“En su denuncia, Casaldáliga es brutalmente respetuoso con el lenguaje”
“Hay misas que sólo hablan de alabar a Dios…¿Por qué no de lo que hay que cambiar?”
(Lucía López Alonso).- Cosas que hacen que la vida valga la pena. Como ver a Ana Belén ya mayor, y poder decir que uno sigue en el cartel de la gran pantalla. Como hombre de mil caras, como actor por vocación. Y haber hecho, en ese camino, lo mejor con los mejores. Haber interpretado las obras de los enormes antiguos a las órdenes de los enormes modernos. De Shakespeare a Bigas Luna. De Goethe a Calixto Bieito, de Beckett a Els Joglars, Gonzalo Suárez, León de Aranoa y todos los demás.
Eduard Fernández sonríe con sencillez. Entra en la iglesia de San Antón de Madrid como si fuera uno más. Pregunta por el Padre Ángel. “Me habría gustado conocerle. Es increíble lo que hace”. Y se sienta a presentar, junto al teólogo Benjamín Forcano, su película Descalzo sobre la tierra roja.
El actor catalán, recientemente premiado una vez más, encarnó en el film dirigido por Oriol Ferrer la lucha del obispo Casaldáliga contra la oligarquía brasileña. Confiesa al público emocionarse al hablar de Pedro, y de la autenticidad de su vida junto a los más pobres. La película empieza en las pantallas de la iglesia del presidente de la Fundación Mensajeros de la Paz, y Fernández deja hablar al personaje que interpretó. Las primeras escenas introducen al espectador en el Araguaia, en todo lo que desde él llega a los sentidos.
Después de algunas charlas a pie de calle con los que muchas veces caminan descalzos sobre el asfalto del centro de Madrid, Eduard Fernández vuelve dentro del templo. En sólo unos minutos, vamos a hablar del Vaticano y de política. Del profeta Pere y de que un lenguaje como el suyo podría llevarnos a ser personas mejores. De que, si no nos posicionamos de un modo u otro contra el engaño, no nos pareceremos a él.
Antes de interpretar el papel protagonista de Descalzo sobre la tierra roja, ¿qué habías escuchado de Pere Casaldáliga?
Muy poco, muy poco. Por culpa de mi incultura, había escuchado muy poco de Pere Casaldáliga. Sí, que era obispo, que tal y cual de la Teología de la Liberación… Pero no sabía gran cosa. Una vez me lo ofrecieron, un amigo mío actor dijo “¡Ostia, ese es muy grande!”, y entonces empecé a buscar, a mirar, y me di cuenta de la dimensión del personaje.
Me ocurrió una cosa curiosa: cuando hago personajes, películas…y luego hago la promoción, siempre hablo del personaje que acabo de hacer. Pero con Pere no pude decir “el personaje”. Tenía que decir “la persona que he interpretado”. Pedro Casaldáliga. Era diferente, no tenía nada que ver… La única vez que me ha ocurrido. “No puedo llamarle personaje”, me decía. ¡A Don Pedro, que es como le llaman en Brasil!
Me impresionó mucho cuando fui a conocerle, una vez, antes de empezar el rodaje. Me pagaron un viaje a Brasil y lo conocí a él un poco. Me impresionó esa realidad presencial: me puse a llorar. Pero lloré muchas veces delante de Pedro. Muchas. No sé por qué, pero le pasa a mucha gente. Hay algo ahí… un momento en que se terminan las palabras. Creo yo que ahí es donde empieza la cosa más mística. Sin hablar de religión, o de religión si se quiere, también, pero sobre todo lo que empieza cuando terminan las palabras es la mística. Hay un paso ahí.
¿En qué momento de tu vida aparece este papel? ¿Qué supuso para la continuación de tu carrera, que cuenta con tantos papeles de malo?
Sí, he hecho todos los papeles, pero unos cuantos de malo. En ese momento yo lo dije: “Este papel, esta experiencia, me va a ofrecer mucho más de lo que yo pueda ofrecer”. Creo que es así, porque el nivel de Don Pedro es enorme. Ha hecho realmente cosas importantes, al lado de interpretar. Ha hecho cosas. Las ha hecho de verdad y las ha escrito. Porque él siempre dice que hay mucha gente que ha hecho muchas cosas buenas, como él, pero no las ha escrito. “Lo he escrito todo”, dice siempre. Es muy activo y de joven, le veías encima de la camioneta, con un poder, un carisma, una energía bestial.
Creo que Pedro fue cambiando mucho a lo largo de su vida, del comienzo a cuando llegó a Brasil, adaptando a su nueva vida su Teología de la Liberación. Él tiene una capillita, preciosa, en su casa, muy humilde, muy sencilla, donde hace misa a las siete y media de la mañana cada día. Él es estricto en todo: también en las siete y media. Las siete y media son las siete y media. Y punto. Allí también tiene un trozo del hábito manchado de sangre de Monseñor Romero, el cráneo de Ellacuría…
Ahí, en Latinoamérica, las cosas son a lo bestia: tanto los ríos, los árboles, como también la vida. La gente. Y la vida y la muerte están mucho más cerca. Él decía una frase muy bonita: “Lo contrario de la fe no es la duda, es el miedo. Y no hay que tenerle miedo al miedo”. De alguna manera, se enfrenta a sus emociones, a los miedos de la vida, con franqueza. Si tienes miedo, tienes miedo. No pasa nada: ten miedo.
No sé qué me ha quedado de Pere. Una experiencia bestial, aunque también la sensación de no saber si la aproveché lo suficiente. Aún así, me ha quedado muy dentro. Muy, muy profundo. Como he dicho antes a los demás, su frase es excepcional: “Lo que no es imprescindible, es robado”. Yo tengo, es verdad, una noción de justicia social, y una noción de la mística, muy claras, gracias a mi madre. A ella Pere Casaldáliga le emociona profundamente. Ella ha sido una persona muy activa en su sentido religioso, muy cercano, seguramente, a la Teología de la Liberación.
El otro día yo pensaba que, si nos juntáramos toda la gente que en, por ejemplo este país, España, somos de izquierdas o cristianos, seríamos mayoría absoluta. Y para mí son sinónimos. Para mí ser cristiano y ser de izquierdas es un sinónimo, porque creo que Jesucristo fue una persona radicalmente de izquierdas. Me parece a mí, aunque se le pongan los matices que se quiera.
Pero en este país la derecha se ha apoderado tradicionalmente de lo cristiano.
Claro que sí. Pero es todo mentira. Se han aprovechado de una parte, igual que la Iglesia del Vaticano lo ha hecho del propio Jesucristo. Y con sus lujos y cosas se han alejado tanto de su figura… El otro día fui con mi madre, que no está muy bien de salud, a misa. Estábamos en Sitges y puede acompañarla. Y esa misa me pareció que no era una misa, que era un horror. Yo he ido a algunas misas que me han parecido realmente maravillosas, pero ésa era un horror. Sólo hablaban de loar a Dios, de porque Dios… Pero oye, ¿Jesucristo qué hizo? ¿Y qué hay que hacer? ¿Qué consejo nos das? ¿Qué hay que cambiar? Para ellos, sólo era alabar a Dios. Estaba vacío de contenido. Absolutamente. Y en un tono crispado y feo. Un horror que me parece que está muy lejos de la ideología, del camino, de Pedro Casaldáliga y de Cristo y la religión, francamente.
Cuando un cura va de misiones o lo hace un cooperante, aunque haya estudiado letras, termina construyendo tejados, o ejerciendo de enfermero, de maestro, de terapeuta, de campesino… de lo que sea que el pueblo demande y haga falta en esa comunidad. ¿No se parece, en este aspecto de asumir todos los papeles, el misionero al actor?
Ya, no lo había pensado nunca… Sí, puede ser… En teoría, pero en la práctica… Un actor, si te va un poco bien… A mí me va bien, gracias a Dios o a lo que sea, pero este mundo es muy particular. Muy bello, porque a mí mi profesión me apasiona. Soy todo lo sencillo que puedo francamente ser, lo contrario sería tontería. Aunque hay veces que hay que lidiar con cosas: hay que hacer alfombras, hay que hacer premios, hay que hacer entrevistas, etc. Está bien. Hay que hacerlo. Pero eso no te puede despistar de lo esencial, de lo que es en realidad. A algunos les pasa, que les gusta más la parafernalia, y eso ocurre también en la Iglesia. Hay quien se vuelve loco, y entonces el Vaticano, y construir, y construir, y alabar a Dios pero, ¿de qué estábamos hablando? ¿Qué hizo Jesucristo lo primero? ¿Qué fue todo eso? ¿Por qué él estaba a favor de los pobres?
Por eso hoy, cuando he visto lo que hace el Padre Ángel aquí en San Antón… Ya había pasado por aquí alguna vez. Y por otra que hay en la Calle Pez en la que también se ve a la gente haciendo cola por comida en esta época tan jodida que nos ha tocado vivir, tan brutalmente injusta…
Hay una frase que Casaldáliga decía a Ratzinger, que está ahí en Descalzo sobre la tierra roja. Ratzinger le decía que parecía que los de la Teología de la Liberación no combatían la violencia. Y Pedro Casaldáliga, que además de todo lo que es, es siempre absolutamente cuidadoso con el lenguaje -muy importante en Pere. Mucho-, decía “tengo que admitir que no me gusta hablar en términos de violencia o no-violencia. Ahora bien, si hay que hablar de violencia, hay que decir que no hay violencia mayor que la violencia institucionalizada, oficialmente justificada y que por reacción provoca otras violencias mucho menores”. Está en la película completo. Era como una roca, era como una piedra: nadie puede discutir esa frase. Es verdad sí o sí. Y lo es porque Pedro es respetuoso con el lenguaje de una manera tan brutal que, por ejemplo, con él no se podía decir “esto es una mierda”. Para atacar donde hay que atacar, él es preciso con el lenguaje. Preciso y recto en la denuncia. Una mierda es una cosa muy general… Leer más…
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