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“La resurrección de Jesús según san Pablo”, por Gonzalo Haya.

Jueves, 11 de mayo de 2017
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the conversion of saint-paul 50x34El primer documento escrito sobre la resurrección de Jesús se lo debemos a Pablo, solamente 20 ó 30 años después de su crucifixión. El obispo episcopaliano J. S. Spong ( 1, 2,) hace hincapié en este dato, porque se trata de una escueta interpretación de la resurrección, sin la escenografía de apariciones que 40 ó 50 años después presentaron los evangelistas. Y esa escenografía nos ha llevado a imaginar la resurrección como vuelta a la vida del cuerpo, mientras que Pablo interpretó la resurrección como una transformación en otra dimensión.

Exponemos a continuación los textos de Pablo y un resumen de los argumentos del trabajo de Song:

Rom 1,4; que fue declarado Hijo de Dios con poder, según el Espíritu de santidad, por la resurrección de entre los muertos,

Rom 4,25; el cual fue entregado por nuestras transgresiones, y resucitado para nuestra justificación.

Rom 8,34;  ¿Quién es el que condenará? Cristo es el que murió; más aun, el que también resucitó, el que además está a la diestra de Dios, el que también intercede por nosotros.

Rom 14,9; Porque Cristo para esto murió y resucitó, y volvió a vivir, para ser Señor así de los muertos como de los que viven.

1Cor, 15,3-8; Lo que os transmití fue, ante todo, lo que yo había recibido: que el Mesías murió por nuestros pecados, como lo anunciaban las Escrituras, que fue sepultado y que resucitó al tercer día, como lo anunciaban las Escrituras; que se apareció a Pedro y más tarde a los Doce. Después se apareció a más de quinientos hermanos a la vez: la mayor parte viven todavía, aunque algunos han muerto. Después se le apareció a Santiago, luego a los apóstoles todos. Por último se me apareció también a mí, como al nacido a destiempo.

1Cor, 15,15-17; Y somos hallados falsos testigos de Dios; porque hemos testificado de Dios que él resucitó a Cristo, al cual no resucitó, si en verdad los muertos no resucitan.  Porque si los muertos no resucitan, tampoco Cristo resucitó; y si Cristo no resucitó, vuestra fe es vana; aún estáis en vuestros pecados.

· Pablo nos da las primeras referencias sobre la resurrección de Jesús, principalmente en Rom 1,4 y 1Cor 15,3-8. No conoce nada sobre signos portentosos a la muerte de Jesús ni sobre el sepulcro vacío. Para comprender lo que dice Pablo tenemos que olvidar de momento todo lo que dicen los evangelios sobre la resurrección de Jesús: discípulos de Emaús, tumba de José de Arimatea, mujeres que llevaban ungüentos a la tumba, y otras apariciones.

· Pablo concibió la resurrección según los tres modelos que encontraba en la tradición judía: Henoc “caminó con Dios y después desapareció porque Dios se lo llevó” (Gén 5,24). Moisés murió “como lo había dispuesto el Señor, y lo enterró… y hasta la fecha nadie sabe dónde está enterrado” (Dt 34,5-6) de modo que el pueblo creyó que no había muerto y estaba con el Señor. Elías fue arrebatado por un carro de fuego y transportado vivo a la presencia de Dios (2Reyes 2,11). Estos eran los modelos que tenía Pablo para comprender su experiencia de Jesús vivo a pesar de había sido crucificado y sepultado.

· La resurrección es el momento en que Dios constituye a Jesús como su Hijo, Mesías y Señor (Rom 1,3-4). Esta afirmación podría ser considerada como “adopcionista” según el concilio de Nicea.

· Según Pablo, Jesús se aparece primero a Pedro (según Juan se apareció primero a María Magdalena, según Marcos Mateo y Lucas el primer anuncio fue a un grupo de mujeres que habían seguido a Jesús). Sigue la aparición a los Doce; ahora bien, o Doce es un número simbólico, o Pablo no sabe nada de la traición de Judas, o quizás el personaje simbólico, elaborado posteriormente, sea Judas. Después a quinientos hermanos; después a Santiago, ¿el hermano del Señor? “Por último”, e igualmente,a Pablo; ¡cuya conversión sucedió entre uno o seis años después de la muerte de Jesús!

· Lucas sitúa todos los acontecimientos de Pascua, entre la resurrección y la ascensión, en 40 días. Los casi seis años de Pablo y la falta de detalles de una apariencia física -mensajes orales y contacto físico- nos indican que Pablo no entendió la resurrección como la revivificación del cuerpo físico de Jesús; esas descripciones fueron elaboradas posteriormente por las comunidades y recogidas por los evangelistas.

· Pablo solamente había experimentado que Jesús vivía y entendió que había sido constituido Señor y Mesías. La resurrección fue, más bien, la transformación en un plano diferente, a un orden de conciencia más allá de los límites del tiempo y del espacio… lo que él llamó cuerpo espiritual” 1Cor 15,44). No hubo una revivificación del cuerpo que permaneciera en la tierra durante unos días y luego fuera “elevado” a los cielos. Al morir, fue transformado; ya no es un mortal, “la muerte ya no tiene dominio sobre él” (Rom 6,9). “Esta carne y hueso no pueden heredar el reino de Dios, ni lo ya corrompido heredar la incorrupción (1Cor 15:50)

Tenemos dificultad de imaginar esta transformación porque necesitamos explicarla con los conceptos e imágenes obtenidas de este mundo material, y porque nuestro imaginario se ha nutrido con los relatos de los evangelistas que trataron de plasmar y visualizar la resurrección de Jesús. El pueblo sólo concebía una vida real en un cuerpo; un ser sin cuerpo les parecería un fantasma.

Los estudios bíblicos se concilian mejor con los estudios de la antropología actual, y nos facilitan una comprensión más actual y adulta de nuestra fe. Lo trascendente sigue siendo un misterio, pero al menos no resulta contradictorio con nuestros conocimientos científicos de lo inmanente.

Gonzalo Haya

Fuente Fe Adulta

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¿Vocación? ¡Discípula!

Martes, 9 de mayo de 2017
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marc3ada-magdalenaMagdalena Bennasar

Bilbao.

ECLESALIA, 01/05/17.- Aunque sigas mirando al sepulcro que te tiene atrapada, yo te llamo. Te elijo de nuevo y te empodero para que prediques la Buena Nueva.

Tendrás muchas, muchísimas dificultades, hoy y dentro de veinte siglos, pero tú no te calles, sigue anunciando el Evangelio. Confío en ti como el primer día.

Y hoy, el primer día de la semana, de la nueva creación, te llamo por tu nombre, en el jardín, como cuando todo empezó, y sólo tú estabas ahí, sola, llorando, desfondada.

Así llamé a Abrán y Sara para que salieran del sistema patriarcal que les atrapaba. También a Moisés y Miriam, les pedí que salieran de su vida organizada y tranquila para que utilizaran sus dones y talentos recibidos para liderar a la comunidad en un largo y penoso proceso de maduración. Tuvieron, como vosotras, que encarar sus múltiples sombras, disfrazadas  de “necesidades de ser necesitados”… para ser capaces de seguir la Promesa, la Luz.

La llamada personal a profetisas y profetas para que desbancaran el “ego” de personajes que se creían defender los derechos del pueblo utilizando la excusa de la guerra, la opresión, la religión para hacerse más fuertes, como hoy. Tarea de profetas, sólo posible, desde una experiencia de amistad y relación amorosa con el Dios que llama y envía.

En todas y todos ellos ibas viniendo tú, la discípula amada, la de las manos de partera y de panadera, capaz de ayudar a nacer y de alimentar esas comunidades incipientes que también hoy se forman cuando sobre todo discípulas, en mi nombre, libres de instituciones, dineros, papeleos… acercan mi presencia a sus vidas, con el don de la predicación que les he regalado.

Porque fuiste tú, discípula amada, la que fuiste convocada en el sepulcro, para que presenciaras la Vida y se la comunicaras a los hermanos escondidos y atrapados en sus cuevas ensombrecidas de traición, negación, abandono y miedo, mucho miedo a perder poder, protagonismo, bienes…

Ibas viniendo tú en la discípula elegida para anunciar la Resurrección. Y a pesar de que la historia se ha esforzado en mantenerte entre partos y panaderías, yo, el Resucitado, te sigo llamando por tu nombre.

A través de la Ruah, te levanto de tu tumba y tristeza y te encomiendo, de nuevo, la tarea de decirles que estoy Vivo y que mi proyecto es de Vida y de Comunidad de Iguales en toda la Creación, respetando la tierra y respetando a los más desfavorecidos, pero sobre todo respetando mi llamada a que fueran las mujeres las primeras enviadas a anunciar la Vida, y desde ellas los demás, no al revés (hoy da miedo decirlo, y resulta que es Evangelio puro, que a fuerza de torcerlo nos parece casi pecado).

Tendrás que enfrentar tu propio ego que querrá defenderse cuando los egos de los que se sienten especiales sientan amenazado su poderío. Pero tú no desfallezcas. La Ruah del Resucitado te levantará llamándote por tu nombre, día tras día.

El nombre que quisieran borrar de las páginas sagradas. Pero está ahí, recién pronunciado de nuevo en el corazón de personas que están atentas. Y es ese susurro en el hondón del alma lo que les pone en camino.

Esa llamada se hace efectiva cuando al transmitirla levanta a otras personas de sus tumbas y también se ponen en camino (Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

Es el camino de la comunidad de iguales. Quienes lo intentamos sabemos que si dejamos que sea su voz quien nos dirige, convoca, empodera, tenemos la Vida y en ella la respuesta al mal de la humanidad.

¿Cómo me atrevo? Porque cuando te llaman por tu nombre te cambian el corazón egoísta en corazón y pies y labios de discípula.

Feliz Tiempo Pascual.

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

 

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“Mezjimon”, por Dolores Aleixandre

Lunes, 8 de mayo de 2017
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brindisNo es el nombre de un personaje de Star Wars ni una especie transgénica de molusco: es la transcripción salvaje de la expresión griega “con vosotros” que, según los evangelios, pronunció Jesús más de una vez dirigiéndose a los suyos. Pocas horas antes de que le entregaran, hizo este extraño voto ante una copa de vino: “Ya no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que lo beba con vosotros, nuevo, en el reino de mi Padre”. (Mt 26,29).

¿Así que estamos ante una versión en modo ahorro de las famosas “postrimerías” del catecismo y sin los efectos especiales del Apocalipsis? Porque aquí no hay ángeles, himnos, incensarios de oro, trompetas ni fulgores: no lo necesitan los amigos sentados en torno a la mesa, contentos de estar juntos y compartir la vida nueva del Resucitado en torno a un buen vino. Fin del debate sobre el “todos” o el “muchos” porque ese vosotros tiene el poder de abrir la mesa, ensanchar el espacio e incluir a los lejanos.

Sacad más copas, arrimad más asientos, traed más jarras, abrid la puerta, que entren los que están fuera. Felicidades a los que se pasaron la vida con el delantal puesto sirviendo a otros, sin saber que eran los invitados preferidos del Rey. Enhorabuena a Noé por haber sido el primero en plantar una viña y probar su fruto aunque se pasara un poco, y a Qohélet por decir: “¡Anda, bebe tu vino con buen ánimo, que Dios le han agradado tus obras!” (9,7).

Agradecimiento a los evangelistas por arriesgarse a recordar que a Jesús le llamaron “comilón y bebedor” (Mt 11,19), porque así sabemos que además de Testigo Fiel, Señor del universo y Primogénito de entre los muertos, era alguien que amaba esta vida nuestra con sus paisajes, sus manjares, sus vinos, sus perfumes y sus fiestas, con una incorregible adicción a rodearse de gente, caminar en compañía, aceptar invitaciones, ser amigo de sus amigos.

Alegría asombrada de sabernos incluidos en ese “con vosotros” que nos asegura que un día beberemos con él el vino nuevo en la casa de su Padre.

No se me ocurre mejor motivo que este para brindar celebrando la Pascua.

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“¿Obispos investigados o imputados por la Justicia?”, por José María Castillo

Sábado, 6 de mayo de 2017
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img888751sDe su blog Teología sin Censura:

Se sabe que, en este momento, hay en España media docena de obispos investigados o imputados por los tribunales de justicia. No es mi intención pronunciarme sobre la verdad o falsedad de los hechos que investigan los jueces, fiscales y abogados, que intervienen en cada uno de estos casos. Lo que pretendo es plantear, con este motivo, una reflexión que me parece importante, no sólo para los encausados, sino para los cristianos en general y los ciudadanos interesados en estos asuntos.

Ante todo, es un hecho, afirmado como dato de la fe de la Iglesia, que los obispos son “los sucesores de los apóstoles”. Así consta desde el siglo primero hasta nuestros días. Teniendo en cuenta que esta sucesión no es un simple hecho de validez sacramental. Quiero decir, para que un obispo sea “sucesor de los apóstoles” no basta el hecho de la “ordenación sacramental”. O sea, no basta que haya recibido el rito o la ceremonia de su ordenación como obispo. Además de eso, se necesita que el que ha sido ordenado en una ceremonia religiosa, transmita – mediante sus enseñanzas y su forma de vida – la doctrina que nos enseñaron los apóstoles de Jesús (Y. Congar, E. Molland, V. Fluchs, G. Bardy…).

Por eso, la Iglesia, durante más de diez siglos, a los obispos (y clérigos en general) que tenían comportamientos escandalosos, les quitaba todos sus poderes y dignidades. Y les obligaba a vivir, el resto de su vida, como laicos (“laica communione contentus”), ganándose la vida como se la gana todo el mundo: ganándose un jornal para tener el pan de cada día (abundan estudios serios y documentados sobre esto: C. Vogel, P. M. Seriski, E. Herman, P. Hinschius, F. Kolber, K. Hofmann, J. M. Castillo…).

Pero hay algo más importante, que normalmente no se tiene en cuenta. Según los evangelios, lo primero que Jesús les exigió a los apóstoles no fue le “fe”, que creyeran en él, sino el “seguimiento”, que vivieran con él y como él. La teología, por desgracia, no ha tenido debidamente en cuenta este dato capital, a saber: que antes que las creencias, está la forma de vivir. Baste pensar que, en los evangelios sinópticos, mientras que la fe se menciona 36 veces, del seguimiento de Jesús se trata en 57 ocasiones.

No voy a hacer aquí un estudio sobre el “seguimiento” de Jesús. Me limito a señalar que los relatos de “seguimiento” destacan sobre todo esto: cuando Jesús llamaba a alguien a seguirle, no presentaba ningún programa de vida, ningún objetivo, ningún ideal. Sólo una llamada: “Sígueme”. Esto era todo (D. Bonhoeffer). Pero esto exigía dejarlo todo: familia, bienes, casa, trabajo… El que era llamado, perdía toda seguridad humana. ¿Por qué? ¿Para qué? Para ser libre de verdad. No estar atado a nada. Ni a nadie. Aunque quienes eran llamados no tuvieran claro lo de la fe, como queda patente en la cantidad de veces, que, según los sinópticos, los que le seguían fueron reprendidos, tantas veces, por el mismo Jesús, que les llamó “hombres de poca fe” (“oligo-pistoi”) o incluso les echó en cara su incredulidad (“a-pistía”).

Con el paso del tiempo, en la Iglesia se dio más importancia a la fe que al seguimiento, sin duda por la influencia creciente que tuvo la teología de Pablo, que, no conoció al Jesús histórico, ni menciona el seguimiento de Jesús. Pablo habla de la “imitación”, pero es para que le imiten a él (1 Cor 4, 16; Fil 3, 17), haciendo una vez referencia a Cristo (1 Cor 11, 1).

En cuanto a los obispos, en lo que más se ha insistido ha sido en la “autoridad”, que, desde el s. IX (con el papa Nicolás I), empezó a considerarse como “potestad”. Y que pronto fue calificada como “sagrada”. Así, el clero centró su interés, más en exigir sumisión a la fe, explicada por los propios clérigos, que en la libertad que nace del seguimiento de Jesús. La Religión, con sus ritos y observancias, le ganó (en importancia y presencia social) al Evangelio. Jesús fue objeto de culto, devoción y arte. De la vida de la gente, de los ricos y de los pobres, se encargaban los poderes públicos, con frecuencia en lucha, para ver quién mandaba más, si el poder civil o el poder sagrado.

¿Nos sorprende o nos escandaliza que haya obispos que se ven denunciados ante la Justicia? Yo no soy quién para decir si son o no son culpables. Lo que se puede – y se debe – decir es que en la Iglesia hay demasiada gente que la da más importancia a la Religión que al Evangelio. Porque es más fácil ir a misa o decir “yo creo en la fe que enseña la Iglesia”, que tomar en serio el seguimiento de Jesús. Quiero decir: lo que nos da miedo y no soportamos es pensar que, si queremos ser cristianos, tenemos que asumir, ante todo, el seguimiento de Jesús. Es decir, el proyecto de vida que nos plantea el Evangelio. Si no empezamos por ahí, ¿qué cristianismo es el nuestro?

Yo no quiero, ni tengo por qué, enjuiciar a los obispos. Muchos de ellos son excelentes personas y hombres ejemplares. Lo que me duele, y no puedo aceptar, es que la Iglesia que tenemos y su teología le hayan dado más importancia a lo que más valora la Religión: creencias, leyes, ritos y jerarquías. Mientras que la forma de vivir y el proyecto de vida, que nos marcó Jesús, tal como consta en los evangelios, no es precisamente ni lo determinante, ni lo que la gente ve y palpa en la vida y en la presencia de la Iglesia.

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Testimonios no cristianos de la existencia de Jesús de Nazareth.

Viernes, 5 de mayo de 2017
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medio-rostro-de-jesus¿Padeció bajo el poder de Poncio Pilato? De la existencia de Jesús de Nazareth no duda ningún historiador serio. Para el historiador especializado en culturas antiguas Michael Grant, ya fallecido, hay más evidencia de que existió Jesús que la que tenemos de famosos personajes históricos paganos. También James H. Charlesworth escribió: «Jesús sí existió y sabemos más de él que de cualquier palestino judío antes del 70 d.C.». E. P. Sanders en «La figura histórica de Jesús» afirma: «Sabemos mucho sobre Jesús, bastante más que sobre Juan el Bautista, Teudas, Judas el Galileo y otra de las figuras cuyos nombre tenemos de aproximadamente la misma fecha y el mismo lugar». y F.F. Bruce, autor de «¿Son fidedignos los documentos del Nuevo Testamento?», sostiene que «para un historiador imparcial, la historicidad de Cristo es tan axiomática como la historicidad de Julio César».

«La muerte en cruz es el hecho histórico mejor atestiguado de la biografía de Jesús», señala a ABC Santiago Guijarro, catedrático de Nuevo Testamento de la Facultad de Teología de la Universidad Pontificia de Salamanca.

Jesús no fue considerado como significativo por los historiadores de su tiempo. Si aparece en la literatura pagana y judía de la época fue por el empuje de los cristianos que le siguieron. «Ninguno de los historiadores no cristianos se propuso escribir una historia de los comienzos del cristianismo, y por esta razón sólo mencionan los acontecimientos que tenían alguna relevancia para la historia que estaban contando. Sin embargo, el valor de estos datos puntuales es muy grande», explica Guijarro en «El relato pre-marcano de la Pasión y la historia del cristianismo».

El historiador norteamericano John P. Meier relata en «Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico» cómo «cuando en conversaciones con gente de la prensa y el libro (…) ésta fue casi invariablemente la primera pregunta: Pero ¿puede usted probar que existió? Si me es posible reformular una interrogación tan amplia en una más concreta como «¿Hay pruebas extrabíblicas en el siglo I d.C. de la existencia de Jesús? Entonces creo que, gracias a Josefo (Flavio Josefo), la respuesta es sí».

Flavio Josefo (93 d.C.)

El historiador judío romanizado (37 a 110 d.C.) recoge en el texto conocido como «Testimonium flavianum» de su libro «Antigüedades judías (91-94)» una referencia a Jesús que si bien se cree que fue retocada con las frases abajo entre paréntesis, se considera auténtico: «En aquel tiempo apareció Jesús, un hombre sabio, (si es lícito llamarlo hombre); porque fue autor de hechos asombrosos, maestro de gente que recibe con gusto la verdad. Y atrajo a muchos judíos y a muchos de origen griego. (Él era el Mesías) Y cuando Pilato, a causa de una acusación hecha por los principales de entre nosotros lo condenó a la cruz, los que antes le habían amado, no dejaron de hacerlo. (Porque él se les apareció al tercer día de nuevo vivo: los profestas habían anunciado éste y mil otros hechos maravillosos acerca de él) Y hasta este mismo día la tribu de los cristianos, llamados así a causa de él, no ha desaparecido».

En Ant. 20.9.1. también hace referencia a «Jesús, que es llamado Mesías» al dar cuenta de la condena a Santiago a ser apedreado.

Tácito (116 d.C.)

El historiador romano (56 a 118 d.C) menciona a «Cristo» en sus «Anales» escritos hacia el año 116 d.C. al hablar sobre Nerón y el incendio de Roma en el año 64. Informa de la sospecha que existía de que el propio emperador había ordenado el fuego y recoge cómo «para acallar el rumor, Nerón creó chivos expiatorios y sometió a las torturas más refinadas a aquellos a los que el vulgo llamaba “crestianos”, [un grupo] odiado por sus abominables crímenes. Su nombre proviene de Cristo, quien bajo el reinado de Tiberio, fue ejecutado por el procurador Poncio Pilato. Sofocada momentáneamente, la nociva superstición se extendió de nuevo, no sólo en Judea, la tierra que originó este mal, sino también en la ciudad de Roma, donde convergen y se cultivan fervientemente prácticas horrendas y vergonzosas de todas clases y de todas partes del mundo».

Los historiadores consideran a Flavio Josefo y Tácito como los testimonios primitivos independientes relativos al mismo Jesús más consistentes, aunque también hay otras fuentes que recogen datos sobre los primeros cristianos:

Plinio, el joven (112 d.C.)

Procónsul en Bitinia del 111 al 113 y sobrino de Plinio el Viejo. Se conservan 10 libros de cartas que escribió. En la carta 96 del libro 10 escribe al emperador Trajano para preguntarle qué debía hacer con los cristianos, a los que condenaba si eran denunciados. En ella cita tres veces a Cristo y señala que los cristianos decían que toda su culpa consistía en reunirse un día antes del alba y cantar un himno a Cristo «como a un dios»: «Decidí dejar marcharse a los que negasen haber sido cristianos, cuando repitieron conmigo una fórmula invocando a los dioses e hicieron la ofrenda de vino e incienso a tu imagen, que a este efecto y por orden mía había sido traída al tribunal junto con las imágenes de los dioses, y cuando renegaron de Cristo (Christo male dicere). Otras gentes cuyos nombres me fueron comunicados por delatores dijeron primero que eran cristianos y luego lo negaron. Dijeron que habían dejado de ser cristianos dos o tres años antes, y algunos más de veinte. Todos ellos adoraron tu imagen y las imágenes de los dioses lo mismo que los otros y renegaron de Cristo. Mantenían que la sustancia de su culpa consistía sólo en lo siguiente: haberse reunido regularmente antes de la aurora en un día determinado y haber cantado antifonalmente un himno a Cristo como a un dios. Carmenque Christo quasi deo dicere secum invicem. Hacían voto también no de crímenes, sino de guardarse del robo, la violencia y el adulterio, de no romper ninguna promesa, y de no retener un depósito cuando se lo reclamen».

Trajano contestó a Plinio diciéndole que no buscara a los cristianos, pero que, cuando se les acusara, debían ser castigados a menos que se retractaran.

Suetonio (120 d.C.)

El historiador romano (70-140 d.C.) hace una referencia en su libro «Sobre la vida de los Césares» donde narra las vidas de los doce primeros emperadores romanos. En el libro V se refiere a un tal «Chrestus» al mencionar la expulsión de los judíos de Roma ordenada por el emperador Claudio: «Expulsó de Roma a los judíos que andaban siempre organizando tumultos por instigación de un tal Chrestus».

La mayoría de los historiadores coinciden en que Chrestus es Cristo porque era frecuente que los paganos confundieran Christus y Chrestus y no existe ningún testimonio sobre ningún Chrestus agitador desconocido.

En los Hechos de los Apóstoles se recoge este acontecimiento: «[Áquila y Priscila] acababan de llegar [a Corinto] desde Italia por haber decretado Claudio que todos los judíos saliesen de Roma».

Luciano (165 d.C.)

El escritor griego Luciano de Samosata satiriza a los cristianos en su obra «La muerte de Peregrino»: «Consideraron a Peregrino un dios, un legislador y le escogieron como patrón…, sólo inferior al hombre de Palestina que fue crucificado por haber introducido esta nueva religión en la vida de los hombres (…) Su primer legislador les convenció de que eran inmortales y que serían todos hermanos si negaban los dioses griegos y daban culto a aquel sofista crucificado, viviendo según sus leyes».

Mara Bar Sarapión (Finales del siglo I)

Existe una carta de Mara Ben Sarapión en sirio a su hijo en la que se refiere así a Jesús, aunque no lo menciona por su nombre: «¿Qué provecho obtuvieron los atenienses al dar muerte a Sócrates, delito que hubieron de pagar con carestías y pestes? ¿O los habitantes de Samos al quemar a Pitágoras, si su país quedó pronto anegado en arena? ¿O los hebreos al ejecutar a su sabio rey, si al poco se vieron despojados de su reino? Un dios de justicia vengó a aquellos tres sabios. Los atenienses murieron de hambre; a los de Samos se los tragó el mar; los hebreos fueron muertos o expulsados de su tierra para vivir dispersos por doquier. Sócrates no murió gracias a Platón; tampoco Pitágoras a causa de la estatua de Era; ni el rey sabio gracias a las nuevas leyes por él promulgadas».

Celso (175 d.C.)

En «Doctrina verdadera» ataca a los cristianos. Aunque no se conserva su libro, sí muchas de sus citas por la refutación que escribió Orígenes unos 70 años después.

«Colgado» en el Talmud

El gran erudito judío Joseph Klausner ya escribió a principios del s.XX que las poquísimas referencias del Talmud a Jesús son de escaso valor histórico. En el tratado Sanhedrin 43a se menciona a «Yeshú»: «Antes pregonó un heraldo. Por tanto, sólo (inmediatamente) antes, pero no más tiempo atrás. En efecto contra esto se enseña: ´En la víspera de la pascua se colgó a Jesús´. Cuarenta días antes había pregonado el heraldo: ´Será apedreado, porque ha practicado la hechicería y ha seducido a Israel, haciéndole apostatar. El que tenga que decir algo en su defensa, venga y dígalo´. Pero como no se alegó nada en su defensa, se le colgó en la víspera de la fiesta de la pascua».

«Muy probablemente el texto talmúdico se limita a reaccionar contra la tradición evangélica», considera John P. Meier en «Un judío marginal. Nueva visión del Jesús histórico»

M. Arrizabalaga

ABC

Fuente Fe Adulta

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Apóstolas, pioneras del feminismo

Miércoles, 3 de mayo de 2017
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mary-magdalene-6e5a131d0dc85e1439fe556313b910251421f22f-s6-c30(Frei Betto op).- En el Evangelio de Juan (20, 11-18) se describe cómo, muerto Jesús, María Magdalena permaneció llorando junto a su sepulcro, cuya piedra, que hacía las veces de puerta, había sido retirada. Al mirar al interior, no vio el cuerpo de Jesús. Vio dos ángeles. Le preguntaron por qué lloraba. Ella respondió: “Porque se han llevado a mi Señor, y no sé dónde le han puesto”.

Al volverse, se topó con un hombre que también le preguntó por qué lloraba y qué buscaba. Supuso que se trataba del jardinero del cementerio: “Señor, si tú lo has llevado, dime dónde lo has puesto y yo iré a buscarlo”. El extraño la llamó por su nombre: “María”. Magdalena reconoció a Jesús por el tono de su voz y exclamó: “¡Rabuni!” (que en hebreo significa Maestro).

La mujer no se contuvo y lo abrazó: “No me toques”, le dijo Jesús, “porque aún no he subido a mi Padre; mas ve a mis hermanos y diles: ‘Subo a mi Padre y a vuestro Padre, a mi Dios y a vuestro Dios’.” María Magdalena fue entonces al encuentro de los discípulos y les anunció: “¡He visto al Señor!”

Magdalena fue la primera que testimonió la Resurrección. Y la primera en anunciar a Jesús resucitado. Solo el machismo imperante en la Iglesia desde los primeros siglos explica por qué no se la considera una apóstola. Desde que Jesús la libró de “siete demonios” no dejó de seguirlo, en compañía de Juana, Susana “y otras muchas” (Lucas 8, 3).

Pero Magdalena no fue la primera que reconoció en Jesús al esperado Mesías. Ese mérito le corresponde a otra mujer, de quien también nos contó Juan (4, 1-30). No sabemos su nombre. Sabemos que vivía en Samaria y que tenía el extraño hábito de ir al pozo a buscar aguar por vuelta del mediodía.

En las regiones donde no hay agua corriente, es al amanecer que se acostumbra ir a buscar el agua. La actitud de la samaritana tiene una explicación obvia: no quería encontrarse con otras mujeres. Sabía que tenía mala fama, y prefería ir al pozo cuando no había nadie.

Cierto día, se encontró allí con un joven. Al verla bajar el cántaro al pozo, le pidió: “Dame de beber”. Por el acento, la mujer se dio cuenta de que era un judío. Y reinaba una fuerte animosidad histórica entre judíos y samaritanos. “¿Cómo tú, siendo judío, me pides a mí de beber, que soy mujer samaritana?” Jesús, que se había detenido allí a descansar mientras los discípulos iban a comprar provisiones, le replicó: “Si conocieras quién es el que te dice ‘dame de beber’, tú le pedirías, y él te daría agua viva.

Esa afirmación la intrigó: “Señor, no tienes con qué sacarla, y el pozo es hondo. ¿De dónde, pues, tienes el agua viva?” Jesús insistió: “Cualquiera que beba de esta agua volverá a tener sed; mas el que beba del agua que yo le daré nunca más tendrá.” Animada por la idea de librarse del trabajo de ir al pozo, la mujer lo instó: “Dame de esa agua para que no tenga yo sed, ni venga aquí a sacarla.”

Jesús cambió el rumbo de la conversación: “Ve, llama a tu marido, y ven acá.” “No tengo marido”, dijo ella. Su fama ya había llegado a Galilea. “Bien has dicho: ‘No tengo marido’.” Y añadió: “Cinco maridos has tenido, y el que ahora tienes no es tu marido. Esto has dicho con verdad.”

Resulta curioso que Jesús no pronunciara un sermón moralista: “¡Promiscua! ¿Cómo te atreves a querer mi agua viva si no eres capaz de ponerle freno a esa sucesividad conyugal?” ¡Y pensar que hoy en día hay cardenales, obispos y padres que, contradiciendo al papa Francisco, insisten en negarles los sacramentos a hombres y mujeres que se han vuelto a casar!

Además de no emitir ninguna censura, Jesús elogió a la samaritana por decir la verdad. Y al elucidar su duda sobre el lugar donde debía adorarse a Dios, si en Jerusalén o en Samaria, enfatizó que “los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”. Y, por primera vez, rompió el anonimato sobre su naturaleza divina y se le reveló como el esperado Mesías.

¡Pobres de los puritanos escrupulosos! ¡No soportan el hecho de que Jesús no se le haya revelado por primera vez a Pedro o a otro apóstol, sino a una mujer de vida irregular! ¿Por qué? Porque se dio cuenta de cuánta sed de amor (el agua viva) había en ella. Era una mujer voraz y veraz. Y solo Dios sería suficiente para colmar semejante sima en el corazón.

La samaritana tiró el cántaro y corrió a la ciudad para anunciar que había encontrado al Mesías. Fue ella, en realidad, la primera apóstola.

Resulta extraño que hasta el día de hoy a las mujeres se les considere fieles de segunda clase en la Iglesia Católica, impedidas de acceder al sacerdocio. Si Dios quiere, eso cambiará un día, como tantas otras piedras del tradicionalismo que ya han sido removidas.

Frei Betto es autor, entre otros libros, de Fome de Dios (Fontanar).

www.freibetto.org

Traducción de Esther Perez

Fuente Religión Digital

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1.5.17. San Jesús Obrero. Trabajador de pico y pala, con riesgo de paro

Lunes, 1 de mayo de 2017
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18193815_785419384968589_7890666920070966464_nDel blog de Xabier Pikaza:

Jesús no fue dueño de tierras, un hombre que se valora y eleva por su trabajo digno,en tierra propia, quizá con siervos y empleados a su servicio.

Tampoco fue dueño de un taller de construcción, un autónomo con medios propios para producir unos bienes importantes de consumo, en el campo de la construcción (albañil, herrero, carpintero…), quizá también con ayudantes y siervos.

Jesús fue un trabajador eventual, al servicio ajeno, obrero de pico y pala preparando tierras para la construcción… al servicio de los dueños, que eran entonces los gobernadores, sacerdotes y nuevos enriquecidos, en una agricultura que se ponía al servicio del gran comercio.

NOVECENTOEn un sentido muy profundo, Jesús fue un líder obrero, al servicio de la nueva conciencia de la “clase” de los dominados y prescindibles, a quienes él ofreció dignidad, como hijos de Dios, como personas… Su mensaje y proyecto se sitúa en el contexto de los obreros eventuales… que dependen del mercado del trabajo, en un mundo dominando por los nuevos reyes/cortesanos, dueños de grandes terrenos y comerciantes, a principios del siglo I de nuestra era, en Palestina.

La fiesta del trabajo de Jesús (Uno de Mayo) ha de situarse en este contexto de las clases” sociales más significativas de su entorno . Él no aprendió su doctrina estudiando la Escritura o en un entorno elitista (como el de F. Josefo, escritor, político y sacerdote de su tiempo), sino en el taller del trabajo eventual y de las contradicciones laborales y sociales de su tiempo.

18198487_785418551635339_3523995790658256814_nAsí lo indica Mc 6, 3 al decir que es tekton (artesano) y lo ratifica Mc 13, 55 al añadir que es “hijo de artesano”. En ese trasfondo se debe situar su conocimiento, tal como ha destacado Mc 6, 3: «¿Qué sabiduría es ésta que le ha sido dada? ¿No es éste el carpintero?». He desarrollado extensamente el tema en Historia de Jesús (VD, Estella 2015)

Jesús el obrero. Trabajador al servicio ajeno.

Marcos le define directamente como “el tekton” (Mc 6, 3). No es simplemente un “tekton” (un carpintero/obrero como otros), sino “ho tekton”, es decir, como el artesano: Un obrero a merced de los demás, alguien a quien otros pueden llamar y mandar, para encargarle unas tareas, de las que él ha de vivir. Mateo parece suavizar esa afirmación y presenta a Jesús como “el hijo del tekton” (Mt 13, 5).

Ese cambio puede responder a un intento de “atenuar” la dureza de su estado laboral, pero en realidad no la atenúa, sino que la refuerza y endurece. Jesús no es simplemente un “nuevo tekton”, alguien que acaba de empobrecer, por situaciones inmediatas de familia, sino que aparece como “el hijo de”, alguien que ha nacido en una familia que carecía ya de la seguridad económica que ofrece la propiedad de un campo, cultivado directamente, como signo de bendición de Dios.

Jesús no aparece como alguien que puede trabajar su propia tierra (con autonomía), sino como alguien que depende de la oferta de trabajo ajeno, al servicio de los demás, dentro de un duro mercado de oferta y demanda. Así ha podido conocer la realidad social desde la perspectiva de precariedad y pobreza de los campesinos expulsados de su tierra. No vive del trabajo directo de la tierra y de cuidado de animales, sino de la oferta de trabajo ajeno, en un mundo dominado ya por el dinero. Leer más…

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¡Feliz Pascua!

Sábado, 29 de abril de 2017
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resucitado1Juan Zapatero Ballesteros, sacerdote
Sant Feliú de LLobregat (Barcelona).

ECLESALIA, 21/04/17.- Amigas y amigos de Eclesalia: ¡Feliz Pascua!, compartiendo con vosotras y vosotros el hecho que durante la Pascua la vida recobra un sentido especial.

En primer lugar, la Pascua supone para mí traer a mi mente el recuerdo de un pueblo que recobró la libertad dejando atrás largos años de dura esclavitud; me refiero, sencillamente, al pueblo de Israel que consiguió liberarse del yugo opresor del imperio de Egipto. Una situación que acabó convirtiéndole en objeto de explotación y en pura mercancía.

Después de siglos y siglos la historia de Israel frente a Egipto se ha ido repitiendo en tantos y tantos pueblos, a veces con grados de crueldad inaudita, hasta llegar a nuestro mundo de hoy.  Un mundo global, en el que las situaciones de dolor y de opresión que se dan ya no nos pueden dejar indiferentes, por muy lejos que nos parezca que están las víctimas y los victimarios, aunque estos acostumbran a estar bastante cerca muchas veces. La lista de dolor y de opresión podría ser larga; por ello quiero recordar aquellas que más me hieren y las que considero más escandalosas. En este tiempo de Pascua, me pregunto si es racional, ya no digo “justo”, que la tercera parte de los alimentos que compramos quienes aún contamos con recursos en los países ricos vayan a parar a la basura. Mientras esto sucede, como si fuera algo natural, 6.400 niños mueren materialmente de hambre cada día. Algunos la llaman la esclavitud del estómago, que no permite sobrevivir, sino malvivir, para acabar en la muerte más bien pronto que tarde. No quiero que esto haga sentirte mal, pero continuando con los niños, te recuerdo que en ciertas zonas del planeta son mercancía barata en cuanto a producción de prendas de vestir se refiere o a extraer de las minas materiales que luego se convertirán en los teléfonos móviles de la última generación o en joyas altamente cotizadas en las lujosas avenidas de los países que forman el mundo rico. Y, por si esto fuera poco, estos mismos niños u otros de su misma índole y condición servirán como objetos muy baratos y a la vez muy apetecibles que satisfagan el deseo sexual, fruto de la depravación, de los “señores” (porque así se hacen llamar) de nuestros países ricos que van a aquellas zonas a consumar precisamente semejante perversidad, aunque pongan la excusa de que van a pasar unos días de descanso o simplemente a hacer turismo.

Por ello, en este tiempo quiero felicitar la Pascua de manera especial a todas las personas y organizaciones que se dedican o hacen alguna cosa contra la esclavitud de estos inocentes. También a ti, por muy poco o pequeño que sea lo que hagas. No olvides que al menos tienes tu palabra para denunciar semejantes injusticias y decir que se trata de algo tan grave que clama al cielo.

Las esclavitudes que padecen estos niños nos enternecen quizás más, porque son más débiles; pero es que, a decir verdad, el mundo de los adultos no está mejor, que digamos. Durante lo que llevamos de este año y todo el anterior hemos sido testigos de éxodos dolorosos de hombres, de mujeres y de familias, que se han visto obligados a marchar de sus lugares de origen, dejando a tras lo poco que tenían, pero que era lo que con toda seguridad más querían, porque veían que en cualquier momento podían ser víctimas de una bala o de una bomba, o porque eran perseguidos o estaban a punto de serlo por ser de tal o cual raza, por mantener una ideología, por profesar una religión concreta u otras cosas más que los convertía irracionalmente en culpables o enemigos. Hoy, a diferencia de lo que sucedió hace treinta siglos con el pueblo de Israel, no tienen donde acogerse ni pueden convertir en realidad sus deseos de libertad, porque pueblos y países, muchos de los cuales precisamente nos llamamos cristianos, hemos cerrado a cal y canto nuestras puertas o hemos levantado grandes muros y vallas, para evitar que puedan entrar y “robarnos” el bienestar que durante siglos hemos conseguido, tal y como intentan vendernos muchos de nuestros gobernantes y otras personas, como tú y como yo, que se han puesto una venda en los ojos y han arrancado de sus corazones los más elementales sentimientos de compasión y de misericordia.

Pero, también hoy como entonces, el Dios del Jesús resucitado continúa actuando a través de hombres y mujeres que, dejando atrás sus miedos y sus comodidades, se han puesto en camino saliendo a los lugares donde se encuentran tirados muchos de estos exiliados, víctimas del hambre, del frío, de la exclusión y de la inhumanidad, en definitiva. Mientras, otras y otros lo hacen desde aquí mismo, denunciando con su palabra, con su protesta y movilizándose a diferentes niveles.

Yo te invito en este tiempo de Pascua a que unamos nuestro grito desde el silencio para felicitarlos de corazón, y decirles que, gracias a sus manos, a sus pies, a sus brazos, a su boca, etc., la libertad, la dignidad, la esperanza y al menos algunas dosis de humanidad llegará a muchas de las personas que viven degradadas o que se han visto obligadas a emigrar

Tengo razones para pensar que Jesús no es un mito, sino una experiencia real y viva, la cual cosa me lleva a desearos una feliz Pascua, llena de aprecio y cariño:

¡FELIZ PASCUA!

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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¡Aleluya!

Lunes, 24 de abril de 2017
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Del blog Nova Bella:

 

risorto

 

Todo renace en ti

 

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¿Ha llegado la Pascua?

Sábado, 22 de abril de 2017
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el-amor-es-el-arbol-amar-es-el-fruto_560x280El amor es el árbol, amar es el fruto…

“Vivir en profundidad la experiencia de Dios”

“Tiempo especial de escucha y meditación de la Palabra”

(José Alegre).- ¿Verdaderamente ha llegado la Pascua a tu vida? La Regla de los monjes dice que en la víspera de la Pascua “ofrecer espontáneamente algo a Dios con gozo del Espíritu Santo: esto es que sustraiga a su cuerpo algo de comida, bebida, sueño, conversación y pasatiempo, y esperar la santa Pascua con la alegría de un espiritual anhelo”… (RB 49,6)

Quizás esto era para recordarlo mejor al principio de Cuaresma. Pero lo que no podemos hacer cuando deseamos vivir en profundidad la experiencia de Dios, es partir de nosotros mismos, de nuestras previsiones y prácticas, de nuestros planteamientos, pues nuestra debilidad nos impide ser plenamente fieles. Por esto debemos partir siempre de la iniciativa divina, de escuchar su palabra. Dice san Hilario:

Instruido en la ciencia divina, el hombre se convierte en una morada de Dios… Dios no viene a habitar en la mente de los creyentes con una venida corporal, sino que penetra en el corazón en virtud de una fuerza espiritual e infunde como una luz a toda la mente…. (Coment Sal 131)

De aquí que la preparación de la Pascua ha venido siempre recomendada como un tiempo especial de escucha y meditación de la Palabra. Y a partir de aquí tienen sentido todas nuestras penitencias.

¿Lo has hecho así?

Pues atiende a lo que exhorta la Palabra:

Hijo mío, no olvides mi instrucción, conserva en la memoria mis preceptos, porque alargaran los días y años de tu vida y tu prosperidad… En todos tus caminos piensa en él y él allanará tus sendas… (Prov 3,1s)

Esta instrucción nos lleva a penetrar en el misterio de Dios, que es un misterio de amor. Un misterio que es más fuerte que la vida, pues es precisamente de este misterio de amor de donde brota la vida. Y este es el misterio que celebramos estos días: el amor hasta el extremo. Y cuando llevamos el amor hasta el extremo la vida misma está subordinada a este amor. Y este amor se resuelve en una nueva vida.

Pero vivir este misterio exige crecer en el apego o en el deseo de ese amor. Y, simultáneamente, crecer en el desapego a la vida. En una palabra:
valorar más el amor que la vida

Y esta no es una tarea fácil. Escribe el Papa Benet XVI: “Sólo cuando alguien valora más el amor por encima de la vida, a saber: sólo cuando alguien está dispuesto a someter la vida al amor, por el amor del amor, puede el amor ser más fuerte que la muerte y mayor que la muerte”.

Quizás los 50 días que tenemos los cristianos, hasta Pentecostés, para profundizar en la vivencia del misterio de Pascua, pueden ser interesantes si reflexionamos sobre la relación entre la vida y el amor, teniendo como referencia a Quien vivió en plenitud esta relación: Jesús de Nazaret.

En el ritmo de la vida de hoy no es fácil esta reflexión, pero sin vivir esta reflexión difícilmente puede crecer en nosotros la fe en la Resurrección. Si lo aceptas te puedo ofrecer un punto de ayuda a tu reflexión, que tomo del “Libro del Amigo y del Amado de Ramón Llull:

“El Amigo preguntó a su Amado: ¿Qué es más grande, el amor o el hecho de amar? Y el Amado le respondió: En la criatura el amor es el árbol, amar es el fruto; las penas y los sufrimientos son las flores y las hojas del árbol. Pero en Mí, amor y amar son, sin penas y sin sufrimientos, una sola y misma cosa.” (nº 85)

Fuente Religión Digital

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Fray Marcos: Es la fiesta de la Vida. La de Jesús y la mía

Sábado, 15 de abril de 2017
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DibujosBiblicosJesucristoLaResurreccionMt 28, 1-10

Decíamos al principio de la cuaresma que no se podía entender ese tiempo litúrgico sin tener presente la Pascua. Hoy al celebrar la resurrección de Jesús, damos sentido a todo ese tiempo de preparación para este acontecimiento. Naturalmente, no se puede resucitar si antes no se ha muerto. Tal vez sea este aspecto el más complicado para nosotros hoy. Por eso no podemos conformamos con celebrar externamente lo que sucedió a otra persona (Jesús) en una fecha histórica ya muy lejana.

El centro de esta vigilia es el fuego y el agua como principios de la vida biológica. Esta es la primera clave para entender lo que estamos celebrando en la liturgia más importante de todo el año. Del fuego surgen dos cualidades sin las cuales no hubiera podido surgir la vida que conocemos: luz y calor. El agua es el elemento fundamental para formar un ser vivo. El 80% de cualquier ser vivo, incluido el hombre, es agua. Recordar y renovar nuestro bautismo, es pieza clave para descubrir de qué Vida estamos hablando. Hoy el fuego y el agua simbolizan a Jesús porque le recordamos como Vida. En el prólogo del evangelio de Jn dice: “En la Palabra había Vida y la Vida era la luz de los hombres”.

La vida que hoy nos interesa, no es la física (bios), ni la psíquica (psiques), sino la espiritual y trascendente. Por no tener en cuenta la diferencia entre estas vidas, nos seguimos armado un lío con la resurrección. La vida biológica no tiene importancia en lo que estamos tratando. “El que cree en mí aunque haya muerto vivirá; y todo el que vive y cree en mí no morirá para siempre”. La biológica y la psíquica tienen importancia, solo porque son las que nos capacitan para alcanzar la espiritual. Solo el hombre que es capaz de conocer y de amar, puede acceder a la Vida divina. Nuestra conciencia individual tiene importancia solo como instrumento, como vehículo para alcanzar la Vida definitiva.

Lo que celebramos esta noche, es la llegada de Jesús a esa plenitud de Vida. Jesús, como hombre, alcanzó la más alta cota de esa Vida. Posee la Vida definitiva que es la misma Vida de Dios. Esa Vida ya no puede perderse porque es eterna. Podemos seguir empleando el término “resurrección”, pero debemos evitar el aplicarla inconscientemente a la vida biológica y psicológica, porque es lo que nosotros podemos descubrir por los sentidos. Pero lo que hay de Dios en Jesús no se puede descubrir mirando, oyendo o palpando. Ni vivo ni muerto ni resucitado, puede nadie descubrir su divinidad.

Tampoco puede ser el resultado de alguna demostración lógica. Lo divino no cae dentro del objeto de nuestra razón. A la convicción de que Jesús está vivo, no se puede llegar por razonamientos. Lo divino que hay en Jesús, y por lo tanto su resurrección, sólo puede ser objeto de experiencia pascual. Para los apóstoles como para nosotros se trata de una vivencia interior. A través del convencimiento de que Jesús les está dando VIDA, descubren los seguidores de Jesús, que tiene que estar él VIVO. Solo a través de la convicción personal podemos aceptar nosotras la resurrección.

Creer en la resurrección exige haber pasado de la muerte a la vida. Por eso en esta vigilia es tanta importancia el recuerdo de nuestro bautismo. El cristiano debe estar constantemente muriendo y resucitan­do. Muriendo a lo terreno y caduco, al egoísmo, y naciendo a la verdadera Vida. Tenemos del bautismo una concepción estática que nos impide vivirlo. En tal día a tal hora, han hecho el signo sobre mí, pero lo significado, es tarea de toda la vida. Todos los días tengo que estar haciendo mía esa Vida.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Reflexión del Jueves Santo. 13 de Abril, 2017

Jueves, 13 de abril de 2017
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jueves-santo

Algunas ideas  para centrar estos días que comenzamos a vivir.

Muchas veces nos acercamos a las celebraciones litúrgicas  casi por costumbre o con la esperanza de que se nos conmueva el corazón con algunas de las cosas que vemos, escuchamos,…

No está de más saber un poquito sobre lo que significan estos días, y, en este caso, lo que expresa esta fiesta de jueves santo.

La Semana santa no existió siempre, qué va.  Durante algún tiempo se celebró la Pascua solo durante un día. Andando el tiempo se va viendo la necesidad de celebrar también el viernes y el sábado. Así nos encontramos con el triduo Pascual.

El viernes recordamos con intensidad la pasión y muerte del Maestro. En la celebración encontramos puntos importantes como son la lectura de la Palabra de Dios, principalmente el relato evangélico de la Pasión, la adoración de la Cruz,  expresión máxima del Amor de Jesús por la humanidad , y la comunión. Este día no hay consagración, se comulga con el pan reservado del jueves santo.

El sábado santo es un día “alitúrgico”, es decir, no hay sacramentos, solo tenemos la liturgia de las horas (laudes, vísperas, etc.). Es un día de silencio, de espera, tenemos la Palabra de Dios y la promesa de la resurrección.

El sábado termina con la gran fiesta de la Vigilia Pascual, la gran noche de vela festiva que nos recuerda a aquella primera noche de vela de María de Magdala, cuando, al amanecer vivió el encuentro transformador con el Resucitado.

En esta celebración toman protagonismo la Luz, la Palabra de Dios, el Agua y el Pan y el Vino. En nuestro monasterio procuramos “tirar la casa por la ventana” y vivimos una celebración larga, con mucho símbolo, movimiento, música, pequeñajos que a ratos corretean y a ratos se duermen,  silencio, hondura, fe y compromiso. La noche se prolonga tras la liturgia con otra liturgia en torno a un chocolate.

¿Y el jueves? El jueves se introdujo como preparación al Triduo pascual. Siempre hay una preparación previa para la vivencia de los grandes acontecimientos que marcan nuestra fe.

El jueves se celebra tradicionalmente el día del Amor fraterno y el día de la Institución de la Eucaristía. Las empresas comerciales quizás no lo saben aún y por eso no ha hecho campaña para vender quién sabe qué.

En la celebración de esta tarde, adquiere una intensidad importante el evangelio del día. Juan nos narra no la eucaristía, como podría esperarse sino el lavatorio de los pies. ¿Por qué? Quizás para cuando Juan escribe este texto la celebración de la eucaristía en las casa ya había empezado a desvirtuarse con los abusos que se derivan de la rutina, los conflictos por las jerarquías, etc. Juan quiere unir el gesto de la fracción del pan y del vino compartido (que es narrado por los otros evangelistas) con el gesto del lavatorio de los pies.

Jesús no es un Maestro sentado en una cátedra, en un púlpito, o en una sede, no, es un Hermano que se inclina ante los pies sucios de sus amigos y amigas para lavárselos, realizando un servicio propio de siervos y mujeres. Quizás la idea se la dio su amiga María de Betania, la hermana de Marta y Lázaro, cuando días antes, en una cena, María había derramado un perfume carísimo sobre los pies del Jesús  secándoselos con su cabello posteriormente.

¿Qué sentiría el galileo en esos momentos? Jesús reconoce en ese gesto de la mujer una profecía, un anuncio, y él lo perpetuará después en esa cena con discípulos (y, probablemente, con más gente).

Es  fácil lo que podemos deducir de la unión entre el gesto del pan/vino y el lavatorio.  Es fácil y… complicado. Tan complicado que a lo largo del tiempo el gesto ministerial (de servicio) del lavatorio ha quedado relegado a un simbolismo en un día del año.

A lo largo de la historia nos encontramos con épocas en las que se celebraba una comida fraterna los domingos, épocas en las que ya no era una comida fraterna  sino un encuentro más ritualizado, incluso épocas en las que ya ni tan siquiera se comulgaba (de ahí viene el gesto del sacerdote de elevar la hostia, cuando a los fieles se les prohibía comulgar y entonces hacían algo así como una “comunión ocular” con el pan consagrado), y más historias.

Jesús, en esa cena parte un par y vierte un vino. Jesús reparte, no ya su cuerpo y su sangre, sino su propia vida. “Haced esto”. Y esto es las dos cosas lavar los pies y entregar la vida. Las dos cosas que son una sola. “Haced esto” es un imperativo, tan imperativo como el “hágase”, que también lo es.

La última cena, es el tiempo de un Jesús “des-trozado”, hecho trozos, como el pan. De un Jesús inclinado, abajado, siervo como uno de tantos.

El misterio de la eucaristía no es solo la transformación del pan y el vino en el cuerpo y la sangre del Señor. Eso sería casi fácil, ya que es el Espíritu quien lo realiza. Lo complicado es que nos hagamos cuerpo y sangre del mismo Cristo, y que también nos des-trocemos y nos vertamos. Y eso sí que es misterio, y gracia, y promesa y deseo del Padre.

Para la reflexión:

¿Es la eucaristía para mí un momento de profunda elevación espiritual y… poco más?

¿Me hago, mejor, soy eucaristía?  Es decir, ¿lavo los pies, me parto y me derramo por los demás?

…….

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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13.4.17. Todo el año es Jueves Santo. La próxima copa en Jerusalén

Jueves, 13 de abril de 2017
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maria_comunidaddiscipulos-maximino-cerezoDel blog de Xabier Pikaza:

Este jueves celebra la Iglesia la cena de despedida de Jesús, vinculada a la eucaristía y al amor fraterno.

Se trata de una cena enigmática y luminosa, cena de la traición y de la gran invitación de Jesús, que se despide de los suyos prometiéndoles que la próxima copa la beberá con ellos en el Reino de los Cielos.

Éstos son los aspectos que voy a desarrollar este Jueves central de la Semana de Jesús. Tiene esta fiera otros aspectos importantes:

— la Eucaristía en sí misma, el don de Dios, hecho pan y vino compartido, la fiesta de la vida;

— el lavatorio de pies, no hay amor sin servicio mutuo, sin acogida a los distintos, extraños, extranjeros;

— el mandato del amor fraterno; es el mandamiento originario de Dios, que Jesús presenta como mandamiento nuevo, experiencia de amistad;

— la invitación a repetir sus gestos los gestos de Jesús; la liturgia cristiana es una re-presentación, una renovación del camino de Cristo, como puse ayer de relieve, en la postal sobre el Retablo de Salamanca

— la “fundación” del ministerio universal de la Iglesia, un ministerio de todos los cristianos

Cada uno de esos rasgos nos podría servir de meditación, en la línea de la historia de Jesús y de la Iglesia cristiana, pero hoy quiero destacar la despedida de Jesús y su invitación al Reino de Dios, con la próxima copa en la Jerusalén del Reino.

17796521_769258236584704_4617916635520584497_nPara la Iglesia de Jesús, todo el año es Jueves Santo, día del amor fraterno… y todos los cristianos son testigos y ministros de ese amor originario y final de Jesús , mientras preparamos esperamos la Gloriosa Venida de su Reino, la Nueva Jerusalén.

En la imagen 1 (de M. Cerezo), todos son celebrantes y ministros de la Eucaristía, igual hombres que mujeres, sobre todo, las mujeres (una de ellas parece estar presidiendo…, aunque quien preside es el mismo Amor de Dios, encarnado en Jesús, un Jueves Danto).

Imagen 2. A cien metros del lugar donde vive y trabaja M. Cerezo está la imagen de la Última Cena del Retablo de la Catedral Vieja de Salamanca. De las 53 tablas del “re-tablo” he tratado estos días. Aquí presento en formato pequeño la de la Eucaristía, de mediados del siglo XV.

Buen día de Jueves Santo a todos, amigos cercanos, conocidos, todos, en la Iglesia de Jesús y fuera de la Iglesia, pues todos este día estamos invitados a la copa del amor, sabiendo que la próxima será en Jerusalén.

1. CENA DE DESPEDIDA Y RUPTURA.

Los exegetas han querido y quieren saber si la Última Cena fue o no Cena de Pascua judía. No lo sabemos. Lo que sabemos es que fue cena de despedida de Jesús y de traición de los discípulos.

1. Deseo de los Doce: que sea Pascua.

Significativamente, la celebración de la Cena de Pascua es una propuesta de los Doce (cf. Mc 14, 12. 17), que quieren sacrificar el cordero, al modo judío, es decir, formando con Jesús una comunidad limpia, de puros observantes varones (que, según Marcos) no han entendido la novedad mesiánica.

Ellos, los Doce (representantes de la esperanza nacional israelita), proponen a Jesús la celebración de la cena pascual y Jesús acepta, pero no para aclamar con ellos la gloria de la identidad ritual, de los judíos puros, sino para mostrarles, en el mismo centro de su comida, que ellos van a rechazarle (cf. Mc 14, 18-21.27-31), mostrando así que la pascua “pura” (de limpios cumplidores nacionales) ha perdido el sentido, dentro de su movimiento de Jesús. Sólo superando ese nivel de pascua (vinculado a la negación de los discípulos) podrá entenderse la afirmación de Jesús, que, a pesar de eso, abriendo un espacio nuevo de esperanzas, les invita al nuevo vino del Reino (cf. Mc 14, 25).

2. El gran contraste: Traición de los discípulos.

El evangelio de Marcos quiere mostrar la novedad de Jesús frente a las instituciones anteriores y por eso presenta esta “cena de pascua”, que los discípulos proponen a Jesús, como momento de traición y negaciones, en el que culmina y pierde su sentido el mesianismo oficial y la función intra-judía de aquellos Doce (a quienes Jesús había elegido para “ser-con-él” y proclamar el reino; cf. Mc 3, 13-19). Por eso, la misma cena de afirmación de Jesús (que mantiene y culmina su propuesta de Reino, como veremos en el apartado siguiente) viene a presentarse como reunión de ruptura mesiánica y entrega de sus discípulos. Así lo recuerda de forma dramática el texto de Pablo, el más antiguo de todos los que conservamos sobre el tema: “El Señor Jesús, en la noche en que fue entregado…” (1 Cor 15, 23).

Allí donde sus discípulos le entregan y venden, Jesús les regala su vida (eucaristía). En la misma cena de pascua que ellos quieren ofrecerle (o compartir con él en Jerusalén) los Doce en cuanto tales (discípulos varones/oficiales) rechazan a Jesús, se desmarcan de su movimiento.

3. Ruptura del movimiento de Jesús.

Los discípulos no han sido un elemento secundario, sino parte esencial de su mensaje y camino. Ellos están vinculados de un modo esencial al proyecto de Jesús y así los hemos ido viendo, a lo largo de este libro (especialmente desde cap. 16). Pues bien, ahora descubrimos que son un “proyecto fracasado”. Jesús les invita al Reino (¡la próxima copa…! Mc 14, 25) y ellos le abandonan.

Jesús les entrega su “cuerpo” (Mc 14, 22-24) y ellos le entregan a él para la muerte. En el fondo de estos signos de contraste hay un recuerdo histórico: la unidad de la trama mesiánica de Jesús, vinculada a los Doce, se ha roto precisamente en la reunión de despedida (donde Jesús quería ratificarla). Por eso, su movimiento continuará, pero de otra manera, porque él les seguirá esperando en Galilea (Mc 14, 28; 16, 7-8), para empezar otra vez desde su entrega personal (su muerte) y no en la pascua nacional judía que sus discípulos buscaban (pues ellos mismos le entregan a la muerte, le traicionan). En esa línea, la Iglesia posterior recordará que la historia de Jesús empezó otra vez a partir de unas mujeres, que permanecerán con él ante la Cruz (cf. Mc 14, 40-41 par).

Esa entrega/negación de los discípulos, que rechazan a Jesús en la misma Cena que él les ofrece, tiene en los textos del evangelio tanta importancia como la institución eucarística. En sentido redaccional (y teológico e incluso histórico) la Cena de Judas, de Pedro y los Doce culmina en la huída de Getsemaní (Mc 14, 50 par) y en las negaciones finales de Pedo (Mc 14, 66-72 par).

4. Las mujeres.

En el contexto anterior ha de entenderse la presencia y/o ausencia de las mujeres. Si aparecen con Jesús en la cruz (el día siguiente), es lógico que hayan estado la víspera a su mesa. Éste es un tema importante para algunos teólogos, porque de la presencia o ausencia histórica de las mujeres en la cena de la institución (de la que hablaremos después) deducen la posibilidad de que ellas puedan ser o no ser “ordenadas”.

Para el evangelio, el problema no está en que esas mujeres hayan estado o no en la Cena (¡puede suponerse que sí!), sino en que los varones oficiales (podríamos decir, los “ordenados”, que serían los Doce) han rechazado la pretendida ordenación, negando a Jesús y abandonándoles la muerte, de manera que la nueva historia mesiánica empezará de otra manera, desde las mujeres.

Pienso que ellas “tuvieron que estar” en la cena, pero no como los Doce, pues en todo el relato esos Doce aparecen como aquellos que van a entregar y negar a Jesús, mientras él les invita a culminar su obra (cf. Mc 14, 17-21. 25-31 par).

5. Jesús mantuvo hasta el final su proyecto,

incluso en contra de los suyos, y los suyos le abandonaron, no por simple miedo (¡cosa que sería muy respetable!), sino porque tenían otros propósitos de reino, en la línea tradicional del mesianismo nacional judío. Parece que cenaron con él, pero tuvieron que “discutir” y enfrentarse y, al final, se fueron (al final de la Cena o en Getsemaní). Ni Jesús, enviado mesiánico, pudo evitar la ruptura. Él les invitó a su Reino, de la manera más honda posible (como veremos en el próximo apartado): Leer más…

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Pasión al Día. Trece pasos de Semana Santa

Jueves, 13 de abril de 2017
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31751654Del blog de Xabier Pikaza:

En su edición impresa y digital, Salamanca al día (http://salamancartvaldia.es/ ) ha dedicado un número extraordinario a la Semana Santa, incluyendo mi reflexión sobre sobre trece “pasos” (cuadros) o misterios del Retablo Mayor de la Catedral Vieja (cf. http://salamancartvaldia.es/not/145782/sale-calle-numero-abril-periodico-gratuito-salamanca-dia/. pag 6)

Estos pasos o estaciones son un elemento clave de la historia cultural y religiosa de Salamanca, y ofrecen uno de los mejores conjuntos de escenas de pasión que de la pintura de Occidente y siguen estando “vivos”, para oración de los devotos, contemplación de los amigos del arte y admiración de todos, incluidos turistas y curiosos.

Ellos forman parte del retablo de la Catedral Vieja que contiene, además del gran fresco del ábside, que es algo posterior, 53 tablas pintadas por el Maestro Nicola Florentino, en torno al 1450, con escenas de la vida de Jesús. Entre ellas resaltamos once que forman un espléndido conjunto de escenas de pasión, que pueden entender como estaciones de Via-Crucis y pasos de procesión Semana Santa.

Esas escenas del retablo podrían salir a la calle, para ser admiradas y contempladas por creyentes devotos y testigos de la vida cultural de la ciudad. Son “figuras” de la pasión, que recogen escenas fundamentales de los evangelios, que narran de un modo plástico la historia de la pasión de Jesús.

Evoco aquí esas trece escenas, siguiendo el número en que han sido clasificadas y comentadas por ejemplo en Restauración del Retablo de la Catedral Vieja de Salamanca (Patrimonio Histórico de Castilla y León, Salamanca 2000), con cita de los textos bíblicos especialmente tomados del evangelio de Marcos, en este orden (cf. también http://roble.pntic.mec.es/jfeg0041/todo_reliduques/arte/reta_sala/retablo_salamanca.html; : http://www.artehistoria.com/v2/videos/190.htm )

ONCE PASOS DE LA PASIÓN DE SALAMANCA

Once escena de pasión, once “pasos” de Semana Santa (siguiendo la numeración de los cuadros del retablo):

1. (32). Unción de Betania (Mc 14, 2-9). Una mujer profeta, unge a Jesús como Mesías de Dios en la cabeza. Ella es la iniciadora de la Semana Santa, portadora principal del estandarte o pendón que abre el cortejo. Esta mujer abre y da sentido al camino de los pasos de la Semana Santa.

2 (33). Ramos, entrada en Jerusalén (Mc 11, 1-11). La tabla presenta un camino con niños en los árboles, cortando ramos, y con hombres y mujeres que esperan a Jesús y que le siguen, con algunos que le adoran a los lados. Esta escena llamada de la “borriquilla” (con el burrito menos a su lado) representa y condensa el camino de los pasos de la Semana Santa.

3 (34). Última Cena (Mc 14, 12-21). En torno a una mesa redonda se reúnen los Doce de Jesús, como símbolo de todos los creyentes, en torno al cordero y los panes de diverso tipo, con una gran copa de vino. La verdadera procesión de Semana Santa es la Eucaristía cristiana o (en sentido social) una comida de solidaridad abierta a todos los hombres del mundo.
4 (35). Lavatorio de pies (Jn 13, 1-20). Las procesiones de Semana Santa tienen un fondo penitencial, de limpieza y conversión y también de servicio mutuo (acogerse, lavarse los pies…). En el centro de la escena está Jesús, lavando los pies a Pedro. Al lado están los otros doce, con curiosos en el fondo…Sin servicio y ayuda mutua no hay Semana Santa.

5 (36). Oración del Huerto (Lc 22, 39-46). La tabla vincula dos escenas. Por arriba está Jesús angustiado ante su destino de dolor, con ángel que le consuela. En la parte inferior aparecen los discípulos dormidos. Las procesiones de Semana Santa son tiempo para despertarse del sueño y la apatía, retomando el camino de Jesús, el compromiso por la justicia.

6 (37). Entrega y prendimiento (Mc 14, 43-50). Judas besa a Jesús y le entrega en manos de soldados, con lanzas y cotas de malla, que van a prenderle. Pedro corta inútilmente la oreja de Malco, un servidor del Sumo Sacerdote, mientras Jesús quiere ayudar al herido. Al fondo queda la ciudad. La Semana Santa cuenta la historia de Jesús traicionado y entregado.

7 (38). Flagelación (Mc 15, 15). Representa un rito del de tortura y castigo. No está presidida por Pilato (gobernador romano), sino por Caifás, sumo sacerdote y por un escribano, que cuentan los azotes. La Semana Santa recoge la historia de los que han sido y siguen siendo torturados como Jesús, en un mundo donde se siguen utilizando el terror.

8 (39). Cruz a cuestas (Lc 23, 28-31). Jesús entre soldados que le llevan a la cruz y mujeres judías que le lloran (entre ellas María, su madre, y Magdalena). Tampoco esta escena presenta a Pilato, condenando a Jesús. Si no estamos atentos, esta Semana Santa de Castilla (año 1450) puede convertirse en signo de propaganda anti-judía.

9 (40). Crucifixión (con rasgos tomados Mc 15,21-41 y Jn 19,25-27). Lloran a un lado las mujeres amigas, los soldados se juegan sus vestiduras. Una gran muchedumbre de judíos parece burlarse de Jesús, entre los dos ladrones. Al fondo las lanzas de los soldados. Éste es el signo suprema de la violencia y guerra, que sigue dominando nuestro mundo.

10 (41). Descendimiento (con elementos tomados de Mt 15 y Jn 19). Amigos, mujeres y discípulos de Jesús, acogen su cuerpo y lo besan. Otros judíos (que parecen aquí amigos) bajan a los otros dos crucificados. No hay soldados, ni burlas. Ésta es una escena de gran humanidad, signo de compasión por Jesús y por todos los asesinados.

11 (42). Cortejo fúnebre y entierro (M 18, 1-6 y paralelos de los evangelios). Vienen de la colina de la cruz, entre lamentaciones de plañideras. Amigos y familiares de Jesús (hombres y mujeres) le acogen y van a enterrarle con llanto. En el centro a la derecha dos hombres descorren la piedra de la tumba donde van a enterrarle.

12 (43). Bajó a los Infiernos (tema tradicional). El credo más antiguo dice que Jesús bajó a los infiernos para liberar todos los muertos. Este es el icono básico de la muerte de Jesús en la Iglesia oriental. Le acompaña Juan Bautista, Adán y Eva le esperan, con los muertos. Jesús baja para decirles que ha llegado la hora de la salvación universal.

13 (45). Resurrección (Mt 28, 1-4). Jesús sale de tumba, con soldados que le vigilan dormidos, conforme al testimonio del Evangelio de Mateo. Han querido encerrarle en una tumba, pero no han podido. Leído desde aquí, todo el camino de la cruz culmina en la resurrección.

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Semana Santa. Re-presentar, re-vivir y re-crear la historia (pasión) de Jesús

Jueves, 13 de abril de 2017
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dec21523Del blog de Xabier Pikaza:

Estos tres verbos definen la Semana Santa, la celebración quizá más intensa de los misterios de Jesús, tal como se condensan y culminan en su pasión (morir de vida) y en su resurrección (vivir triunfando en la muerte):

— La Semana Santa es una re-presentación figura y plástica de algunos momentos principales de la pasión de Jesús. Re-presentar es visibilizar, para que se vea, para que se sienta. Una parte considerable de los turistas y
curiosos de la Semana Santa no pasan de este plano. Se quedan sólo en un tipo de estética vacía de colores, formas y música con movimiento de masas.

— Los que celebran la Semana Santa y la viven por dentro re-viven en su experiencia y destino el destino de Jesús, su entrega y sufrimiento a favor de los demás, su apuesta a favor de la justicia, su apertura al misterio de Dios que es la verdad, su compromiso a favor de los pobres y expulsados, con los que Jesús padece, expulsado, negado, condenado.

— Finalmente, los más hondos celebrantes de la Semana Santa re-crean la historia de Jesús, su pasión por la justicia, en amor, su entrega personal por el Reino de Dios. Ciertamente, ellos pueden seguir escuchando los tambores de los penitentes, y caminan quizá siguiendo al Cristo de su devoción. Pero su verdadera procesión la llevan dentro, de manera que ellos mismos son (hemos de ser) la Semana y Vida Santa de Jesús.

Una breve teología de la Semana Santa, como retorno a la historia de Jesús.

La celebración litúrgica (oficio divino, eucaristía y para-litúrgica de la Semana Santa sitúa a los creyentes ante el misterio de la historia de Jesús que se recuerda y actualiza de un modo simbólico en las comunidad cristiana.

Pasan a segundo plano otros aspectos del misterio, la misma estructura de la Iglesia, con su posible autoridad “divina” y su sagrada jerarquía…, quedan también en la penumbra otros elementos centrales de la interioridad divina de la vida humana.

En esta Semana Santa los cristianos re-descubren algo que debían haber sabido siempre: Ellos no tienen mas riqueza sagrada ni más dogma que la vida de Jesús, tal como ha sido narrada por los evangelios, una vida que culmina en su muerte, condenado por los sacerdotes como blasfemo (ha negado al Dios de la autoridad del templo) y por la autoridades política como sedicioso (con su proyecto de vida y su movimiento social el ha puesto en riesgo la estabilidad social el imperio “divino” de Roma).

Esta ha sido y sigue siendo la “cristología” o, mejor dicho, el “dogma” de la Iglesia cristiana, cuya verdad y tesoro es la existencia humana de Jesús, una vida entregada al servicio de los hombres, pero rechazada por las autoridades oficiales de la religión y política del templo de Jerusalén y del Imperio de Roma.

Por eso, en estos días de Semana Santa quiero ofrecer a mis lectores el testimonio histórico, teológico y grafico más grande de la Universidad de Salamanca,
un tesoro que se centra en las 53 tablas de la vida de Jesús, que son las 53 lecciones suprema de vida cristiana y de teología de la iglesia.

No quiero defender ninguna postura teológica, ni discutir sobre problemas en el fondo “nimios” de nuestra iglesia (forma de nombrar a los obispos, orden superior de algunos ministerios, posible “ordenación” las mujeres… (¿es que están in- o des-ordenadas), estructura jerárquica de la autoridad etc. etc.

Esos y otros temas son muy secundarios El sentido del cristianismo y de la Iglesia católica se juega en la vida de Jesús, tal como ha sido presentada en los evangelios, tal como ha sido fijada, por ejemplo, en esas tablas del retablo de la “catedral” (capilla universitaria) de Salamanca.

Habrá algunos que quieran ver representados esos 53 momentos de la historia de Jesús en forma de “pasos” de la Semana Santa. Otros los contemplarán y meditarán en su propia vida. Pero sólo aquellos que se sientan vinculados a esos “pasos” o momentos de la historia de Jesús, en su conjunto, podrán llamarse confesionalmente cristianos.

Los misterios de la vida de Jesús, una teología ejemplar

Hubo una famosa escuela teológica de Salamanca, formada por pensadores dominicos y Jesuitas como Cano y Soto, Vitoria y Suárez (siglo XVI), y un importante Curso de Teología y Moral, escrito por un grupo de profesores de la Orden del Carmen, llamados los Salmanticenses. Sin embargo, quizá el mayor testimonio de teología de Salamanca lo ofrece el retablo y ábside de su Catedral Vieja, construida en el siglo XII y que actuó hasta el siglo XVI como sede de su Universidad.

A mediados del siglo XV, el Cabildo de la Catedral/Universidad encargó a Nicolás Florentino (1413-1470) y a sus hermanos, que pintaran el retablo y el ábside de la Catedral con escenas de la vida de Jesús, que culminaran en el juicio final, según la tradición del gótico internacional de su tiempo.

El Maestro Nicolás (Nicolò Delli), realizó esa tarea y presentó en un retablo los momentos fundamentales de la vida de Jesús, conforme el imaginario teológico de su tiempo y a las directrices del Cabildo y Escuela General de Salamanca, fijando en 53 tablas el saber teórico que se discutía en la aulas de la Universidad, que se hallaba precisamente a la izquierda del ábside, en las capillas y salas del patio catedralicio (donde aún pueden admirarse).

En aquel momento, a mediados del siglo XV, la Catedral y la Universidad formaban todavía un conjunto inseparable. Sólo pasado más de un siglo se separarán (incluso físicamente) la Universidad de la Catedral.

El retablo de la catedral con su ábside, era entonces un elemento de la Universidad, una lección plástica de teología, para todos los cristianos y en especial para aquellos que no podían cruzar la puerta que llevaba a la aulas universitarias, que se hallaba en las salas de al lado. Ese retablo era un curso de teología para el pueblo, la expresión suprema del Pensamiento Cristiano, en forma de “imaginario pictórico”, para la enseñanza, la admiración y la plegaria.

La Catedral era así el Aula Magna de la Universidad, lugar donde se vinculaba el conocimiento y la experiencia cristiana, en un momento en que la Universidad formaba parte del despliegue total del “culto” (cultivo) cristiano de la vida.

Este retablo en concreto es uno de los más completos de su tiempo y consta de 53 tablas que exponen el ciclo de la vida de la Virgen y de su Hijo Jesús, desde el Nacimiento de María hasta su muerte, todo presidido por una gran escena de Juicio final, donde Cristo separa a los salvados de los condenados, siguiendo un esquema iconográfico usual de aquel tiempo, que culminará en la Capilla Sixtina de Miguel Ángel. He recreado el tema en Historia de Jesús.

Así ofrece una de las vidas más completas de Jesús, expresada en contexto mariano (al principio y final de las tablas está la Madre de Jesús, que preside ahora el conjunto, con una imagen románica del Siglo XII).

Estamos ante un ejemplo máximo de “teología iconográfica”, que iré exponiendo conforme a sus temas, por orden estricto, de abajo arriba, de izquierda a derecha. Las 53 escenas (realizadas entre el 1430 y el 1450) pueden dividirse en ocho grupos, que ofrecen los elementos básicos del imaginario cristiano.

((Estos misterios de Jesús han sido integrados en la liturgia (ciclos de Navidad y Pascua) y en grandes tradiciones paralitúrgicas (cf. los quince misterios de rosario católico). Muchos retablos de las iglesias medievales y renacentistas desarrollan también una cristología de los misterios, pues contienen y ofrecen a la veneración y pensamiento de los fieles escenas importantes de la vida de Jesús (nacimiento, milagros y pascua).

Quizá el desarrollo más significativo del misterio de Jesús en clave biográfica lo ofrece Ignacio de Loyola, Ejercicios Espirituales 261-312, con sus tres semanas dedicadas a la infancia, vida y pascua de Jesús, en 42 meditaciones)).

I. MARÍA Y JOSÉ. CICLO DE ADVIENTO

Forma el punto de partida de la historia de Jesús, partiendo del nacimiento de María y de sus desposorios con José, que entroncan a Jesús en el despliegue de la historia israelita. En el rezo del rosario clásico forman parte de los misterios gozosos, desde la perspectiva del Adviento.

(1) Nacimiento de María. Tema del Protoevangelio de Santiago. Es una escena de rico colorido, con la madre Ana y Joaquín, el padre, rodeados de testigos que encuadran el misterio. Se supone que los padres de María son ricos.

(2) Desposorios: María y José. Sigue el tema del Protoevangelio de Santiago. José con la vara florida; María con un libro, como una expresión del cumplimiento de las profecías. Como testigo aparece un sacerdote, en ámbito de templo. Estamos ante el judaísmo sacral de las profecías avaladas por la jerarquía del santuario.

(3) Anunciación. Tema de Lc 1, 26-38. Hay un ángel celeste que dialoga con María, en un espacio de familia. Como agente principal aparece el Padre Dios, con el signo de la Paloma del Espíritu. María sigue con el libro, como portadora de las esperanzas del Antiguo Testamento.

(4) Visitación (Lc 1, 39-56). Las dos mujeres (María e Isabel) con sus niños en el vientre. Ésta es la experiencia de las madres mesiánica que definen y encuadran todo el Antiguo Testamento cristiano. Fondo de casa muy rica.

(5) Sueño de José. Tomado de Mt 1, 28-28. María sigue con el Libro, como verdadera intérprete de la ley y los profetas. El nacimiento mesiánico exige la conversión del varón José, iluminado por un ángel que le revela el misterio.

2. NACIMIENTO E INFANCIA DE JESÚS. CICLO DE NAVIDAD

Son el centro de los misterios gozosos, desde el nacimiento de Jesús a la Epifanía y al Bautismo. Han sido y siguen siendo elementos centrales del imaginario cristiano.

(6). Natividad (Lc 2, 1-20). El niño en un pesebre, con fondo de ángel y pastores, que rodean a María y José. Espacio de misterio, en la naturaleza hecha espacio abierto y templo de la revelación de Dios.

(7). Circuncisión, purificación… (Lc 2, 21). María entrega el niño al sacerdote /¿Simeón?) que lo circuncida Simeón, en ámbito sagrado. Indica el cumplimiento de las promesas israelitas en Jesús, el verdadero hijo de Israel.

(8) Magos. Tema de Mt 2, 1-12. Hay fondo de montañas que se extienden hacia Oriente. Vienen tres ricos personajes con sus dones, como signo de la humanidad que adora al niño.

(9) Purificación (Lc 1, 22-38). María entra en templo con el niño. Ana le recibe. Seguimos estando en un espacio de Antiguo Testamento, lleno de la piedad israelita que conforma la vida de los cristianos.

(10) Huida a Egipto (Mt 2, 13-16. Un camino largo que se abre ante el niño y los padres. Marca la ruptura de Jesús respecto a la sacralidad política del judaísmo antiguo, que se encierra en sí mismo.

(11) Inocentes. De Mt 2, 16-18). Fondo pagano. Soldados contra mujeres y niños. El Rey lo vigila todo desde arriba. Esta escena de anuncio de cruz aparece como culmen del ciclo del nacimiento.

(12) Niño perdido en el Templo. Tema de Lc 2, 41-42. Los sabios judíos buscan en vano en sus libros inútiles. El Niño como expresión de la Sabiduría de Dios, es el auténtico Libro.

(13) Bautismo (Mc 1, 9-11 par). En el centro aparecen Juan Bautista y Jesús. En el fondo Dios Padre y la Paloma del Espíritu Santo. La profecía y esperanza israelita se cumple en Jesús.

3. COMIENZO DE LA VIDA PÚBLICA.
MENSAJE DE JESÚS Y RENOVACIÓN ISRAELITA.

Nos hallamos a mediados del siglo XV, un momento clave de la disputa entre cristianos y judíos en España (y en el conjunto de la cristiandad). Las escenas siguientes interpretan la identidad de Jesús, partiendo de su relación con Israel, en una serie de temas en los que tiende a situarse el Libro de la Ley, que Jesús ha venido a interpretar y culminar, como verdadero cumplimiento del camino israelita (es decir, del judaísmo). Leer más…

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Soy pan que me parto y me reparto. Soy Vida que me derramo para todos.

Jueves, 13 de abril de 2017
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servicio3Jn 13, 1-15

La liturgia de este día se centra en el recuerdo de la cena: el lavatorio de los pies y las palabras y gestos que dieron lugar a la eucaristía. Ni los evangelistas, ni los exégetas se ponen de acuerdo si fue o no fue una cena pascual. No tiene mayor importancia, porque para nosotros lo esencial está en lo que va más allá del rito judío de la cena pascual. Esta Pascua no es ya la pascua de los judíos. Es curioso que los tres evangelistas que narran la institución de la eucaristía, no hablen del lavatorio de los pies, y Juan que narra el lavatorio de los pies, no dice nada de la institución de la eucaristía.

Tampoco sabemos el sentido exacto que quiso dar Jesús a aquellos gestos y palabras. La protesta de Pedro deja claro que, en aquel momento, los discípulos no entendieron nada.

Sin embargo, el recuerdo de lo que Jesús hizo en la última cena se convirtió muy pronto en el sacramento de nuestra fe. Y no sin razón, porque en esos gestos, en esas palabras está encerrado lo que fue Jesús durante su vida y todo lo que tenemos que llegar a ser nosotros como cristianos. Por eso, la liturgia de hoy es de las más densas de todo el año.

Debemos tomar conciencia de la importancia de lo que celebramos, como la toma el evangelista Jn cuando ha hecho esa grandiosa obertura: “Consciente Jesús de que había llegado su “hora”, la de pasar de este mundo al Padre, él que había amado a los suyos que estaban en el mundo, les demostró su amor en el más alto grado. Pero no es menos sorprendente el final del relato: “¿Entendéis lo que he hecho con vosotros? Vosotros me llamáis el “Maestro” y el “Señor”; y decís bien, porque lo soy. Si yo, el Maestro y el Señor, os he lavado los pies, sabed que también vosotros debéis lavaros los pies unos a otros”.

Comenzamos por el lavatorio de los pies. No porque sea más importante que la eucaristía, sino porque espero que esta reflexión nos ayude a comprenderla mejor. En ese gesto, Cristo está tan presente como en la celebración de la eucaristía. Lavar los pies era un servicio que solo hacían los esclavos. Jesús quiere manifestar que él está entre ellos como el que sirve, no como señor. Lo importante no es el hecho físico, sino el simbolismo que encierra. La plenitud de Jesús como ser humano, está en el servir a los demás. Fijaos que ese profundo simbolismo es lo que se quiere manifestar en el evangelio de Juan.

El más espiritual y místico de los evangelistas, el que más profundiza en el mensaje de Jesús, ni siquiera menciona la institución de la eucaristía. Sospecho que la eucaristía se había convertido ya en un rito mágico y formal, vacío de contenido, y Juan quiso recuperar para la última cena el carácter de recuerdo de Jesús como don, como entrega. Jesús denuncia la falsedad de la grandeza humana que se apoya en el poder o en el dominio de los demás, y proclama que la verdadera plenitud humana está en parecerse a Dios, que se da siempre y a todos sin condiciones ni reservas.

Poco después del texto que hemos leído, dice Jesús: “Os doy un mandamiento nuevo, que os améis unos a otros como yo os he amado”. Esta es la explicación definitiva que da Jesús a lo que acaba de hacer. Para el que quiere seguir a Jesús, todo queda reducido a esto: ¡Amaos! No dijo que debíamos amar a Dios, ni siquiera que debíamos amarle a él. Tenemos que amar a los demás, eso sí, como Dios ama, como Jesús amó. Una eucaristía celebrada como una devoción más, que comienza y termina en la iglesia, no es la eucaristía que celebró Jesús. Debemos hacer un verdadero esfuerzo por superar la tentación de seguir oyendo misa y comprometernos en la celebración de la eucaristía.

En este relato del lavatorio de los pies, no se dice nada que no se diga en el relato del pan partido y del vino derramado; pero en la eucaristía corremos el riesgo de quedarnos en una visión espiritualista y abstracta que no afecta a mi vida concreta. La presencia real de Cristo en el pan y en el vino, entendida de una manera estática y física, nos ha impedido durante siglos, descubrir el aspecto vivencial del sacramento y dejarnos al margen de la verdadera intención de Jesús al compartir esos gestos con sus discípulos.

Tenemos que hacer un esfuerzo por descubrir el verdadero signifi­cado de la eucaristía a la luz del lavatorio de los pies. Jesús toma un pan y mientras lo parte y lo reparte les dice: esto soy yo. Recordemos que “cuerpo” en la antropología judía del tiempo de Jesús, quería decir persona, no carne. Como si dijera: meteos bien en la cabeza que yo estoy aquí para partirme, para dejarme comer, para dejarme masticar, para dejarme asimilar, para desaparecer dando mi propio ser a los demás. Yo soy sangre (vida) que se derrama por todos, es decir, que da Vida a todos, que saca de la tristeza y de la muerte a todo el que me bebe. Eso soy yo. Eso tenéis que ser vosotros.

Por haber insistido exclusivamente en la presencia real de Cristo en la eucaristía, nos acercamos al sacramento como a una realidad misteriosa, pero que no tiene valor de persuasión, no me lleva a ningún compromiso con los demás. La presencia real, por el contrario, debía potenciar el verdadero significado del gesto. Nos debía de recordar en todo momento lo que Jesús fue y lo que nosotros, como cristianos, debemos ser. El haber cambiado este sentido dinámico por una adoración, ha empobrecido el sacramento hasta convertirlo en algo aséptico, que nada me exige y nada me motiva.

Lo que Jesús quiso decirnos en estos gestos es que él era un ser para los demás, que el objetivo de su existencia era darse; que había venido no para que le sirvieran, sino para servir, manifestando de esta manera que su meta, su fin, su plenitud humana solo la alcanzaría cuando llegara a la donación total en la muerte asumida y aceptada. Solo un Jesús des-trozado puede ser asimilado e integrado en nuestro propio ser. Descubrir que destrozarnos para que nos puedan comer, es también la meta para nosotros, es el primer objetivo de un seguidor de Jesús. Pero de esto hablaremos mañana, Viernes Santo.

Juan no menciona la eucaristía en el relato de la última cena, pero no se olvidó de un sacramento que tuvo tanta importancia para la primera comunidad. En el c. 6 de su evangelio, encontramos la explicación de lo que es la eucaristía. “Yo soy el pan de Vida”; y a continuación: “Quien viene a mí, nunca pasará hambre; el que me presta su adhesión, nunca pasará sed”. Está muy claro que comer materialmente el pan y beber literalmente la sangre, no es más que un signo (sacramento) de la adhesión a Jesús, que es lo importante. Se trata de identificarse con su manera de ser hombre al servicio a los demás hasta deshacerse por ellos. El mayor peligro que tenemos hoy los cristianos es acercarnos al sacramento como medio de unirnos a Dios, olvidándonos de los hombres.

En el mismo c. 6, dice un poco más adelante: “El Padre que vive, me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo el que me “come” vivirá por mí”. No hay en todo el NT una explicación más profunda de lo que significa este sacramento. Jesús tiene la misma Vida de Dios, y todo el que le siga tendrá también esa misma Vida, la definitiva, la trascendente, la que no se verá alterada por la muerte biológica. Para hacer nuestra esa Vida, tenemos que aceptar la “muerte”, no la física, aunque también, sino la muerte a todo lo que hay en nosotros de caduco, de terreno, de transitorio, de individualismo, de egoísmo. Sin esa muerte, nunca podrá haber Vida. No se trata renunciar a nada, sino de conseguirlo todo. Todo lo que no es esa Vida, antes o después, se desvanecerá.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Carmen Soto: Lavaos los pies unas/os a otras/os.

Jueves, 13 de abril de 2017
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SNM128510 Jesus Washing the Feet of his Disciples, 1898 (oil and grisaille on paper) by Edelfelt, Albert Gustaf Aristides (1854-1905) chalk and grisaille on paper 58x47 © Nationalmuseum, Stockholm, Sweden Finnish, out of copyright El evangelio según Juan, es quizá uno de los textos más densos del Nuevo Testamento por su modo de ahondar en la figura de Jesús y su capacidad simbólica. En el relato en el que Jesús lava los pies a sus discípulos esta hondura adquiere un tono muy especial, no solo porque se realiza en los últimos momentos de la vida de Jesús, sino porque expresa una de las claves más radicales de su propuesta.

Jesús sabe que los líderes religiosos y políticos de su pueblo quieren matarlo y ha decidido que su modo de afrontar la persecución no va a ser huir, pero tampoco un enfrentamiento violento. En su respuesta quiere reflejar el perdón y la misericordia del ABBA que sostiene su vida. Su entrega no será un mero acto heroico, sino el testimonio del modo de afrontar el mal y la injusticia desde los valores el Reino, desde el sueño de Dios.

El relato de Juan, presenta a Jesús, como el anfitrión de una cena a la que ha invitado a sus amigos y amigas antes de la fiesta de la Pascua y los sorprende con un gesto que en su sociedad nunca haría una persona honorable: les lava los pies. Lavar los pies era un gesto de hospitalidad en las sociedades del mundo antiguo hacia quien llegaba a una casa de visita. Generalmente los desplazamientos se realizaban andando o en cabalgaduras y la mayor parte de las veces por caminos polvorientos, por lo que los pies de los/as visitantes llegaban sucios y cansados y por eso lavar los pies a los/as recién llegados/as era un modo de hacerlos/as sentir cómodos/as y acogidos/as en la casa a la que llegaban. Ese trabajo lo realizaban siempre las personas de menor estatus entre los habitantes de la casa, generalmente los esclavos o las mujeres.

Pedro, desde los valores aprendidos, se escandaliza de que el maestro tuviese la osadía de ponerse de rodillas ante sus discípulos/as y aparecer como un esclavo. Para él lo honesto es negarse a dejarse lavar los pies porque sería vergonzoso y una falta de respeto aceptarlo. Jesús insiste, poniéndolo en una situación comprometida: o acepta o deja de ser su seguidor. La respuesta de Pedro es rápida y decidida, aunque exagerada. Jesús lo invita a la moderación en las formas, pero a la hondura en la fe y en el compromiso: “Quien se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, pues el resto está limpio” (Jn 13,10).

Con un gesto aparentemente insignificante Jesús rompe las fronteras que los seres humanos construimos para diferenciarnos, para mostrarnos superiores. Lavando los pies a sus amigos los invita a entrar en un espacio nuevo, para construir relaciones diferentes, en las que desaparecen las barreras de género, estatus, poder, religión y se construye desde el respeto, el encuentro y la equidad.

De este modo, Juan, recuerda a su comunidad que la actitud más importante para seguir a Jesús es el servicio; pero no cualquier servicio, sino el que no da prestigio, ni honorabilidad, y el realizarlo, suponía igualarse con la gente más pobre e insignificante. Ver a Jesús lavando los pies a sus compañeros y compañeras de mesa, sonaba a subversivo, aun para los y las que le habían seguido. Escucharlo preguntándoles si entendían el gesto que acababa de realizar desafiaba lo aprendido, urgía a construir la comunidad desde otros criterios, desde otra mirada, desde otro lugar.

Lavar los pies es hacer memoria de la vida y misión de Jesús, es dejarse seducir por lo pequeño de la historia, por la debilidad del amor, por la grandeza del perdón, por la hondura de la gratuidad como la de aquella mujer anónima que derramó el perfume sobre la cabeza de Jesús reconociéndolo como mesías (Mc 14, 1-9) y de la que el mismo Jesús dijo: Os aseguro que en cualquier parte del mundo donde se proclame la Buena Noticia, se mencionará también lo que ella ha hecho. (Mc 14,9).

Un nuevo jueves santo más, pongámonos a los pies del mundo, apostemos por vivir de otra manera, hagamos del amor el origen de todas nuestras acciones y del servicio el modo de mirar el mundo y así, seremos como la mujer del perfume, memoria de la Buena Noticia de Jesús que aquella noche se puso de rodillas para lavar los pies a sus compañeros/as de mesa.

Carmen Soto, ssj

Fuente Fe Adulta

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Tratémonos como hermanos.

Jueves, 13 de abril de 2017
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el-abrazo-1976-juan-genoves-custom2Hermanos, hoy recordamos la cena de Jesús con sus discípulos. Jesús sabe que su “hora” ha llegado, que es el momento de “pasar de este mundo al Padre”. Y mientras cenaba, se levanta y se pone a lavar los pies a sus discípulos. Su amor por los suyos le lleva al servicio. Oremos.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, que nuestra Iglesia tome conciencia de lo que es su primera misión y su razón de ser: servir siempre hasta la entrega de la propia vida. Y servir con sencillez, sin valerse de su condición y de su misión para ponerse por encima de los demás.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, que todos los seguidores de Jesús, seamos capaces de captar la hondura de la propuesta que hoy nos hace y con valentía optemos por una vida que se gaste sirviendo a los más desfavorecidos.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, sacúdenos de nuestros acomodamientos, cambia nuestra mirada para que sepamos ver y responder a tantas necesidades como se viven en nuestros entornos.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

• Padre, que todos los hombres y mujeres que viven en situaciones exclavizantes encuentren cómo salir de esos contextos y así conocer que otra vida más digna, justa y humana es posible.

Jesús, que nos tratemos como hermanos

Padre bueno, en este día del amor fraterno, te damos las gracias por el amor con que en tu hijo nos has amado, que su entrega aliente nuestra vida y su ser servicio nuestro modo de vida. Te damos las gracias porque en Jesús te reconocemos como Padre que nos quieres y sostienes.

Vicky Irigaray

Fuente Fe Adulta

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Con tu pan y copa en mis manos

Jueves, 13 de abril de 2017
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eucaristia0

Con tu pan y copa en mis manos

quiero recorrer los caminos y sendas

menos frecuentados de nuestra tierra.

Con tu pan y copa en mis manos

me siento invitado a ser buena noticia

entre mis hermanos y ciudadanos.

Con tu pan y copa en mis manos

comparto lo que tengo y soy

con alegría y sin pedir nada a cambio.

Con tu pan y copa en mis manos

salgo del cenáculo en el que estamos

a proclamar tu entrega y la Pascua que llega.

Con tu pan y copa en mis manos

quiero seguir horneando la vida entera

y compartirla antes que anochezca.

Con tu pan y copa en mis manos

levanto mesas para que nadie quede fuera

del banquete y fiesta que esperamos.

Con tu pan y copa en mis manos

quiero acercarme a los hambrientos de siempre

y saciar un poco sus necesidades más urgentes.

Con tu pan y copa en mis manos

no me importa el escándalo de compartir

y hacerme pobre siguiendo tus pasos.

Con tu pan y copa en mis manos

lavo y abrazo cuerpos desechos por nuestra avaricia

para ungirlos con tu perfume de resurrección y vida.

Con tu pan y copa en mis manos

las fronteras se vuelven tienda de encuentro

y el grito de los excluidos tu evangelio más claro.

Con tu pan y copa en mis manos

buscamos cenáculos a quienes andan perdidos

y revivimos tu vida y mensaje casi olvidados.

Con tu pan y copa en mis manos

anunciamos y denunciamos lo que hemos visto y oído

y nos sentimos dichosos de ser discípulos y hermanos.

Con tu pan y copa en mis manos

sentimos la presencia de tu reino que viene

como primicia gratuita y tarea urgente.

Con tu pan y copa en mis manos

no queremos perderte de vista aunque te vayas

y anhelamos comulgarte en todo hermano.

*

Florentino Ulibarri

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad , , ,

La autoridad del Amor al servicio.

Jueves, 13 de abril de 2017
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Hay muchas formas de autoridad, pero la de Jesús, el verdadero Señor, se basa en el amor y el servicio.

***

Fuente Verbo Divino

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