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Preparad el camino del Señor.

Domingo, 10 de diciembre de 2017
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Si la paciencia es la madre de la espera, es la misma espera la que produce nuevo gozo en nuestras vidas. Jesús nos ha hecho entrever no sólo nuestros sufrimientos sino también lo que está más allá de ellos. «También vosotros ahora estáis tristes, pero os veré de nuevo y vuestro corazón se llenará de gozo». Un hombre, una mujer que no alimentan su esperanza en el futuro, no están en disposición de vivir el presente con creatividad.

La paradoja de la espera está precisamente en el hecho de que los que creen en el mañana están en disposición de vivir mejor el hoy; que los que esperan que de la tristeza brote el gozo están en disposición de descubrir los rasgos inaugurales de una vida nueva ya en la vejez; que los que esperan con impaciencia la vuelta del Señor pueden descubrir que él ya está aquí y ahora en medio de ellos (…).

Precisamente en la espera confiada y fiel del amado es donde comprendemos cómo ya ha llenado nuestras vidas. Como el amor de una madre por su propio hijo puede crecer mientras espera su regreso, como los que se aman pueden descubrirse cada vez más durante un largo período de ausencia, así nuestra relación interior con Dios puede ser cada vez más honda, más madura mientras esperamos pacientemente su retorno.

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H. J. M. Nouwen,
Forza dalla solitudine, Brescia 1998, 59-62).

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Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías

“Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.””

Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:

– “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.”

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Marcos 1,1-8

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La Aurora

Viernes, 8 de diciembre de 2017
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La aurora es un momento fabuloso: el que precede inmediatamente al salir el sol. Antes sólo eran tentativas. Un leve palidecer el cielo por oriente, apenas visible en la noche. Sigue un clarear creciente, lentamente al comienzo, luego más rápidamente, siempre más rápidamente. Finalmente un instante en el que el surgir de la luz es tan victorioso y ardiente, el esplendor tan cegador a los ojos habituados a la noche, que nos podríamos creer ante el mismo sol: apenas un instante después, como una llamarada, su luz arde en el hilo del horizonte. Y finalmente el sol. Hasta ese momento, nos podíamos haber engañado, pues ya se transparentaba en lo que sólo era la aurora. Lo mismo la Inmaculada concepción. Primero, a lo largo de los siglos precedentes, se trataba del alba de Cristo, de los comienzos de su pureza y santidad, ya maravillosos considerando que se realizaban en la naturaleza humana, pero aún oscuros respecto a El. María es el culmen de la aurora, el surgir del día. Pero su luz ilumina a todos. La Inmaculada concepción distingue a María de los demás humanos sólo para unirla más a Cristo, que pertenece a todos (…).

Tras el decreto que estableció la venida de Cristo, se da esta larga preparación que ya la realiza inicialmente y que llena toda la historia antigua de la humanidad. Ahora bien, toda esta preparación lleva a María, porque ella (…) es portadora de Cristo. La preparación es inmensa: es la única obra de Dios mismo en este mundo; se compromete con todo su amor: haciendo confluir, en virtud de su gracia, todo lo que en nuestros esfuerzos humanos hay de verdaderamente bueno: se plasma una naturaleza humana que será la suya.

Llega un día en que todo está preparado. En la Virgen todo se reúne para pasar de ella al Hijo (…). María es la figura absoluta y total, y lo es para siempre, porque, siendo Madre de Dios, es la que une el Hombre-Dios con la humanidad.

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É. Mersch,
La théologie du Corps mystique,
I
, Tournai 1944, 219-221.

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La misión maternal de María hacia los hombres no oscurece ni disminuye de ninguna manera la única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia.

Porque todo el influjo salvífico de la bienaventurada Virgen en favor de los hombres nace del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo.

La bienaventurada Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la divina providencia,  fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor y, de forma singular, la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor.

Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación.

Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la bienaventurada Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro, mediadora.

La Iglesia no duda en atribuir a María ese oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador .

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Del Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 60-62.

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“Iglesia y política”, por Gabriel Mª Otalora

Sábado, 2 de diciembre de 2017
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anunciodelevangelioGabriel Mª Otalora
Bilbao (Vizcaya).

ECLESALIA, 06/11/17.- En la Asamblea Plenaria de la Comisión Pontifica para América Latina que tuvo lugar en el Vaticano el año pasado, Francisco hizo algunas llamadas de atención dirigidas al epicentro de nuestras conciencias. Acostumbrados a vivir una Iglesia de ritos y cumplimientos, el profetismo de Francisco nos va modelando en las verdaderas realidades del evangelio.

En dicha Asamblea se refirió a construir la “cultura del encuentro” que ayude a superar los diferentes puntos de vista, las tensiones y discrepancias. Y sobre todo nos sorprendió cuando pidió a los mandatarios que no crearan leyes para organizar la sociedad sino para resolver los problemas de injusticia. por favor, les pido que escuchen a los pobres, a los que sufren. Mírenlos a los ojos y déjense interrogar en todo momento por sus rostros surcados de dolor y sus manos suplicantes. En ellos se aprenden verdaderas lecciones de vida y de humanidad, de dignidad. Busquen superar la injusticia estructural y sigan apostando por la reconciliación y la paz”.

La dicotomía entre religión y política es uno de los temas más espinosos que tenemos los seguidores de Cristo ¿Qué es entrar en política? Quizá deberíamos matizar de entrada el concepto “política”, ya que una cosa es la política partidista como ejercicio necesario para la gobernabilidad de un país, y otra muy diferente la llamada denuncia profética de las injusticias ante las que un seguidor de Cristo no puede quedarse indiferente, o lo que sería peor, directamente cómplice. Cristo fue partidario de contar con seguidores que hiciesen  política defendiendo al perseguido por leyes injustas, en nombre de Dios. Se les llama profetas y sus invectivas a la par de su coherencia deberían seguir siendo el modelo para todos.

Jesús de Nazaret entró de lleno en esta segunda categoría de política hasta el punto de que lo mataron porque llegó demasiado lejos con su ejemplo. Él mismo zarandeó las estructuras injustas legales religiosas ocasionadas por las prácticas viciadas de las leyes del Pentateuco. Y sus seguidores más directos hicieron exactamente lo mismo. Ninguno entendía la política convencional de alianzas estratégicas ni de espacios de poder. Tampoco estaban capacitados para administrar el funcionamiento del día a día, lo que los romanos llamaban res publica. Pero no dejaron de incomodar a las autoridades judías por sus graves inconsecuencias hasta convertirse en una molestia peligrosa para los dirigentes judíos y romanos (en cuanto tuvieron un seguimiento social que perjudicaba a sus intereses).

Si miramos la historia, la Iglesia de Cristo se ha metido en política en ambas direcciones. Muchos profetas y comunidades enteras han mantenido su coherencia en la fe, la esperanza y el amor a pesar de los peores pesares. Los mártires no son cosa del pasado si tenemos en cuenta que las mayores matanzas y persecuciones de la historia por seguir el ejemplo del Maestro se están dando ahora mismo, sin que la mayoría de creyentes en Jesús apenas levantemos la voz en el Primer Mundo, ni clérigos ni laicos.

En el corazón de Europa tenemos una estructura de poder clerical político de verdad que se sustenta en un verdadero Estado en torno a la sede petrina de Roma desde el siglo XIII, y con una historia poco edificante de verdadera lucha territorial que se cierra en 1929 con Mussolini y la configuración actual del Estado Vaticano con sus 44 hectáreas de extensión; una estructura con sus ministros de Asuntos Exteriores (nuncios) e inmunidades diplomáticas. Una realidad Iglesia-Estado que ha sido visto como la cosa más normal del mundo por muchas generaciones de católicos. Resulta increíble que el Estado Vaticano aún no haya firmado la Declaración Universal de Derechos Humanos de 1948. No puede argumentar que no es miembro de pleno derecho, puesto que ha suscrito otros convenios muy importantes. Quizá la razón hay que buscarla en el artículo 1 de la misma cuando señala que “Todos los seres humanos nacen libres e iguales en dignidad y derechos, dotados como están de razón y conciencia, que deben comportarse fraternalmente los unos con los otros.” Si el Estado Vaticano firmase, debería acabar, entre otras cosas, con la discriminación milenaria con las mujeres; y también con la estructura no democrática perpetuada en el tiempo.

De nuevo, el Papa Francisco nos recuerda una vez más con la mejor política cristiana posible: proponer la cultura del encuentro como base para resolver los problemas de la injusticia. Empezando cada uno con el ejemplo en lo cotidiano, claro  

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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Las huellas

Sábado, 21 de octubre de 2017
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huellas-de-camelloUn gran amigo es Hermanito de Foucault. Desde los dieciocho años va contemplando y buscando a Dios. Su primer trabajo fue cuidar camellos en el desierto. Y para ello, se especializó en conocer y buscar huelas de camello en la arena. Me quedé impresionado. ¿Cómo se pueden conocer las huellas de cada camello…? Esto viene muy bien. Muchas veces me lamento de que es muy difícil ver las huellas de Dios en la vida.

Todo es cuestión de entrenamiento. Conocer cómo se manifiesta Dios, cómo deja sus huellas y luego… a buscar.

Dios nos dice Jesús que se manifiesta especialmente en las personas. Y entre ellas, en las más pobres. Cómo verle en el preso, en el hambriento, en el enfermo, en el ignorante… Vista y acción. Sin duda yo creo que lo primero es conocerle dentro de mí, en mis pobrezas y miserias.

Es curioso, nunca lo había pensado. Las huellas son el casco del pie al revés. Igual es cuestión de ver la parte positiva al ver las señales. Puede parecer feo, pero le doy la vuelta y siempre veo lo positivo: los animales, o las personas, que han pasado por ahí me hacen pensar en las maravillas que soportan esos pies, en el peso, el cuerpo, la inteligencia….

Dios se hace presente, deja su marca, en la belleza de la naturaleza. Y también en lo que no vemos pero se revela… Ahora me toca jubilarme. Es la parte inversa de la vida. Ya no son ilusiones, actividades, fuerza, coraje… Es ver los resultados de toda una vida. Y las huellas son cansancio, dolores, disminuciones… ¿Y si me fijo y recuerdo lo que ha producido esas huellas que ahora tengo? Una mano de labrador está llena de callos. ¡Qué hermosura, qué grandeza, qué obra de arte!

Cada vez que vea alguna carencia en las personas, algún detalle de fracaso, dolor, marginalidad, voy a pensar en quienes produjeron esas huellas. Quizás otras personas con su trato, con su estilo de vida, con su riqueza produjeron esa marginación. Para que unas personas vayan corriendo a 120 por hora, muchas tienen que ir a pie, en autobús, en animal, o a velocidades cortas.

Me resulta más difícil ver las intenciones de las personas, que las huellas de los camellos.

Es cuestión de mirar siempre las huellas. Detrás hay toda una vida, una intencionalidad. Y sobre todo, una persona. Por eso es tan importante llegar a la persona, a quiénes produjeron esos frutos.

Y por supuesto, voy a intentar ver lo bonito en todo porque “mil gracias derramando, pasó por estos sotos con presura y yéndolas mirando, vestidas las dejó de su hermosura”.

Necesito tiempo para aprender a conocer las huellas del camello, para reconocer la presencia de Dios que está en todas las cosas y personas.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Mesa compartida, sí. Ni sacrificio, ni sacerdocio”, por José María García-Mauriño.

Jueves, 19 de octubre de 2017
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eucaristia0Todas las culturas tienen su religión. Todas las religiones tienen su sacerdocio. Esta institución, la religión, tiene la tarea de mediación entre los dioses y el pueblo. Los dioses imponen su voluntad a la gente, tienen que cumplir las normas que provienen del Olimpo. Y el que no las cumpla es objeto de castigo, personal o socialmente. Se castiga a los individuos y al pueblo entero que no cumplen sus mandatos. Las enfermedades son un “castigo” divino, personal. Las tormentas, la sequía, son un castigo colectivo. Así, Júpiter, el rey de los dioses, se “enfada” enviando rayos y truenos, al territorio de un pueblo que no obedece sus órdenes. Entonces, el sacerdote ofrece sacrificios para aplacar la ira de los dioses. El sacerdote es un ser especial, apartado de la gente, una persona sagrada y consagrada para ejercer un culto a los dioses. Es una persona que tiene poder para tener propicios a los dioses, celebrando cultos, sacrificios, ritos expiatorios, como la inmolación del cordero pascual. Se le da carácter divino, como personas escogidas por dios. Existe, pues, una relación entre el sacerdote, el sacrificio y el pueblo. El acceso al dios se realiza mediante los ritos que el sacerdote ofrece a los dioses, en reparación por los pecados. El sacerdote está más cerca del dios que el resto de la gente. Por eso, se acude a él y le ofrecen dones, animales, dinero, etc. para estar a buenas con dios.

Esta mentalidad ancestral es la que se ha trasladado al cristianismo. El sacerdocio hace de mediación entre Dios y la comunidad cristiana. El sacerdocio de Cristo es el único mediador entre el Padre y los fieles. Los fieles han pecado, han desobedecido órdenes, mandatos, (los 10 mandamientos), y necesitan una reparación para no cargar con la ira de Dios (“ab ira tua, libera nos, Domine”. “De tu ira líbranos Señor”, ¿recuerdan?) La muerte de Cristo, dicen algunos teólogos, es una reparación sacrificial por nuestros pecados. Esto es lo que dice la teología tradicional. “Dios no perdona ni a su propio Hijo y lo entrega por todos nosotros”. La idea de que Dios necesita del sacrificio y muerte, para perdonar los pecados, es sencillamente repugnante. ¿Qué clase de Dios es éste? ¿Acaso la muerte de Cristo fue un sacrificio sacerdotal? Recuerdo la grandiosa afirmación del profeta Oseas (6, 6): “Misericordia quiero y no sacrificios”.

Las primeras comunidades judeocristianas asocian la celebración eucarística con los sacrificios del AT que están muy presentes en su cultura religiosa. Eran práctica habitual en el templo de Jerusalén. No podía ser de otro modo. Seguían lo ritos propios de las religiones antiguas. Durante mucho tiempo se decía, y todavía se sigue repitiendo, que Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo.

Todo esto se ha ido fraguando en el cristianismo, y surge la imagen de la Eucaristía como sacrificio. Se repite el tema de las religiones: la liberación del pecado por medio del rito de la muerte. Se ha dicho con machacona insistencia por teólogos, pastores y el pueblo cristiano que el culto al que hay que asistir los domingos y fiestas de guardar, le llamen el “santo sacrifico de la Misa”. Resulta sorprendente la cantidad de veces que se emplea la palabra sacrificio en los textos de la Misa.

Orad, hermanos, para que este sacrificio, mío y vuestro, sea agradable a Dios, Padre Todopoderoso. El Señor reciba de tus manos este sacrificio

En la Plegaria Eucarística II, se dice textualmente:

“Así, pues, Padre, 
al celebrar ahora el memorial
de la pasión salvadora de tu Hijo, 
de su admirable resurrección y ascensión al cielo, 
mientras esperamos su venida gloriosa, 
te ofrecemos, en esta acción de gracias, 
el sacrificio vivo y santo.

De nuevo, el sacrificio. Pero continúa la Plegaria

“Dirige tu mirada sobre la ofrenda de tu Iglesia, 
y reconoce en ella la Víctima
por cuya inmolación 
quisiste devolvernos tu amistad,…”

Estas frases suenan a blasfemia: Dios nos devuelve su amistad gracias a la inmolación de una víctima que es su Hijo… El Hijo es sustituido por el Cordero. Y el cordero hay que inmolarlo en el altar de los sacrificios para aplacar al Dios que está enojado con su pueblo por sus pecados ¿Tan cruel es Dios? ¿Necesita la sangre y la sangre de su Hijo, para recuperar la amistad con los seres humanos (SH)? El Dios de Jesús no necesita sangre para perdonar los pecados. Jesús fue ejecutado, no “sacrificado”. Se ha sustituido el altar por la mesa. El sacrificio, por el disfrute de la mesa compartida, es decir, por la comensalía, en la que se comparte la comida para todos, que nadie pase hambre en el mundo, se comparte la vida, para todos los seres humanos, porque todos son hijos de Dios.

El rito, el culto religioso, que se realiza es para establecer o restablecer, la comunicación con Dios. Cristo estableció una comunicación perfecta, directa y definitiva entre el SH y Dios. No necesita de mediaciones. Jesús, al morir como murió, no ofreció a Dios, ni un rito religioso, ni una ceremonia sagrada, ni un culto reparador, sino que se ofreció a sí mismo. No ofreció sangre de animales, ni pan ni vino, sino que ofreció su vida, su propia sangre. Su ofrenda consistió en ofrecer su propia humanidad. Jesús rompió con las normas y prácticas religiosas, porque para él lo importante no son los ritos sagrados que le relacionan con Dios, sino la relación humana solidaria entre todos los seres humanos en la realidad de la vida, la fraternidad universal. Lo importante en cualquier religión, no es Dios, sino la gente, las personas. Dios no necesita nuestra adoración, ni nuestra alabanza ni nuestro servicio, ni nuestros ritos. Para muchos jerarcas, sacerdotes y teólogos, el culto es el centro de la religión. Es lo que pasa en muchas religiones que el culto lo es todo. En la iglesia católica actual el culto tiende a ser casi la única expresión de la iglesia.

La gran revolución religiosa llevada a cabo por Jesús consiste en haber abierto a los seres humanos otro camino de relación con Dios, distinta del culto, de lo sagrado, distinta de los ritos y ceremonias religiosas. Es decir, el camino sencillo de la relación con el prójimo que no pasa por la Ley. Y la relación ética, no religiosa, vivida como servicio al prójimo y llevada hasta el sacrificio de uno mismo. Jesús abrió otra vía de acceso a Dios a través de su propia persona, aceptando pagar con su vida al combatir esa creencia de que el culto religioso de los sacerdotes tenía el monopolio de la salvación. La salvación venía de otra parte. Jesús denunció los abusos del poder religioso y del poder político. “Jesús dejó sentado que el camino hacia Dios no pasa por el Poder, ni por el Templo, ni por el Sacerdocio, ni por la Ley. Pasa por los excluidos de la historia.” (González Faus) En adelante ya no hay sacerdocio que valga. La comunicación con Dios es una relación filial, de Padre a Hijos, no de mediación sacerdotal. Ni el sacerdocio personal, ni el llamado sacerdocio de los fieles.

Sacerdocio, propiamente tal, no existe ninguno en la Iglesia. En todo el N.T. sólo se habla de sacerdocio cristiano aplicándolo a Cristo, pero en el sentido de una transformación revolucionaria en el concepto mismo de sacerdocio. Porque el sacerdocio de Cristo no es un sacerdocio ritual, sino existencial. Es decir, se trata del sacerdocio que se realiza y se vive en la existencia entera. No limitado a los ritos y ceremonias del Templo y del culto sagrado.

En la Iglesia se empezó a hablar de sacerdocio en el s. III, aplicado a los dirigentes (presbíteros) de las comunidades. Hay una alusión en la 1 Carta de Pedro donde se habla de un “pueblo sacerdotal”, pero eso no pasa de ser una pura denominación. Y además una usurpación que hizo la Iglesia de algo que correspondía, más bien, al judaísmo.

El sacerdocio de los fieles, del pueblo de Dios, es una de tantas interpretaciones, bonita, pero innecesaria. ¿Qué intermediación o qué sacrificio ofrecen? La comunidad como tal no es tampoco mediadora entre Dios-Padre y los creyentes. Son los creyentes mismos los que se relacionan directamente con Dios. La religión que Dios quiere, la comunicación con Dios que nos ha dejado Jesús como horizonte, es el culto, personal y comunitario de la propia vida, la vida honrada, honesta, bondadosa, compasiva, servicial y solidaria.

José María García-Mauriño

Enero de 201

Fuente Fe Adulta

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“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Domingo, 15 de octubre de 2017
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Hoy, el Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española, Teresa de Jesús… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado. Caminemos de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5).

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“Estando en la Encarnación el segundo año que tenía el priorato, octava de San Martín, estando comulgando, partió la Forma el Padre fray Juan de la Cruz, que me daba el Santísimo Sacramento, para otra hermana. Yo pensé que no era falta de Forma, sino que me quería mortificar, porque yo le había dicho que gustaba mucho cuando eran grandes las Formas (no porque no entendía no importaba para dejar de estar el Señor entero, aunque fuese muy pequeño pedacico). Díjome Su Majestad: «No hayas miedo, hija, que nadie sea parte para quitarte de Mí»; dándome a entender que no importaba. Entonces representóseme por visión imaginaria, como otras veces, muy en lo interior, y dióme su mano derecha, y díjome: «Mira este clavo, que es señal que serás mi esposa desde hoy. Hasta ahora no lo habías merecido; de aquí adelante, no sólo como Criador y como Rey y tu Dios mirarás mi honra, sino como verdadera esposa mía: mi honra es ya tuya y la tuya mía». Hízome tanta operación esta merced, que no podía caber en mí, y quedé como desatinada, y dije al Señor que o ensanchase mi bajeza o no me hiciese tanta merced; porque, cierto, no me parecía lo podía sufrir el natural. Estuve así todo el día muy embebida. He sentido después gran provecho, y mayor confusión y afligimiento de ver que no sirvo en nada tan grandes mercedes.”

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Rel 35;Cfr 7M 2, 1).

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“Lo que pasa en la unión del matrimonio espiritual es muy diferente: aparécese el Señor en este centro del alma sin visión imaginaria sino intelectual, aunque más delicada que las dichas , como se apareció a los Apóstoles sin entrar por la puerta, cuando les dijo: «Pax vobis»“. Continúa diciendo sobre esta unión de Dios y el alma: “Es un secreto tan grande y una merced tan subida lo que comunica Dios allí al alma en un instante, y el grandísimo deleite que siente el alma, que no sé a qué lo comparar, sino a que quiere el Señor manifestarle por aquel momento la gloria que hay en el cielo, por más subida manera que por ninguna visión ni gusto espiritual“. *

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 Moradas. 7, capítulo 2, núm 2,3

***

Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

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(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejara yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo.

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(Libro de la Vida, capítulo 6,9)

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“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

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(Camino de Perfección 21, 26)

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En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:

“El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran:

-“Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.”

Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados:

“La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.”

Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo:

“Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?”

El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros:

“Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.

Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.”

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Mateo 22,1-14

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Las mujeres le seguían.

Lunes, 9 de octubre de 2017
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algunas-mujeres-acompanaban-a-jesus-y-lo-ayudabanEl evangelista Lucas nos cuenta que a Jesús le acompañaban los doce y que algunas mujeres le seguían durante su misión itinerante… ¿Significa esto que tuvo también discípulas? De ser así, habría constituido algo audaz a la par que escandaloso, ya que resultaba incomprensible que un maestro enseñara los textos sagrados a mujeres y que se dejara acompañar por ellas, no una vez, sino en salidas de varios días por los caminos de Galilea y Samaría. Eran tiempos donde primaba la certeza de la condición intelectual inferior femenina y que resultaba pernicioso enseñar algo sagrado a personas “irresponsables”, de “segunda categoría”. Pero su seguimiento físico a la vista de todos, lo tiene de símbolo teológico, pues ellas también “dejando las redes (confort, prestigio, fama, seguridades…), le siguieron”.

El hecho de que los evangelios mencionen en varias ocasiones que un grupo de mujeres seguían a Jesús, es significativo. Y más todavía cuando señalan algo revelador a propósito de la Resurrección: “Ellas entonces recordaron sus palabras” (Lc 24, 5-8). Es decir, que las mujeres habían escuchado las enseñanzas para el grupo reducido de sus seguidores más cualificados que Jesús compartió en torno sobre lo que le venía encima en los últimos días de su vida, dando a entender que ellas participaron de esas enseñanzas (Marcos 16, 6-7). Y encima, solo ellas fueron las testigos directos de la Resurrección, acontecimiento central cristiano recogido por los cuatro evangelistas.

Las primeras comunidades cristianas crecieron en una cultura donde ser mujer suponía una gran desventaja social, con leyes que permitían al hombre vivir con varias esposas o concubinas (poligamia y poliginia), pero no al revés. Aun así, aquellos primeros cristianos potenciaron la participación de las mujeres en las tareas de la Iglesia, algunas de las cuales ocuparían puestos importantes en sus comunidades con funciones de liderazgo, como nos cuenta San Pablo. ¿Por qué lo hicieron? Porque fue la actitud del Maestro con ellas. En la Edad Media se intentó corregir la situación injusta que padecía la mujer, pero no fueron más allá de la discusión sobre si el género femenino tenía alma, quedando su papel reducido a labores secundarias dentro del laicado ya de por sí marginado en la comunidad eclesial.

No podemos obviar esta conducta de Jesús en clave de mensaje, la manera de relacionarse con las mujeres de su tiempo de forma constante que culminó en que fueron las primeras testigos de la gran Noticia Pascual; no fueron los apóstoles. A pesar de la posición social que tenía la mujer, Él contaba con ellas y compartía su amistad sin ceder a las presiones y comentarios. Su nivel de relación fue un tú a tú tan humano como asombroso y polémico.

Jesús rompe tabúes y cuestiona leyes, anticipándose a los tiempos. La mujer samaritana, por ejemplo, simboliza la impureza étnica porque siendo parte del pueblo elegido, los samaritanos se relacionaban con paganos provocando el mestizaje. Jesús se para a hablar con una de ellas y le ofrece lo mejor que tiene: su propia revelación. O la mujer cananea: una extranjera, gente a excluir según el sentimiento religioso de los judíos con los gentiles. Jesús ve la fe de aquella mujer y no duda en curar a su hija. Qué decir de la mujer prostituta y el escándalo que Jesús provocó al dejarse acariciar los pies con un perfume carísimo. Y con la mujer adúltera se enfrenta directamente al legalismo inmisericorde que condena lo externo y prescinde de la conducta interior; un pasaje rompedor que ratifica la primacía del amor sobre cualquier norma.

Y por encima de todo, su madre María, la persona más importante y alabada de toda la historia del pueblo de Dios, tras Jesús, modelo a seguir porque nadie como ella supo aceptar el mensaje de amor con tanta radicalidad ¿Cuál sería la actitud del Maestro con las mujeres de hoy, con la Iglesia institución y con la curia actual? Yo no soy exégeta; en esto me asemejo a los discípulos y discípulas que acompañaron la vida pública de Jesús. Pero con el viento favorable actual a los derechos de las mujeres, en un contexto infinitamente distinto al que se vivía en el siglo I, constato la asignatura pendiente de la mujer en la Iglesia. Creo que en nuestro contexto cultural, Jesús sería todavía mucho más claro en el seguimiento de las mujeres.

Gabriel Mª Otalora

Fuente Fe Adulta

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Ahora te amo a Ti sólo, a Ti sólo sigo y busco…

Domingo, 8 de octubre de 2017
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Ahora te amo a Ti sólo, a Ti sólo sigo y busco, a Ti sólo estoy dispuesto a servir; porque Tú sólo justamente señoreas; quiero pertenecer o tu jurisdicción. Manda y ordena, te ruego, lo que quieras, pero sana mis oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos para ver tus designios; destierra de mi todo ignorancia para que te reconozca a Ti. Dime adónde debo dirigir la mirada para verte a Ti, y espero hacer todo lo que mandes.

Recibe, te pido, a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre; basta ya con lo que he sufrido; basta con mis servicios a tu enemigo, hoy puesto bajo tus pies, basta ya de ser juguete de las apariencias falaces. Recíbeme ya siervo tuyo, que vengo huyendo de tus contrarios, que me retuvieron sin pertenecerles, cuando vivía lejos de Ti. Ahora comprendo la necesidad de volver a ti; ábreme la puerta, porque estoy llamando; enséñame el camino para llegar hasta ti.

Solo tengo voluntad; sé que lo caduco y transitorio debe despreciarse para ir en pos de lo seguro y eterno. Esto hago, Padre, porque esto sólo sé, y todavía no conozco el camino que lleva hasta Ti. Enséñamelo Tú, muéstramelo tú, dame la fuerza para el viaje. Si con la fe llegan a ti los que te buscan, no me niegues la fe; si con la virtud, dame la virtud; si con la ciencia, dame la ciencia. Aumenta en mi la fe, aumenta la esperanza, aumenta la caridad. ¡Oh, cuan admirable y singular es tu bondad!

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Agustín de Hipona,
“Soliloquios”, 1,1,5,
en Obras de san Agustín, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1979, 440.

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En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo:

“Escuchad otra parábola:

Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.

Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose:

-“Tendrán respeto a mi hijo.

Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron:

“Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.

Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”

Le contestaron:

-“Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.”

Y Jesús les dice:

-“¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

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Mateo 21,33-43

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“Las fugas”, por Gerardo Villar

Viernes, 29 de septiembre de 2017
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86494553Ante la sequía y el miedo a quedarnos sin agua para beber, los ayuntamientos y las comunidades autónomas van revisando las tuberías de reparto del agua.

Y están apareciendo muchas fugas por las que se va gran cantidad de agua. Las tuberías son viejas y ya tienen defectos.

Con los arreglos se ahorra cantidad de líquido. En muchos pueblos más allá del veinticinco por ciento. Buena y necesaria labor.

¿Y si aplicamos esta operación a otras energías, a otros caudales? Sin duda evitaríamos que se vaya y se pierda mucha energía en nuestra vida.

Tenemos cada uno y la comunidad entera muchas posibilidades. Pero las dejamos perder, escapar: los conocimientos y experiencias de cada uno, las posibilidades musicales, artísticas, espirituales… Hay muchas tuberías en nuestra vida y en nuestra convivencia con falta de arreglo: cuántas fincas llecas, cuántos libros sin leer, cuanta formación posible.

Vemos que cuando se enfoca y se aprovechan esas posibilidades, surge la banda de música, las jornadas culturales, el arreglo de calles, las veredas, las marchas… Muchas actividades. Y eso que aún se nos escapa bastante agua, energía por los mil agujeros de la vida.

Con el arreglo de las roturas, vamos a ir creciendo en valores y tendremos mucha agua de amistad.

Está claro: se nos van los fieles de la comunidad cristiana, los jóvenes y niños no descubren la fe como aliciente en la vida. Los grupos van disminuyendo y sobre todo, se nos escapa el gran potencial de vida que es Jesús de Nazaret: no se le conoce ypor tanto, no se le vive. Hay una gran fuga de antiguos cristianos o quizás mejor, de personas religiosas.

Hay que hacer rápidamente un diagnóstico para ver las posibles causas de fuga, de escape. Sin duda, ahí tenemos el Evangelio y los hechos de los Apóstoles para diagnosticar. Y corregir.

Ananías y Zafira desaparecen, mueren a la comunidad porque no eran sinceros, porque no entregaron todo lo que tenían.

Muchos judíos se iban al escuchar a Jesús, y luego a Pedro y Pablo, la exigencia de descubrir al Maestro como el centro y sobre todo como la Vitalidad de la comunidad.

Estamos muy enfrascados en ritos, novenas, recuperar tradiciones y se nos olvida conocer y vivir a Jesús.

Siento que es momento de leer el Evangelio. Después vendrá el conocerle, el interiorizarle, el vivirlo. Siento la necesidad de un gran trabajo en anunciar a Jesús; y estar cerca de los pobres. Me parecen los dos pasos fundamentales en la planificación pastoral.

Y en cuanto a compartir, no podemos quedarnos en dar, sino que es preciso acoger, tratar con los pobres, vivir su estilo.

La fe se contagia, no se enseña. Cuando vayamos viviendo a Jesús y los pobres desde la interiorización, vamos no solo a detener las fugas de fe sino a enriquecer y acrecentar la comunidad cristiana.

Quizás, al purificar nuestra vivencia del evangelio, haya personas que se fuguen, pero los restantes, con su vitalidad, van a contagiar, interrogar, animar y atraer a otras personas.

Propongo que durante dos años, no hagamos otra cosa que, de mil formas, dar a conocer a tiempo y a destiempo a Jesús. Y empezar por la letra de los evangelios.  Pienso que sería bueno dar una copia de las lecturas del domingo. E incluso hacer un plan muy sencillo para leer dos veces el evangelio del domingo y si es preciso, sustituir, momentáneamente otras lecturas, para que quede el recuerdo y el mensaje de Jesús.

Y con los pobres, meternos, estar con ellos, acoger, no quedarnos en darles, sino vivir un tanto su amistad. Eso nos cambia.

Contra fugas, primero diagnosticar y luego buenas tuberías.

Gerardo Villar

Fuente Fe Adulta

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“Odio las fronteras”, por José Mª Castillo

Jueves, 28 de septiembre de 2017
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samaritan-woman-with-jesusUn artículo muy esclarecedor en estos convulsos momentos que estamos viviendo y que puede iluminar a tantos hermanos y hermanas… Evangelio, Evangelio, Evangelio…

De su blog Teología sin Censura:

Frontera es la línea que separa y divide una nación de otra, un país de otro y, con frecuencia, también una cultura de otra. Por eso, las fronteras nos separan, quizá nos dividen y con frecuencia nos alejan a unos de otros. De ahí que, tantas veces, las fronteras nos enfrentan a los unos con los otros. Es inevitable.

Me dirán que estoy exagerando lo negativo. Es posible. Pero nadie me puede negar que la historia está repleta de peripecias y desgracias relacionadas con lo que acabo de apuntar.

Dicho esto, por formación (o deformación) profesional, cuando veo un problema o una situación, como la que estamos viviendo ahora mismo, en España, en Europa y en el mundo, echo mano del Evangelio y me pregunto: ¿me enseña Jesús de Nazaret algo que me sirva para orientarme en lo que está pasando?

Jesús dio señales de nacionalista. Cuando envió a sus apóstoles a anunciar la llegada del reino de Dios, lo primero que les dijo es que no fueran a los paganos, ni a ciudades de samaritanos (Mt 10, 5, par). Y a la mujer cananea, que le pedía la salud para su hija enferma, le dijo que él había venido sólo para las ovejas descarriadas de Israel (Mt 15, 24 par). Los estudiosos de estos relatos les buscan explicaciones a estos episodios extraños. Porque, entre otras cosas, sabemos de sobra que Jesús apreció en extremo a los samaritanos (Lc 9, 51-56; 10, 30-35; 17, 11-19; Jn 4). Y es que, según parece, en la mentalidad de Jesús, las “ovejas descarriadas” estaban precisamente en su pueblo, en Israel. De ahí, su insistencia en que los apóstoles atendieran, ante todo, a quienes vivían extraviados y perdidos. Lo de Jesús, no era una mentalidad nacionalista. Nada de eso. Era una mentalidad humanitaria.

Por eso, llama la atención que la primera vez que, según el evangelio de Lucas, Jesús fue a su pueblo (Nazaret), le pidieron que hiciera la lectura en la sinagoga. Y no se le ocurrió otra cosa que, al leer un texto del profeta Isaías (61, 1-2), hizo mención sólo del “año de la gracia” y se saltó lo del “día del desquite”. Lo que produjo el enfrentamiento (según la traducción más correcta. J. Jeremias) de la gente (Lc 4, 22). Y lo peor fue que, en vez de tranquilizar a sus conciudadanos, les vino a decir que Dios prefiere a los extranjeros (una viuda de Sarepta y un político de Siria) (Lc 4, 24-27), antes que a los vecinos de Nazaret. Esto puso furiosa a la gente y no lo despeñaron por un tajo, de verdadero milagro (Lc 4, 28-30). Jesús odiaba las fronteras hasta el punto de jugarse la vida, por dejar claro que no soporta fronteras que nos separan y nos dividen.

Pero no es esto lo más llamativo. Una de las cosas que más sorprenden, en los evangelios, es que los tres elogios más notables, que hizo Jesús sobre la fe, no se los hizo ni a sus apóstoles, ni a sus compatriotas, ni a sus amigos. Se los hizo: a un centurión romano (Mt 8, 10 par), a una mujer cananea (Mt 15, 28 par) y a un leproso samaritano, que vino a dar las gracias a Jesús, frente a los nueve leprosos judíos que se dieron por satisfechos con el cumplimiento de “su ley” (Lc 17, 11-19).

Jesús, al morir, “entregó el espíritu” (Jn 19, 30). ¿Se fue de esta vida? Eso, por supuesto. Pero algo mucho más profundo: “entregó” (“paradídomi”) el “Espíritu”. Para el IV evangelio, Pascua, Ascensión, Pentecostés, todo aconteció en aquel instante (H. U. Weidemann). Y desde aquel instante, que cambió la Historia, se acabó el mito de la Torre de Babel, las muchas lenguas, las divisiones e incapacidades para entendernos y convivir unidos y en paz. Es la cumbre del Evangelio. Y si es que lo de Dios sirve para algo, ¿de qué nos sirve a nosotros, si cada día que pasa, se nos hace más insoportable convivir unidos? ¿Es que España o Catalunya son más importantes que el Evangelio de Jesús? Por lo que estamos viendo, para muchos cristianos y no pocos curas, así es. O ésa es la impresión que dan.

 

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“Elogio de la transparencia”, por José Mª Castillo

Sábado, 16 de septiembre de 2017
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iglesia-transparenteDe su blog Teología sin Censura:

“Si un cristiano no es transparente, no bastan creencias y observancias”

“Donde no hay plena transparencia no puede estar presente ni el Espíritu ni el Evangelio”

“Solamente donde se vive este ideal es posible afirmar con verdad que se ama a la Iglesia”

Según el Diccionario de la RAE, el término “transparencia” se deriva del adjetivo “transparente”, que, en sentido figurado, indica lo que es claro y evidente. Esto supuesto, siempre me ha llamado la atención la enseñanza insistente de Jesús en los evangelios sobre la importancia de la transparencia en nuestras vidas, especialmente en la vida de los cristianos. Así como la necesidad de evitar el ocultamiento de tantas cosas, que no queremos en modo alguno que se sepan.

Debo advertir, ante todo, que el problema, que se nos plantea a los cristianos con el tema de la transparencia, no es simplemente el problema de la sinceridad, sino algo mucho más serio. Lo que está en juego, cuando se trata de este asunto, es el problema de nuestra autenticidad. Un cristiano auténtico es una persona transparente. Y si no lo es, por el motivo que sea, es que deja de ser cristiano. Así de serio y de fuerte es el tema y el problema de la transparencia, en el caso del que dice que cree en Cristo y que, por tanto, es cristiano a carta cabal. Si no es transparente, con las creencias y las observancias religiosas, eso no basta.

¿Por qué digo esto? Jesús afirma que los cristianos somos “la luz del mundo” (Mt 5, 14). La luz no se enciende para ocultarla, sino para que la vean todos. Para que vean, ¿qué? “Vuestras buenas obras” (Mt 5, 16). Es decir, vuestra conducta. Con lo que Jesús viene a decir: que no tengáis nada que ocultar en vuestra vida. O sea, que vuestra vida entera sea transparente.

Por esto precisamente, lo curioso y extraño es lo que el mismo Jesús afirma que los cristianos tenemos que ocultar. ¿Nuestra honradez y nuestra bondad? No. Eso lo ve todo el mundo. Lo que tenemos que ocultar son las limosnas que damos (Mt 6, 2-4), los rezos que hacemos (Mt 6, 5-6) y los ayunos o privaciones piadosas que nos impongamos (Mt 6, 16-18). O sea, es justamente lo contrario de lo que tantas veces se hace en la Iglesia. La honradez y la honestidad pisoteadas, se tapan todo lo posible. Porque “los trapos sucios de la madre-Iglesia) se lavan en casa”, no se airean. Y con este argumento, tan poderoso y “evangélico”, se han ocultado, durante siglos, auténticos delitos, que a veces no podemos ni imaginar.

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No me quiero hacer pesado. Pero hay un hecho que no me puedo callar. Cuando el evangelio de Juan relata la pasión del Señor, nos recuerda que el sumo sacerdote le preguntó a Jesús qué era lo que había enseñado (“tes didachês autou”) (Jn 18, 19), la respuesta de Jesús fue inmediata y contundente: “ego parresía leláleka tô kósmo”, “He hablado abiertamente al mundo” (Jn 18, 20). La clave es el término “parresía”, que es la libertad para decir todo (“pan, rêsis”). Es la libertad de la que gozan los ciudadanos libres (Demóstenes, Or 111, 3 s). O sea, decir todo lo que hay que decir. Y decirlo con total libertad, sin callarse nada. Es lo que hacían los primeros cristianos de Jerusalén cuando recibían el Espíritu (Hech 4, 28. 31).

Donde no hay plena transparencia no puede estar presente y operante el Espíritu de Dios. Ni, por tanto, en un ambiente así puede estar presente el Evangelio de Jesús. Ni su Iglesia verdadera. Es más, solamente donde se vive este ideal o se lucha por conseguirlo, es posible afirmar con verdad que se ama a la Iglesia, y se sufre por ella y para ella.

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“No podéis servir a la ternura y al dinero”, por José I. González Faus.

Martes, 12 de septiembre de 2017
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Jesus abrazo mujerSi hay algo que nos realice y nos dé plenitud como seres humanos es eso que llamamos ternura. No una ternura simplona, sentimental y momentánea, sino eso que en tantas lenguas se designa con alusión a lo más visceral de nosotros: a lo que llamamos “ser entrañable”, con un término puesto audazmente en circulación por el Primer Testamento bíblico, para hablar de Yahvé.

Por otro lado, la experiencia nos habrá hecho ver en algún momento, que es ahí donde encontramos la más seria y más legítima afirmación de nosotros mismos. Pero a la vez: si hay algo que nos impida desplegar esa ternura y que la agoste en nosotros, es la pasión por el dinero: esa pasión nos lleva a buscar otra afirmación de nosotros mismos, falsa en este caso, siempre jadeante y siempre insatisfecha.

Creo percibir que esas dos dimensiones envuelven casi toda nuestra atmósfera actual. Por fortuna quedan aún suficientes gestos de ternura (otras veces he hablado de estrellas en la noche) que nos dan fuerzas para seguir viviendo. Cuando el pasado atentado de Manchester fue espontánea la oferta de familias y taxistas que se ofrecieron a hospedar en su casa o llevar gratis a dónde hiciera falta, a niños y adolescentes que habían perdido el contacto con sus padres, en el caos subsiguiente a la explosión. Y ahí está el heroísmo reciente de Iñaki Echeverría en Londres.

Uno siente ganas de aplaudir, pero a la vez se pregunta por qué esos gestos no son más frecuentes en este panorama desolador que nos envuelve de atentados socioeconómicos cotidianos: en esas normativas de “austeridad para los pobres, crecimiento para los ricos”, o de “bienestar para los de casa e internamiento para los de fuera” (donde Gran Bretaña ocupa un lugar alto en la clasificación de inhumanidad); o ante esas leyes de terrorismo laboral, llamadas hipócritamente de “reforma”

Y la respuesta me parece clara: es el dios dinero el que ahoga eso mejor de nosotros que la otra barbarie terrorista hace aflorar de vez en cuando. ¡Qué pena que sólo sepamos ser verdaderamente humanos cuando la inhumanidad nos golpea salvajemente! Evocando otra vez a A. Camus: “en el hombre hay más cosas dignas de admiración que de desprecio”; pero ¿por qué será que esos trazos admirables sólo se dibujan cuando estalla la peste?

En una de las obras más importantes del siglo pasado (“Lo pequeño es hermoso“) E. Schumacher tiene un capítulo titulado “paz y permanencia”, donde critica esa ideología dominante de que “el camino de la paz es el camino de la riqueza”: que cuando todos seamos ricos se acabarán las guerras. Esa ideología llevó a la atrocidad de Keynes (tan meritorio en otros campos) de que “debemos pasar todavía cien años simulando ante nosotros mismos que lo bello es sucio y lo sucio es bello: porque resulta que lo bello es inútil y lo sucio no lo es… La avaricia, la usura y la precaución deben ser nuestros dioses por un poco más de tiempo“. Han pasado ya 87 años desde que se escribieron esas palabras y lo único que ha sucedido es que nos hemos vuelto todos más cínicos y unos pocos mucho más ricos, pero no que la paz esté más cerca.

Porque (concluye Schumacher) “si los vicios humanos tales como la desmedida ambición y la envidia son cultivados sistemáticamente, el resultado inevitable es nada menos que un colapso de la inteligencia: un hombre dirigido por la ambición y la envidia pierde el poder de ver las cosas tal como son”.

Y concluye citando a Dorothy Sayers “no pensemos que las guerras son catástrofes irracionales: las guerras ocurren cuando formas erróneas de pensar y de vivir conducen a situaciones intolerables”. Y situación intolerable es la de miles de millones de personas en nuestro mundo, mientras nosotros creemos ser felices celebrando, por ejemplo, un campeonato de liga ganado, en última instancia, a golpes de talonario. Así de estúpidos nos han vuelto.

¡Cuánta razón tenían Buda y Jesús de Nazaret! El primero pone de relieve la inmensa mentira de ese ego al que intentamos alimentar a base de dinero, y siempre sigue pidiendo más y más porque, en realidad, no se alimenta sino que se consume, ya que ni siquiera tiene verdadera realidad. El segundo con su sencilla radicalidad usual: “no podéis servir a Dios y al dinero”. Que para nuestro tema de hoy significa (¡oigamos bien!): “No podéis servir a la ternura y al dinero”.

Así estamos hoy por haber querido servir al segundo: faltos, totalmente carentes de esa ternura que sería la fuente de nuestra verdadera paz y de la única posible felicidad. Y así vuelven a cobrar enorme relieve aquellas palabras de Ignacio Ellacuría mártir precisamente por pensar de ese modo: nuestro mundo del s. XXI sólo puede tener solución en “una civilización de la sobriedad compartida”. Si no, acaba pasando que, mientras el dinero intenta acomodarnos en una “banalidad” del mal, la guerra reaparece para recordarnos la intolerabilidad del mal.

José I. González Faus

Fuente Religión Digital

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“Las tres preocupaciones principales de Jesús”, por José Mª Castillo.

Sábado, 9 de septiembre de 2017
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sao-felix-do-araguaiaLeído en su blog Teología sin Censura:

En el informe, que José M. Vidal ha publicado en RD sobre una misa en la capilla de Sao Felix do Araguala (Mato Grosso. Brasil), el vicario general de la diócesis de Casaldáliga, Félix Valenzuela, recordó en la homilía que las tres preocupaciones principales de Jesús fueron la salud de los enfermos, la alimentación de los hambrientos y las buenas relaciones interpersonales.

Sobre estas tres preocupaciones de Jesús, que analicé ampliamente en mi libro “La humanización de Dios” (Trotta, 2009), quiero explicar algunas cosas que me parecen importantes.

Es verdad que Mc 1, 14 resume la misión de Jesús en el anuncio de la cercanía del “Reino de Dios”, la “conversión” y la “fe”. Pero lo que importa es precisar cómo realizó Jesús esta misión. No fundó una religión, ni construyó un templo, ni organizó un clero con sus rituales, ceremonias y normas sagradas. Además, se comportó con tal libertad respecto a todo eso, que en seguida entró en conflicto precisamente con los “hombres de la religión”. Un conflicto que le llevó a la muerte. ¿Por qué? Porque, para Jesús, más importante que el sometimiento a la religión, es la salud, la vida, la dignidad, la libertad y la felicidad de las personas. Esto es lo que destacan los sumarios, que presentan los evangelios, de lo que fue la actividad de Jesús (Mt 4, 23-24; 9, 35; cf. 8, 1. 16; 12, 15 s; 14, 35; 19, 21 y par.). Estos sumarios no son una exposición histórico-biográfica de lo que hizo Jesús. Son más bien un “cuadro general” de lo que después se particulariza en los relatos de la actividad de Jesús (U. Luz). La actividad que le llevó a la muerte. Porque la religión establecida no soportó el Evangelio. Es lo que viene a decir el evangelio de Juan cuando relata el juicio del Sanedrín y su sentencia de muerte. Precisamente porque Jesús le devolvió la vida al difunto Lázaro, lo que –a juicio de los profesionales de la religión– les ponía en grave peligro a los dirigentes del templo y al templo mismo (Jn 11, 47-53).

Todo esto no quiere decir que Jesús le concediera más importancia a lo humano que a lo divino. Lo que nos dice es que las religiones se organizan de manera que, con demasiada frecuencia, el argumento de la búsqueda de Dios se gestiona de forma que en realidad lo que se consigue es “poder”, “dinero” y “privilegios”. Esto es lo que el Evangelio de Jesús no soporta.

Pero lo que sucedió es que, con el paso del tiempo, la religión no tardó en sobreponerse al Evangelio. No es posible, en el reducido espacio de este artículo, analizar cómo y por qué se produjo esta marginación del Evangelio. Lo que pretendo destacar es que –a mi modo de ver– la cristología y la eclesiología se tienen que replantear con urgencia. Para que sea posible analizar e interpretar la “religión” desde el “Evangelio” y no el “Evangelio” desde la “religión”, que es lo que (sin darnos cuenta) estamos haciendo, con demasiada frecuencia. Porque, si seguimos como estamos, seguiremos teniendo una teología, una Iglesia, una liturgia, una espiritualidad y una ética que, con el Evangelio en las manos, justifican y gestionan (“sagradamente”) las ambiciones más bajas y que más daño causan a los simples mortales, que no disponen de otra cosa que su limitada humanidad. Y el colmo del disparate será continuar con lo que estamos haciendo. Y además con la conciencia del “deber cumplido”. Así, no vamos a ninguna parte.

 

José Mª Castillo

Religión Digital

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¿Religión o Laicidad?

Lunes, 4 de septiembre de 2017
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laiciDesde hace tiempo vengo conversando con mi amigo García Mauriño sobre religión y laicidad, y reconozco que ha ido convenciéndome de que Jesús era un laico (en sentido restringido de no clérigo) con un proyecto laico de Reino de Dios (laico en sentido amplio de fraternidad compartida independiente de si se profesa o no una religión).

¿Laicidad para todos?

Muchos lectores de Atrio -y en general la cultura europea- venimos de una hipertrofia oprimente de la religión, y el péndulo tiende hacia el otro extremo, hacia la laicidad que recela de cualquier mención de algo trascendente (o incluso hacia un laicismo combatiente). Algunos dicen que la cultura occidental está adoptando un paradigma posreligioso. Creo que esta hipertrofia religiosa ocurría en tiempos de Jesús y fue determinante en su proyecto de Reino de Dios.

Hablo de Jesús porque para muchos de nosotros es el referente principal, aunque somos conscientes de que, como todo ser humano, actuó en los límites de su cultura. Su sensibilidad mística pudo intuir, como otros místicos anteriores y posteriores, lo más profundo del ser humano, aunque al expresarlo y concretarlo tuvo que hacerlo con los conceptos y prácticas conocidas por su pueblo. Un dato, quizás determinante, es que, según muchos exégetas, se equivocó al esperar la implantación del reino de Dios en su misma generación.

¿Cuál fue su actitud ante la religión? Jesús impulsó un movimiento pero no fundó una religión; ni practicó totalmente ni rechazó la suya, pero mantuvo y profundizó su espiritualidad. La experiencia fundamental de Jesús fue sentir a Dios como Padre, la difundió entre sus discípulos pero no se la impuso a quienes acudían a él.

Respetó la religiosidad del archisinagogo Jairo, y valoró la generosidad de la viuda que entregaba su último centavo para el servicio del fastuoso Templo. En cuanto a la religión de los pueblos vecinos, no rechazó -ni pretendió cambiar- la religión de la mujer cananea que aceptaba las migajas del Dios judío, ni la del endemoniado geraseno, ni la del centurión romano, que vigilaba al pueblo invadido.

¿Cuál fue su actitud ante la religión? Veremos que a los mismos discípulos no les quedó muy claro.

Galilea versus Jerusalén

El evangelio de Marcos termina con la consigna de volver a Galilea (Mc 16,7), donde los discípulos encontrarían a Jesús resucitado. El evangelio de Lucas, que conoce y sigue bastante de cerca el texto de Marcos, termina con la consigna contraria, permanecer en Jerusalén donde recibirían la promesa del Padre (Lc 24,49; Hechos 1,4.8).

Y no se trata de mera localización geográfica; se trata de la ruptura o de la conexión con la religión judía. Como ya he comentado en alguna ocasión, Marcos se muestra radical con la religión y con el Templo interpretando la maldición de la higuera como rechazo del Templo (Mc 11,12-21). Lucas, en cambio, se muestra frecuentemente conciliador, separa y suaviza la maldición de la higuera (Lc 13,6-9), y escenifica el concilio de Jerusalén (Hechos 15,1-35) para conciliar a Pablo con Pedro y Santiago.

Creo que estas dos posiciones de ruptura o conciliación son constantes en las decisiones sociales. En España tenemos el ejemplo actual de Pablo Iglesias y de Íñigo Errejón, de Pedro Sánchez y Susana Díaz. Los historiadores y los sociólogos nos dirán qué ha ocurrido en tantas situaciones semejantes; por mi parte creo que la decisión mejor dependerá de la situación concreta, de las condiciones objetivas de la sociedad, y del talante de los líderes que la gobiernan.

Conclusiones (por ahora)

Suele citarse el “como si Dios no existiera” de Bonhöffer como la mejor síntesis de la actitud cristiana en nuestro mundo occidental. Creo que la frase completa es más compleja, pero define mejor la actitud cristiana: “ante Dios y con Dios, vivir como si Dios no existiera”.

No es necesario mencionar la palabra Dios, u otras semejantes, para tener en cuenta lo que nuestra cultura conoce como Dios. Son muchos los que encuentran lo trascendente en su compasión, en su solidaridad, en su conciencia ética, en la belleza, en la armonía…  Creo que esto le bastaba a Jesús.

Sea o no necesario expresar esa percepción de trascendencia en términos religiosos, parece que en general los pueblos tienden a socializar sus sentimientos y creencias mediante explicaciones, normas comunes, y protocolos festivos (doctrinas, preceptos, ritos); es decir, en una especie de religiones laicas (bodas, entierros, y hasta bautizos laicos). Incluso los heterodoxos o los disconconformes formamos este tipo de grupos. Algunos han visto el capitalismo como la “religión del dios dinero” que tiene su “templo” en los Bancos, sus “principios económicos” y sus liturgias comerciales en navidad o en los días del padre o de la madre.

Los conceptos de Dios, espiritualidad, religión, ideología, laicidad… son muy ambiguos, porque son conceptos abstractos, generalizaciones de experiencias que han ido cristalizando -pero también evolucionando- durante siglos, que no responden bien a las experiencias actuales, y menos aún a las experiencias personales.

La religión no es necesaria para lo que llamamos “salvarse” o “plenitud humana”, pero tampoco son necesarios el arte o la música, y sin embargo todos los pueblos los crean porque necesitan expresar sus sentimientos.

La decisión última sobre religión o laicidad está en la conciencia individual, que es el punto de encuentro personal de Dios con el ser humano. La conciencia asegura una base de espiritualidad, porque nos viene de fábrica. Potenciarla, con o sin religión, es osa nuestra.

Para los pueblos o comunidades, propondría una espiritualidad más o menos socializada, o una religiosidad flexible, más o menos acentuada según las necesidades de cada pueblo o comunidad. De los evangelios no se deduce que Jesús rechazara toda religión; rechazó las “tradiciones” oprimentes (Mc 7,13; Hechos 6,14; 21,21) con las que las Jerarquías la amurallaron, pretendiendo defenderla, o defenderse.

Se considere laico o religioso, yo trato de interpretar mi conciencia a la luz de los ejemplos que, a través de las Iglesias, nos han llegado de Jesús.

Gonzalo Haya

Fuente www.atrio.org 13.08.17

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La Iglesia que hiere…

Viernes, 1 de septiembre de 2017
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Del blog de Henri Nouwen:

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“Con frecuencia la Iglesia nos hiere en lo más vivo. Las personas con autoridad religiosa nos hieren a menudo con sus palabras, o actitudes y exigencias. Precisamente porque nuestra religión nos pone frente a cuestiones relativas a la vida y a la muerte, nuestra sensibilidad religiosa puede sentirse herida con extrema facilidad. Los ministros y los sacerdotes raramente se dan perfecta cuenta de cómo una observación crítica, un gesto de rechazo, una muestra de impaciencia pueden ser recordados de por vida por aquellos a quienes fueron dirigidas.
Es tal la necesidad de dar un sentido a la vida, de confortación, de dar consuelo, de perdón y reconciliación, de restablecimiento y salud, que a cualquiera que tenga un poco de autoridad en la Iglesia se le debería recordar de forma permanente que la mejor palabra para caracterizar a la autoridad religiosa es la palabra compasión.

Mantengamos nuestra mirada en Jesús, cuya autoridad se expresa en la compasión.”

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Henri Nouwen

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La vida en peligro en la Iglesia.

Viernes, 1 de septiembre de 2017
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francisco-con-los-obispos1. Si por “vida en peligro” se entiende la amenaza que pesa sobre la vida física, estaríamos volviendo a etapas, creo, ya superadas en la Iglesia. Al menos en la mundo Occidental. No, felizmente hoy las cosas han cambiado. La Iglesia ya no hace autos de fe en las plazas públicas, ni quema brujas y herejes en grandes pilas de leña, ni tampoco deja pudrirse en inhumanas mazmorras a los/as “sospechos/as” y disidentes. Pero la amenaza o el peligro de la vida en la Iglesia ¿es solo cosa de antes?

Aunque hay nuevos signos que, viniendo del papa Francisco, nos invitan al optimismo, se trata de gestos excepcionales, más expresivos porque chocan con la tendencia general. Su llamada a una “Iglesia en salida” (EG 26-27) señala indirectamente otra Iglesia que es mayoritaria y que vive ensimismada y de espaldas al mundo. Ya en el consistorio del 9 de marzo de 2013 —en el que entró siendo cardenal y salió como obispo de Roma— lo dijo con claridad: “La iglesia debe salir de sí misma, rumbo a las periferias existenciales. Una Iglesia auto-referencial amarra a Jesucristo dentro de sí y no lo deja salir. Es una Iglesia mundana que vive para sí misma”.

2. La amenaza a la vida en la Iglesia es hoy más sutil. Se trata de un enclaustramiento en una ideología poderosa que impide el desarrollo natural de la vida. El indio Amartya Sen, premio nobel de economía 1998, ve la pobreza, en el marco del desarrollo humano, como una “quiebra de las libertades sustanciales”, es decir, de la capacidad de producir y realizar el potencial productivo de la propia vida. Un fenómeno similar al que afectó al pueblo judío en tiempo de Jesús y que el evangelista Marcos interpretó como enfermedad. Enfermedad, tan metida en el cuerpo eclesiástico de hoy día, que necesitará también de todo un milagro para curarse.

Este encerramiento o quiebra se manifiesta en múltiples formas. Una de ellas es el centralismo que aparece en el nombramiento de obispos, hasta el mismo obispo de Roma. Un centralismo patriarcal que entrega todo el poder a los clérigos y excluye a los laicos y, en especial, a las mujeres. Frente al pueblo de iguales y la colegialidad que propugnaba el Vaticano II, esta reducción a la cúpula causa un debilitamiento creciente en las iglesias locales y en la misma conferencia episcopal.

También el discurso único que se impone tanto en el modo de pensar (obsesión por la ortodoxia) como en el modo de sentir y celebrar (ortopraxis) es otra forma de amenaza a la vida. Es paradigmático ese mono-tono discurso sobre la moral sexual y reproductiva (celibato, matrimonio, anticonceptivos, homosexualidad) y el freno a la teología crítica y a la misma teología de la liberación, fruto más logrado del Vaticano II. Se trata de un discurso que enmudece las voces proféticas y empobrece la vida eclesial.

Por citar otros fenómenos que amenazan la variedad y frescura de la vida en la Iglesia, no se puede disimular fácilmente el alineamiento de gran parte de la jerarquía con gobiernos conservadores, ultraconservadores y hasta dictatoriales; la imagen que proyecta a veces más preocupada por la conservación de atávicos privilegios que por la defensa de los derechos humanos y de los pobres; la falta de diálogo con la modernidad, la ciencia y las religiones; o su difícil aceptación de la opinión pública y el disenso. Todos estos fenómenos, que vienen directamente de la jerarquía, acaban afectando a la mentalidad del cuerpo social de la Iglesia y hasta a la buena salud de las personas.

Es difícil no acordarse, a este propósito, de aquello de que “quien se mueve no sale en la foto”. Por pensar de otro modo, lo que antes se llamaba herejía, se te excluye de los centros eclesiales de enseñanza, poder y decisión. Por querer y sentir de otra manera se te aparta del ritmo normal de la comunidad. ¿Quién puede ignorar a estas alturas, la fría e inmisericorde postura de la jerarquía ante las personas que han dejado el sacerdocio o la vida religiosa, los divorciados y divorciadas que han vuelto a casarse por lo civil, los gays y lesbianas por ejemplo? Por ponerte al lado de los laicos, librepensadores y ateos, lo que llaman “espíritu mundano”o “socialización del descreimiento”, se te mira con desconfianza, como persona no-fiable y anticlerical.

Y ¿qué decir de quienes manchan las manos y embarran los pies entre los “descartados” como los llama el papa Francisco? Me refiero a quienes realizan su vida en “malas compañías” y entre “gentes de mal vivir”: drogadictos y sin techo, migrantes y refugiados, etc. ¿Cuánto tiempo tienen que esperar y qué otros méritos tienen que hacer para llegar a ser reconocidos como hijos e hijas predilectos de la Iglesia?

¡Qué terrible contraste! Resulta que Jesús, a quien la Iglesia dice seguir, ¡fue matado por realizar su vida justamente entre estas personas! Con qué facilidad han olvidado las gentes que están en el poder en Iglesia aquella ternura del dueño del campo que, antes de arrancar la cizaña, prefirió dejarla crecer junto al trigo. ¡No sea que el diablo, por despiste, llegue a arrancar el trigo junto con la cizaña (Mt 13, 30).

3. La amenaza a la vida en la Iglesia se entiende entonces como el peligro que afecta a todo aquello que es distinto en el modo de sentir y pensar, querer, recordar y olvidar, creer y crear… amar. Este modo alternativo de vivir rompe con tradiciones de viejo arraigo que siguen siendo intocables para quienes están en el poder.

Entre nosotros, y como paradigmas bien expresivos de lo que está ocurriendo en la iglesia española, quiero citar escuetamente dos ejemplos: La parroquia universitaria Santo Tomás de Aquino, ahora comunidad, y la parroquia San Carlos Borromeo, ahora Centro de pastoral.

Cada una con su propio estilo, consecuencia de su lugar social de arraigo, han dedicado largas décadas de su vida a llevar la buena noticia del evangelio a quienes buscan otra cosa y a los/as perdedores e indignados de este mundo (expresos y drogadictos, migrantes y refugiados, etc.). Su herejía ha consistido en querer transformar la parroquia en comunidad de iguales y en hacer de la liturgia una fiesta de los fieles. Pero estas prácticas no han tenido acogida en las leyes rutinarias de la jerarquía y ambas experiencias han sido desacreditadas y olvidadas.

Y, estando así las cosas, uno se pregunta, ¿qué hacer con el mensaje de Jesús ante las transformaciones socioculturales que la nueva tecnociencia, la secularización y las nuevas religiones están abriendo a diario? ¿Cuál es el lugar de este mensaje subversivo y alternativo en una sociedad cada día manifiestamente más plural y diversa? ¿Es el evangelio solo para los ricos y la sociedad burguesa y bien instalada? ¿No hay una contradicción flagrante entre el modo de realizar Jesús su vida y la praxis de la Iglesia que dice ser su prolongación en el tiempo?

En definitiva, la amenaza a la vida en la Iglesia no está en quienes pretenden traducir y encarnar el Evangelio en las nuevas y cambiantes culturas, sino en quienes impiden la libertad sustancial de desarrollar el potencial creativo de la vida humana.

Evaristo Villar

Publicado en el nº 102 de la revistautopia.org

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Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo

Domingo, 27 de agosto de 2017
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AMOR CELOSO

Tú pides,
pides siempre,
pides mucho,
Señor.
Lo pides todo.
Te gusta ir entrando, como un fuego,
vida adentro de aquellos que te aman
y abrasarles las horas, los derechos, el juicio.
Tú haces los eunucos y los locos del Reino.
Abusas del amor
de los que son capaces
de abusar de tu Amor.

No muchos, más bien pocos.

(Todos podrán salvarse,
pocos quieren salvarte plenamente).

Teresa de Jesús, que lo sabía
de andar trochas y noches del Carmelo,
te lo advirtió. Inútilmente, claro.
Sigues siendo el Total,
la zarza ardiendo
sobre el Horeb de todos los llamados.

Delante de tu Gloria, Amor celoso,
no hay más gesto posible que descalzar el alma.
Tú eres. Tú nos haces.
Calcinándonos,
el Viento de tus llamas nos liberta.
Tú nos amas primero, en todo caso.

*

Pedro Casaldáliga.
Todavía estas palabras, 1994

***

 

 

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos

“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”

Ellos contestaron:

-“Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.”

Él les preguntó:

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.”

Jesús le respondió:

“¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.”

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

*

Mateo 16,13-20

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“Humanizar la Iglesia”, por José Mª Castillo, teólogo

Jueves, 24 de agosto de 2017
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clip_image00210De su blog Teología sin Censura:

Entiendo que haya personas que, nada más que leer el título de este breve artículo, sientan un cierto recelo o quizá experimenten desconfianza o incluso un abierto rechazo. Porque a muchos de nosotros nos han educado en el convencimiento de que “lo humano” se contrapone a “lo divino”. Y eso, llevado hasta sus últimas consecuencias, desemboca – sin más remedio – en la idea fija de que “a más humanidad, menos divinidad”. O sea que “humanizar la Iglesia” equivaldría a robarle o recortarle su condición sagrada, sobrenatural y divina.

Sin embargo, me atrevo a decir que humanizar la Iglesia”, no sólo es lícito, sino sobre todo es enteramente necesario y urgente. Si es que este asunto se piensa desde la fe y la mentalidad cristiana. Porque vamos a ver, según nuestras creencias, ¿qué es lo que hizo Dios, para traer solución y salvación al mundo?

Los cristianos decimos que esa pregunta tiene su respuesta a partir del misterio de la Encarnación de Dios en Jesús. Lo que, traducido a un lenguaje más sencillo, quiere decir la Humanización de Dios en un modesto galileo que se llamaba Jesús el Nazareno. San Pablo lo explica diciendo algo muy fuerte: “Él, a pesar de su condición divina, no se aferró a su categoría de Dios; al contrario, se despojó de su rango y tomó la condición de esclavo, haciéndose uno de tantos” (Fil 2, 6-7).

Desde hace más de diez años, me viene preocupando lo que esto entraña y representa. He publicado cuatro libros y cantidad de artículos sobre el tema. Ahora quiero dar un paso más, que me parece urgente y decisivo. Porque, si lo que acabo de indicar es indispensable para entender el cristianismo, ¿no va a ser tanto o más urgente y necesario para entender la Iglesia? Lo que equivale a hacerse esta otra pregunta, quizá más incómoda para algunos: Si Dios se rebajó y se humanizó, para traer salvación a este mundo, ¿por qué la Iglesia no se despoja también de sus rangos, dignidades y privilegios, de forma que de ella podamos decir que se ha humanizado? Y lo peor de todo es que, como sabemos (y con frecuencia), los “hombres de Iglesia” mantienen sus rangos, privilegios y dignidades a base de “deshumanizarse” en no pocos asuntos que tocan asuntos de los más fuertes que tenemos que afrontar los humanos. Por supuesto, Dios no es la religión. Ni Dios es la Iglesia. Pero, en todo caso, los caminos de Dios, de Jesús, ¿no tendrían que ser los caminos de la Iglesia?

Me da mucho que pensar lo que está ocurriendo con el papa Francisco. Sus numerosas manifestaciones de humanidad y espontaneidad lo hacen odioso para un sector importante del clero. ¿Por qué será esto así?

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“La violencia religiosa hunde sus raíces en el ‘sacrificio’ y en el ‘dogma'”, por José María Castillo.

Martes, 22 de agosto de 2017
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Olmo Calvo. 18/08/2017 Barcelona. Catalunya Atentado terrorista. La Rambla por la manana. Olmo Calvo. Homenaje a las victimas de Barcelona.

“La ‘religión de Jesús’ es única y exclusivamente la ‘religión de la bondad'”

“Las religiones, enseñadas y vividas como debe ser, mejoran las conductas de la gente”

(José M. Castillo, teólogo).- Nos preocupa más el hecho de la violencia y sus aterradoras consecuencias, que las causas que originan y justifican la mentalidad y las ideas que llevan a los terroristas a matar con la conciencia del deber cumplido. Y es evidente que, si no atajamos las causas y la mentalidad que la justifica, por más policías que tengamos, la violencia terrorista seguirá campando a sus anchas. Quienes pierden el miedo a que los maten, matarán a otros.

Como es lógico, un fenómeno humano de estas dimensiones, no se puede desentrañar en un breve artículo como éste. Por eso me limito a decir algo sobre una de las causas que motivan la violencia. Me refiero a la religión.

Se dice que los terroristas, por más que les laven el cerebro y los droguen, le pierden el miedo a la muerte porque saben que morir matando por la religión, eso es lo que les abre las pertas del paraíso para gozar sin fin. ¿Qué pueden hacer las fuerzas de seguridad del Estado ante un sujeto que lleva en lo más hondo de sí mismo semejante convicción?

Y es que, según creo, no hemos pensado a fondo que la misma base del cristianismo es un asesinato, la muerte inocente del hijo de Dios (W. Burkert). No olvidemos nunca que “el sacrificio es la forma más antigua de la acción religiosa” (H. Kühn), como ha demostrado sobradamente la paleontología y sus ciencias afines. Así que está más que demostrado que lo primero, en la historia del “hecho religioso”, no es Dios, sino el sacrificio: matar una vida. En realidad, “Dios es un producto tardío en la historia de la religión” (G. van der Leeuw).

Por eso, no nos debería sorprender que, analizando pacientemente el Antiguo Testamento, “en cerca de mil pasajes se habla de que la ira de Yahvé se enciende y castiga con la muerte y la ruina” (R. Schwager; J. A. Estrada).

No es posible analizar aquí este fenómeno más despacio. Sólo quiero indicar que, como es sabido, en el islam, el yihad es “un concepto problemático” (J. J. Tamayo). Porque, como ya señaló Abu al-Mawduli, este concepto justifica la guerra santa en la idea de que el Islam es un sistema integral que tiene como objetivo eliminar los demás sistemas falsos en el mundo.

Pero, en la religión, es determinante no sólo “el sacrificio”, sino además “el dogma”. Esta palabra designaba, en la Antigüedad, los “decretos imperiales” a los que cabe otra respuesta que el sometimiento incondicional. Someter sobre todo la mente. Es verdad que en el N.T este concepto no es fundamental. Pero, a medida que el cristianismo se fue organizando como “institución religiosa”, inevitablemente el “dogma” fue ganando en importancia y presencia en la sociedad y en la vida de los fieles.

El Magisterio de la Iglesia precisó y delimitó las verdades que han de ser aceptadas como verdades “de fe divina y católica”: no sólo las que se contienen en la palabra de Dios, sino que además son propuestas por la Iglesia para ser creídas como divinamente reveladas, ya sea en un concilio ecuménico, en una definición papal o por el Magisterio ordinario como tales verdades de fe (Conc. Vaticano I. DH 3041).

Un dogma tiene que reunir estas condiciones. No todo lo que se dice en los sermones, en los catecismos, en una encíclica… es “dogma de fe”. Cosa que es lamentable y desconcierta a mucha gente.

En cualquier caso, lo más importante, cuando hablamos de este asunto, es insistir en que está bien comprobado que las religiones, cuando son enseñadas y vividas como debe ser, mejoran las conductas de la gente. Y, por lo que se refiere a un cristiano (como es mi caso), lo que veo con más claridad y seguridad es que el Evangelio nos enseña que Jesús se dio cuenta y defendió, hasta la muerte, la grandiosa afirmación del profeta Oseas (6, 6): “Misericordia quiero y no sacrificios”. La “religión de Jesús” es única y exclusivamente la “religión de la bondad”, de la paz, del bien, que lucha contra el sufrimiento.

Fuente Religión Digital

Biblia, Budismo, Cristianismo (Iglesias), General, Hinduísmo, Islam, Judaísmo , , , , , , , ,

“Rezar por nuestros enemigos humaniza, nos coloca en el camino samaritano”, por Gabriel M. Otalora.

Lunes, 21 de agosto de 2017
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amar-al-enemigoDe su blog Punto de Encuentro:

“¿O es que Dios no amó a Caifás, a Judas Iscariote, a Pilato?”

“Lo específicamente cristiano es continuar haciendo el bien a pesar del mal”

(Gabriel María Otalora).- Leo a vuela pluma algunos pasajes (Juan 13:35 Salmo 145:9 Proverbios 24:17) 1 Pedro 3:9 Dt 15,11… Y lo hago centrado en este mandato claro de Jesús: Pero yo os digo: amad a vuestros enemigos y orad por los que os persiguen. (…). Dios hace salir el sol sobre malos y buenos, y que llueva sobre justos e injustos (Mateo, 5,38 y Lucas 6,35). Nos olvidamos enseguida que “todos” somos hijos de Dios a quienes nos ama con ternura infinita. Todos, significa amor a todos, independientemente de nuestra respuesta de amor hacia Dios.

¿O es que Dios no amó a Caifás, a Judas Iscariote, a Pilato, a cada uno de los convecinos de Jesús que tan solo unos días antes de su muerte le aclamaban el domingo de Ramos y pocos días después gritaban ¡crucifícalo!? ¿No quiso Dios con amor maternal a Hitler, a Mao, a Franco, a Lenin, a los mafiosos calabreses? ¿No ama a los asesinos de ETA o del GAL? ¿Dios no ama a los fundamentalistas terroristas islámicos? ¿Tampoco ama a Putin, al dictador de Corea del Norte, a Trump, a cada uno de nosotros?

Una cosa es que Dios ame a todas sus criaturas y otra, muy distinta, que sus criaturas le correspondan a través del amor a sus hermanos. Pero si somos sinceros, reconoceremos la repulsión que nos produce leer que Dios pueda amar a estos terroristas que han sembrado la desolación y la muerte en Barcelona, en París, en Londres, en Bruselas… Preguntémonos por qué no chirría leer “Dios ama a todos” en genérico y nos produce un rechazo visceral en cuanto ponemos algunos nombres y apellidos a ese “todos”. A mí también, por cierto.

La Ley del Talión aparece en el Código de Hammurabi, rey babilónico que codificó una serie de leyes en el siglo XVIII antes de Cristo y las preservó esculpidas en un gran pilar, hoy en el Louvre. Este rey babilónico introdujo el castigo proporcional. El ojo por ojo, fue un avance respecto a todo lo anterior hasta el punto de que los judíos lo incorporaron a sus leyes. Pero Jesús lo revoluciona todo pidiendo el bien por mal, la ayuda a nuestro prójimo aunque no nos lo agradezca ni nos salga por gusto. Es algo más que la actitud pasiva de no perjudicarlo.

Y en cuanto a los canallas fundamentalistas que han roto a tantas familias en Barcelona y la paz social general, no se nos pide que les demos cariño, porque es imposible. Pero sí que recemos por ellos, y por todos los que odian de manera tan inhumana. Solo así podremos perdonar llegado el caso que nos ofendan a nosotros. Lo que nos pide Dios son dos cosas: que dejemos a Dios ser Dios sin razonarlo todo y fiarnos de que si no luchamos contra el odio y el rencor vengativo, nos acercaremos peligrosamente a sentir lo que cualquiera de estos agresores deshumanizados.

Rezar por nuestros enemigos humaniza, nos coloca en el camino samaritano y nos convierte en los mejores instrumentos de Dios para implantar su Reino de amor. Pues si al odio y la violencia de tantos se va a unir nuestra agresividad y ganas de venganza, ¿qué es lo que estamos gestando?

Rezar no es solo repetir oraciones más o menos sabidas, sino pedir a Dios que nos cambie el corazón para entender y aceptar su mensaje de amar de verdad a los enemigos, que por algo es un mensaje del NT y también del Antiguo Testamento. Y junto a este mandato, el de no juzgar, que no sabemos nada de la verdadera realidad de las cosas; solo de sus consecuencias.

Y dicho todo lo anterior, mi solidaridad con todas las víctimas y sus familiares, aunque esto, de puro básico si nos sentimos mínimamente humanos, es algo común y universal a cristianos, ateos, musulmanes o adoradores de la luna (“¿Qué mérito tenéis?”). Lo específicamente cristiano es continuar haciendo el bien a pesar del mal, incluso a quienes nos lo causan.

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