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“Cuaresma: tiempo de fortaleza”, por Joseba Kamiruaga Mieza CMF

Jueves, 6 de marzo de 2025

cuaresma_portada_01De su blog Kristau Alternatiba (Alternativa Cristiana):

Cada tiempo litúrgico que se nos da vivir es un don, una oportunidad para retomar el camino, para dar nueva fuerza a nuestros pasos a veces vacilantes, cansados o desilusionados.

La Cuaresma es un tiempo de lucha, pero no como lo estamos haciendo nosotros. «Nuestra lucha», dice Pablo, «no es contra sangre y carne, sino contra principados, contra potestades, contra los gobernadores de este siglo de tinieblas, contra huestes espirituales de maldad» (Efesios 6,12). La Cuaresma es el «tiempo favorable» (cf. 2 Co 6,2) para una batalla que quiere prepararnos a la Pascua, que es el paso de la muerte a la vida y no al revés, hacia una existencia más respetuosa de nuestra dignidad, de los demás y del mundo que nos rodea.

Un tiempo que debe estar habitado por preguntas capaces de ayudarnos a renacer; de palabras que sondean el corazón, para revelárselo a nosotros mismos que muchas veces lo albergamos ignorando lo que lo habita.

Esto es lo que sugiere el pasaje del Deuteronomio donde Moisés justifica el camino del Pueblo de Israel durante cuarenta años en el desierto con estas palabras: «Para humillaros y probaros, para saber lo que había en vuestro corazón» (Dt 8,2). En el texto hebreo no está claro quién es el sujeto de ese “conocimiento”. Puede que parezca Dios, pero Él conoce nuestros corazones mejor que nosotros mismos. Es por tanto más probable que este verbo se refiera al hombre, que necesita tomar conciencia de lo que hay en su corazón, porque de allí, como enseña también Jesús (cf. Mc 7,21-22), brotan los pensamientos, las miradas y las acciones.

El corazón humano –que bíblicamente hablando indica no sólo la sede de los sentimientos sino también la conciencia y la dimensión interior del ser– es un gran contenedor de “palabras poderosas”, a las que hacemos espacio de manera más o menos consciente, dejándonos determinar. Son las palabras que se convierten en pensamientos y acciones. Palabras y acciones que hay que cribar para emprender la verdadera lucha, que debe dirigirse contra aquello que nos arrastra hacia el mal.

El primer domingo de Cuaresma escuchamos el pasaje evangélico, este año en versión lucana, donde Jesús se enfrenta a estas mismas palabras, dirigidas por el “diablo” (cf. Lc 4,1-13).

Surgen seducciones y seductores respecto a necesidades y deseos, que pertenecen constitutivamente al ser humano, que tienen legitimidad propia, pero que se prestan fácilmente a distorsiones y desfiguraciones.

Jesús se encuentra, en efecto, confrontado con la necesidad de alimento, con el deseo de autoridad, con la necesidad de protección.

Pero lo que es o podría parecer legítimo -el diablo, de hecho, motiva sus palabras citando las Escrituras- está colocado en una cima desde la que es fácil caer ruinosamente.

La satisfacción del hambre puede llevar, de hecho, a la alteración del orden natural (las piedras convertidas en pan), la autoridad puede llevar al abuso de poder (el prometido por el diablo), y la necesidad de protección a la búsqueda de espectacularidad y de visibilidad mundana (las hazañas asombrosas).

Jesús evita el peligro midiendo esas palabras con el rasero de las Escrituras y, al hacerlo, también nos muestra el camino. Éste es el camino de conversión que la Cuaresma nos invita a recorrer: exponer, discernir, cribar los pensamientos de nuestro corazón a la luz de las Escrituras.

En la celebración de la Pascua, hacia la que tiende el itinerario cuaresmal, este modo alternativo de habitar el propio ser y las propias necesidades está representado icónicamente por la acción de Jesús, por cómo afronta esos días intensos y convulsos que transcurren entre su entrada en la ciudad santa, el Domingo de Ramos (cf. Lc 19,28-44), y su salida en la tarde del día de Pascua, habiéndose convertido en el compañero anónimo de los dos discípulos de Emaús (cf. Lc 24,13-35).

Allí mismo, Jesús, con sus acciones más que con sus palabras, intentará mostrar la culminación de su lucha, diseñando y luego siguiendo una especie de vía de escape que vislumbra y con la que amplía el estrecho espacio donde las fuerzas del mal intentan coartarle para aniquilarle.

Inventa y señala esa otra dimensión del ser y del tiempo, única capaz de redimir la vida del aplanamiento de los propios deseos y necesidades, también de los propios instintos, que se transforma fácilmente en violencia contra los demás. Al entregarse en la mansedumbre, Jesús muestra no que la vida no tiene sentido, sino que tiene una dimensión ulterior respecto a la que estamos acostumbrados a ver: la dimensión de la eternidad, que no quita nada a la historia, sino que la humaniza haciéndonos intuir su dimensión escondida, esa otra parte de la realidad que da a los pensamientos que habitan en el ser humano la posibilidad de ser vividos para el bien y no para el mal.

Pero ¿qué sentido puede tener todo esto y qué ayuda puede ser en los tiempos complejos y difíciles, no exentos de elementos dramáticos y trágicos, en los que vivimos?

Puede recordarnos el punto desde el cual podemos reiniciar nuestra lucha por seguir siendo humanos: cuestionando los pensamientos que habitan en nuestro corazón y exponiéndolos a la luz de las Escrituras.

Nuestras” batallas o combates, pequeños y grandes, entre individuos y entre pueblos, son siempre el resultado de una falta de vigilancia sobre los pensamientos que habitan en el corazón de nosotros, los seres humanos, de aspiraciones que se transforman en delirios, de deseos o necesidades que se convierten en absolutos, de ilusiones y sueños que se transforman en ensoñaciones, espejismos, quimeras…

La Cuaresma y la Pascua nos recuerdan la necesidad de plantearnos siempre, sin cansarnos nunca, como individuos y como sociedad, estas sencillas preguntas: ¿Qué dejamos que nos domine? ¿Qué deseos tenemos en nuestro corazón?

Y luego, de nuevo: ¿En qué espacios reducimos nuestros horizontes? ¿Somos capaces de percibir la otra dimensión del tiempo y de la historia, esencial para desactivar el poder, tantas veces inhumanos, que se esconde en nuestros pensamientos, sentimientos,  actitudes…?

Joseba Kamiruaga Mieza CMF

(Remitido por el autor)

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“ Cuaresma: oportunidad de repensar nuestra fe”, por Consuelo Vélez

Miércoles, 5 de marzo de 2025

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De su blog Fe y Vida:

El 5 de marzo se inicia cuaresma con la celebración del miércoles de ceniza. Es un tiempo de preparación para conmemorar el acontecimiento fundamental de nuestra fe: la muerte y la resurrección de Jesús. Convendría repensar el significado de este día para vivir este tiempo con más conciencia, pero, sobre todo, para que pueda dar más fruto en nuestra vida.

En algunos lugares ha crecido el número de personas que acuden a la imposición de la ceniza. Sin embargo, si preguntáramos por el sentido de lo que están haciendo, bastantes personas responderían que lo hacen buscando una protección o una bendición de Dios, pero desconocen el verdadero significado de este sacramental. En realidad, hay muchas búsquedas espirituales que responden a la necesidad de solución de los problemas que viven las personas y no importa si el rito lo ofrece la iglesia católica o cualquier otra confesión de fe. Lo que interesa es participar de algo que les fortalezca, los anime, les ayude a afrontar lo que viven. Todo esto es legítimo, necesario y si ayuda a las personas, es importante respetarlo. Pero vale la pena reflexionar sobre lo que celebramos los cristianos para saber “dar razón de nuestra fe” (1 Pe 3, 15-16).

Cuaresma, etimológicamente viene de la palabra latina, cuadragesima, señalando así los cuarenta días que faltan para celebrar el misterio pascual. Es tiempo de preparación, conversión, reflexión sobre el núcleo de nuestra fe y sus consecuencias para la vida. Es tiempo de preguntarse en qué creemos, por qué creemos, cómo ser consecuentes con lo que creemos, cómo podríamos dar testimonio más claro de lo que creemos.

Los cristianos creemos en la encarnación de nuestro Dios en Jesús y, en consecuencia, creemos en sus palabras y obras. Jesús nos comunicó con su vida lo que Dios desea de la humanidad y el camino para realizarnos plenamente en el amor, construyendo un mundo justo y en paz, entre los seres humanos y con la creación. Por tanto, la conversión a la que nos invita este tiempo de cuaresma no se puede quedar en algún ayuno o abstinencia o en la participación litúrgica. La conversión, a la que se nos llama, supone contrastarnos con la persona de Jesús y ver si nuestra vida ha asumido sus valores y los pone en práctica.

Las preguntas que convendría hacerse podrían ser, por ejemplo, por la imagen de Dios que tenemos. Vivimos y anunciamos al Dios de Jesús, ese Dios misericordioso con toda la humanidad, ¿sin ninguna exclusión para ninguno de sus hijos? En sociedades como las nuestras donde se da tanta exclusión por razón de etnia, de género, de condición social y, como hemos visto en algunos países, en razón de su condición de migrante, cuaresma nos invita a dar un testimonio muy claro y decidido por la inclusión de todos los seres humanos, estando atentos a cualquier condición que atente contra la dignidad humana, con voz profética para denunciarla y buscar caminos de integración.

Otra pregunta que podríamos hacernos va en la línea de la praxis de Jesús. Un Jesús libre de la Ley cuando ella atenta contra los seres humanos, libre del Templo cuando este no es liberador sino mediación de ritos externos, libre del tener para vivir la solidaridad, libre del poder, practicando el servicio, libre de las búsquedas personales para construir el bien común. ¿Es nuestra fe generadora de libertad o nos encierra en legalismos, fundamentalismos, escrúpulos, vanaglorias? En tiempos donde crecen las posturas tradicionalistas se necesita vivir una experiencia de fe que libere, permitiendo entender los signos de los tiempos y responder a ellos.

Muy importante es preguntarnos sobre la dimensión social y política de la fe. Las experiencias religiosas han de ser para la vida, para la construcción de sociedades más justas y en paz, para realizar obras de misericordia y solidaridad que actualicen para el presente, la vivencia de las primeras comunidades cristianas. No debería pasarnos lo que relata la parábola del Buen Samaritano (Lc 10, 25-37) de dejar a los caídos en el camino por “no mancharse” para cumplir con la purificación ritual o permanecer indiferentes ante la realidad de los hermanos porque se tiene prisa con el cumplimiento de los oficios religiosos. Nuestra conciencia socio política ha de ser lúcida, siempre apoyando las políticas que garanticen la justicia para todos y rechazando aquellas políticas que se centran en el lucro y la ganancia, sin importar las consecuencias humanas y ambientales de tales propuestas. En este último sentido, preguntarnos por la responsabilidad ecológica, es imprescindible. Hemos ido tomando más conciencia de que la salvación de nuestro Dios no es solo para la humanidad sino para toda la creación, pero dependerá de nuestro cuidado y capacidad de vivir en armonía con ella, sin depredarla y extinguirla.

Tenemos cuarenta días por delante para pensar en estas cuestiones o en muchas otras que pueden surgir en el corazón de cada uno. No dejemos pasar esta oportunidad que nos brinda el ciclo litúrgico de tomar el pulso de nuestra fe y reorientar la marcha. En eso consiste la conversión y se nos invita a vivirla en este tiempo. Por supuesto, con mucha “esperanza, como lo ha señalado el Papa al invitarnos a vivir el Jubileo de la esperanza, sabiendo que por parte de Dios está todo dado y depende solo de nuestra generosidad que su amor hacia la humanidad se haga real y palpable en el mundo que vivimos.

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Miércoles de Ceniza, cuaresma de Jesús

Miércoles, 5 de marzo de 2025

IMG_9323Empieza la cuaresma y este día se suele comentar el relato de las tentaciones de Jesús tal como han sido narradas, con pequeñas variantes, por Mt 4 y Lc 4 (partiendo de un supuesto documento Q).  Pero el evangelio de Marcos ofrece un relato especial y muy profundo  que hoy quiero comentar, tomando como base   mis libros sobre Marcos.

El texto de Marcos es muy simple, dos sencillas referencias, pero evoca en clave apocalíptica (simbólica) los temas esenciales de la historia de la humanidad, que así puede entenderse como tiempo de prueba de Dios.

Texto Mc 1, 12-13

12 Y de pronto, el Espíritu lo expulsó al desierto;
13 y estaba en el desierto durante cuarenta días, siendo tentado por Satanás.
Y estaba con las fieras y los ángeles le servían

Lleno del Espíritu del Dios, que le ha llamado Hijo Querido, tras salir del agua del bautismo (superando así el nivel de conversión de Juan Bautista), Jesús debe asumir la tentación satánica, en un gesto donde se vinculan, en clave simbólica, los rasgos principales de la trama de Marcos, que presenta a Jesús entre fieras y ángeles.

Éste es un relato anticipatorio, de tipo especular (un texto espejo) que permite comprender desde el principio lo que sigue. Es como si pudiéramos quitar por un momento los velos que ocultan la verdad de los personajes, para ver la identidad de cada uno.

No es Hijo (ni ha recibido el Espíritu) para encerrarse y vivir en aislamiento, sino para extender la filiación, como indica el texto al afirmar que de pronto (euthys, 1, 12), el mismo Espíritu que había recibido le arrojó al desierto, que ya no es lugar de “metanoia” o conversión (como para el Bautista), sino de prueba mesiánica, signo de las dificultades y problemas que Jesús ha de vencer en su camino de Hijo de Dios, a lo largo de su vida, en lucha con Satanás.

Así lo dice este breve texto, construido a modo de parábola fundante, que proyecta sobre Jesús los cuarenta años de prueba de los israelitas de antaño en el desierto. Es posible que el autor ignore los motivos más concretos de la tentación, que aparecen en el documento Q (Lc 4 y Mt 4: pan, poder, milagro). Pero parece más probable suponer que Marcos no quiso introducirlos, aunque fueran conocidos y narrados en algunos ambientes, construyendo, en cambio, este relato que resulta necesario para entender su Evangelio, pues sirve para presentar a un personaje clave de su trama (Satán).

Marcos ha comenzado hablando del Bautista como iniciador profético y ha descubierto a Dios como agente principal (trascendente), pero a fin de comprender la vida y obra de Jesús, él debe presentar también a Satanás como antagonista, acudiendo para ello a unos motivos importantes de su tradición israelita (y de la primera Iglesia).

Marcos ha querido presentar desde el principio a Satanás, para que se sepa quién ha sido (y está siendo) el antagonista real (siendo simbólico) de Jesús. Por otra parte, como irá mostrando el evangelio de Marcos, Satanás y/o los espíritus inmundos sólo actúan de manera expresa hasta un momento de la trama (dejamos de sentir a Satanás en 8,33 y a los espíritus malignos en 9,29). ¿A qué se debe? Probablemente al hecho de que Satanás es solamente un «indicador» de los poderes perversos que se adueñan de la humanidad. Por eso, cuando los seres humanos llegan a su maldad extrema (en los relatos del juicio de Jesús en Jerusalén y en los motivos centrales de su muerte), son ellos mismos y no Satanás ni sus demonios, los que tientan a Jesús.
Pero vengamos ya al pasaje. Tras la gran revelación que sigue al Bautismo, allí donde parece que Jesús (Hijo Querido) debería vencer toda oposición, sin dificultades, Marcos ha querido mostrar que su camino mesiánico, definido por el descenso del Espíritu y la palabra de Dios, estará marcado por la tentación y el conflicto. En un primer momento, este pasaje nos resulta extraño, con mezcla de fábula (presencia de fieras), de mito religioso (oponen ángeles y diablo) y de relato edificante (el héroe Jesús vence a Satanás).

Ciertamente hay esos y otros rasgos en el texto. Pero al estudiarlo con más detenimiento, descubrimos que ellos quedan de tal forma ensamblados que se integran en un tipo de unidad de oposición revelatoria, en cuyo centro está Jesús, entre ángeles y fieras, entre el Espíritu y Satán, en un espacio y tiempo muy especial (del desierto y los cuarenta días):

Desierto
ESPÍRITU → Ángeles → JESUS ← Fieras ←SATÁN
Cuarenta días

Y de pronto el Espíritu lo «expulsó» (1, 12). Se trata, sin duda, del Espíritu de Dios (santo), que él ha recibido tras el bautismo (1, 9; cf. 1, 8), que no le deja ya estar junto al río de la conversión (el Jordán, con el Bautista), sino que le “expulsa” (ekballei), como expulsó a Adán del paraíso (exeballen, con el mismo verbo: Gen 3, 24), para que habite así en el mundo de la prueba. Según Gen 2, 3, Dios había ofrecido a los hombres su Espíritu (aliento), haciéndoles capaces de vivir en sí mismos (de discernir y decidirse). Pues bien, ese mismo Espíritu de Dios “arroja” ahora a Jesús (le expulsa del lugar de una filiación que resolvería todos sus problemas) para llevarle al desierto de la prueba, de manera que él aparece como un “poseído” del Espíritu.
 El texto dice que le expulsó al Desierto (1, 12). Por exigencia de la tradición israelita, según el relato de Marcos, el lugar de prueba no es ya el paraíso (como en Gen 2-3), sino el desierto: espacio inhabitado, donde el hombre ha de moverse entre las fuerzas primigenias de la realidad. Este desierto donde el Espíritu expulsa a Jesús no es el de Juan, en 1, 4, junto al río del bautismo, sino el lugar de las “tentaciones y pruebas” de los israelitas, según el Pentateuco (en Éxodo, Números y Deuteronomio).

 Cuarenta días. Éstos son los días de su prueba (1, 13), reflejo y concreción de los cuarenta años de prueba del antiguo Israel. En algún sentido se puede añadir que ese desierto (espacio) y esos cuarenta días (tiempo) responden también al paraíso de Gen 2, que aparece así como lugar donde Jesús, nuevo Adán, invierte el antiguo pecado y despliega la verdad del ser humano. Jesús ha vuelto así al principio (los cuarenta días), para convocar, como Hijo de Dios y con la fuerza del Espíritu, la auténtica familia de Dios sobre la tierra. En ese principio de Jesús se encuentran incluidos sus seguidores.

Éste es el lugar donde Jesús asume la prueba que implica el ser Hijo de Dios (un ser humano). Significativamente, Marcos no dice que Jesús ayune (en contra de los paralelo de Mateo y Lucas), pues el ayuno es un signo propio de Juan Bautista (que comía langostas de estepa y miel silvestre), en el nivel del judaísmo antiguo. La prueba de Jesús consistirá en hallarse frente a frente con Satán, Tentador hecho persona, a lo largo de cuarenta días. Uno frente a otro se situarán los dos signos centrales de la vida: Jesús como principio de vida liberada, y Satanás, que es signo y causa de muerte.

b. En lucha con Satán.

Como he indicado ya, el texto afirma que estaba en el desierto cuarenta días y cuarenta noches (1, 13), días y noches que no son un tiempo que pasa y queda atrás, de manera que después ya no hará desierto, ni tentación, ni servicio (de ángeles), sino todo lo contrario: estos días (lo mismo que la palabra anterior de Dios: «tú eres mi Hijo») reflejan y explicitan una dimensión permanente del evangelio, expresando el sentido de conjunto de la vida mesiánica de Jesús.

− Siendo tentado. Como he dicho, a diferencia del Q (Lc 4 y Mt 4), Marcos no ha concretado las tentaciones, pero es evidente que está evocando la prueba original de Adán: Jesús, el Hijo de Dios, es el comienzo de una nueva humanidad que debe superar las pruebas de la vida mesiánica. Marcos no dice tampoco que Jesús ayune, para sentir al fin hambre y ser tentado (como Lc y Mt), sino que es tentado a lo largo de los cuarenta días y noches.
− Por Satán. El texto le presenta sin comentarios, como antagonista de Jesús, llamándole Satán, que significa el Tentador. La Biblia de Israel no posee una doctrina consecuente sobre Satán, pero le concibe básicamente como un tipo de fiscal (acusador, tentador) de la corte angélica de Dios (cf. Job 1-2; 1 Cron 21, 1; Zac 3, 1-2). Satán no es un dios perverso que se opone al Dios bueno (como suponen algunos dualismos, de origen quizá persa, que aparecen incluso en Qumrán). No es tampoco un ángel malo, creado así por Dios, sino que ha empezado siendo bueno (realizando funciones propias del mismo Dios), pero que, en un momento dado, por influjo del entorno religioso o por evolución de la experiencia israelita, se ha vuelto perverso.

En tiempos de Jesús no había surgido todavía en Israel una satanología unitaria, aceptada por todos, pero la vida de la mayoría de los judíos aparecía llena de “poderes” perversos, entre los que pueden distinguirse dos fundamentales.

(a) Por un lado está Satán (satanas: 1, 13; 3, 23.26; 4, 15; 8, 33), a quien la tradición del Q llama en griego ho diabolos (cf. Lc 4, 3. 6. 13), que puede significar “tentador” en general (como en Mc 8, 33). Este Satán es el “príncipe” de los demonios (cf. 3, 22), el que dirige el imperio del mal, un tipo de anti-dios.
(b) Por otro lado están los “espíritus impuros” (cf. 1, 26; 5, 8 etc.), que pueden concebirse también como “demonios” (daimonion/daimonia: 3, 15; 7, 26-30), bajo el poder de Satán. Pues bien, nuestro pasaje presenta a Jesús enfrentado con Satán, el Diablo (príncipe de los demonios), sobre quienes (y por quienes) ese Diablo impone su reinado.
Pues bien, en ese contexto, los israelitas identifican lo demoníaco con lo impuro (cf. Mc 3,11; 5,2; 7,25, etc.), es decir, con aquello que destruye al ser humano y le impide realizarse en plenitud.

Demoníaca la enfermedad, entendida como sujeción, impotencia, incapacidad de ver, andar, comunicarse. Es demoníaca en especial una especie de locura más o menos cercana a la epilepsia y/o la esquizofrenia, pues saca al hombre fuera de sí y le deja en manos de una especie de necesidad que le domina. Pues bien, Jesús abre el camino del reino ayudando a estos hombres, es decir, oponiéndose a Satán y haciendo posible que ellos «vivan» de manera autónoma, siendo ellos mimos, pensando por sí mismos. Esa ayuda no es un sencillo gesto higiénico, ni efecto de un puro humanismo bondadoso, sino una lucha fuerte contra el imperio de Satán (en griego Diabolos o Diablo), que se expresa en el poder de los demonios (que son como un ejército de espíritus perversos al servicio de Satán).

Eso significa que el “enemigo” (o adversario) de Jesús, según Marcos, no es Roma (como imperio), ni los sacerdotes de Jerusalén (como institución religiosa), ni Herodes Antipas y los jerarcas de Galilea, sino Satán, a quien él presenta así, en su forma semita (cf. 3, 23-26; 4, 15; 8, 33) como fuerza y símbolo del mal (y no en su forma griega, que es Diabolos, como hace Mt 4, 1 y Lc 4, 2), cuyo poder se visibiliza y actúa en la enfermedad y la opresión del hombre. Pues bien, en ese contexto aparecerá Jesús, para liberar a los israelitas más pobres (más oprimidos) del poder de Satán que les domina. Leer más…

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Ceniza y Rescoldo divino

Miércoles, 5 de marzo de 2025

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(Mt 6,1-18)

Eres ceniza, sí, pero que esconde un rescoldo divino. ¡Avívalo!

Llevamos milenios intentando descubrir lo que somos. Hoy estamos en un punto crucial. Ha cambiado nuestra manera de comprender el mundo. Conocemos los entresijos de la mente humana. Vamos tomando conciencia de que Dios no puede ser lo que pensábamos. Todo ello nos coloca ante un desafío desconcertante y único.

Dios no es alguien fuera y colocado por encima de mí, y menos frente a mí como nos han dicho. Él es el fundamento de mi ser y ahí debe descubrir lo que soy en profundidad. Para ser realmente lo que soy debo desplegar mis relaciones con mi verdadero ser, con mi falso yo, con el resto de los seres humanos y con la naturaleza.

Debemos dar un cambio radical a la manera de afrontar la cuaresma. El Dios que está encantado de vernos sufrir tiene que ser superado. No nos damos cuenta del ridículo de un Dios que está pendiente de lo que como o dejo de comer. La necesidad de esfuerzo personal para no destrozar mi ser, debemos buscarlo en otra parte. No se trata de la exigencia de un ‘Dios’ externo sino de la exigencia de nuestro propio ser.

Los tres temas de la cuaresma son en resumen de todas las relaciones del ser humano. Ayuno no significa solo ayunar, sino toda privación voluntaria en orden a superar la trampa del hedonismo. Oración no significa relacionarse con un Dios que está fuera de nosotros, sino bajar a lo hondo de nuestro ser y descubrir allí lo que realmente somos. Limosna no significa dar, sino salir de nosotros mismos e ira al otro

La motivación de nuestras actitudes no está en la voluntad de Dios, sino en nosotros. Los instintos son maleados por la razón que puede tergiversarlos al pretender solo el placer o huir del dolor que causa el no satisfacerlos. La racionalidad me llevará siempre a buscar la potenciación de mi falso ser, no tiene idea de lo que soy.

El placer y el dolor son formidables medios que la evolución ha desplegado para garantizar la vida biológica. Nuestra razón puede tergiversarlos convirtiéndolos en fines y buscándolos por si misamos. Aquí encontramos la clave de toda conversión. Buscar el placer o huir del dolor como único objetivo personal es la garantía de fracaso. Una vez que nos hemos sumergido en el desorden, es muy difícil recuperar la armonía perdida. Por eso es preciso el entrenamiento para restaurar el equilibrio.

Esto solo se puede conseguir a base de actos contrarios a los hábitos adquiridos. Si comiendo solo por placer he deteriorado mi salud, tengo que abstenerme de comer cuando no supone ningún desorden y así crear un hábito contrario al contraído. Pero incluso cuando no haya contraído ningún hábito pernicioso es conveniente privarse de algo para mantener el control y superar mi tendencia al hedonismo.

Si mis relaciones conmigo mismo y con los demás no son las adecuadas será imposible desplegar mi verdadera humanidad. Tomar conciencia de esta realidad, y no hacer sacrificios o penitencia, es la verdadera finalidad de la cuaresma. Recordemos que metanoia no es penitencia sino cambio de manera de pensar para superar los errores que pueden hacer fracasar mi propia vida.

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Sutil actualización de las costumbres piadosas

Miércoles, 5 de marzo de 2025

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Miércoles de Ceniza de camino a la Cuaresma, a propósito de Mt 6, 1-6.16-18

Mari Paz López Santos,
Madrid.

ECLESALIA, 05/03/25.- Año tras año el texto del evangelio nos reta a adentrarnos en tres temas complejos: la limosna, la oración y el ayuno, que a veces se entienden como costumbres piadosas para determinado tiempo litúrgico.

He leído como tantas otras veces el evangelio del Miércoles de Ceniza. Mateo no se corta de transcribir textual y radicalmente la palabra hipócritas, dedicada a quien se adentra en tres pilares de la vida cristiana que, dados los tiempos actuales, para muchos suenan como anticuado, especialmente si nos referimos a la limosna y al ayuno; en cuanto a la oración, el término es más cercano, pero tan diverso en las formas que no permite un suave aterrizaje en la comprensión.

Qué bien nos puede venir dedicar un tiempo a adentrarnos en el significado espiritual y práctico de estas tres palabras, con sencillez, humildad, fe, justicia, tiempo y silencio, buscando qué nos dicen, una a una, en este mundo revuelto a todos los niveles.

“Cuando hagas limosna… ¿Esa palabra que dice el diccionario (DRAE) como “cosa, especialmente dinero, que se da a otro por caridad?” Habría que actualizarla ofreciendo compromiso y servicios de justicia para que nadie necesite recibir limosnas. Para que la cantidad de cosas que a unos nos sobran, por una concreta forma de vida, puedan ser justamente recibidas por los que no tienen ni lo imprescindible.

Esta última palabra escrita –imprescindible- me trae de nuevo a la cabeza una frase atribuida a Pedro Casaldáliga: “Lo que no es imprescindible, es robado”. No creo que necesite explicaciones. Es un zasca a la hipocresía pura y dura.

“Cuando oréis entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto, y tu Padre, que ve en lo secreto, te lo recompensará. Necesitamos tiempo, sosiego, silencio, quietud… pero si no puede ser, donde te pille la vida, en el atasco, en el cuidado de un enfermo en el hospital por la noche, en el paisaje de una puesta de sol, en la pequeña conversación en la parada de autobús de una persona muy mayor que necesita hablar, en el Jesusito de mi vida cuando tu hija se va a dormir, o tu nieto lo está aprendiendo.

Un grupo de hombres y mujeres pidieron a Thomas Merton que les hablara de la oración: “Nada que alguien pueda decir (de la oración) es tan importante. Lo más importante es la oración. La oración en sí misma. Si deseáis una vida de oración, la manera de conseguirla es orando. Nos han adoctrinado tanto sobre los medios y los fines que no nos damos cuenta de que en la vida de oración hay una dimensión diferente (…). En la oración descubrimos lo que ya tenemos y nos damos cuenta de que ya estamos allí. Ya lo tenemos todo, pero no lo sabemos y no lo experimentamos. Todo nos ha sido dado en Cristo. Todo lo que necesitamos es experimentar lo que ya poseemos” (Diccionario de Thomas Merton, Ed. Mensajero, págs. 402-403)

Decía sobre la oración Santa Teresa del Niño Jesús: “Para mí, la oración es un impulso del corazón, una sencilla mirada lanzada hacia el cielo, un grito de reconocimiento y de amor tanto desde dentro de la prueba como en la alegría” (Manuscrit C, 25r: Manuscrists autohiographiques [Paris 1992] p. 389-390).

“Cuando ayunéis… Aunque se define el ayuno como “una forma de mortificación por precepto eclesiástico o por devoción, la cual consiste sustancialmente en no hacer más que una comida al día, absteniéndose por lo regular de ciertos alimentos”. Quizás vendría bien una sutil actualización de estas costumbres piadosas adaptándolas a los tiempos actuales:

  • Ayunar de móvil y tecnología en general, dedicando el tiempo a las relaciones familiares, amigos, a personas que necesitan compañía y hablar (fenómeno muy habitual últimamente).
  • Ayunar de malos rollos, críticas, charlas de temas políticos.
  • Ayunar de consumo excesivo
  • Ayunar de visitas a centros comerciales dedicando tiempo a jardines, excursiones, etc.

Ahí dejo algunos posibles ayunos y ya cada uno añada las dependencias de la que es saludable ayunar.

Es bueno notar el vacío del estómago cuando el ayuno es de algo comestible y seguramente será muy beneficioso ayunar de este otro tipo de cosas. Tanto uno como otro nos ayudarán a ver que hay muchísimas personas en el mundo que viven en permanente ayuno no elegido.

El hambre es maldición e injusticia. La imposibilidad de acceder a una vida digna y no violenta, con posibilidades de educación y sanidad no se subsanan de limosna sino de derechos. Disfrutar de una paz estable se está convirtiendo en un deseo cada vez más lejano para muchos.

Que nos adentremos en la Cuaresma con esperanza

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedenciaPuedes aportar tu escrito enviándolo a eclesalia@gmail.com).

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Cuando la palabra se hace cuerpo.

Lunes, 3 de marzo de 2025

A man walks in front of graffiti bearing an image of Jesus Christ and reading in Greek "I love you all" in Nicosia on May 31, 2014 as the capital readied to host its first Greek Cypriot gay pride parade, 16 years after homosexuality was decriminalised on the Mediterranean island where the influential Orthodox Church views non-heterosexual relations as sinful. AFP PHOTO / YIANNI KOURTOGLOU CYPRUS-GAY-RIGHTS-PEOPLE-CHURCH

Vivir
es dejar que la Palabra se haga cuerpo
en nuestro cuerpo humano,
cuerpo de carne y sangre
con espíritu bíblico
y aliento solidario.

Y para ello
se necesita paciencia y tiempo,
cántaros de esperanza compartida
y dejar que la semilla crezca sola
en nuestras entrañas humanas
aunque no sepamos cómo.

Vivir
es gestar en paz y con cuidado al esperado,
que siempre es nuestro hermano,
que viene ilusionado a su casa,
sin ánimo de destronarnos
y sí de enriquecernos y alegrarnos.

Pero para ello
hay que estar embarazados
o dejar al Espíritu que repose,
como él quiera, en nuestro regazo;
y ponerse de parto
para que la Palabra acampe entre nosotros.

Vivir es…
¡Ya estoy, Señor, dándote cuerpo!

*

Florentino Ulibarri

***

 

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Cómo convertirse en un árbol que dé buenos frutos en tiempos difíciles

Lunes, 3 de marzo de 2025

IMG_0223La reflexión de hoy es de la colaboradora de  de Bondings 2.0, Phoebe Carstens.

Las lecturas litúrgicas de hoy del Octavo Domingo del Tiempo Ordinario se pueden encontrar aquí.

Porque no hay árbol bueno que dé fruto malo y, a la inversa, no hay árbol malo que dé fruto bueno. Cada árbol se conoce por su fruto.
-Lucas 6:43-44

¿Qué significa ser conocido por nuestro fruto?

En las últimas semanas, he pasado algún tiempo escuchando las historias personales de padres cristianos de niños LGBTQ+. Muchos hablan de ira, desesperanza, frustración y miedo abrumador cuando consideran las muchas y crecientes barreras y obstáculos que impiden a sus hijos, amigos y otros familiares queer vivir vidas plenas y seguras en Estados Unidos. Asimismo, he escuchado y me siento identificado con el miedo y el dolor de las personas LGBTQ+ que parecen encontrarse con nuevas políticas, propuestas y declaraciones que buscan negar nuestra identidad, existencia, dignidad y seguridad todos los días.

Recuerdo una preocupación particular que he escuchado cada vez con más frecuencia últimamente de los padres y aliados con los que he hablado: ¿es seguro seguir siendo abiertamente un aliado? Si soy demasiado expresivo en mi defensa de las personas LGBTQ+, ¿eso podría ponerme a mí y a quienes me importan en peligro? Quiero ser una persona segura para las personas LGBTQ+, pero ¿es seguro publicitarme como tal? ¿Es seguro que me conozcan por mis frutos?

Todas estas son preocupaciones válidas. Así como cada individuo LGBTQ+ debe sopesar regularmente los riesgos y beneficios de la divulgación con la seguridad personal, también nuestros aliados enfrentan ahora preguntas similares. Los signos tangibles y concretos de solidaridad, como los pins del Orgullo, las banderas del arco iris y poner los pronombres en la firma de correo electrónico, ahora son, en algunos casos, delitos punibles. Publicitar una reunión pública de un grupo de apoyo para personas LGBTQ+ y aliados puede generar odio y protestas. Ser franco en las redes sociales puede provocar amenazas. ¿Son estos los buenos frutos del amor y la solidaridad?

No hay respuestas absolutas a estas preguntas de seguridad y riesgo, ocultamiento y franqueza, así como no hay una única manera absoluta de ser un discípulo, ninguna única manera de seguir fielmente a Cristo. Cada persona debe decidir, mediante un discernimiento en oración, cómo la llama Dios a vivir su llamado bautismal hacia el amor, la justicia y la misericordia. Cada persona, mediante un cuidadoso discernimiento, debe determinar cómo la llama Dios a acompañar y apoyar a la comunidad LGBTQ+ o vivir auténticamente como una persona LGBTQ+. Los frutos de nuestro discipulado pueden parecer muy diferentes, pero como escuchamos en la lectura de hoy del Evangelio de Lucas, a pesar de la diversidad de nuestras respuestas, una cosa es cierta: “…cada árbol se conoce por su propio fruto”.

Esta lección no siempre es fácil de aceptar, y en algunos casos puede ser bastante intimidante. El evangelista nos recuerda: “El hombre bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien”, y sabemos que el tesoro de bondad que hay dentro de nosotros ha sido plantado y nutrido por la Bondad suprema que es Dios. Sabemos que la voz apacible y delicada de Dios dentro de nosotros nos atrae hacia esa bondad. Pero también sabemos que elegir aprovechar esa bondad puede ser difícil, producir frutos de misericordia y justicia puede ser un desafío, y ver nuestros frutos cuestionados, descartados y rechazados puede ser profundamente doloroso. Escucho ecos de estas dificultades en las preocupaciones de los padres con quienes trabajo. Siento un profundo deseo de solidarizarme con la comunidad LGBTQ+, de sacar estos buenos frutos a la luz del día, pero también un creciente miedo y tentación de distanciarse del apoyo público.

Las lecturas de hoy incitan a la reflexión sobre la valentía que se necesita para hacerse conocer por los frutos de uno en un entorno que aparentemente busca aplastar esa abundancia. El profeta Sirácida nos recuerda en la primera lectura: “Así como la prueba del alfarero es en el horno, así en la tribulación es la prueba del justo”. En estos tiempos de prueba como estos días, nuestras convicciones se ponen a prueba. Aunque nuestros frutos de amor, misericordia y justicia no sean recibidos por otros, de hecho, ellos nos conocerán.

Para muchos católicos LGBTQ+ y nuestros aliados, nuestros esfuerzos de defensa surgen de una profunda convicción de que Dios nos ha llamado a esta labor. Anhelamos ser reconocidos y conocidos por nuestros frutos, porque creemos que Dios ha preparado el terreno, plantado las semillas, nutrido nuestro crecimiento y hecho brotar el fruto. Sin embargo, las acciones de Dios no eliminan los peligros que podemos enfrentar ni el miedo que podemos experimentar. Sin embargo, estas acciones nos fundamentan en algo mayor. Como nos recuerda Pablo en la primera carta a los Corintios, la segunda lectura de hoy: “Por tanto, mis amados hermanos y hermanas, estad firmes, constantes, dedicados siempre por completo a la obra del Señor, sabiendo que vuestro trabajo en el Señor no es en vano”.

Ser conocidos por nuestros frutos, proclamar que hacemos lo que hacemos y quiénes somos por amor a Dios, puede ser aterrador y arriesgado. Sin embargo, sabemos que, como Dios está en el centro de nuestro trabajo y de nuestras identidades, no lo hacemos en vano. Mi esperanza es que todos aquellos que tienen miedo y se preguntan si deben seguir siendo defensores abiertos de sus seres queridos LGBTQ+ puedan inspirarse en las palabras de Pablo y puedan ser firmes, constantes y devotos, sin miedo a producir frutos de justicia y amor y sin miedo a ser conocidos por ellos.

— Phoebe Carstens, New Ways Ministry, 02 de marzo de 2025

Fuente New Ways Ministry

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Claroscuro

Domingo, 2 de marzo de 2025

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 Claroscuro del sentido,
claroscuro de la fe.

Creo la luz que se ve,
veo el misterio escondido.

Claroscuro voy perdido
de belleza y de verdad.

Sombras, decidme. Callad,
luces sabidas.

Creer
es la manera de ver
total la realidad.

*

Pedro Casaldáliga
El Tiempo y la Espera
Editorial Sal Terrae, Santander 1986

***

 

En aquel tiempo, Jesús les puso también esta parábola:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en el hoyo?

El discípulo no es más que su maestro, pero el discípulo bien formado será como su maestro.

¿Cómo es que ves la mota en el ojo de tu hermano y no adviertes la viga que hay en el tuyo?

¿Y cómo puedes decir a tu hermano: «Hermano, deja que te saque la mota que tienes en el ojo», cuando no ves la viga que hay en el tuyo? Hipócrita, saca primero la viga de tu ojo y entonces verás bien para sacar la mota del ojo de tu hermano.

No hay árbol bueno que dé fruto malo, ni árbol malo que dé fruto bueno.

Cada árbol se conoce por sus frutos. Porque de los espinos no se recogen higos, ni de las zarzas se vendimian racimos.

El hombre bueno saca el bien del buen tesoro de su corazón, y el malo de su mal corazón saca lo malo. Porque de la abundancia del corazón habla su boca.

*

Lucas 6, 39-45

***

El Señor es luz, y esto será para nosotros un medio incomparable para un encuentro más íntimo con él. Una cosa es segura, y es que el amor de Dios somete nuestro corazón a dura prueba. Para que nuestro corazón se vuelva capaz de este amor, es necesario que Cristo lo convierta de manera incesante. Durante esa conversión, que tal vez dure hasta el final de nuestra vida, deberemos sufrir unas veces por mezquindades, otras por parcialidad, otras por errores de nuestro amor.

Y tierno es el corazón capaz de misericordia con todos los hombres, incluidos también nosotros. La ternura «bautizada» sigue siendo ternura y se convierte en misericordia. Jesús es totalmente esta ternura; es la ternura con todo lo que es bello y bueno, por ser creación de Dios; pero, al mismo tiempo, es misericordia, a saber: un corazón que conoce la miseria de los esplendores creados…, enfermos de pecado, devastados por el mal. Es menester que nunca tengamos que reprocharnos a nosotros mismos una firmeza que no esté «redoblada» por un verdadero calor del corazón y por una caridad exigente. Arriémonos los unos a los otros en nuestra pobreza, dentro de nuestros límites: éstos son el signo visible de las misericordias de Dios con nosotros. Esta es la fe en espíritu y en verdad. Pensemos que todos nosotros somos pobres y que el Señor ama a los pobres, y que nosotros le amamos precisamente a él en los pobres. Esta sensación interior de nuestra miseria y de la misericordia omnipotente, para ser verdadera, debe ir acompañada de nuestra disposición exterior de personas que han sido ampliamente perdonadas y a las que, un día u otro, se les ha pedido que perdonen ellas un poquito. Se trata de asumir ante los otros la actitud que asumimos ante Dios. Y eso simplemente porque no somos otra cosa entre nosotros más que pecadores entre otros pecadores, hombres y mujeres perdonados en medio de otros hombres y mujeres perdonados.

*

Madeleine Delbrél,
Amor indivisible,
Cásale Monf. 1994, pp. 100-102, passim).

***

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“La falta de verdad”. 8 Tiempo ordinario – C (Lc 6,39-45)

Domingo, 2 de marzo de 2025

IMG_0122La veracidad ha sido siempre una preocupación importante en la educación. Lo hemos conocido desde niños. Nuestros padres y educadores podían «entender» todas nuestras travesuras, pero nos pedían ser sinceros. Nos querían hacer ver que «decir la verdad» es muy importante.

Tenían razón. La verdad es uno de los pilares sobre los que se asienta la conciencia moral y la convivencia. Sin verdad no es posible vivir con dignidad. Sin verdad no es posible una convivencia justa. El ser humano se siente traicionado en una de sus exigencias más hondas.

Hoy se condena con fuerza toda clase de atropellos y abusos, pero no siempre se denuncia con la misma energía la mentira con que se intenta enmascararlos. Y, sin embargo, las injusticias se alimentan siempre a sí mismas con la mentira. Solo falseando la realidad fue posible hace unos años llevar a cabo una guerra tan injusta como fue la agresión a Iraq.

Sucede muchas veces. Los grupos de poder ponen en marcha múltiples mecanismos para dirigir la opinión pública y llevar a la sociedad hacia una determinada posición. Pero con frecuencia lo hacen ocultando la verdad y desfigurando los datos, de manera que las gentes llegan a vivir con una visión falseada de la realidad.

Las consecuencias son graves. Cuando se oculta la verdad existe el riesgo de que vayan desapareciendo los contornos del «bien» y del «mal». Ya no se puede distinguir con claridad lo «justo» de lo «injusto». La mentira no deja ver los abusos. Somos como «ciegos» que tratan de guiar a otros «ciegos».

Frente a tantos falseamientos interesados siempre hay personas que tienen la mirada limpia y ven la realidad tal como es. Son los que están atentos al sufrimiento de los inocentes. Ellos ponen verdad en medio de tanta mentira. Ponen luz en medio de tanta oscuridad.

José Antonio Pagola

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“Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca”. Domingo 27 de febrero de 2019. 8º Ordinario

Domingo, 2 de marzo de 2025

ordinario16c8De Koinonia:

Eclesiástico 27, 4-7: No alabes a nadie antes de que razone.
Salmo responsorial: 91: Es bueno darte gracias, Señor.
1Corintios 15, 54-58: Nos da la victoria por Jesucristo.
Lucas 6, 39-45: Lo que rebosa del corazón, lo habla la boca.

La separación entre la teoría y la práctica, entre el decir y el hacer, entre el conocer y el ser, es un problema filosófico digno de toda atención. La filosofía, y luego, el espíritu imperial de Roma, constituyen el ambiente espiritual en el que el cristianismo nació, y por el que quedó profundamente marcado. Así, el cristianismo institucional, históricamente, ha estado mucho más preocupado por la ortodoxia (la «opinión correcta», la ausencia de herejía, la verdad, la fe) que por la ortopraxis (la «práctica correcta», el amor, la caridad): no ha perseguido tanto a quien no vive o no practica el amor, cuanto a quien ha expresado (o incluso sólo pensado) una opinión teórica discrepante de los dogmas oficiales. Las persecuciones que la Inquisición montó en los siglos oscuros de la historia de la Iglesia de Occidente son un ejemplo de la hipertrofia de esta primacía dada a lo teórico o dogmático, sobre lo práctico.

El pensamiento moderno cambió esta situación en la cultura occidental, asumiendo una fuerte valoración e incluso una clara preferencia por la praxis frente a la teoría. El “primado de la acción”, la primacía de la praxis… marcan característicamente a la modernidad: la acción es más importante que la teoría, el hacer más que el decir, la transformación de la realidad más que su simple interpretación.

Al cristianismo esta preferencia moderna por la praxis no nos sorprende fuera de juego: la mejor tradición bíblica coincide plenamente con ella. La Palabra de Dios –dabar, palabra en hebreo- no es un sonido (flatus vocis, un mero ruido de la voz), ni un simple concepto mental, sino un hecho, una actuación: Dios no se revela en afirmaciones doctrinales… sino en acontecimientos, en intervenciones salvadoras en la historia.

Los profetas de Yavé no cesan de reconvenir al Pueblo de Dios cuando éste se desvía hacia un culto quizá fervoroso pero que, sin el respaldo de la vida, se convierte en idolátrico. Los dioses son nada; el Dios de Israel es vida, amor, historia. «Conocer a Yavé es practicar la justicia», repetirán los profetas con una insistencia casi obsesiva (Mq 6,6-8), con una paradoja digna de ser subrayada ante nuestra cultura occidental: “conocer es practicar…”. La praxis del amor y de la justicia es el criterio máximo de la bondad moral, por encima de todo culto o sacrificio (Is 1,10-18; 58,1-12; 66,1-3; Am 4,4-5; 5,21-25; Jer 7,21-26), o de cualquier otra seguridad moral (Jer 7,1-15; 9,24) o de toda ortodoxia doctrinal; así como la referencia fundante de la fe religiosa de Israel y de su misma constitución como Pueblo es la praxis liberadora de Dios en el Exodo (Ex 20,1).

Jesús, «profeta poderoso en obras y palabras» (Lc 24,19), que primero comenzó “haciendo” para enseñar (cfr Hch 1,1), que provocaba el asombro de unas muchedumbres «que oían “lo que hacía”» (Mc 3, 8) tanto o más que lo que decía, recogerá esta veta profética e insistirá -con fuerza mayor y una coherencia total hasta su propia muerte- en que «no todo el que “dice”… sino el que “hace” la voluntad del Padre entrará en el Reino» (Mt 7,21-23); que «los verdaderos adoradores adorarán en espíritu y en verdad» (Jn 4, 23), y que si lo amamos a Él «practicaremos sus mandatos» (Jn 14,24).

La palabra de Jesús alcanza en este punto su claridad máxima cuando propone la práctica del amor, especialmente «con estos mis hermanos más pequeños», como el «criterio escatológico de salvación», conforme al cual se realizará el «juicio de las naciones» (Mt 25,31-46). La parábola del «buen samaritano» (Lc 10,25-37) subrayará esta primacía de la práctica del amor por encima de las fronteras de credo, culto o religión. El evangelio de Juan recalcará hasta la saciedad que la práctica concreta, las obras, son las que dan testimonio creíble (Jn 5,36; 6,30; 7,3; 9,3; 10,25; 10,37-38; 14,11; 15,24).

“Por sus obras los conocerán”, dice Jesús. La prueba de la persona está en su hablar (segunda lectura de hoy). “Obras son amores, y no buenas razones”, dice un refrán castellano. “Una cosa es predicar y otra dar trigo”, dice otro. “Del dicho al hecho hay un buen trecho”, añade un tercero. “Operari sequitur esse“, el obrar sigue al ser, decía por su parte un principio aristotélico: los frutos buenos sólo pueden venir del árbol bueno, y por eso, los frutos prácticos, los hechos, son el mejor criterio de discernimiento moral. En el fondo, Jesús nos está enseñando algo de sentido común, del buen y profundo sentido común.

Jesús no simplemente “predicó” esta primacía de la práctica, sino que la vivió. Pasó por este mundo «haciendo el bien» (Hch 10,37), y «todo lo hizo bien» (Mc 7,37)… De ahí que Jesús recomiende a sus seguidores que comiencen por practicar lo que confiesan con la boca, lo que creen con la fe. Importa mucho que el seguidor de Jesús presente antes de nada las credenciales de su autenticidad. Su vida ha de ser el modelo de lo que predica. No es posible creer a quien contradice con los hechos lo que dice con sus palabras. Por eso, Jesús nos inculca la necesidad de vivir coherentemente con lo que creemos, como condición previa a todo “apostolado”. No es posible pretender corregir o mejorar a los demás cuando nuestra vida no muestra aquello que predicamos; eso sería ser ciegos y querer guiar a los demás. La mejor invitación a los otros, en este sentido, es el propio ejemplo: “el ejemplo arrastra”, dice el refrán. Es necesaria pues la humildad de comenzar por luchar contra los propios defectos, en vez de querer corregir a los demás. “Quita la viga de tu ojo, y entonces podrás quitar la brizna del ojo de tu hermano”. Lo contrario es incoherencia y probablemente hipocresía. Jesús, en su propia persona, fue ejemplo de esa misma veracidad y autenticidad. Leer más…

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Dom 8 TO. 2.3.2025 Salmo 91. En su vejez seguirá lozano y frondoso. Oración por el Papa

Domingo, 2 de marzo de 2025

IMG_0232Del blog de Xabier Pikaza;

El papa está anciano y enfermo. La iglesia católica  canta este domingo como salmo responsorial el Salmo 91 (92) Propongo cantarlo con él y por él, en oración agradecida, gozosa, en comunión creyente. 

Sal 92 (91) El justo florecerá como palmera

             Éste salmo sapiencial de alabanza, de origen tardío (época del Segundo Templo, siglo V-IV a.C.), está centrado en el conocimiento de las obras de Dios, que el sabio agradece en el templo, que así aparece como institución de conocimiento superior y de alabanza, más que de reparación sacrificial. Es un salmo importante para los levitas y cantores del templo, representantes de la más alta experiencia de la vida, centrada en Yahvé, cuyo nombre se repite siete veces, marcando quizá el ritmo semanal de la alabanza.

             Este salmo que lleva el título de “para el día del sábado”  ha sido tomado por los judíos como salmo sabático por excelencia, y se cantaba durante la ofrenda de las bebidas dedicadas a Dios, en el contexto del cordero Tamid, sacrificado templo cada mañana. También se cantaba con la Minjá u ofrenda de la tarde, con otros himnos como Ex 15,1-19 y Num 21,17-20.

            Entre Rabinos y Padres de la Iglesia se ha discutido sobre el sentido del sábado: Algunos opinan que se refiere al sábado de la primera creación (Gen 2, 1-4), otros al sábado final de la nueva creación o fin de la historia. Sea como fuere, este salmo es una alabanza a Dios, creador y gobernante del mundo, cuyo reinado es fidelidad (hesed) y verdad (emeth).

 2 Es bueno dar gracias a Yahvé | y tocar para tu nombre, oh Altísimo;3 proclamar por la mañana tu misericordia | y de noche tu fidelidad,

4 con arpas de diez cuerdas y laúdes, | sobre arpegios de cítaras.

5 Tus acciones, Yahvé, son mi alegría, | y mi júbilo, las obras de tus manos.6 ¡Qué magníficas son tus obras, Yahvé, | qué profundos tus designios!

7 El ignorante no los entiende | ni el necio se da cuenta.8 Aunque germinen como hierba los malvados | y florezcan los malhechores ,serán destruidos para siempre. |

9 Tú, en cambio, Yahvé, eres excelso por los siglos. 10 Porque tus enemigos, Yahvé, perecerán, | los malhechores serán dispersados;11 pero a mí me das la fuerza de un búfalo | y me unges con aceite nuevo.12 Mis ojos despreciarán a mis enemigos;

y de los malvados que se levantan contra mí, | mis oídos escucharán desventuras.13 El justo crecerá como una palmera, | se alzará como un cedro del Líbano:14 plantado en la casa Yahvé, | crecerá en los atrios de nuestro Dios;15 en la vejez seguirá dando fruto | y estará lozano y frondoso,

16 para proclamar que Yahvé es justo, | mi Roca, en quien no existe la maldad.

   Es un canto elevado al Dios que bueno y que ha hecho buenas todas las cosas, pero los malvados se oponen a su creación, de manera que serán destruidos (se destruirán a sí mismos) para que al fin queden sólo Dios y los justos, esto es, los hombres transformados, en un tipo de más alto paraíso, con de cedros y palmeras, que son signo de vida. En esa línea, éste es un salmo judío, como indica el nombre Yahvé, veces repetido. Pero es, al mismo tiempo, un salmo abierto al conjunto de la creación, que es templo de alabanza divina, como supone el relato de la creación de Gen 1. Se divide en tres partes,

Canto sabático (92, 2-4). Fiesta de Yahvé.El mundo entero es un templo de “cosas buenas” (Gen 1), de forma que la humanidad entera ha de elevar su alabanza (tAdïhol. bAjª) a Yahvé, es decir, a la divinidad creadora, que es buena en sí, haciendo que todo sea bueno. Por eso, los hombres responden diciendo es “bueno” alabar a Dios, reconociendo que su obra.

            Todos los hombres pueden reconocer el valor físico y material de la creación, esto es, del mundo. Pero sólo los fieles a un Dios de amor (creyentes en él) reconocen que el mundo es obra de amor, descubriendo en ella la misericordia y la fidelidad de ese Dios (^ªt.n”Wm)a/w<÷ ^D<+s.(x;), a quien tratan de “tú”, como amigo y colaborador. Para ellos, la “religión” (religación) no es objeto de obligación, de imposición moral o sometimiento, sino un canto de alegría, que se expresa en forma de música jubilosa.

            Nosotros, occidentales modernos, más racionalistas, influidos actualmente por un tipo de vaciamiento metal y quietud, tendemos a expresar nuestra oración en forma de superación de los pensamientos y deseos. Para el salmista, en cambio, la oración se expresa no sólo con la mente, sino con el cuerpo en movimiento, como búsqueda de vida en se expande en forma de música y comunicación grupal, en compañía, tanto por la mañana (como saludo al día) y por la tarde (como despedida jubilosa por la noche.

Acciones de Yahvé (92, 5-9). Qué magnificas son tus obras. No es una oración de vacío ante Dios, sino de afirmación gozosa, jubiloso, de las “obras” de Yahvé en el mundo y en la historia; una plegaria de re-conocimiento, de aceptación del mundo y de la vida, en clave gozosa de alabanza, que se expresa por la música y el canto, con deseo de vivir en plenitud, en apertura al mundo, con una comprensión más alta de la realidad.

            Esta comprensión se expresa en forma de alabanza, con un conocimiento de las grande obras de Dios (Wlåd>G”-hm;), con una aceptación de sus profundos designios o pensamientos (^yt,(bov.x.m; Wqïm.[‘ daoªm.÷). De esa manera, el orante penetra en el pensamiento de Dios, vive inmersos en sus acciones. El salmo no dice cómo han logrado los creyentes ese “conocimiento superior”, cómo se han introducido en el despliegue de las obras de Dios; pero sabe que lo han conseguido o, mejor dicho, que lo han recibido como don de mismo Dios y por eso se gozan.

Frente a los hombres que conocen (saben y cantan) a Dios están los ignorantes necios  ,calificados de malvados/impíos, obradores de mal  Su desconocimiento no es teórico, sino más bien moral. El salmista no tiene por qué decir ni dice cómo han surgido estos necios/malvados, pero sabe que están ahí y que se oponen de hecho a la creación de Dios, al oponerse a la verdad y vida de otros hombres [1].

            Éste es el punto de partida y el contenido básico, de la proclamación de los creyentes que cantan a Dios según el salmo. Ellos identifican su fe en Dios con la vida (con el Dios Yahvé de la vida), e interpretan (condenan) la maldad como muerte, en contra de las apariencias externas… (aunque florezcan como hierba). De esa manera afirman que el conocimiento es inmortal (como Dios, que es excelso), mientras que la ignorancia-maldad lleva en sí la muerte.

Juicio de Dios (92, 10-16). Tus enemigos perecerán. El justo florecerá como palmera.Esta sección retoma el motivo principal de la anterior, oponiendo las dos “suertes” de los hombres: Por un lado, está el salmista y los que “cantan” a Dios, llenos de vida; por otro lado, están los malvados, enemigos de Dios, que perecerán. Éste es un motivo de intenso gozo para los creyentes; pero puede convertirse en fuente de injusticia, a no ser que se entienda desde una perspectiva de apertura universal a las fuentes de la vida, en una línea que, según los cristianos, ha desembocado en Jesucristo.

Ooooooooooo

             En un sentido puede ser bueno que los “enemigos de Yahvé” perezcan, esto es, que no triunfen (92, 9). Pero, al mismo tiempo, parece menos acorde con el cristianismo el hecho de que el salmista parezca interpretar a sus enemigos como enemigos de Yahvé, despreciándoles sin más y pareciendo alegrarse de sus desventuras. No se puede pensar que los enemigos propios son enemigos de Dios, sin un discernimiento, un diálogo previo, un intento de ayuda a todos los necesitados.

            Es bueno que los justos se alcen como palmeras, como cedros del Líbano¸ pero es necesario precisar lo que implica su justicia y no entenderla como principio de poder, de triunfo y de dominio sobre otros, no sea que en el fondo de ese juicio exista un tipo de resentimiento. Ciertamente, en principio, este salmo puede y debe interpretarse como “escuela de oración” y signo de moralidad. Pero, inmediatamente, al lado de eso, debe precisarse el sentido de su división entre justos y pecadores. Conforme al mensaje de Jesús, justos son los que dan la vida por los otros, los que se entregan e incluso mueren a favor de ellos, orando por los “enemigos”, buscando el bien de aquellos que les persigan, como ratifica el Sermón de la Montaña.

ooooooo

 [1] Esta diferencia entre los sabios/justos (que conocen a Dios y viven en armonía con los demás) y los necios/malvados (que no conocen a Dios ni están en armonía con otros seres humanos) se encuentra vinculada con la muerte. Éste es un principio y “postulado” sapiencial, que está en el fondo del relato de la creación (Gen 2-3), donde se dice que “el día en que comas del fruto prohibido morirás”. Ésta no es una “experiencia inmediata” (que pueda probarse sin más por la observación del mundo), sino un postulado de fe, que puede y debe proclamarse incluso en contra de la apariencia de los hechos, pues “aunque los malvados germinen como hierba ellos serán destruidos para siempre”.

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Cuatro errores que debes evitar

Domingo, 2 de marzo de 2025

Ciego guiando a otro ciegoDel blog El Evangelio del Domingo de José Luis Sicre:

¿Puede un ciego guiar a otro ciego?

La última parte del “Discurso de la llanura” desconcierta por la variedad de personajes que aparecen: dos ciegos, un discípulo y su maestro, dos miembros de la comunidad, un hombre bueno y otro malo; uno inteligente, que construye su casa sobre roca, otro insensato, que la edifica sobre arena. Y también son muy diversas las imágenes: un hoyo, la mota y la viga en el ojo, el árbol sano y el árbol podrido; higos y zarzas, uvas y espinos.

Evidentemente, se trata de frases de Jesús pronunciadas en diversos momentos y circunstancias. Sin embargo, pueden relacionarse con el tema que preocupa a Lucas, leído el domingo pasado: “no juzguéis, no condenéis”.

Cuatro errores que debes evitar

  1. Si te consideras con buena vista para juzgar y condenar a los demás, te equivocas. Estás ciego. Y si un ciego guía a otro ciego, los dos caen en el hoyo.

¿Acaso puede un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán los dos en el hoyo?

  1. Si te consideras muy listo y bien preparado para juzgar y condenar a los demás, te equivocas. No eres un catedrático, sino un alumno de 1º. A lo más que puedes aspirar, después de mucho esfuerzo, es a ser como el catedrático.

Un discípulo no es más que su maestro, si bien, cuando termine su aprendizaje, será como su maestro.

  1. Si te consideras digno de juzgar y condenar a los demás, te equivocas y eres un hipócrita. Tus fallos son mucho mayores. La viga de tu ojo es mucho más grande que la mota en el ojo de tu hermano y te impide ver bien.

¿Por qué te fijas en la mota que tiene tu hermano en el ojo y no reparas en la viga que llevas en el tuyo? ¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo“, sin fijarte en la viga que llevas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.

  1. Si piensas que cuando juzgas y criticas a los demás lo único que haces es disfrutar o hacerles daño, te equivocas. Te haces daño a ti mismo, porque las palabras que salen de tu boca dejan al descubierto la maldad de tu corazón. [En esta última comparación del árbol bueno y el malo, cada uno con sus frutos, la clave está en las palabras finales: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. Del hombre bueno nunca saldrán críticas, juicios malévolos ni murmuraciones; solo saldrá perdón y generosidad. En cambio, quien critica, juzga, murmura, revela que tiene el corazón podrido.]

No hay árbol sano que dé fruto dañado, ni árbol dañado que dé fruto sano. Cada árbol se conoce por su fruto; porque no se cosechan higos de las zarzas, ni se vendimian racimos de los espinos. El que es bueno, de la bondad que atesora en su corazón saca el bien, y el que es malo, de la maldad saca el mal; porque lo que rebosa del corazón, lo habla la boca».

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1ª lectura: ¿Quieres saber cómo es una persona? (Eclesiástico 27,5-8)

            Este breve texto, desconcertante a primera vista, resulta claro cuando lo relacionamos con las palabras del evangelio: “De lo que rebosa el corazón habla la boca”. ¿Quieres saber cómo es una persona? Fíjate en lo que hace la gente de tu entorno (estamos en el siglo II a.C.).

Cuando quiere separar el trigo de la paja, criba.

Cuando quiere probar una vasija de barro, la mete en el horno del alfarero.

Cuando quiere saber si un árbol es bueno, mira sus frutos.

Cuando tú quieras conocer a fondo a una persona fíjate en cómo razona y en lo que dice. “De lo que rebosa el corazón habla la boca”.

Se agita la criba y queda el desecho,
así el desperdicio del hombre cuando es examinado.

El horno prueba la vasija del alfarero,
el hombre se prueba en su razonar.

El fruto muestra el cultivo de un árbol,
la palabra, la mentalidad del hombre.

No alabes a nadie antes de que razone,
porque esa es la prueba del hombre.

Reflexión

El “Discurso de la llanura”, aunque no tenga la fama del “Sermón del monte” de Mateo, es un resumen muy bueno de la actitud que debemos tener ante enemigos y hermanos. Generalmente se recuerda el amor a los enemigos. Pero es frecuente olvidar el amor a los otros miembros de la iglesia, la obligación de no juzgar ni condenar a quienes piensan o actúan de forma distinta.

El carácter tan radical de algunas afirmaciones requiere explicación. Quien lo desee puede consultar mi comentario El evangelio de Lucas. Una imagen distinta de Jesús (Verbo Divino, 2021), pp. 187-203.

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02 de marzo. Domingo VIII. Tiempo Ordinario

Domingo, 2 de marzo de 2025

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“¿Cómo puedes decirle a tu hermano: “Hermano, déjame que te saque la mota del ojo”, sin fijarte en la viga que llegas en el tuyo? ¡Hipócrita! Sácate primero la viga de tu ojo, y entonces verás claro para sacar la mota del ojo de tu hermano.”

(Lc 6, 39-45)

¡Qué bien nos conoces, Maestro! Cómo se nota que te has hecho uno de nosotros, que te has mezclado con todo lo nuestro.

Y sí, tenemos esa tendencia generalizada y muy extendida de querer solucionar problemas ajenos.¡ Ah!, y no solo los pequeños problemas de nuestro vecino más próximo, también estamos convencidos de que si el mundo estuviera en nuestras manos todo andaría mucho mejor.

Por eso no es difícil escuchar una conversación acerca de cómo mejorar la política de Estados Unidos, o de cómo acabar con el hambre en el mundo. También nos atrevemos con la violencia de genero o los casos de corrupción en política. Es todo tan sencillo que en una conversación de media hora lo hemos solucionado.

Después nos volvemos a nuestras vidas, con nuestros grandes problemas. Porque quizá tenemos muy claro cómo solucionar el problema de la inmigración mundial pero no somos capaces de entendernos con nuestro hijo.

Y también le hemos encontrado solución a la violencia machista pero luego nuestro jefe nos da pánico y no nos queda más remedio que aguantar para cobrar a fin de mes.

Tenemos necesidad de solucionar aquello que no depende de nosotras para no tener que enfrentarnos a lo nuestro. ¡Qué miedo nos da lo nuestro! Además, parece que si no le prestamos atención es menos real. Pasa más desapercibido.

Por eso necesitamos que Jesús nos repita más de una vez esa palabra que nos sacude y nos despierta: ¡Hipócrita! No nos gusta oírla pero nos viene muy bien.

Además, solo ante Jesús nos quedamos sin poder rebatir. No podemos contestarle nada. Sencillamente tiene razón. “Nos ha pillado”, como al niño travieso, con la mano dentro del bote de galletas.

Tienes razón Jesús, somos hipócritas. Nos resulta más sencillo preocuparnos de las motas ajenas que ocuparnos de nuestras vigas.

Oración

Haznos ver, Trinidad Santa, nuestra propia oscuridad, esa viga que tratamos de ocultarnos a nosotras mismas. Y ayúdanos a sacárnosla. Nosotras no podemos.

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Fuente: Monasterio Monjas Trinitarias de Suesa

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Antes de corregir a los demás, debemos palparnos bien la ropa.

Domingo, 2 de marzo de 2025

image_0931903_20220126_ob_f86658_aveuglesDOMINGO 8º (C)

Lc 6,39-45

 

El sermón del llano en Lucas termina con una retahíla de proverbios ancestrales, que tratan de explicar el contenido del mensaje. Recordemos que Mateo lo coloca en lo alto del monte mientras que Lucas nos dice que lo pronunció en un rellano (Jesús bajó del monte y se paró en un rellano). En la mitología de la época el monte era el lugar de la divinidad (de ahí que todas las teofanías se dieran en los montes. El valle era el lugar del hombre. Para Mateo Jesús habla desde el ámbito de lo divino, para Lucas habla desde una situación intermedia. Quiere hacer ver que Jesús hace de puente entre lo divino y lo humano.

Las frases que acabamos de leer y las que leíamos el domingo pasado son refranes que eran patrimonio de todas las culturas del entorno, no son inventadas por Jesús sino un destilado de la sabiduría popular que durante miles de años se había ido condensando en frases rotundas fáciles de recordar. Tengamos en cuenta que durante la mayor parte de la prehistoria humana no hubo escritura y durante la mayor parte del tiempo en que ya se había inventado, la inmensa mayoría de la gente no sabía ni leer ni escribir. Era muy importante facilitar la retención de ideas centrales, que eran claves en la vida de cada día.

Aun en nuestros días estamos acostumbrados a aplicar frases famosas a personajes concretos sabiendo que no las pronunciaron ellos, pero son muy útiles para hacer ver la sabiduría de aquellos a los que se les atribuye o resaltar la importancia de la frase, atribuyéndola a una persona de gran prestigio. En el AT hay un libro que se llama “Proverbios” y que el mismo texto atribuye a Salomón, cuando hoy sabemos que está escrito cuatro siglos después. En el caso de Jesús, está claro que esos proverbios pueden servir para destacar la sabiduría que estaba manifestando en todo momento. Se utilizan como resúmenes de su mensaje. “Tratad a los demás como queréis que ellos os traten”.

Como el evangelio aborda temas tan diversos, hoy nos vamos a fijar en la mota y la viga en el ojo. Lo primero que tenemos que advertir es la importancia que en la vida espiritual ha tenido la luz y la visión como metáfora de las posibilidades de acceder a un ámbito especial de existencia que me abre a otro mundo. En ningún caso se trata del ojo físico. Es un símbolo de las posibilidades que todo ser humano tiene de ver otra realidad que le coloca en situación privilegiada para afrontar la vida entera desde otra perspectiva.

Con esta metáfora nos está advirtiendo de lo complicado de la psicología humana. Los dichos, que se atribuyen a Jesús, muestran un conocimiento de las profundidades del ser humano. En los evangelios nos muestran un Jesús con un increíble conocimiento de la psicología humana. Más que con valores espirituales, la imagen de la mota en el ojo nos habla de la necesidad de conocer nuestro inconsciente y saber orientarnos en esa relación con los demás que nos puede hacer más humanos. Dar importancia en los demás a los fallos que nosotros mismos tenemos es la mejor manera de hacer patente nuestra falsedad. Nos desahogamos criticando en los demás lo que no aguantamos en nosotros mismos.

La naturaleza del ojo es ver. Sin no hay impedimento alguno y el ojo está sano, la visión es la cosa más natural del mundo. Por eso el ejemplo no habla del ojo en sí sino de lo que puede impedir desarrollar la función que le es propia. En los evangelios se utiliza con profusión la imagen de la luz y la visión. El mismo Jesús dijo: yo soy la luz del mundo, el que viene a mí no camina en tinieblas. Y a sus discípulos les dijo: vosotros sois la luz del mundo. Está claro que el que llega a “ver” con claridad, se convierte en luz para los demás.

Esta metáfora del ojo y de la luz es universal y la podemos encontrar en cualquier religión a lo largo del tiempo y el espacio. En las religiones orientales ha tenido incluso mucho más impacto que en occidente. La imagen del tercer ojo es un claro ejemplo de ello. Se habla con toda naturalidad de un ojo especial que permite a la persona descubrir lo que para la inmensa mayoría está oculto. No se trata de una realidad física, aunque a veces se han empeñado en identificarla con un órgano específico del cuerpo. El tercer ojo hace referencia a una sensibilidad especial para descubrir la realidad trascendente y dejarse guiar por ella.

En la religión egipcia el ojo de Horus es una de las claves de interpretación de la espiritualidad. Fue durante milenios el amuleto más potente de los usados. Se encuentra por todas partes en las inscripciones de templos y tumbas. Se creía en su poder de protección tanto para los vivos como para los muertos. Tal es la fuerza de atracción que posee que aun hoy es utilizado como amuleto o tatuaje por personas de todo el mundo.

El afán de corregir a los demás es una constante, sobre todo entre los que nos creemos religiosos. A pesar de que el evangelio nos aconseja la corrección fraterna, no hay nada más peligroso en la vida espiritual. No solo porque nunca podemos estar seguros de lo que es mejor para el otro, incluso cuando hayamos constatado que es bueno para nosotros mismos; sino porque tendemos a corregir al otro desde la superioridad moral que creemos tener. Si te sientas superior, sea moral o intelectualmente, estás incapacitado para ayudar.

La actitud de superioridad nace siempre de la superficialidad, está en estrecha relación con nuestro falso ser. El caparazón que nos envuelve es lo único que nos interesa. En materia del espíritu, creemos que es suficiente con lo aprendido de otros, creyendo que el simple conocimiento nos hace sabios. Jesús nos invita a la autenticidad, es decir, a bajar a lo hondo de nuestro ser y descubrir allí lo que está de acuerdo con lo que somos. Por eso está siempre criticando una acomodación externa a las normas. La única Ley definitiva es la que está escrita en nuestro propio ser y es ahí donde hay que descubrirla para que sea eficaz.

El creernos en posesión de la verdad y por tanto con el derecho de imponerla a otros, es la actitud más contraria al mensaje evangélico. Según el evangelio, debíamos estar siempre con los oídos muy abiertos para escuchar lo que nos pueden decir los demás y con la boca cerrada para no engañar a los demás con nuestros discursos interesados y simplistas. No hay nada más desagradable que un sabelotodo que está siempre queriendo decir la última palabra sobre lo que hay que hacer o evitar. El mundo no está necesitado de maestros sino de discípulos. Dice un proverbio: cuando el discípulo está preparado, el maestro surge.

La imagen del ciego guiando a otro ciego es muy esclarecedora. Parece absurda, pero es la postura que con más frecuencia adoptamos los humanos. Siempre nos creemos con derecho a enseñar porque confundimos nuestra verdad con la verdad. Decía Machado: “tu verdad no, la verdad y ven conmigo a buscarla, la tuya quédatela”. Esto es verdad en todos los aspectos del conocimiento, pero en el aspecto religioso, se ha llevado al paroxismo. Cuando esta postura se institucionaliza se convierte en un verdadero sarcasmo. Solo nos queda un paso para afirmar con toda rotundidad: fuera de la Iglesia no hay salvación.

El Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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La sabiduría de Dios.

Domingo, 2 de marzo de 2025

Parábola de la paja y la viga, por D. Fetti, 1619 Museo Metropolitano de N.Y.Lucas 6,41 Parábola de la viga y la mota en el ojo, por D. Fetti, año 1619 Museo Metropolitano de Nueva York

Lc 6, 39-45

¿Cómo es que miras la brizna que hay en el ojo de tu hermano y no reparas en la viga que hay en tu propio ojo?

En los hechos y los dichos de Jesús vemos los cristianos la sabiduría de Dios. La sabiduría humana suele expresarse en términos técnicos, al alcance de pocos, y en muchas ocasiones resulta estéril pues no nos enseña a vivir. No es el caso de Jesús, que pone la sabiduría de Dios al alcance de los más sencillos para que podamos vivir con sentido sin equivocar el camino.

Y así, hoy nos dice que no sigamos a los guías ciegos que nos salen al paso para no arriesgarnos a caer en el precipicio; que antes de juzgar a los demás nos miremos a nosotros mismos para no ser injustos en nuestros juicios; que no nos dejemos llevar por las apariencias; que a las personas sólo se las conoce por sus frutos. ¡Qué sencillo y qué profundo!

Pero hoy queremos centrarnos en la forma peculiar que tiene Jesús de decir las cosas. Nosotros somos hijos de los griegos y nos expresamos a través de conceptos fríos y precisos. Jesús es un semita, y se expresa por medio de imágenes y analogías que resultan mucho más ricas y rotundas para hablar de lo trascendente. Por ejemplo, cuando alguien dice que una persona es hospitalaria, todos entendemos lo que quiere decir, pero su expresión carece de la fuerza y la riqueza que en el fondo encierra el concepto. En cambio, un semita probablemente lo diría de esta forma: «La puerta de su casa está siempre abierta»… y esta expresión tiene una fuerza muy superior a la del concepto seco con que nosotros la expresamos.

Jesús es un orador genial que arrastra con su palabra a multitudes y es capaz de fascinar hasta a los alguaciles que van a prenderle: «¿Por qué no le habéis traído?» … «Jamás hombre alguno habló como éste». Lo más característico de su estilo son las parábolas, pero también son de resaltar sus exageraciones. Cuando quiere poner el énfasis en algo, inventa una gran exageración y ya nunca se olvida.

Y así, nos habla de la viga en el ojo o de colar el mosquito y tragarnos el camello… y nos sentimos interpelados porque nos vemos fielmente reflejados en ello. O del camello que pasa por el ojo de la aguja… y nos planteamos si es compatible nuestra mentalidad de ricos con el Reino. O de poner la otra mejilla… y entendemos mejor los planteamientos de vida propios de los seguidores de Jesús. O de sacarnos un ojo o cortarnos una mano… y comprendemos la radicalidad con la que Jesús nos anima a tomarnos la vida en serio y no echarla a perder por culpa de las pasiones…

Jesús es un extraordinario conocedor de la naturaleza humana, sabe que tenemos propensión a equivocarnos y se vale de estas exageraciones inverosímiles para señalarnos el camino. El problema es que las tomemos como norma de conducta y vivamos angustiados por no estar a la altura de una moral tan exigente.

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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Por el fruto se conoce al árbol, ¿Qué clase de fruto soy yo?

Domingo, 2 de marzo de 2025

IMG_0165DOMINGO 8º T.O. (C)

(Lc 6, 39-45)

La metáfora del árbol y sus frutos es el hilo conductor de las lecturas de este 8º domingo. La sabiduría popular iba recabando información de la realidad que se estaba viviendo a lo largo de los años, quedaba recogida en dichos, proverbios, patrimonio de todas las culturas antiguas y mediante la observación de los hechos y sus consecuencias se hizo su imagen del ser humano. Su libertad le resulta sorprendente; siempre está en evolución adaptándose a la realidad de lo que acontece tal como es; conserva así su misterio. El ser humano se va definiendo y se va explicando cuando decide y opta libremente; solo después se puede hacer un juicio de él, ver si se ha ajustado o no a la realidad que la vida le puso por delante.

El autor del libro del Eclesiástico (Eclo 27,5-8) y otros, como el de los Proverbios, recoge lo que se ha ido guardando en la memoria colectiva de las comunidades y expone la relación entre lo que uno/a es y lo que dice o hace empleando la imagen del grano, de la vasija y del árbol; la calidad de éstos se revela en la prueba; la del hombre en su decisión (Mt 7,16-20). Dios, que está en el interior, en lo íntimo, conoce todo el ser humano.

El salmista, con un rico lenguaje oriental, insiste en ello para mostrar que los frutos del justo, de la persona íntegra, serán espléndidos y duraderos. En todo caso, la libertad debe estar informada por la justicia y la verdad.

En el Evangelio, Lucas nos recuerda que una actitud crítica frente a los demás es muy sana y recomendable. Pero ha de ir precedida por una postura rigurosa y honestamente autocrítica. Jesús apunta hacia la interioridad como lugar donde se gestan las decisiones más profundas del ser humano y proclama tajante: “sólo quien tiene un corazón bueno puede ser el árbol bueno que da frutos buenos”. Tanto la bondad como la maldad son cualidades de la persona que deben ser desveladas en las circunstancias concretas de cada uno. Es enormemente difícil acceder al interior del ser humano y, por ende, emitir un juicio de valor absolutamente veraz. Ya nos lo advierte el mismo Jesús: “No juzguéis y no seréis juzgados; no condenéis y no seréis condenados” (Lc 6,37), pues no siempre podemos descubrir lo que de verdad se esconde en lo más profundo de la persona.

La filosofía oriental nos recuerda: “Toma un momento de silencio interno para considerar todo lo que se presenta y toma tu decisión después. Así desarrollarás la confianza en ti mismo/a y la sabiduría”.

Cristiano/a no es sólo el/a que cree en la esperanza del Reino sino, sobre todo, quien practica las obras de Jesús, no quien dice y no hace; ese sería el fariseo, el levita, los escribas principales adversarios de Jesús.

La fe entraña confianza, obediencia al estilo de Jesús, conocimiento y reconocimiento del Salvador, sin reservas. Las obras no son sólo una consecuencia y manifestación de la fe sino la confirmación de la misma. No hay fe si no se hace acción, trabajo, compromiso. Con todo, también las obras pueden ser una tapadera para maquillar un interés no tan inocente sin relación con las actitudes fundamentales de la persona. De la misma manera, un acto reprobable puede ser fruto de un momento de cólera, de indignación que tampoco refleja la actitud real de la persona.

El ser humano existe para transformar el mundo, humanizarlo y recrearlo constantemente. La fe pues, no es un añadido sino una dimensión esencial de transformación, de liberación. Un aspecto, por otra parte, humilde, auténtico, comprometido, eficaz.

Lo específico del/a seguidor/a de Jesús no es una doctrina ni un código de pureza o determinados preceptos, sino quien practica el amor de Jesús en su vida en la medida que ese amor cambia las relaciones sociales y transforma la persona. Es la savia que fluye incesante en cada Ser. Hemos sido llamados/as para anticipar, como él y en memoria suya, ese futuro que es interrupción[1] de este tiempo de incertidumbre y de amenazas terribles.

La persona creyente transforma su entorno personal y social para hacerlo más libre y humano; se reconoce creyente porque da su adhesión a Cristo, como realidad última y la confiesa a los demás. Si los/as cristianos/as nos desentendemos de las obras, no nos ajustamos a la praxis de Jesús. La calidad de la persona se revela en su decisión y en su actuación, “por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,16-20).

Lucas quiere que los cristianos de sus comunidades comprendan la palabra de Dios, pero sobre todo que la pongan en práctica. Así es como podrán formar parte de la familia de Jesús. El Dios que transparenta Jesús en su existencia, todo lo que dice, lo que hace, la novedad que anuncia o la denuncia que proclama arriesgándose a la confrontación, no es un universal sin rostro, sino “uno de los nuestros”. No podemos prescindir de las bienaventuranzas, de los/as crucificados/as de todos los tiempos, ni de las expectativas gozosas de los “tabores” visibles en el presente.

San Vicente de Paúl muestra la identificación de Jesús con los pobres, “a mí me lo hacéis” (Mt 25,31). Los pobres son el sacramento y la mediación indiscutible para relacionarse con Dios. La búsqueda de paz interior no puede olvidar la cruz o las bienaventuranzas. La relación con Dios pasa por la conversión a Quien así se identifica en los descartados. La persona que anhela unirse a Él tiene la posibilidad de experimentarlo compartiendo su vida con los necesitados, con los/as hermanos/as.

Retomando el texto, Jesús arremete contra el fariseísmo que se cuela sutilmente en nosotros, quedándonos en las formas, en lo externo, en mi ego y descuidando el fondo, el interior, la relación con Dios en lo más íntimo de mí mismo/a. Por eso la observación, la vigilancia o la escucha de nuestra mente y nuestro corazón es el mejor remedio para evitar la hipocresía y el autoengaño generalizado en nuestra sociedad, en nuestro mundo.

El que es bueno saca el bien de la bondad de su corazón, y el que es malo saca el mal de la maldad de su corazón; porque de la abundancia del corazón habla su boca”.

Podríamos preguntarnos, ¿qué clase de fruto soy yo?

¡Shalom!

Mª Luisa Paret

[1] Categoría que utiliza Johann B. Metz. Dios viene a los campos de exterminio del mundo para salvar, pero su Presencia es eficaz en la medida en que hay hombres y mujeres que interrumpen ese sufrimiento. Cuadernos CJ, 239, F. Javier Vitoria, Dar razón de la esperanza en tiempos de incertidumbre.

Fuente Fe Adulta

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La mota y la viga.

Domingo, 2 de marzo de 2025

IMG_0084Comentario al evangelio del domingo 2 marzo 2025

Lc 6, 39-45

Dos mil años antes de que en las facultades de psicología se estudiara el tema de la “sombra”, Jesús lo resume en un aforismo profundamente sabio, que constituye, a la vez, una herramienta eficaz para vivirnos en verdad hacia nosotros mismos y en respeto incondicional hacia los demás.

El aforismo se concreta de este modo: todo aquello que veo como una “mota” en el otro -aquello que me altera o me crispa emocionalmente- no es sino el reflejo, como en un espejo, de alguna “viga” que hay en mí, de la que quizás ni siquiera era consciente. El otro me hace de espejo porque, aun de manera inadvertida, he proyectado en él aquello que en mí no acepto, no me gusta o rechazo.

El mecanismo de la proyección funciona de este modo: lo que en mí he reprimido, desde el comienzo de mi existencia, permanece oculto, pero nunca eliminado. Es energía psíquica que, al no poder existir en mí, la proyecto fuera, en personas que guardan algún “parecido” con el rasgo que en mí mismo había rechazado. Más en concreto: si el otro me hace de espejo, se debe solo a lo que, previamente, he proyectado en él.

Esto significa que cuantas más cosas me crispan en los otros, más elementos hay en mí que no termino de aceptar. Y, a la inversa, en la medida en que “hago las paces” conmigo mismo, en un ejercicio de lucidez y de humildad, más dejaré de proyectar en los demás, lo cual, a su vez, posibilitará vivir relaciones más constructivas.

No es difícil ver que la integración de la propia sombra constituye una condición imprescindible, tanto para crecer en unificación y armonía personal, como para sanar la vida relacional en todos sus aspectos.

La clave básica en toda esa tarea pasa por la aceptación cada vez más completa de toda nuestra verdad. Porque lo que nos hace daño no es la sombra, sino el hecho de ignorarla o rechazarla. La sombra aceptada nos pacifica interiormente, serena nuestras relaciones haciéndolas respetuosas y, más aún, nos humaniza. Porque solo abrazándola podemos vivirnos en verdad. Y solo la verdad sobre nosotros mismos desmonta la falsa imagen ideal donde buscaba encontrar asiento nuestro ego. El conocimiento y la aceptación de la propia sombra nos baja del pedestal sobre el que pretendía engrandecerse el ego y, de ese modo, nos hace humildes y humanos.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Ningún viento es favorable para el que no sabe a dónde va. (Séneca)

Domingo, 2 de marzo de 2025

imagesDel blog de Tomás Muro La verdad es Libre:

El texto evangélico de hoy es un pequeño entramado de sentencias y consejos de Jesús para la vida, consejos casi de sentido común.

01.- Un ciego no puede guiar a otro ciego.

En el evangelio ciego es el que no ve ni vive desde la misericordia de Dios. Ciego es quien no ha experimentado la gracia de Dios.

La ceguera fundamental consiste en sentirse autosuficiente (fariseísmo) y no sentir la necesidad de la misericordia del Padre.

Jesús se refiere y se dirige a los guías ciegos del pueblo (a los fariseos de su tiempo): a aquellos que no ven y pretenden hablar y enseñar como si fuesen “portavoces” de Dios.

Decía Séneca allá por el siglo I que ningún viento es favorable para el que no sabe a dónde va.

Nietzsche nos condenó a vivir errantes sin criterios, sin valores, sin horizonte, sin Dios. Dios ha muerto… Por eso

¿No vamos errantes a través de una nada infinita? ¿No nos absorbe el espacio vacío? ¿No hace más frío? ¿No viene la noche para siempre jamás más y más noche? ¿No olemos todavía la nada de la corrupción divina? [1]

Y esta es quizás la luz -la ceguera- que ilumina hoy en día la cultura de nuestra sociedad occidental.

Sin embargo, gracias a Dios, también hoy muchos hombres y mujeres de buena voluntad que tratan de iluminar el camino de la vida.

  • En la vida, en la sociedad hay muchos “guías” que orientan los caminos de las personas.
  • padres que educan a sus hijos.
  • maestros que orientan a sus alumnos.
  • También hay políticos trazan los caminos y rutas del pueblo.
  • Los médicos sanan y educan a sus pacientes.
  • Hay obispos, sacerdotes, catequistas que tratan de guiar al pueblo.
  • Algunos medios de comunicación, periodistas iluminan al pueblo.

El viento de Jesús nos encamina hacia el amor de Dios

02.- La “mota” ajena y la “viga” propia:

No haría falta el Evangelio para entender la segunda actitud del texto de hoy. Es de sentido común.

Fácil y frecuentemente nos permitimos criticar el defecto ajeno y no somos capaces de ver nuestras grandes limitaciones.

Estamos siempre dispuestos a ver los fallos de los demás y no vemos los nuestros

El texto de hoy queda subrayado por otras dos palabras de Jesús:

  • El que esté libre de pecado, que tire la primera piedra, (Jn 8, 7-8). Es lo que les dice Jesús a la clase dirigente y al pueblo ante aquella mujer sorprendida en adulterio a la que iban a apedrear…

Y el relato continúa diciendo que se marcharon todos empezando por los más viejos…

¿Quién no tiene defectos, limitaciones y pecado en la vida?

Mejor haríamos en callarnos y –como el publicano- quedarnos debajo del “coro de nuestra casa” pidiendo perdón por nuestros propios fallos.

  • El segundo pasaje evangélico que viene a colación con el tema de hoy es el de aquellos dos servidores del señor de la finca. Uno debía 10.000 talentos y otro debía apenas 100 denarios. (Mt 18,23).

El dueño de la finca perdona bondadosamente al que le debía 10.000 talentos. Pero éste no es capaz de perdonar al que debía 100 denarios, lo maltrata y lo mete en la cárcel…

Fácilmente nosotros condenamos a los demás, pero no somos capaces de darnos cuenta de todo lo que se nos ha perdonado a nosotros en la vida.

Además usamos dos medidas al interpretar las propias acciones y las del prójimo: una es la medida que usamos para nosotros mismos y otra muy distinta es la vara de medir a los demás.

Por otra parte ¿Quiénes somos nosotros para juzgar a nadie? ¿Qué sabemos nosotros de las personas, de sus recorridos, de su historia, de sus dificultades, de sus fracasos, de sus sufrimientos? Solamente Dios es juez y sabemos desde Jesucristo, que cuando Dios actúa su justicia activa su misericordia.

Mejor haríamos, viene a decir, el Señor en mirar nuestras propias debilidades, pecado y miseria, que seguramente tendremos bastante tarea con ello. Seamos  conscientes y humildes en nuestro propio pecado, en nuestros defectos y limitaciones.

La luz y el juicio del Dios de Jesús son la misericordia

[1] NIETZSCHE, F. La Gaya ciencia , Obras III, 125 (74.141).

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“Ser personas auténticas para dar buenos frutos”, por Consuelo Vélez

Domingo, 2 de marzo de 2025

IMG_0136De su blog Fe y Vida:

Comentario al evangelio del VIII domingo del TO (2-03-2025)

Jesús sigue dirigiéndose a sus discípulos para mostrarles, con tres breves parábolas, las actitudes que han de vivir

La comprensión y misericordia hacia los demás, son actitudes que surgen cuando hay humildad suficiente para saberse limitado y con necesidad de mejorar, como todos los demás

La comparación con el árbol que da buenos frutos, llama a reconocer que estos frutos solo pueden provenir de un árbol sano, de un corazón auténtico

Y añadió una comparación:

+ ¿Podrá un ciego guiar a otro ciego? ¿No caerán ambos en un hoyo? El discípulo no es más que el maestro; cuando haya sido instruido, será como su maestro.

¿Por qué te fijas en la pelusa que está en el ojo de tu hermano y no miras la viga que hay en el tuyo? ¿Cómo puedes decir a tu hermano: Hermano, déjame sacarte la pelusa de tu ojo, cuando no ves la viga del tuyo? ¡Hipócrita!, saca primero la viga de tu ojo y entonces podrás ver claramente para sacar la pelusa del ojo de tu hermano.

No hay árbol sano que dé fruto podrido, ni árbol podrido que dé fruto sano. Cada árbol se reconoce por sus frutos. No se cosechan higos de los cardos ni se vendimian uvas de los espinos. El hombre bueno saca cosas buenas de su tesoro bueno del corazón; el malo saca lo malo de la maldad. Porque de la abundancia del corazón habla la boca.

(Lc 6, 39-45)

Los domingos anteriores, el evangelio de Lucas presentó a Jesús explicándole a sus discípulos en qué consiste el programa del reino de Dios. En el evangelio de hoy, Jesús sigue dirigiéndose a sus discípulos para mostrarles, con tres breves parábolas, las actitudes que han de vivir. La intencionalidad de Lucas es que este mensaje llegue a las comunidades y, especialmente, a los dirigentes. Estas mismas parábolas están también en el evangelio de Mateo, pero con el objetivo de rebatir a los fariseos.

Las parábolas son bastante claras y no suponen demasiada explicación. La primera se refiere a los discípulos que han de aprender de su maestro y solo, cuando estén instruidos, podrán hablar con autoridad. Parece que algunos se atrevían a actuar como maestros sin tener la suficiente preparación, de ahí que Jesús les pregunte si “un ciego puede guiar a otro ciego”. En realidad, esto sucede también en nuestro presente, cuando algunos, sin la preparación suficiente o sin la actualización que exigen los signos de los tiempos, siguen apegados a tradicionalismos o fundamentalismos que no dicen nada a los jóvenes de hoy y no permiten mostrar una fe más significativa para nuestro presente.

La segunda parábola se refiere a aquellos que ven todas las carencias en los demás y no se dan cuenta de sus propias limitaciones e, incluso, de sus propios pecados. La parábola los compara con quienes ven en los demás “vigas” y en sí mismo solo ve “pelusas”, cuando en realidad, puede ser todo lo contrario. Es una llamada a la comprensión y misericordia hacia los demás, actitudes que surgen cuando hay humildad suficiente para saberse limitado y con necesidad de mejorar, como todos los demás.

La tercera parábola, valiéndose de la comparación con el árbol que da buenos frutos, llama a reconocer que estos frutos solo pueden provenir de un árbol sano. Así es el corazón humano. Da los frutos de lo que hay en él. Si tiene amor, dará amor, si tiene odio, dará odio. De ahí la importancia de la propia autenticidad para que nuestra vida de los frutos propios de quienes viven el bien y la bondad.

El evangelio de hoy, por tanto, es interpelante para las comunidades cristianas, las cuales han de ser espacios de crecimiento mutuo, con humildad y consideración, buscando ser personas buenas y verdaderas para dar los frutos propios de quienes viven el programa del reino de Dios anunciado por Jesús.

 (Foto tomada de: https://www.gastrolabweb.com/tips/2024/10/1/cuales-son-los-nutrientes-que-necesita-el-arbol-de-ciruelas-aqui-te-lo-contamos-52260.html)

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¿Soy discípulo de Jesús, de las Bienaventuranzas?

Viernes, 28 de febrero de 2025

Del blog de Alfonso J Olaz El Rincón del Peregrino:

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El discípulo se sabe pobre
y acepta en su miseria toda su vida pobre,

para aceptar a todos los pobres, a todos

¡Da gracias por todo y en su pobreza ya no pide nada!

Por su alegría de corazón acepta con humildad lo que es pequeño, siendo pequeño y confía, confía en la lógica de Dios

Su alegría es la vida, la creación entera

Solo quiere ser el último
Ha aprendido la sabiduría del corazón: Ser alegre para todos y confiar en Dios que es de todos, para compartirlo con todos

La alegría del Discípulo son sus hermanos y hermanas que a todos se los toma muy en serio con alegría

Ha hecho la opción de vida por los pobres de Jesús a fondo perdido

Ha aprendido a vivir desnudo en las manos del buen Dios

¡Loado seas mi señor!

Del Evangelio a la Vida
De la Vida al Evangelio

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