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Las manos sucias y el corazón limpio. Domingo 22. Ciclo B.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_6873Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

Después de cinco domingos leyendo el evangelio de Juan, volvemos al de Marcos, base de este ciclo B. Durante un mes nos ha ocupado el tema de comer el pan de vida. Este domingo el problema no será comer el pan, sino comer con las manos sucias. Una pregunta malintencionada de los fariseos y de los doctores de la ley (los escribas) provoca: a) la respuesta airada de Jesús; b) una enseñanza algo misteriosa a la gente; c) la explicación posterior a los discípulos. El texto de la liturgia ha suprimido algunos versículos, empobreciendo la acusación de Jesús, y uniendo lo que dice a la gente con la explicación a los discípulos.

Evangelio de Marcos 7,1-8.14-15.21-23

En aquel tiempo, se reunieron junto a Jesús los fariseos y algunos escribas venidos de Jerusalén, se acercaron a Jesús, y vieron que algunos discípulos comían con manos impuras, es decir, sin lavarse las manos. (Pues los fariseos, como los demás judíos, no comen sin lavarse antes las manos, restregando bien, aferrándose a la tradición de sus mayores, y al volver de la plaza no comen sin lavarse antes, y se aferran a otras muchas tradiciones de lavar vasos, jarras y ollas). Y los fariseos y los escribas le preguntaron:

-¿Por qué no caminan tus discípulos según las tradiciones de los mayores, y comen el pan con manos impuras?

-Él les contestó:

-Bien profetizó Isaías de vosotros, hipócritas, como está escrito: «Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan está vacío, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos». Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de los hombres.

Llamó Jesús de nuevo a la gente y les dijo:

-Escuchad y entended todos: nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Porque de dentro, del corazón del hombre, salen los pensamientos perversos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, malicias, fraudes, desenfreno, envidia, difamación, orgullo, frivolidad. Todas esas maldades salen de dentro y hacen al hombre impuro.

Antes de dar la palabra a los fariseos y escribas es interesante recordar lo que cuenta Marcos inmediatamente antes. Después de la multiplicación de los panes y los peces, Jesús ha cruzado a la región de Genesaret, recorriendo pueblos, aldeas y campos, acogido con enorme entusiasmo por gente sencilla, que busca y encuentra en él la curación de sus enfermedades.

La intervención de los fariseos y escribas

De repente, el idilio se rompe con la llegada desde Jerusalén de fariseos (seglares superpiadosos) y de algunos escribas (doctores de la ley de Moisés). No todos los escribas pertenecían al grupo fariseo, pero sí algunos de ellos, como aquí se advierte. Para ellos, lo importante es cumplir la voluntad de Dios, observando no solo los mandamientos, sino también las normas más pequeñas transmitidas por sus mayores. Lo esencial no es la misericordia, sino el cumplimiento estricto de lo que siempre se ha hecho.

Con esta mentalidad, cuando se acercan al lugar donde está Jesús, advierten, escandalizados, que algunos de los discípulos están comiendo con las manos sucias. El lector moderno, instintivamente, se pone de su parte. Le parece lógico, incluso necesario, que una persona se lave las manos antes de comer, y que se lave la vajilla después de usarla. Es cuestión elemental de higiene. Sin embargo, aunque en su origen quizá también fuese cuestión de higiene entre los judíos, los grupos más estrictos terminaron convirtiéndola en una cuestión religiosa. Lo que está en juego es la pureza ritual. Por eso, los fariseos no se quejan de que los discípulos coman con las manos sucias, sino con las manos impuras, saltándose con ello la tradición de los mayores. Aunque el Antiguo Testamento contiene numerosas normas, algunas de carácter higiénico, nunca menciona la obligación de lavarse las manos ni de lavar copas, jarros y bandejas; esto forma parte de «las tradiciones de los mayores», tan sagradas para los fariseos como las costumbres de la madre fundadora o del padre fundador para algunas congregaciones religiosas, o de cualquier minucia litúrgica para algunos ritualistas.

La respuesta airada de Jesús

La reacción de Jesús es durísima. Tras llamarlos hipócritas, les hace tres acusaciones: 1) su corazón está lejos de Dios; 2) enseñan como doctrina divina lo que son preceptos humanos; 3) dejan de observar los mandamientos de Dios para aferrarse a las tradiciones de los hombres.

Estas acusaciones resultan durísimas a cualquier persona, pero especialmente a un fariseo, que desea con todas sus fuerzas estar cerca de Dios, agradarle cumpliendo su voluntad.

El problema, según Jesús, es que el fariseo termina dando a esas tradiciones más importancia que a los mandamientos de Dios. Incluso las utiliza para dejar de hacer lo que Dios quiere y quedarse con la conciencia tranquila. Para demostrarlo, Jesús cita un ejemplo que la liturgia ha suprimido. Dios ordena honrar a los padres, es decir, sustentarlos en caso de necesidad. Imaginemos un fariseo con suficientes bienes materiales. Puede atender a sus padres económicamente. Pero su comunidad le dice que esos bienes los declare qorbán, consagrados al Señor. A partir de ese momento, no puede emplearlos en beneficio de sus padres, pero sí de su grupo. «Y así invalidáis el precepto de Dios en nombre de vuestra tradición. Y de ésas hacéis otras muchas».

Un lector critico podría acusar a Marcos de tratar un tema tan complejo de forma ligera y demagógica. Conociendo a los fariseos de aquel tiempo (bastante parecidos a los de ahora), la reacción de Jesús es comprensible y su acusación justificada. Sobre todo, para los primeros cristianos, que sufrían los continuos ataques de estos que presumían de religiosos.

Enseñanza a la gente

Como los fariseos y escribas no responden, aquí podría haber terminado todo. Sin embargo, Jesús aprovecha la ocasión para enseñar algo a la gente a propósito de la pureza e impureza:«Nada que entre de fuera puede hacer al hombre impuro; lo que sale de dentro es lo que hace al hombre impuro

La explicación a los discípulos

No sabemos si Jesús se quedó contento de esta breve enseñanza. Lo que es seguro es que la gente no la entendió, y los discípulos tampoco. Por eso, cuando llegan a la casa (nuevo detalle suprimido por la liturgia), le preguntan qué ha querido decir. Y él responde que lo que entra por la boca no llega al corazón, sino al vientre, y termina en el retrete. Entra y sale sin contaminar a la persona. Lo que la contamina no es lo que entra en el vientre, sino lo que sale del corazón. Para aclararlo, enumera trece realidades que brotan del corazón.

Esta enseñanza de que el peligro no viene de fuera, sino de dentro, resultará a algunos muy discutible. ¿No vienen de fuera la pornografía, la droga, las invitaciones a la violencia terrorista? ¿No nos influyen de forma perniciosa el cine, la televisión, la literatura? Lo anterior es cierto. Pero Jesús no entra en estas cuestiones, se refiere al caso concreto de los alimentos. Por otra parte, su enseñanza tiene un valor más general y desvelan nuestra comodidad e hipocresía. El mal no viene de fuera, sale de dentro. Y con el mismo criterio debe enjuiciar cada uno de nosotros su realidad. Nuestro mayor enemigo somos nosotros mismos. No echemos la culpa a los demás.

Una frase capital suprimida en la liturgia

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Comentando que lo que entra por la boca no contamina, añade Marcos: «con esto declaraba puros todos los alimentos». Es algo revolucionario, porque la legislación del Levítico y del Deuteronomio enumera una serie de animales que no se pueden comer por ser impuros. Y todas las religiones obligan a observar una serie de normas dietéticas. En cambio, los cristianos podemos comer carne de cerdo, de liebre, de avestruz, gambas (camarones), cigalas, langostinos y cualquier alimento que nos apetezca, según nuestra costumbre y nuestra economía.

Primera lectura: Deuteronomio 4,1-2.6-8)

La importancia que concede Jesús a la ley de Dios frente a las tradiciones humanas ha animado a elegir este texto del Deuteronomio como paralelo al evangelio. Pienso que los responsables de la elección no han caído en la cuenta de un problema. Moisés ordena: «No añadiréis ni suprimiréis nada de las prescripciones que os doy». Y Jesús añadió y suprimió. Por ejemplo, a propósito de los alimentos puros e impuros, como acabo de indicar; tanto el Levítico como el Deuteronomio contienen una extensa lista de animales impuros, que no se pueden comer (Lv 11; Dt 14,3-21). Esta primera lectura no debe interpretarse como una aceptación radical y absoluta de la ley mosaica, porque Jesús se encargó de interpretarla y modificarla.

Habló Moisés al pueblo diciendo:

-Ahora, Israel, escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis y entréis a tomar posesión de la tierra que el Señor, Dios de vuestros padres, os va a dar.

No añadáis nada a lo que yo os mando ni suprimáis nada; observaréis los preceptos del Señor, vuestro Dios, que yo os mando hoy. Observadlos y cumplidlos, pues esa es vuestra sabiduría y vuestra inteligencia a los ojos de los pueblos, los cuales, cuando tengan noticia de todos estos mandatos, dirán: «Ciertamente es un pueblo sabio e inteligente esta gran nación» Porque ¿dónde hay una nación tan grande que tenga unos dioses tan cercanos como el Señor, nuestro Dios, siempre que lo invocamos? Y ¿dónde hay otra nación tan grande que tenga unos mandatos y decretos tan justos como toda esta ley que yo os propongo hoy?

2ª lectura: Santiago 1,17-18.21-27)

Los cristianos tenemos el mismo peligro que los fariseos de engañarnos, dando más valor a cosas menos importantes. El final de esta breve lectura ofrece un ejemplo muy interesante. ¿En qué consiste la religión verdadera, la que agrada a Dios? ¿En oír misa diaria, rezar el rosario, hacer media hora de lectura espiritual? Eso es bueno. Pero lo más importante es preocuparse por las personas más necesitadas; el autor, siguiendo una antigua tradición, las simboliza en los huérfanos y las viudas. Cuando recordamos la parábola del Juicio Final («porque tuve hambre…») se advierte que el autor de esta carta piensa igual que Jesús.

Mis queridos hermanos:

Todo buen regalo y todo don perfecto viene de arriba, procede del Padre de las luces, en el cual no hay alteración ni sombra de mutación.

Por propia iniciativa nos engendró con la palabra de la verdad, para que seamos como una primicia de sus criaturas.

Acoged con docilidad esa palabra, que ha sido injertada en vosotros y es capaz de salvar vuestras vidas. Poned en práctica la palabra y no os contentéis con oírla, engañándoos a vosotros mismos.

La religiosidad auténtica a intachable a los ojos de Dios Padres es esta: atender a huérfanos y viudas en su aflicción y mantenerse incontaminado del mundo.

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Domingo XXII del Tiempo Ordinario. 01 de septiembre de 2024

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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Dejáis a un lado el mandamiento de Dios para aferraros a la tradición de las gentes.”

(Mc 7, 1-23)

Lo que critica y pone de manifiesto Jesús en este fragmento del evangelio es el drama de todos los tiempos en toda religión. ¿Qué viene de Dios y qué son inventos humanos?

En nombre de Dios todas la religiones han hecho (¡y hacen!) verdaderas barbaridades. ¿Por qué? Porque convertimos el estrecho punto de vista humano en voluntad de Dios. Es lo que nos relata el Génesis muy al principio (Gn 3, 1-20). La persona humana desea arrebatarle el puesto a Dios.

¿Pecado?

Dios al crearnos nos ofrece ser UNO con él. El pecado de la humanidad es no conformarse con ser “igual a Dios” y querer ser Dios en exclusiva.

Y ese pecado marca toda la historia humana y cada historia personal. Ese pecado es el que nos lleva a la violencia de la división.

Los fariseos del tiempo de Jesús eran los oficialmente buenos, los que cumplían con las tradiciones y preceptos. Pero, claro, si ellos al “cumplir” eran los buenos, a la fuerza todos los demás quedaban convertidos en “malos”.

Todo aquello que nos lleva a ocupar lugares exclusivos hunde sus raíces en el mal. Cualquier cosa que nos lleve a creer que somos mejores que las demás personas es un poderoso engaño.

Si queremos ser imagen de Dios tenemos que buscar todo aquello que armoniza y une. Todo aquello que dentro de nuestra Iglesia Católica divide y excluye es contrario a Dios Trinidad que es pura relación en la diversidad.

Todos aquellos dogmas, preceptos, cánones o normas que dividen entre buenos y malos son hechura humana. Dios no nos ha creado enfrentados ni para el enfrentamiento. Nos ha creado diversos y para la armonía.

Entonces, ¿no valen los preceptos y las normas? Solo valen si te llevan a amar más a quienes son más diferentes a ti.

La puerta del Reino de los Cielos no se abre a patadas, ni con violencia. Tampoco se abre gracias a los méritos acumulados, ni está cerrada para quienes nos caen mal. La única llave que abre el Reino es el Amor.

El amor sale de dentro, del corazón, y al salir nos cura de “los malos propósitos, las fornicaciones, robos, homicidios, adulterios, codicias, injusticias, fraudes, desenfrenos, envidia, difamación, orgullo, frivolidad”.

Oremos

Trinidad Santa, no nos dejes caer en la tentación de creernos mejores que las demás. Haz crecer en nosotras el amor que sana, que cura. Amén.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Ninguna norma puede ser inmutable porque siempre es construcción humana.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_6876DOMINGO 22º (B)

Mc 7,1-23

Concluido el capítulo 6º de Juan, retomamos el evangelio de Marcos. Después de la multiplicación de los panes, Jesús se encuentra en los alrededores del lago de Genesaret, en la parte más alejada de Jerusalén, donde eran mucho menos estrictos a la hora de vigilar el cumplimiento de las normas de pureza. Debemos dejar claro que no se trata de una trasgresión esporádica de los discípulos de Jesús, sino de un acostumbre aceptada por él. El problema lo suscitan los fariseos, llegados de Jerusalén, que venían precisamente a inspeccionar.

El texto contrapone la práctica de los discípulos con la enseñanza de los letrados y fariseos. Jesús se pone de parte de los discípulos, pero va mucho más lejos y nos advierte de que toda norma religiosa, escrita o no, tiene siempre un valor relativo porque es una propuesta de los hombres, por muy de acuerdo que esté con la salud humana. Cuando dice que nada que entra de fuera puede hacer al hombre impuro, está dejando muy claro que la voluntad de Dios no viene de fuera; solo se puede descubrir en el interior y está más allá de toda Ley.

La Ley y la tradición como norma, pero sin darle el valor absoluto que le daban los fariseos. Hoy sabemos que Dios no ha dado directamente ninguna norma. Dios no tiene una voluntad que pueda comunicarnos por medio del lenguaje, porque no tiene nada que decir ni nada que dar. La Escritura es una experiencia personal sancionada por la aceptación de un pueblo. Las experiencias del Éxodo las vivió el pueblo en el s. XIII a. de C., pero se pusieron por escrito a partir del VII. Los evangelios se escribieron 50 años después de morir Jesús.

Las normas que podemos meter en conceptos son preceptos humanos; no pueden tener valor absoluto. Un precepto, que fue adecuado para una época, puede perder su sentido en otra. Ningún mandamiento o norma pueden venir de Dios directamente. Esta es la razón por la que las normas morales tienen que estar cambiando siempre, porque el hombre va conociendo mejor su propio ser y la realidad en la que vive. El número de realidades que nos afectan está creciendo cada día. Las normas antiguas pueden no servir para resolver situaciones nuevas.

En todas las religiones las normas se dan en nombre de Dios. Esto tiene consecuencias desastrosas si se entienden literalmente. Todas las leyes son humanas. Cuando esas normas surgen de una experiencia auténtica y profunda de lo que debe ser un ser humano y nos ayudan a conseguir nuestra plenitud, podemos llamarlas divinas. La voluntad de Dios no es más que nuestro propio ser en cuanto perfeccionable. Eso que debo llegar a ser, y aun no soy, es la voluntad de Dios. Dios es un ser simple que no tiene partes. Todo lo que tiene lo es, todo lo que hace lo es. No existe nada fuera de Él y nada puede darnos que no sea Él.

El precepto de lavarse las manos antes de comer, no era más que una norma elemental de higiene, para que las enfermedades infecciosas no hicieran estragos entre aquella población que vivía en contacto con la tierra y los animales y además lo comía todo con las manos. Si la prohibición no se hacía en nombre de Dios, nadie hubiera hecho caso. Esto no deja de tener sentido. Si comer carne de cerdo producía la triquinosis, y por lo tanto la muerte, Dios no podía querer que comieras esa carne, y además si lo comías, te castigaba con la muerte.

Lo que critica Jesús, no es la Ley sino la interpretación que hacían de ella. En nombre de esa Ley, oprimían a la gente y le imponían verdaderas torturas con la promesa o la amenaza de que solo así, Dios estaría de su parte. Para ellos todas las normas tenían la misma importancia, porque su único valor era que estaban dadas por Dios. Esto es lo que Jesús no puede aceptar. Toda norma, tanto al ser formulada como al ser cumplida, tiene como fin el bien del hombre. No podemos poner por delante a Dios, porque a Dios nada podemos darle.

Las normas de la religión son normas en las que se recoge lo mejor de la experiencia humana, que buscan el bien del hombre. Los diez mandamientos intentan posibilitar la convivencia de una serie de tribus dispersas y con muy poca capacidad de hacer grupo. En aquella época, cada país, cada grupo, cada familia tenía su dios. Para hacer un pueblo unido, era imprescindible un dios único. De ahí los mandamientos de la primera tabla. Todos los de la segunda tabla van encaminados a hacer posible una convivencia, sin destruirse unos a otros.

La segunda enseñanza es consecuencia de esta: No hay una esfera sagrada en la que Dios se mueve, y otra profana de la que Dios está ausente. En la realidad creada no existe nada impuro ni nada que haya que purificar. Tampoco tiene sentido la distinción entre hombre puro y hombre impuro, a partir de situaciones ajenas a su voluntad. Por eso la pureza nunca puede ser consecuencia de prácticas rituales ni sacramentales. La única impureza que existe la pone el hombre cuando busca su propio interés a costa de los demás.

Las tradiciones son la riqueza de un pueblo. Hay que valorarlas y respetarlas. La tradición es la cristalización de las experiencias ancestrales de los que nos han precedido. Sin esa experiencia acumulada, ninguno de nosotros hubiéramos alcanzado el nivel de humanidad que tenemos. Sin embargo no podemos dar valor absoluto a ese bagaje, porque lo convertiremos en un lastre que nos impide avanzar hacia mayor humanidad. Es lo que han hecho todas las religiones al hacer de las normas mitos. En el instante en que nos impida ser más humanos, debemos abandonarla. “Dejáis a un lado la voluntad de Dios por aferraros a las tradiciones humanas”.

Todo el que dé leyes inmutables en nombre de Dios, os está engañando. La voluntad de Dios, o la encuentras dentro de ti, o no la encontrarás nunca. Lo que Dios quiere de ti, está inscrito en tu mismo ser, y en él tienes que descubrirla. Es muy difícil entrar dentro de uno mismo y descubrir las exigencias de mi verdadero ser. Por eso hacemos muy bien en aprovechar la experiencia de otros seres humanos que se distinguieron por su vivencia y nos han trasmitido lo que descubrieron. Gracias a esos pioneros del Espíritu, la humanidad va avanzando.

Todo lo que nos enseñó Jesús, fue manifestación de su ser más profundo. “Todo lo que he oído a mi Padre, os lo he dado a conocer”. Esa experiencia original hizo que muchas normas de su religión se tambaleasen. La Ley hay que cumplirla porque me lleva a la plenitud humana. Para los fariseos, el precepto hay que cumplirlo por ser precepto, no porque ayude a ser humano. En la medida que hoy seguimos en esta postura “farisaica”, nos apartamos del evangelio. Hemos hecho de las enseñanzas de Jesús otro mito inmutable. Así nos va. Dios no se mete a solucionarnos las cosas de este mundo. Somos nosotros los que debemos solucionarlas.

El obrar sigue al ser, decían los escolásticos. Lo que haya dentro de ti es lo que se manifestará en tus obras. Es lo que sale de dentro lo que determina la calidad de una persona. Yo diría: lo que hay dentro de ti, aunque no salga, porque lo que sale puede ser una pura programación. Lo que comas te puede sentar bien o hacerte daño, pero no afecta a tu actitud vital. La trampa está en aceptar las propuestas de Jesús como una programación externa y confiar más en la práctica de esas normas que en la actitud interna.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jesús y la religión.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_6877Mc 7, 1-8, 14-15, 21-23

«Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí»

Llama la atención la respuesta violenta de Jesús a una pregunta en principio inocua, pero la explicación es muy sencilla: ni los fariseos, ni los letrados ni Jesús están hablando de higiene ni de preceptos, sino del propio concepto de religión. Tampoco se trata de una discusión rabínica, erudita e intranscendente sobre religión, sino que estamos en el núcleo mismo del permanente enfrentamiento de Jesús con los santos y los sabios de Israel.

El texto de Marcos nos plantea dos formas opuestas de entender la religión: la que pone la “Ley de Dios” por encima de las personas, y la de Jesús, centrada en las personas… Como decía Ruiz de Galarreta: “El texto de hoy nos está planteando la oposición entre la religión de Jesús y la que mató a Jesús”. Esta dicotomía en la forma de entender la religión se ha dado en todas las épocas y culturas de la historia, y por ello la religión ha dado lugar a lo mejor y a lo peor de la humanidad.

En el caso de los judíos, los escribas y los fariseos defendían una religión que había producido una sociedad de desiguales; de gente predilecta de Dios que recibía toda serie de dones, como riqueza, larga vida o amplia descendencia, y gente rechazada por Él (la mayoría), a quienes enviaba todo tipo de desgracias, como pobreza o enfermedad. Si alguien era ciego, cojo o leproso, lo era como castigo por sus pecados, añadiendo así el vilipendio a su desdicha… Y todo ello en nombre de Dios…

Algunos especialistas se inclinan a pensar que lo de Jesús no rompe con lo anterior, sino que es su culminación, pero Jesús se ve a sí mismo como vino nuevo que rompe los odres viejos, y de ahí su permanente enfrentamiento con las autoridades religiosas que desemboca en la cruz. Y es que, o eran ellas (las autoridades) las que prevalecían, o toda su doctrina y su forma de vida se iban al traste.

Pero como se muestra en los tres primeros capítulos de Marcos, Jesús no rehúye el enfrentamiento, sino que parece interesado en provocarlo para resaltar la novedad de su propuesta. En este sentido, es significativo el episodio del hombre de la mano paralizada (Mc 3,1), pues había sido manco desde su nacimiento y no había ninguna urgencia de curarle en sábado y en una sinagoga abarrotada de gente. Lo prudente hubiese sido esperar a la puesta del sol para evitar problemas, pero Jesús sí tenía una urgencia: la urgencia de recalcar que las personas están por encima de la Ley; que lo que Abbá espera de nosotros es el amor entre hermanos y no el cumplimiento indiscriminado de Sus leyes; unas leyes hechas para servir de guía a las personas.

«El sábado se ha hecho para el hombre, y no el hombre para el sábado», había dicho; y esa máxima podía aplicarse a toda la Ley. Los fariseos no podían admitir esa libertad de Jesús para interpretar la Ley, y Marcos añade que a la salida se concertaron con los herodianos para matarle. Los fariseos despreciaban a los herodianos y no se trataban con ellos, pero era tal el odio que habían acumulado contra aquel hombre que estaba trastocándolo todo, que estaban dispuestos a cualquier cosa con tal de perderle.

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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No añadáis nada a lo que os mando.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_6880(Escena de Sperme sacré, documental de Ori Gruder)

DOMINGO XXII T.O.

(Mc 7, 1-8, 14-15.21-23)

Jesús defiende a los discípulos frente a la proliferación de preceptos humanos (tradiciones) que los fariseos y letrados añaden a la Ley. Jesús hace una interpretación más profunda y espiritual de la Ley, las tradiciones y la religión.

Las lecturas hablan de la grandeza y sabiduría de los mandatos del Señor frente a las tradiciones fariseas. Presentan la ley divina como palabra injertada en nuestro corazón (conciencia), que si la cumplimos nos salva, humaniza y libera. Si la aceptamos de corazón nos transforma y compromete. El que oye y aplica o pone en práctica la Palabra es como el que edifica sobre roca, sobre seguro. No teme la intemperie. La Palabra es nuestra luz y fortaleza. Nuestra inteligencia y Sabiduría. Transforma nuestra vida. Como la semilla. Como la levadura. Nos hace hombres y mujeres libres. Con la libertad de los hijos de Dios. Creados creadores, por amor y para amar y así completar, llevar a plenitud, todas nuestras potencialidades. Las que Dios nos da gratuitamente para que las desarrollemos en el servicio a los hermanos.

Y nos previenen de los riesgos que corremos si “Dejáis a un lado el mandamiento y os aferráis a la tradición de los hombres”. ¡Ay de nosotros si no discernimos entre ellas! La consecuencia, expresada por Isaías: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. El culto que me dan es inútil, porque la doctrina que enseñan son preceptos humanos” Y así el culto a Dios está vacío. Porque la religiosidad auténtica e intachable a los ojos de Dios Padre es esta: atender a huérfanos y viudas. La religiosidad auténtica es la que nos humaniza.” Escucha los mandatos y decretos que yo os enseño para que, cumpliéndolos, viváis, seáis felices”. La fe y religiosidad o prácticas religiosas son la respuesta humana al Proyecto de Dios para la creación entera.

Hay que diferenciar entre una religiosidad de labios afuera o de dentro, en espíritu y verdad. La religiosidad se puede deformar por concepciones falsas, obsoletas, infantilismos o miedos. Necesitamos revisar nuestras prácticas religiosas para ajustarlas al nuevo paradigma de fe y religión actualizadas. Religiosidad madura y adulta versus religiosidad supersticiosa e infantil. Acrítica. La actitud religiosa como don del Espíritu se expresa en el testimonio de vida y el compromiso compartido, comunitario. Culto y vida tienen que estar integrados. Religiosidad, liberación, transformación y realización personal plena son su manifestación. La actitud religiosa como estilo de vida. Las lecturas de hoy insisten en que practicar la palabra de Dios es la religión verdadera. Porque la vida religiosa del creyente lleva al compromiso: honradez (honestidad) con Dios y solidaridad con los necesitados. Testimonio comprometido con los pobres materiales y espirituales.

Ley y las tradiciones, ambas vienen de fuera, por tanto, son periféricas al hombre, superficiales. No le hacen ni puro ni impuro, ni justo ni injusto. Lo que sale de dentro es lo que hace impuro al hombre. Es la conciencia, la interioridad, la sala de máquinas donde se trabaja la honestidad, bondad y el compromiso como su expresión y culmen. Ahí, en la conciencia, dentro, en la interioridad está Dios, su Palabra, su misterio. En la conciencia es donde está incrustada la ley divina. Por eso la conciencia es la ley suprema. Es nuestra inteligencia y Sabiduría. La Palabra interiorizada es luz y fuerza. Es la huella de Dios. Por eso “No añadir nada a lo que os mando” Es suficiente. Porque es Palabra de vida eterna. Dichoso el que la escucha y pone en práctica.

 

Mª África de la Cruz

Fuente Fe Adulta

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La palabra y el corazón, la imagen y la realidad.

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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IMG_7060Domingo XXII del Tiempo Ordinario

01 septiembre 2024

Mc 7, 1-8.14-15.21-23

En un libro reciente (“Decidido. Una ciencia de la vida sin libre albedrío”), el biólogo y neurocientífico Robert Sapolsky afirma que, frente a la idea generalizada de que creer en un dios es esencial para la moralidad, “la creencia o no en el libre albedrío no tiene ningún efecto consistente sobre el comportamiento ético… Todo es más complejo” (p.331). Y ante la pregunta sobre por qué en todas las encuestas aparece que las personas religiosas manifiestan tener unos estándares éticos más elevados, escribe algo que estaría en línea con la denuncia de Jesús: una cosa es lo que se dice y otra lo que se hace. Lo que tales estudios demoscópicos demuestran es que “las personas religiosas se preocupan más por dar una buena impresión que los ateos” (p.338). Porque en esos grupos, de manera particular, se ha asumido la importancia de “mantener una buena reputación moral”, que busca, en realidad, “ser socialmente deseable”.

Todo lo humano es, efectivamente, más complejo de lo que parece a primera vista. Como acertadamente denuncia Jesús, el culto puede estar vacío y la doctrina puede no ser sino un conjunto de preceptos humanos, llegando al extremo de buscar mantener, por encima de todo, “la tradición”.

Frente a debates estériles y a formulismos vacíos, Jesús remite al “corazón”, es decir, al centro de la persona, a ese lugar de honestidad, integridad, amor y respeto que, pese a todo, sigue habitando en todo ser humano.

Solo ese lugar nos centra, nos sostiene, nos fortalece y nos moviliza para entregarnos a los demás. Es, a la vez y sin dicotomías, un lugar de humildad y de dignidad, de paz y de acción, de serenidad y de coraje, de aceptación y de compromiso.

Frente a tanta crispación -de un lado y de otro-, a tanto exabrupto y, sobre todo, a tanta injusticia estructural, necesitamos encontrar con urgencia ese lugar -el “corazón”, la “casa” compartida- donde nos sabemos uno, pasando así de una errónea y funesta consciencia de separatividad a la consciencia de unidad.


Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Un presente que no tiene pasado, carece de futuro. .

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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amerindia-congresoDel blog de Tomás Muro, La Verdad es Libre:

01.- Escucha Israel

Las dos lecturas de hoy nos hablan de una actitud clásica y valiosa en el pensamiento bíblico: Escucha Israel.

Se refiere a escuchar la voz de Dios, la voz de la ultimidad, la voz de la conciencia

El ser humano es quien en la historia presta atención, escucha, la voz de la vida, de la propia conciencia, de la solidaridad, de los que sufren. Algo de todo eso es la voz de Dios. Escucha y atiende a razones.

Escuchar no es meramente oír, sino que la escucha es prestar atención a la vida, a los demás, a la conciencia, a Dios. El oído es un órgano físico, la escucha es una actitud personal.

        Como consecuencia de nuestro modernismo, fruto de la Ilustración (siglo XVIII) y de nuestra fe en el progreso hoy en día despreciamos el pasado. No tenemos raíces. Lo de ayer, lo antiguo es malo, lo mismo da que sea un ordenador, un coche, un pensamiento o una persona, si es vieja, mal asunto.

Pensamos que con nosotros, hoy, ha amanecido el bienestar, la verdad, la razón del universo.

Pero no es así.

La humanidad ha pensado y vivido desde hace miles de años.

Es una actitud sensata escuchar la voz que se nos ha transmitido, la voz de la experiencia, la voz de los pueblos, de la filosofía, de la cultura, la voz de la conciencia, la palabra de Dios.

Hace unas pocas semanas una chica fue madre joven. Al preguntarle si era un niño o niña la madre decía: no,  ha nacido y cuando sea mayor decidirá su género.

¿No será conveniente acudir  y escuchar los conceptos que en la historia se ha vertido sobre el individuo, sobre lo que es persona, sobre la corporeidad y el espíritu del ser humano, sobre quién dice, decide y con qué criterios la identidad de un ser humano?).

        Por ejemplo: el profeta Isaías, Platón, S Tomás, Kant, K Rahner y tantos otros han pensado mucho y bien antes que nosotros.

El ser humano es quien en la historia presta atención, escucha, atiende la voz de la vida, de los que han pensado y piensan, la voz de los pobres y de los que sufren, la voz de la solidaridad, y algo de todo eso es la voz de Dios.

Quizás también nosotros pudiéramos decirnos a nosotros mismos: escucha y atiende a razones de la vida, de la historia y de Dios.

Decía el profesor jesuita René Latourelle (1918-2017) que: un presente que no tiene pasado, carece de futuro.

Escucha, Israel. Escuchemos lo que se dicho en la historia.

02.- La moralidad cristiana no consiste en el mero cumplimiento mecánico de la ley

Jesús nos remite a nuestra interioridad, a nuestro corazón. Un corazón y una mente limpios son el motor de una buena moral. Donde se ventila la personalidad humana es en el interior, no en la exterioridad.

        El Señor Jesús dio importancia a jugar limpio en la vida: bienaventurados los limpios de corazón.

El bien y el mal no surgen de la mera confrontación matemática de un comportamiento con determinada ley eclesiástica o civil. El bien y el mal surgen de la intencionalidad del corazón humano.

No todo lo legal es moralmente bueno, ni todo lo ilegal es moralmente malo.

+ El sistema económico vigente en nuestra civilización es legal pero profundamente inmoral

+ Puede que la pena de muerte sea legal (al menos en determinados países y estados), pero es profundamente inmoral.

+ Recoger a los migrantes en el Mediterráneo es ilegal, pero profundamente moral y bueno. (Posiblemente el barco Aita-Mari se salte muchas leyes marítimas y políticas, pero lleva a cabo una labor muy humanitaria).

Desde JesuCristo y desde el humanismo es bueno o malo lo que sale del interior del ser humano, del corazón. La bondad y la maldad radican en la intencionalidad del corazón. El mero cumplimiento de la ley, el quedar bien, una moral de mínimos canónicos, todo eso es una búsqueda ansiosa de seguridad.

Del hecho de que una persona cumpliera con todas las normas y preceptos del Código de Derecho Canónico y de la liturgia no se concluiría que fuese cristiano.

03.- Jesús fue un ilegal.

Jesús -hombre libre y liberador- no tiene ningún reparo en saltarse todas las leyes habidas y por haber en aras de salvar una vida, una persona. De hecho Jesús transgredió muchas normas y muchas leyes de la cultura-religión en la que nació y vivió:

Respecto de la sangre: la hemorroisa se acerca a Jesús, (hemo: sangre / reo: fluir: perdía sangre, y a los judíos no les  estaba permitido tocar sangre). El buen samaritano recoge al malherido en el camino

+      ¿A cuántos leprosos se acercó Jesús, los tocó y sanó? (Los leprosos eran seres marginados que no podían acercarse a la convivencia de la vida normal).

+      Jesús se acerca a ese mundo difícil de la epilepsia y enfermedades psíquicas. ¿Cuántos demonios echó Jesús y a cuántas personas rehabilitó?, (Los endemoniados vivían igualmente a las afueras, en los cementerios, etc.

+      Jesús se salta igualmente las prescripciones sobre la impureza de la muerte (Jesús está cerca de los que mueren a su alrededor: la hija de Jairo, Lázaro, etc.).

+      La mujer era menospreciada y postergada. Jesús no puso verjas de hierro para hablar con la samaritana (Jn 4), y es acusado de comer con toda clase de mujeres y pecadores, de tratar con samaritanos y paganos, extranjeros.

La moralidad, como la persona, no están en la ley, sino en el corazón. Lo que salva es el evangelio, no el Derecho Canónico.

04.- La moral del derecho canónico

La moral católica ha quedado reducida a unas rebajas legalistas. Es bueno o malo lo que se hace conforme a Derecho.

A muchos católicos les gustaría y les parecería bien, incluso sería signo de progresismo, que el papa y la Iglesia suprimieran la obligación de ir a Misa, permitiera los anticonceptivos, admitiera el divorcio y tres o cuatro cosas más, con lo cual seríamos el “no va más” de modernidad moral. Todo eso es tan estúpido como que una persona con infarto se sienta feliz porque el médico le ha dado permiso para fumar.

En el fondo todos se mueven en la misma longitud de onda de los judaizantes y el legalismo: entre lo permitido y lo prohibido. Sin embargo el corazón y el pensamiento van por otros derroteros: por los derroteros del corazón humano,  de la confianza, la gracia y la libertad.

La ley pretende asegurar la salvación sin lograrlo, la ley mata. La confianza, la gracia crea personas libres, la gracia, la bondad, salvan.

05.- Vivir desde la bondad.

        Jesús nos llama a vivir desde la bondad que brota del interior del corazón del ser humano, desde la honradez, etc. Nos llama a jugar limpio en la vida: bienaventurados los limpios de corazón…

En la vida social, política, eclesiástica vivimos manejando criterios de ideología, de poder, de competencia, de economía, a veces de amiguismos, etc., pero no vivimos desde la bondad.

Quizás nosotros mismos no apreciamos mucho la bondad. A la hora de elegir y nombrar a un presidente, a un obispo, un superior o superiora no pensamos en si es bondadosa o, como solemos decir familiarmente, si es “buena gente”. Nos interesa más si es de mi manera de pensar, de mi ideología, si sabe mandar (poder).

Sin embargo cuánto bien hacen una persona bondadosa: un cura bondadoso, un maestro paciente, un médico comprensivo, un obispo misericordioso…

Cultivar la bondad en nuestro interior nos ayuda a vivir en paz, con la  conciencia tranquila, en una alegría profunda aun en medio de las dificultades y de las incomprensiones. La bondad no es debilidad, sino fuerza, capaz de renunciar a la venganza»

La bondad hace bien al que la tiene y a quienes la reciben

06.- Ama y haz lo que quieras. vivir desde la bondad: ser buena gente.

Ama y haz lo que quieras decía San Agustín. Podríamos darle la vuelta a este principio y aplicarnos a nuestra vida: Ama y lo que quieras, hazlo, y no tengas miedo.

 

 

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“No es el apego a las normas lo que nos da más santidad y cercanía de Dios”, por Consuelo Vélez

Domingo, 1 de septiembre de 2024
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Jesus_2684141570_17184843_660x371Comentario al evangelio del domingo XXII del Tiempo Ordinario 1-09-2024

Jesús discute con los fariseos porque están apegados a preceptos que son tradiciones humanas, no preceptos divinos.

También en estos tiempos Jesús nos podría llamar a nosotros “hipócritas”, cada vez que anteponemos el culto a la vida, los preceptos al amor, las normas a las condiciones reales de la existencia

No es el apego a las normas lo que nos da más santidad y cercanía de Dios. Es el amor, vivido y practicado con todo el corazón lo que nos permite la comunión con nuestro Dios

Se reúnen junto a él los fariseos, así como algunos escribas venidos de Jerusalén. Y al ver que algunos de sus discípulos comían con manos impuras, es decir, no lavadas, -es que los fariseos y todos los judíos no comen sin haberse lavado las manos hasta el codo, aferrados a la tradición de los antiguos, y al volver de la plaza, si no se bañan, no comen; y hay otras muchas cosas que observan por tradición, como la purificación de copas, jarros y bandejas-. Por ello, los fariseos y los escribas le preguntan: ¿por qué tus discípulos no viven conforme a la tradición de los antepasados, sino que comen con manos impuras? El les dijo: Bien profetizó Isaías de ustedes, hipócritas, según está escrito: “Este pueblo me honra con los labios, pero su corazón está lejos de mí. En vano me rinden culto, ya que enseñan doctrinas que son preceptos de hombres”. Dejando el precepto de Dios, se aferran a la tradición de los hombres.

Llamó otra vez a la gente y les dijo: óiganme todos y entiendan. Nada hay fuera del hombre que, entrando en él, pueda contaminarle; sino lo que sale del hombre, eso es lo que contamina al hombre. Porque de dentro, del corazón de los hombres, salen las intenciones malas: fornicaciones, robos, asesinatos, adulterios, avaricias, maldades, fraude, libertinaje, envidia, injuria, insolencia, insensatez. Todas estas perversidades salen de dentro y contaminan al hombre. (Mc 7, 1-8.14-15.21-23)

Las semanas pasadas veníamos con los textos de Juan que se referían de diversas maneras al pan de vida, a la Eucaristía. Este domingo volvemos a retomar la lectura del evangelio de Marcos y se nos presenta a Jesús discutiendo con los fariseos. La escena es muy clara. Los fariseos cumplen estrictamente la pureza ritual y critican a los discípulos de Jesús porque no cumplen esos preceptos que, los fariseos, consideran una tradición heredada de sus antepasados. Cabe hacer algunas aclaraciones. Al hablar de pureza no se refiere a suciedad o al pecado, o sea con una connotación moral, sino a la pureza ritual, es decir la preparación que debe realizarse para ejercer el culto. En realidad, los que debían practicar dicha pureza eran los sacerdotes porque iban al templo a hacer los sacrificios. No podían contaminarse, por ejemplo, con la sangre, o con tocar un cadáver o con las relaciones sexuales. Recordemos la parábola del buen samaritano que tanto el sacerdote como el levita no se detienen ante el caído en el camino porque van hacia el templo. Haberse detenido para ayudar al hombre asaltado por los ladrones, hubiera sido motivo de impureza, incapacitándolos para el culto. Hemos de recordar también que el agua era escasa, traer un cántaro para hacer los baños rituales no era tan sencillo, es decir, muchas veces las condiciones externas impedían cumplir con la pureza ritual, de ahí, que el énfasis no podía estar en las normas sino en la realidad vital de aquellos pobladores.

Pero este texto, no se refiere a los sacerdotes que estaban obligados a tal pureza ritual, sino a los fariseos que habían incorporado, dichos preceptos, a su vida cotidiana y es con ellos con quienes Jesús discute. La respuesta de Jesús ante la interpelación de los fariseos, en primer lugar, es dura. Les dice: hipócritas. Es la única vez que el evangelio de Marcos utiliza este término contra los fariseos. Lucas lo utiliza 4 veces y Mateo 15 veces.

Al decirles hipócritas se remite a un texto del profeta Isaías que se refiere al culto vacío, lleno de ritos y preceptos y no de una adhesión de corazón al Señor. Y dice explícitamente: estas son tradiciones de hombres no preceptos divinos. Y para que entiendan con más profundidad, continúa afirmando que nada de lo externo puede hacer impura a la persona, sino que es del corazón humano que salen las malas intenciones. Termina el texto, señalando un “catálogo de vicios” o lista de pecados, mostrando aquellas actitudes que en ese contexto se ven como un mal comportamiento de los creyentes.

Este texto no necesita demasiada explicación porque también en estos tiempos Jesús nos podría llamar a nosotros “hipócritas”, cada vez que anteponemos el culto a la vida, los preceptos al amor, las normas a las condiciones reales de la existencia. Y, es que, en estos tiempos, en algunos sectores eclesiásticos se enfatiza en lo ritual, se implementan normas, símbolos, costumbres que nada tienen que ver con el evangelio -por muy valiosas que en algún momento de la historia hayan podido ser ciertas formas- y se pone en el cumplimiento de esas tradiciones la razón de ser de la fe que se profesa.

Nunca los signos externos pueden estar por encima del amor a los semejantes. Además de que cada signo responde a su tiempo y la actualización y adaptación al presente no es algo superfluo sino exigencia para mantener la vitalidad de nuestra fe. No es el apego a las normas lo que nos da más santidad y cercanía de Dios. Es el amor, vivido y practicado con todo el corazón lo que nos permite la comunión con nuestro Dios, la vida creyente que fructifica para el bien de la humanidad.

 (Foto tomada de: https://www.tendencias21.es/crist/Jesus-y-el-fariseismo-y-VI-Educacion-de-Jesus_a2187.html)

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¡Ten mucho cuidado cuando hablen bien de ti, seguro que algo mal habre hecho!

Sábado, 31 de agosto de 2024
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Del blog de Alfonso J. Olaz El Rincón del Peregrino:

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Qué extraño es el ser humano!

En la noche ama, en el día duerme

¡Se da golpes de pecho y luego golpea a su propio hermano!

¡Qué me importa la vida si no la hago tuya!
Y sin entregarla dejo de vivirla

Sin rubor y convencido,

se atreve a rezar al Padre Nuestro, “Venga a nosotros tu Reino

¡De verdad que me importa tu Reino!
Si no lo hago tuyo y solo vivo para vivirlo como quiero,

entregándolo en un Reino que no es Tuyo

¿De lo relativo, qué me importa que lo hago superlativo?
¡Y nada de lo Absoluto me importa para Vivir en lo absoluto!

¿Hasta cuándo me esperarás en el cruce de tus caminos?

Y así vamos peleando todos los días,

hasta hacernos polvo y desaparecer por el viento,
disolviéndonos en las corrientes de las cloacas de nuestro submundo

¡Este es el Reino nuestro de cada día!

¡Qué paciencia tienes con todos nosotros!
¡Ni un millar de madres tendrían la paciencia con solo uno de los nuestros!

Y por uno solo de los nuestros que rezara bien:” Venga a nosotros tu Reino”
Tu misericordia volvería a todos nosotros, a cada uno

Quién dice que amarte es fácil!

Para luego desatenderte y ser cómplice

Dejarte tirado y malherido en las cunetas de nuestra vida
Ser testigo a fondo perdido
De todas las causas perdidas
Cuando muy pocos llegan hasta las cunetas de los caminos

y sanan a los desconocidos

Sí amamos sin contar contigo
Somos guerrilleros de la desesperanza,

francotiradores de los buenos sueños de nuestros hermanos

Pasamos por las cunetas ardientes de nuestras vidas,

donde viven los parias sin casta y malheridos

Y ahí, aplastando las flores de tu camino, nos atrevemos a decir.
¡Padre,” Venga a nosotros tu Reino!

¿De qué me vale amar si no amo contigo?
Si no amo solo contigo y con el pobre malherido,

no me hago pobre encontradizo del camino

¿De qué me vale soñar si lo hago cuando estoy dormido

y cuando despierto nada hago nada, por hacerlo mío,

con el pobre que llevo en mi interior conmigo?

¡De qué me vale esta vida,

si no la vivo con tu pan y vino de cada día!

¡Vivir con tu pan para ser hombre libre de por vida!
Hacer de tu vino esperanza que embriaga para el pobre,
para hacerlo divino

¡Que no hablen bien de mí por tener una cuna,

sino un sitio para compartirla con mi hermano el pobre!

Que tomando partido por tu vida,

me atreva ya a vivir una vida que ya no es mía

Que no me queje a partirme por lo que no es tuyo,

para ser medio hombre, media vida
hombre disminuido de pan y vino

¡Padre,”Venga a nosotros tu Reino!Que me alegre por todo lo tuyo,

para mí lo has preparado para compartirlo con tus pobres

Haz que clame de alegría por ser tuyo todos los días
Alabarte y bendecirte en la noche oscura
Aceptarme como soy, que nada soy,

ya que tú así lo quieres, y tú así lo amas
Pues me amas como soy
Que no mire al hermano como necesitado,
que no es un apestado, si no es el mismo Jesús,

despojado de todos sus derechos.

Que todo, todo lo que he recibido; lo de del Todo, Todo
Que nada tengo, nada es mío, todo lo he recibido para darlo y compartirlo

Que del mismo pobre hermano al que acojo,

al mismo Jesús recibo
Y de mi hermano verdadero sin cuna,
de Él todo recibo
Todo, todo lo que me falta,

para ser completamente hermano

Seré cuna que me falta
Para ser hospitalero del peregrino hermano
Y ahí veré acunada toda mi vida con mi hermano Jesús

Hermano pobre
Nada entrego, pues nada tengo mío
Solo te devuelvo lo que de Él he recibido
Para compartirlo contigo hermano mío

Pues del maestro es todo
Al Él solo le doy gracias.

Y Sí del Espíritu Recibo
Atento estaré a su demanda
Para que Él no me demande por lo que de Él recibo
Y con nadie lo comparta

Y así compartiré con todos
El pan y el vino,

para hacerlo cada día más llevadero:

con su pan, recibir su fuerza y con su vino ser alegría

Ahora empezaremos a vivir  “Venga a nosotros tu Reino

Del Evangelio a la Vida
De la Vida al Evangelio

*

Alfonso Olaz
31.07.2024

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Masculino, femenino o andrógino: ¿Por qué ha variado la percepción del género de Jesús a lo largo de la historia?

Miércoles, 28 de agosto de 2024
Comentarios desactivados en Masculino, femenino o andrógino: ¿Por qué ha variado la percepción del género de Jesús a lo largo de la historia?

IMG_6986“La imagen actual, surgida en la Ilustración, ha influido en la concepción del sacerdocio”

“Las fronteras de género que la Iglesia católica defiende con tanta fuerza hasta el día de hoy no pueden demostrarse utilizando el antiguo modelo de género”

“En la antigüedad, Cristo era visto naturalmente como un hombre, como un hombre perfecto, es decir, una masculinidad perfecta como dominio completo del cuerpo y una sexualidad basada en principio en la asexualidad”

La atribución a Cristo de atributos femeninos, aunque no hay suficiente material para estudiarlo, aparecieron en el siglo XIII y “provienen del misticismo religioso de las órdenes femeninas, especialmente de las monjas dominicas”

“Como seres humanos, no podemos evitar crear nuestras propias imágenes de Dios, aunque en realidad se nos dice que no hagamos exactamente eso. Las imágenes que uno puede formarse de Jesús y su género pueden ser sumamente diversas. Nadie puede evitar su propia socialización religiosa”

La iconografía sobre Jesús nos muestra indudablemente a un varón, pero la historia del arte nos deja también la imagen de un Jesús más afeminado, de apariencia andrógina. ¿Por qué ha sido esto así? A estudiar esta representación del género del Mesías en distintos períodos de la historia ha dedicado el historiador de la Iglesia Anselm Schubert su último libro, Cristo (m/f/d). Una historia de género“, donde descubre una sorprendente diversidad que, asegura, supone también en estos momentos, una tarea de reflexión para la propia Iglesia.

“La forma en que vemos a Jesucristo depende de lo que entendemos por hombre, mujer y andrógino. Intenté reconstruir que esto ha cambiado fundamentalmente desde la antigüedad y que, por lo tanto, la pregunta de si un Cristo es varón o mujer puede responderse de manera muy diferente según la época. Lo que nos parece andrógino desde la perspectiva actual puede no haberlo sido según las ideas antiguas; lo que hoy nos parece femenino no tenía por qué haber sido visto de esa manera en la Edad Media; o lo que en realidad era andrógino en el período moderno temprano nunca lo habría sido. Dependiendo del paradigma, la identidad de género de Cristo se presenta de manera completamente diferente”, señala este profesor de Historia de la Iglesia en la Universidad de Erlangen-Núremberg en entrevista con Katholisch.

“En la antigüedad, Cristo era visto naturalmente como un hombre, como un hombre perfecto, es decir, una masculinidad perfecta como dominio completo del cuerpo y una sexualidad basada en principio en la asexualidad, argumenta.

Sin embargo, contextualiza esa visión en que “la masculinidad de Jesús no tuvo nada que ver con su sexo biológico, sino que era un índice de perfección. Esto también se asoció con ideas de que las mujeres podían transformarse en hombres mediante el ascetismo. Las fronteras de género que la Iglesia católica defiende con tanta fuerza hasta el día de hoy no pueden demostrarse utilizando el antiguo modelo de género”.

Reconoce también que la atribución a Cristo de atributos femeninos, aunque no hay suficiente material para estudiarlo, aparecieron en el siglo XIII y “provienen del misticismo religioso de las órdenes femeninas, especialmente de las monjas dominicas”.

Lo femenino en la Edad Media

“En la Edad Media, las ideas sobre la crianza y el parto parecen haber estado asociadas principalmente con aspectos como el cuidado, la gracia, la misericordia, la humildad y el amor. Esto muestra que la imagen de Cristo cambió ahí. Ya no era sólo el Hijo eterno de Dios y gobernante infinito del mundo, sino que ahora se le consideraba de una manera más accesible. No se trata de atribuciones de género, sino de ciertas proyecciones sobre Cristo”, señala, aunque subraya que “se trata de textos literarios y teológicos, no dogmáticos”.

Fue a finales del siglo XVIII cuando, sostiene, se desarrolló la forma de comprensión moderna del género que hoy marca una diferencia esencial entre hombres y mujeres. Los hombres son duros, conquistadores, racionales. Las mujeres se preocupan, tienen hijos, son privadas, emocionales, etc., toda la cuestión del patriarcado”.

“Tan pronto como este modelo de género de la Ilustración tardía fue generalmente aceptado, los teólogos comenzaron a imaginar a Jesús como claramente masculino, lo que en realidad no era un problema antes. Esto continúa en la Iglesia católica hasta el día de hoy e influye en la concepción del sacerdocio.

¿Y qué sucede en la actualidad con la imagen de Jesús? No fue hasta el siglo XX que la reacción a esta imagen explícita de masculinidad llegó con la teología feminista y un debate sobre la sexualidad de Jesús. Pero se trata de discusiones en círculos pequeños; la corriente principal de la historia cultural cristiana siempre sigue siendo la de una masculinidad aparentemente completamente normal, no abordada y evidente por sí misma, independientemente de lo que uno imagine sobre ella”.

En este sentido, y ahondando en la tesis de su libro, lo ilustra con la imagen del Jesús queer que ha ido apareciendo en los últimos años. “Esta visión surgió en los años 1990 y una vez más se movió en círculos de crítica religiosa o al menos de crítica de las ideas religiosas tradicionales. Hay mucha provocación ahí, y eso es intencional. Pero hoy hacemos exactamente lo mismo que hicieron nuestros antepasados en otros siglos: proyectamos nuestras imágenes de género de hoy en alguien de hace 2.000 años. ¿Qué se habría considerado queer en aquel entonces? Algo completamente diferente a lo que es hoy. Pero estas proyecciones son parte de una confrontación viva con Jesús, por lo que no las condenaría en absoluto”.

“Como seres humanos, no podemos evitar crear nuestras propias imágenes de Dios, aunque en realidad se nos dice que no hagamos exactamente eso. Las imágenes que uno puede formarse de Jesús y su género pueden ser sumamente diversas. Nadie puede evitar su propia socialización religiosa”, concluye el autor de esta obra que recrea la historia del género a través de las imágenes de Jesús.

Fuente Religión Digital

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Reconocimiento

Lunes, 26 de agosto de 2024
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Siento, Señor, que estoy
donde Tú quieres que esté;
que nací para estar donde ahora estoy,
que vine al mundo para hacer lo que hago,
siendo lo que soy
y dejándome guiar por tu Espíritu.

De no ser así,
Tú me hubieras hecho diferente:
más sabio o más pobre,
más hábil o más torpe,
más tierno o más firme,
más fuerte o más débil…

Tú,
que has abierto el cielo para siempre,
que me has dado vida y nombre,
que te has mojado para mojarme,
que me has perfumado con tu Espíritu,
que me susurras tus quereres,
que me llamas “hijo, hija” sin avergonzarte,
que me bautizaste para comprometerte
y que te alegras de que esté donde Tú me soñaste,
apacigua mi espíritu
cuando a veces se me ocurre
al pesar mi vida –lo que hago, mis vanidades–
que podría haber hecho algo más grande.

No hay nada más grande y más emocionante
que escuchar tu voz de Padre convencido,
que repite, a veces con ritmo de nana,
a veces con la potencia de un trueno,
Tú eres mi hijo, a quien yo quiero, mi predilecto“.

*

Florentino Ulibarri

Fe Adulta

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Pasando al Sí

Lunes, 26 de agosto de 2024
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IMG_5372La reflexión de hoy es de la colaboradora invitada Laurel Potter (ella/ellos), que enseña teología en la Universidad de St. Thomas en St. Paul, Minnesota. Laurel investiga y rinde culto en colaboración con comunidades eclesiales marginales en El Salvador, donde vivió y trabajó durante varios años.

Las lecturas litúrgicas de hoy para el vigésimo primer domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Las lecturas del evangelio de los últimos domingos nos han llevado a través del capítulo 6 del evangelio de Juan, un texto filosófico desafiante conocido como el discurso del “pan de vida”.

El capítulo comienza con la historia de Jesús alimentando a los cinco mil (¡desde dos peces y cinco panes de cebada hasta doce cestas de sobras!) y continúa a través de una reflexión sobre el alimento espiritual, la carne y el espíritu, y la tarea de creer. La comunidad de Juan entendió la historia de la alimentación de los cinco mil como un momento importante de la institución eucarística, y utilizaron algunos versículos de este capítulo en su propia conmemoración ritual de la vida, muerte y resurrección de Jesús. Es un texto que expone lo que está en juego en el compromiso con el camino marcado por Jesús el Cristo.

En el pasaje de hoy, algunos discípulos no están dispuestos a orar por las promesas de Jesús. Después de escucharlo, “muchos de sus discípulos volvieron a su forma de vida anterior y ya no lo acompañaban”. Es una decisión consciente, un rechazo informado del camino de Jesús. Este momento me recuerda al teólogo alemán del siglo XX Karl Rahner, quien dice que pasamos la vida respondiendo “” o “no” a Dios. Rahner enfatiza que es realmente posible decir no. El libre albedrío humano incluye la posibilidad de negar a Dios (y al hacerlo, diría Rahner, negar la verdad de nosotros mismos).

Después de que algunos discípulos se van porque vieron la promesa divina de vida abundante para la amada creación y la encuentran demasiado extraña para aceptarla o demasiado difícil de creer, Jesús se dirige a los que se quedan y les pregunta: ¿Y qué, a todos ustedes también? ¿Me vas a dejar?

Y ellos, en particular, no intentan decirle a Jesús que su mensaje es simple, fácil o directo. No pretenden comprender, ni saber lo que puede suceder, ni fingir estar preparados. Todo lo que pueden decir es: ¿adónde más podríamos ir?

Para la mayoría de las personas, especialmente las personas LGBTQ+, vivir de acuerdo con nuestras esperanzas invisibles no es fácil. Convertirnos en nosotros mismos, tener el coraje de cambiar de opinión, aceptar nuevas realidades, confiar en los futuros prometidos, va en contra de todos nuestros deseos de seguridad, de lo conocido. Y, sin embargo, contradictoriamente, como Jesús intenta explicar a lo largo de Juan 6, nada más que el camino aterrador e inseguro nos llevará hacia ese fin. Esto es difícil de aceptar. Cuando Pedro responde a la pregunta de Jesús con una pregunta: “¿a quién iremos?”, no está listo para decir que conoce y consiente en cada paso del viaje que está por venir. Sólo puede reconocer que no hay otro camino para él, y esta respuesta es suficiente.

IMG_7033Esta sensación de que no hay nada que hacer excepto lo que se hace me recuerda un poema favorita de la poeta lesbiana Mary Oliver (*) titulado “El viaje”. Si tuviera que añadir una cuarta lectura al leccionario de hoy, sería esta.

Es un poema que ha acompañado gran parte de mi proceso de salida del armario y al que todavía recurro cuando la vida exige lo que parece imposible. Este poema es para momentos en los que no podemos trazar totalmente cómo se desarrollará la fidelidad a lo que nos han dado, muy parecido a cómo imagino que se sintieron los discípulos cuando Jesús los puso en aprietos, muy parecido a cómo debe haberse sentido la comunidad de Juan en medio del peligro y la incertidumbre de el período paleocristiano. Como mínimo, así es como me he sentido en diferentes encrucijadas de “” y “no” en mi propia vida.

Lo ofreceré aquí, a medida que avanzamos hacia otra semana, enfrentando las opciones, incertidumbres, desafíos o posibilidades que nos esperan.

***

M Journey 
El viaje

Un día finalmente supiste
lo que tenías que hacer, y comenzaste,
aunque las voces a tu alrededor
continuaban gritando
su mal consejo –
aunque la casa entera
comenzó a temblar
y sentiste el viejo tirón
en tus tobillos.
¡Arregla mi vida!
lloró cada voz.
Pero tú no te detuviste.
Supiste lo que tenías que hacer
aunque el viento acechó
con sus dedos severos
los mismos cimientos–
aunque su melancolía
fue terrible.
Ya era suficientemente tarde
una noche salvaje,
el camino repleto de ramas
y de piedras caídas.
Pero poco a poco,
según fuiste dejando atrás sus voces,
las estrellas comenzaron a arder,
a través de sábanas de nubes
y hubo una nueva voz
que lentamente
reconociste como la tuya,
que te hizo compañía
mientras tú avanzabas
más y más profundo
en el mundo,
determinada a hacer
la única cosa que podías hacer–
determinada a salvar
la única vida que podías salvar.

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—Laurel Potter (ella/ellos), 10 de junio de 2024

Fuente New Ways Ministry

***

(*) Mary Oliver nació en 1935 en Ohio, murió en su casa en Florida, Estados Unidos, en 2019. Obtuvo varios premios, entre ellos, el Pulitzer en 1984 por su libro American Primitive. Este poema pertenece a su libro Dream Work  (1986) y la traducción es de la poeta española Sara Torres.

Sobre Mary Oliver en español en: https://lausinamistica.wordpress.com/2013/02/04/
la-poeta-del-asombro/

Imagen: Rachel Giese en: http://www.poetryfoundation.org/bio/mary-oliver

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Tú solo tienes palabras de Vida eterna

Domingo, 25 de agosto de 2024
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Cristo en el Otero y Campesino Ibérico oteando

Imagen: Cristo en el Otero y Campesino Ibérico oteando (Palencia)

*

Te busco desde siempre. No te he visto
nunca. ¿Voy tras tus huellas? Las rastreo
con ansia, con angustia, y no las veo.
Sé que no sé buscarte, y no desisto.

¿Qué me induce a seguirte? ¿Por qué insisto
en descubrir tu rastro? Mi deseo
no sé si es fe. No sé. No sé si creo
en algo, ¿en qué? No sé. No sé si existo.

Pero, señor de mis andanzas, Cristo
de mis tinieblas, oye mi jadeo.
No sufro ya la vida ni resisto

la noche. Y si amanece, y yo no veo
el alba, no podré decirte: “He visto
tu luz, tus pasos en la tierra, y creo”.

*

Juan José Domenchina
incluido en Dios en la poesía actual (B.A.C., Madrid, 1970,
selec. de Ernestina de Champourcin).

***

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:

“Este modo de hablar es duro, ¿quién puede hacerle caso?”

Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo:

“¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “

Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo:

-“Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce:

-“¿También vosotros queréis marcharos?”

Simón Pedro le contestó:

-“Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.

*

Juan 6, 60-69

***

La experiencia de los que se encuentran en misión es que sólo rara vez es posible ofrecer el pan que da la vida y curar verdaderamente un corazón que ha sido destrozado. Ni siquiera el mismo Jesús curó a todos, ni tampoco cambió la vida de todos.

        La mayor parte de la gente simplemente no cree que sean posibles los cambios radicales. Los que se encuentran en misión sienten el deber de desafiar persistentemente a sus compañeros de viaje a escoger la gratitud en vez del resentimiento, y la esperanza en vez de la desesperación. Las pocas veces en que se acepta este desafío son suficientes para nacer su vida digna de ser vivida. Ver aparecer una sonrisa en medio de las lágrimas significa ser testigo de un milagro: el milagro de la alegría. Desde el punto de vista estadístico, nada de todo esto es demasiado interesante. Los que te preguntan: ¿cuántas personas habéis reunido? ¿Cuántos cambios habéis aportado? ¿Cuántos males habéis curado? ¿Cuánta alegría habéis creado?, recibirán siempre respuestas decepcionantes. Ni Jesús ni sus seguidores tuvieron gran éxito. El mundo sigue siendo todavía un mundo oscuro, lleno de violencia, de corrupción, opresión y explotación. Probablemente, lo será siempre.

        La pregunta no es «¿a qué velocidad y cuántos?», sino «¿dónde y cuándo?». ¿Dónde se celebra la eucaristía? ¿Dónde están las personas que se reúnen en torno a la mesa partiendo el pan ¡untas? ¿Cuándo tiene lugar esto? […] ¿Hay personas que, en medio de este mundo que se encuentra bajo el poder del mal, viven con la conciencia de que él vive y mora dentro de nosotros, de que él ha superado el poder de la muerte y ha abierto el camino de la gloria? ¿Hay personas que se reúnen alrededor de la mesa y que hacen en memoria suya lo que él hizo? ¿Hay  personas que continúan contándose sus historias de esperanzas y que marchan juntas a ocuparse de sus semejantes, sin pretender resolver todos los problemas, sino llevar una sonrisa a un moribundo y una pequeña esperanza a un niño abandonado?

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H. J. M. Nouwen,
La fuerza de su presencia, Brescia 52000, pp. 85ss).

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"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , , , , ,

“¿A quién acudiremos?”. 21 Tiempo Ordinario – B (Juan 6,60-69)

Domingo, 25 de agosto de 2024
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descubrir-a-jesucristo_560x280Quien se acerca a Jesús, con frecuencia tiene la impresión de encontrarse con alguien extrañamente actual y más presente a nuestros problemas de hoy que muchos de nuestros contemporáneos.

Hay gestos y palabras de Jesús que nos impactan todavía hoy porque tocan el nervio de nuestros problemas y preocupaciones más vitales. Son gestos y palabras que se resisten al paso de los tiempos y al cambio de ideologías. Los siglos transcurridos no han amortiguado la fuerza y la vida que encierran, a poco que estemos atentos y abramos sinceramente nuestro corazón.

Sin embargo, a lo largo de veinte siglos es mucho el polvo que inevitablemente se ha ido acumulando sobre su persona, su actuación y su mensaje. Un cristianismo lleno de buenas intenciones y fervores venerables ha impedido a veces a muchos cristianos sencillos encontrarse con la frescura llena de vida de aquel que perdonaba a las prostitutas, abrazaba a los niños, lloraba con los amigos, contagiaba esperanza e invitaba a la gente a vivir con libertad el amor de los hijos de Dios.

Cuántos hombres y mujeres han tenido que escuchar las disquisiciones de moralistas bienintencionados y las exposiciones de predicadores ilustrados sin lograr encontrarse con él.

No nos ha de extrañar la interpelación del escritor francés Jean Onimus: «¿Por qué vas a ser tú propiedad privada de predicadores, doctores y de algunos eruditos, tú que has dicho cosas tan sencillas, tan directas, palabras que siguen siendo palabras de vida para todos los hombres?».

Si muchos cristianos que se han ido alejando estos años de la Iglesia conocieran directamente los evangelios, sentirían de nuevo aquello expresado un día por Pedro: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos».

José Antonio Pagola

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“¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.” Domingo 25 de agosto de 2024. Domingo 21º ordinario

Domingo, 25 de agosto de 2024
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47-ordinarioB21 cerezoDe Koinonia:

Josué 24, 1-2a. 15-17.18b: Nosotros serviremos al Señor: ¡es nuestro Dios!
Salmo responsorial: 33: Gustad y ved qué bueno es el Señor.
Efesios 5, 21 – 32: Es éste un gran misterio: y yo lo refiero a Cristo y a la Iglesia.
Juan 6, 60-69: ¿A quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna.

Josué organiza la gran asamblea de Siquem, como la reunión constitutiva del pueblo de las tribus. Es el punto de partida de un movimiento nuevo que arranca del Éxodo. El pueblo debe aceptar su nueva identidad teológica, social, cultural. Es fundamental identificar al Dios del Éxodo: el que ve la opresión del pueblo, el que oye el griterío de dolor y conoce sus sufrimientos, el que está decidido a bajar para librarlo del poder de los opresores (Ex 3,7-8). El Dios de sus Padres, el Dios de la Historia.

Las tribus proceden de diferentes orígenes culturales, religiosos, étnicos, pero ahora se aglutinan, gracias a la fe en este Dios del éxodo, en un solo pueblo: Israel. Es la teología, la fe en Yahvé y no la sangre quien los compacta para una alianza tribal.

El corazón de esta alianza tribal es la fe común en este Dios de los pobres. Pero supone también, identificar a los dioses »extraños» a los dioses cananeos y egipcios, imágenes corrompidas de Dios, que generan esclavitud y muerte: un sistema de impuestos, una vida de esclavos, una religión opresora. Cambiar esos dioses por el Dios del Éxodo, fundando una sociedad de leyes para la vida, de reparto de la tierra, de culto nuevo basado en la pascua es el tema central de esta gran asamblea de Josué en Siquem.

Las tribus de Israel hacen un pacto de amor con este Dios de los pobres. Unos desposorios, como nos insinúa la carta a los Efesios. «Una Iglesia dócil al Mesías» «para hacerla radiante, sin mancha, ni arruga, ni nada parecido».

Las palabras de Jesús chocan con la mentalidad vigente. Hace veinte siglos parecía inadmisible que una persona pudiera comunicar un mensaje tan exigente y tan liberador. Hoy, seguimos en el mismo plan: tratamos de endulzar las palabras de Jesús para que no hieran nuestros prejuicios. Con frecuencia queremos convertir la palabra de Jesús en el ejercicio de un conjunto de ritos. Pero, la palabra de Jesús nos desestabiliza, nos desquicia y nos lleva a cuestionar la vida diaria. A veces, incluso, decimos como los discípulos. «Este modo de hablar es inaceptable, ¿quién puede hacerle caso? No obstante, si queremos seguir a Jesús, la única respuesta posible es un «sí» rotundo, un «amén» decidido y generoso. Queremos seguirlo y queremos ser como él. No deseamos contentarnos con los laureles que nos ofrece el mundo, sino que anhelamos caminar con el Nazareno la difícil y tortuosa vía del pueblo de Dios en la historia.

¡Qué útil sería examinar nuestras eucaristías…! ¿Generan un «movimiento de Jesús» en dirección hacia la Utopía solidaria de lo que Él llamaba Reino? ¿Van cambiando nuestro modo de pensar y actuar? ¿Nos hacen capaces de identificar las otras presencias del Dios entre los desheredados de la vida? El mismo Jesús, en cuya boca Juan puso estas palabras: «Yo soy el Pan de Vida», según Mateo también dijo: «tuve hambre y me diste de comer, cada vez que lo hicieron con mis hermanos más pequeños, era conmigo mismo con quien lo estaban haciendo» (Mt 25,35).

Completamos nuestra reflexión con palabras de José Antonio Pagola que continúan las que citábamos la semana pasada, sobre la forma actual de celebrar la Eucaristía: Las preguntas son inevitables: ¿No necesita la Iglesia en su centro una experiencia más viva y encarnada de la cena del Señor que la que ofrece la liturgia actual? ¿Estamos tan seguros de estar haciendo hoy bien lo que Jesús quiso que hiciéramos en memoria suya?

¿Es la liturgia que nosotros venimos repitiendo desde siglos la que mejor puede ayudar en estos tiempos a los creyentes a vivir lo que vivió Jesús en aquella cena memorable donde se concentra, se recapitula y se manifiesta cómo y para qué vivió y murió? ¿Es la que más nos puede atraer a vivir como discípulos suyos al servicio de su proyecto del reino del Padre?

Hoy todo parece oponerse a la reforma de la misa. Sin embargo, cada vez será más necesaria si la Iglesia quiere vivir del contacto vital con Jesucristo. El camino será largo. La transformación será posible cuando la Iglesia sienta con más fuerza la necesidad de recordar a Jesús y vivir de su Espíritu. Por eso también ahora lo más responsable no es ausentarse de la misa, sino contribuir a la conversión a Jesucristo. Leer más…

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¿También vosotros queréis marcharos? Para una recuperación de la iglesia (Jn 6, Dom 21 TO)

Domingo, 25 de agosto de 2024
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IMG_7038Del blog de Xabier Pikaza:

¿También vosotros queréis marcharos?  La pregunta se dirige al grupo de Pedro, porque es el que contesta La pregunta y las razones son las mismas de hace casi 2000 años. Queremos dejarle porque no nos da el pan que queremos, ni es rey como habíamos pedido. En otro tiempo (hacia el año 100 d.C) quedaron quedaron algunos Hoy ¿quedarán, quedaremos? 

Juan 6, 60-69 

En aquel tiempo, muchos discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron: “Este modo de hablar es duro, ¿Quién puede hacerle caso?” Adivinando Jesús que sus discípulos lo criticaban, les dijo: “¿Esto os hace vacilar?, ¿y si vierais al Hijo del hombre subir a donde estaba antes? El espíritu es quien da vida; la carne no sirve de nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Y con todo, algunos de vosotros no creen. “Pues Jesús sabía desde el principio quiénes no creían y quién lo iba a entregar. Y dijo: “Por eso os he dicho que nadie puede venir a mí, si el Padre no se lo concede.” Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: “¿También vosotros queréis marcharos?” Simón Pedro le contestó: “Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna; nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo consagrado por Dios.”

Recuperación cristiana, infinitos en amor

 Dicen algunos que es preciso destruir esta iglesia, pero edificar después otra. Prefiero emplear, sin embargo, un lenguaje de reforma. La iglesia está fundada, pero puede y debe reformarse para expresar mejor la obra de Jesús y sus primeros seguidores, teniendo en cuenta los intentos anteriores de reforma protestante y de auto-reforma católica en amor, siguiendo el ejemplo de Juan de la Cruz,

 Reformar significa reparar, tapar los agujeros rotos o, mejor dicho, buscar como dice Jesús una nueva “tela” de evangelio, una tela nueva, un nuevo manuscrito, escrito con la vida de los creyentes de hoy, desde la savia rebosante de la vida de Jesús Esa reforma de hacerse también desde las condiciones de nuestra sociedad, pues sólo así la iglesia puede mostrarse signo salvador de Dios en este mundo, presencia misionera. Pero, sobre todo, ella ha de hacerse desde el evangelio como indicarán las reflexiones que siguen

1 Abandonar el Sistema de Mammón el pan por el pan, el poder. El evangelio dice que no podemos servir a Dios y a Mammon (Mt 6, 24). Mammón es el capital o dinero convertido en sistema (principio de organización universal de la vida, en forma de imposición). Lo contrario a Mammón es Dios, como principio de amor en libertad, en gracia.

   El sistema recibe actualmente una forma de organización capitalista, definiéndose como racionalización consecuente de las relaciones humanas desde una perspectiva económica y social, en los niveles de  poder y del trabajo, del salario y del mercado. El valor de los seres humanos, como miembros del sistema, se mide en claves de producción y organización económica, dirigida por una burocracia universal, con métodos cibernéticos (computarizados) e incentivos de tipo económico para sus beneficiados.

Según eso, La racionalización del sistema (o infra-estructura) se expresa en un nivel de imposición legal, que en un plano resulta provechosa para un número significativo de individuos, integrados en la gran red de relaciones estructurales (técnicas). A ese nivel, los individuos no son personas, sino fichas o números intercambiables de un todo que planea indiferente sobre los dolores y esperanzas, amores y deseos de cada uno, expulsando de los beneficios del conjunto a los menos adaptados o a los grupos desfavorecidos (que pueden ser numéricamente una mayoría hambrienta).

Pues bien, en este tiempo en  que la infra-estructura tiende a resolver de manera programada muchos problemas antes insolubles, emerge con más fuerza el misterio y tarea del mundo de la vida, donde ha venido a situarse la iglesia, que ofrece su palabra y testimonio desde fuera del sistema (economía y burocracia mundial), como revelación de una experiencia de gratuidad y comunicación personal abierta para todos los humanos, en especial para los pobres. (a)El sistema en cuanto tal opera a nivel de funcionamiento externo y juicio, allí donde las cosas se pueden organizar de forma técnica. (b) La iglesia, en cambio, revela y expande el sentido de la vida en dimensión de supra-estructura, de sentido, gratuidad y comunión personal.

El sistema se construye sin mística o misterio, como un todo redondo, cerrado en sí, sin infinito (sin el En-Sof de la cábala).  En otro tiempo, ese todo podía parecer sagrado; hoy es simplemente un mecanismo técnico, administrativo. No es sagrado, pero tiene gran poder, de manera que a unos (sus beneficiados) los eleva con dinero y honra, mientras que a otros los excluye. Es un todo infraestructural, de burocracia y economía globalizada, sin gratuidad ni encuentro comunitario, sin esperanza de Vida tras la muerte. Es un todo donde cosas y personas acaban siendo intercambiables: todas se transforman y cambian, nada pertenece.

Por el contrario, la Iglesia se sitúa en un nivel de supra-estructura personal, libertad regalada, gozosa y sufriente (comunión con los excluidos), de encuentro gratuito y esperanza de Vida eterna, es decir, de infinito de amor. Por eso no se puede estructurar ni organizar de manera impositiva y necesaria, sino en claves de gratuidad y entrega vital, libertad y respeto sumo, misterio y comunión personal:

– El sistema podría crear un tipo de igualdad económica por ley y fuerza, es decir, por imposición o talión, en sentido judicial, imponiendo su norma a los humanos. En esa perspectiva, capitalismo y comunismo estaban cerca, como esquemas distintos de racionalización económica y social. Por su versatilidad (y mayor preocupación humana, a nivel de libertad) ha triunfado el sistema capitalista, imponiendo en el mundo su modelo neo-liberal de origen europeo (occidental).

Se ha cumplido, por fin, o puede cumplirse la palabra “devolved al César lo que es del César….” (Mc 12, 17), pues él ha organizado de manera científica dinero y administración, unificando por la base o infra-estructura, el globo de la tierra. Bien medido, administrado científicamente, el dinero del César puede ofrecer muchas cosas a los hombres y mujeres, como sabía el Diablo de las tentaciones (Mt 4 y Lc 4); pero es incapaz de suscitar gratuidad y amor, donación y entrega personal. Ese dinero es el signo de la equivalencia (talión) del sistema, racionalidad instrumental que ofrece a sus beneficiados millones de placeres que se compran y venden (condenando a otros a muerte), pero no puede dar a nadie un placer más alto, el gozo superior de la vida. Por eso decimos que, a su nivel, el sistema es bueno y necesario, pues crea redes de intercambio mundial, pero no suscita gratuidad. Por definición, el dinero sirve para comprar y vender, no para amarse las personas.

– La iglesia ofrece a los seres humanos su experiencia más honda de gratuidad y comunión, por encima del sistema, en una línea de entrega de amor infinito y de resurrección. La iglesia descubierto en Jesús la libertad contemplativa: sabe que la vida es regalo, que Dios es principio de gozo que rompe y desborda la ley del sistema; sabe que vivir es morir por los demás, resucitar en ellos. Por eso, desea animar a cada hombre y mujer, para que tengan la audacia de vivir en plenitud contemplativa y autonomía dialogal, regalando la vida en amor, muriendo por la libertad y el amor de los otros.

La iglesia debe e ser principio de comunicación universal, pero no a nivel de intercambios económicos, sino de encuentro y comunión personal, sin imposición de unos sobre otros, ni ley opresora ni mercado económico. El dinero se debe racionalizar y organizar en forma de sistema (mercado). A ese nivel son necesarios los planes y organizaciones, una burocracia mundial encargada de programar y optimizar los resultados, en línea de producción, distribución y consumo. La iglesia, en cambio, no es lugar de mercaderes, sino hogar y vía de comunicación gratuita, perdón y donación, en el cara a cara de las relaciones cercanas, en el mano a mano del diálogo creyente. Ella expresa la experiencia del regalo divino que recibe y acoge en gratuidad, para compartirlo, por encima de toda imposición o programa legal. Por eso, sus ministerios y tareas desbordan el nivel de cálculo y mercado: no pueden medirse como la inversión y ganancia de dinero.

 Pienso que algunos eclesiásticos han caído en la trampa de la planificación y el mercado, aplicando a la iglesia unas formas propias de un del sistema, sobre todo en la organización de ministerios: tanta inversión en seminarios, con tales vocaciones y tantos resultados. Gracias a Dios, la fascinación del mercado (números, ganancias) ha quebrado. Dicen que se ha invertido mucho y parece que no se ha recogido casi nada. Se han creado instituciones grandes de acción y educación, de misiones y servicios sociales (seminarios y universidades, colegios y hospitales), para descubrir, al final, que t quiebran en plano de mercado o terminan empleando los medios normales del sistema, dejando así de ser cristianas, es decir, gratuitas, gozosas, personales

 Algunos se lamentan y hablan de la descristianización de occidente. Pues bien, pienso que es hermoso y bueno que haya sido así. No habíamos gozado la gratuidad, sino invertido con técnicas de sistema o mercado. Ciertamente, muchísimas personas de la administración eclesial han sido y son ejemplo de honradez personal y eficacia. Pero el sistema eclesial ha tendido a convertirse en mercado de inversiones y seguridades sacrales, poderes e influjos, al servicio de un Dios al que habíamos identificado con un tipo de administración cristiana. Por eso, es bueno que aquella inversión haya fallado, desde una perspectiva de evangelio: parece normal que gran parte de los antiguos creyentes de este final del Segundo Milenio estén dejando la estructura eclesial y no quieran ser cristianos en la forma antigua.

Este fallo de las instituciones sociales de la iglesia nos invita a buscar y descubrir su verdad en su plano de gracia y comunión personal, pues sólo así reciben su sentido los signos de la iglesia (oración contemplativa y comunicación de fe, bautismo y perdón, matrimonio y eucaristía…). Lógicamente, estos signos no se pueden realizar por sistema o encargo, sino que han de vivirse en apertura hacia el misterio, en encuentro personal, libre y creador, entre los humanos. Planificar las experiencias eclesiales en forma de mercado, buscando rentabilidad programada y dejando su gestión para una instancia superior, esto es, para unos ministros cristianos que actúan como administradores políticos o sociales del sistema, sería como pedir que otros me sustituyan en el amor del matrimonio o la experiencia familiar de comunión y amistad.

Los ciudadanos pueden delegar el uso del dinero o las funciones de administración, en manos de gestores apropiados de la sociedad (del sistema). Pero la iglesia no es sociedad, sino comunión de personas; por eso, ella no puede delegar en nadie la gestión de sus asuntos (oración y comunicación de fe, encuentro personal y fiesta), sino que son los mismos cristianos quienes deben cultivar la fe y amor de un modo autónomo, desde la raíz del evangelio.

El sistema está hecho de racionalizaciones y delegaciones: confía a un banco la gestión del dinero, al ejército la defensa militar… Así resuelve muchas cuestiones y problemas, en clave económica y social, pero nos deja vacíos (sin hondura y sin respuesta) ante los grandes misterios de la vida (gratuidad y amor, libertad y sentido, comunicación personal y esperanza tras la muerte…). El sistema planifica y podría resolverlo casi todo, menos lo más importante: el amor y los misterios y preguntas de la vida y de la muerte, (como sabían Job, Kohelet y Buda).

En otro tiempo se mezclaban vida pública y privada: nos hallábamos inmersos en un entorno de tipo familiar, donde nos conocían con nombre y apellido, de manera que éramos alguien, persona o personaje, dentro del conjunto. En ese contexto el sistema (reino, estado, orden religioso) se podía suponer divino. Ahora, en cambio, se ha vuelto impersonal: somos un número en el engranaje de la administración económica, en el conjunto de la burocracia social. Hemos descubierto y sabemos por experiencia (de marxismo y nazismo, neo-liberalismo y planificación global) que el sistema no es divino, sino creación de una racionalidad humana que puede pervertirse, pero que tampoco es demoníaco, en contra de lo que parecen sugerir ciertas lecturas de las tentaciones de Jesús (Mt 4; Lc 4) y del Apocalipsis.

El sistema en cuanto tal no es ni puede ser cristiano.El nacional/racional -cristianismo ha terminado: el sistema mundial, hecho de economía y burocracia, no es cristiano (ni demoníaco), sino construcción de la racionalidad humana, que programa y realiza acciones productoras e intercambios sociales. A ese nivel somos y debemos ser ateos, como en formas diversas se viene diciendo desde Nietzsche y M. Weber: el estuche de hierro del sistema no tiene más principio que la ley de relaciones económicas y la planificación mundial; por eso, todo intento de bautizarlo (cristianizar al César) resulta contrario a sistema y evangelio. Sólo cuando admitamos su autonomía y le dejemos mantenerse a su nivel podremos, descubriremos su valor como ley que permite resolver problemas de producción, distribución económica y administración mundial.

La iglesia forma parte del mundo infinito de la vida, no del sistema económico-político.Por eso, tiene otro principio (gratuidad), otras formas de comunicación (cara a cara de amor y cercanía, libertad) y una meta propia (Reino de Dios, Vida eterna).Ella no puede imponerse a la fuerza en el plano del sistema, pero ella tiene una palabra más honda que ofrecer, una experiencia de gratuidad que compartir y lo hace de un modo gozoso, agradecido, abierto a todos los humanos. No se opone directamente al sistema: no lo combate con armas, campañas políticas o dinero; ni siquiera lo demoniza y condena (como a veces ha podido hacerse Ap), pero introduce dentro (y por encima) del sistema un germen de gratuidad y comunicación humana, ofreciendo sentido a millones de personas, con esperanza de vida (amor y resurrección) por encima de la muerte.

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Abandono, seguimiento y traición. Domingo 21. Ciclo B.

Domingo, 25 de agosto de 2024
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3b32a400-f8f1-4ffa-bc94-18d9c966940dDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado terminamos de leer el debate de Jesús sobre el pan de vida. Lo curioso, y extraño, es que el evangelista no cuenta la reacción final del auditorio. Anteriormente, en dos ocasiones, han interrumpido a Jesús mostrando su desacuerdo. Ahora no dicen nada, como si no mereciera la pena seguir discutiendo. Sin embargo, se cuenta la reacción de los discípulos de Jesús, con dos posturas muy distintas (unos lo abandonan, otros lo siguen) y el aviso de la traición de uno de ellos.

Evangelio (Jn 6, 60-69)

En aquel tiempo muchos de los discípulos de Jesús, al oírlo, dijeron:

-«Esto que dice es inadmisible. ¿Quién puede admitirlo?».

    Jesús, conociendo que sus discípulos hacían esas críticas, les dijo:

«¿Esto os escandaliza? ¡Pues si vierais al hijo del hombre subir adonde estaba antes! El espíritu es el que da vida. La carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son espíritu y vida. Pero entre vosotros hay algunos que no creen». (Jesús ya sabía desde el principio quiénes eran los que no creían y quién lo iba a traicionar).

Y añadió:

-«Por esto os he dicho que nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre».

     Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él.

     Jesús preguntó a los doce:

«¿También vosotros queréis iros?».

   Simón Pedro le contestó:

-«Señor, ¿a quién iremos? Tú tienes palabras de vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que tú eres el santo de Dios».

Abandono

«Desde entonces muchos de sus discípulos se volvieron atrás y no andaban con él.» Es un momento de crisis muy fuerte. Hasta ahora, los discípulos de Jesús no han tenido ningún problema. Ahora, la mayoría abandona a Jesús. ¿Por qué? Ellos lo justifican diciendo que «este discurso»es duro, intolerable. No se refieren solo a la idea de comer su carne y beber su sangre; se refieren a todo lo que ha dicho Jesús sobre sí mismo: que es el enviado de Dios, que ha bajado del cielo, que resucitará el último día a quien crea en él, que él es el verdadero pan de vida. En el fondo, comer el cuerpo y beber la sangre de Jesús equivalen a «tragárselo», a aceptarlo tal como él dice que es. Y eso, la mayoría de los discípulos, no está dispuesto a admitirlo. Lo han visto hacer milagros, pero eso no les extraña. También en el Antiguo Testamento se habla de personajes milagrosos. Sin embargo, ninguno de ellos, ni siquiera Moisés, dijo haber bajado del cielo y ser capaz de resucitar a alguien. Si Jesús hubiera aceptado ser rey, como ellos habían pretendido poco antes, si se hubiera limitado a hablar de esta tierra y de esta vida, no se habrían escandalizado y lo seguirían. Ellos quieren un Jesús humano, no un Jesús divino.

En su respuesta, Jesús empieza echando leña al fuego: si se escandalizan de lo que ha dicho, podría darles más motivos de escándalo. Su problema es que enfocan todo desde un punto de vista humano, carnal; y para creer en él hay que dejarse guiar por el espíritu. Pero esto solo lo consigue aquel a quien el Padre se lo concede. Estas palabras de Jesús resultan desconcertantes: por una parte, cargan la culpa sobre los discípulos que se sitúan ante él con una mirada puramente humana; por otra, responsabiliza a Dios Padre, ya que solo él puede conceder el acceso a Jesús («nadie puede venir a mí si no le es dado por el Padre»).

Quizá el evangelista está pensando en los cristianos que han abandonado la comunidad a causa de las persecuciones o por cualquier otro motivo. ¿Qué les ha pasado a esas personas? ¿Es solo culpa suya? ¿Hay un aspecto misterioso, en el que parte de la culpa parece recaer sobre Dios? Pensando en la gente que conocemos y cómo han evolucionado en su vida de fe, estas preguntas siguen siendo de enorme actualidad.

Seguimiento

El momento más dramático se cuenta con enorme concisión. Tras el abandono de muchos solo quedan los Doce. La pregunta de Jesús («¿También vosotros queréis iros»), sugiere cosas muy distintas: desilusión, esperanza, sensación de fracaso… La respuesta inmediata de Pedro, como portavoz de los Doce, recuerda a su confesión en Cesarea de Filipo, según la cuentan los Sinópticos: «Tú eres el Mesías».

Pero hay unas diferencias interesantes. Pedro no comienza confesando: “Nosotros creemos que tú has bajado del cielo, que eres el pan de vida, que quien come tu carne y bebe tu sangre tiene vida eterna…”. Nada de esto. Pedro no comienza confesando su fe en Jesús, sino preguntándole: «Señor, ¿a quién iremos?» Abandonar a Jesús y volver a sus trabajos es algo que no se les pasa por la cabeza. Necesitan un maestro, alguien que los guíe. ¿Dónde van a encontrar uno mejor que él? ¿Uno cuya palabra te hace sentirte vivo? Lo primero que hace Pedro es reconocer que necesitan a Jesús, no pueden vivir sin él.

Luego sigue la confesión de fe, pero eludiendo comprometerse con fórmulas que no entiende. Jesús ha dicho que la vida se consigue comiendo su cuerpo y bebiendo su sangre. Pedro evita esta expresión tan dura y dice: “Tú tienes palabra de vida eterna”. Es su palabra la que alimenta y da la vida. En cuanto a la identidad de Jesús, prescinde de si ha bajado del cielo; ni siquiera le concede el título de Mesías, sino el de «Santo de Dios», título que sólo aparece una vez en el Antiguo Testamento, aplicado al sumo sacerdote Aarón, con sentido honorífico o por su estrecha relación con el culto (Sal 106,16). Sin duda, Pedro confiesa que Jesús está en una relación especial con Dios, sin meterse a discutir si ha bajado del cielo.

Traición

En el texto litúrgico, este tema solo aparece de pasada: Jesús sabía «quien lo iba a traicionar». Si no hubiesen mutilado el evangelio, quedaría mucho más claro. Porque, inmediatamente después de la intervención de Pedro, Jesús añade: «“¿No os he elegido yo a los Doce? Pero uno de vosotros es un diablo.” Lo decía por Judas Iscariote, uno de los Doce, que lo iba a entregar.»

Con ello surge una nueva pregunta y un nuevo misterio: ¿por qué Judas no abandona a Jesús en este momento, cuando tantos otros lo han hecho? ¿Por qué Jesús, si lo sabe, lo mantiene en el grupo? ¿Cómo puede llegar alguien a desilusionarse de Jesús hasta el punto de traicionarlo?

1ª lectura: el compromiso de los israelitas con Dios (Josué 24,1-2.15-18)

     Estamos en el capítulo final del libro de Josué. Los israelitas, a las órdenes de Josué, han conquistado todo el territorio que Dios les había prometido (es preferible no recordar cómo lo consiguieron, porque lo que ocurre actualmente en la frontera de Gaza resulta un juego entretenido). En ese momento, Josué reúne a todas las tribus en Siquén, les recuerda los beneficios pasados de Dios y les ofrece la alternativa de servir o no servir a Yahvé. Es un diálogo espléndido, dramático, en el que Josué, contra lo que cabría esperar, se esfuerza por convencer al pueblo de que no sirva a Yahvé. Es un dios celoso que no los perdonará si lo traicionan. Sin embargo, los israelitas porfían en que quieren servirlo, y todo termina con la alianza entre el pueblo y Dios.

     Quienes han seleccionado el texto han demostrado, una vez más, que no les entusiasma la Biblia: han mutilado la intervención de Josué, el diálogo con el pueblo, y el final. De 28 versículos, solo se han salvado 6.

En aquellos días Josué reunió a todas las tribus de Israel en Siquén. Convocó a los ancianos, jefes, jueces y escribas, y en presencia del Señor dijo a todo el pueblo:

-«Esto dice el Señor, Dios de Israel: Vuestros padres, Téraj, padre de Abrahán y de Najor, vivían antiguamente al otro lado del río Éufrates y adoraban a otros dioses. Si no os parece bien servir al Señor, escoged hoy a quién queréis servir, si a los dioses a los que sirvieron vuestros padres al otro lado del río o a los dioses de los amorreos, cuya tierra ocupáis; yo y mi casa serviremos al Señor».

El pueblo respondió:

-«Lejos de nosotros abandonar al Señor para servir a otros dioses, porque el Señor es nuestro Dios; él nos sacó a nosotros y a nuestros padres de Egipto, de la casa de la esclavitud; ha realizado ante nuestros ojos estos grandes prodigios y nos ha protegido durante todo el camino que hemos recorrido y en todos los pueblos por los que hemos pasado. Nosotros serviremos al Señor, porque él es nuestro Dios».

El texto, si se hubiera leído completo, ofrecería una relación más clara con el evangelio. Tanto Josué como Jesús hablan de manera clara y dura, como queriendo desanimar a sus seguidores. La gran diferencia radica en la diversa reacción de los oyentes. El texto de Josué ofrece un final feliz, ajeno por completo a la realidad: los israelitas siguieron sirviendo a otros dioses y abandonando a Yahvé. El evangelio traza un cuadro más realista, incluso pesimista: muchos discípulos abandonan a Jesús; solo quedan doce, y uno de ellos será un traidor.

2ª lectura: ¿Sería mejor suprimirla? (Efesios 5,21-32)

     Este es el texto que ninguna novia quiere que se lea el día de su boda. En los tiempos que corren, decirle que «sea sumisa a su marido», que «le debe estar sujeta en todo», porque no hay igualdad entre ambos, sino que «el marido es la cabeza de la mujer», no es lo más agradable. Aunque luego le diga al marido que ame a su esposa como a su propio cuerpo. De esta segunda parte de la lectura, ni se entera.

Hermanos, respetaos unos a otros por fidelidad a Cristo. Que las mujeres sean sumisas a sus maridos como si se tratara del Señor; porque el marido es cabeza de la mujer, del mismo modo que Cristo es cabeza de la Iglesia, cuerpo suyo, del cual él es el Salvador. Así como la Iglesia está sujeta a Cristo, así también las mujeres lo deben estar a sus maridos en todo. Maridos, amad a vuestras esposas, como Cristo amó a la Iglesia y se entregó él mismo por ella, a fin de santificarla por medio del agua del bautismo y de la palabra, para prepararse una Iglesia gloriosa, sin mancha ni arruga ni cosa parecida, sino santa y perfecta. Así los maridos deben también amar a sus mujeres como a su propio cuerpo. El que ama a su mujer se ama a sí mismo. Porque nadie odia jamás a su propio cuerpo, sino que, por el contrario, lo alimenta y lo cuida, como hace Cristo con la Iglesia, pues somos miembros de su cuerpo. Por eso el hombre dejará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne. Éste es un gran misterio, que yo aplico a Cristo y a la Iglesia.

Esta mentalidad sobre el matrimonio, que hoy día nos escandaliza, era progresista en el siglo I. Basta mirar lo que ocurre en algunos países árabes. La mujer acepta con naturalidad estar sometida al marido. Pero el marido no siempre es consciente del cariño y delicadeza con que debe tratar a su mujer. La corrupción moral, tan extendida en el siglo I, explica que el autor exija a los matrimonios cristianos un comportamiento fundado en el respeto mutuo, por fidelidad a Cristo. Ojalá en todos los matrimonios cristianos actuales hubiera ese mismo respeto.

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Domingo XXI del Tiempo Ordinario. 25 de agosto de 2024

Domingo, 25 de agosto de 2024
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Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. Entonces Jesús les dijo a los Doce: -¿También vosotros queréis marcharos?”

(Jn 6, 60-69)

Cabe una primera reacción ante este texto: Pensar así como: “¡menudos discípulos! ¡Qué gente tan inconsistente! ¡Qué falta de compromiso!”

Es una reacción de pura lógica humana. Las cosas no salen bien, no tienen éxito, porque siempre hay personas que vienen a estropearlo todo. Y en este caso concreto la cosa está muy clara. los que criticaron a Jesús y se marcharon son los malos de la película.

Sin embargo, aquí el evangelio no nos está hablando ni de buenos ni de malos. Habla, más bien, de un Reino que se abre camino en medio de las dificultades, de una fuerza amorosa que atraviesa la existencia humana; toda la existencia humana, también la parte más oscura.

A lo largo de todo el Antiguo Testamento hay una enseñanza constante que, llegadas a este punto, parece se nos olvida: Dios siente debilidad por lo pequeño.

Elige a Sara, a Jacob, a Raquel, a José… que son los pequeños, los que no cuentan; que son las estériles, las que no valen. Y elige también ejércitos pequeños, casi ridículos, para vencer a quienes se creen poderosos.

El amor de Dios no avanzagracias” a los méritos humanos, sino, muchas veces, a pesar de los errores humanos.

No es Jesús quien necesita a sus discípulos, son los discípulos los que tienen que optar por Jesús.

El Reino sigue creciendo. Crece hoy gracias a la crisis de vocaciones que vive la Iglesia. Crece a pesar de los errores de la jerarquía y también a pesar de cada uno de nuestros fallos. El Amor de Dios sigue imparable, seduciendo corazones dentro y fuera de los límites de nuestra Iglesia.

Así son las cosas de Dios: sorprendentes, imparables y gratuitas. Siempre gratuitas, generosas, metidas de lleno en el ámbito del exceso. Porque el Amor, por definición, es siempre excesivo y generoso.

Entonces puede libremente preguntarnos: ¿también vosotros queréis marcharos?

Ahora la pelota está en nuestro tejado.

Oración

Aumenta, Trinidad Santa, nuestra fe y nuestra confianza para que podamos caminar con la libertad que solo el Amor nos puede brindar.

*

Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Debemos elegir entre el Espíritu y la carne.

Domingo, 25 de agosto de 2024
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Jn 6,61-71

Llegamos al final del c. 6 de Juan. Llega la hora del desenlace. La disyuntiva es clara: o acceder a la verdadera Vida, o permanecer enredados en la pura materialidad. Recordar lo que decíamos el primer día: no tomar ninguna decisión es mantener el camino fácil del hedonismo, en el que estamos. ¿Qué resultado tiene hoy la oferta de Jesús?

Este modo de hablar es inaceptable. Son inaceptables estas propuestas, para ellos y para nosotros, pues contradicen nuestras apetencias más íntimas. Quieren llevarnos más allá de lo razonable. Todo aquel que se deje guiar por el sentido común, se escandalizará. Lo que nos pide Jesús es salir del egoísmo y entregarse a los demás. Se trata de sustituir a Dios invisible por el hombre concreto. ¿Cómo podemos dejar de servir a Dios para dedicarnos a los demás?  ¿No es el primer deber de todo ser humano dar “gloria” a Dios?

La incapacidad de comprender es consecuencia de entender desde la carne. No se trata de despreciar y machacar la carne. Entendido de esa manera maniquea, tampoco tiene ninguna salida el mensaje de Jesús. Se trata de descubrir que el verdadero sentido de la vida fisiológica y terrena, para un ser humano, el verdadero sentido de la carne, está en la trascen­dencia; es decir desplegar las posibilidades más sublimes que el ser humano tiene de ser más que simple biología. La pura vida terrena no puede ser meta para el hombre.

El espíritu es el que da Vida, la carne no sirve para nada. Aquí, carne y espíritu no se refieren a dos realidades concretas y opuestas, sino a dos maneras de afrontar la existencia. Solo la actitud espiritual puede dar sentido a una vida humana. Vivir desde las exigencias de la carne, cercena la meta del ser humano. En teoría no se entiende y en la práctica tampoco, ¿quién cree que la carne no vale para nada? ¿Por qué luchamos? ¿Cuál es nuestra mayor preocupación? ¿Cuánto tiempo dedicamos al cuerpo y cuánto al Espíritu?

Después de repetir por activa y por pasiva que había que comer su carne, ahora nos dice que la carne no vale para nada. Estas palabras nos obligan a hacer un esfuerzo para poder comprender el mensaje. No es ninguna contradicción. Se trata de descubrir que el valor de la “carne” le viene de estar informada por el espíritu. Con el espíritu, la carne lo es todo. Sien el espíritu, la carne no es nada. Queda claro el sentido que da Juan a la encarnación.

Las propuestas que os he hecho son Espíritu y son Vida. Las palabras no tienen valor por sí mismas. La referencia al Espíritu es clave para entender a Jesús. “Lo que nace de la carne es carne, lo que nace del espíritu es espíritu”. Viene diciendo que él es el pan… Ahora dice que son sus palabras las que dan la Vida. Otra demostración de que todo es metáfora y símbolo. La única propuesta que le llevará al hombre plenitud es la de Jesús.

Desde entonces, muchos discípulos suyos se echaron atrás y no volvieron a ir con él. En este proceso de alejamiento entre Jesús y los que le siguen, se da el último paso, el abandono. Hasta ahora los que murmuraban y le criticaban eran los judíos, ahora son los discípulos los que deciden abandonarle. Recordemos que todo el capítulo se ha planteado como un proceso de iniciación. Al final no hay más remedio que tomar una decisión. En la comunidad donde se escribe este evangelio, la decisión era el bautismo.

¿También vosotros queréis marcharos? Jesús está hablando a los más íntimos. No busca la aprobación general. Tanto los políticos como los medios de comunicación dicen siempre lo que la audiencia quiere oír. Lo importante es la adhesión de los que oyen. Jesús acepta el reto que su doctrina provoca. Está dispuesto a quedarse solo antes que ceder en la radicalidad de su mensaje. La pregunta manifiesta una profunda amargura. Pero también deja muy clara la convicción que tiene en lo que está proponiendo.

¿Con quién no vamos a ir? Tus exigencias comunican Vida definitiva. Pedro da la única respuesta adecuada: “Nosotros creemos”. La gente que escuchan a Jesús, se sienten más seguros con el cumplimiento de la Ley. A la hora de comer eran cinco mil. Quedan doce. Pronto demostrarían que ellos tampoco lo entendieron hasta la experiencia pascual. Queda claro que los doce son el fundamento de la comunidad, con Pedro a la cabeza.

También en los sinópticos, Jesús empieza siendo aclamado por la multitud, pero termina siendo abandonado por todos. Si hoy nos declaramos cristianos dos mil millones de personas, se debe a que no se exige la radicalidad de su mensaje y seguimos en el engaño de lo que puede darnos, no en la conciencia de lo que nos exige. Si descubriéramos que la médula del mensaje de Jesús es que tenemos que dejarnos comer, ¿cuántos quedarían?

Juan intenta aclarar las condiciones de pertenencia a la comunidad de Jesús: La adhesión a Jesús y la asimilación de su propuesta de amor. Su ‘exigencia’ es una dedicación al bien del hombre a través de la entrega personal. El mesianismo triunfal queda definitivamente excluido. En contra de lo que se nos sigue diciendo, Jesús ni busca gloria humana o divina ni la promete a los que le sigan. Seguirlo significa renunciar a toda ambición personal.

Hoy seguimos ignorando la propuesta de Jesús. En su nombre seguimos ofreciendo unas seguridades derivadas del cumplimiento de unas normas. No se invita a los fieles a hacer una elección de la oferta de Jesús, porque no se les presenta dicha oferta. Hemos manipulado el evangelio para salirnos con la nuestra. No nos interesa el mensaje de Jesús, sino nuestros propios anhelos de salvación que no van más allá de la sola carne.

No es casualidad que en el evangelio se hable de Vida al tratar de expresar la realidad espiritual que descubrió Jesús más allá de la vida. El paralelismo nos puede llevar a comprender que no existe una VIDA separada de la materia. Ni en el orden espiritual ni en el biológico la vida puede andar por ahí separada de la materia sensible. Dios es Vida, pero no está en algún lugar del universo y desde allí nos hace partícipes de ella.

A la hora de definir la vida biológica, tenemos que recurrir a su manifestación. Nunca nos encontramos con la vida, sino con un ser vivo. Lo mismo en el orden espiritual, nunca nos encontraremos con el Espíritu, pero sí un ser atravesado por el Espíritu. ¿Cómo lo sabremos? Solo a través de las relaciones con los demás. Si es capaz de descentrarse y descubrir en los demás aquello que le identifica con ellos, tiene Vida espiritual. Si permanece el egoísmo y la búsqueda de seguridades y el hedonismo, solo tiene vida.

La propuesta terminó en estruendoso fracaso. Ni siquiera sus discípulos lo entendieron. Incluso los primeros cristianos tuvieron que convertir su derrota en triunfo para poder aceptarle. Solo el Cristo glorioso, que puede hacernos partícipes de su misma gloria, nos interesa. No seguimos a Jesús en la entrega, sino al Cristo que triunfó de sus enemigos.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Vanguardias y retaguardias

Domingo, 25 de agosto de 2024
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Jn 6, 60-69

«¿A quién iremos? … nosotros creemos en ti».

Los especialistas coinciden en afirmar que tras la multiplicación de los panes se produjo una importante crisis de seguimiento, pero no saben establecer sus causas. Es posible que aquellos que lo veían como el mesías libertador de Israel se cansasen de esperar algún gesto político que nunca llegaba y se marchasen. También es posible (según Juan) que fuese la novedad y la radicalidad de su mensaje la que hizo a muchos desistir.

Permanecieron a su lado los que se sentían necesitados de él, pero, en cualquier caso, la desbandada debió ser importante como muestra la pregunta que Jesús formula a sus discípulos cuando se vuelven a encontrar en Cafarnaúm: «¿También vosotros queréis marcharos?».

Al igual que entonces, hoy el seguimiento de Jesús está sumido en una profunda crisis que se manifiesta en la creciente indiferencia de la gente. Quienes creemos en su proyecto, achacamos esta crisis al desconocimiento profundo de Jesús, bien sea por falsificación o por omisión, lo que provoca que su propuesta no pueda competir con la propuesta del mundo. Pensamos que el camino de salida es el retorno a los orígenes; al Jesús genuino que arrastraba multitudes, al evangelio desnudo, a la buena Noticia, al tesoro escondido, al proyecto colosal al que todos estamos invitados.

Pero lo tenemos difícil, porque el espíritu revisionista propio de nuestra época nos mueve a minimizar la importancia de Jesús en la búsqueda de Dios; a postergar su mensaje y su praxis en favor de otras doctrinas u otras filosofías que están más de moda. Hoy nos consideramos “vanguardia” cuando nos mostramos escépticos con los textos evangélicos que no cuadran con la mentalidad que debe tener un ciudadano del siglo XXI; cuando lo consideramos uno más; cuando ponemos en tela de juicio su divinidad y rechazamos su Dios personal, Abbá; cuando apelamos a la tolerancia y la modernidad para renegar de la misión de llevar su luz a todas las gentes.

Pero nos equivocamos. En una maratón es vanguardia el que está más cerca de la meta, y en el cristianismo (con perdón) es vanguardia quien está más cerca de Jesús. Cuanto más lejos de Jesús, más “retaguardia”. Corremos el riesgo de arrinconar a Jesús como a un trasto viejo; de terminar creyendo que las creencias y los criterios de aquel artesano de otra época y otra cultura ya no sirven en nuestro mundo. Por eso, la pregunta del evangelio cobra hoy más significado que nunca:

«¿También vosotros queréis marcharos…?»

Terminamos con un comentario de Ruiz de Galarreta: «La profesión de fe de Pedro que leemos en el evangelio es emocionante: “Nosotros creemos en ti”. Y se acabó. Los demás tienen sabiduría, argumentos, sistemas filosóficos, razones históricas, poder… Nosotros creemos en ti; por encima del templo, de Moisés, de Platón… Por encima de todos, el hijo de José y María, el carpintero crucificado».

Miguel Ángel Munárriz Casajús 

Para leer un artículo de José E. Galarreta sobre un tema similar, pinche aquí

Fuente Fe Adulta

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