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La inclusión trans no es suficiente para una verdadera sinodalidad

Lunes, 16 de octubre de 2023
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IMG_0939 La publicación de hoy es parte de la serie de reflexiones teológicas de Bondings 2.0 sobre cuestiones LGBTQ+ y el Sínodo sobre la Sinodalidad, que se publicará cuando la Asamblea General del Sínodo se reúna en el Vaticano este mes. Para conocer toda la cobertura del Sínodo de Bondings 2.0, incluidos los informes de Roma, haga clic aquí.

La publicación de hoy es de la Dra. Nicolete Burbach, líder de justicia social y ambiental en el Centro Jesuita de Londres. Su investigación se centra en utilizar las enseñanzas del Papa Francisco para superar las dificultades en el encuentro de la Iglesia con la transidad.

El proceso sinodal ha galvanizado un movimiento para que los grupos marginados sean incluidos activamente en la vida deliberativa de la Iglesia. El objetivo es que todos puedan contribuir con las diversas riquezas de su fe y sus ideas. Y esto también se extiende a nosotras las personas trans.

En contra de esta idea, algunos católicos afirman que aquellos de nosotros que somos trans deberíamos encontrar nuestra identidad en Cristo por encima de nuestras otras identidades. Según este punto de vista, deberíamos participar en la sinodalidad no sobre la base de la diversidad como “personas trans”, sino simplemente como “católicos”.

Sin embargo, ninguno de estos enfoques contextualiza adecuadamente la transidad. Como resultado, no abordan las verdaderas complejidades de la inclusión trans. Estas deficiencias se destacan desde una tercera perspectiva: la liberación trans.

Hay muchas formas diferentes de ser trans, pero lo que une a todas las personas trans es que nuestras vidas no cumplen con ciertas normas en torno al sexo y el género. Estas normas sustentan culturas e instituciones que directa o indirectamente nos penalizan por vivir nuestras vidas; algo conocido como “castigo social”. Esto puede significar discriminación directa, como cuando es menos probable que los empleadores contraten a personas trans. También puede significar discriminación indirecta, como cuando la pobreza trans resultante dificulta el alquiler de alojamiento. Y puede significar una desventaja sistémica, por ejemplo, cuando la falta de vivienda dificulta el registro con un proveedor de atención médica. Finalmente, también puede significar exclusiones, incluidas las activas, como que se te niegue la Comunión, o las más pasivas, como el efecto de que las personas de tu comunidad te vean como engañados (incluso si son amables al respecto).

Estas dinámicas son un punto de distinción dentro de la sociedad, que nos distingue como un grupo con una identidad compartida; uno definido por nuestro estar sujetos a estos castigos. Esto es, al menos en parte, lo que significa ser trans; así es como se “produce” la transidad como una “cosa” distintiva en la sociedad. El liberacionismo trans se basa en esta idea para argumentar que la inclusión en la sociedad o en instituciones como la Iglesia no es suficiente para las personas trans. Si bien la sociedad y las instituciones que la gobiernan y reflejan castigan la vida trans, nunca podremos florecer verdaderamente dentro de ellas. En lugar de una simple inclusión, deberíamos buscar transformar la sociedad y sus instituciones para liberar a las personas del castigo social que las señala como trans.

Un enfoque de liberación trans también cuestiona la idea de que las personas trans deberían ocupar nuestro lugar en la vida de la Iglesia simplemente como católicos, sin hacer referencia a nuestra transidad. ‘Trans‘ es el nombre que le damos al colectivo que es señalado por estos castigos sociales. Esto es algo objetivo, no una etiqueta que simplemente desechamos por aspiración a un modelo particular de pertenencia a la Iglesia. Para que podamos participar en la Iglesia simplemente como “católicos”, nuestras comunidades tendrían que arrepentirse de los castigos sociales que nos definen como personas “trans”. Tendría que convertirse en el tipo de sociedad que busca la liberación trans: una que esté libre de los castigos sociales que producen la transidad como tal.

También creo que esta perspectiva liberacionista es la mejor para la sinodalidad. La vida sinodal de la Iglesia se enriquece con las diferencias en la Iglesia. Pero para enriquecer, estas diferencias deben ser vivificantes, en lugar de girar en torno al castigo. De ahí que el Instrumentum Laboris para el Sínodo en curso establezca que la sinodalidad:

…reconstituye la Iglesia en la unidad: cura sus heridas y reconcilia su memoria, acoge las diferencias que lleva y la redime de divisiones enconadas, permitiéndole así encarnar más plenamente su vocación de ser ‘en Cristo como un sacramento o como un signo’. e instrumento a la vez de una unión muy íntima con Dios y de la unidad de todo el género humano’ (LG 1)”. (IL 28)

La dinámica del castigo que produce la transidad produce tal “división enconada”. Es la división entre el grupo que castiga y el grupo que es castigado. Deberíamos estar libres de estas divisiones y así poder ser simplemente católicos.

De hecho, la liberación trans en la Iglesia también puede ser la única manera para que las personas trans sean verdaderamente parte de la vida sinodal de la Iglesia. El Instrumentum Laboris identifica sinodalidad con comunión, afirmando que:

“La comunión no es un encuentro sociológico como miembros de un grupo identitario sino que es ante todo un don del Dios Trino, y al mismo tiempo una tarea… de construcción del nosotros del Pueblo de Dios” (46).

En otras palabras, la comunión, y por tanto la sinodalidad, no es simplemente una cuestión de procesos sociales como la identificación. Más bien, tiene sus raíces en una realidad espiritual. El documento identifica esto con la unidad de la humanidad en Dios, algo que todavía tenemos que lograr, pero de lo cual “recibimos una anticipación” en la Eucaristía (47).

El documento también enseña que ocupamos nuestro lugar dentro de esta comunión a través de la “participación”. Esto, entre otras cosas, es “una manera de alimentar las relaciones de hospitalidad, acogida y bienestar humano que unen en el corazón de… la comunión” (56). La verdadera “inclusión” en el proceso sinodal significa esta participación, por la cual entramos en la comunión sinodal.

Cuesta ver cómo las relaciones de “hospitalidad, acogida y bienestar humano” que lo caracterizan son compatibles con el castigo social que define a las personas trans como grupo. Tampoco pertenece a la paz que vislumbramos en la Eucaristía.

En este contexto, necesitamos ir más allá de nuestra inclusión en la vida sinodal de la Iglesia, ya sea específicamente como personas trans o sin tener en cuenta nuestra transidad. Necesitamos lograr la participación trans. Y esto no puede suceder mientras seamos rechazados en el altar, mientras seamos rechazados y condenados (o incluso simplemente compadecidos por engañados), o mientras los miembros de nuestras comunidades continúan apoyando políticas que buscan eliminar la trans de la esfera pública. A menos que superemos estas cosas, nuestra comunión siempre se verá empañada por la división enconada del castigo social. La mera inclusión no es suficiente. Para vivir verdaderamente a la altura de nuestra vocación eucarística a la sinodalidad, lo que necesitamos es liberación trans.

—Nicolete Burbach, 15 de octubre de 2023

Fuente New Ways Ministry

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“También hoy es posible escuchar a Dios”. 28 Tiempo ordinario – A (Mateo 22,1-14)

Domingo, 15 de octubre de 2023
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IMG_0856Lo dicen todos los estudios. La religión está en crisis en las sociedades desarrolladas de Occidente. Son cada vez menos los que se interesan por las creencias religiosas. Las elaboraciones de los teólogos no tienen apenas eco. Los jóvenes abandonan las prácticas religiosas. La sociedad se desliza hacia una indiferencia creciente.

Hay, sin embargo, algo que nunca hemos de olvidar los creyentes. Dios no está en crisis. Esa Realidad suprema hacia la que apuntan las religiones con nombres diferentes sigue viva y operante. Dios está también hoy en contacto inmediato con cada ser humano. La crisis de lo religioso no puede impedir que Dios se siga ofreciendo a cada persona en el fondo misterioso de su conciencia.

Desde esta perspectiva, es un error «demonizar» en exceso la actual crisis religiosa, como si fuera una situación imposible para la acción salvadora de Dios. No es así. Cada contexto sociocultural tiene sus condiciones más o menos favorables para el desarrollo de una determinada religión, pero el ser humano mantiene intactas sus posibilidades de abrirse al Misterio último de la vida, que le interpela desde lo íntimo de su conciencia.

La parábola de «los invitados a la boda» lo recuerda de manera expresiva. Dios no excluye a nadie. Su único anhelo es que la historia humana termine en una fiesta gozosa. Su único deseo, que la sala espaciosa del banquete se llene de invitados. Todo está ya preparado. Nadie puede impedir a Dios que haga llegar a todos su invitación.

Es cierto que la llamada religiosa encuentra rechazo en no pocos, pero la invitación de Dios no se detiene. La pueden escuchar todos, «buenos y malos», los que viven en «la ciudad» y los que andan perdidos «por los cruces de los caminos». Toda persona que escucha la llamada del bien, del amor y de la justicia está acogiendo a Dios.

Pienso en tantas personas que lo ignoran casi todo de Dios. Solo conocen una caricatura de lo religioso. Nunca podrán sospechar «la alegría de creer». Estoy seguro de que Dios está vivo y operante en lo más íntimo de su ser. Estoy convencido de que muchos de ellos acogen su invitación por caminos que a mí se me escapan.

José Antonio Pagola

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“A todos los que encontréis, convidadlos a la boda”. Domingo 15 de octubre de 2023. 28º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 15 de octubre de 2023
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51-OrdinarioA28Leído en Koinonia:

Isaías 25,6-10a: El Señor preparará un festín, y enjugará las lágrimas de todos los rostros.
Salmo responsorial: 22: Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Filipenses 4,12-14.19-20: Todo lo puedo en aquel que me conforta.
Mateo 22,1-14: A todos los que encontréis, convidadlos a la boda.

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. [Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.”]

El Salmo interleccional y la epístola de Pablo a los cristianos de Filipos ponen de relieve el cuidado y protección de Dios. El primero recurre a las imágenes de pastor y anfitrión señalando el significado del “tú conmigo” (v. 4) en el camino y en el descanso. Por su parte la epístola señala la compañía divina en la vida del apóstol y la seguridad que ella se hará extensiva a los cristianos de la comunidad.

El pasaje del evangelio recurre a la misma imagen y comparte el horizonte universalista. En él podemos distinguir dos partes. En la primera, se presenta el Reino de Dios con ayuda de las acciones de un rey que quiere celebrar la boda de su hijo. Los símbolos de autoridad están expresamente seleccionados ya que esta sección, que tiene lugar en Jerusalén, gira en torno de la autoridad de Jesús.

Para la celebración el rey envía a sus “sirvientes”, en dos oportunidades, a notificar a los que han sido previamente invitados que el banquete está pronto. La reacción es de una violencia creciente.

Ante este fracaso, el rey ordena a los sirvientes de extender la invitación a la gente que está “al extremo de la calle” sin distinción de comportamiento ético, ya que entran al banquete “malos y buenos” (v. 10). La invitación ahora surte efecto ya que la sala se llena de invitados. Se trata de una llamada universal que supera todas las diferencias humanas y que reúne a todos en un mismo banquete.

Esta perspectiva universal, aunque ocasionada por el rechazo de los invitados, va mucho más allá de lo que puede, en el rey, motivar ese rechazo. Se trata de una voluntad salvífica sin límites que aprovecha un momento de hostilidad para manifestarse.

Los vv. 11-14 cambian bruscamente la perspectiva: viene la segunda parte. Aquí se trata de un caso particular de la participación al banquete. El ámbito universal continúa estando presente, pero se subraya la reacción de uno de los comensales.

El cambio de perspectiva toma su punto de partida en la entrada del rey en la sala del banquete. Con esa entrada se señala un acontecimiento decisivo, un juicio que se opera en cada uno de los invitados.

Haber entrado no da derecho automático a permanecer. Para participar plenamente al banquete es necesario haber aceptado el “vestido de fiesta”, el don de la fe. Uno de los presentes, aunque también llamado, no ha endosado el ropaje adecuado, no ha sido capaz del compromiso ético que acompaña a la llamada.

La mudez ante la pregunta del rey, indica la ineficacia de la llamada en tal convidado y motiva la sentencia condenatoria que el rey pronuncia en un juicio instantáneo y decisivo que lo arroja a las tinieblas exteriores, donde reinan el llanto y el rechinar de dientes (v. 13). La tristeza ante Israel por no haber aceptado la invitación puede transferirse a los miembros de la comunidad eclesial que no sean capaces de las exigencias que dimanan de la fiesta. Este destino reservado a los miembros “mudos” de la comunidad, incapaces de producir fruto coherente con su confesión de fe, pretende hacer un llamado concreto a cada uno de los integrantes comunitarios a tomar en serio la invitación que en principio han aceptado.

La advertencia se hace más urgente gracias a la mención del mayor número de los llamados que de los escogidos (v. 14) que no busca determinar número sino fundamentar la seriedad con que se debe tomar la decisión frente al Reino.

El banquete del Reino es un don gratuito de Dios pero exige que cada hombre sea capaz de aceptar la invitación que se le dirige y, llevar una vida coherente con el significado de la invitación. Sólo con esas dos actitudes es posible mantenerse en el ámbito de la gracia divina que aunque ilimitada jamás avasalla la libertad humana.

A pesar de todo lo dicho, no podemos menos de hacernos cargo de la «objeción a la totalidad» que muchos oyentes, personas cultas y con verdadera sensibilidad de hoy, van a sentir ante este texto del evangelio y toda la cosmovisión teológica a la que echamos mano para tratar de explicarla y aplicarla. La sensación cierta, aun en muchos que no acaban de poder expresarla con nitidez, es que este tipo de metáforas globales son profundamente inadecuadas, están gastadas y sobrepasadas, y no sólo no dicen ya nada (por eso necesitan de tanta explicación), sino que resultan ininteligibles, y hasta producen rechazo. Como afirma la teóloga Sally McFague, son metáforas no sólo obsoletas, sino dañinas. Con toda probabilidad Jesús ya no las usaría hoy, y se pasmaría de vernos muchos domingos dando vueltas en torno a ellas, queriendo dar vida a una simbología y una doctrina que está muerta. Es otro tema, muy importante, que tenemos que acostumbrarnos a plantear más y más. Cfr «Hacen falta nuevas imágenes religiosas», Agenda Latinoamericana’2011, p. 228, accesible también en el Archivo digital de la Agenda: servicioskoinonia.org/agenda/archivo Leer más…

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15.10.23. Endyma Gamou: Mt 22, 1-14. O nos revestimos de Paz/Cristo o nos mataremos/moriremos todos. Con Gaza al fondo (Dom 29 TO)

Domingo, 15 de octubre de 2023
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IMG_0935Del blog de Xabier Pikaza:

La postal anterior trataba de las mesas redondas del sínodo de Roma y las interpretaba como mesas de comida, desde la perspectiva de la “multiplicación  de los panes. El evangelio de hoy (15.10.23) interpreta esa comida  como banquete de bodas del Hijo del Rey e insiste en la necesidad de llevar traje adecuado, vestirse de boda (=hacerse boda).

Está al fondo la parábola de Lc 14, 16-24, en la que Jesús invita al Reino a todos  los hombres y mujeres de Israel y el mundo entero, un texto que, según  J.P. Meir (Judío Marginal 5), forma parte del mensaje original de Cristo, pero Mateo lo ha cambiado, dividiendo el texto en dos partes e insistiendo en la necesidad de llevar un  endyma gamou, vestirse de bodas.

  He desarrollado el tema en varias entradas del Gran diccionario de la Biblia, en comentario de Mateo y algunas postales de RD y FB. Aquí insisto en la urgencia de la hora y el vestido de paz de Jesús crucificado, conforme a la teología de san Pablo: Revestíos de Cristo, (endysasthe Kriston: Rom 3, 14)

Primera parte del texto

 22 1 Y respondiendo Jesús de nuevo, les habló en parábolas diciendo: 2 El reino de los cielos se parece a un hombre rey que hizo las bodas para su hijo. 3 Y mandó a sus siervos para que llamaran a los invitados a las bodas, pero no quisieron venir. 4 Volvió a mandar otros siervos, encargándoles que les dijeran: He aquí que tengo el banquete preparado, he matado terneros y reses cebadas, y todo está dispuesto. Venid a las bodas. 5 Pero ellos, no haciendo caso, se fueron: uno a su propio campo; otro a su negocio; 6 y los restantes, echando mano a los siervos, les maltrataron hasta matarles.‒ 7 Pero el rey montó en cólera, y, enviando a su ejército, destruyó a aquellos asesinos y prendió fuego a su ciudad. 8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas están preparada, pero los convidados no eran dignos. 9 Id pues a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. 10 Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. Y la sala de bodas se llenó de comensales(Mt 22, 1-10) [1].

  Lucas ha situado esta parábola en el contexto general de la llamada de Jesús (Lc 14, 16-24), en el principio del camino que conduce a Jerusalén (cf 13, 22. 31-35), sin referencia al rechazo de los sacerdotes y escribas, y sin juicio sobre Jerusalén. Mateo, en cambio, la presenta como alegoría de la llamada al Reino, dirigida primero a los invitados (judíos) y luego a todos (en la línea de EvTom 64), dándole al mismo tiempo un tinte apocalíptico: destrucción para aquellos que rehúsan la llamada (22, 7) y para aquellos que aceptándola no se mantienen fieles (añadido de 22, 11-14).

Releo a contrapelo esta parábola/alegoría de Mt 22. Insisto en su dureza, pongo de relieve su amenaza. Para entenderla bien debemos transponer y recrear sus rasgos, cambiar nuestra visión de Dios, revestirnos de la paz de Cristo. De lo contrario puede llegar el gran Apocalipsis. Quien lea entienda, decía ante este mismo motivo el evangelio de Marcos (Mc 13, 14). Quien sea aplique este evangelio (anti-evangelio) a su propia vida. Este mundo no tiene garantía de vida, tal como ahora existe. Ciertamente, hay Dios Pero el Dios de Cristo nos dice cosas como éstas, a fin de que cambiemos y vivamos.

‒  Primera invitación (22, 1-5 y rechazo de la invitación

 Jesús llama a todos, pero los invitados no quieren su banquete, hacerse como él, compartir el Reino de Dios, revestirse de su vida. Los invitados no aceptan la llamada del rey porque están ocupados en sus campos y negocios, en problemas de trabajo y dinero, como Mateo supone desde 19, 16 ss (joven rico) y desde 6, 24 (mamona). En esa línea, el conjunto de Israel (en especial los galileos, luego los jerosolimitanos) no han aceptado el banquete de bodas del hijo del Rey, sino que han preferido quedarse en sus negocios (mejor especificados por Lucas y Ev.Tomas).

‒   Respuesta del rey… (22, 6-7). Quemar la ciudad rebeldes,  duro talión

 ‒ El rey arruinó a aquellos asesinos… (23, 7). Mateo emplea aquí una lógica de “talión”, de forma que parece situar en el mismo plano el asesinato de los enviados de Jesús (los que anuncian su banquete) y la “venganza” de Dios que arruina (apôlesen) a aquellos asesinos. Aquí se utiliza, según eso, una lógica de retribución histórica, que parece contraria al mensaje de Reino (y a las últimas antítesis de 5, 38-48, donde Jesús superaba el talión y la venganza).

IMG_0936Y prendió fuego su ciudad. Sigue en línea de talión. Esa frase parece calcada de la historia actual de la lucha entre judíos y gazatíes (15.10.23). Los gazatíes no quieren el banquete de los judíos; los judíos quieren prender fuego, hacer que estalle la ciudad de los gazatías…Esa ciudad es Jerusalén, y el texto evoca su destino trágico, cuando los romanos la tomaron y quemaron tras dura guerra del 67-70 dC. Pues bien, conforme al estilo de la apocalíptica, el texto atribuye esa destrucción a Dios (como hacen los apocalípticos judíos del siglo II dC y el mismo Flavio Josefo).

Desde la perspectiva actual, hubiéramos querido que Mateo formulara de otra forma esa caída, pero él utiliza el género que emplearon los profetas (Jeremías…), 2 Reyes y el libro de Lamentaciones al hablar de la destrucción de Jerusalén por los babilonios, el 587 aC. De esa forma indica que la caída de Jerusalén forma parte del misterio de la revelación de Dios, que será al final revelación de gracia [2].

‒ Segunda parte, Misión universal (22, 8-10).  Estamos de nuevo invitados, pero…

 La primera misión ha fracasado, no sólo porque muchos invitados prefirieron sus negocios (campos, empresas), sino porque otros rechazaron y mataron a los siervos de Dios, encendiendo la ira del Rey, que destruyó a los homicidas e incendió su ciudad (22, 7). Como he dicho, todo nos permite suponer que Mateo está evocando la caída de Jerusalén (70 dC), sabiendo bien que ella fue realizada en un plano militar por los romanos.

Pero el rey insiste en el banquete y llama a todos los hombres y mujeres de los campos y caminos de la vida para que compartan su banquete, el banquete de la vida… ¿Merece la pena esta nueva invitación universal al banquete después de la destrucción de “gaza” (Jerusalén). No haría mejor el rey dejando que cada uno campara a sus anchas,  sin invitaciones, ni reinos… Es evidente que el texto es una alegoría y que ha de entenderse en forma simbólica….

Última oportunidad (Mt 22, 11-13). Vestirse de bodas, hacerse Cristo

22 11 Pero entrando el rey para ver a los reclinados, vio allí a un hombre que no llevaba puesto el vestido de bodas; 12 y le dijo: Amigo ¿cómo has entrado aquí sin llevar puesto el vestido de boda? Pero él quedó callado. 13 Entonces dijo el rey a los servidores: Atándolo de pies y manos, arrojadlo fuera, a las tinieblas exteriores, donde será el llanto y el crujir de dientes.

 IMG_0937En un primer momento, este durísimo añadido texto, comparable a 22, 8, que mandaba matar a los homicidas y destruir la ciudad, no parece palabra de Jesús, que invitaba a todos, para que vinieran con el traje que tuvieran, sin vestido especial, cojos, mancos, ciegos, judíos y gentiles,  gazatíes y cisjordanos…. Pero es muy importante y necesario, pues exige que todos cambiemos de traje, pongamos un traje de boda,  aprendamos a comer y beber juntos, sobre las ruinas antiguas, creando una humanidad de bodas

 ‒ Venir a las bodas de Dios, que son bodas de todos los hombres  mujeres de la tierra, revestirse de bodas, de amor mutuo… Cambiar el traje antiguo, de guerras y enfrentamientos,  revestirse de utopía de nueva humanidad…

El tema es claro: O nos vestimos de bodas de amor… y moriremos expulsados en las tinieblas exteriores.  No se trata de que unos cambien y otros no, sino de que todos nos revistamos de nueva humanidad. Ciertamente, no todos son (somos) iguales…Pero en la misma barca (arca de Noe, en medio del diluvio, Gen 6-8) estamos todos, con plantas y animales… Tenemos que pensar todos en todos. Si seguimos en plan de enfrentamiento moriremos.

Dejo el tema así, en toda su crudeza… Ha sido una guerra, ha sido una segunda, ha venido la tercera… Pero nos empeñamos en seguir con el viejo traje de guerra, unos y otros, sin revestirnos de humanidad, sin abandonar las armas de guerra.

Tema de fondo: endyma gamou, traje de bodas.

Tanto en el At como en el NT se habla mucho de vestidos de diverso tipo, pero sólo aquí se habla de un vestido específico de bodas…. El texto es simbólico y la exigencia de llevar un “traje de bodas” resulta paradójica,  pues los enviados del rey han corrido a los campos y a los cruces de caminos para invitar a todos al banquete. ¿De dónde pueden sacar un vestido de boda?

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Un banquete que termina mal. Domingo 28. Ciclo A

Domingo, 15 de octubre de 2023
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IMG_0881Del blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

El domingo pasado, la parábola de los viñadores homicidas terminaba diciendo que la viña sería consignada «a un pueblo que produzca sus frutos» (v.43). Algo parecido afirma la parábola de hoy, la de los invitados al banquete, que nos ha llegado a través de Mateo y Lucas. Para comprender el enfoque de Mateo considero esencial tener en cuenta no solo la primera lectura (Isaías) sino también la versión de Lucas.

El punto de partida: un festín de manjares suculentos (Is 25,6-10a)

            La parábola de los invitados a la boda se inspira en un poema del libro de Isaías a propósito del gran banquete que Dios organizará “en este monte”, Jerusalén, que supondrá la alegría, la salvación y la victoria sobre la muerte para todos los pueblos.

            Aquel día,

            el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos,

            en este monte,

            un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

            manjares enjundiosos, vinos generosos.

            Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos,

            el paño que tapa a todas las naciones. 

            Aniquilará la muerte para siempre.

            El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros,

            y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país.

            Aquel día se dirá:

            «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara;

            celebremos y gocemos con su salvación.

            La mano del Señor se posará sobre este monte».

La reinterpretación irónica de Lucas (Lc 14,15-24)

            El texto de Isaías podía provocar en cualquiera el sentimiento que pone Lucas en boca de un oyente de Jesús: «¡Dichoso el que coma en el Reino de Dios!». Entonces Jesús, con gran dosis de ironía y realismo, cuenta una parábola que podemos dividir en dos actos:

            Acto I:

                         un hombre organiza un gran banquete;

                         envía a un criado a llamar a los invitados;

                         los invitados se excusan de buena manera.

            Acto II:

                    El hombre, irritado, manda al criado a invitar al banquete a pobres, lisiados,  ciegos y cojos;

                          el criado obedece, pero todavía sobra sitio;

                          el hombre vuelve a enviarlo «hasta que se llene la casa».

            Moraleja:

                           «Ninguno de aquellos invitados probará mi banquete».

            En la versión de Lucas, la parábola contada por Jesús explica por qué en la comunidad cristiana (el banquete) no están los que cabría esperar (los judíos), sino otros (los paganos). Del optimismo exagerado de Isaías pasamos al terrible realismo con que Jesús enfoca siempre las cuestiones.

La reinterpretación más dura y crítica de Mateo (Mt 22,1-14)

            La versión de Lucas podía suscitar en las comunidades cristianas un sentimiento de satisfacción y de falsa seguridad. Para evitarlo, Mateo añade una última escena e introduce también interesantes cambios; los dos actos se convierten cuatro:

            «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda. ” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

            Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

            Acto I:

                        Un rey invita a la boda de su hijo;

                        envía criados (en plural);

                        los invitados no quieren ir.

            Acto II:

                         El rey vuelve a enviar criados;

                         los invitados no hacen caso a los criados e incluso matan a algunos de ellos;

                         el rey mata a los asesinos y prende fuego a su ciudad.

            Acto III:

                           El rey manda a recoger por las calles a todos, malos y buenos;

                           La sala se llena de comensales.

            Acto IV:

                           El rey descubre a un comensal sin traje de fiesta;

                           manda expulsarlo del banquete.

            Moraleja:

                            «Hay más llamados que escogidos».

            Mateo ha reinterpretado la parábola a la luz de los acontecimientos posteriores y en clara polémica con las autoridades religiosas judías.

            En el Acto I, el protagonista no es un hombre cualquiera, sino un rey (Dios), que celebra la boda de su hijo (Jesús). Y no envía a un solo criado, sino a muchos (referencia a los antiguos profetas y a los misioneros cristianos). Los invitados, en vez de excusarse de buena manera, como en Lucas, simplemente no quieren ir.

            Entonces introduce Mateo un acto nuevo (II), donde la invitación del rey encuentra una oposición mucho mayor (incluso llegan a matar a algunos criados) y la reacción del monarca es terrible, porque manda su ejército a acabar con los asesinos y a prender fuego a la ciudad (destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70).

            El Acto III también representa una novedad con respecto a Lucas: no se invita a pobres, lisiados, ciegos y cojos, sino a todos, buenos y malos. El enfoque socioeconómico de Lucas (en el banquete entran los marginados sociales) lo sustituye Mateo por el moral (todo tipo de personas).

            Pero Mateo añade un nuevo Acto, el IV, que es la que más le interesa: un invitado se presenta sin vestido de boda y es echado fuera.

            Con estos cambios, la parábola explica por qué la comunidad cristiana está compuesta de personas tan imprevisibles y, al mismo tiempo, contiene un toque de atención para todas ellas. En el Reino de Dios puede entrar cualquiera, bueno o malo. Pero, si se acepta la invitación, hay que presen­tarse dignamente vestido.

Ni frac ni maxifalda

            Para entrar en una mezquita hay que descalzarse. Para entrar en una sinagoga hay que cubrirse la cabeza. Para entrar en cualquier iglesia se aconseja o exige un vestido digno. Pero el vestido del que habla la parábola no se mide en centímetros ni se debe caracterizar por su elegancia. Es una forma de comportarse con Dios y con el prójimo. O, utilizando una metáfora de san Pablo, hay que vestirse de nuestro Señor Jesucristo. No es un disfraz. Es un modo de vivir y de actuar que recuerde a los demás, dentro de lo posible, como él vivió y actuó.

La generosidad de los filipenses y los mejicanos que esperan a La Bestia (Fil 4,12-14.19-20)

            Pablo no quería ser gravoso a las comunidades que fundaba. No aceptaba que le ayudasen económicamente, prefería ganarse de vivir trabajando con sus manos. Pero hay ocasiones en las que no puede hacerlo, como ocurre cuando está preso en la cárcel de Éfeso. Entonces acepta y agradece la ayuda que le envían los filipenses, y les asegura que Dios se lo recompensará con creces.

            En Méjico hay una red de trenes de carga conocida como La Bestia, o El tren de la muerte. Son los trenes escogidos por muchos migrantes de Venezuela, Colombia, Honduras, etc., para llegar a la frontera de Estados Unidos, montándose en el techo y jugándose la vida. Cuando pasa por algunas estaciones, gente muy pobre y sencilla lo espera para lanzarles bolsas con comida y bebida. Un ejemplo maravilloso, que recuerda la generosidad de los filipenses.

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Preferimos los placeres y las seguridades al Reino.

Domingo, 15 de octubre de 2023
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banquete-de-bodas-brueghelDOMINGO 28 (A)

Mt 22,1-14

El domingo pasado el simbolismo se tomaba de la viña, hoy la imagen es el banquete. También es un relato polémico que acusa a los dirigentes judíos de haber rechazado la oferta de salvación que Dios les hace por medio de Jesús. El relato intenta superar el trauma de la separación de la religión judía y advertir del peligro de repetir los mismos errores en la comunidad. Insiste en el tema de la universalidad, que tantos quebraderos de cabeza produjeron a los primeros cristianos. No es fácil renunciar a los privilegios.

El texto de Is es una joya. El profeta tiene que hablar a un pueblo que atraviesa la peor crisis de su historia. Lo hace con una visión de futuro muy lúcida. Creo que hoy el texto del AT supera al evangelio, en belleza formal y en mensaje teológico. Naturalmente es un lenguaje simbólico. Habla de manjares enjundiosos y vinos generosos, de quitar el luto de todos los pueblos, de alejar el oprobio y enjugar las lágrimas de todos los rostros, de aniquilar la muerte para siempre. Bella oferta para un pueblo hundido en la miseria.

Se trata de una salvación total por parte de un Dios en quien confía el profeta a pesar de las circunstancias adversas. El intento de Is es que todo el pueblo soporte la dura prueba, confiando en su Dios, en cuyas manos está su futuro. Lo verdaderamente importante del relato de Is es el chispazo apuntado que tenemos que descubrir; es éste: Dios salva a todos. Y digo apuntado, porque también allí se ponen condiciones: los que no son judíos se ven obligados a venir a “este” monte (Jerusalén) para encontrar salvación.

Como la viña, el banquete es una imagen repetida en el AT. Para Jesús significa el Reino de Dios. Para los que pasan hambre diariamente, es una ocasión única para quitar las penas. En concreto, el banquete de boda era la única ocasión que tenía el pueblo sencillo de celebrar una fiesta y olvidarse de la dura realidad de una vida cuyo primer objetivo era llenar el estómago. Naturalmente no se trata más que de una metáfora para indicar que Dios está dispuesto a saciar los anhelos del ser humano.

También hoy, Mt alegoriza el relato y lo completa con la segunda parte (ausencia del vestido de boda) que no está en Lc. Es el Padre el que invita a la boda de su Hijo. Los primeros invitados son los jefes religiosos judíos que se negaron a aceptar el mensaje de Jesús. El prender fuego a la ciudad hace una alusión clara a la destrucción de Jerusalén. Los nuevos invitados son todos los seres humanos, sin importar ni raza ni condición social y, lo que es más escandaloso, sin importar si son buenos o malos.

Podemos pensar que en el relato, leído literalmente, existe una distorsión del mensaje de Jesús. El Dios de Jesús no es un señor que monta en cólera y manda acabar con aquellos asesinos. Esto no tiene nada que ver con la idea que Jesús tiene de Dios, pero responde muy bien al Dios del AT que a su vez refleja la manera de ser del hombre, proyectada sobre Dios. Es una pena que sigamos insistiendo hoy en esa idea de Dios. Nos sentimos más a gusto con el Dios que premia y castiga que con el de Jesús.

Tampoco el añadido del individuo que no llevaba traje de fiesta, tiene mucho que ver con el evangelio. Si salen a los cruces de los caminos para obligar a toda la gente que encuentren, ¿qué sentido tiene que se le exija un vestido de boda? ¿Es que la gente va por los caminos vestidos de boda? Puede hacer referencia a la túnica blanca que se entregaba a los recién bautizados. Claro que la intención del evangelista es buena, pero se ha entendido literalmente y nos ha metido por callejones sin salida.

El texto quiere evitar malas interpretaciones de la pertenencia a la comunidad. Era muy fácil entrar a formar parte de la comunidad y aprovechar todas las ventajas sin vivir de acuerdo con el evangelio. No basta pertenecer a una comunidad. Solo el que de verdad se revista de Cristo (Pablo), puede estar seguro de entrar en el Reino. Dios no toma represalias contra nadie. Solo se queda fuera el que no acepta el don.

El mensaje de las lecturas de hoy tiene una acuciante actualidad. Dios llama a todos, hoy como ayer. La respuesta vital de cada uno puede ser sí o no. Esa respuesta es la que marca la diferencia entre unos y otros. Si preferimos las tierras o los negocios, quiere decir que es eso lo que de verdad nos interesa. El banquete es el mismo para todos, pero a los que valoran más los bienes materiales, no les interesa. Todo el evangelio es una invitación; si no respondemos que sí con nuestra vida, estamos diciendo que no.

Cuando el texto dice que los primeros invitados no se lo merecían, tiene razón, pero existe el peligro grave de creer que los llamados en segunda convocatoria lo merecían. El centro del mensaje del evangelio está en que invitan a todos: malos y buenos. Esto es lo que no terminamos de comprender y aceptar. Seguimos creyéndonos los elegidos, los privilegiados, los buenos con derecho a excluir: “fuera de la Iglesia no hay salvación”.

Como parábola, el punto de inflexión está en rechazar la oferta. Nadie rechaza un banquete. Ojo a los motivos de los primeros invitados para rechazar la oferta. La llamada a una vida en profundidad queda ofuscada, entonces y ahora, por el hedonismo superficial. El peligro está en tener oídos para los cantos de sirenas, y no para la invitación que viene de lo hondo de nuestro ser que nos invita a una plenitud humana. La clave está en descubrir lo que es bueno y separarlo de lo que es aparentemente bueno.

No puede haber banquete, no puede haber alegría, si alguno de los invitados tiene motivos para llorar. Solamente cuando hayan desaparecido las lágrimas de todos los rostros, podremos sentarnos a celebrar la gran fiesta. La realidad de nuestro mundo nos muestra muchas lágrimas y sufrimiento causados por nuestro egoísmo. Seguimos empeñados en el pequeño negocio de nuestra salvación individual, sin darnos cuenta de que una salvación que no incorpora la salvación del otro, no es cristiana ni humana.

Dios no nos puede prometer nada, porque ya nos lo ha dado todo. Nuestra existencia es el primer don. Ese regalo está demasiado envuelto, podemos pasar toda la vida sin descubrirlo. Esta es la cuestión que tenemos que dilucidar como cristianos. El problema de los creyentes es que presentamos un regalo excelente en una envoltura que da asco. No presentamos un cristianismo que lleve a la felicidad humana más allá del hedonismo.

Efectivamente, es la mejor noticia: Dios me invita a su mesa. Pero el no invitar a mi propia mesa a los que pasan hambre, es la prueba de que no he aceptado su invitación. La invitación no aceptada se volverá contra mí. Sigue siendo una trampa el proyectar la fiesta, la alegría, la felicidad para el más allá. Nuestra obligación es hacer de la vida, aquí y ahora, una fiesta para todos. Si no es para todos, ¿quién puede alegrarse de verdad?

Fray Marcos

Fuente Fe Adulta

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Ciencia y Religión (La Vida)

Domingo, 15 de octubre de 2023
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Continuamos el relato iniciado la semana pasada; entonces hablábamos del cosmos, ahora, de la vida.

Según nos dice la ciencia, el proceso que dio lugar a la vida pudo haberse producido a partir de los elementos químicos inorgánicos disponibles en algún entorno favorable. No sabemos cuál puede haber sido ese entorno ni la probabilidad de que todos los elementos precisos se hallasen en él, pero sabemos que su combinación espontánea pudo haber dado lugar a moléculas orgánicas cada vez más complejas, luego a agregados caóticos de moléculas poliméricas (protobiontes), y finalmente a la primera célula viva: una bacteria considerada el ancestro común de todos los seres vivos que pueblan la Tierra.

El problema es que en el transcurso de este breve relato hemos dado un salto que quizás haya pasado desapercibido, pues hemos comenzado hablando de materia y en un momento determinado hemos pasado a hablar de vida; como si la materia tuviese la facultad de generar vida.

Lo que no cabe duda es que al final del proceso se formó una estructura celular capaz de albergar la vida, pero no sabemos si esa estructura estaba dotada de vida. Y el origen de nuestra duda es triple. Por una parte, está el argumento ontológico que determina que lo inferior (la materia) no puede dar lugar a lo superior (la vida). Por otra, la evidencia empírica de que en laboratorio nunca se ha podido reproducir la vida ni hacer funcionar a una célula muerta (a pesar de los infinitos intentos de lograrlo). Finalmente, la evidencia histórica de que cada célula transmite a su descendencia la vida, y que no se conoce otro mecanismo capaz de trasmitirla.

En la Naturaleza nada puede ser origen de algo que está más alto que ella en la escala ontológica, aunque puede degenerar en lo que está por debajo. Cuando muere un ser vivo desciende en la escala ontológica, pero los muertos no pueden resucitar; no pueden ascender. Por eso, para que esa primera estructura celular se pusiese en funcionamiento tuvo que haber recibido un “principio vital”; un soplo de vida proveniente que de una realidad superior a todo lo conocido por nuestra mente.

En el mundo que conocemos, la vida debe estar soportada en la materia, pero es una realidad muy superior a la materia (al igual que la música se soporta en la flauta, pero es una realidad muy superior a la flauta). Las culturas primitivas creen en ese “principio vital” al que nos referimos, mientras que el judaísmo nos habla del “soplo de Dios”, y ambas nos aportan una explicación ontológica mucho más coherente de la realidad vital que la que aportan las hipótesis científicas.

En la Grecia clásica, ese principio vital recibe el nombre de “alma” (“ánemos” en griego y “ánima” en latín; que significan, viento, soplo, aliento). Por tanto, la vida se concibe como soplo, como aliento que anima lo inanimado. Un ser vivo está animado, y cuando el alma, el ánima, le abandona, se convierte en un ser inanimado. Ese hálito, soplo o principio vital se encuentra en todos los seres vivos y desaparece cuando el individuo muere.

Para que algo exista hace falta un “principio de su existencia”. Para que ese algo viva, hace falta además un “principio vital”; un alma.

El misterio de la vida no está por tanto en saber cómo los elementos químicos se convirtieron en nucleótidos o aminoácidos, ni en cómo estos polimerizaron, ni en cómo llegaron a convertirse en estructuras celulares, sino en cómo ese “principio vital” se coló en la Tierra dando lugar a la vida… Antes no había vida; en aquel mundo inerte ni siquiera el concepto “vida” tenía algún significado; era imposible concebir una idea tan distinta a la única realidad existente que era la materia. Pero en un momento dado ésta aparece… ¿En base a qué?… Desde luego no a la materia, porque la materia es un mero soporte biológico de la vida que no posee en sí ningún “principio vital”

Una última consideración. La vida de aquella primera bacteria se limitaba a la nutrición, la reproducción y poco más, lo que nada tiene que ver con las formas superiores de vida que hoy conocemos. Aquel evento crucial para nuestra propia existencia no supuso singularidad alguna; podríamos decir que pasó desapercibido. En apariencia todo seguía igual, pero todo había cambiado. Es como una semilla “insignificante” que se siembra en el campo y al principio ni siquiera se ve, pero luego se convierte en árbol majestuoso que se yergue sobre todo lo demás.

Aquella primera forma de vida “insignificante” tenía la potencialidad de crear nueva vida, y ésta, la de ir conformando seres cada vez más complejos en los que el concepto “vida” iba teniendo un significado más rotundo, más pleno. La vida, al principio vegetativa, se convirtió en sensitiva, aparecieron los sentidos, el aparato locomotor, el cerebro, los instintos… Luego se convirtió en intelectiva, y no solo apareció la razón, sino la conciencia, la libertad, el amor…

Con tres partículas “insignificantes” Dios formó el cosmos, y con una bacteria “insignificante”llenó nuestro planeta de vida… ¡Fascinante! …

Miguel Ángel Munárriz Casajús

Fuente Fe Adulta

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Si te llama a la fiesta.

Domingo, 15 de octubre de 2023
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il-regno-dei-cieli-e-simile-a-un-re-che-fece-una-festa-di-nozze-per-suo-figlioMt 22, 1-14

(Mt 22, 1-14)

“En aquel tiempo, volvió a hablar Jesús en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo”.

El primer grupo de “convidados” son los que se da por hecho que se sentirán alagados de recibir la invitación, son los más cercanos a quien invita: familia, amigos, compañeros de trabajo, algún vecino, gente con la que sigue compartiendo vida. Pero en la parábola parece que no hicieron ningún aprecio a la invitación.

Aun así fueron requeridos por segunda vez, haciendo de nuevo caso omiso con pegas y excusas. Se dieron media vuelta creando, incluso, violencia contra los enviados. Invitación fallida a la fiesta del reino de los cielos.

El segundo grupo de “convidados” fue convocado en “los cruces de caminos” sin importar ni el número ni si eran buenos o malos. Con muy buen resultado, “la sala del banquete se llenó de comensales”.

Sorprendente esta última convocatoria al banquete del reino de los cielos que llama con toda libertad a quienes no se reconocen merecedores de semejante invitación. Seguro que sintieron alegría, agradecimiento y emoción al ser saludados como invitados de primera.

Pero algo no cuadraba en el grupo de los que llegaron sin invitación previa: había uno que “no llevaba traje de fiesta”. “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin el vestido de boda? El otro no abrió la boca”.

Me he preguntado en qué consiste ese vestido de boda que unifica a los que lo aceptan. Debe tratarse de un vestido diseñado con agradecimiento, teñido de agradecimiento y cosido con puntadas de ilusión por participar en la boda del hijo y en la celebración del Amor.

Sobresalía mucho a la vista el que había entrado sin el vestido de boda. ¡Pobre!… quizás es el prototipo de quien pasa de todo, se deja llevar por la marea humana sin hacerse preguntas, critica los buenos momentos de los otros, pone cara de circunstancias y de estar de vuelta de todo, y no aporta más que una triste sombra de negatividad.

En este tiempo Jesús sigue llamando y convidando al banquete de la fiesta del reino de los cielos a los cercanos, a los lejanos, a los que una vez le siguieron, los que tienen una cierta curiosidad, los cansados y los que creen que esa llamada no es para ellos. Jesús sigue llamando a la fiesta a muchos… ¿muchos? Más que muchos, a todos.

Si te llama párate y piensa a qué tipo de fiesta te está invitando; quién eres tú para ser invitado. Mira a ver si te alegras de participar en el convite; si rechazas la invitación porque tienes otros temas de más interés, provecho o rentabilidad o, sencillamente, vas porque total ya si eso, que dicen ahora, o te da igual ocho que ochenta, que se decía antes.

Sigue llamando, lo hemos escuchado recientemente: “En la Iglesia caben todos, todos, todos“, de boca del Papa Francisco.

Si cabemos todos, todos, todos… es la fiesta de los encuentros. ¿Quién se anima?

Mari Paz López Santos

Domingo, 15 octubre 2023

Fuente Fe Adulta

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Invitados e invitadas a la vida.

Domingo, 15 de octubre de 2023
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FiestaDomingo XXVIII del Tiempo Ordinario

15 octubre 2023

Mt 22, 1-14

Es frecuente que muchos grupos, en sus inicios, adopten ciertos tics más o menos sectarios. Y eso ocurrió también con aquellas primeras comunidades que seguían a Jesús (y que son quienes escribieron ese final de la parábola): pretendían que, para participar en la fiesta de la vida, toda persona debía vestir el «traje» que ellos mismos vestían, so pena de graves castigos o condenas para quien se negara a ello.

Pero no. Para participar en la fiesta de la vida no se requiere ningún traje especial: todos y todas, sin excepción, estamos invitados. Cada cual con su propio traje y su propia situación. O como dice Jesús, “malos y buenos”.

La parábola original solo insiste en un punto: que nadie quede fuera. Y esa es la gran tragedia de nuestro mundo: que dejamos a muchas personas “en los cruces de los caminos”. Son muchos los hombres y mujeres que se ven excluidos por un sistema injusto y son también muchos quienes se autoexcluyen, encerrados en su ignorancia y girando en torno a su propio ego. En realidad, quien excluye a los otros de la fiesta de la vida también se ha autoexcluido a sí mismo. Se trata de un círculo vicioso que se retroalimenta constantemente.

Con lo cual, la parábola parece lanzar un doble cuestionamiento: ¿me siento personalmente invitado/a a la fiesta de la vida?; ¿soy consciente de que todo ser humano es invitado exactamente igual que yo?

Y las preguntas pueden seguir: si no me siento invitado, ¿a qué se debe?, ¿cómo veo la vida?, ¿qué actitudes me están ofuscando?; si no considero a cada persona en igualdad radical conmigo, ¿a qué se debe?, ¿qué relato ignorante me estoy contando?, ¿en qué burbuja narcisista sigo encerrado?

Queriendo ir más a la raíz, antes o después, nos toparemos con la pregunta en cuya respuesta se ventila todo: ¿cómo me veo a mí mismo?, ¿qué soy yo? Porque si me reduzco al yo y me veo separado de la vida, mucho me temo que, por más trabajo psicológico que haga, me resultará muy difícil, no solo sentirme invitado, sino sentir la vida como una fiesta. Solo cuando comprendo de manera experiencial que, en nuestra identidad última, somos vida, seremos capaces de verlo de otro modo. Solo cuando entregas «tu» vida a la Vida, comprendes.

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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Todos tenemos un sitio en la mesa del Señor.

Domingo, 15 de octubre de 2023
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eucaristia-720_270x250Del blog de Tomás Muro La Verdad es libre:

01.- La Mesa.

La Palabra de este domingo gira en torno a la Mesa. Dios prepara una mesa, un banquete de bodas para la humanidad … Tú preparas ante mí una mesa… El Reino de los cielos se parece a un banquete -una mesa- de bodas.

En torno a una mesa vivimos y acontecen muchas cosas a lo largo de nuestra vida, en la sociedad y en la Iglesia.

En la vida nos sentamos a muchas mesas por mil motivos.

O2.- La mesa familiar.

    Desde niños, incluso todavía en brazos de nuestros padres, abuelos o hermanos mayores, nos hemos o nos han sentado a la mesa familiar.

    En torno a la mesa familiar todos somos iguales.

En la mesa familiar nos alimentamos y no solamente del alimento material, que ya es mucho, sino del alimento de la fraternidad-familiaridad. En la mesa familiar hemos recibido y compartido la acogida a la vida, el afecto, el amor, la cultura, el idioma, la fe, las tradiciones, las costumbres, los valores, el alimento. En la mesa familiar hemos celebrado, hemos cantado de alegría y de fiesta; en otros momentos hemos sufrido juntos.

En la mesa familiar de la cocina de casa hemos nacido a la vida y a la convivencia.

03.- La mesa de la palabra y cultura.

    Hemos pasado y pasamos muchas horas en la mesa de estudio, e búsqueda de la verdad. De niños nos sentamos en  aquella mesa-pupitre de la escuela muchos de nosotros con la pizarra y con aquel viejo tintero de porcelana, hasta nuestra mesa de trabajo actual con ordenador. Hemos ido aprendiendo las letras, las diversas asignaturas, hemos ido creciendo en el pensamiento, hemos leído y leemos la Palabra.

    Quizás en la pequeña mesa de nuestra habitación o en la mesa de la biblioteca hemos pensado mucho las cosas y hemos ido creciendo, evolucionando y cambiando de mentalidad: cambios en el pensamiento político, teológico, cultural, etc.

En la mesa hemos buscado la verdad.

04.- Mesa de trabajo.

    Cuántas horas pasan muchas personas sentados a la mesa de trabajo: la mesa-banco  del carpintero, la mesa de la oficina, la mesa del relojero, del dibujante, de los sastres, de los químicos, de la panadería, la mesa del profesor, etc.

    La mesa es lugar de trabajo y de ganarse el pan.

05.- Mesas de diálogo.

    Según los momentos y etapas de la vida y al ritmo de los problemas nos hemos sentado a algunas mesas de diálogo: reuniones de padres en los colegios, reuniones de vecinos, reuniones culturales o de orden deportivo en el barrio, en la parroquia.

06.- Mesas políticas.

No tienen muy buena fama las mesas de los políticos, pero son necesarias.

Sentarse a la mesa y hablar, negociar, buscar salidas a los problemas es necesario y sano. Buscar la pacificación es noble.

Mejor sería que Moscú y Kiev, Palestina e Israel se sentaran a la mesa del diálogo.

Nos queda la Palabra, que decía Blas de Otero (1916-1979).

En la mesa se buscan soluciones.

07.- Mesa del quirófano (enfermedad).

    Quizás en algún momento de la vida nos ha tocado pasar por la mesa del quirófano, mesa de dolor pero de curación…

    Una intervención quirúrgica es pasar por valles de tinieblas, que hemos rezado en el salmo 22. Para el enfermo esta mesa es una difícil amalgama de angustia y esperanza. El que lo ha vivido, lo sabe.

    En la mesa hemos sufrido y nos hemos curado.

08.- Mesas eclesiales.

    A decir verdad  no son muchas las mesas eclesiales en las que se dialogue, se comparta. En estos momentos se está celebrando el sínodo el Roma, que hasta cierto punto es como una mesa de diálogo. Quiera Dios que sea una mesa eficaz.

09.- Aterpe / comedores sociales: (la mensa de la Caridad).

    No sé si los que estamos aquí reunidos nos hemos sentado a este tipo de mensas. (Aunque aquellos lejanos años 1940-50 no fueron precisamente de banquetes mesiánicos para muchos de nosotros). Pero estas “mesas sociales”, los bancos de alimentos existen. Son muchas las personas que se sientan a estas mesas de la caridad. Si la mensa de Aterpe es algo, es caridad.

    En la mesa compartimos. La mesa es caridad.

10.- La mesa de la Eucaristía.

La Eucaristía es también una mesa. Una mesa abierta en la que nos alimentamos de la palabra y del pan de vida. El altar es una mesa.

Muchas veces en nuestra vida nos hemos sentado a la mesa de la Eucaristía. Las más de las veces con los problemas, crisis y alegrías del transcurrir de la vida cotidiana. Otros han sido momentos de una densidad existencial más profunda: cuando os casasteis o cuando accedimos al ministerio o a la vida religiosa. La Eucaristía a la muerte de nuestros padres o seres cercanos adquiere una gran profundidad.

11.- La mesa del banquete del Reino

* La mesa del Señor está abierta a todos: Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos.

El papa Francisco decía hace unos días a los cardenales que se le han enfrentado con sus ‘dubia’: “No podemos constituirnos en jueces que sólo niegan, rechazan, excluyen“. La mesa del Señor está abierta a todos.

* A la mesa del Señor estamos invitados todos y no por nuestra condición moral: todos, buenos y malos. Dios no hace acepción de personas.

La Mesa del Señor es gratuita: gratis: gracia: Eu – Xaris: buen regalo, don. A los restaurantes de lujo van los que van, los que tienen para poder pagar tal comida. La mesa del Señor es gratis y para todos.

12.- La mesa de amor.

    El Señor habla de un banquete de bodas. Un banquete de bodas es encuentro y amor.

    Las mesas de la vida y la Eucaristía nos abren a la mesa definitiva del Señor. Es una mesa gratuita (gracia). Nosotros no podemos darnos la plenitud a nosotros mismos: es una gracia, un regalo de Dios. Es el amor de Dios.

Que nuestra mesa, nuestras capacidades, nuestro alimento material o espiritual esté abierto a todos, como lo está la mesa del Señor.

Prepara tu mesa, Señor para nuestro pueblo, para todos los pueblos, para todas las iglesias, para toda la humanidad.

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“Ir a los cruces de los caminos”. 28 Tiempo ordinario – A (Mateo 22,1-14)

Domingo, 11 de octubre de 2020
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homeless-1Jesús conocía muy bien la vida dura y monótona de los campesinos. Sabía cómo esperaban la llegada del sábado para «liberarse» del trabajo. Los veía disfrutar en las fiestas y en las bodas. ¿Qué experiencia podía haber más gozosa para aquellas gentes que ser invitados a un banquete y poder sentarse a la mesa con los vecinos a compartir una fiesta de bodas?

Movido por su experiencia de Dios, Jesús comenzó a hablarles de una manera sorprendente. La vida no es solo esta vida de trabajos y preocupaciones, penas y sinsabores. Dios está preparando una fiesta final para todos sus hijos e hijas. A todos nos quiere ver sentados junto a él, en torno a una misma mesa, disfrutando para siempre de una vida plenamente dichosa.

No se contentaba solo con hablar así de Dios. Él mismo invitaba a todos a su mesa y comía incluso con pecadores e indeseables. Quería ser para todos la gran invitación de Dios a la fiesta final. Los quería ver recibiendo con gozo su llamada, y creando entre todos un clima más amistoso y fraterno que los preparara adecuadamente para la fiesta final.

¿Qué ha sido de esta invitación?, ¿quién la anuncia?, ¿quién la escucha?, ¿dónde se pueden tener noticias de esta fiesta? Satisfechos con nuestro bienestar, sordos a todo lo que no sea nuestro propio interés, no creemos necesitar de Dios. ¿No nos estamos acostumbrando poco a poco a vivir sin necesidad de una esperanza última?

En la parábola de Mateo, cuando los que tienen tierras y negocios rechazan la invitación, el rey dice a sus criados: «Id ahora a los cruces de los caminos y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda». La orden es inaudita, pero refleja lo que siente Jesús. A pesar de tanto rechazo y menosprecio habrá fiesta. Dios no ha cambiado. Hay que seguir convidando.

Pero ahora lo mejor es ir a «los cruces de los caminos» por donde transitan tantas gentes errantes, sin tierras ni negocios, a los que nadie ha invitado nunca a una fiesta. Ellos pueden entender mejor que nadie la invitación. Ellos pueden recordarnos la necesidad última que tenemos de Dios. Pueden enseñarnos la esperanza.

José Antonio Pagola

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“A todos los que encontréis, convidadlos a la boda”. Domingo 11 de octubre de 2020. 28º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 11 de octubre de 2020
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51-OrdinarioA28Leído en Koinonia:

Isaías 25,6-10a: El Señor preparará un festín, y enjugará las lágrimas de todos los rostros.
Salmo responsorial: 22: Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Filipenses 4,12-14.19-20: Todo lo puedo en aquel que me conforta.
Mateo 22,1-14: A todos los que encontréis, convidadlos a la boda.

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. [Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.”]

El Salmo interleccional y la epístola de Pablo a los cristianos de Filipos ponen de relieve el cuidado y protección de Dios. El primero recurre a las imágenes de pastor y anfitrión señalando el significado del “tú conmigo” (v. 4) en el camino y en el descanso. Por su parte la epístola señala la compañía divina en la vida del apóstol y la seguridad que ella se hará extensiva a los cristianos de la comunidad.

El pasaje del evangelio recurre a la misma imagen y comparte el horizonte universalista. En él podemos distinguir dos partes. En la primera, se presenta el Reino de Dios con ayuda de las acciones de un rey que quiere celebrar la boda de su hijo. Los símbolos de autoridad están expresamente seleccionados ya que esta sección, que tiene lugar en Jerusalén, gira en torno de la autoridad de Jesús.

Para la celebración el rey envía a sus “sirvientes”, en dos oportunidades, a notificar a los que han sido previamente invitados que el banquete está pronto. La reacción es de una violencia creciente.

Ante este fracaso, el rey ordena a los sirvientes de extender la invitación a la gente que está “al extremo de la calle” sin distinción de comportamiento ético, ya que entran al banquete “malos y buenos” (v. 10). La invitación ahora surte efecto ya que la sala se llena de invitados. Se trata de una llamada universal que supera todas las diferencias humanas y que reúne a todos en un mismo banquete.

Esta perspectiva universal, aunque ocasionada por el rechazo de los invitados, va mucho más allá de lo que puede, en el rey, motivar ese rechazo. Se trata de una voluntad salvífica sin límites que aprovecha un momento de hostilidad para manifestarse.

Los vv. 11-14 cambian bruscamente la perspectiva: viene la segunda parte. Aquí se trata de un caso particular de la participación al banquete. El ámbito universal continúa estando presente, pero se subraya la reacción de uno de los comensales.

El cambio de perspectiva toma su punto de partida en la entrada del rey en la sala del banquete. Con esa entrada se señala un acontecimiento decisivo, un juicio que se opera en cada uno de los invitados.

Haber entrado no da derecho automático a permanecer. Para participar plenamente al banquete es necesario haber aceptado el “vestido de fiesta”, el don de la fe. Uno de los presentes, aunque también llamado, no ha endosado el ropaje adecuado, no ha sido capaz del compromiso ético que acompaña a la llamada.

La mudez ante la pregunta del rey, indica la ineficacia de la llamada en tal convidado y motiva la sentencia condenatoria que el rey pronuncia en un juicio instantáneo y decisivo que lo arroja a las tinieblas exteriores, donde reinan el llanto y el rechinar de dientes (v. 13). La tristeza ante Israel por no haber aceptado la invitación puede transferirse a los miembros de la comunidad eclesial que no sean capaces de las exigencias que dimanan de la fiesta. Este destino reservado a los miembros “mudos” de la comunidad, incapaces de producir fruto coherente con su confesión de fe, pretende hacer un llamado concreto a cada uno de los integrantes comunitarios a tomar en serio la invitación que en principio han aceptado.

La advertencia se hace más urgente gracias a la mención del mayor número de los llamados que de los escogidos (v. 14) que no busca determinar número sino fundamentar la seriedad con que se debe tomar la decisión frente al Reino.

El banquete del Reino es un don gratuito de Dios pero exige que cada hombre sea capaz de aceptar la invitación que se le dirige y, llevar una vida coherente con el significado de la invitación. Sólo con esas dos actitudes es posible mantenerse en el ámbito de la gracia divina que aunque ilimitada jamás avasalla la libertad humana.

A pesar de todo lo dicho, no podemos menos de hacernos cargo de la «objeción a la totalidad» que muchos oyentes, personas cultas y con verdadera sensibilidad de hoy, van a sentir ante este texto del evangelio y toda la cosmovisión teológica a la que echamos mano para tratar de explicarla y aplicarla. La sensación cierta, aun en muchos que no acaban de poder expresarla con nitidez, es que este tipo de metáforas globales son profundamente inadecuadas, están gastadas y sobrepasadas, y no sólo no dicen ya nada (por eso necesitan de tanta explicación), sino que resultan ininteligibles, y hasta producen rechazo. Como afirma la teóloga Sally McFague, son metáforas no sólo obsoletas, sino dañinas. Con toda probabilidad Jesús ya no las usaría hoy, y se pasmaría de vernos muchos domingos dando vueltas en torno a ellas, queriendo dar vida a una simbología y una doctrina que está muerta. Es otro tema, muy importante, que tenemos que acostumbrarnos a plantear más y más. Cfr «Hacen falta nuevas imágenes religiosas», Agenda Latinoamericana’2011, p. 228, accesible también en el Archivo digital de la Agenda: servicioskoinonia.org/agenda/archivo Leer más…

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11 octubre 2020. Dom 28 TO Mt 22, 1-14 El problema no es que Dios mande al infierno, es que nosotros no queramos su cielo

Domingo, 11 de octubre de 2020
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78940884-8B45-49BF-89AB-9C2E9736706CDel blog de Xabier Pikaza:

Dijeron y dicen muchos que la religión nació del miedo: “Timor fecit Deos” (el temor hizo a los dioses). La parábola de hoy (Mt 22, 1-14) invierte ese motivo: Habla de un “Señor” que ofrece a los hombres su banquete (¡amor de cielo!), pero que muchos no lo quieren, matándose y muriendo por otros “falsos amores”

El Dios de Jesús “invita”, no impone su banquete. No pide a los hombres que vengan por miedo, sino que suscita en ellos un amor más grande de vida (banquete/comida, bodas/amor),que empieza en este mismo mundo. Este Dios no es temor, es deseo de cielo. Pero allí donde los hombres no quieren ser camino de cielo (banquete, bodas) se vuelven matanza de infierno.

Los animales no tienen ese deseo de cielo, simplemente viven, son lo que son en armonía inconsciente de vida y de muerte (generación y corrupción). Los hombres, en cambio, podemos desear y deseamos un cielo de vida universal, somos deseantes de cielo. Ese es el motivo de fondo de esta parábola, contada (como casi todas) de forma paradójica, para hacernos pensar y desear el cielo, superando el infierno.

En la línea de esta parábola se entiende la encíclica de Francisco, Tutti Fratelli e sorelle, Todos hermanos/hermanas, amantes/amigos, llamados al “cielo” de la vida, al Gran Banquete/Bodas de la Humanidad divina.

Argumento básico

Lo presentado ya en el subtítulo. Aquí lo resume de nuevo, para ofrecer después la parábola y comentarla desde el evangelio. Éstos son sus cinco temas:

  1. La parábola supone que hombre/mujer (humanidad entera) “es” deseo de “cielo”, esperanza de fraternidad y vida. Éste es el gran descubrimiento: Hay Dios, hay deseo y posibilidad de banquete/boda para todos. El banquete y boda universal de vida no es una ilusión, no es engaño al servicio de algunos. Es el gran deseo que mueve las estrellas, que pone en marcha la vida de los hombres como “aspirantes de cielo.
  2. La parábola supone desde el judaísmo que hubo un pueblo pionero de ese camino de cielo, que han sido los judíos. Un budista contaría esta parábola de otra manera, lo mismo un chino mandarín. Jesús la cuenta desde el judaísmo, que  es Antigua Alianza de vida. Los judíos (con Elías, Isaías, Juan Bautista, María de Nazaret) han sido un pueblo privilegiado, aspirante de cielo. En ese sentido, todos somos de algún modo judíos.
  3. Un tipo de judaísmo no ha culminado su camino, ha rechazado el banquete de cielo para todos, ha querido sólo su propio cielo. Un judaísmo entendido como “capitalista de Dios” no ha querido culminar su camino, ofreciendo su amor de reino/cielo y su promesa de bodas para todos. Ha querido su boda especial, su banquete propio, rechazado así (por ahora) el amor universal del Dios-amor que Banquete y Boda.
  4. Jesús judío universal ha extendido para todos el deseo y camino de cielo, el banquete;  de esa forma ha sido judío-judío, judío universal de banquete enamorado y boda para todos,   empezando por los últimos del mundo,  publicanos y prostitutas, cojos-mancos-ciegos, excluidos de todos los banquetes y bodas del mundo. Jesús, testigo del banquete de la vida, ha venido a cursar por sí mismo y por su iglesia esa gran invitación de cielo: La vida es un banquete de amor para todos, una mesa y casa abierta (alimento, fiesta, para todos los pueblos, como había dicho Isaías 24-27); una boda de amor para todos, los bien casados de la ley antigua, y los que parecían mal-casados, mal-queridos, empezando por prostitutos y prostitutas, por excluidos de la vida (homo- y hetero sexuales…), todos novios y novias de la vida, no de la muerte.
  5. Pero entre los invitados cristianos hay algunos que no llevan el “vestido de cielo”, que no viven conforme al amor del banquete. Ésta es la gran novedad que este evangelio de Mateo introduce en la parábola, la novedad más actual en este tiempo (año 2020), que está en el fondo de la “parábola del Papa Francisco” (Fratelli tutti…). Algunos de la iglesia vienen a la boda sin “cambiar su ropa”, vienen a imponerse y mandar a los demás, a destruir el amor de las bodas…
  6. Por eso es necesario volver volver al amor primero. No olvidemos que la parábola es “parábola” (no es un argumento, ni un dogma impuesto…), un camino para pensar y cambiar. Jesús nos ha dicho que somos deseo de cielo, que la religión de la vida es amor (banquete y bodas para todos). Pero nosotros podemos convertir  el mismo banquete en infierno, en bodas de sangre y de muerte, de opresión y miedo. A partir de aquí leamos la parábola.

He desarrollado extensamente el tema en  varias entradas de Palabras de amor y de un modo especial en mi Comentario de MateoCon estas palabras deseo a todos mis amigos un buen fin de semana  de amor.

Parábola. Mt 22,1-14. El gran banquete

   Tiene varias partes, las iré leyendo y comentando una por una. El texto es complejo, la interpretación es larga, tomada de mi comentario a Mt. Siga leyendo quien quiera y tenga tiempo, para pensar conmigo, con gran libertad, con deseo de entender el mensaje de Jesús tal como lo interpretó la Iglesia de Mateo.

Parábola original según Mateo (22 1-10) 22 1 Y respondiendo Jesús de nuevo, les habló en parábolas diciendo: 2 El reino de los cielos se parece a un hombre rey que hizo las bodas para su hijo. 3 Y mandó a sus siervos para que llamaran a los invitados a las bodas, pero no quisieron venir. 4 Volvió a mandar otros siervos, encargándoles que les dijeran: He aquí que tengo el banquete preparado, he matado terneros y reses cebadas, y todo está dispuesto. Venid a las bodas. 5 Pero ellos, no haciendo caso, se fueron: uno a su propio campo; otro a su negocio; 6 y los restantes, echando mano a los siervos, les maltrataron hasta matarles.‒ 7 Pero el rey montó en cólera, y, enviando a su ejército, destruyó a aquellos asesinos y prendió fuego a su ciudad. 8 Entonces dijo a sus siervos: Las bodas están preparada, pero los convidados no eran dignos. 9 Id pues a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda. 10 Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. Y la sala de bodas se llenó de comensales[2].

 El banquete como signo del Reino de Dios o de la culminación escatológica aparece en varios lugares del Antiguo Testamento y de la tradición apocalíptica. Un texto a menudo evocado es Is 25, 5-10, donde se dice que el Señor de los ejércitos prepara en el Monte Sión un festín de manjares suculentos, aniquilando allí a la muerte. En ese contexto suelen citarse también unas palabras de Zac 9, 16: ¡Qué espléndido será, qué hermoso! El trigo hará florecer a los jóvenes, el mosto a las doncellas! (Zac 9, 17) [3].

Ese banquete se sitúa sobre el Monte Sión, que Is 2, 1-5 presentaba como centro de reconciliación universal (¡de las espadas forjarán arados!). En esa línea avanzan las Parábolas de Henoc (1 Hen 37-71), del tiempo de Jesús, hablando de un banquete del Hijo del Hombre como salvador escatológico: «Dios habitará con ellos; morarán y comerán con este Hijo del hombre, se acostarán y se levantarán por los siglos» (1 Hen 62, 7-14). También los libros tardíos de la apocalíptica (Ap. de Baruc, 4º Esdras), escritos a finales del I dC, siguen destacando la abundancia del banquee final (cf. ApBar 29, 5-8)[4].

Esta parábola contiene un recuerdo original de Jesús, que puede y debe situarse en el contexto de su misión final, quizá durante su ascenso a Jerusalén, tras la culminación (¿fracaso?) de su mensaje en Galilea, con el recuerdo de la misión y llamada de Dios por los profetas. Así lo ha destacado EvTom 64, que entiende este motivo de manera más intimista, aunque al fin añade, de modo sorprendente, el logion de los mercaderes y compradores que no entrarán en el Reino de mi Padre[5].

Lucas ha situado esta parábola en el contexto general de la llamada de Jesús (Lc 14, 16-24), en el principio del camino que va a Jerusalén (cf 13, 22. 31-35), sin referencia al rechazo de los sacerdotes y escribas, y sin juicio sobre Jerusalén. Mateo, en cambio, la presenta como alegoría de la llamada al Reino, dirigida primero a los invitados (judíos) y luego a todos (en la línea de EvTom 64), dándole al mismo tiempo un tinte apocalíptico: destrucción para aquellos que rehúsan la llamada (22, 7) y para aquellos que aceptándola no se mantienen fieles (añadido de 22, 11-14).

‒ Primera parte: una misión judía (22, 1-5). Evoca la llamada de Jesús a los invitados(judíos: 22, 3; cf. 14, 17) israelitas, a quienes Dios había preparado como pueblo, a través de los profetas. Esta invitación se formula en dos fases: La primera responde  de tipo genérico (22, 3), rechazada por los invitados, y otra más concreta (22, 4) e insistente, que ellos rechazan también.

La primera invitación (22, 3) tiene un sentido amplio y, en la perspectiva de Mateo, puede referirse a los profetas, y de un modo más concreto a Jesús y a los primeros ministros del evangelio, que anuncian la pascua, es decir, el banquete del Hijo del Rey a los judíos. En ese contexto se supone que los invitados debían hallarse dispuestos, para compartir el gozo del rey en la boda de su hijo. La segunda (22, 4) puede referirse, ya de un modo más preciso, a los profetas, sabios y escribas que el mismo Jesús pascual sigue enviando a Israel, y que están siendo rechazados por los escribas y fariseos del nuevo judaísmo (cf. 23, 34-35).

Esta doble invitación sorprende por su gratuidad. El rey no impone obligación a los llamados. Simplemente quiere honrarles, pidiéndoles que compartan con él las bodas de su hijo. El texto supone que los llamados son súbditos del rey, al que han de obedecer, estando preparados para responderle y compartir su fiesta. Pero el texto indica por dos veces que no fueron: La primera (22, 3) no quisieron, sin más; la segunda (22, 4-6) se negaron ostentosamente, marchando cada uno a su trabajo (tierras, negocios) y matando además a los siervos del rey, para quedar así tranquilos. Leer más…

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Un banquete que termina mal. Domingo 28. Ciclo A

Domingo, 11 de octubre de 2020
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banquete-de-bodaDel blog El Evangelio del Domingo, de José Luis Sicre sj:

… un rey celebraba la boda de su hijo…

El domingo anterior, la parábola de los viñadores homicidas terminaba diciendo que la viña sería consignada «a un pueblo que produzca sus frutos» (v.43). Algo parecido afirma la parábola de hoy, la de los invitados al banquete, que nos ha llegado a través de Mateo y Lucas. Para comprender el enfoque de Mateo considero esencial tener en cuenta no solo la primera lectura (Isaías) sino también la versión de Lucas.

El punto de partida: un festín de manjares suculentos (Is 25,6-10a)

            La parábola de los invitados a la boda se inspira en un poema del libro de Isaías a propósito del gran banquete que Dios organizará “en este monte”, Jerusalén, que supondrá la alegría, la salvación y la victoria sobre la muerte para todos los pueblos.

            Aquel día,

            el Señor de los ejércitos preparará para todos los pueblos,

            en este monte,

            un festín de manjares suculentos, un festín de vinos de solera;

            manjares enjundiosos, vinos generosos.

            Y arrancará en este monte el velo que cubre a todos los pueblos,

            el paño que tapa a todas las naciones.

            Aniquilará la muerte para siempre.

            El Señor Dios enjugará las lágrimas de todos los rostros,

            y el oprobio de su pueblo lo alejará de todo el país.

            Aquel día se dirá:

            «Aquí está nuestro Dios, de quien esperábamos que nos salvara;

            celebremos y gocemos con su salvación.

            La mano del Señor se posará sobre este monte».

La reinterpretación irónica de Lucas (Lc 14,15-24)

            El texto de Isaías podía provocar en cualquiera el sentimiento que pone Lucas en boca de un oyente de Jesús: «¡Dichoso el que coma en el Reino de Dios!». Entonces Jesús, con gran dosis de ironía y realismo, cuenta una parábola que podemos dividir en dos actos:

            Acto I:

  • un hombre organiza un gran banquete;
  • envía a un criado a llamar a los invitados;
  • los invitados se excusan de buena manera.

            Acto II:

  • El hombre, irritado, manda al criado a invitar al banquete a pobres, lisiados, ciegos y cojos;
  • el criado obedece, pero todavía sobra sitio;
  • el hombre vuelve a enviarlo «hasta que se llene la casa».

            Moraleja:

«Ninguno de aquellos invitados probará mi banquete».

            En la versión de Lucas, la parábola contada por Jesús explica por qué en la comunidad cristiana (el banquete) no están los que cabría esperar (los judíos), sino otros (los paganos). Del optimismo exagerado de Isaías pasamos al terrible realismo con que Jesús enfoca siempre las cuestiones.

La reinterpretación más dura y crítica de Mateo (Mt 22,1-14)

            La versión de Lucas podía suscitar en las comunidades cristianas un sentimiento de satisfacción y de falsa seguridad. Para evitarlo, Mateo añade una última escena e introduce también interesantes cambios; los dos actos se convierten cuatro:

          «El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda. ” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales.

            Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.»

            Acto I:

  • Un rey invita a la boda de su hijo;
  • envía criados (en plural);
  • los invitados no quieren ir.

            Acto II:

  • El rey vuelve a enviar criados;
  • los invitados no hacen caso a los criados e incluso matan a algunos de ellos;
  • el rey mata a los asesinos y prende fuego a su ciudad.

            Acto III:

  • El rey manda a recoger por las calles a todos, malos y buenos;
  • La sala se llena de comensales.

            Acto IV:

  • El rey descubre a un comensal sin traje de fiesta;
  • manda expulsarlo del banquete.

            Moraleja:

                        «Hay más llamados que escogidos».

            Mateo ha reinterpretado la parábola a la luz de los acontecimientos posteriores y en clara polémica con las autoridades religiosas judías.

            En el Acto I, el protagonista no es un hombre cualquiera, sino un rey (Dios), que celebra la boda de su hijo (Jesús). Y no envía a un solo criado, sino a muchos (referencia a los antiguos profetas y a los misioneros cristianos). Los invitados, en vez de excusarse de buena manera, como en Lucas, simplemente no quieren ir.

            Entonces introduce Mateo un acto nuevo (II), donde la invitación del rey encuentra una oposición mucho mayor (incluso llegan a matar a algunos criados) y la reacción del monarca es terrible, porque manda su ejército a acabar con los asesinos y a prender fuego a la ciudad (destrucción de Jerusalén por los romanos en el año 70).

            El Acto III también representa una novedad con respecto a Lucas: no se invita a pobres, lisiados, ciegos y cojos, sino a todos, buenos y malos. El enfoque socioeconómico de Lucas (en el banquete entran los marginados sociales) lo sustituye Mateo por el moral (todo tipo de personas).

            Pero Mateo añade un nuevo Acto, el IV, que es la que más le interesa: un invitado se presenta sin vestido de boda y es echado fuera.

            Con estos cambios, la parábola explica por qué la comunidad cristiana está compuesta de personas tan imprevisibles y, al mismo tiempo, contiene un toque de atención para todas ellas. En el Reino de Dios puede entrar cualquiera, bueno o malo. Pero, si se acepta la invitación, hay que presen­tarse dignamente vestido.

Ni frac ni maxifalda

            Para entrar en una mezquita hay que descalzarse. Para entrar en una sinagoga hay que cubrirse la cabeza. Para entrar en cualquier iglesia se aconseja o exige un vestido digno. Pero el vestido del que habla la parábola no se mide en centímetros ni se debe caracterizar por su elegancia. Es una forma de comportarse con Dios y con el prójimo. O, utilizando una metáfora de san Pablo, hay que vestirse de nuestro Señor Jesucristo. No es un disfraz. Es un modo de vivir y de actuar que recuerde a los demás, dentro de lo posible, como él vivió y actuó.

La generosidad de los filipenses y la de muchas personas actuales (Fil 4,12-14.19-20)

            Pablo no quería ser gravoso a las comunidades que fundaba. No aceptaba que le ayudasen económicamente, prefería ganarse de vivir trabajando con sus manos. Pero hay ocasiones en las que no puede hacerlo, como ocurre cuando está preso en la cárcel de Éfeso. Entonces acepta y agradece la ayuda que le envían los filipenses, y les asegura que Dios se lo recompensará con creces.

            La pandemia actual, con todo lo que tiene de malo, ha puesto también de relieve la bondad y generosidad de muchas personas, dispuestas a ayudar y a sacrificarse por el prójimo. A ellas puede aplicarse lo que dice Pablo. En recompensa, «Dios proveerá a todas vuestras necesidades con magnificencia».

 

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De la Buena Noticia a la amenaza

Domingo, 11 de octubre de 2020
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FiestaDomingo XXVIII del Tiempo Ordinario

11 octubre 2020

Mt 22, 1-14

En la Biblia, la boda es un símbolo cargado de significado: representa la relación de Dios con su pueblo, tal como lo expresa, de manera intensa y poética, el libro de Oseas. En los evangelios, se utiliza esa misma imagen como símbolo del “Reino de Dios”. Si entendemos el “Reino” como la “dimensión profunda de lo real”, la imagen no puede ser más adecuada.

    En su nivel profundo, y a pesar de las apariencias en el nivel fenoménico o de las formas, lo real es una “boda”, es decir, una unidad indisoluble, donde no cabe separación: todo es uno.

   Cuando Jesús afirma que el reino de Dios es como un banquete de bodas está diciendo lo que siempre han sostenido las personas sabias: lo realmente real es unidad, plenitud, gozo… En ese plano, todo está bien. Y esa es nuestra identidad, porque “el reino de Dios está dentro de vosotros” (Lc 17,21).

    La primera parte del relato subraya la gratuidad, la amplitud, la inclusividad, el gozo: todos caben en el banquete de bodas. Sin embargo, en la segunda mitad, se produce un cambio tan abrupto que resulta abiertamente contradictorio con el mensaje inicial. Es patente la mano de otro redactor animado por un objetivo sectario y proselitista: exigir la pertenencia a la comunidad –el “traje de fiesta” es una alusión al bautismo, puerta de acceso al grupo–, como condición para participar del “banquete”.

     La identificación con la propia creencia llega a ser tan obtusa que ni siquiera cae en la cuenta de la contradicción en la que incurre: exigir la pertenencia al propio grupo como condición para participar en el “Reino”, es decir, para participar en la vida. No advierte que la vida no se alcanza a través de las creencias –no es el premio a lo que alguien cree–, sino que es aquello que somos todos.

    ¿Qué ha sucedido? Probablemente, en un lapso de pocos años, aquellas comunidades adoptaron un perfil sectario, característico de grupos religiosos nacientes y minoritarios, identificando la verdad con su propia creencia –de ahí nace la afirmación de que la propia religión es la única verdadera–, el “banquete” (inclusivo) con el “traje de fiesta” (excluyente).

  La consecuencia es dramática: la buena noticia proclamada en la parábola inicial –todos tienen su lugar en el banquete de bodas– se transforma en amenaza y en castigo: quien no se integra en la comunidad es “arrojado fuera”, donde hay “llanto y rechinar de dientes”; la predicación posterior lo nombraría como “infierno” y lugar de tormentos eternos. De ese modo, la universalidad del mensaje primero se transformó en amenazadora intolerancia religiosa.

   ¿Cómo se explica el cambio? Sin duda, por la propia dinámica de todo grupo sectario, que absolutiza las propias creencias y juzga como errado a todo aquel que no las comparte. Lo que sucede es que, en este caso, el contraste es flagrante: la buena noticia convertida en amenaza. El mensaje de Jesús tergiversado en un punto decisivo por sus propios discípulos.

   Las personas sabias no buscan seguidores –no hacen proselitismo–, mucho menos amenazan. La comprensión les regala un respeto exquisito a la libertad; saben que cada persona tiene un camino propio; viven compasión porque, aun sin justificar cualquier acción, la comprenden y son conscientes de que el mal es siempre fruto de la ignorancia.

¿Cómo me sitúo, en la práctica, ante posicionamientos diferentes?

Enrique Martínez Lozano

Fuente Boletín Semanal

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“Invitación”. 15 de octubre de 2017. 28 Tiempo ordinario. Mateo 22, 1-14

Domingo, 15 de octubre de 2017
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matrimoniogay1Jesús conocía muy bien cómo disfrutaban los campesinos de Galilea en las bodas que se celebraban en las aldeas. Sin duda, él mismo tomó parte en más de una. ¿Qué experiencia podía haber más gozosa para aquellas gentes que ser invitados a una boda y poder sentarse con los vecinos a compartir juntos un banquete de bodas?

Este recuerdo vivido desde niño le ayudó en algún momento a comunicar su experiencia de Dios de una manera nueva y sorprendente. Según Jesús, Dios está preparando un banquete final para todos sus hijos pues a todos los quiere ver sentados, junto a él, disfrutando para siempre de una vida plenamente dichosa.

Podemos decir que Jesús entendió su vida entera como una gran invitación a una fiesta final en nombre de Dios. Por eso, Jesús no impone nada a la fuerza, no presiona a nadie. Anuncia la Buena Noticia de Dios, despierta la confianza en el Padre, enciende en los corazones la esperanza. A todos les ha de llegar su invitación.

¿Qué ha sido de esta invitación de Dios? ¿Quién la anuncia? ¿Quién la escucha? ¿Dónde se habla en la Iglesia de esta fiesta final? Satisfechos con nuestro bienestar, sordos a lo que no sea nuestros intereses inmediatos, nos parece que ya no necesitamos de Dios ¿Nos acostumbraremos poco a poco a vivir sin necesidad de alimentar una esperanza última?

Jesús era realista. Sabía que la invitación de Dios puede ser rechazada. En la parábola de “los invitados a la boda” se habla de diversas reacciones de los invitados. Unos rechazan la invitación de manera consciente y rotunda: “no quisieron ir. Otros responden con absoluta indiferencia: “no hicieron caso”. Les importan más sus tierras y negocios.

Pero, según la parábola, Dios no se desalienta. Por encima de todo, habrá una fiesta final. El deseo de Dios es que la sala del banquete se llene de invitados. Por eso, hay que ir a “los cruces de los caminos”, por donde caminan tantas gentes errantes, que viven sin esperanza y sin futuro. La Iglesia ha de seguir anunciando con fe y alegría la invitación de Dios proclamada en el Evangelio de Jesús.

El papa Francisco está preocupado por una predicación que se obsesiona “por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia”. El mayor peligro está según él en que ya “no será propiamente el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas. El mensaje correrá el riesgo de perder su frescura y dejará de tener olor a Evangelio”.

José Antonio Pagola

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“A todos los que encontréis, convidadlos a la boda”. Domingo 15 de octubre de 2017. 28º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 15 de octubre de 2017
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51-OrdinarioA28Leído en Koinonia:

Isaías 25,6-10a: El Señor preparará un festín, y enjugará las lágrimas de todos los rostros.
Salmo responsorial: 22: Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Filipenses 4,12-14.19-20: Todo lo puedo en aquel que me conforta.
Mateo 22,1-14: A todos los que encontréis, convidadlos a la boda.

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. [Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.”]

El Salmo interleccional y la epístola de Pablo a los cristianos de Filipos ponen de relieve el cuidado y protección de Dios. El primero recurre a las imágenes de pastor y anfitrión señalando el significado del “tú conmigo” (v. 4) en el camino y en el descanso. Por su parte la epístola señala la compañía divina en la vida del apóstol y la seguridad que ella se hará extensiva a los cristianos de la comunidad.

El pasaje del evangelio recurre a la misma imagen y comparte el horizonte universalista. En él podemos distinguir dos partes. En la primera, se presenta el Reino de Dios con ayuda de las acciones de un rey que quiere celebrar la boda de su hijo. Los símbolos de autoridad están expresamente seleccionados ya que esta sección, que tiene lugar en Jerusalén, gira en torno de la autoridad de Jesús.

Para la celebración el rey envía a sus “sirvientes”, en dos oportunidades, a notificar a los que han sido previamente invitados que el banquete está pronto. La reacción es de una violencia creciente.

Ante este fracaso, el rey ordena a los sirvientes de extender la invitación a la gente que está “al extremo de la calle” sin distinción de comportamiento ético, ya que entran al banquete “malos y buenos” (v. 10). La invitación ahora surte efecto ya que la sala se llena de invitados. Se trata de una llamada universal que supera todas las diferencias humanas y que reúne a todos en un mismo banquete.

Esta perspectiva universal, aunque ocasionada por el rechazo de los invitados, va mucho más allá de lo que puede, en el rey, motivar ese rechazo. Se trata de una voluntad salvífica sin límites que aprovecha un momento de hostilidad para manifestarse.

Los vv. 11-14 cambian bruscamente la perspectiva: viene la segunda parte. Aquí se trata de un caso particular de la participación al banquete. El ámbito universal continúa estando presente, pero se subraya la reacción de uno de los comensales.

El cambio de perspectiva toma su punto de partida en la entrada del rey en la sala del banquete. Con esa entrada se señala un acontecimiento decisivo, un juicio que se opera en cada uno de los invitados.

Haber entrado no da derecho automático a permanecer. Para participar plenamente al banquete es necesario haber aceptado el “vestido de fiesta”, el don de la fe. Uno de los presentes, aunque también llamado, no ha endosado el ropaje adecuado, no ha sido capaz del compromiso ético que acompaña a la llamada.

La mudez ante la pregunta del rey, indica la ineficacia de la llamada en tal convidado y motiva la sentencia condenatoria que el rey pronuncia en un juicio instantáneo y decisivo que lo arroja a las tinieblas exteriores, donde reinan el llanto y el rechinar de dientes (v. 13). La tristeza ante Israel por no haber aceptado la invitación puede transferirse a los miembros de la comunidad eclesial que no sean capaces de las exigencias que dimanan de la fiesta. Este destino reservado a los miembros “mudos” de la comunidad, incapaces de producir fruto coherente con su confesión de fe, pretende hacer un llamado concreto a cada uno de los integrantes comunitarios a tomar en serio la invitación que en principio han aceptado.

La advertencia se hace más urgente gracias a la mención del mayor número de los llamados que de los escogidos (v. 14) que no busca determinar número sino fundamentar la seriedad con que se debe tomar la decisión frente al Reino.

El banquete del Reino es un don gratuito de Dios pero exige que cada hombre sea capaz de aceptar la invitación que se le dirige y, llevar una vida coherente con el significado de la invitación. Sólo con esas dos actitudes es posible mantenerse en el ámbito de la gracia divina que aunque ilimitada jamás avasalla la libertad humana.

A pesar de todo lo dicho, no podemos menos de hacernos cargo de la «objeción a la totalidad» que muchos oyentes, personas cultas y con verdadera sensibilidad de hoy, van a sentir ante este texto del evangelio y toda la cosmovisión teológica a la que echamos mano para tratar de explicarla y aplicarla. La sensación cierta, aun en muchos que no acaban de poder expresarla con nitidez, es que este tipo de metáforas globales son profundamente inadecuadas, están gastadas y sobrepasadas, y no sólo no dicen ya nada (por eso necesitan de tanta explicación), sino que resultan ininteligibles, y hasta producen rechazo. Como afirma la teóloga Sally McFague, son metáforas no sólo obsoletas, sino dañinas. Con toda probabilidad Jesús ya no las usaría hoy, y se pasmaría de vernos muchos domingos dando vueltas en torno a ellas, queriendo dar vida a una simbología y una doctrina que está muerta. Es otro tema, muy importante, que tenemos que acostumbrarnos a plantear más y más. Cfr «Hacen falta nuevas imágenes religiosas», Agenda Latinoamericana’2011, p. 228, accesible también en el Archivo digital de la Agenda: servicioskoinonia.org/agenda/archivo Leer más…

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“Invitación”. 12 de octubre de 2014. 28 Tiempo ordinario. Mateo 22, 1-14

Domingo, 12 de octubre de 2014
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51-OrdinarioA28Jesús conocía muy bien cómo disfrutaban los campesinos de Galilea en las bodas que se celebraban en las aldeas. Sin duda, él mismo tomó parte en más de una. ¿Qué experiencia podía haber más gozosa para aquellas gentes que ser invitados a una boda y poder sentarse con los vecinos a compartir juntos un banquete de bodas?

Este recuerdo vivido desde niño le ayudó en algún momento a comunicar su experiencia de Dios de una manera nueva y sorprendente. Según Jesús, Dios está preparando un banquete final para todos sus hijos pues a todos los quiere ver sentados, junto a él, disfrutando para siempre de una vida plenamente dichosa.

Podemos decir que Jesús entendió su vida entera como una gran invitación a una fiesta final en nombre de Dios. Por eso, Jesús no impone nada a la fuerza, no presiona a nadie. Anuncia la Buena Noticia de Dios, despierta la confianza en el Padre, enciende en los corazones la esperanza. A todos les ha de llegar su invitación.

¿Qué ha sido de esta invitación de Dios? ¿Quién la anuncia? ¿Quién la escucha? ¿Dónde se habla en la Iglesia de esta fiesta final? Satisfechos con nuestro bienestar, sordos a lo que no sea nuestros intereses inmediatos, nos parece que ya no necesitamos de Dios ¿Nos acostumbraremos poco a poco a vivir sin necesidad de alimentar una esperanza última?

Jesús era realista. Sabía que la invitación de Dios puede ser rechazada. En la parábola de “los invitados a la boda” se habla de diversas reacciones de los invitados. Unos rechazan la invitación de manera consciente y rotunda: “no quisieron ir. Otros responden con absoluta indiferencia: “no hicieron caso”. Les importan más sus tierras y negocios.

Pero, según la parábola, Dios no se desalienta. Por encima de todo, habrá una fiesta final. El deseo de Dios es que la sala del banquete se llene de invitados. Por eso, hay que ir a “los cruces de los caminos”, por donde caminan tantas gentes errantes, que viven sin esperanza y sin futuro. La Iglesia ha de seguir anunciando con fe y alegría la invitación de Dios proclamada en el Evangelio de Jesús.

El papa Francisco está preocupado por una predicación que se obsesiona “por la transmisión desarticulada de una multitud de doctrinas que se intenta imponer a fuerza de insistencia”. El mayor peligro está según él en que ya “no será propiamente el Evangelio lo que se anuncie, sino algunos acentos doctrinales o morales que proceden de determinadas opciones ideológicas. El mensaje correrá el riesgo de perder su frescura y dejará de tener olor a Evangelio”.

José antonio Pagola

Red evangelizadora BUENAS NOTICIAS

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“A todos los que encontréis, convidadlos a la boda”. Domingo 12 de octubre de 2014. 28º domingo de tiempo ordinario

Domingo, 12 de octubre de 2014
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Nuestra Señora del Pilar

Nuestra Señora de Aparecida (Brasil)

Leído en Koinonia:

Isaías 25,6-10a: El Señor preparará un festín, y enjugará las lágrimas de todos los rostros.
Salmo responsorial: 22: Habitaré en la casa del Señor por años sin término.
Filipenses 4,12-14.19-20: Todo lo puedo en aquel que me conforta.
Mateo 22,1-14: A todos los que encontréis, convidadlos a la boda.

En aquel tiempo, de nuevo tomó Jesús la palabra y habló en parábolas a los sumos sacerdotes y a los ancianos del pueblo: “El reino de los cielos se parece a un rey que celebraba la boda de su hijo. Mandó criados para que avisaran a los convidados a la boda, pero no quisieron ir. Volvió a mandar criados, encargándoles que les dijeran: “Tengo preparado el banquete, he matado terneros y reses cebadas, y todo está a punto. Venid a la boda.” Los convidados no hicieron caso; uno se marchó a sus tierras, otro a sus negocios; los demás les echaron mano a los criados y los maltrataron hasta matarlos. El rey montó en cólera, envió sus tropas, que acabaron con aquellos asesinos y prendieron fuego a la ciudad. Luego dijo a sus criados: “La boda está preparada, pero los convidados no se la merecían. Id ahora a los cruces de los caminos, y a todos los que encontréis, convidadlos a la boda.” Los criados salieron a los caminos y reunieron a todos los que encontraron, malos y buenos. La sala del banquete se llenó de comensales. [Cuando el rey entró a saludar a los comensales, reparó en uno que no llevaba traje de fiesta y le dijo: “Amigo, ¿cómo has entrado aquí sin vestirte de fiesta?” El otro no abrió la boca. Entonces el rey dijo a los camareros: “Atadlo de pies y manos y arrojadlo fuera, a las tinieblas. Allí será el llanto y el rechinar de dientes.” Porque muchos son los llamados y pocos los escogidos.”]

El Salmo interleccional y la epístola de Pablo a los cristianos de Filipos ponen de relieve el cuidado y protección de Dios. El primero recurre a las imágenes de pastor y anfitrión señalando el significado del “tú conmigo” (v. 4) en el camino y en el descanso. Por su parte la epístola señala la compañía divina en la vida del apóstol y la seguridad que ella se hará extensiva a los cristianos de la comunidad.

El pasaje del evangelio recurre a la misma imagen y comparte el horizonte universalista. En él podemos distinguir dos partes. En la primera, se presenta el Reino de Dios con ayuda de las acciones de un rey que quiere celebrar la boda de su hijo. Los símbolos de autoridad están expresamente seleccionados ya que esta sección, que tiene lugar en Jerusalén, gira en torno de la autoridad de Jesús.

Para la celebración el rey envía a sus “sirvientes”, en dos oportunidades, a notificar a los que han sido previamente invitados que el banquete está pronto. La reacción es de una violencia creciente.

Ante este fracaso, el rey ordena a los sirvientes de extender la invitación a la gente que está “al extremo de la calle” sin distinción de comportamiento ético, ya que entran al banquete “malos y buenos” (v. 10). La invitación ahora surte efecto ya que la sala se llena de invitados. Se trata de una llamada universal que supera todas las diferencias humanas y que reúne a todos en un mismo banquete.

Esta perspectiva universal, aunque ocasionada por el rechazo de los invitados, va mucho más allá de lo que puede, en el rey, motivar ese rechazo. Se trata de una voluntad salvífica sin límites que aprovecha un momento de hostilidad para manifestarse.

Los vv. 11-14 cambian bruscamente la perspectiva: viene la segunda parte. Aquí se trata de un caso particular de la participación al banquete. El ámbito universal continúa estando presente, pero se subraya la reacción de uno de los comensales.

El cambio de perspectiva toma su punto de partida en la entrada del rey en la sala del banquete. Con esa entrada se señala un acontecimiento decisivo, un juicio que se opera en cada uno de los invitados.

Haber entrado no da derecho automático a permanecer. Para participar plenamente al banquete es necesario haber aceptado el “vestido de fiesta”, el don de la fe. Uno de los presentes, aunque también llamado, no ha endosado el ropaje adecuado, no ha sido capaz del compromiso ético que acompaña a la llamada.

La mudez ante la pregunta del rey, indica la ineficacia de la llamada en tal convidado y motiva la sentencia condenatoria que el rey pronuncia en un juicio instantáneo y decisivo que lo arroja a las tinieblas exteriores, donde reinan el llanto y el rechinar de dientes (v. 13). La tristeza ante Israel por no haber aceptado la invitación puede transferirse a los miembros de la comunidad eclesial que no sean capaces de las exigencias que dimanan de la fiesta. Este destino reservado a los miembros “mudos” de la comunidad, incapaces de producir fruto coherente con su confesión de fe, pretende hacer un llamado concreto a cada uno de los integrantes comunitarios a tomar en serio la invitación que en principio han aceptado.

La advertencia se hace más urgente gracias a la mención del mayor número de los llamados que de los escogidos (v. 14) que no busca determinar número sino fundamentar la seriedad con que se debe tomar la decisión frente al Reino.

El banquete del Reino es un don gratuito de Dios pero exige que cada hombre sea capaz de aceptar la invitación que se le dirige y, llevar una vida coherente con el significado de la invitación. Sólo con esas dos actitudes es posible mantenerse en el ámbito de la gracia divina que aunque ilimitada jamás avasalla la libertad humana.

A pesar de todo lo dicho, no podemos menos de hacernos cargo de la «objeción a la totalidad» que muchos oyentes, personas cultas y con verdadera sensibilidad de hoy, van a sentir ante este texto del evangelio y toda la cosmovisión teológica a la que echamos mano para tratar de explicarla y aplicarla. La sensación cierta, aun en muchos que no acaban de poder expresarla con nitidez, es que este tipo de metáforas globales son profundamente inadecuadas, están gastadas y sobrepasadas, y no sólo no dicen ya nada (por eso necesitan de tanta explicación), sino que resultan ininteligibles, y hasta producen rechazo. Como afirma la teóloga Sally McFague, son metáforas no sólo obsoletas, sino dañinas. Con toda probabilidad Jesús ya no las usaría hoy, y se pasmaría de vernos muchos domingos dando vueltas en torno a ellas, queriendo dar vida a una simbología y una doctrina que está muerta. Es otro tema, muy importante, que tenemos que acostumbrarnos a plantear más y más. Cfr «Hacen falta nuevas imágenes religiosas», Agenda Latinoamericana’2011, p. 228, accesible también en el Archivo digital de la Agenda: servicioskoinonia.org/agenda/archivo Leer más…

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