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Cristo Rey: transformar la existencia en vida compartida.

Domingo, 24 de noviembre de 2019
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barth-buen-ladronQuienes rechazan a Jesús parecen preguntarse: ¿por qué, si Jesús es el rey, si tiene el poder y la fuerza…, no hace algo para evitar su sufrimiento y su muerte?

A este rechazo, se suma la burla como muestra de desconfianza y, sobre todo, como muestra de su propia autoridad que queda demostrada en la no acción (el no poder) de Jesús. “Si tiene poder, que se libre”, dicen. Y, si no puede hacer esto (liberar del dolor y la muerte), no es el salvador que dice ser. Si no libra del padecimiento y de la muerte, a nuestra manera, no puede ser reconocido como líder.

De esta manera, las palabras y las burlas parecen querer demostrar que ellos tienen la razón. Toda su ira es lanzada con la pretensión de demostrar que lo que Jesús decía era mentira. Es como si su hacer daño quedara justificado por el hecho de que es solo una demostración de lo que no era verdad. Como si su verdad primara sobre la caridad. Como si se pudiera hacer daño y matar bajo el pretexto de que la verdad está de nuestro lado y que sabemos cómo son las cosas. ¿Por qué tanta defensa de sus posicionamientos, hasta el punto de matar? Tal vez eso sea una demostración clara de su falta de razón.

Ellos afirman que lo que Jesús decía no puede ser verdad porque no se “salva”. Usan sus palabras de salvación porque es lo que quieren desmentir: Jesús no salva y sus palabras y promesas son falsas. Pero las burlas no son más que reflejo de su miedo a perder el prestigio y el reconocimiento. Es como decir: “Menos mal, todo vuelve a su sitio, el que nosotros marcamos, el señalado por nuestras tradiciones y nuestras maneras de comprenderlas. El paso de este hombre no ha producido ningún cambio”.

Jesús, sin embargo, asume su destino con libertad. Ha predicado, ha curado, ha enseñado, ha festejado… ha vivido de manera radical la cercanía y la transparencia con la trascendencia. Y era consciente de que ello le traería consecuencias, duras, pero que serían también asumidas y transignificadas por él. Jesús da sentido a su vida y a su muerte como cuerpo ofrecido para la vida del mundo, como cuerpo que se entrega por ustedes para el perdón de los pecados. Él ya se había percatado de su destino próximo de finitud y había hecho algo nuevo: lo había convertido nuevamente en vida para los demás.

Jesús había escapado alguna vez de sus perseguidores, pero ahora se dejaba maltratar y crucificar porque no era posible dar marcha atrás. No es posible “salvarse” según entendían sus adversarios. Porque ya estaba entregado y ofrecido. Y lo que está ocurriendo ya tiene un sentido, justamente salvífico para todos.

La salvación de Jesús no consiste en eximir del sufrimiento que ha sido asumido como parte de una misión; tampoco consiste en sortear la muerte, tan propia de los seres “vivientes”. Su salvación es misericordia y es vida que perdura, y así lo explica en este texto. No responde a quienes quieren una salvación de sí mismos y entienden el poder a favor suyo. Solo responde a quien le pide algo: “Acuérdate de mí…”. Y le responde confirmándole no solo su pedido sino mucho más. El malhechor le pide entrar en su reino. Jesús le promete el paraíso.

Jesús sigue ofreciendo la salvación y sigue siendo el mesías que no comprenden los magistrados. Y se alza en la cruz como aquel que se hace solidario con todos los que sufren y mueren. Y como aquel que es capaz de transformar su existencia en vida para todos.

Paula Depalma

Fuente Fe Adulta

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Estamos en el Paraíso

Domingo, 24 de noviembre de 2019
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Noche-300x225Domingo XXXIV del Tiempo Ordinario 

24 noviembre 2019

Lc 23, 35-43

          Si se lee solo desde la mente y reduciéndose al mundo de las formas, afirmar que “estamos en el Paraíso” suena a blasfemia contra tantas víctimas inocentes de tanto tipo de dolor como hay en nuestro mundo. Y nos sublevamos con razón ante el riesgo de banalizar la injusticia y el sufrimiento.

          Pero no es esa la lectura, y nada de ello se niega. Tal afirmación apunta a señalar nuestra identidad más profunda, la verdad última de lo que somos. Y esa es la Buena Noticia para todos, incluidas en primer lugar las víctimas: lo que realmente somos se halla siempre a salvo.

          La comprensión de lo que somos –si es tal–, lejos de conducir a la indiferencia o pasividad, moviliza lo mejor de nosotros mismos en favor de los demás. Y lo hacemos, no desde un imperativo moral, sino desde la gratuidad que nace de la propia comprensión de que todo otro soy yo.

        Esa es la comprensión que alentó a Jesús de Nazaret. Aun en medio de la tortura –y sin que ello le evitara el dolor–, se sabe en el “Paraíso”. La mente lo sigue imaginando en el futuro –“estarás”–, pero en realidad el Paraíso no es un lugar; es lo que somos.

          Jesús se sabe en él, porque es consciente de su identidad: “El Padre y yo somos uno”, “Yo soy la Vida”, “Yo soy”… Es precisamente esa comprensión la que explica su modo de vivir y de morir, la manera en que planteó su existencia y afrontó su muerte. Tal consciencia no le ahorró el dolor, pero lo sostuvo en la confianza que contagiaba.

        Y porque sabía qué era él, sabía de la misma manera que también su compañero de suplicio compartía la misma identidad. Y sabía que la Vida que somos no acaba en la muerte.

          El “hoy” del evangelio de Lucas no hace referencia a un momento cronológico, sino al Presente atemporal, en realidad lo único existente. El tiempo es algo que nace con las formas y con la lectura (secuencial) propia de la mente. Pero, hablando con rigor, únicamente existe el presente que contiene todas las formas.

          El Presente así entendido –Presencia consciente–, como el Paraíso, es otro nombre de lo que somos…, y nunca hemos dejado ni dejaremos de serlo.

        Y ¿por qué, si es lo que somos, no lo vemos? Porque miramos solo desde la mente. Y desde ella captamos únicamente lo que ella misma permite, solo formas. En las formas, siempre impermanentes, nos reducimos al yo, a un yo además que se percibe como carencia y se ve sujeto a frustraciones constantes.

          Con tales características, es comprensible que el yo vea el “Paraíso” como algo que está fuera y en el futuro. Lo ha transformado en un objeto y en una creencia, olvidando que es nuestra más profunda identidad.

          Mientras me vea a mí mismo como un yo separado, marcado por la carencia, la fragilidad y el miedo, no podré “ver” lo que realmente somos. El propio dolor que experimenta esta forma (persona) se convertirá en obstáculo para ello.

       Pero, ¿qué ocurre cuando somos capaces de “vernos” más allá de ese yo? Dicho de otro modo: cuando tu mente está en silencio, en este mismo momento –ese presente atemporal, al que antes me refería–, ¿qué te falta?

          El presente es plenitud y “Paraíso”: eso es lo que somos.

¿Me vivo desde la mente o desde el Silencio?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Cuando Cristo reina, perdona siempre y a todos.

Domingo, 24 de noviembre de 2019
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J026_PantocratorDel blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

  1. Cristo rey.

         Jesús vive en la cruz su solidaridad total con el mal humano, muere entre dos malhechores.

         Los dos malhechores somos nosotros. Jesús es solidario siempre con nosotros, con los seres humanos, especialmente en cuanto malhechores.

  1. Cristo es rey perdonando.

         Siguiendo el evangelio de S Lucas, las primeras palabras que Jesús (niño adolescente) dirigidas a Dios a través de María y José fueron: ¿No sabíais que yo he de ocuparme de las cosas de mi Padre? (Lc 2,49). Las últimas palabras de Jesús humano en la cruz están dirigidas al Padre: Padre perdónales (Lc 23,34).

Cristo y Dios Padre, perdonan siempre. El Perdón (y el amor, que a veces es una forma de perdón) constituyen la identidad cristiana. Nuestro Dios perdona siempre y a todos.

Dios Padre se nos muestra en Jesús como pura bondad. Dios es amor y de Dios sólo sale amor, ternura y salvación. Dios nunca asume el papel de juez, siempre actúa como el padre del hijo pródigo.[1]

         El perdón es la clave para comprender el reinado y la salvación que Jesús ofrece.

         Es sublime que lo último que hace Jesús por la humanidad es perdonar: hoy estarás conmigo en el paraíso.

Jesús es el rostro de misericordia, el sacramento de la bondad de Dios, no de sus amenazas e iras. Ni Jesús, ni el Padre son unos fundamentalistas fanáticos agresivos, violentos y con sed de venganza. Jesús es Mesías y rey, pero nunca fue un fanático religioso – político. Jesús es Mesías de la misericordia de Dios.

         Jesús ha venido para hacernos saber y gozar de la bondad de Dios:

  1. Hoy estarás conmigo en el paraíso La misericordia de Jesús (de Dios).

El acontecimiento al que hemos asistido en el texto evangélico de hoy es, al mismo tiempo, dramático y conmovedor y abre las compuertas de la esperanza. Jesús ejerce su reinado desde la cruz y perdonando.

Tal vez sea la oración más honda de la historia y también nuestra oración: acuérdate de mí cuando estés en tu Reno

En pleno fracaso humano de la cruz: la crucifixión de unos ajusticiados, maldiciones, ladrones, marginados, etc. resuenan con energía redentora estas palabras entre el buen ladrón y Jesús[2], Jesús: Acuérdate de mí cuando estés en tu Reino …

Hoy estarás conmigo en el Paraíso.

  • o El Paraíso es una alusión al origen de la vida, al paraíso del Génesis. Estamos llamados a la Vida. La cruz de Cristo es para nosotros una vuelta al paraíso del que fuimos expulsados (Adán). Hoy estaremos con él en el Paraíso. El árbol de la muerte del paraíso del Génesis, queda suplantado por el árbol de la cruz, de la vida.
  • o Hoy [3]. En la muerte de Jesús estamos redimidos, salvados. La vida, la salvación, el paraíso no es algo que hayamos de conquistar para nuestro futuro con nuestro esfuerzo. Jesús y Dios Padre son quienes amable y bondadosamente nos han abierto ya las puertas de la vida.

Y esto es el cielo, el Paraíso es estar con él, que es la vida. Cristo ha descendido a lo profundo de la miseria humana en las aguas del Jordán y ha sido elevado a lo alto de la cruz para vivir juntos por siempre

  1. Acojamos el perdón.

Reconciliarnos con nosotros mismos sentirnos perdonados y absueltos en nuestro interior, en lo más profundo de nuestro ser, de nuestra psicología, nos hace bien.

  • o Mirarán al que transpasaron (Jn 19,37): mirar a Cristo crucificado- confiere paz, sentido, esperanza. JesuCristo está siempre en nuestra vida, sea cual sea nuestra vida, nuestra condición moral, nuestros fracasos. Lo mismo que Jesús estuvo cercano al buen ladrón, también camina con nosotros y esto, pacifica.
  • o El perdón hace bien a todos. Perdonar a los demás y acoger el perdón, sana nuestras profundidades y nuestras relaciones. “La venganza y el odio son comprensibles”, pertenecemos al reino animal. El perdón no arregla el pasado, -lo que pasó, pasó- pero el perdón mejora y hace amable el furturo
  1. Conclusión de San Pablo

         Termino la homilía de hoy con un texto de san Pablo que recoge lo vivido en el evangelio de hoy

Si Dios está con nosotros, ¿quién estará contra nosotros?

El que no perdonó a su propio Hijo, antes bien lo entregó a la muerte por todos nosotros,

¿cómo no va a darnos gratuitamente todas las demás cosas juntamente con él?

¿Quién acusará a los elegidos de Dios, si Dios es el que salva?

¿Quién será el que condene, si Cristo Jesús ha muerto, más aún, ha resucitado y está a la derecha de  Dios intercediendo por nosotros?

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿La tribulación, la angustia, la persecución, el hambre, la desnudez, el peligro, la espada? …

Dios, que nos ama, hará que salgamos victoriosos de todas estas pruebas. Y estoy seguro de que ni muerte, ni vida, ni ángeles, ni otras fuerzas sobrenaturales, ni lo presente, ni lo futuro, ni poderes de cualquier clase, ni lo de arriba, ni lo de abajo, ni cualquier otra criatura podrá separarnos del amor de Dios manifestado en Cristo Jesús, Señor nuestro. (Romanos, 8, 31-39).

Hoy estarás conmigo en el Paraíso

[1] Andrés Torres Queiruga, en el discurso de su jubilación como profesor de la Facultad de filosofía de Santiago de Compostela

[2] el buen ladrón es el único en todo el evangelio de Lucas que llama Jesús a Jesús.

[3] Tengamos en cuenta que el “hoy” lucano es muy significativo: hoy os ha nacido el salvador Lc 2,11,  hoy se cumple esta Palabra, Lc 4,21;  hoy (Zaqueo) ha entrado la salvación a esta casa. Lc 19,5.9.

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Jesucristo, Rey del Universo

Domingo, 20 de noviembre de 2016
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En el manto y sobre el muslo lleva escrito un título:

Rey de reyes y Señor de señores”

(Ap 19, 36).

A Cristo Rey

Sumo y eterno sacerdote
que sales exhibiendo al
varón de dolores que se
dirige a la eternidad al
compas del “Sudor de Sangre.

Tu rostro criollo contemplando
a tu pueblo vestido de cucurucho,
que entre lágrimas y plegarias
te acompaña…

Abrazado al madero como quien
se abraza a la voluntad del Padre,
sabiendo que desde el pesebre
hasta el calvario te acompaña la madre…

Tus labios entre abiertos
evidencian tu sed de Amor,
¡Oh mi Cristo Rey! la muerte
es la suerte del redentor.

Ya son más de cuatro centurias
recorriendo las calles de Guatemala
y generación tras generación
te sigue con devoción.

Pues ante tu mirada serena,
no importe el dolor o la pena
el corazón encontrara paz
y redención…

*

Oxwell L’bu

***

Cristo Rey

Por ser Hijo de Dios, Verbo encarnado,
porque en la cruz fue tuya la victoria,
y porque el Padre te vistió de gloria
con la luz del primer resucitado.

Por eso eres, Jesús, Rey coronado,
señor y Pantocrator de la Historia,
libertador de noble ejecutoria,
triunfador de la muerte y del pecado.

Ya sé que no es tu Reino de este mundo,
que es sólo dimensión de algo interior,
-lo más cordial del hombre y más profundo-
donde te haces presente y seductor;
allí donde tu encuentro es más fecundo,
allí donde tu Reino se hace Amor.

*
José Luis Martínez, SM
***

En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo:

“A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.”

Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:

“Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.”

Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea:

“Éste es el rey de los judíos.”

Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:

“¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.”

Pero el otro lo increpaba:

– “¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibirnos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.”

Y decía:

“Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.”

Jesús le respondió:

“Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.”

*

Lucas 23, 35-43

***

***

"Migajas" de espiritualidad, Espiritualidad

“Cargar con la cruz”. Solemnidad de Cristo Rey – C (Lucas 23,35-43)

Domingo, 20 de noviembre de 2016
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34-to-300x298El relato de la crucifixión, proclamado en la fiesta de Cristo Rey, nos recuerda a los seguidores de Jesús que su reino no es un reino de gloria y de poder, sino de servicio, amor y entrega total para rescatar al ser humano del mal, el pecado y la muerte.

Habituados a proclamar la «victoria de la Cruz», corremos el riesgo de olvidar que el Crucificado nada tiene que ver con un falso triunfalismo que vacía de contenido el gesto más sublime de servicio humilde de Dios hacia sus criaturas. La Cruz no es una especie de trofeo que mostramos a otros con orgullo, sino el símbolo del amor crucificado de Dios que nos invita a seguir su ejemplo.

Cantamos, adoramos y besamos la Cruz de Cristo porque en lo más hondo de nuestro ser sentimos la necesidad de dar gracias a Dios por su amor insondable, pero sin olvidar que lo primero que nos pide Jesús de manera insistente no es besar la Cruz sino cargar con ella. Y esto consiste sencillamente en seguir sus pasos de manera responsable y comprometida, sabiendo que ese camino nos llevará tarde o temprano a compartir su destino doloroso.

No nos está permitido acercarnos al misterio de la Cruz de manera pasiva, sin intención alguna de cargar con ella. Por eso, hemos de cuidar mucho ciertas celebraciones que pueden crear en torno a la Cruz una atmósfera atractiva pero peligrosa, si nos distraen del seguimiento fiel al Crucificado haciéndonos vivir la ilusión de un cristianismo sin Cruz. Es precisamente al besar la Cruz cuando hemos de escuchar la llamada de Jesús: «Si alguno viene detrás de mí… que cargue con su cruz y me siga».

Para los seguidores de Jesús, reivindicar la Cruz es acercarse servicialmente a los crucificados; introducir justicia donde se abusa de los indefensos; reclamar compasión donde solo hay indiferencia ante los que sufren. Esto nos traerá conflictos, rechazo y sufrimiento. Será nuestra manera humilde de cargar con la Cruz de Cristo.

El teólogo católico Johann Baptist Metz viene insistiendo en el peligro de que la imagen del Crucificado nos esté ocultando el rostro de quienes viven hoy crucificados. En el cristianismo de los países del bienestar está ocurriendo, según él, un fenómeno muy grave: «La Cruz ya no intranquiliza a nadie, no tiene ningún aguijón; ha perdido la tensión del seguimiento a Jesús, no llama a ninguna responsabilidad, sino que descarga de ella».

¿No hemos de revisar todos cuál es nuestra verdadera actitud ante el Crucificado? ¿No hemos de acercarnos a él de manera más responsable y comprometida?

José Antonio Pagola

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Domingo 20 de noviembre de 2016. Jesucristo rey del Universo. 34ª semana de tiempo ordinario

Domingo, 20 de noviembre de 2016
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59-ordinarioc34-cerezoLeído en Koinonia:

2Samuel 5, 1-3: Ungieron a David como rey de Israel.
Salmo responsorial: 121, 1-2. 4-5: Vamos alegres a la casa del Señor.
Colosenses 1, 12-20: Nos ha trasladado al reino de su Hijo querido.
Lucas 23, 35-43: Señor, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino

La fiesta de Cristo Rey fue establecida por la Iglesia en la época del ocaso de las monarquías con objeto de apoyar a las monarquías y aristocracias, interesadas por la pervivencia del Ancien Régime, y para oponerse a los nacientes regímenes republicanos, que representaban los intereses del pueblo, de los pobres, del liberalismo y de la naciente democracia. Sus orígenes son pues muy discutibles. Sin embargo, en todo caso, los textos de la liturgia de esta fiesta muestran la manera peculiar en que Cristo sería “Rey”.

Conviene recordar en qué consistían las esperanzas mesiánicas del pueblo judío en el tiempo de Jesús: unos esperaban a un nuevo rey, al estilo de David, tal como se lo presenta en la primera lectura de hoy. Otros, un caudillo militar que fuera capaz de derrotar el poderío romano; otros como un nuevo Sumo Sacerdote, que purificaría el Templo. En los tres casos, se esperaba un Mesías triunfante, poderoso.

El salmo que leemos hoy, también proclama el modelo davídico de “rey”. Jerusalén, la “ciudad santa” es la ciudad del poder. Eso explica por qué, cuando Jesús anuncia la Pasión a sus seguidores, no logran entender por qué tiene que ir a la muerte.

– El evangelio de hoy nos presenta cómo reina Jesús el Cristo: no desde un trono imperial, sino desde la cruz de los rebeldes. La rebelión de Jesús es la más radical de todas: pretende no sólo eliminar un tipo de poder (el romano, o el sacerdotal) para sustituirlo por otro, que con un nombre distinto estaría basado en la misma lógica de dominación y violencia (que era lo que correspondía a las expectativas judías).

Podríamos decir que Jesús es el anti-modelo de rey de los sistemas opresores: no quiere dominar a las demás personas, sino promover, convocar, suscitar, el poder de cada ser humano, de modo que cada una y cada uno de nosotros asumamos responsablemente el peso y el gozo de nuestra libertad.

Uno de los grandes sicólogos del siglo XX, Erich Fromm, plantea, en su libro El miedo a la libertad, que ante la angustia que produce en el ser humano la conciencia de estar separados del resto de la creación, adoptamos dos actitudes igualmente patológicas: dominar a otros, y buscar de quién depender entregándole nuestra libertad. En ambos casos, las personas tratamos de, a través de estos mecanismos, disolver esa barrera que nos separa de las otras personas y del resto del universo. El pecado fundamental del ser humano es, según esto, un pecado de poder mal administrado, mal asumido. Y éste es el origen de todos los demás pecados: la avaricia, que conduce a un orden económico injusto; la soberbia, que nos impide ver con claridad nuestros errores y pecados; la mentira, que nos lleva a manipular o a dejarnos manipular; la lujuria, el sexo utilizado como instrumento de poder para “poseer”, oprimir; el miedo, que nos impide levantarnos y caminar sobre nuestros propios pies.

Enmarañados en estas trampas del poder a que nos conduce nuestro “miedo a la libertad”, cuando un régimen opresor de cualquier signo que sea se nos hace insoportable, buscamos como derrocarlo… para sustituirlo por otro que sin embargo funciona sobre la misma lógica. Esa es la lógica que Jesús desarticula de manera total y radical.

Cuando en Getsemaní acuden los soldados y las turbas “de parte de los sumos sacerdotes y ancianos del pueblo” (Mt 26,47) para prender a Jesús, él no recurre a violencia de ningún tipo. Jesús se niega a ser coronado rey al estilo del “mundo” luego de la multiplicación de los panes y los peces (Jn 6,15). La tentación del poder, entendido al estilo de los sistemas opresores persigue a Jesús desde el desierto hasta la cruz. Y desde el desierto hasta la cruz, Jesús rechaza este modelo, denuncia con toda claridad que procede del diablo, del “príncipe de este mundo”, no cae en sus trampas. El costo de esta resistencia no sólo valiente sino lúcida de Jesús es la muerte.

En la cruz Jesús derrota total y radicalmente al demonio del poder concebido como violencia y opresión por una parte y como dependencia, sumisión y alienación por otra. De este modo que inaugura así un nuevo tipo de relaciones entre las personas y con el universo entero, basadas no en la dominación/dependencia, sino en el respeto mutuo, en la armonía, en la valentía para asumir el peso de la propia libertad responsable.

– En la carta a los Colosenses, Pablo señala cómo a través de Jesús el Cristo (primogénito de todas las criaturas, preexistente y co-creador del universo, cabeza de la iglesia, primicia de la plenitud de la Creación entera) se produce la reconciliación de todos los seres con Dios. Esta y otras expresiones paulinas han dado lugar a interpretaciones erróneas, que consideran que la muerte de Jesucristo en la cruz era el precio que había que pagar para que el Padre, enojado y rencoroso, perdonara a la humanidad pecadora.

Los evangelios nos muestran con claridad por qué y cómo es que Jesús nos reconcilia con el Padre: no por que ese Dios, padre–madre, sea un dios rencoroso, sino porque habíamos perdido el rumbo de la auténtica unidad con Dios y con el universo entero: ésa que no se hace sucumbiendo a nuestro miedo existencia y escudándonos en posiciones de poder (dominante o dependiente) sino superando nuestros miedos, atreviéndonos a presentarnos tal como somos ante Dios, en total pobreza de espíritu, sin escudos protectores que nos impidan ver su rostro.

– Desgraciadamente, ¡cuántas veces en nuestra vida eclesial reproducimos los modelos de “reinado” del mundo, y no los de Dios en Jesucristo! ¡Cuántas veces establecemos relaciones de poder autoritarias en vez de fraternas! ¡Cuántas veces entramos en contubernio con los poderes del sistema, ya sea por acción o por omisión!

El modelo de “reinado” que nos presenta el “Cordero degollado” nos interpela y llama a la conversión. No es necesario ni conveniente subrayar la «realeza» de Jesús si ello conlleva tergiversar su auténtico y efectivo proyecto de vida. Hace daño, sobre todo a los más oprimidos, presentar esa imagen monárquica y principesca de un Jesús que, en verdad, dedicó toda su vida y sus energías a desenmascarar y a luchar contra ese tipo de estructuras. Leer más…

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Dom 20.11.16. Cristo Rey. Allí donde todos son reyes

Domingo, 20 de noviembre de 2016
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imagesDel blog de Xabier Pikaza:

Domingo de Cristo Rey (Lucas 23, 35-43). No es rey el que domina sobre los demás, aunque lo haga bien, sino aquel que no lo hace, que no domina, no se impone, sino que da la vida (deja que se la quiten) para que pueda llegar el paraíso, para otros puedan vivir, para que amanezca el día de la nueva humanidad reconciliada.

Así decimos que Cristo es (será) rey allí donde todos son reyes, no rebajando a los demás, sino elevándolos, para que todos tengan dignidad, compartan la vida, reinen siendo hermanos, amigos, enamorados.

Termina el año litúrgico con la fiesta de Cristo Rey del Universo, termina donde empieza la tarea de los seguidores de Jesús. He venido hablando en este blog del Reino como experiencia de gratuidad, como don y regalo de vida (vida compartida), a partir de los pobres.

Pues bien, Cristo es Rey allí donde todos son reyes, allí donde la vida puede expresarse en forma de encuentro y comunión de amor eterno, sin fin.

Hoy añadimos que sólo es rey aquel que está dispuesto a morir y muere, de algún modo, al servicio de los demás, para que llegue el “paraíso”. Desde ese fondo han contado los evangelios la muerte de Jesús, como triunfo de aquel que ha perdido todo (se ha dejado matar) para que los hombres (todos) puedan ser reyes.

1491589_10153207706228185_6778361563878211790_nSer Rey como Jesús significa renunciar a dominar sobre los demás. Ser Rey es regalar la propia vida para que vivan otros… pudiendo ofrecer de esa manera el paraíso, como el Jesús de Lucas que le dice al “buen” bandido: ¡Hoy estarás conmigo…”.

Esto es el reino, no un paraíso de evasión sino de comunión y perdón universal, no sólo entre enamorados, sino entre todos, porque el perdón es principio y sentido del amor enamorado.

Éste es el día en que se anuncia con más fuerza el Paraíso, que consiste en comenzar a ser como Jesús, regalando y compartiendo la vida.

Hoy nos cuesta decir que Jesús es Rey, porque vivimos en un mundo de reyes de mentida, de engaños políticos, de opresiones. Por eso sería bueno empezar diciendo que Jesús es Rey para que nadie pueda reinar sobre los otros con opresión y mentida.

Buen día de Jesús que es rey porque renunció a dominar a los demás.

El texto

Los relatos de la muerte de la muerte de Jesús en los evangelios siguen perspectivas diferentes.

Marcos y Mateo destacan más el drama abismal de la muerte del Cristo (Dios mío, Dios mío ¿por qué me has abandonado?).

Lucas y Juan han elaborado una catequesis de la muerte de Jesús como triunfo del Cristo, que reina ya desde la Cruz (Juan) o que culmina allí su camino de recreación del paraíso, es decir, de creación de la humanidad reconciliada. Aquí quiero presentar y comentar brevemente el relato de Lucas (Lc 23, 35-43), distinguiendo sus seis elementos:

1. (Sacerdotes). En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
2. (Soldados). Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.”
3. (La sentencia oficial). Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: Éste es el rey de los judíos.
4 (Un malhechor) Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo: ¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
5. (Otro malhechor) .Pero el otro lo increpaba: ¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibirnos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada. Y decía: Jesús, acuérdate de mí cuando llegues en tu reino.
6. (Paraíso) Jesús le respondió: Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.

1. Sacerdotes.

En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo: A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.

El texto les llama los “arkhontes”, es decir, los que tienen la “arkhe” o principado religioso y social, la primacía. Son por el contexto y por su palabra los grandes sacerdotes que han condenado a Jesús. Conforme a una visión teológica y simbólica normal de aquel momento aparece como “arkhontes malos”, ángeles perversos, rectores del orden religioso manipulado por el Diablo. Ellos son los que tienen la autoridad para decir quién es el Mesías de Dios, el Elegido… y deciden que Jesús no lo es, porque se deja matar en vez de “salvarse” a sí mismo. En el fondo, piensan que el elegido de Dios tiene ser un “egoísta”, alguien que se salva a sí mismo, siendo capaz de matar a los otros para ello: ¡matar a los que le matan y así vengarse!

Son profesionales de la violencia (son los que sacrifican…), profesionales de la victoria de Dios. Quieren vencer siempre, mantenerse por arriba: su Cristo es el vencedor de Dios y de esa forman quieren vencer ellos. Se creen superiores y, de esa forma, se ríen de los derrotados y vencidos. De esa forma, al burlarse de los caídos, muestran su maldad y su miseria. Piden al Cristo que les haga vencer, son funcionarios de la muerte: son arkhontes del diablo, perversión suprema de la humanidad. ((Nota: no se hagan fáciles comparaciones con los arkhontes de las religiones actuales ¿…?)).

2. Soldados

Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo: “Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.

Son los “stratiôtai”, los estrategas de la violencia oficial del imperio, que quiere dominar sobre la tierra con las armas. Son los representantes del Imperio Romano y se unen también a los “arkhontes” de la religión, pero sólo de un modo parcial… Es como si ellos no entraran del todo en el juego… Por eso, ellos dicen desde fuera “si eres Rey de los judíos”… Los arkhontes hablaban en lenguaje más religioso del “Mesías de Dios, del Elegido”. Los soldados hablan de un “rey de los judíos”. Ellos están al servicio del César, que es rey de Roma, no pueden aceptar otros reyes, por eso les han encargado que maten a éste y lo hacen… Pero tienen cierta compasión y, en medio de la burla, le ofrecen “vinagre” para calmar su sed (y quizá para adormecerle, aunque no es claro). Leer más…

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Cristo Rey: Reinaré en esta casa, reinaré en el mundo

Domingo, 20 de noviembre de 2016
Comentarios desactivados en Cristo Rey: Reinaré en esta casa, reinaré en el mundo

15032717_685838261593369_7808546997212423734_nDel blog de Xabier Pikaza:

Varias veces he tratado del tema, y hoy vuelvo para comentar las tentaciones de Jesús , que son básicamente las del Reino (que él rechazó).

Pero más que las tentaciones de Jesús y de su reino en el pasado me interesan las tentaciones propias del Jesús de la Iglesia actual , pues ella ha podido caer bastantes veces en la tentación del Reino, en contra de Jesús (como ponía de relieve, de forma emocionada y profética, el Cardenal Y. Congar en varios de sus libros y memorias, que cito en mi Historia de Jesús).

El tema del Reino de Jesús (¡y de la Iglesia!) está lleno de imágenes y proyecciones políticas, que vienen desde Constantino hasta los vencedores de la guerra española del 1936-1938 (imagen) y Guerrilleros de Cristo Rey, de infeliz memoria en nuestra tierra.

Es un tema que no se encuentra aún resuelto, pues muchos quieren seguir teniendo una Iglesia entendida como Reino (¡dictadura!) sobre las conciencias, no en sentido puramente político, pero sí de imposición social

No quiero tratar de Cristo Rey arriba (en el puro cielo), sino de la tentación de un tipo de Reino en este mundo, un Reino de fondo religioso (falsa ideología) que corre el riesgo de volverse infierno para miles y millones de personas, sin pan, sin verdadera libertad, sin autonomía de conciencia.

En esa línea insisto en el infierno de este mundo, que es el anti-reino, señalando con un adagio latino que ubi Diabolus ibi et Infernus, esto es, donde está el Diablo, aquello es infierno. Ofrezco una reflexión tomada de un documento clásico de Dostoievsky, pero adaptándolo y aplicándolo a nuestras circunstancias económicas, sociales e intelectuales, desde la perspectiva de las tentaciones de Jesús.

historia-de-jesusDel infierno en el mundo trata el relato de las tentaciones de Jesús, que trazan con tona nitidez un programa de anti-reino (esto es, de Diablo), no de Reino, en este tiempo duro en el que entramos, inquietados muchos de nosotros por el efecto Trump, pero olvidando quizá que gran parte de los gobernantes de hecho son como Trump, pero con careta, incluso peores que él.

Buscamos el Reino del Pan (¡nuestro pan, nuestro capital!), hablando de votos y de democracia, pero con gobiernos al servicio de los poderosos (es decir, del mismo capital), inventando para ello una ideología del progreso y de la seguridad de fondo falsamente religioso, apelando incluso a las Iglesias.Así lo mostraré en las reflexiones que siguen, que no tratan de política en sí, sino de evangelio y de iglesia.

El problema, a mi juicio, no está en cambiar el gobierno (aunque unos gobiernos pueden ser mejores que otros), sino en cambiar los principios y estructuras de la vida humana, empezando por el pan/economía (al servicio de todos), y siguiendo por el poder político (que no ha de ser un arte de dominio, sino de comunicación en libertad), para culminar en la ideología, que es el pensamiento (religión) como experiencia de libertad compartida, en gratuidad.

Quiero con estas reflexiones, quizá intempestivas, trazar el sentido de este día de Cristo-Rey, superando las tentaciones de un reino diabólico. Buen día de Cristo Rey a todos a todos.

Imagen 1. Ingenua (y falsa) propaganda de la posguerra española… Digo ingenua, porque la situación actual es más pervera ¿Se podría hoy poner un letrero: Reinaré en el Capital, reinaré en el mundo?
Imagen 2. Portada/puerta de mi libro sobre Jesús, de donde he tomado las reflexiones de esta postal, en una línea de comunión económica, comunicación social y libertad de conciencia, iluminada por la verdad.

Introducción. Texto de Marcos

Quiero así citar, como si fuera comienzo de Cuaresma (más que día de Cristo-Rey), el texto de las tentaciones de Jesús. Los investigadores saben, desde antiguo, que no se trata de un dato histórico, que deba tomarse al pie de la letra, como algo que pasó a Jesús en un sentido externo. Pero, en un plano más profundo, ellas pertenecen a la historia del despliegue de la conciencia de Jesús y de su identidad mesiánica, como lo han mostrado as dos “fuentes” básicas de su vida: el evangelio de Marcos y el texto Q, transmitido por Lucas y Mateo. El texto de Marcos dice así:

images

En seguida, el Espíritu le impulsó al desierto,
y estuvo en el desierto cuarenta días,
siendo tentado por Satanás. Estaba con las fieras,
y los ángeles le servían (Mc 1, 12.13).

Este relato no quiere narrar un hecho de la historia de Jesús, sino que ofrece una interpretación de conjunto de esa historia, desde la perspectiva de la creación (es el hombre de Gen 2-3) y la constitución del pueblo israelita (es el pueblo de Israel en sus cuarenta años/días de desierto: libros del Éxodo al Deuteronomio). Jesús aparece así como el verdadero Israel (que ha pasado el Mar Rojo: Bautismo), como el hombre verdadero, de manera que su historia es “la historia del hombre”, el comienzo de la nueva humanidad.
En este contexto se dice que “fue tentado por Satán”, en palabra que no alude a un hecho concreto, sino a toda la vida de Jesús, que ha sido una vida de revelación del Espíritu de Dios y de prueba de Satán, la prueba final, la victoria de Dios sobre lo diabólico. En ese contexto se añade que Jesús “estaba con las fieras y los ángeles le servían”, indicando así que su vida es la vida del verdadero Adán-Eva, el nuevo ser humano.

Texto de Mateo y Lucas (Q):

A diferencia de Marcos, la tradición del Q (recogida por Mt 4, 1-11; Lc 4, 1-13) ha desarrollado esa “tentación” de Jesús de una forma mesiánica, en tres tentaciones, que no pueden entenderse tampoco de forma “historicista”, pero que son históricas en el sentido más profundo de la palabra. Ellas trazan el sentido más profundo de la historia de Jesús, mirada desde una perspectiva económica (posesión de bienes), política (control de los medios del poder) e ideológico/religiosa (producción y posesión de ideas):

En aquel tiempo, Jesús fue llevado al desierto por el Espíritu para ser tentado por el diablo. Y después de ayunar cuarenta días con sus cuarenta noches, al fin sintió hambre. El tentador se le acercó y le dijo: Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes. Pero él le contestó, diciendo: Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.

Entonces el diablo lo lleva a la ciudad santa, lo pone en el alero del templo y le dice: Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: Encargará a los ángeles que cuiden de ti, y te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras. Jesús le dijo: También está escrito: No tentarás al Señor, tu Dios.

Después el diablo lo lleva a una montaña altísima y, mostrándole los reinos del mundo y su gloria, le dijo: Todo esto te daré, si te postras y me adoras. Entonces le dijo Jesús: Vete, Satanás, porque está escrito: Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto. Entonces lo dejó el diablo, y se acercaron los ángeles y le servían. (Mt 4, 1-11) .

Contexto

Estas tentaciones ofrecen la visión más luminosa y actual de las exigencias y riesgos sociales del Reino de Jesús. El evangelio no es una evasión idealista, sino un programa de “lucha” contra los poderes diabólicos. Para exponer el sentido de esa lucha escribieron los separados de Qumran su Manual de Guerra (4QM); para darle nuevo contenido han escrito Mt 4 y Lc 4 este espléndido relato que recoge, en el principio de la historia de Jesús, el sentido de conjunto de su obra. Leer más…

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¿Cristo Rey contra Trump? Domingo 34 Ciclo C

Domingo, 20 de noviembre de 2016
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CrucificadoDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre:

El título puede resultar polémico y populista, pero pretende hacer caer en la cuenta de la relación entra la fiesta de Cristo Rey y el momento actual. Cuando Achille Ratti fue elegido Papa en febrero de 1922 y tomó el nombre de Pío XI, tenía la experiencia reciente de la Primera Guerra Mundial y de la Revolución rusa. Pocos meses después, en octubre, Mussolini organizaba la marcha sobre Roma, que llevaría al triunfo del fascismo. Un año más tarde (8 de noviembre de 1923) Hitler intenta un golpe de estado en Munich. Pío XI, alarmado por las tensiones crecientes en Europa y en todo el mundo, piensa que la única y verdadera solución a los problemas de tipo social, político, económico, es atenerse al mensaje del evangelio. Si Cristo fuese el rey de este mundo, muy distintas serían las cosas. Entonces instituyó esta fiesta, aprovechando que en 1925 se cumplían mil seiscientos años del concilio de Nicea, que proclamó la realeza de Cristo al añadir al credo apostólico las palabras: “y su reino no tendrán fin”.

Ha pasado casi un siglo. El lenguaje, como tantas cosas, ha cambiado; las verdades profundas, no. No creo que muchos católicos se animen a decir hoy día que la solución a los problemas que puede plantear el presidente Trump a nivel nacional y mundial sea Cristo Rey. Pero sí debemos estar dispuestos a defender los valores evangélicos del amor al prójimo, especialmente al más necesitado, de reconocernos todos como hermanos, hijos del mismo Padre, de la compasión, la justicia, la paz.

Inicialmente esta fiesta se celebraba el domingo anterior la de Todos los Santos (1 de noviembre). La reforma del Concilio Vaticano II decidió cerrar el año litúrgico con esta festividad, para subrayar la victoria final de Jesús. Las lecturas varían en los tres ciclos y cada año ofrece un aspecto distinto de la realeza de Jesús. ¿Qué une a las dos lecturas principales de hoy? La concepción del rey como salvador en medio de las dificultades.

David, el rey salvador (2 Samuel 5, 1-3)

La primera lectura sólo se comprende recordando los acontecimientos previos. Años atrás, el primer rey israelita, Saúl, ha muerto luchando contra los filisteos. Le ha sucedido un hijo bastante inútil, Isbaal, y el poder se concentra en las manos del general Abner. Pero tensiones internas y externas llevarán al asesinato de Abner y, más tarde, de Isbaal. Las tribus del norte, sin rey ni general, se sienten desconcertadas. Y consideran que la única solución es ofrecerle el trono a David, que ya es rey de Judá desde hace siete años. Y se dirigen a la que entonces era capital de Judá, Hebrón (Jerusalén todavía no había sido conquistada).

En aquellos días, todas las tribus de Israel fueron a Hebrón a ver a David y le dijeron:
‒ Hueso tuyo y carne tuya somos; ya hace tiempo, cuando todavía Saúl era nuestro rey, eras tú quien dirigías las entradas y salidas de Israel. Además el Señor te ha prometido: “Tú serás el pastor de mi pueblo Israel, tú serás el jefe de Israel.”
Todos los ancianos de Israel fueron a Hebrón a ver al rey, y el rey David hizo con ellos un pacto en Hebrón, en presencia del Señor, y ellos ungieron a David como rey de Israel.

Nosotros leemos estas palabras sin darle especial importancia. Pero el que los del norte vengan a buscar la salvación en el rey del sur era entonces algo inaudito, que sólo se explica por la necesidad urgente de un rey que los salve.

Jesús, el rey incapaz de salvar (Lucas 23, 35-43)

Los contemporáneos de Jesús también esperaban un rey con capacidad de salvar. La lectura del evangelio de lo deja muy claro. Las autoridades, los soldados, uno de los malhechores crucificado con Jesús, lo repiten hasta la saciedad. Pronuncian los mayores títulos: Mesías de Dios, Elegido, rey de los judíos, Mesías. Pero sólo están dispuestos a aplicárselos a Jesús si se salva a sí mismo, o, como dice el otro crucificado, «sálvate a ti mismo y a nosotros». La sorpresa aparece al final, en la petición del buen ladrón.

En aquel tiempo, las autoridades hacían muecas a Jesús, diciendo:
A otros ha salvado; que se salve a sí mismo, si él es el Mesías de Dios, el Elegido.
Se burlaban de él también los soldados, ofreciéndole vinagre y diciendo:
Si eres tú el rey de los judíos, sálvate a ti mismo.
Había encima un letrero en escritura griega, latina y hebrea: «Éste es el rey de los judíos.»
Uno de los malhechores crucificados lo insultaba, diciendo:
¿No eres tú el Mesías? Sálvate a ti mismo y a nosotros.
Pero el otro lo increpaba:
¿Ni siquiera temes tú a Dios, estando en el mismo suplicio? Y lo nuestro es justo, porque recibimos el pago de lo que hicimos; en cambio, éste no ha faltado en nada.
Y decía:
Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino.
Jesús le respondió:
Te lo aseguro: hoy estarás conmigo en el paraíso.

El evangelio de san Juan pone en boca de Jesús, durante el juicio ante Pilato, las palabras: «Mi reino no es de este mundo». Y eso mismo dice aquí, no Jesús, sino el que conocemos como «el buen ladrón». El reino de Jesús no se realiza en este mundo, no es aquí donde realizará obras portentosas para que la gente lo acepte como rey. Su reino se encuentra en una dimensión distinta, en la que entrará a través de la muerte. Por eso, el buen ladrón no pide que lo salve. Sólo pide un recuerdo: «acuérdate de mí».

A lo largo de su vida, Jesús escuchó muchas peticiones: de leprosos que deseaban ser curados, de ciegos y cojos, de padres de niños difuntos, de discípulos asustados por la tormenta… Pero esta resulta la petición más bella y más sencilla: «Jesús, acuérdate de mí». El buen ladrón pide muy poco. Pero hace falta una fe profundísima para creer que ese ajusticiado, al que todos rechazan y del que todos se burlan, dentro de poco será rey, y que un simple recuerdo suyo puede traer la felicidad. Así ocurre en la promesa que Jesús le hace: «hoy estarás conmigo en el paraíso».

«Acuérdate de mí» y «estarás conmigo» son las dos caras de una misma moneda, de la intimidad plena entre el rey y su súbdito, más satisfactoria que todas las prebendas y beneficios mundanos que regalan otros reyes.

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Último Domingo del Tiempo Ordinario, Jesucristo Rey del Universo. 20 noviembre, 2016

Domingo, 20 de noviembre de 2016
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“Habían puesto sobre su cabeza una inscripción, que decía:

Este es el rey de los judíos.”

(Lc 23, 25-38)

Un rey crucificado ya es lacerante, pero un Dios crucificado… si se piensa despacio, olvidando que ya nos hemos acostumbrado a ver crucifijos de todos los tamaños, estilos y materiales. Olvidando que es una imagen que muchas veces ya no nos estremece. Entonces hacer el esfuerzo de ver en Jesús a Dios ocupando el último lugar, el último de los últimos, ese que nadie nunca querría ocupar. El lugar de los delincuentes, de los blasfemos, de los pecadores, de los marginados…

Pues así, todo junto y bien mezclado, nos da una imagen muy aproximada del estilo de rey que quiere ser nuestro Dios cristiano.

No, la realeza de Dios, ya lo decía Jesús (Jn 18, 36), no tiene nada que ver con la realeza de este mundo.

Nosotros hoy, como en tiempos de Jesús los judíos, soñamos, deseamos, anhelamos, un Dios, un Mesías, un Salvador a lo grande: fuerte, invencible, poderoso. Muy al estilo de los grandes héroes. Sí, así nos gustaría.

Así  lo representamos: estatuas monumentales, ricas tallas, frescos donde Jesús es un pantocrátor en majestad, como los reyes de todos los tiempos: con corona, dignos ropajes, oro y por supuesto poder, mucho poder. ¡Todo el poder!

Pero da igual, Dios en Jesús, se empeña en ser “como uno de tantos”, se pone a la fila de los pecadores, se deja acariciar los pies por mujeres de mala fama, se mezcla con la chusma y también con los ricos corrompidos, pero siempre vestido de “paisano” y sin bolsa en la cintura. Se nos escapa del Templo y corretea por las calles, los caminos y los campos.

Le interesan, siempre le han interesado, las ovejas descarriadas, las monedas perdidas, lo que no tiene solución, el desecho social, tanto por arriba como por abajo…

Nuestro rey Jesús es el que se deja ajusticiar, ridiculizar, abofetear y escupir. Y se presenta desgarrado, sangrante y desnudo, cavado en una cruz, torturado. Ese es el camino que lleva al reino, a la realeza de Cristo.

Oración

“Mi corazón no es ambicioso,

ni mis ojos altaneros,

no pretendo grandezas

que superan mi capacidad.”

(Salmo 131)

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Fuente Monasterio de Monjas Trinitarias de Suesa

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Jesús quiso que reinara el Amor

Domingo, 20 de noviembre de 2016
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1c2744_7993Lc 23, 35-43

El último domingo del año litúrgico se dedica a Jesús. Toda la liturgia tiene como principio y como fin al mismo Jesús. Comienza en Adviento con la preparación a su nacimiento, y termina con la fiesta que estamos celebrando como culminación más allá de su vida terrena. Como todo ser humano nació como un proyecto que se fue realizando durante toda su vida y que culminó con la plenitud de ser que expresamos con el título de Rey. Pero Jesús respondió a Pilato que su Reino no era de este mundo. Pues a pesar de ello, nosotros no estamos de acuerdo con lo que dijo Jesús y le proclamamos Rey del universo. Claro, nosotros sabemos mucho mejor, lo que es y lo que no es Jesús.

Con el evangelio en la mano, ¿podemos seguir hablando de “Jesús rey del universo”? Un Jesús que luchó contra toda clase de poder; que rechazó como tentación, la oferta de poseer todos los reinos del mundo. Un Jesús que dijo: Si no os hacéis como niños no entraréis en el Reino de Dios. Un Jesús que invitó a sus seguidores a no someterse a nadie. Un Jesús que dijo que no venía a ser servido, sino a servir. Un Jesús que dijo a los Zebedeo: “El que quiera ser grande que sea el servidor, y el que quiera ser primero que sea el último”. Un Jesús que, cuando querían hacerlo rey, se escabulló y se marchó a la montaña; por cierto, con gran cabreo de los apóstoles que se fueron en la barca sin esperarlo. Podíamos hacer más referencias, pero creo que está claro lo que quiero decir.

La palabra Rey, Padre, Hijo, Mesías, Pastor, tienen gran riqueza de significados simbólicos, tanto en el AT como en el Nuevo. Todas están relacionadas entre sí y no se puede entender separando unas de otras. La idea de un “rey”, en Israel, fue más bien tardía. Mientras fueron un pueblo nómada no tenía sentido pensar en un rey, ni siquiera sabían lo que era. Solo cuando llegaron a Canán y se establecieron en las ciudades conquistadas, sintieron la necesidad de copiar sus estructuras sociales y le pidieron a Dios un rey. Esa petición de un rey, fue interpretada por los profetas como una apostasía, porque para el pueblo judío, el único rey debía ser Yahvé.

Encontraron la solución convirtiendo al rey en un representante de Dios. Para erigir a una persona como rey, se le ungía. Es lo que significa exactamente Mesías (Ungido). La unción le capacitaba para una misión: conducir al pueblo en nombre de Dios. De ahí que desde ese momento se le llamara hijo de Dios. Lo propio de un hijo es actuar como el padre, en lugar del padre. También se le llamaba padre del pueblo y pastor del pueblo. Lo mismo que Dios era padre y pastor para su pueblo, el que era elegido como rey era ungido, hijo, pastor y padre. Los primeros cristianos utilizaron todas estas palabras para referirse a Jesús y nosotros podemos seguir utilizándolas como símbolos.

Una clave para entender la fiesta de hoy la podemos encontrar en el mismo evangelio que acabamos de leer. En primer lugar, el letrero que Pilato puso sobre la cruz, era una manera de mofarse, no de Jesús, sino de las autoridades judías que se lo habían entregado. Es curioso que nosotros hayamos ampliado el ámbito de su realeza a todo el universo. ¿Para escarnio de quien? Los soldados también le colocaron una corona y un cetro para reírse de él. ¿Creéis que Jesús se hubiera encontrado más cómodo con una corona de oro y brillantes y con un cetro cuajado de piedras preciosas? Por desgracia él no está presente para poder protestar por la tergiversación que supone la farsa.

Las autoridades, el pueblo, uno de los ladrones, le piden que se salve; pero Jesús no bajó de la cruz. Desde el bautismo hasta la cruz, le acompaña la tentación de poder. Jesús se salvó de esa tentación, pero no como esperaban los que estaban a su alrededor. Hoy seguimos esperando, para él y para nosotros, la salvación que se negó a realizar. Nos negamos a admitir que nuestra salvación pueda consistir en dejarnos aniquilar por los que nos odian. La plenitud del hombre es el servicio hasta la muerte. Si seguimos esperando la salvación externa, de seguridad, de poder o de gloria, quedaremos decepcionados como ellos. Jesús será Rey del Universo, cuando la paz y el amor reinen en todos los rincones de la tierra. Cuando todos seamos testigos de la verdad.

Sin embargo, el centro de la predicación y actuación de Jesús fue el Reino de Dios”. Nunca se predicó a sí mismo ni revindicó nada para él. Todo lo que hizo y todo lo que dijo, hacía siempre referencia a Dios. El Reino de Dios es una realidad que no hace referencia a un rey. Ni Dios ni Jesús pueden hacer nada por implantar su Reino al margen de nuestra actuación. Somos nosotros los que tenemos que hacerlo presente aquí y ahora, como Jesús lo hizo presente mientras vivió entre nosotros. Jesús de Nazaret se identificó de tal manera con ese Reino, que pudo decir: “quien me ve a mí, ve a mi Padre”. Esto no lo decía como segunda persona de la Trinidad, sino como ser humano que había llegado a la experiencia fundamental y había descubierto que su auténtico ser y Dios eran uno.

Los cristianos descubrieron esta identificación, y pronto pasaron de aceptar la predicación de Jesús a predicarle a él. Surge entonces la magia de un nombre, Jesucristo (Jesús el Cristo, el Ungido). El soporte humano de esta nueva figura queda determinado por la cualidad de Ungido, Mesías. El adjetivo (ungido) queda sustantivado (Cristo). Lo determinante y esencial es que es Ungido. Lo que Jesús manifiesta de Dios, es más importante que el sustrato humano en el que se manifiesta lo divino. Pero debemos tener siempre muy claro que los dos aspectos son inseparables. No puede haber un Jesús que no sea Ungido, pero tampoco puede haber un “Ungido” sin un ser humano, Jesús.

Cristo no es exactamente Jesús de Nazaret, sino la impronta de Dios en ese Jesús. El Reino que es Dios, es el Reino que se manifiesta en Jesús. Para poder aplicar a Jesús ese título, debemos despojarlo de toda connotación de poder, fuerza o dominación. Jesús condenó toda clase de poder. Pero no solo condenó al que somete; condenó con la misma rotundidad al que se deja someter. Este aspecto lo olvidamos y nos conformamos con acusar a los que dominan. No hay opresor sin oprimido. El reinado de Cristo es un reino sin rey, donde todos sirven y todos son servidos. Cuando decimos: reina la paz, no queremos decir que la paz tenga un reino sino que la paz se hace presente en ese ámbito.

Jesús quiere seres humanos completos, que sean reyes, es decir, libres. Jesús quiere seres humanos ungidos por el Espíritu de Dios, que sean capaces de manifestar lo divino a través de su humanidad. Tanto el que esclaviza como el que se deja esclavizar, deja de ser humano y se aleja de lo divino. El que se deja esclavizar es siempre opresor en potencia, no se sometería si no estuviera dispuesto a someter. Entre todas las opresiones posibles la religiosa es más inhumana porque es capaz de llegar a lo más profundo del ser y oprimirle radicalmente. Emplear términos militares, como “guerrilleros de Cristo”, “cruzados de Cristo”, para designar personas o asociaciones que pretenden estar vinculadas a Jesús, es muestra de la más burda tergiversación del evangelio.

En el padrenuestro, decimos: “Venga tu Reino”, expresando el deseo de que cada uno de nosotros hagamos presente a Dios como lo hizo Jesús. Y todos sabemos perfectamente como actuó Jesús: desde el amor, la comprensión, la tolerancia, el servicio. Todo lo demás es palabrería. Ni programaciones ni doctrina, ni ritos, sirven para nada si no entramos en la dinámica del Reino. Jesús quiere que todos seamos reyes, es decir que no nos dejemos esclavizar por nada ni por nadie. Cuando responde a Pilato, no dice “soy el rey”, sino soy rey. Con ello está demostrando que no es el único, que cualquiera puede descubrir su verdadero ser y actuar según esa exigencia.

Meditación-contemplación

“No es de este mundo”, no quiere decir que es un reino para el más allá.
Quiere decir que no es un reino como los que conocemos aquí.
El reinado de Jesús, es el reinado de Dios.
Es el reinado del amor, del servicio, de la entrega total.
……………….

Cristo es rey porque es Señor de sí mismo.
Lo que hay de Dios en él, gobierna todo su ser.
Nada de lo que él es, queda fuera de la influencia divina.
De esa manera, estás llamado a ser tú mismo, rey.
……………..

Jesús le dice a Pilato: Yo he venido para ser testigo de la Verdad.
Porque es Verdad, porque es auténtico, es Rey de sí mismo.
En él la parte espiritual reina sobre la psicológica y biológica.
Ahí tienes la manera de llegar a ser REY.
……………….

 

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Jesús, Rey del Universo

Domingo, 20 de noviembre de 2016
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amar-al-projimoEl amor es una escala inmensa que comienza sobre la tierra y termina en los cielos (Jacques Offenbach)

20 de noviembre, domingo XXXIV del TO

Lc 23, 35-43

Jesús, cuando llegues a tu reino acuérdate de mí

En la Carta Encíclica Quas primas en la que Pío XI nombra Rey a Jesús en diciembre de 1925 el Papa justifica esta nominación diciendo que él es, en efecto, la fuente del bien público y privado. Y para ello no tiene reparo en recurrir al NT, que en Hch 4, 12 dice que: “Ningún otro proporciona la salvación; no hay otro nombre bajo el cielo concedido a los hombres que pueda salvarnos”.

Quizás, de todos los títulos otorgados por la Iglesia a quien en el Cenáculo lavó y secó los pies a los discípulos (Jn 13, 5), sea éste de rey el más desafortunado. Juan se lo atribuyó en tres ocasiones en el Apocalipsis: “El Señor de los reyes del mundo” (Ap 1, 15); “Lucharán contra el Cordero, pero el Cordero los derrotará, porque es señor de señores y rey de reyes” (Ap 17, 14); “En el manto y sobre el muslo lleva escrito un título: Rey de reyes y Señor de señores” (Ap 19, 36).

En su obra De los Nombres de Cristo, el agustino Fray Luis de León (127-1591) le atribuye doce principales. El octavo es el de Rey de Dios, del que dice que es así llamado por las cualidades que puso en él para este oficio.

A mí me gustaría que este reino no fuera el de los Señores de la Guerra chinos sino un cuartel general, obra del amor incondicional, de solidaridad y construcción de la armonía entre los seres. Un país como el cantado por los protagonistas de La vie parisienne, de Jacques Offenbach donde uno quisiera vivir eternamente. Y un París donde la alegría le roba a uno el aliento, y en el que “¡Se balbucearán canciones, se darán y robarán besos!”

En el brillante Dúo del amor, el barón sueco y Pauline –un noble y una corista- “El amor es una escala inmensa que comienza sobre la tierra y termina en los cielos”. En conclusión, un reino bien distinto del que proponía el jefe de prisiones Milton Wardee (Burt Lancaster) al soldado Robert Prewitt (Montgomery Clif) en la película estadounidense De aquí a la eternidad, dirigida por Fred Zinnemann: “Un hombre puede tener convicciones y obedecerlas, pero no aquí; en el ejército sólo se puede obedecer”.

La controvertida política catalana Pilar Rahola, declarada no creyente, nos sorprende en esta ocasión con su Pregón del Domund: La Patria del Corazón, pronunciado en la Sagrada Familia de Barcelona el pasado 15 de octubre. “Estoy aquí, dice, porque he recibido el inmerecido honor de ser la pregonera de un grandioso acto de amor que, en nombre de Dios, nos permite creer en el ser humano”. Con estas palabras empieza su pregón, y lo termina con estas otras: “…gracias, mil gracias, por creer en un Dios de luz, que nos ilumina a todos”. Gracias a ti, estimada Pilar, por darle al Reino de Jesús este sugerente sentido de Patria del Corazón.

Ahora solamente esperamos irnos todos juntos con el sol, el viento, el corzo, el abedul y el ágata, al Banquete del Reino. También con Dimas, el buen ladrón, que se lo pidió a Jesús con tanta fuerza. ¡Y cómo no, también con Gestas!

DIÁLOGO DEL SOL Y EL VIENTO

-“Soy la Palabra en Espíritu fundida,
que aliento y vida proporciona”, dijo el viento.

-“Soy Calor que hace crecer la vida,
y soy la luz que la ilumina”, dijo el sol.

Y repitieron su esclerótica monodia
hasta que el sol se puso y cesó el viento.

Volvió el amanecer, y el corzo, el abedul y el ágata
en matrimonio exprés se unieron en protesta.

-“No sois más que nosotros”, respondieron.
Con el alborear se renovó el diálogo.

Y el sol, el viento, el corzo, el abedul y el ágata,
se fueron todos juntos… ¡al Banquete del Reino!

(EN HIERRO Y EN PALABRAS. Ediciones Feadulta)

Vicente Martínez

Fuente Fe Adulta

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Paradojas

Domingo, 20 de noviembre de 2016
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barth-buen-ladron“Jesús, dándose cuenta de que pensaban venir para llevárselo y proclamarlo rey, se retiró de nuevo al monte, él solo” (Jn 6,15). Qué poco hemos aprendido de ese gesto de huída y de qué poco le sirvió a él realizarlo: cargados de buena voluntad e incapaces de encajar el rechazo del Maestro hacia todo lo que tiene que ver con honores y pompas tal como nosotros las imaginamos, celebramos la solemnidad de Jesucristo REY DEL UNIVERSO evitando, milagrosamente, añadirle el título de EMPERADOR como quizá algunos hubieran deseado.

Afortunadamente el Evangelio está ahí, como una barrera inexpugnable que obliga a detenerse a todo aquello que suena a triunfo mundano, ostentación, oropeles o coronas, y por eso la liturgia de hoy se convierte en una gran paradoja. Según el diccionario, “idea extraña y opuesta a la opinión común; dicho o hecho que parece contrario a la lógica; figura de pensamiento que emplea expresiones aparentemente contradictorias”. Y nada tan contradictorio como contemplar al Rey en una cruz, coronado de espinas y cargando con un título de burla que aludía al ridículo de su falsa realeza.

Pero la incongruencia absoluta nos espera al final de la escena: aquel hombre impotente que agonizaba promete el paraíso a otro ajusticiado colgado a su derecha que se había dirigido así a él: “Jesús, acuérdate de mí cuando llegues a tu reino”.

Es el único personaje de todo el Evangelio que se dirige a Jesús llamándole sencillamente por su nombre, sin añadir ningún otro título como SeñorMaestroHijo de David o Mesías. Sin saberlo, estaba acertando con lo que el hombre crucificado al que invocaba había venido a hacer: aproximarse, acortar distancias, vivir entre nosotros como uno de tantos, entregarnos su nombre y su amistad, compartir nuestro desvalimiento, estar tan cerca como para escuchar el susurro de aquel hombre sin aliento que moría a su lado .

Y en eso consistió, paradójicamente, su gloria, su realeza y su triunfo.

Dolores Aleixandre RSCJ

Fuente Fe Adulta

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