El portavoz de VOX Javier Ortega Smith arropa al nuevo alcalde José Luis Martínez-Almeida
El Ayuntamiento de Madrid, capital de España y sede tradicional de la Manifestación Estatal del Orgullo LGTBI, vuelve a ser gobernado por la derecha tras un paréntesis de cuatro años. Con una diferencia respecto a los años de Álvarez del Manzano, Ruiz Gallardón o Botella: ahora la extrema derecha, con un partido propio y no desde dentro del PP, formará parte de la ecuación que completan los populares y Ciudadanos, sosteniendo la mayoría en el pleno y muy posiblemente ejerciendo, según adelantan diversos medios, la presidencia de varias juntas de distrito. Pero si hoy hacemos una entrada sobre este tema no es porque se trate de Madrid (el acuerdo de las tres formaciones se repite en otras ciudades y pueblos de España), sino porque incluye una referencia expresa a una manifestación a la que llega incluso a redefinir, a pesar de que su convocatoria no corresponde al Ayuntamiento.
En su acuerdo bilateral entre PP y Ciudadanos (existe además otro acuerdo separado entre PP y Vox, para así permitir a Ciudadanos seguir sosteniendo su estrategia mediática de que ellos «no pactan» con la extrema derecha) se asegura, en su punto 41, que «el Orgullo seguirá celebrándose donde viene siendo habitual estos últimos años siendo una marcha reivindicativa, inclusiva y transversal».
Llama poderosamente la atención que dos partidos políticos decidan de mutuo acuerdo desde el lugar de celebración de una manifestación que no convocan ellos y que además entren a definir su carácter. Es cierto que la primera frase, «el Orgullo seguirá celebrándose donde viene siendo habitual estos últimos años» puede entenderse como una salvaguarda frente a los deseos de Vox de impedir su celebración en el centro de la capital y desterrarlo a la Casa de Campo. Es, en este sentido, una afirmación positiva, más allá de que sean los organizadores de la manifestación (COGAM y la FELGTB) los encargados de solicitar a las autoridades qué recorrido quieren. Sin embargo, creemos sospechosa la segunda afirmación, «siendo una marcha reivindicativa, inclusiva y transversal».
El nuevo alcalde de Madcrid (PP), flanqueado por sus socios Ortega Smith (VOX) y Begoña Villacís (Ciudadanos)
Unas sospechas que derivan de la polémica que hemos vivido en días precedentes, debido a la decisión de COGAM y de la FELGTB de no invitar a líderes de partidos políticos a la cabecera de la manifestación pero sobre todo de no permitir la participación de una carroza de Ciudadanos, al haberse negado este partido a firmar un decálogo de exigencias planteado por COGAM antes de las elecciones autonómicas y municipales a todas aquellas formaciones que quieran estar presentes «de modo oficial» en el Orgullo que incluye el «No valerse de los votos de los partidos que defienden una ideología de extrema derecha para gobernar». Ciudadanos reaccionó de forma indignada, emitiendo un comunicado en el que aseguraban que «por encima de las siglas y del sectarismo está la libertad y el propio espíritu de transversalidad con el que nació la reivindicación de este día».
A partir de ahí, tanto políticos de Ciudadanos como cuentas de redes sociales afines a este partido desencadenaron toda una campaña de críticas a COGAM, insistiendo en su idea central de que el Orgullo debe ser una manifestación «transversal», que permita la presencia de todas las fuerzas políticas que quieran estar representadas. Es el caso, por mencionar solo un ejemplo, de la diputada Patricia Reyes, que repetía de nuevo la idea de que el Orgullo «nació» con un «espíritu de transversalidad»:
Afirmación que nosotros mismos rebatimos desde nuestro perfil de Twitter. «El Orgullo no nació de forma ‘transversal’. Nació como una revuelta violenta del lumpen LGTB que esa noche estalló contra una redada policial en un local de Nueva York. Memoria, por favor», le respondíamos. «Y después de Stonewell [sic] lo que se consiguió fue aunar fuerzas entre personas muy diferentes (clase social, generacionales…etc) para reivindicar derechos y acabar con las discriminaciones: transversalidad», insistía ella.
Incluso Vox, la formación de extrema derecha, salía en defensa pública de sus socios por esta cuestión y amenazaba de forma explícita el Orgullo: «Habrá que ver si seguimos permitiendo que se organicen en Madrid cosas que solo están hechas para algunos», declaraba su portavoz en el Congreso, Iván Espinosa de los Monteros, que además calificaba al colectivo COGAM de ser «un chiringuito» subvencionado que solo permite «una forma de ser LGTBI». Una expresión esta, «chiringuito subvencionado», que se ha hecho especialmente popular entre las formaciones de derecha a la hora de referirse a grupos y colectivos LGTBI.
No es al Ayuntamiento de Madrid, ni a ningún partido político, al que corresponde definir qué es o no el Orgullo, una movilización reivindicativa convocada, en el caso de la Manifestación Estatal, por el histórico colectivo madrileño COGAM (en su vertiente local) y por la FELGTB (federación «paraguas» que agrupa a decenas de colectivos de toda España y que constituye la organización LGTBI más importante del país). Y con sus aciertos y sus errores son los convocantes quienes deciden a quien invitan de forma oficial (aún resuena, por ejemplo, lo sucedido hace dos años con ocasión de la coincidencia con el World Pride, cuando COGAM y la FELGTB cayeron en la trampa del PP y permitieron su presencia tras firmar un documento que luego los populares no cumplieron). Esperemos, en este sentido, que la afirmación contenida en el acuerdo entre PP y Ciudadanos no oculte una afán intervencionista sobre una convocatoria que no les corresponde, al margen de que el partido naranja haya defendido en el pasado o pueda defender en el futuro políticas pro-LGTBI. Sería el fin del Orgullo madrileño tal y como lo hemos conocido desde hace décadas.
Fuente Dosmanzanas
General, Homofobia/ Transfobia.
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