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22.7.17 Jesús resucitó en el amor de María Magdalena

Sábado, 22 de julio de 2017
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20245473_830913430419184_4861986997914248845_nDel blog de Xabier Pikaza:

Ciertamente, Jesús ha resucitado en Dios; pero, al mismo tiempo, de un modo inseparable, él ha resucitado en el amor de María Magdalena, cuyo recuerdo hace que él (Jesús) siga viviendo en la historia de los hombres y mujeres, de un modo real. En otras palabras:

Jesús resucitado se mantiene y despliega en el recuerdo de María y de todos los cristianos, a lo largo de la historia, manteniéndose en el Memoria (Zikkaron) que es Dios. Así lo exige el dogma:

— Jesús es verdadero Dios, siendo hombre verdadero (que vive y actúa en el amor de las mujeres y los hombres que le acogen, y que viven en él, con él y por él, tras su muerte).

En ese sentido, Jesús sólo ha podido resucitar como “hombre” (ser humano), allí donde otros hombres (varones y mujeres) le han acogido y viven por él (con él), de un modo más alto, en amor permanente, superando de esa forma el olvido sin fin de la muerte.

Icono 1: Magdalena con el pomo del perfume de la unción… (Mc 14, 3-9) Ese perfume de mujer que ama mantiene la memoria de Jesús (Y Jesús resucitado hace posible el amor permanente de María Magralena)
Icono 2: Magdalena testigo de Jesús resucitado. Le busca en la tumba, pero la tumba está abierta, y Jesús se muestre como jardinero de amor en el huerto.

20245622_830913757085818_5665205240435272618_n— Pero, al mismo tiempo, decimos que estos hombres y mujeres pascuales, empezando por María, viven en amor (en mutación mesiánica)porque el mismo Jesús-Mesías está presente en ellos, como Recuerdo de Dios. ¿Por qué buscar al Vivo entre los muertos? Hay que buscarle y encontrarle en sus amigos, en aquellos que viven de su Vida y por su Vida.

Esta resurrección total responde a la más honda realidad de la historia humana (que ha buscado a Dios en la Vida que vence a la muerte).
— Pero, según los cristianos, ella se ha expresado plenamente, de una vez y para siempre, empezando por María de Magdala, la amiga de Jesús Nazareo, en quien comienza la mutación pascual de la historia humana.

Por eso digo que él ha resucitado en el amor de María Magdalena.

Icono 3 (final): Magdalena apóstol de los apóstoles

Una historia de fe

Ésta es una resurrección real, en plano de fe. Ésta es una resurrección “real”, pero no en el nivel de la historia anterior, como un hecho que puede demostrarse de un modo “neutral”, por observación objetiva.No hay resurrección fuera de la fe…

Pero la fe no “inventa” la resurrección, sino que la descubre y acepta, con alborozo, gozoso, descubriendo a Jesús que está vivo y que descubriendo que los creyentes (aquellos que le aceptan y le aman) viven en él. Los que quieren demostrar la resurrección de Jesús fuera de la fe es que, en el fondo, no creen, en ella, sino que quieren “asegurar un tipo de religión”, asegurarse a sí mismos, sin creer (es decir, sin acoger y desplegar la vida en amor, como Jesús, con Jesús, a quien han matado porque amaba y que, por eso, precisamente por eso, esta vivo en la historia de Dios y de los hombres).

La historia cristiana es la historia del Jesús resucitado, siendo la historia del Dios que es (se ha hecho) resurrección en Jesús. Pues bien, el testigo primero de esa fe-amor que “descubre” a un muerto como vivo y que cree en él (y vive desde él) ha sido María. Por eso, volver a María es una de las tareas básicas de la iglesia actual.

agia_lydiaEsta fe amorosa (ese amor creyente de María) no es menos realidad, sino “más realidad” y más historia. Sólo la fe tiene ojos para descubrir al resucitado. La fe tiene ojos, y los tiene el corazón de María, y el de aquellos que creemos aceptando su testimonio y aprendiendo a ver como ella (a dejar que la realidad de Jesús se nos revele, como a ella). Si la fe se probara como “dicen” que se prueban las cosas en física no sería fe, ni sería resurrección.

Si la resurrección se pudiera “probar” sin fe, sería un engaño. La única “prueba de la resurrección” es el amor creyente de aquellos que, como María Magdalena, asumen el camino de Jesús y se comprometen a caminar gozosamente con él (como él), porque creen en Dios (en la presencia de Reino). Pues bien, en la raíz y centro de ese Reino descubren los creyentes a Jesús, vencedor sobre la muerte.

1. María Magdalena y Jesús se amaban.

Algunos críticos modernos han pensado que la figura y amor de Magdalena ha desparecido de la tradición posterior de la iglesia. Pero eso no es cierto. Quien sepa leer los evangelios descubre que la figura y función de Magdalena resulta esencial, aunque los evangelios no responden sin más a nuestros problemas sobre Magdalena.

Celso, el más lúcido de los críticos anticristianos del siglo II, entiende bien los evangelios cuando dice que Magdalena (¡a quien él presenta como una mujer histérica!) fue la fundadora del cristianismo. Ciertamente, fue fundadora del cristianismo, pero no por ser histérica, sino por ser una mujer clarividente, capaz de interpretar desde el amor la historia de la vida y el misterio de la persona de Jesús. Esto es mucho más “escandaloso” y profundo que lo que algunos críticos afirman cuando dicen que ella fue amante e incluso esposa de Jesús.

Es claro que María amó a Jesús, pero también le amaron otros, como afirma con gran lucidez el primero de los historiadores judíos que cuentan su vida: «Aquellos que le amaron le siguieron amando tras la muerte” (F. JOSEFO Ant XVI, 3, 63). María amó sin duda a Jesús y le siguió amando tras la muerte, viéndole así vivo, desde su mismo amor, como supone Mc 16, 9 y Jn 20, 1-18. Pero hacerla novia o esposa de Jesús es fantasía.

Ciertamente, un evangelio apócrifo afirma que «el Señor amaba a María más que a todos los discípulos y que la besaba en la boca repetidas veces» (Ev. Felipe 55). Pero ese m mismo texto interpreta a María como Sofía, es decir, como expresión del aspecto femenino de Dios.

Ni el Señor que besa a María en la boca es el Jesús histórico; ni María es la persona real de la que hablan los evangelios canónicos. Ambos son figuras del amor eterno, expresión y signo de la → hierogamia original. Por eso, los que apelan a ese pasaje para poner de relieve los “amores carnales” de Jesús no saben entender los textos.

Las relaciones entre Jesús y María Magdalena fueron, sin duda, mucho más “carnales” que lo que supone este pasaje, pero nada nos lleva a suponer que han de entenderse en sentido matrimonial. El compromiso de amor de Jesús nos sitúa en otra línea.

Sea como fuere, la figura de María Magdalena fue muy importante en la iglesia, de manera que podemos vela como iniciadora “real” del movimiento cristiano, como mujer capaz de amar y de entender las implicaciones del amor de Jesús, y no como una simple figura de lo “femenino” que debe perder su feminidad y convertirse en varón para ser discípula de Jesús, como supone el otro pasaje básico de los evangelios de línea gnóstica que tratan de ella: «Simón Cefas les dice: Que Maria salga de entre nosotros, pues las hembras no son dignas de la vida. Jesús dice: He aquí, le inspiraré a ella para que se convierta en varón, para que ella misma se haga un espíritu viviente semejante a vosotros varones. Pues cada hembra que se convierte en varón, entrará en reino de los cielos» (Ev. Tomás 114; cf. Gen 3, 16). Leer más…

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¿Cristo murió por todos?

Sábado, 8 de julio de 2017
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misal-romanoGabriel Mª Otalora
Bilbao (Vizcaya).

ECLESALIA, 19/06/17.- Con la que está cayendo, el nuevo misal litúrgico oficializa una nueva polémica que descentra el mensaje central del evangelio en general y de la celebración eucarística en particular. No es un brindis al sol mi expresión “con la que está cayendo”; Pablo VI ya alertó en su encíclica Evangelii Nuntiandi que “la ruptura entre el Evangelio y la cultura, es, sin duda alguna, el drama de nuestro tiempo.” Y uno de los soportes para evitarlo es utilizar un lenguaje que llegue al corazón del ser humano actual. Además del ejemplo, claro está.

En pleno acercamiento al mundo protestante en el aniversario de Lutero (Francisco, Kasper…), que refuerza la redención universal y el que Cristo murió por todos, el nuevo misal retrocede a Benedicto XVI con una peligrosa argumentación que es difícil de entender si no es desde la exclusión del amor de Dios a “algunos”. Y descentrando, de paso, los mensajes divinos de la compasión y misericordia universales. Se trata del cambio en las palabras de la consagración: donde actualmente se dice “será derramada por vosotros y por todos los hombres para el perdón de los pecados”, pasa a decirse “será derramada por vosotros y por muchos para el perdón de los pecados”.

En Hechos 18, el Señor dio ánimos a Pablo en el sentido de que su labor no sería en vano porque “muchos” llegarían a conocer a Cristo en la ciudad de Corinto. Aunque él se dirigía a todos, al menos iban a ser muchos los que iban a convertirse.

Si el que Jesucristo murió por todos es algo que forma parte de las certezas básicas de nuestra fe, ¿a qué viene detenerse todo un Papa en este matiz, con lo que nos falta de ejemplo vivo en la sociedad de hoy que nos interpela desde una religión clericalista -a pesar de Francisco- capaz de espantar a tantos que buscan? Ya en el año 2006, Ratzinger entonces cardenal prefecto de la Congregación para la Liturgia dirigió una carta a los presidentes de las conferencias episcopales de todo el mundo para que introdujesen esa modificación en la consagración en los misales. Como no todas le hicieron caso, en abril de 2012, investido ya como Benedicto XVI se dirigió con severidad a algunos presidentes de los obispos, incluido el alemán, para urgir la aplicación de lo ya mandado. Y desde marzo de 2017, en pleno pontificado de Francisco, se modifica en nuestro misal.

Cristo vino por todos, porque es Amor y todos le necesitamos: hemos nacido para Él. Pero en Marcos y Lucas Jesús afirma que vino por los pecadores, no por los justos; su misión preferentemente se concentró en los enfermos, no en los sanos. Esto aleja que nadie puede quedar excluido del amor y la acción de Dios que llegó hasta las últimas consecuencias del asesinato en un madero.

Cuando preguntas por este dislate terminológico, te cuentan que el término “muchos” no se utilizaría aquí en contraste con “todos”, sino frente a “pocos”. Incluso afirman que el concepto “muchos” en algunos casos es un equivalente a “todos”. Entonces, ¿para qué marear el tema y no dejarlo en su sentido de la universalidad del amor de Dios sin fisuras frente a una interpretación sectaria, nada menos que en las palabras de la consagración? Dios invita a todos al Banquete. Lucas refuerza la universalidad de la oferta divina frente a esa idea de “muchos”: un gran señor invita a su gente cercana y como se disculpan y no van, ordena a sus criados que vayan a invitar a los pobres, a los inválidos, a los cojos y a los ciegos hasta que la casa se llene de invitados.

Una cosa son los llamados y otra los que responden a la llamada. Podemos elucubrar sobre si se salvan todos, casi todos o muchos o pocos (es de suponer que si el Padre pone en marcha la historia de la humanidad no es porque acabará siendo una empresa fracasada). Pero poner el acento en “muchos” en lugar de remachar el “todos” me indica muchas cosas, y ninguna es buena. Así no conseguiremos parar la sangría y solo atraer a bien pocos nuevos cristianos comprometidos de las nuevas generaciones cuya mayoría son totalmente indiferentes a nuestra institución eclesial

(Eclesalia Informativo autoriza y recomienda la difusión de sus artículos, indicando su procedencia).

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“Jesucristo y el Orgullo Gay”, por Antonio Aradillas

Martes, 4 de julio de 2017
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jesus-era-gay-1436216028“Estuvo y participó en la manifestación”

“Una vez más, la Iglesia ‘oficial’ desaprovechó la ocasión pastoral de pertenecer de verdad al pueblo”

(Antonio Aradillas).- ¿Debió haberse hecho presente la Iglesia “oficial” en la manifestación multitudinaria conocida como del “orgullo”, recientemente celebrada en Madrid? ¿Debió haber expresado de alguna manera, pero siempre con carácter “oficial”, su pensamiento y doctrina acerca de ella y de las previstas para años venideros?

Es posible que las siguientes reflexiones personales contribuyan al mejor, más aproximado y correcto planteamiento de uno de los temas generadores de importantes y frecuentes noticias sociales, políticas y, por demás, religiosas.

Creo rotunda y explícitamente que sí, que la Iglesia, en algunos de sus representantes “oficiales”, debiera haber participado en la referida manifestación. No obstante, no pocos quedaron satisfechos, y hasta les extrañó, que no la hubieran condenado desde los púlpitos y los Boletines Oficiales respectivos, y no intentaran de alguna manera neutralizarla con procesiones “reparadoras” y flageladoras, tal y como aconteciera en tiempos pasados.

¿Quién o quienes hubieran asumido la responsabilidad de representar a la Iglesia “oficial” en tal concentración de personas, organismos e instituciones?
¿Cuál hubiera sido la reacción de los asistentes y participantes al comprobar la presencia eclesiástica? ¿Acaso esta se justificaría más o menos, que otras, en acontecimientos políticos, financieros, comerciales, sociales…, en los que los capisayos y signos “sagrados” no faltan, con predilección para ocupar los primeros y más “honrosos” puestos y lugares? ¿Se hubiera sentido cómodo portando tal representación, por ejemplo, el portavoz, y a la vez, secretario, de la Conferencia Episcopal Española?

A estos y otros interrogantes, formulados sin malicia alguna, y con ingenuidad, podrían y deberían añadírseles muchos más. De entre ellos, destaco este: ¿Cómo habrá reaccionado la jerarquía al comprobar que el partido “católico” por excelencia, al que se consagran y orientan la mayoría de los votos de procedencia religiosa, “de orden” y de derechas, tampoco escatimara su asentimiento, uniéndose a las reivindicaciones del resto de los colegas del llamado “arco parlamentario”, sin tener que relacionar lo del “arco”, con los consabidos colores y colorines propios de las circunstancias festivas y festivaleras?

Por supuesto que sobraron gestos, “orgullo y orgullos”, gritos, signos, reivindicaciones, actitudes y tantas otras impensables “aspiraciones”. Pero es obligado reconocer que, en general, y pese a tantos y tan fundados temores, la fiesta y la manifestación, resultaron “ejemplares”, tal y como ocurre con actos similares de cualquier otra condición.

Es así mismo obligado reconocer que la mayoría de reivindicaciones que justificaron, y justificarán esta y otras concentraciones, sobrepasan con creces dramáticas, su organización y entrega de todos a favor de la idea. El respeto al pluralismo de las personas, las leyes todavía vigentes en determinados países, tradiciones y costumbres familiares, sociales, laborales y discriminaciones de todo tipo demandan a voz en grito nuevas formas de comportamientos personal y colectivo para los grupos que configuran el llamado “orgullo”, objeto de esta leve reflexión.

De modo especial y espectacular lo justifica el trato -maltrato- que “en el nombre de Dios” tales grupos han recibido, y reciben de parte de la Iglesia. Su instalación en la idea de “pecado mortal”, con sus sistemáticos y condenatorios anatemas en esta vida y en la otra, es norma de vida “religiosa” católica, además con consciente, inconsciente e hipócrita olvido de tantos casos ocultos como se han registrado, y se contabilizan, revestidos de hábitos talares.

¿Hubiera estado presente Jesús en la fiesta-manifestación referida? Jesús estuvo y participó en la misma. Precisamente por la mayoría y más importantes de sus reivindicaciones, Él dictó y vivió su Evangelio, y entregó generosamente su vida.

¿Qué hubiera hecho el Papa Francisco?. De sus intenciones tenemos clara, misericordiosa y reiterada referencia. Pero, por ahora y todavía, el protocolo es el protocolo, aunque va llegando ya la hora redentora y feliz de que su finalidad no sea otra que su superación, debelación o denuncia.

Una vez más, la Iglesia “oficial” desaprovechó la ocasión pastoral en España de estar, de ser y de pertenecer de verdad al pueblo-pueblo de Dios, justificando cómodamente su ausencia con pseudo-argumentos teológicos, canónicos y bíblicos, propios de culturas -inculturas- pretéritas, dudosamente “religiosas“.

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Fuente Religión Digital

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Caminemos seguros

Miércoles, 31 de mayo de 2017
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Una de las cosas que debemos a nuestro Señor es no tener nunca miedo. Tener miedo es hacerle una doble injuria: en primer lugar, es olvidar que él está con nosotros, que nos ama y que es omnipotente; en segundo lugar, porque no nos configuramos con su voluntad: configuramos nuestra voluntad con la suya, todo lo que nos ocurra, dado que es querido y permitido por él, nos dejará alegres y no tendremos ni inquietudes ni temores. Tengamos, pues, esa fe que expulsa todo miedo; tengamos a nuestro lado, frente a nosotros y en nosotros, a nuestro Señor Jesucristo, Dios nuestro, que nos ama infinitamente, que es omnipotente, que sabe lo que es bueno para nosotros, que nos dice que busquemos el Reino de los Cielos y que el resto nos será dado por añadidura.

Caminemos seguros con esta bendita y omnipotente compañía por el camino de lo más perfecto, y estemos seguros de que no nos ocurrirá nada de lo que no podamos extraer el mayor bien para su gloria, para nuestra santificación y para la de los otros. Y que todo lo que nos ocurra será querido y permitido por él y, en consecuencia, lejos de toda sombra de temor, sólo hemos de decir: “Bendito sea Dios por todo lo que nos ocurra”, y sólo hemos de rogarle que ordene todas las cosas, no según nuestras ideas, sino para su mayor gloria .

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Charles de Foucauld.

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“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Sábado, 15 de octubre de 2016
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Hoy, es la Festividad de Santa Teresa de Jesús,  Ya pasó la celebración del Vº Centenario de su nacimiento. El Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, seguimos recordando a esta genial mística castellana y española a lo largo del año… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado y, como no podía ser menos, nosotros también procuramos traer al blog algunos textos que nos ayuden a orar, de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5). Si sirve para estar horas y horas con el Amado, nos sentiremos satisfechos. Hoy comenzamos con ese deseo de “andar juntos“.

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Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

*

(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

*

“Bendito seáis por siempre, que aunque os dejara yo a Vos, no me dejasteis Vos a mí tan del todo, que no me tornase a levantar, con darme Vos siempre la mano; y muchas veces, Señor, no la quería, ni quería entender cómo muchas veces me llamabais de nuevo.

*

(Libro de la Vida, capítulo 6,9)

*

“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

*

(Camino de Perfección 21, 26)

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Obispos poco realistas

Sábado, 17 de septiembre de 2016
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documento-de-los-obispos-espanoles(José Sánchez Luque del Foro Diamantino).- En estos meses se divulgará el último documento publicado por los obispos españoles: Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo. Pretendo señalar algunos de sus aspectos mejorables desde la teología progresista del siglo XXI.

Les recuerdo unas luminosas palabras de Guillermo Rovirosa, fundador de la HOAC, en una carta que escribió a un seminarista catalán y con las que, en el pasado mes de julio, iniciábamos en Salamanca el Curso de Verano de la HOAC:

“La gran dificultad para el contacto de un sacerdote y un obrero es establecer el diálogo sobre el tema religioso. Pues resulta que el obrero (o el laico) solo sabe hablar en el lenguaje habitual de la vida ordinaria, y el cura (o el obispo) solo sabe hablar el lenguaje eclesiástico. Y para que los dos se entiendan es necesario, en primer lugar que hablen un lenguaje común. En caso contrario se llega necesariamente a un diálogo de sordos… La solución a este problema es que el cura (o el obispo) aprendan a hablar el lenguaje ordinario… El Nuevo Testamento nos ayuda a reencontrar el lenguaje perdido”.

Estamos llamados a descubrir una nueva forma de hacer teología. Nuestro lenguaje sobre Dios no puede ser atemporal y alejado de la realidad. Una parábola de Buda de hace ya 2.500 años nos da que pensar: Una persona recibió un flechazo mientras atravesaba un bosque. Cuando sus amigos quisieron ayudarle, no permitió que le quitaran la flecha hasta saber quién había disparado, su nombre, edad, pueblo… e insistió en saber si las plumas de la flecha eran de buitre, cigüeña o halcón.

Esta parábola era una crítica mordaz de Buda contra la teología de los brahanes de su tiempo y sus abstractas especulaciones metafísicas que no tenían ninguna importancia en la praxis. Buda llamó a todos a que respondieran al sufrimiento humano con compasión y misericordia, y sin demora. Hace unos días me encontré en Madrid con un obispo amigo y le pregunté su opinión sobre el documento que comentamos. Me decía que lo veía en un lenguaje demasiado técnico e incomprensible. Alejado de la realidad concreta. Al lado de los escritos del papa Francisco, tan realistas y catequéticos, la instrucción de nuestros obispos se nos cae de las manos, me aseguraba el obispo.

Cuando la casa está ardiendo solo tenemos tiempo para salvar lo esencial. Cuando la humanidad y la naturaleza se encuentran en una crisis profunda, e inmersas en la desigualdad y la exclusión, necesitamos elaborar teologías que aborden la situación de la crisis de la humanidad y de la creación. Nos dice el papa Francisco que el llanto de la naturaleza está ligado al llanto de los pobres. Puede ser apasionante discutir sobre el arrianismo, el docetismo, el adoptionismo, el dogma de Cristo, el gnosticismo, el Jesús histórico y el Cristo de la fe, los métodos histórico-críticos en el estudio de la Biblia, lo misterios helenistas, el uno en lo múltiple (del Cusano o de Melloni) o la ciencia de las religiones.

Pero todas estas preocupaciones doctrinales han de pasar a segundo plano ante la magnitud de los problemas que afronta la humanidad: desigualdad, exclusión, violación de los derechos humanos y los derechos de la madre Tierra, los problemas medio ambientales, la tercera guerra mundial a trozos (como dice Francisco), el hambre, el terrorismo, etc. Desgraciadamente gran parte de la teología actual evade estos temas.

Una teología que se limita a explicar e interpretar aspectos doctrinales del cristianismo no sirve a la humanidad. Necesitamos volver la mirada al mundo e intentar responder a aquellas cuestiones cruciales de los seres humanos. Hay que mojarse… Existe un abismo entre la llamada teología clásica y la experiencia real cotidiana de la vida y de las luchas que implica. ¡Superemos las teologías de escritorio!, nos recomienda Francisco.

Dios se ha identificado con la humanidad (“El Verbo se ha hecho carne”). Exilar a Dios y al prójimo del horizonte de la economía, de la política y de lo social constituye el mayor desafío para la teología actual. Les recordaba la parábola de Buda. Quinientos años después de Buda, Jesús se identificó con la humanidad sufriente. Nos habló de un Dios que es Padre/Madre, que está profundamente implicado en la vida de los seres humanos y en sus sufrimientos.

Tenemos un gran mensaje de esperanza para “continuar el camino abierto por Jesús” como bellamente nos dice el teólogo José Antonio Pagola. Un camino que consiste en llevar a la práctica el programa del Nazareno que nos propone el capítulo 4, 16-21 del Evangelio de Lucas. Texto que leemos todos los años en la llamada Misa Crismal en Semana Santa y al que nuestros obispos parece que les tienen miedo a explicarlo y aterrizarlo. Parece que les cuesta trabajo ser contraculturales como lo fue Jesús según nos dice la carta a los Filipenses 2, 5-9 y que también se lee en la citada Misa.

Necesitamos una teología sensible al problema de las desigualdades existentes en nuestro mundo y en nuestro país. Sensible a la exclusión que tantas muertes ocasiona. Tenemos la tarea de desacralizar “el becerro de oro” del mercado libre, de una economía neoliberal que mata, que produce incontables muertes como nos dice Francisco. La teología ha de intentar constantemente entretejer la cuestión de Dios con los graves problemas que afligen a la humanidad.

Nuestra teología no puede ser un entretenimiento intelectual al que no le afectan las urgencias de la humanidad. Ya es hora de que superemos la consabida definición que ve a la teología como la ciencia que nos plantea unos problemas que a nadie le interesan. La teología europea no tiene futuro a menos que esté dispuesta a entrar en diálogo con las nuevas teologías que emergen sobre todo en los países del tercer mundo. No podemos seguir, como denunciaba Jesús, “colando el mosquito y tragándonos el camello”.

Fuente Religión Digital

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La recuperación católica de Martín Lutero

Jueves, 1 de septiembre de 2016
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lutero_03De su blog El Catalejo del Pepe:

Algo está cambiando

“Hay signos de superación de las tensiones emocionales y doctrinales”

(José Agustín Cabré).- Andaban los funcionarios enviados por el Vaticano (Roma, en ese entonces) vendiendo documentos que aseguraban el cielo a quienes los compraran a buen precio. Se trataba de juntar dinero para los gastos de la corte papal, de las guerras entre los estados del centro de Europa, y para enfrentar a la armada turca. La venta de “indulgencias” era un negocio redondo: aumentaba el ingreso para la jerarquía católica y dejaba a los compradores con el alma más limpia que un recién bautizado.

Observando esa situación, un cura dominico llamado Martín Lutero, se indignó. Escribió pergaminos con 95 proposiciones que señalaban las incongruencias de la predicación católica, las hizo públicas pegándolas en las puertas del templo de Todos los Santos, en la ciudad de Wittenburg, y tuvo que salir huyendo en busca de protección por parte de príncipes y gobernantes peleados con Roma.

Desde ese momento Lutero fue considerado un réprobo por parte de la iglesia católica. Su actuación marcó el inicio de la llamada Reforma Protestante que exigía más biblia que palabrería desde Roma, y más fe que acciones interesadas en “merecer” la salvación. La respuesta católica fue la declaración de guerra, tanto mental, doctrinal como también física: los diversos gobiernos europeos tomaron arcabuces y espadas y se pusieron a pelear entre ellos por asuntos de religión.

Católicos y protestantes diversificados en muchas tradiciones mas o menos parecidas, se consideraron enemigos, aunque ambas corrientes aseguraban fundarse en la persona y el mensaje de Jesús de Nazaret. Se trató de una de las calamidades más tontas en la historia de occidente.

Lutero y sus seguidores fueron marcados como demonios por la parte católica. La iglesia romana fue detestada como la gran prostituta de Babilonia por las tradiciones protestantes. Por 500 años no ha habido entendimiento, aunque desde hace un tiempo las cúpulas pensantes han estado trabajando en un plan común de acercamiento.

Esa tarea no llega aún a las bases que se siguen ignorando y despreciando mutuamente.

Pero algo está cambiando. El reconocimiento que han hecho los obispos católicos de Alemania expresando que Martín Lutero ha sido “un pionero religioso, un testigo del evangelio y un maestro de la fe”, indica que nuevos aires están limpiando el ambiente de ese clima de enfrentamiento que ha durado tanto tiempo. La iglesia católica está recuperando a Martín Lutero al reconocer la razón de su protesta por los abusos que denunciaba, por promover la Sagrada Escritura como centro orientador de toda la vida cristiana, y por proclamar a Jesús, como único mediador entre Dios y la humanidad.

Al cumplirse en el 2017 los 500 años de la Reforma, hay signos de superación de las tensiones emocionales y doctrinales. Se stá trabajando en la “sanación del recuerdo” y en la búsqueda de una unidad más visible y no solamente en una reconciliación de abrazos y promesas.

Fuente Religión Digital

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Los obispo alemanes dicen que Lutero fue “un pionero religioso, testigo del Evangelio y maestro de la fe”

Lunes, 15 de agosto de 2016
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500-jahre-reformation-luther-2017La Conferencia Episcopal germana publica “La Reforma en perspectiva ecuménica”

Admitir nuestra culpa y arrepentirnos en ambos lados por los últimos 500 años

“Sostienen que el “desafío teológico y espiritual” del reformador tiene “consecuencias eclesiales y políticas” para el catolicismo de hoy “

El Papa anuncia que luteranos y católicos conmemorarán juntos, en 2017, el V Centenario de la Reforma

Cardenal Marx pide “leer con respeto los textos de Lutero y sacar provecho de sus ideas”

Protestantes alemanes piden que se retire la excomunión a Lutero

Merkel agradece a Lutero el logro de una sociedad “madura y responsable”

(Cameron Doody).- Como parte de los preparativos para el 500 aniversario de la Reforma que se celebrará el año que viene, los obispos católicos de Alemania han publicado esta semana un informe –“La Reforma en perspectiva ecuménica”-, en el que describen a Martín Lutero como “un pionero religioso, testigo del Evangelio y maestro de la fe”, además de invitar a que las diferencias doctrinales que aún persisten entre la Iglesia católica y la luterana no tengan ya “un efecto de división” visible.

El presidente de la Comisión Ecuménica de la Conferencia Episcopal alemana, el obispo Gerhard Feige de Magdeburgo, sostiene en este informe sobre el diálogo católico-luterano que Lutero (autor de las 95 Tesis colgadas en 1517 en la puerta de la Iglesia de Todos Los Santos en Wittenburg que condenaban, entre otras cosas, la venta de indulgencias o la fundación poco bíblica de la autoridad papal) se preocupaba solo por renovar la fuerza teológica del arrepentimiento y de la conversión.

Pero no solo no recibió el reformador, de la Iglesia de aquel entonces, la audiencia y acogida que sus ideas merecían -en opinión de la comisión ecuménica- sino que el “desafío teológico y espiritual” que planteó en su momento tiene “consecuencias eclesiales y políticas para la comprensión de la Iglesia y del Magisterio”.

Como ejemplo de la vigencia continuada de la teología luterana para la Iglesia católica de hoy, los obispos alemanes citan la convicción protestante de que “la Sagrada Escritura es el centro y estándar para toda la vida cristiana”, y, a su vez, la creencia de que “Jesucristo es el centro de la Escritura y el único mediador”.

Tal énfasis en la Biblia y la mediación de un único Salvador más allá de las interferencias de la Iglesia sería perfectamente asumible por la Iglesia católica, según afirma el informe. Es más: la reevaluación de los puntos comunes entre católicos y luteranos ayudarían a ambas Iglesias a “afrontar el reto de hablar con una sola voz como cristianos cuando todos nos vemos desafiados” por los retos del mundo actual, como el ateísmo, laicismo o el islam.

“Mientras que las heridas” de la Reforma protestante “se dejan sentir hasta nuestros días”, afirma el documento de los obispos alemanes, “es gratificante que la teología católica haya tenido éxito, durante este tiempo, en reexaminar con seriedad los acontecimientos del siglo XVI”. Ya no prevalece, a juicio de los prelados germanos, la “luz negativa y despectiva” con la que se valoró tradicionalmente el cisma, y que ha contribuido, en los últimos 500 años, a tensiones familiares, políticas y socioculturales, tanto en Alemania como en el mundo entero.

La nueva declaración de la Conferencia Episcopal alemana viene a ser, por consiguiente, una llamada a que el aniversario de la Reforma en 2017 (aprovechando la “implicación intensiva” que ambas Iglesia han demostrado hasta el momento en la causa del acercamiento) sea ocasión no solo de “la sanación del recuerdo” sino de la “unidad visible”, más allá de una mera “diversidad reconciliada”.

En una entrevista al Catholic News Service esta semana el vicepresidente de la comisión ecuménica germana, el obispo Heinz Algermissen de Fulda, dio voz a tal sentimiento cuando dijo que las conmemoraciones que se acercan no pueden tomarse como una mera efeméride. “También hay que admitir nuestra culpa por los errores del pasado y arrepentirnos en ambos lados por los últimos 500 años”, señaló el prelado al CNS.

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Madeleine Delbrel: El Evangelio en los barrios obreros de París

Lunes, 25 de julio de 2016
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MadeleineDelbrel_AuAhora que estoy leyendo su libro “Nosotros gente común y corriente“, quiero compartir la biografía y espiritualidad de una gran mística moderna metida en el corazón de los barrios obreros de París, laica, asistente social, Sierva de Dios desde 1996 y que pronto podría ser beatificada: Madeleine Delbrêl

Madeleine Delbrêl nació el 24 de octubre de 1904 en Mussidan, pequeña ciudad de Francia. Fue hija única de una familia de la pequeña burguesía. Heredó de su padre el dinamismo, el sentido de la organización y el don de la comunicación; y de su madre, la sensibilidad, la firmeza y el encanto cautivador.

Su padre fue ferroviario. Por eso, la familia hubo de trasladarse de un lugar a otro; la educación de Madeleine iba siendo confiada a profesores particulares. Fue iniciada en el cristianismo en la adolescencia e influenciada por los ambientes literarios y filosóficos en los que su padre la introdujo. Se dejó seducir por el ateismo y el positivismo.

Las consecuencias desastrosas de la primera guerra mundial la llevaron a dudar de la existencia de Dios. A sus 17 años reflexionaba sobre cuestiones existenciales; escribió entonces: “Alguien dijo, Dios ha muerto. Y, si es una verdad, hemos de tener la honestidad de no vivir en adelane como si Dios estuviera vivo… Dios era eterno. Hoy lo único eterno es la muerte… Es más convincente agotar la propia inquietud en la secuencia de los placeres inmediatos….”.

Madeleine, por ello, danzaba, saltaba, vivía con un intenso amor por la vida. Se sentía libre, apasionadamente libre. Asistió a cursos de Historia y Filosofía en la Sorbona, donde sobresalió por su profunda capacidad de análisis. A los 18 años conoció a un impetuoso, alegre y pensativo universitario, Jean Maydieu. Se enamoraron y proyectaron casarse. Pero, de impriviso él la abandonó para entrar en el noviciado de los Dominico. Este encuentro y ruptura con Maydieu le hicieron a Madeleine confrontar su ateismo con las certezas de fe de este hombre. En este tiempo su padre enfermó y se quedó ciego. Su madre trabajaba en exceso. Madeleine se preguntó: ¿Por qué tanto sufrimiento? ¿Cómo es que alguien puede preferir a Dios sobre cualquier otra cosa? Decidió entonces cambiar de perspectiva en su búsqueda de Dios.

“¿Y si Dios existiese?. Decidí rezar… Después, reflexionando , encontré a Dios; rezando sentí que Dios se encuentra conmigo y que Él es real y vivo, que puede ser amado como se ama a una persona”.

Emprendió entonces Madeleine su camino de conversión:

“… El mundo entero me parecía pequeño e irracional y el destino de los hombres, estúpido y malo. Cuando supe que existías, te agradecí que me hubieras hecho vivir”

Madeleine descubrió su vocación de cristiana en la ciudad, de misionera sin barcos. El desierto urbano se convirtió en un espacio de contemplación, las calles de la ciudad en su campo de misión.

Con un grupo de amigas, Susana y elena, Madeleine inicia un proyecto innovador y profético: laicas consagradas, inserta en el mundo y libres de estructuras rígidas. Iniciaron un proyecto de vida comunitaria el 15 de octubre de 1933 en Ivry, polígono industrial al sur de París,ciudad declaradamente comunsta, llena de problemas como la tuberculosis, el alcoholismo, el desempleo. Ellas quería “testimoniar que la caridad de Jesús no tiene laintención de parar a nadie en el camino”. Quiere la libertad de vivir junto a la gente, participando de las actividades pasorales de l parroquia, quieren estar junto a quienes sufren y están desesperados.

Ivry-sur-Seine es una barriada obrera en la periferia sur de París que en aquel tiempo pasaba por ser la “capital” del comunismo francés. Allí vivía Maurice Thoréz, el famoso jefe del comunismo francés. Allí se queda Madeleine Delbrel a lo largo de 30 años, hasta su muerte. Es una cristiana convertida a los veinte años, que llevada por su pasión misionera opta por salir a mar abierto; quiere evangelizar el mundo obrero. Madeleine, sin abandonar el estado laical, se consagra a Dios con el voto de castidad y va a vivir a Ivry con unas compañeras que también son asistentes sociales y viven de su trabajo. El alcalde comunista la pone al frente de los servicios sociales de la comuna. Durante la Segunda Guerra Mundial tiene a su cargo la dirección de todos los servicios sociales del departamento; una vez finalizada la guerra, el alcalde le pide que siga.

En el cinturón obrero de Ivry Madeleine queda impactada frente a la miseria de las clases sumergidas, a la injusticia social, a la desocupación, a las condiciones inhumanas de trabajo (12 horas por día en la fábrica y toda la semana, con excepción del domingo), a la falta total de previsión social.. Esto la obliga a orar de otra manera, partiendo de la realidad; a leer el Evangelio “desnudo, crudo, orado”, como ella decía (“no sé cuantas veces he leído los evangelios de arriba a abajo; al Evangelio hay que leerlo todos los días como se come el pan…“). Al comienzo encuentra hostilidad y pedradas. Pero poco a poco descubre en los comunistas “generosidad, desinterés, sacrificio”. Ella afirma: “El marxismo es una doctrina sin corazón”. Pero a la vez sabe que los comunistas son personas y tienen un corazón; por lo tanto hay que amarlos. Ella jamás “excomulgó” a los comunistas, sin por ello dejar de denunciar sus errores.

A Madeleine le preocupaba la ausencia y el silencio de la Iglesia; que los empresarios católicos dueños de las fábricas de Ivry y bienhechores de la parroquia, fueran los que peor trataban a los obreros; que las comunidades parroquiales vivieran encerradas en sí mismas. Ella observaba como en los ambientes cristianos tradicionales se había llegado a cambiar la Fe por una simple “creencia en Dios” y los valores cristianos por las que son las virtudes de las “personas honradas”. Madeleine deseaba que los cristianos fueran “personas para las que Dios es suficiente, en un mundo en el que Dios parece no servir para nada”; personas capaces realmente de amar.

En la Iglesia de aquel tiempo había un enorme muro que separaba a la Iglesia del pueblo, a los creyentes de los ateos, a los católicos de los comunistas. Madeleine quiere derribar ese muro y por eso cruza la frontera pasando al otro lado. No lo hace con el afán de convertir a nadie; ella quiere dar testimonio del amor de Dios, hasta llegar a levantar las montañas de la desconfianza y voltear los muros del odio. “Lo que yo quería era poder vivir codo a codo con la gente del pueblo, con el mismo almanaque, con las mismas preocupaciones, los mismos relojes”. Su gran preocupación era que la Iglesia “se presentara amable y cordial a los ojos de los que no la conocen. Y no con una supuesta caridad indescifrable”. Fue pionera de ese fenómeno profético que en América Latina hoy se ha llamado “inserción en los medios populares” de parte de los religiosos y de la Iglesia en general.

Pero Madeleine no se conforma con un simple testimonio y le repite a sus compañeras una consigna de san Pablo: “No hay que avergonzarse del Evangelio”. Ella se presenta como cristiana que colabora con los marxistas en objetivos comunes pero sin vínculos orgánicos y manifestando claramente sus convicciones; justamente esto hace que se gane mayormente el aprecio y la amistad de muchos militantes comunistas. El libro: “Ciudad marxista, tierra de misión”, Madeleine lo dedicó al alcalde marxista de Ivry, Venise Gosnat, con el cual había hecho por muchos años un enorme trabajo social, sobre todo en los terribles días de la guerra bajo los bombardeos. “A Venise Gosnat, del cual soy una mala alumna en marxismo, pero también una amiga fiel, respetuosa de su bondad y de su generosidad concreta, ofrezco de corazón este libro, segura de que, aunque no lo apruebe, lo comprenderá”. El amigo leyó y releyó el libro y le contestó agradecido: “A pesar de las diferencias ideológicas , como amigo le aseguro que la comprendo. La he visto luchar en situaciones dramáticas. Conozco su sinceridad y bondad y lo que más la caracteriza: un amor sin límites para con su prójimo. Somos entonces amigos y enemigos al mismo tiempo; realmente me ha puesto en un lío. El ‘profesor’ no olvidará de todas maneras la calidad de corazón y la delicadeza de su ‘mala alumna en marxismo’”.

A quienes la acusaban de dialogar con los comunistas ella respondía:

Jesús nunca dijo: amarás a tu prójimo como a tí mismo, excepto a los comunistas…. mi prójimo inmediato son los comunistas”

“Jesus no nos dejó la obligación de convertir, de transmitir la fe. Ésta es una misión que Él se reserva para sí mismo. El único testimonio que Él exige de nuestra vida es que nos amemos entre nosotros. Sin este aor, los hombres no nos reconocerán como sus mensajeros. El apostolado que Jesús nos dejó fue el de anunciar la fe, repetir y proclamar aquello en lo que creemos y que Él nos enseñó. No somos responsables de la incredulidad de nuestro prójimo; pero sí somos responsablers de su ignorancia” (Madeleine Delbrêl, Conferencia a los Estudiantes, UNESCO, 1961)

Esta coexistencia, hasta fraternal, con los marxistas, tenía límites infranqueables: “Me he rehusado trabajar con ellos cuando había que ir en contra de mi conciencia; cuando ha habido necesidad, siempre he recurrido a las palabras de Cristo que rechaza el odio y la violencia“. Madeleine se había anticipado a las palabras famosas de Juan XXIII que invitaba a no confundir el error con el que erra y a “subrayar lo que une a los hombres para hacer junto a ellos, todo el camino posible“( de un discurso de 1961).

El drama de los Curas Obreros

En Ivry, Madeleine ayuda a todas las víctimas de la injusticia y de la violencia, vengan de donde vengan. Se la encuentra respaldando a los exiliados antifranquistas españoles; es ella quien se presenta al presidente de la República, Vicent Auriol, liderando un comité popular de Ivry para pedir la excarcelación injusta de Juan Grant y la obtiene, y la que va con una delegación a ver al cardenal de París para defender a los exiliados. Eran los años de la “Misión de France“. Ésta había nacido en el corazón del cardenal Emmanuel Suhard de París que también había lanzado el mismo grito de Madeleine: “Hay un muro que separa a la Iglesia del pueblo” (cada vez más descristianizado). Suhard convence a los obispos de Francia para que envíen sacerdotes a un Seminario Nacional en Lisieux para la reevangelización del pueblo; la “Misión de France” nace en 1942. Al año siguiente, el abbé Godin lanza su famoso libro: “Francia:¿tierra de misión?“. A fines de ese mismo año (1943) empieza la experiencia de los “curas obreros”. Madeleine acompaña con entusiasmo esta experiencia que ella vive desde hace tiempo. Es invitada a dar charlas y cursos. Tenía 40 años y un joven sacerdote recuerda el impacto de sus palabras, sobre todo porque salían de una mujer laica.

Es sabido cómo terminó la experiencia de los curas obreros. El 6 de setiembre de 1953 el Seminario Nacional de la “Misión de France” (con 244 seminaristas) debe cerrar sus puertas por orden del Vaticano y los curas obreros dejar su trabajo en las fábricas. Sólo la mitad de los curas obreros obedece. Madeleine invita a la obediencia, aun si “comprender esta lluvia de disposiciones negativas, resulta difícil”. E invita a la autocrítica; para ella “no se supo tener en cuenta los peligros de esta experiencia” y finalmente llega a la conclusión de que “a los curas obreros les ha faltado la base fundamental de la oración. Han querido ser como un obrero más sin anunciar el Evangelio; y a la fe no hay que ostentarla, pero tampoco ocultarla”. Aun así ella trata de hablar, salvar lo que es posible, relanzar la experiencia sobre nuevas bases; por eso recibe críticas y calumnias, hasta se le llega a negar la comunión. Ella no se desanima y , gracias a una donación, hace una peregrinación de oración a Roma en tren. Llega a la estación de Roma por la mañana y en seguida va a la basílica de San Pedro donde reza durante nueve horas “a corazón perdido”; la misma noche retoma el tren para París. Ella quiere ser fiel a la Iglesia y reza por ella desde el corazón de la misma, apoyada a una columna frente a la tumba de San Pedro y al altar del Papa.

Fue como una tormenta en la vida de Madeleine. Pero pasó. Y al poco tiempo tuvo la felicidad de tener una entrevista con el papa Pío XII y recibir un amplio y fraterno apoyo por parte del card. Veuillot y del card. Montini. Un gran amigo de Madeleine fue el p. Jacques Loew, un cura obrero que trabajaba de descargador en el puerto de Marsella y que había obedecido con prontitud al Papa. El p. Loew, que se transformó después en un gran maestro de espiritualidad, dijo de Madeleine que era una “mujer teologal” y la incluyó en su famoso libro: “En la escuela de los grandes orantes”. Madeleine quería vivir “con las manos agarradas a la persona de Nuestro Señor y los pies bien plantados en medio de la muchedumbre de los que no creen“. Para ella “la oración es el bien más grande que se puede hacer al mundo; en nuestra sociedad se precisan hombres de adoración, que arranquen todos los días un tiempo para la oración”. En su comunidad, además de la misa en la parroquia, había tres horas de meditación diaria y oración, desde las primeras luces del alba. En 30 años Madeleine no se tomó un día de vacaciones, pero encontraba todos los días un largo tiempo para orar.

Su pensamiento sobre el tema de la espiritualidad laical se refleja en cantidad de escritos que han tenido una enorme difusión en estos años, sobre todo en sus tres libros póstumos: “Nosotros, gente de la calle”, “El gozo de creer”, “Comunidades según el Evangelio”. Para ella Dios se revela en la vida cotidiana, en donde Él nos ha puesto, en la calle. Ella es una maestra de la oración para la gente trabajadora, para los que no tienen tiempo para rezar. “Hay que aprender a estar solos con Dios cada vez que la vida o la jornada nos reserva una pausa, y no malgastarla: en el metro, en un café, en un comercio, esperando el bus, en la cocina…”. Maravillosa es su oración: “Liturgia de los sin oficio”, donde resalta el poder de la oración de intercesión del cristiano común. En el mismo sentido, toda ocasión también es buena para amar. Para ella “cada mañana Dios nos ofrece una jornada entera preparada por Él mismo; no hay nada de más ni nada de menos, nada inútil. Esta jornada es una obra maestra que Dios nos pide que vivamos. Cada minuto de la jornada permite a Cristo vivir a través de nosotros en medio de los hombres”. Según ella, son “las paciencias” de todos los días, las que construyen la santidad; es haciendo nuestros “minúsculos deberes” que encontramos “las chispas de la voluntad de Dios”. Ella invita al cristiano laico a “quitarse las sandalias porque la tierra que pisa todos los días es tierra santa y allí está Dios escondido detrás de la zarza“.

Madeleine muere el 13 de octubre de 1964 durante el Concilio. Aquel día en el aula conciliar, un laico, presidente de la JOC internacional, toma la palabra por primera vez frente a toda la Iglesia y lo hace en nombre de los trabajadores cristianos que viven y luchan en las fábricas y en los barrios obreros de las grandes ciudades.

Primo Corbelli

Para saber más puede visitarse la página de la Association des Amis de Madeleine Delbrêl

Madeleine

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“La preocupante teología intemporal de nuestros obispos”, por José Mª Castillo

Jueves, 21 de julio de 2016
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relojes-blandosHace unos días, se ha hecho público un documento de la Comisión de la Doctrina de la Fe, de la Conferencia Episcopal Española, que presenta lo que piensan (y quieren enseñar) los obispos españoles sobre “Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo”. Según parece, no todos nuestros obispos están de acuerdo con el contenido de ese texto. Pero el hecho es que el documento se ha dado a conocer “oficialmente”. Lo que ha provocado las lógicas e inevitables reacciones que se suelen producir en estos casos. Desde quienes han elogiado el escrito de la Conferencia Episcopal, hasta los que han lamentado la falta (o debilidad) de una más clara y fuerte dimensión profética o la ausencia de la debida sensibilidad ante el sufrimiento de los pobres.

Por supuesto, en un documento que no es, ni puede ser, una “definición dogmática”, los cristianos podemos (y debemos) sentirnos libres para expresar nuestro punto de vista, e incluso nuestro desacuerdo, en aquellas cuestiones que no lesionen la fe de la Iglesia, sino que, por el contrario, veamos que se trata de cuestiones importantes que pueden fortalecer la fe y la vida cristiana.

Pues bien, supuesto lo dicho, es comprensible que haya quienes echan de menos, en este documento episcopal, el hecho de no destacar la misión profética de Jesús, que tan ampliamente explican y repiten los evangelios. Y quizá más chocante resulta, que, en un país y en una situación en la que el sufrimiento de los pobres se palpa escandalosamente, nuestros obispos no hayan aprovechado la oportunidad que les proporciona ahora mismo hablar y actualizar la misión de Jesús como “salvador” y como “esperanza” precisamente para los que más sufren entre nosotros.

Pero siendo muy cierto lo que – a mi limitado y corto entender – acabo de indicar, me parece que, en este documento episcopal, se advierte algo que resulta mucho más preocupante, por más que, a primera vista, mucha gente quizá no lo advierta. Me refiero a lo siguiente: este escrito sobre Jesucristo, como Dios y como Salvador del mundo, se podría haber escrito hace más de cincuenta o sesenta años, y (menos las indicaciones a ciertos teólogos o papas de los últimos años) tendría la misma actualidad entonces que ahora. Concretamente, en cuanto se refiere a los temas centrales de la “Salvación” y de la “Esperanza”, que son los pilares del documento, en él se repite, una vez más, lo que ya oía yo en mis lejanos tiempos de estudiante de teología, allá por los años 40 y 50 del siglo pasado. Estamos, pues, donde estábamos. El tiempo corre, todo cambia. Todo, menos la teología. Y si la teología, en temas tan fundamentales, sigue estancada, eso nos viene a decir que es la Iglesia jerárquica y docente la que se quedó atascada en un tiempo, unos problemas y unas soluciones que ya no interesan a casi nadie. ¿Y nos extraña que haya gente que se aleja de la Iglesia?

El fondo del asunto, me parece a mí, está en que la cristología (el tratado de la teología que estudia a Cristo) no ha tenido debidamente en cuenta una cuestión capital y, por tanto, indispensable. El “saber cristológico no se constituye ni se transmite primariamente” en determinados conceptos, ideas o especulaciones, sino en los relatos de “seguimiento de Jesús” (J. B. Metz). Es decir, los primeros discípulos y apóstoles, de los que nos hablan los evangelios, no aprendieron cristología oyendo conferencias y estudiando libros, sino “viviendo con Jesús y como vivió Jesús”. Según el Evangelio, quienes no renunciaron a todo, cargaron con su cruz y se fueron con Jesús, pasando miedo y carencias, mucha escasez, y afrontando la conflictividad que afrontó Jesús, quienes no fueron capaces de eso, no se enteraron de quién era Jesús, ni tuvieron idea de lo que Jesús quería, ni – por tanto – pudieron ser cristianos, al menos de forma incipiente.

Y es que Jesús no fue primordialmente un “dogma”, sino un “ciudadano” galileo, un ser humano, que vivió entre las gentes de su pueblo, con los problemas que tenían aquellas gentes. Y así, en la cercanía y la convivencia, enseñó quién es Dios y cómo es Dios. Más aún, en su vida y en sus obras, pudimos descubrir a Dios, ver a Dios, palpar la presencia del Dios que puede dar sentido a nuestras vidas. Y así, nos aporta “salvación” y “esperanza”. Dicho de la forma más clara y sencilla posible: Dios no se nos dio a conocer primordialmente en un “dogma”, sino en su Hijo, despojado de toda dignidad, incluso la divina, y viviendo como un “esclavo” (Fil 2, 7). Jesús, despojándose de toda dignidad, nos pudo dar a conocer a Dios. O sea, desde lo humano, “lo ínfimamente humano”, nos dio a conocer lo que los humanos podemos conocer de Dios.

Cuando la teología resulta ser una “teología intemporal”, que puede ser igualmente válida parta cualquier tiempo y situación, semejante teología se incapacita para presentarse como la revelación de Jesús, el Hijo de Dios, que nos reveló y nos sigue enseñando dónde y cómo podemos y debemos encontrar al Dios y Padre de la misericordia, de la justicia y de la bondad. Es el Jesús que nos dice cómo ahora, en el momento que vivimos, podemos y debemos encontrar la Buena Noticia, el Evangelio que nos hace más humanos y más creyentes.

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Conferencia Episcopal Española: “Una ocasión perdida para exponer una Cristología que interpele a la sociedad”

Domingo, 10 de julio de 2016
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cee-mesa-adolfo

Si es que la cara es el espejo del alma… ¿Alguien puede creerse que están anunciando la alegría del Evangelio?… Más bién parece que están anunciando el funeral de la Iglesia Católica… Mientras tanto, los cristianos y cristianas de a pie, al estilo de las primitivas comunidades cristianas, vamos peregrinando en pequeños grupos experimentando la alegre salvación del Resucitado… Con su pan se lo coman, ilustrísimas y llenen sus bocadillos de anatemas, advertencias y nihil obstat varios… Los demás, a lo nuestro, intentar seguir a Jesús, lo mejor que sabemos, al servicio de los más necesitados y marginados de la sociedad.

Documento episcopal: “Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo”

“Se mantienen menciones que no parecen ir en la línea de Francisco”

(Editorial de Vida Nueva).- La Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal ha aprobado la instrucción pastoral Jesucristo, salvador del hombre y esperanza del mundo. Tras una primera lectura, su lenguaje técnico se revela complejo para responder a los fines apostólicos de una instrucción, pues no resulta accesible para sus destinatarios –“a los hombres y mujeres con quienes compartimos sociedad“-, pero tampoco para un cristiano iniciado.

Un análisis detenido del documento genera otras preocupaciones de fondo: los temas abordados y su perspectiva. Elaborado en el seno de la Comisión Episcopal de Doctrina de la Fe, se echa de menos una visión teológico-pastoral que responda al título y subtítulo de la instrucción que invitan a encontrar una semblanza de Jesucristo. Desde ahí, se echa en falta un retrato poliédrico del Redentor, por ejemplo, a la manera de Benedicto XVI en su trilogía, que expone argumentos en profundidad para un preciso conocimiento del Hijo de Dios desde una redacción accesible a todos.

Portada-VN-2996-GEn la instrucción publicada, se dibuja al Salvador por contraposición a las “desviaciones” del dogma de Cristo, a través de un repaso a las visiones erróneas ya condenadas aquí y en Roma, como el reduccionismo histórico, la cristología adopcionista y arriana…

La relevancia dada a estos puntos puede dar la sensación de que el común de los cristianos vive en una amenaza constante de concepciones subjetivistas y relativistas de la fe, algo que no parece percibirse en el día a día de parroquias, comunidades y movimientos. Como apunta el Papa, urge “guardarnos de una teología que se agota en la disputa académica o que contempla la humanidad desde un castillo de cristal”.

El texto aprobado ha evolucionado desde la intención inicial de algunos para incluir un ajuste de cuentas. Aun así, se mantienen menciones que no parecen ir en la línea de Francisco de promover “el diálogo constructivo, respetuoso y paciente con los autores” en aras de la comunión. Esta actitud defensiva dista también del tono de la actual hoja de ruta del Episcopado Iglesia, servidora de los pobres.

Nadie cuestiona la necesidad de alertar de los peligros y reivindicar la unidad y la integridad de la fe, como se hace al abordar la virginidad de María o la Resurrección. Es más, resulta indiscutible esta misión de los obispos y de Doctrina de la Fe, como un delicado, difícil y poco grato servicio al Pueblo de Dios.

Pero cabe preguntarse si no ha sido esta una ocasión perdida para exponer una Cristología que interpele a la sociedad como lo hace Francisco. Pero, sobre todo, para responder a la pregunta fundamental para cualquier católico, que no aparece en esta instrucción sobre Jesucristo: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”.

jesucristo

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Nicea 325. Y en un solo Señor Jesucristo

Miércoles, 29 de julio de 2015
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300px-Council_of_Nicea_-_Nuremberg_chronicles_f_130v_3Del blog de Xabier Pikaza:

Hoy (25.7.2015) se cumplen los 1690 años de la clausura del Concilio I de Nicea, de cuya doctrina he tratado de manera más extensa hace cuatro días (21.7.15). Vuelvo al tema porque resulta esencial en un tiempo en que la Iglesia vuelve a plantear la posibilidad y la forma de un nuevo Concilio fundamente, para recrear su identidad. Retomo para ello elementos de mi libro sobre la Trinidad.

Durante casi trescientos años, la iglesia había vivido en condiciones de marginación o clandestinidad, de manera que sus obispos no pudieron (ni necesitaron) celebrar concilios universales, pues la “reunión” del año 49 en Jerusalén (cf. Gal 2; Hch 15) había tenido otro sentido, lo mismo que los muchos sínodos parciales que se fueron celebrando en muchas zonas (como en Cartago: años 220, 251, 252 etc.).

Sólo tras la paz de Constantino (313 dC), y con ocasión de las disensiones sobre el carácter humano y divino de Jesús (arrianismo), fueron necesarios y posibles los concilios, que se celebraron con el apoyo de la autoridad imperial. El primero de ellos fue el de Nicea (bajo el emperador Constantino), el segundo el de Constantinopla (Bajo Teodosio).

imagesCon esta ocasión quiero evocar aquí los siete primeros concilios de la iglesia universal, para fijarme después (tras una breve semblanza de Arrio) en el que hoy recordamos de un modo especial (Nicea 325) y evocar después el otro gran concilio, complementario al de Nicea, que fue (Constantinopla I, 381), para retomar de esa manera los principios de la historia y actualidad de la Iglesia.

Los siete primeros concilios, una iglesia conciliar

Tuvieron carácter imperial, pues fueron convocados por el “basileus” romano de oriente (Bizancio), aunque hayan sido ratificados y aceptados por el conjunto de las iglesias (a excepción de las monofisitas y nestorianas, no calcedonenses). Ellos siguen siendo base y fuente de unidad de las grandes iglesias (católica, ortodoxa, protestante):

1. Nicea: 325. Divinidad de Jesús. Convocado por Constantino, condenó la “herejía” de Arrio, definiendo la divinidad de Jesucristo. Sentó las bases del credo posterior de la Iglesia (símbolo niceno-constantinopolitano), y en su parte cristológica confiesa: «Creemos en un solo Dios Padre omnipotente… y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre» (Den-H. 125).

2. Constantinopla I: 381. Divinidad del Espíritu Santo. Bajo presidencia de Teodosio, definió la divinidad del Espíritu Santo y puede considerarse una continuación de Nicea, cuyo credo acepta, añadiendo las palabras básicas: «Y en el Espíritu Santo, Señor y Dador de vida, que procede el Padre…y que con el Padre y el Hijo es adorado…» (Denz-H. 150). Este credo ha fijado la confesión cristiana en categorías ontológicas (griegas), con los valores (y posibles riesgos) que ello implica.

3. Éfeso: 431. María, Madre de Dios. Convocado por el emperador Teodosio II, contra Nestorio, que parecía distinguir y dividir en Jesús lo humano y lo divino. Puso de relieve la unidad personal de Jesús, y presentó a María su Madre como theotokos, “Madre de Dios” (Denz-H. 25-273). Fue más discutido que los anteriores y su propuesta y chocó y sigue chocando con resistencias, pues no se formuló a través del diálogo entre las diversas partes, sino por imposición de una de ellas (el partido de Alejandría).

4. Calcedonia: 451. Humanidad y divinidad de Jesús. Convocado por el emperador Marciano, fue el último de los grandes concilios “dogmáticos” y fijó definitivamente (y de un modo especial para las iglesias ortodoxas de Roma y Bizancio) el dogma cristológico, distinguiendo las dos naturalezas de Jesús (Dios y hombre verdadero), poniendo de relieve su unidad personal. Su formulación puede parecer demasiado racional (lógica), de forma que debe completarse a partir de la experiencia de los evangelios. No lo aceptaron nestorianos y monofisitas.

5. Constantinopla II: 553. Humanidad de Jesús. Fue el concilio de Justiniano, y se desarrolló de un modo programático, para dictar la condena de “todas las herejías”. Reafirmó la doctrina de los concilios anteriores, fijando la teología trinitaria (distinguiendo y vinculando las “personas” de Dios) y la doctrina cristológica (divinidad y humanidad de Jesús). Condenó de nuevo el monofisismo o doctrina de los que suponen que la naturaleza humana de Jesús ha quedado absorbida en la divina y se opuso, de forma quizá apresurada, al pensamiento de Orígenes, al que acusa de helenismo.

6. Constantinopla III: 680-681. Contra monoteletas y monoenergetas (sólo hay una voluntad de Jesús, sólo una acción, que es la divina), defiende la voluntad y acción humana de Jesús. Convocado y presidido por Constantino IV, insiste en la integridad de Jesús, contra aquellos que le toman como teofanía superior, sin verdadera interioridad, sin autonomía y creatividad humana. De esa forma lleva a sus últimas consecuencias el dogma de Calcedonia condenando de manera radical el riesgo de un monofisismo, esto es, la visión de un Jesús Dios sin verdadera humanidad. Quizá debe añadirse que, a pesar de su “ortodoxia” teórica, parte de la Iglesia posterior ha sido y sigue siendo contraria a este concilio, pues no acaba de asumir y entender las implicaciones de la humanidad histórica de Jesús.

7. Nicea II: 787.Contra los iconoclastas. Convocado por la emperatriz Irene, rechazó la doctrina de aquellos que condenaban el culto a las imágenes de Jesús, de la Virgen y de los santos. En el fondo de esa actitud latía el riesgo de negar la humanidad de Jesús, para centrarse sólo en la absoluta trascendencia de Dios, sin encarnación (en una línea más concorde con el judaísmo y el Islam). Es el último de los concilios ecuménicos, admitidos por todas las iglesias, y ha sido esencial para la piedad de los cristianos orientales y occidentales (aunque algunos grupos protestantes han vuelto a rechazar el culto a las imágenes).

Éstos son los siete concilios de la iglesia universal, pues los posteriores serán propios de la Iglesia Occidental y estarán determinados básicamente por la autoridad del Papa. En estos siete primeros concilios, convocados y, en algún sentido, presididos por el emperador, las Iglesias se organizaron en línea de comunión de comunidades, dando la última palabra a los obispos, de manera que ellos pudieron definir por consenso la propia identidad cristiana en temas de fe y de convivencia creyente.

Esta constitución conciliar de la Iglesia se sigue manteniendo básicamente, al menos de forma ideal, hasta la actualidad (2015), aunque en línea católica el Papa se ha puesto de hecho por encima del Concilio. En esta línea convergen dos elementos fundamentales de la identidad y de la historia cristiana:

‒ Comunión eclesial, una experiencia compartida. Los concilios desarrollan el carácter colegiado de la autoridad (identidad) cristiana, tal como había aparecido en la reunión apostólica de Jerusalén (Hch 15; Gal 2). Según eso, las comunidades cristianas, representadas ya por sus obispos (o por otros delegados suyos), deciden por consenso los temas básicos de la iglesia, pues la fe en Dios resulta inseparable de la comunión humana.

‒ Episcopalidad. Por su parte, los concilios confirmaron de hecho la autoridad de los obispos,
que aparecen como representantes de sus comunidades, de manera que ellos tienden a presentarse como los únicos que se reúnen y deciden los temas eclesiales, por consejo y sentencia común, partiendo de la experiencia original de las Escrituras (aunque bajo supervisión del emperador).

2. Arrio (256-336), la gran disputa sobre Dios y Cristo. Ocasión del primer concilio

En los siglos anteriores, los problemas básicos se habían resuelto por consenso indirecto, esto es, por convergencia práctica entre las iglesias principales (Antioquía, Alejandría, Éfeso, Roma…), de manera que antes (y después) de la paz (edicto de Milán, 313) las comunidades compartían una fe y se reconocían entre sí, superando los posibles riesgos de ruptura. Pero, de hecho, tras la paz, las cosas se volvieron diferentes, no sólo por los nuevos riesgos que surgieron, sino también, y sobre todo, por la situación de las iglesias, que aparecían dotadas de poder público.

El conflicto comenzó con Arrio (256-336), presbítero y teólogo de Alejandría, de origen probablemente libio, a quien se recuerda como promotor de un cisma (herejía) que dividió la iglesia en el siglo IV y V. La discusión comenzó en torno al 319 cuando Arrio acusó a su obispo Alejandro de seguir la doctrina de un tal Sabelio (que tendía a identificar al Hijo con el Padre). Condenado por su obispo Alejandro, Arrio buscó la protección y ayuda de otros obispos, iniciando una larga disputa que se extendió a casi todas las Iglesias de oriente.

Hasta aquel momento, los cristianos afirmaban sin gran dificultad que Jesús era Hijo de Dios, vinculado al Padre, pero sin precisar mejor sus relaciones. Pues bien, retomando y formulando de modo riguroso una visión latente en tiempos anteriores, y elaborando, de manera lógica, unos principios platónicos, Arrio forjó tres afirmaciones que marcaron desde entonces (por contraste) la forma en que la Iglesia entendió a Jesús:

‒ Arrio decía que Jesús es una creatura excelsa, Hijo de Dios, sido creado por el Padre, partiendo de la nada, de manera que no forma parte de su divinidad, es decir, de su ousia o sustancia, sino que posee una realidad inferior aunque muy excelsa (perteneciendo según eso al mundo y no a Dios), de manera que puede presentarse de hecho como intermediario entre el mundo y Dios. Esta tesis responde al “genio” del platonismo, que entiende la realidad como un proceso descendente, desde lo más alto a lo más bajo.

‒ Ha surgido en el tiempo. Arrio afirmaba, según eso, que hubo un tiempo o, quizá mejor, una “eternidad” en la que el Hijo no existía, pues él no forma parte de la eternidad de Dios, esto es, de su identidad divina, sino del transcurso de la historia de los hombres. Cristo, Hijo de Dios, forma parte del despliegue temporal de la realidad. Este carácter temporal de Cristo parece ir en contra de la nueva visión del Dios cristiano.

‒ Inferior a Dios, segunda divinidad. En un sentido extenso, los seguidores de Arrio podían afirmar Jesús era divino, como ser excelente o elevado, primera de todas las creatura, pero añadiendo que su divinidad era diferente a la del Padre, de manera no convenía llamarle Dios verdadero. El problema de fondo es el sentido que la palabra “divinidad” tiene al aplicarse a Dios y a Cristo. Un tipo de divinidad ontológica, platónica, podía resultar inconciliable con el cristianismo.

Los libros en los que Arrio formuló su pensamiento (en especial uno llamado Talia) fueron destruidos, de manera que resulta difícil precisar lo que él decía. A pesar de ello, por las acusaciones de sus críticos, conocemos básicamente su doctrina, que aparece como una elaboración judeo-helenista coherente del cristianismo, a partir de dos presupuestos: uno racional (de especulación filosófica) y de otro religioso (de carácter piadoso):

‒ Presupuesto racional: jerarquía de los seres. Arrio concibe la realidad de forma escalonada, como despliegue jerárquico de una divinidad que desciende desde lo más perfecto (Dios trascendente) a lo imperfecto (mundo inferior). Pues bien, en el intermedio entre Dios y el mundo (sobre nuestra humanidad, pero bajo de Dios) se encuentra el Logos. Los hombres formamos parte del mundo inferior, lejos de Dios, y necesitamos que alguien superior a nosotros pero inferior a Dios, nos revele su misterio (ese será el Logos/Cristo). Lógicamente, ese Cristo intermedio es más que humano, pero menos que divino.

‒ Presupuesto religioso: subordinación piadosa. Este presupuesto resultaba (y resulta) muy atractivo para muchos fieles que identificaban la religión con el sometimiento. Los arrianos confesaban que Jesús había sido siempre un individuo humilde, y obediente a Dios, de gran piedad y obediencia religiosa. La nota esencial de su vida era la sumisión, un ejemplo para sus seguidores. A su juicio, era osadía llamarle divino, es soberbia hacerle igual a Dios. La grandeza de Jesús estaría en su sometimiento. Por eso debemos concebirle y venerarle como inferior a Dios, siervo suyo, un inter-mediario que sufre, por un lado, con nosotros y que, por otro, nos vincula a lo divino.

El arrianismo constituye una forma lógica y piadosa de entender el evangelio: Dios seguiría alejado (más alto), de manera que nada ni nadie le puede alcanzar, sino Jesús que ocupa el lugar intermedio de la escala teo/cósmica (entre Dios y el mundo), tocando por un lado a Dios y por otro a los hombres, siendo de esa forma ejemplo de plena dependencia (de obediencia suma), en una línea que podría aceptar el judaísmo (y que ha desarrollado más tarde el Islam).

Pues bien, en contra de eso, la iglesia de Nicea señaló que la actitud más propia de los cristianos no es la sumisión/sometimiento, sino el amor mutuo entre iguales, la identidad de naturaleza entre al Padre y el Hijo.

3. Nicea (325), primer concilio: Jesús, de la ousía o esencia de Dios Padre

Los arrianos parecían más religiosos, pues afirmaban que la respuesta lógica del hombre (y de Cristo) ante Dios era el sometimiento, conforme a una visión posterior muy extendida entre los católicos, para quienes la religión aparece como expresión de “absoluta dependencia”, es decir, de una jerarquía sagrado, que concibe la realidad como pirámide de seres que descienden desde al Alto Dios por Cristo hasta los seres inferiores.

En contra de eso, los Padres de Nicea defendieron la igualdad total (no el sometimiento) entre el Hijo Jesús y Dios Padre. La razón y la piedad (y un tipo de oportunismo político) se ajustaban mejor al arrianismo, que ponía de relieve la sumisión más que la igualdad (al decir que Jesús era inferior al Padre, no de su misma naturaleza).

Pues bien, los 318 obispos reunidos en el palacio imperial de Nicea, bajo presidencia del emperador, rechazaron la postura arriana, y afirmaron que Jesús no es dependiente de Dios, sino divino, con-substancial (=homo-ousios) al Padre. Eso significa que Jesús y Dios están vinculados como iguales, en comunión, sin superioridad de uno, ni sumisión de otro. Nicea supera así una interpretación jerárquica del cristianismo:

‒ Creemos en un solo Dios Padre omnipotente, creador de todas las cosas, de las visibles y de las invisibles.
‒ Y en un solo Señor Jesucristo Hijo de Dios, nacido unigénito del Padre, es decir, de la sustancia del Padre, Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no hecho, consustancial al Padre, por quien todas las cosas fueron hechas, las que hay en el cielo y las que hay en la tierra, que por nosotros los hombres y por nuestra salvación descendió y se encarnó, se hizo hombre, padeció, y resucitó al tercer día, subió a los cielos, y ha de venir a juzgar a los vivos y a los muertos.
‒ Y en el Espíritu Santo.
‒ Mas a los que afirman: Hubo un tiempo en que no fue y que antes de ser engendrado no fue, y que fue hecho de la nada, o los que dicen que es de otra hipóstasis o de otra sustancia o que el Hijo de Dios es cambiable o mudable, los anatematiza la Iglesia Católica (Denz-H. 125-126, p. 91-93).

Esta fórmula contiene tres implicaciones o consecuencias, que paradójicamente se vinculan. (1) Define a Dios (implícitamente) como diálogo de Vida entre el Padre y Jesús. (2) Define al hombre (implícitamente) como aquel en quien el mismo Dios (no un delegado suyo) puede revelarse y se revela de hecho, de manera que Jesús es Dios (Hijo de Dios), no un ser intermedio entre Dios y los hombres. (3) Vincula a los hombres con Dios en Cristo. Así responde a los presupuestos teológicos de Arrio:

‒ Perspectiva religiosa. La religión no es sometimiento de inferior a mayor, sino comunión de iguales. En esa línea, la consubstancialidad entre el Padre y el Hijo constituye el principio y salvaguardia de todo pensamiento y comunión cristiana. Frente a la falsa virtud pagana (arriana) del sometimiento, Nicea ha destacado la comunión personal: no somos súbditos unos de otros (ni siquiera de Dios), sino hermanos y amigos, compartiendo la misma “esencia”.

‒ Perspectiva filosófica. Nicea ha rechazado una visión jerárquica de Dios, una ontología descendente y gradual, que divide y separa en el Todo sagrado lo más alto (Dios arriba) y lo más bajo (humanidad mundana). Sabe que hay distinción (Dios es divino, el hombre es criatura), pero esa distinción no conduce a la jerarquía (uno sobre otro, uno mandando y el otro obedeciendo), sino a la vinculación personal en un diálogo maduro, de tipo personal.

‒ Perspectiva social:
Las iglesias son comunidades de iguales, y en ellas la comunión (no el poder) es signo y presencia de Dios. Por eso, se puede afirmar que Jesús es hombre tiene la misma ousia de Dios. Esa ousía o identidad divina se expresa y despliega a través de la comunión en igualdad entre los hombres.

La formulación de Nicea (a pesar de los riesgos que implica el término ousia o sustancia al hablar del Hijo y del Padre) sigue siendo esencial para superar la pretensión de aquellos que defienden el sometimiento eclesial o teológico, e insisten en la obediencia religiosa. Dios no es obediencia del Hijo al Padre, sino consubstancialidad personal, la igualdad en el diálogo.

4. Complimiento: Constantinopla I (381), el concilio del Espíritu Santo

A pesar de la “definición” de Nicea (325), donde se afirmó que el Hijo es homoousios, consustancial al Padre, los presupuestos de Arrio siguieron influyendo a lo largo del siglo IV, expresándose en varias disputas sobre la divinidad de Jesús y del Espíritu Santo, a lo largo de 56 años cruciales (hasta el concilio de Constantinopla: 381), mezclándose aspectos doctrinales y políticos, religiosos y sociales, vinculados en parte a la nueva situación y al poder social de la Iglesia en el imperio. En el siglo III la Iglesia se había mantenido en situación de tranquilidad básica, a pesar de (o quizá por) las persecuciones, y en esa línea ella había superado la crisis mayor del gnosticismo, que podía haberle convertido en un tipo de secta intimista. Pero, alcanzada la “paz” y conseguido el “poder” social, ella entró en una larga de crisis, motivada por temas dogmáticos y sociales, que siguieron marcando su historia hasta el Concilio de Constantinopla (381).

Resulta imposible resumir (e incluso evocar) las disputas de esos años (del 325 al 381), entre arrianos, medio arrianos, y ortodoxos de diverso tipo, bajo la dirección cambiante de unos emperadores que se inclinaban, según conveniencia, de un lado o del otro. Hubo condenas mutuas, con movimientos estratégicos de diversos grupos y concilios particulares.

En ese momento destacó la aportación teológica extremada de Atanasio de Alejandría, con la de otros más moderados como Basilio de Cesárea, que llegaron a la conclusión de que debía defenderse no sólo la “consubstancialidad” del Hijo, sino también la del Espíritu Santo, en contra de semi-arrianos como Eunomio o Macedonio, que tendían a pensar que el Espíritu Santo no puede ser radicalmente divino.

La formulación que triunfa en el Concilio de Constantinopla (381), convocado por el Emperador Teodosio, en un momento clave de su reinado (tras declarar el cristianismo como religión oficial del Imperio, en Tesalónica 380), parece apoyarse en la formulación de Basilio de Cesárea, cuando alude a la unidad de esencia divina (mia ousia) y a la trinidad de personas (tres hypostaseis), que está implícita en el credo de Constantinopla, que asume y completa el de Nicea, expandiendo su doctrina al Espíritu Santo:

Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador de cielo y tierra, de todo lo visible y lo invisible.

Creo en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos: Dios de Dios, Luz de Luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, y por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre; y por nuestra causa fue crucificado en tiempos de Poncio Pilato; padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día, según las Escrituras, y subió al cielo, y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin.

Creo en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre y del Hijo, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas. Creo en la Iglesia, que es una, santa, católica y apostólica. Confieso que hay un solo bautismo para el perdón de los pecados. Espero la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén. (Diversas formas del texto Denz-H. 150, pag. 109-111).

Éste credo, aceptado desde entonces como expresión de fe católica, para responder a los arrianos y a los que negaban la divinidad del Espíritu Santo, retoma las afirmaciones de Nicea (325), añadiendo algunas precisiones sobre el Espíritu Santo.

Es un verdadero símbolo o profesión de fe, suele llamarse Niceno-constantinopolitano y es utilizado en la liturgia de Oriente y Occidente desde el siglo VI. Es el único credo oficial de las iglesias, en línea trinitaria (confiesa la divinidad del Padre, el Hijo y el Espíritu Santo) y también cristológica (asume el carácter divino de Jesús) y pneumatológica (vincula al Espíritu Santo con el Padre y el Hijo). No aplica al Espíritu Santo la palabra conflictiva (homoousios, consubstancial a Dios), que Nicea había atribuido a Jesucristo, por evitar discusiones de palabras, pero supone y afirma lo que esa palabra implica:

‒ A nivel de historia de salvación, el credo afirma que el Espíritu Santo habló por los profetas. En contra de una posible tendencia gnostizante, que interpreta al Dios de la historia de Israel como perverso, los cristianos declaran que ese mismo Dios es bueno y añaden que su Espíritu “habló por los profetas”. Eso significa que actuó y sigue actuando no sólo en Israel, sino en todo el despliegue de la historia humana, en la cultura social y religiosa de los pueblos.

‒ A nivel intradivino, el credo añade que el Espíritu Santo es Señor y Vivificador. Le llama Kyrios/Señor (2 Cor 3, 17), y de esa forma asegura que es divino, que pertenece a Dios y sustenta, de manera poderosa, todo lo que existe. Dice también que es Vivificador (dsoopoion), como supone Pablo en 2 Cor 3, 5, cuando afirma que la letra mata, el Espíritu vivifica, y como sigue diciendo Jn 6, 63, al afirmar que el Espíritu vivifica, la carne en cambio no aprovecha para nada. Éste es el Espíritu que da vida, es decir, que crea y resucita (cf. Jn 5, 21; Rom 4, 17; 1 Cor 15, 22.36.45; 1 Ped 3, 18), como ha resucitado a Jesús y resucitará a los que mueren en (con) él (cf. Rom 8, 11), ofreciéndoles su Vida (que es la vida eterna).

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“Meditación ante un crucifijo (2000 años después)”, por José Ignacio González Faus

Jueves, 2 de julio de 2015
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orado ante crucifijoDe su blog Miradas Cristianas:

(N.B. Casi por los mismos días, dos amigos me piden que mire de recuperar este texto que tiene ya más de 40 años y apareció en una revista que ya no existe. Manera de recuperarlo puede ser enviarlo a este blog por si a alguien le es útil)

Ya ves: en el fondo hemos aprendido bien tu lección y te perdonamos también nosotros. Y hasta te perdonamos con tu misma generosidad excusante: no sabías lo que te hacías ¿verdad?

Ahora comprenderás que, si hubieses tenido veinte años más, todo habría terminado bien. Habría sido más fácil llegar a un acuerdo. Y luego, hasta puede que Pilato te hubiese concedido una audiencia y hubiese designado un centurión para que te guardara las espaldas. Y, créenos, todo eso habría repercutido en mayor bien de tu pueblo.

Pero en fin: ya pasó todo y será mejor no volver a hablar de ello. Sólo te reprochamos una cosa: que no hicieras caso a los ancianos (Mt 15,2: 26,47.57; 27,1). Ellos sabían mejor que tú que la madurez no consiste en decir no ante las cosas, sino en justificarlas. Ellos ya sintieron tener que promover tu condena. Pero… ahora que ya han pasado aquellas horas negras y el tiempo ha podido suavizar muchas asperezas, reconoce que tu actitud facilitaba bien poco las cosas.

Si hubieses sido más prudente como te aconsejaban tus familiares (Mc 3,32; Jn 7,3-5) -ahora comprendes que te querían bien ¿no?-, habría podido evitarse el desenlace y habrías tenido más tiempo y más oportunidades para seguir predicando al pueblo aquellas cosas tan bonitas que predicabas (porque nosotros también sabemos apreciarlas, ¿ves?). Habrías podido hacer más bien. Compréndelo: en la vida siempre es necesario un poco de flexibilidad. Hay que pactar, hay que renunciar a lo ideal para salvar lo posible…

Tú en cambio… ¡en buen lío nos metiste! ¿No ves que marxistas como ese tal Garaudy, se aprovechan de tu imprudencia para hacer panegíricos tuyos y decir que en ti “el amor debió ser militante,subversivo”, que por eso te crucificaron, que “pusiste de manifiesto lo absurdo de todas las sabidurías, al demostrar precisamente lo contrario del destino inexorable: la libertad, la creación, la vida?”… ¡Por favor! Comprende que todo eso nos coloca en una situación bien poco airosa, y que luego nosotros nos las deseamos para ver de paliar los efectos de tu idealismo inexperto.

Pero en fin, ya te he dicho que no tratamos de reprocharte nada. De veras tendrías que creer que nuestra disposición para un diálogo es inmejorable y que estamos seguros de que será posible llegar a un acuerdo. Sólo deberías tener en cuenta que tenemos muchos más años y más experiencia que tú.

Sé razonable. Estamos seguros de que ahora que los años te habrán hecho reflexionar y nos darás a razón, siempre será posible un arreglo. Y sin duda que interpretaremos correctamente lo que tú harías hoy -que ya no eres tan joven- si nos limitamos a hacer de tu cruz una alhaja para nuestras jerarquías o un adorno para nuestros dormitorios.

Déjanos hacer. Ya verás cómo es para bien de todos.

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“Basta de homofobia: ‘La cruz simboliza el sufrimiento de los gays y transexuales en Brasil'”

Viernes, 26 de junio de 2015
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2015-06-07t192043z_15110779La joven lamenta ‘los mensajes de odio’ de políticos y líderes religiosos

El país registró 312 víctimas gays o transexuales en 2013, según un estudio

Viviany no se arrepiente de lo que hizo, a pesar de haber recibido numerosas amenazas

“Empecé a darme cuenta de que era diferente por las agresiones que recibía”

“Creo que ha servido para despertar un poco a la sociedad sobre la violencia con la que nos tratan y también he recibido muchos mensajes de apoyo”

Con el torso desnudo y pintado con sangre falsa, simulando ser crucificada y bajo el letrero “basta de homofobia”, corona de espinas y bandera gay, la travesti Viviany Beleboni incendió durante la Parada Gay de Sao Paulo el cada vez más polarizado debate sobre los derechos de la comunidad LGBT en Brasil. Aunque ella asegura a El Mundo que quería transmitir “una imagen de amor”, varias decenas de diputados evangélicos se indignaron en una sesión posterior del Congreso, rezaron un Padre Nuestro en la Cámara y pidieron el fin de estos “crímenes de profanación“, palabras del diputado Joao Campos, del PSDB. La iglesia católica se sumó a las críticas con un comunicado oficial de la Confederación Nacional de Obispos de Brasil.

La protagonista de la imagen, capturada por el fotógrafo de la agencia Reuters Joao Castellano, cuenta a El Mundo que esa simulada crucifixión “simboliza el sufrimiento y la humillación diaria de los gays y transexuales en el país” y lamenta “los mensajes de odio” de políticos y líderes religiosos como el pastor Marcos Feliciano, uno de los portavoces más activos del lobby evangélico en el Congreso brasileño.

Líder mundial en crímenes homófobos, Brasil registró 312 víctimas gays o transexuales en 2013, según un estudio de la ONG Grupo Gay de Bahía, que la elaboró basándose en datos oficiales. Los insultos y agresiones verbales son visibles en cualquier esquina de las redes sociales y no hace falta escarbar mucho para conocer casos de maltratos físicos. “Empecé a darme cuenta de que era diferente por las agresiones que recibía”, relata Viviany. “Desde que empecé a jugar con muñecas y con las niñas, los niños del colegio empezaron a perseguirme, burlarse y golpearme. Una vez se juntaron seis, competían para ver quién me daba más fuerte”, cuenta, recordando con especial amargura una paliza que le dieron cuando tenía trece años al salir de clase, “aún tengo cicatrices en las rodillas”, desde la cual empezó a esconderse en cuanto sonaba la alarma del colegio. “Quienes no estaban de acuerdo con esas actitudes tampoco hacían nada, miraban para otro lado”, completa.

Criada en una familia de clase media-baja de una pequeña ciudad de interior del estado de Rio Grande do Sul, Viviany acabó huyendo para Sao Paulo, “en la gran ciudad hay más personas abiertas y más oportunidades de trabajo”. A falta de formación y medios para sustentarse, y cuando aún era un chico homosexual, empezó a prostituirse y fue el mundo de la noche el que le empujó a ser transexual. “La mayoría de transexuales se siente mujer y después se opera, en mi caso fue al revés, primero fue el cambio físico y después el mental, muchos otros transexuales me presionaron para que lo hiciera porque, como chico, tendría muchos menos clientes. Al principio, yo no me aceptaba, no era lo que yo quería, pero hoy día sí me considero transexual“, cuenta Viviany, que consiguió dejar las calles y hoy se gana la vida bailando en una discoteca.

A la Parada Gay se llegó ya con un ambiente crispado entre líderes religiosos y portavoces de los derechos LGBT, después de que el mediático pastor evangélico Silas Malafaia se indignara y pidiera boicot a los productos de la marca de cosméticos Boticario por mostrar a una pareja homosexual en un anuncio. “¡Que vendan perfumes a los gays!”, decía, al tiempo que la comunidad LGBT salía públicamente en apoyo de la firma.

“Cada día escuchamos casos de travestis o gays apedreados, apuñalados, así que me planteé que este año en la Parada Gay quería hacer una manifestación diferente, algo que realmente llamara la atención”, reflexiona Viviany sobre la preparación de su crucifixión simulada, “que no se refiere a Cristo sino a todos los humillados en la cruz como somos humillados los transexuales y gays cada día”. “Nunca falté al respeto”, defiende la joven, practicante de la religión espírita, que contaba en 2010 con unos 3,8 millones de adeptos en Brasil.

Pocos días después, en el Congreso brasileño varios diputados evangélicos enseñaron un cartel mezclando fotos de la Parada Gay con otras marchas paganas que usaron símbolos religiosos (incluso una estadounidense) y 330 diputados firmaron una carta de repudio contra este tipo de expresiones, poco después de rezar un Padre Nuestro en la sala. “Es una tentativa de desmoralizar la creencia de millones de brasileños, con provocaciones innecesarias”, rezaba la carta, que recordaba que “la sociedad brasileña es religiosa y en su mayoría cristiana”. Algunos pidieron castigos y multas para lo que, creen, se trata de un crimen de odio contra símbolos religioso. Los obispos católicos, por su parte, calificaron como “claras manifestaciones de falta de respeto” algunas manifestaciones llevadas a cabo en la marcha, aunque no se refirieron expresamente a la transexual.

Viviany, mientras tanto, asegura no arrepentirse de lo que hizo a pesar de que ha recibido numerosas amenazas, muchas de muerte, en su Facebook, hasta el punto de haber decidido desactivarlo. “Creo que ha servido para despertar un poco a la sociedad sobre la violencia con la que nos tratan y también he recibido muchos mensajes de apoyo del tipo ‘representas el dolor de mi amiga que murió’, muchos casos que me han emocionado”, narra. Apoya, como gran parte de la comunidad LGBT, la creación de una ley que castigue como un crimen la homofobia para agravar las agresiones con esta motivación.

El problema es otro para líderes evangélicos como el diputado Rogerio Rosso, que pide que lo que se convierte en delito sea la “cristofobia”, que según muchos de ellos se manifiesta a diario en actos como la crucifixión de Viviany. La frontera, una vez más, entre la libertad de expresión y la discriminación religiosa, se torna difusa. Lo que está más claro es la gravedad de la violencia contra los colectivos gays, que se ha traducido en 148 homicidios en lo que va de año, según la página de Facebook “A quién ha matado hoy la homofobia.

El último caso, recogido por la web G1 del grupo Globo, fue la muerte de un niño de 14 años muerto a pedradas en el estado de Espírito Santo, que ya sufría ‘bullying’ en la escuela según la madre contó a la prensa local.

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Amenazan de muerte a una mujer transexual que hizo de Jesucristo en el Pride de São Paulo

Viernes, 12 de junio de 2015
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2015-06-07t192043z_15110779El pasado fin de semana se celebró el Pride de São Paulo, en Brasil, en una marcha con más de dos millones de participantes y que discurrió de manera paralela a la de Puerto Rico y tantos otros lugares que celebran estos días las fiestas del Orgullo Gay.

Sin embargo, el desfile de São Paulo está dando mucho de qué hablar a toro pasado por la imagen de un Jesucristo crucificado que desfiló en una de las carrozas, perteneciente a la Asociación Brotar Ciudadanía y Diversidad Sexual (ABCDS). Quien encarnaba al hijo de la Virgen María y San José era una mujer transexual que, al igual que tradicionalmente se representa a Jesús, solo tenía como ropa un sudario alrededor de la cintura.

Así, varios colectivos cristianos han alzado la voz en contra de tal imagen, algunos incluso con amenazas, tal como denuncia la activista Viviany Beleboni, la actriz que dio vida a este Jesucristo y dijo que con la escenificación solo querían denunciar la LGBTfobia que aún existe en Brasil; de hecho, dedicó su intervención a una amiga trans que falleció tiroteada en la calle unos días atrás. “El tema se está poniendo serio, estoy recibiendo amenazas de muerte y múltiples agresiones”, escribió Beleboni en su perfil personal de Facebook al respecto.

Por su parte, el arzobispo de São Paulo, Odilo Scherer, ha indicado que “entiende” que haya homosexuales que se sientan como Cristo en la cruz, pero que hay que tener cuidado para no caer en la irreverencia. “Si queremos respeto tenemos que respetar”, afirmó.

Fuente Ragap

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Facebook veta a un Jesucristo gay

Lunes, 27 de octubre de 2014
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noticias_file_foto_885025_1414315818La red social más famosa del mundo, Facebook, sigue dando que hablar debido a las controvertidas decisiones que realiza de vez en cuando en cuanto al colectivo LGBT se refiere. Esta vez, Facebook, vetó un anuncio que promocionaba un libro que muestra a Jesucristo como un gay en la sociedad actual, tratado de manera discriminatoria por su condición sexual, con crucifixión y resurrección incluidas. Pero por suerte, y tras protestas del autor y varios comentarios, Facebook recapacitó y “resucitó” el anuncio, dictaminando que no había violado sus directrices.

El libro que ha generado este debate esLa Pasión de Cristo: Una visión gay escrito por Kittredge Cherry, y que nos muestra de una manera original la historia de un Jesucristo homosexual en la época contemporánea.
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La autora comenzó a promocionar su obra a través de una página de facebook y un anuncio para atraer a los lectores, pero Facebook lo vetó inmediatamente. El anuncio mostraba como imagen principal a un Jesucristo crucificado.
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Facebook ha explicado que “su anuncio fue rechazado porque la imagen viola las directrices de anuncios. Estos no puedes utilizar imágenes que son impactantes. Imágenes que incluyen: accidentes de todo tipo, cadáveres o desmembramientos, fantasmas, zombies, demonios y vampiros“.
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La autora, Cherry, respondió a Facebook que “el libro es controvertido, pero sus intenciones no son una blasfemia, no hay contenido sexual, y la violencia es inevitable en cualquier narración de la pasión de Cristo. Estamos luchando contra la discriminación basada en la orientación sexual del Facebook“.
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Facebook ha recapacitado después de estás protestas y ha decidido activar el anuncio de nuevo.
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Fuente Ragap

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“Juntos andemos, Señor”… de la mano de Teresa de Jesús

Miércoles, 15 de octubre de 2014
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Hoy, Festividad de Santa Teresa de Jesús, comienza la celebración del Vº Centenario de su nacimiento. El Carmelo Teresiano, la Iglesia Católica y muchos creyentes del mundo entero, recordaremos a esta genial mística castellana y española a lo largo del año… Yo os recomiendo vivamente leer sus Obras completas, acercarse a alguna de las buenas biografías que hay en el mercado y, como no podía ser menos, nosotros también la recordaremos procurando traer al blog todas las semanas un pequeño texto que nos ayude a orar, de la mano de esta mística de la Humanidad de Cristo, maestra de oración que en el capítulo ocho de su autobiografía nos recuerda que, “No es otra cosa oración mental, a mi parecer, sino tratar de amistad estando muchas veces tratando a solas con quien sabemos nos ama” (V 8, 5). Si sirve para estar horas y horas con el Amado, nos sentiremos satisfechos. Hoy comenzamos con ese deseo de “andar juntos“.

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Acaecióme que, entrando un día en el oratorio, vi una imagen que habían traído allá a guardar, que se había buscado para cierta fiesta que se hacía en casa. Era de Cristo muy llagado y tan devota que, en mirándola, toda me turbó de verle tal, porque representaba bien lo que pasó por nosotros. Fue tanto lo que sentí de lo mal que había agradecido aquellas llagas, que el corazón me parece se me partía, y arrojéme cabe El con grandísimo derramamiento de lágrimas, suplicándole me fortaleciese ya de una vez para no ofenderle.”

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(Libro de la Vida, capítulo 9,1)

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“Juntos andemos Señor.

Por donde vayas tengo que ir,

por donde pases tengo que pasar.”

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(Camino de Perfección 21, 26)

 

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C: Camino de Perfección

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“Otro centenario ¿para qué?”, por Gema Juan OCD

Miércoles, 15 de octubre de 2014
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15092890487_4d0a00d5c3_mLeído en su blog Juntos Andemos:

Está a punto de empezar el V Centenario del nacimiento de Teresa de Jesús –el día 15 de Octubre de 2014–. Actos de todo tipo, celebraciones, encuentros, congresos… Resulta casi inevitable preguntarse para qué se hace todo eso.

Con este nuevo centenario, la grande y variada familia teresiana bucea en la figura de la Madre, de la hermana mayor y de la inspiración penúltima de un modo de ser, con diferentes formas de estar, en el mundo. Penúltima, porque toda la familia, como la misma Teresa, tiene una única raíz: Jesucristo.

La familia se sumerge, no por afición deportiva –aunque también– sino porque sabe que tiene un tesoro que no le pertenece y quiere compartirlo. Por eso tiene sentido otro centenario, el quinto ya, y con la certeza de que no se toca el fondo del océano. Porque, como decía Teresa, se trata de «de un fin que no tiene fin».

Pluma en mano, Teresa lega a la humanidad unos «cuadernillos» que se han convertido en obras maestras de la literatura. Conocerla es aprender y disfrutar. Pero también ir a lo profundo de todo porque en lo que escribe –se lea con ojos religiosos o no– se percibe una toma de postura clara, un modo de haberse y enfrentarse al mundo. Su escritura refleja, como bien se ha dicho, «su inconformismo existencial como mujer, como escritora y como mística».

Teresa anduvo por los caminos, para abrir «casitas» donde dar forma a la llamada que había recibido. A pie, en mula o sobre la carreta se puso en marcha. La dureza de semejante experiencia contrasta con el humor y la templanza que derrama, pero es acorde, en intensidad, a la pasión que la habitaba. Esas casitas siguen abiertas, se han multiplicado y la vida no deja de transmitirse.

Recorrer su historia puede iluminar el futuro. El Centenario revive la ruta teresiana, siempre inacabada, y con ello lanza un mensaje claro: lo verdadero no se cierra sobre sí ni caduca, mantiene abiertas sus venas para alumbrar y abrir nuevas vías.

El siglo XXI que acoge este V Centenario, todavía tiene necesidad de palabras como estas: «Veo los tiempos de manera que no es razón desechar ánimos virtuosos y fuertes, aunque sean de mujeres». La sospecha y el desprecio, la violencia en las formas más variadas, se siguen cerniendo sobre muchas mujeres. Teresa de Jesús vivió hondamente su dignidad de mujer y trabajó por ella. Se sintió reconocida por Jesús, el hombre que desvelaba a Dios, y creyó que esa suerte debían correr todas las mujeres: la de ser reconocidas como seres humanos plenos e iguales en dignidad.

Celebrar y recordar a Teresa es mantener despierta la conciencia de la igualdad que debe reinar entre los seres humanos, sin distinción de ninguna clase. Y esa conciencia debe llevar –como la llevó a ella– a hacer opciones y elegir coordenadas muy concretas desde las que vivir.

Queda algo más por lo que importa celebrar este Centenario, algo que deja abierta la idea de que siempre habrá necesidad de centenarios y homenajes cuando se trata de recordar testigos, como es el caso de Teresa. Ella es testigo de que Dios vive, está presente y actúa. De que su presencia es amorosa y su forma de actuar es la bondad. Y es testigo, también, de que lo que glorifica a Dios es el amor compartido.

Dios no es una antigüedad inerte, no es un asunto del pasado. Está presente, aquí y ahora. Su esencia es infundir vida, por eso Teresa le llamaba «Vida de todas las vidas», y de Él decía que «nunca se cansa de dar ni se pueden agotar sus misericordias».

No se trata de que una mujer tuviera experiencias profundas y preciosas. Se trata de que Dios, hoy, actúa: «Para hacer grandes mercedes a quien de veras le sirve, siempre es tiempo». Eso es lo que dice Teresa: siempre es tiempo. Dios tiene tiempo para todos y no hay época en la que se dedique al retiro. Para Él, todo tiempo es bueno y siempre «está aguardando… que le miremos» para poder mostrar su rostro.

En el libro de Fundaciones, Teresa escribió: «Muchas veces me parecía como quien tiene un gran tesoro guardado y desea que todos gocen de él, y le atan las manos para distribuirle». Y, cuando acababa el de las Moradas, apuntó: «Su Majestad sabe que mi intento es que no estén ocultas sus misericordias, para que más sea alabado y glorificado su nombre».

Diseminado su trabajo por todo el mundo, en notas sueltas, formando pequeños coros o magníficas orquestas, cada centenario desata un poco las manos y los labios de Teresa y le ayuda a cumplir su deseo: cantar las misericordias del Señor.

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¿Jesucristo era gay?… ¿importa?

Lunes, 29 de septiembre de 2014
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Kehinde Wiley  Ecce Homo (2009 – New York CHace justo dos años el pastor anglicano Paul Oestreicher se hacía esta pregunta en un artículo en el periódico británico The Guardian

La teoría de Oestreicher se basa en las últimas palabras de Jesús en la cruz. Cuando vio Jesús a su madre y al discípulo a quien amaba, dice a su madre: “Mujer, ahí tienes a tu hijo”. Luego dijo al discípulo. “Ahí tienes a tu madre”. Y desde aquella hora el discípulo la acogió en su casa. Desde ese momento el discípulo se convierte en parte de la familia de Jesús.

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Ese discípulo era Juan, a quien, dicen los evangelios, Jesús amaba de una manera especial. Todos los otros habían huido atemorizados. A los pies de la cruz había tres mujeres, pero sólo un hombre tuvo el valor de acompañar a Jesús en su ejecución. En todas las representaciones clásicas de la Última Cena, un tema favorito del arte cristiano, Juan está al lado de Jesús, muy a menudo con la cabeza apoyada en su pecho de Jesús. 
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images1Sostiene Oestreicher que la sexualidad de Jesucristo era parte de su naturaleza humana y desdeña las teorías que apuntan a una relación con María Magdalena, carentes de base bíblica. Recuerda también que Hugh Montefiore, obispo de Birmingham se atrevió a sugerir esta misma posibilidad: la de que el rabino hebreo nacido en Belén, que nunca tuvo esposa –algo inusual para su condición- fuera homosexual.
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“Si Jesús era gay o heterosexual no afecta en absoluto quién era y lo que significa para el mundo de hoy. Espiritualmente es irrelevante. Lo que importa en este contexto es que hay muchos seguidores gays y lesbianas de Jesús -ordenados y laicos- que, a pesar de la iglesia, muy humildemente le son fieles”, concluye el pastor anglicano, quien además invita a las iglesias cristianas “en sus muchas formas” a aceptar, abrazar y amar abiertamente a los gays y lesbianas.
Fuente Ragap

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“El bando del Crucificado”, por Gema Juan OCD

Domingo, 14 de septiembre de 2014
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14910431410_7583182df7_mLeido en su blog Juntos Andemos:

En cierta ocasión, Teresa de Jesús escribía a un hermano carmelita: «No ha de faltar cruz en esta vida, aunque más hagamos, si somos del bando del Crucificado».

No es que ella no supiera que la vida trae cruces, dolores y dificultades para todos. Lo sabía bien, pero hablaba de otra cosa. De hecho, muy poco después de escribir esta carta, dirá en Moradas: «No penséis que está la cosa en si se muere mi padre o hermano, conformarme tanto con la voluntad de Dios que no lo sienta; y si hay trabajos y enfermedades, sufrirlos con contento. Bueno es, y a las veces consiste en discreción, porque no podemos más, y hacemos de la necesidad virtud».

El realismo de Teresa parece no tener límites, como no los tiene su conciencia de que lo que Jesús propone es algo diferente; cuenta con esa actitud sabia pero, además, invita a otra cosa. Ella entendió que seguir a un hombre que fue crucificado, significaba algo más que hacer de la necesidad virtud o resignarse, de la mejor manera, ante situaciones inevitables.

Puede sorprender que una mujer del s. XVI, imbuida de las ideas espirituales del momento, entendiera, tan de raíz, el sentido de la cruz de Cristo. Aunque, según propias palabras, no era muy letrada, es conocido su afán como lectora y que buscó la luz cuanto le fue posible para entender su fe y poder vivirla sinceramente. Pero lo que entendió sobre el Crucificado no lo aprendió en ningún libro, sino creyendo y orando, y llevando a la vida lo que iba intuyendo.

La teología actual sabe –mejor que la del tiempo de Teresa– que la cruz de Cristo alude, más aún que al dolor físico –sin duda, desmesurado– a la humillación que suponía la crucifixión: era una muerte vergonzosa y denigrante. Una muerte con la que Cristo cedió todos sus derechos y se degradó voluntariamente.

Teresa lo comprendió, y por eso hablaba de la cruz que puede aparecer en la vida por el hecho de elegir estar en el «bando del Crucificado». Por decidir seguirle y vivir tras su estela.

Solo desde ahí se puede entender –o mejor, vivir– ese ir «procurando perder de nuestro derecho», del que habla Teresa. Algo que a la mentalidad actual le resulta prácticamente inadmisible. Sin duda, hay gentes admirables, anónimas para muchos, que viven cediendo, es decir, renunciando de un modo u otro a sus legítimos derechos, en pro de los demás. Pero a nadie se le oculta lo difícil que resulta encajar esta idea en el pensamiento de hoy.

De hecho, a la gran comunidad de seguidores de Jesús se le hace muy difícil no encontrar argumentos y razones –¿excusas?– de todo tipo, para no perder o ceder sus derechos. Mientras que, desde la Encarnación hasta la cruz, el camino de Cristo es el de la desposesión de sí más absoluta en favor de los demás.

Tal vez por eso, Teresa decía con tanta fuerza: «Poned los ojos en el Crucificado y haráseos todo poco… ¿Pensáis que es poco un tal amigo al lado?». Teresa sabe que ese Cristo se hace compañero de vida, cuando se acoge su presencia: «No os faltará para siempre; ayudaros ha en todos vuestros trabajos; tenerle heis en todas partes».

El Crucificado va por delante. Por eso, es posible responder a su invitación –«Venid conmigo»– y decidirse a vivir como Él. Sin duda, supone un riesgo porque implica una profunda desinstalación. Lo intuyeron pronto los primeros discípulos, tambaleándose y queriendo convencer a Jesús de que no cediera su dignidad. Y lo intuye quien mira al Cristo vivo en sus palabras, en su interior y en quienes le siguen de verdad.

Para Teresa, ser del «bando del Crucificado» es ir entendiendo la vida de Jesús, asumir su estilo bienaventurado, que busca parecerse al Padre todo bueno, que pone su dignidad en el amor, hasta el punto de decir: «Nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos».

Cuando Teresa pensaba en esa forma de dar la vida, animaba a cada una de sus hermanas a «ser la menor de todas… mirando cómo o por dónde las podéis hacer placer y servir». Por eso le molestaba tanto que se hiciera «caso de unas cositas que llaman agravios» y las cosas de «honra», la búsqueda de reconocimiento o ventajas. Porque, en definitiva –como había advertido san Pablo a los Corintios– era vaciar la cruz de Cristo, desfigurarla.

La comunidad de los que siguen a Jesús está llamada a ceder derechos y dignidades, a renunciar a sus ventajas, a no ofenderse cuando no es tratada con reverencia. Está llamada a reconocer, nuevamente, la cruz de Jesús. Será necesario recordar que Él pidió ser «cautos como serpientes e ingenuos como palomas», pero también que avisó de que un discípulo no es más que su maestro, si de verdad es discípulo. Y al Maestro, su vida le llevó a desposeerse y no salvarse a sí mismo, le llevó a la cruz.

A toda la comunidad que sigue a Jesús y a cada miembro de ella, se dirige Teresa: «Abrazaos con la cruz que vuestro Esposo llevó sobre sí y entended que esta ha de ser vuestra empresa; la que más pudiere padecer, que padezca más por El, y será la mejor librada». Padecer es servir como Cristo, no significa afligirse o castigarse sin razón. Es seguir al que dijo, cuando iba camino de Jerusalén: «Yo estoy en medio de vosotros como el que sirve».

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