“La espiritualidad ignaciana me ha mostrado a Dios Madre y Padre, que me ama incondicionalmente tal y como soy”
Israel Gonzalo Vilchis
Del blog de Oswaldo Gallo, Concordia:
“Fue ahí, en el famoso barrio LGBT+ de Ciudad de México, que comencé a frecuentar un grupo católico de jóvenes adultos”
“La Providencia puso en mi camino a los padres jesuitas, con quienes he madurado mi vida de fe y mi formación espiritual”
“En comunión con una red de más de diez “comunidades arcoíris” en México, una veintena en Latinoamérica y muchas más en el mundo, experimento en nuestros encuentros fraternidad, fe y esperanza afianzada en el Espíritu”
“En buena parte de la Iglesia, la simple mención de atender pastoralmente a creyentes LGBT+ despierta polémica. Quizá es porque tienen una imagen muy distorsionada de personas como yo”
| Israel Gonzalo Vilchis*
Me gustaría compartir un poco de mi historia para testimoniar en mi vida la presencia de Dios. En 2011 comencé un proceso de conversión espiritual y de fe dentro de la Iglesia católica. Tenía 27 años y trabajaba en un corporativo bancario, donde la presión por obtener ganancias económicas era nuestro pan de cada día. Era una vida buena, pero cada vez más tenía una sensación de vacío interior. Me cuestionaba acerca de mi vocación como ser humano: ¿estaba hecho para trabajar en una empresa?, ¿pasaría el resto de mi vida trabajando bajo presión?, ¿había otro camino para mí?
Estas inquietudes me llevaron a plantearme si Dios estaba presente en mi vida. Vivía entonces en Zona Rosa. Fue ahí, en el famoso barrio LGBT+ de Ciudad de México, que comencé a frecuentar un grupo católico de jóvenes adultos. Para ese entonces ya tenía clara y asumida mi orientación homosexual, si bien no la había compartido públicamente.
La Providencia puso en mi camino a los padres jesuitas, con quienes he madurado mi vida de fe y mi formación espiritual. Con ellos he aprendido a encontrarme a Dios en todo lo creado, en la naturaleza, en el silencio y principalmente en mí y en los demás. La espiritualidad ignaciana me ha mostrado a Dios Madre y Padre, que me ama incondicionalmente tal y como soy; me ha involucrado en el misterio de un Dios que me invita a sentarme a su mesa y que cada día me anima a participar a construir su Reino, al que todos, todas, todes estamos invitados, invitadas, invitades.
A la Compañía de Jesús le debo haber conocido a otras comunidades católicas de diversidad sexogenérica en diversos países, signo visible de comunión eclesial. Ha pesar de lo mucho que se les critica su pastoral con personas como yo, han sido ellos a quienes más cercanos he percibido. Para mí, son auténticos pastores con “olor a oveja”, por usar una linda expresión del papa Francisco.
Soy testigo de la gran labor que han realizan muchos sacerdotes, religiosas, religiosos, laicos, laicas dentro de la pastoral de la diversidad sexual; ellos y ellas han acompañado y difundido una buena nueva entre la población LGBT+, han sido los cirineos que nos sostienen en momentos difíciles, pero que también se alegran por nuestras vidas y lo bueno que en ellas pasa. En comunión con una red de más de diez “comunidades arcoíris” en México, una veintena en Latinoamérica y muchas más en el mundo, experimento en nuestros encuentros fraternidad, fe y esperanza afianzada en el Espíritu.
En buena parte de la Iglesia, la simple mención de atender pastoralmente a creyentes LGBT+ despierta polémica. Quizá es porque tienen una imagen muy distorsionada de personas como yo. Por mi parte, sigo participando en mi comunidad de Guadalajara, en México, y colaborando con el equipo de la red de comunidades arcoíris de Latinoamérica. Pero principalmente sigo alimentando mi relación con Dios, confiando, rezando y aportando para que más personas creyentes LGBT se reconcilien con la Iglesia, y en el fondo, con ellas mismas.
Israel Gonzalo Vilchis
Director de proyectos sociales y acompañante espiritual
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