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DOMINGO 6º DE PASCUA (B)
Jn 15,9-17
El evangelio de hoy es continuación del que leímos el domingo pasado. Sigue explicando en qué consiste esa pertenencia del cristiano a la vid. Poniendo como modelo su unión con el Padre, muestra Jesús la esencia de su mensaje. Sin metáforas nos coloca ante el centro del mensaje: El AMOR. En el c. 13 ya nos había dado la consigna: un mandamiento nuevo os doy. Solo el amor nos hace humamos.
Es el mandamiento nuevo, por oposición al mandamiento antiguo, la Ley. Queda establecida la diferencia entre las dos alianzas. Jesús no manda amar a Dios ni amarle a él, sino amar como él ama. No se trata de una ley sino de una consecuencia de la Vida de Dios y que se ha manifestado en Jesús. “Un amor que responde a su amor” (Jn 1,16). El amor que pide Jesús tiene que surgir de dentro, no imponerse desde fuera.
Juan emplea la palabra “agape”. Los primeros cristianos emplearon ocho palabras para designar el amor: agape, caritas, philia, dilectio, eros, libido, stergo, nomos. Ninguna de ellas excluye a las otras, pero solo el “agape” expresa el amor sin mezcla alguna de egoísmo. Sería el puro don de sí mismo, solo posible en Dios. Está haciendo referencia a Dios, es decir, al grado más elevado de don de sí mismo. No está hablando de amistad o de una “caridad”. Se trata de desplegar una cualidad exclusiva de Dios.
Dios demostró su amor a Jesús con el don de sí mismo. Jesús está en la misma dinámica con los suyos, les manifiesta su amor hasta el extremo. El amor de Dios es la realidad primera y fundante. Juan lo ha dejado bien claro en la segunda lectura: “En esto consiste el amor, no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que Él nos amó”. Descubrir esa realidad y vivirla es la tarea del que sigue a Jesús. Es ridículo seguir enseñando que Dios nos ama si somos buenos y nos rechaza si somos malos.
Hay una diferencia que tenemos que aclarar. Dios no es un ser que ama. Dios es el amor. En Él, el amor es su esencia, no una cualidad como en nosotros. Yo puedo amar o dejar de amar y seguiré siendo yo. Si Dios dejara de amar un solo instante, dejaría de existir. Dios manifiesta su amor a Jesús y a mí, pero no lo hace como nosotros. No podemos esperar de Dios “muestras puntuales de amor”, porque no puede dejar de amar un instante. Jesús sí puede manifestar el amor de Dios amando como humano.
Juan intenta trasmitirnos que, hablando con propiedad, Dios no puede ser amado. Él es el amor con el que yo amo, no el objeto de mi amor. Aquí está la razón por la que Jesús se olvida del primer mandamiento de la Ley: “amar a Dios sobre todas las cosas”. Juan comprendió perfectamente el problema, y deja muy claro que solo hay un mandamiento: amar a los demás como Jesús nos ha amado. Es decir, manifestar plenamente ese amor, que es Dios, en nuestras relaciones con los demás.
No se puede imponer el amor por decreto. Todos los esfuerzos que hagamos por cumplir un “mandamiento” de amor están abocados al fracaso. El esfuerzo tiene que estar encaminado a descubrir a Dios que es amor dentro de nosotros. Todas las energías, que empleamos en ajustarnos a una programación, tienen que estar dirigidas a tomar conciencia de nuestro verdadero ser. Solo después de un conocimiento intuitivo de lo que Dios es en mí, podré descubrir los motivos del verdadero amor.
El amor del que nos habla el evangelio es mucho más que instinto o sentimiento. A veces tiene que superar sentimientos e ir más allá del instinto. Esto nos lleva a sentirnos incapaces de amar. Los sentimientos de rechazo a un terrorista pueden hacernos creer que nunca llegaré a amarle. El sentimiento es instintivo y anterior a la intervención de nuestra voluntad. El amor es más que sentimiento. La prueba de fuego del amor es el amor al enemigo. Si no llego hasta ese nivel, todo lo demás es engaño.
El amor no es sacrificio ni renuncia, sino elección gozosa. Esto que acaba de decirnos el evangelio no es fácil de comprender. Tampoco esa alegría de la que nos habla Jesús es un simple sentimiento pasajero; se trata de un estado permanente de plenitud y bienestar, por haber encontrado tu verdadero ser que es inmutable. Una vez que has descubierto tu ser luminoso e indestructible, desaparece todo miedo, incluido el miedo a la muerte. Sin miedo no hay sufrimiento. Surgirá espontáneamente la alegría.
Solo cuando has descubierto que lo que realmente eres no puedes perderlo, estás en condiciones de vivir para los demás sin límites. El verdadero amor es don total. Si hay límite en mi entrega, no he alcanzado el amor evangélico. Dar la vida, por los amigos y por los enemigos, es la consecuencia lógica del verdadero amor. No se trata de dar la vida biológica muriendo, sino de poner todo lo que somos al servicio de los demás.
Ya no os llamo siervos. No tiene ningún sentido hablar de siervo y de señor. Más que amigos, más que hermanos, identificados en el mismo ser de Dios, ya no hay lugar ni para el “yo” ni para lo “mío”. Comunicación total en el orden de ser. Jesús se lo acaba de demostrar lavándoles los pies. La eucaristía dice exactamente lo mismo: Yo soy pan que me parto y me reparto para que me coman. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos para comunicarles esa misma Vida. Jesús lo compartió todo.
Os he hablado de esto para que vuestra alegría llegue a plenitud. Es una idea que no siempre hemos tenido clara en el cristianismo. Dios quiere que seamos felices con una felicidad plena y definitiva, no con la felicidad que puede dar la satisfacción de nuestros sentidos. La causa de esa alegría es saber que Dios comparte su mismo ser con nosotros. Nos decía un maestro de novicios: “Un santo triste es un triste santo”.
No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros. Debemos recuperar esta vivencia. El amor de Dios es lo primero. Dios no nos ama como respuesta a lo que somos o hacemos, sino por lo que es Él. Dios ama a todos de la misma manera, porque no puede amar más a uno que a otro. De ahí el sentimiento de acción de gracias en las primeras comunidades cristianas. De ahí el nombre que dieron los primeros cristianos al sacramento del amor. “Eucaristía” significa exactamente acción de gracias.
Cualquier relación con Dios, sin un amor manifestado en obras, será pura idolatría. La nueva comunidad no se caracterizará por doctrinas, ni ritos, ni normas morales. El único distintivo debe ser el amor manifestado. Jesús no funda un club cuyos miembros tienen que ajustarse a unos estatutos sino una comunidad que experimenta a Dios como amor y cada miembro lo imita, amando como Él. Esta oferta no la puede hacer la institución, por eso se muestra Jesús tan distante e independiente de todas ellas.
«Un mandamiento nuevo os doy: que os améis los unos a los otros como yo os he amado»
El amor al prójimo no es ningún mandamiento que debamos cumplir para lograr un premio o evitar un castigo, sino la respuesta al amor del Padre. El amor de Dios hacia nosotros sus hijos es el fundamento de nuestra fe; es el primer acto de fe del cristiano. Si no es así, si nuestro fundamento es otro, estaremos convirtiendo el cristianismo en una escuela de sabiduría de la vida o un club de personas altruistas, pero lo estaremos despojando de su elemento fundamental; Abbá, la buena Noticia.
El problema es que nos resulta muy difícil creer en Abbá; el Dios de Jesús que nos quiere como las madres quieren a sus hijos. Y nos resulta difícil, porque nuestra mente ilustrada nos impide aceptar nada que no haya pasado antes por el filtro de la razón. Y claro, la razón nos dice que Dios-Abbá es incompatible con el espectáculo atroz del mal en el mundo, porque… ¿cómo un Dios bueno y todopoderoso puede tolerar tanto dolor y sufrimiento, tanta injusticia y opresión como hay en él?…
Ya Epicuro (siglos cuarto y tercero antes de Cristo) puso el dedo en la llaga con una crudeza demoledora y una simplicidad extrema: «O Dios quiere evitar el mal, pero no puede, y entonces es impotente, o puede y no quiere, y entonces es malo, pero en ninguno de los casos sería Dios». Y es que la lógica humana es clara y contundente: Si hay Dios, no puede haber mal, y si hay mal, es que no hay Dios… y mucho menos el Dios de Jesús.
El argumento de Epicuro parece definitivo, pero no lo es. Como afirma J. Antonio Estrada en su libro “La pregunta por Dios”, si aplicamos con rigor los principios de la lógica al argumento de Epicuro, comprobamos que solo demuestra que la presencia del mal en el mundo no tiene explicación racional. Y nada más. El problema es que hemos sacralizado hasta tal punto la razón, que no podemos admitir que haya algo inasequible a ella… y entonces el argumento de Epicuro resulta muy sólido.
La única forma de creer en Abbá es a través de la fe que nos merezca Jesús. Y aquí se nos presenta un bonito dilema para calibrar la fortaleza de nuestra fe: La razón me empuja con fuerza a rechazar la existencia de Abbá, pero Jesús me invita, tanto a través de sus parábolas, como a través de su propia vida, a creer en Él…
¿Con cuál de los dos me quedo?…
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
Comentarios desactivados en Declaración de amistad-amor insuperable.
Juan 15, 9-17
Este último año dos personas, por razones que desconozco y que no acceden a compartir, han roto una relación-amistad larga y profunda. Era una amistad que surgía en la comunidad cristiana en la que todas participábamos. Personas unidas por la experiencia de la Ruah en nuestras vidas.
Reconozco que me sigue doliendo y desconcertando. Si sabes el motivo por el cual te desprecian puedes intentar algo. Si te bloquean y abiertamente dicen que no quieren ni tomar un café contigo, te produce algo así como entrar en un vacío, en un bucle que quita ilusión y energía, que impide utilizar la mente porque te desconcierta y preocupa y le das vueltas.
Creía que había “alguien” al otro lado, pero resulta que era un espejismo. Otros casos son más claros, si les das lo que desean son amigas y amigos, si no, se acaba todo. Este caso es el superficial, el que busca siempre algo para llevarse, el que quiere aprovechar para sus intereses. No responde como amigo.
La amistad no puede forzarse, va surgiendo. Y es escasa.
El texto del evangelio de hoy Juan 15, 9-17 me resuena como una declaración de amistad-amor insuperable.
Me permito escribir el texto quitando alguna frase cuya traducción nos puede confundir. Veamos:
Igual que el Padre me demostró su amor, os he demostrado
yo el mío. Manteneos en ese amor mío. Os dejo dicho esto para
que llevéis dentro mi propia alegría y así vuestra alegría
llegue a su plenitud.
Sólo os pido que os améis, igual que yo os he amado.
Nadie tiene amor más grande por los amigos que uno que
entrega su vida por ellos. Vosotros sois amigos míos. No os
llamo siervos, porque un siervo no está al corriente de lo que
hace su señor; a vosotros os vengo llamando amigos, porque
todo lo que le oí a mi Padre os lo he comunicado.
No me elegisteis vosotros a mí, os elegí yo a vosotros y os
destiné a que os pongáis en camino, produzcáis fruto y vuestro
fruto dure.
Esto os mando: que os améis.
Por respeto a la traducción y por evitar malestar no lo pongo en femenino. Pero sí os invito a las mujeres que al leerlo, al orarlo lo pongáis en femenino para que os resuene más adentro. Somos la inmensa mayoría. Creo que es justo hacerlo.
La amistad no puede forzarse. La amistad desmonta los muros más altos, normalmente creados por fantasmas oscuros que nos conducen a negatividad. Y llega una amiga, te mira a los ojos y te dice “déjalo correr” esa persona te trata así porque tiene miedo, o… tú sigue.
Jesús experimentó como nosotros y nosotras que lo más difícil es la comunidad-grupo de amigas adheridas a Jesús-. Por eso hay tan pocas comunidades atractivas, porque lo difícil no es rezar, lo difícil es aceptar, aguantar, perdonar…
Pero si no perdemos la perspectiva sabemos que el objetivo del amor mutuo es porque somos elegidos a reproducir el modo de amor que hay entre el Abba y Jesús. Y ese amor mutuo crea comunidad.
Como dice una pensadora “los pedazos que soy, mi amiga los reúne y me los devuelve en el orden correcto”. Este es el objetivo de la comunidad de Jesús.
Te invito a leer el texto varias veces, despacio, muy despacio. Y déjate llevar por la frase que te llega, la que llama a tu puerta y déjala entrar.
¿Qué hago con todo lo que Jesús me comunica? ¿Me lo quedo? ¿Es mío?
Comparto esta frase de “El Principito” de Saint-Exupery:
Lo que embellece al desierto es que esconde un pozo en cualquier parte…
Si las personas no nos dedican tiempo, si no se comunican, entonces la soledad se hace presente, aún en medio de una multitud.
Y es precisamente ese saber que en medio de la aridez, del ser siervo, que alguien te llama amiga, lo que descubre y localiza tu pozo interior.
Ese es el significado último del Evangelio, el esfuerzo que hace Jesús para comunicarnos donde bebe, donde está su pozo en medio de su desierto, y esa fuente es el Abba. Su intimidad, su complicidad que deja de ser lo que sea: religiosidad, moral… para ser amistad, relación de confianza absoluta.
De ahí el dolor cuando intentamos amar así, en confianza, como Jesús desde nuestra pequeñez y alguien se encarga de ponerte en el rol de sierva: sírveme lo que sabes hacer, pero no te relaciones conmigo…
¿Es así nuestra relación de preferencia con Dios? Que no se acerque demasiado, pero que siga dándome el amor, la comprensión, la fuerza que necesito para hacer sus obras pero, que no se acerque demasiado, este es mi espacio.
Madurar en la amistad con Dios, es dar pasos de madurez en nuestras relaciones humanas y con la Tierra. Es comprender que la base de toda relación es la confianza que se muestra en el respeto.
Muchas veces preferimos servir, ser servidores, que ser amigos, confidentes, comprometidas a producir frutos que duren.
Como dice el Principito “lo esencial es invisible a los ojos”.
Buen domingo. Disfruta del día con el que nos lo comunica todo, sin filtros para que llevemos por dentro su alegría y la contagiemos.
El cuarto evangelio muestra un reiterado interés en presentar unidas estas dos realidades: el amor y la alegría. Junto con la paz -otro tema recurrente en este mismo evangelio-, constituyen los tres signos característicos de la madurez psicológica y espiritual.
No es difícil de comprobar: cuando está realmente bien, la persona es amorosa, alegre y serena. Como se suele decir, la persona feliz es buena. Cuando lo que percibimos en alguien es odio, tristeza o agitación, la causa hay que buscarla en algún sufrimiento, presente o pasado, todavía no resuelto o en la ignorancia radical acerca de lo que realmente somos.
El amor y la alegría brotan de la vida y de la unidad que somos. La vida, siempre que no esté bloqueada por sufrimientos no resueltos o por mecanismos defensivos nacidos de aquellos, se expresa en alegría. Por eso, acertaba plenamente Henri Bergson al decir que “la alegría es la señal inequívoca de que la vida triunfa”. Y Michel de Montaigne cuando afirmaba que “la señal más manifiesta de sabiduría es una alegría continua”.
Por su parte, la consciencia de unidad es certeza de no-separación, y esa es justamente la más adecuada definición de lo que es amor. Antes que un sentimiento o una emoción, el amor que merece tal nombre es certeza que sabe ver que, aun siendo diferentes, somos lo mismo. Es lo que se percibe cuando vivimos en la consciencia de unidad.
Podría decirse que la alegría nace del amor y que este se hace más “cercano”, incluso más vivo, gracias a la alegría. Uno y otra fluyen en tanto en cuanto permanecemos anclados en la profundidad que somos, en ese “lugar” siempre disponible, al que en todo momento podemos volver.
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Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- Dios es amor.
La vivencia que Jesús tiene de Dios es que es amor, (1Jn 4,18).
Jesús podía habernos dicho que Dios es infinito, eterno, justo, juez implacable, ultraortodoxo, etc.
Pues bien, JesuCristo tiene una experiencia muy distinta. Dios le ama, nos ama, Dios es Padre que quiere y ama.
Esto será lo que Jesús haga con nosotros: como el Padre me ha amado, así os he amado yo. (v 9).
Hay muchas religiones -muchas “religaciones”- con Dios y probablemente todas sean buenas, pero no todas son iguales. La vivencia, la experiencia que Jesús tiene de Dios es que es amor, (1Jn 4,8).
Somos cristianos porque hemos sido amados, porque Dios nos ha amado y somos cristianos porque amamos.
El “adn” del cristiano no es la doctrina, ni la ley, ni el cumplimiento, ni la perfección de nuestros actos, mucho menos la escrupulosidad de su moral, ritos, vestimentas, etc.
Somos cristianos está en el amor. Comenzamos a ser cristianos no cuando aprendemos el catecismo cuando nos sentimos amados.
La primera catequesis de una madre (familia) para con sus hijos no es cuando le enseña doctrina, sino cuando les quiere.
Hemos escuchado hoy que: Quien no ama, no ha conocido a Dios. Uno puede saber toda la doctrina y teología del mundo, pero si no ama, no ha conocido a Dios.
Muchos de nosotros tenemos o hemos tenido una imagen, una experiencia de un Dios duro, justiciero y condenador.
Recuerdo aquello que decía con ironía un sabio cura rural: El Dios de muchos católicos es muy justo, porque castiga a los malos y a los buenos en cuanto se descuidan
Es no es el Dios de Jesús.
Volvamos nuestra mirada al amor de Dios: conozcamos la misericordia de Dios y de Cristo. Somos discípulos amados, no clientes o consumidores religiosos.
Ser cristiano es permanecer, demorarse, “quedarse” en el amor del Señor.
Solamente el amor es digno de la fe.
02.- El amor trasmite paz y alegría.
Los relatos evangélicos de Pascua nos transmiten la paz y alegría del resucitado.
JesuCristo nos ama, Dios nos ama y disfruta cuando su alegría permanece en nosotros, (1ª lectura).
En la Iglesia se ha vivido, -y se vive- un sistema doctrinal, moral que produce miedo, angustia, condenación. Muchos de los “pocos” que todavía perviven -pervivimos- en la Iglesia susbsisten con la idea de un Dios que tiene la “mecha corta”, se ofende por menos de nada, y condena en cuento te descuidas…
Quizás por eso la Iglesia es muy sombría, férrea, probablemente muy “religioso-católica”, pero poco cristiana, porque no vive en el Dios de amor.
03.- Este es mi mandamiento: que os améis.
Los judíos tenían 613 preceptos (normas) de comportamiento provenientes de la Biblia (Pentateuco / Torá: 5 primeros libros de la Biblia).
La moral había terminado en el mundo judío y en el católico por ser una mera cuestión jurídica. Todo consistía en el cumplimiento o la transgresión de unas cuantas normas o leyes. De hecho la moral se estudiaba prácticamente en el Derecho Canónico.
Pero el comportamiento cristiano, la moral, es otra cosa más hermosa y más profunda.
En primer lugar se trata de seguir a Jesucristo. La moral cristiana en principio no es cumplir con nada, sino sentirnos amados por Cristo y amarle, lo cual es realizador.
En ocasiones los católicos damos la impresión de ser personas esclavas, reprimidas, que llevamos penosamente y a rastras nuestra fe.
Cristo es libertad. Así lo entendió enseguida San Pablo. Cristo no nos llama a ser esclavos de un esquema religioso legal. No os llamo siervos, sino amigos. Los creyentes estamos liberados por Cristo. La moral cristiana no es esclavizante, angustiante.
Por desgracia este tipo de moral se veía reforzada con la amenaza del Infierno, lo cual ha sido muy poco honesto.
La ética-moral se vio reducida a una pura casuística anecdótica. El bien y el mal eran casos y cosas aisladas y en muchos casos mínimas. Cualquier cosa era pecado mortal.
Jesús nos dice que su mandamiento es uno, el amor. Esto os mando: que os améis unos a otros.
Decía Karl Rahner (1904-1984) que la Iglesia haría bien en recordarnos que Jesús nos dejó solamente un mandamiento: el amor. Las concreciones, las conclusiones de ese hermoso mandato las debiera extraer el cristiano.
San Agustín lo decía de otro modo: ama y haz lo que quieras.
03.- Permaneced en mi amor.
Somos cristianos porque hemos sido amados, hemos recibido el amor de Dios y nos hacemos cristianos porque amamos.
La identidad de la Iglesia no radica en la perfección de su estructura, en la grandeza de su cultura, de sus templos o de su doctrina, arte.
Conocerán todos que sois mis discípulos, si tuviereis amor los unos con los otros, (Jn 13, 35).
Las comunidades, la Iglesia de San Juan tras el sufrimiento y rupturas internas padecidas, insiste en permaneced en el amor, que es el centro del cristianismo
El mundo eclesiástico comenzará o comenzaremos a ser eclesiales y cristianos cuando intentemos ver la vida y las situaciones y problemas desde el amor y no tanto desde el legalismo, el miedo, el poder y la ortodoxia.
04.- Somos discípulos amados.
San Juan entiende que cristiano es el Discípulo Amado por el Señor.
El amor produce una gran confianza y una gran serenidad. Noches oscuras nos van a venir, pero quien ama, quien ama la humanidad, la vida, los valores del Reino de Dios vive con el alma sosegada, en calma.
Como el Padre me amó, yo también los he amado a ustedes; si guardan mis mandamientos, permanecerán en mi amor, como yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Les he dicho esto para que mi gozo este en ustedes y su gozo sea colmado. Este es el mandamiento mío: que se amen los unos a los otros como yo los he amado. Nadie tiene mayor amor que el que da su vida por sus amigos. Ustedes son mis amigos si hacen lo que yo les mando. No les llamo ya siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su amo; a ustedes los he llamado amigos porque todo lo que he oído de mi Padre se los he dado a conocer. No me han elegido ustedes a mí, sino que yo los he elegido a ustedes y los he destinado para que vayan y den fruto y que ese fruto permanezca; de modo que todo lo que pidan al Padre en mi nombre se los conceda. Lo que les mando es que se aman los unos a los otros (Jn 15, 9-17).
En este sexto domingo de Pascua, continuamos leyendo el capítulo 15 del evangelio de Juan. El domingo pasado leímos lo correspondiente a la Vid y los sarmientos y hoy se continúa el relato haciendo énfasis en el amor de Dios que nos llega a través de Jesús. El Padre ama al Hijo y el Hijo nos sigue amando a cada uno de nosotros. De ahí se desprende el llamado de amarnos unos a otros, pero no de cualquier manera, sino como Jesús nos ha amado. Precisamente por eso, se pueden destacar aspectos irrenunciables de ese amor de Dios. Un primer aspecto, es la necesidad de permanecer en ese amor. Es como si Jesús nos estuviera abriendo su corazón y nos revelará que el amor de Dios da un gozo pleno, colmado, total. Y quien tiene ese gozo, con certeza puede amar en verdad a todos los demás.
Un segundo aspecto es el límite de ese amor: “hasta la dar la vida”. No significa que se este invitando al sacrificio por el sacrificio sino a mantener la fidelidad, la coherencia, la verdad. Perder la vida por fidelidad es lo que produce frutos. De lo contrario es un sufrimiento inútil.
Pero tal vez algo central del evangelio de hoy es la relación que Jesús quiere establecer con los suyos: los llama amigos y no siervos. La experiencia cristiana no es de normas o cumplimientos; es de relación, de amistad, de amor. El texto leído literalmente puede desdecir lo que acabamos de afirmar porque Jesús dice que son sus amigos si hacen lo que les manda. Pero el sentido es lo que en otras ocasiones hemos insistido: la amistad lleva a la comunión de vida, de intereses, de objetivos. Es una obediencia no en el sentido de obligación sino de identificación con el amigo. En otras palabras, el amor de Dios llega gratis, total, infinito, por medio de Jesús, a la vida de cada persona. Es un don que se nos ofrece de antemano. Es una elección que Dios ha hecho por pura “gracia”, no por nuestros méritos o por nuestras capacidades. Y, precisamente por esa elección gratuita la consecuencia lógica es dar los frutos de amor correspondientes, mostrar en el amor de unos a otros que el amor de Dios recibido se hace fraternidad y sororidad en la historia concreta del aquí y el ahora.
La vida del Resucitado que seguimos conmemorando en la Pascua se encarna en el testimonio de amor de cada uno de los cristianos que han comprendido la misión encomendada y se disponen a realizarla en el amor mutuo, en la entrega recíproca, en la corresponsabilidad compartida.
Por parte del Padre todo está dado, todo está concedido. Por parte nuestra se necesita reconocer todo el amor recibido en nuestra vida y disponernos a dar gratis lo recibido gratis, a amar con esa generosidad, misericordia y entrega sin límites, como es el amor de Dios que sigue desbordándose en cada uno de nosotros.
(Foto tomada de: https://www.moralzarzal.es/declaracion-institucional-dia-universal-de-los-derechos-de-la-infancia/)
ECLESALIA, 26/04/24.- El individualismo, como cultura dominante que hoy condiciona profundamente la vida de las personas y de la sociedad, no es la única forma de vivir. En el proyecto de Jesús está la creación de una humanidad nueva, unida en fraternidad, que extiende a todo el mundo su servicio y su amor.
Leemos en el evangelio de san Juan 15, 1-8:
Durante la última Cena, Jesús dijo a sus discípulos:
+ Yo soy la verdadera vid y mi Padre es el viñador. Él corta todos mis sarmientos que no dan fruto; al que da fruto, lo poda para que dé más todavía.
Ustedes ya están limpios por la Palabra que yo les anuncié. Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes. Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí. Yo soy la vid, ustedes los sarmientos. El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer. Pero el que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde.
Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán. La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos.
Juan 15, 1-8
La última cena que Jesús comparte con sus discípulos antes de su muerte, se realiza en un contexto de intimidad, oración y revelación, con que Jesús indica cómo se constituye la comunidad de sus seguidores, y cómo ella tendrá que insertarse en el mundo.
Toma la imagen de la vid, bien conocida por la tradición judía, y le da un nuevo sentido. En el Antiguo Testamento la vid era presentada como símbolo del pueblo de Israel, una vid que Dios había plantado y cuidado, y que en lugar de producir uvas dulces, había producido frutos amargos de infidelidad y violencia.
Ahora Jesús se proclama “la vid verdadera”, que da vida a una humanidad nueva, un nuevo pueblo de Dios. No hay un dueño como viñador, sino un Dios que es Padre: “Mi Padre es el viñador”. Él ha enviado a Jesús, ha plantado la viña y la cuida con amor. Las ramas, los sarmientos que crecen en la vid, son los seguidores de Jesús, que deben producir frutos buenos: vivir la experiencia de la transformación personal, y proyectarse en la misión. El discípulo que no produce fruto, que no comparte el amor recibido y no se hace a su vez don para los demás, no es verdadero discípulo: el Padre “corta todos mis sarmientos que no dan fruto”.
La posibilidad de producir fruto es el resultado de un proceso de purificación y maduración, en que el discípulo va liberándose de sus ataduras, para dejarse conducir por el Espíritu: “Al que da fruto, (mi Padre) lo poda para que dé más todavía”.
El que ha dado su adhesión al proyecto de Jesús, ya se ha puesto en camino: “Ustedes ya están limpios por la Palabra que yo les anuncié”. Es sólo el primer paso, que exige luego la perseverancia en el seguimiento. Por eso Jesús insiste: “Permanezcan en mí, como yo permanezco en ustedes”. La comunión con Jesús es la condición de la vida nueva de los discípulos y de la fortaleza de la comunidad: de Jesús viene la energía, la savia, el Espíritu: “Así como el sarmiento no puede dar fruto si no permanece en la vid, tampoco ustedes, si no permanecen en mí”.
La “verdadera vid”, Jesús, tiene a un viñador, el Padre, y tiene sarmientos, los discípulos. Para que los discípulos vivan y produzcan frutos es necesario que estén unidos a Jesús y encuentren en él su alimento, como los sarmientos en la vid: “El que permanece en mí, y yo en él, da mucho fruto, porque separados de mí, nada pueden hacer”. De lo contrario, sin esta comunión y este alimento, el discípulo pierde la capacidad de amar, echa a perder su vida y se seca como un sarmiento separado de la vid: “El que no permanece en mí, es como el sarmiento que se tira y se seca; después se recoge, se arroja al fuego y arde”.
La intercesión asegura la fecundidad de la comunidad, pero a condición que la comunión con Jesús sea firme y sean eficaces la escucha y el cumplimiento de su palabra: “Si ustedes permanecen en mí y mis palabras permanecen en ustedes, pidan lo que quieran y lo obtendrán”. La oración lleva a reconocer a Jesús como fuente de vida y fortalece el compromiso de los discípulos en el servicio a la humanidad. De esa manera es glorificado el Padre, porque la gloria del Padre es el amor que los discípulos manifiestan, cuya fuente es el mismo Jesús: “La gloria de mi Padre consiste en que ustedes den fruto abundante, y así sean mis discípulos”.
Comentarios desactivados en ¿Qué sabemos del trabajo de San José ( y de Jesús)?
Del blog de Xabier Pikaza:
Mc 6, 3 define a Jesús como artesano (tekton), trabajador eventual de la construcción, no Como obrero en sentido moderno, con trabajo fijo, cobertura legal y salario asegurado. Mt 13, 5 añade que era “hijo del tekton” (de José). He desarrollado con cierta amplitud este motivo en Historia de Jesús, cap. 1).
| Xabier Pikaza
El israelita (galileo) ideal era propietario de una tierra, una heredad de Dios, como supone la Misná (siglo II- IV dC), que toma como referencia una sociedad de agricultores (familias) libres. Pues bien, por la política urbana de Herodes y su hijo (Antipas), muchos agricultores galileos no pudieron mantener sus propiedades (en contra de lo que supone la ley del jubileo: Lev 25).
José y Jesús han sido campesino sin tierra; no formaba parte de una estirpe sacerdotal probablemente acomodada, como la de Juan Bautista (cf. Lc 1) o F. Josefo (según su Autobiografía), sino que era pobre efectivo, un marginal, un marginado [1]. No se enfrentó a los poderes dominantes desde arriba, ni pidió limosna, ni se limitó a mejorar con pequeños retoques lo que había, desde el interior del sistema, peroinició una mutación social (por revelación de Dios), precisamente desde aquellos que, como él, carecían de poder y tierra, desde la escuela de pobreza y trabajo alienado de millones de personas, que dependían de aquello que otros quieran ofrecerles.
José era un trabajador a cuenta ajena.. El trabajo en casa y campo propio arraiga al hombre (familia) en una tierraque puede entenderse como don trasmitido por generaciones (de padres a hijos). El trabajo en casa y obra ajena convierte al hombre en dependiente de otros. El tiempo de José, con la implantación de una agricultura comercializada (al servicio del imperio) estaba transformando, degradando, la vida en Palestina. Muchos estaban perdían su herencia, y no podían creer en el Dios de los «buenos» propietarios. No tenían patrimonio (en línea patriarcal), ni herencia para dejarla a los hijos, de manera que se habían convertido en itinerantes de la vida, obligados a “pedir” trabajo en aldeas y pueblos, sin estructuras familiares fijas, ni casas vinculadas a la tierra. Ciertamente, algunos pudieron enriquecerse, pero la mayoría eran pobres. Para ellos proclamó Jesús el Reino.
Clases sociales, una gran disonancia:
(1) Como israelita (nazoreo), Jesús era portador de una promesa de posesión o heredad. (2) Pero formaba parte de aquellos que habían perdido la tierra, expulsados de la promesa de Dios, a quienes él quiso anunciar el Reino.
Esta experiencia plantea un problema, y para precisarlo debo analizar la división de clases que había por entonces en Galilea (Palestina).
Clase gobernante, funcionarios. En la cúpula se hallaban los altos oficiales romanos (Procurador…) y los reyes vasallos herodianos (Antipas o Filipo) bajo Roma (unas pocas decenas de personas). Tenían muchas tierrasy recibían grandes impuestos, para disfrute personal y para financiar edificaciones y empresas militares y sociales. Se apoyaban en una subclase militar, sacerdotal e intelectual (un 5% de la población):
Jesús no luchó directamente contra los gobernantes y soldados de Roma, pero su visión de Dios y de su Reino se oponía a la estructura sagrada del imperio, y al orden superior de los sacerdotes, que decidieron su muerte, unidos a Roma. Por otra parte, el proyecto de Jesús se oponía a la clase intelectual de los escribas oficiales, que tenían una visión distinta de la Ley (Escritura) y de su incidencia en la vida del pueblo.
‒ José y Jesús Jesús no eran de la Subclase militar poderosa. No había entre los judíos una clase militar estricta, pues el gran ejército estaba en manos de Roma y de su gobernador (Poncio Pilato), de manera que en conjunto ellos se hallaban bajo el mando de una milicia exterior (que se juzgaba sagrada), aunque Antipas, rey vasallo de Galilea-Perea, mantenía un pequeño ejército, que podía considerarse israelita, aunque integrado en la milicia romana. Ciertamente, en tiempo de Jesús no existía un ejército celota (anti-romano) estricto, que sólo surgirá en los años anteriores a la guerra (67-73 dC), pero había un conflicto militar latente, pues muchos judíos veían el ejército de Roma como signo demoníaco. Jesús no reclutará soldados, ni planeará un levantamiento militar, pero morirá condenado por el comandante del ejército romano (Poncio Pilato).
‒ No eran de la Subclase sacerdotal. Roma ejercía un control militar de tinte religioso indirecto (reconocía a todos los dioses, a condición de que estuvieran sometidos a la “diosa” Roma), pero, a fin de asegurar su dominio, pactó con la clase levítica judía, presidida por un Sumo Sacerdote, con gran autoridad, con templo propio e instituciones vinculadas a un Dios tradicional, reconocido por Roma. El judaísmo formaba una comunidad de templo y sus sacerdotes, en pacto con Roma, eran servidores imperiales; por eso, y por su propia tradición, poseían mucha autonomía y tenían además un pequeño ejército (guardia para-militar del templo) y controlaban una parte considerable de la economía de Jerusalén.
‒ No eran de la subclase intelectual rabínico-farisea.En tiempo de Jesús estaba surgiendo una élite pensante muy significativa, formada por escribas (especialmente fariseos), que interpretaban y recreaban la Escritura y tradiciones, adaptadas a las necesidades de la población. Ellos estaban vinculados con los sacerdotes, pero, al mismo tiempo, disfrutaba de gran autoridad, aunque no tanta como la que lograrán después, en el judaísmo rabínico, a partir del II dC. Pues bien, al lado de esa “élite pensante oficial” había en el conjunto de Israel un intenso movimiento “intelectual” (lo que he llamado un thinkingtank), en línea más profética y mesiánica. En esa línea se sitúa el movimiento de Jesús, que no puede entenderse como creador de una nueva clase intelectual, sino como superador de todas las clases elitistas.
José y Jesús no era de la clase mercantil… que vivía de la compra-venta del trabajo de otros…. Las relaciones entre campesinos habían dejado de ser directas y surgió una clase especial de burócratas mercantiles, con los grandes propietarios de la tierra (¡bajo el Dios Mamón!), que controlaban y dirigían no sólo los excedentes agrícolas, sino gran parte de los productos de la tierra, de forma que muchos agricultores libres se hicieron renteros, artesanos dependientes o mendigos.
Ciertamente, Jesús (el hijo de José, el tekton) no fue purista, ni condenó en bloque el comercio, ni rechazó a los publicanos (recaudadores), pero quiso que la acción económica y el dinero estuvieran al servicio de todos, de forma que sólo Dios fuera divino. En esa línea, su proyecto implicaba una transformación socio-religioso, con lo que ello implica de interpretación de la ley, en clave profética. No fue reformador, como algunos fariseos, empeñados en mejorar las relaciones económicas, sino profeta radical, en la línea de la tradición israelita, pues un dinero que no sirve a los hombres se vuelve Mamona, el dinero absolutizado, idolatría concreta que destruye al hombre.
ARTESANOS DEPENDIENTES, CLASE OPRIMIDA
José y Jesús pertenecían a la sub-clase de de los artesanos mendicantes de trabajo, campesinos que habían perdido sus tierras y debían vender su trabajo (y venderse) al servicio de reyes, ciudades o templos y comerciantes o propietarios ricos.
Al principio no había reyes, sacerdotes o soldados profesionales (jerarquía social, sacral y militar), ni comerciantes que controlaran los excedentes alimenticios al servicio de una clase superior no-productiva (como entre los cananeos y fenicios), sino comunión (federación) de agricultores-pastores autónomos, capaces de organizarse y defenderse, intercambiando bienes y servicios (sin una clase liberada para funciones “superiores”). Pero las cosas cambiaron y surgió el sacerdocio con el poder sacral y la monarquía con el poder político-militar. Pues bien, Jesús nació y vivió en un momento clave de esa transformación, marcada por la caída de los agricultores libres y el surgimiento de un subproletariado campesino, bajo reyes, ciudades y comerciantes.
Las tierras pasaron a manos de una clase mercantil (vinculada a gobernantes, grandes propietarios y/o sacerdotes), y los campesinos perdieron su autonomía, viniendo a depender de ciudades y/o comerciantes, que controlaban, dirigían y consumían la producción.
Los campesinos trabajaban y producían al servicio de una estructura social clasista; no vivían, por tanto, en igualdad y comunión (económica, social y/o religiosa), sino en dependencia de otros. Habían sido libres y autónomos (autosuficientes), al menos en sentido imaginario, pero luego engrosaron la gran lista de los sometidos o dependientes. Sin duda, algunos seguían trabajando su campo, pero no para sí mismos, sino bajo dependencia de otros, bajo el poder de los estamentos superiores.
El artesano campesino ha perdido las tierras, por presión fiscal o violencia económica, y necesita que otros le contraten y paguen, no es autosuficiente: No tiene asegurada la comida para la familia. En un momento posterior (en la Edad Moderna) los braceros/artesanos, convertidos en obreros, han podido volverse poderosos. Pero en el tiempo de Jesús, en general, carecían de organización y estaban en el escalón más bajo de la sociedad.
Había artesanos itinerantes,eventuales, al servicio de ricos agricultores ricos o propietarios con ciertos medios económicos. Entre éstos parecen hallarse José y Jesús, que no ha sido (que sepamos) obrero de la construcción del templo, ni de las cortes y ciudades de los reyes galileos (¡algunos dicen que trabajó en la construcción en Séforis…!), sino que dependía de un mercado de trabajo más inestable.
EL SUBMUNDO DE LOS DESCLASADOS. ENFERMOS, IMPUROS, MENDIGOS…
Jesús no parece haber formado parte de estas clases inferiores, pero se sintió cerca de ellas, y en su nombre habló, prometiéndoles la liberación del Reino. En ese fondo se sitúa su experiencia y su mensaje de Jesús. No había aprendido su doctrina en un entorno elitista (como F. Josefo), ni en escuelas oficiales (al servicio de la gran tradición), sino que fue campesino, vinculado a las tradiciones nazoreas (davídicas), rabino rural entre los pobres, como recuerda Mc 6, 3 al llamarle tekton[3], hombre cercano a los últimos del mundo:
‒ Esclavos. La economía romana era esclavista y se fundada en la existencia de hombres-objeto, sin derechos personales. Pero en el contexto rural de Galilea, en tiempos de Jesús, había pocos esclavos, o tenían menos importancia. Lógicamente, Jesús no pudo iniciar una rebelión de esclavos (como Espartaco en Italia: 71 aC), sino que promovió un movimiento de Reino, con campesinos, artesanos y mendigos, un proyecto de sanación e igualdad universal (cf. Gal 3, 28).
‒ Impuros, degradados. Han existido en muchos lugares (intocables, parias…). No parece que ellos formaran una clase especial en Galilea (como en la India), pero aparecen con mucha frecuencia en la historia de Jesús: Enfermos impuros, leprosos y en especial posesos o endemoniados. En ese contexto podemos hablar también de expulsados sociales (publicanos) o socio-religiosos (prostitutas), cuya presencia es importante en el evangelio.
‒ Prescindibles. Se dice que no aportan nada, ni importan a nadie, de manera que todo seguiría igual si murieran. Son los pobres, al margen de la sociedad, sin posibilidad de que se escuche su palabra (prostitutas envejecidas, enfermos abandonados, locos, leprosos…). En principio, dependen de otros, como pobres radicales (ptojoi), que no pueden ni siquiera trabajar, pues no hay trabajo o son incapaces de realizarlo, viviendo de mendicidad. Su número varía, y pueden multiplicarse en momentos de crisis. Entre esos que no cuentan, pues carecen de influjo político o laboral, ha iniciado Jesús su movimiento.
EL TEMA DE JEÚS, UN TEMA INTEGRAL DE VIDA
Había gran disonancia entre el ideal (imaginario) la realidad. Conforme al ideal, formulado tras el Exilio (576-539 aC; cf. Lev 25), la tierra debía repartirse entre todos cada 49/50 años. Pero de hecho gran parte de ella (y la riqueza) quedó en manos de una casta gobernante, al servicio de las clases ricas, bajo el dominio de la nueva política imperial sometida a Mamón, el gran (Mt 6, 24) [4].
José y Jesús no fueron artesanos parcial, por vocación, nis experto, por opción, capaz de enriquecerse a través de su destreza (al servicio de la administración política o religiosa), sino simple artesano, como la mayoría de los nuevos pobres, trabajador eventual, en tiempos de crisis y ruptura de los tejidos sociales
Jesús, el tekton, hijo de José Tekon No empezó por las capitales, marcadas por la injusticia y división social. Posiblemente pensaba que en ellas no podía iniciarse un cambio humano, pues eran responsables de la opresión de los campesinos-artesanos.Fue profeta campesino, desde el campo de Galilea, donde proclamó el Reino de Dios a los pobres, subiendo a Jerusalén (que era signo de las promesas de Dios) para culminar su obra y volver quizá de nuevo a Galilea (cf. Mc 14, 28; 16, 7).
Nos hubiera gustado conocer sus amistadas de adolescencia y sus relaciones posteriores, cuando los hombres de Israel solían casarse (¡antes de los treinta años!), pero los evangelios no han dicho nada sobre el tema, de manera que debemos guardar un silencio respetuoso, limitándonos a decir que estaba arraigado en las tradiciones campesinas y laborales de Galilea, asumiendo un camino profético y mesiánico. A diferencia de una tradición cristiana posterior que ha tendido a espiritualizar su mensaje y figura, los primeros cristianos siguieron enraizando a Jesús en su contexto social y laboral: No quisieron fundar un Reino interior, de almas excelsas, separadas, sino transformar y culminar la historia de Israel, desde el Reino que viene.
No fue un artesano influyente, en la línea de Jeroboam, «joven decidido a quien Salomón puso al mando de los obreros de la construcción» (cf. 1 Rey 11, 28), que pudo iniciar un levantamiento y fundar un nuevo reino (cf. 1 Rey 12). Tampoco fue un jefe de sindicatos obreros, para liderar una revolución social, con toma de poder, como muchos a lo largo del siglo XIX y XX, con la creación de un partido político triunfante, sino un portavoz de los más pobres, sin más posesión que su trabajo (o su falta de trabajo), no para tomar el poder, sino cambiarlo (superarlo). Así se distingue de gran parte del movimiento cristiano posterior, que será básicamente urbano, de manera que los no cristianos se llamaran paganos (de «pago», campo), habitantes de aldeas, que no han aceptado el nuevo orden social cristiano.
Muchos preguntan: ¿Qué hizo Jesús en treinta años de vida oscura y oculta (cf. Lc 3, 23), antes de anunciar su mensaje? Aprendió a ser “hombre”, escuchando a Dios a través de la voz de los demás (cf. Heb 5, 8). Durante treinta años, antes de iniciar su propia obra, él trabajó con los pobres de su pueblo, aprendiendo en la fuerte escuela de la vida, para escuchar por ella la voz de Dios, vinculándose (dialogando) quizá con otros grupos (¿esenios, proto-fariseos?). Sólo después inicio en las zonas rurales un movimiento social y religioso que pudo extenderse después a todos los estratos de la población, empezando por la periferia de las ciudades del imperio romano. Él no se había opuesto a las ciudades por atavismo rural, sino por protesta contra su imposición.
Jesús empezó trabajando para después ser otra cosa (como si el trabajo hubiera sido un tiempo de paréntesis o prueba), sino que lo hizo por exigencia social y laboral, como artesano campesino (cf. Lc 3, 23). Primero maduró como artesano, comprendiendo y conociendo la tarea de la vida, por experiencia laboral y luz sagrada. Después, abandonó su trabajo (artesano) y familia, no por rechazo, sino por llamada de Dios, y así empezó a recorrer un camino distinto, que nadie hasta entonces había explorado, tras haber pasado por la escuela de Juan Bautista.
Comentarios desactivados en 1º de Mayo: San José Obrero
En la fiesta del 1º de Mayo, no podemos olvidarnos de que Jesús de Nazaret era un obrero, de estirpe de obreros, encallecidas sus manos con el trabajo diario, solidario con los que sufrían las injusticias y el desprecio, hermano de los “anawim“…
Vivías del trabajo cotidiano, fuiste un trabajador, un simple obrero; ¿tu fidelidad?: –“es José el carpintero”-, un humilde currante, un artesano.
Trabajo en el que fuiste nuestro hermano; un trabajo de honrado jornalero que en todo cuanto hace pone esmero, porque sabe que Dios usa su mano.
Patrono del trabajo y su salmista, -manos callosas y dedo vendado- enseña al hombre de hoy, tan derrotista, a vivir su trabajo ilusionado, más alegre, cristiano y optimista, más solidario y más humanizado.
*
José Luis Martínez SM
*
Y EL VERBO SE HIZO CLASE
En el vientre de María
Dios se hizo hombre.
Y en el taller de José
Dios se hizo también clase.
*
Pedro Casaldáliga, “Fuego y ceniza al viento. Antología espiritual”,
Sal Terrae, 1984,
***
Dios creó al hombre no para vivir aisladamente, sino para formar sociedad. De la misma manera, Dios «ha querido santificar y salvar a los hombres no aisladamente, sin conexión alguna de unos con otros, sino constituyendo un pueblo que le confesara en verdad y le sirviera santamente».
Desde el comienzo de la historia de la salvación, Dios ha elegido a los hombres no solamente en cuanto individuos, sino también en cuanto miembros de una determinada comunidad. A los que eligió Dios manifestando su propósito, denominó pueblo suyo (Ex 3,7-12), con el que además estableció un pacto en el monte Sinaí.
Esta índole comunitaria se perfecciona y se consuma en la obra de Jesucristo. El propio Verbo encarnado quiso participar de la vida social humana.
Asistió a las bodas de Caná, bajó a la casa de Zaqueo, comió con publicanos y pecadores. Reveló el amor del Padre y la excelsa vocación del hombre evocando las relaciones más comunes de la vida social y sirviéndose del lenguaje y de las imágenes de la vida diaria corriente.
Sometiéndose voluntariamente a las leyes de su patria, santificó los vínculos humanos, sobre todo los de la familia, fuente de la vida social. Eligió la vida propia de un trabajador de su tiempo y de su tierra […].
Sabemos que, con la oblación de su trabajo a Dios, los hombres se asocian a la propia obra redentora de Jesucristo, quien dio al trabajo una dignidad sobreeminente laborando con sus propias manos en Nazaret.
De aquí se deriva para todo hombre el deber de trabajar fielmente, así como también ei derecho al trabajo. Y es deber de la sociedad, por su parte, ayudar, según sus propias circunstancias, a los ciudadanos para que puedan encontrar la oportunidad de un trabajo suficiente.
Por último, la remuneración del trabajo debe ser tal que permita al hombre y a su familia una vida digna en el plano material, social, cultural y espiritual, teniendo presentes el puesto de trabajo y la productividad de cada uno, así como las condiciones de la empresa y el bien común.
*
Gaudium et spes, 32 y 67
Giuseppe Pelliza da Volpedo: “El cuarto estado” (1901). Milán.
Comentarios desactivados en Una picazón imposible de ignorar
Ruby Almeida
La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Ruby Almeida, quien ha estado involucrada en la defensa de los católicos LGBTQIA en todo el mundo durante las últimas dos décadas, incluido el liderazgo en Quest, Bridge and Embrace India, y la Red Global de Católicos Arco Iris. También ayuda a gestionar un programa para personas que desean volver a practicar la fe católica.
Las lecturas litúrgicas de hoy para el Domingo V de Pascua se pueden encontrar aquí.
En la lectura del evangelio de hoy, Jesús nos ruega a todos y cada uno de nosotros: “Permaneced en mí, como yo permanezco en vosotros“. Este anhelo ha sido expresado por muchas personas marginadas y distanciadas con las que me he topado a lo largo de mis varias décadas de ministerio en la comunidad de fe LGBTQIA. Es una especie de picazón imposible de ignorar.
He visto a adultos llorar cuando hablaban de su camino de fe; esa efusión de emociones que han estado reprimidas durante tanto tiempo es una experiencia catártica y liberadora para ellos. Verlos crecer en la confianza en sí mismos, sabiendo que son amados y que son miembros valiosos de la comunidad de fe, todo esto crea un espacio y una oportunidad para que se acerquen más a Jesús. Pueden convertirse en el pámpano que da mucho fruto en su discipulado con Cristo, la vid, para usar otra de las imágenes del evangelio de hoy.
Por eso me duele mucho que aquellos que dicen ser “buenos cristianos” se atrevan a ser tan críticos. Estos “buenos cristianos” a menudo encuentran las formas menos cristianas de marginar y aislar a los miembros de nuestra comunidad LGBTQIA al centrarse en una característica de identidad, no en el ser humano, la persona creada por Dios. Cuando el Papa Francisco estaba consolando a un hombre gay que sentía que la Iglesia lo condenaba por su sexualidad, el Papa dijo que debemos ver a la persona como un “sustantivo y no como un adjetivo”. No hace falta decir que ese hombre gay rompió a llorar cuando escuchó esas palabras de afirmación.
Soy muy consciente de los desafíos y disparidades que enfrentamos en la sociedad y dentro de nuestra comunidad eclesial cuando intentamos vivir nuestras vidas auténticas y holísticas. Los escenarios de hostilidad, disensión y dolor causados por unos pocos son suficientes para destruir la noción de que todos somos hijos de Dios. Quizás en estos escenarios empecemos a creer que no somos dignos de un lugar en la mesa, o incluso del amor.
El escultor canadiense Timothy Schmalz sentado junto a su escultura “Jesus the Homeless“.(jesús el sin techo) Espera que la escultura se presente en ciudades de todo el mundo, fundida en bronce para que dure por la eternidad como un recordatorio para los cristianos del mensaje de Jesús en Mateo 25. | (Foto: Cortesía de Timothy P. Schmalz Inc.)
Durante algún tiempo, he ayudado a ministerios para ayudar a dar la bienvenida a la iglesia a personas separadas: el programa Landings, durante la última década y, más recientemente, los Ritos de Iniciación Cristiana para Adultos (RICA). El programa Landings trata de escuchar con compasión a aquellos católicos bautizados que se han distanciado de su fe, aquellos que se marchitan en la vid como menciona el evangelio de hoy. En casi todos los programas que hemos realizado, siempre ha habido al menos una persona de la comunidad LGBTQIA con el deseo de reconectarse con su fe. Sus historias son tan poderosas como las de aquellos que no son de la comunidad. Todos comparten una experiencia común de ser marginados y juzgados, de sentirse indignos del amor de Dios. Esta marginación no es el plan de Dios, sino lo que le hacemos a nuestros semejantes. Una vez finalizado el programa, los participantes descubren la alegría absoluta de ser parte de una comunidad de fe donde son aceptados, amados y respetados por quienes son.
Este paso del juicio anticristiano a la bienvenida cristiana fue visible en la misa del domingo pasado. Una persona sin hogar había encontrado refugio en un banco en la parte trasera de la iglesia y durante toda la misa durmió un sueño muy necesario sentado erguido. Nadie en la iglesia intentó desalojar a la persona ni avergonzarla. Al terminar la misa, se estiraron y durmieron profundamente. Sin juicio. Sólo bienvenida y amor.
La Iglesia —nuestra Iglesia, nosotros somos la Iglesia, la vid sobre la cual crecen nuestras ramas— necesita ser nutrida y sostenida por la amorosa compasión de las palabras, los hechos y las acciones de Cristo. Nuestra Iglesia nunca puede ser un lugar que dé estatus a las opiniones, juicios y condenas de unos pocos creados por el hombre. Los marginados, los forasteros, los marginados son con quienes Cristo eligió ponerse del lado y entre ellos estar. Por lo tanto, debemos quedarnos para pelear la buena batalla. La lucha por el amor, la compasión y la dignidad que todos y cada uno de los seres humanos merecen.
—Rubí Almeida, 28 de abril de 2024
Fuente New Ways Ministry
Nota: El escultor canadiense Tim Schmalz dijo que el Papa Francisco bendijo la estatua, pero dos catedrales rechazaron su imagen de bronce de Jesús en un banco del parque.
“Imagínese una figura de tamaño natural totalmente envuelta en una manta o un saco de dormir, con lo único visible los pies de la figura”, dijo. “Si miras los pies, en realidad ves las heridas de Jesús”.
Las catedrales de Toronto y Nueva York rechazaron previamente la estatua en 2013.
Schmalz espera que la gente se siente a los pies de la escultura y se inspire para ayudar a los demás.
Enciclopedia paulina, con rigor crítico, claridad y pedagogía, para estudiantes, historiadores y teólogos, escrita a “tres bandas”, para aquellos que sitúan a Pablo dentro del judaísmo, para aquellos que le entienden desde el comienzo cristianismo y para quienes le interpretan como maestro y guía de universalidad, por encima y en la base de las “leyes” y normas de vida.
Pablo sigue siendo el primero y más importante de los antropólogos (pensadores) de occidente, uno de los fundadores de la “modernidad”. Así lo ha visto Gil Arbiol, así lo ha presentado en esta obra sorprendente (extraordinaria, necesaria) que tengo el pacer de presentar. Ha sido mi libro de cabecera de esta Pascua 2024. Gracias, Carlos. Me has enseñado mucho. Me has dejado pendientes muchos temas y caminos. Es la mejor señal de que eres buen guía.
Enciclopedia bíblico/teológica de y sobre Pablo y su obra (su escuela), escrita a “cuatro manos”:
(a)Aportación histórica, en el cruce entre el nuevo judaísmo rabínico y el cristianismo eclesial. Puede y debe entenderse desde ambas riberas, la rabínica y la cristiana, con un fondo apocalíptico-sapiencial, judeo-helenista, en un contexto de sabiduría helenista y de universalidad romana.
(b) Novedad literaria. Pablo es un “rabí” judío, buen conocedor de los métodos literarios del entorno helenistas, y un estratega mesiánico, creador de comunidades judeo-cristianas, que utiliza sus cartas como medio de evangelización y dirección social (de creación de grupos), entendidos como asociaciones (iglesias) escatológicas, entendidas como “cuerpos” del mesías de Israel, abierto no sólo al imperio romano, sino a todos los pueblos de de la tierra.
(c) Creación de iglesias. Pablo se siente llamado por Dios para crear “una iglesia” o gran comunidad de convocados por el Dios de Israel en torno (a partir) de Cristo Jesús, mesías “crucificado”. Ésta es su novedad, ésta es el sentido y fin de su obra. Estrictamente hablando, Pablo no es un escritor, ni un pensador en abstracto, sino un creador de comunidades, que no se vinculan un tipo de ley nacional judía, ni por un “ordo” sapiencial o imperial greco-romano, sino por la llamada e impulso del Cristo-Crucificado de Israel, principio de comunión universal.
(d)Pablo es, finalmente, un teólogo, siendo básicamente un “antropólogo”, portador de una nueva experiencia de Dios, en la línea de la tradición profético-apocalíptica judía, un hombre que se inscribe en la tradición mesiánica de Jesús, al lado de los Doce “apóstoles” primeros (con Pedro) y de los seguidos “hebreos” de Jesús, representado especialmente por Jacobo y los “hermanos de Jesús”, que siguen formando para de la comunidad de Jerusalén. Su visión de Dios y del ser humano resultan inseparables y se vinculan en la “experiencia” de contraste de la muerte del Mesías, entendida como juicio y principio creador de Dios.
(e) Obra de estudio y recreación judeo-cristiana universal. Conforme a la fisión de Gil Arbiol, que básicamente asumo, carece de sentido separar al Pablo judío del Pablo cristiano. Pablo es judío, siendo “mesiánico” (cristiano), y es cristiano siendo “judío”, profeta, estratega y “pensador”. El hecho de que cierto judaísmo le haya condenado (estigmatizado) es una prueba de que no ha sido aún asimilado por un tipo de tradición israelita; tengo la certeza de que el futuro un tipo de judaísmo legal/político depende de su lectura de Pablo (de lo que Pablo implica de universalismo y de mesianismo del Cristo crucificado.
(f)Obra abierta. Pablo sigue siendo para los cristianos una “cuestión pendiente”. No se trata de liberarse de Pablo para que el cristianismo sea “puro” (vuelva a su fuente), sino de asumir radicalmente a Pablo, al lado de Pedro y del Discípulo amado (al lado de los sinópticos). El futuro de las iglesias cristianas depende también (como el futuro del judaísmo) de una lectura radical de Pablo. Ésta es, a mi juicio, la aportación de fondo de esta obra maestra de Carlos Gil Arbiol.
AUTOR: GIL ARBIOL CARLOS (1970- ).
Teólogo católico, nacido en Tudela (Navarra), de la Orden de los Franciscanos Capuchinos. Estudió teología en la Universidad de Deusto/Bilbao (1995-1997), en Jerusalén (1997-1998) y en St. Andrews, Escocia (1999-2000), con Philip Esler, defendiendo su tesis doctoral en Teología Bíblica Deusto (2001), bajo la dirección de Rafael Aguirre (Los valores negados. Ensayo de exégesis socio-científica sobre la autoestigmatización en el movimiento de Jesús, Estella 2003).
Ésta es una tesis pionera en el campo de los estudios bíblicos, pues pone de relieve la forma en que las acusaciones contra Jesús y su grupo se convierten en principio de identificación y de valoración positiva de su movimiento mesiánica, desde la perspectiva de los marginados y excluidos de la sociedad.
Es profesor en la Facultad de Teología de la Universidad de Deusto desde 2001 y de la Escuela Superior de Estudios Franciscanos de Madrid. Ha impartido cursos en diversas facultades de Teología de España y América y es miembro de la Society of Biblical Literature desde 2001. Además de la tesis doctoral, ya citada, ha publicado Guía de Lectura de 1 y 2 Tesalonicenses” (Estella 2004) y ha dirigido y editado con C. Bernabé el libro homenaje a Rafael Aguirre, titulado: Reimaginando los orígenes del cristianismo(Estella 2008).
Ha publicado también varios libros y trabajos de investigación y divulgación sobre Nuevo Testamento y orígenes del cristianismo en revistas nacionales y extrajeras y dirige una nueva colección de libros de divulgación sobre temas bíblicos titulada “Qué se sabe de…”, cuyo primer volumen, colaboración con R. Aguirre y C. Bernabé es: Qué se sabe de… Jesús de Nazaret” (Estella 2009). Forma parte del “Grupo de investigación de los orígenes del cristianismo”, que ha editado una serie de obras pioneras sobre el surgimiento e identidad de la Iglesia.
ÍNDICE
Parte primera TEMAS INTRODUCTORIOS
Capítulo I: Introducción a los estudios paulinos
Capítulo II: La vida de Pablo
Capítulo III: Características literarias de las cartas paulinas
Parte segunda LAS CARTAS DE PABLO
Capítulo IV: La Primera Carta a los Tesalonicenses
Capítulo V: La Primera Carta a los Corintios
Capítulo VI: La Carta a los Gálatas
Capítulo VII: La Segunda Carta a los Corintios
Capítulo VIII: La Carta a los Filipenses
Capítulo IX: La Carta a Filemón
Capítulo X: La Carta a los Romanos
Parte tercera LAS CARTAS DEUTEROPAULINAS
Capítulo XI: Las cartas a los Colosenses y a los Efesios
Capítulo XII: La Segunda Carta a los Tesalonicenses
Capítulo XIII: Las cartas pastorales: Tito y 1-2 Timoteo
PABLO VIDA Y OBRA. CRONOLOGÍA
Se llamaba Saulo/Saúl, de la tribu de Benjamín (Flp 3, 4-6), como el rey israelita de su nombre (1 Sam 9, 2), y había nacido en Tarso de Cilicia, en la diáspora judía de Asia Menor, hacia el 5 d C , pero después cambió (o completó) su nombre hebreo con el romano de Paulo, Pablo (el Pequeño) Muchos han dicho que fue traidor a su pueblo, añadiendo que tenía una formación más pagana que judía Algunos añaden que fue un creyente religioso, un organizador social, primer impulsor de la misión cristiana, más romano que cristiano Otros, en fin, aseguran que, habiendo perseguido a un tipo de cristianos primitivos, fue el verdadero inventor del cristianismo Pero, en realidad, él siguió siendo un judío, pero un judío mesiánico o cristiano
Como fariseo (Flp 3, 5), había perseguido a los cristianos helenistas (quizá de la línea de Esteban: Hch 6‒7) porque destruían la cohesión nacional (legal) del judaísmo y negaban la unidad de Dios, al identificar a su Hijo-Mesías con un crucificado Ciertamente, como perseguidor de los cristianos, él debía saber por qué les perseguía, y en un momento dado supo que ellos tenían razón, descubriendo, por revelación pascual, la identidad de Jesús resucitado, como he puesto de relieve en el capítulo anterior Desde ese fondo quiero evocar algunos momentos de su vida cristiana:
‒ Años 33-35 Damasco Misión árabe Los tres primeros años de su experiencia cristiana están vinculados a la “misión en Arabia” (cf Gal 1, 17), posiblemente en el entorno de la ciudad nabateo-helenista de Damasco o en alguna zona entre Decápolis y Palmira, preparándose quizá para entrar después en Jerusalén, desde oriente, con la ofrenda de los gentiles convertidos (en la línea de la tradición de los magos: Mt 2), para esperar allí la venida del Cristo resucitado (cf Isaías III, cap 6) No debió tener mucho éxito, de forma que abandonó esa misión a los tres años Si ella hubiera triunfado el futuro del cristianismo hubiera sido distinto, con rasgos más semitas, más abierto a Siria‒Babilonia que a Roma (helenismo) Pero esa misión acabó con la huida de Pablo de Damasco
‒ 35-48 Miembro de la Iglesia de Antioquía Al abandonar Damasco y su entorno, Pablo fue a Jerusalén a “conversar” con los apóstoles anteriores (cf Gal 1, 1821), pero no quedó allí, como Santiago, ni inició la misión en la costa de Palestina (como Pedro), ni la de Samaría, como Felipe (cf Hech 8-11), sino que se hizo miembro de la Iglesia helenista de Antioquía, vinculándose en especial con Bernabé… Ambos actuaron como apóstoles de esa Iglesia, desde la perspectiva del cristianismo helenista, abandonando el exclusivismo judío y creando comunidades donde no se exigía el cumplimiento nacional de la Ley israelita
‒ 48/49 al 57 “Concilio” de Jerusalén y misión universal (Gal 2, 1‒10; Hch 15) Pablo y Bernabé se reunieron en Jerusalén con Santiago (hermano de Jesús, líder de la Iglesia judeo‒cristiana) y con Pedro (discípulo directo de Jesús, misionero judeo-cristiano), para defender su misión a los gentiles Tanto Santiago como Pedro aceptaron su propuesta, y Pablo, que se sintió con libertad para iniciar una misión abierta a los gentiles, y así lo hizo, tras discutir con Pedro y separarse de Bernabé y de la comunidad de Antioquía por una diferencia sobre la comunión de mesa entre cristianos de origen judío y pagano Pablo optó por una misión entre paganos, sin obligarnos a cumplir la ley nacional judía (pero en fidelidad al AT, entendido en forma universal), y de esa forma fue creando iglesias cristianas entre Asia Menor, Macedonia y Grecia, creando y organizando comunidades mesiánicas, con las que mantuvo una fecunda correspondencia epistolar
‒ Del 57 al 62 Por Jerusalén a Roma Muerte Hacia el año 57, realizada su tarea de oriente, escritas sus cartas básicas, Pablo quiso culminar su misión en occidente (España), donde se propuso llegar, pasando por Roma, para preparar así la venida final del Cristo Pero antes quiso pasar por Jerusalén, para entregar una colecta de sus iglesias, manteniendo así el contacto con la comunidad judeo‒cristiana de Santiago Pero algunos le acusaron y prendieron y, tras dos años de encarcelamiento, hacia el año 59, le envíaron a prisionero a Roma en espera de juicio Aquí se acaba lo que sabemos de su historia Posiblemente le condenaron a muerte y le ejecutaron hacia el 62-63 d C.
UNA VOCACIÓN PROFÉTICO‒MESIÁNICA QUE SIGUE PENDIENTE
Sobre la “vocación” de Pablo ha escrito Lucas, desde una perspectiva posterior (hacia el 90 d C ), un relato, tres veces matizado (Hech 9, 1-19; 22, 6-16; 26, 12-18), afirmando que Jesús (a quien Pablo, perseguía) salió a su encuentro y se le manifestó como Señor e Hijo de Dios Pero es más directo el testimonio del mismo Pablo, defendiendo su llamada en contra de aquellos que le acusaban, diciendo que no había conocido a Jesús:
Ya sabéis mi conducta anterior en el judaísmo, cómo perseguía con fuerza a la iglesia de Dios y la asolaba Y aventajaba en el judaísmo a muchos de los contemporáneos de mi pueblo, siendo muy celoso de las tradiciones de mis padres Pero cuando Dios, que me apartó desde el vientre de mi madre y me llamó por su gracia, quiso revelar en mí a su Hijo, para que lo predicara entre los gentiles no consulté con nadie el tema sino que fui a Arabia y volví de nuevo a Damasco Después, pasados tres años, subí a Jerusalén para ver a Pedro y permanecí con él quince días; pero no vi a ninguno de los demás apóstoles, sino a Santiago (Gal 1, 13-19) .
Comentarios desactivados en El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante
En la oquedad de nuestro barro breve
el mar sin nombre de Su luz no cabe.
Ninguna lengua a Su Verdad se atreve.
Nadie lo ha visto a Dios. Nadie lo sabe.
Mayor que todo dios, nuestra sed busca,
se hace menor que el libro y la utopía,
y, cuando el Templo en su esplendor Lo ofusca,
rompe, infantil, del vientre de María.
El Unigénito venido a menos
traspone la distancia en un vagido;
calla la Gloria y el Amor explana;
Sus manos y Sus pies de tierra llenos,
rostro de carne y sol del Escondido,
¡versión de Dios en pequeñez humana!
*
Pedro Casaldáliga El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986
***
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
“Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento… que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros.
Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.
Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. El que no permanece en mí … se seca… Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.”
*
Juan 15,1-8
***
El capítulo 15 de Juan nos aproximará a Cristo. El Padre, por ser el viñador, debe podar el sarmiento para que dé más fruto, y el fruto que debemos producir en el mundo es bellísimo: el amor del Padre y la alegría. Cada uno de nosotros es un sarmiento.
La última vez que fui a Roma, quise dar algunas pequeñas enseñanzas a mis novicias y pensé que este capítulo era el modo más bello de comprender lo que somos nosotros para Jesús y lo que es Jesús para nosotros. Pero no me había dado cuenta de algo de lo que sí se dieron cuenta las jóvenes hermanas cuando consideraron lo robusto que es el punto de conexión de los sarmientos con la vid: es como si la vid tuviera miedo de que algo o alguien les arrancara el sarmiento. Otra cosa sobre la que las hermanas llamaron mi atención fue que, si se mira la vid, no se ven frutos. Todos los frutos están en los sarmientos. Entonces me dijeron que la humildad de Jesús es tan grande que tiene necesidad de sarmientos para producir frutos. Ese es el motivo por el que ha prestado tanta atención al punto de conexión: para poder producir esos frutos ha hecho la conexión de tal modo que haga falta fuerza para romperla. El Padre, el viñador, poda los sarmientos para producir más fruto, y el sarmiento silencioso, lleno de amor, se deja podar sin condiciones.
Nosotros sabemos lo que es la poda, puesto que en nuestra vida debe estar la cruz, y cuanto más cerca estemos de él y tanto más nos toque la cruz, más íntima y delicada será la poda. Cada uno de nosotros es un colaborador de Cristo, el sarmiento de esa vid, pero ¿qué significa para vosotras y para mí ser una colaboradora de Cristo? Significa morar en su amor, tener su alegría, difundir su compasión, dar testimonio de su presencia en el mundo.
*
Madre Teresa de Calcuta, Missione d’amore, Milán 1985, pp. 79s).
Comentarios desactivados en “Contacto vital con Jesús”. 5º Pascua – B (Juan 15,1-8)
Según el relato evangélico de Juan, en vísperas de su muerte, Jesús revela a sus discípulos su deseo más profundo: «Permaneced en mí». Conoce su cobardía y mediocridad. En muchas ocasiones les ha recriminado su poca fe. Si no se mantienen vitalmente unidos a él, no podrán subsistir.
Las palabras de Jesús no pueden ser más claras y expresivas: «Como el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid, así tampoco vosotros si no permanecéis en mí». Si no se mantienen firmes en lo que han aprendido y vivido junto a él, su vida será estéril. Si no viven de su Espíritu, lo iniciado por él se extinguirá.
Jesús emplea un lenguaje rotundo: «Yo soy la vid y vosotros los sarmientos». En los discípulos ha de correr la savia que proviene de Jesús. No lo han de olvidar nunca. «El que permanece en mí y yo en él, ese da fruto abundante, porque sin mí no podéis hacer nada». Separados de Jesús, sus discípulos no podemos nada.
Jesús no solo les pide que permanezcan en él. Les dice también que «sus palabras permanezcan en ellos». Que no las olviden. Que vivan de su evangelio. Esa es la fuente de la que han de beber. Ya se lo había dicho en otra ocasión: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida».
El Espíritu del Resucitado permanece hoy vivo y operante en su Iglesia de múltiples formas, pero su presencia invisible y callada adquiere rasgos visibles y voz concreta gracias al recuerdo guardado en los relatos evangélicos por quienes lo conocieron de cerca y le siguieron. En los evangelios nos ponemos en contacto con su mensaje, su estilo de vida y su proyecto del reino de Dios.
Por eso, en los evangelios se encierra la fuerza más poderosa que poseen las comunidades cristianas para regenerar su vida. La energía que necesitamos para recuperar nuestra identidad de seguidores de Jesús. El evangelio de Jesús es el instrumento pastoral más importante para renovar hoy a la Iglesia.
Muchos cristianos buenos de nuestras comunidades solo conocen los evangelios de «segunda mano». Todo lo que saben de Jesús y de su mensaje proviene de lo que han podido reconstruir a partir de las palabras de los predicadores y catequistas. Viven su fe sin tener un contacto personal con «las palabras de Jesús».
Es difícil imaginar una «nueva evangelización» sin facilitar a las personas un contacto más directo e inmediato con los evangelios. Nada tiene más fuerza evangelizadora que la experiencia de escuchar juntos el evangelio de Jesús desde las preguntas, los problemas, sufrimientos y esperanzas de nuestros tiempos.
Comentarios desactivados en “El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.” Domingo 28 de abril de 2024. Domingo quinto de Pascua
Leído en Koinonia:
Hechos de los apóstoles 9,26-31: Les contó cómo había visto al Señor en el camino. Salmo responsorial: 21: El Señor es mi alabanza en la gran asamblea. 1Juan 3,18-24: Éste es su mandamiento: que creamos y que amemos. Juan 15,1-8: El que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante.
Para entender bien este texto es necesario saber que tanto la vid (o las uvas) o como la higuera (o los higos) son símbolos del pueblo de Dios en el AT. Así, el profeta Oseas (9,10), refiriéndose al pueblo, dice: “Como uvas en el desierto encontré a Israel, como breva en la higuera descubrí a vuestros padres”. Jeremías (24,1-10) cuenta una visión con estas palabras: “El Señor me mostró dos cestas de higos… una tenía higos exquisitos, es decir, brevas; otra tenía higos muy pasados, que no se podían comer”. Los higos exquisitos aparecen como figura de los desterrados fieles a Dios; los «muy pasados que no se podía comer» son figura del rey, sus dignatarios y el resto de Jerusalén que han quedado en Palestina o residen en Egipto (v. 8).
Pero tanto la vid (que da agrazones en lugar de uvas) como la higuera (abundante en hojas, pero sin frutos) son figura del pueblo judío y de sus gobernantes, que no se han mantenido fieles a Dios. El fruto que Dios esperaba de Israel era el cumplimiento de las dos exigencias fundamentales de la Ley: el amor a Dios y el amor al prójimo como a sí mismo (12,28-31). Practicar ese amor, encarnado, según Is 5,7 (cf. Mc 12,1-2), en la justicia y el derecho, era la tarea preparatoria de la antigua alianza en relación con el reinado de Dios prometido. Sin embargo este pueblo no ha dado los frutos deseados a lo largo de la historia. Así Jeremías (8,4-13), después de constatar la corrupción de Jerusalén, que, a pesar de todo, se gloría de la Ley, termina descorazonado diciendo: «Si intento cosecharlos, oráculo del Señor, no hay racimos en la vid ni higos en la higuera».
El texto completo de este pasaje del profeta ilumina el sentido de la esterilidad: “Así dice el Señor: «¿No se levanta el que cayó?, ¿no vuelve el que se fue? Entonces, ¿por qué este pueblo de Jerusalén ha apostatado irrevocablemente? Se afianza en la rebelión, se niega a convertirse. He escuchado atentamente: no dice la verdad, nadie se arrepiente de su maldad diciendo: «¿Qué he hecho?». Todos vuelven a su extravío… mi pueblo no comprende el mandato del Señor. ¿Por qué decís: «Somos sabios, tenemos la Ley del Señor»?, si la ha falsificado la pluma falsa de los escribanos… Del primero al último sólo buscan medrar; profetas y sacerdotes se dedican al fraude”.
Semejante es el lamento de Miq 7,1ss: “¡Ay de mí! Me sucede como al que rebusca terminada la vendimia: no quedan uvas para comer, ni brevas que tanto me gustan”. La decepción del profeta proviene de que los piadosos y justos han desaparecido de la tierra y todos cometen malas acciones. A la higuera-Israel la conmina Jesús en el evangelio de Marcos de este modo: «Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti».
No le lanza una maldición que le desee directamente la muerte o algún mal.
Jesús no expresa odio o aborrecimiento hacia la higuera-institución. De hecho, no le dice: “No produzcas fruto”, ni tampoco anuncia que no encontrarán fruto en ella, condenándola a la esterilidad. Le dice: “Nunca jamás coma ya nadie fruto de ti”. Expresa así Jesús el deseo vehemente de que ninguna persona, judía o no, recurra para su alimento-vida a la higuera-institución o dependa de ella; quiere que la humanidad repudie su doctrina y su ejemplo; que nadie busque nada en ella ni acepte nada de ella; que quede aislada al margen de la sociedad humana, y termine así su papel histórico.
El juicio tan tajante de Jesús sobre el templo y la institución, que los presenta como el prototipo de lo aborrecible, se debe a que ésta ha sido infiel a la misión que Dios le había asignado, en dos aspectos diferentes que serán explicitados en la perícopa siguiente: hacia fuera ha traicionado el universalismo que debía encarnar, y hacia dentro del pueblo se ha convertido en instrumento de explotación.
Con ello, siendo la institución judía con el templo la única representante en la tierra del verdadero Dios, deforma su imagen, convirtiéndolo en un Dios particularista y legitimador de la injusticia. Apaga así el faro que debía iluminar a la humanidad y cancela todo horizonte de esperanza. Es el juicio del Mesías sobre las instituciones de Israel. Constata el fracaso de la antigua alianza y, por su parte, declara el fin de la misión de Israel en la historia.
Como se ve, las palabras de Jesús no tendrán efecto más que si los cada uno siguiendo su deseo, renuncia a buscar alimento en la higuera, es decir, si dejan de profesar la ideología que la institución propone o las ventajas que procura la adhesión a ella. El cumplimiento de estas palabras, depende de la opción libre de los seres humanos.
Frente a aquel pueblo que había sido infiel a Dios a lo largo de la historia, Jesús funda un nuevo pueblo, una comunidad humana nueva, verdadero pueblo de Dios, cuya identidad le viene de la unión con Jesús, que le comunica incesantemente el Espíritu, y el fruto de su actividad depende de ella.
La vid o la viña es el símbolo de Israel como pueblo de Dios (Sal 80,9; Is 5,1-7; Jr 2,21; Ez 19,10-12). La afirmación de Jesús se contrapone a esos textos; no hay más pueblo de Dios (vid y sarmientos) que la nueva humanidad que se construye a partir de él (la vid verdadera, cf. 1,9: la luz verdadera; 6,32: el verdadero pan del cielo). Como en el AT, es Dios, a quien Jesús llama su Padre, quien ha plantado y cuida esta vid.
Advertencia severa de Jesús, que define la misión de la comunidad. Él no ha creado un círculo cerrado, sino un grupo en expansión: todo miembro tiene un crecimiento que efectuar y una misión que cumplir. El fruto es el hombre nuevo, que se va realizando, en intensidad, en cada individuo y en la comunidad (crecimiento, maduración), y, en extensión, por la propagación del mensaje, en los de fuera (nuevo nacimiento). La actividad, expresión del dinamismo del Espíritu, es la condición para que el hombre nuevo exista.
El sarmiento no produce fruto cuando no responde a la vida que recibe y no la comunica a otros. El Padre, que cuida de la viña, lo corta: es un sarmiento que no pertenece a la vid.
En la alegoría, la sentencia toma el aspecto de poda. Pero esa sentencia no es más que el refrendo de la que cada uno se ha dado: al negarse a amar y no hacer caso al Hijo, se coloca en la zona de la reprobación de Dios (3,36). El sarmiento que no da fruto es aquel que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu; el que come el pan, pero no se asimila a Jesús.
Quien practica el amor tiene que seguir un proceso ascendente, un desarrollo, hecho posible por la limpia que el Padre hace. Con ella elimina factores de muerte, haciendo que el discípulo sea cada vez más auténtico y más libre, y aumente así su capacidad de entrega y su eficacia. Pretende acrecentar el fruto: en el discípulo, fruto de madurez; en otros, fruto de nueva humanidad.
El sarmiento no tiene vida propia y, por tanto, no puede dar fruto de por sí; necesita la savia, es decir, el Espíritu comunicado por Jesús. Interrumpir la relación con él significa cortarse de la fuente de la vida y reducirse a la esterilidad. Leer más…
Comentarios desactivados en La Biblia del vino (1). Israel (AT). Una viña, una vid, cuatro copas de pascua (dom 5 Pascua, Jn 15)
Del blog de Xabier Pikaza:
Publiqué hace algún tiempo un libro titulado “Fiesta del pan, fiesta del vino. Mesa común y eucaristía” (VD, Estella 2000), que sigue siendo reeditado Quiero preparar, Dios mediante, dos libros menores, uno sobre el vino (Biblia y vino) y otro sobre el pan (Biblia y pan).
Con ocasión del evangelio de mañana (Dom 5 pascua, 28.4.24) he preparado don síntesis sobre el tema del vino, una en el AT (hoy: 27.4.24) y otra en el NT ( para mañana, partiendo de Jn 15, 1-8).
No es un estudio de “interpretación”, sino de recolección de textos. Quizá algún lector pueda utilizarlo para reflexionar sobre el tema.
| Xabier Pikaza
Texto: Dom 5 Pascua 24, Juan 15,1-8
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pedid lo que deseáis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.”
El vino constituye con el pan y (y el aceite) el signo básico de la sacralidad y abundancia de la tierra prometida, apareciendo como uno de los elementos fundamentales de las → ofrendas del templo. Tiene un carácter ambiguo: está vinculado al riesgo de embriaguez, pero se utiliza, de un modo especial, en las fiestas y ofrendas del templo.
El vino se menciona frecuentemente en las listas de ofrendas que se presentaban a las divinidades en los sepulcros o en los templos del oriente y aparece en los cultos de → Baal. En Ras Shamra ciertos ritos litúrgicos daban ocasión para beber vino con (ofrecido a) los dioses. Los cultos de Dionisos, Attis o Mitra utilizarán el vino en los banquetes sagrados, lo mismo que hará después el orfismo. La famosa «confesión de fe» de Sal 16, 3-4 está vinculada al rechazo de las libaciones paganas: «No ofreceré sus libaciones con mis manos, ni mis labios pronunciarán sus nombres» (el nombre de los dioses a quienes se consagra el vino).
(1) Nombres.Se dice en hebreo de varias formas. (a) Yayin: bebida producida por fermentación de uva. Esta es una palabra que está relacionada con el oinos griego (el vinum latino y vino castellano). Proviene de la vid (originaria del sur del Caúcaso) y su elaboración aparece atestiguada, tanto en Mesopotamia como en Egipto hacia el 3.000 a. C., extendiéndose a través de los fenicios por todo el Mediterráneo. Al asentarse en Palestina, los israelitas consideraron vid y vino como bienes propios de esa tierra. (b) Tirós parece referirse a mosto (zumo de uva sin fermentar), aunque en los textos tardíos recibe el mismo sentido que yayin, refiriéndose al vino propiamente dicho (c) Sakar tiene un sentido más amplio que el anterior y puede traducirse por sidra (de la misma raíz que Sakar: sikera) y cerveza. Se produce de la uva, pero también, y sobretodo de cereales (cebada), frutas (dátiles, granadas y manzanas etc.).
En ese sentido evoca varios tipos de zumos y bebidas fermentadas. Cuando, más tarde, el cristianismo sólo acepte como bebida cultual el vino fermentado de uva (y no el mosto o zumo de frutas) estará interpretando la tradición bíblica de una forma restrictiva. Dentro del campo semántico y simbólico del vino caben en la Biblia bebidas diversas, entre las cuales (por analogía) podrían incluirse cervezas, sidras y zumos, propios de varias culturas del mundo. Volviendo a la tradición del Antiguo Testamento, la entrada y posesión de la → tierra por los israelitas está vinculada a la fiesta del vino, como muestra el relato de los → racimos de uva de los exploradores de la tierra de Canaán (Num 10, 20-26). Lógicamente, los israelitas solían beber vino en fechas importantes: cuando se declaraba la mayoría de edad del niño, en las bodas y fiestas, lo mismos que en los contratos y ceremonias sociales.
(2) Riesgo de embriaguez (→ nazareos, recabitas). La Biblia no ha creado ni acogido un mito del vino, equivalente al de Dionisio, Dios de la embriaguez y el sexo en Grecia. En ese sentido, ella ha sido más racionalistas que muchos griegos. En el principio (paraíso de Gen 1-3) no hay vid ni vino, sino árboles frutales y animales… La vid y el vino aparecen después del diluvio, con Noé.
Los israelitas celebran al vino, pero no lo ensalzan ni adoran como expresión de lo divino. A pesar de eso, ellos han trasmitido algunos relatos etiológicos, de tipo irónico, moralizante o crítico, que pueden situarse en el entorno de las fiestas del vino y que pueden orientarnos en la línea de la embriaguez y del riesgo del vino.
(a) comienzo del vino. Vino como riesgo, desnudez
«Noé fue labrador, plantó una viña, bebió vino, se embriagó, y quedó desnudo en medio de su tienda. Vio Cam, padre de Canaán, la desnudez de su padre, y avisó a sus dos hermanos. Entonces Sem y Jafet tomaron el manto… y andando hacia atrás, vueltas las caras, cubrieron la desnudez de su padre sin verla. Cuando despertó de su embriaguez… Noé dijo: ¡Maldito Canaán! ¡Bendito sea Yahvé, el Dios de Sem! ¡Dilate Dios a Jafet!» (Gn 9, 20-27).
Al comienzo de la nueva historia, dispersos por el mundo, después del diluvio, los Noe y los nuevos habitantes de la tierra empiezan cultivando viñas y produciendo vino, una bebida que define de forma poderosa y ambigua su comportamiento. Antes no era necesario el vino. Ahora parece serlo, para mantener la vida humana, en gozo y fiesta, sobre la dura superficie de la tierra. Esta es la primera fiesta del vino anima al hombre (siendo así bendición), pero puede desnudarle, convirtiéndose en maldición: derrumba al padre (inconsciente) sobre el suelo, de manera que sus hijos pueden deshonrarle (Cam) o cubrirle con respeto y cuidado (Sem y Jafet). Así quedan prefigurados los caminos de la historia, el futuro de los pueblos: Cam simboliza a los cananeos y sureños, Sem a los semitas del oriente, Jafet a los pueblos del norte y oeste de Palestina.
(b) Hijas de Lot, vino como inconsciencia y engaño. La ambigüedad del vino se acentúa en el relato de las hijas de Lot, que ha vinculado sexo y vino. Hay buen vino de amor, como sabe el Cantar de los Cantares (cf. 2, 4.15; 4, 10; 5, 1; 6, 11; 7, 8-13; 8, 2). Pero hay también vino de embriaguez y engaño: «Subió Lot desde Soar y se quedó a vivir en el monte… Él y sus dos hijas se instalaron en una cueva. La mayor dijo a la pequeña: Nuestro padre es viejo y no hay ningún hombre en el país que se una a nosotras, como se hace en todo el mundo. Ven, vamos a darle vino a nuestro padre, nos acostaremos con él y así engendraremos descendencia. Dieron vino a su padre aquella misma noche, y entró la mayor y se acostó con su padre, sin que él se enterase de cuándo ella se acostó ni cuándo se levantó… También la noche siguiente le dieron vino y la pequeña se acostó con él, sin que él supiera cuándo se acostó o se levantó. Las hijas de Lot concibieron de su padre. La mayor dio a luz un hijo, y le llamó Moab, padre de los actuales moabitas. La pequeña dio a luz un hijo, ye le llamó Ben Ammí: es el padre de los actuales ammonitas» (Gen 19, 30.38). También éste es un relato etiológico y burlesco (basado en la etimología popular de Moab y Ben-Ammi: del padre, hijo de mi pueblo), creado para descalificar a los vecinos de Israel, tan cercanos y enemigos. Es un relato mentiroso, pero sirve para evocar los riesgos del vino que, en manos de personas solitarias y ansiosas, puede crear la desmesura. Nadie es culpable y todos lo son: las muchachas no son responsables de su abandono, ni el padre fugitivo es responsable de su borrachera; todos (tanto Lot como sus hijas) acaban cayendo en las redes de su impotencia. Este es el gran riesgo del vino.
«Un año, después de haber comido y bebido, se levantó Ana y se puso ante Yahvé. Estaba llena de amargura y oró a Yahvé llorando sin consuelo… Como prolongase su oración ante Yahvé, Elí (sacerdote) observaba sus labios. Ana oraba para sí: se movían sus labios, pero no se oía su voz, y Elí creyó que estaba ebria, y le dijo: ¿Hasta cuándo va a durar tu embriaguez? ¡Echa el vino que llevas! Pero Ana le respondió: No, señor; soy una mujer acongojada; no he bebido vino ni cosa embriagante, sino que desahogo mi alma ante Yahvé… Elí le respondió: Vete en paz y que el Dios de Israel te conceda lo que le has pedido» (1 Sam 1, 9-17 LXX).
El relato nos sitúa en un contexto de fiesta de vino. Terminada la recolección, vendimiada la viña y pisadas las uvas, el buen israelita sube al templo, para ofrecer ante Dios los dones de la tierra, con sacrificios de animales. Evidentemente bebe y se alegra: es tiempo de fiesta. Pues bien, paradójicamente, en medio del gozo, una mujer eleva ante Dios su tristeza. La fiesta es alegría y fecundidad. Pero ella está sufriendo por estéril. La celebración del vino se vuelve tristeza si falta familia (el amor de los hijos). De manera significativa, (como harán los habitantes de Jerusalén, criticando a los cristianos, en una fiesta semejante de Pentecostés: Hech 2), el sacerdote piensa que ella está borracha, que el vino ha trastornado su cabeza, convirtiendo la fiesta del gozo en embriaguez y orgía. Ella responde: no ha bebido, es estéril, no puede gozar en la fiesta israelita del vino.
(4) Fiesta del vino. Jubileos. Los israelitas celebraban una fiesta del vino, vinculada a los → Tabernáculos; pero los textos actuales de la Biblia parecen haberla silenciado, quizá para evitar malos entendidos dionisíacos (de embriaguez). Por eso, los grandes catálogos legales (Ex 23, 14-19; 34, 18-23; Dt 16, 1-16; Lev 23) no han transmitido o legislado nada sobre ella. Por otra parte, el relato donde podía haberse trasmitido el origen de la fiesta del vino (Gen 9, 20-27) está dedicado en la Biblia actual a la embriaguez de Noé y al comportamiento de sus hijos. Pero lo que no ha conservado la Biblia oficial o canónica, lo han conservado algunos apócrifos, como el libro de los Jubileos, que tenía un gran influjo en tiempos de Jesús y que cuenta la instauración de la fiesta del vino:
«En el séptimo septenario de este jubileo, en su primer año, plantó Noé una viña en el monte donde se había posado el arca… Dio fruto al cuarto año, la vendimió ese año, en el mes séptimo guardó su fruto. Hizo así mosto, lo puso en una vasija y lo conservó hasta el quinto año, hasta el primer día del primer mes. Celebró ese día la Fiesta con regocijo e hizo un holocausto al Señor… Colocó toda la grasa en el altar en el que ofrecía el holocausto al Señor y añadió la carne de la ternera, el carnero y las ovejas. Puso encima masa (de harina) con aceite, luego derramó vino en el fuego que había encendido sobre el altar y echó incienso encima, levantando un buen aroma agradable al Señor, su Dios. Se regocijó y bebió de este vino él y sus hijos con gozo» (Jub 7, 1-6).
Suele decirse Jub 7 ha recreado la historia truncada de Gn 9, 20-27, aunque es más probable que el camino haya sido el inverso: Gen 9 ha desacralizado un relato anterior, de tipo sacral, donde se contaba el descubrimiento y primer uso religioso del vino. Eso significa que Jub 7 habría conservado la tradición más antigua en la que Noe aparece como figura paradigmática: patriarca de nueva humanidad, iniciador de las fiestas de Israel, una de las cuales estaba dedicada a la elaboración y bebida del vino nuevo. Aquí se dice que Noé ha elaborado el vino para Dios y así lo derrama cuidadosamente sobre el altar donde, con la grasa de los animales sacrificados y la masa de harina amasada en aceite, se iba consumiendo la carne de los sacrificios.
La libación de vino va unida al incienso aromático y el humo de la combustión se eleva hacia la altura, siendo recibido por Dios. Sólo después de haber sacralizado las primicias del vino, Noé y sus hijos consumen regocijados el resto, en fiesta de gozo. Por eso, toman ritualmente la bebida que el mismo Dios ha recibido y sacralizado, inaugurando el tiempo del vino, que se repite y actualiza cada año, el primer día del mes primero.
(5) Fiesta del vino en Qumrán
.Los esenios (especialmente del grupo de Qumrán) han dado gran importancia al vino, tanto en sus comidas rituales como en su esperanza escatológica. Por eso, es normal que hayan estado muy influidos por la versión de Jubileos, donde se conservan algunas tradiciones antiguas sobre la fiesta del vino como anticipación y anuncio de la plenitud y cumplimiento de los tiempos. En ese fondo se sitúa un texto famoso del Rollo del Templo de Qumrán, que recoge leyes antiguas, contenidas en la Biblia, y otras que quizá han sido expulsadas de la literatura bíblica. Una de ellas evoca la fiesta del vino, que es culminación de todas las fiestas del año:
«Contaréis siete sábados completos desde el día en que traéis la gavilla… y traeréis una nueva ofrenda a Yahvé desde vuestros poblados: pan nuevo de flor de harina fermentado, primicias para Yahvé, pan de trigo, doce tortas; cada torta de dos décimos de flor de harina (11QT 18, 11-15)… Es la fiesta de las semanas y la fiesta de las primicias para recuerdo eterno… Traeréis vino nuevo para la libación: cuatro hin por todas las tribus de Israel, un tercio de hin por cada tribu. Ese día, todos los jefes de Israel ofrecerán a Yahvé doce carneros con el vino (11QT 19, 9-16) de la libación y ofrecerán… el holocausto… y su grasa la quemarán sobre el altar… Quemarán todo sobre el altar, con sus ofrendas y libaciones. Es un sacrificio de fuego de aroma que aplaca a Yahvé. Ofrecerán toda ofrenda con una libación, según lo prescrito…» (11QT 20, 1-10).
Hay ciertas dificultades a la hora de identificar esta fiesta del pan nuevo y vino nuevo con la fiesta del vino nuevo de Jub 7. Da la impresión de que Jubileos la coloca en contexto de Tabernáculos (al comienzo otoñal del año). Por el contrario, el Rollo del Templo de Qumrán parece situarnos en contexto de Pentecostés (siete semanas tras la pascua y las primicias). Pero ignoramos los matices de los diversos calendarios de aquel tiempo y la forma de relacionar las diversas celebraciones pentecostales (ciclos de siete semanas). Por eso, dejamos el tema abierto, suponiendo que ambas fiestas del vino (y pan) nuevo coinciden de algún modo. La novedad del último texto (Rollo del Templo)está en su forma de vincular ambas fiestas, poniéndolas en el centro del calendario y las de celebraciones litúrgicas de Israel. Es evidente que los sacrificios de animales siguen siendo importantes, pero ahora empiezan a estar al servicio de las dos fiestas básicas: del pan y del vino. Este cambio resulta comprensible: muchos grupos separados, que solemos conocer como esenios, han dejado el calendario y culto oficial del templo de Jerusalén. Por eso no pueden celebrar los sacrificios animales (reservados para el templo). Pero pueden y quieren acentuar otros ritos y gestos, vinculados al pan y al vino. Muchos judíos del III a. C. al II d. C. han descubierto y resaltado el carácter sacral del pan y el vino. Entre ellos podrá estar Jesús.
(6) Misná. Vino consagrado
.La Biblia recuerda en un lugar clave de la historia religiosa de Israel que Melquisedec, sacerdote pagano de Salem, Jerusalén, presentó a su Dios una ofrenda de pan y vino (Gn 14, 18). Eso significa que el santuario de Jerusalén había sido Casa del pan y el vino, ya en tiempos paganos. Lógicamente lo ha seguido siendo cuando se ha implantado allí el Yahvismo, como saben las leyes rituales, que regulan el uso (libaciones) de vino en los sacrificios (cf. Lev 23, 13; Num 15, 5-10). En el templo de Jerusalén se conservaba el vino de las ofrendas y libaciones, como recuerda una tradición de la Misná: «¿De donde se traía el vino? Kerutim y Hatulim tenían el mejor vino. El segundo en calidad procedía de Bet Rimmá y Bet Labán, en la montaña, y de Kefar Signa en la llanura [zonas de Judea]. No se lo metía en grandes tinajas, sino en pequeñas cubetas. Las cubetas no se llenaban hasta los bordes, a fin de que la fragancia se expandiera. No se tomaba el vino de la parte alta a causa de la espuma, ni tampoco del hondo a causa de las heces, sino que se tomaba del tercio (de la cubeta) o del medio…» (M. Men 8, 6-7). Había buen vino en el templo, para libaciones de Dios y consumo de los sacerdotes. En su conjunto, los israelitas (al menos los sacerdotes antiguos) celebraban el recuerdo y presencia de Dios con pan y vino, en la tierra prometida. Ciertamente, no todos compartían esta visión, pues había recabitas, nazireos y bautistas o penitentes, más empeñados en el agua de las purificaciones que en el vino de las bodas.
Este pasaje se conoce como «la parábola de la vid y los sarmientos». Título erróneo, porque no tiene en cuenta al protagonista principal, el labrador, que es quien poda, arranca y tira los sarmientos que no dan fruto. Y más bien que parábola es una fábula, donde los protagonistas son animales o plantas que pueden hablar y actuar. En este caso, los protagonistas secundarios, los sarmientos, no hablan, pero sí actúan. Algunos deciden mantenerse unidos a la vid, y dan fruto abundante. Otros deciden independizarse, cortar la relación con la vid, y dejan de dar fruto.
En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:
«Yo soy la verdadera vid, y mi Padre es el labrador. A todo sarmiento mío que no da fruto lo arranca, y a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto. Vosotros ya estáis limpios por las palabras que os he hablado; permaneced en mí, y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí, si no permanece en la vid, así tampoco vosotros, si no permanecéis en mí. Yo soy la vid, vosotros los sarmientos; el que permanece en mí y yo en él, ése da fruto abundante; porque sin mí no podéis hacer nada. Al que no permanece en mí lo tiran fuera, como el sarmiento, y se seca; luego los recogen y los echan al fuego, y arden. Si permanecéis en mí, y mis palabras permanecen en vosotros, pediréis lo que deseéis, y se realizará. Con esto recibe gloria mi Padre, con que deis fruto abundante; así seréis discípulos míos.»
El enfoque del evangelio, insistiendo en la idea de permanecer en Jesús, se comprende recordando un episodio de Lucas. En la aparición a los discípulos de Emaús, estos terminan pidiéndole: «Quédate con nosotros, Señor». En Juan cambia la perspectiva. Es Jesús quien nos dice: «Permaneced en mí». Es muy distinto «quedarse con» y «permanecer en», aunque parezcan lo mismo. Lo segundo habla de mayor intimidad, como la de un niño en el seno de su madre.
El título habitual subraya la importancia de la vid. Y en parte lleva razón: de estar unidos a ella o separados de ella depende el futuro de los sarmientos. Pero la vid no hace nada. Simplemente está ahí. Todas las acciones las realizan el labrador o los sarmientos. Enfoque curioso, que nos obliga a reflexionar sobre la importancia de Dios Padre en la vida del cristiano; y el papel fundamental de Jesús, aunque a veces tengamos la impresión de que no hace nada en nuestra vida.
1ª lectura: la viña y la poda de Dios (Hechos de los Apóstoles 9, 26-31)
Aunque no tenga relación con el evangelio, el texto de los Hechos se puede leer como una concreción del mismo. El final nos dice cómo la vid, la comunidad cristiana, se extiende y fructifica. Y la primera parte, la que trata de Pablo, recuerda lo que dice la fábula a propósito del labrador: «a todo el que da fruto lo poda, para que dé más fruto». Podar es cortar, herir al árbol, despojarlo de algo que le ha costado tiempo y esfuerzo producir. Pero el campesino lo hace para que esté más sano y fuerte. Eso es lo que hace Dios con Pablo.
En aquellos días, llegado Pablo a Jerusalén, trataba de juntarse con los discípulos, pero todos le tenían miedo, porque no se fiaban de que fuera discípulo. Entonces Bernabé, tomándolo consigo, lo presentó a los apóstoles y él les contó cómo había visto al Señor en el camino, lo que le había dicho y cómo en Damasco había actuado valientemente en el nombre de Jesús. Saulo se quedó con ellos y se movía con libertad en Jerusalén, actuando valientemente en el nombre del Señor. Hablaba y discutía también con los helenistas, que se propusieron matarlo. Al enterarse los hermanos, lo bajaron a Cesarea y lo enviaron a Tarso. La Iglesia gozaba de paz en toda Judea, Galilea y Samaría. Se iba construyendo y progresaba en el temor del Señor, y se multiplicaba con el consuelo del Espíritu Santo.
Después de su conversión, Pablo podría esperar que lo recibieran muy bien en Jerusalén. Pero ocurre algo muy distinto: no se fían de él, lo rehúyen, hasta que Bernabé lo presenta a los apóstoles. Cuando comienza a predicar, los judíos de lengua griega intentan eliminarlo y debe huir a Tarso. En realidad, toda la vida de Pablo fue una gran poda, una vida llena de persecuciones y sufrimientos. Pero a través de ellos se convirtió en el mayor de los apóstoles. Dio mucho fruto. Una buena enseñanza para los que quisiéramos que todo nos fuera bien en la vida, sin ningún tipo de dificultades.
2ª lectura: cómo permanecer unidos a la vid (1ª carta de Juan 3,18-24)
El evangelio insiste en la necesidad de que el sarmiento esté unido a la vid. La segunda lectura nos indica el modo concreto de mantener la unión.
Hijos míos, no amemos de palabra y de boca, sino de verdad y con obras.
En esto conoceremos que somos de la verdad y tranquilizaremos nuestro corazón ante él, en caso de que nos condene nuestro corazón, pues Dios es mayor que nuestro corazón y lo conoce todo. Queridos, si el corazón no nos condena, tenemos plena confianza ante Dios. Cuanto pidamos lo recibimos de él, porque guardamos sus mandamientos y hacemos lo que le agrada. Y este es su mandamiento: que creamos en el nombre de su Hijo, Jesucristo, y que nos amemos unos a otros, tal como nos lo mandó. Quien guarda sus mandamientos permanece en Dios, y Dios en él; en esto conocemos que permanece en nosotros: por el Espíritu que nos dio.
El texto, como es habitual en Juan, resulta complicado y mezcla diversos temas: el amor falso y el verdadero, el complejo de culpabilidad, la confianza en Dios, la observancia de los mandamientos, la fe en Jesús y el amor mutuo, la permanencia en Dios y el don del Espíritu. Siguiendo la metáfora del evangelio, es una vid demasiado frondosa que conviene podar. Bastaría recordar que amar de verdad y con obras equivale a creer en Jesús y amarnos unos a otros. Esa es la forma de permanecer unidos a la vid y la única garantía de que daremos fruto como cristianos.
Comentarios desactivados en 5º Domingo de Pascua. 28 abril 2024
«Permaneced en mí y yo en vosotros. Como el sarmiento no puede dar fruto por sí solo, si no permanece en la vid, tampoco vosotros, si no permanecéis en mí.»
Bella imagen de la vid, es una alegoría llena de vida resucitada. Es la imagen de la unión entre Jesús y nosotr@s. ¿Qué vid existe sin sarmientos? ¿Qué Dios vive sin entregar lo que es a quien está unid@ en Él?
En este texto lo primero que salta a la vista es que la vid y los sarmientos son parte de la propia vid. No son dos vides con antagonismo entre la propia vid y el sarmiento, ni son lo mismo, que sería un monismo.
La vid y los sarmientos son diferentes, pero no existen separados. Es decir, las formas separan, porque son lo que vemos con nuestra mente. Pero sin la proyección mental, entrando en la profundidad de la contemplación, las formas no existen, contemplamos la esencia, lo que es, y entonces no son dos cosas distintas, sino una, con diferencias, que es la auténtica maravilla.
Tanto la física cuántica, como la visión transpersonal nos hablan de que todo está interrelacionado. Nada existe separado, y esto nos lo relata el Evangelio.
“ El sarmiento no puede dar fruto de por sí”. “ Yo soy la vid , vosotros los sarmientos, el que permanece en mí y yo en él ese da fruto abundante.” «Permaneced unid@s a mi como yo lo estoy a vosotr@s”.
En la misma línea, si Dios es Amor, ¿cómo puede el Amor vivir sin amor y el amor sin Amar? Nuestro Dios es un Dios Trinitario, diferentes maneras de amar, pero el Amor es solo uno. Somos un@ en Dios.
Esto no lo “entendemos” con nuestra mente discursiva, analítica, sino con la inteligencia del corazón, que es la que comprende con las entrañas en un silencio que se hace a veces denso, hasta llegar a ser transparente. Es entonces cuando se abren las compuertas del ser y se descubre la vida entretejida y conectada al AMOR, a la Vid.
Oración
Resucítanos a la nueva comprensión de la alteridad del amar para que seamos un@ en el Amor.
Comentarios desactivados en La vid tiene varios elementos: RaÍz, cepa, sarmientos y hojas.
DOMINGO 5º DE PASCUA (B)
Jn 15,1-8
Estamos en el comienzo del capítulo 15 de Jn, incluido en el larguísimo discurso de despedida, que Jn pone en boca de Jesús, después de la cena. En esta parte del discurso, se habla de la comunidad y su misión en el mundo. Insiste en que la Vida de Dios debe atravesar a cada miembro para posibilitar el amor que se debe manifestar en obras. La división de los organismos vivos en partes siempre es inadecuada. Toda la vid es un único ser vivo. Para producir frutos necesita raíz, cepa y tallos y hojas.
El simbolismo de la viña es muy frecuente en el AT. Pero no es tan frecuente la imagen de la vid. Además, el sentido que le da Juan es completamente original. El doble aspecto de una misma vivencia individual y una proyección a los demás es la clave de la experiencia pascual. La Vida de Dios, la de Jesús y la de los discípulos es la misma. Aunque no se nombra expresamente, la Vida sigue siendo el centro de todo el discurso.
Hay que tener en cuenta que la vid es una de las plantas que no produce fruto de provecho si no se poda severamente. Su capacidad de echar follaje es tan grande que, si no se le aplican fuertes correctivos, se le va toda la fuerza en tallos y hojas. La poda se realiza en dos etapas. La primera se hace antes de que brote y consiste en eliminar casi todos los sarmientos del año anterior, dejando solo los más vigorosos, y de estos, una parte mínima (dos o tres nudos). La segunda se hace sobre los pámpanos, eliminado todos los tallos que no llevan fruto e incluso desmochando los que lo llevan.
Yo soy la vid verdadera. Detrás del símbolo de la vid, se esconde todo un mundo de sugerencias. Se trata de un ser vivo que se manifiesta a través de elementos distintos, pero unificados por una realidad que los trasciende, la vida. Una vez más es la Vida el centro del discurso. Todo el que se adhiere a Jesús forma parte de la misma vid. Forma una comunidad viva que fructifica. En el AT es frecuente que la viña sea improductiva.
Mi Padre es el labrador. Como en el AT, es el Padre quien la ha plantado y la cuida. Pero hay que tener cuidado a la hora de interpretar este aspecto. Jesús nunca se propone como centro de su mensaje. Él predica el Reino que es Dios. Nunca se interpone entre Dios y el ser humano. Jesús nos dice que lo que Dios es para él, lo es también para cada uno de los hombres. No pensemos que Jesús es más que el Padre. La alusión al Padre labrador, expresa interés porque que todo sarmiento dé fruto.
Todo sarmiento que en mí no lleva fruto, lo elimina, y a todo el que produce fruto, lo poda, para que dé más fruto. Tenemos un juego de palabras muy curioso: “airei” no significa cortar ni arrancar sino abolir, quitar. “kathairei” no significa podar sino limpiar, purificar. Ni uno ni otro se utiliza para designar tareas agrarias. Al emplearlos nos fuerza a ira más allá del primer significado. El versículo siguiente nos saca de dudas: Vosotros estáis ya limpios por el mensaje que os he dado. “limpios” no tiene nada que ver con la pureza legal. Para Juan el único pecado es la opresión. Como ellos han salido de ese ámbito, se han liberado del pecado.
No debemos entender estos versículos como si Dios actuara en nosotros desde fuera y mecánicamente. Para Jesús, Dios es la savia, la Vida que se comunica a toda la vid. Jesús es el primer sarmiento que vivió plenamente de esa savia divina. No debemos confundir al hombre Jesús con el Dios cristiano, sino como el primer cristiano que haciendo suya la misma Vida de Dios, nos ha indicado la manera de alcanzar la plenitud humana. El mensaje de Jesús consiste en que todos vivamos esa Vida divina.
Ni cada individuo, ni la comunidad deben considerarse entes estáticos. Están obligados a dar frutos. Sarmiento improductivo es el que pertenece a la comunidad, pero no responde al Espíritu. Incluso el que produce fruto tiene que seguir un proceso que no acaba nunca. Solo el don total y constante de sí mismo permitiría alcanzar la meta. El Espíritu es un dinamismo que no se detiene nunca. Sería la savia que está siempre fluyendo. El producir fruto no hace referencia a una moralidad sino a la Vida.
El sarmiento no tiene vida propia, necesita recibir la savia de la cepa. La ausencia de fruto delata la falta de unión con Jesús. La presencia de fruto manifiesta que la savia-Vida está llegando al sarmiento. Ni la Vid sin sarmientos puede producir frutos, ni los sarmientos separados de la cepa. Los frutos se alcanzan por la unidad de ambos. Esa unión con Jesús no es algo automático, ni ritual, ni externo. Exige la actualización constante por parte del discípulo. Cada individuo y cada comunidad tienen que estar constantemente eliminando todo aquello que le impida la identificación con Jesús.
Existe una fuerte tendencia a equiparar el “producir fruto” con las buenas obras. En Jn no se hace ninguna distinción entre ser y obrar. Adherirse a Jesús es inseparable de producir el fruto que esa adhesión conlleva, pero los frutos no son directamente las obras, sino la Vida-amor, que necesariamente se manifestará en obras. De esta manera queda erradicado el peligro de creer que son las obras las que me llevan a la identificación con Jesús. Solo la Vida-Amor nos hace ser uno con Jesús y con Dios.
Porque sin mí, no podéis hacer nada. Por activa y por pasiva repite la misma idea. El sarmiento, que es una sola vida con la cepa, produce fruto y hace que la vid sea capaz de dar fruto. El que está separado no sirve para nada porque no tiene vida. Se trata de participar de la misma Vida de Jesús, que es la del Padre. Recordad: “El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el padre; del mismo modo, el que me coma vivirá por mí”. Estar unido, comer a Jesús, es comprometerse con él y participar de su misma Vida. De la misma manera alejarse de Jesús es garantizarse la esterilidad y la muerte.
En esto se ha manifestado la gloria de mi Padre, en que hayáis comenzado a producir fruto por haberos hecho discípulos míos. Queda claro que no pueden ser palabras pronunciadas por Jesús. Los discípulos no comenzaron a dar frutos hasta después de la experiencia pascual. Solo entonces descubrieron al verdadero Jesús y lo vivieron de verdad. No son palabras de Jesús, sino palabras de la comunidad. Si no hacemos esta composición de lugar, no habrá manera de dar auténtico sentido al evangelio de Juan.
El domingo pasado se hablaba de un solo rebaño, hoy nos habla de una sola vid. Jesús y los discípulos constituyen una sola realidad viva. Ser vid significa estar unido, no solo a Jesús y a Dios, sino a los demás sarmientos. Si me separo de otro sarmiento, que está unido a la vid, me tengo que separar de la vid. Esa es la experiencia pascual que debe continuar en nosotros. Todos participamos de la misma Vida de Dios, que es la de Jesús. La Vida es una sola; al participar de ella formamos una unidad con todo.
«Lo mismo que el sarmiento no puede dar fruto por sí mismo si no permanece en la vid; así tampoco vosotros si no permanecéis en mí»
Enfrentadas a los judíos y de espaldas al resto de iglesias cristianas, las comunidades joaneas se convirtieron en comunidades herméticas directamente enganchadas a Jesús. Eran carismáticas y muy poco jerárquicas, vivían en unión mística con Jesús, y esto se manifestaba en la comunión en el amor de cada uno con el resto de los miembros de la comunidad. Mantenían una visión tan espiritualizada del cristianismo, que el resto de cristianos no terminaba de entenderles.
Por eso, cuando Juan se refiere a la vid y los sarmientos no está pensando en ningún tipo de ligazón externa, como el “cuerpo de la Iglesia” organizado y jerarquizado para mantenerse unido tanto en la doctrina como en la liturgia, sino que está hablando de mantenerse unido al espíritu de Jesús, pues sólo a través de esta unión podemos convertirnos en sarmientos vivos que dan buenos frutos.
Pero murió el “discípulo amado” y las disputas internas se generalizaron. Una parte de sus miembros cayó en el docetismo, otra en el gnosticismo, y otra buscó refugio en las comunidades paulinas. Y esto nos debe servir de lección. Es muy sano criticar la jerarquización de la Iglesia, pero sin olvidar el destino de aquellas comunidades que lo fiaron todo al carisma, a la acción del Espíritu, y prescindieron de la jerarquía. Se podría pensar que las comunidades paulinas (que acentuaron el sentido jerárquico hasta el punto de entender la autoridad como poder por delegación divina) estaban en lo cierto porque prevalecieron, pero tampoco son un ejemplo, porque parece evidente que la jerarquía dificulta la acción del Espíritu.
Y estos son los dos extremos que siempre están tentando a la Iglesia. Por una parte, es lógico pensar que una jerarquía con poco poder propicia la acción del Espíritu, pero por otra, el énfasis en la vivencia personal del espíritu de Jesús puede dificultar la comunión con toda la Iglesia y romper el sentido de comunidad.
Ambas tendencias están hoy presentes entre nosotros. En el contexto cultural en que nos movemos, se echa de menos la confianza en el Espíritu. Posiblemente la tentación de nuestra Iglesia occidental sea confiar más en la autoridad, en la estructura, en el derecho, e incluso en el dinero, que en la acción del espíritu de Dios. Como reacción a esta mentalidad, a veces tendemos a desentendernos de la comunidad de la Iglesia y vivir el espíritu de Jesús por libre, como algo meramente personal.
Sería bueno admitir que resulta difícil lograr un equilibrio adecuado entre lo jerárquico y lo carismático. Que no es fácil reducir el nivel de jerarquización hasta el punto de no entorpecer la acción del Espíritu, y evitar a la vez que el movimiento que nació en Jesús se convierta en desconcierto. En todo caso, conviene tener muy claro que el test definitivo de la presencia del Espíritu en una comunidad, o en la Iglesia entera, es el amor y, en definitiva, las obras; los frutos. Si el amor está presente, el espíritu de Jesús reina en ella, y si no, no.
Miguel Ángel Munárriz Casajús
Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí
Comentarios desactivados en Permanecer, a pesar de todo.
Juan 15,1-8
Es invierno. Un adolescente, se dirige a casa de su vecino Daniel.
– ¿Qué te trae por aquí, Mateo?
– Necesito que me ayudes a podar las viñas. Mi padre se encargaba de hacerlo, pero como ha fallecido, tengo que podarlas yo; me da miedo estropear las vides de la familia, algunas tienen cerca de 100 años.
– Iré contigo y te voy explicando.
En el campo, Daniel empieza a podar con tanta energía que el chico se asusta.
– ¿No estás cortando demasiado? No dará tiempo a que salgan uvas este verano. Será nuestra ruina.
– Al contrario, Mateo, voy cortando las ramas secas, que ya no darán fruto, para que la savia suba con fuerza y haga crecer los brotes nuevos, los pámpanos. No tengas miedo, así la savia no se desperdicia y los frutos ganarán en cantidad y calidad. Si hacemos una buena poda, las ramas nuevas crecerán tanto como la longitud de mi dedo, cada día. Podréis cosechar algunos racimos con más de 100 uvas y os darán unos buenos denarios por ellos.
– ¿Y si hubiéramos dejado las vides sin podar?
– Cuando llegara el verano, es posible que algunos racimos tuvieran media docena de uvas y otros no tuvieran ninguna. Además, las vides están más expuestas a enfermar. Esta tarea es imprescindible y se necesitan manos expertas.
– ¿Y qué hacemos con todos los sarmientos que hemos quitado?
– Mañana vendremos a recogerlos, son muy buenos para el fuego.
– ¡Qué bien! Cuando acabemos de podar, podremos esperar tranquilamente a que llegue el final del verano, para recoger los frutos, – exclama Daniel, entusiasmado-
– No. Para que haya una buena cosecha será necesario que en verano hagamos otra pequeña poda, para quitar a las vides algunos tallos que no tienen fruto, y aquellas hojas que impiden que el sol llegue a las uvas. Cuando llegue el momento de la cosecha, verás que ha merecido la pena este trabajo, aunque sea duro.
—————————–
¿Cuántas veces vio Jesús una escena similar, o participó en la poda de las viñas, puesto que solía ser un trabajo colectivo, en el que participaban el vecindario o la aldea?
Jesús, en su pedagogía, utilizó ejemplos que eran significativos para la gente que le escuchaba, ya fuera una higuera que no daba frutos, la puerta de un redil o una viña. Y, a raíz de esos ejemplos, la comunidad de Juan añadió sus catequesis post pascuales, para educar y reavivar la vida comunitaria.
El adolescente Mateo puede representar bien nuestra actitud ante las podas que nos hacen el buen Dios y la propia vida. Son imprescindibles para desprendernos de “lo viejo, seco y caduco”. Es normal que nos de miedo perder aquello que nos ha adornado en el pasado: éxitos, reconocimiento, cargos…, pero la savia de Jesús no nos llega a través de todo eso.
Su savia nos llega a través de una actitud que el evangelio de Juan recoge con una palabra: permanecer. Juan utiliza esta palabra 40 veces en su evangelio. Es evidente que quiso decir algo importante para su comunidad.
Permanecer no significaba quedarse quieto, parado, inmóvil sino tener una conexión tan profunda que fluyera la vida.
Hoy podemos hacer un “ejercicio espiritual”, reflexionando sobre nuestra vida y rellenando los puntos suspensivos que hay a continuación:
· Permanecer sembrando en la familia los valores en los que creemos, aunque…
· Permanecer en al ámbito educativo, creyendo firmemente que …
· Permanecer en la comunidad eclesial, limpiando su rostro, salpicado de …
· Permanecer en el compromiso social, a pesar de…
· Permanecer en las fronteras de…
· Permanecer cuidando la naturaleza, con una actitud…
· Permanecer trabajando por la paz y la justicia en…
· …
Hoy puede ser un buen día para reflexionar sobre: ¿cómo vivimos, qué savia nos nutre y qué frutos estamos dando? ¿En qué lugares y grupos permanecemos, y de cuáles nos hemos separado, y por qué?
Hoy, podemos recuperar la esperanza, porque Dios, que es fiel, permanece como savia de la humanidad.
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