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El valor religioso de la limosna no está en remediar una necesidad.

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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da3253a9f8751f3430b78afe36008fd4DOMINGO 32º (B)

Mc 12,41-44

Nos encontramos en los últimos versículos del c. 12. Jesús una vez más, enseña. A pesar de que el episodio que hemos leído se reduce a cuatro versículos, tiene una profundidad enorme. Es el mejor resumen que se puede hacer del evangelio. La parafernalia religiosa no tiene ningún valor espiritual; lo que importa es el interior de cada persona. Seguramente el relato fue en su origen una parábola que se convirtió en relato real.

Este simple relato deja clara la crítica de Jesús a la religión de su tiempo. Señala la diferencia entre religión y espiritualidad; entre cumplimiento y vivencia; entre rito y experiencia de Dios. Hoy seguimos dando más importancia a lo externo que a una actitud interior. A la religión sigue interesándole más que seamos fieles a doctrina, ritos y normas. Seguimos estando más pendientes de lo que hacemos que de nuestra actitud vital.

Queda claro el talante de Jesús. Hoy le hubiéramos dicho a la viuda: no seas tonta; no des esas monedas a los sacerdotes; tienen más que tú. Utilízalas para comer. Pero Jesús, que acaba de criticar los trapicheos del templo, descubre la riqueza espiritual que manifiesta la viuda y reconoce que a ella sí le sirve ese modo de actuar, porque es reflejo de su actitud con Dios. Alejada de todo cálculo, se deja llevar por el sentimiento religioso más genuino.

Muchos ricos echaban cantidad. Las monedas se depositaban en una especie de embudos enormes en forma de bocina, colocados a lo largo del muro. La amplia boca de las bocinas de bronce permitía lanzar las monedas desde una distancia considerable. Los ricos podían oír con orgullo el sonido de sus monedas al chocar con el metal. Lo que echó la viuda fueron dos monedas del más bajo valor. Hoy serían dos céntimos, cantidad ridícula.

Os aseguro que esa pobre viuda ha echado en el cepillo más que nadie. El comienzo “en verdad os digo” indica que lo que sigue es muy importante. La idea de que Dios mira más el corazón que las apariencias no es nueva en la religiosidad judía; se encuentra en muchos comentarios del AT. Jesús profundiza en la idea y se la propone a los discípulos como ejemplo de auténtica actitud religiosa. Esta es la originalidad de la propuesta.

Dio todo lo que tenía para vivir. Para captar la fuerza de esta frase final, debemos tener en cuenta que en griego “bios” significa no sólo vida, sino también, modo de vida, recursos, sustento; sería el conjunto de bienes imprescindibles para la subsistencia. Hoy nosotros podíamos emplear otros términos: “víveres” o “sustento”. Dio todo lo que constituía su posibilidad de vivir. Equivaldría a poner su vida en manos de Dios.

Jesús ya había llevado a cabo la “purificación del templo”. Sabemos su opinión sobre la manera como se gestionaba el culto y su crítica al expolio de los pobres en nombre de Dios para que los sacerdotes vivieran como reyes. El templo era el centro económico de todo el país, basada en la obligación de ofrecer sacrificios y de dar al templo el diezmo de todo lo que cosechaban, además de proponer encarecidamente donativos voluntarios. También era el lugar donde todos los judíos, incluso de la diáspora, guardaban sus bienes más preciados.

En contra de lo que solemos pensar, el evangelio nos está diciendo que el principal valor de la limosna no es socorrer una necesidad perentoria de otra persona, sino mostrar una verdadera actitud religiosa. La limosna de la viuda, a pesar de su insignificancia, demuestra una actitud de total confianza en Dios y de total disponibilidad. En nuestra relación con Dios no sirven de nada las apariencias. La sinceridad es la única base para que la religiosidad sea efectiva. No podemos engañar a Dios ni debemos engañarnos con acciones calculadas.

No se trata directamente de generosidad, sino de desprendimiento. Lo que el evangelio deja claro es que el egoísmo y el amor son dos platillos de la misma balanza, no puede subir uno si el otro no baja. Nuestro error consiste en creer que podemos ser generosos sin dejar de ser egoístas. Lo que Jesús descubre en la viuda pobre es que, al dar todo lo que tenía, el platillo del ego bajó a cero; con lo que, el platillo del amor había subido hasta el infinito. Si mi limosna no disminuye mi egoísmo, no tiene valor espiritual.

El evangelio de hoy, ni cuestiona ni entra a valorar la limosna desde el punto de vista del necesitado, porque lo que la viuda echó en el cepillo no iba a solucionar ninguna necesidad. Se trata de valorar la limosna desde el punto de vista del que la hace. Es una perspectiva que solemos olvidar, por eso nuestros donativos terminan valorándose según la repercusión bienhechora que tengan en los destinatarios de la limosna. Es un error.

La limosna de la que hoy se habla no es la que salva al que la recibe, sino la que salva al que la da. La diferencia es tan sutil que corremos el riesgo de hablar hoy de tanta necesidad acuciante y, por tanto, de la necesidad de hacer limosna para remediar esas necesidades. Hoy se trata de dilucidar si ponemos nuestra confianza en la seguridad que dan las posesiones o en Dios, que no nos va a dar ninguna seguridad.

La motivación de la limosna no debe ser remediar la necesidad de otro sino el manifestar el desapego de las cosas materiales y afianzar nuestra confianza en lo que vale de verdad. La cuantía de la limosna en sí no tiene ninguna importancia; solo tendrá valor espiritual si el hacerla, supone privarme de algo. Dar de lo que nos sobra, puede aliviar la carencia de otro, pero no tiene ningún valor religioso para mí. Mi limosna valdrá solo cuando me duela.

El que recibe una limosna puede estar necesitado de lo que recibe; en ese caso, la limosna ha cumplido un objetivo social. Ese objetivo no es lo esencial. El que recibe una limosna, puede aceptarla sin descubrir la calidad humana del que se la ha dado. O puede darse cuenta de que la actitud del otro le está invitando a ser también él más humano. Si esto segundo no sucede, es que la limosna como acto religioso ha fallado para el que la recibe.

El que la da, puede dar de lo que le sobra; o puede ser que se prive de algo que necesita. En el primer caso podía demostrar la renuncia al afán de acaparar y buscar en las riquezas la única seguridad que me tranquiliza. En el segundo, entramos en una dinámica de desprendimiento que expresa auténtica religiosidad. Un necesitado podría dar una limosna al que no la necesita. En ese caso, el objetivo religioso, del que la da, se cumple. A veces no damos limosna, porque pensamos que no va a utilizarse para remediar una necesidad.

Solo cuando das lo último que te queda, demuestras que confías absolutamente. El primer céntimo no indica nada; el último lo expresa todo, decía S. Ambrosio: Dios no se fija tanto en lo que damos, cuanto en lo que reservamos para nosotros. Un famoso escritor actual dijo en una ocasión: solo se gana lo que se da; lo que se guarda se pierde. La viuda, al renunciar a toda seguridad, pone de manifiesto la verdadera pobreza.

Fray Marcos.

Fuente Fe Adulta

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En el Reino todo es al revés.

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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218900532ead951fc31d821b3697dfadMc 12, 38-44

«¿Veis a aquella mujer?»

Imaginemos el inmenso Templo abarrotado de gente. Los sacerdotes paseando en grupos de dos o tres embutidos en sus magníficas vestimentas. Los doctores de la Ley luciendo sus ostentosas túnicas a franjas. Los ricos saduceos echando con estruendo sus monedas de plata en el arca del tesoro. El mármol del Templo brillando esplendoroso bajo los rayos del sol. Sus cientos de columnas de cedro sosteniendo los pórticos interminables y proyectando su sombra sobre los suelos enlosados del mejor mosaico… Todo rezuma grandeza y esplendor.

Y allí en medio, en claro contraste con el resto, hay una pobre viuda insignificante que pasa desapercibida de todos… menos de Jesús: «¿Veis aquella mujer?»… Nadie se había fijado en ella porque a los ojos del mundo era sin duda la última, pero a los ojos de Jesús era la primera… porque en el Reino todo es al revés.

Para el mundo el más importante es el que más tiene; para el Reino el más importante es el que más sirve. Para el mundo el primero es el más dotado; para el Reino el primero es el más necesitado. El Reino no se impone como los reinos del mundo, el Reino se siembra, y cuando cae en buena tierra da el ciento por uno. El Reino se construye de dentro a fuera; crece por la fuerza interior de la Palabra… desde dentro, por conversión, no por imposición; desde abajo, desde el servicio, no desde el poder.

El objeto primero del mensaje de Jesús es el Reino, o lo que es lo mismo, el reinado de los criterios de Abbá en el mundo; unos criterios de locos si los comparamos con los criterios que nos propone el mundo. Veamos:

Bienaventurados los pobres, los humildes, los misericordiosos, los que lloran, los que trabajan por la paz, los limpios de corazón, los perseguidos por defender la justicia… Antes de orar ve a reconciliarte con tu hermano… Si te abofetean la mejilla derecha, ofréceles la otra… Da a quien te pida… Perdona hasta setenta veces siete… Quien aspire a ser grande sea vuestro servidor, y quien quiera ser el primero sea vuestro esclavo… Haced el bien a los que os aborrecen, bendecid a los que os maldicen, orad por los que os atormentan… No juzguéis y no seréis juzgados, no condenéis y no seréis condenados, perdonad y se os perdonará, dad y se os dará… Todo cuanto quisiereis que hicieren con vosotros los hombres, hacedlo también vosotros con ellos…

…Y todo esto por construir; no somos así.

Como decía Ruiz de Galarreta: «El Reino no es huir de la realidad humana, sino dar pleno sentido a toda realidad humana. Por eso, el Reino no es esencialmente renunciar a nada, sino dirigirlo todo hacia ese fin. Ninguna dimensión humana está fuera de esta categoría esencial: medios para construir el Reino»

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Compartir y compartir-se desde la totalidad.

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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viudaMc 12, 38-44

El Evangelio de este domingo es un discurso de enseñanzas de Jesús en continuidad con diversas discusiones que ha mantenido previamente con la “gente de bien” del templo, con los “expertos en Dios”: fariseos y herodianos (12,13-17), saduceos (12,18-27), escribas (12,28-34). En este contexto se ubica la denuncia de Jesús contra quienes utilizan y manipulan la religión al servicio de su ego, sus intereses personales o corporativos y se aprovechan de las viudas.

No olvidemos que en una sociedad tan patriarcal como la de Jesús, las viudas representan uno de los colectivos más empobrecidos y excluidos de Israel por su doble condición: por ser mujeres y por carecer de un varón que las legitime socialmente, las proteja y mantenga. Teniendo en cuenta este dato podemos imaginar la fuerza de la denuncia de Jesús sobre la hipocresía y la corrupción de los escribas y el escándalo que supondría ante el satus quo del templo.

El texto presenta dos tipos de personas: unos hombres prestigiosos que se aprovechan de su situación de privilegio ignorando el sufrimiento de las viudas (escribas) y las mujeres pobres (viudas). Jesús no solo va a condenar a los primeros por sus prácticas manipulativas y corruptas, sino que va a ensalzar y poner como ejemplo ante los ojos de Dios y de los hombres la autenticidad y generosidad de la viuda pobre al compartir y no reservarse lo poco que tiene.

Pero antes de adentrarnos en el significado de este gesto es importante resaltar un detalle que se nos puede pasar desapercibido y que resulta enormemente significativo. Jesús pudo percibir la limosna de la viuda porque su lugar en el templo no era un lugar de privilegio, sino que se ubicó próximo al atrio de las mujeres, un lugar marginal. Este dato es muy importante ya que nos recuerda que donde y como nos situemos en la realidad nos permitirá descubrirla de una manera u otra. Desde los lugares de poder o privilegio, la realidad se percibe de forma muy diferente a como se descubre desde el lugar de la debilidad, la pobreza o la marginación.

Volviendo de nuevo al gesto de la viuda pobre que conmovió a Jesús, ella es símbolo de la entrega en totalidad, de la solidaridad no desde lo que sobra, sino desde lo que se necesita para vivir, de la autenticidad religiosa que es inseparable de la projimidad y de la generosidad con la vida, del compartir y compartir-se en totalidad, como huella de verificación de la experiencia creyente.

También como comunidades cristianas, Jesús nos invita hoy a interrogarnos sobre los lugares desde donde contemplamos la realidad, si son los del poder o los de la debilidad. Nos invita a hacernos conscientes de nuestros privilegios, de cómo los hemos conseguido y de qué hacemos con ellos. En definitiva si nuestra fe se parece más a la del escriba o a la de la viuda pobre del Evangelio. Nos recuerda que la cercanía y la amistad con quienes menos cuentan hoy en nuestra sociedad nos abre también no sólo a su carencia, que reclama justicia, sino a la solidaridad y la generosidad sumergida que habita también el mundo de los empobrecidos y empobrecidas.

Pepa Torres Pérez

Fuente Fe Adulta

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De letrados vanidosos y viudas pobres.

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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IMG_8415Domingo XXXII del Tiempo Ordinario

10 noviembre 2024

Mc 12, 38-44

En cada uno de nosotros vive un letrado, al que le encantan las reverencias, y una viuda pobre, a la vez vulnerable -una viuda pobre era el ser más desvalido en la Palestina del siglo I- y sumamente generosa. Y me parece que no será posible un crecimiento armonioso hasta que no reconozcamos a ambos habitando nuestro interior. El olvido de cualquiera de ellos distorsiona y confunde.

Si olvidamos a la viuda, viviremos seguramente en la impostura de la imagen, en una carrera interminable por lograr reconocimientos de todo tipo, que jamás lograrán saciar nuestra hambre, dado que la necesidad que late tras aquella búsqueda insaciable es como una cuba sin fondo: todo lo que recibe se termina escapando. Habremos olvidado nuestra vulnerabilidad y nuestra generosidad.

Ahora bien, por una parte, ignorar la propia vulnerabilidad nos lleva a vivir en la mentira, porque estamos desconociendo una dimensión inseparable de la condición humana. Solo quien se conoce y se acepta vulnerable puede abrirse a su verdad y ser capaz de compasión. Y, por otra parte, ignorar la generosidad -entendida como bondad- nos hace vivir desconectados de nuestro fondo, que es amor y entrega.

Me parece importante caer en la cuenta de que la ignorancia de esa doble realidad es consecuencia del miedo: tememos la vulnerabilidad y tememos entregarnos. En ambos casos, tememos “perdernos”.

Si, en el otro extremo, olvidamos al letrado, terminaremos igualmente en la impostura, alimentando tal vez una imagen ideal, que ignora necesidades y tendencias egoicas que anidan en todo psiquismo humano.

La sabiduría -de cuya mano vienen la paz, la alegría y el amor- requiere abrazar esas dos figuras en nuestro interior: por un lado, los movimientos egoicos que rompen nuestra imagen ideal; por otro, la bondad humilde y gratuita que constituye nuestra identidad.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Mujeres, pobres y viudas: pero generosas

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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53225_n_19-08-12-0-15-50Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

Las dos lecturas de hoy están centradas en dos mujeres viudas pobres y débiles, pero de buen corazón y generosas.

01. –    El relato de la generosidad.

        Esta pobre mujer viuda del evangelio nos vuelve a recordar y situar en el espíritu de Jesús: una actitud bondadosa, humilde, generosa.

Dios Padre y Jesús aman a los pobres y débiles, sienten una profunda alergia  al orgullo y prepotencia: Dios derriba del trono a los poderosos y enaltece a los humildes, a los hambrientos los colma de bienes y a los ricos despide vacíos… (Lucas 2, 48.53: Magnificat).

02.- Mujer, viuda y pobre.

Llama la atención que Jesús ponga como modelo de comportamiento a una mujer, a una mujer pobre  y a una mujer viuda.

En tiempos de Jesús, en aquel pueblo judío la mujer era  prácticamente decir: “nadie”; porque una mujer pobre y viuda era el prototipo de la carencia de recursos y del desvalimiento. Una viuda en aquel tiempo, además de no tener nada, no era ni sujeto de derechos.

 Esta mujer viuda echa en el cepillo del templo unos céntimos, una cantidad pequeña, pero echa todo lo que tenía para vivir. Los demás damos de lo que nos sobra. Esta mujer tiene un corazón grande: una generosidad sin límite…

03.- Algunas consideraciones:

Se podría decir que este relato de la viuda pobre es la “última palabra” de Jesús (unida al mandamiento del amor) en cuestión moral. Es como el “testamento moral” de Jesús. Y estas últimas palabras las pronuncia Jesús en el Templo, en el sancta sanctorum de Israel.

La conclusión que Jesús nos viene a decir es que el encuentro con Dios no pasa a través del poder cultual o institucional, sino a través del corazón pobre y sencillo, es decir del corazón generoso y abierto a Dios, como el de aquella pobre viuda.

Dios y Jesús acogen un corazón sencillo y humillado.

La moralidad cristiana no se mide por la cantidad, por el brillo o el éxito social, sino por el  buen corazón, por la generosidad y el amor hacia todos, pero sobre todo hacia los humildes: “viudas, huérfanos y emigrantes”, además de los pobres, enfermos, etc.

Generosidad y cantidad no coinciden.

Al comienzo de su actividad pública Jesús había atacado duramente el mercado y tráfico comercial  en el que había caído la religión, el templo y los sacerdotes. Jesús había desaprobado y criticado duramente la fanfarronería y prepotencia de los dirigentes, del clero y había criticado igualmente la mentira e hipocresía como “tono vital” en la que vivían los fariseos y  la clase alta: los saduceos. Jesús ha intentado que los suyos desistan de sus pretensiones de ocupar los primeros puestos y de querer ser los más importantes. Ahora pone como ejemplo de cristianismo a esta pobre mujer viuda

Hace unos días terminaba en Roma el sínodo que había despertado tantas expectativas. Llama mucho la atención – que al finalizar el sínodo se diga que la cuestión de la mujer en la Iglesia -entre otras cosas- “no está madura”.

La pobre viuda, Magdalena, las mujeres que acompañaban a Jesús, Marta y María, la Virgen María vivieron hace dos mil años… ¿Cuánto tiempo se necesita para caer en cuenta de estas cosas? ¿O ya en la Iglesia no leemos en Nuevo Testamento? ¿O quizás en la Iglesia tenemos miedo al Evangelio? ¿O tal vez, tenemos miedo a las ideologías y grupos de poder que pululan en el seno de la Iglesia?

04.- Hoy también hay generosidad.

Gracias a Dios, también hoy en día hay personas  que, parten el pan con el hambriento, que acogen, sirven, dan limosna, trabajo a un emigrante, etc.

La solidaridad con los damnificados de la catástrofe del Mediterráneo de estas semanas es un buen ejemplo de ello.

También hoy hay personas e instituciones que trabajan con una mentalidad más solidaria y menos consumista.

05.- Nosotros.

        Revisemos un poco nuestra vida y analicemos cuál es nuestra actitud respecto de los bienes. ¿Qué uso hacemos del dinero? Somos generosos y  desprendidos para con necesidades de todo tipo que hay en nuestro mundo, quizás en nuestra propia familia, enfermedades, paro, pobreza, misiones, etc…

Procuremos ser buenos y buenos cristianos, pero no tanto legal y cultualmente, sino más bien en la vida: seamos generosos en lo que somos y tenemos…

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“Una viuda pobre como ejemplo de discipulado”, por Consuelo Vélez

Domingo, 10 de noviembre de 2024
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IMG_8450De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del domingo XXXII del Tiempo Ordinario 10-11-2024

Jesús presenta el contraste entre dos personajes: los escribas y una viuda pobre

El “honor”, tan importante para los escribas en la sociedad judía, no cabe entre los valores del reino

Jesús hace una denuncia del comportamiento de los escribas: devoran los bienes de las viudas, mientras que una viuda pobre echa todo lo que tiene para vivir

El discipulado va en la línea de aquella viuda pobre que da lo que tiene para vivir porque su amor es efectivo, su solidaridad entrañable.

Decía también en su instrucción:

Guárdense de los escribas, que gustan pasear con amplio ropaje, ser saludados en las plazas, ocupar los primeros asientos en las sinagogas y los primeros puestos en los banquetes; y que devoran la hacienda de las viudas so capa de largas oraciones. Esos tendrán una sentencia más rigurosa.

Jesús se sentó frente al arca del Tesoro y miraba cómo echaba la gente monedas en el arca del Tesoro; muchos ricos echaban mucho. Llegó también una viuda pobre y echó dos moneditas, o sea, una cuarta parte del as. Entonces llamando a sus discípulos, les dijo:

+ Les digo de verdad que esta viuda pobre ha echado más que todos los que echan en el arca del Tesoro. Pues todos han echado de lo que les sobraba, ésta, en cambio ha echado de lo que necesitaba, todo cuando poseía, todo lo que tenía para vivir.

(Marcos 12, 38-44)

Jesús enseña los valores del reino y lo hace con ejemplos fáciles de entender y que se evidencian en su entorno. En el caso del evangelio de hoy, Jesús presenta el contraste entre dos personajes: los escribas y una viuda pobre. De los primeros, hace una crítica fuerte: se pasean con amplio ropaje, quieren ser saludados en las plazas y ocupar los primeros puestos. Todas estas actitudes son las que garantizan el honor en la sociedad del tiempo de Jesús y, salvadas las distancias del contexto, siguen siendo actitudes que garantizan la importancia de las personas en la sociedad actual. Jesús mira todo eso con recelo. El “honor”, tan importante para la sociedad judía, no cabe entre los valores del reino. El valor importante es el de “servir” como Jesús se lo ha dicho a sus discípulos de tantas maneras. Además, Jesús hace una denuncia del comportamiento de los escribas: devoran los bienes de las viudas so capa de largas oraciones. No es ajena esta actitud tampoco en el tiempo de hoy frente a tantas estafas que, en nombre de Dios, hacen algunos predicadores y negociadores de la fe.

Pero volvamos al texto. Jesús después de reprochar esa conducta de los escribas, se sienta frente al arca del Tesoro del templo y hace un juicio crítico sobre lo que pasa allí: ciertamente, muchos ricos van y echan mucho dinero. Pero la viuda pobre(podría pensarse que es una de estas viudas estafadas por los escribas o las mujeres viudas que quedaban totalmente indefensas al morir su marido) echa todo lo que tiene para vivir. Jesús se refiere a la moneda de menor valor en aquella época y es esta la que mujer deposita en el arca. Con este contraste Jesús muestra el verdadero significado del compartir de bienes que en nuestro contexto podríamos interpretar cómo dar de lo que sobra o dar de lo poco que se tiene. En el primer caso, no hay una solidaridad efectiva. Si le sobraba es porque estaba acaparando algo que no le pertenecía o viviendo la dependencia del acumular y del tener, convencido que en ello está la felicidad. La verdadera solidaridad es la de la viuda que saber dar y darse, repartir y compartir. La solidaridad no se mide por el exceso de bienes dados sino por la capacidad de sentir con el otro su situación y hacerse solidario con ella.

Ahora bien, estos ejemplos no se refieren a temas a considerar sino a actitudes que han de vivir los discípulos de Jesús. A ellos se dirige al final del texto y les muestra con hechos reales en que consiste el verdadero discipulado. Ni honores, ni prestigio, sino servicio, en el caso de los escribas. Ni vanagloria por las muchas riquezas valiéndose, también de ellas, para ser alabado, en el caso de los ricos. El discipulado va en la línea de aquella viuda pobre que da lo que tiene para vivir porque su amor es efectivo, su solidaridad entrañable.

Si el domingo pasado el evangelio nos mostró que el escriba que dialoga con Jesús sabía que el primer mandamiento era amar a Dios y al prójimo, en este nos muestra que es la viuda la que no “sabe”, sino que “hace” y, en esto, consiste el verdadero discipulado. Las obras son las que dan testimonio de lo que somos, las que muestran que nuestro seguimiento sí está guiado por los valores del reino.

(Foto tomada de: https://www.dominicaslerma.es/home-2/rincon-para-orar/1797-el-obolo-de-la-viuda.html)

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¡Un corazón que no vive para servir, no sirve para vivir!

Sábado, 9 de noviembre de 2024
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Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

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¡Un corazón que no vive para servir, no sirve para vivir!

¡De qué me vale vivir, sin ser corazón de carne!

Mi razón pretende
Lo que mi corazón no entiende
Y lo que no comprende es del mundo de la razón

Para hacerlo corazón partido
que ya no es corazón
Si no mal partido, por haberlo dividido y roto su corazón

¡Corazón verdadero, que de todos eres, de todos, de todos!
Eres el corazón original
Imposible de falsificar, ni con la inteligencia artificial

Corazón de carne
A imagen y semejanza de Dios: hecho, “El hombre
Pues ya lo demostraste cuando por este mundo ya pasaste

Corazón, padre de Corazones
Que contigo todo es posible,
Si el hombre quiere.

Incluso Jesús, tanto quisiste, tanto, tanto
Que por ello te empeñaste en esto
Y para ello muy poco nos pediste, muy poco,

Que fuéramos a la casa de empeños para desempeñarte
y con una pequeña plegaria de amor,
el prestamista de nuestro corazón ya nos devolvió lo que era tuyo
Y así, tú hiciste lo más grande.
El ser un solo corazón contigo…

De ti nadie puede hacer copia
Pues eres verdadero
Y lo verdadero es irrepetible como toda tu vida

Y toda tu vida me llena cada día desde mi pequeñez
Para ser vasija, recipiente de tus esencias
que nunca se agotan, por confiar en tu confianza,
que cada día se renueva con mi mirada en tu presencia

Corazón de amor
Qué vueltas alto, muy alto
Y tan alto vuelas
Que las flechas de la razón no pueden darte alcance

¡Que pretendo con la razón, “de las verdades“,
que no son del corazón!
Porque él no necesita las verdades de la razón,
este da la vida a la razón

¡Qué curioso es el hombre!
“Hacemos caridad con nuestros hermanos,
incluso una caridad larga
para satisfacer el estómago siempre lleno del ego”

Pero me llama la atención
que tengamos tan olvidado
al pequeño niño pobre y desnudo, enfermo,
sin ningún cuidado,
que habita en lo más profundo de nuestro interior

Niño nuestro, escondido, muy apartado,
tan anónimo, desconocido y lejano
como el leproso que tanto amó San Francisco de Asís

¡Qué duro que hayamos creado un corazón leproso
y lo tengamos tan apartado, tan lejano y olvidado!

Comienza por hacer lo necesario;
luego haz lo que es posible;
y, de repente, estarás haciendo lo imposible” (San Francisco de Asís)

Del Evangelio a la Vida
De la vida al evangelio

*

Alfonso Olaz

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Ordenar mujeres en la orden de Susana

Viernes, 8 de noviembre de 2024
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“Jesús nunca estableció un ‘sacerdocio’, sino más bien un ‘servicio'”

¿Por qué necesitamos sacerdotes varones solo para ofrecer pan y vino en el altar?

La patética situación actual de la Iglesia solo se convertirá en una Iglesia radiante cuando se permita a las mujeres expresar sus ideas teológicas desde el púlpito como mujeres sacerdotes de la orden de Susana

Papa Francisco, por favor libera al discipulado de su esclavitud de líderes eclesiásticos opresivos, de la injusticia causada por la desigualdad, la superioridad, el clericalismo, el institucionalismo y el pecado del sexismo

(Global Sisters Report).- Cada vez que he asistido a la profesión perpetua de una consagrada, a una ordenación sacerdotal o a un Jueves Santo he oído cantar este himno como salmo o himno de final de ceremonia:

Sois un linaje  elegido, 
Un sacerdocio real, una nación consagrada,
Un pueblo adquirido por Dios,
Para  manifestar las alabanzas de Aquel
Que os ha llamado
De las tinieblas 
A su maravillosa  luz.
(1 Pedro 2, 9)

Las mujeres que acompañaban a Jesús (Lucas 8, 1-3), entre ellas Susana, proveyeron al ministerio de Jesús con sus propios recursos. Tal vez estas mujeres se sintieron reconocidas por Jesús por su disposición a apoyar a las personas hambrientas y sedientas que acudían a escucharle cuando iba por ahí predicando la buena nueva.

IMG_8224Tiendo a imaginar que cuando Jesús lavó los pies a sus discípulos, lo hizo en memoria de María de Magdala. Tal vez Jesús cambió el enfoque de la conversión personal a un gesto más universal de consolar a los afligidos, en su mayoría mujeres y niños de su tiempo. Susana y otras mujeres que siguieron a Jesús sintonizaron con su corazón compasivo.

Las mujeres expresaron su gratitud a Jesús acompañándole y experimentando su amor incondicional, su kenosis, la entrega sin reservas de sí mismo. Fue una maravillosa sinfonía de amor y caridad, un profundo mensaje del Jueves Santo. Estas mujeres podían ser llamadas dignas de un ‘sacerdocio real’, un pueblo entregado.

¿Cuándo comprenderán los anticuados guardianes del dogma que Jesús nunca estableció un ‘sacerdocio‘, sino más bien un ‘servicio comprometido a amar y servir, ordenándoles: “Haced esto…”, al momento de inclinarse para lavar los pies de sus discípulos?

Al ofrecer su cuerpo y su sangre, ¿encarnaba Jesús una comunidad nómada en constante evolución con un grupo comprometido de inspiradoras mujeres videntes? ¿Estaba encarnando la profunda ruptura causada por las injusticias estructurales hacia los seres humanos y la creación? ¿Estaba indicando la sabiduría expansiva de ser una comunidad cósmica?

Al proveer de lo que Susana y otras mujeres amigas de Jesús tenían, todas ellas se convierten en el alimento y la bebida eucarísticos para la gente en su ministerio. Se convierten en sacerdotes en la orden de Jesús.

Jesús pagó el precio más alto por anteponer las necesidades de la gente a los dictados de las autoridades. Jesús vivió en los corazones y las mentes de la gente que sabía que el valor más alto es el amor mutuo en lugar de las leyes institucionales.

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El papa Francisco, dirigiéndose a la asamblea sinodal el 25 de octubre, dijo que cuando los clérigos se extralimitan en sus funciones y “maltratan al pueblo de Dios, desfiguran el rostro de la Iglesia con actitudes machistas y dictatoriales“. Según Francisco, el pueblo de Dios soporta “el desprecio, el maltrato y la marginación del clericalismo institucionalizado“. Llamó al clericalismo “una espina”, “un azote“, que “esclaviza al santo y fiel pueblo de Dios.

Francisco llamó al clericalismo ‘una espina’, ‘un azote’, que ‘esclaviza al santo y fiel pueblo de Dios‘”

Al lavar los pies a sus discípulos, Jesús inició con valentía el desafío al sistema social, que presumiblemente aprendió de María de Magdala. Al “lavar los pies y celebrar comidas de acción de gracias“, Jesús modeló el servicio a los demás y el alimento de sus seres espirituales.

Susana, que proveía de sus recursos, podría haber aprendido la razón de su existencia y por ello proveer a la gente de sus propios recursos. Al caminar junto a Jesús, Susana estaba fortaleciendo a sus seguidores con alimento físico y valentía audaz. Puede que Susana nunca hubiera soñado que al acompañar a Jesús estaba construyendo la ekklesia, una especie de comunidad humana que incluía a los leprosos, los marginados, los extranjeros y las mujeres más desatendidas como ‘pueblo de Dios’.

IMG_8222Al leer el libro de Elisabeth SchüsslerFiorenza In Memory of Her, ella menciona una visualización actual de la iglesia como ekklesia, no como un modelo hipotético, sino como un proceso continuo de avanzar con mayor imparcialidad, autonomía y responsabilidad hacia formas comunitarias de interacciones humanas libres de dominación. Como afirma esta guía de estudio en línea, “su uso de ekklesia surge de una comprensión de las relaciones sociales igualitarias iniciales de los seguidores de Jesús, o un ‘discipulado de iguales’. “.

Según la guía, Fiorenza menciona que en las Escrituras cristianas, “ekklesia no es tanto un concepto religioso como civil-político, que indica una asamblea de ciudadanos libres que se reúnen para decidir sus propios asuntos espirituales-políticos“. Así vivían los primeros cristianos la vida comunitaria en la libertad ordenada por Dios.

Con su reputación en juego, sin prestar mucha atención a los estratos sociales de su época, Jesús se relacionó públicamente con mujeres que culturalmente eran consideradas ciudadanas de segunda clase. La acogida de Susana en su ministerio, podría haber sido un gran apoyo financiero para la gente pobre. Por supuesto, Susana también podría haber pagado un alto precio por seguir a Jesús.

La participación integral de Susana en la creciente comunidad cristiana revela la colaboración de Jesús en su ministerio de predicación, enseñanza, curación y realización de milagros, de la que fue testigo Lucas, el evangelista, que menciona su nombre en el Evangelio

Susana sirvió a Jesús con su genuina feminidad, dando tiempo y utilizando todos sus talentos y recursos. La participación integral de Susana en la creciente comunidad cristiana revela la colaboración de Jesús en su ministerio de predicación, enseñanza, curación y realización de milagros, de la que fue testigo Lucas, el evangelista, que menciona su nombre en el Evangelio. Tal vez Jesús estaba tratando de establecer la ekklesia de las mujeres a través del apoyo de mujeres como Susana.

corpuschristiMe pregunto, ¿por qué necesitamos sacerdotes varones solo para ofrecer pan y vino en el altar? En realidad, las mujeres están ocupadas convirtiéndose en pan y vino a través de su sudor y sangre, alimentando a los pobres y marginados, y acogiendo a la gente en las fronteras.

Dada la postura radical del papa Francisco a través del proceso de sinodalidad, ¿hará más hincapié en “vivir una vida eucarística” convirtiéndose en Eucaristía para la gente, sirviéndose unos a otros, siendo plenamente el Espíritu de Jesús?

La Iglesia como institución no llevará muy lejos a los creyentes que buscan la presencia de líderes espirituales que alimenten sus almas. Los viejos modelos ya no funcionarán. La patética situación actual de la Iglesia solo se convertirá en una Iglesia radiante cuando se permita a las mujeres expresar sus ideas teológicas desde el púlpito como mujeres sacerdotes de la orden de Susana.

Papa Francisco, por favor libera al discipulado de su esclavitud de líderes eclesiásticos opresivos, de la injusticia causada por la desigualdad, la superioridad, el clericalismo, el institucionalismo y el pecado del sexismo. Puedes hacerlo trayendo de vuelta diaconisas permanentes para restaurar la ekklesia en su forma original.

Jesús animó a las mujeres a romper las reglas, sin darse cuenta de que este acto resultaría en romperlo a él. Hoy, toda persona madura, incluidas las personas LGBTQ, forma parte de una generación elegida, un sacerdocio real y un pueblo dedicado, llamado a proclamar sus alabanzas por habernos llamado de las tinieblas del patriarcado a la luz maravillosa de la resurrección para crecer en libertad.

“¿Cuándo comprenderán los anticuados guardianes del dogma que Jesús nunca estableció un ‘sacerdocio’, sino más bien un ‘servicio’ comprometido a amar y servir, ordenándoles: ‘Haced esto…’, al momento de inclinarse para lavar los pies de sus discípulos?”

Fuente Religión Digital

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Nazaret…

Jueves, 7 de noviembre de 2024
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El hermano Carlos de Jesús en Beni-Abbès (1901-1905), con Paul Embarek y el pequeño Abd Jesus, esclavos que redimió.

Jesús te ha establecido para siempre en la vida de Nazaret:

La vida de misión y de soledad no son para ti sino excepciones: practícalas cada vez que su voluntad te lo indique claramente; tan pronto como deje de ser indicado, vuelve a entrar en la vida de Nazaret.

Toma por objetivo-ora estés solo, ora con otros Hermanos – la vida en Nazaret, en todo y por todo, en su sencillez y en su amplitud que miras…, sin hábito, como Jesús en Nazaret – sin clausura, como Jesús en Nazaret-, no vivas lejos de todo lugar habitado, sino cerca de una aldea, como Jesús en Nazaret – no menos de ocho horas de trabajo por día, (manual u otro; si posible manual), como Jesús en Nazaret-, ni grandes terrenos, ni grandes limosnas, ni grandes construcciones, ni grandes gastos, sino más bien una pobreza extremada en todo cómo Jesús de Nazaret…. En una palabra haz en todo como Jesús de Nazaret.

No te afanes en organizar; prepara el establecimiento de los Hermanitos del Sagrado Corazón de Jesús; si estás solo, vive como si debieras vivir y quedar solo; si sois dos, tres o algunos más, vivir como si nunca hubieras de ser más.

Ora como Jesús, tanto como Jesús, dando, como El, una gran cabida a la oración… Como El también, da amplia cabida al trabajo manual, que no es un tiempo robado la oración, sino dado más bien a la oración. Reza cada día con toda fidelidad el Breviario y el Rosario. Ama a Jesús con todo tu corazón…, y a tu prójimo como a ti mismo, por amor de Él.

La vida de Nazaret puede llevarse por doquier; llévala allí donde fuere más provechosa para tu prójimo”.

*

Carlos de Foucauld

***

(Sacado de un carnet – diario del Padre Foucauld con la fecha del 22 de julio de 1905, en Beni-Abbés)

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Señor, en tu presencia dejé mi ausencia, en la ausencia del mundo me hice presencia, para ser uno contigo!

Miércoles, 6 de noviembre de 2024
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Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

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  ¡Señor, en tu presencia dejé mi ausencia,

En la ausencia del mundo me hice presencia, para ser uno contigo!

No te dejes creer en lo que digan
Ni te dejes hacer en lo que hacen
Cree sin medida en lo que tienes
Ama sin cesar con lo que llevas
Que tienes al amor entre tus manos
Que todo de Él lo has recibido
Para darlo a todos, a todos

Si confio en Ti, ya todo me da igual
Y ya nada será igual
Entre los iguales serás el último
Siendo el primero en servirte
Para ser distinto con los indiferentes

Respirando en un instante
Lo respirado por TÍ
Para ser Respiro permanente con el hermano
Para ser respiro para siempre con todos

Entender que recibes lo mejor de su vida, para ser ya vida

Viviendo en la presencia del amado y dejando toda tu ausencia ausente

Viviendo en sus mismos sentimientos
Palpando con sus mismas actitudes

Entendiendo el amor de las criaturas que solo aman,
Y aman y te alaban en gratuidad eterna

Viviendo con el hermano Sol y la hermana Luna
Y siendo ya hermano de la creación toda entera

Vibrando entre la hojarasca del amanecer
En la humildad y alegría de la mariposa por ser mariposa
Calentándome con tus dedos, con los rayos del sol mientras comienza el día

Padre
Dame la gracia de saberte por tenido desde siempre
Para teniéndote amarte en el presente
Y amarte sabiendo que siempre te tengo,
Pues nunca más podré dejarte
Porque tú nunca me dejaste

Padre
Dame la gracia de amarte
Y no espantarme
en lo que tú quieres
Aunque nada entienda y nada sepa

Que nada hay que entender, ni saber,
Para amar verdaderamente
Solo dejarse llevar por el amor del amado
En la confianza de pasar por donde tú pasaste
En la alegría de amar, por donde tú amaste

Padre
El hombre está hecho para TI
Para hacer lo que tú quieras
Llevarle, Traerle, Esconderte
Hasta que crea que todo es de Él, todo
Que nada es nuestro

Padre
Nada tengo
Nada soy
Todo es tuyo, gratuidad y alegría
Todo me lo das
De ti alegre lo recibo

Nada puedo dar, nada
Si de ti nada quiero
Y si de ti quiero
Todo podrá ser
Tú eres el Ser
Porque tú así lo has querido

Ya ni mis planes no seran mios
Ni mis noches, ni mis días
Todos serán tuyos

Y dejándome amar todo, todo
Seré ya amigo tuyo que sirve a todos

Testigo de tu vida
Testigo tuyo
Testigo para siempre
Para todo
Para todos

Del Evangelio a la Vida
De la vida al Evangelio

*

Alfonso Olaz

***

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Escucha hijo…

Martes, 5 de noviembre de 2024
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Escucha, Hijo, mi enseñanza
y pon fin al sueńo
que pesa sobre ti.

Sal del aturdimiento
que te inunda de tinieblas.
żPor qué seguir en tinieblas
si está a tu disposición la luz?
¿Por qué beber el agua turbia
si está al alcance de tu corazón la pura? […]

No ames el oro ni la plata
y, si te aferra el afán, la preocupación,
échalos sólo en Dios
y revístete de la Sabiduría
como de un manto.

Vuelve de continuo al Padre;
no tengas un corazón altanero,
sino sé tú mismo un hombre
plasmado por el logos (la Palabra de Dios).

Vence la hipocresía, la codicia y la vanagloria.
No digas palabras arrogantes
ni malas al juzgar,
porque todo hombre malo hace mal
antes que nada a su propio corazón.

Hijo mío,
deja a tu espalda a tu ‘hombre viejo’
y tú, en Cristo, toma altura
como un águila

*

Abbá Silvano el Egipcio,
Vosotros sois mis amigos,
Magnano 1999, passim

***

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Arzobispo Wester: Escuchar a las personas LGBTQ+ pone el amor en práctica

Lunes, 4 de noviembre de 2024
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IMG_8410 Arzobispo John C. Wester

La reflexión de hoy es del Arzobispo John C. Wester, quien fue designado para dirigir la Arquidiócesis de Santa Fe por el Papa Francisco en 2015.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el trigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Hace unos años, fui a hacerme una prueba de audición. La audióloga, sentada al otro lado de la cabina insonorizada, se tapó la boca con un trozo de papel y pronunció la palabra “lohs” en mis auriculares. Repetí la palabra según las instrucciones y luego le dije que no existía la palabra “lohs“. Ella respondió: No dije “lohs“, dije “pan“. ¡Ahora tengo audífonos! Y también aprecio más que nunca el don de oír. El Evangelio de hoy, acompañado de la primera lectura del Deuteronomio, nos recuerda aún más lo importante que es escuchar, especialmente en un nivel más profundo.

En la lectura del Evangelio de hoy según Marcos, escuchamos a Jesús responder al escriba que le preguntó: “¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?” Jesús responde citando Deuteronomio 6 (primera lectura de hoy) y Levítico 19, combinando el amor a Dios y el amor al prójimo. Note que Jesús y Deuteronomio introducen estos dos mandamientos con la gran revelación de que Dios es Uno: “¡El Señor nuestro Dios es Señor solo!” Esta gran verdad ha galvanizado la fe del pueblo judío y la de los cristianos durante siglos. El versículo completo de Deuteronomio, y la oración que se basaría en él, se conoce como la oración Shemá porque la palabra que introduce toda la perícopa, “shemá“, significa “escuchar” u “oír“: Oye, oh Israel. Escucha, presta atención. Por lo tanto, la respuesta de Jesús al escriba es primero escuchar lo que Dios ha estado diciendo a lo largo de los pasillos del tiempo: escucha a Dios, escucha a quien te habla, el Mesías.

El difunto padre Joseph Donders, misionero en Kenia, dijo que la respuesta de Jesús al escriba está contenida en la palabra “escucha”: “Esa palabra indicaba todo el resto que siguió. Esa palabra resumió el amor de Dios y el amor por los demás y el amor por uno mismo”. El padre Donders estaba convencido de que la escucha está en el centro del amor. El Papa Francisco se hizo eco de este sentimiento en la clausura del sínodo en Roma cuando dijo que “seguir a Dios en el camino sinodal implica cultivar la capacidad de escuchar al Señor pasar y la confianza para seguir sus pasos”.

El Verbo hecho carne habla a nuestro corazón y nos llama a seguirlo amando a su Padre, Abba, y a nuestro prójimo como a nosotros mismos. Nos enamoramos de Dios y de los demás al escucharnos primero y luego tener la seguridad de que el otro nos está escuchando. Este tipo de escucha exige presencia, exige tiempo, exige sacrificio y exige amor.

Escuchar a Dios y al prójimo en este contexto es amar “con todo el corazón, con toda el alma, con toda la mente y con todas las fuerzas”. El difunto Reginald Fuller, el maravilloso erudito episcopal de las Escrituras, señala que en el pensamiento hebraico, el corazón, el alma, la mente y la fuerza no son facultades humanas separadas, sino que representan a la persona humana en su totalidad. No sólo amamos con toda nuestra persona sino que el objeto de nuestro amor es también toda la persona. En otras palabras, a través del Shemá, Jesús nos llama a escuchar y amar a la persona en su totalidad, no sólo las partes que nos gustan o con las que estamos de acuerdo. Cualquier cosa menos no es digna de un seguidor de Cristo. Estamos llamados a amar al Dios que está en toda la gloria y maravilla de Dios, no al dios que nosotros mismos hemos creado. Estamos llamados a amar la totalidad de nuestro prójimo, escuchando atentamente todo lo que hace de esa persona un ser humano único e irrepetible, incluidos aquellos atributos que tal vez no disfrutemos.

En el evangelio del domingo pasado, en el que Jesús le devolvió la vista a Bartimeo, los que seguían a Jesús sólo vieron una parte de Bartimeo, diciéndole a Nuestro Señor que no merecía el tiempo de Jesús, que era sólo un mendigo, que estaba sufriendo por sus pecados o los de sus padres. Pero Jesús vio a la persona entera, escuchó su sincera súplica por la vista y vio en él a un ser humano precioso que anhelaba la luz. Cuando Bartimeo fue “escuchado” por Jesús, encontró nueva vida y dejó su manto en el camino para convertirse en discípulo del Señor en el camino.

Amar a Dios y a nuestro prójimo con todo nuestro ser significa que no ponemos a Dios ni a nuestro prójimo en categorías de nuestra propia elección. Significa que tengo la humildad de permitir que el otro sea quien esa persona es, un Hijo de Dios, precioso a los ojos de Dios y a los míos. El Padre James Martin, SJ, al reflexionar sobre el Sínodo para una Iglesia sinodal, toca este punto cuando dijo: “…pero pedimos a la iglesia que escuche a aquellos que ‘experimentan el dolor de sentirse excluidos o juzgados, debido a su situación conyugal’. situación, identidad o sexualidad’”. Escuchar honestamente exige que nos abramos a horizontes que eclipsan nuestra visión limitada de las cosas.

Escuchar y amar de una manera holística permanece infundado a menos que tomemos en serio el llamado único de Cristo a unirnos a nuestro amor por Dios y el prójimo. Ciertamente no fue el primero en enfatizar los dos mandamientos de amar a Dios y amar al prójimo, pero fue el primero en hacerlos absolutamente dependientes el uno del otro. Una vez más, Reginald Fuller lo expresa bien:

“El amor a Dios es ilusorio si no nace del amor al prójimo, y el amor al prójimo es amor propio refinado si no procede del amor de Dios”.

En el pensamiento judío, oír y hacer son la misma cosa. Los dos mandamientos del amor sobre los que estamos reflexionando aquí comienzan con “Escucha, oh Israel“. Pero también podrían haber sido introducidos por: “¡Actúa, oh Israel! ¡Escuche y luego obedezca lo que Dios le está diciendo! ¡Pon en acción tu amor a Dios como amas a tu prójimo!”. En el evangelio de Marcos, el milagro de Bartimeo precede al evangelio de hoy, pero en Lucas, a los dos mandamientos del amor de hoy le sigue la parábola del buen samaritano. En esa parábola, Jesús nos da un ejemplo espléndido y conmovedor de amor en acción. El Buen Samaritano escuchó los gritos del hombre dado por muerto y dijo algo al respecto. Puso su amor en acción e hizo grandes gastos y grandes inconvenientes para vivir el mandato del amor.

¿Qué acciones estamos dispuestos a realizar para poner nuestro amor en práctica, en una realidad concreta? Podemos escuchar más atentamente a quienes son perseguidos y marginados debido a nuestros prejuicios y parcialidades. ¿Hay personas en la comunidad LGBTQ a quienes me he tomado el tiempo de escuchar de manera significativa, escuchando sus historias y conociéndolas mejor? ¿O voy a lo seguro y simplemente los descarto como inadaptados, como el P. Martin, en su libro Building a Bridge, ha observado que hacen algunas personas? El Evangelio de hoy nos llama a escucharnos unos a otros de manera significativa para que podamos derribar los muros que nos dividen, muros que nos mantienen a todos en una especie de prisión.

Por ejemplo, admito que hay muchas cosas que no entiendo sobre las personas transgénero. Pero tengo una perspectiva muy diferente al respecto, ya que he asistido a varias conferencias en las que teólogos, médicos, personas transgénero y obispos se han reunido para compartir historias, ideas y sabiduría. Estas experiencias y sesiones de escucha no resuelven todos los problemas, pero sí nos acercan a todos como una comunidad de creyentes cuyo amor a Dios se materializa al conocernos mejor unos a otros.

Este tipo de escucha es lo que significa amar al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas nuestras fuerzas, y a tu prójimo como a ti mismo. Los muros que nos separan son derribados y nuestro amor concreto por Dios y por los demás se convierte en el fundamento firme de una comunidad de creyentes.

Al final del Sínodo en Roma el mes pasado, el Papa Francisco repitió la frase que se ha convertido en un estribillo desde que la pronunció por primera vez en la Jornada Mundial de la Juventud en Portugal en 2023: “¡Todos, todos, todos! Nadie excluido, todos”. Esta es la visión de Cristo en el Evangelio de hoy: todos están reunidos mientras nuestro amor por Dios se derrama en los corazones de todos los creyentes que se aman unos a otros como Cristo nos amó primero.

El Papa también mencionó que la iglesia es “signo e instrumento de cómo Dios ya ha puesto la mesa y está esperando. Su gracia, a través del Espíritu, susurra palabras de amor en el corazón de cada persona. Nos es dado amplificar la voz de este susurro, sin obstaculizarlo; abrir puertas, sin levantar muros”. Esta amplificación sólo puede ocurrir si escuchamos a Dios y al prójimo con amor.

Supongo que se podría decir que el Evangelio de hoy es una especie de prueba de audición. ¡Oh Señor, danos oídos para oír!

—Arzobispo John Wester, 3 de noviembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Sh’ma Israël –

Domingo, 3 de noviembre de 2024
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je-toffre

*
שמע ישראל,
אלוהים הוא אלוהים שלנו,
אלוהים הוא אח

Sh’ma Israel

Adonai eloheinu

adonai ehad

*

Escucha Israel:

El Señor es nuestro dios,

El señor es uno.

(Deuteronomio 6:4)

***

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

-“¿Qué mandamiento es el primero de todos?”

Respondió Jesús:

-“El primero es: “Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser.

El segundo es éste: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo.”

No hay mandamiento mayor que éstos.”

El escriba replicó:

-“Muy bien, Maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.”

Jesús. Viendo, que había respondido sensatamente, le dijo:

“No estás lejos del reino de Dios.”

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.

*

Marcos 12, 28b-34

***

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El rabí de Sasson contaba:

Aprendí de un campesino cómo deben amar los hombres. Este campesino se encontraba con otros en una hospedería y estaba bebiendo. Se quedó callado durante mucho tiempo con los otros, pero cuando el vino le movió el corazón, dirigiéndose a un compañero que se sentaba a su lado, le preguntó:

Dime, ¿me quieres o no?

El otro respondió:

Te quiero mucho.

Y dijo el campesino a su vez:

Dices que me quieres mucho; sin embargo, no sabes lo que necesito. Si verdaderamente me quisieras, lo sabrías.

El amigo no se atrevió a rebatirle, y el campesino que le había preguntado calló de nuevo. Yo, en cambio, comprendí: amar a los hombres significa intentar conocer sus necesidades y sufrir sus penas

*

Martin Buber,
«Legenda del Baal Sem»,
en G. Ravasi [ed.], El libro de los salmos: comentario y actualización, Bolonia 1985, p. 694).

***

***

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“Lo primero de todo”. Domingo 31 Tiempo ordinario – B (Marcos 12,28-34)

Domingo, 3 de noviembre de 2024
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IMG_8022Hay pocas experiencias cristianas más gozosas que la de encontrarnos de pronto con una palabra de Jesús que ilumina lo más hondo de nuestro ser con una luz nueva e intensa. Así es la respuesta a aquel escriba que le pregunta: «¿Qué mandamiento es el primero de todos?».

Jesús no duda. Lo primero de todo es amar. No hay nada más decisivo que amar a Dios con todo el corazón y amar a los demás como nos amamos a nosotros mismos. La última palabra la tiene siempre el amor. Está claro. El amor es lo que verdaderamente justifica nuestra existencia. La savia de la vida. El secreto último de nuestra felicidad. La clave de nuestra vida personal y social.

Es así. Personas de gran inteligencia, con asombrosa capacidad de trabajo, de una eficacia sorprendente en diversos campos de la vida, terminan siendo seres mediocres, vacíos y fríos cuando se cierran a la fraternidad y se van incapacitando para el amor, la ternura o la solidaridad.

Por el contrario, hombres y mujeres de posibilidades aparentemente muy limitadas, poco dotados para grandes éxitos, terminan con frecuencia irradiando una vida auténtica a su alrededor sencillamente porque se arriesgan a renunciar a sus intereses egoístas y son capaces de vivir con atenta generosidad hacia los demás.

Lo creamos o no, día a día vamos construyendo en cada uno de nosotros un pequeño monstruo de egoísmo, frialdad e insensibilidad hacia los otros o un pequeño prodigio de ternura, fraternidad y solidaridad con los necesitados. ¿Quién nos podrá librar de esa increíble pereza para amar con generosidad y de ese egoísmo que anida en el fondo de nuestro ser?

El amor no se improvisa, ni se inventa, ni se fabrica de cualquier manera. El amor se acoge, se aprende y se contagia. Una mayor atención al amor de Dios revelado en Jesús, una escucha más honda del evangelio y una apertura mayor a su Espíritu pueden hacer brotar poco a poco de nuestro ser posibilidades de amor que hoy ni sospechamos.

José Antonio Pagola

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“No estás lejos del reino de Dios”. Domingo 03 de noviembre de 2024. 31º Ordinario

Domingo, 3 de noviembre de 2024
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58-ordinariob31-cerezoLeído en Koinonia:

Deuteronomio 6, 2-6: Escucha Israel: Amarás al Señor con todo el corazón.
Salmo responsorial: 17: Yo te amo, Señor; tú eres mi fortaleza.
Hebreos 7, 23-28: Como permanece para siempre, tiene el sacerdocio que no pasa.
Marcos 12, 28b-34: No estás lejos del reino de Dios.

En las estepas de Moab, Moisés da sus últimas instrucciones al pueblo que se prepara para entrar a la tierra de Canaán. Atrás quedó Egipto, debió quedar. Y atrás quedó también el desierto donde supuestamente el pueblo tuvo que haber aprendido muchas cosas que tendrán que ser muy útiles para su proyecto como pueblo en la tierra de la libertad. Egipto será un lugar para nunca volver, al desierto será necesario volver cuando el pueblo olvide o pierda su horizonte ya que ése es el espacio ideal para el reencuentro con su Dios, para dejarse reconquistar por él (cf. Os 2,14). Aquí, pues, en su despedida, Moisés insiste en lo más importante para que el pueblo tenga vida: cumplir las instrucciones y normas que el Señor ha dado. El texto del Deuteronomio que leemos hoy es el alma, la guía, la hoja de ruta que Israel no puede descuidar ni cambiar por otra cosa so riesgo de perderse y perecer como nación. La connotación en hebreo del verbo shemá lleva implícito el imperativo de obedecer, poner en práctica, y eso era lo que tenía que haber hecho el pueblo: escuchar obedeciendo, escuchar poniendo en práctica.

La redacción de este pasaje, aunque aparenta ser de una época previa a la conquista y posesión de la tierra, en realidad es de una época en la cual Israel ha probado y experimentado en carne propia lo que significa no escuchar poniendo en práctica los mandatos y preceptos del Señor. Estamos en la llamada época del post-exilio, Israel ha pasado por las experiencias históricas más crueles y difíciles: desaparición del sistema solidario tribal, aparición de la monarquía (punto de partida de todos sus pecados), división del reino, destrucción de ambos reinos, deportación… En todo momento Israel fue instruido por medio de los profetas que siempre lo invitaban a reorientar su camino, pero la queja de Dios fue siempre constante: «Israel no me escucha» (Sof 3,2), no me obedece, va camino a la perdición…

Las experiencias históricas obligan a Israel a aprender qué significa escuchar a su Dios y poner en práctica su Palabra, su instrucción. Con base en todo lo que le ha pasado, Israel descubre que los mandatos del Señor no buscan atarlo, cerrarle horizontes ni poner a todo un pueblo bajo la dirección de un Dios caprichoso. No es un Dios cualquiera el que libre y espontáneamente ha optado por este pueblo, es un Dios de Vida que sólo busca orientar al pueblo por sendas de vida. Israel no entendió siempre así el propósito de Dios y se fue detrás de otros dioses, y cuando se metió en el proyecto de otras divinidades empezó a perderse, se confundió y resultó siendo peor que otros pueblos que no conocían al verdadero y único Dios. Así pues, después de sobrevivir a las más duras experiencias, Israel vuelve a recordar cuál era desde el principio la propuesta de su Dios: amarlo sólo a él, buscarlo sólo a él y no confiarse de ninguna otra propuesta por más llamativa que fuera para no volver a caer en un fracaso peor.

El evangelio nos presenta la versión «marquiana» (de Marcos) de la pregunta a Jesús sobre el mayor y más importante de los mandamientos. La versión mateana (Mt 22,34-40) tuvimos oportunidad de reflexionarla hace unos días. Ambas versiones están ubicadas en el mismo contexto de la discusión de los saduceos con Jesús a cerca de la resurrección de los muertos. Cuando los fariseos ven que Jesús ha callado a los saduceos, se juntan con los escribas para ponerlo ellos también a prueba, pensarán que con ellos tal vez no saldrá tan bien librado. Y es que «pasar el examen» con los fariseos y maestros de la ley, seguramente no era fácil dado que para ellos la ley no era sólo aquella que Dios había dado a su pueblo por medio de Moisés, recordemos que en tiempos de Jesús esta gente manejaba ¡más de medio millar de mandatos y preceptos! Dependiendo de su forma de ver y de pensar, un mandato podía variar de importancia para unos y para otros, pues como es normal había distintas tendencias o escuelas, alguna muy liberal, y otras no tanto. ¿Cuál de ellas está representada aquí? No lo sabemos. Por la respuesta del escriba a Jesús, uno podría pensar que se trataba de una tendencia bastante liberal (vv. 32-33), al punto que a Jesús le pareció simpática su respuesta y le advierte lo cerca que está del reino de Dios.

Jesús se encuentra con que su pueblo cumple con una norma de varios siglos. Todos los días, tres veces al día todo israelita varón recita el «Shemá Israel, escucha Israel: el Señor nuestro Dios es uno sólo, a él amarás…», el shemá, pero ese shemá se quedó sólo en el campo auditivo, al campo de la práctica no se ve, y eso es lo que Jesús denuncia a lo largo de su ministerio, muchas palabras, muchas normas y preceptos, mucho apelo a Dios para todo, muchas frases de la ley en los bordes del manto, en el marco de la puerta, en el brazo, en la frente, pero nada en el corazón y menos aún en la vida ordinaria, en la práctica cotidiana.

En la comunidad de Marcos se están presentando situaciones similares a las del judaísmo. Las normas y preceptos que conocen los primeros cristianos son necesariamente aquellas que vienen del mundo judío; ahora, ¿serán de obligatorio cumplimiento todos esos preceptos en esta nueva experiencia de vida que se supone está animada por la presencia viva del Señor resucitado? Lo primero y más importante que los creyentes deben tener en cuenta es que no se trata de una adhesión a una divinidad distinta a la del judaísmo. Es el mismo Dios revelado a pueblo de Israel y en la Escritura, es el mismo Dios de Jesús, por tanto lo que primero tiene que hacer el cristiano es profesar su fe, amor y adhesión a ese Único Dios en términos de «escuchar» su Palabra y ponerse en función de obedecerle. Ese es el proyecto de vida de Jesús, eso fue lo que movió toda su vida y su obra y eso es lo que tiene que mantener vivo al cristiano, su adhesión a ese único y verdadero Dios a quien no le interesa otra cosa que el amor y adhesión a El lo vivan sus fieles en el amor mutuo y fraterno. No tiene sentido para Jesús hablar del amor a Dios sin tener en cuenta la ÚNICA puerta de acceso a Él: el prójimo. Leer más…

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El mandamiento más importante.

Domingo, 3 de noviembre de 2024
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evangelio_08_06_17Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La curación del ciego Bartimeo nos dejó camino de Jerusalén. En la cronología de Marcos, el domingo tiene lugar la entrada triunfal; el lunes la purificación del templo; y el martes, en la explanada del templo, las autoridades interrogan a Jesús sobre su poder; los fariseos y herodianos sobre el tributo al César; los saduceos sobre la resurrección. Son enfrentamientos con mala idea, que desembocan en una escena inesperada, en la que un escriba reconoce la sabiduría de Jesús.

En aquel tiempo, un escriba se acercó a Jesús y le preguntó:

¿Que mandamiento es el primero de todos?

Respondió Jesús:

El primero es: «Escucha, Israel, el Señor, nuestro Dios, es el único Señor: amaras al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente, con todo tu ser». El segundo es este: «Amarás a tu prójimo como a ti mismo. No hay mandamiento mayor que estos.»

El escriba replico:

Muy bien, maestro, tienes razón cuando dices que el Señor es uno solo y no hay otro fuera de él; y que amarlo con todo el corazón, con todo el entendimiento y con todo el ser, y amar al prójimo como a uno mismo vale más que todos los holocaustos y sacrificios.»

Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

No estás lejos del reino de Dios.

Y nadie se atrevió a dirigirle más preguntas.

1. El protagonista es un escriba. Los escribas son los especialistas en la Ley de Moisés, parecidos a los actuales profesores de teología, pero con una formación mucho más intensa, porque tenían que aprender de memoria el Pentateuco y las interpretaciones de los rabinos; además, no podían ejercer su profesión hasta cumplir los cuarenta años. Gozaban de gran prestigio entre el pueblo, aunque su peligro era el legalismo: la norma por la norma, con todas las triquiñuelas posibles para evadirla cuando les interesaba. Por eso Jesús tuvo tantos enfrentamientos con ellos. En los evangelios aparecen generalmente como enemigos, pero en este caso las relaciones entre el escriba y Jesús son muy buenas y los dos se alaban mutuamente.

2. La pregunta por el mandamiento principal. La antigua sinagoga contaba 613 mandamientos (248 preceptos y 365 prohibiciones), que dividía en fáciles y difíciles. Fáciles, los que exigían poco esfuer­zo o poco dinero; difíciles, los que exigían mucho dinero o ponían en peligro la vida. P.ej., eran difíciles el honrar padre y madre, y la circuncisión. Generalmente se consideraba que los difíciles eran importantes; entre los temas importantes aparecen la idolatría, la lascivia, el asesinato, la profanación del nombre divino, la santificación del sábado, la calumnia, el estudio de la Torá (el Pentateuco). Ante este cúmulo de mandamientos, es lógico que surgiese el deseo de sintetizar, o de saber qué era lo más importante.

3. La respuesta de los contemporáneos de Jesús. Citaré dos casos. El primero se encuentra en una anécdota a propósito de los famosos rabinos Shammay y Hillel, que vivie­ron pocos años antes de Jesús. Una vez llegó un pagano a Shammay (hacia 30 a.C.) y le dijo: “Me haré prosélito[es decir, estoy dispuesto a convertirme al judaísmo] con la condición de que me enseñes toda la Torá mien­tras aguanto a pata coja”. Shammay lo echó amenazándolo con una vara de medir que tenía en la mano. Entonces el pagano fue a Hillel (hacia el 20 a.C.), que éste le dijo: “Lo que no te guste, no se lo hagas a tu prójimo. En esto consiste toda la Ley, lo demás es interpreta­ción”. Y lo tomó como prosélito.

También del Rabí Aquiba (+ hacia 135 d.C.) se recuerda un esfuer­zo parecido de sintetizar toda la Ley en una sola frase: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Lv 19,18); este es un gran princi­pio general en la Torá”.

4. La respuesta de Jesús. El esfuerzo por sintetizar en una sola frase lo esencial se encuentra al final del Sermón del Monte en el evangelio de Mateo: “Todo lo que querríais que hicieran los demás por vosotros, hacedlo vosotros por ellos, porque eso significan la Ley y los Profetas” (Mt 7,12).

En el evangelio de hoy, Jesús responde con una cita de la Escritura: “Escucha Israel, el Señor nuestro Dios es uno solo. Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma, con todas tus fuerzas” (Deuteronomio 6,5), aunque añade también “con toda tu mente”. Estas palabras forman parte de las oraciones que cualquier judío piadoso recita todos los días al levantarse y al ponerse el sol. En este sentido, la respuesta de Jesús es irreprochable. No peca de originalidad, sino que aduce lo que la fe está confesando continuamente.

La novedad de la respuesta de Jesús radica en que le han preguntado por el manda­miento principal, y añade un segundo, tan importante como el primero: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo” (Levítico 19,18). Ambos preceptos están al mismo nivel, deben ir siempre unidos. Jesús no acepta que se pueda llegar a Dios por un camino individual e intimista, olvidando al prójimo. Dios y el prójimo no son magnitudes separables. Por eso, tampoco se puede decir que el amor a Dios es más importante que el amor al prójimo. A la pregunta del escriba por el mandamiento más importante (en singular) responde diciendo que son estos dos (en plural). Y no hay precepto más grande que ellos.

5. La reacción del escriba. El protagonista se muestra plenamente satisfecho de la respuesta, pero añade un comentario importantísimo: amar a Dios y al prójimo “vale más que todos los holocaustos y sacrificios”. Con estas palabras, abandona el plano teórico y saca las consecuencias prácticas. Durante siglos, muchos israelitas, igual que hoy muchos cristianos, pensaron que a Dios se llegaba a través de actos de culto, peregrinaciones, ofrendas para el templo, sacrificios costosos… Sin embargo, los profetas les enseñaban que, para llegar a Dios, hay que dar necesariamente el rodeo del prójimo, preocuparse por los pobres y oprimidos, buscar una sociedad justa. En esta línea se orienta el escriba.

            Un ejemplo vale más que mil palabras. En la basílica de la Virgen de Luján, en Argentina, que es un sitio de peregrinación nacional muy frecuentado, por lo visto era costumbre llevar ramos de flores para la Virgen. La última vez que estuve allí, me llamó la atención un letrero colocado de manera oficial y muy clara advirtiendo a los fieles que a la Virgen le agrada mucho más que se dé de comer al hambriento que el que le regalen a ella un ramo de flores.

La 1ª lectura,

Tomada del libro del Deuteronomio, es la base de la respuesta de Jesús.

En aquellos días, habló Moisés al pueblo, diciendo:

– «Teme al Señor, tu Dios, guardando todos sus mandatos y preceptos que te manda, tu, tus hijos y tus nietos, mientras viváis; así prolongarás tu vida. Escúchalo, Israel, y ponlo por obra, para que te vaya bien y crezcas en número. Ya te dijo el Señor, Dios de tus padres: “Es una tierra que mana leche y miel.” Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es solamente uno. Amarás al Señor, tu Dios, con todo el corazón, con toda el alma, con todas las fuerzas. Las palabras que hoy te digo quedarán en tu memoria

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Domingo XXXI del Tiempo Ordinario. 03 de noviembre de 2024

Domingo, 3 de noviembre de 2024
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“Jesús, viendo que había respondido sensatamente, le dijo:

-No estás lejos del Reino de Dios.

Y nadie se atrevió a hacerle más preguntas.”

(Mc 12, 28-34)

Las palabras, así con minúscula, también tienen fuerza, bien lo saben quienes se dedican al mundo de la publicidad. No basta con tener un buen producto hay que saber venderlo.

Hace años que se oye decir que en la Iglesia tenemos que cambiar de lenguaje, que muchas de nuestras celebraciones ya no dicen nada a la gente de hoy. Y es enteramente cierto.

El mensaje que tenemos que anunciar es el mejor de los productos y es más necesario que nunca, pero si no nos atrevemos a cambiar de lenguaje no nos entenderá nadie.

Es admirable la audacia que tuvieron muchos autores bíblicos que al citar otros textos más antiguos, los reelaboran, los cambian sin ningún pudor.

Y hoy podríamos hacer nosotras lo mismo. Vamos a cambiar un poco el texto, en lugar de mandamiento vamos a hablar de misión. La cosa quedaría más o menos así:

“¿Qué es lo primero en la misión?

Y Jesús respondería: -Lo primero en la misión es que te enamores de Dios perdidamente, como si no hubiera nada más en el mundo. Y lo segundo, que ese amor te lleve a las personas, a todas las personas. Esto es lo más importante, todo lo demás irá llegando.

Y cualquier persona de hoy contestaría:

-Tienes razón, Maestro, lo único que realmente vale la pena y queremos todos es que nos quieran. El lenguaje del amor lo entiende todo el mundo.

Jesús, viendo una respuesta tan sensata, diría:

-Por el camino del Amor encontrarás la felicidad, que es otra manera de decir Reino de Dios.”

Ojalá nos atrevamos a ser tan osadas como aquellas primeras comunidades cristianas que no dudaron en emplear el lenguaje del Imperio para hablar de lo que habían experimentado con Jesús.

De todos modos el problema del lenguaje deja de ser un problema cuando tienes una experiencia transformadora. Porque no puedes callártela. Y precisamente eso es lo que hace que el mensaje sea contagioso, por mucha teología que sepamos. Y aunque hagamos un impecable máster en catequética, si no nos hemos encontrado con el Dios de Jesús, no tendremos nada que anunciar.

Las personas místicas de todos los tiempos han encontrado el lenguaje que necesitaban para transmitir su experiencia y con ella han acercado a mucha gente al Reino.

Oración

Trinidad Santa, que no queramos empezar anunciando, sino recibiéndoTe a ti como Buena Noticia. Que sea el encuentro Contigo el que nos haga buscar las palabras para darTe a conocer.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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En Dios el amor se identifica con unidad. no es un ser que ama, sino el AMOR.

Domingo, 3 de noviembre de 2024
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Mc 12,28-34

Hoy cambiamos de escenario. Jesús lleva ya unos días en Jerusalén. Ha realizado ya la purificación del templo; ha discutido con los jefes de los sacerdotes, maestros de la ley y ancianos sobre su autoridad para hacer tales cosas; con los fariseos y herodianos sobre el pago del tributo al César; con los saduceos sobre la resurrección. El letrado que se acerca hoy a Jesús no demuestra ninguna agresividad, sino interés por la opinión del Rabí.

La pregunta tiene sentido porque la Torá contiene 613 preceptos. Para muchos rabinos todos los mandamientos tenían la misma importancia, porque eran mandatos de Dios y había que cumplirlos solo por estar mandados. Para algunos el mandamiento más importante era el sábado. Para otros el amor a Dios era lo primero. Aunque Jesús responde recitando la “shemá”, da un salto en la interpretación, uniendo ese texto del Deuteronomio, que hablaba solo del amor a Dios, con otro en (Lv 19,18) que habla del amor al prójimo.

El amor a Dios fue un salto de gigante sobre el temor al Dios amo poderoso y dueño de todo. En el AT el amor a Dios debía ser absoluto, “sobre todas las cosas”. El amor al prójimo era relativo, “como a ti mismo”. Según la Tora, era perfectamente compatible un amor a Dios y un desprecio absoluto, no solo a los extranjeros sino también a amplios sectores de la propia sociedad judía, a quienes creían rechazados por el mismo Dios.

Según Jesús la palabra mandamiento tiene que dar un cambio radical y significar algo muy distinto cuando la aplicamos a Dios. Dios no manda nada. Dios no hace leyes, sino que pone en la esencia de cada criatura el plano, la hoja de ruta para llegar a su plenitud. Dios no “quiere” nada de nosotros ni para nosotros. Su “voluntad” es la más alta posibilidad que se encuentra en cada criatura, no algo añadido desde fuera después de haberla creado.

En Juan los dos mandamientos se convierten en uno solo: “que os améis unos a otros como yo os he amado”. Jesús no dice que le amemos a él, ni que amemos a Dios, ni que ames al prójimo como a ti mismo, sino que ames a los demás como él los ha amado. El cambio no puede ser más radical. Aún no nos hemos dado cuenta de esta novedad. Dios no es un ser separado de mí, al que debo amar, sino el amor que me permite sentirme uno con todos.

En nosotros el amor es una cualidad que puedo tener o no tener. En Dios el amor es su esencia. Si dejara de amar, dejaría de ser. Lo que queremos decir cuando hablamos del amor a Dios o del amor de Dios no tiene nada que ver con lo que queremos significar cuando hablamos del amor humano. El amor humano es siempre una relación entre dos. El amor de Dios es la identificación de dos. De este amor es del que habla el evangelio.

Se trata de una posibilidad específicamente humana. El amor-Dios y nuestro amor no son grados distintos de la misma realidad, sino realidades sustancialmente distintas. Dios no se puede relacionar con las criaturas como lo hacemos nosotros, porque no está fuera de ninguna de ellas. Nosotros podemos relacionarnos con las demás criaturas, pero no con Dios porque es nuestro ser. Vivir esto nos permite identificarnos con los demás y amarlos.

Una vez más el lenguaje nos juega una mala pasada. La palabra “amor” es una de las más manoseadas del lenguaje. Hablar con propiedad de Dios-Amor-Unidad, es imposible. Nuestro lenguaje es para andar por casa. Al emplearlo para hablar de lo divino se convierte en trampa que pretende ir más allá de lo que puede expresar. Intentar llegar a Dios con nuestros conceptos es inútil. La manera de trascender el lenguaje es la vivencia. Solo la intuición puede llevarnos más allá de todo discurso. Solo amando sabrás lo que es el amor.

En realidad, el camino hacia el amor empezó en las primeras millonési­mas de segundo después del Big-Bang; cuando las partículas primigenias se unieron para formar unidades superiores. Esta tendencia de la materia a formar entidades más complejas, lleva en sí la posibilidad de perfección casi infinita. La aparición de la vida, que consigue integrar billones de células, fue un gran salto hacia esa capacidad de unidad. No sabemos que es la vida biológica, pero conocemos sus efectos sorprendentes. Dios es otra Vida que unifica todo.

Llegada la inteligencia y superada la pura racionalidad el ser humano está capacitado para alcanzar una unidad que no es la del egoísmo individual. Un conocimiento más profundo y una voluntad que se adhiere a lo mejor, hacen posible una nueva forma de acercamien­to entre seres que pueden llegar a un grado increíble de unidad, aunque no sea física. Descubierta esa unidad, surge lo específicamente humano. Esta capacidad de salir de la individualidad e identificarme con Dios y con el otro, es lo que llamamos amor.

Este amor es consecuencia de un conocimiento, pero no racional. Es inútil que nos empeñemos en explicar por qué debemos amar a los demás. Este amor solo llegará después de haber experimentado la presencia en nosotros del Amor que es Dios. Lo mismo que llamamos vida a la fuerza que mantiene unidas a todas las células de un viviente, podemos llamar AMOR a la energía que mantiene unidos a todos los seres de la creación. Si descubro que la base de todo ser es lo divino, descubriré la “razón” del verdadero amor.

Todos los místicos de todas las religiones de todos los tiempos han llegado a la misma vivencia y nos hablan de la indecible felicidad de sentirse uno con el Todo y fuera del tiempo. Esa sensación de integración total es la máxima experiencia que puede tener un ser humano. Una vez llegado a ese estado, el ser humano no tiene nada que esperar. Fijaos hasta qué punto demostramos nuestro despiste, cuando seguimos llamando “buen cristiano” al que va a misa, confiesa y comulga, solo porque tiene asegurada la otra vida. Ser cristiano no es el objetivo último del hombre, solo un medio para llegar a amar.

No debo comerme el coco tratando de averiguar si amo a Dios. Lo que tengo que examinar es hasta qué punto estoy dispuesto a darme a los demás. Solo eso cuenta a la hora de la verdad. El amor teórico, el amor que no se manifiesta en obras y actitudes concretas, es una falacia. Ya lo decía Juan en su primera carta: “Si alguno dice que ama a Dios, a quien no ve, y no ama a su prójimo, a quien ve, es un embustero y la verdad no está en él”. Pero es imprescindible que nos examinemos bien. No debemos confundir amor con instinto. Si apartamos de nuestro amor a una sola persona, todo lo demás es egoísmo.

El amor planteado desde la razón no tiene sentido, porque la razón nunca te llevará a amar con el amor que nos propone Jesús. Tampoco podemos entenderlo como mandamiento que obliga desde fuera con normas o preceptos. Aprender a amar es la tarea más importante para todo ser humano. La religión debía ser un instrumento que me permitiera desplegar esa capacidad de amar. Nadie puede sustraerse a la necesidad de crecer en humanidad. Pues ser más humano es ser capaz de amar más. Todo lo demás será tarea inútil.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Amarás a Dios.

Domingo, 3 de noviembre de 2024
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Mark-1228-34Mc 12, 28-34

«Amarás al Señor, tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con toda tu mente»

 

A Dios se le puede temer, se le puede adorar, pero… ¿realmente se le puede amar?…

Las religiones primitivas consideran a los dioses gente peligrosa, poco de fiar, a la que hay que mantener alejada y aplacada. El amor a Dios no tiene en ellas el menor significado.

El Antiguo Testamento es el que introduce la idea de amar a Dios. Lo hace en forma de mandamiento, y resulta chocante, porque la imagen que el pueblo de Israel tiene de Yahvé no invita a amarle. ¿Se puede acaso amar al Juez «que castiga de los padres en los hijos y en los hijos de los hijos»? … ¿O al Señor que reparte bendiciones entre una minoría de justos y olvida que la gran mayoría del pueblo vive marginada y depauperada “a causa” de sus pecados?…

Jesús nos da una excelente razón para amar a Dios: Dios es Abbá, el padre que «tanto amó al mundo que le entregó a su hijo». Ésa es precisamente la buena Noticia que proclama el evangelio; que Dios es mucho mejor que lo que nadie había imaginado jamás; que no es el juez, que es Abbá. Pero Jesús no se limita a proclamarlo, sino que lo hace visible cuando se acerca al leproso, o defiende a la adúltera, o muere colgado del madero para que la buena Noticia llegue a nosotros. Dicho de otro modo, viendo y entendiendo a Jesús comprendemos a Dios…

¿Pero basta con comprenderle? …

Decimos que es cristiano “el que responde al amor de Dios amando a los demás”, pero si no sentimos el amor de Dios, es decir, si nos limitamos a aceptar intelectualmente que ese amor existe a través de un acto meramente racional, volitivo, será muy difícil que esa respuesta se produzca, pues habremos perdido la motivación primera y primordial para hacerlo; porque el corazón tiene una capacidad de motivar de la que carece la mente.

¿Pero cómo sentir el amor de Dios? … ¿Es algo reservado a los místicos contemplativos evadidos de la áspera realidad de la vida cotidiana?…

Probablemente no. Probablemente el contacto continuado con la Palabra en actitud receptiva y huyendo de la suficiencia de los sabios; su lectura sincera para empaparse de su mensaje y saborear las escenas que nos brinda… vaya poco a poco convirtiéndose en una íntima convicción que sobrepase lo intelectual para entrar en lo afectivo. Así lo vemos en algunas personas cercanas a nosotros que nos muestran, con su forma de estar en el mundo, que se puede sentir el amor de Dios; que ese sentimiento empuja a responder a ese amor de manera muy difícil de entender si no se siente de verdad.

En resumen, y como decía Ruiz de Galarreta: «El que se acerca al fuego se va calentando».

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

 

Fuente Fe Adulta

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En el laberinto de los mandamientos, Jesús nos da la brújula para el camino.

Domingo, 3 de noviembre de 2024
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comandamento-amoreDOMINGO 31º T.O. (B)

Marcos 12, 28-38

Corren malos tiempos para los mandamientos. Las grandes religiones llevan siglos intentando que los creyentes no robemos, no matemos, no mintamos, respetemos a nuestros padres, amemos con un corazón limpio… Y basta con abrir el periódico o ver la televisión para darnos cuenta de que tenemos muchos comportamientos terribles; que podemos llegar a comportarnos peor que los animales.

Jesús se encontró con un laberinto de mandamientos. Era imposible “caminar” entre más de 600 preceptos sin incumplir muchos de ellos. Era imposible no sentirse bajo el yugo de la ley, que prohibía cosechar en sábado, cuando los pobres pasaban ese día por delante de un campo en el que podían coger las espigas que habían caído al suelo y saciar el hambre. ¿O, cómo se sentirían las madres, tras el parto de una niña, teniendo que cumplir la estricta pureza ritual durante 80 días?

Los 10 mandamientos se habían ido diversificando en otros, más pequeños y concretos, hasta formar una trama. Unas personas se jactaban de ser cumplidoras, pero otras sabían que estaban condenadas de antemano, porque su situación social les impedía cumplirlos.

Jesús sabía que la ley era intocable. Y “la tocó” para devolverle el sentido. Sin duda, sabía que se jugaba la vida al hacerlo, pero nos quería libres ante los mandamientos, porque son caminos que dan vida, personal y social.

Ahora, la palabra “mandamiento” evoca normas y obligaciones impuestas. Se viven como imposiciones que vienen de fuera y para muchos jóvenes es un fastidio que coarta la libertad. Solución: saltárselos para gozar libremente. Y surgen los enfrentamientos entre pandillas, los robos con violencia, los abusos sexuales, las agresiones en el seno de la propia familia, etc.

Pero cada mandamiento, expresa un valor muy profundo: el valor de la vida humana, del respeto a la propiedad ajena, el valor de la verdad en lo que decimos y hacemos, o la transparencia en las relaciones humanas y sexuales, para que no haya ningún tipo de engaño, violencia o abuso.

Es curioso que a través de la publicidad recibamos un montón de mandatos para comprar determinados productos, hacernos arreglos estéticos, viajar, tener el último modelo de automóvil… Recibimos una larga lista de mandatos que, supuestamente, nos harán más felices y seremos envidiados por los demás. Deben dar resultado, a la vista del enriquecimiento de muchas marcas.

Y, sin embargo, los mandamientos fundamentales, los que dan sentido a la vida y permiten que una sociedad viva en paz y se respeten los derechos humanos, se arrinconan. Es importante recordar, este domingo y siempre, las palabras de san Agustín: “Ama y haz lo que quieras… Si tienes el amor arraigado en ti, ninguna otra cosa, sino amor, serán tus frutos”. Él entendió muy bien el evangelio de hoy: Amar a Dios y al prójimo nos da calidad de vida, evita guerras, procura el bienestar ajeno, nos ayuda a considerar al prójimo como una persona digna de ser amada; el amor “derrite” el miedo y nos desarma. ¿Cómo sería el mundo si viviéramos los dos mandamientos fundamentales?

Marifé Ramos González

Fuente Fe Adulta

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