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“Dios es feliz, porque libera”… III Domingo de Adviento (Lucas 3,10-18)

Domingo, 15 de diciembre de 2024

IMG_8995Comentario a la lectura evangélica (Lucas 3,10-18) del III Domingo de Adviento

Dios es feliz.

Esto es lo que el profeta Sofonías dice al pueblo en el exilio. No es feliz porque el pueblo sufra, sino porque sabe que lo conducirá de vuelta a Jerusalén.

Dios es feliz. Crear, amar, existir, salvar, ser.

Dios es feliz porque ha decidido intervenir, forzar su mano a pesar de que se había comprometido a permanecer oculto, fuera de la vista, porque el Amor sólo puede dejarnos libres.

Dios es feliz porque viene, porque nace, porque libera, porque motiva. Es un Dios feliz el que esperamos. Un Dios que trae la felicidad cuando menos lo esperamos.

Dios es feliz y nosotros con Él.

En la Biblia se utilizan más de veinticinco términos para describir la felicidad. Así, para recordarnos a los cristianos, a menudo deprimidos y apesadumbrados, que la fe tiene que ver con la alegría.

Pablo escribe a los cristianos de Filipos: es verdad, hay fatigas, bajamos los brazos viendo las muchas contradicciones que experimentamos, estamos constantemente abrumados por mil noticias que nos desaniman. Pero si Dios está cerca, escribe Pablo, nada puede realmente apagarnos, angustiarnos, alejarnos. De Él.

Y este Adviento, marcado todavía por el miedo, por la incertidumbre del futuro, por la impaciencia social, por la crisis galopante en nuestras comunidades cristianas, por…, tiene precisamente este propósito: hacer que nuestro corazón habite en Dios, levantar la mirada, sumergirnos en las profundidades del océano, abandonando la superficie sacudida por la tempestad.

El Adviento es esto: volver a creer que Dios es feliz y que nos hace felices.

Peregrinos.

¡Qué bueno es poder escribir estas cosas! ¡Qué hermoso contemplar este secreto compartido, más allá de las muchas contradicciones! Estamos tan desesperadamente necesitados de buenas noticias, de consuelo, de horizontes diferentes de la sombría experiencia que tenemos cada día.

Dispuestos a recorrer kilómetros para encontrar a alguien que nos dé esperanza.

Como las multitudes de Jerusalén que bajan al Mar Muerto para encontrarse con el profeta Juan.

Tienen el templo, y los sacerdotes, y el culto, pero sus corazones no están llenos.

Rituales, no verdad.

Costumbre cansada, no palabras que sacuden y resucitan.

Acuden a Juan, piden ayuda, piden camino, etapas, indicaciones, propuestas.

¿Qué debemos hacer?

Para ser felices. Para vivir, por fin. Para florecer.

Y es algo extraordinario, inesperado, esencial.

¿Qué debemos hacer?

Somos nosotros los que tenemos que hacer. Nadie lo hace por nosotros, nadie nos da la felicidad y la plenitud. Sólo yo puedo tomar las riendas de mi vida, dejándome iluminar por la plenitud de Dios. Yo soy el capitán de mi barco.

Y Juan señala.

Haced.

Dad una de las dos túnicas que tenéis, él que vive desnudo.

Dad de comer, él que ayuna.

No exijáis, el que nada pide.

No robéis, el que nada posee.

Le escuchan porque vive lo que dice. Entonces los buscadores llegan hasta él. Incluso los publicanos, incluso los soldados. Él no los rechaza, altivo en su fama de santidad.

Todos pueden ir. Y a todos les ofrece un camino.

Sencillo, accesible, posible.

¿Es una indicación para nuestra Iglesia en su camino pos-sinodal?

Una suma de pequeñas cosas.

Las respuestas del profeta son desconcertantes: consejos banales, sencillos, no propone ninguna opción radical imposible, ningún sueño excesivo: comparte, no robes, no seas violento…

Al pueblo (¡creyente y devoto!) Juan le pide que comparta, que no deje que la fe se quede sólo en oración o pertenencia vaga, sino que haga vibrar esta fe en nuestra vida, que la deje contagiar nuestra vida y nuestras opciones concretas, para no hacer esquizofrénica nuestra religiosidad.

A los publicanos, a los recaudadores de impuestos y a los ladrones, nos pide que seamos honestos, que no exijamos demasiado escondiéndonos detrás de un dedo. Como cuando, los profesionales, exigimos demasiado dinero por nuestra experiencia apelando a los honorarios y olvidando los momentos difíciles que vive la gente.

A los soldados, acostumbrados a la violencia, Juan les pide moderación y justicia, no que se enseñoreen de los demás.

Juan tiene razón: de las pequeñas cosas nace la aceptación.

Juan tiene razón, haz bien lo que estás llamado a hacer, hazlo con alegría, hazlo con sencillez y se convierte en profecía, en el camino preparado para acoger al Mesías.

Era normal que los publicanos robaran, normal que los soldados fueran prepotentes, normal que la gente acaparara lo poco que ganaba. Entonces como ahora.

Juan muestra una «otra» historia: sé honesto, no seas prepotente, comparte.

Esta «otra» historia es nuestra civilización, la que hay que defender con la razón y la profecía.

Esto podemos hacer, hoy, para contrarrestar toda violencia, todo abuso, todo desaliento. Para acoger al Dios que viene.

Se hace heroico, también hoy, ser honrado en la honestidad del trabajo, profético ser manso en un mundo de tiburones, desconcertante hacer gestos de gratuidad.

Dios se hace pequeño. En pequeñas actitudes trazamos su estela luminosa.

Y esto da alegría, también ahora.

Porque el Dios feliz ama a las personas felices.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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“Aunque volvamos a ser doce”, por Beto Vargas

Miércoles, 11 de diciembre de 2024

12 - 1De su blog Dios en minúscula:

La verdad de Jesús es dejar de postergar la cercanía de dios “Aunque volvamos a ser doce” 

“Los Doce” significa: una comunidad capaz de alcanzar al mundo entero.

Jesús tejió una moral de cercanía y proximidad.

La verdad en la escritura es una fuente de confianza en uno mismo, en la vida y en las manos que sostienen la existencia.

Debemos defender la verdad a toda costa, aunque volvamos a ser doce” es la frase completa, tal como es posteada y reposteada por curas, youtubers e influencers de la pataleta cultural, que no alcanzan a ponerse de acuerdo en si la pronunció Karol Wojtyla, Joseph Ratzinger o un judaizante de los que se infiltraron entre los gálatas en los días en los que Pablo no tenía inconveniente en escribir palabras malsonantes en sus cartas, sin anticipar que sus escritos serían considerados palabra de dios unos siglos después.

Hay varios inconvenientes con esta famosa frase, copy/paste preferido de los intolerantes de nuestros días: Empezando por el final, nunca “fuimos” doce. El número usado en los evangelios para el grupo de los apóstoles no es el número de los amigos de Jesús, ni de sus discípulos, ni siquiera es en sentido estricto el número de los “enviados”. Tampoco es el número de los ungidos por Jesús para ninguna tarea jerárquica en una institución que no existía para el año 30, ni para el 60, ni para el 90, ni para el 180 después de Cristo. El 12 es un número simbólico, como tantos otros en la biblia – casi todos – que tiene una connotación ancestral, histórica en el sentido de identidad con las raíces. Le da al movimiento de Jesús una característica de continuidad respecto de Israel.

Si para el nuevo testamento decir que Jesús tuvo un grupo de 12 es una forma de decir que lo de Jesús era un “nuevo Israel”, también ese número trae del antiguo testamento otra fuerte carga simbólica que hace referencia a la comunidad, a la tribu, al clan que se hace familia y sobre el cual, la religión del post-exilio fue elaborando una promesa: Por medio de esas tribus llegaría la luz y la misericordia del Señor a todos los pueblos de la tierra. Por eso luego, en la matemática cifrada del apocalipsis de ese cristianismo cautivo de finales del siglo I y comienzos del II, esa misma idea se expresaría bajo la cifra 144.000 que nos habla de una comunidad capaz de alcanzar al mundo entero.

Usar el doce como una cifra que expresa un grupo reducido, una pequeña porción de radicales fieles a lo que consideran su verdad, una élite de bienaventurados que se autodenominan perseguidos porque su obstinada religión excluyente los aleja de la comunión, no solo demuestra una lamentable manipulación del texto bíblico, sino una teología opuesta a la revelación, en la que dios no se ofrece a la humanidad, sino que se reserva a una porción a la que ellos, fieles y únicos capaces de comprender, pertenecen. El cristianismo no es ni puede ser jamás un movimiento de contracción porque nació como una expansión seductora e incluyente, que se extendió a fuerza de contagio y adaptación, pues de cada cultura hacia la que se esparcía la buena nueva la comunidad iba acogiendo formas, expresiones y preguntas que le hicieron nunca reducirse a un uniforme doctrinal, litúrgico ni moral de una única sede, al menos durante sus primeros doscientos años.

Luego está la expresión “a toda costa”, que refleja muy bien el ánimo y la convicción de estos herederos de la cristiandad guerrerista e imperial, con sus summas y catecismos de teología monárquica y tiránica, en la que la buena noticia no tiene cabida porque el anuncio ha sido reemplazado por la imposición de un aparato doctrinal cerrado y unilateral, incapaz de ofrecer sentido sobre la realidad o arrojar luz sobre la incertidumbre de quienes la viven. Una imposición carente de humanismo, de ética, desde la que califican con absolutos las más variadas situaciones de la gente común, desde la que intentan que todos los creyentes sientan que son poca cosa, que son tontos y manipulables, que son confundidos desde todos los espectros de la vida, y que solo sus frases, sus clichés apologéticos, pueden salvarles. Ya no se trata solo de aquel exabrupto institucional: “fuera de la iglesia no hay salvación”, sino que fuera de la facción tridentina, juanpablosegundista y catecismática, no hay ni salvación, ni redención, ni liberación; aunque dentro tampoco haya nada.

A toda costa implica justificar los medios porque el fin que persiguen es “la salvación de las almas”, pues a esta gente 17 siglos de antropologías no han logrado moverlos un centímetro del platonismo de Agustín; y para lograrlo es permitido mentir sobre la historia de la iglesia, ocultar las inconsistencias de los últimos siglos de magisterio, tergiversar las cifras, los datos, los testimonios y las conclusiones de las investigaciones sobre abusos, porque aunque la Biblia sea escrita y pida ser leída desde la perspectiva de los marginados; el fin que persiguen les justifica convertirla en un vademécum de sus propios privilegios y soberbias.

No se puede hacer iglesia “a toda costa”, ni se puede proponer la buena nueva “a toda costa”. No sin traicionar la esencia de la misión y la propuesta de Cristo, que no quiso convertir una sola palabra de la escritura en dogma inalterable, sino que acercó a cada persona al dios que acoge las realidades y las repara, según lo que cada uno es y necesita, y que tejió con sus seguidores una moral de cercanía y proximidad. Una moral samaritana. No hay dos tratos iguales en los encuentros de Jesús en el evangelio. Tampoco hay imposiciones religiosas. No seguimos a un estratega del proselitismo que preparó a un ejército de apologetas, sino a un sanador de enfermedades que acercó a sus amigas y amigos al dolor del mundo, y los envió a curar ese dolor.

El tercer y más grave problema de esta mentalidad – reduccionista y maniquea – de la ortodoxia de nuestros días, es el asunto de “Defender la verdad”. Una vocación ‘aristocrática’ que en principio entiende que la verdad es una afirmación, o un conjunto de afirmaciones que cumplen con las reglas de un aparato lógico aunque sus fundamentos consistan en olvidar toda lógica a la hora de literalizar el lenguaje mítico de los textos bíblicos o las analogías con las que los padres de la iglesia interpretaron ese lenguaje. Esa facción que con orgullo se autopercibe medieval, contrarrevolucionaria y guardiana de la tradición se precia de su rigidez y fundamentalismo en la defensa de la existencia del demonio – le tienen un cariño especial a ese oponente que su dios acusador no necesita – o del infierno, de la composición y taxonomía de los ángeles, de la metafísica aristotélica que hace posible la eucaristía (Para qué un Cenáculo teniendo un Liceo), de la necesidad inaplazable de un purgatorio dantesco, entre otros; pero a la vez se vuelve amplia, relativista y hermenéutica cuando se trata de las palabras del pentateuco sobre el derecho de propiedad, o las de los profetas sobre la primacía de las víctimas, o las de Jesús sobre el perdón o el dinero, o las de Pablo sobre lo que tendrían que hacer con sus prepucios los que no pueden deshacerse de sus prejuicios (también en Gálatas, versículo 12 del capítulo cinco, por cierto).

Hay que ver la cara de asco o de risita burlona que les sale a estos ‘defensores de la verdad’ cuando pronuncian la palabra “nefasto” o “intrínsecamente perverso” al referirse a las auténticas búsquedas desde las que las humanidades intentan resolver los desafíos heredados de épocas de segregación y exterminio. Hay que oír las lamentaciones y extensas quejas ante las experiencias que prueban las personas que no encuentran en esa facción repelente de la iglesia más que propuestas de piedad que nada tienen que ofrecer aparte de altas dosis de superstición. Que a los pueblos les cierren las fronteras, que tantos se ahoguen en deudas, que miles no sepan que hacer con su ansiedad, que, en fin, la vida no encuentre un asidero, no es importante para esta cofradía de curas, músicos, youtubers y “creadores de contenido”, desde que las personas sepan que el comunismo es malo, que el feminismo es malo, que el ambientalismo es malo, que el modernismo es malo y que el actual Papa es demasiado comunista, feminista, ambientalista y modernista. La ‘verdad’, para ellos es antagonismo, oposición, negación, es fijación y petrificación, es el motor inmóvil, apagado y sin combustible. La verdad ortodoxa es sepulcro, blanqueado, no vacío.

La verdad en la escritura, en cambio, es una fuente de confianza en uno mismo, en la vida y en las manos que sostienen la existencia; es un asidero ante la crudeza de los tiempos, de las desigualdades y el desamor; es una posibilidad de autenticidad y libertad en medio de las tiranías y sus intentos por quitarnos lo más personal de nosotros mismos. La verdad de Jesús es dejar de postergar la cercanía de dios, que hace posible la paz, la alegría, la resistencia cuando azotan la tempestad o el vendaval. La verdad de Cristo no necesita ser defendida, porque no es susceptible a ataques ni sofismas, sino inspirada en el interior de las personas como una luz que se hace brújula y hoguera, y evidente en la forma de tejer vínculos que hacen posible que cada quien se descubra como un ser valioso, capaz de ofrecer lo suyo, con un enorme aporte para dar y con una auténtica familia a la cual acogerse. La verdad cristiana no es un contenido ante el cual debamos decir: “sí creo” y quedarnos tranquilos porque no negamos lo que dijeron unos señores eclesiásticos con pretensión de infalibilidad, sino un acto en el que una y otra vez dejamos ver que vivimos desde la confianza, que elegimos desde la cercanía, y que celebramos desde la autenticidad; y que intentamos nunca cederle el timón a la malicia, la sospecha, al escrúpulo o el prejuicio, aunque quienes los tienen por dogma los vendan con etiqueta de “Verdad”.

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“Un Adviento profético”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Martes, 10 de diciembre de 2024

IMG_8890Marek Halter, escritor francés, escribió en 2021 un libro “Un monde sans prophètes”. En su obra postula recuperar el profetismo porque nos ayuda a actuar positivamente en este histórico período que hasta se muestra carente de puntos de referencia éticos.

Y es que se necesitan figuras que despierten a los hombres, que los devuelvan al camino correcto de la belleza, del bien, de la verdad, de…, que les recuerden el sentido de la justicia. Cuando estas personas no están, no sólo falta justicia sino que también faltan políticos capaces de responder a las preguntas del presente. La palabra “profeta”, “nabi” en hebreo, proviene del término acadio “nabû”, que significa “grito”: son hombres que “gritan”, informan, denuncian,…

En el año 1030 a.C., el último de los jueces, Samuel, tuvo que darle un rey al pueblo judío, el primer rey de Israel, Saúl. De hecho, los judíos querían ser como todos los pueblos “modernos“, tener un rey. Entonces el juez se lo dio. Al hacerlo, sin embargo, quería explicar que nunca existirá un poder verdaderamente justo. Un hombre con poder, observó, no celebrará referéndums todos los días, no siempre preguntará a la gente lo que piensa, pero tomará decisiones, por ejemplo, decidirá ir a la guerra, y muchos jóvenes morirán en una conflicto que ellos no eligieron, el pueblo será aplastado por los impuestos porque un rey necesita dinero… pero a pesar de estas advertencias los judíos siguieron queriendo un rey, como todos los demás. Cuando lo tuvieron, el juez Samuel dijo que sería necesario, en ese momento, limitar el poder totalitario del rey, crear un contrapoder, y así dio origen a la primera escuela de profetas, de la que ambos hombres y las mujeres eran parte. Les enseñó cómo atraer la atención de la gente – en ese momento no había radio, televisión, internet – estos informantes tenían que despertar sus mentes para no aceptar lo inaceptable. Así nació el concepto de profetas.

Los profetas en la antigüedad jugaban un papel esencial, eran quienes recordaban al rey que debía cumplir sus promesas y deberes; la mayoría de ellos fueron asesinados por ello. No era fácil ser profeta, transmitir la moralidad al pueblo, no era fácil ser una persona justa.

En cierto momento, la antigüedad llegó a su fin y comenzó otra época en la que la religión, el clero, tomó todo en sus manos. En Europa, primero fue la religión cristiana y, después, el Islam, retomaron el concepto de profetas. Imagino que no ha habido época sin profetas. Ciertamente no todos los profetas en la historia han sido personalidades religiosas, creyentes en Dios, pero sí han creído en la Humanidad.

El profeta es una persona carismática, que no tiene nada que ganar, que no tiene intereses políticos ni económicos, que sólo tiene una preocupación, la justicia. Por eso, por ejemplo, el profeta no quiere ser agradecido ni aplaudido. Eso no es lo que le interesa. Ésta es la fuerza del profeta y de su autoridad y credibilidad.

Hoy ¿qué profetas y qué profetismo puede despertarnos, darnos esperanza, una esperanza colectiva? ¿Hay alguien que pueda darnos esperanza? Nos asustaría que no hubiera nadie… ¿Seremos los adultos capaces de ofrecer una aventura y un sueño de esperanza a los jóvenes? ¿Serán las ideologías? ¿Serán las iglesias y las religiones las que puedan cumplir su papel de dar esperanza? ¿Habrá un rayo de esperanza como, por ejemplo, el de Juan Pablo II, cuando ante la multitud en la plaza de San Pedro, el 22 de octubre de 1978, hizo un llamamiento: “¡No tengáis miedo!”? ¿Qué instancias y referencias de profetismo y de esperanza tenemos?

Los judíos, se suele decir, tienen una salida a esto: los justos, que son una mujer como tú o un hombre como yo. No son santos, pero han hecho más bien que mal. Ellos han “reinventado” este término, ‘justos’ – puesto que ya estaba en la Biblia – para agradecer a los no judíos que salvaron a los judíos durante la guerra, se les llama “Justos de las Naciones”. Y cuando se pregunta a algunos de los que salvaron qué les impulsó a hacerlo, miran sorprendidos, “es normal“, suelen decir. Esto es lo extraordinario. En los “Jardines de los Justos” se realiza algo magnífico; en esos lugares se honra a hombres y mujeres “normales“, pero lamentablemente este tipo de normalidad hoy no se difunde por la televisión y los medios de comunicación. Sólo nos muestran violencia, maldad, muerte, es terrible… Vemos falsos profetas.

Puede ser verdad que en tantos países laicos o secularizados ya no se puede hablar de religión en las escuelas. Y, sin embargo, las religiones son parte de nuestras civilizaciones; por ejemplo, no podemos hablar de civilización judeocristiana o griega sin hablar de la Biblia, de Homero, de la Odisea… porque forma parte de nuestra historia y porque debemos educar a generaciones que no se sorprendan al ver un mundo diferente o cambiante, alternativo, contra-cultural, nuevo. Necesitamos entender que este momento de la historia puede ser un momento de profetismo sea creyente, o agnóstico, o ateo,…

La del profeta es una mirada que la Biblia llama “esperanzada”. El profeta no es quien anuncia el futuro sino quien mira el mundo y la historia con los ojos de Dios sabiendo que quien se compromete a sembrar vida pasará por el tamiz de la desilusión. Pero eso no significa que se dé por vencido.

El profeta a veces cede, duda,… ¡Dios le pone tantas veces a la prueba! Tantas veces sus decepciones de multiplican. Sin embargo, es fácil imaginar que el profeta trata de superar la adversidad; que, para asegurar la victoria de tal pasión profética, es necesario hacer frente, resistir, luchar contra el desaliento. La vida encuentra la manera de expresarse con frutos sorprendentes, a menudo precisamente donde nunca lo hubiéramos esperado. El profeta es el que adelanta y prepara la primavera de los nuevos cielos y la nueva tierra. Los ojos y las manos del profeta trazan el camino del futuro y el compromiso en el presente.

Se necesita mucho coraje para no retirarse a la desolación del tiempo. Sintiendo y viendo la emoción de la vida bajo el polvo, sabiendo que en este aparente invierno se prepara una primavera. Sin embargo, para quien intenta la aventura de ser profeta, no hay otra historia que la de, testarudo y convencido, querer “plantar esperanza” incluso obstinadamente obligando a nacer el amanecer a pesar de todo.

Al menos sabrán que hay un profeta entre ellos“: esta frase, que abre el libro -y la vocación- de Ezequiel, nos puede acompañar a lo largo de este Adviento y a las puertas del Jubileo de la Esperanza. Porque estoy convencido de que nuestro tiempo necesita urgentemente profecía, necesita miradas, palabras y gestos que puedan indicar un horizonte posible de un buen futuro y así infundir esperanza, ayudándonos a no escapar del hoy, a no desperdiciar energías y tiempo en debates estériles y controversias interminables, mientras el mundo corre y no espera.

Necesitamos la profecía para entender algo sobre nuestro tiempo, sus cambios y sus fracturas, sus recursos y sus límites. Necesitamos hombres y mujeres que, con coraje y parresía, arriesguen una palabra incómoda pero generativa y fructífera, al menos en intuición, pensamiento, provocación, sueño.

Queremos creer que todavía hay profetas, por supuesto, y sin embargo, parece que su escucha es más limitada, menos abierta, menos acogida, porque hoy nos cuesta dar espacio a una palabra que nos molesta en nuestras certezas y hábitos. Evidentemente, lo sabemos, siempre ha sido así, desde los tiempos de Israel, pero hoy, tal vez, en una desorientación general, se está extendiendo nuevamente la sed de profecía verdadera y humana; tal vez sentimos la necesidad de profecía, pero con demasiada frecuencia no sabemos de dónde sacarla.

El tiempo de Adviento es también propicio para la profecía, porque la Palabra nos empuja hacia la Navidad invitándonos a escuchar a los profetas que se han movido e indicado caminos viables para una humanidad en camino; es un tiempo necesario para evitar quedar sumergidos, cada año más, en la religión del consumo y la controversia, mientras los acontecimientos actuales golpean indomables con su pesado olor, asfixiando lo bueno que queda.

Necesitamos tiempos de silencio y de reflexión, de oración y de inmersión en uno mismo, de docilidad al Espíritu y de “ayuno” de demasiadas charlas vacías. Necesitamos tiempos para superar las resistencias, para reconstruir la confianza, para revivir el seguimiento apasionado. Necesitamos maestros y discípulos, esencialidad y sustancia de la vida, desestimando, en la medida de lo posible, lo que aturde y pesa. Puede que sea el momento que dirija un “kairos” hacia la Navidad para redescubrir la sed de profecía. El tiempo de Adviento nos guía, a través de la Palabra, a entrenar nuestro oído y nuestra vista, nuestro corazón y nuestra razón, para ver destellos de profecía que puedan, paso tras otro, ayudarnos a vivir el hoy y a gestar y alumbrar el mañana.

Deteniéndonos en lo esencial, tendiendo hacia el futuro en la fe de un Espíritu que salvaguarda, también hoy, nuestro camino, como humanidad entera y como comunidad cristiana. Atreverse a tener el coraje de escuchar, de conmoverse, a partir de la Palabra y de quienes, creyentes o no, ofrecen una declinación de ella para el siglo XXI, superando las inercias que inmovilizan, paralizan y alimentan los miedos.

La fe, la verdadera, está enteramente hecha para conducirnos desde el tiempo, para hacernos vivir del tiempo hacia la eternidad, en la vida eterna. Pero no podemos acceder a la vida eterna mediante la fe más que en el tiempo y para el tiempo, ya que la fe misma es temporal”: escribió en 1961 una mujer profética como Madeleine Delbrêl.

Tenemos sed de profetas que nos ayuden a vivir la fe en los tiempos de hoy. Que esta gracia del profetismo nos sea dada a todos.

Joseba Kamiruaga Mieza CMF (Remitido por el autor)

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Enséñame, Señor, tus caminos.

Lunes, 9 de diciembre de 2024

 

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Son tantos los lugares recorridos
y tantos los sueños tenidos
creyendo y afirmando
que no hay más caminos
que aquellos que marca el caminante
con sus pasos y sus decisiones…
que hoy mi palabra duda y teme alzarse.

Pero desde este lugar en que me encuentro,
a veces sin rumbo y perdido,
a veces cansado y roto,
a veces triste y desilusionado,
a veces como al inicio,
te susurro y suplico:

Enséñame, Señor, tus caminos;
tus caminos verdaderos,
tus caminos desvelados y ofrecidos,
seguros, limpios y fraternos,
tus caminos de gracia, brisa y vida,
tus caminos más queridos,
tus caminos de “obligado recorrido”,
a contracorriente de lo que más propaganda ofrece,
que se recorren en compañía
y nos dejan a la puerta de tu casa solariega.

Llévame por tus avenidas de paz y justicia,
por tus rotondas solidarias y humanas,
por tus autopistas de libertad y dignidad,
por tus cañadas de austeridad y pobreza,
por tus sendas de utopía y novedad
y, si es preciso, campo a través siguiendo tus huellas
y por la calle real de la compasión y misericordia.

Y que, al llegar a la puerta de tu casa,
pueda lavarme y descansar en el umbral,
oír tu voz que me llama, y entrar
para comer y beber contigo
y sentirme hijo y hermano en el banquete
preparado por ti y tus amigos.
Y, después, salir,
con enrgía y esperanza redobladas,
a preparar tus caminos.

*

Florentino Ulibarri

***

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“Anuncios del Mesías”, por Carmiña Navia.

Lunes, 9 de diciembre de 2024

IMG_8918ADVIENTO SEGUNDA SEMANA

Sólo cuando somos conscientes de necesitar liberación y salvación podemos acoger la palabra que nos anuncia la llegada de acontecimientos o hechos cotidianos que nos puede llevar al otro lado. Los anawin o pobres de Yhwh supieron reconocer al Mesías porque en su horizonte, los habitaba esa esperanza de liberación. Quien está satisfecho o evadido, no espera nada y por eso no ve los anuncios de la llegada de nuevas realidades sorprendentes.

En medio de un panorama desolador, el profeta Baruc invita a quienes tiene su confianza en Dios, a una nueva morada, a una nueva época:

Jerusalén, quítate tu ropa de duelo y aflicción, y vístete para siempre el esplendor de la gloria que viene de Dios. Envuélvete en el manto de la justicia que procede de Dios, pon en tu cabeza la diadema de gloria del Eterno. Porque Dios mostrará tu esplendor a todo lo que hay bajo el cielo. Pues tu nombre se llamará de parte de Dios para siempre: «Paz de la Justicia» y «Gloria de la Piedad».Levántate, Jerusalén, sube a la altura, tiende tu vista hacia Oriente y ve a tus hijos reunidos desde oriente a occidente, a la voz del Santo, alegres del recuerdo de Dios.

Días en los que Yhwh habitará en medio de su pueblo y ese “tiempo de Dios”, será un tiempo de justicia y de paz, que reflejará el esplendor de la Energía Divina irrumpiendo en las calles de una ciudad habitada por paradigmas de amor y transparencia. Es necesario hacernos conscientes de que el anuncio bíblico que promete grandeza y bienestar, está unido siempre a la condición de lograrlo: esa condición es la justicia.

Vivir el adviento en nuestro mundo actual, atormentado por tantas guerras, injusticias y arbitrariedades exige de nosotros y nosotras una sensibilidad capaz de ver más allá de las apariencias y también capaz de esperar contra toda esperanza. Precisamente porque el mundo está mal, necesitamos “esperas” y anuncios de una LUZ que ilumine nuestro horizonte. Dios nos acompañará en la construcción de la justicia y el amor: Nuestra mirada ha de detenerse en tantas mujeres y hombres que día a día tejen la bondad y posibilitan un mundo de hermandad, de acogida y abrazos.

Si somos capaces de ver por detrás de las bombas, de las violaciones y múltiples violencias, por detrás de tanta injusticia y deshonestidad institucionalizadas… descubriremos universos de generosidad y manos amorosas. En: las madres que cuidan a sus hijos, las mujeres que acompañan enfermos, los médicos que luchan por la vida, los maestros-maestras que orientan sus alumnos, los hombres y  mujeres que cultivan la tierra cada día… El adviento es un buen tiempo para gritar la vida a cuatro vientos y acallar los sones espantosos del mal que quiere desplazar otras rutas. El adviento, kairós que nos permite descubrir el paso de Dios entre nosotros y nosotras.

Oculta y presente en tantos milagros cotidianos de la vida, oculta y presente en el amor que se derrama a manos llenas las 24 horas de cada día por medio de los seres que se entregan y cuidan de los otros… la Energía Divina anuncia y posibilita nuevos tiempos, nuevos amaneceres regados por el agua de la vida naciente. El Mesías visita nuestro mundo, vive en nuestro interior y se hace realidad cuando lo potenciamos, cuando somos capaces de encontrar sus huellas, sus llamados, sus luces.

¡Abramos nuestros ojos al llamado de VIDA que silenciosamente recorre nuestros días y recorre cada rincón de una sociedad muchas veces tan ciega!

Carmiña Navia Velasco

Adviento 2024

Fuente Fe Adulta

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“Con nuestra oración, corramos a la búsqueda de la oveja perdida” (Carlos de Foucauld)

Sábado, 7 de diciembre de 2024

Isaias-40-Buen-Pastor

Nuestro Señor vino para buscar lo que estaba perdido… Deja algunas ovejas que están en el corral para correr detrás de la que se había perdido…Hagamos como él. Ya que nuestras oraciones son una fuerza, con la certeza de obtener lo que pedimos, corramos. Por nuestras oraciones, corramos a la búsqueda de pecadores y hagamos por ellos la obra por la que nuestro Divino Esposo vino sobre la tierra…

Si no estamos dedicados a la vida apostólica, mucho debemos rezar por la conversión de los pecadores. La oración es casi el único medio potente, extendido, que tenemos para hacerles un bien y ayudar a nuestro Esposo en su trabajo de salvar a sus Hijos, sacar de un peligro mortal a los que ama apasionadamente, ya que nos ha pedido en su Testamento de amar como él mismo ama… Si estamos dedicados al apostolado, nuestro apostolado sólo dará fruto si rezamos por los que queremos convertir, ya que nuestro Señor da al que demanda, abre a quien llama… Para que Dios ponga buenas palabras sobre nuestros labios, buenas inspiraciones en nuestros corazones y buena voluntad en aquellos a quienes nos dirigimos, es necesaria la gracia de Dios. Para recibirla hay que pedirla… Así, cualquiera sea nuestro género de vida, recemos mucho, mucho, por la conversión de los pecadores. Es especialmente por ellos que Nuestro Señor trabaja, sufre, reza…

*

Carlos de Foucauld
(1858-1916)

ermitaño y misionero en el Sahara
Meditaciones sobre el Evangelio (Écrits spirituels de Charles de Foucauld, ermite au Sahara, apôtre des touaregs, J. de Gigord, 1964)

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¡Señor, dame lo que necesito, y nada más quiero, que de lo que tengo me sobra todo!

Viernes, 6 de diciembre de 2024

Del Blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

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| Alfonso Olaz OFS

Padre,
Sin ti, camino errante, con la sombra de mi figura
más alargada que la tuya.

¡Qué fácil parece confiar en lo que no es la confianza, !
Y qué difícil suele ser darse cuenta,
de que en el espejo de nuestro submundo
no vemos a nuestra sombra.

Siendo espejo sin cristal de lo que no tengo,
y amando con los mil espejos de los que no preciso

Señor
¡Tarde me he dado cuenta…!
¡Qué poco preciso de las cosas…!

Que nada soy sin serlo contigo
Que todo lo que tengo es  tuyo

¡Y si me ocupo de tus cosas!
Tú te ocuparás de las mías
Cómo así lo has prometido

¡Que por mí, que poco puedo!
¡Dame lo que necesito!
Para darte todo lo que quieras

Dame tu paciencia para ser paciente

Dame tu entendimiento
para obrar como tú quieres

Dame tu humildad, toda tu humildad;
envuélveme con ella para ser humildad.
Y mostrarla a mis hermanos

Dame tu paz para estar más cerca de la paz,
más cerca de ti
Para ser tu paz
Y compartirla con todos

Dame tu certeza de ser para ti,
sin ninguna duda
Dame la certeza por siempre,
de que estás conmigo, en tu ausencia

Y en la ausencia,
sepa que estás más fuerte con tu presencia

El novio jamás podrá amar como la amada
Ni entender a la amada como Dios la ama
Ya que Dios es también: Madre, amada y amor.

Señor
Vuelve a hacerme como tú quieres,
con la inocencia del niño pequeño que tanto tú amaste

¡Dame lo que tú quieras!
Nunca es tarde
Para ser como tú quieras

Nunca es tarde
Para ver la nieve que cubre los almendros
y protege al pajarillo herido de tu creación

Nunca es tarde
Para sentirse amado
Y oler a pan divino recién hecho

Nunca es tarde
Para saber que tu vida merece la pena
Aunque haya sido una vida de pena

Porque eres hijo de Dios.
Y más querido por él.

Que cualquier cosa que quiera de todo su mundo

Del evangelio a la vida
De la vida al evangelio


***

 

 

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Viene de camino, si le das posada. Meditación de Adviento.

Miércoles, 4 de diciembre de 2024

IMG_8893Del blog de Xabier Pikaza:

He comentado ayer el evangelio del primer domingo de Adviento, tomado de Lucas. Pero el verdadero comienzo de adviento para los cristianos sigue siendo Moisés, con la revelación de Dios como Yahvé (el que nos hace ser) , retomando el camino del Éxodo, gran Salida, la marcha que nos lleva  a la tierra prometida.

Toma el libro del Éxodo, si te parece. Vuelve al Dios de Moisés, con las reflexiones que ofrezco a continuación. Pero no olvides que tú mismo eres Moisés, si quieres hacer el camino de Adviento de Dios. Mi reflexión puede acompañarte. Lo importante es la posada 

Los vecinos de Israel y muchos judíos adoraban a Dios como Baal, Señor Toro, y le unían a la Ashera, Gran Madre. Ese Dios Toro podía engendrar y luchar y vencer, pero no podía amar ni cuidar a los hombres y mujeres. Era signo del sexo fecundo y la riqueza (oro), como indica el texto central de Ex 32, que le contrapone a Yahvé. Muchos judíos preferían al Dios-Toro, según la confesión del Sumo Sacerdote Aarón, hermano de Moisés, que decía: «Éste es tu Dios, Israel, que te sacó de Egipto» (Ex 32, 4). Ése Toro/Dios importante, como sabían otros pueblos antiguos (que adoraban a Indra y Zeus, Baal y Hadad etc.), pero no podía dialogar con los hombres, ni enseñarles un camino de vida, ni darles una ley social, ni amarles.

            Superando ese nivel del Dios-Toro, los creadores de la nueva religión israelita han interpretado a Dios como Persona y Presencia salvadora, alguien que puede hablar con los hombres, y enseñarles a vivir como con una Ley, sin imágenes sagradas ni signos sexuales divinos. Los responsables de esa revolución de Dios han sido los profetas del VIII al V a.C. y su influjo ha quedado reflejado en los textos fundamentales del Pentateuco, que le presentan como Yahvé, Aquel que Es.

Dios sin imagen (Ex 20, 2-6).Ese Dios Yahvé no es macho ni hembra, ni cielo ni tierra, nada que podamos conocer o ignorar, sino Amigo y Protector supremos de los hombres, Aquel que es por sí mismo, sin que nosotros podamos manejarle. Por eso, la Biblia prohíbe poner a su lado a otros dioses o representarle con signos del mundo y rechaza las imágenes sagradas (de madera o bronce) y las representaciones políticas (reyes sagrados):

  •  Yo soy Yahvé, tu Dios, que te saque de Egipto, de la esclavitud.
  • No tendrás otros dioses frente a mí.
  • No te harás ídolos, imagen alguna
  • de lo que hay arriba en el cielo, abajo en la tierra o  debajo de la tierra.   (Ex 20, 2-6).

Es un Dios celoso de su identidad, Yahvé, el Señor, sin esposa sin hijos, sin hermanos ni compañeros, por encima de todo lo que puede hacerse, decirse o pensarse. Es Dios invisible y no puede compararse con ninguna realidad del mundo (cielo, tierra, infierno). Y sin embargo es fuente de amor, de presencia liberadora, de responsabilidad humana, en línea de libertad. Así dice Moisés a los israelitas:

  • No os pervirtáis y hagáis para vosotros escultura, imagen de figura alguna,
  • efigie de varón o hembra, imagen de animales terrestres, imagen de aves que vuelan por el aire…de peces que nadan por el agua, debajo la tierra….
  • Porque Yahvé, tu Dios, los ha repartido entre todos los pueblos.
  • Pero a vosotros os ha tomado Yahvé de la mano
  • y os ha sacado del horno de hierro, de Egipto,
  • para que seáis el pueblo de su heredad (Dt 4, 11-20).

             Ésta es la palabra clave: “No os hagáis imagen de varón ni hembra, de padre o madre, de lo masculino o femenino…” Estrictamente hablando, los israelitas deben superar todos los signos humanos de Dios, de manera que no pueden llamarle ni siquiera padre… Sin embargo, paradójicamente, este Dios sin imagen aparece como alguien muy amigo, muy cercano, pues la Biblia sabe desde el principio que él les ha creado a su imagen y semejanza (cf. Gen 1, 28), ocupándose en especial de los oprimidos de Egipto, a quienes ama y libera de un modo eficaz:

‒ Yahvé es trascendente, supera todo límite cósmico y social, de manera que no podemos llamarle ni siquiera Padre, pues al hacerlo le identificaríamos con un tipo de función humana. Dios desborda, al mismo tiempo, todo poder impositivo, representado por el Faraón y el sistema de Egipto (¡horno de hierro!).No se impone con autoridad, pero abre para los oprimidos un camino de libertad. No se confunde con nada, está más allá de todo lo que conocemos y desconocemos, pero nos impulsa a vivir.

‒ Yahvé es creador, un Dios cercano, y así ofrece a los hombres su “palabra” (mandamientos), de forma que ellos puedan vivir en libertad y justicia sobre el mundo. Él se revela por encima de los grandes poderes del cosmos (nube, oscuridad y fuego; cf. Ex 19), sin que podamos verle, siendo, al mismo tiempo, totalmente cercano a nosotros. No le vemos, pero podemos escuchar su Palabra, acoger sus mandamientos y cumplirlos, sabiendo que él cuida de nosotros, pues somos su tesoro (es decir, su heredad).

             Ésta formulación tiene grandes consecuencias sociales y políticas: Los israelitas han in­terpretado la estructura y práctica religiosa de los pueblos vecinos (egipcios, babilonios, cananeos) como idolatría (adoración de pode­res cósmicos) y como sometimiento social y político (el Dios falso avala y ratifica la opresión de Egipto y de los cananeos). Sólo rechazando el paganismo y descubriendo a Dios como liberador de los oprimidos, los israelitas han podido descubrir la verdad de Dios como fuente e impulso de todo lo que existe.

 Dios amor. Shema (Dt 6, 4-5).Dios no es padre ni madre, ni tiene figura, de forma que no le vemos, pero nos habla; no tiene rostro, pero nos acompaña. No se confunde con nada, y sin embargo crea todo, desde su trascendencia personal. ¿Cómo podremos representarle? Éstos son los momentos de su historia, vinculada de un modo especial con su Pueblo Israel:

‒ Yahvé, Dios del Éxodo: nos libera del pasado de opresión y nos hace dueños de nuestra propia vida. Algunos ante­pasados de Israel, queriendo superar la esclavitud de Egipto, sintieron la ayuda protectora de Dios en el Mar Rojo. Desde entonces, su forma de entender la historia estuvo vinculada a esa experiencia: Dios es mano poderosa que libera a los oprimidos, es voz de gracia y libertad que convoca a los hebreos (esclavos, expulsados de un sis­tema imperial, pobres de toda raza y lengua), abriendo para ellos un camino de vida. Así lo siguen celebrando todavía judíos y cristianos en su fiesta pascual, con Moisés y Jesús (cf. Ex 1-15).

‒ Dios, Prome­sa de Vida: así impulsa a los hombres abriendo para ellos un futuro. Les libera de la esclavitud cósmica (por hermosa que ella sea), de la repetición cíclica del tiempo y de la vida, instaurando para ellos un camino personal (humano) de fidelidad y de esperanza. Él es poder de vida que, venciendo las limitaciones del miedo y de la muerte, la esclavitud social y la violencia cósmica, abre a los creyentes un futuro de existencia liberada. Así aparece en la Biblia desde Gen 12, con Abraham).

‒ Dios es Alianza, se une con los hombres como amigo, estableciendo con los suyos un contrato o compromiso de fidelidad mutua en amor, como persona con persona: no es un poder cósmico (un toro fuerte, con gran sexo y mucho oro),sino el Viviente Amigo: Aquel que sostiene y garantiza la vida de los hombres y mujeres de Israel, que así aparece como pueblo de la alianza, que mantiene con Dios un diálogo incesante, de libertad a libertad, de persona a persona, a lo largo del Éxodo (cf. Ex 19-34) y del Deuteronomio

             La visión de Dios que aparece en estas tradiciones es fruto de un proceso teológico (y vital), es el resultado de un camino  que los israelitas fueron descubriendo y recorriendo en una marcha religiosa (histórica y social) llena de riesgo y tensiones, a lo largo de siglos (del XII al V-IV a.C). Desde ese fondo se pueden precisar sus rasgos más significativos:

 ‒ Yahvé es trascendente (está siempre más allá). No es la vida del cosmos, ni lo más alto del mundo, ni su totalidad. No es cielo estrellado ni la extensión de la tierra ni los mares. No es el todo, ni una zona especial dentro del todo. Tampoco es poder político, ni principio de estabilidad de los imperios de la tierra, sino el Infinito, Trascendente; existe por sí mismo, más allá de todo. Cambian y mudan las cosas que conocemos: todas se mantienen en constante movimiento de unión y separación, de nacimiento y de muerte, pero él está siempre como amor, cerca de su pueblo.

Es Dios del pueblo y libremente ha querido vincularse a Israel, a través de la “historia” ya citada (de Éxodo, Promesa y Alianza). En ese sentido, utilizando una palabra que es propia de la tradición teológica posterior, podemos afirmar que (siendo trascendente) Dios se ha hecho “inmanente” (se ha introducido) en la historia del pueblo. Más aún, siendo “eterno” (inmutable), él se ha hecho tiempo (mudable) para compartir la vida de los hombre. En este sentido podemos afirmar que él es Padre (protector, amigo) del pueblo.

            En esa línea, los israelitas más fieles a la alianza saben que Dios no es  padre ni madre, esposo ni esposa, hijo ni hermano, en sentido biológico, sino en sentido vital y personal mucho más hondo. Dios actúa como Padre y Amigo, porque es amor vivo y efusivo y porque actúa de esa forma,  de un modo personal (amoroso) en nuestra vida. No le conocemos, y sin embargo sabemos que nos ama. No necesita nada de nosotros, y sin embargo quiere que le amemos. Así lo muestra la gran Confesión de Fe de Israel, llamada “shema” (escucha):

   Amar a Dios, amar a los hombres. Dios  No tiene figura, y no le podemos ver, pero nos habla. Carece de imagen material, pero nosotros somos su imagen, su presencia en el mundo y así acompaña. No se confunde con nada, y sin embargo  está en todo y mantiene en su ser todo, desde su trascendencia (sin hacerse una cosa más entre las cosas). No conocemos su rostro, pero sabemos que nos ama y pide nuestro amor, estando así presente en cada uno de los hombres y mujeres que encontramos en la vida en camino de amor, siendo su imagen (cf. Gen 1, 27-28). No necesita nada de nosotros, pero quiere que le respondamos. Es trascendente y, sin embargo, es el más cercano, aliado en amor:

  •  Escucha, Israel: Yahvé, nuestro Dios, es Yahvé Uno.
  • Amarás a Yahvé, tu Dios,
  • con todo tu corazón, con toda tu alma y con todas tus fuerzas.
  • Estas palabras que yo te mando estarán en tu corazón.
  • Las repetirás a tus hijos y las dirás sentado en casa o haciendo camino,
  • cuando te acuestes y cuando te levantes (Dt 6, 4-7).

 La Biblia sabe que hay otros amores (de padre o madre, hijo o hermano, amigo o compañero), pero descubre y proclama como principio de todos el amor originario de Dios, Gran Amado, que pone en movimiento la vida de los hombres con su mandamiento primero: Amarás a Yahvé, tu Dios… Ésta es la palabra creadora del cielo y de la tierra: “Amarás”, es decir “amadme, quiero ser amado, en mi amor encontraréis vuestro  camino”.

Ese amor que Dios reclama queriendo ser Amado despierta a los seres humanos, les hace carne de amor, les pone en camino, y así en camino seguimos desde los primeros “limos iníciales”. Esta es la tarea de Dios, este su oficio: Atraernos con amor, impulsarnos y darnos compañía, de manera que en él y por él vivamos, nos movamos y seamos (Discurso de Atenas: Hechos 17). Amarle con todo el corazón, con toda el alma… significa escuchar su llamada, acogiendo su presencia, respondiendo a su llamada, de persona a persona. Respuesta al amor de Dios, eso es la vida de los hombres. Este pasaje, convertido en centro de la experiencia israelita (shema), incluye dos artículos: Dios Amado, los hombres como amantes.

 (1) Dios amado, fondo y meta de  vida  de los hombres, más allá de todo lo sabido e ignorado. Conforme a la Biblia judía, él, se vincula de un modo especial con los israelitas (y por medio de ellos con todos los hombres y mujeres del mundo) diciéndoles “amadme”. Es como si él dependiera en un sentido muy hondo del amor y la respuesta de los seres humanos. No es solamente el que ama, como indica la tradición profética, sino también el que quiere ser amado, no por carencia o deficiencia, sino por plenitud suprema.

(2) Israel, pueblo Adviento, expresión de la venida de Dios en el mundo, en su vertiente judía (que es muy importante, no la única) ha escogido para hacerse presente, diciéndole “amarás…” (=amadme), desde su transcendencia, confiándole así una misión de amor y fidelidad entre todas las naciones, como si fuera su esposa querida, no en un pleno de hierogamia sexual cerrada en sí misma, sino de identidad abierta y y comunión comunicativa  (y al al servicio de) todos los pueblos de la tierra[1].(cf. Eclo 17, 14-17) Éste es el primer mandamiento, y, en el fondo, el único: Dios, como trascendencia absoluta de amor quiere que le amemos, como si su esencia dependiera del amor que nosotros le damos, como espejo donde su luz se refleja Dios es para ser amado; existe en sí mismo existiendo en aquellos que le aman, es decir, que se aman entre sí, pues, como Jesús, el amor a Dios se expresa y despliega en el amor entre los seres humanos, que entre sí prójimos (cercanos, en la vida y camino: cf. Mc 12, 28-32).

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En busca de la esperanza de Adviento en un mundo de sol oscurecido

Lunes, 2 de diciembre de 2024

IMG_8861Nichole M. Flores

Las reflexiones bíblicas anuales de Adviento de Bondings 2.0 comienzan hoy. Este año, presentamos reflexiones de cuatro teólogos y líderes pastorales católicos aliados y LGBTQ+ hispanos.

La reflexión de hoy es de Nichole M. Flores, profesora asociada de estudios religiosos en la Universidad de Virginia, donde también es directora de la Iniciativa de Estudios Católicos y codirectora del Foro sobre Religión y Democracia. Es autora de The Aesthetics of Solidarity: Our Lady of Guadalupe and American Democracy.

Las lecturas del primer domingo de Adviento, ciclo C. Las lecturas litúrgicas de hoy del Primer Domingo de Adviento están disponibles aquí.

Este año, el Adviento trae consigo la sensación de que vivimos en un final de era violento e implacable. Encendemos velas en la oscuridad, rezando para que nos den suficiente luz para encontrar nuestro camino en estos tiempos sombríos e inciertos.

La lectura del evangelio de hoy de Lucas 21 pinta un cuadro igualmente sombrío del mundo que enfrentan los discípulos de Jesús. Anteriormente en este capítulo del evangelio, tenemos una idea de los inquietantes “signos de los tiempos” que anunciarían que el fin se acercaba: la destrucción del templo (v. 5-6), guerras e insurrecciones (v. 9-11), la destrucción de Jerusalén (v. 20-24).

Las escenas angustiosas de la primera parte de este capítulo culminan en la visión apocalíptica que se presenta en la lectura del Evangelio de hoy. La lucha y el miedo permanecen; incluso el sol, la luna y las estrellas se convierten en signos de los tiempos turbulentos: “La gente desfallecerá por el temor y la expectación de lo que vendrá sobre el mundo, porque las potencias de los cielos serán sacudidas”. (v. 26)

IMG_8865Este pronunciamiento nos suena disonante en nuestros tiempos, especialmente en tiempos en los que vivimos en los que la vida y la dignidad de las personas LGBTQ+ están bajo constante amenaza. Las guerras y los rumores de guerras contra la vida queer perturban las mentes y los corazones de todos los que creen en la promesa de Dios de dignidad, justicia y prosperidad para todos. Las amenazas contra la vida LGBTQ+ y contra quienes son vulnerables parecen justificadamente cataclísmicas en nuestros tiempos. El pronunciamiento apocalíptico de Jesús reconoce los temores de sus discípulos: “Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas, y en la tierra las naciones estarán consternadas, perplejas por el rugido del mar y de las olas” (v. 25)

Pero la invocación que hace Jesús del sol, la luna y las estrellas nos ofrece indicios de la promesa de liberación contenida incluso en estas señales inquietantes. Los estudiosos bíblicos Richard A. Henshaw y Marvin Sweeny explican que esta dramática imagen apocalíptica se entrelaza tanto en las escrituras hebreas como en las cristianas: “La imagen está asociada con el Hamsin (árabe) o Sharav (hebreo), el viento seco del desierto… que llena el cielo de polvo y marca las transiciones entre las estaciones secas de verano y las lluviosas de invierno tanto en el Israel antiguo como en el moderno”. De hecho, los vientos cálidos oscurecen el sol y enrojecen la luna en estos tiempos: es aterrador. Pero la sangre, el fuego y las columnas de humo también recuerdan el éxodo, signos de la guía de Dios en tiempos difíciles, hacia un desierto desconocido que, no obstante, promete liberación.

Al encender la primera vela del Adviento, sabemos que no estamos solos en nuestra incertidumbre y temor. Pero al recordarnos los signos del sol, la luna y las estrellas, Jesús nos guía hacia la promesa de liberación que reside incluso en tiempos como estos. Dejemos que ese recordatorio nos guíe en esta temporada de anticipación de su nacimiento.

—Nichole M. Flores, 1 de diciembre de 2024

Fuente New Ways Ministry

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Sea sólo Adviento

Domingo, 1 de diciembre de 2024

flores

Adviento,
otra vez Adviento,
sea siempre Adviento,
sea sólo Adviento
el Tiempo. 

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera.
Sal Terrae, 1986

***

Pregón de Adviento

Os anuncio que comienza Adviento.
Alzad la vista,
Restregaos los ojos,
Otead el horizonte,
Daos cuenta del momento.
Aguzad el oído.
Captad los gritos y susurros,
El viento,
La vida…

Estad alerta y escuchad.
Lleno de esperanza grita Isaías:
“Caminemos a la luz del Señor”.
Con esperanza pregona Juan Bautista:
“Convertíos, porque ya llega el reino de Dios”.
Con la esperanza de todos los pobres de Israel,
De todos los pobres del mundo,
Susurra María su palabra de acogida:
“Hágase en mí según tu palabra”.

Alegraos,
Saltad de júbilo.
Poneos vuestro mejor traje.
Perfumaos con perfumes caros.
¡Que se note!
Viene Dios.
Avivad alegría, paz y esperanza.
Preparad el camino.
Ya llega nuestro Salvador.
Viene Dios…
Y está a la puerta.
¡Despertad a la vida!

*

F. Ulibarri

***

 

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

“Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad.

Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra.

Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.”

*

Lucas 21, 25-28. 34-36

***

Tendrá lugar entonces, sin duda, la Parusía sobre una Creación llevada al paroxismo de sus aptitudes para la unión. Revelándose al cabo la acción única de asimilación y de síntesis que se proseguía desde el origen de los tiempos, el Cristo universal brotará como un rayo en el seno de las nubes del Mundo lentamente consagrado.

Las trompetas angélicas no son más que un débil símbolo. Agitadas por la más poderosa atracción orgánica que pueda conocebirse (¡la fuerza misma de cohesión del universo!), las mónadas se precipitarán al lugar en que la maduración total de las cosas y la implacable irreversibilidad de la Historia entera del Mundo las destinarán irrevocablemente; las unas, materia espiritualizada, en el perfeccionamiento sin límites de una eterna comunión; las otras, espíritu materializado, en las ansias conscientes de una interminable descomposición.

De este modo se hallará constituido el complejo orgánico: Dios y Mundo, el Pleroma, realidad misteriosa que no podemos decir sea más bella que Dios solo, puesto que Dios podía prescindir del Mundo, pero que tampoco podemos pensar como absolutamente accesoria sin hacer con ello incomprensible la Creación, absurda la Pasión de Cristo y falto de interés nuestro esfuerzo.

Entonces será el final.

Como una marea inmensa, el Ser habrá dominado el temblor de los seres. En el seno de un Océano tranquilizado, pero que en cada gota tendrá conciencia de seguir siendo ella misma, terminará la extraordinaria aventura del mundo. El sueño de toda mística habrá hallado su manifestación plena y legítima. Dios será todo en todos.

*

Pierre Teilhard de Chardin,
El porvenir del hombre,
Madrid 1965, 378- 379.

***

***

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“Sin matar la esperanza”. 1 Adviento – C (Lucas 21, 25-28.34-36)

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8775Jesús fue un creador incansable de esperanza. Toda su existencia consistió en contagiar a los demás la esperanza que él mismo vivía desde lo más hondo de su ser. Hoy escuchamos su grito de alerta: «Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación. Pero tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y la preocupación del dinero».

Las palabras de Jesús no han perdido actualidad, pues también hoy seguimos matando la esperanza y estropeando la vida de muchas maneras. No pensemos en los que, al margen de toda fe, viven según aquello de «comamos y bebamos, que mañana moriremos», sino en quienes, llamándonos cristianos, podemos caer en una actitud no muy diferente: «Comamos y bebamos, que mañana vendrá el Mesías».

Cuando en una sociedad se tiene como objetivo casi único de la vida la satisfacción ciega de las apetencias y se encierra cada uno en su propio disfrute, allí muere la esperanza.

Los satisfechos no buscan nada realmente nuevo. No trabajan por cambiar el mundo. No les interesa un futuro mejor. No se rebelan frente a las injusticias, sufrimientos y absurdos del mundo presente. En realidad, este mundo es para ellos «el cielo» al que se apuntarían para siempre. Pueden permitirse el lujo de no esperar nada mejor.

Qué tentador resulta siempre adaptarnos a la situación, instalarnos confortablemente en nuestro pequeño mundo y vivir tranquilos, sin mayores aspiraciones. Casi inconscientemente anida en nosotros la ilusión de poder conseguir la propia felicidad sin cambiar para nada el mundo. Pero no lo olvidemos: «Solamente aquellos que cierran sus ojos y sus oídos, solamente aquellos que se han insensibilizado, pueden sentirse a gusto en un mundo como este» (R. A. Alves).

Quien ama de verdad la vida y se siente solidario de todos los seres humanos sufre al ver que todavía una inmensa mayoría no puede vivir de manera digna. Este sufrimiento es signo de que aún seguimos vivos y somos conscientes de que algo va mal. Hemos de seguir buscando el reino de Dios y su justicia.

José Antonio Pagola

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“Se acerca vuestra liberación”. Domingo 01 de Diciembre de 2024. Primer Domingo de Adviento (Comienza el ciclo C)

Domingo, 1 de diciembre de 2024

01-advientoC1Leído en Koinonia:

Jeremías 33, 14-16. Suscitaré a David un vástago legítimo.
Salmo responsorial: 24, 4bc-5ab. 8-9. 10 y 14: A ti, Señor, levanto mi alma.
1Tesalonicenses 3, 12-4, 2: Que el Señor os fortalezca internamente, para cuando Jesús vuelva.
Lucas 21, 25-28. 34-36: Se acerca vuestra liberación.

Este primer domingo de adviento sirve de puente entre el tiempo ordinario y el tiempo de adviento. El tiempo ordinario termina reflexionando sobre la segunda venida de Jesús, sobre los acontecimientos del fin de los tiempos. En esta medida el primer domingo del adviento se inaugura con el tema del final de los tiempos, y nos va a introducir en el tiempo de la espera y de la esperanza, el tiempo de adviento.

La lectura del libro de Jeremías nos sitúa en el tiempo inmediatamente posterior a la destrucción de Jerusalén en el año 587 a.C. El pueblo está desolado y empieza a tomar conciencia de su situación. Jeremías dirige su palabra profética a su pueblo para decirle que Dios no los ha abandonado, que hará regresar a los cautivos y los perdonará, se construirán de nuevo las ciudades, los campos volverán a granar y los ganados a pastar. Es esos días el Señor hará brotar en rey justo, no como los reyes que los llevaron al destierro, el cual será llamado «Dios es nuestra justicia». Vendrá un rey justo a restaurar al pueblo de Israel.

El salmo responsorial expresará que esa esperanza que leemos en la primera lectura, no quedará defraudada, pues quien espera y quien es fiel al Señor no queda defraudado. Yahvé siempre lleva al cumplimiento su palabra. Por esta razón el salmo enfatiza la idea de Jeremías, el rey de justicia que esperamos sí llegará. Ese rey esperado es para nosotros los cristianos, Jesús el señor.

El Segundo Testamento a partir de la novedad de Jesús nos introducirá en otro tipo de espera y esperanza. Supone claramente que el rey esperado del Primer Testamento es Jesús, pero abre la puerta a una espera en el esperado, hacia el final de los tiempos. Jesús vino en humildad, como el campesino de Nazaret que fue obediente al Padre, y que por esa obediencia fue muerto y resucitado. Pero al final de los tiempos, él regresará a manifestar su gloria. Por eso en la carta de los Tesalonicenses, Pablo exhorta a la comunidad a mantenerse fieles a Jesús y prepararse para esa segunda venida. El evangelio de Lucas describe de manera metafórica, los acontecimientos que precederían a esa segunda venida de Jesús. Por este acontecimiento final es que Lucas invita a los hermanos y hermanas a mantenerse fieles y vigilantes para mantenerse en pie (fieles) ante el Hijo del Hombre.

El texto del evangelio de hoy es un texto difícil: la liberación llega. En los versículos anteriores Lucas nos hablaba del asedio a Jerusalén (21,20-23). Ahora, alude a la segunda venida de Jesús: es decir a lo que llamamos la parusía. El discurso de Jesús es apocalíptico y adaptado a la cultura de su tiempo (apocalipsis no significa catástrofe, como tendemos a pensar, sino revelación), y nosotros tenemos que releer esas señales del mundo natural en el mundo de la historia, que es el lugar en que el Espíritu se manifiesta. La segunda venida del Señor revelará la historia a sí misma. La verdad que estaba oculta aparecerá a plena luz. Todos llegaremos a conocernos mejor (1Cor 13,12b).

En nosotros existe la angustia, el miedo y el espanto, no causados por “las señales en el sol, la luna y las estrellas”. Nuestras angustias e inseguridades están causadas más bien por las crisis económicas, por los conflictos sociales, por el abuso del poder, por la falta de pan y trabajo, por la frustración… de tantas estructuras injustas, que solo podrán ser removidas por el paso -del amor de Dios y su justicia- en el corazón del ser humano.

El mensaje de Jesús no nos evita los problemas y la inseguridad, pero nos enseña cómo afrontarlos. El discípulo de Jesús tiene las mismas causas de angustia que el no creyente; pero ser cristiano consiste en una actitud y en una reacción diferente: lo propio de la esperanza que mantiene nuestra fe en las promesas del Dios liberador y que nos permite descubrir el paso de ese Dios en el drama de la historia. La actitud de vigilancia a que nos lleva el adviento es estar alerta a descubrir el “Cristo que viene” en las situaciones actuales, y a afrontarlas como proceso necesario de una liberación total que pasa por la cruz.

Por eso el Evangelio nos llama a “estar alerta”, a tener el corazón libre de los vicios y de los ídolos de la vida (la conversión), para hacernos dóciles al Espíritu de Cristo que habita las situaciones que vivimos en nuestro entorno. Nos llama a “estar despiertos y orando”, porque este Espíritu se descubre con una Esperanza viva, punto de encuentro entre las promesas de la fe y los signos precarios que hoy envuelven esas promesas. La esperanza es una memoria que tiende a olvidarse, se nutre con la oración, nos adhiere a las promesas de la fe y nos inspira, cada día, la búsqueda de sus huellas en las señales del tiempo. La Esperanza cristiana se hace por nuestra entrega a trabajar para que las promesas se verifiquen en nuestras vidas.

El adviento es tiempo de preparación de espera. Jesús cumplió las promesas del Antiguo Testamento con su vida y predicación. No esperamos su nuevo nacimiento. Esperamos que él vuelva a juzgar la creación. Es ese momento el que esperamos, y para ese momento en que creemos que la justicia, que la igualdad, que la solidaridad se impondrán. Leer más…

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1.12.24 Dom 1º Adviento: Verán al Hijo del Hombre.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8848Del blog de Xabier Pikaza:

Lucas 21, 25-28. 34-36

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos: “Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, enloquecidas por el estruendo del mar y el oleaje. Los hombres quedarán sin aliento por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues los astros se tambalearán.

Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y majestad. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza: se acerca vuestra liberación.

Tened cuidado: no se os embote la mente con el vicio, la bebida y los agobios de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad siempre despiertos, pidiendo fuerza para escapar de todo lo que está por venir y manteneros en pie ante el Hijo del hombre.”

| Xabier Pikaza

Éste es un texto de larguísima historia. Básicamente es un texto del Evangelio de San Lucas, que nos ofrece su propia visión de la historia de los hombres, marcada para siempre por el nacimiento de Jesús. Pero en ese texto y en esa historia del texto  hay menos cuatro o cinco estratos:

(a) En el fondo del texto pueden verse rasgos de miedo universal (¡todos los pueblos han sufrido terrores ante el cosmos!), vinculados a la exigencia y esperanza de los profetas de Israel y de los apocalípticos judíos. Se trata de un texto universal de miedo y de esperanza, muy propio de nuestro momento (año 2024/2025), marcado por grandes crisis políticas y económicas, y en especial por la “pandemia” y la gran amenaza ecológica (calentamiento global, polución del agua y del aire). Llevamos meses de guerra en Ucrania y Palestina/Israel,  con miedo de bombas

(b) Este pasaje recoge también la experiencia de Jesús y de las primeras comunidades cristianas, especialmente aquella que se ha expresado en el  libro del Apocalipsis, en algunos pasajes de la tradición de Pablo (1 y 2 Corintios) y en el evangelio de Marcos (Mc 13, capítulo del que Lucas toma los temas principales de su texto). Es un texto que nos sitúa en el principio del cristianismo. Hubo entonces inmensas esperanzas, pero también miedos de guerra con Roma, de Guerra en todo el Oriente

(c) El texto recoge igualmente, los rasgos de la comunidad de Lucas, con la propia inspiración del evangelista. Para entenderlo bien hay que leerlo y comprenderlo desde el conjunto de au Evangelio de Lucas y de su comunidad creyente, a caballo entre el judaísmo y la cultura griega, en un momento de cambios muy fuertes, de tipo social y cultural. Ayudan en esta línea los comentarios de J. L. Sicre, y también los de J. A. Fytzmyer (Fitzmyer, J. A., El evangelio según san Lucas, I-4. Cristiandad, Madrid 1986/7 y 2004) y F. Bovon (F. El evangelio según san Lucas. I-IV, Sígueme,

(d) El texto ha sido recortado y pegado por la liturgia católica, que toma pasajes de aquí y de allí (de Lc 21, 25-36) para recomponerlos de un modo más o menos convencional, creando así un pasaje nuevo, apropiado para el comienzo del adviento católico. En ese sentido, es un texto de la Iglesia, que nos sirve para pasar del fin de la historia a su comienzo, de Cristo Rey al Adviento. Por eso, comento el texto litúrgico, paso a paso, no el texto de fondo Lucas, que ofrece otros rasgos y motivos que aquí se han omitido. Una vez más, la liturgia nos pone ante el gran amino de Jesús, unido al camino del mundo

(e) Éste es un texto que debo hacer  mío, un texto nuestro… Cada uno de nosotros tenemos que elaborarlo, situándolo dentro de nuestras esperanzas, miedos y alegrías. No puedo recoger toda la historia y teología de Adviento de Jesús, de la iglesia primitiva y de Lucas. Por eso, me limito a comentar del modo más sencillo las palabras del texto actual, conforme a mi visión particular, de creyente y lector de la Biblia, que quiero compartir con vosotros. Para ello divido el texto, de un modo un poco convencional en cuatro escenas (que puede dividirse cada una en tres partes):

Primera escena: Un contexto de miedo

  •  a. Habrá señales en el sol, en la luna y en las estrellas;
  • b. y en la tierra la angustia se apoderará de los pueblos,
  • c. asustados por el estruendo del mar y de sus olas

Dividido el texto en tres partes que leemos desde los extremos, pasando del a y del c al b, como ahora diremos.

(a) Nos hallamos ante un desquiciamiento cósmico, que se expresa en la tríada celeste : cielo, tierra, mar (falta el infierno, las partes inferiores, vinculadas con la condena). En el cielo están los grandes (sol, luna, estrellas) que empiezan a dar señales falsas, ya no alumbra; lo que era principio de estabilidad suprema aparece como expresión de locura.

(c) Por su parte, el mar destruye sus “amarras”, se elevan las olas y tienden a inundar toda la tierra. Según Gen 1, Dios había construido el mundo “domando” los mares, colocando las aguas en sus límites y cauces, permitiendo que surgiera la tierra. Ahora se rompen los límites: sube el agua de los mares en una especie de diluvio invertido, un inmenso tsunami que llega a cubrir los montes más altos.,, Es como si viniera la Dana de Valencia, multiplicadas por miles y miles de torrentes bajando de las nubes, sin pausa, en diluvio universal.

(b) En medio queda la angustia: los hombres están hechos de miedo. El miedo es como un cáncer que se va extendiendo y les va dominando desde fuera, como un sida que les inunda desde el cielo loco, desde el mar desmadrado.

Segunda escena. Superar el miedo: llega el Hombre

  • (a) Los hombres se morirán de miedo, al ver esa conmoción del universo;
  • (b) pues las potencias del cielo quedarán violentamente sacudidas.
  • (c) Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con gran poder y gloria.

 Dividido también el texto en tres partes, pero ahora las leemos seguidas, destacando aquellos rasgos que pueden resultar más significativos en nuestro tiempo.

(a) Vuelve el miedo, un miedo de muerte, terror apocalíptico ante la conmoción del cosmos, la gran sacudida de las “potencias” del cielo. Morir es aquí “salir de sí”, perder la “psyche”, el alma, el aliento. De pronto, al descubrir la fragilidad de los elementos, los hombres pierden el alma, el valor, las ganas de la vida.

(b) Esta muerte por terror (¡puro terror cósmico, más que guerra y peste, más que sida…!) tiene un fundamento cósmico: la sacudida de las “potencias”, que en griego se llaman “dynameis”. Potencias son en lenguaje bíblico los principios rectores del cosmos, los ángeles astrales, los principios matemáticos que rigen el movimiento de los astros…. Este mundo tiene una fecha de caducidad; cielos y tierra pasarán, dice el AT y el evangelio. En un sentido, todo ese mundo superior de equilibrio en el que estamos sustentados se sacuda y quiebra. Crecen las grietas del gran cosmos, morimos de miedo. Ésta es la más horrorosa de todas las muertes de la humanidad: morir de miedo al descubrir nuestra nada, la nada del cosmos. Muchos temen literalmente la llegada de un fin del cosmos… Normalmente pasarán miles y miles de milenios antes de que el mundo termine, pero estamos en riesgo, siempre en riesgo, pues al ritmo de vida en que vivimos  podemos destruir la vida de este planeta tierra en unas pocas generaciones.

(c) Entonces “verán al Hijo del Hombre…”. No se dice que verán a Dios, ni siquiera al Cristo, ni a los ángeles del cielo: Verán al Hijo del Hombre, es decir, la humanidad verdadera. Éste es el arco iris tras la tormenta del diluvio (Gen 9, 13-16), el arco iris de la paz de Dios, del amor de Dios, Puede morir todo, pero el hombre no acabará… Cielo y tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán… (Lc 21, 33). Pues bien, las palabras de Dios se concretan en el Hombre que viene, la nueva humanidad, que nace de arriba, del trono de Dios, con poder y gloria… Éste es el misterio del nacimiento.

Tercera escena. Levantad la cabeza

  • (a) Cuando empiecen a suceder estas cosas,
  • (b) cobrad ánimo y levantad la cabeza,
  • (c) porque se acerca vuestra liberación.

IMG_8850 He dividido también esta estrofa en tres versos sencillos, que comentaré de un modo más breve. Ellos marcan el centro del pasaje, en forma de “llamada.

(a) Estas cosas han empezado a suceder… Los hombres y mujeres vivimos en medio del gran miedo. En la antigüedad era miedo de tipo cósmico, miedo al destino. En el comienzo de la Edad Moderna ha sido miedo a la destrucción social, a la peste, a la locura colectiva de las grandes violencias armadas, a las inquisiciones y autoridades perversas. Ahora, en estos últimos años, es miedo a la bomba y al sida, a la guerra mundial y al terrorismo, a la pandemia y a la ruptura ecológica.

(b) Pues bien, en medio del gran miedo se nos dice que recobremos el ánimo, que no demos que se nos valla el “alma”, que no nos abajemos y arrastremos. El hombre (hombre-mujer) es un ser que eleva la cabeza y vive de esperanza. Esto es lo que nos dice el texto, que elevemos los ojos y queramos vivir… Se trata de vivir de esperanza, sabiendo lo que somos, reconociendo nuestra limitación, pero sin dejarnos dominar por ella. Vivir “a cuerpo”, es decir, en humanidad, sin llenarnos de puras pastillas, sin andar de mano en mano, de psiquiatra en psiquiatra… Creer en Dios significa elevar la cabeza.

c) Porque se acerca la liberación… Antes se decía que se acerca el “Hijo del Hombre” (el hombre nuevo, el hombre-mujer de Dios)… Ahora se dice que se acerca la liberación, la “apolytrôsis”: una liberación que se nos ofrece como regalo de Dios (¡don de la vida!), pero que, al mismo tiempo, es regalo de nuestros amigos, es trasformación social (¡justicia!), es plenitud interna… No tener miedo, vivir en el gozo de sabernos Hijos de Dios, llamados a la vida, al nacimiento. Se acerca… ésta es la palabra. Se acerca y nos acercamos.

Cuarta escena: Parénesis o advertencia

(a) Procurad que vuestros corazones no se emboten por el exceso de comida, la embriaguez y las preocupaciones de la vida, (b) porque entonces ese día caerá de improviso sobre vosotros. (c) Ese día será como una trampa en la que caerán atrapados todos los habitantes de la tierra.

 He dividido también esta escena en tras partes, aunque la primera (a) podría dividirse a su vez en otras dos. Después de la gran esperanza de las estrofas anteriores (segunda y tercera) viene esta estrofa sobria, de advertencia.

(a) Que vuestros corazones no se “emboten” (no se hagan pesados, no se cierren). El tema es el corazón, mantener el corazón abierto, tenso hacia la vida, fresco al amor, dispuesto a la ternura. Éste es el lugar del adviento, el principio de la vida, el signo de Dios: ¡Mantener los corazones limpios, capaces de sentir, de mirar de esperar¡  Vivir en dimensión de corazón. Los corazones se embotan por tres cosas, que han de tomarse de un modo simbólico.

(1) La comida: querer tenerlo todo, devorarlo todo, a costa de los demás, mientras sigue extendiéndose el hambre sobre el mundo. Es el riesgo de divinizar un tipo de capital, un tipo de progreso propio (aparente) a costa de la vida de los otros.

(2) La embriaguez: perder la conciencia en el vino o la droga y, sobre todo, en el frenesí de una vida hecha de olvidos, de falsa propaganda, de ansiedades siempre insatisfechas; vivimos de medicinas y drogas, de excitaciones rápidas, de un tipo de sexo sin amor, viajando de parte a parte del mundo (los que pueden), sin salir de su egoísmo, , como si quisiéramos huir de nosotros mismos.

(3) Las preocupaciones de la vida…: el deseo de tener, la búsqueda de seguridad absoluta… El mundo se nos ha hecho un gran mercado y querernos atesorarlo todo, para que nada pueda sorprendernos…

(b) Pero llegará “ese día”…  el día de la plena transparencia, el día del hombres verdadero. Vendrá ese día y corremos el riesgo de no saber acogerlo: estamos perdidos y cuando llegue el momento no sabemos acogerlo. Corremos el peligro de quedar en los elementos externos del miedo, sin “ver al hombre” que viene. Así sucedió en Belén: vino Jesús y sólo unos pastores, fuera del orden social dominante, lograron verle y recibirle. Nosotros, hombres y mujeres del gran mundo occidental: ¿podremos acoger al Hombre que viene? Quizá no. Pero habrá otros, en el margen de nuestro mundo, que sabrán acogerlo, para dejar así que Dios construya (que ellos construyan con Dios) la nueva humanidad.

(c) Porque ese día será como una trampa… Ésta no es la trampa que no pone Dios, ni siquiera un diablo con cuernos y cola, sino la que nos ponemos nosotros mismos. Nuestros abuelos ponían trampas a los animales del bosque. Los grandes jefes actuales ponen trampas por doquier, bombas y sensores para dominar al mundo de la humanidad con vallas electrificadas, con cárceles, con controladores humanos. . No se dan cuenta (¡no nos damos cuenta!) de que se ponen trampas a sí mismos… Vivimos inmersos en una gran trampa. Por eso nos dice el evangelio: ¡tened cuidado, no se emboten vuestros corazones!

Quinta escena: Conclusión. Estad en vela

  • (a) Velad, pues, y orad en todo tiempo,
  • (b) para que os libréis de todo lo que ha de venir
  • (c) y podáis presentaros sin temor ante el Hijo del hombre.

IMG_8849El tema concluye de forma solemne y sencilla, invitando a vivir en “vela”, es decir, a mantener la humanidad, a cultivar el amor, a crear esperanza… a confiar en el Dios que es Vida por encima de la muerte, el Dios de Cristo, principio de resurrección . Antes he dicho que se trata de “vivir a cuerpo”, de un modo directo, sin armaduras de miedo y engaño. Ahora podría decir: ¡Vivid a corazón abierto” (¡que vuestros corazones no se emboten…!

(a) Vivir a corazón abierto es “velad”, mantener el corazón en vela de amor con todos y la mente en diálogo de verdad con el Dios de la vida… Velad significa simplemente ser personas, en esperanza, en confianza, por encima de los miedos cósmicos y las violencias sociales. (b) Sólo así podremos “liberarnos” de los terrores que vienen. Ciertamente, hay terrores y violencias; no hace falta recordarlos, los terrores de fuera (las bombas, las luchas sociales, la pandemia, la dictadura de un tipo de política, economía y cultura de o0presiòn…), los terrores de dentro (la angustia y locura, la falta de amor…). Hay terrores, pero podemos liberarnos de ellos viviendo en vela de amor, en acogida gozosa y confiada de la vida.

(c) Sabiendo que lo que viene (¡el que viene!) es el verdadero ser humano, porque Dios lo quiere así, porque somos de Dios y él ha creado el mundo para compartirlo con nosotros. Por ahora no sabemos cómo vendrá, pero sabemos que el hombre nuevo será hombre de amor (pues sin amor no habrá ser humana, sin amor nos destruiremos todos). Para nosotros, los cristianos, el “hijo de hombre que viene” será el Jesús de la Navidad (el niño para ser amado, para que aprendamos a amar); será la Novia del Apocalipsis, será el Novio Cordero del mismo Apocalipsis (Ap 21-22), para que aprendamos a querernos cara a cara, cuerpo a cuerpo, luz a luz, sobre un mundo transformado en Paraíso. … Pero dejemos el tema así. Ya es suficiente, en este primer domingo del Adviento.

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Justicia, amor, y vigilancia. Domingo 1 de Adviento. Ciclo CJusticia, paz y liberación. Domingo 1 de Adviento. Ciclo C

Domingo, 1 de diciembre de 2024

imageDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Comenzamos un nuevo año litúrgico, preparándonos, como siempre, para celebrar la Navidad, que recuerda el nacimiento de Jesús hace más de veinte siglos. Pero la segunda lectura y el evangelio hablan de su vuelta, no sabemos cuándo, con pleno poder y gloria. ¿Por qué une la liturgia dos acontecimientos separados por tantos siglos? Intentaré explicarlo con la siguiente historia.

La esposa del astronauta y la Iglesia

            Un día la NASA decidió una misión espacial fuera de los límites de nuestro sistema solar. Una empresa arriesgada y larga que encomendaron al comandante más experimentado que poseía. Cuando se despidió de su mujer y sus hijos, la familia pasó horas ante el televisor viendo como la nave se alejaba de la tierra.

            Los niños, pequeños todos ellos, preguntaban continuamente: “¿Cuándo vuelve papá?” Y la madre les respondía: “Vuelve pronto, no os preocupéis”. Al cabo de unos meses, cansada de escuchar siempre la misma pregunta, decidió organizar una fiesta para celebrar la vuelta de papá. Fue la fiesta más grande que los niños recordaban. Tanto que la repitieron con frecuencia. La llamaban “la fiesta de la vuelta de papá”. Pero la inconsciencia de los niños creaba una sensación de angustia en la madre. ¿Cuándo volvería su marido? ¿El mes próximo? ¿Dentro de un año? “La fiesta de papá”, que podía celebrarse en cualquier día del mes y en cualquier mes del año, se le convirtió en una tortura. Hasta que se le ocurrió una idea: “En vez de celebrar la vuelta de papá ‒dijo a los niños‒ vamos a celebrar su cumpleaños. Sabéis perfectamente qué día nació, así que no me preguntéis más cuándo vamos a celebrar su fiesta”.

            A la iglesia le ocurrió algo parecido. Al principio hablaba de la pronta vuelta de Jesús, la que menciona el evangelio de este domingo. Pero esa esperanza no se cumplía, y la iglesia pasó de celebrar su última venida a celebrar la primera, el nacimiento. Sin embargo, no ha querido olvidar la estrecha relación entre ambas venidas, y así se explica que encontremos textos tan distintos.

De reyes inútiles y canallas a un rey justo (Jeremías 33, 14-16)

YA llegan días —oráculo del Señor— en que cumpliré la promesa

que hice a la casa de Israel y a la casa de Judá.

En aquellos días y en aquella hora,

suscitaré a David un vástago legítimo

que hará justicia y derecho en la tierra.

En aquellos días se salvará Judá, y en Jerusalén vivirán tranquilos,

y la llamarán así: “El Señor es nuestra justicia”.

Las últimas décadas del reino de Judá son de trágica ironía. A un rey que muere luchando contra los egipcios (Josías), le sucede otro que es deportado a los tres meses de reinado (Joacaz), y otro famoso por sus terribles injusticias (Joaquín). Entonces Nabucodonosor, rey de Babilonia, nombra rey a Matanías, cambiándole el nombre por el de Sedecías, que significa “Yahvé es mi justicia. Este nombre parece una broma, un insulto. ¿De qué justicia habla Nabucodonosor, el monarca que acaba de destrozar a los judíos? ¿Qué se puede esperar de un fantoche impuesto por el babilonio? La gente se preguntaría: ¿de qué sirve la promesa hecha por Dios a David de una dinastía eterna? ¿Para qué queremos un descendiente de David, si todos los reyes son inútiles o sinvergüenzas?

En este contexto se entiende la promesa hecha por Dios a Jeremías de un rey que se llamará “Yahvé es nuestra justicia. Un monarca cuyo mismo nombre expresa la estrecha relación de Dios con todo el pueblo, y que salvará a Judá y Jerusalén mediante un gobierno justo. Frente a la angustia y la incertidumbre, implantará la tranquilidad.

Lo fundamental es la idea de un monarca que procura el bienestar del pueblo. En el contexto del Adviento, esta lectura nos recuerda que Dios no se desentiende de los graves problemas políticos y sociales de la humanidad. Aunque un volteriano le pediría a Dios que en vez de salvar a Judá y procurar la paz de Jerusalén, salve a los de Gaza y traiga la paz al Líbano.

El amor como preparación a la Navidad: 1 Tesalonicenses 3, 12- 4,2

Esta lectura indica con qué espíritu debemos vivir siempre la vida cristiana, en especial estas semanas del Adviento: amor mutuo y amor a todos, comportamiento que agrade a Dios. Parece algo muy etéreo; habría que leer los consejos que da la carta para concretar esas recomendaciones. Pero también es bueno que cada cual se examine sobre su amor a todos y si su comportamiento agrada a Dios.

         Que el Señor os colme y os haga rebosar de amor mutuo y de amor a todos, lo mismo que nosotros os amamos a vosotros; y que afiance así vuestros corazones, de modo que os presentéis ante Dios, nuestro Padre, santos e irreprochables en la venida de nuestro Señor Jesús con todos sus santos.

            Por lo demás, hermanos os rogamos y os exhortamos en el Señor Jesús: ya habéis aprendido de nosotros cómo comportarse para agradar a Dios; pues comportaos así y seguir adelante. Pues ya conocéis las instrucciones que os dimos, en nombre del Señor Jesús. 

Esperar y preparar nuestra liberación: Lucas 21, 25-28. 34-36.

El evangelio comienza con las señales típicas de la literatura apocalíptica a propósito del fin del mundo (portentos en el sol, la luna y las estrellas) que provocan en las gentes angustia, terror y ansiedad. Pero sustituye el fin del mundo con algo muy distinto: la venida de Jesús con gran poder y gloria; y esto no debe suscitar en nosotros una reacción de miedo, sino todo lo contrario: “cobrad ánimo y levantad la cabeza porque se acerca vuestra liberación”.

En aquel tiempo, dijo Jesús a sus discípulos:

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje, desfalleciendo los hombres por el miedo y la ansiedad ante lo que se le viene encima al mundo, pues las potencias del cielo serán sacudidas. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube, con gran poder y gloria. Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.

A continuación, nos dice el evangelio cómo debemos esperar esta venida de Jesús. Negativamente, no permitiendo que nos dominen el libertinaje, la embriaguez y las preocupaciones de la vida. Positivamente, con una actitud de vigilancia y oración.

Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con juergas, borracheras y las inquietudes de la vida, y se os eche encima de repente aquel día; porque caerá como un lazo sobre todos los habitantes de la tierra. Estad, pues, despiertos en todo tiempo, pidiendo que podáis escapar de todo lo que está por suceder y manteneros en pie ante el Hijo del hombre».

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Reflexión final: acción de Dios y colaboración nuestra

Lo que pide Pablo a los tesalonicenses no se consigue a base del propio esfuerzo. Es preciso que Dios nos colme y haga rebosar de ese amor. Pero nosotros debemos colaborar. Hay que comportarse de acuerdo con lo aprendido. O, como dice el evangelio, tener cuidado, estar despiertos, mantenerse en pie. Algo que no es muy frecuente en estos días de diciembre, cuando lo que más preocupa es la celebración de la fiesta y la elección de los regalos.

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01 de Diciembre de 2024. Primer Domingo de Adviento. Ciclo C.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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“Levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación.”

(Lc 21, 25-28.34-36)

 

¡Levantaos!”. Este tiempo de adviento irrumpe invitándonos no solo a la esperanza sino también al coraje. Porque hace falta ser valiente para “ponerse en pie y alzar la cabeza”, pues solo cuando estamos de pie es posible vivir el evangelio de verdad.

Quizá por eso Jesús se pasó buena parte de su “ministerio” (léase “servicio”) poniendo en pie a todas aquellas personas que encontraba postradas: paralíticas, poseídas, encorvadas, ciegas, muertas, incluso un recaudador de impuestos se puso en pie cuando descubrió lo que la presencia de Jesús significaba en su vida (Cfr. Lc 14, 1-9).

Pero, ¿por qué de pie? Porque solo quien se levanta se predispone a servir y solo desde el servicio descubrimos quién es el Dios de Jesús.

En la última cena, una vez más, Jesús, el que había dedicado tanto tiempo a “levantar” a otras y otros, “se levantó de la mesa, se quitó el manto, tomo la toalla… y se dispuso a servir, se puso a lavarle los pies a sus discípulos, a esos mismos discípulos a los que unos días antes había invitado a esperar la liberación levantados y con la cabeza alzada.

Esperar”, en cristiano, es sinónimo de servicio, el Reino llega en forma de semilla, Dios viene al mundo en la fragilidad de un recién nacido y todos nosotros, que esperamos el gran acontecimiento de su venida, tenemos que vivir nuestra espera al estilo del Maestro. Es decir con la “toalla ceñida”.

Por eso no vale esperar de manos cruzadas, ni a medio gas. El seguimiento de Jesús requiere el 100% de disponibilidad, esperanza y servicio. ¿A qué esperas?

Oración

¡Levantaos!, de pie y con la cabeza bien alta.
¡Levantaos! con una sonrisa en el alma.
¡Levantaos! para derrochar un tierno servicio.
¡Feliz Adviento!


*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Dios siempre está ahí.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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DOMINGO 1º DE ADVIENTO (C)

Lc 21,25-36

Hoy primer domingo de Adviento, os propongo unos apuntes sobre cómo debemos entender las Escrituras, que son la base de toda liturgia. Es la ciencia la que nos obliga a salir de nuestra ceguera. A Galileo casi le cuesta la vida decir que la tierra se mueve. El argumento de la Iglesia era: la Biblia dice lo contrario. La Biblia no tenía razón, pero sí Galileo. Hoy el problema es más grave, porque atañe a la manera de interpretar la biblia. Ni una sola frase debemos entender literalmente. Toda ella es mítica, teología narrativa.

Es la ciencia la que nos obliga a dar el cambio. Los medios con que contamos hoy son increíbles. Podemos descubrir lo que hay varios metros por debajo de la tierra sin tocarla. Podemos datar con increíble precisión una mínima parte de materia orgánica o de roca. Muchas otras ciencias están al servicio de la arqueología. La sociología nos permite comprender las circunstancias en que vivían sociedades de las que no sabíamos nada. La historia es capaz de ir más allá de lo que podíamos imaginar hace solo unas décadas.

También el mejor conocimiento de las primeras lenguas escritas nos permite aquilatar el significado de los textos de manera mucho más precisa. La exégesis nos permite interpretar esos mismos textos más de acuerdo con la manera de pensar de cada época. Todos estos avances científicos nos obligan a repensar lo que hasta ahora creíamos de los textos bíblicos. El resultado es que los relatos que han llegado a nosotros no quieren decir lo que, durante mucho tiempo, estábamos convencidos que nos decían.

Lo primero que llama la atención es que todo el AT se escribió entre el s. VII y el IV antes de Cristo. En el siglo séptimo no podían tener ni idea de lo que pasó en tiempo de Noé. Los grandes patriarcas son personajes míticos y todo lo que se dice de ellos no son más que relatos fantásticos utilizando los mitos y leyendas que circulaban en las culturas del entorno. Haber metido a Dios en los relatos no significa que haya intervenido en la historia para dirigirla y condicionarla. Dios no pudo elegir a un pueblo y hacer maravillas en su favor, sobre todo, si, como pasa casi siempre, es en contra de los demás pueblos.

David no fundó ningún imperio. En la arqueología no hay ni rastros de ese poderío. Si existió realmente, no pasó de ser un jefe de bandoleros que se hizo con el mando de una tribu. Entonces Sión no era más que un pueblucho sin ninguna capacidad organizativa, menos aún como centro de un imperio. Es probable que Judea no llegara a los 2.000 habitantes; mal podía tener un ejército de 30.000. La fastuosidad de Salomón no fue más que una leyenda. Puede ser que construyera el primer templo, pero ahí acabaría todo.

Los análisis genéticos han demostrado que los judíos no son una raza especial, que llegaron de otra parte. Son de la misma estirpe que los demás habitantes de Palestina. Tampoco se ha encontrado rastro de una emigración del pueblo judío a Egipto. Los egipcios llevaban las anotaciones de los acontecimientos importantes. No hay ni rastro de una población judía en su territorio. En tiempos del Éxodo, los egipcios tenían vigiladas todas las fronteras con militares que les permitían controlar todo flujo de personas.

Es imposible que salieran de Egipto unos 600.000 varones sin que eso quedase reflejado como un peligro. Es imposible que un número tan descomunal de personas pasaran cuarenta años en el desierto sin dejar el más mínimo rastro. No hubo ninguna teofanía en el Sinaí ni Moisés recibió ninguna tabla con los mandamientos. No hubo ninguna conquista de las tierras de Canaán, porque los judíos siempre estuvieron allí. No pudieron derrumbarse las murallas de Jericó, porque no era más que una aldea insignificante.

Pero, entonces ¿por qué se escribieron todos esos relatos fantásticos que no hacen más que ponderar la intervención de Dios a favor de un pueblo, casi siempre, machacando a otros pueblos? Todos los relatos tuvieron un objetivo muy claro: intentar mantener la esperanza de un pueblo que se sentía zarandeado por todas partes y con muy pocas posibilidades de subsistir. A la vuelta del destierro, el pueblo judío quedó reducido a un puñado de personas de los más bajos estamentos sociales. Lo que consiguieron los escritores fue mantener la esperanza y la energía necesarias para superar las dificultades.

Esto nos tiene que hacer pensar y aceptar que hemos estado leyendo la Escritura de una manera demasiado simplista. Aunque lo que cuentan no concuerde con lo que pasó, sigue teniendo su valor, porque nos invita a buscar una salvación en Dios más allá de las que podemos encontrar por nuestra cuenta. Pero las dificultades que encontraron y cómo fueron capaces de superarlas, eso sí es un hecho histórico. Esto es lo que nos debía preparar a aceptar la lección que aquella actitud puede darnos hoy y buscar una salvación no venida de fuera, sino descubierta en profundo de todo ser humano.

Todo el año litúrgico es un montaje que hemos construido. Dios no está sometido a este artificio. Dios no tiene que venir de ninguna parte. Está siempre ahí esperando que lo descubramos. Nosotros sí necesitamos esos artificios para aprovechar el tiempo y el lugar oportunos para ese encuentro. Se trata de un intento de armonizar el presente con el pasado y el final. Empezamos el Adviento con lecturas apocalípticas con las que terminamos el año litúrgico. El pasado y el futuro debemos afrontarlos desde el presente.

El evangelio que hemos leído refleja el ambiente apocalíptico que se vivía en las primeras comunidades cristianas. Están escritos desde una visión mítica del mundo, del hombre y de Dios. Desde esa perspectiva, Dios había creado toda la realidad visible quedándose al margen de ella, pero gobernándola desde las alturas. El hombre había envenenado la creación con su conducta, pero no tenía capacidad de enderezarla. Dios perdonaría a los humanos y con el mismo poder que creó, recrearía el mundo malogrado eliminando el mal.

Nuestro universo conceptual es muy distinto. La creación no es un acto de la potencia de Dios que ‘hace’ algo fuera de Él, sino que todo lo que existe es la manifestación de lo divino que permanece escondido en lo hondo de toda realidad. Como reflejo de lo divino todo es esencialmente bueno. El maniqueísmo nos empuja a dividir la realidad en opuestos irreconciliables, pero para Dios todo está en una eterna armonía. Nuestra falta de perspectiva nos hace ver el mal que solo está en nuestra cabeza.

La gran noticia no es que Dios viene, sino que no tiene que venir porque siempre está en ti. Ni Jesús ni Dios tienen que hacer nada. Jesús, porque lo hizo todo durante su vida. Dios, porque lo está haciendo todo en cada instante. No tienes que esperar ninguna salvación venida de fuera. Todo lo que puedes llegar a ser ya lo eres. Tu tarea consiste en descubrir tu verdadero ser y simplemente serlo. Todas la ofertas venidas de fuera están encaminadas a satisfacer tu falso yo y por lo tanto son engañosas.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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¿Puede Dios fracasar?

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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Lc 21, 25-28

«…muriéndose los hombres de terror y de ansiedad por las cosas que vendrán sobre el mundo; porque las fuerzas de los cielos serán sacudidas»

No creemos que los textos evangélicos tengan ninguna pretensión profética, pero llama la atención el paralelismo del texto de los tres sinópticos, con lo que en este momento nos está anunciando la comunidad científica sobre el futuro que nos espera. Como muestra de este paralelismo podemos citar un informe del Panel de Expertos sobre Cambio Climático (IPCC) en el que se afirma lo siguiente:

«El deterioro irreversible de los ecosistemas marinos, y la dinámica creciente de pérdida de cosechas, provocará el colapso de la civilización debido a la escasez trágica de recursos esenciales para la vida. Se producirán migraciones masivas para acceder a estos recursos y conflictos generalizados por obtenerlos… »

Añade que se extenderán los fenómenos meteorológicos extremos y que muchas islas y litorales serán engullidas por el mar; que la humanidad padecerá pandemias frecuentes; que las enfermedades tropicales se extenderán a todo el planeta y muchas calamidades más… Algunos científicos del prestigio de Stephen Hawking van mucho más lejos y anuncian la extinción de la especie humana.

Si entendemos la historia como materialización del proyecto de Dios, podremos comprender dos aspectos cruciales para la vida de los seres humanos. La primera es que caminamos hacia la plenitud individual y colectiva, es decir, hacia un mundo libre por fin de las pasiones que nos deshumanizan. La segunda, que los protagonistas de esta última etapa del camino somos nosotros; que Dios ha confiado en nosotros, ha puesto en nuestras manos su proyecto y nos ha dotado de tal grado de inteligencia y de libertad, que ahora tenemos la capacidad de culminarlo… o malograrlo.

En un principio el ser humano apenas podía influir en el proyecto de Dios, pero merced al don de la inteligencia, se ha ido haciendo cada vez más poderoso, hasta el punto que hoy es capaz de dinamitarlo; bien sea borrando del mapa al género humano en pocos minutos, o bien, destruyendo su hábitat hasta hacerlo inhabitable.

Y esta capacidad que sin duda poseemos nos plantea preguntas inquietantes. Por ejemplo: ¿Supondría esto el fracaso de Dios? ¿Está Dios dispuesto a fracasar por mantener el don precioso de la libertad que nos ha dado? ¿Dios puede fracasar?…

No, Dios no fracasa, y esta convicción nos abre la puerta a la esperanza a pesar de las negros nubarrones que ensombrecen el horizonte. Eso sí, la situación que hoy vive la humanidad nos muestra que el camino hacia la plenitud (hacia la libertad) es mucho más largo de lo que nos gustaría, incluso más largo de lo que somos capaces imaginar; que la humanidad tendrá que vivir momentos de gran tribulación y superar crisis profundas, pero que al final llegará a su destino.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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Despiertos en todo tiempo.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

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Lc 21,25-28.34-36

Habrá signos en el sol y la luna y las estrellas, y en la tierra angustia de las gentes, perplejas por el estruendo del mar y el oleaje”.  Es imposible leer el inicio del evangelio de hoy sin que vengan a nuestra mente las imágenes de todo lo sucedido en este último tiempo en algunas zonas de nuestro Levante español. Todos hemos contemplado perplejos las imágenes de ese oleaje que las aguas provocaron y que llevaron por delante cientos de casas y todo lo que encontraron a su paso. Miles de personas, por desgracia, lo vivieron de primera mano y hoy siguen sufriendo las terribles consecuencias de ello: pérdida de seres queridos, ruinas económicas, destrucción de sus hogares, de parte de su historia o de incluso toda su vida…

Se hace complejo proponer una interpretación de esta Palabra con tal recuerdo en la mente y en el corazón. ¿Cómo leer el texto en toda su hondura desde quienes hoy están sufriendo los desastres medioambientales? ¿Cómo podrán todas estas personas atravesar la realidad que les ha tocado y acoger las palabras que siguen: “Cuando empiece a suceder esto, levantaos, alzad la cabeza; se acerca vuestra liberación”?

Una posible clave de lectura, en línea con lo que el Papa nos ha pedido a través de su encíclica Laudato Si’ y de su exhortación Laudate Deum, es la de descubrir en esta Palabra una invitación a interpretar los signos de este mundo y a asumir nuestra responsabilidad ante el cambio climático que padecemos. “Tened cuidado de vosotros, no sea que se emboten vuestros corazones con las juergas, borracheras y las inquietudes de la vida”… Estos sustantivos pueden ser cambiados hoy por “consumismo”, “contaminación”, “individualismo”, “concentración de gases”, etc. Sabemos que estos días están reunidos algunos líderes mundiales en la COP29 para dialogar y tomar decisiones que, ojalá, contribuyan al cuidado del medioambiente y de los países más afectados por las catástrofes naturales, pero nuestra tierra necesita del compromiso y el cuidado por parte de cada una de las personas que la habitamos. ¡Mantengámonos despiertos! ¡No dejemos de colaborar en la medida de nuestras posibilidades!

Sin embargo, esta interpretación no haría justicia al texto bíblico si nos quedáramos solo en ella. Porque, a través del simbolismo apocalíptico, de los signos de destrucción y muerte que se narran, lo que el autor desea es alentar la esperanza y avivar en cada persona la certeza de que el Señor no nos abandona, de que Él “viene”, “se acerca”, está presente en medio de estas realidades.

La Iglesia elige este evangelio en el inicio de un nuevo año litúrgico tras celebrar la solemnidad de Jesucristo, Rey del universo. Con ello nos invita a alzar nuestras cabezas y mantenernos alerta, en vigilia, para despejar nuestra mirada de modo que ésta sea capaz de atravesar el dolor y el miedo y podamos descubrir al Señor que está en medio de su pueblo. Es este Rey quien se abre paso entre la destrucción y el caos para estar al lado de quien sufre, recordándonos que su poder y su gloria” vienen revestidos de servicio y consuelo, de acompañamiento y presencia, de abajamiento, amor y solidaridad.

¿Es posible que los más desfavorecidos, aquellos que son objeto directo de las devastaciones naturales, puedan recibir este mensaje de esperanza? Deseamos que sí. En esa nube, con gran poder y gloria han visto venir a miles de voluntarios que se han desplazado hasta allí para acompañar su sufrimiento; al alzar la cabeza han encontrado manos que les han levantado en medio de la dificultad, que les han sostenido arriesgando sus vidas, que han repartido alimentos, medicinas o ropa, o que se han agachado a recoger lodo y escombros junto a ellos. Dios se embarra en las situaciones de mayor dolor y angustia para sostener la esperanza y mantenernos de pie, pero necesita que nosotros estemos despiertos en todo tiempo para reconocerlo… y para testimoniarlo.

Inma Eibe, ccv

 Fuente Fe Adulta

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Más allá del miedo y de la ansiedad, confianza.

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8659Domingo I de Adviento

01 diciembre 2024

Lc 21, 25-28.34-36

Escrito en clave apocalíptica -un género literario que a nosotros nos resulta muy extraño-, el texto que leemos hoy bien podría referirse al momento histórico que estamos viviendo. Son tiempos, los nuestros, de incertidumbre y preocupación que se extienden en diferentes ámbitos, desde las guerras a las relaciones internacionales, desde los populismos de todo tipo hasta el atropello de la verdad, desde la problemática ecológica hasta el futuro de la inteligencia artificial.

No es extraño que, en este contexto, afloren sentimientos de inseguridad, miedo y ansiedad. Y que la gente busque “refugio” en compensaciones de distinto tipo, tal como el propio texto señala.

Y, sin embargo, cuando parecen caer todas las certezas y darse todos los motivos para entrar en la desesperanza, se nos invita a alzar la cabeza y reconocer la liberación. Porque, en medio del “estruendo del mar y del oleaje” -signos apocalípticos de hundimiento del mundo conocido-, aparece con poder el “Hijo del Hombre”.

La expresión “Hijo del Hombre” es otra forma más de nombrar nuestra verdadera identidad. No se refiere a un ser que habría de venir de otro lugar para salvarnos de lo que nos atormenta. Es un modo de aludir a la Plenitud humana que, como Fondo siempre estable y permanente, nos constituye. Podemos referirnos a esa realidad con diferentes nombres, y así hablamos de Ser, Vida, Quietud, Presencia, Silencio, Consciencia… Pero, más allá de los nombres utilizados, siempre ineludiblemente inadecuados, se trata de experimentarla en uno mismo.

Cuando, acallando la mente, vamos más allá de nuestro cuerpo, de nuestra mente, de nuestro psiquismo e incluso de nuestro yo, aparece ante nosotros ese Fondo sin nombre en el que nos reconocemos y donde nos descubrimos en casa. Ahí radica la liberación y la confianza.

Y hace bien el texto en señalar la única condición para que tal vivencia sea posible: “estar despiertos”, es decir, salir de la ignorancia que nos reduce, al identificarnos con nuestra forma (yo o persona) y reconocernos como la Plenitud que somos. Atravesar el mundo de las formas -sin negarlas- para anclarnos en el Fondo, pasar de la consciencia de separatividad -fuente de toda confusión y sufrimiento- a la consciencia de unidad, donde nos vivimos Uno con todo lo que es.

 

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Hay! ¿Habrá miedo, y angustia,? ¡Hay!

Domingo, 1 de diciembre de 2024

IMG_8776Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.-  Angustia en la vida

        Es importante intuir qué final nos aguarda; o de otro modo, es decisivo tratar de saber cuál pueda ser el sentido de nuestra vida.

El evangelio que hemos acogido hoy está redactado en un lenguaje escatológico-apocalíptico para hablarnos del final de la historia, de nuestro propio final. Es una forma de hablar “tremendista”: habrá signos en el sol, estruendo en el mar, los astros se tambalearán, habrá angustia, miedo y miedo en los seres humanos…

Sabemos que es un lenguaje fuerte, un modo de hablar simbólico y radical y también sabemos que las cosas no sucederán así

Pero creo que no solamente es un lenguaje, sino que la vida misma nos muestra su faz de miedo, angustia.

¿O quizás, hasta cierto punto, nuestro existir no está lleno de miedo y ansiedad? Nuestra propia vida a veces se ve embargada por la desazón y la angustia.

La enfermedad y la muerte generan gran desasosiego, miedo y angustia.

Hoy en día las guerras de Ucrania e Israel nos causan también una cierta angustia a la humanidad ante la realidad bélica ya existente y ante la posibilidad de una tercera guerra mundial

02.- ¿Qué es la angustia?

La angustia es la situación de ansiedad opresiva sin causa precisa. (Diccionario RAE). La angustia es un estado afectivo difuso y penoso que se caracteriza por aparecer como reacción ante un peligro desconocido.

El filósofo (luterano) danés, Sobren Kierkegaard (1813-1855), en su libro “El Concepto de la angustia” vincula la angustia con el pecado y con la libertad.

         Este problema lo tenemos los católicos muy dentro de nosotros mismos.

Una desorbitada insistencia en el pecado, en la condenación, en el infierno ha generado una profunda culpabilidad, escrúpulo y miedo en muchas personas y conciencias

Esta “martille ante” insistencia en la culpabilidad, en el miedo a Dios y al infierno, el escrúpulo han inyectado en el alma de muchos católicos, en un estilo de catolicismo una gran angustia, un pánico a la condenación. Dios es un ser temible al que “hay que tener a raya”. Una dura experiencia de Dios encauza la vida hacia la angustia.

La religión, “los sistemas religiosos” pueden agudizar los problemas más que resolverlos. Por desgracia esta experiencia negativa nosotros la hemos vivido en nuestros tiempos jóvenes, digamos que hasta el concilio Vaticano II. Hizo mucho daño aquella predicación moral, aquellos ejercicios y confesiones torturadoras.

+       Lo malo de aquella educación es que se grababa a fuego en la psicología humana y muchas personas no pueden salir de “aquel infierno”, de aquella angustia y miedo.

         Yo me temo que esta involución que estamos viviendo en la Iglesia pretende volver a aquel tipo de moral, de cristianismo ultra riguroso.

         El Concilio supuso para muchos de nosotros una liberación: levantaos, que está cerca vuestra liberación. El Éxodo supuso la liberación del pueblo, de las tribus hebreas de la esclavitud de Egipto. El Concilio fie también para nosotros un Éxodo, una liberación.

         Yo la a la esclavitud de Egipto, anterior al concilio, no vuelvo…

03.- Algunas consideraciones

+       La angustia es una encrucijada de dimensiones, en ocasiones problemas o conflictos, no asumidos, no resueltos o no “puestos” los caminos de solución, quizás porque “no se ven” tales caminos.

+       Una dura experiencia de “Dios” puede encauzar la vida hacia la angustia.

+       Las neurosis, adicciones, comportamientos compulsivos, fanatismos, escrúpulos, etc. probablemente son expresiones angustiosas de hondos sufrimientos de los que se quiere salir, pero no se hallan caminos.

+       Tres son los ríos principales por los que fluye la angustia:

la culpa-pecado, el absurdo-sin.sentido y la muerte.

03.- La nube.

Cuando veáis venir al Hijo del hombre sobre las nubes, se acerca vuestra liberación.

         Esto no va a ser un hecho histórico. El Hijo del hombre llegará cuando nosotros lleguemos a Él.

La nube no es “quedarse a lo tonto en las nubes”. La nube es el símbolo de la protección de Dios.

+       En su marcha por el desierto, Dios protegía al pueblo del rigor del sol con la nube.

+       En el bautismo de Jesús brotó una voz desde el cielo: este es mi hijo amado.

+       En la Transfiguración la nube les envolvía a los apóstoles allí presentes

+       En la Ascensión JesuCristo quedó tapado por la nube, que significa: Dios.

         Cuando venga el hijo del Hombre o nosotros lleguemos a Él, la nube, el ámbito de Dios nos acogerá, nos cubrirá. Estamos y terminaremos en Dios.

         Esta confianza despeja la angustia y nos confiere una gran serenidad en la vida. ¡Cuántas veces repitió Jesús: no tengáis miedo!

         La esperanza en el futuro es la serenidad y alegría del presente, porque se acerca nuestra liberación

04.- Se acerca vuestra liberación.

         En la situaciones de miedo y angustia, miremos al cielo, a la nube. “Siempre está Dios” que es nuestra liberación.

         Jesús, el cristianismo no hurga en el terror, más bien el cristianismo es todo lo contrario: sana la culpabilidad, la depresión y nuestras enfermedades más profundas, nos libera de la muerte.

+       La salida al problema de la libertad – culpa, no está en que se rebajen las leyes y sea más fácil la cosa, sino en no temer y confiar cuando hemos hecho mal uso de la libertad.

+       La solución al problema de la muerte, no está en la resurrección, sino en la confianza en Dios (Bonhoeffer).

+       La salida al absurdo, al vacío está en confiar en el ser.

+       No temáis, confiad.

05.- Ánimo

        Cada cual y todos comenzamos el Adviento como nos pilla la vida personal y comunitaria: Vivamos serán y esperanzadamente. Hemos de activar la esperanza precisamente cuando no tenemos muchos motivos ni ganas.

Se acerca vuestra liberación

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