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La sangre y el pan. Fiesta del Corpus Christi. Ciclo B.

Domingo, 2 de junio de 2024
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corpuschristiDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Esta fiesta comenzó a celebrarse en Bélgica en 1246, y adquirió su mayor difusión pública dos siglos más tarde, en 1447, cuando el Papa Nicolás V recorrió procesionalmente con la Sagrada Forma las calles de Roma. Dos cosas pretende: fomentar la devoción a la Eucaristía y confesar públicamente la presencia real de Jesucristo en el pan y el vino. Las lecturas, sin restar importancia a estos aspectos, centran la atención en el compromiso del cristiano con Dios, sellado con el sacrificio del cuerpo y la sangre de Cristo.

1ª lectura: la sangre y la antigua alianza (Éxodo 24,3-8)

En aquellos días, Moisés bajó y contó al pueblo todo lo que había dicho el Señor y todos sus mandatos; y el pueblo contestó a una:

– «Haremos todo lo que dice el Señor.»

Moisés puso por escrito todas las palabras del Señor. Se levantó temprano y edificó un altar en la falda del monte, y doce estelas, por las doce tribus de Israel. Y mandó a algunos jóvenes israelitas ofrecer al Señor holocaustos, y vacas como sacrificio de comunión. Tomó la mitad de la sangre, y la puso en vasijas, y la otra mitad la derramó sobre el altar.

Después, tomó el documento de la alianza y se lo leyó en alta voz al pueblo, el cual respondió:

– «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos.»

Tomó Moisés la sangre y roció al pueblo, diciendo:

– «Ésta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros, sobre todos estos mandatos.»

       La lectura cuenta el momento culminante de la experiencia de los israelitas en el monte Sinaí. Después de escuchar la proclamación de la voluntad de Dios (el decálogo y el código de la alianza), manifiesta su voluntad de cumplirla: «Haremos todo lo que el Señor nos dice».

         En una mentalidad moderna, poco amante de símbolos, esas palabras habrían bastado. El hombre antiguo no era igual. Un pacto tan serio requería un símbolo potente. Y no hay cosa más expresiva que la sangre, en la que radica la vida. Siglos más tarde, algunos caballeros medievales sellaban un pacto haciéndose un corte en el antebrazo y mezclando la sangre. Naturalmente, Dios no puede sellar una alianza con los hombres mediante ese rito. Por muchos antropomorfismos que usen los autores bíblicos al hablar de Dios, él no tiene un brazo que cortarse ni una sangre que mezclar. Tampoco se puede pedir a todos los israelitas que se hagan un corte y den un poco de sangre. Se recurre entonces al siguiente simbolismo: Dios queda representado por un altar, y la sangre no será de dioses ni de hombres, sino de vacas. Al matarlas, la mitad de la sangre se derrama sobre el altar. Se expresa con ello el compromiso que Dios contrae con su pueblo. La otra mitad se recoge en vasijas, pero antes de rociar con ella al pueblo, se vuelve a leer el documento de la alianza (Éxodo 20-23), y el pueblo asiente de nuevo: «Haremos todo lo que manda el Señor y lo obedeceremos

        Pero en la antigüedad hay también otra forma, incluso más frecuente, de sellar una alianza: comiendo juntos los interesados. Esta modalidad también aparece en el relato del Éxodo (pero ha sido omitida por la liturgia). Después de la ceremonia de la sangre con todo el pueblo, Moisés, Aarón, Nadab, Abihú y los setenta dirigentes de Israel suben al monte, donde comen y beben ante el Señor (Éxodo 24,9-11). Esta segunda modalidad será esencial para entender el evangelio.

2ª lectura: la sangre, el perdón y la nueva alianza (Hebreos 9,11-15)

               Como diría un cínico, los buenos propósitos nunca se cumplen. En el caso de los israelita llevaría razón. El propósito de obedecer a Dios y hacer lo que él manda no lo llevaron a la práctica a menudo. Surgía entonces la necesidad de expiar por esos pecados, incluso los involuntarios. Y la sangre vuelve a adquirir gran importancia. Ya que en ella radica la vida, es lo mejor que se puede ofrecer a Dios para conseguir su perdón. Pero el Dios de Israel no exige víctimas humanas. La sangre será de animales puros: machos cabríos, becerros, toros, vacas, corderos, tórtolas, pichones.

            El autor de la carta a los Hebreos contrasta esta práctica antigua con la de Jesús, que se ofrece a sí mismo como sacrificio sin mancha. Con ello, no sólo nos consigue el perdón sino que, al mismo tiempo, sella con su sangre una nueva alianza entre Dios y nosotros.

Hermanos:

Cristo ha venido como sumo sacerdote de los bienes definitivos. Su tabernáculo es más grande y más perfecto: no hecho por manos de hombre, es decir, no de este mundo creado. No usa sangre de machos cabríos ni de becerros, sino la suya propia; y así ha entrado en el santuario una vez para siempre, consiguiendo la liberación eterna.

Si la sangre de machos cabríos y de toros y el rociar con las cenizas de una becerra tienen el poder de consagrar a los profanos, devolviéndoles la pureza externa, cuánto más la sangre de Cristo, que, en virtud del Espíritu eterno, se ha ofrecido a Dios como sacrificio sin mancha, podrá purificar nuestra conciencia de las obras muertas, llevándonos al culto del Dios vivo.

Por esa razón, es mediador de una alianza nueva: en ella ha habido una muerte que ha redimido de los pecados cometidos durante la primera alianza; y así los llamados pueden recibir la promesa de la herencia eterna.

Evangelio: pan, vino y nueva alianza (Marcos 14-12-16. 22-26)

El primer día de los Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le dijeron a Jesús sus discípulos:

– «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?»

Él envió a dos discípulos, diciéndoles:

+ «Id a la ciudad, encontraréis un hombre que lleva un cántaro de agua; seguidlo y, en la casa en que entre, decidle al dueño: “El Maestro pregunta: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?”  Os enseñará una sala grande en el piso de arriba, arreglada con divanes. Preparadnos allí la cena.»

Los discípulos se marcharon, llegaron a la ciudad, encontraron lo que les había dicho y prepararon la cena de Pascua.

Mientras comían, Jesús tomó un pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio, diciendo:

+ «Tomad, esto es mi cuerpo.»

Cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio, y todos bebieron. Y les dijo:

+ «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, derramada por todos. Os aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día que beba el vino nuevo en el reino de Dios.»

Después de cantar el salmo, salieron para el monte de los Olivos.

          La acción de Jesús en la Cena de Pascua reúne las dos formas de sellar una alianza que comentamos en la primera lectura, pero invirtiendo el orden. Se comienza por la comida, se termina aludiendo a la sangre de la nueva alianza. Aparte de esto hay diferencias notables. Los discípulos no comen en presencia de Dios, comen con Jesús, comen el pan que él les da, no la carne de animales sacrificados; y el vino que beben significa algo muy distinto a lo que bebieron las autoridades de Israel: anticipa la sangre de Jesús derramada por todos.

      ¿Dónde radica la diferencia principal entre la antigua y la nueva alianza? En que la antigua no cuesta nada a nadie; basta matar unos animales para obtener su sangre. La nueva, en cambio, supone un sacrificio personal, el sacrificio supremo de entregar la propia vida, la propia carne y sangre.

       Pero no podemos quedarnos en la simple referencia al pan y al vino, al cuerpo y la sangre. Para Jesús son la forma simbólica de sellar nuestro compromiso con Dios, por el que nos obligamos a cumplir su voluntad.

         El cuarto evangelio, que no cuenta la institución de la Eucaristía, pone en este momento en boca de Jesús un largo discurso en el que insiste, por activa y por pasiva, en que observemos sus mandamientos, mejor dicho, su único mandamiento: que nos amemos los unos a los otros.

         IMG_5074

        Si la celebración del Corpus Christi se limita a una expresión devota de nuestra devoción a la Eucaristía o, peor aún, si se convierte en simple fiesta de interés turístico, no cumple su auténtico sentido. Es fácil lanzar flores a la custodia por la calle; lo difícil es tratar bien a las personas que nos encontramos por la calle.

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“ Santísimo Cuerpo y Sangre de Cristo” 2 de junio de 2024

Domingo, 2 de junio de 2024
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Mientras comían, Jesús tomó pan, pronunció la bendición, lo partió y se lo dio…

cogiendo una copa, pronunció la acción de gracias, se la dio y todos bebieron.

(Mc 14, 12-16.22-26)

Hoy celebramos la fiesta del Cuerpo y la Sangre de Cristo, y esta fiesta puede ayudarnos a hacer un pequeño examen de conciencia, puede ser una llamada de atención, un reclamo.

Como seres humanos que somos tenemos que buscar siempre un equilibrio ya que nuestra tendencia a los extremos es grande. Hoy podemos quedarnos tranquilamente adorando el Pan y el Vino al tiempo que olvidamos el sufrimiento de la humanidad con lo cual nos estaríamos alejando del verdadero Cuerpo y la verdadera Sangre de Cristo.

Jesús no nos dejó su Cuerpo y su Sangre para contemplarlos, sino para comerlo y beberla. Para “tragarlo”. Tragar el Cuerpo y la Sangre de Jesús significa querer ser UNO con Él y con su manera de vivir.

Cuando comulgamos estamos diciendo públicamente que queremos vivir como vivió Jesús. Que creemos en el Dios que anunció y que estamos dispuestas a acompañarlo hasta las últimas consecuencias.

El Pan y el Vino son, nada más y nada menos, el signo de la entrega amorosa que vendrá después de la Cena. El Pan y el Vino son el Cuerpo entregado y la Sangre derramada en una muerte violenta, injusta y maldita.

Cuando tomamos el Pan y el Vino de la Eucaristía no solamente nos unimos a quienes en nuestro mundo sufren y entregan sus vidas, sino que expresamos de una manera pública que nosotras estamos dispuestas a sufrir y a entregar nuestras vidas por amor.

Por eso el Cuerpo y la Sangre de Cristo apenas se pueden adorar porque una voz nos recuerda que no podemos quedarnos mirando al cielo, o al Pan o al Vino, sino que tenemos que ir y hacer lo mismo.

Oración

Trinidad Santa, haznos valientes para asumir el compromiso que nos reclaman el Pan y el Vino de tu Reino.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Sólo hacernos paz nos llevará a la plenitud.

Domingo, 2 de junio de 2024
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b38e1f35f42276d461b9a8ff6ab0251cCORPUS II (B)

Mc 14,12-26

La eucaristía es el sacramento de nuestra fe. Por muy claras que tenga las ideas y por muy razonada que sea la explicación, siempre termina pesando más la postura tradicional. Pero resulta que la tradición que prevalece no es la original, sino la que se fue elaborando a través de los siglos, al tiempo que se perdía el sentido original del sacramento. ¿Alguien puede imaginarse a Pedro poniéndose de rodillas ante el trozo de pan que le ofrecía Jesús o recogiendo las migas que habían caído?

Este sacramento encierra numerosos aspectos, todos interesantes. Hoy me voy a ceñir a lo que es como sacramento. Todos los sacramentos son signos. Si no tenemos claro lo que es un signo, mal podremos entender lo que es un sacramento. En la primera mitad del siglo pasado Cassirer inventó y desarrolló una nueva definición del ser humano. Ya no se trata de ‘animal racional’ sino de ‘animal simbólico’. Este nuevo concepto no lleva a una comprensión del ser humano mucho más amplia y profunda. La racionalidad no queda abolida, pero se interpreta como insuficiente para explicar lo que es el hombre.

Esta idea puede ser muy útil para adentrarnos en una nueva manera de entender los sacramentos como signos. Signo es cualquier sonido, gesto o realidad que, a través de nuestros sentidos, provoca en nuestra mente una imagen concreta que está más allá de lo que vemos u oímos. Los signos son la única manera que tenemos los humanos de trasmitir lo que tenemos en nuestro cerebro, que no coincide nunca con lo que entra por nuestros sentidos. Las realidades trascendentes no caen bajo el objeto de nuestros sentidos, por lo cual, si queremos hacerlas presentes tenemos que utilizar signos.

En la eucaristía, el signo no es el pan sino el pan partido, repartido, preparado para ser comido y el vino derramado, bebido como sangre, vida que se pone al servicio de los demás. En ambos casos, la realidad significada es el AMOR, que es Dios. Esta realidad, por ser trascendente, divina, está siempre ahí porque no está sometida al tiempo y al espacio. Ni se trae ni se lleva, ni se pone ni se quita. DIOS-AGAPE está invadiéndolo todo e identificándolo con Él en todo instante, pero nosotros podemos no ser conscientes de ello, por eso necesitamos los signos para tomar conciencia de esa realidad.

Dios no puede estar en uno más que en otros. Está siempre en todos de la misma manera. Somos nosotros los que podemos pasar toda la vida sin enterarnos o podemos tomar conciencia de esta realidad y vivirla. El signo lo necesitamos nosotros porque las cosas llegan a nuestro cerebro a través de los sentidos. Dios ni necesita los signos ni está condicionado por ellos. Dios no está más presente en nosotros después de comulgar que antes. Comulgamos para tomar conciencia de lo que nos desborda.

Creo que estamos en condiciones de comprender que los sacramentos ni son magia ni son milagros. La experiencia me dice lo difícil que va a ser superar la comprensión de la eucaristía como magia. Cuando celebramos una eucaristía, ni el sacerdote ni Dios hacen ningún milagro. Lo que hacemos es algo mucho más profundo, pero lo tenemos que hacer nosotros mismos. Tomar conciencia de lo que fue Jesús durante su vida mortal y comprometernos a ser nosotros lo mismo. Lo que pasa fuera de mí, lo que puedo ver u oír es solo un medio para descubrir, dentro de mí, una realidad que me transciende.

Lo repito: el signo no es el pan, sino el pan partido, preparado para ser comido. Partir el pan forma parte de la esencia del signo. Jesús se hace presente en ese gesto, no en la materia del pan. Si comprendiéramos bien esto, se evitarían todos los malentendidos sobre la presencia de Jesús en la eucaristía. El pan consagrado hace siempre referencia a una ‘fracción del pan’, (celebración eucarística). Lo mismo en la copa. El signo no es la copa sino el cáliz bebido, es decir, compartido. Para los judíos la sangre era la vida. La copa derramada es la vida de Jesús (no la muerte) puesta al servicio de todos.

Debemos superar el “ex opere operato”. Ninguna celebración puede tener valor automático. Cuando me llamaron al orden, me dijeron: “Tú tienes que ser como el farmacéutico, que despacha las pastillas a los clientes sin explicarles lo que han hecho en el laboratorio”. Mi desacuerdo es absoluto. La aspirina produce su efecto en el paciente automáticamente, aunque no tenga ni idea de su composición. Pero los sacramentos son la unión de un signo con una realidad significada que no se puede dar sin una mente despierta. Sin esa conexión, el rito se queda en puro garabato.

La realidad significada es Jesús como don; es Dios-Ágape, manifestado en Jesús. La palabra hebrea que traducen al griego por soma, no significa cuerpo. En la antropología judía, el ser humano era un todo único, pero distinguían distintos aspectos: hombre carne, hombre cuerpo, hombre alma, hombre espíritu. Hombre cuerpo no hace referencia a la carne, sino a la persona sujeto de relaciones. El soma griego todavía conserva ese significado. Al traducirlo por “corpus”, se impuso el significado físico, distorsionando el mensaje original. Jesús no dijo: Esto es mi cuerpo sino esto soy yo.

La eucaristía resume la actitud vital de Jesús, que consistió en manifestar, amando, lo que es Dios. Como buen hijo hace siempre presente al padre. La realidad significada, por ser espiritual, no está sometida al tiempo ni al espacio. Hacemos el signo, no para crearla sino para descubrirla y poder vivirla. No podemos celebrar la eucaristía sin los demás. Solo en nuestras relaciones con los demás podemos hacer presente el amor. Con demasiada frecuencia hemos convertido la eucaristía en una devoción particular en la que los otros incluso nos molestan, como me han comentado alguna vez.

Jesús nunca hizo hincapié en que amaba mucho a su Abba; sino en su unidad con Él. Esa misma es la experiencia de todos los místicos. S. Juan de la Cruz: “¡Oh noche que guiaste! ¡Oh noche amable más que la alborada! ¡Oh noche que juntaste amado con amada, amada en el amado transformada!” Dios no puede hacerse presente en un lugar acotado, sencillamente porque no puede dejar de estar en todo lugar. Tampoco puede estar más presente aquí que allí. Nosotros, como seres humanos, no tememos más remedio que percibirlo en un lugar para poder tomar conciencia de su realidad.

Cuando Jesús propone el mandamiento nuevo, está hablando de las consecuencias que debía tener en nuestra vida, el amor (ágape) del Padre. El fin último de la celebración de una eucaristía, es hacer presente con los signos, este ágape que nos fundiría con Dios y nos abriría a los demás, hasta sentirlos fundidos en Dios. El hombre puede tomar conciencia de este hecho y vivirlo. El que lo descubre y lo vive descubre su verdadero ser y disfruta siéndolo. Nunca se nos ocurra pensar que dándonos a los demás, les estamos haciendo un favor. Con esa actitud de entrega, estás alcanzando tú la plenitud.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Corpus

Domingo, 2 de junio de 2024
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Mc 14, 12-16. 22-26

«Tomad, éste es mi cuerpo» … «Ésta es mi sangre de la Alianza, que es derramada por muchos»

En la fiesta del Corpus Christi se celebra la presencia real de Jesús en las especies sacramentales del pan y del vino, y esto se manifiesta sacando la custodia a la calle e invitando a los fieles a adorarla.

Desde nuestra óptica ilustrada, este tipo de devoción nos parece pueril y trasnochado, y nuestro primer impulso suele ser criticarlo o descalificarlo. Pero topamos con un problema, y es que muchos cristianos –probablemente la mayoría– lo comparten, interpretan las palabras de Jesús como algo que convierte el pan y el vino en su cuerpo y su sangre, y se conmueven al adorar la custodia o contemplarla en procesión por las calles de su ciudad.

Y al verlo, solemos pensar que son ellos los que creen mal y nosotros los que creemos bien; y como creemos bien, nos expresamos a menudo en un lenguaje asertivo propio de personas en posesión de la verdad que no deja espacio para ninguna otra creencia. Nosotros somos la vanguardia, la que debe marcar el camino, porque, no en vano, nuestra fe se soporta sobre una firme base exegética y no en tradiciones de dudosa procedencia e intencionalidad como son las de la Iglesia.

Ahora bien, si una mayoría de cristianos profesa una fe que a una minoría nos parece inapropiada, estamos ante un dilema en el que sólo parecen caber dos alternativas: o bien la devoción popular es la que interpreta adecuadamente el mensaje de Jesús, «Te doy gracias Padre porque has ocultado estas cosas a los sabios y las has revelado a los sencillos», o bien el cristianismo genuino es algo reservado a iniciados capaces de entender aquello que la gente normal no entiende.

La primera de ellas nos resulta difícil de digerir y la segunda descabellada, así que algo debe estar fallando en nuestro razonamiento… Acudimos al evangelio y hallamos la respuesta, pues vemos el poco énfasis que hace en la doctrina y su constante exhortación a la acción, al amor, al perdón, al servicio: «Por sus obras los conoceréis».

El evangelio nos da dos claves importantes para enfocar bien las cosas. La primera, que las creencias son secundarias; que lo importante es el amor que da fruto. La segunda, que la vanguardia la marcan quienes más aman y más sirven, cualesquiera que sean sus creencias… «El que quiera ser el primero entre vosotros…»

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fe Adulta

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“Mi cuerpo para la vida del mundo”

Domingo, 2 de junio de 2024
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eucaristia0(Mc 14,12-16.22-26)

Hoy celebramos la solemnidad del cuerpo y sangre de Cristo. Es una fiesta, popular y eclesial, que centra nuestra mirada en el misterio de la pascua como la comprensión de toda la misión de Jesús: su vida para la vida del mundo.

Comprender la vida como ofrenda y bendición para todos es un criterio esencial del cristianismo. La propia vida fecunda las vidas de los demás y la muerte es el desenlace que consuma el proceso: como el grano de trigo que da fruto, como el cuerpo en el pan y la sangre en el vino, la vida es transformada en resurrección. Es una forma original de comprender la vida entera desde el misterio pascual, repleto de bendiciones, acciones de gracias y comidas en el seno de una nueva familia llamada a beber el vino nuevo en el reino presente de Dios.

El relato marqueano, posiblemente una reconstrucción interpretativa de la comunidad primitiva, deja entrever algo de la posible conciencia de Jesús en relación a su propia muerte, que está próxima, desde una óptica concreta. La antigua alianza centraba la celebración de la pascua, es decir del “paso de Dios”, en la fiesta de la consolidación de un pueblo tras su liberación de la esclavitud. En ella reunía la fiesta de agricultores (panes sin levadura) junto a la de los ganaderos (el cordero). El relato marqueano recupera esta unidad de festividades a la vez que reproduce en parte la estructura de la celebración pascual familiar judía. Centrada en la bendición (beraka) y en la acción de gracias a Dios por su acción liberadora que se hace presente la cena pascual judía, la última cena se compone igualmente de la bendición de las copas y del pan, de palabras de acción de gracias y del canto de los salmos (Hallel) (v.22-24) si bien con algunas modificaciones. El ambiente es de una habitación de una casa -una sala amplia, amueblada y arreglada (v. 15)-, y los comensales -en lugar de ser los miembros de una familia- son los compañeros de Jesús.

En este contexto pascual, la muerte de Jesús es entendida en clave de paso del Señor, siempre salvífica y vivificante, plenificadora y capaz de ofrecer abundancia. El cuerpo, como es considerado desde el judaísmo, es la completud de la persona. En el caso de Jesús, su origen, misión, humanidad, divinidad… están incluidos en su persona, en su cuerpo. La ritualidad de la acción de gracias y de las bendiciones cobran entonces sentido de plenitud al referirse al cuerpo de Cristo, y su sangre, para la vida de todos y de toda la creación: “Mi cuerpo para la vida del mundo”.

Además el tiempo de las palabras rituales es importante. En el judaísmo, el pasado muestra el horizonte: de la misma manera como Dios nos salvó en el pasado, ahora nos colma de sus dones. Estos dones, en el cristianismo, se condensan en el cuerpo y sangre de Cristo, ahora repartido para todos. Y en boca de Jesús se ponen palabras escatológicas que expresan la plenitud del reino donde abunda el vino nuevo: “No beberé más del fruto de la vid hasta que beba del vino nuevo en el reino de Dios”. Si advertimos que el reino escatológico se hace presente en relatos anteriores de curaciones, de enseñanza, de reconciliación… la plenitud de este reino se comprende en la abundancia del vino nuevo, “presente” en medio de la comunidad reunida tras la resurrección de Jesús.

Paula Depalma

 Fuente Fe Adulta

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Todo es cuerpo de la “consciencia”.

Domingo, 2 de junio de 2024
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2 junio 2024

Mc 14, 12-16

Parece claro que, en una lectura no literal ni confesional, cuando Jesús afirma sobre el pan que “esto es mi cuerpo”, se está refiriendo a la realidad completa. Con lo que, aquella cena, a tenor de esas palabras, solo cabe leerla en clave de celebración de la unidad. Por ello mismo, tienen razón quienes entienden la eucaristía en esa misma clave.

El conjunto de todos los objetos que percibimos y que constituyen la realidad aparente no son sino expresiones o manifestaciones de lo único realmente real, es decir, despliegue desbordante de la única consciencia.

La teóloga Sallie McFague afirma, metafóricamente, que “el mundo es cuerpo de Dios”. La intuición es la misma. Si no entendemos por “dios” un ser separado, al margen del mundo, sino el Fondo de todo lo que es, estaríamos utilizando nombres diferentes -dios, consciencia, vida, ser…- para referirnos a Aquello que no tiene nombre -porque no es un objeto- y que, sin embargo, es lo único que permanece cuanto todo lo demás cambia.

Reconocer que todo sin excepción es “cuerpo” de la consciencia constituye la más rotunda afirmación de la unidad de todo, de la no-separación más allá de todas las diferencias. Tal es la afirmación central de la comprensión no-dual. Y eso mismo es lo que hace que la comprensión sea radicalmente transformadora.

¿Cómo no habría de cambiar la forma de ver y de vivir cuando se comprende que, más allá de la admirable y bella multiplicidad de formas, todo es uno y lo mismo? Por tanto, la mirada que se queda solo en la forma resulta ser, no solo pobre y limitada, sino absolutamente errónea. Y del error no puede surgir sino confusión, división y sufrimiento.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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De las armas forjarán arados. Entonces celebraremos la Eucaristía.

Domingo, 2 de junio de 2024
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eucaristia-720_270x250Del blog de Tomás Muro La Verdad es Libre:

01.- ORIGEN DE LA FIESTA DEL CORPUS CHRISTI.

La Eucaristía evidentemente comienza con Jesús.

Pero a fines del siglo XIII cuando surja en Lieja, Bélgica, una espiritualidad Eucarística cuyo centro fue la Abadía de Cornillón. Este movimiento dio origen a la fiesta del Corpus Christi y a diversas costumbres eucarísticas, como por ejemplo la Exposición y Bendición con el Santísimo Sacramento, las procesiones, etc.

Será el Concilio de Trento, en el siglo XVI, el que potenciará que todos los años, determinado día festivo, se celebre esta fiesta.

02. ÉXODO

La cena celebrada por los hebreos la víspera de salir de la esclavitud de Egipto en el Éxodo liberador es la Pascua judía.

Hoy hemos escuchado cómo Moisés -ya en el camino del desierto de la vida- tras bajar del monte Sinaí con las tablas de la ley y, una vez que el pueblo acoge la Palabra del Señor, Moisés roció con sangre al pueblo y sella así la ALIANZA de amistad entre Dios y su pueblo.

Es la ALIANZA de Dios, el pacto y encuentro salvíficos de Dios con su pueblo.

03. NUEVA ALIANZA

Nosotros celebramos la Pascua cristiana sellada por JesuCristo en la cruz. La Pascua cristiana quedó plasmada durante toda la vida de Jesús y en la víspera de su pasión en la Cena pascual de despedida.

Y con la Pascua de JesuCristo celebramos la Nueva y definitiva Alianza de Dios con la humanidad.

La última y definitiva Palabra de Dios para con nosotros es la redención de Cristo: la Alianza o pacto de amistad de Dios con la humanidad.

04. TOMAD Y COMED MI CUERPO / TOMAD Y BEBED.

Cuerpo en la antropología del NT no es meramente la corporeidad física, sino que cuerpo (soma) significa la persona como identidad, la presencia de la persona, su pensamiento.

Cuando Jesús nos invita a tomar y comer su cuerpo no nos invita a un acto biológico-gastronómico, ni a un rito, sino a asimilarse a Él, a acogerle a él como persona, como criterio y pauta de vida. Él mismo nos da fuerza para ello: el pan de vida es el alimento cristiano.

Tomad y bebed… es una llamada a acoger agradecidos la muerte de Jesús, la redención de Jesús.

05. BANQUETE DEL REINO.

La Eucaristía hemos de situarla en el contexto de las muchas comidas, banquetes salvíficos que Jesús celebró con mucha gente: comidas de encuentro y de vida.

El Reino de Dios es equiparado por Jesús a un banquete de bodas, a un encuentro fraterno

RECORDEMOS:

El encuentro del hijo pródigo con el Padre se sella con un banquete, había que celebrar una fiesta, porque este hijo estaba muerto y ha vuelto a la vida (Lc 15, 11-32).

* A Jesús le echaban en cara que comía con pecadores y publicanos, (Mc 2,16).

Recordemos el encuentro de Jesús con Zaqueo: hoy ha entrado la salvación a esta casa (Lc 19, 1-10).

Evoquemos la infinidad de momentos en los que Jesús alude el banquete, la comida como encuentro de salvación (Mt 22,1-14).

o El evangelio de San Juan sitúa la Eucaristía no tanto en la última Cena, sino en el cp. 6: en la multiplicación de los panes, (Jn 6). El pueblo tiene hambre. Cristo es pan de vida: Yo soy el pan de vida

(Jn 6). Un milagro de solidaridad.

El Reino de los cielos se parece a un banquete, (Mt 22,24)

Ofrece un banquete, llama a pobres, mancos, cojos, ciegos, (Lc y serás bienaventurado)

Los dos de Emaús reconocen la Vida al partir el pan (Lc 24, 13-35, v 30: Jesús tomó el pan, lo bendijo, lo partió y se lo dio).

Junto al lago Jesús les dice a los suyos si tienen algo que comer, comen pan y pescado (Lc 24, 36-49) y cuando compartieron el pan, se les abrió la inteligencia y comprendieron (v 45).

En nuestra tradición neotestamentaria y eclesial la “Última Cena” tiene una densidad e intensidad grandes.

La Eucaristía no es un rito, una liturgia, no es una ley para cumplir con la Iglesia y salvar mi alma: aquel viejo “cumplir con Pascua”. La Eucaristía es algo más, más hermoso y profundo: LA EUCARISTÍA ES VIDA, es el pan de vida, es el grano de trigo que ha de morir para fructificar es acoger la redención del Señor en nuestra vida.

Impregnemos nuestra “vida de la Vida”. Disfrutemos la vida desde la Vida.

06. EU – XARIS: BUENA GRACIA: ACCIÓN DE GRACIAS.

La Eucaristía es vivir en acción de gracias por la nueva Alianza, por la liberación definitiva, la redención realizada por Cristo.

En la Eucaristía hacemos memoria (“revivimos”) el nuevo Éxodo liberador el pecado y de la muerte y damos gracias por ello al Señor.

07. LA MESA DEL SEÑOR ESTÁ ABIERTA A TODOS.

De la mesa de los ricos de este mundo están excluidos muchos, ¿la mayoría de la humanidad? ¿Cuántos millones de personas viven muriendo de hambre por desnutrición?

La mesa de los ricos y de los poderosos está cerrada a los pobres.

Por otra parte, se hace extraño cómo el rigor litúrgico y moral han ido reduciendo “los cubiertos de los comensales” de la mesa de JesuCristo.

Para los que viven del entramado moral-litúrgico, la Eucaristía conlleva la “rigidez litúrgica del desfile del día de la victoria”. Para los que andamos como podemos en la vida, la Eucaristía es Emaús, pobres hombres y mujeres a veces desesperanzados, que tienen la fortuna de encontrarse con Cristo y se sientan a la mesa con él.

Es de mucho consuelo saber que la mesa del Señor está abierta a todos, especialmente a los pecadores y publicanos.

Da mucho paz saber que todos tenemos sitio en la mesa, en la fiesta del Padre. No importa nuestra condición moral, nuestro pecado. Somos hijos pródigos, publicanos, “magdalenas”, hemorroísas, “zaqueos” pero Dios nos sienta a su mesa y encantado.

ACCIÓN DE GRACIAS Y ESPERANZA

Jesús deseaba celebrar la Eucaristía con nosotros al final de los

tiempos, cuando vuelva. Quizás, como los dos de Emaús, caminamos desesperanzados en la vida. La Eucaristía fortalece la esperanza de que terminaremos sentados a la mesa abundante del Señor.

Acción de gracias. Vivir en gracia en el fondo es vivir agradecidamente, vivir dando gracias a Dios y a la vida.

CELEBREMOS LA MEMORIA DEL SEÑOR

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“Corpus Christi: memorial de la fidelidad y coherencia de Jesús a la misión encomendada”

Domingo, 2 de junio de 2024
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IMG_5054Del blog de Consuelo Vélez Fe y Vida:

La pasión de Jesús ya no tiene vuelta atrás. Las consecuencias de su misión lo han llevado a la cruz y Jesús no huye, sino que la asume en fidelidad al Dios Padre/Madre que lo ha enviado para ello.

Cuando Jesús dice, este es mi cuerpo, se está entregando todo él, su humanidad es real y su entrega es total.

La eucaristía que celebramos aquí es anuncio del banquete escatológico, es comenzar a vivir, desde ahora, lo que esperamos vivir en la eternidad.

El primer día de la fiesta de los panes sin levadura, cuando se sacrificaba el cordero de la Pascua, sus discípulos le dijeron: ¿Dónde quieres que vayamos y hagamos los preparativos para que comas la Pascua? Y envió a dos de sus discípulos, y les dijo: Vayan a la ciudad, y allí saldrá al encuentro un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo; y donde él entre, digan al dueño de la casa: “El Maestro dice: ‘¿Dónde está mi habitación en la que pueda comer la Pascua con mis discípulos?'” Y él les mostrará un gran aposento alto, amueblado y preparado; hagan los preparativos para nosotros allí. Salieron, pues, los discípulos y llegaron a la ciudad, y encontraron todo tal como Él les había dicho; y prepararon la Pascua (…) Y mientras comían, tomó pan, y habiéndolo bendecido lo partió, se lo dio a ellos, y dijo: Tomen, esto es mi cuerpo. Y tomando una copa, después de dar gracias, se la dio a ellos, y todos bebieron de ella. Y les dijo: Esto es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos. En verdad les digo: Ya no beberé más del fruto de la vid hasta aquel día cuando lo beba nuevo en el reino de Dios. Después de cantar un himno, salieron para el monte de los Olivos. (Marcos 14, 12-16.22-26)

En esta festividad del “Corpus Christi” -cuerpo del Señor– Marcos nos ofrece el texto de la comida pascual que, en la vida histórica de Jesús se celebró antes de ser crucificado y, justamente, estando Judas entre ellos. Este anuncio de la traición de Judas se omite en este día porque el énfasis va a estar puesto en el partir el pan, en la eucaristía.

 Recordemos que la comida pascual de los judíos tenía varios momentos estipulados. El vino se distribuía en cuatro copas, la última de las cuales iba acompañada de una bendición. El pan ázimo lo partía el responsable de la celebración y se lo daba a los comensales. Luego de hacer unas preguntas y responderlas, se procedía a comer el cordero pascual que había sido sacrificado en el Templo de Jerusalén. Después se cantaban los salmos. Esta comida pascual era una comida de familia (no de comunidad lo que implicaría que se hiciera en la sinagoga o en el Templo) y se celebraba en Jerusalén, de ahí, que tantas personas peregrinaran a esta ciudad. Conviene conocer estos datos de la cultura judía para entender, cómo a partir de su significado original, Jesús le da otro significado que es el que estamos llamados a vivir.

Deteniéndonos más en el texto, este inicia con la preparación de la cena que realizarán los discípulos siguiendo las instrucciones que Jesús les da. La manera de relatarlo, recuerda al texto del domingo de Ramos, donde Jesús también envía a sus discípulos a preparar la entrada triunfal a Jerusalén. Parece que allí todo está previsto para ello. De alguna manera, el texto muestra que la pasión de Jesús ya no tiene vuelta atrás. Las consecuencias de su misión lo han llevado a la cruz y Jesús no huye, sino que la asume en fidelidad al Dios Padre/Madre que lo ha enviado para ello.

En el texto no se hace referencia al cordero pascual porque, en el contexto de la pasión, Jesús mismo es el cordero que se entrega por los suyos. Jesús entrega su cuerpo y, su sangre, signo de la nueva alianza.

Hay que recordar que cuando en la mentalidad semita se habla del cuerpo, se está hablando de toda la persona. Es la mentalidad griega, dualista, la que nos hace pensar al ser humano como un compuesto de alma y cuerpo. No es así para los semitas. Si ellos se refieren a una parte de la persona: alma, corazón, entrañas, cuerpo, se están refiriendo a toda la persona. Por eso, cuando Jesús dice, este es mi cuerpo, se está entregando todo él, su humanidad es real y su entrega es total. Por su parte, la sangre derramada habla de su muerte violenta, haciendo eco del siervo sufriente del relato del profeta Isaías. Añade que se entrega por “muchos”. Aquí conviene hacer una aclaración: El significado semita de “muchos” es “todos. Lamentablemente, en aras de ser fieles a las palabras originales, Benedicto XVI, cambio el “todos” que el celebrante decía, por el “muchos”, creando confusión porque ahora parece que la entrega de Jesús no es por todos. Conviene hacer esta aclaración para no perder el significado de la entrega de Jesús por toda la humanidad.

Notemos también que en la pascua judía al tomar la última copa se bendecía. En este texto se “da gracias” y de ahí viene el entender la eucaristía como una “acción de gracias”. El texto termina diciendo que Jesús no volverá a beber del fruto de la vid hasta el día definitivo. Es decir, la eucaristía que celebramos aquí es anuncio del banquete escatológico, es comenzar a vivir, desde ahora, lo que esperamos vivir en la eternidad.

Todo lo dicho aquí puede iluminar mejor el sentido de esta festividad. El Corpus Christi no es simplemente la adoración de Jesús eucaristía y el reconocimiento de su presencia entre nosotros a través del pan y el vino. Es memorial de su pasión, de su fidelidad, de su coherencia a la misión encomendada. Es la entrega total y generosa por todos. Es el adelanto de la vida definitiva a la que aspiramos. Ahora la cena no es la de la familia judía sino la de la nueva familia que surge por el discipulado. Y es una cena donde no hay un cordero para cenar sino una vida para entregar. Por tanto, que contemplar a Jesús Eucaristía, nos lleve a vivir la pascua del servicio, de la fraternidad/sororidad, de la misericordia, de la generosidad.

(Foto tomada de: https://www.eltiempo.com/vida/religion/corpus-christi-2023-cuando-es-y-como-se-celebra-en-colombia-776011)

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Conozco a Cristo, pobre y crucificado, y eso me basta! (S. Francisco de Asís)

Sábado, 1 de junio de 2024
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Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

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(I-II) ¡Conozco a Cristo, pobre y crucificado, y eso me basta! (S. Francisco de Asís)
En memoria a nuestra hermana Tere Elizalde (OFS) de la Fraternidad de Pamplona. España.

¡Jesús, Pobre y Crucificado, que amas a los humildes!

¡Para ser Humilde!

No pretendas otra cosa, y fíjate en mí.
¡Sé el último conmigo, en el pobre que soy!
En el más desvalido y serás el primero conmigo.

¡No desees nada y ya tendrás todo!

Como el pobre del Evangelio
¡No te preocupes de tu imagen y serás imagen mía!
¡En el rostro del pobre, ahí estoy yo!

¡No quieras convencer con tu palabra!

Y convencerás con tu vida
Con la mirada del pobre Jesús

¡No te preocupes de tu vida!

Ocúpate de la mía y seré yo tu vida,
Para asemejarte a Jesús pobre.

¡No hagas cálculos con tu vida!

Y yo te enseñaré sus medidas
Las medidas de los pobres, son las mías.

¡No busques ser reconocido!

A mí todos me abandonaron…
Para luego Jesús, yo poder reconocerte en Todos…
Y en los más débiles de mi casa

¡No tengas prisa en amar!

Ten prisa, con mis anhelos
para ser Oración perpetua
Y recitar la oración del pobre.

¡No esperes, ni confíes, ni te agobies por nada!

Confía sin medida, con mi esperanza, en mi lógica divina
Y la ansiedad, la depresión, no te tocarán.
¡El pobre Jesús confía, confía…!

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(II) ¡Conozco a Cristo, pobre y crucificado, y eso me basta! (S. Francisco de Asís)

¡Vacíate conmigo, amigo mío!

Para Agotándote sobre mí
Descansar ya junto a mí.
Al lado del Jesús pobre.

¡Ama sin medida, sin esperar nada!

Para entregarte ya, lo que yo ya quiero.
Y entenderás lo que yo anhelo
Hacerme pobre como tú.

¡¡Ama mucho a mi Madre!!

Y por ella recibirás lo que tengo preparado para ti.
Madre del pobre, todo lo puede en el nombre de Jesús pobre.

¡Ama mucho al mundo, al pobre, al más débil!

No ames mucho porque tú lo quieras
Sino porque espero
Lo que yo deseo.
Hablar de mí, siendo pobre.

¡No temas lo que de ti bienquiero!

Ni receles de lo que de ti espero
Porque te amo tanto, tanto hijo mío
Que solo quiero tu felicidad conmigo.

¡Ser resucitado por ti!

Para ser tu pobre Crucificado.
Y Jesús me dice;
¡Cree en esto querido hijo!

Porque he conocido el amor de mi Padre
Y todo lo que he recibido a ti te lo entrego sin medida
Porque tú eres mi hijo.

Del Evangelio a la Vida
De la Vida al Evangelio

*

 Alfonso Olaz
10.05.2024

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¿No debería un Dios Trino usar pronombres “ellos”/“ellas”?

Lunes, 27 de mayo de 2024
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IMG_5002La publicación de hoy es del colaborador de Bondings 2.0, M. Hakes (they/them)

Las lecturas litúrgicas de hoy para Solemnidad de la Santísima Trinidad  se pueden encontrar aquí.

He pensado durante mucho tiempo que nuestro Dios Trino usaría pronombres singulares ellos/ellas. Quiero decir, el Catecismo dice: “[Dios] no es ni masculino ni femenino (n. 239), por lo que Dios es claramente intersexual o no binario o ambos, entonces ¿por qué no lo harían ellos? ¡Olvídate por un momento de que el sexo y el género son categorías creadas por los humanos para ayudarnos a dar sentido a la infinita creatividad de Dios en la Creación! Como persona trans no binaria que usa pronombres ellos/ellas, ha sido una parte útil y esencial de mi viaje espiritual imaginar mis identidades reflejadas en mí como parte de la Trinidad. Después de todo, somos creados a imagen y semejanza de Dios.

En esta Solemnidad de la Santísima Trinidad, tenemos una tremenda oportunidad de disfrutar del profundo misterio de nuestro Dios Triuno y de vernos reflejados a nosotros mismos y a nuestro mundo. Esta fiesta nos invita a contemplar la esencia relacional de Dios en tres Personas, llamándonos a una comprensión más profunda de Dios como una comunidad de amor, unidad y relacionalidad. Es a través del misterio de la Trinidad que vislumbramos la amada comunidad.

IMG_5004Nuestra comprensión de este misterio puede enriquecerse con las ideas de teólogos como Catherine LaCugna y Karl Rahner, junto con voces de la teología queer, que exigen una interpretación inclusiva y liberadora del amor divino. Rahner, en su libro La Trinidad, ilumina esto sugiriendo que la forma en que Dios está en relación con la Creación (la Trinidad económica) se refleja en la relación entre las tres personas dentro del yo de Dios (la Trinidad inmanente) y viceversa. O como LaCugna ilumina aún más, en su libro fundamental sobre la Trinidad, Dios para nosotros: “La doctrina de la Trinidad es, en última instancia, una enseñanza no sobre la vida interior de Dios, sino sobre la vida de Dios con nosotros y nuestra vida unos con otros”.

LaCugna amplía esta naturaleza relacional al afirmar que cualquier noción de Dios como no dando o no amando es teológicamente imposible. Ella escribe: “Dios sólo y siempre ama. No se puede revertir, frenar o limitar una rueda hidráulica desbordante de compasión y misericordia divinas y de un amor más fuerte que la muerte”. Esta descripción de Dios como una relación dinámica de amor y entrega nos llama a reflejar esta relacionalidad divina en nuestras propias vidas, particularmente en nuestras interacciones con aquellos que están marginados y oprimidos.

Arraigados en el amor inclusivo y transformador de la Trinidad, tenemos el desafío de ver la imagen de Dios en todas las personas, incluidas aquellas marginadas por su género y/o sexualidad. Como escribe el teólogo Miguel Díaz, “la teología queer saca a la luz la naturaleza multifacética e inclusiva del amor divino, instando a la Iglesia a abrazar a todos los hijos de Dios” (Queer God de Amor).

El Dios Trino es una comunidad acogedora e inclusiva. La Iglesia debe reflejar esta amada comunidad y ser un espacio donde todas las personas sean bienvenidas y celebradas. Nuestra fe trinitaria nos llama a fomentar familias, parroquias, diócesis y una Iglesia donde el misterio divino del amor y la relacionalidad se viva de manera inclusiva. La Liberación de Cristo debe abarcar toda la diversidad de experiencias humanas, incluidas las identidades de las personas LGBTQIA2S+.

9B1DB9FD-D2B5-43DB-BD55-A71F0D3B22A1La Solemnidad de la Santísima Trinidad nos invita a abrazar el misterio del amor divino y a vivir este amor en nuestras comunidades abogando por la dignidad y la liberación de todas las personas, incluidos, y especialmente, nuestros hermanos queer e intersexuales. Al hacerlo, participamos en la vida divina, reflejando la unidad y la relacionalidad del Dios Triuno en nuestros esfuerzos por crear una Iglesia y un mundo más justos e inclusivos.

-M. Hakes (ellos/ellos), New Ways Ministry, 26 de mayo de 2024

Fuente New Ways Ministry

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¡Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro!

Domingo, 26 de mayo de 2024
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Oh, Dios mío, Trinidad a quien adoro! Ayúdame a olvidarme enteramente de mí para establecerme en Ti, inmóvil y tranquila, como si mi alma estuviera ya en la eternidad. Que nada pueda turbar mi paz, ni hacerme salir de Ti, ¡oh mi Inmutable!, sino que cada minuto me sumerja más en la hondura de tu Misterio.

Inunda mi alma de paz; haz de ella tu cielo, la morada de tu amor y el lugar de tu reposo. Que nunca te deje allí solo, sino que te acompañe con todo mi ser, toda despierta en fe, toda adorante, entregada por entero a tu acción creadora.

¡Oh, mi Cristo amado, crucificado por amor, quisiera ser una esposa para tu Corazón; quisiera cubrirte de gloria amarte… hasta morir de amor! Pero siento mi impotencia y te pido «ser revestida de Ti mismo»; identificar mi alma con todos los movimientos de la tuya, sumergirme en Ti, ser invadida por Ti, ser sustituida por Ti, a fin de que mi vida no sea sino un destello de tu Vida. Ven a mí como Adorador, como Reparador y como Salvador.

¡Oh, Verbo eterno, Palabra de mi Dios!, quiero pasar mi vida escuchándote, quiero hacerme dócil a tus enseñanzas, para aprenderlo todo de Ti. Y luego, a través de todas las noches, de todos los vacíos, de todas las impotencias, quiero fijar siempre la mirada en Ti y morar en tu inmensa luz. ¡Oh, Astro mío querido!, fascíname para que no pueda ya salir de tu esplendor.

¡Oh, Fuego abrasador, Espíritu de Amor, «desciende sobre mí» para que en mi alma se realice como una encarnación del Verbo. Que yo sea para El una humanidad suplementaria en la que renueve todo su Misterio.

Y Tú, ¡oh Padre Eterno!, inclínate sobre esta pequeña criatura tuya, «cúbrela con tu sombra», no veas en ella sino a tu Hijo Predilecto en quien has puesto todas tus complacencias.

¡Oh, mis Tres, mi Todo, mi Bienaventuranza, Soledad infinita, Inmensidad donde me pierdo!, yo me entrego a Ti como una presa. Sumergíos en mí para que yo me sumerja en Vos, mientras espero ir a contemplar en vuestra luz el abismo de vuestras grandezas.

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Elisabeth Catez, Santa Isabel de la Trinidad

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En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

“Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

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Mateo 28,16-20

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Sin embargo, lo que debe interesarnos sobre todo, en el misterio de la inhabitación de la Trinidad en el alma de los justos, son los deberes y las exigencias prácticas y aplicadas a la vida del misterio trinitario. Las exigencias se reducen a estas tres palabras clave: orden, purificación, recogimiento. La inhabitación es el misterio del recogimiento y de la purificación. Para comprender el motivo, basta con pensar en el llamado «principio de los contrarios», que se expresa en estos términos: dos realidades contrarias no pueden coexistir, al mismo tiempo, en el mismo sujeto. La acción del Espíritu que inhabita es íntima, silenciosa, delicada: no es fuego que devora, no es un terremoto destructor, ni viento impetuoso, sino -para decirlo con la Biblia— un ligerísimo e imperceptible soplo. De ahí que, para advertirlo, se exige que el alma se ponga en afinidad psicológica con él: a fin de que, para decirlo con palabras de Pablo, las realidades espirituales se «adapten» a las realidades espirituales. Por esta razón, todos los grandes maestros de la vida cristiana no cesan de recomendar el recogimiento-silencio-custodia del corazón. La experiencia de Agustín es clásica a este respecto. Dice: «Envié fuera de mí a mis sentidos para buscarte, Dios mío, pero no te encontraron: yo te buscaba fuera de mí, mientras que tú estabas dentro… Mal te buscaba, Dios mío…». Teresa de Ávila y Juan de la Cruz han hecho las mismas observaciones.

Por lo que se refiere a nuestros deberes con nuestros Huéspedes, diremos que han de ser tratados como trataríamos a un huésped de gran consideración: cuando llega un huésped limpiamos la casa; eliminamos todo aquello que pueda ofender la consideración que le debemos; la adornamos con flores, alfombras; le acompañamos, le rodeamos de mil atenciones y sorpresas; le ofrecemos regalos… No se trata más que de aplicar esta estrategia. Antes que nada hay que llevar cuidado con la limpieza «exterior» del cuerpo: yo diría casi que el modo de vestir-tratar-hablar debe estar marcado por un cierto señorío y elegancia.

Así, la madre debe tratar con el máximo respeto -mejor aún, con veneración- el cuerpo de su hijo, debe vestirlo bien, antes que nada porque es templo del Espíritu. Una nueva mentalidad debe inspirar-orientar todas las relaciones sociales del bautizado. Como es obvio, también la práctica de las catorce obras de misericordia adquiere una nueva luz que –digámoslo también- las «sacramentaliza». En segundo lugar – y esto es aún más importante-, debemos purificar nuestra alma de todo lo que pueda disgustar a la Trinidad que inhabita, como el ejercicio del egoísmo en su triple forma del tener-gozar-poder, que, a su vez, se ramifican en los siete vicios capitales. Tenemos asimismo el deber de acompañar a nuestros tres Huéspedes con el silenciorecogimiento: abandonar al huésped es falta de educación…

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A. Dagnino,
La vida cristiana o el misterio pascual del Cristo místico,
Cinisello B. 71988, pp. 153-156).

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“Lo esencial del Credo”. Santísima Trinidad – B (Mateo 28,16-20)

Domingo, 26 de mayo de 2024
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IMG_2096A lo largo de los siglos, los teólogos cristianos han elaborado profundos estudios sobre la Trinidad. Sin embargo, bastantes cristianos de nuestros días no logran captar qué tienen que ver con su vida esas admirables doctrinas.

Al parecer, hoy necesitamos oír hablar de Dios con palabras humildes y sencillas, que toquen nuestro pobre corazón, confuso y desalentado, y reconforten nuestra fe vacilante. Necesitamos, tal vez, recuperar lo esencial de nuestro Credo para aprender a vivirlo con alegría nueva.

«Creo en Dios Padre, creador del cielo y de la tierra». No estamos solos ante nuestros problemas y conflictos. No vivimos olvidados. Dios es nuestro «Padre» querido. Así lo llamaba Jesús y así lo llamamos nosotros. Él es el origen y la meta de nuestra vida. Nos ha creado a todos solo por amor, y nos espera a todos con corazón de Padre al final de nuestra peregrinación por este mundo.

Su nombre es hoy olvidado y negado por muchos. Las nuevas generaciones se van alejando de él, y los creyentes no sabemos contagiarles nuestra fe, pero Dios nos sigue mirando a todos con amor. Aunque vivamos llenos de dudas, no hemos de perder la fe en este Dios, Creador y Padre, pues habríamos perdido nuestra última esperanza.

«Creo en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor». Es el gran regalo que Dios ha hecho al mundo. Él nos ha contado cómo es el Padre. Para nosotros, Jesús nunca será un hombre más. Mirándolo a él vemos al Padre: en sus gestos captamos su ternura y comprensión. En él podemos sentir a Dios humano, cercano, amigo.

Este Jesús, el Hijo amado de Dios, nos ha animado a construir una vida más fraterna y dichosa para todos. Es lo que más quiere el Padre. Nos ha indicado, además, el camino a seguir: «Sed compasivos como vuestro Padre es compasivo». Si olvidamos a Jesús, ¿quién ocupará su vacío?, ¿quién nos podrá ofrecer su luz y su esperanza?

«Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida». Este misterio de Dios no es algo lejano. Está presente en el fondo de cada uno de nosotros. Lo podemos captar como Espíritu que alienta nuestras vidas, como Amor que nos lleva hacia los que sufren. Este Espíritu es lo mejor que hay dentro de nosotros.

Es una gracia grande caminar por la vida bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo. No lo hemos de olvidar.

José Antonio Pagola

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“Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo”. Domingo 26 de mayo de 2024. Santísima Trinidad.

Domingo, 26 de mayo de 2024
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35-trinidadB cerezoDe Koinonia:

Deuteronomio 4,32-34.39-40: El Señor es el único Dios, allá arriba en el cielo, y aquí abajo en la tierra; no hay otro.
Salmo responsorial: 32: Dichoso el pueblo que el Señor se escogió como heredad.
Romanos 8,14-17: Habéis recibido un espíritu de hijos adoptivos, que nos hace gritar: “¡Abba!” (Padre).
Mateo 28,16-20: Bautizados en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo: “Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.”

Conscientes de que el material teológico para una predicación tradicional sobre la Trinidad es muy fácil de encontrar entre las varias decenas de servicios bíblico-litúrgicos que se ofrecen actualmente en internet, nosotros, fieles a nuestro «carisma», vamos a tratar de completar los enfoques tradicionales con algunas perspectivas críticas, para las comunidades que no quieren simplemente repetir lo de siempre, sino replanteárselo.

La reflexión teológica podría centrarse en la «trinidad» misma, o sea «el hecho de que Dios sea TRES personas», y la relación de esta trinidad con el monoteísmo. Veamos.

Jesús era y fue siempre judío, y como tal, fue absoluta y celosamente monoteísta. Jesús nunca habló de, ni siquiera pudo pensar en una «trinidad» de personas en Dios, lo que le hubiera sonado prácticamente a una blasfemia. Para Jesús, Dios es uno y sólo uno y nada más que uno.

Ello quiere decir algo que muchos cristianos no saben, y que algunos se extrañan al llegarlo a saber: que la doctrina de la Trinidad no es del tiempo de Jesús, sino muy posterior. De hecho se adjudica al Concilio de Nicea (325) su primera formulación definitiva. Ello quiere también decir que los evangelios no nos pueden hablar de la Trinidad directamente tal como nosotros la conocemos, y que esas frases que la citan –como la del evangelio de este domingo- son inclusiones posteriores.

Si la doctrina de la Trinidad es una elaboración de los primeros siglos de la Iglesia, que sólo en el siglo IV comenzaron a adquirir una formulación que quedaría luego consagrada oficialmente, ello significa que tiene un componente de construcción teológica, «construcción humana», pues. No es, como dice la simplificación al uso, que Jesús vino del cielo a revelarnos este misterio que no sabíamos, y que nos lo contó, como se daba por supuesto que el Evangelio decía.

Otro filón importante de este bloque temático es la tremenda huella de la filosofía griega que la doctrina de la Trinidad transpira: persona, sustancia, naturaleza, hipóstasis… Todo en ella es una articulación de conceptos de la filosofía griega. De alguna manera, la doctrina de la Trinidad es la respuesta que el cristianismo de aquel momento histórico dio, en una sociedad imbuida de filosofía griega, con la que estaba tratando de dialogar el cristianismo, a la pregunta por el dios en que creía esa religión que estaba saliendo de las catacumbas y luchaba por conseguir un puesto reconocido en la sociedad. No cabe duda de que la doctrina de la Trinidad es un modelo ejemplar de lo que es la «inculturación» de una religión en una cultura ajena. El judeocristianismo, que no sabía nada de aquellas categorías filosóficas helénicas, acabó expresándose, reformulándose a sí mismo en un lenguaje que nada tenía que ver con el lenguaje bíblico neotestamentario. Esta «inculturación» ha sido puesta frecuentemente como «modelo» de lo que debería ser la inculturación de la fe cristiana en otras culturas. Es la «helenización del cristianismo», tan ejemplar por una parte, como nefasta por otra.

El problema es que aquella filosofía griega hoy sólo se puede encontrar en los libros de historia; en la vida real nadie echa mano de aquella filosofía para responder a las preguntas actuales. Mientras el mundo y la cultura han dejado de creer en la filosofía griega, la Iglesia sigue formulándose a sí misma –y sus doctrinas- en aquella filosofía, y teniendo esas fórmulas como oficiales. Más aún, como intocables, y en no pocos casos como ininterpretables.

(Un ejemplo distinto al de la Trinidad, pero no al margen del domingo: la «transubstanciación», que es «hilemorfismo» aristotélico, pura filosofía griega, de la que nadie echa mano para comprender cosmológicamente la realidad… De ahí que un elemento central de la eucaristía resulte ininteligible para todo cristiano de hoy que no comparta esa filosofía de hace 25 siglos. En el último diálogo teológico que hubo al respecto, los censores romanos desecharon toda otra explicación –se habían presentado varias, muy buenas- y decidieron que sólo la explicación de la «transubstanciación» era reconocida oficialmente como correcta. Desde entonces se acabó el diálogo teológico y pastoral sobre ese tema. Quedó sobreseído y archivado).

Otro elemento es el mismo concepto de «persona». Se trata de un concepto también griego, y más ampliamente occidental, pero que no es universal. En toda su concreta riqueza cultural resulta intraducible a otras culturas, en las que esa categoría no cuadra exactamente. Pero a los occidentales nos parece la categoría suprema, como «lo máximo» que podríamos atribuir a Dios, y también como un mínimo que no podríamos dejar de atribuirle. Así, frente al hinduismo, al budismo, a la espiritualidad «no dual»… a muchos cristianos les resulta imposible aceptar una idea de Dios menos «personal»… Pero si lo pensamos bien, Dios no es persona… Llamarle así no deja de ser un «antropocentrismo». No debiéramos estar tan seguros de que «persona» es una categoría bien aplicada a Dios, un concepto que «le calza bien»… No hay ninguna palabra en la que quepa Dios… y tampoco cabe en la palabra «persona». Más que «personal», puede ser que tuviéramos que decir que Dios es transpersonal, suprapersonal…

Un último elemento de reflexión respecto a la teología trinitaria es la frecuencia con la que los cristianos entendemos mal la doctrina oficial misma de la Trinidad. En la práctica muchos cristianos guardan en su espiritualidad la imagen de «tres personas como tres dioses», a pesar de la proclamación meramente verbal de la unicidad de Dios… Transcribimos más abajo algunas cautelas que Schillebeeckx expresara al respecto.

Habría todo otro tema a revisar, debajo mismo del plano de la Trinidad, y sería el tema del «teísmo» mismo. Demasiado fácilmente hablamos de «Dios», como si supiéramos lo que decimos, y como si en esa palabra sí que cupiera Dios, y le viniera justa la talla… No es tema para desarrollar ahora, pero sí que puede ser bueno simplemente apuntarlo: «Dios tampoco es dios», no es theos, no se le ajusta ese concepto… En los últimos siglos muchos hombres y mujeres no han aguantado lo mal que se sentían ante esa creencia de identificar el Misterio de la Realidad con un theos, esa forma de creer que lo llama «Dios», y tuvieron que optar por el «a-teísmo» para no asfixiarse. Hoy, a estas alturas de los tiempos, afortunadamente, ya muchas personas sabemos que el «teísmo» no es más que un «modelo», una forma de modelar mentalmente ese Misterio de la Realidad, para entendernos. Y por eso mismo sabemos que no hay que darle más importancia a lo que es simplemente un modelo. La alternativa ya no es teísmo/ateísmo. Ahora conocemos la posibilidad del pos-teísmo… Podemos seguir creyendo en el Misterio de la Realidad, en todo aquello que nuestros abuelos y ancestros modelaron en la categoría theos, dios, sabiendo que no es sino un modelo, y desestimándolo si no nos sirve. Si aquellas creencias no nos resultan asumibles –en cuanto creencias, en cuanto modelos útiles- hoy podemos ser igualmente espirituales, e incluso concretamente cristianos, sin tener que ser teístas, ni ateos, sino «pos-teístas». El tema sería largo… Recomendamos para los interesados solamente el libro de John Shelby Spong, Un cristianismo nuevo para un mundo nuevo, colección «Tiempo axial» (tiempoaxial.org).

Acabemos recordando aquel lema que las Comunidades Eclesiales de Base brasileñas acuñaron hace unos 20 años: «A Trindade é a melhor Comunidade», la Trinidad es la mejor Comunidad. Leer más…

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Períjóresis, danza de Dios, danza humana (Trinidad: 26.5.24)

Domingo, 26 de mayo de 2024
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88259463-B143-4C9A-9A23-9345013763A7Blog de Xabier Pikaza:

Los místicos de la Iglesia de Oriente interpretan a Dios como “perijóresis”, danza Trinitaria del Padre, el Hijo y Espíritu Santo, de manera que cada “persona” pasa al lugar de la otra, en constante movimiento de mutua donación, acogida  y comunión. La Trinidad, que los cristianos celebramos el próximo domingo (26.5.24),  es la fiesta de ese  baile de personas (divinas/humanas) que viven, se mueven y son (Hech 17, 28)  al darse mutuamente y ser unas en otras.

Manual Trinitario ¿Qué sabemos sobre Dios-Trinidad?

1. PRESENTACION

 Integrados en este movimiento, los hombres estamos integrados en este movimiento que no es de dos (como en el Tao Chino, Yin y Yang), sino de tres (Padre, Hijo y Espíritu Santo), con la novedad de que el Hijo se ha “encarnado” (Jesús), naciendo, viviendo y resucitando por (en) los seres humanos. Conforme a ese signo cristianos, los hombres que formamos parte del proceso de Dios, encarnado, de forma que la “perijóresis” es la invitación que Dios ofrece a la humanidad, para que hombres y mujeres se sumen a su danza, en Jesús, por el Espíritu, vinculándonos unos a otros en  interconexión de vida y amor. Ciertamente,

Ése es el tema y tarea de la Iglesia: Invitar a los hombres y mujeres, para que formen parte de la danza Dios en Jesús (en la carne de la historia).

Vivimos según eso inmersos en el interior de la danza o movimiento de vida que Dios es en sí mismo y despliega en nosotros. Somos libres para decidir el grado de intimidad con el que queremos que Dios camine en (con) nosotros y el grado en que queremos que él dirija nuestro movimiento, en su doble sentido, circular y lineal.

 (a) Dios aparece así como amor-movimiento circular eterno, pero con tres personas (y no con dos signos circulares, como en Tao chino); en esa línea se pone de relieve el carácter eterno y litúrgico de la “danza” de Dios, tal como aparece en la “Trinidad angélica” de A. Roublev.

(b) Pero, al mismo tiempo, esa “danza de Dios” se realiza en la historia, y se expresa en Jesús, de un modo que no es circular (pura eternidad), sino lineal, a lo largo del tiempo (creando así historia humana), por medio de Jesús, como han puesto de relieve os últimos Padres de la Iglesia oriental (Máximo el Confesor y Juan Damasceno).

Esta danza o perijóresis de la Trinidad ha de entenderse como una exégesis de la vida y persona de Jesús, tanto en su vinculación a Dios (en su relación con el Padre) como en su apertura hacia los hombres: en su mensaje de libertad y en el don pascual que el Espíritu ofrece a los creyentes. El Dios cristiano es comunión de amor que se expresa como don fundante (Jesús brota de Dios) y entrega personal (Jesús pone su vida en manos de Dios), culminada en la comunión del mismo Dios, en el encuentro de amor del Padre y del Hijo, que es el Espíritu, y que se realiza en la misma historia, tal como se centra en la pascua de Jesús.

La Trinidad es la hondura de Dios, que despliega y regala su misterio, por medio Espíritu, en la Iglesia, culminando así su “baile” en forma de comunicación activa y comunión de libertad abierta a todos los seres humanos, por Jesús, abriendo así la historia de Dios en nuestra historia. Dios es vida eterna compartida, y sólo por fundarse en él la iglesia puede ser experiencia de vida compartida: encuentro de hermanos que regalan y reciben (comunican) la existencia.

El Dios encarnado en Jesús se revela y despliega en la historia de los hombres  (sin dejar de ser divino) como proceso que está, al mismo tiempo, culminado (en el baile eterno de Dios) y que se va realizando en la historia (por medio de Jesús, Dios despliega y realiza su baile de vida en los hombres, en la línea abierta de la historia).

Una danza con dos nombres latinos

 IMG_4998Eso significa que Dios es, al mismo tiempo, círculo eterno (triangulo siempre en movimiento), y línea abierta de historia, que se abre por la pascua de Jesús hacia la pascua escatológica. Desde ese fondo podemos retomar los tres momentos constitutivos de la realidad de Dios como ousia (esencia fundante, Padre) que se entrega a sí misma y sólo existe al entregarse, dynamis (que se expresa en el mundo en forma humana, en Jesús Hijo) y energía que actúa eternamente y se ratifica como entelejeia o perfección cumplida (Espíritu Santo).

Todo Dios es un despliegue de amor personal, y sólo existe y puede concebirse en la medida en que se entrega a sí mismo, en generosidad plena, haciéndose historia y ofreciendo así su “baile” divino de amor en la vida de los hombres, tal como aparece en Jesús; Dios aparece así como amor compartido, comunión de vida. En esa línea podemos afirmar que cada persona existe en sí misma existiendo en la otra, en gesto de inhabitación o perikhóresis, que la tradición latina posterior ha precisado utilizando dos palabras:

Cincumincessio (=caminar y avanzar en torno). Cada persona existe en la medida en que “transita” (incedere) hacia la otra en proceso circular (circum), que se abre sin cesar hacia el novum de Dios. De esa forma, lo que en un plano es círculo o triángulo trinitario (tres personas vinculadas desde sus ángulos respectivos, en la unidad de vida de Dios) puede y debe representarse como itinerario, un camino (un baile incesante) en el que cada persona se dirige sin cesar a la otra, buscando la plenitud en ella, para tender así juntos hacia el futuro pleno de Dios. Éste es un itinerario circular (circum-incedere), que lleva del Padre al Hijo por el Espíritu y viceversa, que se ha revelado por Cristo, pero un itinerario que va avanzando, que no se reduce a volver sobre sí (eterno retorno), sino que tiende hacia la plenitud pascual y escatológica de Jesucristo, hacia la culminación de su Reino.

 Por eso, los cristianos (en contra de otros creyentes que no se atreven a penetrar en el misterio) podemos decir que conocemos al Padre, por el Hijo, en el Espíritu, compartiendo su mismo itinerario de vida, formando así parte de su mismo camino, abierto hacia el futuro del Espíritu de Dios, que es el nuestro. Éste es el camino supremo: el que va de una persona otra persona, de un humano a otro humano, hombre o mujer… Sólo existimos caminando unos hacia los otros, en el Dios que es círculo de amor haciéndose camino hacia el futuro de sí mismo, prometido en la pascua de Jesús.

Circuminsessio (=asentarse en torno, uno en otro). No caminamos para pasar, sino para quedarnos cada uno en y con otro (de sedere, sentarse). Una persona se asiente y descansa en otra persona, como supone Juan de la Cruz: “Dejéme y olvideme, cesó todo y quedéme…” (Noche Oscura 8). Un ser humano sólo puede “dejarse” y descansar (quedar para siempre) en otro ser humano. Esto es lo que sucede en la Trinidad. Cada persona no solo camina hacia otra persona, sino que habita en ella: existe en sí (tiene sentido, se realiza) en la medida en que sale fuera de sí, dando el ser a la otra, recibiendo el ser de ella. En otras palabras, cada persona “reina” (asienta su trono) al asentarse en otra persona, haciendo que la otra reine también con ella, avanzando, al mismo tiempo, juntos hacia el futuro pascual de Dios, revelado en Jesucristo.

 Esta terminología de inhabitación dialogal (perijóresis) nos permite comprender el misterio de Dios y nos lleva a valorar mejor la comunión humana, entendida en forma de revelación trinitaria y de camino hacia la plenitud del Espíritu Santo, a través de la pascua de Cristo. En el principio y cumbre de todo lo que existe, Dios es un camino, un itinerario de entrega mutua, que culmina como encuentro de amor y vida compartida. En esa línea, desplegando el sentido de la perijóresis, decimos que Dios no es sólo camino de unas personas a otras (circumincesio), sino itinerario y encuentro de amor de unas en otras (circuminsessio), una fiesta de gloria, pues cada persona descubre y posee (goza y despliega) su sentido y plenitud en otra persona, en la que se asienta, como en trono de vida, no para pararse sin para caminar juntos hacia el futuro de Dios.

 Se trata de un itinerario en el que cada persona culmina su camino y descansa habitando en la otra. Según eso,  la Trinidad viene a presentarse para los cristianos como misterio de adoración comunitaria, experiencia de gloria, en el camino que lleva hacia la plenitud de Dios que se expresa en forma de plenitud de la historia humana. Ésta es una experiencia de fe, no una teoría que demostrarse. No es un enigma que deba resolverse con métodos de lógica o de ciencia, sino un misterio que hace pensar y cantar, en gozo inenarrable, de forma que camino de Dios sea nuestro camino.

Ésta es una experiencia de Dios, pero, al mismo tiempo, debemos afirmar que es una experiencia humana, pues el despliegue de la Trinidad se identifica con la misma pascua y plenitud de Cristo. No hay dos experiencias de Dios, una para sí, otra para los hombres. No existen dos leyes, una superior (propia de Dios) y otra inferior (de los hombres), sino una misma ley, una experiencia cristiana que debe entenderse desde la doble perspectiva:

‒ Todo lo que Jesús ha dicho y realizado es verdad para los hombres, pues él mismo es la vida hecha donación y entrega que se abre a la culminación de la comunidad divina (en el Espíritu). A ese nivel, la Trinidad es la hondura de conocimiento y experiencia que brota de la Cruz, de la vida interpretada como donación de sí, como regalo que se vuelve fuente de comunión para los hombres.

Al mismo tiempo, Jesús es la verdad de Dios, Logos fundante. Así le vemos como Hijo eterno del eterno Padre, Hijo que recibe la vida y que la entrega nuevamente, compartiéndola en el Espíritu. Es Hijo porque proviene del Padre en el Espíritu, naciendo de los humanos (misterio de la Navidad); es Hijo porque devuelve su propio ser al Padre en el Espíritu, dándolo a los hombres (misterio de Pascua).

 No hay dos leyes una para Dios y otra para los humanos, no hay dos Trinidades, sino una sola verdad del evangelio (revelación de Dios) que es la verdad de la comunión divina, según la cual Dios se expresa en Cristo, haciéndose principio y espacio de realización/comunión para los hombres; Cristo se funda en Dios; ambos se unen, por siempre y para siempre, en la comunión del Espíritu. Según eso, la Trinidad es la expresión del gozo de Dios (no tiene obligación de crear ni encarnarse para ser divino) y la expresión del gozo humano: ya no tenemos que andar buscando nuestra identidad como “eternos errantes”, como peregrinos siempre fracasados, sino que alcanzamos nuestra verdad y plenitud en el misterio trinitario. Allí donde Dios habita y comparte la vida allí encontramos nosotros nuestra verdad más honda [1].

EXPLICACIÓN: HOMBRES “BAILE” DE DIOS. Pikaza, Patrística, Clie, 2023

IMG_4997Conforme a esa visión, que había sido preparado por los Padres Capadocios (Gregorio Nacianceno, Gregorio de Nisa y por Dionisio Areopagita), . Dios sólo existe y sólo puede concebirse en la medida en que se entrega a sí mismo, en generosidad interior, para compartir la vida, en forma de “triada angélica” (las tres personas divinas aparecen como ángeles, seres celestes que reflejan la hondura divina de la vida humana).  Así podemos afirmar que cada persona existe en sí misma existiendo en la otra, en gesto de inhabitación mutua (en griego perikhóresis, perijoresis) que la tradición latina ha precisado utilizando dos palabras vinculadas y muy significativas (circumincessio y circuminsessio), que responden a las dos formas del término griego.

 ‒ Perijôresis (περiχωρεsis) con omega (“o” larga) viene de jora (χωρa), que significa tierra o país, y tiene el sentido de “ir hacia adelante”, de avanzar, como si Dios fuera un despliegue lineal, un tiempo y camino extendido hacia el futuro, en una dirección mesiánica, esto es, judía, de búsqueda nueva que nos dirige hacia aquello que sigue estando por delante. En ese sentido se ha venido interpretando la esperanza de futuro, el más allá siempre nuevo de la historia de Dios y de la vida de los hombres, tal como se expresa en el pensamiento bíblico (judío y cristiana), al entender la historia de Dios y de los hombres como apuesta de futuro (tiempo lineal o escatológico).

‒ Perijoresis (περιχoρεsis) con omicron (“o” breve, pequeña) que viene de joros (χoρos), que es danza(cf. “coro”).  No se trata de avanza, de cruzar un país y de ir hacia adelante, sino de moverse alrededor, esto es, de danzar, cambiando de lugar, pero manteniéndose siempre en el mismo espacio. En esta línea viene a interpretarse la visión más griega del tiempo como “plenitud dialogal”, una danza en la que todos cambian, siendo siempre los mismos, como han puesto de relieve las religiones del oriente, y como han destacado algunos estudiosos modernos de las religiones.

Esos dos matices fundantes de la perijoresis (avanzar y danzar, de forma que cada persona aparece y se muestra en relación con las otras, en forma de camino, de presencia y de mirada) han sido retomados por los teólogos latinos (occidentales) en la Edad Media, que recogen e interpretan de un modo muy preciso el sentido y los momentos básicos de la perijóresis trinitaria, como experiencia fundante de vida (relación) interpersonal, en clave de camino y de cumplimiento. Estas dos palabras muestran, mejor que todas las teorías, la vinculación y trasvase más hondo entre la patrología griega y la latina, que están en la base de nuestro pensamiento posterior [2].

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Fiesta de la Santísima Trinidad. Ciclo B

Domingo, 26 de mayo de 2024
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IMG_4957El Greco, La Trinidad

Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El año litúrgico comienza con el Adviento y la Navidad, celebrando cómo Dios Padre envía a su Hijo al mundo. En los domingos siguientes recordamos la actividad y el mensaje de Jesús. Cuando sube al cielo nos envía su Espíritu, que es lo que celebramos el domingo pasado. Ya tenemos al Padre, al Hijo y al Espíritu Santo. Estamos preparados para celebrar a los tres en una sola fiesta, la de la Trinidad. Esta fiesta surge bastante tarde, en 1334, y fue el Papa Juan XII quien la instituyó. Quizá se pretendía (como ocurrió con la del Corpus) contrarrestar a grupos heréticos que negaban la divinidad de Jesús o la del Espíritu Santo. Cambiando el orden de las lecturas subrayo la relación especial de cada una de ellas con el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.

Dios Padre (Deuteronomio 4, 32-34. 39-40)

Moisés habló al pueblo diciendo:

-Pregunta a los tiempos antiguos, que te han precedido, desde el día en que Dios creó al hombre sobre la tierra; pregunta desde un extremo al otro del cielo, ¿sucedió jamás algo tan grande como esto o se oyó cosa semejante? ¿Escuchó algún pueblo, como tú has escuchado, la voz de Dios, hablando desde el fuego, y ha sobrevivido? ¿Intentó jamás algún dios venir a escogerse una nación entre las otras mediante pruebas, signos, prodigios y guerra y con mano fuerte y brazo poderoso, con terribles portentos, como todo lo que hizo el Señor, vuestro Dios, con vosotros en Egipto, ante vuestros ojos?

Así pues, reconoce hoy, y medita en tu corazón, que el Señor es el único Dios allá arriba en el cielo y aquí abajo en la tierra; no hay otro. Observa los mandatos y preceptos que yo te prescribo hoy, para que seas feliz, tú y tus hijos, después de ti, y se prolonguen tus días en el suelo que el Señor, tu Dios, te da para siempre.

Como es lógico, un texto del Deuteronomio, escrito varios siglos antes de Jesús, no puede hablar de la Trinidad, se limita a hablar de Dios. Su autor pretende inculcar en los israelitas tres actitudes:

1) Admiración ante lo que el Señor ha hecho por ellos, revelándose en el Sinaí y liberándolos previamente de la esclavitud egipcia.

2) Reconocimiento de que Yahvé es el único Dios, no hay otro; cosa que parece normal en un mundo como el nuestro, con tres grandes religiones monoteístas, pero que suponía una gran novedad en aquel tiempo. Este mensaje sigue siendo de enorme actualidad, ya que todos corremos el peligro de crearnos falsos dioses (poder, dinero, etc.).

3) Fidelidad a sus preceptos, que no son una carga insoportable, sino el único modo de conseguir la felicidad.

Dios Hijo (Mateo 28, 16-20)

En aquel tiempo, los once discípulos se fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado. Al verlo, ellos se postraron, pero algunos dudaron.
Acercándose a ellos, Jesús les dijo:

-Se me ha dado todo poder en el cielo y en la tierra. Id, pues, y haced discípulos a todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo; enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el final de los tiempos
.

El texto del evangelio, el más claro de todo el Nuevo Testamento en la formulación de la Trinidad, pero al mismo tiempo pone de especial relieve la importancia de Jesús.

A lo largo de su evangelio, Mateo ha presentado a Jesús como el nuevo Moisés, muy superior a él. El contraste más fuerte se advierte comparando el final de Moisés y el de Jesús. Moisés muere solo, en lo alto del monte, y el autor del Deuteronomio entona su elogio fúnebre: no ha habido otro profeta como Moisés, «con quien el Señor trataba cara a cara, ni semejante a él en los signos y prodigios…» Pero ha muerto, y lo único que pueden hacer los israelitas es llorarlo durante treinta días.

Jesús, en cambio, precisamente después de su muerte es cuando adquiere pleno poder en cielo y tierra, y puede garantizar a los discípulos que estará con ellos hasta el fin del mundo. A diferencia de los israelitas, los discípulos no tienen que llorar a Jesús sino lanzarse a la misión para hacer nuevos discípulos de todo el mundo. ¿Cómo se lleva a cabo esta tarea? Bautizando y enseñando. Bautizar en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo equivale a consagrar a esa persona a la Trinidad. Igual que al poner nuestro nombre en un libro indicamos que es nuestro, al bautizar en el nombre de la Trinidad indicamos que esa persona le pertenece por completo.

En la primera lectura, Dios exigía a los israelitas: «guarda los preceptos y mandamientos que yo te prescribo»; en el evangelio, Jesús subraya la importancia de «guardar todo lo que os he mandado».

Dios Espíritu Santo (Romanos 8, 14-17)

Hermanos:

Cuantos se dejan llevar por el Espíritu de Dios, esos son hijos de Dios.
Pues no habéis recibido un espíritu de esclavitud, para recaer en el temor, sino que habéis recibido un Espíritu de hijos de adopción, en el que clamamos: «¡Abba, Padre!». Ese mismo Espíritu da testimonio a nuestro espíritu de que somos hijos de Dios; y, si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo; de modo que, si sufrimos con él, seremos también glorificados con él.

            La formulación no es tan clara como en el evangelio, pero Pablo menciona expresamente al Espíritu de Dios, al Padre, y a Cristo. No lo hace de forma abstracta, como la teología posterior, sino poniendo de relieve la relación de cada una de las tres personas con nosotros.

Lo que se subraya del Padre no es que sea Padre de Jesús, sino Padre de cada uno de nosotros, porque nos adopta como hijos.

Lo que se dice del Espíritu Santo no es que «procede del Padre y del Hijo por generación intelectual», sino que nos libra del miedo a Dios, de sentirnos ante él como esclavos, y nos hace gritarle con entusiasmo: «Abba» (papá).

Y del Hijo no se exalta su relación con el Padre y el Espíritu, sino su relación con nosotros: «coherederos con Cristo, ya que sufrimos con él para ser también con él glorificados».

Reflexión final

La fiesta de la Trinidad provoca en muchos cristianos la sensación de enfrentarse a un misterio insoluble, no es la que más atrae del calendario litúrgico. Sin embargo, cuando se escuchan estas tres lecturas la perspectiva cambia.

            El Deuteronomio nos invita a recordar los beneficios de Dios, empezando por el más grande de todos: su revelación como único Dios. (Esto no debemos interpretarlo como una condena o infravaloración de otras religiones).

            El evangelio nos recuerda el bautismo, por el que pasamos a pertenecer a Dios.

            La carta a los Romanos nos ofrece una visión mucho más personal y humana de la Trinidad.

Finalmente, las tres lecturas insisten en el compromiso personal con estas verdades. La Trinidad no es solo un misterio que se estudia en el catecismo o la Facultad de Teología. Implica observar lo que Jesús nos ha enseñado, y unirnos a él en el sufrimiento y la gloria.

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Fiesta de la Santísima Trinidad. 26 de mayo de 2024

Domingo, 26 de mayo de 2024
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Queremos felicitar calurosamente a nuestras hermanas del Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa que nos alimentan semanalmente con su espiritualidad en este día de su Fiesta.

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Los once discípulos fueron a Galilea, al monte donde Jesús les había citado. Al verlo, lo adoraron; ellos que habían dudado…”

(Mt 28, 16-20)

¿Verdad que da una cierta envidia ver que los discípulos tenían una cita con Jesús? Dan ganas, muchas veces, de tener un encuentro cara a cara con Él. Deseamos tener a nuestro lado a Alguien de carne y hueso, tan concreto como nosotras mismas. Querríamos que Jesús, aquel nazareno del siglo primero, estuviera presente entre nosotras. Ver su mirada y oír sus palabras… ¡Y hasta pensamos que eso aliviaría nuestro corazón y nos quitaría todas las dudas! En el fondo creemos que las primeras discípulas y los primeros discípulos de Jesús tuvieron más suerte y que para ellos todo resultó más sencillo.

Pero el texto de hoy es muy claro: “Al verlo, lo adoraron; ellos que habían dudado”. Aquellos primeros discípulos tuvieron un itinerario lleno de dificultades como lo es también el nuestro. No les faltaron dudas ni temores. También a ellos los mordió la envidia, el orgullo y la traición.

Tampoco a ellos les cabía en la cabeza que Jesús fuera Dios y que Dios era Trinidad. Sencillamente porque estas realidades solo caben en el corazón. Porque el corazón es mucho más amplio y espacioso. Es un lugar que, bien entrenado, tiene una capacidad infinita de amar que es justo la medida que tiene Dios.

Somos imagen de Dios porque Dios ha puesto en nuestros corazones la capacidad de amar como Él nos ama. Por eso, en la medida en que desarrollamos nuestra capacidad de amar nos vamos haciendo más y más semejantes a Dios.

Además, cuando amamos nos ponemos en relación, nos unimos unos a otros. Y así, juntas, formando una gran red en la que cabemos todas y todos, entonces sí nos convertimos en lo que somos: Imagen de Dios Trinidad.

Pues en este día de la Trinidad no perdamos el tiempo pensando eso de si son tres pero son uno y todo lo que eso significa. No. Dediquemos el día a AMAR. Y así experimentaremos lo que ES esa danza amorosa del Padre, el Hijo y de la Santa Ruah.

Oración

Gracias, Trinidad Santa, por invitarnos a participar del Amor y de la Danza. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

 

 

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Dios está más allá de ser 1 y de ser 3. No es nada de lo que es. Es fuente de todo lo que es.

Domingo, 26 de mayo de 2024
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TRINIDAD (B)trinidad-misericordiosa

Mt 28,16-20

Es verdad que la Biblia dice que Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza, pero, en realidad, es el hombre el que está fabricando a cada instante un Dios a su medida. Es verdad que nunca podremos llegar a un concepto adecuado de lo que es Dios, pero no es menos cierto que muchas ideas de Dios pueden y deben ser superadas. Si ha cambiado nuestro conocimiento del mundo y del hombre, será lógico que cambie nuestra idea de Dios, dejando paso a un Dios-Espíritu, cada vez menos cosificado.

Decir que la Trinidad es un dogma o un misterio, no hace más comprensible la formulación trinitaria. La verdad es que hoy no nos dice casi nada, y menos aún las explicaciones que se han dado a través de los siglos. Todas las teologías surgieron de una elaboración racional que siempre se hace desde una filosofía, determinada por un tiempo y una cultura. También la primitiva teología cristiana se desarrolló en el marco de una cultura y una filosofía, la griega, que ninguno de nosotros entiende hoy.

Cada día se nos hace más difícil la comprensión del misterio, entre otras cosas porque no sabemos qué querían decir los que elaboraron el dogma. Aplicar hoy a las tres personas de la Trinidad la clásica definición de Boecio “individua sustantia, racionalis naturae”, es ridículo. No podemos aplicar a Dios la individualidad y la racionalidad propia del hombre. Dios no es un individuo, ni una sustancia, ni naturaleza racional.

La dificultad para hablar de Dios como tres personas, la encontra­mos en el mismo concepto de persona, que ha experimentado sucesivos cambios de sentido a través de la historia. Desde el “prosopon” griego, que era la máscara que se ponían en el teatro para que “resonara” la voz; pasando a significar el personaje que se representaba; al final terminó significando el individuo físico. El sentido moderno de persona, es el de yo individual, conciencia subjetiva, el núcleo íntimo del ser humano.

En la raíz del significado está la limitación. Existe la persona porque existe la diferencia y la separación. Esto es imposible aplicárselo a Dios. En los últimos años se está hablando del ámbito transpersonal. Creo que va a ser uno de los temas más apasionantes de los próximos decenios. Si el hombre está anhelando lo transpersonal, es ridículo seguir encasillando a Dios en un concepto personal, que supone límites.

Siempre que nos atrevemos a decir “Dios es…,” estamos expresando una idea, es decir, un ídolo. Ídolo no es solamente una escultura de dios. También es un ídolo cualquier concepto que le aplicamos. El ateo sincero está más cerca del verdadero Dios que los teólogos que creen haberlo atrapado en conceptos. Dios no es nada que podemos nombrar. El “soy el que soy” del AT, tiene más miga de lo que parece. Dios es solo verbo, pero un verbo que no se conjuga, porque no tiene tiempos ni modos.

Dios no se identifica con la creación, pero tampoco es nada separado de ella. De la misma manera que no podemos imaginar la Vida como algo separado del ser que está vivo, no podemos imaginar lo divino separado de todo ser creado que, por el mero hecho de existir, está traspasado de Dios. Tampoco podemos decir que está donde actúa, porque no puede actuar de manera causal a semejanza de las criaturas. La acción de Dios no podemos percibirla por los sentidos ni ser objeto de ciencia.

El Dios de Jesús no es el Dios de los buenos, de los piadosos, de los religiosos ni de los sabios, es también el Dios de los excluidos y marginados, de los enfermos y tarados; incluso de los irreligiosos inmorales y ateos. El evangelio no puede ser más claro: “las prostitutas y los pecadores os llevan la delantera en el Reino de Dios”. El Dios de Jesús no nos interesa porque no aporta nada a los “buenos” que ya lo tienen todo. En cambio, llena de esperanza a los “malos” que se sienten perdidos. “No tienen necesidad de médico los sanos sino los enfermos”.

Para nosotros, es sobre todo la experiencia que Jesús tuvo de su Abba, lo que nos debe orientar en nuestra búsqueda. Jesús no se propuso inventar una nueva religión ni un nuevo Dios. Lo que intentó fue purificar la idea de Dios que tenía el pueblo judío en su época. Ese esfuerzo le costó la vida. Jesús en todo momento quiere dejar claro que su Dios es el mismo del AT. Eso sí, tan purificado y limpio de adherencias idolátricas, que da la impresión de ser una realidad completamente distinta.

La forma en que Jesús habla de Dios como amor, se inspira directamente en su experiencia personal. Naturalmen­te esa vivencia no hubiera sido posible sin hacer suyo el bagaje religioso heredado de la tradición bíblica. En ella se encuentran ya claros chispazos de lo que iba ser la revelación de Jesús. La experiencia básica de Jesús fue la presencia de Dios en su propio ser. Descubrió que Dios lo era todo para él y decidió corresponder siendo él mismo todo para los demás. Al llamar a Dios “Abba” abre un horizonte completamente nuevo en las relaciones con el absoluto.

La base de toda experiencia religiosa reside en la condición de criaturas. El hombre se descubre sustentado por la permanente acción creadora de Dios. El modo finito de ser uno mismo, demuestra que no se da a sí mismo la existencia, por lo tanto, es más de Dios que de sí mismo. Sin Dios no sería posible la existencia. El reconoci­miento de nuestra limitación es el camino para llegar a la experiencia de Dios. Él es el único y sólido fundamento sin el cual, nada existe. Jesús descubre que el centro de su vida está en Dios. Pero eso no quiere decir que tenga que salir de sí para encontrarlo. Descubrir a Dios como fundamento es fuente de una insospechada humanidad.

Esta idea de Dios supone un salto sobre la idea del AT. Allí Dios era el Todopoderoso que hace un pacto al modo humano, y observa desde su atalaya a los hombres para ver si cumplen o no su “Alianza”, y reacciona en consecuencia. Si la cumplen, los ama y los premia, si no la cumplen, los reprueba y castiga. En Jesús Dios actúa de modo muy diferente. Él es don absoluto e incondicional. Él es agape y se da totalmente. Es el hombre el que tiene que reaccionar al descubrir lo que Dios es para él. La fidelidad de Dios es lo primero y el verdadero fundamento de una actitud humana.

Dios no puede ser un “” en el mismo sentido que lo es otro ser humano. Dios sería más bien la realidad que posibilita el encuentro con un tú; es decir, sería como ese tú ilimitado que se experimenta en todo encuentro humano con el otro. Pero a Dios nunca se le puede experimentar directa­mente como tal tú, sin el rodeo del encuentro con un tú humano. No se trata pues, de evitar a toda costa el vocabulario teísta sino exponer con suficiente claridad el carácter analógico de todo lenguaje sobre Dios.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Parábola del Padre, la Palabra y el Viento.

Domingo, 26 de mayo de 2024
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IMG_4731Mt 28, 16-20

«Id y haced discípulos de todos los pueblos»

La tendencia a interpretar las palabras de Jesús con conceptos tomados de filosofías paganas empezó en el cuarto evangelio, al asumir el término “logos” y otros conceptos de la filosofía de Filón y otras fuentes gnósticas. Más tarde se recurrió a los clásicos griegos, Platón y Aristóteles, y en Nicea, un grupo de teólogos creyó poder meterse en la esencia de Dios y proclamó el dogma de la Santísima Trinidad. Abandonaron el estilo de Jesús, pensaron que con la razón podían acceder a la intimidad de Dios y se equivocaron, porque de Dios solo conocemos lo que Él nos ha dicho de sí mismo.

Además, el dogma de la Santísima Trinidad resulta hoy muy poco interesante, y la razón es doble; por una parte, porque tanta erudición nos desborda, y por otra, porque no nos ayuda a vivir. No obstante, si trascendemos su formulación dogmática podremos descubrir la raíz evangélica que en él subyace, ya que en Jesús hemos descubierto que Dios es para nosotros Padre, Palabra y Viento.

Palabra. El punto de partida es siempre Jesús, porque el quicio fundamental de quienes nos llamamos cristianos es creer en Jesús visibilidad de Dios sin poner en duda su humanidad. Dios se nos da a conocer en Jesús y se comunica con nosotros a través de Jesús y, por tanto, creer en él es creer que, no solo sus dichos, sino toda su vida, son “Palabra de Dios”.

Padre. Porque cuando le escuchamos hablar de Dios —es decir, cuando Dios nos habla de sí mismo a través de Jesús— nos quedamos asombrados, porque no menciona ninguna de las cualidades maravillosas que siempre le habíamos atribuido, sino que nos habla de Abbá; “El Padre” que sale cada atardecer a esperar a su hijo perdido.

Viento. Y cuando le vemos dedicar su vida a enseñar y curar sin descanso, o lo vemos rodeado de multitudes que le siguen fascinadas, o escuchamos sus criterios poderosos de vida, o le vemos capaz de llegar hasta las últimas consecuencias por fidelidad a su misión… creemos que en Jesús sopla un viento irresistible, el “Viento de Dios” que impulsa a la humanidad y actúa en cada uno de nosotros.

Mirando a Jesús vemos pues que Dios es el Padre con quien podemos contar, la Palabra que nos guía por la vida y el Viento que nos alienta y nos ayuda a caminar; Padre, Palabra y Viento. Dios se comunica con nosotros —Palabra—, actúa en nosotros —Espíritu— y es nuestro Padre —Abbá—. Y esto significa que Dios no es un arcano insondable, sino un sembrador que esparce la semilla de la Palabra continuamente y nos alienta en nuestro caminar por la vida.

Y esto es magnífico, porque ese dogma incomprensible y aparentemente estéril que pensábamos que no nos interesaba nada, se convierte en algo importante para nosotros, porque este conocimiento de Dios orienta nuestra vida, nos permite caminar correctamente por ella y, en consecuencia, es fuente de seguridad y estímulo.

 

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer el comentario que José E. Galarreta hizo sobre este evangelio, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Trinidad. Bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.

Domingo, 26 de mayo de 2024
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logo-spirito-santoMt 28,16-20

A mediados de los años noventa, leí un texto sorprendente de la teóloga brasileña Ivone Gebara. El comentario del evangelio de hoy es fiel a esta intuición profética.

Hablar de la Trinidad como Padre, Hijo y Espíritu Santo es algo conceptual,  abstracto, es un discurso en el que nos quedamos dándole vueltas pero no nos hace avanzar. Estos significados forman parte del dinamismo de la vida, cambian, se transforman y se adaptan a las nuevas situaciones a las que nos enfrentamos. Las relaciones: “tres personas distintas y un solo Dios”, que aprendimos de nuestros antepasados y tradiciones, podemos afirmarlas de otra manera de acuerdo con nuevas percepciones e intuiciones. Se trata de superar una visión jerárquica y teocéntrica del mundo para avanzar en profundidad.

Hablar de la Trinidad en esos términos nos remite a “códigos cifrados”, es decir, formulaciones que requieren ser abiertas y traducidas de nuevo. Son símbolos que se refieren a las experiencias de la vida que han sido olvidados o absolutizados, dentro de una teoría eminentemente masculina y que no conecta con nuestras experiencias de vida; por eso debemos hacer un esfuerzo de comprensión e interpretación diferente.

Una teóloga norteamericana [1], decía con ironía, que hemos reducido la Trinidad “a un anciano, un hombre joven y un pájaro”. Se trata de recuperar una experiencia de Dios más honda para que aflore su extraordinaria riqueza. Es preciso captar cuál es la experiencia fundamental que subyace de la afirmación cristiana de que Dios es Padre, Hijo y Espíritu Santo. Esta perspectiva crítica no significa el menosprecio de nuestro pasado cristiano que, a pesar de las limitaciones y condicionantes humanas, ha intentado establecer relaciones de justicia, amor y misericordia entre pueblos y personas.

Es sabido que el número tres indica pluralidad; es símbolo de inagotable riqueza y universalidad. La vida es múltiple, diversa, creativa y en constante evolución. De ahí la simbología de la multiplicidad/unidad.

Pero, ¿a qué experiencia humana corresponde el discurso sobre la Trinidad? [2]

Cuando ahondamos en nuestra experiencia religiosa utilizamos un lenguaje y unas expresiones aprendidas de las que nos da mucho miedo prescindir pero que tienen poco que ver con las cosas de cada día. El reto está en expresar de forma sencilla y comprensible las experiencias que son realmente significativas para nuestra vida. En ellas es donde se expresa nuestra fe, nuestros amores y anhelos más profundos, nuestro compromiso, nuestra solidaridad. Suponen también reconocer el sufrimiento, la discriminación, la competitividad, la lucha por la supervivencia, el dolor de la diferencia, la ambición y los obstáculos que vamos poniendo en las relaciones humanas levantando barreras de todo tipo. Esa es nuestra experiencia.

A partir de ella imaginamos a Dios como diferente, superior a esa limitación que nos constituye. Buscamos un Dios Uno que unifique toda esa diversidad que nos desborda. La Trinidad es expresión de la dolorosa historia humana pero es una Trinidad unificada, como si fuese el deseo de armonía y comunión con todo lo que existe, como si fuera la expresión del mundo transformado en el cual toda lágrima será enjugada y finalmente Dios, o sea el Uno, el Amor, será todo en todos.

Por eso es preciso dar la vuelta a nuestra experiencia cotidiana para verificar en ella el fundamento de nuestra imagen de Dios. La Trinidad que amamos y veneramos nace de nuestra propia experiencia humana, de nuestras entrañas, aunque sea infinitamente mayor que ella. No es algo que está fuera de nosotros. Existimos en ese gran misterio divino explicitado en múltiples facetas lo que conocemos es sólo lo que experimentamos e intentamos interpretar buscando su sentido, su significado. En otras palabras, somos diversas manifestaciones de una única consciencia Divina. Presentimos una profundidad infinita, sin fondo. A ese fondo inagotable de nuestro ser se refiere la palabra Dios Trinidad.

Dios significa la fuente de nuestro ser, la profundidad última de nuestra existencia, el alma, la conciencia. En el fondo íntimo de cada persona se experimenta una apertura de su “yo” a un “tú” personal y al “nosotros” que surge de ese encuentro. Así llevamos impreso en el fondo de nosotros la imagen de la Trinidad. Lo que percibimos en nosotros/as no es sino un pálido reflejo de Dios, somos sus hijos e hijas y llevamos una señal que es  trinitaria. “Nosotros/as no generamos la Luz, solo somos los rayos de ese gran Brillo” (K. Gibran).

Nos sabemos habitados y sustentados por una Presencia, por la permanente acción creadora de Dios en nuestro mismo ser. Es un presente que todo lo llena, todo lo abarca. Lo contemplamos desde la perspectiva del amor, del encuentro que nos nutre, que nos impulsa a experimentarle como familia, comunidad, don de sí, fuente de vida y de gozo, es Trinidad: Padre-Madre, Hijo y Espíritu Santo.

Todo ello me aleja de la tentación de crearme un Dios a mi medida, a mi antojo, que no me complique demasiado la vida, que no me cuestione mis propios argumentos, mis creencias… Dios Trinidad es vida, movimiento plural. No es un concepto abstracto, alejado de mi realidad, de nuestros anhelos más profundos, no es algo estático, inmutable. No es un ser separado sino el Misterio inefable que todo lo llena y en todo se manifiesta.

El reconocimiento de mi propia experiencia, de mi historia personal y colectiva, de mis fallos, de mis limitaciones me posibilita llegar a la experiencia de Dios en mí, en cada uno/a. Hemos sido creados a su imagen y semejanza, se nos invita a sumergirnos en el centro de la Trinidad y aprender a amar como Dios ama, como Jesús amó y dejarnos llevar por su Espíritu. Darnos cuenta de lo que Dios Trinidad es y lo que soy se identifica. Es el fundamento y la fuente de la mayor humanidad. ¿Lo vivimos?

Los últimos versículos del evangelio de Mateo son de los pocos textos que emplean la fórmula trinitaria. En ella se muestra la praxis cristiana de la primitiva Iglesia: “Id y haced discípulos de todos los pueblos, bautizándolos en el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo. Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

En definitiva, contemplar y seguir construyendo, aquí y ahora, Trinidad en el universo, en la tierra, entre pueblos y culturas, en las relaciones humanas, en cada persona…

¡Shalom!

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Mª Luisa Paret

 

[1] Sandra Schneiders

[2] I. Gebara, Teología a ritmo de mujer, San Pablo 1995

Fuente Fe Adulta

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Todos los días.

Domingo, 26 de mayo de 2024
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26 mayo 2024

Mt 28, 16-20

Sospecho que incluso las personas más mentales y más escépticas, en algún momento, intuyen que hay algo más de lo que la mente es capaz de percibir. No solo porque la propia mente pueda quedar cuestionada al constatar la grandeza, belleza y armonía de la realidad, sino porque desde nuestro interior emerge, de manera inesperada, el anhelo que nos habita.

Tal anhelo, aun descuidado, silenciado, compensado e incluso expresamente bloqueado, no desaparece; continúa latente en nuestro interior, en forma de pregunta o de añoranza, listo a despertar en cuanto se le preste un poco de atención.

El anhelo es la expresión de nuestra propia profundidad, ese “lugar” indestructible y siempre disponible, que está con nosotros “todos los días hasta el fin del mundo”. La mente religiosa ha situado ese “lugar” fuera de nosotros, en un dios separado. Al hacer así, nos ha distraído de nuestra verdad profunda, que fue proyectada y, en cierto sentido, quedó secuestrada, hasta terminar alienados de nosotros mismos.

Lo que está con nosotros “todos los días” no es una forma concreta, siempre impermanente, sino Aquello que se expresa en todas ellas y que constituye nuestra identidad. Por eso, no necesitamos ir lejos ni buscar algo exótico; es suficiente con acallar la mente, mirar en nuestro interior, oír el anhelo que nos habita… y permanecer en la certeza de ser.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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