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“Sólo el Evangelio nos sacará del atasco”, por José Mª Castillo

Domingo, 1 de marzo de 2015
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EvangelioDe su blog Teología sin Censura:

El papa Francisco les dijo a los cardenales el domingo 15 de febrero: “Nos encontramos en la encrucijada de estas dos lógicas: la lógica de los doctores de la ley, o sea, alejarse del peligro apartándose de la persona contagiada; y la lógica de Dios que, con su misericordia, abraza y acoge reintegrando y transfigurando el mal en bien, la condena en salvación y la exclusión en anuncio”. Esto es lo que dijo el papa. Lo que pasa es que ni nos enteramos del todo de lo que Francisco quiso decir. Y menos aún entendemos las consecuencias que lleva consigo asumir de veras la “lógica de Dios”.

La “lógica de Dios” es el meollo del Evangelio. Esto supuesto, la pregunta que tendríamos que afrontar es ésta: ¿nos puede sacar el Evangelio del atasco en que estamos metidos? Me refiero a la crisis y al atasco económico, social, político, cultural, jurídico y sobre todo ético en que nos tiene estancados y hundidos esta maldita crisis.

Así las cosas, yo me pregunto si el Evangelio nos podrá sacar de este atasco. Porque está visto que la economía y sus magnates, la política y sus gestores – al menos hasta ahora – ni nos sacan del atasco, ni dan visos de querer, incluso poder, sacarnos. ¿Podrían hacerlo? Hay quienes piensan que sí. Pero, ¿podrán hacerlo, tal como están las cosas? Sinceramente, lo veo muy difícil. Extremadamente difícil, al menos en varios años, que quizá van a ser demasiados años. ¿Por qué? Yo no soy economista. Pero no estoy ciego. Y lo que veo es que la economía mundial funciona de tal manera, que, cada año que pasa, la riqueza mundial se va concentrando más y más en menos y menos personas. Con lo cual la desigualdad entre unos pocos (muy pocos) ricos y el resto de los habitantes del planeta es increíblemente asombrosa. Instituciones de ámbito mundial muy autorizadas nos dicen que el uno por ciento de los habitantes del planeta acumula ya tanta riqueza como el noventa y nueve por ciento restante. Ahora bien, una sociedad tan asombrosamente desigual es inevitablemente una sociedad, no sólo estancada, sino sobre todo desquiciada y sin futuro. Leer más…

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“¿Espiritualidad v. Religión?”, por Antonio Gil de Zúñiga

Domingo, 22 de febrero de 2015
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C6AEnviado a la página web de Redes Cristianas

Alguien me relató, no sé si desde su experiencia o de la de otro, que, visitando una iglesia de pueblo, se encontró allí a un niño de unos 9 años sentado en un banco de la iglesia. Después de hacer un recorrido visual por la iglesia se sentó también en un banco no lejos del niño. Allí estuvo un rato envuelto en el silencio. Tras unos minutos, entró el cura y viendo al niño, a quien debía de conocer, se dirige a él y le pregunta: “¿Qué haces aquí?”. El niño sin inmutarse le responde: “Nada”. Entonces el cura le dice: “Reza un avemaría”. El niño, obediente, reza el avemaría y se marcha.

El relato tiene un corolario inmediato: el cura (la religión) con su avemaría vocalizado interrumpe el sosiego espiritual de ese niño que, arropado por la penumbra y el silencio de la iglesia, está y vive la presencia del Misterio. Y que una vez rezado el avemaría considera que ha cumplido con su deber de orar a Dios y se marcha.

R. Panikkar nos dice que las “religiones son caminos, o mejor, proyectos de caminos para la plenitud humana”; o lo que es lo mismo, potenciar en el creyente, desde su libertad, la espiritualidad, es decir, la experiencia personal de sentir a Dios dentro de sí, para que se realice lo que bellamente escribía S. Bernardo: “A mayor interioridad, mayor dulzura”.

Pero las religiones, al menos la cristiana y las otras del Libro (la judía y el islam), a mi modo de ver, están lejos de ser proyectos de caminos para la plenitud humana, no porque en ellas se dé aquel dicho universitario, “quod natura non dat, Salmantica non praestat”; todo lo contrario, las enseñanzas y la vida de Jesús de Nazaret son factores vivenciales extraordinarios y vigorosos para alimentar una espiritualidad en plenitud. Pero nuestra religión cristiana se ha estructurado en torno a tres ejes cartesianos: el sacerdote, la norma y el rito. Y a lo largo de la historia más que ser creadores y potenciadores de espiritualidad en plenitud se han caracterizado por todo lo contrario: asfixiar la vida espiritual de los creyentes. Valga como ejemplo, aquel movimiento eclesial de espiritualidad intensa protagonizado por las beguinas, que se frustró desde la institución clerical y terminó llevando a la hoguera a algunas de sus protagonistas. A estas mujeres no se les permitió personalizar su fe con libertad y así poder experimentar el Misterio

Una religión que se nucleariza en torno a la norma y al rito, teniendo como centinela escrupuloso al sacerdote, no puede ser “proyecto de caminos para la plenitud humana”. La norma lleva a la condena, a la prohibición, al anatema. Nuestros obispos en el concilio Vaticano II se quedaron con el pie traspuesto, pues no entendían que un concilio no condenara a alguien o a alguna doctrina. En este sentido es lamentable la actuación, en sesión conciliar, del entonces obispo de Canarias quien apostrofando sobre los presentes en el hemiciclo conciliar les espetó: “¡Ojalá se derrumbe sobre nosotros la cúpula de S. Pedro, si se llega a aprobar el Decreto sobre Libertad religiosa”. No es de extrañar que Nietzsche considerara al cristianismo y a los cristianos como “agobiados de convicciones

Cuando Max Weber nos habla de dos tipos de religión: la profética y la mística, la religión cristina se sitúa históricamente más en el territorio profético que en el místico; pero es preciso señalar que con más frecuencia de la deseada se escora al lado más perverso, como es el de concretar en normas y ritos el anuncio de la promesa y del kairós de la plenitud humana. De ahí hay un paso a presentarnos a Dios como un Ser omnipotente y todopoderoso (judaísmo y cristianismo) o Alá es grande (el islam). Y entonces el fundamentalismo está a la vuelta de la esquina. La experiencia histórica de ello es dolorosa, como la recientemente vivida en Francia con el semanario de humor Charlie Hebdo. Llama poderosamente la atención que aún en nuestros días se rece o cante en la liturgia de las horas (1ª semana) el salmo 149, donde el poeta bíblico invita a que se alabe el nombre de Yavé con danzas y que los piadosos se regocijen con “vítores a Dios en sus gargantas”, teniendo en “sus manos la espada de dos filos, para tomar venganza de las gentes y castigar a los pueblos”.

La religión cristiana lleva en sus entrañas lo verdaderamente profético y lo verdaderamente místico, como para que el creyente (cualquier ser humano), despojado de todas las connotaciones del templo, que nos lleva al sacerdote, a la norma y al rito, desarrolle en su interior el deseo óntico de sentir a Dios en su interior, de vivir en su presencia, ya que, como dice J.P. Sartre, “ser hombre significa ser Dios”; o la experiencia profundamente espiritual del poeta bíblico (Salm. 27,8): “Oigo en mi corazón: “Buscad mi rostro”. Tu rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro”.

La vivencia de la presencia del Misterio, que es el núcleo de la espiritualidad, tiene su origen, como he referido antes, en el anhelo óntico de cualquier hombre y mujer, que, como bien escribió Platón, el deseo es hijo de la indigencia, de la penuria. De ahí ese hambre de espiritualidad, que nos remite a la nostalgia de nuestro origen contingente y, por ende, al deseo de plenitud.

Ahora bien, si, como nos indica J. Habermas, “el pensamiento que no se decapita a sí mismo acaba desembocando en la Trascendencia”, la vivencia en nuestro interior de la presencia del Misterio, de la Deidad, que es lo que constituye la espiritualidad, ha de llevar a cabo una profunda y vigorosa transformación en el interior del ser humano. Es lo que JL Aranguren llama el para qué de la mística. La verdadera espiritualidad radica en estos dos rasgos inseparables: sentir, de una parte, el silencio del Misterio en lo profundo de uno mismo, hasta el punto de que, como nos trasmite Unamuno, “sólo perdido en Ti, es como me encuentro/… pues eres Tú más yo que soy yo mismo”; y, de otra, mirar alrededor, a la realidad circundante; hacerse “cargo misericordiosamente de la realidad”, como nos aconseja I. Ellacuría, mediante el compromiso personal, que conlleva una transformación liberadora de esa realidad histórica.

La espiritualidad, sea dentro o fuera de una religión, ha de vivenciar al unísono el Tú trascendente y el tú del otro. El Tú trascendente, como “huella de una ausencia, que sólo a través de ella se hace presencia”, según J. Martín Velasco, ha de vivenciarse desde el silencio, desde el mirar hacia dentro. El silencio de lo trascendente sólo se puede captar desde el silencio. Verdaderamente uno vive esta espiritualidad si experimenta un profundo cambio tanto en su ser como en su obrar, pues lo “importante, advierte Ibn Hazim, no es lo que una persona dice de su fe, sino lo que esa fe hace en esa persona”

Febrero 2015

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“Teología de la liberación: ayer maldita y perseguida, hoy bendita y elogiada”, por Benjamín Forcano

Sábado, 17 de enero de 2015
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pag10_iglesia_web-15-aa01bLeído en Cristianismo y justicia:

Voces. Benjamín Forcano. [Cuarto poder] No me interesaría la Teología de la Liberación si no fuera por tres razones: primera, porque hubo muchísima gente que, sin informarse, desconfiaron de  ella y la condenaron  siguiendo el dictamen de la jerarquía eclesiástica;  segunda, porque esa gente no llegó a conocer la novedad de la Teología de la Liberación y lo que supuso  de represión y sufrimiento  para muchos teólogos; y tercera, porque sin ella se privó  a la Iglesia de un nuevo modo de anunciar el Evangelio, que le hizo perder credibilidad y la distanció aún más del mundo moderno.

Nunca en la historia de la Iglesia se suscitó  tanta preocupación sobre un tema que, a primera vista, parecía  irrelevante. Algo inesperado saltó a la sociedad con la Teología de la Liberación, pues puso en alarma a los centros más sensibles del Poder civil y religioso. Estamos en los años  posteriores al concilio Vaticano II y al primer Encuentro del Episcopado Latinoamericano en Medellín año 1968, y ya pudimos leer: “Si la Iglesia latinoamericana  cumple los acuerdos de Medellín , los intereses de Estados Unidos están en peligro en América latina” (Rockefeller). La política exterior de Estados Unidos debe comenzar a enfrentar (y no simplemente a reaccionar con posterioridad) la Teología de la Liberación tal como es utilizada en América latina  por el clero de la Teología de la Liberación” (Documento de Santa Fe, siendo presidente Reagan).

Vieja novedad de la Teología de la Liberación: recuperar a Jesús

La Teología de la Liberación traía a primer plano la vida de Jesús de Nazaret, con todo el escenario sociocultural y político de su tiempo. Era imposible comprender al Jesús de la fe, al Jesús resucitado, si se lo desposeía de su condición humana histórica. La suerte de Jesús, su calvario y crucifixión, no habían sido efecto del azar, del fatalismo o de la voluntad divina, sino del hecho de haber vivido una opción radical por la verdad, por  la justicia y por la liberación de los oprimidos. Su proyecto, –el anuncio del reino de Dios–, era incompatible con el proyecto imperial romano y con  el  proyecto religioso de Jerusalén. Y por ello ambos –imperio y sinagoga- se unirían para eliminar a Jesús y su proyecto.

La Teología de la Liberación no buscaba sino aplicar a nuestro tiempo lo que Jesús hizo en el suyo: denunciar la opresión que, en nombre del emperador y de Dios, se sigue ejerciendo sobre las personas y los pueblos. Era, así, la Teología de la Liberación una teología nueva, que reivindicaba la dignidad y derechos de toda persona, sacudía la alianza de la religión con el poder dominante, devolvía dignidad y esperanza a los despreciados y excluidos, soliviantaba a quienes veían en ella una amenaza para su seguridad e intereses y todo ello porque bebía de la fuente del Evangelio.

Sonaron falsas las alarmas, pero fue calumniada y perseguida

Comenzando por el teólogo peruano Gustavo Gutiérrez (iniciador y llamado “padre” de la teología de la liberación) han sido luego centenares los teólogos que la cultivaron y defendieron, miles  los libros y artículos que sobre ella se han escrito, miles las iniciativas y actividades  pastorales que en ella se han inspirado, miles las comunidades de base que en ella se han fraguado y miles y aun millones los cristianos (políticos, sindicalistas, maestros, catequistas, sacerdotes, religiosos y religiosas, etc.) que la generaron y recibieron de ella luz y fuerza para su caminar comprometido.

Pero surgieron pronto las alarmas que la  señalaban como heterodoxa y reclamaban para ella controles y sanciones. Había  grupos eclesiales donde mencionar la Teología de la Liberación era tabú. Aún recuerdo el comentario que un amigo hacía de otra persona al enterarse que un teólogo iba a hablar de este tema,  – Es la peste, dijo.  Y ayudé a una joven que, interesada por el tema, escuchó de su directora estas palabras: – ¡Pero si los teólogos de la liberación son como los masones dentro de la Iglesia!

Y los prejuicios y la hostilidad se hicieron irreversibles después que el mismo cardenal Ratzinger, Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la fe, expresara que los grandes males de la Iglesia actual se deben sobre todo al pos concilio, pero también al Concilio mismo. Y, refiriéndose a la Teología de la liberación, sentenció  ver en ella “un error sobre un núcleo de verdad”, elaborada por teólogos que “han hecho  propia la opción  fundamental marxista” y que “se ha dejado sugestionar por el punto de vista inmanentista, meramente terrenal, de los programas  de liberación secularizados”.

Ratzinger fue recibiendo contestación adecuada a sus infundadas  afirmaciones. Cito por lúcida y contundente la dada por el obispo Pedro Casaldáliga: “Siempre lo hemos dicho, la Teología de la Liberación es teología y es de liberación no porque optó por Marx sino por el Dios y Padre de nuestro Señor Jesucristo, por su Reino y sus pobres. Nuestro Dios quiere la liberación de toda esclavitud. La situación de los 2/3  de la humanidad es contraria a la voluntad de Dios y la Teología de la Liberación asume el compromiso de transformar esa situación. Sólo a los enemigos del pueblo irrita la Teología de la Liberación. Y por eso la han calumniado y la han  perseguido”.

Se entenderá fácilmente que, a partir de esta posición oficial, fueran creciendo las falsedades sobre la Teología de la Liberación y  sus teólogos:

– Los teólogos de la liberación hacen suya la filosofía marxista.

– Reducen el Cristo del Evangelio  al Cristo de la “sola liberación temporal”.

– La Buena Noticia del Evangelio es sólo para los pobres, pero entendidos  “como una opción de clase” y según criterios puramente políticos e ideológicos y con sentimientos de odio y lucha  entre hermanos.

– Presentan una  “iglesia popular” en contra de “una iglesia burguesa” reintroduciendo de esta manera los conflictos de clase en el interior  mismo de la Iglesia.

– Se someten a  ideologías extrañas y olvida la “doctrina social de la Iglesia” por  considerarla inviable.

Estas calumnias, que no se encuentran en ningún teólogo de la liberación, fueron difundidas desde muchas plataformas de la Iglesia oficial.

La novedad de la teología de Liberación 

Es ahora cuando, después de lo mucho que se la difamó, considero esencial señalar lo más básico de la Teología de la Liberación.

– La Teología de la Liberación surge de las necesidades de un mundo mayoritariamente pobre y oprimido y al que quiere liberar desde la fe. Incluye negativamente una liberación del pecado, de la esclavitud y de la muerte y positivamente una liberación centrada en el Reino de Dios, en la creación de un hombre nuevo y en la consumación de la historia. Liberar es la finalidad última de la teología de la Liberación, con lo que deslegitima el  ataque que la Ilustración siempre lanzó contra la teología de ser esclavizadora de la subjetividad y libertad humanas y legitimadora de la opresión histórica. La Teología de la Liberación se mueve sobre la necesidad absoluta de liberar a la realidad oprimida, a los pueblos que mueren lentamente o son crucificados, a las personas y pueblos que  son oprimidos. Y tiene como destinatario a esa gran mayoría en cuanto no-hombres y en cuanto no-pueblos.

– La Teología de la Liberación hace hincapié en la liberación del otro y de lo otro, a diferencia de la teología europea que se centra en el propio sujeto creyente; habla del Reino de Dios como referente y medida de la transformación que hay que realizar en este mundo y afirma además que tal Reino es para implantarlo ya en este mundo y lograr así que la vida de los pobres llegue a ser realidad.

– La Teología de la Liberación tiene como fuente de conocimiento la revelación de Dios en la  Escritura, la Tradición eclesial y el Magisterio de la Iglesia. Pero, también y  previo a la revelación de Dios en los textos, existe la real revelación de Dios en la historia, del pasado y del presente. Dios sigue manifestándose en los llamados signos de los tiempos: “La miseria colectiva que clama al cielo y el anhelo de liberación de todas la esclavitudes”,  fue sancionado por el Episcopado Latinoamericano (Medellín 1968) como uno de esos signos.

– En esta línea, la revelación de Dios se halla sobre todo en la respuesta que los fieles, con su praxis , dan a esa revelación a través del seguimiento de Jesús, de la misericordia, la defensa de la vida, etc. Hacer todo esto, “Significa asumir dentro del conocimiento la dialéctica del mismo Dios  en cuanto encarnado en la historia, privilegiadamente en Jesucristo; significa que Dios no es puramente alteridad trascendente con respeto a la historia sino que se da él mismo a la historia” (J. Sobrino).

 La Teología de la Liberación no se contenta con que la inteligencia se reduzca a la captación del sentido del ser:  “La inteligencia en este quehacer teológico tienen una triple dimensión: el hacerse cargo de la realidad, el cargar con la realidad y el encargarse de la realidad” (Ignacio Ellacuría).

Conocer es estar en la verdad de las cosas y para estar en la verdad de las cosas hay que encarnarse en la verdad de la realidad, dejar que hable y dejarse afectar por ella, lo cual lleva a utilizar los conocimientos necesarios: científicos, filosóficos, ético-sociales, etc.

Pero,  y además, encarnarse en la realidad es encarnarse en el  mundo de los pobres, lo que exige ser parcial. Y si  es cierto que ningún lugar parcial es la totalidad,  cada vez se demuestra con mayor claridad que desde los pobres, desde el Tercer Mundo, se conoce mejor la totalidad que desde su contrario: “Desde el Tercer Mundo se conoce la verdad de éste y se descubre mejor la verdad del primero; lo cual no acaece a la inversa” (J. Sobrino). Convéncete, me decía Casáldaliga en una entrevista: “Sólo en la medida  en que el Primer Mundo deje de ser Primer Mundo podrá ayudar al Tercer Mundo. Para mí esto es dogma de fe. Si el Primer Mundo no se suicida como Primer Mundo, no puede existir “humanamente” el Tercer Mundo. Mientras haya un Primer Mundo habrá privilegio, exclusión, dominación, lujo y marginación. Si vosotros en el Primer Mundo no resolvéis ser un Mundo humano, nosotros no podemos serlo”.

– La Teología de la Liberación confiere un determinado talante a quienes se guían por ella y no debiera faltar en ningún otro tipo de teología. Este tipo de teología está siempre dispuesta a verificar si se hace con fidelidad a lo revelado por Dios y si produce en el pueblo de Dios lucidez y ánimo para la construcción de su Reino. Si una teología produce desinterés por el Evangelio y se hace incomprensible a las mayorías debe cambiar. Nunca un método del quehacer teológico puede absolutizarse, sino que debe estar abierto al cambio.

La Teología de la Liberación debe ser servicio para la liberación histórica y transcendente, y esto le hace convertirse en práctica de amor, como debe serlo todo quehacer cristiano. La teología debe ser compasiva y desde la compasión descubrir las causas que a tantos empobrecen y los hace sufrir, y buscar creativamente soluciones, por lo que, introducida en los conflictos de la historia, se enfrentará a las falsas divinidades y difícilmente podrá escapar a la persecución de los poderes de este mundo.

Esta teología debe hacerse dentro del pueblo de Dios, en relación y solidaridad con todos sus estamentos, de él recibirá ayuda y con él, y en medio de él, podrá  responder a los problemas reales. Si la Iglesia es Pueblo de Dios y es una Iglesia de los pobres debe ejercer su responsabilidad en medio de ella.

La teología de la Liberación, poseída por el espíritu de las Bienaventuranzas, será profundamente espiritual, misericordiosa, limpia de corazón, creativa, motivadora de oración, de confianza y disponibilidad, hasta adentrarse en el misterio de Dios.

Y, finalmente, junto al rigor de su método, avanza con esos ojos nuevos, que recibe del compartir con los pobres. Sólo así puede tocar lo más sagrado que es experimentar a Dios, su Reino y a Jesús como buenos, buenos para el hombre y la historia, buenos porque humanizan  y salvan, buenos sobre todo para los pobres y su liberación.

La Teología de la Liberación de la Periferia, contra la Teología del Centro.

Se había establecido un Orden socioeconómico y político mundial de acuerdo a las leyes del más fuerte, consagrado éticamente y bendecido  por la voluntad de Dios. De esa manera, ese Orden quedaba consolidado en países tradicionalmente cristianos y obtenía legitimidad de la teología oficial. Cualquier intento de cambio era considerado sacrílego.

Externamente los centros financieros y políticos no dudaban en apropiarse de esta Teología que en nada los cuestionaba, fomentaba la resignación y mostraba  las desigualdades sociales y los males como pruebas mandadas por Dios para santificarse y acumular méritos para el cielo. Una teología ésta, indiferente, que enaltecía la gloria de  Dios y, a la par, justificaba la conculcación de los derechos humanos y en especial de los más pobres.

En 1984, 32 teólogos de la revista europea Concilium, escribieron: “La Teología de la Liberación busca afrontar el problema de los oprimidos a la luz de la fe y promover su liberación integral. Sabemos que existen grupos integristas o neoconservadores que al rechazar un cambio social y pregonar una religión que pretende ser apolítica, luchan contra los movimientos de liberación y defienden una línea que es, de hecho, una ofensa contra los pobres y oprimidos. Un signo de fecundidad del Evangelio es hoy el hecho de que  el mensaje cristiano sea vivido en contextos diferentes y de diversas maneras. Nuestra revista Concilium se manifiesta solidaria con los teólogos de la liberación no sólo en cuanto a su pensamiento teológico sino en cuanto a sus compromisos concretos. Creemos que en los movimientos y teólogos de la liberación se decide de alguna manera el futuro de la Iglesia, la llegada del Reino de Dios y el juicio de Dios sobre el mundo.

En el mismo año 1984, 40 teólogos españoles de la Asociación Juan XXIII escribían: “Compartimos con los teólogos de la liberación la tarea de elaborar en la “óptica del pobre” una reflexión cristiana rigurosa, una espiritualidad del seguimiento de Jesús , una Iglesia comunitaria y una acción pastoral solidaria con los desheredados de la tierra en el interior de un pluralismo de opciones que no rompe con la comunión eclesial”.

Por supuesto, de estos movimientos de liberación y de sus comunidades de base surgía un nuevo impulso de reforma y una nueva teología que ponía en cuestión el quehacer teológico tradicional. “La teología que se forma dentro de este impulso y que los sustenta no se presenta en contra de la autoridad de la Iglesia, sino bajo la autoridad del Espíritu… En el seguimiento al Hijo del Hombre, aquellos que han vivido hasta ahora  “como si fueran hijos de nadie” se convierten en sujetos en el resplandor de Dios” (Johann Baptist Metz).

El ensimismamiento de la Iglesia en sí misma, acompañado de una teología indiferente ante el dolor y esclavitud de mayorías, desarrollaba continuas y pomposas ceremonias religiosas, orientadas a asegurar el negocio de la propia salvación; enarbolaba preceptos, doctrinas, leyes y dogmas que se habían de saber de memoria; promovía rezos y misas interminables, pero todo a la postre quedaba como obras piadosas, sin plantear para nada lo que la vida de Jesús pedía denunciar y hacer en cada lugar y momento de la sociedad.

Esperamos que cuantos por ignorancia u otras causas abominaron de la teología de la liberación, se abran a ella y se dejen convertir como lo hizo el actual Prefecto de la Congregación para la doctrina de la fe, Gerhard Müller: “La teología de la liberación está unida para mí al rostro de Gustavo Gutiérrez, a su enseñanza y al encuentro vivo con los pobres; con él experimenté un giro decisivo en mi enfoque teológico. El nos enseñó que aquí se trata de teología y no de política, de un programa práctico y teórico que pretende comprender el mundo, la historia y la sociedad y transformarlos a la luz de la propia revelación sobrenatural de Dios como salvador y liberador del Hombre. La teología de Gustavo Gutiérrez, independiente del ángulo desde el que se mire, es ortodoxa porque es ortopráctica y nos enseña el adecuado actuar cristiano porque procede de la verdadera fe”.

Imagen extraída de: alandar

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Pero, ¿quiénes son los Reyes Magos?

Martes, 6 de enero de 2015
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Se llaman “Melchor, Gaspar y Baltasar” desde el siglo VI, son tres por León I

Uno de cada cuatro españoles ha “pillado” alguna vez a uno de los monarcas dejando regalos

(Valores Religiosos/RD).- La ilusión de Melchor, Gaspar y Baltasar indestructible que se repite cada 6 de enero. ¿Quiénes eran esos “magos” que llevaron mirra, oro e incienso a Jesús?

Los Evangelios sólo hablan de “magos”, en ninguna parte se indican sus nombres, ni que fuesen reyes, ni que fueran tres (número que posiblemente se deba a la cantidad de obsequios ofrecidos). Estas creencias fueron agregadas varios siglos después y se han mantenido en la tradición popular.

Según la creencia, estos magos eran representantes de religiones paganas de pueblos vecinos, que los Evangelios ven como las primicias de las naciones que aceptarán la religión católica. En algunos países (normalmente hispanohablantes) existe la tradición de representar a los reyes trayendo los regalos que los niños les han pedido en sus cartas durante la noche anterior.

Los Reyes Magos, por tradiciones de algunos países, forman parte del pesebre junto a José, el niño Jesús y María.

_reyesmagosLa figura católica de los Reyes Magos tiene su origen en los relatos del nacimiento de Jesús, algunos fueron integrados de los evangelios canónicos que hoy conforman el Nuevo testamento de la Biblia. Concretamente el Evangelio de Mateo es la única fuente bíblica que menciona a unos magos quienes, tras seguir una supuesta estrella, buscan al “rey de los judíos que ha nacido” en Jerusalén, guiándoles dicha estrella hasta Jesús nacido en Belén.

Según interpretaciones posteriores, los Magos fueron considerados originarios de Europa, Asia, y de África respectivamente. Sin embargo, el último libro escrito por el papa Benedicto XVI sobre Jesús de Nazaret, “La infancia de Jesús”, destaca que los Reyes Magos probablemente no venían de Oriente, como se ha creído tradicionalmente, sino de Tartessos, una zona que los historiadores ubican entre Huelva, Cádiz y Sevilla.

La tradición más difundida cuenta que los reyes llegaron de Oriente. Allí buscaron al Niño Jesús recién nacido y lo adoraron, ofreciéndole oro (representando su naturaleza real, como presente conferido a los reyes), incienso (que representa su naturaleza divina, empleado en el culto en los altares de Dios) y mirra (un compuesto embalsamador para los muertos, representando el sufrimiento y muerte futura de Jesús).

Antes de llegar, encontraron al rey Herodes el Grande en la ciudad de Jerusalén, quien astutamente les conminó a que, de regreso, hablaran con él para darle noticias del sitio exacto donde se encontraba dicho niño y, así, poder ir él también a adorarle. (En realidad, lo que quería era darle muerte, por eso ordenó la matanza de los inocentes, fecha que se recuerda cada 28 de diciembre).

La historia sigue contando cómo un ángel se apareció a los magos y les advirtió del peligro que corría Jesús si es que ellos obedecían el deseo de Herodes. Así entonces, no volvieron por el mismo sitio. Parece ser que, sólo por el hecho de que el relato evangélico indicara que trajeron tres dones (oro, incienso y mirra), se dio por sentado que eran tres los personajes que los traían. Aunque también en algún momento las distintas tradiciones han señalado que eran cuatro, siete y hasta doce.

Si bien la Biblia explica que fueron tres los regalos otorgados por los magos al Niño Jesús, fue el Papa León I el Magno quien estableció oficialmente su número en 3 para toda la cristiandad. A mediados del siglo VI, en Rávena (Italia) se les asignaron los nombres de Melchor”, “Gaspar” y “Baltasar”, que supuestamente equivalen en griego a “Appellicon”, “Amerín” y “Damascón” y en hebreo a “Magalath”, “Serakin” y “Galgalath“. Según una leyenda, sus restos se encuentran en la Catedral de Colonia, Alemania, donde se encuentra el llamado Relicario de los Tres Reyes Magos.

Por otro lado, el 82,4% de los españoles prefiere los regalos de los Reyes Magos, antes que los de Papá Noel y el 69% asistirá a la cabalgata, según un estudio de DaWanda.es en el que han participado 2.500 españoles usuarios de Internet, de entre 18 y 60 años sobre los deseos y preparativos para la noche de Reyes, según informa la compañía.

magos-segun-cortesPara ese día, un 51% de los encuestados asegura que duerme bien y el 40% reconoce que está bastante nervioso. Además el 6% confiesa que no puede dormir porque está pendiente de los ruidos que escucha e, incluso, un 3% no consigue dormir en toda la noche.

Según el estudio de DaWanda.es, un 62% de los españoles prefiere que les sorprendan con los regalos pero uno de cada tres españoles aún conserva la tradición de escribir a mano su propia carta. Los más tecnológicos apuestan por nuevos formatos como las ‘wishlist’ online (4%) y el email con sugerencias de regalos (3%). Incluso un 2% se atreve a pedir sus regalos por redes sociales.

La mayoría de los españoles son precavidos y han ido elaborando una lista de ideas para regalar durante todo el año (39%). Otros prefieren hacer un regalo sorprendente que no se espere el destinatario (32%). Por otro lado, algunos lanzan indirectas para sacar información (13%); se fijan en lo que le gusta a su pareja cuando van con ellos de compras (11%) o les piden directamente que escriban una carta (5%).

Además, el estudio refleja que el 88% de los encuestados denuncia que los pequeños pasan demasiado tiempo jugando con móviles, consolas y ordenadores en vez de estar con la familia. También, el 64% de los padres consideran que deben hacer más regalos a sus hijos que al resto de la familia, a pesar de que ellos mismos reconocen que los niños valoran la calidad y no tanto el número de regalos, según 3 de cada 5 padres encuestados.

Por otro lado, el 24% de los encuestados reconoce que alguna vez ha pillado al Rey Mago. La excusa más utiliza para salir del paso es decir que acaban de descubrir los regalos (36%) o que han escuchado ruido y han ido a ver qué pasaba (29%). En otras ocasiones, prefieren decir que los reyes les han pedido ayuda porque no les daba tiempo a visitar todas las casas (27%). Tan solo un (8%) dice la verdad tras ser sorprendido.

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“El rostro humano de Dios”. Natividad del Señor – B (Juan 1,1-18)

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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05_Navidad_BFeliz Navidad

«La Palabra de Dios se ha hecho carne». Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.

Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontrarnos con él, no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercarnos a Jesús.

Solo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Solo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. ¡Cómo cambia todo cuando uno capta por fin que Jesús es el rostro humano de Dios!

José Antonio Pagola

El cuarto evangelio comienza con un prólogo muy especial. Es una especie de himno que, desde los primeros siglos, ayudó decisivamente a los cristianos a ahondar en el misterio encerrado en Jesús. Si lo escuchamos con fe sencilla, también hoy nos puede ayudar a creer en Jesús de manera más profunda. Solo nos detenemos en algunas afirmaciones centrales.

«La Palabra de Dios se ha hecho carne». Dios no es mudo. No ha permanecido callado, encerrado para siempre en su Misterio. Dios se nos ha querido comunicar. Ha querido hablarnos, decirnos su amor, explicarnos su proyecto. Jesús es sencillamente el Proyecto de Dios hecho carne.

Dios no se nos ha comunicado por medio de conceptos y doctrinas sublimes que solo pueden entender los doctos. Su Palabra se ha encarnado en la vida entrañable de Jesús, para que lo puedan entender hasta los más sencillos, los que saben conmoverse ante la bondad, el amor y la verdad que se encierra en su vida.

Esta Palabra de Dios «ha acampado entre nosotros». Han desaparecido las distancias. Dios se ha hecho «carne». Habita entre nosotros. Para encontrarnos con él, no tenemos que salir fuera del mundo, sino acercarnos a Jesús. Para conocerlo, no hay que estudiar teología, sino sintonizar con Jesús, comulgar con él.

«A Dios nadie lo ha visto jamás». Los profetas, los sacerdotes, los maestros de la ley hablaban mucho de Dios, pero ninguno había visto su rostro. Lo mismo sucede hoy entre nosotros: en la Iglesia hablamos mucho de Dios, pero nadie lo hemos visto. Solo Jesús, «el Hijo de Dios, que está en el seno del Padre es quien lo ha dado a conocer».

No lo hemos de olvidar. Solo Jesús nos ha contado cómo es Dios. Solo él es la fuente para acercarnos a su Misterio. ¡Cuántas ideas raquíticas y poco humanas de Dios hemos de desaprender y olvidar para dejarnos atraer y seducir por ese Dios que se nos revela en Jesús!

Cómo cambia todo cuando uno capta por fin que Jesús es el rostro humano de Dios. Todo se hace más simple y más claro. Ahora sabemos cómo nos mira Dios cuando sufrimos, cómo nos busca cuando nos perdemos, cómo nos entiende y perdona cuando lo negamos. En él se nos revela «la gracia y la verdad» de Dios.

José Antonio Pagola

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“Jesús de Nazaret, humanidad nueva”, por Carlos Ayala Ramírez

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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The-Nativity-007Leído en Adital:

En Navidad no solo celebramos el nacimiento de una persona excepcional, sino el surgimiento de una humanidad nueva manifestada en Jesús de Nazaret, en su modo de ser, en su mensaje, en sus actitudes liberadoras. La doctrina paulina habla del Nuevo Adán [Jesús] o del Segundo Adán, y establece una radical diferencia entre el primero y el segundo: “El último Adán se hizo un espíritu que da vida (…) El primer hombre procede de la tierra y es terreno, el segundo hombre procede del cielo. El hombre terrenal es modelo de los hombres terrenales; como es el celeste modelo de los hombres celestes. Así como hemos llevado la imagen del hombre terrestre llevaremos también la imagen del celeste” (1 Cor 15, 45-49). Y esta imagen, para Pablo, está presente de forma plena en Jesús, genuina humanidad nueva.

Ahora bien, ¿qué significa en el lenguaje bíblico la humanidad terrenal y la celestial? ¿Qué se quiere decir cuando se habla de Jesús como el principio de una humanidad nueva? Según Leonardo Boff, tal afirmación significa que en Jesús se reveló lo que de más divino hay en el ser humano y lo que de más humano hay en Dios. Esto es: una apertura total a Dios y a los demás; un amor indiscriminado y sin límites; un espíritu crítico frente a la situación social y religiosa vigente, porque esta no encarna sin más la voluntad de Dios; un cultivo de la fantasía creadora que, en nombre del amor y de la libertad de los hijos de Dios, cuestione las estructuras culturales; una primacía del hombre-persona sobre las cosas, que son de la persona y para la persona. Este modo de ser provocó en el pueblo una creciente atracción y admiración. En otros el impacto fue más profundo: decidieron seguirle.

El evangelio de Marcos registra muy bien estas reacciones. A la gente le atrae que Jesús enseñe con autoridad y mande incluso a los demonios (1, 22.27); que toque a las personas impuras, como al leproso (2, 10-12), curándolo y contraviniendo las leyes antiguas (1,45); que cure a un paralítico y perdone sus pecados (2, 10-12); que intencionalmente ponga en entredicho y contraríe la leyes, curando en sábado (1, 21-28); que expulse a los demonios y dé de comer al pueblo compartiendo y multiplicando la comida (6, 34-44); que interprete con libertad y con tanta autoridad las leyes y la palabra de Dios (2, 1-9). Por otra parte, la reacción de los dirigentes del pueblo es muy distinta. Ante ese modo de ser de Jesús los doctores de la ley decían: blasfema contra Dios (2, 6-7); anda con pecadores y cobradores de impuestos (2, 16); está poseído por el demonio (3, 22); quebranta la observancia del sábado (2,24); no guarda el precepto del ayuno (2, 8); no tiene autoridad (11, 28). En suma, mientras el pueblo en general admiraba mucho a Jesús, los jefes del pueblo, los sumos sacerdotes y los escribas, buscaban prenderlo y eliminarlo (3,6). Jesús se orientaba con los criterios celestiales (con profundidad humana), mientras sus adversarios con los criterios terrenales (con mezquindad humana). En definitiva, Jesús es el proyecto de Dios hecho carne, que resulta totalmente contracultural respecto a los proyectos fundados en la idolatría del dinero, el poder y la ideología.

Pero la buena y gran noticia no es solo que en Jesús ha aparecido una Humanidad Nueva, sino que a partir de él se puede construir una Nueva Humanidad. Ya los primeros cristianos experimentaron a Jesús como fuente de vida nueva, por eso después de su muerte y resurrección, prosiguieron su causa y lo consideraron el modelo de ser humano a seguir, más todavía, lo confesaron como “Dios con nosotros”, porque en ese modo novedoso y sorprendente de ser humano, solo puede ser y estar Dios.

Boff ha planteado, en uno de sus libros, al menos siete rasgos característicos de la Nueva Humanidad que se desprenden a partir de la Humanidad Nueva de Jesús. Enunciemos: humanidad solidaria, es decir, con capacidad para dejarse afectar por el sufrimiento ajeno, y que, como el buen samaritano, se inclina sobre los despojados para ofrecer su ayuda; humanidad profética, que con lucidez crítica denuncia los mecanismos creadores de opresión y exclusión, y a su vez, anuncia con palabras y obras, el ideal de una sociedad fraterna y justa; humanidad comprometida, con la causa de los excluidos del mundo, buscando una nueva civilización que de centralidad a la persona, especialmente a los empobrecidos; humanidad libre, que procura la libertad de los esquemas y de las falsas ilusiones impuestas por el sistema, a fin de ser libre para crear con los demás, las formas mejores de vida, de trabajo, de ser cristiano; libre para ser más disponible para los otros y estar dispuesto hasta dar la vida en testimonio coherente con los ideales del reino de Dios y su justicia.

Humanidad jovial, para enfrentar las tensiones y dolorosas rupturas que trae consigo la opción por los pobres y su liberación; cargar con jovialidad, esto es, relativizar las contradicciones y no dejarse dominar por el enfado, lo que constituye una señal de madurez y de presencia del espíritu de las Bienaventuranzas; humanidad contemplativa, que a pesar de lo escabroso de la lucha no pierde el sentido de gratuidad, de la fiesta y la convivencia fraterna; humanidad utópica, que trabaja por la pequeña utopía de asegurar el pan de cada día, por la gran utopía de una sociedad incluyente y justa, y por la utopía absoluta de la comunión con Dios en una creación totalmente redimida.

Jesús, pues, es fermento de nueva humanidad. Su vida, su mensaje y su persona son condición de posibilidad para alcanzar una humanidad humanizada. En palabras del teólogo José Antonio Pagola, Jesús puede inspirar caminos más humanos en una sociedad que busca el bienestar ahogando el espíritu y matando la compasión. Él puede despertar el gusto por una vida más humana en personas vacías de interioridad, pobres de amor y necesitadas de esperanza.

En suma, Jesús es ejemplo de humanidad plena, de una vida de pasión por Dios y de compasión para los otros. Esto es lo que se celebra en el misterio de la encarnación: la humanidad nueva de Jesús desde la cual podemos construirnos como familia humana, como nueva humanidad. Este es el motivo por el cual podemos desearnos una ¡Feliz Navidad!

 Carlos Ayala Ramírez
Director de Radio YSUCA

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“Carta a Jesús el día de Navidad”, por Jon Sobrino

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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1289124271_0Querido hermano Jesús:

Te escribo con sencillez, y comienzo llamándote “hermano”. No eres un Dios lejano ni un ángel en las nubes. Creciste, lloraste y reíste, y por eso eres cercano. Te pareces a los que estamos en estas bancas en todo menos en una cosa, que sí es nuestro gran problema: el egoísmo en contra de los demás y la arrogancia sobre los demás.

Eres, pues, como nosotros, pero bien se nota de dónde venías. De tu padre José aprendiste a ser trabajador y honrado, soñador y amante de la justicia. De tu madre María aprendiste el cuidado y la ternura, y a alegrarte en el Dios de los pobres. De tu gran amigo Juan aprendiste austeridad y reciedumbre, y también a ser profeta y decir las verdades que pocos quieren decir.

Aprendiste a ser un hombre de tu pueblo, buen judío y religioso, a leer la Escritura y a rezar. Daba gusto verte ante tu Dios. Muchas veces en silencio, retirado. Otras veces con la gente. “Llamemos a Dios “Padre”, decías, “porque es bueno con los pequeños”, y por eso tú también sentiste predilección por los pobres y débiles, por las mujeres y niños, por los pecadores despreciados y por los extranjeros marginados. Así era Dios para ti, no como el dios de los sacerdotes del templo que exigían sacrificios, bueyes y ovejas, ni como los dioses de los romanos, que daban miedo y asustaban con rayos y truenos – dioses, por cierto, que siguen existiendo hoy, con armas y ejércitos, opresión y represión. En ese Dios confiabas y en ese Dios descansabas.

También impresionaba tu fidelidad cuando las cosas se ponían difíciles, las persecuciones, el huerto, la cruz. A Dios le dejabas ser Dios. Nunca lo manipulaste para tenerlo a tu favor. Le fuiste fiel sin desviarte del camino, siempre servicial, entregado a los débiles, a la causa de Dios, en un mundo que persigue, difama y da muerte a los que se dedican a esa causa. Al final, la cruz y la resurrección.

A nosotros nos anunciaste una buena noticia: que el reino se acerca y que Dios ama y defiende, sobre todo a los pobres y pequeños. Nos pediste que fuéramos como “niños”, pero no “infantiles”. Nos pediste rezar y cantar, pero sobre todo hacer la voluntad del Padre Celestial. Nos dijiste muchas palabras, pero una fue realmente bienaventurada y exigente: “sígueme”.

Los que te conocieron bien, para decir en una palabra quién eres, dijeron que “pasaste haciendo el bien”, que fuiste un hombre cabal, misericordioso con los débiles, y comprensivo, pues tú también pasaste por la debilidad. Y que “no te avergüenzas de llamarnos hermanos”.

* * *

Hermano Jesús, así fuiste, pero no sé si nos interesa que así fueses. Antes sí. Así te predicaba Monseñor Romero entre nosotros, y te hacía presente con su ejemplo y el de muchos otros hombres y mujeres. Pero ahora no estoy tan seguro. Algunos grupos y sectas -y lo difunden algunas emisoras de radio y televisión- te presentan como milagrero y melifluo, de muchas novenas y estampas, con mucho canto y poco compromiso, a nuestra medida y a nuestro servicio. En definitiva, muy del cielo, pero poco de la tierra. Hermano Jesús, tú que nos conoces bien, ¿no es verdad que nos da un poco de miedo que te acerques como realmente eres?

Y sin embargo eso es lo que celebramos esta nochebuena aquí en la Iglesia, y creo que lo hacemos con bastante sinceridad, aunque somos conscientes de nuestras limitaciones y pequeñez. Celebramos que así eres y que así, y no de otra manera, te has acercado a nosotros.

Aunque no sea lo más importante, notarás que hoy en la Iglesia hay ambiente de celebración, más luz, más color y más música. Y sobre todo más amor. Mucha gente ha trabajado estos días. Unos en ensayar cantos, otros en poner el nacimiento y arreglar el altar. Otros, mujeres sobre todo, sencillas y silenciosas, que no buscan reconocimiento ni recompensa, en asear la Iglesia, como lo hacen todos los lunes y sábados del año. Es su particular liturgia, y pienso que es la que más te agrada.

Como siempre han puesto un nacimiento, que, por cierto, refleja bien cómo fuiste de mayor. Y también refleja bien nuestro mundo. Estás rodeado de pastores, gente pobre y sencilla, despreciados y tenidos por gente de mal vivir. Y ya sabes que esos “pastores” son hoy la mayoría de la humanidad. La pobreza -la compañía de los pobres, no la de los bien trajeados- es lo que te caracterizó, y es el menaje más claro de la cueva y el pesebre. También están tres sabios, en camellos, gente que busca la verdad y está dispuesta a caminar de lejos para encontrarla. Son los que no se dejan engañar por este mundo, que se dice democrático, pero que, con algunas cosas buenas, sustancialmente es egoísta, elitista, insensible y prepotente. Esos “sabios” no abundan, pero siempre hay algunos.

En el centro del nacimiento está José, como uno de tantos trabajadores a lo largo de la historia, y está María, la buena vecina -y me alegra que sigue habiendo hasta el día de hoy gente como ellos con esa dedicación a la vida. No son noticia, no ganan óscares, no modelan ni meten goles, ni salen en la televisión. Parafraseando a un famoso filósofo, son los “guardianes de la vida”. Mantienen al mundo en pie.

Y si se mira lejos, también se puede ver a Herodes, que sigue matando niños sin piedad. UNICEF, la organización de Naciones Unidas para la Niñez, acaba de decir que la mitad de los dos mil millones de niños que hay en el mundo viven en pobreza y miseria. Este año ya han muerto de hambre cinco millones de niños. Herodes sigue suelto y muy activo en nuestro mundo. Y para vergüenza de este mundo occidental, que se tiene por demócrata y se diga o no cristiano, los costos de la gestación y nacimiento de un bebé en Estados Unidos son 410 veces más que los de un bebé en Etiopía.

* * *

Hermano Jesús. Estamos contentos esta noche, sí, pero no es fácil. Sólo un ejemplo entre muchos, que me parece importante recordarlo aquí en El Salvador para que no ignoremos a los que hoy sufren más. La mayoría de ellos están en África, y eso es lo que me dicen en una carta que llega de España: “No sé como podrán celebrar navidad en el Congo. Es demasiado fuerte el sufrimiento, los desplazados sin absolutamente nada en las manos”. Y cuántas historias semejantes en Irak, en Palestina, aquí.

Pero algo hay en la esperanza que no muere. En el nacimiento hay una estrella, no milagrosa, sino humana, que irradia luz a todo aquel que quiera caminar en busca de la verdad, la justicia, la paz. Es como la luz que irradió Monseñor Romero sobre el caminar de nuestro pueblo. Y es la luz de la que también se habla en la carta que he citado: “En el Congo dos obispos, Mosengo y Sikuli, sostienen la esperanza de sus pueblos”. Y añade la gran paradoja: “aquí, en España, nuestra esperanza tiene que sobrevivir en medio de este desierto de consumismo”. Pobre primer mundo, con mucho dinero y con poca esperanza.

No es fácil, pero cantamos. Hoy nos encanta escuchar el canto de los ángeles, mejor que el de santa Claus. San Lucas lo dijo espléndidamente: “Gloria a Dios en las alturas. Y en la tierra paz a los hombres y mujeres de buena voluntad”. Con esa música en el corazón saldremos de la Iglesia con más alegría para celebrar una cena familiar, con más compromiso para trabajar por un mundo con más justicia, con más paz y con más fraternidad. Y con más esperanza.

* * *

Voy a terminar. Notarás que te he llamado “hermano”, y algunos quizás se extrañarán -o estarán un poco nerviosos- porque no he hablado del “Niño Dios”. Llamarte “hermano” quizás les suena a poco. No haya pena. Jesús, eres nuestro hermano y eres Hijo muy querido de Dios. Los primeros cristianos dijeron que contigo “ha aparecido la benignidad de Dios”. San Lucas nos dijo que eres Hijo del Altísimo y san Mateo te llamó “Dios con nosotros”. Eres el gran regalo de Dios. No has nacido de voluntad de carne ni de voluntad de sangre, sino que has nacido de Dios.

Cuánto discurrieron los cristianos de los cuatro primeros siglos para dejar esto en claro: que tú estás en Dios y que Dios está en ti, “que eres de la misma naturaleza que el Padre”. En palabras más sencillas y más bellas, que muchas veces he citado, lo ha dicho Leonardo Boff. En un arrebato franciscano, viéndote y contemplando tu vida, escribió: “Así de humano sólo puede ser Dios”.

“Niño Dios”, “Dios con nosotros”, “Hermano Jesús”. Te decimos: “ven, ven, no tardes”. Te pedimos que este mundo no sea injusto, insensible y cruel, sino como el reino de Dios que anunciaste como la gran buena noticia. Y te pedimos que nos parezcamos a ti para iniciarlo entre todas y todos.

* Jon Sobrino. Santa Tecla. El Salvador

Fuente Alainet.org

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“Feliz Navidad, feliz año nuevo”, por Juan Cejudo,miembro de MOCEOP y de Comunidades Cristianas Populares

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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A mis amigos creyentes y no creyentes.
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Para mí celebrar la Navidad es volver a recordar un año más el nacimiento de Jesús de Nazaret.
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Un ser humano excepcional; tan excepcional, que los creyentes vemos en él al mismo Dios hecho hombre.
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Nacido pobre, amigo de trabajadores y gente sencilla que le seguía a todas partes. Rompedor de esquemas religiosos y de normas absurdas. Predicó la Buena Noticia del Reino: la igualdad de todos, la paz y la no violencia, la fraternidad y el compartir como hermanos, la austeridad de vida para sus amigos,…Él supo acercarse a los más marginados de su tiempo para intentar aliviar su dolor y sufrimiento: enfermos, trabajadores, prostitutas, excluidos sociales…
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Supo enfrentarse al poder político y religioso de su época, diciendo siempre la verdad y proclamando la justicia. Por éso lo mataron, aunque venció a la muerte.
Ése Jesús que antes de morir nos dejó sólo un mandato: el amor entre todos los seres humanos. Amor que supone la justicia para que el Mundo sea mucho más igualitario entre todos.
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Hoy después de más de 2.000 años, millones de personas seguimos reuniéndonos en su nombre para intentar, como Él, luchar, en nuestro entorno concreto, por esa justicia, igualdad y fraternidad que Él anunciaba y que le llevó a enfrentarse a los poderosos.
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sin techo1Un mundo donde impera las guerras, desigualdades, injusticias y el poder del dinero, es un Mundo opuesto a los valores que Jesús anunció. Un mundo donde millones de personas pasan hambre, no tienen trabajo, ni vivienda por la ambición de las multinacionales y el poder del dinero, no es el mundo que Él quiso y debemos sus seguidores luchar por cambiarlo.”Otro Mundo es posible, otra Iglesia también”.
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Celebrar este nuevo aniversario de su nacimiento es una nueva ocasión para que todas las personas, creyentes y no creyentes, apostemos por los valores que Él defendió y que provocó que los poderosos lo mataran.
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Con estos sentimientos os deseo una FELIZ NAVIDAD Y UN FELIZ AÑO 2.015
Juan Cejudo.

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“No a unas Navidades compulsivas”, por Jesús Renau

Jueves, 25 de diciembre de 2014
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1293555986_0Jesús Renau. Sumergidos ya en el ambiente navideño constatamos una vez más que no es oro todo lo que reluce, ni es luz lo que pensamos que nos ilumina. Cada año pasa lo mismo, se va apagando la dimensión cristiana de le Navidad y va creciendo la dimensión de unas vacaciones de invierno.

No hay ninguna consigna, ni planificación perversa que intente ir camuflando la alegría que nos aportó Jesús. Pero sí se da una contradicción social: ¿cómo justificar el despilfarro que se nos ofrece como felicidad con la celebración de un nacimiento en pobreza, privación y marginación?

Si se tratara solamente de una narración de un lejano pasado que no afectara a la humanidad, estos cambios no tendrían mayor importancia. Pero resulta que este Jesús, cuyo aniversario intentamos celebrar, está a favor de los pobres, los marginados, los oprimidos y las víctimas de este sistema que, como ha repetido Francisco, mata. Esto es harina de otro costal. Celebramos una opción de Dios por los de abajo, un camino divino un tanto contracultural… y a la sociedad capitalista ni le resulta grato ni lo puede aceptar sin revisar el sistema.

Mejor será hincar el diente en la mejor comida, beber los mejores caldos, regalar y recibir regalos y, quizás, para tranquilizar la conciencia alguna aportación benéfica.

Este proceso desde hace ya un montón de años está bien aprovechado por los grandes y luminosos comercios y, sobre todo, por los todopoderosos mercados que con la entrada del invierno hacen en muchas partes su mejor Agosto.

Partidarios de la alegría y no del desmadre, de los obsequios y no de la compra compulsiva, de las comidas y cenas y no de las bacanales… hay que recordar que en aquella tradición de Belén se muestra una opción por la sencillez, por la naturalidad, por el gozo que muestra a un Dios que está a favor de los pobres y oprimidos y espera que sentemos la cabeza y constatemos de una vez por todas que nuestro sistema económico por radicalmente injusto no puede entrar en el programa cristiano. Urge un cambio de mentalidad, una nueva opción, un compromiso colectivo, una fraternidad solidaria y un proyecto para todos…. Y no más y más de lo mismo y siempre lo mismo.

Imagen extraída de: El Mundo

Fuente Cristianismo y Justicia

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En la primavera de Francisco, Pasolini va al paraíso

Jueves, 24 de julio de 2014
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elevangeliosegnsanmateoEl Vaticano rehabilita la película prohibida sobre Jesús del cineasta italiano

Dedicada por Pasolini “al recuerdo querido, alegre y familiar de Juan XXIII”

Hoy la Santa Sede la califica como “obra de arte” y “la mejor jamás filmada” sobre Cristo

Hace 50 años, aunque premiada y exitosa, El Evangelio según San Mateo’ de Pier Paolo Pasolini fue objeto de escándalo y censura. Hoy la Santa Sede la califica como “obra de arte” y “la mejor jamás filmada” sobre Cristo. Su director era un ateo fascinado por el relato evangélico.

El presitigioso cineasta Pier Paolo Pasolini -asesinado en noviembre de 1975 en circunstancias nunca del todo esclarecidas- leyó el Evangelio según San Mateo, casi por casualidad, en el año 1962 y quedó impactado. Ateo y marxista, siempre sintió atracción por la religión: “Soy anticlerical (¡no tengo miedo de decirlo!), pero sé que hay en mí dos mil años de cristianismo -decía-. Sería loco si negase tal poderosa fuerza que hay en mí…”.

Y sobre el Evangelio, aseguraba: Ninguna otra palabra podrá alcanzar la altura poética del relato” bíblico.

pier_paolo_pasolini_1Decidió entonces hacer una película, con ese mismo título bíblico (El Evangelio según San Mateo), para la que no le hacía falta un guión: bastaba con la traducción del texto a imágenes. Al estilo del neorrealismo de moda entonces, tampoco apeló a actores profesionales: el papel de Jesús lo hizo un joven militante anarquista catalán, Enrique Irazoqui, mientras que María -en su vejez- fue interpretada por la madre del propio Pasolini. Y así se conformó el reparto: amigos y parientes de amigos interpretaron a discípulos y demás figuras del relato; ningún actor profesional en esta coproducción franco italiana filmada en Sicilia, con estilo sencillo, despojado, casi minimalista.

El film, como se dijo, no se aparta en lo más mínimo del texto bíblico.

la-virgen-de-pasoliniSin embargo, en el momento de su estreno, en 1964, en el Festival de Venecia, recibió críticas de sectores católicos conservadores, precisamente por lo demasiado “realista”, poco “sacra”, y fue censurada.

En cierta forma, era también prejuicio hacia su realizador, quien un año antes había sido condenado a 4 meses de prisión -condena más tarde revocada- por “ultraje a la religión de Estado”, por otro de sus films -Ricotta- considerado blasfemo.

Pero El Evangelio según San Mateo, dedicada por Pasolini “al recuerdo querido, alegre y familiar de Juan XXIII”, fue bien recibida por el público y obtuvo el premio especial del jurado en Venecia.

jesus-pasolini-720_560x280Los tiempos cambian, y ahora la película de Pasolini ha recibido el “perdón” oficial de la Iglesia. L’Osservatore Romano, órgano oficial de la Santa Sede, lo define como “la mejor obra cinematrográfica sobre Jesús”.

La película de Pasolini se encontraba en el archivo de la Filmoteca Vaticana desde hace varios años. En una revisión del material, el film mostró signos de pérdida de luminosidad e intensidad de las imágenes, por lo que se tomó la decisión de digitalizarlo.

Reconociendo su valor, el diario católico afirma que “la humanidad febril y primitiva que el cineasta lleva a la pantalla confiere un nuevo vigor al verbo cristiano que aparece en este contexto aún más actual, concreto y revolucionario”.

crucificado-de-pasolini“El Evangelio según San Mateo es una obra de arte, probablemente el mejor film jamás realizado sobre Jesús”, se lee en el artículo del Osservatore, que anuncia que la película, rodada en 16 milímetros, ha sido digitalizada por la filmoteca del Vaticano.

De este modo, Pasolini pasa de intelectual herético a artista “canonizado“. Giovanni Maria Vian, director del Osservatore Romano, dijo al diario italiano La Stampa que este reconocimiento a Pasolini es “un signo de la Iglesia de la misericordia de Francisco”.

Y en verdad es un merecido homenaje a la fidelidad del director italiano al texto bíblico: la suya fue la primera versión no hollywoodense, edulcorada, de la vida de Cristo, algo que se verifica tanto en la selección de los actores, como en la sencillez de los parlamentos y la simplicidad de la trama, reflejo exacto del estilo del evangelista. El de Pasolini es un Jesús humano, pero esa humanidad está en el relato de Marcos: un Cristo que le teme a la muerte y al sufrimiento que le espera, que le pide a su Padre que se lo evite –“aparta de mí ese cáliz”-; pero nada de eso es blasfemia, sino fidelidad al Evangelio.

Aunque ateo, Pasolini reivindicaba a Jesús como una figura mítico-popular, un “resistente”, un revulsivo para el estilo de vida moderno. “Nada me parece tan opuesto al mundo moderno como aquel Cristo afable en su corazón, pero ‘violento’ en su razón”.

“Yo no creo que Cristo sea hijo de Dios -decía Pasolini-, porque no soy creyente. Pero creo que Cristo es divino: es decir, creo que en él la humanidad es elevada, rigurosa, ideal”.

Fuente Religión Digital

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José María Arbizu: “A todos los que tenemos pasión por Jesús se nos pega una fe profunda en el ser humano”.

Domingo, 20 de julio de 2014
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Leemos en Religión Digital:

Autor de “Aproximación de Jesús de Nazaret”, cree que fue “un obrero del universo”

“No es fácil ser cristiano, porque el que vaya a ser discípulo de Jesús tiene que comprometerse a ser auténtico”

“Muchas veces los creyentes, cristianos y católicos, situamos las grandes verdades en unos espacios muy reducidos, y es por eso que somos enormemente dogmáticos”

(Jesús Bastante).- José María Arbizu viene a presentarnos su libro Aproximación de Jesús de Nazaret”, en el que presenta a Jesús como “el gran sacerdote, el gran trabajador y elaborador de lo mejor de la humanidad”.

Al contrario de lo que nos han hecho pensar,Jesús de Nazaret ni es cura ni es fraile, sino un paisano sagrado, un hijo del hombre, dice el autor, que explica que llama a Jesús de Nazaret “obrero del universo” porque “entra en la humanidad en plan de faena”.

José María opina que el Papa Francisco “es un hombre sagrado, un sacerdote que está recogiendo y expresando lo más sagrado que tiene la humanidad: la inocencia, el amor, la misericordia…”. Por otro lado, Arbizu hace una crítica al reduccionismo de la fe: “Muchas veces los creyentes, cristianos y católicos, situamos las grandes verdades en unos espacios muy reducidos, y es por eso que somos enormemente dogmáticos”, afirma.

“No es fácil ser cristiano, porque el que vaya a ser discípulo de Jesús tiene que comprometerse a ser auténtico”, dice para finalizar. Pero al mismo tiempo asegura que “a todos los que tenemos pasión por Jesús se nos pega una fe profunda en el ser humano“.

Estamos acostumbrarnos a aproximarnos a Jesús de Nazaret. ¿Pero qué significa una aproximación de Jesús?

Lo que he pretendido no es nada más que decir lo que yo considero que es la verdad del relato evangélico y de la acción de Jesús de Nazaret en nuestra historia. Entonces, he hecho una lectura desde dentro (la llevo haciendo ya 50 años), y lo que he visto a partir de mis reflexiones desde esta perspectiva es que el que se presenta es Él. Que su encarnación y su humanización coinciden con el propio ser de las cosas, con la historia de la humanidad y con la búsqueda del problema tan hondo de la presencia y acción de la forma de vida del ser divino en el universo total.

¿Cómo sientes que es Jesús?

Él es la humanidad vista y vivida en toda su claridad y en todo su realismo. No realiza una encarnación en una sublimación, ni en una evasión, ni en un arquetipo religioso o teológico; sino que Él comienza su presentación frente a la humanidad que necesita justicia, amor, y darle un sentido puro a este existir humano que es tan complejo. Y esto lo hace de una manera muy gráfica, diciéndoles a los discípulos: “Se os dijo…. Yo os digo”. En referencia a la ley de los escribas y los fariseos. Por eso cuando Jesús dice “Yo os digo” inicia un nuevo periodo, un nuevo sentido de las cosas desde una lectura honda de toda la ley, los salmos y los profetas; y de lo que Él, hijo de Dios e hijo del hombre va a proyectar como la humanidad limpia y pura. Porque toda su tarea no va a ser hacer una ficción humana, no va a evadirse de lo humano, sino que va a hacer un recorrido hondamente humano, en el cual estará este proceso maravilloso de la encarnación del Verbo (el Verbo que se encarna en la historia humana) y que lleva a la encarnación en el Espíritu. Es decir, va a llevar toda la historia humana a la propia historia del Espíritu divino, de la resurrección.

¿Hasta dónde llega la humanidad de Jesús, qué le pone freno?

Él se entrega totalmente a la realidad. No hay realidad en la que no se sitúe y no la viva. Y no la percibe como una realidad compleja, en la que tengamos que estar inclinados y doblegados por la situación histórica, sino que la humanidad que Él busca y que encuentra es la unidad perfecta.
Perfecta quiere decir que al que está enfermo lo sitúa en la salud; a los que tienen ansiedad existencial (como los “endomoniados o posesos” de los Evangelios) los sitúa también en la salud más hermosa… En definitiva, sitúa toda la realidad en una humanidad limpia.

Cuando el ser humano es genial y distinguido como es el caso de Jesús, se le adhiere o le persigue la maldad humana, que es profunda y muchas veces diabólica. Pero Él no rehuye ese encuentro. Toda su historia, desde los comienzos de la vida pública hasta la muerte en la cruz, está profundamente inmersa y recocida la maldad humana. Pero Jesús a ese odio le da siempre la maravillosa perspectiva del perdón de Dios.

¿Cómo se conjuga esa rotunda humanidad de Jesús con el hecho maravilloso y extraño de la resurrección?

En el estudio que hago hay tres puntos, el primero de ellos es el viviente. El segundo es el humano, y el tercero el divino. El viviente significa que la encarnación que hace Jesús en la historia de la humanidad es una encarnación en su primera forma, es decir, bio-psíquica. Es decir, el fenómeno tan sorprendente que encontramos en la existencia de un ser vivo al que se le complican y se le entretejen tantas situaciones hondas y profundamente vivenciales. Entonces, Él hace esta primera encarnación desde una especie de espíritu generoso total.
A la segunda, que es el humano, la llamo también el obrero de la existencia. Es cuando Jesús realiza su encarnación en el hondo misterio (más hondo y más trascendente que el simplemente viviente) en el que el ser humano tiene una serie de interrogantes mediante los que se plantea el problema de la relación humana, el problema de la verdad, de la justicia, del amor y del odio…

Dicho de otra manera, Jesús de Nazaret ni es cura ni es fraile, sino un paisano sagrado, un hijo del hombre. Él entra en la humanidad en plan de faena, por eso le llamo obrero. Y si nos fijamos, toda acción de la vida pública de Jesús, incluidas su pasión, muerte y resurrección, las realiza Jesús de una forma directa. El mejor símbolo sería el lavatorio de los pies. Leer más…

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“El cristianismo de María Magdalena” por Juan José Tamayo, teólogo.

Jueves, 8 de mayo de 2014
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mary-magdalene-6e5a131d0dc85e1439fe556313b910251421f22f-s6-c30Leído en la página web de Redes Cristianas

En su obra La Ciudad de las Damas, de principios del siglo XV, la escritora francesa Christine de Pisan constataba la disparidad entre la imagen negativa de los varones sobre las mujeres y el conocimiento que tenía de sí misma y de otras mujeres. Los varones afirmaban que el comportamiento femenino estaba colmado de todo vicio; juicio que en opinión de Christine demostraba bajeza de espíritu y falta de honradez. Ella, por el contrario, tras hablar con muchas mujeres de su tiempo que le relataron sus pensamientos más íntimos y estudiar la vida de prestigiosas mujeres del pasado, les reconoce el don de la palabra y una inteligencia especial para el estudio del derecho, la filosofía y el gobierno.

La situación de entonces se repite hoy en la mayoría de las religiones, que se configuran patriarcalmente y nunca se han llevado bien con las mujeres. Estas no suelen ser consideradas sujetos religiosos ni morales, por eso se las pone bajo la guía de un varón que las lleve por la senda de la virtud. Se les niega el derecho a la libertad dando por supuesto que hacen mal uso de ella. Se les veta a la hora de asumir responsabilidades directivas por entender que son irresponsables por naturaleza. Son excluidas del espacio sagrado por impuras. Se las silencia por creer que son lenguaraces y dicen inconveniencias. Son objeto de todo tipo de violencia: moral, religiosa, simbólica, cultural, física, etc.

Sin embargo, las religiones difícilmente hubieran podido nacer y pervivir sin ellas. Sin las mujeres es posible que no hubiera surgido el cristianismo y quizá no se hubiera expandido como lo hizo. Ellas acompañaron a su fundador Jesús de Nazaret desde el comienzo en Galilea hasta el final en el Gólgota. Recorrieron con él ciudades y aldeas anunciando el Evangelio (=Buena Noticia), le ayudaron con sus bienes y formaron parte de su movimiento.

La teóloga feminista Elisabeth Schüssler Fiorenza ha demostrado en su libro En memoria de ella que las primeras seguidoras de Jesús eran mujeres galileas liberadas de toda dependencia patriarcal, con autonomía económica, que se identificaban como mujeres en solidaridad con otras mujeres y se reunían para celebrar comidas en común, vivir experiencias de curaciones y reflexionar en grupo.

El movimiento de Jesús era un colectivo igualitario de seguidores y seguidoras, sin discriminaciones por razones de género. No identificaba a las mujeres con la maternidad. Se oponía a las leyes judías que las discriminaban, como el libelo de repudio y la lapidación, y cuestionaba el modelo de familia patriarcal. En él se compaginaban armónicamente la opción por los pobres y la emancipación de las estructuras patriarcales. Las mujeres eran amigas de Jesús, personas de confianza y discípulas que estuvieron con él hasta el trance más dramático de la crucifixión, cuando los seguidores varones lo abandonaron.

En el movimiento de Jesús las mujeres recuperaron la dignidad, la ciudadanía, la autoridad moral y la libertad que les negaban tanto el Imperio Romano como la religión judía. Eran reconocidas como sujetos religiosos y morales sin necesidad de la mediación o dependencia patriarcal. Un ejemplo es María Magdalena, figura para el mito, la leyenda y la historia, e icono en la lucha por la emancipación de las mujeres.

A ella apelan tanto los movimientos feministas laicos como las teologías desde la perspectiva de género, que la consideran un eslabón fundamental en la construcción de una sociedad igualitaria y respetuosa de la diferencia. María Magdalena responde, creo, al perfil que Virginia Woolf traza de Ethel Smyth: “Pertenece a la raza de las pioneras, de las que van abriendo camino. Ha ido por delante, y talado árboles, y barrenado rocas, y construido puentes, y así ha ido abriendo camino para las que van llegando tras ella”.

Las mujeres fueron las primeras personas que vivieron la experiencia de la resurrección, mientras que los discípulos varones se mostraron incrédulos al principio. Es esta experiencia la que dio origen a la Iglesia cristiana. Razón de más para afirmar que sin ellas no existiría el cristianismo. No pocas de las dirigentes de las comunidades fundadas por Pablo de Tarso eran mujeres, conforme al principio que él mismo estableció en la Carta a los Gálatas: “ya no hay más judío ni griego, esclavo ni libre, varón o hembra”.

Sin embargo, pronto cambiaron las cosas. Pedro, los apóstoles y sus sucesores, el papa y los obispos, se apropiaron de las llaves del reino, se hicieron con el bastón de mando, que nada tenía que ver con el cayado del pastor para apacentar las ovejas, mientras que a las mujeres les impusieron el velo, el silencio y la clausura monacal o doméstica. Eso sucedió cuando las iglesias dejaron de ser comunidades domésticas y se convirtieron en instituciones políticas e Iglesia.

¿Cuándo se reparará tamaña injusticia para con las mujeres en el cristianismo? Habría que volver a los orígenes, más en sintonía con los movimientos de emancipación que con las Iglesias cristianas de hoy. Es necesario cuestionar la primacía –el primado- de Pedro, que implica la concentración del poder en una sola persona e impide el acceso de las mujeres a las responsabilidades directivas compartidas.

Hay que recuperar el discipulado de María Magdalena, “Apóstol de los Apóstoles, como la llama Elisabeth Schüssler en un artículo del mismo título pionero en las investigaciones feministas sobre el Testamento cristiano, en referencia al reconocimiento que se le daba en la Antigüedad cristiana. Es necesario revivir, refundar el cristianismo de María Magdalena, inclusivo de hombres y de mujeres, en continuidad con los profetas y las profetisas de Israel y con el profeta Jesús de Nazaret, pero no con la sucesión apostólica, de marcado acento jerárquico-patriarcal.

Un cristianismo olvidado entre las ruinas valladas de la ciudad de Magdala, lugar de nacimiento de María Magdalena, que visité hace tres años, a siete kilómetros de Cafarnaún, donde tuvo su residencia Jesús de Nazaret durante el tiempo que duró su actividad pública. En las excavaciones que se llevan a cabo en Magdala se descubrió en 2009 una importante sinagoga Ahí se encuentra la memoria subversiva del cristianismo originario liderado por Jesús y María Magdalena, que fue derrotado por el cristianismo oficial.

Pero de aquel cristianismo sepultado bajo esas ruinas emerge un cristianismo liberador vigoroso, desafiante, y empoderado a través de los movimientos igualitarios que surgen en los márgenes de las grandes iglesias cristianas, como surgió en los márgenes el primer movimiento de Jesús, de María Magdalena y de otras mujeres que le acompañaron durante los pocos meses que duró su actividad pública..

Es necesario heredar la autoridad moral y espiritual de María de Magdala como amiga, discípula, sucesora de Jesús y pionera de la igualdad. En definitiva, Jesús Nazaret, María Magdalena, Cristina de Pisan, Virginia Woolf, los movimientos feministas, las comunidades de base y la teología feminista de las religiones caminan en dirección similar. Por ahí han de ir las nuevas alianzas, creadas desde abajo y no desde el poder, en la lucha contra la violencia de género y la exclusión social de las mujeres.

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Juan José Tamayo es miembro del Comité Científico del Instituto Universitario de Estudios de Género de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona, 2013) y de Invitación a la utopía. Ensayo histórico para tiempos de crisis (Trotta, Madrid, 2012), que tiene un capítulo dedicado a la utopía feminista.

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“Creo en la vida”, por José Arregi.

Domingo, 4 de mayo de 2014
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2125973325_d3edb4de46Leído en su blog:

¿Y qué otra cosa es la fe pascual sino eso: creer en la Vida? Cuando digo creer, no digo profesar creencias. Digo vivir: digo confiar en sí mismo y en el otro a pesar de todo, digo rebelarse contra todos los poderes que asfixian, digo ponerse del lado del herido, digo ser humilde levadura que transforma y levanta la historia, digo respirar en paz cada noche y seguir caminando cada día a pesar del fracaso, de la cruz o de la muerte. Creer en la Pascua es una forma de vivir.

“Pascua” (pesah, “paso”) llamaron los judíos a la liberación de la esclavitud bajo el faraón, a la travesía del desierto hacia la plena libertad, a la esperanza de la Tierra que mana leche y miel para todos. Pero miles de años antes que fiesta religiosa judía, la Pascua fue, sin ese nombre, la fiesta de la primavera de pastores y agricultores: fiesta de los corderos y de los campos de trigo. Fiesta de la vida y del pan.

Creo que Jesús de Nazaret –aunque no fue el único, ni era perfecto– vivió y anunció la gracia y la libertad, fue profeta de la Vida. Y por eso le condenaron los poderes establecidos: por haberse hecho solidario de todos los condenados. Le mataron, pero su vida no murió. Pues en nuestra vida fluye la plenitud de la Vida, y nuestra vida fluye hacia su plenitud, en paso o pascua permanente.

Creo que Jesús resucitó, pues la vida buena, la bondad que habita en el corazón de todo viviente es inmortal, como la belleza, en el Corazón que palpita en todo. La vida revive, cuanto es se transforma: la mariposa en huevo, el huevo en oruga, la oruga en crisálida, la crisálida en mariposa, la mariposa en huevo, en vuelo, en tierra, y la tierra en flor, la flor en abeja, la abeja en cera, la cera en llama, la llama en luz, la luz en sombra, la sombra en luz, aire, aliento, energía o espíritu… que aletea sobre las aguas de la vida, que vibra en el corazón de todos los seres, formas del Ser, del Aliento, del Alma, de la Comunión o del Todo inmortal. Pero ¿qué pasa cuando “morimos”, cuando se desintegra el soporte “material” que sostiene nuestra conciencia, emociones y memoria? No sé qué decir, pero creo que no es el fin de nuestra vida, sino su pascua o paso a la Plenitud que somos, a la anchura de la Vida, del Corazón o de la Memoria Infinita que también llamamos “Dios.

Creo que Jesús resucitó no “después” de su muerte, sino en toda su vida, incluida su muerte. La vida buena de Jesús resucitaba en la plenitud eterna de “Dios” cuando curaba enfermos devolviéndoles la confianza vital, cuando compartía la mesa con los excluidos por la religión, cuando proclamaba dichosos a los pobres campesinos y pescadores de Galilea –dichosos porque iban a dejar de ser miserables–, cuando contaba parábolas que llamaban a la misericordia y provocaban sorpresa, cuando subvertía las jerarquías y consagraba la fraternidad. Jesús resucitó en su vida, y cuando por su vida le condenaron a morir en la cruz, entonces acabó de resucitar.

Creo que sus discípulos –sobre todo sus discípulas– volvieron a creer en él y a seguirle por la misma razón por la que habían creído en él y le habían seguido en vida: porque vieron en él al profeta de la vida liberada. Se les fueron abriendo los ojos de nuevo y al profeta de la vida le confesaron mártir viviente. Creo que para creer en el Viviente no hacen falta sepulcros vacíos, ni ángeles ni apariciones milagrosas pues todo está animado por el Ángel de la Vida, todo es milagro, todos los sepulcros están vacíos de ausencia, llenos de presencia buena, de la Gracia de ser que Jesús vivió. Solo es necesario que se abran el corazón y los ojos para palpar la Vida en todas las manos y pies heridos, en todo lo que es y palpita: el caminante anónimo, el inmigrante expulsado, la mujer maltratada, el anciano o el niño desgraciado, el parado de larga duración. Y en la humilde piedra del camino, o en el petirrojo que sigue cantando junto al Narrondo después de anochecer, y vuelve a cantar antes del amanecer.

Creo que la Presencia de la Compasión nos sale al paso en cada paso, nos llama por nuestro nombre y nos dice al corazón: “Amiga, amigo, no temas. Confía y vive”.

José Arregi

Para orar

POR QUÉ CANTAMOS

Si cada hora viene con su muerte,
si el tiempo es una cueva de ladrones,
los aires ya no son los buenos aires,
la vida es nada más que un blanco móvil…
usted preguntará por qué cantamos.
Si nuestros bravos se quedan sin abrazo,
la patria se nos muere de tristeza,
y el corazón del hombre se hace añicos,
antes aún que explote la vergüenza…
usted preguntará por qué cantamos.
Si estamos lejos como un horizonte,
si allá quedaron árboles y cielo,
si cada noche es siempre alguna ausencia,
y cada despertar un desencuentro…
usted preguntará por qué cantamos.
Cantamos porque el río está sonando,
y cuando suena el río, suena el río.
Cantamos porque el cruel no tiene nombre,
y en cambio tiene nombre su destino.
Cantamos porque el niño, y porque todo,
y porque algún futuro, y porque el pueblo.
Cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos, quieren que cantemos.
Cantamos porque el grito no es bastante,
y no es bastante el llanto ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el sol nos reconoce,
y porque el campo huele a primavera,
y porque en este tallo, en aquel fruto,
cada pregunta tiene su respuesta.
Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la vida,
y porque no podemos ni queremos,
dejar que la canción se haga ceniza.

(Mario Benedetti)

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Comunicado del 1º de Mayo HOAC

Jueves, 1 de mayo de 2014
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Comunicado1mayo2014Ante un nuevo 1º de mayo, día internacional de los trabajadores  y las trabajadoras, fiesta del movimiento obrero mundial, la HOAC y la JOC, movimientos de Acción Católica especializada en el mundo obrero, queremos ofrecer nuestra reflexión.

Recordamos en este día a tantos trabajadores y trabajadoras que sufrieron y continúan sufriendo a lo largo de la historia condiciones precarias e inseguras de trabajo, lo que les ha llevado a perder la salud e incluso la vida. Trabajadores explotados por la usura de los empresarios, o de grupos multinacionales o financieros, que especulan y no dudan, en poner como centro de la actividad económica el beneficio y el dinero.

Así la persona y sus familias, son mercancía que se compra a cambio de un salario cada día menor. También recordamos a quienes, siendo un ejemplo de resistencia y lucha, han permitido que el colectivo obrero y la sociedad en general, avanzáramos hacia un mundo de justicia, igualdad, paz y desarrollo y nos implicáramos en la construcción de un mundo más fraterno.

Denunciamos que el Mundo obrero está sufriendo las consecuencias de una desigualdad cada vez mayor, entre países y dentro de cada país. El trabajo convertido en un factor más de la producción y al servicio del capital, está dejando de ser un elemento esencial para que las personas y las familias puedan vivir con dignidad. Un escenario nefasto para el desarrollo de la vida de tantas personas ¿Por qué no podemos vivir sin trabajo, y si trabajamos perdemos la vida? puede parecer exagerado… ¡pero no! Actualmente en España nos encontramos  con una escalofriante tasa de desempleo del 26% (5.896.300 de personas) [1],  del 56% si hablamos de jóvenes. Quienes encuentran trabajo, casi en su totalidad, obtienen empleos precarios e inestables [2] que también nos van quitando la vida, a veces incluso con salarios que no permiten salir de la pobreza.

Hay un ataque planificado y dirigido a redistribuir la riqueza desde la mayoría humilde obrera y trabajadora  hacia un grupo dominante minoritario, aplicando la despiadada ideología neoliberal en un mundo con fronteras para las personas, pero no para el dinero.

1º-de-mayo3El reciente Informe Foessa “Precariedad y cohesión social”, presentado por Cáritas y cínicamente cuestionado por el gobierno, constata el empeoramiento de la situación laboral y social que se extiende a amplios sectores de la población.

En España la fractura social entre los más pobres y los más ricos se ha ensanchado un 45%. Cinco millones de personas se encuentran afectadas por situaciones de exclusión severa, un 82,6% más que en 2007, en su mayoría familias trabajadoras. Las diferencias son mucho más claras según la edad: los jóvenes menores de 29 años representan el 44% de las personas excluidas, y la exclusión social en la infancia se está convirtiendo en un problema de primer orden.

Es evidente el empobrecimiento acelerado del mundo obrero, que día a día encuentra más dificultades en el acceso a sus necesidades y derechos más básicos (alimentación, salud, vivienda, educación…) Esto contrasta con el creciente enriquecimiento de las élites económicas y financieras.

Ante la situación de insolidaridad estructural que se vive en todo el mundo respecto a los trabajadores, y más si cabe respecto a jóvenes que quieren y no pueden trabajar, observamos que las condiciones de vida que ofrece nuestra sociedad no son decentes porque humillan a grandes cantidades de personas abocándolas al desempleo o a trabajos precarios permanentes y mal remunerados que no garantizan una vida digna; a la pobreza que impide un mínimo proyecto de vida personal y familiar sostenible y duradero.

¿Tiene sentido seguir hablando de trabajo digno? ¿Cómo mirar desde una perspectiva cristiana la realidad del trabajo? ¿Puede ser hoy Buena Noticia nuestra manera de comprender el trabajo a la luz del Evangelio y de la Doctrina Social de la Iglesia (DSI)?

Ofrecemosla reflexión de la DSI, que establece el trabajo como la clave de la cuestión social. El Papa Francisco se ha referido repetidamente a la importancia del trabajo para tener una vida digna: “Donde no hay trabajo, falta la dignidad. Y esto (…) es consecuencia de una elección mundial, de un sistema económico que lleva a esta tragedia; un sistema económico que tiene en el centro un ídolo, que se llama dinero.” [3]

1º-mayo-hoac

La persona  debe ser y estar en el centro de la actividad económica, de la política, de las relaciones laborales, del trabajo. La forma en que se está organizando el trabajo y la sociedad nos deshumaniza, nos impide el desarrollo personal, familiar, social y nos condena, a vivir para trabajar, dispuestos a aceptar cualquier condición laboral. Se supedita al ser humano y a la familia a esta lógica.

Reconocemosque a pesar de esta situación, amigos, vecinos y familiares, voluntarios anónimos, movimientos y entidades sociales, organizaciones obreras, colectivos de Iglesia como Cáritas o Manos Unidas y otros muchos están ofreciendo experiencias de apoyo mutuo, de resistencia pacífica, de alegría en el compartir lo que no sobra. Experiencias que rechazan el individualismo, que mantienen viva la esperanza en que el tiempo dará la razón a los que ahora son olvidados por las estructuras.

Proponemos la Buena Noticia de Jesús de Nazaret, que sigue teniendo una extraordinaria fuerza profética y revolucionaria, pues la escala de valores que nos propone subvierte de raíz el orden establecido. El Evangelio anuncia que la vida humana no tiene otro sentido que dar vida, gastarse en la tarea de hacer posible que otros tengan vida. Por eso hoy debemos “convertir en actores a los que sólo son espectadores”, como decía Guillermo Rovirosa, promotor de la HOAC, o recordar nuevamente que “un joven trabajador vale más que todo el oro del mundo” como afirmaba Cardjin, fundador de la JOC.

Nos sentimos llamados y llamadas a repensar la economía y la política desde el carácter humanizador que tiene el trabajo, y sabiendo que el empleo fijo y para toda la vida probablemente ya no volverá, mientras perdure este sistema capitalista. Hemos de trabajar por garantizar una renta básica para que todas las personas tengan los mínimos para vivir con dignidad, sin renunciar a la defensa de un trabajo digno. Debemos poner nuestra mirada en los que no pueden esperar, no podemos conformarnos con que nuestro modelo de vida se caracterice por la precariedad vital que la crisis ha generado.

Reivindicamos seguir luchando por la defensa y extensión de los derechos sociales y por la necesaria renovación y fortalecimiento del movimiento sindical. Es hora de seguir construyendo pequeñas alternativas en lo económico y en lo relacional, basadas en el incremento del compartir, a veces incluso lo que no sobra, a contracorriente y en contraposición de la cultura falsa e inhumana del “tener más para vivir mejor”. Pequeñas, pero imprescindibles experiencias para imaginar e ir viviendo desde ya un futuro mejor posible frente al “único” pretendido por los que nos han traído hasta la situación actual. Es imprescindible que los cristianos y cristianas trabajemos activamente, junto a nuestros hermanos de trabajo, en la radical “defensa del pueblo deshumanizado, empobrecido y crucificado” en palabras de Ignacio Ellacuría.

Animamos a seguir construyendo esa nueva sociedad, de relaciones humanas, sociales, laborales, que sean  camino de humanización, de fraternidad y vida de comunión.

Anunciamos que las tristezas y las angustias de los trabajadores y trabajadoras, sobre todo de quienes más sufren, son también las  tristezas y angustias de quienes seguimos al Cristo obrero, al carpintero de Nazaret, que proclamó el Reino de Dios y su justicia. Continuamos celebrando la lucha obrera y mientras, tenemos el reto de seguir mostrando el amor al mundo obrero  y la fuerza solidaria  que tiene Jesucristo.

1 de mayo de 2014

[1] Datos de la EPA (1Trim. 2014)

[2] El 92,3% de los contratos registrados durante 2013 fueron de carácter temporal según el informe Foessa “Precariedad y cohesión social”.

[3] Discurso del Papa en su encuentro con el mundo del trabajo en Cagliari, 22-9-2013
Para abrir directamente, pinche aquí

Fuente HOAC

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El Resucitado es el Crucificado. Lectura de la resurrección de Jesús desde los crucificados del mundo”, por Jon Sobrino, teólogo

Domingo, 20 de abril de 2014
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8461470921_30a1ef6ec4_zLeído en Koinonía:

Este número monográfico está dedicado a la resurrección de Jesús como acontecimiento y verdad fundamental para la fe cristiana. Queremos en este breve artículo recordar otra verdad no menos fundamental para la fe: que el resucitado no es otro que Jesús de Nazaret crucificado. No nos mueve a ello ningún a priori dolorista, como si no pudiera haber en la fe un momento de gozo y esperanza, ni tampoco ningún a priori dialéctico que fuese necesario conceptualmente para la reflexión teológica. Nos mueve más bien una doble honradez, con los relatos del Nuevo Testamento por una parte y con la realidad de millones de hombres y mujeres por otra.

Con lo primero queremos decir que es preciso recordar que el resucitado es el crucificado, por la sencilla razón de que es verdad y de que así -y no de otra manera- se presenta la resurrección de Jesús en el NT. Esta verdad no es además sólo una verdad fáctica de la cual hubiera que tener noticia, como un dato más del misterio pascual, sino una verdad fundamental, en el sentido de que fundamenta la realidad de la resurrección y, de ahí, cualquier interpretación teológica de ella.

Con lo segundo queremos decir que en la humanidad actual -y ciertamente donde escribe el autor- existen muchos hombres y mujeres, pueblos enteros, que están crucificados. Esta situación mayoritaria de la humanidad hace del recuerdo del crucificado algo connatural y exige ese recuerdo para que la resurrección de Jesús sea buena noticia concreta y cristiana, y no abstracta e idealista. Por otra parte, son estos crucificados de la historia los que ofrecen la óptica privilegiada para captar cristianamente la resurrección de Jesús y hacer una presentación cristiana de ella. Esto es lo que pretendemos hacer a continuación: concretizar cristianamente algunos aspectos de la resurrección de Jesús desde su realidad de crucificado, lo cual, a su vez, se descubre mejor desde los crucificados de la historia.

1. El triunfo de la justicia de Dios

Muy pronto, a través de un proceso creyente, se universalizó lo ocurrido en la resurrección de Jesús. Cruz y resurrección empezaron a funcionar como símbolos universales, de la muerte, como destino de todo ser humano y su anhelo de inmortalidad, como esperanza de todo ser humano. El poder resucitante de Dios se presentó como garantía de esa esperanza más allá y contra la muerte.

Todo ello es correcto, pero conviene no precipitarse en este proceso de universalización, sino ahondar antes en la historicidad concreta del destino de Jesús.

En la primera predicación cristiana, aunque de forma ya estereotipada, la resurrección de Jesús fue presentada de la siguiente manera: “Ustedes, por mano de los paganos, lo mataron en una cruz. Pero Dios lo resucitó, rompiendo las ataduras de la muerte” (Hech 2,24; cfr. el mismo esquema en Hech 3, 13-15; 4,10; 5,30; 10,39; 13,28ss). En este anuncio se da fundamental importancia al hecho de que alguien ha sido resucitado, pero no menor importancia se da a la identificación de quién ha sido resucitado por Dios.

Este hombre no es otro que Jesús de Nazaret, el hombre que, según los evangelios, predicó la venida del reino de Dios a los pobres, denunció y desenmascaró a los poderosos, fue por ellos perseguido, condenado a muerte y ejecutado, y mantuvo en todo ello una radical fidelidad a la voluntad de Dios y una radical confianza en el Dios a quien obedecía. En los primeros discursos se le identifica como “el santo”, “el justo”, “el autor de la vida” (Hech 3,14s). Y muy pronto también se interpreta su destino de muerte como la suerte que corrieron los profetas (1 Tes 2,15).

La importancia de esta identificación no consiste sólo, obviamente, en saber el nombre concreto de quien ha sido objeto de la acción de Dios, sino en que a través de esa identificación, de la narración e interpretación de la vida del crucificado, se entiende de qué se trata en la resurrección de Jesús. Quien así ha vivido y quien por ello fue crucificado, ha sido resucitado por Dios. La resurrección de Jesús no es entonces sólo símbolo de la omnipotencia de Dios, como si Dios hubiese decidido arbitrariamente y sin conexión con la vida y destino de Jesús mostrar su omnipotencia. La resurrección de Jesús es presentada más bien como la Respuesta de Dios a la acción injusta y criminal de los seres humanos. Por ello, por ser respuesta, la acción de Dios se comprende manteniendo la acción de los seres humanos que origina esa respuesta: asesinar al justo. Planteada de esta forma, la resurrección de Jesús muestra en directo el triunfo de la justicia sobre la injusticia; no es simplemente el triunfo de la omnipotencia de Dios, sino de la justicia de Dios, aunque para mostrar esa justicia Dios ponga un acto de poder. La resurrección de Jesús se convierte así en buena noticia, cuyo contenido central es que una vez y en plenitud la justicia ha triunfado sobre la injusticia, la víctima sobre el verdugo.

2. El escándalo de la injusticia que da muerte

La acción victoriosa de Dios en la resurrección de Jesús no debe hacer olvidar la suma gravedad de la acción de los hombres y mujeres, a la cual es respuesta. Los primeros discursos lo repiten continuamente: “ustedes lo mataron”. Es cierto que se tiende a suavizar la responsabilidad en el asesinato de Jesús: “Hermanos, sé que lo hicieron por ignorancia” (Hech 3,17). Pero esta frase consoladora y motivadora de la conversión no reduce en absoluto la suma gravedad de asesinar al justo. En la resurrección acaece ejemplarmente la afirmación paulina de que donde abundó el pecado sobreabundó la gracia; pero esa sobre-abundancia de la gracia recalca más lo extremoso del pecado de asesinar al justo.

Si se toma con seriedad la presentación dual y antagónica de la acción de Dios y de los seres humanos en el destino de Jesús entonces se puede replantear al menos en qué consiste el escándalo primario de la historia y cómo debemos enfrentarlo. Una concentración unilateral en la acción resucitadora de Dios presupone con frecuencia que ese escándalo es en último término la propia muerte futura. Según eso, lo que posibilita y exige la resurrección es el coraje de la esperanza en la propia supervivencia personal. Pero si se sigue escuchando la afirmación de que “ustedes lo mataron”, entonces lo que resalta en primer lugar como escandaloso no es simplemente la muerte, sino el asesinato del justo y la posibilidad humana, mil veces hecha realidad, de dar muerte al justo. La pregunta que, lanza la resurrección es si participamos nosotros también en el escándalo de dar muerte al justo, si estamos del lado de los que le asesinan o del lado de Dios que le da vida.

La resurrección de Jesús no sólo nos plantea el problema de cómo podemos habérnoslas con nuestra propia muerte futura, sino que nos recuerda que tenemos que habérnoslas ya con la muerte y la vida de los otros; que la tragedia del ser humano y el escándalo de la historia no consiste sólo en el hecho de que el ser humano tiene que morir él, sino en la posibilidad de dar muerte al otro. Estas reflexiones no pretenden minimizar el problema universal de la muerte ni hacer pasar a segundo término el indudable mensaje de esperanza que aparece en la resurrección de Jesús. Sólo pretenden recalcar que existe ya el inmenso escándalo de la injusticia que da muerte en la historia, y que el modo de enfrentar ese escándalo es la forma cristiana de enfrentar también el escándalo de la propia muerte personal. Dicho en otras palabras, el coraje cristiano en la propia resurrección vive del coraje para superar el escándalo -histórico de la injusticia; la necesaria esperanza, como condición de posibilidad de creer en la resurrección de Jesús como futuro bienaventurado de la propia persona, pasa por la práctica del amor histórico de dar ya vida a los que mueren en la historia. Leer más…

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“¿Por qué no te cansas? ¿Por qué me amas?”, por Jesús Bastante.

Domingo, 13 de abril de 2014
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amado-mio-Mladinsko-GledalisceDe su blog El Barón Rampante:

Viernes de Dolores. Previa a la Semana Santa. En apenas un par de días, Jesús será recibido con palmas por la misma multitud que días después pedirá su piel a tiras ante Pilatos. “¡Crucifícale!“. Cuántos de nosotros vendemos a Jesús cada día por un puñado de monedas, de horas de sol. Cuántos lo queman en hogueras encendidas para salvaguardar la ortodoxia, cuántos lo hunden en una espiral de silencio y primeras piedras cargadas de pecado.

Jesús no duraría tres años en la Iglesia de hoy. Al menos, entre los que se otorgan la única representatividad de la Iglesia. ¡Hay tantas analogías en los textos de estos últimos días, y en los que narran la traición, prendimiento, pasión y muerte de Jesús, con los gritos de quienes pretenden ser los únicos guardianes de la fe! Como si la fe pudiera ser guardada en cofres o en sagrarios, y no en el corazón de todos los hombres de buena voluntad, aquellos a los que primero se apareció el ángel en la Navidad de Belén, y ante las que primero se dejó ver el Resucitado.

Jesús muere, traicionado por los suyos, escupido, casi apedreado. Su piel hecha jirones en virtud de la ley. Buenos judíos, hombres de Yahvé, asistirán, regocijados, al dolor de su madre, de María y de Juan. Todos han huído. La historia está llena de “buenos” que se apartan. Son grandes las espaldas del hombre-dios cuya muerte recordamos estos días.

Porque no celebramos su Muerte, la anunciamos. Celebramos la Resurrección, la de un Dios vivo, que da la vida, que vino a trer vida y esperanza, no fuego ni condenas. “¿Quién soy yo para condenarte?”. Ven, sigue viniendo, Señor Jesús. En mitad de los cayucos, de los rostros cortados por las cuchillas, entre los desahuciados por el poder y la corrupción. Entre los expulsados de la comunión por los sepulcros blanqueados, por los que confunden tibieza con misericordia, ortodoxia por fanatismo. Mi Dios, mi buen Jesús, cuántas veces volverían a matarte ahora. Cuántas veces volveríamos a hacerlo.

¿Por qué, sin embargo, regresas? ¿Por qué no te cansas? ¿Por qué no nos dejas por imposibles? ¿Por qué continuas amándonos hasta la muerte, y más allá, hasta la Vida? ¿Por qué nos salvas?

Demasiado dolor, demasiadas preguntas, y una sola mirada: Yo soy. Y una sola respuesta posible. Gracias por tu amor.

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“Los sacramentos de la humanidad”, por Óscar Fortin, Québec-Canadá

Domingo, 13 de abril de 2014
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13444991033_baa49cb1db_nLeído en Humanismo en Jesús:

En las religiones cristianas, los sacramentos ocupan un lugar importante. En resumen, Jesús de Nazaret habría dejado ritos sacramentales, por los cuales sigue comunicando sus gracias y sus beneficios de la salvación. Estos ritos fueron definidos a través de los siglos para convertirse en los siete sacramentos que definen, en exclusividad, la acción salvífica de Cristo en el mundo. Obviamente, los gestionaros de estos sacramentos son las autoridades eclesiales y en ciertos casos los bautizados.

Este enfoque de la acción salvífica de Cristo en el mundo no resiste más al desarrollo de los conocimientos bíblicos, exegéticos, teológicos e históricos de las últimas décadas. El Jesús de Nazaret, cuya figura se aproxima cada vez más a nosotros, tiene una acción y un mensaje que nos orientan diferentemente en la comprensión de su presencia en el mundo. Es él que nos hace llegar a los más pequeños, a los excluidos, a los marginados, identificándose a ellos. “Todo lo que harán a los más pequeños de los míos, a mí me lo hacen.” Es él quien alentó a aquellos que luchaban por la justicia y a quienes declaró bendecidos en las inevitables persecuciones de las cuales eran víctimas. Cada una de las Bienaventuranzas puede ser considerada en este sentido. Con este entendimiento de la acción de Jesús en el mundo, podemos identificar siete de ellas como los sacramentos con mas significado de su presencia en la humanidad: las obras de verdad, de justicia, de solidaridad, de inclusión, de compasión, de liberación y del amor. Para conocer algo más sobre cada uno de estos sacramentos, ver aquí.

Estas siete obras coincidan con los mas importantes mandatos de Jesús. En el día del juicio final (Mateo (25, 31-26) tendremos que responder de estas obras. También, al leer a los profetas resalta la importancia que le dan al seguimiento de estas consignas de acción, las cuales representan el verdadero culto que le gusta a Yahvé.

« No me sigan trayendo vanas ofrendas;
el incienso es para mí una abominación.
Luna nueva, sábado, convocación a la asamblea…
no puedo aguantar la falsedad y la fiesta!
Cuando extienden sus manos,
yo cierro los ojos;
por más que multipliquen las plegarias,
yo no escucho: 
las manos de ustedes están llenas de sangre, aprendan a hacer el bien!
¡Busquen el derecho,
socorran al oprimido,
hagan justicia al huérfano,
defiendan a la viuda! » (Is 1, 13-17)

« El que obra con justicia y habla con rectitud,
el que rehúsa una ganancia extorsionada,
el que sacude sus manos para no retener el soborno,
el que tapa sus oídos a las propuestas sanguinarias,
el que cierra los ojos para no ver la maldad: ese hombre habitará en las alturas,
rocas fortificadas serán su baluarte,
se le dará su pan
y tendrá el agua asegurada. » (Is 33, 15-16)

« ¡Ay de los que acumulan una casa tras otra
y anexionan un campo a otro,
hasta no dejar más espacio
y habitar ustedes solos en medio del país!
El Señor de los ejércitos lo ha jurado a mi oído: 
Sí, muchas mansiones, grandes y hermosas,
quedarán desoladas por falta de habitantes. ¡Ay de los que llaman bien al mal
y mal al bien,
de los que cambian las tinieblas en luz
y la luz en tinieblas,
de los que vuelven dulce lo amargo
y amargo lo dulce, de los que absuelven por soborno al culpable
y privan al justo de su derecho! ¡Ay de los que promulgan decretos inicuos
y redactan prescripciones onerosas, para impedir que se haga justicia a los débiles
y privar de su derecho a los pobres de mi pueblo,
para hacer de las viudas su presa
y expoliar a los huérfanos! » (Is 5, 8-9. 20-23; 10, 1-2)

« Júzgame, Señor, 
y defiende mi causa 
contra la gente sin piedad; 
líbrame del hombre falso y perverso. » (Sal 43,1). « Con gloria y majestad, avanza triunfalmente; cabalga en defensa de la verdad y de los pobres. 
Tu mano hace justicia y tu derecha, proezas. » (Sal 45,4)

« Así habla el Señor: Practiquen el derecho y la justicia; libren al explotado de la mano del opresor; no maltraten ni hagan violencia al extranjero, al huérfano y a la viuda; no derramen sangre inocente en este lugar. » (Jer 22,3)

Estas intervenciones de los profetas remontan a más de 2500 años, pero siguen de gran actualidad. El mundo en que vivimos contiene, como en estos antiguos tiempos, la misma confrontación entre las fuerzas de la corrupción, de las mentiras, de la avaricia y esas otras fuerzas apoyadas por el Eterno : la justicia, la compasión, la verdad, la honradez, la no-violencia y el respeto de los más débiles. Basta con mirar lo que está pasando en todas las partes del mundo para constatar hasta que punto hemos llegado en el arte de disfrazar en lo bueno esas fuerzas de contaminación y de destrucción de la humanidad. Vivimos en un mundo de “falsos positivos” en que los buenos son presentados como los malos y los malos como los buenos. Hemos llegado a la cima del engaño y de la codicia.

¿Qué papel asume la Iglesia en este mundo dominado por el engaño y la codicia? La pregunta es de las mas importantes, pues la Iglesia es la que lleva la buena noticia del Reino de Dios en la Tierra. La oración que nos enseno Jesús pone en nuestra boca esas palabras: “Venga tu reino. Hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo »

Por supuesto que la Iglesia cuya cabeza es el Resucitado y su inspiración el Espíritu Santo sigue presente a través de millones de personas de buena voluntad que obran en las obras de justicia, de verdad, de compasión, de solidaridad, de inclusión universal, de liberación y de amor. Esa Iglesia sigue siempre muy viva en el servicio de una humanidad creada a la imagen de su creador y salvador.

Lamentablemente, no podemos decir lo mismo de la Iglesia institucionalizada sobre el esquema de los imperios. Ella desarrollo doctrinas y cultos adaptados a su esquema institucional. Los servidores del Evangelio se transformaron en jerarquías de autoridades y el pueblo de Dios en un rebano sometido a la doctrina y a los cultos impuestos por ella. El Evangelio y Jesús pasaron a secundo plano y a ser referencias mas cultuales y religiosas que compromisos de vida.

No hace duda que la Iglesia institución, tal como existe actualmente, debe realizar una verdadera conversión para volver a ser el signo activo de la presencia del Resucitado y de su Espíritu en el mundo. Jesús sigue siendo la cabeza de la Iglesia y el Espíritu Santo sigue distribuyendo sus dones como lo entiende. No tiene que pedir permiso a ninguno, ni del papa, ni del cardenal, ni del obispo, ni del sacerdote para actuar. He aquí lo que dice el apóstol Pablo.

« Pero en todo esto, es el mismo y único Espíritu el que actúa, distribuyendo sus dones a cada uno en particular como él quiere. Así como el cuerpo tiene muchos miembros, y sin embargo, es uno, y estos miembros, a pesar de ser muchos, no forman sino un solo cuerpo, así también sucede con Cristo. Porque todos hemos sido bautizados en un solo Espíritu para formar un solo Cuerpo —judíos y griegos, esclavos y hombres libres— y todos hemos bebido de un mismo Espíritu. » (1Co 12, 11-13)

Muchos cristianos se identifican con la Iglesia-institución y sus ritos de la sacramentalidad como camino conduciéndolos a su salvación. Sin embargo, muchos otros demuestran su fe a través compromisos al servicio de la verdad, de la justicia, de la compasión, del servicio, del amor, luchando contra la corrupción, la codicia, las mentiras, la manipulación, la hipocresía. Tal vez, estos últimos tendrán la sorpresa de su vida cuando el juez supremo les dirá:

« Entonces el Rey dirá a los que tenga a su derecha: “Vengan, benditos de mi Padre, y reciban en herencia el Reino que les fue preparado desde el comienzo del mundo, porque tuve hambre, y ustedes me dieron de comer; tuve sed, y me dieron de beber; estaba de paso, y me alojaron; desnudo, y me vistieron; enfermo, y me visitaron; preso, y me vinieron a ver”. Los justos le responderán: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento, y te dimos de comer; sediento, y te dimos de beber? ¿Cuándo te vimos de paso, y te alojamos; desnudo, y te vestimos? ¿Cuándo te vimos enfermo o preso, y fuimos a verte?” Y el Rey les responderá: “Les aseguro que cada vez que lo hicieron con el más pequeño de mis hermanos, lo hicieron conmigo”. » (Mt 25, 34-40)

El papa Francisco, por su ejemplo, su compromiso con los pobres, por su humildad y sus palabras de bondad y de misericordia abre el camino a una Iglesia que necesita volver a sus raíces para encontrar de nuevo su alma. A los apóstoles que miraban siempre al cielo después de la ascensión de Jesús, vino un ángel a decirles de ir a Galilea, y que allí lo hallarían. La Galilea de hoy es el mundo entero donde viven más de 7 billones de seres humanos. Jesús está siempre en esta gran Galilea.

Oscar Fortin
http://blogs.periodistadigital.com/humanismo-de-jesus.php

Quebec, 27 de marzo

traductor : Marius Morin-Oscar Fortin

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“La reforma de la Iglesia”, por José María Castillo.

Sábado, 5 de abril de 2014
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SomosIglesiaLeído en su blog Teología sin censura:

El nuevo estilo de presencia y gobierno del actual obispo de Roma, Francisco, ha suscitado, como es bien sabido, esperanza en no pocos cristianos. De la misma manera que son también bastantes los creyentes que se sienten inquietos, preocupados e incluso irritados. Porque piensan que Francisco le está haciendo daño a la Iglesia. Y le hará más daño, si el nuevo camino que ha emprendido el papado no se detiene y se orienta de acuerdo con lo que, durante tantos siglos, hicieron y dijeron los papas en la santa madre Iglesia. Así las cosas, ¿qué tendríamos que hacer los cristianos – concretamente los católicos – estando la Iglesia como está?

Lo primero que tendríamos que hacer: darnos cuenta de que la Iglesia necesita urgentemente una reforma muy profunda. La Iglesia no puede seguir como está. Desde hace siglos, la Iglesia lleva un camino equivocado. ¿Por qué? Porque en la Iglesia se vienen haciendo y diciendo muchas cosas que están literalmente en contra del Evangelio. Cosas, por tanto, que son contrarias a lo que hizo y dijo Jesús, el Hijo de Dios. Nadie tiene – ni puede tener – potestad en la Iglesia para anular lo que dice el Evangelio. Y, por tanto, nadie tiene potestad, ni siquiera un papa o un concilio, para actuar en contra de lo que dejó dispuesto Jesús.

Mientras en la Iglesia no se tenga esto muy claro, de forma que nadie tenga miedo a decirlo (y a portarse en consecuencia), esta Iglesia no tiene arreglo, por más ejemplar que sea la vida del papa o por más molestos que se sientan los clérigos, desde los curas hasta los más eminentes cardenales. Además – y como es lógico – mientras a este estado de cosas no se le ponga remedio, ¿de qué va a servir nombrar comisiones, quitar o poner oficinas, dicasterios, cargos, publicar documentos, permitir que los curas se casen o que las mujeres digan misa, publicar las cuentas del IOR, castigar a los curas pederastas, etc, etc? Todo eso – y tantas otras cosas – será todo lo importante que queramos. Pero nada de eso resuelve el problema de fondo.

Vamos a ver, ¿dónde está ese problema de fondo? La cosa está clara. O los evangelios son una sarta de tonterías y de mentiras o la Iglesia vive, habla y actúa en contra del Evangelio. No le tengamos miedo a pensarlo y decirlo así. O digamos, sin miedo, que ni creemos en el Evangelio de Jesús. Ni eso nos importa un bledo.

Concretando más: ¿dónde está el nudo del asunto? Lo diré utilizando la acertada fórmula de un importante y conocido especialista en estas cosas: Jesús aceptó la función más baja que una sociedad puede adjudicar: la de delincuente ejecutado (Gerd Theissen). Ahora bien, en la Iglesia no hemos aceptado ni esa tarea, ni ese destino. Todo lo contrario: somos los que rechazamos lo que Jesús aceptó. Y aceptamos y queremos lo que nunca quiso Jesús. En la Iglesia queremos y buscamos poder, dignidad, dinero, autoridad. Para someter a la gente y a los poderes públicos. Jesús no quiso nada de eso, Ni buscó nada de eso. Mientras la Iglesia no tome, en estas cosas tan fundamentales, el camino que siguió Jesús, la Iglesia andará perdida, extraviada. Y su presencia en el mundo será un estorbo.

Lo digo más en concreto. Jesús terminó siendo ejecutado como un delincuente porque se enfrentó a la religión y sus dirigentes. Lo primero y lo central en la vida, para Jesús, fue (y sigue siendo) la salud de los enfermos, la alimentación de los pobres, la dignidad y el respeto que merece todo ser humano. Lo primero y lo central, para los hombres de la religión, era (y sigue siendo) la observancia de los rituales sagrados. Por tanto, mientras que el centro de la religión es el “rito”, el centro del Evangelio es la “bondad”.

El problema, que tenemos los católicos, es que la Iglesia ha querido armonizar y unir ambas cosas: el rito y la bondad. En teoría, por supuesto, estas dos cosas son armonizables. En la práctica, no lo son. Porque el rito responde a una necesidad del propio sujeto, ya que el ritual fielmente cumplido nos libera de los sentimientos de culpa y nos devuelve la paz. Mientras que la bondad responde a una necesidad de los demás, ya que la persona bondadosa contagia felicidad a quienes conviven con esa persona. Por eso el peligro del rito está en que, produciendo buena conciencia, al sujeto lo divorcia de la ética. En tanto que la resistencia, que sentimos ante la bondad, se explica por el hecho de que le exige al sujeto la auto-estigmatización de la propia seguridad, de las propias conveniencias y puede ser que hasta de los propios derechos. Cuando Jesús dijo: “No hagas frente al que te ofende. Al contrario, si uno te da una bofetada en la mejilla derecha, ponle también la otra; al que te ponga pleito para quitarte la túnica, dale también la capa…; al que te pida, dale; y al que quiere que le prestes, no le vuelvas la espalda” (Mt 5, 39-42). En realidad, estos mandamientos de Jesús equivalen a renunciar a los propios derechos.

Esta auto-estigmatización es lo que tenemos que hacer los cristianos. Pero es también lo que tiene que hacer la Iglesia. La reforma de la Iglesia se basa y se hace posible a partir de la auto-estigmatización de la Iglesia. Esto no es masoquismo. Ni es un radicalismo de locos ausentes de la realidad. Es el “principio-bondad” operante en el mundo. El que, libre y voluntariamente, se auto-estigmatiza, ése es el único que desarma al contrario. Es el único que siempre contagia paz. Es el único que humaniza los ambientes y las personas. El único que hace posible la felicidad que todos anhelamos.

Mucha gente no sabe que las primeras “iglesias” se organizaron antes de que se conocieran los evangelios. Aquellas primeras “iglesias” fueron organizadas y gobernadas por el apóstol Pablo, cuyas cartas se escribieron entre los años 49 al 56. Mientras que los evangelios, en la redacción que de ellos conocemos, son posteriores al año 70. Por otra parte, Pablo no conoció a Jesús (al Jesús terreno). Sólo conoció al Señor Resucitado y glorioso, cosa que el mismo Pablo repite varias veces (Gal 1-11-16; 1 Cor 9, 1; 15, 8; 2 Cor 4, 6; cf. Hech 9, 1-19; 22, 3-21; 26, 9-18). Es más Pablo llegó a afirmar que el Cristo “según la carne” no le interesaba (2 Cor 5, 16).

Sea cual sea la interpretación que se le dé a todo esto, hay una cosa que no admite duda: la Iglesia se organizó sin conocer el Evangelio. Por tanto, la Iglesia empezó a vivir sin tener una idea clara y precisa de lo que Jesús pensó y dijo sobre dos cuestiones capitales: 1) El gobierno de la Iglesia, es decir: ¿cómo se debe ejercer el poder y la autoridad en la Iglesia? 2) El culto en la Iglesia, es decir: ¿qué presencia y qué importancia han de tener los rituales en las asambleas de la Iglesia? No es ningún atrevimiento afirmar que Pablo no sabía exactamente lo que Jesús quiso dejar claro sobre estas dos cuestiones tan fundamentales.

Lo que sabemos con seguridad es que Pablo organizó “iglesias domésticas”, que se reunían en casas y que, por tanto, se regían según el modelo de la familia, en la que el “pater-familias” era el señor, dueño y amo. Era el jefe que gozaba del poder que le otorgaba el derecho romano, no (en modo alguno) el servicio de esclavos que Jesús quiso para sus apóstoles (Mc 10, 42-45; Mt 20, 25-28; Lc 22, 24-27). Así, muy pronto se impuso en la Iglesia una forma de ejercer la potestad que nada tiene que ver con el Evangelio. Y eso dura hasta el día de hoy. Por otra parte, en aquellas asambleas domésticas, los cristianos de las “iglesias” de Pablo descubrieron el señorío de Cristo. Pero lo descubrieron en la estricta observancia de los rituales. Y así propagaron sus creencias. De forma que, según 1 Cor 14, 23-25, cuando toda la comunidad se reunía, era posible que los de fuera que asistían al ritual pudieran llegar a convertirse. Eran los rituales del bautismo (Gal 4, 6; Rom 8, 15) y de la Cena del Señor (1 Cor 11, 17-34). El “bautismo en el Espíritu” y la “cena de despedida” se vieron convertidos en ritos sagrados. Ritos en los que la mujer se calla y no puede intervenir, en los que se observa un orden detallado, etc. Se reproduce así, no la convivencia de Jesús el Nazareno con la gente, sino el ritualismo de la religión romana, en la que los dioses era lo que menos importaba; y en la que todo giraba en torno a la exactitud de los minuciosos rituales (Robert Turcan).

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“Francisco, un año de esperanza y de incógnitas”, por Juan José Tamayo.

Jueves, 13 de marzo de 2014
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Francesco-Gänswein Nov-13-2013Nos extraña que en este artículo ni se mencione la situación de las personas LGTB… Leemos en El País:

El Papa recupera la idea de solidaridad, pero las mujeres siguen marginadas en la Iglesia

Ha interpretado la crisis actual como resultado de un capitalismo salvaje

Desde su elección el 13 de marzo de 2013, Francisco no ha cesado de sorprender a fieles y escépticos por sus gestos y palabras, que han cambiado, al menos de cara al exterior, la imagen del Papa y la han hecho más cercana al pueblo y más creíble. Su primer mensaje desde el balcón del Vaticano no fue para bendecir urbi et orbi cual monarca absoluto, sino para pedir a los reunidos en San Pedro que rezaran por él.

El Jueves Santo “transgredió” las rúbricas litúrgicas al celebrar tan importante efemérides en un centro penitenciario donde lavó los pies a 12 jóvenes, entre ellos a dos mujeres, una musulmana. Durante su viaje a Brasil visitó la favela Varginha, criticó la indiferencia ante las desigualdades y, en plena movilización de los indignados, lejos de apagar el fuego de la protesta, se puso del lado de los jóvenes, a quienes les dijo: “Espero lío, que haya lío, que la Iglesia salga a las calles”.

El viaje a Brasil era una excelente oportunidad para encontrarse con las comunidades eclesiales de base y con los teólogos y teólogas de la liberación, algunos de ellos condenados por los papas anteriores. Dicho encuentro no se produjo. Es verdad, no obstante, que durante los últimos meses se han dado pasos importantes de acercamiento del Vaticano hacia la tan castigada teología latinoamericana de la liberación, al menos en la persona del peruano Gustavo Gutiérrez, considerado el padre de dicha tendencia teológica, al que papa ha recibido y del que L’Osservatore Romano ha publicado un importante artículo, algo impensable con Juan Pablo II y Benedicto XVI.

Al menos ha comenzado el deshielo y se ha pasado del anatema al diálogo y del silenciamiento a la palabra. Con todo falta, a mi juicio, un paso importante por dar: la retirada de las sanciones contra los teólogos y teólogas de las diferentes tendencias teológicas más vivas y creativas actuales: de la liberación, de las religiones, feminista, etcétera.

Es un paso que no tendría que serle difícil dar a Francisco, ya que su crítica del capitalismo, su teología del bien común y su propuesta de la “Iglesia de los pobres” van en la dirección de la teología de la liberación e incluso se inspiran en ella. Un ejemplo es: la exhortación apostólica La alegría del Evangelio, que crítica el neoliberalismo en continuidad con las tradiciones antiidolátricas de ayer y de hoy: de ayer, los profetas de Israel y Jesús de Nazaret; de hoy, los Foros Sociales Mundiales, los movimientos alterglobalizadores y los indignados.

Es un texto revolucionario que interpreta la crisis actual como resultado de un capitalismo salvaje dominado por la lógica del beneficio a cualquier precio y pronuncia cuatro noes: a una economía de la exclusión, a la nueva idolatría del dinero, a un dinero que gobierna en lugar de servir y a la inequidad que genera violencia. Recupera la palabra “solidaridad” que corre el riesgo de ser eliminada del diccionario y es “una palabra incómoda, casi una palabrota” para los mercados.

Critica la utilización de los derechos humanos como justificación para la defensa exacerbada de los derechos individuales y de los derechos de los pueblos más ricos. Pone en el centro de su mensaje las palabras que molestan al sistema neoliberal: ética, solidaridad mundial, distribución de bienes, preservar las fuentes del trabajo, dignidad de los débiles.

Uno de los ámbitos donde se juegan tanto la credibilidad del Papa como la autenticidad de su reforma es la actitud hacia las mujeres. Francisco reconoce, es verdad, el hecho de la marginación de las mujeres en la Iglesia católica; afirma que le produce un profundo sufrimiento ver cómo en ella o en algunas organizaciones eclesiales el servicio de las mujeres desemboca en servidumbre. Defiende su incorporación a los ámbitos de responsabilidad eclesial.

Pero hasta ahora no ha dado pasos en esa dirección. Ha mostrado su negativa al acceso de las mujeres a los ministerios ordenados, lo que es contrario a las investigaciones bíblicas, históricas, arqueológicas, teológicas y pastorales que avalan el ejercicio de todas las funciones ministeriales por parte de las mujeres. Defiende la elaboración de una “teología de la mujer”, que justifica las tareas diferenciadas en función del sexo y recurre al discurso de la excelencia.

Francisco no parece tener en cuenta las principales aportaciones de la teología feminista: el movimiento de Jesús como comunidad (no clónica) de iguales hombres y mujeres; la hermenéutica de la sospecha aplicada a los textos androcéntricos de la Biblia y de la teología; la crítica de la organización jerárquico-patriarcal de la Iglesia; la defensa de una Iglesia inclusiva y no sexista, etcétera. Papel importante en el mantenimiento de la discriminación de las mujeres está jugando el prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe cardenal Müller. Haría bien el papa Francisco en vigilar de cerca al “vigilante de la ortodoxia” o en sustituirlo.

Un año después de su elección, hay muchas esperanzas depositadas en Francisco, pero siguen quedando no pocas incógnitas.

*

Juan José Tamayo es director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones de la Universidad Carlos III de Madrid y autor de Cincuenta intelectuales para una conciencia crítica (Fragmenta, Barcelona, 2013).

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