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“Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.”. Domingo 12 de mayo de 2024. Ascensión del Señor

Domingo, 12 de mayo de 2024
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33-AscensionB cerezoLeído en Koinonia:

Hechos de los apóstoles 1,1-11: Lo vieron levantarse.
Salmo responsorial: 46: Dios asciende entre aclamaciones; el Señor, al son de trompetas.
Efesios 1,17-23: Lo sentó a su derecha en el cielo.
O bien:Efesios: 4,1-13:
A la medida de Cristo en su plenitud.
Marcos 16,15-20: Subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

El tema protagonista de este domingo es, indiscutiblemente, «la Ascensión», la subida misma de Jesús al cielo. Un segundo tema es el de «el mandato misionero» que el autor de los Hechos de los Apóstoles que compuso aquella escena puso en boca de Jesús.

En el primer tema, «la ascensión misma», no serán pocos los predicadores que simplemente la darán por supuesta, como indubitablemente histórica en su literalidad textual; habrá creyentes sencillos, de los que de hecho todavía creen que Jesús emprendió una ascensión real, una subida física y vertical, «hacia el cielo», que saldrán de la misa con la misma fe de siempre en la Ascensión, la misma que tuvieron nuestros abuelos, y los abuelos de sus abuelos.

Otros predicadores tratarán el tema de la ascensión con una calculada ambigüedad en sus palabras, de forma que no afirme explícitamtente la historicidad literal de «la subida», pero tampoco la cuestione; simplemente, dejarla ahí, y saltar por encima de ella para centrarse en el segundo tema, el del mandato misionero.

Una tercera actitud sería la de abordar el tema «agarrando el toro por los cuernos», es decir, haciendo caer en la cuenta a los fieles, explícitamente, de que hoy día, ser cristiano no implica en absoluto la necesidad de creer en una «subida física de Jesús» hacia ninguna parte. No vamos a extendernos aquí en un tema que requiere una explicación clara y detallada. Recomendamos más bien la lectura de este iluminador texto de Leonardo Boff, que puede ser tomado de la biblioteca de los Servicios Koinonía, aquí: http://www.servicioskoinonia.org/biblico/textos/ascension.htm Predicar claramente sobre estos elementos tan elementales, hacerlo con pedagogía y con delicadeza, sin brusquedad de «rompe y rasga», es algo que los fieles suelen agradecer –incluso explícitamente, yendo a la sacristía, tras la misa-. Recomendamos vivamente el texto también para utilizarlo en la reunión de estudio bíblico, o incluso para el estudio personal.

El tema del mandato misionero está asociado a la Ascensión por tradición. El final del evangelio de Marcos es el que asocia un mandato misionero de Jesús en el momento de «su despedida antes de partir para el cielo». Hoy sabemos que tal despedida-subida no es histórica, sino una genial composición literaria de Lucas, y que el capítulo final del evangelio de Marcos es añadido posterior, no original. Nada de ello daña en nada a la Misión, que no recibe su fuerza de que realmente fuera proclamada precisamente en la escena de la Ascensión. La Misión tiene otro fundamento, ajeno a la historicidad de la escena de la Ascensión. Por eso no beneficia a la Misión justificarla con un procedimiento mítico: «Jesús, antes de subir al cielo para irse al lugar de donde habría venido, al despedirse, pidió a sus amigos asumir la misión, ahora en una nueva etapa, hacia los confines del mundo». Proceder así, con esta argumentación «mítica» -que ha sido una argumentación bien radicional, empequeñece la misión, porque rebaja sus fundamentos hasta la categoría del mito. Qué sea la misión y qué fundamento tenga, habrá de definirse desde otros fundamentos. Leer más…

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12.5.2024. Ascensión y misión: de Galilea al mundo entero. El nuevo final del evangelio de Marcos

Domingo, 12 de mayo de 2024
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ascensionDel Blog de Xabier Pikaza:

En torno al 70 d.C. Marcos terminó su primera edición (Mc 16,1-8), con el ángel de pascua diciendo a  las mujeres que fueran a Galilea e instruyeran allí a Pedro y al resto de discípulos para aceptar el evangelio

Unos 50 años después (hacia 120 d.C.), volvió el ángel de pascua para decir al mismo Marcos o a un discípulo suyo que redactara un segundo final del evangelio (Mc 16, 15-20) para que todos los discípulos, instruidos por las mujeres y asentados con Pedro en Galilea, tras la Ascensión de Jesús  iniciaran la nueva misión del evangelio, que es la nuestra (año 2024, 50 años después del Vaticano II).

Habían pasado 50 años de la primera a la segunda edición de Marcos.

  El 70 d.C. cayó Jerusalén, se destruyó el templo. Normalmente todo tendría que haber terminado. Pues bien, ese año, un poco antes, un poco después, oponiéndose al gran desastre, Marcos terminó su primera edición del evangelio, diciendo a las 3  mujeres que recrearan el camino de Jesús y les mando para ello a Galilea. Allí verían a Jesús, convertirían a los discípulos varones con Pedro  y podrían empezar. Ese fue el primer final (Mc 16, 1-8). De la tarea de aquellas mujeres nació y sigue naciendo la iglesia.

 – Hacia el 120 d. C, el mismo Marcos o un discípulo suyo tuvo que ratificar el evangelio,  escribiendo el segundo final (Mc 16,15-20) y mandando a todos los discípulos (con 3 mujeres y 11 varones) desde Galilea al mundo entero para cumplir finalmente el mensaje y camino de Jesús . Habían hecho falta unos 50 años, para que se se escribiera este segundo final de Marcos, con la ascensión de Jesús y el envío del mensaje  a todos los pueblos, como recuerda el evangelio de este domingo de la Ascensión universal, que voy a comentar a continuación

Estos cincuenta años de la primera a la segunda edición de Marcos corresponden a los 50 años  que van del Vaticano II (hacia el 1970 d.C.),  que nos situó en Galilea  a este momento tiempo de envío universal   (en torno al 2020 d.C.).

Los que venimos del siglo XX y comenzamos hace 50 nuestra andadura de evangelio recordamos bien las fechas.  Empezamos entonces, hacia el 1970 volviendo a Galilea, con Mc 16, 1-8. Ahora nos dicen que debemos salir de Galilea al mundo entero, como manda la segunda edición  del evangelio (Mc 16, 9-20 y en especial Mc 16, 15-20) que va a proclamarse y meditarse (cumplirse) en la liturgia de la Asunción. Por eso es bueno comentar el 2º final del evangelio de Marcos .

Marcos 16, 15-20

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los Once y les dijo: “Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación. El que crea y se bautice se salvará; el que se resista a creer será condenado. A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.” Después de hablarles, el Señor Jesús subió al cielo y se sentó a la derecha de Dios. Ellos se fueron a pregonar el Evangelio por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.

Esquema

  • Envío: 16, 15. Jesús resucitado les dijo (a todos los discípulos): Yendo a todo el mundo, proclamad el evangelio a toda creatura
  • Juicio: 16, 16 Quien crea y sea bautizado, se salvara; quien no crea, será juzgado.
  • Señales: 16, 17-199 Estas señales acompañarán a los creyentes: expulsarán demonios en mi nombre, hablarán en lenguas nuevas, 18 y tomarán serpientes venenosas en sus manos, y si bebieran algo venenoso no les hará daño, impondrán las manos sobre los enfermos y éstos sanarán. 19 Por su parte, el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo – y se sentó a la derecha de Dios.
  • Cumplimiento: 16, 20 20 Ellos, pues, saliendo, predicaron por todas partes (pantakhou), con la cooperación el Señor (Kyrios) y el fortalecimiento de la Palabra (Logos), por medio de las señales que les seguían.

Explicación

16, 16. Bautismo y juicio Quien crea y sea bautizado, se salvará; quien no crea, será condenado.

IMG_4708El evangelio es sólo salvación, el don de la vida, una esperanza de transformación… Pero si quedamos encerrados en nosotros mismos corremos el riesgo de perdernos, de condenarnos.

 Este pasaje se encuentra cerca de Mt 28,16-20, pero con una estructura dual (de talión escatológico, de salvación-condena), que está más cerca de Jn 20,23: «a quienes perdonéis los pecados, les serán perdonados; a quienes se los retengáis, les serán retenidos» (cf. también Mt 16,19).

En este contexto se vinculan la referencia a Jesús (fe) y la identificación eclesial (bautismo), que aparecen ahora como “medios”. Igual que en la otra conclusión no canónica (16, s/n), aquí no se habla de la llegada del Reino que anunció Jesús, sino de la salvación eterna (sôthêsetai). En este contexto se oponen los dos caminos clásicos de la tradición apocalíptica de Israel (y del helenismo).

Hay una salvación, que está vinculada a la fe y al bautismo (16, 16a), es decir, a la identidad cristiana, tal como ha sido expresada en el conjunto del evangelio de Marcos. Ciertamente, para Marcos la fe era esencial (creer en Jesús, aceptar el evangelio). Pero ahora se introduce también como esencial la referencia al bautismo, que ha de entenderse como sacramento de la Iglesia, cosa que en el texto original de Marcos no era clara (no aparecía el bautismo como medo salvador estricto, ni como sacramente identificador de la Iglesia).

Este pasaje ha vinculado fe y bautismo, como principio de identidad cristiana (fe) y como signo distintivo y manifestación de la fe (bautismo). En este contexto podría hablarse quizá de una experiencia paulina, en la línea de Rom 1,16-17, donde se habla del valor salvador del evangelio, que actúa por medio de la fe; pero Mc 16, 16 ha unido fe y bautismo…, es decir, una fe expresada en el signo eclesial de la pertenencia cristiana (bautismo).

Los que creen se salvan, sin más, sin juicio: La fe (pistis) significa aquí aceptación de la buena nueva: Se trata de creer en la salvación anunciada por Jesús, comprometerse personalmente por ella. No es creer en dogmas teóricos, es aceptar un impulso de vida, confiar en la tarea y esperanza de Jesús.

Los que no creen serán juzgados (16, 16b).

Aquí no se dice “quien no crea y no se bautice”, sino sólo quien no crea (en con n por obras (por gestos, acciones, compromisos), ni siquiera por compromisos sacramentales o eclesiales. La salvación es un misterio de fe: Quien se deja salvar (en manos del mensaje de Jesús) será salvado.

            La salvación es fe… Aceptar la vida como don. Quien no crea queda en manos en sí mismo, de su propio juicio. No se dice que se condena, nadie se condena según Marcos… simplemente corre el riesgo de quedar cerrado en sí mismo. No hay salvación impuesta, pues no sería salvación. Por otra parte, el texto no dice que los no-creyentes se condenarán “en el fuego eterno”, como muestra, de forma simbólica, el texto en parte paralelo de Mt 25,31-46, que resalta el carácter salvador del servicio gratuito (cristológico) hacia los necesitados y la condena de aquellos que no asumen tal servicio.

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12.2.24. La Ascensión. Para repensar el cielo y el infierno.

Domingo, 12 de mayo de 2024
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IMG_4692Del blog de Xabier Pikaza:

En nuestro contexto occidental cristiano, nadie cree ya en un tipo  de doctrina “tradicional· del cielo y del infierno, tal como la siguen repitiendo, al pie de la letra, sin base bíblica ni apoyo eclesial  algunos círculos tradicionalistas (no tradicionales) del catolicismo y de pequeños grupos protestantes.

El tema ha sido y está siendo tratado con hondura, con fidelidad bíblica y con gran respeto por pensadores y testigos de la fe, en línea ortodoxa, católica y evangélica.  Con ellos quiero ofrecer unas bases para re-pensar en forma teórica y práctica el  tema del cielo y del infierno, desde la experiencia básica de la Biblia y de las iglesias.  

No todos estarán de acuerdo con lo que digo. No quiero enseñarles nada, cada uno ha de asumir su  camino, con respeto y amor, dentro de su gran tradición eclesial, volviendo al camino de la Biblia, con Jesús, quiero hacer en lo que sigue.

Los ortodoxos en general no “creen” en el infierno dantesco de un tipo de cristianismo occidental. Según ellos, Cristo ha bajado al infierno para liberar a todos los condenados.

Las iglesias evangélica resuelven el tema en general desde 1 Cor 15, donde Pablo dice que en Adán (como humanos) morimos todos, pero que en Cristo somos todos vivificados,  de manera que, en sentido estricto, no se puede hablar de infierno post-crístico

Para católicos que vienen (venimos) del miedo al infierno escribo las reflexiones que siguen, formuladas de un modo esquemático, especialmente en dos obras que he dedicado en parte al tema. Gran enciclopedia de la Biblia y Teología de la Biblia.

  Buen día de la Ascensión a Todos. Según la tradición bíblica y eclesial, Cristo ha subido al cielo para llevar cautiva (vencida, destruida) a la cautividad del infierno, en otras palabras, para dejar vacío/vacío el infierno de la historia…,  abriendo así un camino, una tarea histórico-social, eclesial y personal de superación de los infiernos de este mundo.

Por desgracia, hay fuertes grupos o lobbies cristianos y católicos empeñados en mantener un tipo de miedo al infierno para tener a los prójimos sometidos a su poder, es decir, al infierno del que sacan provecho económico, social y pretendidamente religioso.

 Es posibles que algunos puedan plantear mejor el tema y sentirnos más centrados en el Dios del amor y de la vida desde aquello que aquí ofrezco, en clave bíblica.

 Punto de partida.

La historia de Dios en los hombres (de los hombres en el Dios encarnado) no se encuentra dirigida hacia dos metas simétricas: por un lado, cielo; al otro, infierno; por un lado, gloria; por otro, la condena. Sólo hay una meta que es la gloria: el brillo y plenitud de Dios que ama, llenando de su gracia a todos los salvados; el banquete de la mesa y hermandad que nunca acaba, con Dios Padre y con su Hijo Jesucristo; las bodas del cordero de Dios que ama a los hombres como a esposa; la luz plena, el total conocimiento de Dios, la Trinidad como espacio de vida donde todos comparten el encuentro del Padre con el Hijo en el Espíritu.

Por todo lo ya dicho, queda claro: Dios no crea a los hombres para el bien y para el mal, no les prepara al mismo tiempo infierno y cielo. Dios es solamente bueno y ha creado las cosas para el bien. Por eso marca un camino de plenitud y gozo positivo para todos los humanos. Lógicamente, el fuego del infierno no se puede entender como elemento positivo de la creación de Dios. Todo lo contrario: es producto del fracaso de los hombres que, negándose a la gracia de Dios, se han pervertido; es situación que los hombres mismos van creando (acaban de crear) allí donde rechazan el misterio de la vida y quieren construir su propia muerte; por eso, más que creación es anti creación, más que obra de Dios es negación de obra divina.

Pero, si Dios es poderoso ¿Cómo puede permitir que exista el infierno? ¿No es capaz de transformar el mal en bien, logrando que los mismos condenados se conviertan así en bienaventurados? Planteado el tema de esa forma, carece de respuesta precisa: no podemos penetrar en el secreto de la creación de Dios. Pero podemos y debemos ofrecer una respuesta aproximada, tanteante, comentando las palabras de la biblia. Ella nos indica que el infierno pertenece a un doble misterio:

  • Misterio de gracia de Dios, que no impone salvación por fuerza.
  • Misterio de la libertad del hombre que, pudiéndose expresar y realizar en gracia, pervierte su camino, destruyéndose por siempre.

 El infierno se presenta, según eso, como cara negativa de la gracia. Si todo diera igual, si todo se encontrara impuesto por la necesidad del cosmos, si solamente hubiera una bondad condescendiente de Dios, no existiría cielo ni tampoco infierno. Habría limbo de inconsciencia para todos, pero no sería humano ni cristiano. Dios nos ha creado abiertos para el cielo, capaces de escuchar la gracia y realizarnos libremente, de manera que seamos aquello que nosotros mismos escogemos desde Cristo.

Pues bien, desde el momento en que ese cielo se ofrece en nuestras manos como meta de elección, podemos elegir también aquel infierno que más nos interesa, condenarnos para siempre a soportarlo. Esta posibilidad pertenece al misterio de la gracia. He dicho posibilidad y no realidad cumplida: Jesús y la iglesia saben que hay hombres que alcanzan la gloria de Dios con María y los santos; pero ni Jesús ni la iglesia definen que «de hecho» existan condenados.

 Existe el infierno como posibilidad de condena,

 abierta para cada uno de nosotros, en camino de elección libre y responsable. El cielo nos lo ofrece Dios y nosotros lo acogemos por su gracia, pero el infierno lo buscamos y creamos nosotros mismos, en contra de la voluntad de Dios que nos ha dado como salvador a su Hijo Jesucristo.

Por eso, la condena se presenta como infierno: está simbólicamente ligada a lo de abajo, a la parte inferior; Dios es la altura de la vida y del amor, pero algunos pueden quedar sin alcanzarlo. La condena es lejanía: Dios nos llama a habitar en su morada, dentro de su misma vida y gracia; pero algunos pueden rechazarla, haciendo su morada lejos, en eso que la tradición conoce como tinieblas exteriores.

 La condena es fuego destructor que mata y duele; Dios, en cambio, es calor bueno, es gozo y es banquete que convoca a los hermanos y les hace realizarse para siempre, aunque algunos prefieran consumirse en su fracaso.

EXPOSICION

Todo lo anterior forma parte del misterio de la gracia de Dios que nos ha dado su vida en Jesucristo. Es un misterio en el que sólo podemos adentrarnos en un gesto de gozo y esperanza. Gozo significa acción de gracias: hemos visto ya el amor de Dios y confiamos en la fuerza de su vida. No tenemos que fijarnos en aquello que hemos hecho, en méritos y acciones; confiamos en la gracia de Dios, sabiendo que su Hijo, muerto por nosotros, quiere darnos la vida para siempre.

Este gozo y esperanza deben ser fundamentados: si queremos conocer lo que es el cielo (en línea cristiana), nos debemos asentar en el mensaje de Jesús, cumpliendo su palabra, actualizando su amor, celebrando su presencia entre nosotros. Sólo así, en gesto de fuerte compromiso por el reino, sabremos ya que hay cielo y viviremos de algún modo su gozo anticipado. Por eso, no he querido presentar aquí un retablo de bienes celestiales, como si fueran algo que se añade al fin y no el sentido y verdad de todo lo estudiado. Cielo es, en el fondo, el cumplimiento total del evangelio, que se vuelve de esa forma «eterno y perdurable» (cf. ApJn 14, 6). He preferido situarme al otro lado y destacar el riesgo de condena, interpretado como fuego con que el hombre quema (quiere quemar) la gracia creadora de Dios y de la vida.

El símbolo del fuego

 Antes que expresión del gran fracaso de aquellos que no aceptan la gracia y el amor de Dios en Cristo y de esa forma se condenan, el fuego ha aparecido en la cultura de los pueblos como un signo humano y cósmico de gran importancia. Resaltamos tres niveles: religioso, filosófico y psicológico.

En plano religioso, el fuego se presenta para el hombre antiguo como un Dios o epifanía del ser de lo divino. Divino es lo primario, la fuerza de la vida en su pureza, aquello que edifica y que destruye, reanima y mata, arraiga en la existencia y aniquila. Por eso es realidad divina el fuego.

Como ejemplo nos podemos referir al Dios Ephaistos de los griegos, con otras muchas divinidades celestes e infernales de los pueblos antiguos. En el extremo de esta línea están los persas: ellos presentan el fuego como expresión del Dios original del bien (Ahura Mazca), epifanía básica del ser de lo divino que se opone a laserpiente, signo del gran caos o lo malo (Ahrimán). Evidentemente, siendo forma divina del bien (creador, sustentador, salvador), el fuego aparece a la vez como fuerza destructora de lo malo. Por eso, en el combate final, la revelación definitiva del fuego es salvadora para los buenos, que asumen su misterio, y aniquiladora para los malos, que se pierden o diluyen en el horno del gran caos para siempre.

En plano filosófico, representado en occidente  por los griegos, el fuego pierde su dimensión teomórfica y se vuelve sustrato integrador del cosmos. Como uno de los cuatro elementos originales (con agua, aire y tierra), el fuego ha jugado un papel fundamental en todas nuestras cosmologías hasta bien entrados los tiempos modernos: la realidad del mundo constituye una armonía viviente de elementos en cambio constante de oxigenación y destrucción, de muerte y vida. Para el mantenimiento de esa armonía, es primordial el fuego. Ejemplo de esa visión, en paralelo cosmogónico a los persas, nos lo ofrece Heráclito: todo ha surgido del fuego y todo vuelve a convertirse en fuego, en un proceso cíclico de nacimiento universal y muerte cósmica en que sólo queda, eternamente idéntico a sí mismo, el fuego mismo (la vida fundante).

En plano psicológico, el fuego se presenta como un símbolo primario de la realización del hombre, lleno por tanto de ambigüedad y de riqueza. Existe, por un lado, el fuego de la sabiduría y de la fuerza de los dioses, que atrae intensamente y nos conduce a superar la realidad actual del mundo y de la vida (complejo de Prometeo). Al mismo tiempo existe el fuego, también divino, de la muerte oscura y misteriosa, que nos llama con su fuerza seductora (complejo de Empédocles, echándose al fuego del Etna).Está el fuego de la creación y de la vida, y a la vez el fuego de la destrucción, del dolor irreparable y de la muerte. En su misma polivalencia, el fuego es un símbolo apropiado para indicar la plenitud o destrucción de la existencia.

Fuego y juicio de la historia. Antiguo Testamento

El fuego ha ocupado un lugar muy importante en la simbología religiosa de la tradición judeo-cristiana. Dentro del AT cumple dos funciones principales: • Es expresión de Dios o signo de su revelación entre los hombres. La teofanía del Sinaí (Ex 19) apoya

esta certeza, lo mismo que la visión de la zarza ardiendo (Ex 3, 2) Yla presencia de la nube luminosa en el camino del desierto (Ex 13; Nm 14, 14). Y aunque más tarde se afirme que «Dios no está en el fuego,} Re 19, 12), sino más bien en la palabra, una y otra vez ha de volverse al viejo simbolismo en el momento en que se quiere expresar de una manera intuitiva lo divino; así aparece en las grandes teofanías de Ezequiel (Ez 1, 13-14.27) Yen el hijo de hombre (cf. Dn 7, 9s).

Fuego destructor. Dentro de la lógica anterior, el fuego de Dios puede desvelarse como fuerza destructora para aquellos que se oponen a su gracia o su presencia. Poco a poco, este segundo aspecto tiende a convertirse en dominante. Para tratarlo con cierta detención, distinguiremos tres planos: castigo histórico, juicio escatológico, condena perdurable.

El fuego del castigo histórico aparece ya en Gn 19, 24-25: «El Señor hizo llover fuego y azufre sobre Sodoma y Gomorra… ». Esa imagen, con aquélla del fuego que desciende en medio del granizo (cf.  Ex 9, 24), ha quedado bien anclada en el recuerdo de Israel. Por eso no es extraño que se diga que del seno de Dios procede el fuego que devora a los rebeldes (Nadab y Abihú de Lv 10,2) o destruye a los murmuradores (Nm 11, 1-3). Esta misma visión perdura en las tradiciones de Elías, profeta del fuego que consume la víctima ofrecida en el Carmelo (1 Re 18,38-39) o que mata a los soldados del rey perseguidor (2 Re 1, 10-12). De ese fuego que será el castigo de Dios para los enemigos de Israel hablarán muchos profetas (cf.  Am 1,4; 2, 5; Os 8, 14; Jr 11, 16; 21, 14; Ez 15, 7, etc.).

Ese mismo tema influye en el ambiente del NT, que recuerda el castigo de Sodoma y Gomorra (cf.  Lc 17, 29): aquel viejo castigo se convierte en signo de la destrucción universal del día del hijo de hombre. Es significativo el hecho de que algunos discípulos de Jesús quieren evocar un tipo de fuego de castigo semejante, mientras que el maestro lo rechaza (cf.  Lc 9, 54). El fuego del castigo escatológico aparece cuando el Dios israelita se desvela como aquel que pone fin a los caminos de la historia. Es ya clásico el texto de Joel2, 3; 3, 3, con su visión del fuego que precede al gran juicio de Dios. Y son definitivas las formulaciones finales de los libros de Ez, Mal e Is. Conforme a Ezequiel (38, 22; 39,6), Dios destruye con el fuego al último enemigo de Israel (a Gog-Magog), logrando así que surja el mundo nuevo.

De manera semejante hablaban varios profetas: Malaquías  3, 1-3.19; Is 66, 15-17. Sin embargo, esta imagen sólo se ha desarrollado hasta el final en los autores de la tradición apocalíptica. Una y otra vez recuerdan que Dios ha de juzgar (o destruir eternamente) con su fuego a los malvados, de manera que ellos vengan a morir sobre la tierra. Ya no habrá más división, no habrá más muerte ni dolor ni enfrentamiento sobre el mundo. Sucederá en los días del final, los días del castigo y de la ira: con la llama del fuego devorador destruirá Dios para siempre a los malvados (cf.  Jubileos 36, 9-10). La misma llama de fuego surgirá de la boca del hijo de hombre, el delegado escatológico de Dios sobre la tierra (4 Esd 13, 10-11; cf.  Bar Syr 37, 1; Salmos Sal 15, 4-5, etc.). En este mismo contexto se sitúa la figura de Juan bautista con su anuncio del fuego (cf.  Mt 3, 11-12) o las representaciones de ApJn 20, 9: Dios quemará con fuego la maldad de nuestra historia, en juicio destructor que llega para todos los perversos.

Hay, finalmente, un fuego de condena perdurable. En la representación anterior, los malos mueren y su vida acaba para siempre: el fuego es para ellos destrucción. Sin embargo, en otra perspectiva, desde el fondo mismo de la teología de la alianza, los judíos han hablado de un fuego que sigue atormentando a los perversos, condenados: frente a la vida que es don de Dios para los justos, se sitúa ahora lamuerte del fuego, como castigo perdurable para aquellos que se alzaron contra Dios:

Así como permanecerán ante mí los cielos nuevos y la nueva tierra que yo voy a crear, así permanecerá vuestra descendencia y vuestro nombre. Y de luna nueva en luna nueva, de sábado en sábado, vendrán todos a postrarse ante mi faz (en el templo). Y cuando salgan, verán los cadáveres de los que se han rebelado contra mí: no morirá su gusano, no se extinguirá su fuego y serán el horror de todo el mundo (Is 66, 22-24).

 Quizá por vez primera en la Escritura se anuncia en su esplendor un tipo de cielo, interpretado como adoración, subida al templo. Pues bien, alIado de ese cielo, en visión correlativa de castigo, descubrimos el «infierno», la condena de los hombres que rechazan la presencia de Dios entre los suyos (cf.  Jdt 16,17; Eclo 21, 9-10).

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Ascensión del Señor. Ciclo B. Triunfo y misión

Domingo, 12 de mayo de 2024
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IMG_4688Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Subir al cielo como imagen del triunfo (Hechos 1,1-11)

  Jesús subiendo al cielo es una imagen bastante representada por los artistas, y la tenemos incorporada desde niños, además de formar parte de nuestra profesión de fe. Alguno podría imaginar que esta escena se encuentra en los cuatro evangelios. Sin embargo, el único que la cuenta es Lucas, y por dos veces: al final de su evangelio y al comienzo del libro de los Hechos. Pero lo hace con notables diferencias.

En el evangelio, Jesús bendice antes de subir al cielo (en Hch, no).

En Hechos, una nube oculta a Jesús (en el evangelio no se menciona la nube).

En el evangelio, los discípulos se postran (en Hch se quedan mirando al cielo).

En el evangelio vuelven a Jerusalén; en Hch se les aparecen dos personajes vestidos de blanco.

Si el mismo autor, Lucas, cuenta el mismo hecho de formas tan distintas, significa que no podemos quedarnos en lo externo, en el detalle, sino que debemos buscar el mensaje profundo.

La idea de la ascensión resulta chocante al lector moderno por dos motivos muy distintos: 1) no es un hecho que hayamos visto; 2) se basa en una concepción espacial puramente psicológica (arriba lo bueno, abajo lo malo), que choca con una idea más perfecta de Dios.

Precisamente por esta línea psicológica podemos buscar la explicación. Desde las primeras páginas de la Biblia encontramos la idea de que una persona de vida intachable no muere, es arrebatada al cielo, donde se supone que Dios habita. Así ocurre en el Génesis con el patriarca Henoc, y lo mismo se cuenta más tarde a propósito del profeta Elías, que es arrebatado al cielo en un carro de fuego. Interpretar esto en sentido histórico (como si un platillo volante hubiese recogido al profeta) significa no conocer la capacidad simbólica de los antiguos.

Sin embargo, existe una diferencia radical entre estos relatos del Antiguo Testamento y el de la ascensión de Jesús. Henoc y Elías no mueren. Jesús sí ha muerto. Por eso, no puede equipararse sin más el relato de la ascensión con el del rapto al cielo.

Es preferible buscar la explicación en la línea de la cultura clásica greco-romana. Aquí sí tenemos casos de personajes que son glorificados de forma parecida tras su muerte. Los ejemplos que suelen citarse son los de Hércules, Augusto, Drusila, Claudio, Alejandro Magno y Apolonio de Tiana. Los incluyo al final para los interesados.

Estos ejemplos confirman que el relato tan escueto de Lucas no debemos interpretarlo al pie de la letra, como han hecho tantos pintores, sino como una forma de expresar la glorificación de Jesús

En mi primer libro, Teófilo, escribí de todo lo que Jesús hizo y enseñó desde el comienzo hasta el día en que fue llevado al cielo, después de haber dado instrucciones a los apóstoles que había escogido, movido por el Espíritu Santo. Se les presentó él mismo después de su pasión, dándoles numerosas pruebas de que estaba vivo, apareciéndoseles durante cuarenta días y hablándoles del reino de Dios.

Una vez que comían juntos, les ordenó que no se alejaran de Jerusalén, sino: «aguardad que se cumpla la promesa del Padre, de la que me habéis oído hablar, porque Juan bautizó con agua, pero vosotros seréis bautizados con Espíritu Santo dentro de no muchos días».

Los que se habían reunido, le preguntaron, diciendo:

-Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?

Les dijo:

-No os toca a vosotros conocer los tiempos o momentos que el Padre ha establecido con su propia autoridad; en cambio, recibiréis la fuerza del Espíritu Santo que va a venir sobre vosotros y seréis mis testigos en Jerusalén, en toda Judea y Samaría y “hasta el confín de la tierra”.

Dicho esto, a la vista de ellos, fue elevado al cielo, hasta que una nube se lo quitó de la vista. Cuando miraban fijos al cielo, mientras él se iba marchando, se les presentaron dos hombres vestidos de blanco, que les dijeron:

-Galileos, ¿qué hacéis ahí plantados mirando al cielo? El mismo Jesús que ha sido tomado de entre vosotros y llevado al cielo, volverá como lo habéis visto marcharse al cielo.

Sentarse a la derecha de Dios como imagen del triunfo (Efesios 1,17-23)

La segunda lectura de hoy es muy interesante para interpretar rectamente la fiesta de hoy. No habla de la ascensión de Jesús al cielo, pero se explaya hablando de su triunfo con una imagen distinta: está sentado a la derecha de Dios, por encima todo y de todos.

Hermanos: El Dios de nuestro Señor Jesucristo, el Padre de la gloria, os dé espíritu de sabiduría y revelación para conocerlo, e ilumine los ojos de vuestro corazón para que comprendáis cuál es la esperanza a la que os llama, cuál la riqueza de gloria que da en herencia a los santos, y cuál la extraordinaria grandeza de su poder en favor de nosotros, los creyentes, según la eficacia de su fuerza poderosa, que desplegó en Cristo, resucitándolo de entre los muertos y sentándolo a su derecha en el cielo, por encima de todo principado, poder, fuerza y dominación, y por encima de todo nombre conocido, no solo en este mundo, sino en el futuro. Y «todo lo puso bajo sus pies», y lo dio a la Iglesia, como Cabeza, sobre todo. Ella es su cuerpo, plenitud del que llena todo en todos.

Subir y sentarse a la derecha de Dios, insistiendo en la misión (Marcos 16,15-20)

El final del evangelio de Marcos une las dos imágenes: «fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios». Una forma muy humana de hablar, pero habitual en la Biblia. Jesús subió triunfalmente al cielo y ahora sigue ocupando la máxima dignidad junto a Dios Padre.

Pero el evangelio concede más importancia aún al tema de la misión de los apóstoles, como se advierte comparándolo con la 1ª lectura.

En Hechos, los discípulos muestran una vez más su preocupación política por la restauración del reino de Israel, y Jesús desvía la atención hacia la próxima venida del Espíritu Santo, que les dará fuerzas para ser sus testigos en todo el mundo.

En Marcos, el tema de la misión se trata en cinco puntos:

1) Orden de ir al mundo entero a proclamar la buena nueva.

2) Esa noticia puede ser aceptada o rechazada, pero con consecuencias muy distintas en cada caso.

3) Se mencionan las señales que acompañarán a los misioneros: expulsión de demonios, don de lenguas, inmunidad ante ataques de serpientes, curaciones. Estas señales recuerdan lo que se cuenta en el libro de los Hechos de los Apóstoles a propósito de Pablo.

4) En Hechos, la reacción de los discípulos es quedarse embobados mirando al cielo. En Marcos, se ponen en marcha de inmediato a pregonar el evangelio por todas partes.

5) En Hechos se habla de la fuerza del Espíritu Santo que acompañará a los apóstoles. En Marcos, «el Señor cooperaba y confirmaba el mensaje con las señales que lo acompañaban».

En aquel tiempo, se apareció Jesús a los once y les dijo:

-Id al mundo entero y proclamad el Evangelio a toda la creación.
El que crea y sea bautizado se salvará; el que no crea será condenado.
A los que crean, les acompañarán estos signos: echarán demonios en mi nombre, hablarán lenguas nuevas, cogerán serpientes en sus manos y, si beben un veneno mortal, no les hará daño. Impondrán las manos a los enfermos, y quedarán sanos.

Después de hablarles, el Señor Jesús fue llevado al cielo y se sentó a la derecha de Dios.

Ellos se fueron a predicar por todas partes, y el Señor cooperaba confirmando la palabra con las señales que los acompañaban.          

Por eso, la Ascensión o triunfo de Jesús no es motivo para quedarse mirando al cielo. Hay que mirar a la tierra, al mundo entero, en el que los discípulos de Jesús debemos continuar su misma obra, contando con la fuerza del Espíritu y la compañía continua del Señor.

Los cuarenta días

            El evangelio no dice nada de este período de 40 días entre la resurrección y la ascensión. ¿Qué significa, y por qué lo introduce Lucas? El número 40 se usa en la Biblia para indicar plenitud, sobre todo cuando se refiere a un período de tiempo. El diluvio dura 40 días y 40 noches; la marcha de los israelitas por el desierto, 40 años; el ayuno de Jesús, 40 días… Se podrían citar otros muchos ejemplos. En este caso, lo que pretende decir Lucas es que los discípulos necesitaron más de un día para convencerse de la resurrección de Jesús, y que Jesús se les hizo especialmente presente durante el tiempo que consideró necesario.

Textos clásicos sobre la subida al cielo de un gran personaje

A propósito de Hércules escribe Apolodoro en su Biblioteca Mitológica: “Hércules… se fue al monte Eta, que pertenece a los traquinios, y allí, luego de hacer una pira, subió y ordenó que la encendiesen (…) Mientras se consumía la pira cuenta que una nube se puso debajo, y tronando lo llevó al cielo. Desde entonces alcanzó la inmortalidad…” (II, 159-160).

Suetonio cuenta sobre Augusto: “No faltó tampoco en esta ocasión un antiguo pretor que declaró bajo juramento que había visto que la sombra de Augusto, después de la incineración, subía a los cielos” (Vida de los Doce Césares, Augusto, 100).

Drusila, hermana de Calígula, pero tomada por éste como esposa, murió hacia el año 40. Entonces Calígula consagró a su memoria una estatua de oro en el Foro; mandó que la adorasen con el nombre de Pantea y le tributasen los mismos honores que a Venus. El senador Livio Geminio, que afirmó haber presenciado la subida de Drusila al cielo, recibió en premio un millón de sestercios.

De Alejandro Magno escribe el Pseudo Calístenes: “Mientras decía estas y otras muchas cosas Alejandro, se extendió por el aire la tiniebla y apareció una gran estrella descendente del cielo hasta el mar acompañada por un águila, y la estatua de Babilonia, que llaman de Zeus, se movió. La estrella ascendió de nuevo al cielo y la acompañó el águila. Y al ocultarse la estrella en el cielo, en ese momento se durmió Alejandro en un sueño eterno” (Libro III, 33).

Con respecto a Apolonio de Tiana, cuenta Filóstrato que, según una tradición, fue encadenado en un templo por los guardianes. “Pero él, a medianoche se desató y, tras llamar a quienes lo habían atado, para que no quedara sin testigos su acción, echó a correr hacia las puertas del templo y éstas se abrieron y, al entrar él, las puertas volvieron a su sitio, como si las hubiesen cerrado, y que se oyó un griterío de muchachas que cantaban, y su canto era: Marcha de la tierra, marcha al cielo, marcha” (Vida de Apolonio de Tiana VIII, 30).

Sobre la nube véase también Dionisio de Halicarnaso, Historia antigua de Roma I,77,2: “Y después de decirle esto, [el dios] se envolvió en una nube y, elevándose de la tierra, fue transportado hacia arriba por el aire”.

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VII Domingo de Pascua. La Ascensión del Señor. 12 Mayo, 2024

Domingo, 12 de mayo de 2024
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Ellos salieron a predicar por todas partes y el Señor cooperaba con ellos”

(Mc 16, 15-20)

En su origen, el evangelio de Marcos terminaba de una manera un poco brusca, tal vez cortante, con las mujeres en la mañana de resurrección, que llenas de temor huyen del sepulcro y no cuentan a nadie lo que han visto y oído por miedo. Miedo, ¿a qué? Ni idea. Además de ser cortante, con este final no es que las mujeres salgamos muy bien paradas… ¡miedosas!.

Pero después hubo un añadido, un apéndice, y es el que nos va situando en el evangelio de hoy. Primero habla de incredulidad, una característica muy propia de nuestra condición humana. No creyeron a María de Magdala y prefirieron continuar tristes y llorando; tampoco a los que se encontraron con Jesús de camino a Emaús; no creemos a las demás y dudamos de ellas, de sus capacidades, hasta que vemos con nuestros propios ojos. Y luego nos supone un esfuerzo decir “tenías razón”.

No creyeron hasta que se presentó Jesús cuando estaban todos juntos a la mesa. Y ahí, en medio del grupo, de la comunidad, en medio del miedo, de la incredulidad, de la tristeza y las lágrimas, confiando una vez más en ellos les encargó: ID por todo el mundo y proclamad la buena noticia. Y ellos fueron, salieron, sabiendo que el Maestro les acompañaba.

Salgamos nosotras también. Porque no solo hoy en esta fiesta de la Ascensión, sino en cada Eucaristía, en cada celebración que estamos juntas a la mesa, en torno al Pan bendito, cada vez que somos conscientes de la presencia de Jesús en medio de la comunidad, en medio de nuestra condición humana vuelve a confiar en nuestra fragilidad y nos encarga ID. Vayamos, salgamos como discípulas que somos, sabiendo que el Maestro nos acompaña. Salgamos, y que se nos note que lo sabemos.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por sacarnos una y otra vez de nuestro barro. Bendita seas. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Lo que nos quieren decir de Jesús no cabe en palabras.

Domingo, 12 de mayo de 2024
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IMG_4511Mc 16, 15-20

Domingo 7º DE PASCUA (ASCENSIÓN) (B)

Mc 16,15-20

¿Qué estamos celebrando? Nos va a costar Dios y ayuda superar la visión física, corpórea y chata de la Ascensión, que venimos aceptando durante demasiados siglos. Nos encontramos con el problema de siempre: confundir la realidad con el relato mítico. La Ascensión no es más que un aspecto de la cristología pascual. Resurrección, Ascensión, glorifica­ción, Pentecostés, constituyen una sola realidad, que está fuera del alcance de los sentidos. Esa realidad no temporal, no localizable, es la más importante para la primera comunidad y es la que hay que tratar de descubrir.

Los primeros intérpretes, todos judíos, echaron mano del AT para tratar de explicar la figura de Jesús. Los padres griegos utilizaron todos los mitos de su tradición. Desde la anunciación hasta el sentarse a la derecha del Padre, todo lo que se ha dicho de Jesús es mitología. Los mitos no son mentira, sino un intento de sustraernos al misterio para hacerlo soportable. Por eso siempre termina satisfaciendo las necesidades de nuestro falso yo.

Hoy tenemos conocimientos suficientes para intentar una interpretación más acorde con lo que los textos nos quieren trasmitir. No podemos seguir pensando en un Jesús subiendo físicamente más allá de las nubes. Para poder entender la fiesta de la Ascensión, debemos volver al tema central de Pascua. Estamos celebrando la Vida, pero no la biológica sino la divina. Esa Vida no está sujeta al tiempo, no hay en ella acontecimientos, es eterna e inmutable. Solo teniendo en cuenta esta verdad, podremos comprender adecuadamente lo que estamos celebrando este domingo.

Mateo no sabe nada de una ascensión. Juan no habla de ascensión, pero en la última aparición, Jesús dice a Pedro: “si quiero que éste permanezca hasta que yo vuelva, ¿a ti qué?” Está claro que, para volver, primero tiene que irse. El final canónico de Marcos, que leemos hoy y fue añadido a mediados del s. II, nos dice que Jesús se sentó a la derecha de Dios. Solo Lucas nos habla de ascensión: “se separó de ellos y fue elevado al cielo”. En Hechos cuenta la su vida con todo lujo de detalles.

Relatos de raptos eran frecuentes en la literatura clásica. Tito Livio, en su obra histórica sobre Rómulo dice: “Cierto día Rómulo organizó una asamblea popular junto a los muros de la ciudad para arengar al ejército. De repente irrumpe una fuerte tempestad. El rey se ve envuelto en una densa nube. Cuando la nube se disipa, Rómulo ya no se encontraba sobre la tierra; había sido arrebatado al cielo”. Heracles, Empédocles, Alejandro Magno o Apolonio de Tiana siguen el mismo camino.

El AT cuenta el rapto de Elías. También se habla de la asunción de Henoc en (Gen 5, 24). El libro eslavo de Henoc, escrito judío del siglo primero después de Cristo, describe el rapto de Henoc: “Después de haber hablado Henoc al pueblo, envió Dios una fuerte oscuridad sobre la tierra que envolvió a todos los que estaban con Henoc. Y vinieron los ángeles y cogieron a Henoc y lo llevaron hasta lo más alto de los cielos. Dios lo recibió y lo colocó ante su rostro para siempre”. Nada nuevo.

La palabra “cielo” es muy utilizada en religión. La repetimos dos veces en el Padrenuestro, dos en el Gloria y tres en el credo. Arrastra una amplia gama de significados desde la cultura griega y en todo el Oriente Medio. No es fácil dilucidar qué sentido se quiere dar a la palabra en cada caso. En el bautismo de Jesús, el cielo se rasgó y el Espíritu bajó hasta él. Cuando termina su ciclo vital, el cielo se rompe otra vez, para que Jesús vuelva a traspasar el límite de lo terreno, para entrar en él.

Un dato muy interesante, que nos proporciona la exégesis, es que las más antiguas expresiones de la experiencia pascual que han llegado hasta nosotros, sobre todo en escritos de Pablo, están formuladas en términos de exaltación y glorifica­ción, no con la idea de resurrección y menos aún de ascensión. En el AT encontramos muchos textos que hablan del siervo doliente, maltratado por los hombres, pero reivindicado por Dios. Esta es la base de la glorificación con la que se expresó la experiencia pascual.

Lo que celebramos no está en el tiempo; pertenecen al hoy como al ayer, no hacen referencia a un pasado. Se pueden vivir hoy como las vivieron los discípulos. El hombre Jesús se transforma definitivamen­te, alcanzando la meta suprema. Se hace una sola realidad con Dios. Nosotros necesitamos desglosar esa realidad para intentar penetrar en su misterio, analizando los distintos aspectos que la integran. La Ascensión quiere manifestar que llegó a lo más alto, pero no en sentido físico ni temporal.

La verdadera ascensión de Jesús empezó en el pesebre y terminó en la cruz cuando exclamó: “consumatum est”. Ahí terminó la trayectoria humana de Jesús y sus posibilidades de crecer. Después de ese paso, todo es como un chispazo que dura toda la eternidad. Había llegado a la plenitud total en Dios, precisamen­te por haberse despegado (muerto) de todo lo que en él era caduco, transitorio, terreno. Solo permaneció de él lo que había de Dios y por tanto se identificó con Dios totalmente. Esa es también nuestra meta. El camino también es el mismo que recorrió Jesús.

La experiencia pascual consistió en ver a Jesús de una manera nueva. El haber vivido con él no los llevó a la comprensión de su verdadero ser. Estaban demasiado pegados a lo externo, y lo que hay de divino en Jesús no puede entrar por los sentidos. Su desaparición les obligó a mirar dentro de sí, y descubrir allí lo que había vivido Jesús. Solo entonces descubren al verdadero Jesús. Si seguimos apegados a una imagen terrena de Jesús tampoco nosotros descubriremos su verdadero ser.

Para comprender la ascensión debemos tener en cuenta el descenso. Jesús bajo a los infiernos, “descendit ad ínferos” es decir a lo más bajo. Solo desde ahí su puede hacer el ascenso total. Desde lo más bajo a lo más alto. No aceptamos ese descenso definitivo porque no está de acuerdo con las pretensiones de nuestro ego. Es la experiencia de todos los místicos. Para llegar a serlo todo debes convertirte en Nada.

Jesús no bajó a los infiernos como triunfador. Esa es la imagen mítica que se tenía de muchos personajes antiguos. Jesús bajó realmente a lo más bajo con su muerte. La muerte en la cruz no era una forma más de deshacerse de una persona que molesta. Era un intento en toda regla no solo de matar a la persona sino de hacerla desaparecer. Se trataba de aniquilarlo en el sentido etimológico de la palabra. Convertirle en nada. Era un castigo tan rotundo que eliminaba todo recuerdo.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Ascensión

Domingo, 12 de mayo de 2024
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Mc 16, 15-20

«Id por todo el mundo y proclamad la Buena Nueva a toda la creación»

Los relatos de la Pasión son la crónica de un hecho que ocurrió, y corremos el riesgo de pensar que tras la pasión los evangelistas siguen narrando hechos. Pero según los especialistas, a partir del sepulcro vacío se cambia el estilo literario y se adopta un lenguaje simbólico que encierra una profesión de fe en el crucificado. Tenemos cinco relatos de la resurrección y tres de la Ascensión: dos de Lucas y uno de Marcos, y en ellos vemos que la Resurrección se presenta siempre como triunfo sobre la muerte; como liberación del poder del mal, y que la Ascensión representa la exaltación definitiva, la consagración de Jesús como Señor.

A nosotros nos hubiese gustado que los evangelistas se hubiesen limitado a contarnos lo que vieron los ojos, pero no es ése el estilo que eligieron para transmitirnos su fe; es más, es posible que en ese caso se hubiese despojado a la Ascensión de todo su significado. Ellos nos cuentan lo que verdaderamente sucedió a los ojos de la fe, y lo que sucedió es que Jesús, la palabra del Padre, puso su tienda entre nosotros, y que, tras su muerte, Dios le exaltó a su derecha, dejándonos la fuerza de su Espíritu para que llevamos a cabo la misión que Dios le encomendó a él y que él nos encomendó a nosotros.

Jesús siempre le ha planteado a nuestra mente una pregunta crucial: ¿Quién es este hombre?… En la Ascensión, esta pregunta se cambia por otra aún más importante: ¿Quién soy yo?… Y Jesús sentado a la derecha del Padre nos da la respuesta: tú eres alguien destinado a ese mismo destino. La Ascensión se convierte así en revelación de la esencia humana; en el fundamento de su dignidad. Por tanto, la Ascensión de Jesús nos propone un acto de fe en nosotros; no somos unos seres que nacen en la tierra y vuelven a ella tras la muerte, sino que estamos destinados a la plenitud que se muestra en Jesús.

En Jesús se revela la grandeza de lo humano mucho más allá de las expectativas que nadie hubiese podido albergar. La Ascensión de Jesús nos muestra nuestra propia naturaleza; nos muestra lo que es un verdadero ser humano en plenitud, realizado en Dios, sentado a su derecha. Es el hombre Jesús el que está sentado a la derecha de Dios. Y somos nosotros los que estamos destinados a “ser semejantes a Él” a “verle cara a cara”.

La Ascensión es el triunfo final del crucificado, y los cristianos la vemos como un anticipo del triunfo final de la humanidad. La obra de Dios llega a su destino en su primogénito, el primero de los hijos en quien se manifiesta ya el éxito definitivo del Amor Todopoderoso.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Ascender para descender.

Domingo, 12 de mayo de 2024
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peques-idi-la-biblia-en-imagenes-72-728COMENTARIO AL EVANGELIO Mc 16, 15-20

12 de mayo de 2024

Domingo de la Ascensión. Es este uno de los relatos del Evangelio más versátiles y que se presta a diferentes interpretaciones. Quizá, una fe infantilizada puede recibirlo como un espectáculo que narra la historia de unos discípulos a cuyo maestro contemplan cómo se aleja de su realidad física para pasar al plano de Dios. Sin embargo, desde una fe más madura y profunda, podemos intuir que se trata de una experiencia que trasciende la historia. Es una experiencia interior de fe que nos hace conscientes de que el cielo y la tierra, la condición divina y humana, como expresa el pregón Pascual, quedan conectadas para siempre.

Además, esta narración nos habla de un nuevo nacimiento de Jesús. Termina el tiempo del Maestro de la historia y nace el tiempo del Cristo de la fe. La misión de Jesús ha terminado en este mundo. Sus discípulos y discípulas son enviados a continuar lo que él ha iniciado. Delega en cada creyente el compromiso de hacer realidad los grandes ejes de su mensaje y del reinado de Dios.

No solo aparece un tiempo nuevo sino también un espacio nuevo que rompe definitivamente con las esperanzas mesiánicas de Israel. Ahora, el escenario de la revelación de Dios no es solo para el judaísmo, sino que ensancha este espacio para ser universalizado. Un espacio para toda la humanidad que queda atravesada por esta realidad divina naciendo a su verdadera naturaleza.

Ahora bien, este movimiento de ascenso, totalmente metafórico, necesita completarse con otro movimiento de descenso a la realidad que a cada un@ nos toca vivir. De hecho, esta experiencia de unidad con la realidad divina tiene unas consecuencias éticas de mucho calado como bien indica el texto.  Tras esta experiencia los discípulos salieron a todas partes a anunciar el mensaje, pero no solo de palabra. Esta experiencia en la que el espíritu de Jesús mueve profundamente al ser humano, es liberadora y lleva a un cambio de visión de la vida, de intervención en la historia y, en definitiva, a una transformación de la misma existencia.

Y para no correr este peligro de inacción, el texto refleja las mismas palabras de Jesús haciendo referencia a una serie de señales, de signos, que se convierten en claros indicadores de que vivimos conectados a este movimiento de ascensión de la humanidad a la divinidad. Estos signos expresan formas concretas de vivir, visibilizando el impacto de esta experiencia. Podríamos agruparlos en tres grandes signos necesarios para que el Reinado de Dios se arraigue en nuestra historia: un nuevo lenguaje, una actitud de osadía y unas relaciones humanas basadas en la sanación y liberación.

El primer grupo de signos es una invitación a avanzar como creyentes y buscar un nuevo lenguaje que sirva para comunicar, que ayude a comprender lo que se quiere anunciar, un lenguaje que no tenga miedo a las preguntas de las nuevas generaciones, a las diferentes maneras de vivir, a la libertad de cada ser humano; un lenguaje que nos conecte con la actualidad y con los nuevos signos de los tiempos.

El segundo grupo de signos nos impulsa a crecer en osadía, en una actitud valiente y determinada para mostrar lo esencial del evangelio, denunciar aquello que manipula al Dios de Jesús, adormece y se entromete en las conciencias, denunciar todo lo que debilita y nos aborrega como creyentes.

Y, por último, los signos que revelan relaciones liberadoras y sanadoras, relaciones que respeten la dignidad de cada ser, fundadas en la simetría, horizontalidad y circularidad; relaciones que transforman tiempos y espacios para integrar lo diferente y escuchar el clamor de la vulnerabilidad humana que necesita ser liberada y sanada.

Ojalá seamos ese discipulado que sale por todas partes a anunciar el mensaje, que se deja ayudar por el Espíritu de Jesús para ser señales milagrosas en nuestro mundo.

FELIZ DOMINGO

Rosario Ramos

Fuente Fe Adulta

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Contra el Proselitismo.

Domingo, 12 de mayo de 2024
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IMG_4613Fiesta de la Ascensión

12 mayo 2024

Mc 16, 15-20

Casi todas las religiones -en realidad, casi todas las ideologías- han nacido con afán proselitista. Creyéndose portadoras de la verdad absoluta, consideraban que debían hacer llegar su verdad al mayor número posible de personas. En el caso del cristianismo, es proverbial la insistencia en el carácter universal de su misión.

No es extraño. Una lectura literal de los evangelios lleva a creer que esa misión habría sido encomendada por el propio Jesús -es decir, por Dios mismo- y habría de alcanzar nada menos que “a toda la creación”.

Sin embargo, una mayor comprensión del texto desmonta aquella lectura y la pretensión que conlleva. Por una parte, en cuanto a la forma, parece seguro que esas palabras no fueron pronunciadas por Jesús, sino que nacieron en el seno de aquellas primeras comunidades donde se fraguaron los relatos evangélicos. Por otra, yendo más al fondo, su contenido tiene un carácter mítico que a la conciencia moderna le resulta literalmente inaceptable.

Una vez que hemos superado la consciencia mítica, en la que esos textos están escritos, entendemos que aquella “creencia proselitista”, justamente característica del nivel mítico de consciencia, resulta insostenible en una consciencia racional y pluralista. No solo es un rasgo típicamente sectario -como la creencia de ser el “pueblo elegido”-, sino que todo intento de convencer, constituye, al decir de José Saramago, “una falta de respeto y un intento de colonización del otro”.

El error de base de aquella creencia mítica radica en confundir la verdad con una creencia o un dogma, en definitiva, con un concepto mental y su correspondiente formulación. Pero ningún concepto, ninguna creencia puede ser la verdad. Por definición, como hace siglos enseñaba el taoísmo, la verdad que puede ser nombrada no es la verdad. Porque esta trasciende todo objeto mental. Y lo que podemos nombrar son únicamente objetos que nuestra mente ha delimitado.

Comprendo que este planteamiento sea percibido como amenaza para quien ha puesto su seguridad en una creencia. Pero parece indudable que no hay creencia que pueda aportar seguridad. Sin contar con que una creencia de ese tipo resulta en la práctica sumamente peligrosa. La seguridad es una con lo que somos, anterior a la mente, y nos sostiene cuando permanecemos en la certeza de

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Ascensión: el cielo es plenitud de la tierra y de la humanidad

Domingo, 12 de mayo de 2024
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IMG_4639Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- Algunas notas previas a la homilía.

Hemos escuchado dos relatos de la Ascensión del Señor: uno de San Lucas (Hechos) y otro del evangelio de san Marcos, (aunque propiamente es un añadido posterior al evangelio).

La Ascensión Lucas (Hechos) acontece a los 40 días de la resurrección. En Marcos la Ascensión sucede el mismo día de Pascua.

Pensemos que estos relatos no son historia ni la filmación de un hecho, cuanto una interpretación de la fe de las primeras comunidades cristianas.

La resurrección de Jesús y la Ascensión son un mismo “acontecimiento”: Jesús termina en Dios.

Estos relatos, como tantos otros, son mitológicos y están elaborados con un mundo de símbolos:

+ La montaña es el lugar más cercano a Dios, Jesús está en Dios.

+ La nube en la Biblia (Éxodo) es el símbolo de la protección de Dios: más allá de la nube está Dios, que es donde termina Jesús.

+ Los cuarenta días lucanos son la alusión a la peregrinación del pueblo de Israel por el desierto.

En el fondo esta fiesta es la fe en que Jesús terminó en Dios.

El que viene de Dios, vuelve a Dios. Y esto es válido también para nosotros, hermanos de Cristo: Dios no quiere que no se pierda ni uno solo de los seres humanos.

02.- ¿Dónde vive Dios? ¿”En lo alto”, “afuera”?

Es relativamente frecuente escuchar a la muerte de alguna persona: “donde quiera que estés”… Los creyentes pensamos que nuestros mayores están en Dios, están en el cielo…

Bueno, pero la siguiente pregunta es: ¿y dónde está Dios? ¿”arriba” en el cielo astronómico, astrológico? ¿Dios está siempre fuera del mundo? Dios no está aquí, está siempre “afuera”, “allá arriba, en lo alto”.

Nos imaginamos a Dios como un anciano venerable que habita siempre afuera, en lo alto, lejos de nuestra vida….

¿Jesús era un “extraterrestre” que descendió de los cielos y ahora, en la Ascensión, sube a los cielos?

La mentalidad y cultura del mundo bíblico no tienen dificultad en pensar y escribir que Dios vive en los cielos, los seres vivientes vivimos en la tierra y los muertos bajo tierra (sheol).

Entonces, ¿Dios y Jesús son unas personas que nos visitan viniendo desde “afuera”?

Esta es una mentalidad mitológica para expresar algunas realidades y valores, que no le sirve ya al ser humano de hoy en día de mentalidad más científica.

Al final estas cuestiones de espacio y tiempo son problemas más filosóficos que científicos y teológicos, y por ello “se nos escapan”.

Nosotros vivimos -estamos- en la tierra. Más o menos la ciencia conoce el sistema solar, el universo –quizás los pluriversos-, pero ¿dónde empieza y terminan los espacios? Y donde termina el universo, ¿hay algo? ¿quizás el vacío?

¿Dios, JesuCristo, nuestros hermanos difuntos dónde, en qué lugar viven? ¿Más allá del espacio? ¿Viven siempre “afuera”, en “la habitación de al lado?

No parece que esto sea así.

Bíblicamente recordemos que no hubo posada, un hospital en Belén para María y José y Jesús que estaba ya casi naciendo.

Y es que Dios no cabe en nuestra casa, en nuestras palabras, en nuestra cultura, en la doctrina y teología que decimos de él.

Para ser creyente no hace falta quedarse en la mitología, que, por otra parte,  explica muchas cosas.

Hay un refrán por ahí que dice. “cuando alguien te enseñe las estrellas, no te quedes mirando el dedo”, porque no verás ni entenderás nada de nada.

Muchos relatos bíblicos son un apunte hacia alguna realidad hermosa y compleja:

Algunos ejemplos:

  • Los Magos (Mateo) son un mito pero de gran contenido: los magos son extranjeros, paganos, que buscan la luz, la verdad y la encuentran… (Mateo les dice a los cristianos de origen judío que la salvación no es solo para los judíos, sino también para los paganos).
  • Las bodas de Caná (Juan) son un reflejo de una religión judía de piedra: solamente ley (las tinajas son las tablas del Sinaí), pero no tienen vino (amor).
  • El “hoy” tan recurrente en San Lucas no significa que todo ocurriera aquel día, sino que la salvación está ya ahora presente “hoy” en nuestra historia.
  • El Discípulo Amado (Juan) no es un señor, sino todo cristiano que se siente amado, querido por el Señor.

Una conclusión simplista es pensar que esos relatos al ser mitos, son mentira. Más bien hemos de pensar que tras esos relatos hay un gran contenido, hermosas significaciones: hay salvación universal (los Magos), hay amor (Caná), hoy ya estamos salvados, todos somos “discípulos amados.

La fe comienza “después” y “más allá” de las palabras y relatos míticos.

03.- La imagen de la profundidad

Es otro modo de hablar de Dios, otra imagen y  acercamiento a Dios.

Profundo es lo opuesto a lo superficial.

Podemos pensar que Dios es profundidad.

Hay personas y momentos culturales religiosos, instituciones, que viven en la superficialidad. Personas e instituciones que tienen en sus manos realidades profundas como la convivencia, la salvación, la libertad, la paz y serenidad, el perdón, etc. pero tratan esas realidades con una enorme superficialidad.

Y hay personas sencillas: obreros, campesinos, padres de familia, poetas que viven en profundidad, que no significa sofisticación, sino con hondura en la vida.

La verdad, el amor, la libertad, la paz son cuestiones profundas y no superficiales.

Quien en el fondo de su ser ama la paz, la justicia, la libertad, el amor, ese tal no es ateo, sino creyente en Dios.

 El nombre de tal profundidad es Dios y lo que significa Reino de Dios, que es justicia, amor, verdad.

Traducid y hablad de la profundidad de la vida, de lo que os tomáis en serio sin la menor reserva.      Quizás le daríamos el nombre de esperanza y amor.

La esperanza absoluta y el amor son profundos y no superficiales.

Si tenéis y mantenéis (siguiendo el “permanecer” de Juan) que Dios es amor y es nuestra esperanza sabéis mucho acerca de Dios.

Dios “es” la profundidad del ser, de la vida, porque Dios es amor.

No sabemos cómo será el cielo, probablemente no será “un lugar”, mucho menos el cielo será una especie de “vacaciones del inserso en un hotel de lujo”. Apacigüemos nuestra curiosidad y confiemos en que esta historia nuestra personal y comunitaria tendrán una finalización en el ser, en Dios.

04.- La Ascensión es una fiesta de esperanza. ¿El cielo puede esperar?

 La fiesta de la Ascensión significa y fortalece nuestra esperanza porque da sentido a nuestra vida. La meta de nuestra esperanza es la Ascensión, el amor, la libertad, la paz.

Cristo terminó donde comenzó: en el amor de Dios.

Nosotros, la humanidad terminaremos en el amor de Dios. El mundo y el ser humano llegamos a la plenitud cuando “entramos en el cielo”.

El cielo, la esperanza, el horizonte están ya presentes en nuestro hoy dando sentido.

El futuro soñado y esperado es la alegría del presente.

En momentos y situaciones de sufrimiento y desesperanzas, miremos al cielo. Nuestro horizonte está “allí”. El cielo no puede esperar.

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“Ha llegado el tiempo de la Iglesia”, por Consuelo Vélez

Domingo, 12 de mayo de 2024
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IMG_4691De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio de la Ascensión del Señor

Con la experiencia de la ascensión de Jesús, la misión realizada por Jesús ahora depende de ellos, guiados por su Espíritu

El énfasis no está en que Jesús se va al cielo sino en que ahora los discípulos se dedican a predicar.

Celebrar la Ascensión significa hoy para nosotros, no quedarnos mirando para el cielo sino disponernos a anunciar a Jesús no solo con palabras sino respaldando dicho anuncio con obras.

Y les dijo: vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación. El que crea y sea bautizado, se salvará; el que no crea, se condenará. Estas son las señales que acompañarán a los que crean: en mi nombre expulsarán demonios, hablarán en lenguas nuevas, agarrarán serpientes en sus manos y aunque beban veneno no les hará daño; impondrán las manos sobre los enfermos y se pondrán bien.  Con esto el Señor Jesús, después de hablarles, fue elevado al cielo y se sentó a la diestra de Dios. Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos y confirmando la Palabra con las señales que la acompañaban (Mc 16, 15-20).

El evangelio de Marcos que retomamos en este domingo de la fiesta de la Ascensión del Señor había terminado con la ida de las mujeres al sepulcro donde un joven vestido de blanco les anuncia que Jesús ha resucitado y les manda que vayan a darle esa noticia a los discípulos. Pero, según el evangelista, ellas llenas de temor no le dicen nada a nadie.

Sin embargo, el evangelio no podía terminar así y, según los especialistas, los últimos versículos de este capítulo 16, son un añadido posterior, inspirados en el evangelio de Lucas, mostrando de manera muy condensada la aparición de Jesús a María Magdalena, a los discípulos de Emaús y ya, en una última aparición, a sus discípulos donde, sentados a la mesa, les comunica el mandato que constituye el evangelio de hoy. Después de esto, Jesús sube al cielo para sentarse a la diestra del Padre. En otras palabras, el evangelio concluye con un Jesús que confía su misión a los suyos.

Es muy interesante la descripción que hace el evangelista de las señales que acompañarán la predicación: expulsar demonios, hablar lenguas nuevas, agarrar serpientes y no sufrir ninguna consecuencia si los atacan con su veneno. También curar enfermos. Leído literalmente parece que, después de la resurrección de Jesús, los discípulos se van a dedicar a hacer obras que rompen las leyes de la naturaleza. Sin embargo, no podemos leer los textos de manera literal sino desde la intencionalidad con la que fueron escritos. Estas acciones se refieren a la transformación que produce la predicación de la Buena Noticia, a la capacidad que el evangelio tiene de vencer las fuerzas del anti reino.

Después del envío, Jesús es elevado al cielo y se sienta a la diestra de Dios. Tampoco esto lo podemos tomar de manera literal sino entender cómo la comunidad cristiana valiéndose de una relectura cristológica del salmo 110, 1 (Oráculo de Yahveh a mi señor: Siéntate a mi diestra hasta que yo haga de tus enemigos el estrado de tus pies), expresa la experiencia que comienzan a vivir: la misión realizada por Jesús ahora depende de ellos, guiados por su Espíritu (Pentecostés, que será la fiesta que celebremos el próximo domingo). El énfasis no está en que Jesús se va al cielo sino en que ahora los discípulos se dedican a predicar.

Dicho de otra manera, ha llegado el tiempo de la Iglesia y sus miembros han de predicar a todas las gentes, en todos los lugares, confirmando dicha predicación con las obras que realizan.

Celebrar la Ascensión significa hoy para nosotros, no quedarnos mirando para el cielo-como lo relata Lucas en el libro de los Hechos (1, 11)- sino disponernos a anunciar a Jesús no solo con palabras sino respaldando dicho anuncio con obras de justicia y paz, de solidaridad y liberación, transformando el aquí y ahora de la historia que vivimos.

(Foto tomada de: servicioskoinonia.org)

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Una vez respondí que sí…

Sábado, 11 de mayo de 2024
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… Y eso tiene consecuencias.

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Padre Carlos Múgica, asesinado por su defensa de la Justicia, hoy hace 50 años

“Nada ni nadie me impedirá servir a Jesucristo y a su Iglesia luchando junto a los pobres por su liberación.”

Definitivamente, Dios no es una idea sino alguien. Dios es una persona que se entregó totalmente a mí y se dejó matar por mí. Para mí Cristo es mi Señor, mi amigo, mi maestro, mi modelo de vida. Su entrega tiene un valor especialísimo: Dios es un ser que en lugar de servirse del hombre se pone al servicio del hombre y por eso todo hombre que da su vida por los otros sea un ateo, un marxista, o lo que fuere, ése, verdaderamente se une a Cristo.

Un sacerdote francés, el abate Pierre, de quien todavía recuerdo una frase decisiva: «Antes de hablarle de Dios a una persona que no tiene techo es mejor conseguirle un techo». Es decir que conseguirle techo a una persona ya es hablarle de Dios. No nos olvidemos que Cristo curaba a los enfermos, les daba de comer a los que tenían hambre y de beber a los que tenían sed. Y no lo hacía para que después escucharan el sermón sino porque esa es su manera de amar: agarrando al hombre por entero. Antes de ingresar en el seminario yo tenía una visión maniquea de la existencia. El alma era buena y el cuerpo malo. Eso viene de Platón, y se metió en la Iglesia con San Agustín; aún perdura esa concepción, sobre todo en lo relativo al sexo. Pero estamos viviendo un amplio proceso de liberación para desterrar esa actitud individualista del seno de la Iglesia. Antes, como muchos de mis compañeros que luego también evolucionaron, yo estaba preocupado por la salvación de mi alma. Luego empecé a preguntarme ¿por qué salvar mi alma y no mi cuerpo cuando esa división no es, precisamente, una actitud cristiana? En la Biblia no se habla nunca de alma y cuerpo; la Biblia es un libro muy carnal, muy concreto, en el cual se define al hombre como polvo que respira.

*

Carlos Mugica
Un cura se confiesa 

***

Fuente: www.elhistoriador.com.ar

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Rodney Wilson: Jesús y San Pablo eran asexuales, y todos en el cielo son no binarios

Sábado, 11 de mayo de 2024
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¿Alguna vez te has preguntado acerca de las identidades sexuales de Jesús y San Pablo? ¿O cómo el género y la sexualidad podrían influir en nuestra comprensión del cielo?

“El cielo, según Jesús, es un paraíso no binario”, escribió Rodney Wilson.

Rodney Wilson, fundador del Mes de la Historia LGBTQ+, está dejando las cosas claras sobre cómo se representan las identidades LGBTQ+ en la Biblia.

Después de una votación histórica por parte de la Iglesia Metodista Unida para poner fin a su prohibición del clero LGBTQ+, Wilson escribió un ensayo para Advocate dirigido a los líderes religiosos de todo el mundo que todavía usan la Biblia como excusa para discriminar a las personas LGBTQ+.

Rodney Wilson
02 de mayo 2024

Si bien la Iglesia Metodista Unida esta semana en Carolina del Norte, en una votación histórica de 692 a 51, derogó su prohibición de que el clero LGBTQ y los pastores de la UMC oficien bodas entre personas del mismo sexo, la mayor parte de la oposición a los derechos LGBTQ+ en los Estados Unidos todavía emana de los púlpitos cristianos. De mar a mar, muchos pastores y sacerdotes (incluidos, suponemos, los pastores de las casi 8.000 iglesias metodistas en los Estados Unidos que se separaron de la denominación en los últimos cinco años a medida que la denominación misma se volvió más amigable con LGBTQ) todavía predican con dureza. palabras contra quienes no son heterosexuales ni cisgénero. Estos predicadores a menudo emplean la Biblia como un martillo y, sin la menor reserva ni sombra de duda, declaran que “el Dios de la Biblia” ha emitido un edicto eterno contra la diversidad sexual y de género. Se condena la homosexualidad, la bisexualidad, la asexualidad y la inconformidad de género. También lo son los seres humanos no binarios y transgénero.

Estos pastores tienen razón en que algunos pasajes bíblicos no son amigables con los homosexuales (“si un hombre se acuesta con otro…”), no son agradables para los asexuales (“sed fructíferos y multiplicaos”) y no son amables con los no conformistas de género (“ si el hombre viste ropa de mujer…”). Por supuesto, las Sagradas Escrituras pueden ser terriblemente duras para muchas personas: las mujeres en general (“a las mujeres no se les permite hablar en la iglesia”); niños que se burlan de los profetas (simplemente pregúntenle a los 42 niños que se burlaron de la línea del cabello que cae sobre la cabeza del profeta Eliseo); novias no vírgenes (“será apedreada hasta morir a la puerta de la casa de su padre”); los que cometen adulterio (“serán ejecutados”); los esclavizados (“esclavos, obedeced a vuestros amos”); y los habitantes indígenas de la Tierra Prometida cuando Moisés y Josué llevaron a su pueblo de Egipto a Canaán (“mataron a todos, jóvenes y viejos, mujeres y niños”).

Por el contrario, la Biblia también aconseja la bondad y anima a los lectores a practicar la paz y la armonía mientras se aman unos a otros, incluso desafiando las prácticas excluyentes arraigadas en el estatus social, la clase, la etnia o las identidades sexuales y de género. San Pablo, por ejemplo, escribió que “en Cristo no somos ni varón ni mujer”. El personaje central del Nuevo Testamento, Jesús, siempre dio la bienvenida a los marginados a su círculo de amistad, y hay muchos de estos individuos marginados entre los alrededor de 2.000 personajes nombrados en la Biblia.

El propio Jesús, por ejemplo, era una persona asexual. Si bien permitió que una mujer le lavara los pies, tuvo muchas amigas y fue cuidado por mujeres en la muerte, no hay referencia en los cuatro evangelios de ninguna relación durante sus treinta y tres años. Nunca cortejó, se enamoró, besó ni se casó con una mujer. Si bien el retrato de Jesús que emerge de los evangelios es el de un revolucionario dedicado a la diversidad radical (véase la parábola del buen samaritano), la equidad radical (“el que quiera, venga a mí”) y la inclusión radical (“las prostitutas entrarán en el reino de los cielos”), muchos cristianos estadounidenses blancos conservadores rechazan estas tendencias inclusivas y se oponen abiertamente a lo que despectivamente llaman “wokeness” (despertar). Aun así, el Jesús de los evangelios, según los estándares de su época, estaba bastante “woke (despertado). Incluso liberal. También era un Ace (asexual).

San Pablo también emerge como un ser asexual en los Hechos de los Apóstoles y en sus escritos epistolares a las comunidades de Cristo en todo el mundo grecorromano. Animó a los cristianos a “permanecer solteros, como yo“. Admitió que algunos no podían abstenerse de absorber el poder de su energía sexual y que, por lo tanto, debían casarse. Aun así, San Pablo llevaba una vida soltera y asexual, y él predicó ese ideal para otros.

Muchos aficionados a San Pablo hoy en día – aquellos que citan “a las mujeres no se les permite hablar” para reforzar su argumento contra las pastoras y repiten “los homosexuales no entrarán en el reino de los cielos” para justificar sus sermones y legislación anti-LGBTQ+ – son reacios a admitir que su San Pablo era asexual y que su asexualidad no es el único ejemplo de diversidad sexual en la Biblia o en esta vida.

La diversidad sexual también existe en el más allá, según Jesús. En el mundo venidero, dijo, “no hay ni hombre ni mujer”. Todos serán “como los ángeles del cielo”. Los ángeles, enseñó Jesús, son seres asexuales, no binarios, que no tienen parejas románticas o sexuales: “ni se casan ni se dan en matrimonio”. El cielo, según Jesús, es un paraíso no binario. Atrás quedaron hombres y mujeres. Atrás quedaron la heterosexualidad, la homosexualidad y la bisexualidad. La visión de Jesús para esta vida es la de brazos acogedores que invitan a todas las personas a la mesa, y su visión para la otra vida es algo más amigable con el arcoíris de lo que sus seguidores conservadores admitirían.

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Si Jesús, el hombre alrededor del cual se construyó la religión cristiana, era asexual, y si San Pablo, el fundador de la religión cristiana y expositor original de las doctrinas fundamentales de la fe cristiana, era también asexual (latentemente homosexual, dicen algunos, pero es imposible saberlo), la iglesia de hoy debe aprender una lección y ofrecer al mundo un cristianismo inclusivo de gran tienda de campaña. Si, en Cristo, como escribió Pablo, la masculinidad y la feminidad eventualmente se desvanecen. Si, como enseñó Jesús, los ángeles son asexuales y no binarios, es hora de que quienes creen en los ángeles, el cielo y Jesús reimaginen su enfoque hacia aquellos que no piensan, actúan, viven o visten como ellos. Visto de esta manera, la historia cristiana puede ser un estímulo para que todos amemos a nuestro prójimo sin tener en cuenta la sexualidad, los dictados de género o en qué baño hacen sus necesidades las personas.

Reorientada, la historia cristiana puede ser mucho más que la versión estrecha, rígida y condenatoria que resuena en demasiados púlpitos y demasiadas urnas.

Todavía hay mucho espacio para Jesús en la vida moderna: el Jesús que creía en la diversidad, la equidad y la inclusión; el Jesús que estaba bien con los “pecadores”; el Jesús que condenó el acaparamiento de riquezas, no a los pobres; el Jesús que era asexual y enseñaba que el cielo no es binario. Supongamos que sólo los cristianos conservadores en los Estados Unidos comenzaran a predicar a este Jesús en lugar del divisivo y retributivo. En ese caso, se convierten en armas para defender sus propias agendas sociales y políticas sofocantemente restrictivas. Si solo…

Señor, escucha nuestra oración.

Rodney Wilson tiene títulos de posgrado en historia y religión, enseña ambas cosas en un colegio comunitario en Missouri y fundó el Mes de la Historia LGBTQ+ de EE. UU. en 1994. Él es el tema del breve documental Taboo Teaching de 2019.

Las opiniones expresadas en los artículos de opinión de The Advocate son las de los escritores y no necesariamente representan las opiniones de The Advocate o de nuestra empresa matriz, equalpride.

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Fuente Advocate

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El amor consiste en esto: actividades de una Universidad Popular por Gaza

Lunes, 6 de mayo de 2024
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IMG_4577La publicación de hoy es de la colaboradora invitada Lily (ellos/él/ella), estudiante de doctorado en una gran universidad pública del Medio Oeste, donde investigan instituciones internacionales y estudios queer. Tienen experiencia en organización interreligiosa y educación en justicia social, y les apasiona facilitar el diálogo sobre cómo los jóvenes de fe pueden participar en movimientos por la paz y la justicia social.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el VI Domingo de Pascua  se pueden encontrar aquí.

Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros
y tu alegría sea completa.
Este es mi mandamiento: amaos unos a otros como yo os amo.
Nadie tiene mayor amor que este,
dar la vida por los amigos
…Esto os mando: que os améis unos a otros”.
— Juan 15:9-17

En la lectura de hoy del Evangelio de Juan, Jesús nos da un mandato claro: amar al otro como él nos ama a nosotros. Como adulto converso a la fe católica, continuamente me sorprende el papel central que desempeña el amor en el impulso de la labor de paz y justicia de la Iglesia. Si uno realmente acepta esta enseñanza, debe transformar radicalmente la forma en que uno ve el mundo y el valor absoluto que debemos otorgar a la humanidad de los demás, especialmente cuando nosotros, la comunidad LGBTQ+, respondemos a los acontecimientos mundiales.

Si todos, absolutamente todos, estamos hechos a imagen y semejanza de Dios, eso significa que debemos y debemos esforzarnos en dar, todos y cada uno de los seres humanos merecemos el nivel de cuidado que profesamos darle a Dios. Este es especialmente el caso de amar a los más marginados por sistemas de opresión que se cruzan, lo cual es desafiante, central para nuestra fe y, a menudo, desgarrador. Nos pide que vivamos en solidaridad con quienes enfrentan cantidades impensables de violencia sistémica e interpersonal.

Estoy escribiendo la reflexión de hoy desde una Universidad Popular de Gaza, como se conoce a muchos campamentos de estudiantes pro palestinos. Me sorprende el inmenso amor que representa este campamento estudiantil que me rodea. No puedo enfatizar lo suficiente lo hermoso que es este pequeño pueblo de tiendas de campaña, una comunidad alternativa de intercambio y generosidad donde siempre hay comida, naloxona, pruebas de COVID, productos para la menstruación y materiales de arte gratis. También hay una biblioteca de la liberación y, todos los días, la gente imparte clases diarias sobre cuestiones de justicia social. Los miembros de la comunidad verifican constantemente las necesidades de los demás. Esta pequeña ciudad de tiendas de campaña se está convirtiendo en una comunidad de amor encarnada, una donde todos son bienvenidos.

Aquí hay más personas queer de las que he conocido en todo mi tiempo en esta ciudad, y tengo algunas suposiciones sobre por qué. Por un lado, la lucha por la liberación queer está fundamentalmente entrelazada con la lucha por una Palestina libre. Resistir y desafiar los sistemas de opresión y discriminación es el núcleo de ambos movimientos. La liberación queer lucha contra la heteronormatividad, la homofobia y la transfobia, mientras que la lucha por una Palestina libre se centra en resistir la ocupación, el colonialismo y la opresión nacional. La liberación de un grupo no debe producirse a expensas de otro, y la liberación de ambos no puede producirse sin poner fin al militarismo global, una causa común por la libertad, la paz, la igualdad y la justicia.

Además, siempre ha habido y sigue habiendo gente queer en Palestina. En Queering the Map, una plataforma comunitaria, encontrará numerosas publicaciones de palestinos queer de los últimos meses. Allí cuentan sus historias para dejar evidencia de su existencia antes de que posiblemente sean asesinados por el ejército israelí. Nadie puede contar las historias de los palestinos queer mejor que ellos, por eso quiero compartir con ustedes algunas publicaciones que encontré en la plataforma:

“Siempre te he imaginado a ti y a mí sentados al sol, tomados de la mano, libres al fin. Hablamos de todos los lugares a los que iríamos si pudiéramos. Sin embargo, ya no estás. Si hubiera sabido que las bombas que caían sobre nosotros te alejarían de mí, con mucho gusto le habría dicho al mundo que te adoraba más que a nada. Lamento haber sido un cobarde.”⁠

“Me gustaría poder ver contigo la puesta de sol sobre el mar de Gaza. Por una noche desearía que esta ocupación ya no existiera y que pudiéramos ser libres por una vez en nuestra propia tierra”.

“Estar fuera no significa nada para mí. Deseo ver Haifa. Deseo ver el pueblo que mis padres tuvieron que dejar. Deseo ver a mi hermano que fue asesinado. Deseo ser libre, pero mi libertad va más allá de estar fuera: es ser palestino, ante todo. Dios tenga piedad de mi hermano y mis hermanos palestinos”.

“Por favor, sepan que, a pesar de lo que dicen los medios, hay palestinos homosexuales. Estamos aquí, somos Queer. Palestina libre.”

Montamos nuestras tiendas de campaña sobre césped, nos guiamos unos a otros en canciones y nos cruzamos de brazos para proteger a nuestra comunidad musulmana durante sus momentos de oración, cuando es común que se produzcan arrestos. Nuestro amor por nuestros hermanos asesinados en Gaza nos trae aquí. En solidaridad con ellos, montamos esta pequeña ciudad de tiendas de campaña y exigimos a nuestra universidad que se deshaga del genocidio en curso. Recordamos a los médicos martirizados por su atención, a las familias enteras borradas de la tierra y a los trabajadores humanitarios asesinados sirviendo a los pobres. Elegimos el amor mutuo por encima de todo, inspirados por estas personas en Gaza, incluidos los palestinos queer, que también eligen el amor.

Queridos amigos, el llamado de Jesús a amarnos unos a otros como él nos ama y a prestar atención a este llamado en nuestras acciones es claro. Ver este amor en acción puede cambiar radicalmente tu vida, una verdad que la gente queer conoce desde siempre. Visita una zona liberada en un campus universitario cercano a ti. El amor es la razón por la que muchos de nosotros nos presentamos a la causa de la liberación palestina, y espero que respondan al llamado de Jesús ayudando a poner fin al genocidio en Gaza. Como ha dicho el Papa Francisco: “Basta, por favor. Digamos todos: ¡Basta, por favor! Detengan la guerra.” Dudo que sea fácil elegir continuamente el amor por el pueblo de Gaza, especialmente en el clima político actual, pero debemos hacerlo, especialmente si luchamos por la liberación queer.

—Lirio, 5 de mayo de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Permaneced en mi amor

Domingo, 5 de mayo de 2024
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Piensa también con los pies

Piensa también
con los pies
sobre el camino
cansado
por tantos pies caminantes.

Piensa también, sobre todo,
con el corazón
abierto
a todos los corazones
que laten igual que el tuyo,
como hermanos,
peregrinos,
heridos también de vida,
heridos quizá de muerte.

Piensa vital, conviviente
conflictivamente hermano,
tiernamente compañero.

*

Pedro Casaldáliga
Todavía estas palabras
1994

***

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Como el Padre me ama a mí, así os amo yo a vosotros; permaneced en mi amor. Pero sólo permaneceréis en mi amor si cumplís mis mandamientos,; lo mismo que yo he observado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he dicho todo esto para que participéis en mi gozo, y vuestro gozo sea completo.

Mi mandamiento es éste: Amaos los unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que quien da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. En adelante, ya no os llamaré siervos, porque el siervo no conoce lo que hace su señor: Desde ahoras os llamo amigos, porque os he dado a conocer todo lo que he oído a mi Padre.

No me elegísteis vosotros a m; fui yo quien os elegí a vosotros. Y os he destinado para que vayáis y deis fruto abundate y duradero. Así, el Padre os dará todo lo que le pidáis en mi nombre. Lo que yo os mando es esto: que os améis los unos a los otros.

*

Juan 15,9-17

***

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***

El cristiano es una persona a la que Dios ha confiado a los otros; hemos sido confiados los unos a los otros y somos responsables los unos de los otros. La responsabilidad empieza en el momento en que nos mostramos capaces de responder a una necesidad con toda nuestra inteligencia, con todo nuestro ser: nuestra vida, nuestro corazón, nuestra voluntad, nuestro cuerpo, nuestro compromiso de cristianos debe ir mucho más allá de un piadoso propósito de oración y de intercesión: debe ser un compromiso en el que nuestro mismo cuerpo esté plenamente implicado, tanto en la vida –porque a veces es un problema arduo vivir en el nombre de Dios- como en la muerte. Y si no es posible hacer ninguna otra cosa por el que sufre, siempre podremos interponernos entre la víctima y el verdugo.

Conocí a un hombre que vivió durante treinta y seis años en un campo de concentración y que un día, con una profunda luz en los ojos, me contaba: «¿Te das cuenta de lo bueno que ha sido Dios conmigo? Me cogió cuando era sólo un ¡oven sacerdote y me puso primero en la cárcel y después en un campo de concentración durante más de la mitad de mi vida. Así pude ser ministro suyo allí donde era necesaria la presencia de uno de ellos». Poquísimos de nosotros somos capaces, no digo de obrar, sino ni siquiera de pensar en estos términos. Sin embargo, ésa es la actitud de una persona que es presencia divina allí donde se requiere esta presencia: y no se trata, ciertamente, de gestos de poder. La única cosa que este cristiano poseía era la convicción de una vida entregada por completo a Dios y ofrecida, a través de Dios, a los otros hombres. Eso es lo que nos enseña una inmensa nube de testigos a lo largo de toda la historia de la Iglesia.

*

A. Bloom,
Vivir en la Iglesia,
Magnano 1990, pp. 75s.

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“Del miedo al amor”. 6º Pascua – B (Juan 15,9-17)

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4369No se trata de una frase más. Este mandato, cargado de misterio y de promesa, es la clave del cristianismo: «Como el Padre me ha amado, así os he amado yo: permaneced en mi amor». Estamos tocando aquí el corazón mismo de la fe cristiana, el criterio último para discernir su verdad. Únicamente «permaneciendo en el amor» podemos caminar en la verdadera dirección. Olvidar este amor es perdernos, entrar por caminos no cristianos, deformarlo todo, desvirtuar el cristianismo desde su raíz.

Y, sin embargo, no siempre hemos permanecido en este amor. En la vida de bastantes cristianos ha habido y hay todavía demasiado temor, demasiada falta de confianza filial en Dios. La predicación que ha alimentado a esos cristianos ha olvidado demasiado el amor de Dios, ahogando así aquella alegría inicial, viva y contagiosa que tuvo el cristianismo.

Aquello que un día fue «Buena Noticia», porque anunciaba a las gentes «el amor insondable» de Dios, se ha convertido para bastantes en la mala noticia de un Dios amenazador, que es rechazado casi instintivamente porque no deja ser ni vivir.

Sin embargo, la fe cristiana solo puede ser vivida, sin traicionar su esencia, como experiencia positiva, confiada y gozosa. Por eso, en este momento en que muchos abandonan un determinado «cristianismo» –el único que conocen–, hemos de preguntarnos si, en la gestación de este abandono, y junto a otros factores, no se esconde una reacción colectiva contra un anuncio de Dios poco fiel al evangelio.

La aceptación de Dios o su rechazo se juega, en gran parte, en el modo en que lo sentimos de cara a nosotros. Si lo percibimos solo como vigilante implacable de nuestra conducta haremos cualquier cosa para rehuirlo. Si lo experimentamos como amigo que impulsa nuestra vida, lo buscaremos con gozo. Por eso, uno de los servicios más grandes que la Iglesia puede hacer al ser humano es ayudarle a pasar del miedo al amor de Dios.

Sin duda hay un temor a Dios que es sano y fecundo. La Escritura lo considera «el comienzo de la sabiduría». Es el temor a malograr nuestra vida cerrándonos a él. Un temor que despierta a la persona de la superficialidad y le hace volver hacia Dios. Pero hay un miedo a Dios que es malo. No acerca a Dios. Al contrario, aleja cada vez más de él. Es un miedo que deforma el verdadero ser de Dios, haciéndolo inhumano. Un miedo dañoso, sin fundamento real, que ahoga la vida y el crecimiento sano de la persona.

Para muchos, este puede ser el cambio decisivo. Pasar del miedo a Dios, que no engendra sino rechazo más o menos disimulado, a una confianza en él que hace brotar en nosotros esa alegría prometida por Jesús: «Os he dicho esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a la plenitud».

José Antonio Pagola

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“Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos”. Domingo 05 de mayo de 2024. Domingo sexto de Pascua

Domingo, 5 de mayo de 2024
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32-PascuaB6 cerezoDe koinonia:

Hechos de los apóstoles 10,25-26.34-35.44-48: El don del Espíritu Santo se ha derramado también sobre los gentiles.
Salmo responsorial: 97: El Señor revela a las naciones su salvación.
1Juan 4,7-10. Dios es amor.
Juan 15,9-17: Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos.

La primera lectura de este domingo, el famoso episodio de la visita de Pedro a Cornelio, en el capítulo 10 de los Hechos de los Apóstoles, refleja simbólicamente un momento importante del crecimiento del «movimiento de Jesús»: su transformación en una comunidad abierta, transformación que le llevará más allá del judaísmo en el que nació. Dejará de identificarse con una religión étnica, una religión casada con una etnia y su cultura, religión étnica que se tenía por la elegida, y que miraba a todas las demás por encima del hombro considerándolas «los gentiles», dejados de la mano de Dios. Es un tema muy importante, y relativamente nuevo, en todo caso, desatendido por la teología tradicional. Para una homilía puede merecer la pena, más que insistir en el tema eterno del amor…

El pasaje se presta además para toda una lección de teología. Es bueno recomendar a los oyentes que no se queden con la referencia entrecortada que habrán escuchado en la lectura (una selección de unos cuantos versículos salteados), sino que la lean en casa despacio (sin más: “el capítulo 10” de los Hechos, y que saquen sus conclusiones. También se puede recomendar a los grupos e estudio de la comunidad parroquial que lo tomen para su estudio.

Pedro ni sus compañeros de comunidad, todavía no se llamaban «cristianos»… eran simplemente judíos conmovidos por la experiencia de Jesús. Y observaban todas las leyes del judaísmo. Una de ellas era la de no mezclarse con «los gentiles». Y eran leyes sagradas, que eran normalmente observadas por todos, y cuyo incumplimiento implicaba incurrir en «impureza» y obligaba a molestas prácticas de purificación.

Pero Pedro da varios saltos hacia adelante. En primer lugar deja de considerar profano o impuro a ninguna persona, a pesar de que se lo mandaba la ley; es como el levantamiento de una condenación de impureza que pesaba sobre las “otras” religiones desde el punto de vista del judaísmo. Y en segundo lugar «cae en la cuenta» de que Dios no puede tener acepción de personas, ni de religiones, sino que no hace diferencia entre las personas según su etnia o su cultura-religión: acepta a quien practica la justicia, sea de la nación que sea. Es un salto tremendo el que dio Pedro.

Respecto al primer punto, de la valoración negativa de las demás religiones, en la historia subsiguiente se retrocedería: se llegaría a pensar que las otras religiones serían… no sólo inútiles, sino falsas, o incluso negativas, hasta diabólicas. Por poner sólo un ejemplo: el primer catecismo que se escribió en América Latina, nada menos que por el profético Pedro de Córdoba, superior de la comunidad dominica de Antonio Montesinos, declara en su primera página: «Sabed y tened por cierto que ninguno de los dioses que adoráis es Dios ni dador de vida; todos son diablos infernales».

Respecto al segundo punto, la «no acepción de personas por parte de Dios en lo que se refiere a razas, culturas y religiones», o lo que es lo mismo, la igualdad básica ante Dios de todos los seres humanos –incluyendo todas sus culturas y religiones-, hoy mismo continuamos en retroceso con relación a Pedro: la posición oficial de la Iglesia católica dice que las «otras» religiones «están en situación salvífica gravemente deficitaria» (Dominus Iesus 22).

Paradójicamente, la posición de Pedro en los Hechos de los Apóstoles resulta más afín a la mentalidad de hoy que nuestra teología oficial actual. Es por ello por lo que, en este domingo, confrontarse con la Palabra de Dios puede traducirse en una aplicación concreta a nuestras maneras de pensar respecto a las otras religiones. En el guión subsiguiente proporcionamos algunas cuestiones para un tratamiento pedagógico del tema.

El evangelio de hoy, de Juan, es el del mandamiento nuevo, el mandamiento del amor. Pocas palabras deben saturamos tanto en el lenguaje cotidiano como ésta: «amor». La escuchamos en la canción de moda, en la conductora superficial de un programa de televisión (tan superficial como su animadora), en el lenguaje político, en referencia al sexo, en la telenovela (más superficial aún que la animadora, si eso es posible)… Se usa en todos los ámbitos, y en cada uno de ellos significa algo diferente. ¡Pero, sin embargo, la palabra es la misma!

El amor en sentido cristiano no es sinónimo de un amor «rosado», sensual, placentero, dulzón y sensiblero del lenguaje cotidiano o posmoderno. El amor de Jesús no es el que busca su placer, su «sentir», o su felicidad sino el que busca la vida, la felicidad de aquellos a quienes amamos. Nada es más liberador que el amor; nada hace crecer tanto a los demás como el amor, nada es más fuerte que el amor. Y ese amor lo aprendemos del mismo Jesús que con su ejemplo nos enseña que «la medida del amor es amar sin medida».

Aquí el amor es fruto de una unión, de «permanecer» unidos a aquel que es el amor verdadero. Y ese amor supone la exigencia -«mandamiento»- que nace del mismo amor, y por tanto es libre, de amar hasta el extremo, de ser capaces de dar la vida para engendrar más vida. El amor así entendido es siempre el «amor mayor», como el que condujo a Jesús a aceptar la muerte a que lo condenaban los violentos. A ese amor somos invitados, a amar «como» él movidos por una estrecha relación con el Padre y con el Hijo. Ese amor no tendrá la liviandad de la brisa, sino que permanecerá, como permanece la rama unida a la planta para dar fruto. Cuando el amor permanece, y se hace presente mutuamente entre los discípulos, es signo evidente de la estrecha unión de los seguidores de Jesús con su Señor, como es signo, también, de la relación entre el Señor y su Padre. Esto genera una unión plena entre todos los que son parte de esta «familia», y que llena de gozo a todos sus miembros donde unos y otros se pertenecen mutuamente aunque siempre la iniciativa primera sea de Dios. Leer más…

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5.5.24 Dom 6 Pascua. No os llamo siervos, sino amigos: Vivid (resucitad) unos en otros

Domingo, 5 de mayo de 2024
Comentarios desactivados en 5.5.24 Dom 6 Pascua. No os llamo siervos, sino amigos: Vivid (resucitad) unos en otros

discipulos-de-jesusDel blog de Xabier Pikaza:

Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.

Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos….. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer…

Esto os digo: que os améis unos a otros.”

Así puede definirse el pecado:  “El día en que comáis el fruto de vuestro conocimiento egoísta, de dominio de unos sobre otros, moriréis” (cf. Gen 2, 17).

Esta es la gracia: El día en que os améis, viviendo unos en otros, ese día seréis vida de Dios en la tierra y resucitaréis. Ésa es la mística, es la resurrección.

Amor redentor, civilización de amor

 Ni la mística vale por sí misma (si es sólo apertura individual o elitista al misterio), ni vale un tipo de iglesia o de vida religiosa si se encierra en sus signos sagrados, sin verdadero amor, como decía Pablo (1 Cor 13), todo eso es mentira, como un campana que tañe en el vacío.

 – La vida cristiana del siglo XXI deberá traducir su experiencia de comunión de amor en forma de liberación de los oprimidos/cautivos o perderá sentido (dejará de existir). Muchos hombres han pensado que la sociedad sólo puede mantenerse sobre bases de poder sacral, sometimiento religioso y sumisión política. Pues bien, en contra de eso, retomando sus raíces evangélicas, la vida religiosa del siglo XXI ha de ser fuente de liberación personal y comunitaria, para abrirse luego en forma de comunicación liberadora.

– La vida cristriana del siglo XXI deberá ofrecer espacios de comunión mística y de comunicación liberadora o perderá su sentido. Han existido entusiasmos y místicas elitistas, vinculadas a la evasión espiritual y a la imposición social. Pues bien, en contra de eso, la verdadera comunión mística ha de convertirse en comunicación liberadora, en la línea de la civilización del amor que han propuesto los últimos papas (desde Pablo VI).

Contemplación redentora: mirar sin velos, amor liberado  

Éste es un pensamiento que San Pablo desarrolló de manera sorprendente en 2 Cor 3, reflexionando sobre la identidad de un tipo de judaísmo y cristianismo. A su juicio, ciertos judíos (o cristianos) de tipo legalista con los que discute en esa carta, habían puesto un velo sobre sus corazones, cada vez que leían a Moisés, y querían cumplir su ley, pues lo hacían con un corazón “endurecido”, de manera que la religión era para ellos un signo de sometimiento (una forma de mantener a los hombres oprimidos), pero:

Cuando se vuelvan al Señor caerá su velo, pues el Señor es el Espírituy donde está el Espíritu del Señor allí está la libertad (cf. 2 Cor 3,15-17).

 Esa es la verdadera contemplación, quitar el velo de los ojos del corazón, mirarse y admirarse en amor, en libertad, dándose la vida unos a otros. Esta luz de amor nos capacita para mirar a Cristo y descubrir en él a Dios, de forma que nuestra vida se transforme en amor, como sigue diciendo (2 Cor 3, 18):

En cambio, nosotros, contemplando sin velo la Gloria del Señor, nos tansformamos conforme a su imagen, de gloria en gloria, según el Espíritu del Señor.

Esto es el amor: Podemos mirar sin velo al Señor, y mirarnos así, de manera transparente, unos a otros, en contemplación que es comunicación de vida. Sólo esta mirada mística, más alta, sin velo, nos permite descubrir a Cristo como libertad en el amor y como amor liberador. Nos hemos puesto con frecuencia un velo, para no mirar cara a cara, corazón a corazón, al Dios de Cristo, que se entrega y muere para que los hombres vivan, y para no ver tampoco a los hombres. Pues bien, la verdadera contemplación, que es ir viendo a Dios en ese mundo, consiste en rasgar ese velo, mirar cara a cara en amor al Dios encarnado en los pobres y cautivos,  en los tristes y los deprimidos…. para abrir con ellos un espacio de amor mutuo.

  1. AMIGOS, NO SIERVOS (JN 15, 15). CONOCIMIENTO LIBERADOR

 Hay un conocimiento que es engaño, que nace y se expresa en el velo de las ideologías que nos ponen, y que nosotros mismos vamos poniendo ante los ojos, quedando de esa forma ciegos. En esa línea está el engaño de los que dicen que no puede cambiarse lo que hay, que la pobreza de algunos es un condición social, que la esclavitud es sólo un simple daño colateral de un sistema que en sí mismo funciona.

Esclavo es aquel a quien no dejan que conozca. El conocimiento del Dios de Jesús es un saber de amor sin velo, que no engaña, que no oprime, que no oculta, que no expulsa, sino que capacita a los hombres y mujeres para conocer en verdad aquello que son y deben ser. Es un conocimiento de “amistad”, pues los hombres y mujeres han de ser todos amigos, en el sentido radical de la palabra:

 Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor.Yo os he dado a conocer todo lo que he escuchado de mi Padre (Jn 15, 15a).

Por el contrario, las esclavitudes nacen de falta de conocimiento: Que unos impidan conocer a otros, o que los ignorantes no quieran (no se atrevan a) conocer.

En el principio de toda esclavitud se encuentra según eso la imposición de unos “amos” o señores, que no permiten que haya relaciones de reciprocidad con los “siervos”, que no comparten su conocimiento, que no se entregan en amor a los demás , compartiendo cada uno lo que tiene, a favor de los otros. Para eso se inventan jerarquías de opresión, un tipo de “religiones del poder”, que en el fondo son justificaciones ideológicas, defendidas con muchas razones falsas.

Separaciones para resguardarse. En esa línea, los poderosos imponen unas relaciones de opacidad, pues ellos necesitan separarse para resguardarse, mentiras culturales, fronteras políticas, religiosos y sociales, y a veces incluso muros de ladrillo, hormigón o redes metálicas, para dejar fuera a los que juzgan peligrosos. La sociedad que surge de esta imposición es mentirosa y opresora, y de esa forma impone un “dios” de oscuridad (sin transparencia) sobre todos, amos y esclavos, a favor de los amos.

 Lo propio de la amistad es el conocimiento mutuo, en transparencia comunicativa, que se expresa a través de la palabra (os he dado a conocer…), pero abriéndose a todos los niveles de la vida, interpretada desde el recibir, el dar, el compartir. El Padre ha dado a Jesús todo lo que tiene, Jesús lo ha recibido, pero no para encerrarlo en sí, en forma egoísta, sino para ofrecerlo y compartirlo con sus amigos, de manera que estos, los hombres, se comuniquen la vida en amor, unos con otros.

Sólo la amistad libera. Siglos de ley y miedo, de sacrificios violentos y expiación por los pecados (de justicia impositiva), habían situado la religión y vida humana bajo la disciplina de la imposición violenta, del silencio y la obediencia a los mandatos exteriores. A veces, incluso los mismos gestores sociales de la religión (sacerdotes y reyes) habían utilizado la visión de un Dios secreto, de poder, para imponerse con violencia sobre otros, teniendo sometido al pueblo. Pues bien, en contra de eso, Jesús ofrece a los humanos su experiencia de Dios su propia vida, como principio de libertad para (en) el amor, definiendo desde aquí el sentido de su vida, el valor de la libertad.

MÍSTICA Y CONTEMPLACIÓN CRISTIANA

              Hay un tipo de mística que, en sentido extenso, desde una perspectiva de psicología y ciencia de las religiones, suele ir vinculada con fenómenos extáticos y con experiencias parapsicológicas, que muchas veces se atribuyen a la presencia e influjo de lo sagrado: el místico penetra de tal manera dentro de sí mismo que supera (transforma) el funcionamiento normal de su sensibilidad y  entendimiento, suscitando (descubriendo) un espacio mental más hondo en el que vienen a expresarse diversos fenómenos divinos (o demoníacos), que van más allá de la conciencia y del conocimiento normal.

Jesús fue contemplativo, más que místico  en el sentido anterior. La contemplación cristiana (pudiendo expresarse también a veces en fenómenos extáticos) se identifica con un tipo de experiencia del Espíritu que brota de su vida y del sentido de su historia (muerte, pascua) y se expresa en claves de comunicación interhumana. Ciertamente, algunas comunidades cristianas antiguas (como de Corinto) han sentido y cultivado fenómenos de transcendimiento racional, de manera que muchos de sus miembros han “hablado en lenguas”, superando el ritmo normal de la racionalidad discursiva.  Pero, como dice Pablo en 1 Cor 12‒14, la experiencia cristiana no se identifica con esos fenómenos, sino con la fe y el amor de Cristo, que se abre en forma de amor entre los hermanos.

En esa línea, Jesús no ha sido místico en el sentido ordinario del término (con técnicas de éxtasis) ni ha querido que sus discípulos lo fueran. Ciertamente, él ha creído en “espíritus” o fuerzas sagradas de tipo divino perverso (demoníaco) y proclamado su mensaje con la ayuda del Espíritu de Dios (cf. Mt 12, 28), es decir, apoyándose en la fuerza divina del reino. Pero, más que místico en la línea de esos fenómenos extraordinarios, él ha sido contemplativo: un hombre que ha centrado su vida en el amor de Dios y en el encuentro de amor con los demás, abriendo cauces de amor y comunión liberadora entre los hombres.

Si le llamamos místico, debemos añadir que es místico liberador, profeta del amor de Dios, mesías de la comunión: su palabra de Dios, su mesianismo, se identifica con el mismo gesto de la unión entre los hombres. Por eso ha entregado la vida en amor, poniéndola en manos de Dios, y en manos de los hombres, por amor a los necesitados. En esa línea es preferible llamarse “contemplativo en acción liberadora”, más que místico.

La esencia contemplativa del evangelio: Vivir unos en otros, resucitar unos en otros:

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor…”. Permanecer unos en otros, vivir unos en otros, esto es el amor, es la amistad, es la resurrección.

  • La contemplación constituye un elemento específico del cristianismo,pero ella es, al mismo tiempo, un fenómeno de tipo muy hondamente humano y por tanto religioso, vinculado al “ver y escuchar” en profundidad, en la línea de aquello que siempre han sabido videntes y profetas, poetas y amantes.  El contemplativo no quiere explorar misterios extraños (cf. 1 Cor 13), sino abrir los ojos y oídos, para dejar que la realidad más honda le alumbre y acompañe.
  • El contemplativo no se ocupa de “suscitar” (producir o recibir) fenómenos psíquicos o mentales de tipo extático, sino dejarse transformar por el poder y belleza de la realidad (de Dios) que sale a su encuentro y le habla, especialmente a través de los hermanos. No se evade del mundo para encerrarse en el vacío de su mente, sino que admira el mundo, ama a las personas, dejándose amar por ellas. No se impone sobre las cosas, sino que deja que ellas le llenen e interroguen, le impresionen y transformen.
  • Un tipo de místico puede acabar siendo un solitario, alguien que explora su propio misterio divino, buscando su hondura superior, un nivel de realidad más alta (elitista) , para privilegiados como él. Por el contrario, el contemplativo cristiano está siempre abierto a la gracia amorosa de Dios y al encuentro personal con otros: sabe mirar con intensidad, descubre y admira el valor de los demás, pudiendo avanzar así en la línea del diálogo personal, del amor mutuo.
  • Hay un tipo de místicos que pueden acabar amando su propia verdad interior (o su vacío). Por el contrario, el contemplativo está preparado para ver y dejarse ver por Dios  y por los demás seres humanos, y para amarles como tales, pues goza al mirarles y ayudarles y goza al dejar que ellos le miren. Lógicamente, para que culmine y alcance su plenitud en amor, la contemplación tiene que ser recíproca: mirar y ser mirado, amar y ser amado.

Contemplativos en el mundo

Jesús ha buscado a los hombres y mujeres de su entorno, les ha ofrecido amor en gesto poderoso de transformación y ha dialogado con ellos por encima de leyes y opresiones que separan y distinguen a unos de los otros. Estrictamente hablando, él ha sido contemplativo en el mundo. Así ha desplegado el amor como mirada directa, amistad fundada en Dios, en transparencia, desde el centro de una sociedad convulsionada por las imposiciones y mentiras del mundo. Por eso, la herencia de su reino (su Espíritu) debe expresarse en formas de comunicación contemplativa: en diálogo de amor cercano comprensivo, liberador de mirada a mirada, de corazón a corazón.

Por eso, sabiendo mirar a Jesús en clave de amor, el contemplativo cristiano ha de expresar y expandir su mirada hacia los hombres y mujeres que viven a su lado, en comunicación gratuita que puede interpretarse en claves de enamoramiento.

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Dios nos ha amado. Amémonos unos a otros. Domingo 6º de Pascua. Ciclo B

Domingo, 5 de mayo de 2024
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IMG_4525Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

La 2ª lectura y el evangelio están estrechamente relacionados. «Amémonos unos a otros», comienza el texto de la carta de san Juan. Y el evangelio insiste dos veces: «Este es mi mandamiento: que os améis unos a otros»; «Esto os mando: que os améis unos a otros». Este precepto se basa en el amor que Dios nos ha manifestado de dos formas complementarias: enviando su Espíritu y enviando a su Hijo.

 Un Padre que da el Espíritu sin distinguir entre judíos y paganos (1ª lectura)

            La lectura del libro de los Hechos de los Apóstoles recoge parte de un importantísimo episodio de la iglesia primitiva. Hasta entonces, los discípulos de Jesús se han visto a sí mismos con un grupo dentro del judaísmo, sin especial relación con los paganos. No se les pasa por la cabeza hacer apostolado entre ellos, mucho menos entrar en sus casas si no se han convertido al judaísmo y se han circuncidado. Los consideran impuros.

En este contexto, se cuenta que Pedro tuvo una visión: ve bajar del cielo un mantel repleto de toda clase de animales impuros (cerdo, conejo, cigalas, etc.) y escucha una voz que le ordena: mata y come. Pedro se niega en redondo. «Nunca he probado un alimento profano o impuro». Y la voz del cielo le responde: «Lo que Dios declara puro tú no lo tengas por impuro».

            Termina la visión. Pedro se siente desconcertado, y mientras piensa en su posible sentido, llaman a la puerta de la casa tres hombres enviados por un pagano, el capitán Cornelio, para pedirle que vaya a visitarlo. Pedro comprende entonces el sentido de la visión: no puede considerar impuro a un pagano interesado en conocer el evangelio. Al día siguiente se pone en camino desde Jafa a Cesarea y cuando llega a casa de Cornelio tiene lugar la escena que hoy leemos.

Cuando iba a entrar Pedro, salió Cornelio a su encuentro y se echó a sus pies a modo de homenaje, pero Pedro lo alzó, diciendo:

Levántate, que soy un hombre como tú.

Pedro tomó la palabra y dijo:

Está claro que Dios no hace distinciones; acepta al que lo teme y practica la justicia, sea de la nación que sea.

Todavía estaba hablando Pedro, cuando cayó el Espíritu Santo sobre todos los que escuchaban sus palabras. Al oírlos hablar en lenguas extrañas y proclamar la grandeza de Dios, los creyentes circuncisos, que habían venido con Pedro, se sorprendieron de que el don del Espíritu Santo se derramara también sobre los gentiles. Pedro añadió:

-¿Se puede negar el agua del bautismo a los que han recibido el Espíritu Santo igual que nosotros?

Y mandó bautizarlos en el nombre de Jesucristo. Le rogaron que se quedara unos días con ellos.

            Indico algunos detalles interesantes:

1) «Está claro que Dios no hace distinciones»; para él lo importante no es la raza sino la conducta del que lo respeta y practica la justicia.

2) La venida del Espíritu Santo sobre este grupo de paganos produce los mismos frutos que en los apóstoles el día de Pentecostés: hablan lenguas extrañas y proclaman la grandeza de Dios.

3) El Espíritu Santo viene sobre ellos antes de recibir el bautismo. No se puede decir de forma más clara que «el Espíritu sopla donde quiere y cuando quiere».

            La conducta de Pedro provocó gran escándalo en los sectores más conservadores de la comunidad de Jerusalén y debió subir a la capital a justificar su conducta. Pero este episodio deja claro que, para Dios, los paganos no son seres impuros. Él ama a todos los hombres sin distinción. Con ello se justifica el apostolado posterior entre los paganos.

Un Padre que da su Hijo a los pecadores (2ª lectura)

La carta de Juan justifica el mandato de amarnos mutuamente diciendo que «Dios es amor» y cómo nos lo ha demostrado.

Queridos hermanos: Amémonos unos a otros, ya que el amor es de Dios, y todo el que ama ha nacido de Dios y conoce a Dios. Quien no ama no ha conocido a Dios, porque Dios es amor. En esto se manifestó el amor que Dios nos tiene: en que Dios envió al mundo a su Hijo único, para que vivamos por medio de él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó y nos envió a su Hijo como víctima de propiciación por nuestros pecados.

Cuando yo era niño, el catecismo de Ripalda, a la pregunta de quién es Dios nos enseñaba a responder: «Un señor infinitamente bueno, sabio y poderoso, principio y fin de todas las cosas».El autor de la carta no necesita tantas palabras. Se limita a decir: «Dios es amor». Y ese amor lo manifiesta enviando a su hijo «como víctima de propiciación por nuestros pecados».

La «víctima de propiciación» era el animal que se ofrecía para impetrar el perdón. El Día de la Expiación (yom kippur), el Sumo Sacerdote ofrecía un macho cabrío por los pecados del pueblo. En otras ocasiones se ofrecían cabras y novillos con el mismo fin. Pero esas víctimas carecían de valor definitivo. La humanidad se encontraba en una especie de círculo cerrado del que no podía escapar. Entonces Dios nos proporciona la única víctima decisiva: su propio hijo.

            Y esto lo hace cuando todavía éramos pecadores. No espera a que nos convirtamos y seamos buenos para enviarnos a su Hijo. Si la primera lectura decía que Dios no hace distinción entre judíos y paganos, la segunda dice que no hace distinción entre santos y pecadores.

En vez de amar a Dios, amar a los hermanos (evangelio)

En la segunda lectura el protagonismo ha sido de Dios. En el evangelio, el protagonista principal es Jesús, que demuestra su amor hasta el punto de dar la vida por nosotros, llamarnos amigos suyos, elegirnos y enviarnos. (¡Cuánta gente desearía poder decir que es amigo o amiga de un personaje famoso, que ha sido elegido por él para llevar a cabo una misión!).

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Como el Padre me ha amado, así os he amado yo; permaneced en mi amor. Si guardáis mis mandamientos, permaneceréis en mi amor; lo mismo que yo he guardado los mandamientos de mi Padre y permanezco en su amor. Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotros, y vuestra alegría llegue a plenitud. Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado. Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos. Vosotros sois mis amigos, si hacéis lo que yo os mando. Ya no os llamo siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor: a vosotros os llamo amigos, porque todo lo que he oído a mi Padre os lo he dado a conocer. No sois vosotros los que me habéis elegido, soy yo quien os he elegido y os he destinado para que vayáis y deis fruto, y vuestro fruto dure. De modo que lo que pidáis el Padre en mi nombre os lo dé. Esto os mando: que os améis unos a otros.

Lo que Jesús exige a cambio de esta amistad es muy curioso. Cuando era estudiante en el Pontificio Instituto Bíblico le escuché este comentario al P. Lyonnet: «Fijaos en lo que dice la 1ª carta de Juan: Si tanto nos ha amado Dios…” Nosotros habríamos añadido: “también nosotros debemos amar a Dios”. Sin embargo, lo que dice Juan es: “Si tanto nos ha amado Dios, debemos amarnos unos a otros”».

            Algo parecido ocurre en el evangelio de hoy. «Éste es mi mandamiento: que os améis unos a otros como yo os he amado.» Jesús podría haber dicho: «Amadme como yo os he amado». Pero no piensa en él, piensa en nosotros. Es fácil engañarse diciendo o pensando que amamos a Jesús, porque no puede demostrarse ni negarse. Lo difícil es amar al prójimo.

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6º Domingo de Pascua. 05 Mayo, 2024

Domingo, 5 de mayo de 2024
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Os he hablado de esto para que mi alegría esté en vosotras, y vuestra alegría llegue a plenitud.”

(Jn 15, 9-17)

Lo que nos presenta el evangelio de hoy es una declaración de amor. “Como el Padre me ha amado, así os he amado yo.” Estas son las palabras que Jesús no deja de pronunciar en la vida de cada creyente.

El signo de los cristianos no es la cruz, es el Amor. La cruz por sí sola es un instrumento de tortura. Cuando Jesús en un acto infinito de amor y generosidad se deja clavar en cruz la convierte en símbolo de Amor.

El problema que tenemos los cristianos es que nos quedamos mirando a la cruz. O mirando al Amor. Y eso hay que hacerlo, pero no podemos quedarnos ahí. El evangelio continua, Jesús no dice: “amadme como yo os he amado.” No, lo que dice es: “amaos unos a otros como yo os he amado”.

Jesús era muy listo, y nos conoce bien. Sabía que no íbamos a tener grandes dificultades en amarle a Él o amar a Dios. Esto último ya lo hacía muy bien el pueblo judío. Pero no basta. El amor a Dios, para ser completo, para que de verdad se convierta en alegría, tiene que pasar por las hermanas, por las personas que conviven con nosotras.

Por que el amor del que habla Jesús no es una cuestión teórica sino una realidad existencial y práctica. No es algo que “se aprende de memoria” sino algo que que se experimenta en la vida.

Las teorías, por buenas que sean, no provocan alegría. La alegría brota de la vida, de la “práctica”. Y la vida concreta es mucho más audaz y sorprendente que cualquier teoría.

Por que “en teoría” es feliz aquella persona que consigue éxito, fama y dinero. La publicidad nos vende una infalible teoría sobre la felicidad. Es feliz la persona que es guapa, joven y tiene buena salud. Es decir, que tiene un cuerpo atlético, un hermoso cabello, una piel sin arrugas y un buen bronceado.

Pero la vida nos muestra otra cosa. Vemos el brillo de la auténtica felicidad en los ojos de una madre que ve salir adelante a su hijo con parálisis cerebral. O en un joven que se queda en silla de ruedas tras un accidente y pierde movilidad pero descubre la Vida.

La alegría que llega a plenitud es la que es capaz de atravesar los fracasos y el dolor. Es la que lleva consigo la conciencia de saberse vulnerables pero profundamente amadas.

Oración

Trinidad Santa, no dejes que nos conformemos con medias alegrías, sino que caminemos hacia la alegría que brota de Ti. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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