Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:
01.- El Señor nos llama para estar, para vivir con Él.
El texto del evangelio que acabamos de escuchar viene precedido por unas palabras del mismo evangelista, Marcos, en las que dice cómo Jesús llamó a algunos para que estuvieran con Él, para que vivieran con Él.
Lo primero y más importante es estar con el Señor.
En el ámbito de Jesús se está bien, se vive en paz: se tiene “la cabeza y el pensamiento bien puestos”, “el corazón está en su sitio”, las grandes cuestiones de la vida tiene su sentido y orientación.
San Juan de la Cruz (1542-1591) los dirá de otra manera: “estando ya mi casa sosegada”.
Viviendo en el Señor se vive en calma, en paz. El cristianismo no son ansias ni ansiedades neuróticas de tipo religioso, moral, eclesiástico, que pueden terminar haciendo mucho daño.
Incluso cuando el pecado nos pilla en la vida, no es causa de angustia, de culpabilidades malsanas. El buen ladrón, el hijo perdido, la mujer adúltera, Magdalena, Pedro, etc. saben mucho de la paz que confiere el encuentro con el Señor…
Una iglesia de “Belorados”, “Viganos”, “Beccius”, de enfrentamientos ideológicos y maniobras jerárquicas o de superiores déspotas de poder y sin autoridad, no tiene que ver nada con el estar con el Señor o con el venid a mí los que estáis cansados y agobiados, venid a descansar…
Jesús nos llama a vivir con él. Que no se turbe vuestra paz. No perdáis la calma.
02.- Les envía a la misión con autoridad sobre los espíritus inmundos
Poder y autoridad
Viviendo en paz de Dios, estando con el Señor, les -nos- envía a la misión.
Tienen una cierta solemnidad el envío de Jesús a los suyos. Jesús envía a la misión con autoridad sobre la enfermedad, sobre el mal, sobre los espíritus inmundos.
El envío no se refiere a los curas, religiosos, obispos, etc., sino que la misión para sanar y expulsar los malos espíritus de la humanidad se dirige a todo creyente: Id y transmitid la buena noticia, la paz, las ganas de vivir, el aliento vital; sanad la psicología dañada (espíritus inmundos).
Poder y autoridad.
Jesús no les da poder, sino autoridad; que no es lo mismo poder que autoridad.
El poder es la potestad que una persona o institución pueden ostentar porque se lo han concedido las urnas, los votos, o porque tal persona ha sido instituida en determinado cargo o sede, escaño parlamentario, cátedra, etc. por quien puede hacerlo.
Sin duda que tal poder será legítimo.
Pero hoy en día “poder” significa casi siempre, «control», «gobierno», «imposición». Y esta es nuestra desgracia.
No pocos políticos, obispos, curas tienen poder, pero nula autoridad
Autoridad es otra cuestión mucho más noble. Proviene del latín «augere» (hacer crecer) e indica la capacidad que una persona tiene para hacer crecer a los demás.
Una persona tiene autoridad por su bondad, por su noble competencia, por su presencia sana y sanante en un grupo, en la familia, en la comunidad, pueblo, Iglesia…
Puede ser, -ocurre con frecuencia-, que una persona tenga poder legítimo, pero ninguna autoridad. Lo estamos viviendo y padeciendo todos los días en la sociedad, en las familias, en la vida política, en las diócesis, en los entramados eclesiásticos, etc.
Necesitamos personas con autoridad pero -casi- sólo contamos con personas poderosas.
03.- Ni pan ni alforja. Bastón y sandalias: vivid y evangeliza en pobreza
La Iglesia una vez que pasa a ser la religión oficial del Imperio romano (a partir del siglo IV / Constantino) ha vivido en muchas etapas al amparo y con el apoyo de algún poderpolítico, económico, ideológico o de su propio poder eclesiástico. El sistema eclesiástico está demasiado acostumbrado a vivir y actuar desde un nivel de superioridad poco -nada- evangélico.
Es cierto que en algunos momentos la Iglesia se ha tornado más sencilla: en tiempos de Juan XXIII, Pablo VI, ahora con el papa Francisco está recuperando el sentido de servicio. Su autoridad no es el poder temporal, sino la bondad, la misericordia.
Es bueno para la Iglesia ir perdiendo poder económico y político, pues ese despojamiento nos acerca al movimiento que puso en marcha Jesús cuando envió a sus discípulos de dos en dos, sin alforjas, sin dinero ni túnica de repuesto, y con una sola misión: sanar enfermos y expulsar demonios.
Para evangelizar y expulsar espíritus inmundos no hace falta alforja, ni dinero, ni tan siquiera la “x” de la declaración de hacienda. Para la misión hace falta estar con el Señor, fe y autoridad.
Quizás tenemos poder, medios, pero escasea la autoridad y la fe.
04.- Curaban y echaban demonios
Jesús no hace un envío a la misión de tipo cultual o religioso, Dicho coloquialmente, Jesús no envía a los suyos a celebrar actos litúrgicos por los pueblos. El envío de Jesús es humanitario: curar enfermos y expulsar demonios
Es lo mejor que podemos hacer en la vida: sanar, aliviar, que eso es ser cristiano.
Llama la atención que la gran preocupación ante la escasez de clero sea que no falte la misa de 12 en tal pueblo / parroquia, y si falta, aunque sea que una religiosa o un laico, lea el evangelio y dé la comunión.
Al obispado no le preocupa si los ministros están bien, serenos en su misión. Al poder eclesiástico no le interesa si en esa comunidad hay enfermos, parados, encarcelados, personas en soledad, etc., le preocupan los ritos.
La preocupación de Jesús era otra: dar de comer, curar leprosos, reestructurar personas y personalidades dañadas (endemoniados), devolver la vida, etc.
Estamos llamados y enviados por el Señor a vivir con él en paz y serenidad y desde esa vivencia a hacer el bien, a aliviar, curar, expulsar demonios.
Sanemos corazones afligidos y curemos las enfermedades y los males que podamos.
Biblia, Espiritualidad
15º Domingo del Tiempo Ordinario, Ciclo B, Envío, Evangelio, Jesús, Tiempo Ordinario
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