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“El nuevo cuento de Cristina”, por Ramón Martínez

Martes, 29 de septiembre de 2015
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218840Un esclarecedor artículo que publica en Cáscara Amarga:

Érase una vez, hace apenas unos meses en un reino muy, muy cercano, que se prometió celebrar una gran fiesta cuando la Asamblea de Madrid, con motivo del Orgullo LGTB, realizó una declaración institucional en la que se comprometía a legislar para proteger los derechos de lesbianas, gais, bisexuales y transexuales. Poco después una de las princesas de aquella tierra, Carla Antonelli, publicó un edicto donde se ofrecía a organizar el gran evento, invitando a todos los grandes señores del reino, pero también a todos los ciudadanos y ciudadanas, desde el más notable al más plebeyo; y así todos los partidos políticos y todas las entidades sociales que trabajan en defensa de las personas LGTB recibieron con gusto la noticia, pues para esa ocasión no era otra sino Carla la que mejor sabría conseguir que todos y todas tuvieran su papel en el baile. Pero cuando la Reina Popular de aquella tierra, Cristina Cifuentes, tuvo que dar respuesta, con una fría sonrisa sólo dijo que lo pensaría… ¿Cómo se atrevía una princesa cualquiera a hacerle sombra? ¿La misma princesita de la que solía reírse en programas de televisión, cuando algunos comentaristas hacían comentarios jocosos de sus cualidades, trataba ahora de disputarle el título de la más bella?

gallardon_bodaNo estaba dispuesta a consentirlo, así que dio aviso a sus gatos con botas, esos mininos mágicos que se esfuerzan en conseguir para su amo cuantas prebendas sea posible y que en la política se llaman asesores. Javier Gómez, miembro de la junta de Transexualia a pesar de no ser trans -cisexual, se dice-, y Manuel Ródenas, abogado del Programa LGTB de la Comunidad de Madrid, casados por el mismísimo Ruiz Gallardón, de los que hablé hace tiempo al analizar cómo el Partido Popular madrileño conseguía limpiar su imagen tras llevar a cabo políticas contrarias a nuestros derechos, corrieron con sus vestidos de hada madrina a socorrer a la Reina. “Organiza tú misma el baile”, le dijeron, “nosotros nos encargamos de lo demás”.

Mientras tanto nuestra Carla, que ignoraba hasta qué punto había ofendido a su majestad Cifuentes, trabajó y trabajó para que en la fiesta legislativa que estaba preparando todo el mundo tuviera su espacio. Podemos y Ciudadanos, que habían heredado sus títulos y espacios políticos de las difuntas Izquierda Unida y UPyD, corrieron rápidos a colaborar con la princesa Antonelli para organizar el evento, y todos y cada uno de los colectivos sociales se dieron cita, pensando ya en la cantidad de derechos que conseguirían cuando se hiciera realidad esa ley tan esperada. Pero, ¡ay!, que entre tantos y tantas que se congregaron en la reunión primera estaba uno de los gatos con botas de la Reina, disfrazado de ancianita, para llevarse el borrador de la ley y poder ofrecer a su señora los secretos que se escondían en el programa del festejo. Quiso imitar a Robin Cis, el célebre bandido que robaba leyes a las personas trans para dárselas a las personas cis y luego vendérselas de nuevo a los transexuales de Madrid, y le salió bastante mal.

Los dos mininos le habían ya recomendado a la reina Cifuentes convocar ella misma su propio baile, y así es cómo se le ocurrió afirmar que andaba preparando ella misma su propia Ley Trans. Pero tenían grandes problemas para llevar a cabo su tarea estas dos hadas del Partido Popular, porque tenían que conseguir que los harapos sociales con que se viste su Majestad, después de haber votado en contra de reconocer derechos a las personas trans en 2010 y de que su partido tirara por tierra la anterior propuesta de Ley, se convirtieran en un gran vestido de compromiso con las reivindicaciones de los colectivos de personas transexuales de Madrid. Y ahí había otro problema más, porque al hacerse con el primer programa de la fiesta legislativa habían descubierto que una de las claves del evento sería reconocer por fin los derechos de los menores transexuales, y eso no podía consentirlo la Casa Real que gobernaba el Reino de Madrid. Pero la solución les pareció muy sencilla: bastaba con no convocar a la presentación del programa de la fiesta legislativa a aquellos colectivos que más centrados estuvieran en esa cuestión. Por eso cuando llegó el día Manuel Ródenas no invitó a Fundación Daniela y a Chrysallis pero aprovechó para que, entre las pocas propuestas de sus insuficientes leyes sobre transexualidad y contra la discriminación por orientación sexual o identidad de género, todas sirvieran para reforzar la entidad que dirige: el Programa de Atención LGTB de la Comunidad de Madrid. Quedaba claro que el gato con botas había querido organizar la fiesta precisamente para ponerse las botas.

Hay que tener mucho cuidado con los cuentos, porque las leyes que nos ofrece Cristina Cifuentes son como la manzana de Blancanieves: nos harán dormir si mordemos de ellas. Y hay que animar a los colectivos y a los partidos que se comprometen con el cambio social y luchan para sacar adelante leyes llenas de derechos reconocidos, leyes sobre transexualidad elaboradas por personas transexuales, mientras el vestido que los malos asesores diseñan para tratar de engañarnos apenas dura veinticuatro horas y no quedan entonces más que algunas calabazas. Pobre, pobre Cifucienta.

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Homófobos cada vez más jóvenes…

Viernes, 28 de agosto de 2015
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1210-UNESCObullyingLos colectivos homosexuales constatan un repunte de esta violencia en chicos de 16 a 20 años

Sólo se denuncia una de cada cuatro agresiones según el Movimiento contra la Intolerancia

“La educación es clave en la prevención de las agresiones homofóbicas”

Las asociaciones LGTB demandan una ley estatal que les defienda

Alberto Muñoz

“En Barcelona tenemos identificado un grupo de cinco menores que en los últimos meses ha atacado varias veces a homosexuales”, asegura Eugeni Rodríguez, presidente del Observatorio contra la Homofobia de Cataluña (OHC). “Insultan, persiguen, rompen pancartas por la igualdad… han llegado incluso a hacer pintadas en la casa de una persona que vive en un bajo mientras le tiraban excrementos con la nota Maricón de mierda”.

Del insulto y el acoso a la agresión física sólo hay un paso. Y todavía son niños. “El caso está en la Fiscalía de Menores, a la que hemos pedido que nos deje hacer una labor pedagógica con ellos para evitar que dediquen su tiempo libre a acciones homofóbicas”, explica Rodríguez.

Educación en tolerancia, y un compromiso mayor por parte de la Administración, es lo que piden las asociaciones que defienden al colectivo LGTB (Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales).

“La educación es el factor clave en la prevención de las agresiones homofóbicas y evidentemente algo no se está haciendo bien. Debemos recordar que la mayoría de los agresores tiene menos de 30 años”, apunta Rubén López, vocal de Delitos de Odio de Arcópoli.

Según el último estudio publicado por el Ministerio del Interior, en 2014 el perfil del agresor homófobo más extendido era el de hombre español de entre 26 y 40 años. Sin embargo, al menos tres asociaciones del colectivo homosexual coinciden en que en este 2015 están observando un repunte de esta violencia en jóvenes de entre 16 y 20 años. En Cataluña, que es la única comunidad en la que hay un observatorio contra la homofobia, los casos de discriminación en las aulas ya suponen el 8,4% de las denuncias.

El último estudio a nivel estatal sobre jóvenes LGTB, de 2012, refleja que el 57% de los menores de 25 años que componen este colectivo afirman haber sufrido algún tipo de violencia psíquica y/o física. Además, un informe de INJUVE asegura que el 80% de la población joven española reconoce haber sido testigo de agresiones verbales a homosexuales y transexuales, un 40% de situaciones de exclusión y un 20% de violencia física.

“Las nuevas tecnologías, y el mimetismo con la situación de auge de este tipo de delitos que se está viviendo en el resto de Europa, no hacen sino incrementar el problema entre nuestros jóvenes”, denuncia Esteban Ibarra, presidente del Movimiento contra la Intolerancia. “Nuestra legislación es inadecuada, no sirve para atajar el acoso ni el discurso del odio del que nuestros menores se empapan”, añade.

No es únicamente lo que reciben por la red lo que ha propiciado este aumento de la homofobia entre los menores que denuncian las organizaciones. “La Administración establece su perfil de agresor en un rango de edad demasiado alto al no poder reflejar a los más jóvenes por la Ley del Menor”, asegura Ibarra. “Los grupos neonazis, por ejemplo, saben que utilizando a estos chicos sus acciones van a quedar impunes”, denuncia.

El presidente del Movimiento contra la Intolerancia vaticina además un repunte de todas las modalidades de delitos de odio entre los más jóvenes, no sólo homofóbicos. “Un día les llevan a cazar homosexuales, otro pobres, otro inmigrantes… Así es como se educan; más de un padre ha venido a preguntarnos porque estaba preocupado por su hijo de 14 años”, explica.

De los 1.285 delitos de odio que el Ministerio del Interior registró el año pasado, 513 fueron por motivos de orientación o identidad sexual. Esto supuso un aumento del 13,5% respecto a 2013, cuando se produjeron 452 agresiones de este tipo. Y para las asociaciones es sólo la punta del iceberg.

El Movimiento contra la Intolerancia asegura que sólo se denuncian el 25% de las agresiones homófobas y transófobas. “Las víctimas del colectivo LGTB siguen sin denunciar por miedo a acudir a la Policía, a las represalias, a quedar señaladas… miedo a asumir que hoy en día te han pegado por maricón“, explica López. “Algunos ni siquiera quieren hablar con las asociaciones por lo que pueda pasarles”.

Un problema de visibilidad y concienciación que para las organizaciones LGTB tiene dos formas claras de atajarse: campañas públicas y de educación, y una ley estatal contra la homofobia y transfobia. “A corto plazo necesitamos una campaña grande de concienciación, y sobre todo que la gente vaya a denunciar para que las administraciones se pongan las pilas y dejen de argüir que no hay tantos casos”, exige el vocal de Delitos de Odio de Arcópoli. “A largo plazo necesitamos una enseñanza más activa en tolerancia en las aulas, ese lugar donde maricón y bollera siguen siendo los insultos más escuchados. Además, exigimos que se cree una ley a nivel estatal de protección del colectivo LGTB como las que ya han ido promulgando en algunas comunidades autónomas”, añade López.

Se refiere a las leyes de igualdad social y contra la discriminación del colectivo LGTB vigentes actualmente en Extremadura y Cataluña, esta última en vigor desde octubre del año pasado. “Desde que entró en vigor la ley hasta el 10 de agosto tenemos registrados alrededor de 70 incidentes homófobos sólo en Cataluña, sufriendo el 69% los hombres”, explica el presidente del Observatorio contra la Homofobia de Cataluña.

A nivel estatal, y dentro del colectivo LGTB, la discriminación y agresión por motivos de identidad sexual es muy importante. En lo que llevamos de año, la organización Transexualia asegura tener constancia de al menos ocho agresiones. “Siempre hemos sido un blanco fácil por la cantidad de prejuicios que existen, pero este año hemos detectado un aumento del número de agresiones”, denuncia Javier Gómez, miembro de la Junta Directiva de Transexualia. “Vivimos en una sociedad multicultural y diversa en la que todos debemos aprender a respetarnos mutuamente. El desconocimiento de la transexualidad provoca prejuicios que por desgracia desembocan en demasiadas ocasiones en agresiones verbales y físicas“, lamenta Gómez.

Fuente El Mundo

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“Tenemos que decirle a la Iglesia que somos parte de ella y que no nos puede apartar”

Martes, 4 de noviembre de 2014
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javier-erik--575x323Javier y Erik posan frente a la catedral del Buen Pastor en Donostia/San Sebastián. / PEDRO MARTÍNEZ

La Curia abre el debate para acoger a los homosexuales y permitir la comunión de divorciados

Erik Ríos y Javier Gómez relatan cómo ven el intento aperturista del Vaticano hacia los colectivos a los que pertenecen

“Supondría un apoyo para muchos gays que la Iglesia dijera: estamos con vosotros”

“La doctrina católica puede llevar a los divorciados a tener que elegir entre amor y fe”

Dani Soriazu

Si existe en la Tierra una institución con una estructura rígida y poco proclive a los cambios, esa es sin duda la Iglesia Católica. Ahora bien, soplan nuevos tiempos en su seno. Al menos, esa es la sensación que ha quedado tras el último sínodo extraordinario sobre la familia celebrado en Roma y en el que se han cuestionado y debatido conceptos que llevaban inmóviles desde hacía siglos, como el divorcio o a la aceptación de las uniones entre personas del mismo sexo. Temas de suma importancia para cientos de miles de fieles y que han salido a la palestra por influencia del nuevo tono del papa Francisco.

«Supondría un apoyo para muchos homosexuales el que la Iglesia les dijera: estamos con vosotros», cuenta Erik Ríos. Este joven pasaitarra y creyente de 26 años asegura que el inmovilismo de la institución católica puede hacer daño a muchos que, como a él, les gustan las personas del mismo sexo. «Porque si ya de por sí para muchos es difícil salir del armario por el rechazo social que pueda haber, siendo religioso la situación puede ser mucho peor».

No obstante, los deseos de los más progresistas tuvieron que quedarse en solo un borrador. El texto definitivo, que se aprobó al finalizar el sínodo -en el que participaron 191 prelados y padres sinodales- quedó bastante más descafeinado en sus aspiraciones aperturistas. No obstante, Bergoglio ha sido capaz de sembrar un debate que todavía no ha terminado y que da esperanza a aquellos cristianos de base que sienten un vacío porque la doctrina católica no les termina de hacer un hueco.

En el caso de los divorciados que no se pueden volver a casar por la iglesia «se puede quedar como una herida que no cierra. Sentirte como alguien incompleto o un cristiano de segunda categoría», explica Javier Gómez, madrileño que lleva viviendo en Donostia desde hace seis años, divorciado y con una hija. «Es una gozada escuchar este tipo de nuevos planteamientos. Se ve que en el Vaticano hay una mentalidad más humana, más abierta y más cercana a los que sufren, algo que se echaba de menos», añade.

Los dos protagonistas se lamentan de que la Iglesia, sobre todo entendida como las altas instancias que la gobiernan, no debería avanzar tan alejada de los pasos de la sociedad y en asuntos que los cristianos y religiosos de base ya tienen más que asumidos. «Yo siempre he tenido el apoyo de mi parroquia y nunca me han puesto ninguna pega por estar divorciado, por ejemplo, para poder comulgar», asegura Javier.

En el mismo sentido se pronuncia Erik: «Ser homosexual y creyente no es incompatible. Las enseñanzas católicas enseñan a respetar al prójimo, sea como sea». No obstante, se felicita del paso que se ha dado, «y aunque no es suficiente, entiendo que esta institución no puede cambiar de golpe», añade.

“Hacen una lectura torticera”

Cuando el sínodo se encontraba en su ecuador se hizo pública la ‘Relatio post disceptationem’, el documento que hacía una síntesis de las discusiones que estaban produciéndose en el seno de este cónclave sobre los temas a debate.

En el texto se aceptaban como un hecho las relaciones entre el mismo sexo ya que se podían encontrar afirmaciones como que «las personas homosexuales tienen dotes y cualidades para ofrecer a la comunidad cristiana». Y también se hacía una pregunta: «¿Somos capaces de acoger a estas personas, garantizándoles un espacio de fraternidad (…) aceptando y valorando su orientación sexual, sin comprometer la doctrina católica y el matrimonio?».

Erik tiene clara la respuesta: sí. «Lo que pasa es que hay ciertos sectores que han hecho una lectura bastante torticera de lo que son las enseñanzas de Jesucristo». Se refiere a los sectores más conservadores. Los mismos que un día después de conocer este documento lamentaron que no se mencionara en él ni la palabra «pecado» ni la «ley natural». Algo que, por otra parte, algunos llegaron a describir como ausencias muy reveladoras de ese cambio de aires. Al final del sínodo, los epígrafes referidos a la apertura a los gays quedaron reducidos a parafrasear el catecismo, pidiendo respeto para ellos y evitar discriminaciones. Los cambios en relación a los divorciados también siguieron el mismo camino.

«Aún así creo que hay que lanzar un mensaje de esperanza», apunta Erik, quien pide al resto de personas del colectivo LGTB que no renuncien a sus creencias ni a su condición sexual. «Porque somos nosotros los que tenemos que decirle a la Iglesia que estamos aquí, que somos parte de ella y que no nos puede apartar. Que si las cosas cambian será gracias a nuestras reivindicaciones».

El dilema de tener que elegir

Javier explica que, al igual que cualquier divorciado, si quisiera volver a casarse por la iglesia debería declarar la nulidad de su anterior matrimonio. Para ello, el derecho canónico pide que se aduzcan razones como que se carecía de suficiente uso de razón o que ha existido un engaño doloroso. «Y no lo veo bien. Estuve enamorado y tuve una hija. Y por eso mismo no puedo renegar así de aquel matrimonio». En este sentido, varios padres sinodales han expuesto durante el reciente sínodo la necesidad de «hacer más accesibles y ágiles los procedimientos para el reconocimiento de casos de nulidad», una de las reivindicaciones.

«Vivir con otra persona es una decisión muy importante, pero la religión también», apunta Javier. En estos momentos no tiene intención de volver a casarse aunque entiende que otros divorciados se puedan ver obligados a tener que elegir, enfrentándose a dos sentimientos muy profundos. «Porque no quieres renunciar a una nueva vida en pareja, pero tampoco a la fe. Y ahora mismo la única opción que les queda a muchos es casarse por lo civil y después organizar una misa que luego no pasa por los registros», explica.

Una vez abierta la puerta a acoger al colectivo gay, la siguiente pregunta es: ¿Y al matrimonio? ¿Y las adopciones? A la primera, la ‘Relatio post disceptationem’ sostenía que las uniones del mismo sexo no pueden «equipararse» al matrimonio entre un hombre y una mujer pero que, sin negar «las problemáticas morales» relacionadas con las uniones homosexuales, hay casos en que «el apoyo mutuo, hasta el sacrificio, constituye un valioso soporte para la vida de las parejas». En cuanto a las adopciones, el texto expresó «una atención» especial hacia los niños de estas parejas, pero no fue más allá en sus líneas rojas.

«Pero qué es mejor, ¿que los niños estén esperando en un orfanato? Hay contradicciones entre aquellos que dicen defender a la familia y a la vez la destruyen», se queja Erik, que asegura que le gustaría casarse por la iglesia, «en la basílica de San Ignacio de Loyola».

Fuente Diario Vasco

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