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Marion Muller-Colard: “La Amenaza es absolutamente inseparable del ser”

Martes, 30 de noviembre de 2021
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EECC1E05-045C-49CE-A179-FDC04BE26832-768x432La escritora y teóloga protestante fue una de las ponentes de la XVI Jornada Sant Jordi

La escritora francesa Marion Muller-Colard y el párroco de la iglesia de Santa Anna Peio Sánchez fueron los ponentes de la dieciseisava edición de la Jornada Sant Jordi, celebrada el pasado 13 de noviembre en Barcelona

Llamado a reflexionar sobre la situación humana mas radical bajo el lema ‘El Movimiento del alma: el ruego y el amparo’, el acto reunió a unas 115 personas procedentes de diversas diócesis españolas

“La misericordia supone invertir el orden natural y es la única forma de hacer la justicia. Solo el amor se hace extremo en la medida en que coloca en primer lugar a los más rezagados”, dijo Peio Sánchez

Encandiló al público con la idea de que la intranquilidad es inherente al ser humano y que, puestos a tener que convivir con ella, quizás haríamos bien si la acogiéramos con sinceridad y la quisiéramos un poco. “Prefiero los intranquilos que los tranquilizantes. Perturbados, perturbadores, me gustan sus vuelcos, exigencia, su insatisfacción”, afirma la escritora y teóloga protestante Marion Muller-Colard (Marsella, 1978).

La autora de La intranquilidad y El otro Dios. La queja, la amenaza y la gracia (ambas obras publicadas por Fragmenta y la segunda de ellas reconocida con el premio Abat Marcet), protagonizó una de las dos ponencias de la decimosexta edición de la Jornada Sant Jordi, celebrada el pasado 13 de noviembre en el Hotel Alimara de Barcelona.

Bajo el lema ‘El Movimiento del alma: el ruego y el amparo’, el evento (convocado por Grupo Sant Jordi de Defensa y Promoción de los Derechos Humanos, Equipos de Pastoral de la Política y la Comunicación, Liga Espiritual de la Virgen de Montserrat, el Consejo de Laicos de los Capuchinos de Cataluña y Justícia i Pau) contó con la asistencia de unas 115 personas venidas de diferentes provincias de España.

“Las religiones siempre se enfrentan a la cuestión de la Amenaza. Incluso se podría decir que se ocupan de ella, que es a la vez su razón de ser y su negocio. Domar la amenaza y promover sistemas explicativos del mal que nos preserven de él, ése es el proyecto religioso, sea cual sea la tradición”, advirtió la teóloga francesa al inicio de su disertación, titulada ‘La experiencia de la amenaza’.

El valor de ser

Remarcando que en el corpus bíblico algunos textos promueven el sistema retributivo y otros lo cuestionan, Muller-Collard sostiene que es en el libro de Job donde “se juegan todas las posibles fricciones provocadas por el sistema retributivo, tensiones, contradicciones reunidas tras la experiencia del ‘justo sufriente’, y la resistencia que esta experiencia despierta en las mentes religiosas que han hecho del sistema retributivo un dogma tranquilizador que les permite sentirse a salvo de la Amenaza”.

De ahí que la teóloga proponga una relectura del libro de Job para mostrar “cómo la cuestión de la Amenaza, de nuestra capacidad de aceptarla o de nuestros intentos religiosos de contenerla, determinan nuestra relación con la existencia y lo que el teólogo Paul Tillich llama el valor de ser”.

Para Muller-Collard, la definición de la fe que se desprende de la “teología de la amenaza” planteada en el libro de Job se resume en que el creador no niega la persistente Amenaza. “El Creador luchó para garantizarnos no recintos protectores, sino espacios habitables donde la vida es posible. La vida es posible allí, pero no está a salvo de la Amenaza porque la Amenaza es absolutamente inseparable del ser: el ser está constantemente amenazado por el no-ser, así como el ser amenaza constantemente al no-ser oponiéndose a él”, detalló.

El Creador luchó para garantizarnos no recintos protectores, sino espacios habitables donde la vida es posible”

En la resistencia y el coraje para hacer frente al caos, en la promoción incondicional del ser, en la pugnacidad de lo vivo: ahí radica la fe, según la ensayista marsellesa. “El credo de la fe es sencillo: es el credo del propio Creador al final de cada uno de los siete días de la creación: es bueno. Es bueno que haya algo en lugar de nada. Este compromiso absoluto con el ser nos compromete tal vez más que todos los dogmas y todo el sistema moral que hemos construido sobre él, pero sin que esa base sea suficientemente sólida”.

La ilusión de controlar la amenaza

La pandemia global de coronavirus demuestra, a juicio de la teóloga francesa que nuestra sociedad, al igual que las religiones de antaño, afirma poder controlar la Amenaza. “Los dos últimos años han demostrado que esto es de nuevo una ilusión. Independientemente de lo que creamos, ya sea en Dios o en el progreso humano, si nuestras creencias nos lleva a la ilusión de que podríamos estar a salvo de una Amenaza que ha estado con nosotros desde el principio del mundo, es que ‘creemos mal’”.

La última reflexión que dejó Muller-Colard puso el foco en el efecto paradójico del desarrollo. “En términos de ‘seguridad’ y de esperanza de vida, el progreso nos lleva a una intolerancia de la desgracia que es tanto mayor cuanto que nuestra vida occidental nos da la ilusión de estar a salvo. ¿La rareza de las manifestaciones de la Amenaza no nos ha hecho paradójicamente mucho más vulnerables cuando llega? Esta es una cuestión para las religiones, para una redefinición de la fe, y para todas nuestras sociedades contemporáneas”, concluyó la teóloga.

Conversión a la misericordia

En una jornada llamada “a reflexionar sobre la situación humana más radical”, no menos decisiva resultó la ponencia del sacerdote vasco Peio Sánchez, titulada ‘Conversión a la misericordia’, con la que el rector de la iglesia de Santa Ana de Barcelona propuso como camino de cambio el compadecimiento de los sufrimientos y miserias ajenas.

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“La paciencia desde Job”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 2 de septiembre de 2021
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mas-paciencia-que-el-santo-jobDe su blog Punto de encuentro

La semana pasada me refería a la paciencia en este Punto de encuentro. Entonces recordaba que la Escritura está llena de exhortaciones a la perseverancia con 16 menciones directas al término “paciencia”. Ser paciente es vivir el presente con confianza, como Jesús, en estado de espera que nos mantiene firmes en nuestra fe, en la vida, en los prójimos y en Dios. Pero faltaba alguna referencia al texto por excelencia: el libro de Job y su protagonista.

En estos tiempos marcados por las prisas, los creyentes tenemos una lección para recordar y sobre todo que vivir con la paciencia -como virtud activa– ante la experiencia del sufrimiento: ¿Dios mío, dónde estás?, se pregunta el inocente que sufre. Deberíamos leer y releer el libro de Job. Yo apunto aquí algunas claves que pueden ayudar a vivir en sana y santa paciencia.

  1. Es importante destacar que el sufrimiento narrado es extremo para que nadie se sienta ajeno a la realidad dolorosísima que puede ocurrirnos en la vida y en varias modalidades: muertes de seres queridos, graves pérdidas materiales e incluso el grave deterioro de la salud. Y por si fuera poco, la permanente tentación que llega desde sus amigos con razones teológicas para que reniegue y maldiga a Dios.
  2. La historia de Job es desconcertante porque, en justicia, él no merecía nada de lo que le estaba pasando; muy al contrario, lo que merecía según su religión era la bendición y prosperidad que vienen de la mano de Dios: a los buenos les va bien, a los malos, mal tal y como se entendía.
  3. El relato plantea una cuestión crucial: si el ser humano puede creer en Dios de forma desinteresada frente a la concepción mercantil (do ut des) de la religión que defienden los amigo de Job, pero que es utilitaria sin que se produzca un verdadero encuentro con Dios. Está en juego la retribución y la gratuidad con Dios en medio de la realidad sufriente. Job no requiere del bienestar para confiar en Dios, a quien no enjuicia.
  4. Job espera en Dios desde su honradez sin relacionar su fe con su mala suerte. Llega a maldecir el día en que nació: “Que Dios acabe de una vez”, tal era su sufrimiento. Pero no habla mal de Dios y no se desespera aunque no comprende su calamidad que le ha convertido en un apestado social hasta el punto de que es recriminado ¡incluso por sus amigos que fueron a consolarle! por su actitud de fe verdadera.
  5. Protestar contra el dolor que Job entiende de buena fe como injusto, puede ser un testimonio de fe mayor que el de quienes se acostumbran sin esperanza a la injusticia e incluso la justifican para que no lleguen males mayores.
  6. Ninguno, cuando sea probado, diga que es Dios quien me prueba porque Dios no prueba a nadie (Santiago 1, 13). En todo caso, Dios permite que pasen cosas en el devenir de nuestra vida, en aras a la libertad, para mostrarnos cosas mejores y hacernos mejores: Dios hace concurrir todas las cosas para el bien de los que le aman.
  7. Todo no tiene explicación en este mundo, mas todo tiene un propósito. Hay dos preguntas que son recurrentes en el sufrimiento: ¿por qué? y ¿para qué? Pero este tipo de preguntas no suelen tener respuesta. Si acaso, a posteriori desde la experiencia de fe como les pasó a los discípulos, que no entendieron nada de lo que le venía encima a Jesús y se acobardaron llenos de angustia. Si Job finalmente logra su restauración y es colmado de explicaciones es para que no olvidemos que Dios es más fuerte que el mal y que u lógica, desconocida para nosotros, es mucho más justa que la nuestra.
  8. Confiar en el amor de Dios.La historia de Job termina en que Dios restaura y mejora la vida que había tenido antes de sobrevenirle las desgracias. Job forma una nueva familia, mucho más fecunda que la primera, prospera económicamente más que antes y su fama como hombre bendecido se extiende por todas partes lleno de salud. El autor bíblico quiere expresar que todo es gracia y a Dios nadie le gana en amor misericordioso.
  9. En la Biblia, la queja y la esperanza van de la mano. Lo vemos sobre todo en Job y en muchos salmos. No es posible encontrar una explicación racional del sufrimiento. Pero la fe nos saca de la resignación para lograr una actitud de humildad esperanzada, de aceptación ante el sufrimiento injusto o inevitable y de lucha por mejorar aquello que todavía es posible.
  10. Con Dios es necesaria la confianza que necesita de la paciencia, ya que sus tiempos no son nuestros tiempos. Pero sus promesas se cumplen y son mucho más generosas que nuestros deseos. La respuesta de Dios a Job me confronta a mí también, sabiendo que su propósito es más elevado que mi entendimiento. Y que lo mejor es confiar en Él. Hoy no es siempre. En definitiva, liberación y acción de gracias acaban siendo lenguaje divino.

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Gonzalo Haya: Año de la Biblia (noviembre). Libros sapienciales (I).

Martes, 3 de noviembre de 2020
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Un-hombre-estudia-la-Bibliaestudios-biblicosIntroducción

Los temas sapienciales, como los poéticos, están dispersos en los libros de la Ley y en los Profetas, pero de manera específica se encuentran en el  tercer grupo del canon hebreo denominado Escritos. La clasificación de los libros de este tercer grupo es más discrecional; nosotros hemos adoptado la clasificación como históricos, poéticos, y sapienciales, y hemos incluido en este último Proverbios, Eclesiastés, Job, Eclesiástico, y Sabiduría.

No es fácil definir en qué consiste la sabiduría, pero todos entendemos que se trata de una reflexión sobre los grandes problemas humanos (sabiduría teórica) o de una apreciación sensata sobre nuestro comportamiento diario (sabiduría popular).

La sabiduría de Israel se desarrolló en el ambiente de la sabiduría babilónica, egipcia, siropalestina, y griega. Algunos de sus escritos consideran la sabiduría como un don de Dios, incluso como una manifestación del mismo Dios, pero siempre expresada como una reflexión propia, a diferencia de los profetas que consideraban su predicación como “oráculo del Señor”. Veremos también que algunos de estos escritos sapienciales son reflexiones basadas en la experiencia humana sin referencia a ninguna ley divina ni a ningún don especial de Dios, porque las reflexiones de una conciencia honrada ya son un don de Dios: “Toda sabiduría viene del Señor” (Eclesiástico 1,1).

En una teología no-teísta, sin un Dios que hable con Moisés y escriba sus mandamientos en una tabla, ¿qué diferencia hay entre un profeta, un salmista, y un sabio? Creo que la diferencia está más en la expresión que en la intuición de donde brota. El profeta interpreta esa intuición como una comunicación de Dios y habla como su portavoz; el salmista la interpreta como sentimiento personal o colectivo; el sabio, como fruto de su experiencia en la vida. Esa sabiduría, esa intuición, ¿es humana o divina? Es una manifestación del espíritu, que es a la vez humano y divino, porque el espíritu es una participación de Dios.

Sicre encuadra la sabiduría israelita en tres etapas: A) Desde los orígenes hasta el siglo VI. B) La  crisis de los siglos V – III. C) Etapa final III a. C. hasta I d. C.

Evolución de la sabiduría de Israel

A) Desde los orígenes hasta el siglo VI

Salomón (s. X) es el gran referente de la sabiduría israelí, a él se le atribuyen los libros posteriores. La etapa de esplendor que vivió Israel, y los contactos con la cultura egipcia y siropalestina suponen para el pueblo la época cumbre de su historia. Tenemos abundantes testimonios sobre Salomón en el Libro de los Reyes; su sabiduría es un don de Dios, gobierna con justicia, tiene amplios conocimientos, y emprende la construcción del Templo.

Proverbios c. 10 a 31. Tratamos ahora de los capítulos 10 a 31, que son el texto original de este libro, y dejamos para su época los capítulo 1 – 9 que fueron añadidos hacia el siglo IV a. C.

Estos capítulos son  el primer texto sapiencial escrito, aunque se pueden encontrar diversos pasajes de sabiduría desde el Génesis hasta los libros históricos y los profetas. Su título en el texto hebreo es Proverbios de Salomón, y en la Vulgata Libro de los Proverbios.

Este libro es una recopilación de dichos populares, refranes, sentencias, aforismos, enigmas, poemas o instrucciones, de muy diverso origen, reunidos y amparados en el prestigio del rey Salomón. No trata de grandes cuestiones teológicas, aunque en el fondo está el convencimiento de que existe un orden en la creación que el sabio ha de investigar, pero que se manifiesta también en la sensatez y la sabiduría popular. Este orden de la creación debe ser respetado por todos para mantener el orden social, la ética, y las buenas costumbres ciudadanas.

Se recogen aquí cuatro colecciones de dichos procedentes de los siglos VIII al V a. C. La primera (10,1 – 22,16) está atribuida a Salomón y trata de la conducta personal y familiar, el orden social y las riquezas: “Quien acepta la corrección camina a la vida / quien desprecia la corrección se extravía”; “El ser humano proyecta su camino / pero es el Señor quien dirige sus pasos”; “La mujer sabia edifica su casa / la necia la arruina con sus manos”.

La segunda (22,17 – 24,34) recoge dichos de otros sabios sobre la justicia, la prudencia, los buenos modales, las instrucciones paternas, y la embriaguez: “Escucha a tu padre que él te engendró / y no desprecies a tu madre, aunque envejezca”.

La tercera (25 – 29) está atribuida a “nuevos proverbios de Salomón, recopilados por los hombres de Ezequías, rey de Judá”: “Es gloria de Dios ocultar cosas / es gloria de reyes investigarlas”; “El hierro se aguza con hierro; / la persona, en contacto con su prójimo”.

La cuarta (30 – 31-9)  recoge dichos atribuidos a dos sabios no israelitas. Agur trata del escéptico y del creyente “No he aprendido sabiduría / no conozco la ciencia santa. ¿Quién subió hasta el cielo y luego bajó?”. Lemuel, rey de Masá transmite “Palabras… que le enseñó su madre”, “¿Qué decirte, hijo mío / hijo de mis entrañas, / hijo de mis promesas? / Que no entregues tu energía a las mujeres, / ni tu vigor a las que pierden a reyes”.

El libro termina con la descripción de la mujer ideal (31,10-31) que ha servido durante muchos siglos como modelo de la mujer cristiana.

B) La Crisis de la idea de Dios. Siglo V–III

A finales del siglo VI, con el decreto de Ciro, Israel vuelve  de la cautividad en Babilonia e inicia  la restauración del Segundo Templo de Jerusalén; pero la experiencia de la destrucción del Templo y de la nueva esclavitud había socavado su ciega confianza en la alianza con Dios, que ellos habían entendido como incondicional e infalible.

Esta situación, junto con el contacto de una cultura superior como la griega, provocó un ambiente de escepticismo y un replanteamiento de sus relaciones con Dios, especialmente referido al problema del mal, que ya no podía explicarse como castigo por los pecados, porque también afectaba, tanto o más, a los justos y a todo el pueblo.

Eclesiastés, tambien conocido como Qohélet, El Predicador (Ecl) s. IV–III a. C.

Aunque el libro es atribuido a Salomón, el autor es un “hombre de la asamblea” (eclesiastés), que confronta su sabiduría con su experiencia de la vida, y escribe una especie de diario en el que se muestra serenamente desengañado, pero mantiene su fe a pesar de la crisis de los valores tradicionales.

Su reflexión no parte del dolor como Job, pero sí del hastío incluso de una vida holgada: “Entonces reflexioné sobre todas mis obras y sobre la fatiga que me habían costado, y concluí que todo era ilusión y vano afán, pues no se saca ninguna ganancia bajo el sol… Así que quedé decepcionado de todo mi trabajo y fatiga bajo el sol” (2,1-20).

Tampoco llega a una solución religiosa como Job, sino a una solución práctica mediante el disfrute de los placeres sencillos: “Así que yo recomiendo la alegría, porque no hay más felicidad para el ser humano bajo el sol que comer, beber y disfrutar, pues eso le acompañará en sus fatigas durante los días que Dios le conceda vivir bajo el sol” (8,15).

Los comentaristas se preguntan por qué este libro está en el canon hebreo y cristiano. El autor se presenta como hijo de David (1,1) y concluye recomendando el temor de Dios y la observancia de los mandamientos (12,9-14), aunque este texto parece añadido por el editor del libro. Habla de Dios, pero es un Dios distante poco implicado en la historia de los mortales. Su principal mérito puede estar en que se plantea los problemas con honradez intelectual, sin acudir a las falsas soluciones piadosas, “sigue creyendo en Dios a pesar de las desilusiones de la vida” (Sicre), y “en él la sabiduría se apea, llega al borde del fracaso; así encuentra su límite y se salva” (Schökel).

Libro de Job  IV – III a. C.

Este libro es una especie de novela de tesis sobre las relaciones de Dios con el ser humano y especialmente sobre el tema del mal que afecta a los justos, y en mayor medida que a los pecadores. Su autor vivió después del destierro, conoce perfectamente los Salmos y los libros de los profetas, tiene experiencia de la vida, y examina sus creencias con gran honradez intelectual.

Tiene como protagonista a Job, un personaje legendario, ”justo, honrado, respetuso de Dios, y apartado del mal”, que vive en un país extranjero. Este personaje ha quedado como ejemplo en la tradición israelita, en la cristiana (Santiago 5,11), y en el Corán.

Está estructurado en dos planos, uno espiritual de diálogo entre Dios y Satán sobre la fidelidad de Job, que Satán cree meramente interesada  y propone enviarle desgracias para comprobar si mantiene su fidelidad (1,6-9). El segundo plano se juega en la tierra entre las quejas de Job por sus sufrimientos, “Maldito el día en que nací,  y la noche que anunció: ha nacido un varón… ¿Por qué no morí en las entrañas… ahora descansaría en paz…con esos reyes que se hacen construir mausoleos… Allí acaba la agitación de los canallas…” (3,1-26)  y del sufrimiento de muchos justos que sufren como él más desgracias que los malvados que no respetan a Dios ni los derechos de sus conciudadanos. A estas quejas responden los diálogos de los tres amigos que le apremian a indagar algún mal oculto que haya cometido para que se arrepienta y Dios cese en el castigo que le envía (capítulos 4-37).

Ante la enseñanza tradicional, de que Dios premia a los buenos y castiga a los malos, Job se rebela y plantea con crudeza la realidad “¿Por qué siguen vivos los malvados  y al envejecer se hacen más ricos?…. ¿Me queréis  consolar con vaciedades? Vuestras respuestas son puro engaño” (21,17-34). (Algunos, hoy, dicen lo mismo).

Finalmente Dios se manifiesta a Job (38-41), y le hace ver la incapacidad del hombre para comprender su modo de actuar. Esta visión le transforma y “Job respondió al Señor: reconozco que lo puedes todo, y ningún plan es irrealizable para ti; yo, el que empañó tus designios con palabras sin sentido, hablé de grandezas que no entendía, de maravillas que superan mi comprensión… te conocía sólo de oídas, ahora te han visto mis ojos; por eso me retracto y me arrepiento echándome polvo y ceniza”. (42,1-6).

Los discursos académicos de pretendido consuelo que le hacen sus tres amigos pueden resultar tediosos, pero conviene hacerse una idea de ellos porque siguen aplicándose después de 25 siglos, y nos invitan a indagar una imagen de Dios más realista y sincera. Tenemos que integrar la experiencia del dolor y de la muerte con el despliegue de la vida y el misterio de Dios amor.

Probablemente su solución final no satisfaga a muchos, porque apela a una experiencia personal de Dios que cambia nuestras rutinarias respuestas, e invita a la aceptación de su proyecto. Con la mera razón discursiva no se encuentra una explicación concluyente (“La imposible Teodicea” de Juan Antonio Estrada); es necesario sentir la experiencia de la justicia y del amor, la experiencia de Dios, como nos dice el autor del libro de Job.

Vídeos de la Escuela de Formación en Fe Adulta (EFFA) 

José Luis Sicre: Libros poéticos y sapienciales. El profesor Sicre hace un comentario general a los conceptos de sabio y sabiduría y glosa algunos libros con más detalle, como por ejemplo el libro de Job y el Eclesiastés o también llamado Cohelet.

Bibliografía

José Luis Sicre: “Introducción al Antiguo Testamento”. Ed Verbo Divino, 2016. c.  21 El fenómeno sapiencial.

Xabier Pikaza: “Ciudad Biblia. Una guía para adentrarse, perderse y encontrarse en los libros bíblicos”. Ed verbo divino 2019. Antiguo Testamento 5 Libros sapienciales.

John Shelby Spong, obispo anglicano: “Orígenes de la Biblia”, c. 23 y 26. Traducción digital facilitada por: Asociación Marcel Légaut, http://marcellegaut.orghttp://johnshelbyspong.es

Luis Alonso Schökel: Nueva Biblia española. Ed Cristiandad 1975. Introducción a cada uno de estos libros.

Biblia Traducción Interconfesional (BTI). Ed Biblioteca de Autores cristianos, Editorial verbo divino, Sociedades Bíblicas Unidas, 2008. Introducción a cada uno de estos libros tanto de los pertenencientes al canon hebreo como de los deuterocanónicos.

Fuente Fe Adulta

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” Job y ¿Quién mató a mi padre?”, por Carlos Osma

Sábado, 10 de octubre de 2020
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father-1633655_1920De su blog Homoprotestantes:

Hace un par de semanas leí el libro de Edouard Louis ¿Quién mató a mi padre?(1), una especie de diario donde el autor hace reflexiones dirigidas a su padre. La relación con él no había sido buena, lo sabemos porque en un libro anterior: Para acabar con Eddy Bellegueule(2), Edouard narra su experiencia como gay en una familia obrera francesa, y explica el rechazo que sufrió por parte de su entorno, entre ellos su padre. Al leer el libro no pude evitar hacer conexiones con el libro de Job, y me pregunté cuáles eran las similitudes y las diferencias entre ambas reflexiones para reflejan experiencias de abuso y marginación por parte de familiares o amigos.

Lo interesante de ¿Quién mató a mi padre? es que Edouard Louis no se centra en sí mismo y en la homofobia padecida por una de las personas que debía protegerle y amarle, sino que trata de entender los poderes que habían intervenido en la vida de su padre para actuar como lo hizo. Louis no oculta su profundo dolor: “Contar la historia de tu vida es escribir la historia de mi ausencia”, pero es capaz de ver como las personas pobres como su padre han sido utilizadas por el sistema como objetos para producir beneficios. De ahí la insatisfacción, la necesidad de huir de la realidad, después la caída en el alcohol, la enfermedad, el despido por no ser productivo, y finalmente la amargura. “La historia qeu aprendíamos en la escuela no era tu historia. Nos enseñaban la historia del mundo y tú te habías quedado al margen del mundo”. Todo eso lleva a Edouard Louis a hacer una crítica de las políticas que generan tanto dolor en personas como su padre. De los políticos dirá: “La política no cambia sus vidas, o lo hace bastante poco. Esto también es curioso, ellos hacen la política, pero la política apenas tiene ningún efecto sobre sus vidas”. Sin embargo, esas políticas sí la tienen para personas como su padre: “Hollande, Valls, El Khomri, Hirsch, Sarkozy, Macron, Bertrand, Chirac. La historia de tu sufrimiento tiene nombres y apellidos. La historia de tu vida es la historia de esa gente que se ha ido turnando para acabar contigo. La historia de tu cuerpo es la historia de esos nombres que se han ido turnando para arruinarlo. La historia de tu cuerpo acusa la historia política”.

Al leer el libro de Job, nos encontramos a una persona cuya situación de sufrimiento no es atendida por los demás con empatía, sino con juicio y añadiendo culpa. ¡Algo has hecho para que te ocurra esta desgracia! Job se dirige al cielo porque sus amistades más cercanas lo abandonan, se sitúan en el bando de la ortodoxia, de quienes ostentan el poder y la influencia para convertirlo en un pecador. Y me preguntaba qué pasaría si además de dirigirse al cielo, Job hubiera reflexionado sobre las razones que llevaron a sus tres amigos a tratarlo de una forma tan inhumana. Evidentemente no puedo responder a esa pregunta, no conozco a Bildad, Sofar y Elifaz, pero sí a personas cercanas que han actuado conmigo de una forma semejante por mi orientación sexual. No quiero hacer una comparación entre el sufrimiento de Job y la bendición de mi orientación sexual, sino entre nuestros ortodoxos amigos.

Si tengo que destacar una característica, es la falta de empatía, lo cual sorprende de personas que dicen dirigir su vida con el amor de dios (el suyo es en mayúsculas claro). Y la falta de empatía, según indican muchos estudios psicológicos, está relacionada con problemas afectivos en la infancia, por ejemplo. La falta de empatía suele ir acompañada con la rigidez, con negarse ni siquiera a valorar que pueden estar equivocados. Y la rigidez de pensamiento es la materialización del miedo y la inseguridad, algo que no debería extrañarnos, porque muchos discursos religiosos están dirigidos a personas a las que les da miedo el mundo cambiante en el que viven y necesitan que les proporcionen verdades inamovibles para bajar su nivel de ansiedad. Por último, y para no alargarme, he observado también que muchas veces las personas más rígidas y menos empáticas no han tenido, o han perdido, un entorno familiar estable, a lo que suele sumarse la falta de una red de amistades fuerte, por lo que se sienten solas. Por eso, si tienen que decidir entre una amiga, un hijo, una hermana, un padre o una tía LGTBIQ, y la comunidad cristiana LGTBIQfóbica de la que forman parte y que les proporciona un entorno de relaciones personales de las que carecen, pues se decantan por la segunda opción.

En cuando a Job, si nos centramos ahora en nuestra experiencia eclesial, creo que es un ejemplo a seguir para los cristianos LGTBIQ porque él no se resigna y se convierte en insumiso de un sistema teológico que no responde a su experiencia. Job nos sitúa no solo ante la crisis de un ser humano, sino ante la crisis de una teología que producía víctimas, o que no es una ayuda para ellas. Porque Job, como Edouard Louis y su padre, “no es víctima de Dios sino de la violencia humana; es el chivo expiatorio sobre el que su grupo social carga sus propios males y expulsa fuera de su seno”(3). Y las personas LGTBIQ estamos en nuestro derecho de preguntarnos qué hemos hecho nosotros para ser el chivo expiatorio de las comunidades cristianas en las que crecimos, pero en realidad la pregunta más pertinente sería por qué nuestras comunidades necesitan chivos expiatorios. ¿Qué tapan con su LGTBIQfóbia? ¿Por qué dan la espalda al evangelio? ¿Por qué eligen la ortodoxia en vez de la empatía? Mi experiencia me dice que la respuesta es que su teología está agotada, acabada, muerta. Porque el Espíritu hace años que les abandonó.

La no resignación ante los poderes que intentan hundirnos creo que es un elemento interesante del libro de Job, algo que nos puede ayudar como cristianos LGTBIQ. “¡Lejos de mí daros la razón! No renunciaré a mi honradez hasta que muera. Me aferro a mi inocencia, no cederé libre de reproche hasta el último de mis días”(4). También el hecho de hacer discursos de contrapoder, discursos que se opongan a los que los poderes LGTBIQfóbicos han impuesto como únicos válidos. Es posible, como en Job, que esos discursos de contrapoder no sean lo más precisos posibles, o que no lleguen a encontrar una respuesta definitiva para acabar con una teología que se impone para oprimir. Pero siempre es necesario que alguien haga el primer paso para que otros puedan llegar a la meta. Y creo que eso es lo que hace Job, no ofrece todas las respuestas para hundir la doctrina de la retribución, pero es un eslabón de la cadena que acabará por hacerlo. Nosotros solos no podremos dar siempre y en todo momento respuestas a las lecturas y mensajes LGTBIQfóbicos de las iglesias que dejan caer todo su odio sobre nosotros, pero debemos seguir trabajando para que finalmente la teología de odio que muchos abrazan como divina, sea abandonada.

Para acabar diré que en Job la dependencia de dios es absoluta, nada ocurre que él no permita. Por un lado, es una actitud que podemos entender como infantil y poco reflexiva, pero por otro la veo muy acertada porque Job no se deja robar a dios. No deja a dios en manos de los poderes que le culpabilizan, sino que se dirige a él para encontrar respuesta y salvación. Edouar Louis no habla de dios en su libro, pero leído desde una óptica cristiana ¿Quién mató a mi padre? nos interpela a vivir un cristianismo con los pies en el suelo, que analice cuáles son las verdaderas causas de nuestro sufrimiento y del de las personas que tenemos alrededor, para intentar erradicarlas. Y este cristianismo real y encarnado, no se opone en ningún momento a la convicción de la absoluta dependencia del poder de dios. El mundo fue entregado al ser humano para que lo cuidara y lo protegiera, un mundo que tiene su sentido de existencia, para nosotros los creyentes LGTBIQ, en el amor de dios.

Carlos Osma

NOTAS:

(1) Louis, E. ¿Quién mató a mi padre? (Ediciones Salamandra. Barcelona, 2019).

(2) Louis, E. Para acabar con Eddy Bellegueule. (Ediciones Salamandra. Barcelona, 2015).

(3) Trebolle, J. & Pottecher, S. Job (Editorial Trotta. Madrid, 2011), p.208.

(4) Job 26,5-6.

Consulta dónde encontrar “Solo un Jesús marica puede salvarnos”

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“Job para la comunidad LGTBI+”, por Carlos Osma.

Miércoles, 20 de septiembre de 2017
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en-tierraDe su blog Homoprotestantes:

Si los cristianos LGTBI+ hiciésemos una selección de libros de la Biblia donde escuchamos con más claridad la Palabra de Dios dirigiéndose a nosotras, con toda seguridad Job no faltaría. El autor de esta obra elige como protagonista a un hombre que no solo no era judío, sino que formaba parte de un pueblo, el edomita, percibido como enemigo por los israelitas. De hecho “Edom ha seguido siendo en el judaísmo el nombre que describe crípticamente a los estados o poderes que persiguen a los judíos(1). Y no hay más que escuchar hoy los mensajes de la ortodoxia cristiana, que hace de nosotras y nuestra supuesta ideología de género” el poder demoníaco que la amenaza, para entender que la experiencia del edomita Job refleja en buena parte la nuestra.

Comienza la obra con un Dios que se muestra satisfecho por la actitud y el comportamiento de su siervo Job: “Ciertamente no hay otro como él en la tierra: hombre justo y honrado(2), a lo que Satán, una especie de fiscal de la corte celeste, responde: “¡lánzale tu mano, toca lo que es suyo!, ¡a ver si no te maldice a la cara!(3). Y tras el permiso de Dios para que Job fuese puesto a prueba por Satán, con la condición de que no tocara su cuerpo, el tentador acabó con sus siervos, su ganado y finalmente con sus hijos e hijas. Cuando Job recibió la noticia de que lo había perdido todo, mostró su dolor: “se rapó la cabeza y se arrojó por tierra, prosternándose(4)” y exclamó: “¡Desnudo salí del vientre de mi madre y allí volveré desnudo! Dios dió, Dios quitó; ¡bendito sea el nombre de Dios!(5). De esta manera se mostró respetuoso ante la voluntad divina.

Nuestro protagonista es presentado en un estado de perfección paradisíaco, desde donde se erige como ejemplo a imitar, él es sin duda el ideal al que aspira el patriarcalismo. Digamos que Job es un hombre “como Dios manda”, un hombre de éxito y un ejemplo para la sociedad en la que vivía, su vida es la confirmación de la teología del momento: “quien asume su lugar en el mundo patriarcal, tiene éxito y todo le va bien”. Como indica con acierto Satán, desde esta posición es fácil ser íntegro, por eso el enviado de Dios le hace caer de la cúspide y le desposee de todo aquello que lo convierte en un modelo positivo de masculinidad. No parece importarle demasiado al autor cómo se siente Job por la pérdida de sus hijos e hijas, si fuera así podría haber escrito una obra entera para explicarnos sus sentimientos, pero prefiere centrarse en la situación de un hombre que ha recibido la afrenta de perder sus riquezas, y lo que es más importante, de no tener ya una descendencia que recuerde su nombre. Job de un plumazo, es expulsado del centro de poder heternormativo de su tiempo y es empujado a los márgenes de la sociedad, esa en la que vivían los perdedores, los pecadores.

Eso es lo que somos las personas LGTBI+ a ojos de la religiosidad legalista, personas desposeídas de la dignidad suficiente para ser ejemplo de cualquier cosa. Seres humanos lanzados por la heteronormatividad desde lo alto de la cúspide de la sociedad a lo más bajo e indigno justo en el momento en el que nos atrevemos a mostrarnos íntegros y agradecidos con la diversidad con la que Dios nos ha bendecido. Y al recibir la noticia de que hemos perdido todo aquello que nos hace respetables para nuestras iglesias, nuestras familias o amistades, tenemos la opción de comenzar a gritar y a revolvernos sobre nosotros mismos añorando volver al Edén perdido. Muchos hemos pasado por ahí durante años, implorando el perdón con cada una de nuestras acciones. También podemos renegar del Dios al que hemos seguido, porque quizás simplemente lo hacíamos por inercia cuando todo nos iba de maravilla. O finalmente podemos entender que nuestro seguimiento no depende del lugar donde el Satán de la homofobia, la bifobia y la transfobia nos haya colocado. Que desde cualquiera de los escalones de la pirámide social, aunque sea el último, podemos trabajar por la justicia, podemos servir a Dios. Porque la denuncia del Satán que nos humilla, de la transfobia, homofobia, bifobia, del machismo… se puede hacer desde cualquier lugar; pero no hay grito más constante, o acción más decidida, que la de aquellos y aquellas que ya no pueden descender más, y que se abandonan a la voluntad divina para destruir pirámides y construir un mundo nuevo donde todos los seres humanos tengan el mismo valor.

Ante la muestra de fidelidad de Job, Dios se alegra ante Satán: “Aún se aferra a su integridad, pese a que me incitaste contra él para que lo destruyera de balde(6). A lo que el destructor responde: “ponle la mano encima y tócale huesos y carnes…, a ver si no te maldice a la cara(7). Y tras recibir el permiso divino con la condición de que no le quitara la vida, Satán “hirió a Job con escoriaciones malignas de la planta del pie a la coronilla(8). Pero Job se mantuvo firme incluso cuando su esposa le incitaba a que maldijera a Dios y se muriese. Su respuesta contundente: “hemos de aceptar de Elohim el bien, y ¿acaso no hemos de aceptar el mal?(9).

La heteronormatividad, no sólo tiene un impacto en nuestras relaciones o en la manera que la que la sociedad nos percibe, también lo tiene sobre nuestro cuerpo. Sabemos exactamente como son los cuerpos que la heteronormatividad construye, y como deben expresarse dependiendo del género que se impone. Y para conseguir la aceptación muchas personas torturan su cuerpo en un gimnasio, toman vitaminas, anabolizantes, o se ponen silicona en cualquier parte del cuerpo. Otras van un paso más allá y entienden que la castración es la única posibilidad para hacer concordar su género y su sexo. La lucha por la aceptación tiene un precio muy alto en los cuerpos de quienes creen que es posible satisfacer las exigencias heteronormativas, y finalmente acaban por sucumbir, porque si hay algo efímero en nosotras, es nuestro cuerpo. Sí, ese cuerpo que es reducido a la capacidad de gestar en las mujeres, o a los genitales en los hombres gays. A un error de la naturaleza en el caso de las personas trans, a un objeto erótico en el de las mujeres lesbianas, o si hablamos de personas interesexuales, a un lugar de experimentación donde los divinizados doctores eligen cuál es el sexo más conveniente.

Quien no se haya percatado ya de que la ideología heteronormativa ha llagado nuestros cuerpos para hacerlos parecer enfermos y repugnantes, es que prefiere estar mirando hacia otro lado. Y cuando el autodesprecio a una misma y el rechazo al propio cuerpo es tan grande, quizás la tentación de maldecir a Dios y tirarlo todo por la borda se hace presente. Supongo que es la falta de autoestima, de respeto al propio cuerpo, lo que lleva a muchas personas a mantener relaciones sexuales sin protección, a buscar placer a través del dolor corporal, o a encomendarse a doctores sin escrúpulos ni preparación que les rajarán de arriba abajo. Sin embargo Job nos invita a rechazar dichas tentaciones. Incluso cuando la heteronormatividad se ceba con nuestro cuerpo, nosotras podemos mantener la dignidad y no lanzarnos en manos de la muerte. La desesperación puede ser muy fuerte, pero es posible resistirnos, esa es la única forma de acabar con ella. El Satán del libro de Job desaparece para siempre cuando éste se niega a rendirse y maldecir a Dios, ya no aparecerá de nuevo, serán otros los tentadores, pero es posible enfrentarse a ellos cuando una ha sabido sortear la muerte. Cuando ha elegido no maldecir y vivir, cuando ha decidido mirar hacia delante a pesar de todo, proponiéndose respetar el propio cuerpo y construyéndolo en consonancia con la propia identidad, no con la que la ideología del binarismo impone.

Job tiene razones para sentirse decepcionado con el Dios en el que cree, por mucho que diga acepar el dolor que cree que éste le está produciendo, es evidente que se siente dolido, ¿quién no lo estaría? Pero si no reniega de Dios y de la vida, es porque aún le queda alguna esperanza de que ese Dios sea realmente quien le ayude a alcanzar la justicia que como ser humano merece. Y esa es la misma esperanza que tenemos los cristianos y cristianas LGTBI+, lograr que ese Dios que un día creímos que era nuestra enemiga, se ponga de nuestro lado y nos traiga  justicia. No se trata de venganza, el libro de Job no habla de eso, sino de dignidad. Y de descansar en la promesa de que Dios está siempre del lado del oprimido, y que es nuestra obligación denunciar a quienes utilizan su nombre para imponer una ideología de odio y exclusión.

Carlos Osma

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Si deseas leer un artículo relacionado: Teología de la opresión en el libro de Job.

Notas:

  1.  J. Trebolle, S. Pottecher. Job(Madrid; Editorial Trotta, 2011), p.102
  2.  Job 1,8
  3.  1,11
  4.  1,20
  5.  1,21
  6.  2,3
  7.  2,58
  8.  2,7
  9.  2,11

Artículo publicado originalmente en la revista Locademia de Teología

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“Teología de la opresión en el libro de Job”, por Carlos Osma

Jueves, 20 de julio de 2017
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womensDel blog Homoprotestantes:

Dice el libro de los Proverbios que “Ir tras la justicia conduce a la vida, pero ir tras la maldad conduce a la muerte1”, una afirmación que si se lee en dirección contraria, “la vida es el premio a la justicia y la muerte a la maldad” nos permite aproximarnos a la teología de la retribución, que durante siglos gozó de aceptación incondicional en el judaísmo, y que todavía se mantiene en el imaginario de muchos cristianos, o incluso en personas que se reconocen ateas o agnósticas. Algo difícil de entender si uno es sensible a lo que ocurre a su alrededor, pero lamentablemente, la teología se hace a menudo intentando no entrar en contacto con realidades que puedan desmentirla. Por eso se las expulsa antes de que puedan expresarse, antes de que puedan desenmascarar que nuestras verdades teológicas son simplemente puntos de vista parciales y a menudo al servicio de poderes nada divinos.

Las cosas no suelen ser como parecen, y la imagen que nos muestra el libro de Job de éste revolcándose en el suelo entre cenizas para intentar aliviar el picor que las escoriaciones le producían en el cuerpo, mientras sus tres amigos se sentaban alrededor y se arrojaban sobre la cabeza polvo para mostrar el dolor que decían sentir2; puede ser una de las escenas más hipócritas que encontramos en la Biblia. Siempre he dicho que las personas LGTBI+ no somos tan especiales, y que muchos seres humanos antes que nosotras han tenido que enfrenarse con la hipocresía religiosa de quienes dicen amar al ser humano pero no su pecado. Un pecado que previamente ellos han construido artificialmente en laboratorios teológicos al servicio de alguna ideología de la exclusión que pretende divinizar a un colectivo por encima del resto. En nuestro caso el de las personas heterosexuales, o concretamente el de los hombres heterosexuales que son fieles a los roles de género que el patriarcalismo impone.

Muchos teólogos ya han indicado que en el libro de Job “la conjunción de poesía y prosa parece delatar la existencia previa de dos obras independientes3”. Quizás esto explique también la diferencia de actitud entre el Job de la prosa, sumiso completamente a la voluntad divina, y el de la poesía, que no sólo se niega a asumir algún tipo de culpa por lo que le ocurre: “Me aferro a mi inocencia, no cederé libre de reproche hasta el último de mis días4”, se revuelve contra las acusaciones de sus religiosos amigos: “¿Hasta cuando me haréis mal, me aplastaréis a palabras5?”, e incluso dirige duras acusaciones contra Dios: “Contra mí atiza su ira, me considera su enemigo6”. Una actitud, esta última, que suele resultar poco ortodoxa en el cristianismo, sobre todo en aquellas y aquellos que parecen seguir a un Dios de piedra, pero que como nos recuerda Johan Baptits Metz, no es así en el judaísmo: “Cuando se cree en Dios, se le puede decir todo. Se puede estar furioso con Él, se le puede alabar, se le pueden exigir cosas. Sobre todo, se le puede exigir que sea justo7”. Y parece ser que es éste el drama al que se enfrenta Job, al de un Dios injusto, y a la incomprensión de la teología y la cosmovisión de su tiempo que defienden a capa y espada quienes se suponen son sus amigos.

¿Cuántas cristianas y cristianos LGTBI+ no hemos gritado alguna vez a Dios para decirle porqué nos ha hecho así? ¿Porqué nos ha convertido en sus enemigos sin que hayamos hecho nada para merecerlo? Cuantas veces, aferrados a la cosmovisión heteropatriarcal de la divinidad, no hemos creído que Dios era un fiscal que nos declaraba culpables de una manera tan injusta. Por eso el libro de Job habla tan directamente a nuestra experiencia, porque también nosotras hemos chocado con el Dios cruel que la teología de la opresión heteronormativa ha construido, esa que nos desnudaba y hacía enfermar nuestro cuerpo, que lo marcaba y exhibía para provocar a nuestro alrededor desprecio y vergüenza. Esa que nos hacía sentir culpables por ser, sentir o amar de una forma no normativa. Pero hoy, podemos humillarnos, como nos piden desde los púlpitos más homófobos a los que dicen ser más gayfriendly, o podemos como Job negarnos a asumir la culpa y gritar hasta que nuestros gritos derrumben la teología de la opresión en la que hemos sido educadas. Aún desnudos, enfermas y arrojados en un charco de cenizas, podemos mantener nuestra dignidad y decir que son ellos quienes cooperan con el Satán que nos ha traído hasta aquí.

En la época en la que fue escrito el libro de Job, la doctrina tradicional de la retribución, esa que encontramos en otros lugares de la Biblia y que viene a decir que a quienes les van bien las cosas es porque son fieles a la voluntad de Dios, y a quienes les van mal es porque no lo han sido; había entrado en crisis. Los amigos de Job son los defensores de esa teología y por eso, a pesar de lamentarse por la situación de su amigo, están convencidos de que se merece lo que le ocurre. Su buena acción, consiste en hacer descubrir a Job su error, que acepte su pecado y que pida perdón. No se habla de amor por ningún lado, pero parece que es el amor lo que les mueve para ir a socorrer a su amigo. Sin embargo tras rascar un poco, lo que el libro de Job nos dice es que Elifaz, Bildad, Sofar y Elihú más que estar preocupados por su amigo, lo están por su teología, y que más que defender la acción de Dios, están intentando aferrarse a una teología que hacía aguas delante suyo. Y así los encontramos, intentando hablar desde la teoría, desde la abstracción, desde las palabras y reflexiones de los sabios, pero sin que en ningún momento su discurso tenga en cuenta la experiencia de Job. Están delante suyo, pero no lo ven. O mejor dicho, no lo quieren ver, no sea que ese pecador, ese desecho de la naturaleza, pueda poner en jaque todo aquello en lo que hasta ahora habían creído. Se aferran a su mundo, y para eso, necesitan que Job reconozca que es un pecador.

También la teología de quienes pretenden culpabilizar a las personas LGTBI+ está tocada de muerte. Esa teología que diviniza el literalismo, la bibliolatría, que se vanagloria de ignorar las aportaciones de las ciencias o que pretende borrar la experiencia del ser humano de cualquier reflexión. Y aunque es evidente que no está amenazada únicamente por la experiencia de las personas LGTBI+, son ellas las que actualmente visibilizan con más claridad las carencias que esta teología posee para responder a la realidad del mundo en el que vivimos. Los fundamentalistas, literalistas, tradicionalistas e integristas, son nuestros cuatro amigos que dirigen sus condenas hacia nosotras esperando que nos rindamos, que pensemos con las categorías de su ideología de la opresión y nos declaremos culpables para así mantener indemne su mundo heteronormativo. Decía Bertrand Russell que “el poder es desnudo cuando los que están sometidos a él lo respetan únicamente porque es poder y no por otra razón8, pero en el libro de Job se dice de manera certera que ese poder que ha puesto nuestro cuerpo a la intemperie, puede dejar de ser un poder desnudo para nosotras. Ya no lo necesitamos, debe haber algún error en esa teología, en ese Dios que nos han enseñado. Es necesario desprendernos de ella y hablar con Dios directamente, como Moisés, como Abraham, o como Job; para que desde la experiencia con Dios de las travestis, los transexuales, gays, bisexuales, de las lesbianas, de las personas queer, de las desheredadas; podamos construir una teología nueva que sea más humana.

Es cierto que el libro de Job parece no dar una respuesta clara a las preguntas que propone, probablemente su valor reside en saber cuestionar una teología que genera sufrimiento sin la seguridad de poder ofrecer una alternativa. Podemos entender el libro de Job como un primer paso para la huida de un mundo opresivo, ese que se da por dignidad, por supervivencia, por respeto a una misma, sin saber exactamente cuál será el siguiente paso a seguir. Serán otros libros escritos posteriormente quienes sí darán respuestas a las preguntas que esta obra había dejado en el aire. Sin embargo las palabras de Dios en la última parte del libro dejan muy clara la seguridad de que quienes defendían la teología dominante de su época estaban equivocados :”Después de haber hablado Dios con Job, se dirigió a Elifaz, el Temaní, para decirle: Encendido estoy de ira contra ti y tus dos amigos por no haber dicho verdad sobre mí, al contrario que Job, mi siervo9”. Y es que de lo que no podemos dudar es de que a Dios le ofende profundamente los discursos de odio que las comunidades cristianas dirigen a las personas LGTBI+ con el agravante de mentir diciendo que las aman, cuando simplemente tienen miedo a sentirse perdidas en un mundo donde su teología no ofrece una respuesta global satisfactoria. Millones de cristianos y cristianas LGTBI+ pueden no saber que responder a las condenas de la ortodoxia, pero no deberían mantenerse calladas ni conformarse con la queja continua, sino que pueden “salir de sí mismas y convertir su trono de estiércol en una cátedra de sabiduría” desde donde expresar que hay una profunda contradicción entre la enseñanza y la praxis de Jesús y la de sus seguidores homófobos.

La tortura de Job terminó cuando intercedió por sus amigos10, por aquellos que con su discurso le habían hecho sentirse abandonado y solo. Dejando claro que no había voluntad de venganza, sino de mantener los brazos fraternos. Resuena en esta acción el evangelio de Jesús, la teología del amor, esa que finalmente logrará responder a las preguntas que Job dejó en el aire. Y es quizás esa teología la que puede ayudarnos a entender mejor a Dios, y saber que no es nuestro enemigo, que nunca lo ha sido. Que está de nuestro lado, de la justicia, y no de quienes han tratado de hacernos daño. Pero una teología que no quiere vencedores ni vencidos, sin negar las responsabilidades que cada cuál haya tenido por situarse en el lado de la injusticia o en el lado del prójimo discriminado. Si hay una salida a la discriminación que infringe la teología de la opresión de nuestros hermanos y hermanas fundamentalistas, esta debe ser para todas y todos. Una salida que esté basada en una teología del amor, del perdón y la reconciliación. Una teología profundamente evangélica enraizada en la empatía, en el situarse siempre del lado del ser humano discriminado incluso antes que en el de Dios. No vaya a ser que como muchas veces ocurre, ese Dios sea simplemente el garante de los privilegios de quienes ostentan el poder. En nuestro caso, el poder heteronormativo.

Carlos Osma
NOTAS:
 
1Pr 11, 19
2Job 2, 7-12
3 J. Trebolle, S. Pottecher. Job (Madrid; Editorial Trotta, 2011), p.113.
4Job 27,6
519,2
619,11
7J.B. Metz, E. Wiesel. Esperar a pesar de todo. (Madrid; Editorial Trotta, 1996), p.97.
8B. Russell. El Poder. Un nuevo análisis social. (Barcelona; Editorial RBA, 2010), p.91.
9Job 42,7.
1042,9

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