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Entradas Etiquetadas ‘Jesús de Nazaret’

Santos…

Viernes, 4 de febrero de 2022
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Como buen judío, Jesús asume la exhortación a la santidad e introduce en ella a sus discípulos: «Sed perfectos como es perfecto vuestro Padre celestial» (Mt 5,48). El término griego que utiliza Mateo para referirse a la perfección deriva del sustantivo télos, que significa «fin», tanto en el sentido de «conclusión o acabamiento» de algo como para designar el «horizonte o la finalidad» hacia donde tienden las cosas.

Desde esta perspectiva, la santidad considerada como perfección no implica necesariamente la consecución de un estado moral intachable y bien rematado sino, bien al contrario, la apertura sostenida de nuestra fragilidad hacia el horizonte de un amor siempre más grande que nosotros. El Padre celestial, a quien Jesús propone como imagen de perfección, no es un ser estático y cerrado en sí mismo; su amor fontal mana sin cesar hacia el Hijo y se desborda en el mundo con la infinita creatividad del Espíritu. (…)

(…) Estas páginas tratan de adentrarse en el perfil de ese hombre que aspiró a ser hermano universal, que orientó toda su existencia hacia el horizonte de la fraternidad y que al mismo tiempo experimentó ciertos límites y sombras que le impidieron ser y sentirse plenamente hermano de todos. Sin duda alguna, Carlos de Foucauld fue un auténtico hermano, un «hermano inacabado» que deseaba ser «hermano universal», un hermano cuya santidad alude menos al objetivo conquistado que a la humildad de un camino recomenzado muchas veces.

*

Margarita Saldaña Mostajo.
El hermano inacabado. Carlos de Foucauld

Grupo de Comunicación Loyola, enero de 2021

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“La resurrección de Jesús según san Pablo”, por Gonzalo Haya.

Martes, 25 de enero de 2022
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St.Paul-Icon-700pxEl primer documento escrito sobre la resurrección de Jesús se lo debemos a Pablo, solamente 20 ó 30 años después de su crucifixión. El obispo episcopaliano J. S. Spong ( 1, 2,) hace hincapié en este dato, porque se trata de una escueta interpretación de la resurrección, sin la escenografía de apariciones que 40 ó 50 años después presentaron los evangelistas. Y esa escenografía nos ha llevado a imaginar la resurrección como vuelta a la vida del cuerpo, mientras que Pablo interpretó la resurrección como una transformación en otra dimensión.

Exponemos a continuación los textos de Pablo y un resumen de los argumentos del trabajo de Song:

Rom 1,4; que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,

Rom 4,25; el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Rom 8,34;  ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

Rom 14,9; Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

1Cor, 15,3-8; Lo que os transmití fue, ante todo, lo que yo había recibido: que el Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las Escrituras, que fue sepultado y que resucitó al tercer día, como lo anunciaban las Escrituras; que se apareció a Pedro y más tarde a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez: la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto. Después se le apareció a Santiago, luego a los apóstoles todos. Por último se me apareció también a mí, como al nacido a destiempo.

1Cor, 15,15-17; Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.  Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.

· Pablo nos da las primeras referencias sobre la resurrección de Jesús, principalmente en Rom 1,4 y 1Cor 15,3-8. No conoce nada sobre signos portentosos a la muerte de Jesús ni sobre el sepulcro vacío. Para comprender lo que dice Pablo tenemos que olvidar de momento todo lo que dicen los evangelios sobre la resurrección de Jesús: discípulos de Emaús, tumba de José de Arimatea, mujeres que llevaban ungüentos a la tumba, y otras apariciones.

· Pablo concibió la resurrección según los tres modelos que encontraba en la tradición judía: Henoc “caminó con Dios y después desapareció porque Dios se lo llevó” (Gén 5,24). Moisés murió “como lo había dispuesto el Señor, y lo enterró… y hasta la fecha nadie sabe dónde está enterrado” (Dt 34,5-6) de modo que el pueblo creyó que no había muerto y estaba con el Señor. Elías fue arrebatado por un carro de fuego y transportado vivo a la presencia de Dios (2Reyes 2,11). Estos eran los modelos que tenía Pablo para comprender su experiencia de Jesús vivo a pesar de había sido crucificado y sepultado.

· La resurrección es el momento en que Dios constituye a Jesús como su Hijo, Mesías y Señor (Rom 1,3-4). Esta afirmación podría ser considerada como “adopcionista” según el concilio de Nicea.

· Según Pablo, Jesús se aparece primero a Pedro (según Juan se apareció primero a María Magdalena, según Marcos Mateo y Lucas el primer anuncio fue a un grupo de mujeres que habían seguido a Jesús). Sigue la aparición a los Doce; ahora bien, o Doce es un número simbólico, o Pablo no sabe nada de la traición de Judas, o quizás el personaje simbólico, elaborado posteriormente, sea Judas. Después a quinientos hermanos; después a Santiago, ¿el hermano del Señor? “Por último”, e igualmente,a Pablo; ¡cuya conversión sucedió entre uno o seis años después de la muerte de Jesús!

· Lucas sitúa todos los acontecimientos de Pascua, entre la resurrección y la ascensión, en 40 días. Los casi seis años de Pablo y la falta de detalles de una apariencia física -mensajes orales y contacto físico- nos indican que Pablo no entendió la resurrección como la revivificación del cuerpo físico de Jesús; esas descripciones fueron elaboradas posteriormente por las comunidades y recogidas por los evangelistas.

· Pablo solamente había experimentado que Jesús vivía y entendió que había sido constituido Señor y Mesías. La resurrección fue, más bien, la transformación en un plano diferente, a un orden de conciencia más allá de los límites del tiempo y del espacio… lo que él llamó cuerpo espiritual” 1Cor 15,44). No hubo una revivificación del cuerpo que permaneciera en la tierra durante unos días y luego fuera “elevado” a los cielos. Al morir, fue transformado; ya no es un mortal, “la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rom 6,9). “Esta carne y hueso no pueden heredar el reino de Dios, ni lo ya corrompido heredar la incorrupción (1Cor 15:50)

Tenemos dificultad de imaginar esta transformación porque necesitamos explicarla con los conceptos e imágenes obtenidas de este mundo material, y porque nuestro imaginario se ha nutrido con los relatos de los evangelistas que trataron de plasmar y visualizar la resurrección de Jesús. El pueblo sólo concebía una vida real en un cuerpo; un ser sin cuerpo les parecería un fantasma.

Los estudios bíblicos se concilian mejor con los estudios de la antropología actual, y nos facilitan una comprensión más actual y adulta de nuestra fe. Lo trascendente sigue siendo un misterio, pero al menos no resulta contradictorio con nuestros conocimientos científicos de lo inmanente.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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María… pequeña María…

Miércoles, 8 de diciembre de 2021
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El 8 de diciembre de 1854, Pío IX definió este dogma con las siguientes palabras: «Para honor de la santa e indivisa Trinidad…, declaramos, proclamamos y definimos que la doctrina que sostiene que la beatísima Virgen María fue preservada inmune de toda mancha de la culpa original en el primer instante de su concepción por singular gracia y privilegio de Dios omnipotente, en atención a los méritos de Cristo Jesús Salvador del género humano, está revelada por Dios y debe ser por tanto firme y constantemente creída por todos los fieles». Antes, la Orden Franciscana, en su Capítulo celebrado en Toledo el año 1645, «escogió a la bienaventurada Virgen María, Madre de Dios, en cuanto la confesamos y celebramos inmune de la culpa original en su misma Concepción, como Patrona singular de toda la Orden de los Frailes Menores». Y aquello no fue una novedad rara en la historia de la familia franciscana, que desde sus primeros tiempos se distinguió como defensora acérrima de este privilegio sin par de María. El beato Juan Duns Escoto fue su adalid, y la campaña por él iniciada la prosiguió la Orden, sin desmayos, a lo largo de los siglos. Así celebramos hoy el “gran momento de la historia cuando cielos y tierra, la creación entera enmudeció esperando escuchar el «FIAT» de nuestra Señora”

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MADRE DEL MUNDO NUEVO

Estamos otra vez en el Principio.
Dios quiere hablar y el aire se acrisola.
Como un niño, en la sangre, nace el mundo;
y del caos emerge la Esperanza, con sus flores salvadas de la muerte.
(Este ramo de olivo que crece en tus pisadas, paloma de Sus Ojos,
tendrá toda la Tierra penitente para echar las raíces…).

Aún no mugía el mar, ni tendía sus lonas el cielo por los montes,
y tú jugabas ya -la consentida- en la plaza infinita de Sus Manos:
primera siempre al mimo de Su Gozo…
Si estamos otra vez en el Principio, tendrás que amanecer: el Mundo Nuevo
necesita la puerta de tu seno para llegar incólume,
(Belén se apuesta siempre detrás de tus espaldas).

Mientras los hombres buscan sus tesoros piratas -¡los bajeles perdidos de sus rutas sin norte!-,
un día, inesperado, tú surges de las simas del Paranagua, viva,
como un tesoro tierno a la memoria,
antigua de ternura y de favores, coronada de espuma de sorpresas,
con el Niño en los brazos, ofrecido…
La Tierra está en mantillas, dormida en tu regazo.

La Europa verdadera, como un cruzado loco que vuelve escarmentado
de tantas aventuras,
espera tu venida junto a Chartres y en la umbría sagrada de Einsiedeln.
Los almendros latinos aún tienen primavera para acoger tus plantas.
Todavía hay pastores y un buey manso en la cumbre.
¡Todo el cuerpo de Europa se ha hecho gruta, en la herida,
para enmascarar la luz de tu presencia!

América sacude sus pañales, con un grito rebelde, contra el mar transitado,
pero en su boca niña balbucea, cantando, tu nombre, Guadalupe,
y late la manigua como un puerto que siente tu llegada:
-¡Vendrá Santa María, libre de carabelas!
Como una diosa estéril y fecunda, empapada en la lluvia de la Espera,
como una cruz cansada de martirio,
Asia cruje, sangrando por sus lotos…
¡Pero el bambú ya ensaya cañas de profecía detrás de las Comunas;
la Luna sabia sigue tus pies para calzarte,
y en la liturgia hindú llama a tu Hijo el arpa de Tagore y de los parias!

Mientras llegan los sueños en cayuco inestable,
y acosada por todos los pájaros secretos que hierven en la selva con la noche,
Africa arrulla, alborotadamente, sus veinte cunas nuevas.
Se quiebran sus tambores en parches de alegría
y las lanzas preguntan por la aurora:
¡porque el mar no termina en la mirada!
Y danzan sus miningas, con las anillas rotas,
enarbolando el sol entre las risas,
¡porque hay una Mujer sobre las chozas, detrás de las estrellas,
con el sol en los hombros, como un clote!
Con los sueños que llegan en cayuco inestable, arriba el Evangelio mecido por tus manos;
llegan tus manos fieles, con la Paz en la proa.

Neófitas de sal y de promesas, las Islas balbucientes acuden al marfil de tu garganta,
con un abrazo tenso de siglos de impaciencia, seguras del Encuentro.

¡Todos los meridianos se enhebran en la rosa de tu Nombre…!

Estamos otra vez en el Principio
y nace el mundo, nuevo, del seno de tu Gracia,
hermosamente grande y sin fronteras.
¡Que callen los profetas fatídicos! Cabemos
todos juntos, hermanos, en la mesa que el Padre ha abastecido.
¡Que calle todo miedo, para siempre!

Los átomos dispersos se engarzarán, sumisos, en tu manto;
y el cielo, descubierto en mil caminos,
se hará pista a tus viajes de ¡da y vuelta -de Dios hasta los hombres-,
¡nostalgia nuestra, Asunta!

…Dios llega al aeropuerto de la Historia;
a tiempo en todo Tiempo, el heredado pulso de tu sangre.

Los sellos del Concilio acuñan tu figura sobre la piel lavada de la Iglesia,
y llega una corona de voces alejadas, en pleamar dichosa,
al pie de tu Misterio…

Estamos otra vez en el Principio y ha empezado tu era:
¡por derecho de Madre tú patentas la luz amanecida!

*

Pedro Casaldáliga
“Llena de dios, y tan nuestra”. Antología mariana

***

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La aurora es un momento fabuloso: el que precede inmediatamente al salir el sol. Antes sólo eran tentativas. Un leve palidecer el cielo por oriente, apenas visible en la noche. Sigue un clarear creciente, lentamente al comienzo, luego más rápidamente, siempre más rápidamente. Finalmente un instante en el que el surgir de la luz es tan victorioso y ardiente, el esplendor tan cegador a los ojos habituados a la noche, que nos podríamos creer ante el mismo sol: apenas un instante después, como una llamarada, su luz arde en el hilo del horizonte. Y finalmente el sol. Hasta ese momento, nos podíamos haber engañado, pues ya se transparentaba en lo que sólo era la aurora. Lo mismo la Inmaculada concepción. Primero, a lo largo de los siglos precedentes, se trataba del alba de Cristo, de los comienzos de su pureza y santidad, ya maravillosos considerando que se realizaban en la naturaleza humana, pero aún oscuros respecto a El. María es el culmen de la aurora, el surgir del día. Pero su luz ilumina a todos. La Inmaculada concepción distingue a María de los demás humanos sólo para unirla más a Cristo, que pertenece a todos (…).

Tras el decreto que estableció la venida de Cristo, se da esta larga preparación que ya la realiza inicialmente y que llena toda la historia antigua de la humanidad. Ahora bien, toda esta preparación lleva a María, porque ella (…) es portadora de Cristo. La preparación es inmensa: es la única obra de Dios mismo en este mundo; se compromete con todo su amor: haciendo confluir, en virtud de su gracia, todo lo que en nuestros esfuerzos humanos hay de verdaderamente bueno: se plasma una naturaleza humana que será la suya.

Llega un día en que todo está preparado. En la Virgen todo se reúne para pasar de ella al Hijo (…). María es la figura absoluta y total, y lo es para siempre, porque, siendo Madre de Dios, es la que une el Hombre-Dios con la humanidad.

*

É. Mersch,
La théologie du Corps mystique,
I
, Tournai 1944, 219-221.

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La misión maternal de María hacia los hombres no oscurece ni disminuye de ninguna manera la única mediación de Cristo, sino más bien muestra su eficacia.

Porque todo el influjo salvífico de la bienaventurada Virgen en favor de los hombres nace del divino beneplácito y de la superabundancia de los méritos de Cristo, se apoya en su mediación, depende totalmente de ella y de la misma saca toda su virtud; y lejos de impedirla, fomenta la unión inmediata de los creyentes con Cristo.

La bienaventurada Virgen, predestinada, junto con la Encarnación del Verbo, desde toda la eternidad, cual Madre de Dios, por designio de la divina providencia,  fue en la tierra la esclarecida Madre del Divino Redentor y, de forma singular, la generosa colaboradora entre todas las criaturas y la humilde esclava del Señor.

Y esta maternidad de María perdura sin cesar en la economía de la gracia, desde el momento en que prestó fiel asentimiento en la Anunciación y lo mantuvo sin vacilación al pie de la cruz, hasta la consumación perfecta de todos los elegidos. Pues una vez recibida en los cielos, no dejó su oficio salvador, sino que continúa alcanzándonos por su múltiple intercesión los dones de la eterna salvación.

Con su amor materno cuida de los hermanos de su Hijo, que peregrinan y se debaten entre peligros y angustias y luchan contra el pecado hasta que sean llevados a la patria feliz. Por eso, la bienaventurada Virgen es invocada en la Iglesia con los títulos de abogada, auxiliadora, socorro, mediadora.

La Iglesia no duda en atribuir a María ese oficio subordinado: lo experimenta continuamente y lo recomienda al corazón de los fieles para que, apoyados en esta protección maternal, se unan más íntimamente al Mediador y Salvador .

*

Del Concilio Vaticano II, Lumen gentium, 60-62.

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Vida I

Sábado, 4 de diciembre de 2021
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Del blog Nova Bella:

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He venido para que tengan vida,

y vida en abundancia

*

Jesús de Nazareth

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Michael Moore: “Ser rey o no ser rey… ¡esa no es la cuestión!”

Sábado, 27 de noviembre de 2021
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Michael-Moore-rey-cuestion_2397970199_15808053_660x371Lo que está en juego es nuestra imagen de Dios en relación con el poder

“La cuestión religiosa fundamental no se dirime proclamando si Jesús es rey o no, sino aclarando qué se entiende por reyecía y por reinado”

“Cuando Jesús habla del tema no lo relaciona consigo mismo -si él es rey o no- sino con su Padre: habla del Reino de Dios y del Dios del Reino… sin confusión y sin separación”

“Dios reina -se hace su voluntad- cuando se dan circunstancias humanas bien concretas y, aparentemente poco sagradas o, si se prefiere, bastante profanas, que tienen que ver siempre con la superación de situaciones de des-humanización”

“Sería bueno recuperar la tradición teológico-espiritual franciscana que remite al Dios que se revela en Jesucristo de un modo eminente en el pesebre, la cruz y la eucaristía (…) Es la omni-potencia de un Dios que, libremente, se (des)vela en la im-potencia de lo aparentemente anti-divino, débil y vulnerable”

Si uno lee a la ligera el pasaje bíblico que la liturgia ofrece para reflexionar sobre la festividad de Cristo rey (Jn 18, 33-37) queda un tanto mareado. Parece un diálogo de locos: preguntas que no terminan de responderse y respuestas que no obedecen a preguntas hechas (recurso estilístico típico del evangelio según Juan). Y nos dan ganas de recordarle a Jesús sus propias palabras: “Cuando ustedes digan ‘sí’, que sea realmente sí; y cuando digan ‘no’, que sea no” (Mt 5,37). Porque el desorientado de Pilatos simplemente le pregunta acerca de lo que decían que él decía (o no): que era rey de los judíos. La confusión nos ofrece la posibilidad de una aclaración porque, creo, la cuestión religiosa fundamental no se dirime proclamando si Jesús es rey o no, sino aclarando qué se entiende por reyecía y por reinado.

reino Exégetas y teólogos coinciden hoy en afirmar que la categoría de “reino” es el eje en torno al cual se entiende la identidad, la misión y la muerte del profeta de Galilea. Por tanto, no es un tema menor desde el punto de vista histórico y teologal; diversa cuestión es la significación que intentó dársele cuando se instituyó la fiesta litúrgica de Cristo rey (Pío XI, 1925) y el uso que se le ha dado a lo largo de la historia de la iglesia -antes y después de esa fecha-, sobre todo en lo que atañe a las relaciones entre el llamado poder espiritual y el poder temporal… pero eso es otro tema. En este breve espacio sólo quiero comentar algo sobre el trinomio Jesús-reino-Dios, y la imagen que de lo divino subyace en relación con el poder.

Cabe señalar, como me gusta decir usando lenguaje actual, que Jesús fue poco autorreferencial: cuando habla del tema -fundamentalmente en los sinópticos- no lo relaciona consigo mismo -si él es rey o no- sino con su Padre: habla del Reino de Dios y del Dios del Reino… sin confusión y sin separación. Lo primero, porque Dios no se identifica -no se agota- con ninguna realidad mediadora (ni el reino, ni la Iglesia ni su mismo Hijo) y lo segundo porque no se lo puede conocer y confesar fuera de las múltiples mediaciones, fuera de esta historia.  En efecto, “a la vez que revela el designio del Padre, Jesús critica toda forma de humanismo que pretenda instaurar un Reino olvidando su último fundamento y condición de posibilidad que es la Paternidad de Dios; y en cuanto revela cuál es su voluntad histórica, critica toda iglesia, toda teología, toda fe, que intente predicar un Dios sin Reino” (J.I. González Faus). El Dios que predica Jesús no es alguien sin rostro, abstracto y a-histórico, sino que hace referencia a un Dios que reina cuando se dan ciertas situaciones históricas bien concretas. El Salmo 146 (esp.7-10) es muy iluminador al respecto: “Él hace justicia a los oprimidos, / y da pan a los hambrientos. / El Señor da libertad a los cautivos, / el Señor abre los ojos a los ciegos, / el Señor levanta a los humillados, / el Señor ama a los justos; / el Señor protege al emigrante, / sostiene a la viuda y al huérfano. / ¡El Señor reina por siempre, / tu Dios, Sión, por todas las edades! / ¡Aleluya!” Por tanto, Dios reina -se hace su voluntad- cuando se dan circunstancias humanas bien concretas y, aparentemente poco sagradas o, si se prefiere, bastante profanas, que tienen que ver siempre con la superación de situaciones de des-humanización.

Jesús vive y muere por esa “Causa” (Pedro Casaldáliga). Para él, el “reino de Dios” -con su innegable dimensión política en cuanto afecta a la vida de la polis– es lo primero y lo último: no es la Iglesia, no es “el cielo” ni la vida más allá de la muerte, no es tampoco su propia persona, no es ni siquiera “Dios” en abstracto. Lo más importante para Jesús es el Dios del reino, el Dios que escucha (de un modo particular) a las víctimas y quiere implantar la justicia en la historia. Lo último (= determinante) es, pues, el reino como promesa de Dios para la humanidad (sufriente).

piedadCabe recordar que “al cristianismo no se le pidió tener fe en Jesús como Dios, se le pidió creer en la buena noticia y la buena noticia era la venida del Reino de Dios” (J.L. Segundo). Y urge hacerlo porque “luego de Jesús, el fracaso de la vida terrena del Maestro, más la centralidad de la Cruz en la teología cristiana y el posible error cronológico del propio Jesús y de la Iglesia primitiva sobre la inminencia de esa llegada del Fin, fueron llevando a los cristianos a olvidar el Reino en su idea de Dios o, al menos, a cambiar el significado del Reino para poder seguir creyendo en Jesús y en Dios” (J.I. González Faus). Por eso, repetimos, cristianamente, no hay Dios sin reino ni reino sin Dios.

¿“Christus Vincit, Christus Regnat, Christus Imperat” ? Depende… A este punto sería bueno recuperar la tradición teológico-espiritual franciscana que remite al Dios que se revela en Jesucristo de un modo eminente en el pesebre, la cruz y la eucaristía. Claramente, no es allí el monarca mayestático que, sentado en un trono dorado, bendice e imparte justicia (como suele representárselo iconográficamente). Muy por el contrario, alude a un Dios que se manifiesta en la carne de un bebé, de un hombre fracasado y de un pedazo de pan in-significante. Es la omni-potencia de un Dios que, libremente, se (des)vela en la im-potencia de lo aparentemente anti-divino, débil y vulnerable. Ante ello, la pre-potencia del hombre queda cuestionada. Ni sentado ni de pie: maniatado entre pañales, aferrado por clavos y encerrado en la materia inerte.

Ser rey o no serlo nos remite a la asociación que, inmediatamente, hacemos entre lo divino y el poder. Una vez más, en esa festividad de Cristo rey, lo que se pone juego es nuestra imagen de Dios (revelada en Jesús). Y no es un tema menor, puesto que, toda la revelación de Dios es una especie de lucha con el hombre, para que éste le acepte allí donde Dios quiere revelarse: en lo último y en lo escondido, desde lo último y entre los últimos […] Pero, a pesar de esa revelación, el ser humano sigue buscando a Dios en aquello que es lo primero, lo más grande, deslumbrante y avasallador. Dios se revela en el amor y el hombre se empeña en buscarle en el poder (J.I. González Faus).

Fuente Religión Digital

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“Nadie puede servir a Dios y al dinero. Si servimos al dinero, matamos”

Lunes, 6 de septiembre de 2021
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Neoliberalismo-08Mensaje del 40 Congreso de Teología : El neoliberalismo mata:No se puede servir a Dios y al dinero

El Congreso ha estado inspirado en las palabras de Jesús de Nazaret sobre la incompatibilidad entre Dios y el dinero, en la afirmación de Francisco “La economía de la exclusión y de la iniquidad mata” y en la calificación de Pedro Casaldáliga del neoliberalismo como “la gran blasfemia del siglo XXI”

Analizando, observamos una miseria que crece debido, en gran parte, a la mecánica del neoliberalismo cuyo combustible es el dinero. El dinero ciego

Con la apropiación de decenas de miles de bienes a través de las inmatriculaciones, la jerarquía de la Iglesia católica española contraviene el mandato de Jesús

En la crítica al neoliberalismo seguimos la óptica de Jesús de Nazaret, que cuestionó el ‘dinero injusto’, denunció el ídolo Mammón, condenó la codicia insaciable y asesina, rechazó los intereses ilícitos y defendió el perdón de las ‘deudas’

Nuestra propuesta alternativa al neoliberalismo se inspira en la vida solidaria, el mensaje liberador y la praxis igualitaria de Jesús. Se inspira en la ‘economía de la solidaridad

Del 3 al 5 de septiembre hemos celebrado on line el 40 Congreso de Teología sobre “El neoliberalismo mata: No se puede servir a Dios y al dinero”, inspirado en las palabras de Jesús de Nazaret sobre la incompatibilidad entre Dios y el dinero, en la afirmación del Papa Francisco “La economía de la exclusión y de la iniquidad mata” y en la calificación de Pedro Casaldáliga del neoliberalismo como “la gran blasfemia del siglo XXI”.

1. Hemos analizado las situaciones de injusticia estructural, pobreza extrema, desigualdades crecientes, violencia de género, discursos y prácticas de odio contra personas inmigrantes, refugiada y desplazadas. LGTBI y deterioro del planeta. Buena parte de estas situaciones son consecuencia del neoliberalismo, que es injusto en su raíz y en sus consecuencias, sobre todo en el Sur global.

2. En el mundo, las guerras, la pandemia y la devastación ambiental han aumentado en 250 millones la inseguridad alimentaria. Más de 30 países están amenazados por el hambre. Cada año mueren de hambre casi seis millones de personas. El coronavirus, que ha provocado el contagio de doscientos millones de personas y la muerte de más de cuatro millones, ha afectado con más virulencia a los sectores más vulnerables de la sociedad. A su vez, nos ha hecho tomar conciencia de nuestra fragilidad y vulnerabilidad y de la necesidad de practicar la ética del cuidado.

3. Nos hemos sentido conmovidos e indignados por el sufrimiento del pueblo afgano, especialmente de las mujeres excluidas de la educación, del trabajo profesional, y de la actividad política, por la situación de pobreza extrema de la mayoría de la población de Haití, por la desatención de los niños marroquíes en Ceuta y su utilización política, por las personas inmigrantes pobres ahogadas y por la violencia contra el pueblo palestino y otros pueblos oprimidos.

4.Hemos tomado conciencia de que las fronteras matan, pero que el silencio cómplice de lo que realmente sucede en ellas también mata. Además, al analizar críticamente la información generada por los medios de comunicación constatamos que es utilizada al servicio del poder y en contra de los pobres que buscan un horizonte de vida más digno. Ese tipo de información también mata.

5. Hemos tomado conciencia crítica, asimismo, de que las mujeres forman parte de “los bienes” intercambiables de una sociedad y de que son “objetos” regalados de unos hombres a otros. Sus cuerpos se ofertan en mercados al alza como el de la prostitución, los vientres de alquiler y la pornografía. Sexo y mercado están deviniendo más compañeros que nunca. El neoliberalismo económico en alianza con el patriarcado se convierte en neoliberalismo sexual. Tamaña alianza ha desembocado en odio hacia la vida de las mujeres con el resultado de decenas de miles de feminicidios.

6. La teo/tealogía feminista critica el neoliberalismo patriarcal como sistema de muerte contra las mujeres y llama a trabajar por la humanidad plena de las mujeres, en la óptica de Jesús de Nazaret que promete una vida digna, abundante y con justicia. Denuncia la alianza entre el neoliberalismo económico, el fundamentalismo y el patriarcado religioso, por su utilización mercantil de las mujeres. Denuncia la discriminación y la violencia de género, ejercidas por las jerarquías religiosas, nuestro caso por la jerarquía católica, que niega a las mujeres el reconocimiento de sujetos morales, eclesiales, teológicos y sus derechos sexuales y reproductivos.

Critica la teología androcéntrica construida sobre la imagen varonil de Dios, la ética represiva, que impone a las mujeres una moral de esclavas, y la estructura jerárquico-patriarcal, que las excluye de los ámbitos de decisión. Defiende la igualdad basada en la común dignidad de los hombres y las mujeres y en el movimiento igualitario de Jesús de Nazaret, donde las mujeres recuperaron la libertad y la igualdad. Reclama, asimismo, la paridad en los órganos de representación religiosa, el acceso de las mujeres al conocimiento teológico y el reconocimiento de la teología feminista.

7. Con la apropiación de decenas de miles de bienes a través de las inmatriculaciones, la jerarquía de la Iglesia católica española contraviene el mandato de Jesús de no acumular tesoros en la tierra (Mt 6,19), hace oídos sordos a la petición de que devuelva dichos bienes al pueblo y se coloca del lado del neoliberalismo que mata. Con su defensa y mantenimiento de los privilegios económicos, fiscales, educativos, culturales e incluso militares, incumple la exigencia de Jesús a sus seguidores de no llevar bolsa, ni alforja ni calzado. Con la asignación tributaria destinada solo a la Iglesia católica, que este año ha recibido la cifra récord de 301,7 millones de euros, la jerarquía se apropia de una cuantiosa suma de dinero que debería destinarse a fines sociales.

8. En la crítica al neoliberalismo seguimos la óptica de Jesús de Nazaret, que cuestionó el “dinero injusto”, denunció el ídolo Mammón, condenó la codicia insaciable y asesina, rechazó los intereses ilícitos y defendió el perdón de las “deudas”. Su compasión sanadora y subversiva la comensalía abierta e inclusiva de las personas excluidas del banquete, su denuncia de la iniquidad personal y sistémica y su esperanza activa nos siguen inspirando y animando más allá de las fronteras geográficas, étnico-culturales, religiosas, de clase, de género y de identidad sexual.

9. Nuestra propuesta alternativa al neoliberalismo se inspira en la vida solidaria, el mensaje liberador y la praxis igualitaria de Jesús, en su denuncia del poder político opresor y del poder económico explotador en alianza, y en su opción por las personas y los colectivos más vulnerables: pecadores, publicanos, prostitutas y personas fuera de la ley. Se inspira en la economía de la solidaridad, del reparto equitativo los bienes, como se pone de manifiesto en la parábola de la multiplicación de los panes y los peces, que no fue un acto de magia, pero sí un milagro, el de compartir.

10. En conclusión, nadie puede servir a Dios y al dinero. Si servimos al dinero, matamos. Queremos terminar este mensaje del 40 Congreso de Teología con la propuesta alternativa de Pedro Casaldáliga al neoliberalismo en su poema Pobreza evangélica:

No tener nada.
No llevar nada.
No poder nada.
No pedir nada.
Y, de pasada,
no matar nada;
no callar nada.

Solamente el Evangelio, como una faca afilada.
Y el llanto y la risa en la mirada.
Y la mano extendida y apretada.
Y la vida, a caballo dada.

Y este sol y estos ríos y esta tierra comprada,
para testigos de la Revolución ya estallada.
¡Y “mais nada”!

Fuente Religión Digital

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“El cristianismo de María Magdalena” por Juan José Tamayo, teólogo.

Jueves, 22 de julio de 2021
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mary-magdalene-6e5a131d0dc85e1439fe556313b910251421f22f-s6-c30El Papa Francisco elevó la Memoria de María Magdalena, convirtiéndola en fiesta, que se celebrará todos los años el 22 de Julio. Por eso, para este día, recomendamos la lectura de los artículos, muchos, que hemos dedicado a la figura de la Apostolorum Apostola, y refrescamos este que leímos en la página web de Redes Cristianas

En su obra La Ciudad de las Damas, de principios del siglo XV, la escritora francesa Christine de Pisan constataba la disparidad entre la imagen negativa de los varones sobre las mujeres y el conocimiento que tenía de sí misma y de otras mujeres. Los varones afirmaban que el comportamiento femenino estaba colmado de todo vicio; juicio que en opinión de Christine demostraba bajeza de espíritu y falta de honradez. Ella, por el contrario, tras hablar con muchas mujeres de su tiempo que le relataron sus pensamientos más íntimos y estudiar la vida de prestigiosas mujeres del pasado, les reconoce el don de la palabra y una inteligencia especial para el estudio del derecho, la filosofía y el gobierno.

La situación de entonces se repite hoy en la mayoría de las religiones, que se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres. Estas no suelen ser consideradas sujetos religiosos ni morales, por eso se las pone bajo la guía de un varón que las lleve por la senda de la virtud. Se les niega el derecho a la libertad dando por supuesto que hacen mal uso de ella. Se les veta a la hora de asumir responsabilidades directivas por entender que son irresponsables por naturaleza. Son excluidas del espacio sagrado por impuras. Se las silencia por creer que son lenguaraces y dicen inconveniencias. Son objeto de todo tipo de violencia: moral, religiosa, simbólica, cultural, física, etc.

Sin embargo, las religiones difícilmente hubieran podido nacer y pervivir sin ellas. Sin las mujeres es posible que no hubiera surgido el cristianismo y quizá no se hubiera expandido como lo hizo. Ellas acompañaron a su fundador Jesús de Nazaret desde el comienzo en Galilea hasta el final en el Gólgota. Recorrieron con él ciudades y aldeas anunciando el Evangelio (=Buena Noticia), le ayudaron con sus bienes y formaron parte de su movimiento.

La teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza ha demostrado en su libro En memoria de ellaque las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas liberadas de toda dependencia patriarcal, con autonomía económica, que se identificaban como mujeres en solidaridad con otras mujeres y se reunían para celebrar comidas en común, vivir experiencias de curaciones y reflexionar en grupo.

El movimiento de Jesús era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de género. No identificaba a las mujeres con la maternidad. Se oponía a las leyes judías que las discriminaban, como el libelo de repudio y la lapidación, y cuestionaba el modelo de familia patriarcal. En él se compaginaban armónicamente la opción por los pobres y la emancipación de las estructuras patriarcales. Las mujeres eran amigas de Jesús, personas de confianza y discípulas que estuvieron con él hasta el trance más dramático de la crucifixión, cuando los seguidores varones lo abandonaron.

En el movimiento de Jesús las mujeres recuperaron la dignidad, la ciudadanía, la autoridad moral y la libertad que les negaban tanto el Imperio Romano como la religión judía. Eran reconocidas como sujetos religiosos y morales sin necesidad de la mediación o dependencia patriarcal. Un ejemplo es María Magdalena, figura para el mito, la leyenda y la historia, e icono en la lucha por la emancipación de las mujeres.

A ella apelan tanto los movimientos feministas laicos como las teologías desde la perspectiva de género, que la consideran un eslabón fundamental en la construcción de una sociedad igualitaria y respetuosa de la diferencia. María Magdalena responde, creo, al perfil que Virginia Woolf traza de Ethel Smyth: “Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.

Las mujeres fueron las primeras personas que vivieron la experiencia de la resurrección, mientras que los discípulos varones se mostraron incrédulos al principio. Es esta experiencia la que dio origen a la Iglesia cristiana. Razón de más para afirmar que sin ellas no existiría el cristianismo. No pocas de las dirigentes de las comunidades fundadas por Pablo de Tarso eran mujeres, conforme al principio que él mismo estableció en la Carta a los Gálatas: “ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra”.

Sin embargo, pronto cambiaron las cosas. Pedro, los apóstoles y sus sucesores, el papa y los obispos, se apropiaron de las llaves del reino, se hicieron con el bastón de mando, que nada tenía que ver con el cayado del pastor para apacentar las ovejas, mientras que a las mujeres les impusieron el velo, el silencio y la clausura monacal o doméstica. Eso sucedió cuando las iglesias dejaron de ser comunidades domésticas y se convirtieron en instituciones políticas e Iglesia.

¿Cuándo se reparará tamaña injusticia para con las mujeres en el cristianismo? Habría que volver a los orígenes, más en sintonía con los movimientos de emancipación que con las Iglesias cristianas de hoy. Es necesario cuestionar la primacía –el primado- de Pedro, que implica la concentración del poder en una sola persona e impide el acceso de las mujeres a las responsabilidades directivas compartidas.

Hay que recuperar el discipulado de María Magdalena, “Apóstol de los Apóstoles, como la llama Elisabeth Schüssler en un artículo del mismo título pionero en las investigaciones feministas sobre el Testamento cristiano, en referencia al reconocimiento que se le daba en la Antigüedad cristiana. Es necesario revivir, refundar el cristianismo de María Magdalena, inclusivo de hombres y de mujeres, en continuidad con los profetas y las profetisas de Israel y con el profeta Jesús de Nazaret, pero no con la sucesión apostólica, de marcado acento jerárquico-patriarcal.

Un cristianismo olvidado entre las ruinas valladas de la ciudad de Magdala, lugar de nacimiento de María Magdalena, que visité hace tres años, a siete kilómetros de Cafarnaún, donde tuvo su residencia Jesús de Nazaret durante el tiempo que duró su actividad pública. En las excavaciones que se llevan a cabo en Magdala se descubrió en 2009 una importante sinagoga Ahí se encuentra la memoria subversiva del cristianismo originario liderado por Jesús y María Magdalena, que fue derrotado por el cristianismo oficial.

Pero de aquel cristianismo sepultado bajo esas ruinas emerge un cristianismo liberador vigoroso, desafiante, y empoderado a través de los movimientos igualitarios que surgen en los márgenes de las grandes iglesias cristianas, como surgió en los márgenes el primer movimiento de Jesús, de María Magdalena y de otras mujeres que le acompañaron durante los pocos meses que duró su actividad pública..

Es necesario heredar la autoridad moral y espiritual de María de Magdala como amiga, discípula, sucesora de Jesús y pionera de la igualdad. En definitiva, Jesús Nazaret, María Magdalena, Cristina de Pisan, Virginia Woolf, los movimientos feministas, las comunidades de base y la teología feminista de las religiones caminan en dirección similar. Por ahí han de ir las nuevas alianzas, creadas desde abajo y no desde el poder, en la lucha contra la violencia de género y la exclusión social de las mujeres.

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Juan José Tamayo es miembro del Comité Científico del Instituto Universitario de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona, 2013) y de Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid, 2012), que tiene un capítulo dedicado a la utopía feminista.

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Pablo d’Ors: “Jesús es un extraordinario arquetipo del yo más profundo”

Viernes, 16 de julio de 2021
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Pablo-dOrs-Biografia-luz_2332876691_15497412_660x371El escritor y sacerdote madrileño habla de su obra más reciente, ‘Biografía de la luz’

“Ojalá nos guiaremos siempre no simplemente por lo que sentimos y pensamos, sino por el espíritu, por lo que somos, que es algo mucho más profundo. Lo que pensamos y sentimos es cambiante. En cambio, lo que somos es algo más estable, más fiable, más duradero”

“Admiro a Jesús no solamente por ser un profeta, sino porque fue un poeta. Tuvo una extraordinaria sensibilidad para captar las imágenes que subyacen en cada situación, así como una magnífica habilidad para atrapar el imaginario de sus oyentes”

“En todos mis libros procuro que aflore quien soy. Unos lo dejarán ver más claramente que otros, puede ser. La peculiaridad de Biografía de la luz es que es un libro sobre el evangelio, es decir: un escrito sobre otro escrito. Sí puedo decir que es el libro en el que he intentado escribir con menos ego”

“Nosotros no somos simplemente luminosos o simplemente oscuros. Somos las dos cosas. Igual que una jornada es día y noche. ¿Cuándo se abre el día? Cuando es más de noche. Cuanto más hondas son tus tinieblas, más posibilidades tienes de que se abra una luz genuina”

El libro ‘Biografía del silencio‘ nos invitaba a meditar. Este nuevo libro, Biografía de la luz, nos propone una aproximación a la espiritualidad. La pregunta ¿quién soy? se presenta como una piedra fundamental para acercarnos a la espiritualidad. ¿Puede la vida de Jesús dar pistas para reflexionar sobre nosotros mismos? 

Biografía de la luz es la continuación natural de Biografía del silencio (Siruela) por la sencilla razón que silencio y palabra son las dos caras de la misma moneda. Hacemos silencio en orden a la escucha. Y lo que escuchamos es la palabra, precisamente la voz de la conciencia. Por otro lado, la escucha de esa voz interior requiere de mapas o plantillas desde las que poder afinar el oído. Para mí, como cristiano, Jesús de Nazaret y, en concreto, el evangelio es la plantilla más adecuada que he podido encontrar. En ese sentido, preguntarme por mí es tanto como preguntarme por el yo más profundo, del cual Cristo es un extraordinario arquetipo.

¿Cree que la búsqueda espiritual y en concreto cuestionarnos sobre quienes somos es transgresor dentro de una cultura laica dominante? 

Seguramente es un acto contracultural. Todo nos invita a mirar hacia afuera y no hacia adentro. No tenemos el hábito de hacernos preguntas tan radicales de carácter existencial. En definitiva, leemos para responder esta pregunta, viajamos para responder esta pregunta, entramos en relación con los otros para responder esta pregunta. Detrás de las cosas esenciales que hacemos siempre está el gran dilema de la identidad.

¿La construcción de nuestra identidad tiene que ver con la búsqueda de un mandato interno o está vinculada con el papel que cada uno tiene en la sociedad? 

Siempre que hablamos de identidad existe la tentación de caer en el dilema de tener que escoger. Pero lo individual no excluye lo social o lo colectivo. Al contrario. Hablamos de dentro y de fuera, pero no deja de ser una metáfora. Realmente lo de dentro es un espejo de lo de fuera, y lo de fuera es un espejo de lo de dentro. Son categorías para entendernos. Las provocaciones en torno a la propia identidad vienen de todas partes, tanto de dentro como de fuera.

“El principal rasgo de una persona espiritual es su respeto a la realidad. Es decir: la no intervención, la confianza en que la realidad tiene los recursos indispensables”

Jesús llamó a dos pescadores y les dijo: veníos conmigo y os haré pescadores de hombres . Resulta sobrecogedora la inmediatez con que estos discípulos aceptaron la invitación de Jesús y le siguieron sin dudarlo. Acción pura. Dices que tanto la mente como el corazón tienden a degenerar en intelectualismo y sentimentalismo. ¿Cómo se consigue que nuestras acciones no se rijan por el intelecto y por las emociones?

Es un largo entrenamiento. Ojalá que nos guiaremos siempre no simplemente por lo que sentimos y pensamos, sino por el espíritu, por lo que somos, que es algo mucho más profundo. Lo que pensamos y sentimos es cambiante. En cambio, lo que somos es algo más estable, más fiable, más duradero. ¿Cómo se entrena? Fundamentalmente abriendo espacios y tiempos de silencio, que es tanto como abriendo espacios y tiempos de recepción y acogida para realmente escuchar la realidad (antes de pretender transformarla). El principal rasgo de una persona espiritual es su respeto a la realidad. Es decir: la no intervención, la confianza en que la realidad tiene los recursos indispensables. Es como en la relación de ayuda, por poner un ejemplo. La primera norma de una auténtica ayuda consiste en creer en la autonomía del otro. Confiar en que cualquier persona tiene los recursos suficientes para conocerse, mejorarse y curarse. Si realmente crees eso, no le dices a nadie lo que tiene que hacer, sino que le escuchas para que por sí mismo vaya descubriendo qué debe hacer. Pues bien, esa relación de escucha debe darse de cara a la realidad en general.

Además de la lectura existencial (quién soy) y la mística (desde el interior), propone una lectura artística. Como artista, ¿cuál es la aportación que ésta perspectiva le ha dado en su interpretación del Evangelio?

Admiro a Jesús no solamente por ser un profeta, sino porque fue un poeta. Tuvo una extraordinaria sensibilidad para captar las imágenes que subyacen en cada situación, así como una magnífica habilidad para atrapar el imaginario de sus oyentes. En este sentido, fue un extraordinario poeta. Nosotros tenemos una mentalidad muy racional y reflexiva y, cuando leemos el texto sagrado, inmediatamente nos preguntamos qué significa. Tenemos siempre la voluntad de desentrañar, típica del intelectual.

Cuando hablo de lectura poética me refiero a leer un libro con la misma actitud con la que uno, por ejemplo, se va de excursión a la montaña. Cuando uno va a la montaña no quiere comprender la montaña, simplemente quiere vivir un día en la montaña, disfrutar del aire, del paisaje, de la naturaleza, de los animales… Si tuviéramos esa actitud (que entiendo es difícil) a la hora de leer, se despertarían cosas muy diferentes. Hemos identificado el mundo de la palabra con lo intelectual. Sin embargo, existe un mundo de la palabra que no es directamente intelectual sino es espiritual. Si alguien te dice: te quiero, lo más inteligente no es ponerse a pensar qué significan estas palabras, sino recibirlas y ver qué generan en tí.

En el epílogo comenta que comenzó a escribir este libro en una época en la que se ahogaba en sus propias tinieblas. Para que haya luz tiene que haber sombra. ¿Para encontrar un sentido tenemos que perdernos? 

Una vez más luz y sombra son las dos caras de la misma moneda. Igual que silencio y palabra. No podemos escuchar la palabra sin silencio. Y el silencio, a su vez, nos invita a escuchar la palabra. Con la luz y la oscuridad nos sucede exactamente lo mismo. La luz es la oscuridad alumbrada y la oscuridad es una luz que todavía no sabe que lo es. La realidad no es simplemente luminosa o simplemente oscura. Nosotros no somos simplemente luminosos o simplemente oscuros. Somos las dos cosas. Igual que una jornada es día y noche. ¿Cuándo se abre el día? Cuando es más de noche. Cuanto más hondas son tus tinieblas, más posibilidades tienes de que se abra una luz genuina. Esto desarticula nuestra idea un tanto ingenua o infantil de lo que es la iluminación.

‘Biografía de la luz’ refleja la mirada del sacerdote, la del artista y la mirada de la meditación con la cual usted tiene un vínculo muy estrecho. ¿Es éste el libro en el que vuelca más radicalmente su esencia?

Es difícil responder a esto. Es verdad que soy sacerdote y es verdad que soy escritor, pero también es verdad que, si no fuera sacerdote y no fuera escritor, no por ello dejaría de ser. Quizás habría tenido otras formas de expresión diferentes. Siendo para mí muy importantes la vocación literaria y la vocación espiritual, no dejan de ser coyunturales. No me identifico plenamente con ellas, porque creo que hay algo mucho más profundo. En contra de lo que dijo Ortega Gasset, yo no soy mis circunstancias. Las circunstancias me han llevado a ser sacerdote y a ser escritor, pero yo soy algo más radical, que no se agota en esto. Éstas son formas para expresar ese fondo.

En todos mis libros, y tengo 12 títulos publicados, procuro que aflore quien soy. Unos lo dejarán ver más claramente que otros, puede ser. La peculiaridad de Biografía de la luz es que es un libro sobre el evangelio, es decir: un escrito sobre otro escrito. Sí puedo decir que es el libro en el que he intentado escribir con menos ego. Procuro que ese afán de apropiación o dominio, que llamamos ego, aflore lo menos posible. El tiempo dirá si es el libro que más me representa. Me da en la nariz que no va ser así. Tanto este libro como Lecciones de ilusión (Editorial Anagrama) son libros muy ambiciosos y extensos, aunque no necesariamente que los mejores o los más reveladores de mi identidad. Eso el tiempo lo dirá.

¿Considera que la aproximación al evangelio desde la vertiente existencial, meditativa y artística es la más adecuada para los tiempos que corren? 

Desde luego que sí. Creo que es legítima la lectura literal, más directa o infantil. Es legítima la lectura histórica crítica para aquellos a quienes interesa una lectura más científica . Y es legítima la lectura teológica, propia de la confesión cristiana. Pero esta lectura, que como apuntábamos es una lectura existencial, meditativa y poética , creo que responde a un hueco que no estaba cubierto. Por otra parte, quiere responder a la sensibilidad y al lenguaje de muchos de nuestros contemporáneos. Con toda modestia considero que es un libro necesario, había algo que no estaba dicho y aquí hay al menos un intento.

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Los cuerpos de Cristo (no es un error tipográfico)

Viernes, 11 de junio de 2021
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índiceBrianFlanaganBrian Flanagan

La reflexión bíblica de hoy (6 de junio de 2021) para la Solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi) es de Brian Flanagan, profesor asociado de teología en la Universidad Marymount en Arlington, Virginia. La investigación de Brian se centra en la eclesiología, la teología litúrgica, el diálogo ecuménico e interreligioso. Su libro reciente se titula Stumbling in Holiness: Sin and Sanctity in the Church. Como estudiante de pregrado en la Universidad Católica, Brian fue pasante en New Ways Ministry de 1996 a 1999, y ahora forma parte de la Junta Asesora de New Ways Ministry.

Las lecturas litúrgicas de hoy se pueden encontrar haciendo clic aquí.

Durante los últimos 14 meses o más de la pandemia de Covid-19, los católicos de todo el mundo han sido separados del Cuerpo de Cristo en la Eucaristía y de los Cuerpos de Cristo de muchas otras formas. Pero si celebramos la fiesta de hoy enfocándonos solo en el Cuerpo de Cristo en la Eucaristía, podríamos perder algo de la riqueza del Cuerpo de Cristo en nuestras vidas.

¿Por qué necesitamos la Eucaristía de todos modos? Bueno, porque el Cuerpo “original” de Cristo, es decir, el cuerpo de Jesús de Nazaret, que nació de María, que habló y comió y bebió y abrazó a sus amigos, que fue crucificado y sepultado y resucitó – ese Cuerpo es actualmente ausente. Creer en la Ascensión de Cristo significa, en parte, que Jesús, después de un tiempo con sus amigos después de la Pascua, fue para estar con Dios, de donde regresará para completar la gran obra que Dios inició en la Encarnación. Todo esto está en el credo, obviamente, pero quizás en las partes donde comenzamos a desconectarnos un poco.

Los teólogos a lo largo de los siglos han hablado de tres formas del Cuerpo de Cristo: el cuerpo histórico de Jesús de Nazaret, el Cuerpo sacramental recibido en la Eucaristía, y el cuerpo eclesial, el “Cuerpo Místico de Cristo” que es la Iglesia. La interpenetración de estas tres formas corporales están íntimamente, de manera crucial (juego de palabras intencionado), conectadas. Y así como la ausencia de Jesús después de la Ascensión requiere una nueva forma de presencia a través de la Eucaristía, también esa ausencia requiere – y proporciona el espacio para – la nueva forma de presencia que es la Iglesia, el Pueblo de Dios que es el Cuerpo. de Cristo en el mundo.

Durante esta pandemia, muchos de nosotros hemos sido privados del contacto físico con el Cuerpo de Cristo tanto en la Eucaristía como en el Pueblo de Dios. Otras formas de comunión han continuado y por ello podemos estar agradecidos por las tecnologías que las hicieron posibles. Pero de una manera extraña, al menos para mí, ver la celebración de la Eucaristía en línea mientras estaba físicamente ausente de la mesa acentuó esa distancia aún más, haciendo que la ausencia del Cuerpo de Cristo sea aún más obvia. También sentí la ausencia de ese Cuerpo en el Pueblo de Dios, la asamblea reunida a través de la cual tantas veces Cristo me ha hablado, me ha desafiado, me ha abrazado.

Recibir de nuevo los Cuerpos de Cristo me parece como volver a casa a una cena caliente después de un largo día en el camino; no es solo la comida, sino la familia alrededor de la mesa, quienes lo convierten en el milagro habitual, tal vez subestimado, que es.

¿Qué significa todo esto para los católicos LGBTQ? Tantos católicos LGBTQ me han dicho que se unieron a la Iglesia por la Eucaristía, y muchos explican que esta es la razón por la que se quedan. La mayoría de los que se han ido han dicho que lo que más extrañan es la Eucaristía. En un nivel profundo, la Eucaristía tiene sentido para muchos católicos LGBTQ porque sus encuentros con los Cuerpos de Cristo tienen sentido. Nuestras identidades como personas LGBTQ y nuestras experiencias a menudo resaltan nuestros cuerpos: los cuerpos que amamos en el caso de aquellos de nosotros que somos lesbianas, gays y bisexuales, y los cuerpos que somos y con los que a veces luchamos para aquellos de nosotros que somos trans.

Para mí, una de las pequeñas ventajas de ser un hombre gay ha sido la libertad de algunos comportamientos estereotípicamente masculinos que privilegian el aislamiento y desaprueban el afecto físico entre amigos. Para mí, ser un hombre gay no se trata solo de sexo, sino de signos cotidianos de paz y amor encarnados: abrazos, besos y abrazos que van más allá de las normas que intentan limitar nuestro afecto físico. Esa experiencia no se limita a los hombres homosexuales, pero para muchos de nosotros la libertad de abrazar abiertamente a las personas que amamos, independientemente de su género o expresión de género, fue una libertad cardinal en nuestro proceso de declaración.

Y así, en el último año, la falta de expresión física ha sido para mí otra ausencia del Cuerpo de Cristo, sentida tanto en la vida diaria como en la falta del Signo de la Paz en la Misa. Quizás en nuestro regreso a “ normalidad ”, sea lo que sea, podemos recordar, y ayudar a la iglesia en general a recordar, algunas cosas que las personas LGBTQ han estado diciendo a partir de su experiencia durante mucho tiempo. La primera es que los cuerpos importan. Declararse queer y atreverse a enorgullecerse de la orientación sexual o la identidad de género de uno no es un acto de trivializar el cuerpo o usarlo mal, como algunos han sugerido erróneamente, sino de tomar nuestros cuerpos y los cuerpos de quienes amamos, en serio. La pandemia nos ha demostrado a todos, queer y heterosexuales por igual, cuánto experimentamos el mundo y los demás en y a través de nuestros cuerpos, lo cual es una lección que espero recordar en aquellos lugares donde la amenaza inmediata ha pasado.

Las personas LGBTQ también ayudan a la iglesia a recordar que nuestros cuerpos tienen el potencial de ser sacramentos de Cristo. Si bien los católicos LGBTQ no tienen el monopolio de esta dinámica, creo que la fidelidad de los católicos queer – a la iglesia y entre sí como parejas románticas, como amigos, como familias adicionales o sustitutas – apunta a la verdad del Cuerpo de Cristo en el mundo. Ya sea en una procesión eucarística hoy, o un grupo de católicos que marchan en un desfile del Orgullo este mes, ambos muestran potencialmente el amor de Dios en Cristo que lo hace presente y activo en este mundo hasta que regrese.

—Brian Flanagan, Marymount University, 6 de junio de 2021

Fuente New Ways Ministry

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El sanador herido

Jueves, 27 de mayo de 2021
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En un día especial para mí, esta realidad explica mi vida…

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Nadie escapa a la posibilidad de ser herido. Todos somos personas heridas, física, psicológica, mental, espiritualmente. La pregunta principal no es: “¿Cómo podemos esconder nuestras heridas?”, a fin de que no nos resulten embarazosas, sino: “¿Cómo podemos poner nuestras heridas al servicio de los demás?”.

Cuando las heridas dejan de ser una fuente de vergüenza y se vuelven fuente de curación, nos convertimos en curadores heridos. Jesús es el curador herido de Dios: por medio de sus heridas nos ha sanado de nuevo a nosotros. El sufrimiento y la muerte de Jesús han traído consigo alegría y vida; su humillación ha traído gloria; su rechazo ha traído una comunidad de amor. Como seguidores de Jesús, también nosotros podemos hacer que nuestras heridas traigan curación a los otros

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Henri Nouwen,
Pan para el viaje, PPC, Madrid 1999.

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Te encuentras siempre ante la alternativa de dejar hablar a Dios o dejar gritar a tu “yo” herido. Aunque deba haber un lugar donde puedas dejar que la parte herida de ti obtenga la atención que necesita, tu vocación es hablar del lugar donde Dios habita en ti. Cuando permites que tu “yo” herido se exprese en forma de justificaciones, disputas o lamentos, sólo consigues frustrarte aún más y te sentirás cada vez más rechazado. Reclama a Dios en ti y deja que Dios pronuncie palabras de perdón, de curación y de reconciliación, palabras que llamen a la obediencia, al compromiso radical y al servicio. Se requiere mucho tiempo y mucha paciencia para distinguir entre la voz de tu “yo” herido y la voz de Dios, pero en la medida en que vayas siendo más fiel a tu vocación se volverá más fácil. No desesperes: has de prepararte para una misión que será difícil, pero fecunda.

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Henri Nouwen

La voz interior del amor,
PPC, Madrid 1997.

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“Jesús de Nazaret o el precio de la disidencia”, por Ignacio Simal

Miércoles, 24 de marzo de 2021
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cruzSi eres un disidente, normalmente te ignoran.
Si no pueden ignorarte, y no pueden responderte,
te desacreditan.”

(Noam Chomsky)

Tenía razón Chomsky cuando escribía que si eres un disidente y no pueden ignorarte, ni responderte, te desacreditan. El caso de Jesús de Nazaret es paradigmático de lo que el respetado lingüista estadounidense afirma en su “Chomsky: Obra Esencial”.

A Jesús nadie le podía ignorar (Mt. 4:24), ni nadie le podía responder (Mc.. 12:13-17; 34.)…. y el pueblo le seguía (Mc. 12:37). Su disidencia de una teología y praxis religiosa pervertida era meridianamente clara, sus palabras no dejaban ningún resquicio que pudiera provocar malos entendidos (Mt. 23 es un buen ejemplo de ello). De ahí que los que ostentaban el poder religioso de su tiempo pasaran directamente a desacreditarlo delante del pueblo y de sus seguidores y seguidoras.

Según el Evangelio de Marcos, los escribas procedentes de Jerusalén -centro del poder religioso- le desacreditaron afirmando “que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera demonios” (Mc. 3:22). Anteriormente “los suyos” pensaban de él que “estaba fuera de sí” ((Mc. 3:21).

En otra ocasión, según el Evangelio de Juan, le vuelven a desacreditar intimando que él es un hijo nacido de fornicación (Jn. 8:41). Le acusan públicamente de blasfemo (Mt. 26:65), de ser un rebelde frente al poder del Imperio (Jn. 19:12-16), y finalmente le muestran en público en un estado lamentable, resultado de las torturas a las que había sido sometido. Y el pueblo, que otrora le había seguido, clama a una voz contra el Nazareno: ¡Sea cruficado! ¡Sea crucificado! ¡Su sangre sea sobre nosotros, y sobre nuestros hijos! (Mt 27:22-25). Todo acabó con una crucifixión pública donde las chanzas y el descrédito continuaron (Lc.23). El objetivo había sido alcanzado… Jesús, por fin, desacreditado y muerto, y el pueblo manipulado por el vértice de las estructuras, religiosas en este caso, de poder (Mt. 27:20).

Y eso es lo que sucede con los que disienten, los sospechosos y sospechosas de no ser incondicionales con las estructuras de poder con las que muchas de nuestras instituciones sociales y religiosas se dotan. Ellos, ellas, disienten -por ejemplo- de la lógica de los “Caifas” de este mundo (sean éstos de izquierdas o derechas en lo político; sean progresistas o conservadores en lo teológico) que sin pudor afirman: “nos conviene que una persona muera por el pueblo, y no que toda la nación perezca” (Jn. 11:50). La lógica de Caifas enmascara, de preocupación por el pueblo, su interés por conservar los privilegios de clase que le concede la estructura de poder en la que se mueve. Privilegios que veía poner en peligro por la praxis y mensaje de Jesús de Nazaret. Los discípulos y discípulas del Mesías sólo deben ser incondicionales del reino de Dios y su justicia. Nada más, ni nada menos

Tengo la impresión de que nuestras sociedades y nuestras iglesias están a falta de disidentes. Mujeres y hombres que, a la manera de Jesús de Nazaret, se pongan al servicio del reino de Dios y, por ende, al servicio del Dios que se nos manifestó en Jesús. Como también escribirá Chomsky, “se puede ganar mucho con el activismo -yo diría con el seguimiento de Jesús- … pero también se pueden perder muchas cosas. Y algunas de ellas no carecen de importancia, como por ejemplo la seguridad, eso no es algo secundario. Y la gente sencillamente tiene que tomar su decisión sobre el particular cuando decide qué va a hacer” (Chomsky: Obra esencial, Edit. Crítica, p. 257).

Al hilo de lo que escribe Noam, me viene a la memoria ese dicho de Jesús que afirma, de manera rotunda, “No penséis que he venido a traer paz a la tierra; no he venido a traer paz, sino espada, porque he venido a poner en enemistad al hombre contra su padre, a la hija contra su madre y a la nuera contra su suegra .de modo que los enemigos de uno serán sus propios familiares El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más que a mí, no es digno de mí; y el que no toma su cruz y me sigue, no es digno de mí. El que trate de salvar su vida, la perderá; en cambio, el que pierda su vida por causa mía, la salvará” (Mat. 10 34-39).

Perder la vida -renunciar a la seguridad- por causa del reino de Dios… Ahí está la cuestión. No existe otra opción para los seguidores y seguidoras de Jesús. Debemos tomar la cruz que ponen sobre nuestros hombros los centros de poder y caminar con ella haciendo frente a los poderes demoníacos de este mundo, sean éstos políticos, económicos o religiosos. No hay otra salida. No existe otro camino para el/la activista del reino de Dios.

Ignacio Simal Camps

Ignacio Simal es pastor de la Església Protestant Betel + Sant Pau (Aragó, 51 , Barcelona), miembro de la Iglesia Evangélica Española. Fundó Lupa Protestante en el año 2005. Es miembro de la Asociación de Teólogos y Teólogas Juan XXIII, y del Fòrum Català de Teologia i Alliberament.

Fuente Lupa Protestante

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Antonio Piñero: “Hay que distinguir entre el personaje histórico Jesús de Nazaret y el Cristo celeste”

Martes, 9 de marzo de 2021
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Nos encontramos ante la continuación de la publicación el año pasado de La Aproximación al Jesús histórico, en esta misma editorial. Esta continuación de su obra corresponde en realidad a ponerse en diálogo con otros autores. Se trata de su última publicación que nos trae una visión crítica de la cristología

Y es que parece que al tratar este tema central de la teología cada uno defiende a su Jesús y Antonio Piñero pretende presentarlo como fruto de un consenso, pero “ese consenso no lo es de historiadores confesionales, sino consenso de historiadores independientes y claro está, dentro de ese consenso los hay de todo pelo y condición”

“Jesús histórico: otras aproximaciones” de Antonio Piñero en Trotta

En esta obra podemos encontrar por una parte la aproximación teológico-histórica y por otra parte una histórico-crítica donde podemos encontrar al Jesús de Antonio Piñero. Afirma que es cierto que cada autor tiene a su propio Jesús y trata de “reproducir fielmente el pensamiento de la persona a la que voy a someter a crítica” para con posterioridad poder exponer lo que según su parecer no se aproxima al Jesús histórico y aquello que sí pero siempre enmarcándolo dentro de una hipótesis. Es importante por ello hacer una buena presentación para luego dar alternativas y aceptar la parte buena que al parecer de Piñero tiene ese autor.

Estamos ante un personaje muy investigado e interesante, soporte y fundamento de más de dos mil millones de personas pero cuya obra, dichos y hechos han sido transmitidos por sus seguidores y recogido por escrito entre cuarenta y setenta años después encontrándonos con escritos como el Evangelio de Juan que tratan de divinizar y ensalzar su figura. Pero esto no solo ocurre en los evangelios sino que es norma de toda biografía antigua.

Ese es el motivo por el que apenas tenemos reseñas de su infancia, se centran en su vida de adulto y ensalzan sus virtudes. Cierta similitud encontramos en autores como Tácito o Plutarco a la hora de hablar de la vida de los Césares o del personaje al que narran y que ensalzan sin reparos. Era la forma de escribir en la época y nos hace pensar como historiadores del siglo XXI hasta qué punto podemos tragarnos esa magnificación, elevación y ensalzamiento.

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Antonio Piñero: “Elija Usted su Jesús mítico”

Los ‘Jesús’ de la investigación teológica

Senén Vidal divide la vida de Jesús en tres partes con tres proyectos distintos. El primero como discípulo de Juan el Bautista, al que sigue su etapa judía pero su última etapa parece un tanto irreal al limitarse a una semana. Quizá sería mejor verlo como un proceso progresivo y no tanto dividido. Cosa que ayudaría a no encontrarnos con un Jesús que comienza el domingo de ramos como el mesías y rey de Israél que cuatro días más tarde hace saltar el sistema expiatorio del templo instituyendo una cena pascual irruptiva. En una persona como Jesús parecería poco plausible que rompiera con sus propias creencias de esta manera.

Sean Freyne ha escrito cosas muy interesantes con un enfoque marxista en la historia al considerar que los condicionantes sociales y económicos de la sociedad galilea donde podemos hurgar el pensamiento teológico de ese momento que podremos considerar determinó el pensamiento de Jesús. Ante este autor Piñero desaprueba la visión de un Jesús al final de su vida como siervo de Yahvé, por ser una construcción teológica cristiana cristiana y no judía. Para los judíos no era interpretado mesiánicamente sino como el justo perseguido.

Otro autor de calado  en José Antonio Pagola al que hay que agradecer la valentía de intentar hacer un Jesús histórico rompiendo el fuego en el sitio más difícil, dentro de una jerarquía. Pero según Piñero no es un autor consecuente al “meter ciertas morcillas teológicas” que no corresponden al Jesús de la historia. Y cuando encuentra alguna cosa histórica que puede molestar al establishment de los obispos, lo pone en nota y aún así no salió bien parado. Para Piñero, el Jesús histórico de Pagola no es histórico sino teológico.

Seguimos con el Jesús de James D.G. Dunn que intenta hacer un punto de vista muy interesante al hacer una aproximación sobre el Jesús recordado, puliendo el recuerdo hasta llegar a la persona histórica. La critica vendrá por considerar que hay un montón de recuerdos de Jesús que son independientes de la creencia de aquellos que conservan esa creencia en la resurrección de Cristo. Esto es inaceptable para Piñero puesto que todos los recuerdos son dependientes en líneas generales de la fe en la Resurrección.

Rafael Aguirre, Carmen Bernabé y Carlos Gil Albiol tratan de buscar un Jesús histórico pero Piñero considera que no sacan las consecuencias de un Jesús que es judío. Jesús no es el fundador de una nueva religión sino el fundamento que causa la reinterpretación que posteriormente hará Pablo y sus discípulos. La crítica a este grupo será la de considerar que toman su camino silenciando a todo el que discrepa de sus ideas.

Gerhard Lohfink presenta un desarrollo muy aceptable pero cae en la misma dinámica que Pagola al presentar a un Jesús más teológico. Y por último citamos a Javier Gomá Lazón hay que reconocer el esfuerzo de presentar a Jesus en su culmen como un Jesús ejemplar a quien Dios premia su ejemplaridad con la resurrección. Pero claro, esto de la resurrección no se puede probar con la filosofía y así lo reconoce pero termina por obviarlo y dejarse llevar por lo teológico.

Aproximaciones histórico-críticas

Nos queda comentar la segunda sección del libro que trata de hacer una aproximación histórico-crítica con otros autores de calado como Paul Heinrich Dietrich, Holbach, Gerd Theissen y Annet Merz, José Monserrat Torrents. Destaca de este grupo la apreciación de Torrents al considerar que los romanos solo utilizaron la muerte en cruz con aquellos que iban armados y esto ha sido muy silenciado por la tradición y esta postura es demasiado unilateral ya que en la Palestina del siglo I no era de extrañar ir armado como medio de defensa y por tanto no sería de justicia hacer de Jesús un galileo armado.

Mención especial de Piñero a John P. Meier ante el que se quita el sombrero pero que  “destaca demasiado acríticamente que Jesús fue un personaje unicum, un único, y creo que el personaje unicum atribuido a Jesús no es real porque Jesús entra dentro de una serie de rabinos que con ingenio discutían sobre sus conocimientos aunque para muchos judíos, las parábolas de Jesús son la perla de la literatura judía del siglo primero”

Antonio Piñero, junto a  Gonzalo Puente Ojea y Fernando Bermejo son herederos de la escuela filológica alemana que reducen a Jesús a 27 puntos de consenso. Entre estos investigadores independientes defienden que entre el Jesús histórico y Jesucristo hay una especie de barranco o especie de salto insalvable. Para Puente Ojea, Cristo es un mito, para Piñero es un concepto teológico y para Bermejo Jesucristo es una historiografía puramente inventada por los evangelios que hay que reducirlo a su justo término. Pero los tres son defensores acérrimos de un Jesús de Nazaret histórico sobre cuya base, fundamentalmente Pablo de Tarso y sus sucesores, construyeron al Cristo celeste. Por tanto, hay que distinguir entre el personaje histórico Jesús de Nazaret y el Cristo celeste.

Toda una interesante lectura que podemos encontrar en Trotta Editorial bajo el título EL JESÚS HISTÓRICO otras aproximaciones, reseña critica de algunos libros significativos en lengua española.

 Fuente Religión Digital

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Magnificat

Sábado, 20 de febrero de 2021
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El Magníficat se nos presenta como modelo de oración por sus contenidos y sus aspectos formales: es un cántico de acción de gracias y de alabanza; es memoria de las maravillas llevadas a cabo por Dios; expresión de concreción y de arraigo en la hora presente; mirada proyectada hacia el futuro. Es ejemplo de cómo, al dirigirnos a Dios, debemos conjugar el sentido de la trascendencia absoluta de Dios (él es el Señor, el Omnipotente, el Santo) con el de su sorprendente proximidad (dirige la mirada a los humildes, extiende su misericordia a los que le temen, se acuerda de sus promesas).

En el Magníficat, aquel a quien los teólogos llaman el «Totalmente Otro» se manifiesta muy próximo al hombre: el Dios inaccesible de la zarza ardiente se ha convertido ya en el Enmanuel, en el Dios-con-nosotros, en el seno de la virgen de Nazaret.

*

Capítulo general de los hermanos Siervos de María,
Siervos del Magníficat: el cántico de la Virgen a la vida consagrada,
Publicaciones Claretianas,
Madrid 1997.

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“La resurrección de Jesús según san Pablo”, por Gonzalo Haya.

Lunes, 25 de enero de 2021
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St.Paul-Icon-700pxEl primer documento escrito sobre la resurrección de Jesús se lo debemos a Pablo, solamente 20 ó 30 años después de su crucifixión. El obispo episcopaliano J. S. Spong ( 1, 2,) hace hincapié en este dato, porque se trata de una escueta interpretación de la resurrección, sin la escenografía de apariciones que 40 ó 50 años después presentaron los evangelistas. Y esa escenografía nos ha llevado a imaginar la resurrección como vuelta a la vida del cuerpo, mientras que Pablo interpretó la resurrección como una transformación en otra dimensión.

Exponemos a continuación los textos de Pablo y un resumen de los argumentos del trabajo de Song:

Rom 1,4; que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,

Rom 4,25; el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Rom 8,34;  ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

Rom 14,9; Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

1Cor, 15,3-8; Lo que os transmití fue, ante todo, lo que yo había recibido: que el Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las Escrituras, que fue sepultado y que resucitó al tercer día, como lo anunciaban las Escrituras; que se apareció a Pedro y más tarde a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez: la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto. Después se le apareció a Santiago, luego a los apóstoles todos. Por último se me apareció también a mí, como al nacido a destiempo.

1Cor, 15,15-17; Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.  Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.

· Pablo nos da las primeras referencias sobre la resurrección de Jesús, principalmente en Rom 1,4 y 1Cor 15,3-8. No conoce nada sobre signos portentosos a la muerte de Jesús ni sobre el sepulcro vacío. Para comprender lo que dice Pablo tenemos que olvidar de momento todo lo que dicen los evangelios sobre la resurrección de Jesús: discípulos de Emaús, tumba de José de Arimatea, mujeres que llevaban ungüentos a la tumba, y otras apariciones.

· Pablo concibió la resurrección según los tres modelos que encontraba en la tradición judía: Henoc “caminó con Dios y después desapareció porque Dios se lo llevó” (Gén 5,24). Moisés murió “como lo había dispuesto el Señor, y lo enterró… y hasta la fecha nadie sabe dónde está enterrado” (Dt 34,5-6) de modo que el pueblo creyó que no había muerto y estaba con el Señor. Elías fue arrebatado por un carro de fuego y transportado vivo a la presencia de Dios (2Reyes 2,11). Estos eran los modelos que tenía Pablo para comprender su experiencia de Jesús vivo a pesar de había sido crucificado y sepultado.

· La resurrección es el momento en que Dios constituye a Jesús como su Hijo, Mesías y Señor (Rom 1,3-4). Esta afirmación podría ser considerada como “adopcionista” según el concilio de Nicea.

· Según Pablo, Jesús se aparece primero a Pedro (según Juan se apareció primero a María Magdalena, según Marcos Mateo y Lucas el primer anuncio fue a un grupo de mujeres que habían seguido a Jesús). Sigue la aparición a los Doce; ahora bien, o Doce es un número simbólico, o Pablo no sabe nada de la traición de Judas, o quizás el personaje simbólico, elaborado posteriormente, sea Judas. Después a quinientos hermanos; después a Santiago, ¿el hermano del Señor? “Por último”, e igualmente,a Pablo; ¡cuya conversión sucedió entre uno o seis años después de la muerte de Jesús!

· Lucas sitúa todos los acontecimientos de Pascua, entre la resurrección y la ascensión, en 40 días. Los casi seis años de Pablo y la falta de detalles de una apariencia física -mensajes orales y contacto físico- nos indican que Pablo no entendió la resurrección como la revivificación del cuerpo físico de Jesús; esas descripciones fueron elaboradas posteriormente por las comunidades y recogidas por los evangelistas.

· Pablo solamente había experimentado que Jesús vivía y entendió que había sido constituido Señor y Mesías. La resurrección fue, más bien, la transformación en un plano diferente, a un orden de conciencia más allá de los límites del tiempo y del espacio… lo que él llamó cuerpo espiritual” 1Cor 15,44). No hubo una revivificación del cuerpo que permaneciera en la tierra durante unos días y luego fuera “elevado” a los cielos. Al morir, fue transformado; ya no es un mortal, “la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rom 6,9). “Esta carne y hueso no pueden heredar el reino de Dios, ni lo ya corrompido heredar la incorrupción (1Cor 15:50)

Tenemos dificultad de imaginar esta transformación porque necesitamos explicarla con los conceptos e imágenes obtenidas de este mundo material, y porque nuestro imaginario se ha nutrido con los relatos de los evangelistas que trataron de plasmar y visualizar la resurrección de Jesús. El pueblo sólo concebía una vida real en un cuerpo; un ser sin cuerpo les parecería un fantasma.

Los estudios bíblicos se concilian mejor con los estudios de la antropología actual, y nos facilitan una comprensión más actual y adulta de nuestra fe. Lo trascendente sigue siendo un misterio, pero al menos no resulta contradictorio con nuestros conocimientos científicos de lo inmanente.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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Pikaza: “Por oponerse a la violencia organizada de sacerdotes y escribas, terratenientes y soldados, mataron a Jesús”

Sábado, 12 de diciembre de 2020
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unnamedLa Violencia en la Biblia, eje del último número de Reseña Bíblica

Reseña Bíblica ha dedicado el último número a la violencia en la Biblia, y he colaborado con una reflexión sobre la Violencia Verbal de Jesús, que recojo aquí con ligeras modificaciones.  

Jesús dijo: “No he venido a daros paz, sino una espada nueva, para que luchéis vosotros mismos contra la violencia” (cf. Mt 10, 34-36). De esa espada de paz que vence a la violencia tratan los evangelios sinópticos (en una línea distinta a la que indica el Jesús de Miguel Ángel en la Cap. Sixtina, donde la violencia parece más de condena que de transformación al servicio de la paz  más alta, que vence a la violencia sin violencia).

Violencia verbal de Jesús en los Evangelios sinópticos: Reseña Bíblica 108 (2020) 44-53

            En el principio de  las guerras está la violencia verbal, una palabra que miente, deforma y destruye, y para superarla debemos recrear la palabra, pasando de la violencia a la comunicación creadora de vida. Desde ese fondo interpreto la palabra de Jesús según los evangelios. Por oponerse a la violencia organizada de sacerdotes y escribas, terratenientes y soldados, le mataron. Por haber arriesgado su vida al servicio de todos, empezando por los excluidos del sistema sigue vivo, está resucitado entre nosotros.

Introducción. Jesús y la violencia

            Jesús fue un hombre de inmensa anti-violencia verbal, de forma que los poderes dominantes se sintieron amenazados, condenándole a muerte. Pero esa anti-violencia suscitó un proyecto y camino de pacificación universal, en apertura a todos, como mostrarán las reflexiones que siguen.

         Vivió en un mundo regulado y simbolizado por los grandes mitos de violencia original, con un paraíso habitado por la serpiente, Caín y Abel luchando a muerte, los hijos de Dios violadores de mujeres (Gen 6,1‒6) que, según el símbolo antiguo, provocaron el diluvio universal. En aquel contexto surgieron los sacrificios  religiosos,  el intento de construir la gran torre militar torre de Babel, guerreros famosos, imperios opresores (Nínive, Egipto), destrucciones cruzadas entre israelitas y cananeos, ansias de ira, venganza y muerte, con deseos de paz (Shalom), pero también con un gran resentimiento donde parece que la destrucción del otro importa a veces más que el triunfo propio.

            Los israelitas bíblicos se sintieron (se creyeron) elegidos para llevar la paz al mundo, como proclamó Isaías (Is 2, 2‒4: ¡De las espadas forjarán arados!), retomando el símbolo de Abraham a quien la tradición presenta como fuente de bendición para los pueblos del entorno (Gen 12, 1‒3). Pero esa cara de paz iba vinculada a una cruz de fuerte violencia («bendeciré a los que te bendigan, maldeciré a los que te maldigan»), como sigue diciendo la “historia” de la Biblia a través del libro dl éxodo, según es cual Dios libera a los oprimidos de Egipto, pero les obliga de para destruir y/o esclavizar a los cananeos del entorno.

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Aquella elección pacífica y misericordiosa de Israel al servicio de una pretendida paz universal incluía incluye un reverso de exclusión violenta, como pone de relieve el estrato final de la historia israelita, 1‒2 Crónicas, Esdras‒Nehemìas, y de un modo sangrante la legislación de Ex 34, con su cara de misericordia («amor entrañable, gracia, lealtad y firmeza, por mil generaciones…» Ex 34, 6‒7) y su cruz de gran violencia, que se expresa en dos mandamientos fundamentales: Destruir los cultos paganos, matando a sus adoradores y expulsar a las mujeres cananeas (34, 24‒28).

Estos dos mandamientos de opresión socio‒religiosa y de género no lograron imponerse totalmente, a pesar de la rebelión anti‒universalista de los macabeos (167‒160 a. C.) con el estallido apocalíptico de Daniel (siglo II a.C.), pero en su entorno surgieron según Flavio Josefo las “filosofías” dominantes del judaísmo hasta el tiempo de Jesús (fariseos, esenios, saduceos, celotas), definidas básicamente por su forma de responder a la violencia social y religiosa. En ese contexto se sitúa Jesús:    

‒ Nació de artesanos galileos comprometidos con la identidad de Israel y fue discípulo de Juan Bautista, un profeta penitencial, cuyo bautismo recibió, para luego separarse de él, presumiblemente por haber recibido una experiencia distinta de Dios.

‒ Proclamó y preparó la llegada del Reino de Dios en Galilea, como expresión radical de gratuidad, no como resultado de una conversión previa, entre enfermos, pobres y excluidos de su entorno, tanto varones como mujeres.

‒ Supo que Dios se revelaba en personas, no en instituciones como el templo, ni en la ley nacional. En esa línea,  sus “adversarios” no eran los imperios (Roma), ni los gentiles, sino Belcebú, espíritu diabólico de opresión, y Mammón, poder divinizado e impuesto en forma de dinero.

‒ Eligió para su proyecto a pobres, enfermos, “pecadores”, excluidos sociales y personales (a quienes el sistema expulsaba o sometía con violencia), iniciando con ellos una labor de curación, en el sentido de rehabilitación personal y social.

‒ Fue profeta de denuncia creadora, y muchos temieron su “violencia verbal”, primero en Galilea, y luego en Jerusalén donde entró realizando un gesto pacífico de protesta (en contra de celotas judíos e imperiales romanos) y un signo fuerte de condena religiosa (purificación) del, siendo ajusticiado por el prefecto romano (Pilatos) y rechazado por los sacerdotes judíos.

‒ Murió y fue enterrado, pero no volvió como vengador violento de sangre(goel de Dios), como muchos esperaban, pero algunos discípulos y amigos, a partir de  unas mujeres, afirmaron que había resucitado y vivía en ellos de un modo más alto,  abriendo   un camino nuevo de experiencia mesiánica de paz, llamado “iglesia”.

‒ Esos discípulos no empezaron escribiendo la vida de Jesús, sino intentando vivir como él. Pero pasados unos cuarenta años, algunos de ellos o sus sucesores   sintieron la necesidad de fijar por escrito la figura y otra de Jesús, y así escribieron unos evangelios llamados sinópticos por seguir un mismo argumento básico (Marcos, Lucas y Mateo).

      Esos evangelios son manuales de pacificación, en la línea del proyecto de Jesús, desde un fuerte entorno de violencia. La paz que ellos proponen  no es una utopía espiritualista de salida espiritual fuera del mundo, sino un amino de transformación pacificadora del mundo, desde el fondo de su misma violencia, conforme al proyecto y pascua de Jesús, como indicaré ocupándome de Marcos, Lucas y Mateo.

Marcos. Pacificación filial (fraterna) en un mundo que le condena a muerte

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Preparad el camino del Señor.

Domingo, 6 de diciembre de 2020
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Si la paciencia es la madre de la espera, es la misma espera la que produce nuevo gozo en nuestras vidas. Jesús nos ha hecho entrever no sólo nuestros sufrimientos sino también lo que está más allá de ellos. «También vosotros ahora estáis tristes, pero os veré de nuevo y vuestro corazón se llenará de gozo». Un hombre, una mujer que no alimentan su esperanza en el futuro, no están en disposición de vivir el presente con creatividad.

La paradoja de la espera está precisamente en el hecho de que los que creen en el mañana están en disposición de vivir mejor el hoy; que los que esperan que de la tristeza brote el gozo están en disposición de descubrir los rasgos inaugurales de una vida nueva ya en la vejez; que los que esperan con impaciencia la vuelta del Señor pueden descubrir que él ya está aquí y ahora en medio de ellos (…).

Precisamente en la espera confiada y fiel del amado es donde comprendemos cómo ya ha llenado nuestras vidas. Como el amor de una madre por su propio hijo puede crecer mientras espera su regreso, como los que se aman pueden descubrirse cada vez más durante un largo período de ausencia, así nuestra relación interior con Dios puede ser cada vez más honda, más madura mientras esperamos pacientemente su retorno.

*

H. J. M. Nouwen,
Forza dalla solitudine, Brescia 1998, 59-62).

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Comienza el Evangelio de Jesucristo, Hijo de Dios. Está escrito en el profeta Isaías

“Yo envío mi mensajero delante de ti para que te prepare el camino. Una voz grita en el desierto: “Preparad el camino del Señor, allanad sus senderos.””

Juan bautizaba en el desierto; predicaba que se convirtieran y se bautizaran, para que se les perdonasen los pecados. Acudía la gente de Judea y de Jerusalén, confesaba sus pecados, y él los bautizaba en el Jordán. Juan iba vestido de piel de camello, con una correa de cuero a la cintura, y se alimentaba de saltamontes y miel silvestre. Y proclamaba:

– “Detrás de mí viene el que puede más que yo, y yo no merezco agacharme para desatarle las sandalias. Yo os he bautizado con agua, pero él os bautizará con Espíritu Santo.”

*

Marcos 1,1-8

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José Arregi: Fe en la humanidad.

Martes, 13 de octubre de 2020
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mundo-en-la-caraHace unos días, mientras cenábamos, Malen nos regaló con la lectura de una de esas ocurrencias que tanto le gustan: “Los extraterrestres existen. La prueba es que no vienen”. Nos reímos, y luego yo comenté: “Desde luego, si hay extraterrestres, lo mejor ahora mismo es que no vengan a la Tierra”, y la conversación siguió por derroteros más serios. Tan serios como estas preguntas: ¿Podemos seguir creyendo en esta humanidad? ¿Hay solución para la vida de esta Tierra dominada por el Homo Sapiens?

Confieso con desasosiego que mi fe en la humanidad se ha resentido seriamente en los últimos 20 años. ¿Será por la edad y la disminución de mi energía vital? ¿Será la crisis creciente de este modelo de civilización depredadora, competitiva, violenta y machista, de la que la crisis del 2008 no es más que un corolario lógico de todo lo que precedió y un pequeño anticipo de la catástrofe final venidera? ¿Será por el mundo que vemos o por los ojos con que veo? ¿Será la influencia de mi lectura entusiasta de las obras de Harari, por las alarmas que enciende? ¿O será por un poco de todo?

Sea como fuere, el panorama del mundo a causa de la humanidad –sí, a causa de la humanidad o, más exactamente, a causa de los poderosos de la misma, de su codicia sin límites–, es sobrecogedor. Los desengaños de Obama, la insolencia de Trump, las mentiras de Putin, el despotismo tranquilo de Xi Jinping, las multinacionales insaciables, la dictadura financiera planetaria, ganar, ganar, ganar… La destrucción del empleo, la precarización constante de las condiciones laborales, nuestros jóvenes en masa sin futuro. Siria, Yemen, Libia, Sahel, retrato de un mundo desgarrado…. El colapso ecológico, la alarma climática, la huida adelante. La aceleración constante, la prisa agobiante, la competitividad feroz, el estrés creciente. Diez mil de años de lo que llamamos progreso son la prueba fehaciente de este principio que anuncia el fin: a más progreso, más asfixia.

Y ahora… esta pandemia del coronavirus que nos cerca y nos hunde más aun en la angustia y en la incertidumbre, pandemia de la que no me atrevo a decir que sea consecuencia directa de la intervención humana, pero sí que pone cruelmente al descubierto la profunda fragilidad de nuestra especie en la cúspide de su poder y los radicales desarreglos de este modelo de civilización inhumana, de su afán de competir y de ganar hasta para lograr la vacuna, cueste lo que cueste. Y nos cuesta la vida personal, familiar, social, planetaria, eco-planetaria.

Estoy tentado de decir, aunque me asuste decirlo: Esta especie no tiene remedio, no es viable, camina hacia la destrucción general y su propia autodestrucción. Alguien la definió como “una especie que carece de la capacidad para gestionar sus propias capacidades”. Es capaz de infinita ternura y de sonreír dulcemente, de perderlo todo por ayudar al que no puede, de componer el Cántico Espiritual de San Juan de la Cruz y de cantarlo como Amancio Prada, de inventar mitos y de bailar tangos. Pero también es capaz de las mayores crueldades por odio y venganza, y es incapaz de dominar sus recuerdos, miedos y angustias, y de descansar tranquilamente. Es incapaz de dominar su propio poder y de controlar sus emociones perturbadoras. San Pablo lo dijo en una memorable sentencia: “Hago aquello que no quiero de verdad, y soy incapaz de hacer aquello que quiero de verdad”.

Y así vamos, y así va el mundo por nosotros. ¿Será que caminamos sin remedio a la ruina universal? Resignarse a ello equivaldría a provocarlo. No hallaremos remedio a los males que nos aquejan si no recuperamos la fe en nosotros mismos y en nuestra humanidad común. “Tu fe te ha curado”, decía Jesús a los enfermos que curaba. Era la fe o la confianza que suscitaba Jesús en ellos la que los curaba.

Hace unos días, en la sesión plenaria del Parlamento Europeo, la presidenta de la Comisión Europea Ursula von der Leyen pronunció un vibrante discurso titulado “Construyendo el mundo en que queremos vivir: una unión de vitalidad en un mundo de fragilidad”, y empezó su solemne intervención evocando la figura de Andrei Sakharov y su “fe inquebrantable en la fuerza oculta del alma humana”. Apeló a la mejor tradición y voluntad de Europa, a la urgencia del multilateralismo, a la cooperación. Señaló que “las principales potencias o están abandonando las instituciones o las utilizan como rehenes para sus propios intereses”. Llamó a reconocer “la dignidad sagrada” del trabajo, a dejar atrás la indecisión, a trabajar por una “globalización justa”. Y puso especial énfasis en la urgencia de buscar una solución a las migraciones desde “un enfoque humano y humanitario”. Y terminó diciendo: “Europa será lo que queramos que sea. Construyamos el mundo en el que queremos vivir”.

Me conmovió. Tiene razón: no avanzaremos hacia otra Europa y otro mundo global necesario sin la fe en lo mejor de que somos capaces. Sin nuestra mejor voluntad. La fe es querer lo mejor de nosotros y confiar en ello, o confiar en lo mejor de nosotros y quererlo de verdad. Pero ahí me surge de nuevo la duda lacerante: ¿Somos capaces de querer de verdad o de confiar en lo más profundo y humano que late en nosotros como nuestra posibilidad mejor?

La misma duda debe de abrumar a Ursula von der Leyen que, pocos días después, no logró que los Estados europeos aceptaran unánimemente las medidas políticas, humanas, que la presidenta les propuso en vistas a un Pacto sobre la Migración, y tuvo que conformarse con la “solidaridad voluntaria”, que es como decir: que cada Estado haga lo que quiera, lo que le venga en gana… No se impuso el querer del bien solidario, sino el querer del interés egoísta. Un querer sin voluntad verdadera, un querer superficial sin fe auténtica y profunda en la mejor posibilidad que nos habita. Y por ese camino seguiremos avanzando al abismo.

De modo que, si por esos espacios sin fin hubiera extraterrestres más inteligentes que nosotros y pudiera hablar con ellos, les diría que no vinieran a nuestra hermosa y doliente Tierra, de no ser para traernos un remedio. Pero no creo que el remedio pueda venirnos de otro planeta. Tampoco podemos esperar que intervenga un “Dios” exterior omnipotente, pues ni siquiera podemos creer que existe.

¿Qué podemos esperar entonces? ¿Podemos confiar todavía? ¿Queda algún modo de salvar la vida, la nuestra y la de todos? Yo no veo otro camino que una actuación a fondo, concertada y planetaria, en cuatro campos estrechamente ligados: la política, la educación, la ciencia y la espiritualidad.

No habrá solución si no llegamos a creer y querer de verdad una política global en mayúsculas, una nueva y efectiva Organización de Naciones Unidas, pues, como dijo Emmanuel Macron hace bien poco, “la ONU actual es un sistema desordenado en un mundo desordenado”. No habrá solución sin un acuerdo global para la implantación progresiva de un eco-socialismo democrático y planetario. Las revoluciones violentas llevan milenios demostrando su ineficacia además de su inhumanidad.

Ahora bien, una actuación política concertada y global será imposible sin una educación familiar, escolar, universitaria y permanente en el respeto, el diálogo y la solidaridad como único camino de una vida personal y colectiva buena y feliz.

Pero ni la política ni la educación podrán prescindir del conocimiento científico sobre esta especie viva maravillosa y contradictoria que somos el Homo Sapiens. La ciencia por sí sola no puede ofrecernos la solución, pero no habrá solución sin las ciencias. Creo, concretamente, que las neurociencias y las diversas biotecnologías y los productos farmacéuticos serán absolutamente indispensables para corregir las disfunciones neuronales y genéticas que arrastra nuestra especie desde su origen. No se trata de ningún “pecado original”, sino de lagunas graves de una evolución inacabada, que las ciencias pueden ayudar a encauzar debidamente. La clave será el sabio uso de la ciencia y sus saberes. Mientras los intereses militares y económicos condicionen las ciencias tanto como las condicionan hoy, contribuirán a nuestra ruina personal y colectiva.

Y en último término, o en primer lugar, creo que no podremos confiar verdaderamente en el futuro de la humanidad mientras no asimilemos la sabiduría más humana y profunda que a lo largo de milenios han desarrollado las diversas tradiciones espirituales, religiosas o laicas, con dogmas o sin dogmas, con “Dios” o sin “Dios”. El Homo Sapiens no logrará ser sabio, es decir, no llegará a querer el bien profundo para sí y para los demás, ni, por lo tanto, podrá vivir en paz consigo y con los demás, mientras no aprenda a dejar que brote de él naturalmente lo que es más suyo y verdadero, el ren o la benevolencia en sus relaciones (Confucio), mientras no aprenda a ser como el agua y a vaciarse y a dejarse llevar sin competir (Laozi), mientras no se libere de sus apegos y deseos superficiales, engañosos (Buda), mientras no descubra la única felicidad o bienaventuranza verdadera, la de la paz, la mansedumbre y la compasión con los heridos (Jesús de Nazaret).

Si así fuera, podríamos recuperar la fe en la humanidad, la fe en las energías vitales profundas que laten en el alma o el aliento que nos hace ser. ¿Seremos capaces de creerlo y de quererlo de verdad?

José Arregi

Fuente Umbrales de luz

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Ahora te amo a Ti sólo, a Ti sólo sigo y busco…

Domingo, 4 de octubre de 2020
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Ahora te amo a Ti sólo, a Ti sólo sigo y busco, a Ti sólo estoy dispuesto a servir; porque Tú sólo justamente señoreas; quiero pertenecer o tu jurisdicción. Manda y ordena, te ruego, lo que quieras, pero sana mis oídos para oír tu voz; sana y abre mis ojos para ver tus designios; destierra de mi todo ignorancia para que te reconozca a Ti. Dime adónde debo dirigir la mirada para verte a Ti, y espero hacer todo lo que mandes.

Recibe, te pido, a tu fugitivo, Señor, clementísimo Padre; basta ya con lo que he sufrido; basta con mis servicios a tu enemigo, hoy puesto bajo tus pies, basta ya de ser juguete de las apariencias falaces. Recíbeme ya siervo tuyo, que vengo huyendo de tus contrarios, que me retuvieron sin pertenecerles, cuando vivía lejos de Ti. Ahora comprendo la necesidad de volver a ti; ábreme la puerta, porque estoy llamando; enséñame el camino para llegar hasta ti.

Solo tengo voluntad; sé que lo caduco y transitorio debe despreciarse para ir en pos de lo seguro y eterno. Esto hago, Padre, porque esto sólo sé, y todavía no conozco el camino que lleva hasta Ti. Enséñamelo Tú, muéstramelo tú, dame la fuerza para el viaje. Si con la fe llegan a ti los que te buscan, no me niegues la fe; si con la virtud, dame la virtud; si con la ciencia, dame la ciencia. Aumenta en mi la fe, aumenta la esperanza, aumenta la caridad. ¡Oh, cuan admirable y singular es tu bondad!

*

Agustín de Hipona,
“Soliloquios”, 1,1,5,
en Obras de san Agustín, I, Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1979, 440.

***

En aquel tiempo, dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los senadores del pueblo:

“Escuchad otra parábola:

Había un propietario que plantó una viña, la rodeó con una cerca, cavó en ella un lagar, construyó la casa del guarda, la arrendó a unos labradores y se marchó de viaje.

Llegado el tiempo de la vendimia, envió sus criados a los labradores, para percibir los frutos que le correspondían. Pero los labradores, agarrando a los criados, apalearon a uno, mataron a otro, y a otro lo apedrearon. Envió de nuevo otros criados, más que la primera vez, e hicieron con ellos lo mismo. Por último les mandó a su hijo, diciéndose:

-“Tendrán respeto a mi hijo.

Pero los labradores, al ver al hijo, se dijeron:

“Éste es el heredero: venid, lo matamos y nos quedamos con su herencia.” Y, agarrándolo, lo empujaron fuera de la viña y lo mataron.

Y ahora, cuando vuelva el dueño de la viña, ¿qué hará con aquellos labradores?”

Le contestaron:

-“Hará morir de mala muerte a esos malvados y arrendará la viña a otros labradores, que le entreguen los frutos a sus tiempos.”

Y Jesús les dice:

-“¿No habéis leído nunca en la Escritura: “La piedra que desecharon los arquitectos es ahora la piedra angular. Es el Señor quien lo ha hecho, ha sido un milagro patente”? Por eso os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se dará a un pueblo que produzca sus frutos.

*

Mateo 21,33-43

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“Jesús predicó el Reino de Dios y vino la Iglesia”, por Antonio Gil de Zúñiga,

Sábado, 5 de septiembre de 2020
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diciembre03Esta reflexión tiene como punto de partida el tema del último número de Iglesia Viva, ¿“Todavía el Reino de Dios”?, y quiere ser un recuerdo de un gran testigo del Reino de Dios: Pedro Casaldáliga

      Desde una perspectiva lingüística hacer referencia al Reino de Dios parece que está fuera de lugar, puesto que para todo lo relativo al reino y a la monarquía, sobre todo en nuestro país, no corren tiempos propicios; pero desde el punto de vista bíblico tiene su significado y contenido propios, y, creo, que hoy día se puede aplicar con todo su vigor y amplitud de significado.

      Jesús de Nazaret, siguiendo la tradición veterotestamentaria, emplea el término “Reino de Dios”, pero, como explicó a Poncio Pilato, su reino no es de este mundo, es decir, no tiene la estructura de poder como los reinos del mundo, porque, aunque se trate de un reino, no hay poder, sino amor, siendo Dios el epicentro del mismo, y la relación de Dios con sus “súbditos” viene marcada por el amor, la comprensión y la misericordia y éste es el mismo principio que ha regir la relación de los miembros del reino entre sí. En este reino no impera la ley, la norma o la autoridad, sino la libertad, el amor, la comprensión y la misericordia.

      La comunidad humana que configura el Reino de Dios, y era la pretensión fundacional de Jesús de Nazaret, se integra en torno a unos valores éticos propuestos en las bienaventuranzas, en la parábola del samaritano, en el llamado “juicio final”, etc., cuyas coordenadas son el amor y la misericordia. Se trata de una vivencia tanto personal como comunitaria que se relaciona verticalmente con Dios y con los demás en su horizontalidad. No hay leyes o normas externas que marquen ce por be lo que se debe hacer en cada momento, puesto que “el sábado está hecho para el hombre” y no al revés. Así lo entendió y así lo practicó la Iglesia primitiva de Jerusalén, cuando, según el relato de los Hechos de los Apóstoles, permanecían juntos, en comunidad, unidos en la oración y en la fracción del pan y no había necesitados entre ellos, porque todo lo ponían en común.

    diciembre15  Cuando el Reino de Dios se institucionaliza sin más, se convierte en Iglesia, como dice A. Loisy: “Jesús predicó el Reino de Dios y vino la Iglesia”. La estructura institucional es necesaria en todo quehacer organizativo humano, pero no puede ser el epicentro hasta el punto de desbancar a la vivencia personal y comunitaria, a la libertad personal y comunitaria, al estar todo controlado por la norma y la ley. Como advertía el profeta Isaías ( Is 2,1-5) la norma viene del templo, que es tanto como decir del clero, de la jerarquía. El Reino de Dios se convierte en Iglesia y ésta en “sociedad perfecta”, en un Estado; una sociedad política más, controlada por el poder y por la ley, y si es dictatorial, mejor, abandonando así las exigencias de ese Reino.

      No llegó a buen puerto el intento de san Agustín de Hipona de identificar Iglesia y Reino de Dios en su De civitate Dei, menoscabando, sobre todo, el concepto de Reino de Dios, como lo evidencia la Historia de la Iglesia y del Papado a través de los tiempos; tiempos de cismas, de cruzadas bélicas, de poder político y religioso (el papa mediante el llamado “poder de las dos espadas”, como ya reconocía a finales del s. V el papa Gelasio I en su carta al emperador Anastasio, controla el poder político y el religioso), de anatemas de herejes y de doctrinas (como ocurría en los Concilios, en el anecdotario del Vaticano II se recoge la extrañeza de los obispos españoles porque no se proponía ninguna condena de doctrina y no se declaraba ningún dogma), de Syllabus condenatorios de asuntos sociales, políticos, religiosos… Es conmovedor, a este respecto, el testimonio del teólogo francés Y. Congar (la lista de testimonios sería larguísima), que recoge en sus Diarios, y que soportó tres “exilios” impuestos por el poder vaticano y por su Orden de dominicos como consecuencia de sus reflexiones teológicas, al parecer, contrarias a las posiciones “oficiales”: “Acepto a Dios, su visita… No acepto a la Gestapo… No tengo derecho a sacrificar el servicio a la verdad”.

 enero10     Con el reduccionismo del Reino de Dios a la Iglesia, éste pierde su vitalidad y la Iglesia se transforma más en Estado, en sociedad política, que en comunidad de creyentes en el Cristo resucitado. La Iglesia, católica por supuesto, no es el Reino de Dios; éste es un concepto más amplio y comprensivo, como cuando se decía que fuera de la Iglesia, católica por supuesto, no hay salvación, doctrina que corrigió el concilio Vaticano II. Ahora bien, la Iglesia ha de asemejarse al Reino de Dios, puesto que es factor importante para que Dios reine en el mundo y para ello ha de asumir los paradigmas de dicho Reino: más amor y misericordia y menos leyes y normas; más acogida a los pobres, a los emigrantes y refugiados, a los oprimidos, a los sin techos… y menos riquezas y propiedades; más disponibilidad de servicio y menos exaltación de poder y mando, como recomendaba san Bernardo de Claraval a su amigo el papa Eugenio III: “Te dejas agobiar por toda clase de juicios sobre toda suerte de cosas exteriores y seculares; sólo te oigo hablar de juicios y leyes; todo ello, y las pretensiones de riquezas y de prestigio, proviene de Constantino, y no de Pedro.

      La Iglesia como motor imprescindible para llevar a cabo el Reino de Dios en la tierra ha de eliminar otro reduccionismo enormemente dañino y perjudicial para la propia Iglesia: considerar el Reino de Dios como algo escatológico, situarlo en el más allá. Los valores éticos y religiosos del Reino de Dios pertenecen a la historia y no se pueden aplazar al final escatológico. Es una contradicción que clama al cielo que la Iglesia pretenda transformar la realidad histórica desde el pietismo, desde la fe sin más: lo único que importa es la relación personal con Dios sin tener en cuenta la realidad que nos circunda. La fe es don, pero también es tarea, un quehacer liberador y transformador de la realidad que no se ajuste a los valores éticos del programa de la Bienaventuranzas. Como sugiere I. Ellacuría, el Reino de Dios supera la dualidad entre lo personal y lo estructural, entre ética social y ética individual, pero no es sólo cuestión de fe, sino también de obras, de praxis configurada por el evangelio de Jesús de Nazaret.

Fuente Atrio

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Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo

Domingo, 23 de agosto de 2020
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AMOR CELOSO

Tú pides,
pides siempre,
pides mucho,
Señor.
Lo pides todo.
Te gusta ir entrando, como un fuego,
vida adentro de aquellos que te aman
y abrasarles las horas, los derechos, el juicio.
Tú haces los eunucos y los locos del Reino.
Abusas del amor
de los que son capaces
de abusar de tu Amor.

No muchos, más bien pocos.

(Todos podrán salvarse,
pocos quieren salvarte plenamente).

Teresa de Jesús, que lo sabía
de andar trochas y noches del Carmelo,
te lo advirtió. Inútilmente, claro.
Sigues siendo el Total,
la zarza ardiendo
sobre el Horeb de todos los llamados.

Delante de tu Gloria, Amor celoso,
no hay más gesto posible que descalzar el alma.
Tú eres. Tú nos haces.
Calcinándonos,
el Viento de tus llamas nos liberta.
Tú nos amas primero, en todo caso.

*

Pedro Casaldáliga.
Todavía estas palabras, 1994

***

 

 

En aquel tiempo, al llegar a la región de Cesarea de Filipo, Jesús preguntó a sus discípulos

“¿Quién dice la gente que es el Hijo del hombre?”

Ellos contestaron:

-“Unos que Juan Bautista, otros que Elías, otros que Jeremías o uno de los profetas.”

Él les preguntó:

“Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”

Simón Pedro tomó la palabra y dijo:

“Tú eres el Mesías, el Hijo de Dios vivo.”

Jesús le respondió:

“¡Dichoso tú, Simón, hijo de Jonás!, porque eso no te lo ha revelado nadie de carne y hueso, sino mi Padre que está en el cielo. Ahora te digo yo: Tú eres Pedro, y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia, y el poder del infierno no la derrotará. Te daré las llaves del reino de los cielos; lo que ates en la tierra, quedará atado en el cielo, y lo que desates en la tierra, quedará desatado en el cielo.”

Y les mandó a los discípulos que no dijesen a nadie que él era el Mesías.

*

Mateo 16,13-20

***

Lo esencial de la gran contienda entre el Oriente cristiano y el Occidente cristiano, desde el inicio hasta hoy, se reduce a lo siguiente: la Iglesia de Dios tiene que desempeñar una tarea concreta entre los hombres; ¿para realizar ese encargo es necesario aunar todas las fuerzas eclesiales cristianas bajo la insignia y el poder de una  autoridad eclesiástica central? Dicho con otras palabras: ¿la iglesia, como Reina de Dios presente, debe tener en la tierra representantes y ser una, estar unida, puesto que un reino dividido contra si mismo no subsistirá, mientras que la Iglesia, según la promesa evangélica, subsistirá hasta el final y las puertas del infierno no prevalecerán sobre ella?

La Iglesia romana se pronunció resolutivamente con una respuesta afirmativa; se fijó esencialmente en el cometido práctico del cristianismo en el mundo, en el sentido de la Iglesia como reino eficiente o ciudad de Dios (Civitas Dei), y desde el inicio personalizó el principio de la autoridad central que de modo visible y práctico le confiere unidad a la actividad terrenal de la Iglesia. Por eso, la cuestión abstracta del significado de la autoridad central en la Iglesia se reduce a la cuestión histórica y viva del sentido de la Iglesia romana. Ella, sus ideas y sus acciones constituyen el verdadero objeto de la gran contienda. El principio de la autoridad eclesiástica, del poder Espiritual representado sobre todo por la Iglesia romana, tiene una triple cara y suscita una triple cuestión. Primera, en el ámbito de la Iglesia, nos preguntamos cuál debe ser la relación del poder eclesiástica central con los representantes de las Iglesias locales nacionales; segunda, surge el tema de la relación de la Iglesia con el Estado, de la autoridad Espiritual con la laica; y tercera, la relación entre el poder Espiritual y la libertad Espiritual del individuo, la cuestión de la libertad de conciencia.

*

V. S. Soloviev,
El problema del ecumenismo, Milan I973, 63ss).

V.Solovyov

***

 

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