El instinto del cielo
Del blog À Corps… À Coeur:
Que nos subamos a una barca para una minúscula vuelta al mundo, de un cuarto de hora, el domingo, o que nos quedemos allí veinte minutos, al final del muelle, sentados frente al mar, sentimos entonces en la mirada una especie de resquebrajadura. Por ahí, entra y sale la luz. ¿Por otra parte por qué obstinadamente volveríamos a sentarnos o a marcharnos de aquí, si nada se aferró a este silencio súbito?
Por supuesto, muchas gafas negras y vientres asmáticos … La comedia humana recita con gallos su monótona historia en las terrazas de los cafés y en los bancos del parque por todas partes. Pero el azul obstinado del cielo y del mar vigila este gran desastre, lanzando aquí y allí espuma, señales, pequeñas nubes blancas que llegan a salvar bastantes parcelas de belleza, en bastantes miradas desviadas un instante, para que este decorado se mantenga, por lo menos hasta el próximo verano .
¿Que hará de su vida aquel que no aprendió a permanecer solo consigo? ¿ Qué tipo de sonido devolverá, si la música despierta en él sólo un vago estremecimiento ? ¿Qué inteligencia, si no se le plantea ninguna pregunta? ¿Qué signo sabrá trazar, si no le gusta ni la lengua ni la tierra? ¿Qué palabra si no conoce nada del silencio? ¿Qué llave si no tiene ninguna puerta para abrir?
¿Será para siempre el esclavo de todo lo que se agita alrededor de él? ¿Una embriaguez de imágenes y de ruidos? ¿ La modorra de una verbena? ¿ Una lista de compras que hay que despachar? ¿Una laguna, un olvido? ¿Jugar al escondite? ¿ Una vuelta? ¿Un mal papel? ¿Hipos y espasmos? ¿Cólicos? ¿Abrazos? ¿Volteretas? ¿Que hará de su vida quien no espera ningún fragmento de inmortalidad?
¡Dejad pues pasar a aquellos que van a morir!
Giran como pueden el volante de su vida, cuando no son llevados acostados, con máscara y tubos, en pequeños camiones blancos con cruz azul. Tocan el claxon, se ponen nerviosos, se asfixian en una niebla espesa de gasolina. Corren sobre las aceras. Sueñan sólo con marchar más rápidamente. ¿Hacia qué, hacia quién? Se han hecho una vida que ni los perros querrían. No viven en ninguna parte. El mundo acaba de terminar sin que se dieran cuenta. ¿Dónde está su cielo? Las cosas, por supuesto, están en su sitio. Los relojes giran en el buen sentido. Incluso quedan algunos lugares donde todavía brota su agua, y áreas enteras de esta tierra donde la Historia no ha comenzado todavía. Pero aquí no queda nada más, excepto algunos fragmentos por encima de los humos, a veces en la cabeza un trapo azul, una mirada, una rostro cruzado, el compartir furtivo de este defecto y esta ausencia … Voz quizá, o tocar apenas, como un poco de tinta a destiempo vertida sobre el papel, o como una mano una última vez puesta sobre un hombro.
*
Jean Michel Maulpoix, en “El instinto del cielo“
***
Comentarios recientes