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“¿Cuál es el viaje más largo?… rumbo al propio corazón, dijo Jung”, por Leonardo Boff.

Viernes, 31 de enero de 2025
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IMG_9548De su blog La fuerza de los pequeños:

“Lo que nos mueve y nos pone en marcha”

“El gran observador y conocedor de los meandros de la psique humana C.G. Jung, dijo una vez que el viaje más largo no era a la Luna o a alguna estrella. Era rumbo al propio corazón”

“Pero, ¿cómo llegar a él y auscultar sus indicaciones?”

“Hay una pregunta nunca resuelta entre los pensadores de la condición humana: ¿cuál es la estructura de base del ser humano?”

“Para mí, no es la razón como comúnmente se afirma… La razón pura kantiana no existe”

El gran observador y conocedor de los meandros de la psique humana C.G. Jung, dijo una vez que el viaje más largo no era a la Luna o a alguna estrella. Era rumbo al propio corazón. En él habitan ángeles y demonios, tendencias que pueden llevar a la locura y a la muerte así como energías que conducen al éxtasis y a la comunión con el Todo. ¿Cómo llegar a él y auscultar sus indicaciones?

Hay una pregunta nunca resuelta entre los pensadores de la condición humana: ¿cuál es la estructura de base del ser humano? Muchas son las escuelas de intérpretes, pero no es el momento de resumirlas.

Yendo directamente al asunto diría que, para mí, no es la razón como comúnmente se afirma. Esta no es la primera que irrumpe en el proceso de la antropogénesis. El cerebro neocortex en su configuración actual, que responde por la racionalidad, irrumpió hace solo un millón de años. Mucho antes, hace 313 millones de años, surgió el cerebro reptiliano que responde por nuestros movimientos instintivos. Luego estaba el cerebro límbico, responsable de la  sensibilidad, del afecto y del cuidado, surgido con los mamíferos hace 210 millones de años.

Por lo tanto, la razón actual es tardía y hunde sus raíces en los cerebros anteriores, especialmente en el límbico, portador de la ternura y el amor que florecen en nosotros. Somos antes mamíferos racionales que animales racionales.

El pensamiento occidental es logocéntrico. Dio centralidad a la razón. Puso el afecto bajo sospecha, con el pretexto de que perjudica la objetividad del conocimiento. La razón pura kantiana no existe. La razón, al estar incorporada, viene siempre impregnada de interés (J.Habermas), de emoción y de pasión, por tanto está imbuida de cerebro límbico. Conocer es siempre un entrar, con todo lo que somos, en comunión con la realidad. De ese encuentro nace el conocimiento. La palabra francesa para conocer es etimológicamente rica: connaître: nacer juntos sujeto y objeto.

Más que ideas y visiones del mundo, son las pasiones, los sentimientos fuertes, las ideas-fuerza, las experiencias seminales y el amor o el odio lo que nos mueve y nos pone en marcha. Nos levantan, nos hacen afrontar peligros e incluso arriesgar la vida.

Lo que primero reacciona en nosotros es la inteligencia cordial, sensible y emocional. Esto lo demostró Daniel Goleman en su conocido libro Inteligencia Emocional (1995). Segundos después de la emoción, entra la razón.

Pero en Occidente la razón ha sido absolutizada, como la única forma válida de entrar en contacto con lo real. Ocurrió algo que se ha exacerbado y ha perdido la justa medida: el racionalismo, que significa el totalitarismo de la razón. Este llegó a producir en algunos sectores humanos una especie de lobotomía, es decir, una completa insensibilidad ante el otro que es diferente y ante el sufrimiento humano y el de la Madre Tierra. Es lo que estamos presenciando en la Franja de Gaza, un genocidio, a cielo abierto, de muchos miles de niños asesinados por orden de un Primer Ministro israelí insensible y sin corazón.

Modernamente el afecto, el sentimiento y la pasión (pathos) están recuperando centralidad. Ese paso es hoy imperativo, pues solamente con la razón (logos) no podemos explicar las graves crisis por las que pasan la vida, la humanidad y la Tierra. La razón intelectual precisa integrar la inteligencia emocional sin la cual no construiremos una realidad social de rostro humano. Solo con el afecto nos acercamos a los demás. El afecto y el amor son los que nos hacen realmente humanos.

Sin embargo, hay un dato que conviene resaltar por su relevancia y por la gran ascendencia de que goza: laestructura del deseoque marca la psique humana. Partiendo de Aristóteles, pasando por san Agustín y por los medievales como san Buenaventura (llama a san Francisco vir desideriorum, hombre de deseos), culminando con Sigmund Freud y René Girard en tiempos más recientes, todos afirman la centralidad de la estructura deseante del ser humano.

El deseo no es un impulso cualquiera. Es un fuego interior que dinamiza y moviliza toda la vida psíquica. Por su naturaleza, el deseo no conoce límites. No queremos solo esto o aquello, queremos todo, hasta la eternidad, como observaba Nietzsche. Ese impulso irrefrenable da un carácter insaciable e infinito al proyecto humano.

El deseo hace dramática y, a veces, trágica la existencia. Pero también, cuando se realiza, aporta una felicidad sin igual. Por otro lado, produce una grave desilusión cuando el ser humano identifica una realidad finita como siendo el objeto que realiza su impulso infinito. Puede ser la persona amada, una profesión siempre ansiada, una propiedad, un viaje.

No pasa mucho tiempo y esas realidades deseadas y finitas le parecen insatisfactorias y solo hacen aumentar el vacío interior, grande, del tamaño de Dios. ¿Cómo salir de este impase intentando armonizar lo infinito del deseo con lo finito de toda realidad? Revolotear de un objeto finito a otro significa no encontrar descanso nunca. El ser humano tiene que plantearse seriamente la pregunta: ¿cuál es el verdadero y oscuro objeto adecuado a su deseo? Me atrevo a responder: es el Ser y no el ente, es el Todo y no la parte, es el Infinito y no lo finito, es Dios y no el mundo, por bueno que sea. Nuestra sed de infinito es el eco de un oscuro Infinito que nos llama. ¿Quién es?

Después de mucho peregrinar, el ser humano es llevado a hacer la experiencia del cor inquietum de san Agustín, el incansable hombre del deseo y el infatigable peregrino del Infinito. En su autobiografía, Las Confesiones afirma conconmovido sentimiento:

Tarde te amé, oh Belleza tan antigua y tan nueva. Tarde te amé. Tú me tocaste y yo ardo de deseo de tu paz. Mi corazón está inquieto hasta que descanse en ti (libro X, n.27).

Aquí tenemos el camino del deseo que busca y encuentra ese real y oscuro objeto siempre deseado, en el sueño y en la vigilia: el Infinito. Sólo el Infinito se adecúa al deseo infinito del ser humano. Sólo entonces termina el viaje más largo y comienza el sábado del descanso humano y divino. Es el descanso dinámico y la paz serena, frutos del viaje más largo y tormentoso rumbo al propio corazón.

*Leonardo Boff es teólogo y filósofo y ha escrito Tiempo de Trascendencia: el ser humano como proyecto infinito, Sal Terrae 2002; La justa medida: para equilibrar el planeta Tierra, Vozes 2023.

Traducción de María José Gavito Milano

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“Mayor atención a lo emocional”, por Gabriel Mª Otalora

Jueves, 3 de octubre de 2024
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jesus-resucitadoDe su blog Punto de Encuentro:

Con tantos cambios y crisis, los sentimientos (negativos) a veces nos desbordan. La solución a corto plazo parece la más sencilla: centrarnos en lo racional para intentar salir del agujero afectivo. El problema es que esta es la manera de reprimir muchas emociones y de olvidarnos de que así es difícil desarrollar una parte muy importante de la inteligencia. No en vano, nuestros sentimientos condicionan todas nuestras percepciones, pensamientos y acciones además de afectar a las relaciones con quienes nos rodean.

La incapacidad o “analfabetismo emocional” para reconocer los propios sentimientos impide actuar adecuadamente sobre los sentimientos negativos. Lo bueno es que los sentimientos son controlables, y de ahí viene la expresión “inteligencia emocional”. Así, cuando decidimos traer al presente sentimientos positivos, no hay sitio para que afloren a la vez los sentimientos negativos; y viceversa. O unos, u otros. Cuando siento agradecimiento no puedo sentirme resentido. Precisamente una de las bases de la madurez humana es la capacidad de tender a sentir en positivo dominando la tendencia a regodearnos en lo negativo, tan ligada a la peligrosa autocompasión.

Si no le damos importancia al conocimiento de nuestras emociones, tampoco llegaremos al conocimiento de nuestras limitaciones y recursos, y acabaremos siendo refractarios al aprendizaje que da la experiencia, en este caso emocional. Y solo cuando conectamos con nuestras fortalezas y nuestras debilidades, es posible trabajar la confianza sobre pilares seguros, lo que somos de verdad con nuestras capacidades; y entre las más importantes, está la de reconocer las emociones y sus efectos positivos para conjugar la razón con nuestro lado emocional.

Los Evangelios presentan un retrato muy humano de Jesús. Sin embargo, su faceta emocional ha sido puesta en duda por no pocos que le presentan casi como un estoico o un ser hierático; por ejemplo, san Juan Crisóstomo, nada menos, fue uno de los que dijo “Cristo nunca se rio”. Afirmación tan rotunda pone en duda su misma humanidad en algo tan esencial como la emoción primaria de reírse. No pocos cristianos prefieren todavía imaginar a Cristo desprovisto de las pasiones, es decir, sin el gozo y la alegría tan esenciales en cualquier buena noticia; más aun si se trata de “la mejor Noticia”.

Jesús invitó a reír en las Bienaventuranzas (Mt 5; Lc 6), y contó parábolas que acababan en regocijo (Lc 15) Incluso a veces le reprendieron por mostrarse muy alegre (Lc 7, 34). Hay bastantes más ejemplos: a nadie que se le acusa de comilón y borracho (Mt 11, 19) se le imagina con semblante adusto y refractario a la risa. Lo que ha ocurrido es que algunos mal iluminados de la Iglesia decidieron encauzar la piedad popular desde el dolorismo que no tienen nada de Buena Noticia: a través de un discurso de permanente seriedad, arrepentimiento y dolor, la imagen de Jesús aparece como un ser capaz de sufrir mas no de sonreír. Pero no siempre fue así…

Ya existió en el mundo católico una costumbre llamada “la risa de Pascua” (risus Paschalis). Los fieles se reían durante la celebración del culto de la Pascua en algunos países del norte de Europa (al menos hasta el siglo XVI). Los propios predicadores, durante la Misa de Pascua, sí. El clero provocando deliberadamente la risa de sus fieles en el interior del templo para así celebrar la resurrección de Cristo.

Finalmente vencerá el freno a esta manifestación de alegría pascual comunitaria desenfadada cuando la religión se convierte en un asunto más privado que público, y ritos como la risa pascual quedaban fuera de lugar. Pero san Pablo preguntaba: “¿Dónde está muerte tu victoria? ¿Dónde está muerte tu aguijón?” (1Cor 15,55).

Julien Green escribe en suautobiografía cuando le rondaba la conversión al catolicismo: lo que frenaba dar el paso era la poca fe de los cristianos en la fuerza viva de sus sacramentos. “Entraba en las iglesias y observaba las caras aburridas de los asistentes. ¿Creían aquellos hombres en lo que decían creer?” Examinaba a la salida de Misa los gestos frívolos y el escritor francés resume su experiencia en una frase terrible, “Bajan del Calvario y… hablan del tiempo”.

¿Cómo nos ven ahora?, ¿qué emociones nos transparentan? Examen de conciencia emocional…

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