Batalla interior
Mi Dios, en mi se enfrentan dos hombres en cruenta batalla.
Uno, lleno de amor; seguirle fielmente ansía.
Mas el otro, rebelde a tu deseo, contra la ley estalla.
El primero siempre vuelto al cielo me dispone,
inclinado a los bienes eternos,
de los terrenales despreocupado.
El segundo me curva hacia la tierra con su funesto peso.
Infeliz, si conmigo peleo, ¿cuando alcanzaré la paz?
Quiero el bien, lo sé, y no lo hago. Lo quiero, y he aquí la miseria,
aquello que amo no lo hago, y el mal que no amo si lo hago, ¿qué horror!
¡Oh gracia, resplandor salvador ven y ponme de acuerdo!
Domina con tu dulzura a este hombre que tanto te contraría.
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J. Racine,
Preghiere de l’umanita,
Brescia l993, 46
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Dijo Jesús a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo:
–“¿Qué os parece? Un hombre tenía dos hijos. Se acercó al primero y le dijo; Anda, hijo, ve a trabajar hoy en la viña”.
El respondió; “No quiero”. Pero después se arrepintió y fue.
Luego se acercó al segundo y le dijo lo mismo. El respondió: “Voy, señor”. Pero no fue.
¿Cuál de los dos cumplió la voluntad de su padre?”
Le contestaron:
–“El primero”.
Entonces Jesús les dijo:
– “Os aseguro que los publicanos y las prostitutas entrarán antes que vosotros en el Reino de Dios.
Porque vino Juan a mostraros el camino de la salvación y no le creísteis; en cambio, los publicanos y las prostitutas le creyeron. Y vosotros, a pesar de verlo, no os arrepentisteis ni creísteis en él.”
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Mateo 21,28-32
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Concédeme, benignísimo Jesús, tu gracia para que esté conmigo, y obre conmigo, y persevere conmigo hasta el fin.
Dame que desee y quiera siempre lo que te es mas acepto y agradable a ti.
Tu voluntad sea la mía, y mi voluntad siga siempre la tuya y se conforme en todo con ella.
Tenga yo un querer y no querer contigo, y no pueda querer y no querer sino lo que tu quieres y no quieres.
Dame, Señor que muera a todo lo que hay en el mundo, y dame que desee por ti ser despreciado y olvidado en este siglo.
Dame, sobre todo, lo que se puede desean descansar en Ti y aquietar mi corazón en ti.
Tu eres la verdadera paz del corazón, tu el único descanso; fuera de ti todas las cosas son molestas e inquietas.
En esta paz permanente, esto es, en ti, sumo y eterno Bien, dormiré y descansaré. Amen
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Tomas de Kempis,
La imitación de Cristo, III,15,3
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