo. No predica un evangelio -buena noticia- sino la ira de Dios, de la que hay que escapar. No es probable que tuviera conciencia de ser el precursor, tal como lo entendieron los cristianos. Habla de “el que ha de venir”, pero, con toda seguridad, se refiere al juez escatológico, en la línea de los antiguos profetas.

Jesús por el contrario, predica una “buena noticia”. Dios es Abba, es decir Padre-Madre, que ni amenaza ni condena ni castiga, simplemente hace una oferta de salvación total. Nada negativo debemos temer de Dios. Todo lo que nos viene de Él es positivo. No es el temor, sino el amor, lo que tiene que llevarnos hacia Él. Muchas veces me he preguntado, y me sigo preguntando, por qué, después de veinte siglos, nos encontramos más a gusto con la  predicación de Juan que con la de Jesús. ¿Será que el Dios de Jesús no lo podemos utilizar para meter miedo y tener así a la gente sometida?

Hay un aspecto de sus doctrinas en la que sí coinciden. Ambos critican duramente una esperanza basada en la pertenencia a un pueblo o en las promesas hechas a Abrahán sin compromiso personal alguno. Es curioso que los cristianos hayamos mantenido esa manera de pensar, después de las críticas de Juan y de Jesús. Tanto Juan como Jesús dejan muy claro que el comporta­miento personal es el único medio para alcanzar la verdadera salvación. Por eso coinciden también los dos en la crítica del ritualismo cultual.

Juan era hijo de sacerdote, pero no se presentó como tal ante el pueblo. Por el contrario se alejó del ámbito del templo y bautizaba lejos de la influencia de las instituciones religiosas de su tiempo. Arremetió contra todo lo que oliera a privilegios de castas o poderes establecidos y predicó y vivió la libertad de ser él mismo. Jesús pudo aprender de él que lo que se cocía en el templo no podía estar de acuerdo con la voluntad de Dios, por más que se cumpliera la Ley meticulosamente.

La figura del profeta fue clave en el AT. De hecho a los escritos bíblicos se les llamó “la Ley y los profetas”. Claro que el concepto de profeta del AT, nada tiene que ver con lo que entendemos hoy por profeta, aunque se está recuperando su verdadera imagen. Su primera tarea era de denuncia. Y no de falta de piedad o religiosidad, sino de falta de justicia. Esto es muy importante porque sin esta perspectiva la figura del profeta queda descafeinada. Pero resulta que la injusticia, la opresión, el sometimiento del otro, vienen siempre de parte de los poderosos, que tienen también capacidad para tomar represalias contra el que les incomoda.

Para mí, la principal característica de la figura del profeta, de antes y de ahora, es que no actúa en nombre propio. Tiene la conciencia clara de ser un enviado, que tiene la obligación de ser fiel a quien le envía. Es el caso de Juan, enviado y precursor al mismo tiempo. Esto le coloca en un plano inmejorable para hablar con humildad pero también con total libertad ante cualquier clase de coacción. En última instancia, esa valentía a la hora de denunciar la injusticia le costó la vida, como a todos los verdaderos profetas.

Hoy más que nunca, necesitamos profetas que sean capaces de criticar los abusos de los poderosos de todo pelaje, y nos aclaren el camino por el que tenemos que transitar para alcanzar plenitud humana. Al ser humano se le ofrecen hoy infinidad de caminos por los que puede desarrollar su existencia. ¿Cuál será el que le lleve a la verdadera salvación? Precisamente porque las ofertas engañosas son más variadas y mucho más atrayentes que nunca, es más difícil acertar con el camino adecuado. La orientación de una persona libre e independiente de intereses bastardos es más necesaria que nunca. Todos tenemos la obligación de ser un poco profetas, sobre todo viviendo.

Ni hoy ni nunca, puede el ser humano planificar, de una vez por todas, su salvación trazando un camino claro y directo que le lleve a su plenitud. Su capacidad de conocer es limitada, por eso solo tanteando puede descubrir lo que es bueno para él. También en el orden espiritual tenemos que aumentar el conocimiento. La idea de que la revelación está ya terminada, va en contra de la misma naturaleza del ser humano. Jesús dijo: “hay muchas cosas que no podéis cargar con ellas por ahora, el Espíritu os irá llevando hasta la plenitud de la verdad”. Nadie puede dispensarse de la obligación de seguir buscando.

Más que nunca, nos hace falta una crítica sincera de la escala de valores en la que desarrollamos nuestra vida. Digo sincera, porque no sirve de nada afirmar teóricamente una determinada escala de valores y después desplegar en nuestra vida la opuesta. Tal vez sea esto el mal de nuestra religión, que se queda en la pura teoría. Hace ya algún tiempo, un ministro del gobierno, hablando de los problemas del norte de África, decía muy serio: Es que para los musulmanes, la religión es una forma de vida. Qué pena que se dé por supuesto que para los cristianos no es así.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Faro de todos los Pueblos.

Domingo, 24 de junio de 2018
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san juan bautista el grecoLa habilidad de un hombre es el conocimiento que emana de luz divina (Zaratustra)

24 de junio. Natividad de San Juan Bautista

Lc 1, 57-66.80

Cuando a Isabel se le cumplió el tiempo del parto, dio a luz un hijo (Lc 1, 57)

Es la Noche de San Juan, a quien Lucas calificó como “más que un profeta” (Lc 7, 26), que “vino como testigo para dar testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de él” (Jn 1, 7). Palabras con resonancias al profeta Isaías, de quien Jehová: “Poco es que tú me seas siervo para levantar las tribus de Jacob, y para que restaures los asolamientos de Israel: también te di por luz de las gentes, para que seas mi salud hasta lo postrero de la tierra” (Is 49, 6).

La figura de San Juan Bautista está unida a la de Jesús por la luz. Ambas natividades se celebran en el solsticio de invierno y en el de verano. Jesús es el Faro de todos los pueblos y Juan es su precursor. En su austeridad monacal, llevaba un vestido de pelo de camello y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y a quienes querían escucharle les decía: Preparad el camino del Señor, enderezad sus sendas”. Un camino que con frecuencia se apartaba de las autopistas trazadas por las autoridades religiosas oficiales: el de Juan Bautista de Ein Karem y Jesús de Nazaret.

El Misal romano incluye la siguiente oración, que resume este simbolismo: “Oh, Dios, fuente y origen de toda luz, que has mostrado hoy a Cristo, luz de las naciones, al justo Simeón”. Y el Evangelio (Lc 2, 29-32) lo reafirma en estos sus términos: “Ahora, Señor, puedes, según tu palabra dejar a tu siervo que se vaya en paz, porque han visto mis ojos tu salvación, la que has preparado a la vista de todos los pueblos, luz para iluminar a los gentiles y gloria de tu pueblo Israel”.

Ya el profeta Isaías lo había anunciado en el AT con estas palabras en 49, 1-6: “Es poco que seas mi siervo y restablezcas las tribus de Jacob y conviertas a los supervivientes de Israel; te hago luz de las naciones, para que mi salvación alcance hasta el confín de la tierra”.

Todo esto tiene que ver con la fiesta de la Candelaria o de la Luz que, en sus comienzos, tuvo su origen en el Oriente con el nombre del Encuentro y, posteriormente, se extendió al Occidente en el siglo VI, llegando a celebrarse en Roma con un carácter penitencial. Aunque según otros investigadores, es originaria de la antigua Roma, donde la procesión de las candelas formaba parte de la fiesta de las Lupercales.

En la película estadounidense, Arrival de ciencia ficción y drama (2017), del director Davis Villeneuve, uno de los protagonistas, Jeremy Renner, le dice a Amy Adams: “He tenido la cabeza inclinada hacia las estrellas desde que puedo recordar. Pero ¿sabes lo que me sorprendió? No las estaba mirando a ellas. Te estaba encontrando a ti”. Como Jeremy, estamos todos invitados a elevar nuestra mirada al cielo y mirar la luz de Jesús que, como un sol infinito, ilumina el universo entero.

Lo cual se consigue cuando de nuestros ojos vamos liberando con el cincel las sombras de la miopía que nos impide ver correctamente y nos libera. Decía Michelangelo: “Vi el Ángel en el mármol y tallé hasta que lo puse en libertad”. Tarea sutil y complicada con la que hay que tener sumo cuidado porque, como dijo el polémico y heterodoxo dominico belga Edward Schillebeeckx (1914-2009): “Si pudiera quitar de mí, lo que hay de mí, quedaría Dios. Si pudiera quitar de mí, lo que hay de Dios, quedaría nada”.

Retoma Miguel Ángel tu cincel y labra el mármol vital mío de Carrara hasta que me permita no sólo correr, sino volar en libertad por los cielos de toda mi existencia. No quiero ser tu Bacus preso en el marmóreo pedestal. Prefiero ser el Ángel de Fray Angélico, a punto de lanzarme en libre vuelo, y quedarme en lo que hay de Dios en mí, aunque sin despojarme de mí nada. También cuanto hay de mí -lo malo y lo bueno- es muy valioso y es ligero. Y lo aprecio, como tu Michelangelo apreciaste todas las obras que con tus pinceles y buriles tan artísticamente y con tanta libertad salieron de tus manos. Jesús es luz que, como un Sol infinito, ilumina todos los caminos del universo y despeja de nuestros ojos las sombras de una profunda miopía, que nos impide ver la realidad de la existencia. Ruégale tú por mi y las mías.

Es posible que, siguiendo el consejo de Zaratustra, profeta y fundador del Mazdeísmo, nos facilitara la tarea: La habilidad de un hombre es el conocimiento que emana de luz divina”. Antonio Colinas, poeta y novelista (1946), escribe en El mito de Orfeo, este bello texto, donde la luz de los ojos, las estrellas perfumadas y la voz de una campana que resuena en cada fibra del cuerpo, nos sumergen en celestiales vivencias que nos permiten volver a soñar con el regreso de las palomas blancas a nuestro palomar terrestre.

JARDÍN DE ORFEO

De nuevo, mis sentidos -que ya no eran los míos- quedaron en libertad. Y alcé mis ojos a la luz de tus ojos, y respiré en tus manos flores mojadas de estrellas perfumadas, y volví a oír con nitidez tu voz como una campana que resonara en cada fibra de mi cuerpo.

Y abrí mis labios para musitar con piedad: “No insistas más con tu voz, no insistas más con tu música; aparta de mí ese cáliz de dulzura, pues podría enloquecer, que es peor que morir.

Déjame que olfatee el paso de tu túnica. Déjame que solo sienta y vea y bese en este nuevo espacio al que tu voz me ha conducido, desde el que tu voz me llama.

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Juan Bautista: Entre la entomofagia y la danza.

Domingo, 24 de junio de 2018
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gargalloQué ajeno estaba Juan Bautista cuando vivía en el desierto de Judea y bautizaba junto al Jordán después, de que con su dieta de langostas y miel silvestre (¿saltamontes aromatizados a la jalea real?), se estaba adelantando a la creciente moda de entomofagia (comer insectos), eso que ha sido por mucho tiempo algo “típico de otras culturas” y que algunos miraban con curiosidad y otros con cierto asco.

Pero no es la sobriedad alimenticia de Juan lo que hace atrayente su figura sino sus brincos de alegría en el vientre de su madre, dato de su etapa fetal que dice tanto de su personalidad como el de su actividad de bautizador.

Hay una frase del Maestro Eckart con la que presiento hubiera estado muy de acuerdo Juan de haberla conocido: “Hablando en hipérbole, cuando el Padre le ríe al Hijo, y el Hijo le responde riendo al Padre, esa risa causa placer, ese placer causa gozo, ese gozo engendra amor y ese amor da origen a las personas de la Trinidad de las cuales una es el Espíritu Santo”. Asociamos con total naturalidad al comportamiento eclesial lo serio, lo grave, lo solemne y lo circunspecto y se nos llena la boca (bueno, a quien se le llene) con los términos “sacrosanto”, “sagrado”, “digno” y “venerable” como si se diera por descontado que todo eso le es más agradable a Dios que la alegría, la jovialidad, la frescura, la risa y el humor. Y sin embargo, de alguien tan respetable en la tradición cristiana como Juan, lo primero que sabemos es que hacía algo tan gozoso, libre y espontáneo como bailar en el poco espacio que tenía disponible en aquel momento.

¿No podríamos deducir que era “Precursor” de Jesús también en esto? ¿No estaba abriendo el espacio para que irrumpiera por los caminos de Galilea la ráfaga de su libertad, su alegría de vivir en la presencia de su Padre, su capacidad de demostrar ternura, de hacerse amigos, de disfrutar comiendo y bebiendo en compañía?

Su llegada divide en dos la historia de la humanidad y, dentro de ella, la de Israel. Juan Bautista pertenece a la primera etapa, simbolizada en el tiempo anterior a la entrada en la tierra prometida. Ahora, la presencia de Jesús y el anuncio de su Reino se han convertido en la verdadera tierra prometida y todo aquel que lo acoja, es más grande que el Bautista porque se le ha concedido (se nos ha concedido…) vivir ya el tiempo del cumplimiento de las promesas.

La vida de Juan solo tuvo un sentido: ir delante de él preparándole el camino. ¿No somos también nosotros un pequeño “Juan Bautista”, encargado de allanar caminos para que otros puedan conocer a Jesús?

Dolores Aleixandre

Fuente Fe Adulta

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